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POEMAS BASURA JARDÍN

Baudelaire: “Una carroña”


Masliah.
Juan Bonilla - Esto quería ser un poema de amor

Tiras de las dos asas amarillas


Y la bolsa se cierra.
Luego haces dos nudos
Sobre las mondas de naranja y las cáscaras de plátano,
Las sobras de la cena,
Unas cuantas docenas de colillas
Y una planta que ha muerto.
Son doce pisos luego y unos cuarenta pasos
Hasta el contenedor –en el que apenas cabe ya ninguna
bolsa.
En el momento de depositarla allí
Se ha iluminado un número en tu mente:
Setenta y seis. Son pocas todavía
Las bolsas de basura que habéis llenado juntos
Si las comparas con las más de mil
Que Laura y tú llenasteis;
Son muchas, desde luego, un escorial, si las comparas
Con las apenas diez
Que de aquel sótano de Londres donde Marge,
Sacabas rumbo a un minúsculo depósito en el patio.
En La Habana Amarilis
Cada noche colgaba la basura de las ramas de los árboles
–para evitar la proliferación de ratas–:
llenasteis juntos veintitantas bolsas.
Es fea, bien lo sabes, tu costumbre
De computar amores en bolsas de basura.
Tal vez un día de estos se te olvide.
Doce pisos arriba hay una luz: es tu cocina.
En el cubo hay una nueva bolsa que mañana llenaremos.
Fabián Casas- Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.


Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura


y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

Aulicino - La poesía era un bello país

lo que no lleva el agua lo que queda en la pileta


dando vueltas negándose girando resistiendo
cáscaras de un huevo peladuras de papas
lo que insiste en quedarse lo que no entra
basuras restos lavados resistiendo
lo que se pega y despega
lo lavado no chupado girando
las cáscaras lo exterior resistiendo
Aulicino - 6.3

Y todo eso, y todo eso, dijo,


también se parece a un himno.
El Pastor no podía ser engañado.
Hablan al animal porque perdieron a dios
y todo sucede porque perdieron a dios.
Y aun cuando fuera dios quien nos perdió,
solamente se puede ir hacia Èl.
Dijo.
Cuando negás a dios, te acercás a dios.
Cuando destruís a dios,
vas a dios por el mal, porque de dios
son todos los caminos.
Aun de dios son los restos nauseabundos
que ponés en la tierra: basura, químicos, gases,
todo deviene de tu destrucción de dios.
Es el mal el cadáver de dios.
Los basurales, los restos de dios en vos.

Estela Figueroa – Amanecía

Amanecía
cuando rompí tus cartas, Tasso.
No eran en verdad tantas como
pensaba.
Las coloqué en una bolsa pequeña
que saqué a la calle
junto con grandes bolsas de basura.
Tan pequeña era la bolsa con
tus cartas, Tasso
que me quedé pensando
-: Y todo un año esperando
una señal de amor...
Tuñón - Un juguete roto en el basural

Un poema está en el sueño. También fuera del sueño.


A veces está allí donde el poeta mira.
Y nada más poético que ese juguete roto
-extraña flor brotada a la intemperie-
que junto a los residuos de los inquilinatos
grises y fraternales
y la hierba menuda del baldío
recatado en el bosque de cemento
piensa cuando jugaba con él un dulce niño
que después fue soldado.

Nunca vuelven.

Y un poema está allí, donde no está el poeta.

García Blanco - Ejercicios para no perder la


paciencia

Me gustaría hacer algunos ejercicios para ver mejor la


realidad. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado
con el basural del frente. Bajar cuatro pisos en pos de un
pan y que el vecino se interese por mi salud. Dejar que el
teléfono suene unas cinco veces y que al contestar una voz
medio dormida indague por Moisés. Me gustaría hacer
algunos ejercicios para no tener que escribir de la
realidad. Digamos ir por aceite al mercado y descubrir
que han cerrado los estanquillos de periódicos. Soportar
al comprador de oro con su voz de ferretero sin trabajo.
Me gustaría hacer algunos ejercicios para no perder la
paciencia. Digamos abrir la ventana y quedarme
extasiado con el basural del frente
Joaquín Giannuzzi - Basuras al amanecer

Esta madrugada, en la calle


dominado por una especie
de curiosidad sociológica
hurgué con un palo en el mundo surrealista
de algunos tachos de basura.
Comprobé que las cosas no mueren sino que son
asesinadas.
Vi ultrajados papeles, cascaras de fruta, vidrios
de color inédito, extraños y atormentados metales,
trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables
que rechazó la vida. Me llamó la atención
el torso de una muñeca con una mancha oscura,
una especie de muerte en un campo rosado.
Parece que la cultura consiste
en martirizar a fondo la materia y empujarla
a lo largo de un intestino implacable.
Hasta consuela pensar que ni el mismo excremento
puede ser obligado a abandonar el planeta.
Joaquín Giannuzzi - lluvia nocturna detrás de la
estación de servicio

Bajo la lluvia nocturna, una tumba caótica


de cosas abandonadas a sí mismas
que demora en cerrarse. Pero todavía el conjunto
puede volverse creador sobre su propio sueño.
En esta decantación del desorden
una fría suciedad pegajosa, un estado de frontera
de objetos a punto de perder su identidad.
En la inmóvil confusión gotea el agua
silenciosa. Envuelve llantas reventadas,
botellas astilladas, ruina de plástico, recipientes
chupados,
cajones despanzurrados, metales llevados
a un límite de torsión, quebraduras,
andrajos no identificados, asimetrías tornasoladas
por la grasa negra. He aquí una crisis de negación
en esta abandonada degradación intelectual
de criaturas seriadas, nacidas a partir
de la materia martirizada, la idea y el deleite
y que fueron manipuladas, raspadas, roídas, girando
sobre chapas rígidas y correas de transmisión
y en definitiva condenadas por lo monótono.
Pero en aquella derrota humana de las cosas,
en los desperdicios mojados podían descubrirse
figuras creadas a partir de la mezcla,
diseños irreales arrebatos a lo fortuito:
y entre gotas de lluvia y aceite quemado
una intención de belleza y de formas cumplidas
bajo la maloliente oscuridad.
Mariano Blatt - Vengo a proponerles un proyecto
urbanístico

Expropiar la traza
de la Avenida Juan B. Justo
y desenterrar el arroyo Maldonado.
Repetir la operación
con la cuenca del arroyo Vega
y con la de todos los arroyos
privados de la luz del sol
(Medrano, Vega, White
Maldonado,
Radio Antiguo-Ugarteche,
Boca-Barracas,
Ochoa,
Elía, Erézcano,
Cildañez y Larrazabal-Escalada
son
las cuencas que componen
el régimen hidráulico sobre el cual
se asienta nuestra ciudad
según un artículo del diario
La Prensa).
Que broten
en sus lomadas
de nuevo las plantas
yuyos, yuyales
pastos y pastizales.
Que canten los niños
en concordancia
con las aves.
Que naden
los peces y que naden
las personas.
Finalmente
que el tiempo retroceda
y abandonemos la ciudad.
Vengo a proponerles
un proyecto urbanístico
de dífcil concreción.
Algunos dirán que es imposible
pero lo mismo dijeron ya
tantas veces.
Y en rigor
no era imposible
simplemente era
fantasía
pura y dura
ensueño cristalino
de miles de años
atrás.
El tiempo
que antecedió a este poema
ha terminado.
A partir de ahora
todo el tiempo
le habrá venido después.

¿Y el perrito dónde está?

Esa videollamada pudo haber sido un mail


y ese mail
pudo haber sido un poema.
Ese cliente, entonces,
pudo haber sido un poeta
y ese poeta pudo haber publicado un libro.
Ese libro
quizás
pudo haber sido leído por alguien y ese alguien
pudo
en algún momento
haber subido una montaña.
En la cima pudo el montañista
haber encontrado una moneda y esa moneda
pudo haber conservado su brillo
a pesar del paso del tiempo.
Ese brillo pudo haberse destacado
en la palma de la mano del escalador
al recibir la luz del sol
y el sol pudo
haberle inspirado poemas.
Una foto
pudo haber sido tomada en ese instante
y luego
en otro instante posterior
esa foto pudo haber sido procesada
en una casa de revelados.
Esa casa de revelados pudo haber sido
antes
una tienda de chucherías
y entre esas chucherías pudo
haber habido un camioncito de plástico verde
duro
con el que pude
haber jugado cuando era chico.
Mi papá pudo
haberse ido a trabajar
y mi mamá pudo
haberme arropado en el cochecito
para que yo pueda
dormir la siesta al sol tibio de la tarde
(esto me lo pueden haber contado).
Yo pude haber grabado
en esas siestas
un comportamiento de paz
y esa paz pudo
haberme hecho sobrellevar
varios momentos.
Este momento pudo
no haber existido y este poema pudo
no haber sido escrito.
Si yo quisiera podría
ir borrándolo así como pude
haber ido escribiéndolo.
Pero
(y acá viene el final
y junto con el final puede venir
el sentido de todo esto)
nada de lo que pudo haber sido
va a ser porque
si fue
fue
y si no fue
también fue.
Todo fue
entonces
y todo pudo haber sido
entonces
y sin embargo
ya no es
ni va a volver a ser.
No sé.
¿O sí sé?
No
no sé.
Daniel Samoilovich - Sobre latas

Sobre latas, la tarde brilla enferma


mientras el viento empuja el pasto y un río
infecto ofende el aire.
Se va haciendo villa el barrio obrero:
dados de una apuesta perdida,
hay cubiertas tiradas, pedazos de fábrica, botellas.
También esto es patria, también acá
llega su aliento, se dispersa su aventura.
Ni árboles antiguos ni acero, un paisaje
de chapa que el verano hierve a veces
y otras recorre, odioso,
el fantasma del invierno.

Anahí Flores - Restos

Cierra la bolsa con un nudo fuerte y la carga


hasta el cuartito de la basura.
Pasa el día, pasa el encargado y se lleva
todas las bolsas,
las amontona en la esquina.
Pero el camión de la basura
no pasa esa noche
y los perros sí.
Las fotos que ella no quería ver
quedan esparcidas por la vereda.
Cuando a la mañana
sale, aún medio dormida,
las encuentra sobre las baldosas
como residuos de un sueño de otra época.
Olalla Castro - Una voz y su eco

Leer a las otras que, antes que tú,


leyeron a otras otras,
buscando a la vez una voz y su eco.
Sacar una foto de familia y constatar
que, aunque nadie nos viera,
también tuvimos rostro.

¿Cómo nacer de un hueco, de un grito


que ya nadie recuerda?
¿Cómo nacer sin madres,
si alguien raspó hasta casi borrarlos
sus ojos y sus versos de la historia?
Por eso hubo que hurgar en la basura,
sin pararse a pensar
si fue por repulsión o fue por miedo
como acabaron allí tantos poemas.

Hace décadas que estamos excavando.


Con una larga pala, torcidas las espaldas,
somos ésas que desentierran
lo que otros enterraron con esmero.
Para ser escritora,
tendrás que seguir con la espalda torcida.
Leer a las otras que, antes que tú,
leyeron a otras otras.
Y convertirte a la vez en voz y en eco.
Louise Glück - Medianoche

Hablame, corazón dolorido: ¿qué


tarea ridícula estás inventándote
en la oscuridad de la cochera llorando
con la bolsa de basura? Tu trabajo no es
sacar la basura, tu trabajo es vaciar
el lavavajillas. Estás exhibiéndote
otra vez,
como hacías en la infancia –¿Adónde está
tu costado deportivo, tu famoso
distanciamiento irónico? Un rayito de luna golpea
la ventana rota, un rayito de luna de verano,
los murmullos
tiernos de la tierra con sus dulzores
listos--
¿Esta es manera de comunicarte
con tu marido, no responder
cuando te llama, o así se comporta
el corazón cuando está triste: quiere que lo dejen
solo con la basura? En lugar tuyo,
sería precavida. Después de quince años,
su voz podría estar cansándose; y cualquier noche
si no le contestás, lo va a hacer alguien más.

Tomás Onaindia - A destiempo

Llevaba tantos días sin hablar con nadie ni oír las noticias
que no podía saber que los servicios de limpieza de la
ciudad estaban en huelga. Cuando saltó desde la ventana
del octavo piso fue a caer sobre una montaña de bolsas de
basura, y ni siquiera tenía las llaves del departamento.
Leopoldo Castilla - Sobre la perfección

La paloma perfecta
desciende a la basura
sobre las tablas rotas el agua muerta
los plásticos torcidos

cuando toque tierra


tendrá la armonía de la basura

también estos residuos


al llegar tenían la belleza
del que todavía es amado

el diseño del mundo puede ser la circulación


de estos inactivos objetos
su inmortalidad –lo neutro-
eres tú y yo y el oxígeno solo
y el río que supones aparte
y cada muerto

la armonía no resiste
a una paloma sola.

Julio Cortázar – Destino de las explicaciones

En algún lugar debe haber un basural donde están


amontonadas las explicaciones.
Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que
pueda ocurrir el día en que alguien consiga explicar
también el basural.
José Emilio Pacheco: Indeseable

No me deja pasar el guardia.


He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.

Galeano - El lenguaje (I)

El lago de Cartagena de Indias estaba vivo y feliz cuando


los técnicos vinieron a salvarlo.
Entonces se puso en práctica el Plan de Rehabilitación
y Dignificación. Los arroyos que nutrían al lago se
convirtieron en caños de cemento que conducen mierda y
basura y ahora el lago está moribundo.

Galeano - Úselo y tírelo

La sociedad de consumo consume fugacidades.


Cosas, personas: las cosas, fabricadas para no durar,
mueren al nacer; y hay cada vez más personas arrojadas a
la basura desde que se asoman a la vida. Los niños
abandonados en las calles de Colombia, que antes se
llamaban gamines, ahora se llaman desechables y están
marcados para morir. Los numerosos nadies, los fuera de
lugar, son “económicamente inviables”, según el lenguaje
técnico. La ley del mercado los expulsa, por
superabundancia de mano de obra barata. El norte del
mundo genera basura en cantidades asombrosas. El sur
del mundo genera marginados. ¿Qué destino tienen los
sobrantes humanos? El sistema los invita a desaparecer,
les dice: “Ustedes no existen”.

Galeano - La basura de Dios

A principios de siglo, el científico inglés Cyril Burt


propuso eliminar a los pobres muy pobres “impidiendo la
propagación de su especie”.
Al fin del siglo, el Pentágono anuncia la renovación de sus
arsenales, adaptados a las guerras del futuro, que tendrán
por objetivos los motines callejeros y los saqueos; y en
algunas ciudades latinoamericanas, como Santiago de
Chile, ya hay cámaras de televisión vigilando las calles.
El sistema está en guerra contra los pobres que fabrica, y
a los más pobres los trata como si fueran basura tóxica.
Pero el sur no puede exportar al norte estos residuos
peligrosos,
que se multiplican cada día. No hay manera de “impedir
la propagación de su especie” ni se puede mantenerlos
escondidos, aunque los desechables no existen en la
realidad oficial: la población marginal que más ha crecido
en Buenos Aires se llama Ciudad Oculta; se llaman
Ciudades Perdidas los barrios de lata y cartón que brotan
en los barrancos y basurales de los suburbios de la ciudad
de México.
No hace mucho, los desechables colombianos emergieron
de debajo de las piedras y se juntaron para gritar. La
manifestación estalló cuando se supo que los grupos de
limpieza social mataban indigentes para venderlos a los
estudiantes de medicina que aprenden anatomía en la
Universidad Libre de Barranquilla.
Y entonces Buenaventura Vidal, contador de cuentos, les
contó la verdadera historia de la Creación. Ante los
vomitados del sistema, Buenaventura contó que a Dios le
sobraban pedacitos de todo lo que creaba. Mientras
nacían
de su mano el sol y la luna, el tiempo, el mundo, los mares
y las selvas, Dios iba arrojando al abismo los desechos que
le sobraban.
Pero Dios, distraído, se había olvidado de la mujer y del
hombre, que esperaban allá en el fondo del abismo,
queriendo existir. Y ante los hijos de la basura,
Buenaventura contó que la mujer y el hombre no habían
tenido más remedio que hacerse a sí mismos, y se habían
creado con aquellas sobras de Dios. Y por eso nosotros,
nacidos de la basura, tenemos todos algo de día y algo de
noche, y somos un poco tierra y un poco agua y un poco
viento.

Galeano - Dicen que dijo Seattle, jefe indio:

La tierra no es hermana del hombre blanco, sino su


enemiga. Cuando la ha conquistado, sigue su camino.
Pero todas las cosas están conectadas. Lo que acontece a
la tierra, acontece a los hijos de la tierra...
El estrépito de las ciudades me insulta los oídos...
El aire es algo precioso para el hombre de piel roja.
Porque todos compartimos el mismo aliento: los
animales, los árboles, las personas.
Al cabo de varios días, el moribundo no siente el hedor de
su cuerpo...
Poco importa dónde pasaremos el resto de nuestros días.
No son muchos. Unas pocas horas
más, unos pocos inviernos. Los blancos también pasarán.
Quizás antes que otras tribus. Continúen ustedes
contaminando su cama y una noche morirán sofocados
por sus propios desperdicios.

Boccanera

¿Y las palabras?
Funeral. Silencio.
El cielo es una esponja que devora los pájaros.
¿Y las palabras?
Como arrumbadas ellas, como escombros,
como montón o nada que decir, como basura humeando.
¿Y las palabras?
Unas, como un altar de clavos.
Otras, como luto en las mangas,
como rotas de amor y para siempre.

Una bestia cualquiera mete su hocico, escarba.


Pero ellas arrumbadas, como huesos pelados o nada que
decir.
¿Quién arriesgará un ala?
¿Quién meterá su lengua sin temor a una herida?
Malatesta - Es difícil abstraerse del tema

(El 29/4/ 2003, la ciudad de Santa Fe se vio sorprendida


por el desborde del río Salado.)

Es difícil abstraerse del tema,


ya casi lo estoy odiando.
Ahora las máquinas limpian
el último cúmulo de basura en la calle:
muebles destrozados, colchones irrecuperables,
papeles embarrados que una vez fueron libros,
restos no identificables que a un hogar
sirvieron de útil sustento.
Ahora la calle se limpia pero
no tardará en salir otro vecino y echará
otra torre de basura húmeda y podrida a la calle.
Nadie sabe cuándo terminará esto,
al menos las casas
recuperan cierto vacío donde las mentes
buscan salud: desnudez después del desastre.
Esta gente sabe, conoce por años lo que es vivir
en lo inestable, en lo inseguro,
y persisten,
limpian la casa y vuelven,
se adelantan a todo vaticinio, a la tristeza misma
y resuelven vivir.
Yo no sé cuándo abandonaré este tema,
será hasta que ya no quede basura por expulsar,
y un silencio blanco y saludable me devuelva al sol
de una apacible tarde.
Malatesta - Por encima de los techos

Detrás de la vía el río subió más allá de los techos.


Ahora, veíamos cómo se había llevado al barrio, a su
alma.
Pilas enormes de basura bloqueando las calles,
y caminando por allí alguien
que con fruición pasa la escoba a un mueble.
Yo no sé si de allí nacerá algo nuevo,
desde el ruido de la escoba, desde el músculo que se
tensa.
Pero al hombre no parece importarle otra cosa que el
efecto
de la escoba sobre la maltratada madera.
Ese hombre que cree en la escoba
y cree en su viejo mueble
y sopla su trabajo como un dios sobre el barro.

Jorge Calvetti - La basura

Yo saco la basura a la calle


envuelta con papel y cuidado.
Quedan allí mezcladas, las sobras de la vida,
cáscaras del tiempo y recortes del alma.
Las dejo en la vereda con tristeza
porque son restos de fruta, de comida,
y de literatura
con las cuales
uno jugó a vivir, o se creyó existente.
Y también porque, acaso sin nosotros saberlo,
alguien nos haya envuelto
con papeles de cielo, con nubes de cuidado
y estamos a la orilla del universo
y nadie nos despide.
Yo saco la basura, la dejo en la vereda,
y le digo: Adiós.

Irene Gruss - Ser o no ser (Acerca de "Arenas


movedizas" de H. Mankell)

Por qué un hombre con una metástasis dolorosísima en la


nuca proveniente de un cáncer de pulmón, en lugar de un
ataque autocompasivo se pone a pensar en los desechos
nucleares, y en los cien mil años que se necesitaría
esperar para destruirlos. Por qué indaga en la poca o
mucha trascendencia de las marcas de aquel de las
pinturas rupestres al de hoy en día; y los compara, desde
su creatividad hasta sus desechos. Por un lado, parecería
decirse un vulgar y silvestre "no somos nada"; pero
también implora esperanza; una esperanza
absolutamente personal, íntima, y esa especie de llamado
a que, después de él, de su poca trascendencia, haya un
mundo más amable y consciente. Y no sólo después de él:
cien mil años es lo que deben guardarse los desechos
nucleares antes de destruirlos. Qué será de mi cuerpo, se
pregunta; y no sabe si será incinerado o enterrado en
ataúd, como en días antiguos, dice.

Joaquín Sabina: “La poesía huye, a veces, de los libros


para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los
sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura.
Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los
subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de
televisión.”
Edgar Lee Masters - Whedon, el editor

Saber ver todos los aspectos de cada cuestión,


estar en todas partes, ser cualquier cosa, no ser nada que
dure;
pervertir la verdad, manejarla con intención,
utilizar los sentimientos y las pasiones nobles de la
especie
para designios bajos, para fines astutos,
usar una máscara como los actores griegos,
—tu diario de ocho páginas— para pregonar con grandes
caracteres:
“Este soy yo, el gigante.”
Y vivir, por lo tanto, la vida de un ratero,
envenenado con las palabras anónimas
de tu alma clandestina.
Escarbar la mugre de un escándalo por plata
y exhumarla a los vientos por venganza,
o vender diarios
aplastando reputaciones, o cuerpos, si hace falta,
ganar a cualquier precio salvo tu vida.
Vanagloriarse de un poder demoníaco, socavando la
civilización,
como el joven paranoico que pone un tronco en las vías
y descarrila el tren expreso.
Ser un editor, como fui yo.
Después, yacer aquí junto al río, por el lugar
donde se vierten las aguas servidas del pueblo
y se arrojan la basura y las latas vacías.
Y se ocultan los abortos.
Roberto Santoro - Pedradas con mi patria

I
en esta tierra grande
de tanto golpe grande
de tanto odio grande
de tanta basura
de tanta locura
en esta tierra grande
en esta tierra llena
de tanta entrega llena
de tanto lema llena
de tanto escarnio
de tanto daño
en esta tierra llena
en esta tierra herida
de tanta culpa herida
de tanta sombra herida
de tanta astucia
de tanta angustia
en esta tierra herida
en esta tierra sola
de tanto molde sola
de tanta sangre sola
de tanta estrofa
de tanta mofa
en esta tierra sola
en esta tierra rota
de tanto grito rota
de tanto rito rota
de tanta bota
de tanto idiota
en esta tierra rota

II
señores monstruos amarillos
un beso huérfano rueda el aire de esta tierra
señores amarillos
monstruos señores
los escritorios me muerden las rodillas
la nota buenos aires memorándum señor jefe
delante de mi puerta hay un tigre que quiere asesinarme
delante de mi carne hay un mareo de voces y campanas
ah señores de la toga
señores de la espada y la mentira
hay un sillón tirado en medio de la calle
hay un perro ladrándome en el hombro
señores monstruos amarillos
veo esta tierra de orín y militar con sorna
la veo
aquí persisto
hay que saber usar el moño
tener un par de ligas
un duro bastón en cada mano
con un pie en el zapato
y con el otro
y uno y dos
tres
señores de la carroña
don monstruo de salón y alfombra
don mierda de la estafa y la basura
veintiún golpes sedientos de palabra
y un ojo gastado en la amargura
yo tengo mi casa en el saludo
una pared
un árbol
una camisa llena de rabia
yo tengo para esta tierra que me insulta
me escupe
me patea
una novia y una tarde mezclándome los dedos
Osvaldo Bossi - La poesía es así

Encontré la poesía
como quien encuentra un pozo
de petróleo. De inmediato me hice rico. pero nadie
se enteró. La poesía es así. Oro invisible, oro
de otro mundo. Se encuentra
y se pierde, se encuentra y se pierde. O sea,
de un día para el otro, lo tengo todo
y no tengo nada. ¿Soy un poeta
o soy un místico? Ni una cosa ni la otra.
Un vagabundo que cruza la noche
con su carrito buscando en la basura. Eso soy.
¿Como cuando descubro con delicia
el cuerpo de mi amado? ¿es mío
porque no es mío? ¿nunca será mío?
No importa, pero si escribo, soy. Si escribo…

Osvaldo Bossi - Lo que no está, no está

De joven pensaba
que la literatura podría guardarme, protegerme
darme un hogar. Y escribir era eso, construir
mi propia fortaleza, por fuera de ese páramo
que era la vida para mí. Ahora bien, ¿pueden
las palabras hacer tanto, dar tanto?
Un día comprendí que no, que por más
vocación de mártir que tenga, los libros
no alcanzan, los versos no alcanzan. Lo que no está,
no está. Que al fin de cuentas, no importa
lo que ames, pero hay que amar a alguien, hay
que amar lo que sea: un perrito, un pájarito
que nos diga pió pío en medio de la
terrible noche. Alguien, cómo decirlo, que
nos reconozca. Nos llame a cualquier hora
por nuestro nombre verdadero.

Osvaldo Bossi - Origen de la poesía

Vivíamos en una casilla de madera, pieza


y cocina. Sobre el techo de chapas
repiqueteaba el calor y la lluvia. Papá
salía todas las mañanas con su carrito
de botellero a juntar ese oro que los demás
veían como basura. Mamá limpiaba
casas ajenas. Bajo su cuidado, todas las cosas
resplandecían. Yo escribo versos desde
los 14 años (¿qué otra cosa podía hacer?)
y entiendo de dónde viene mi vocación.

Rosario Castellanos - Kinsey Report V

A los indispensables (como ellos se creen)


los puede usted echar a la basura,
como hicimos nosotras.
Mi amiga y yo nos entendemos bien.
Y la que manda es tierna, como compensación;
así como también, la que obedece,
es coqueta y se toma sus revanchas.
Vamos a muchas fiestas, viajamos a menudo
y en el hotel pedimos
un solo cuarto y una sola cama.
Se burlan de nosotras pero también nosotras
nos burlamos de ellos y quedamos a mano.
Cuando nos aburramos de estar solas
alguna de las dos irá a agenciarse un hijo.
¡No, no de esa manera! En el laboratorio
de la inseminación artificial.
Paulina Vinderman - Otra vez cúpulas

Otra vez cúpulas en el poema, otra vez la ciudad.


Las travesías se volvieron copias
de ciudades tocadas sólo por supervivencia,
para regresar a la mía.
Como si ella contuviera todos los números, los secretos,
las pasiones del mundo.
Alguna vez una calle me devuelve el desierto
y cuando oscurece,
las sombras de las bolsas de basura
son instalaciones de museo, que sólo puedo ver
cuando mi memoria agotada olvida el mar, aquellas grúas
detrás de las cercas, la mujer del turbante azul que
me vendió la caja mágica y la oportunidad
de atesorar mis miedos como mariposas atrapadas
en la belleza de su oro.
Hay que aprender la asfixia como se aprende un idioma.
Nadie llorará por la ausencia de las alas contra el cielo.

Elvira Hernández - Into the eucalyptus circle


los chiquillos juegan a la pelota
apatotados refriegan el maicillo
pasan como bólidos
con las caras deshechas por el sudor
en sentido contrario al de los autos
que lentamente toman la rotonda
pateando basura —piedras—
manotazos al aire
escupiendo el alto cielo
los pechos descamisados
como si no les entraran balas
Elvira Hernández -

Hermético cráneo con seis patas. ¿De qué familia, de qué


especie? –me pregunto. De todo se encuentra en el
Basural del Señor. Le doy un golpe y se triza, sin gemido.
Se muerde la lengua y saca sus púas. Yo veo que traga
saliva en espera de que salga la luna para abandonar el
lugar montado en la espalda desnuda de su poeta corcel.
Yo le adivino las pisadas, el veneno bajo el caparazón
hembra, su
vestido metálico, la armadura sonrosada. Posa de inerte,
de piroxena, de racha ilusionista pero a mí no me viene
con tonteras. Le doy otro golpe, y el espejo cae hecho
trizas.

Samoilovich – Sobre latas

Sobre latas
Sobre latas, la tarde brilla enferma
mientras el viento empuja el pasto y un río
infecto ofende el aire.
Se va haciendo villa el barrio obrero:
dados de una apuesta perdida,
hay cubiertas tiradas, pedazos de fábrica, botellas.
También esto es patria, también acá
llega su aliento, se dispersa su aventura.
Ni árboles antiguos ni acero, un paisaje
de chapa que el verano hierve a veces
y otras recorre, odioso,
el fantasma del invierno.
Haroldo de Campos

poesía pues sí
poesía

te detestan
lumpenproletaria
voluptuaria
vicaria
elitista piraña de la basura
porque no tienes mensaje
y tu contenido es tu forma
y porque estás hecha de palabras
y no sabes contar ninguna historia
y por eso eres poesía
como cage decía

o como
hace poco
augusto
el augusto:

que la flor flora

el colibrí colibrisa

y la poesía poesía
Roberto Juarroz - 14

Los poemas inacabados,


los poemas que se abandonan como una derrota,
dejan sus imágenes en algún rincón desconocido
donde poco a poco se va formando solitario otro poema,
un poema que tal vez algún día encontraremos.

Así nacen las formas en la noche,


como criaturas aparentemente descartadas.
Y no alcanza una sola mañana
para que surjan a la luz.

Las líneas de la germinación y de la espera


dibujan intraducibles jeroglíficos
sobre la piel que separa en todas partes
el silencio y la palabra.

Hasta que llega la conjunción reparadora


que viste con esa piel el cuerpo nuevo
y recoge las antiguas imágenes,
porque ninguna imagen se pierde.
Charles Bukowski - Vidas en la basura

el viento sopla fuerte esta noche


y es un viento frío
y pienso en los muchachos
desocupados.
espero que algunos de ellos tengan
una botella de tinto.

es cuando estás en la mala


que te das cuenta de que
todo
tiene dueño
y de que hay cerraduras en
todas las cosas.
Así funciona la democracia:
agarrá lo que puedas, tratá de mantenerlo
y agregale algo
si es posible.

así funciona la dictadura


también
sólo que ellos esclavizan o
destruyen a sus desamparados.

nosotros simplemente
olvidamos
a los nuestros.

en cualquier caso
es un viento
muy
frío.
Charles Bukowski - La cara de un candidato
político en un cartel callejero

ahí está él:


sin demasiadas resacas
sin demasiadas peleas con las mujeres

sin demasiadas ruedas pinchadas


nunca un pensamiento de suicidio
no más de tres dolores de muela
nunca le faltó la comida
nunca en la cárcel
nunca enamorado

siete pares de zapatos


un hijo en la universidad
un auto nuevo
pólizas de seguros
un jardín muy verde
el tacho de basura con la tapa ajustada
será elegido.
Carina Sedevich - 4

Esa mañana escuchaba el quejido


de la puerta del mueble en la cocina.
La puerta donde está el tacho de basura.
Esa mañana hacía frío todavía.
En mi útero había sangre todavía
mientras oía, inmóvil en la cama,
el ruido de la puerta en la cocina.
Pude cerrar los ojos y no ver como te ibas
pero no pude dejar de oír aquella puerta.
Algo viniste a decirme, que te perdonara.
Dentro mío la sangre coagulaba
los óvulos, todos, se morían.
Ahora en la cocina, cada mañana,
cuando desgrano una fruta
para mi cuerpo sin nido
me doblo como un gato al que alcanzó
una flecha
para dejar caer mi resto en la basura.
Una cáscara, un corazón, una semilla.
Con ellos va el perdón que puedo darte.
José Sbarra - Los pro y los contra de hacer dedo

Humean montañas de basura a ambos lados de la


carretera. Seres andrajosos suben y bajan por ellas. Un
adolescente, recostado sobre una pila de cartones y
trapos, lee. Ha encontrado un libro y lo lee con dificultad,
pero hechizado. Para él ha desaparecido el basural, sus
manos heladas y sucias pasan las hojas del libro. El
adolescente ha terminado de leer su libro. Se encienden
estrellas sobre la basura. Es la primera vez que lee un
libro desde el comienzo hasta el final. Es la primera vez
que descubre que alguien que no lo conoce y a quien
nunca vio, sabe exactamente lo que le pasa y lo que
piensa. Aprieta el libro. Llora. O casi. Acaba de
comprender que no está solo en el universo. Hay alguien
que lo entiende y se lo ha contado por medio de un libro.
Vuelve a la primera página, a la primera frase. Se repite a
sí mismo el nombre del autor. Es un escritor de otro país,
de Alemania.

A la mañana siguiente le dice a su maestra que ha leído un


libro de un escritor alemán y que durante la noche le ha
escrito una carta, pero que no sabe a dónde tiene que
enviarla para que le llegue. La maestra le pregunta como
se llama ése escritor. Y él responde que en ese momento
no lo recuerda. Entonces le pregunta por el título del
libro. Él responde que lo tiene en la punta de la lengua
pero que no le sale. Ella le pregunta cómo puede ser que
le haya impresionado tanto un libro, que hasta lo ha
impulsado a escribir una carta y que no retenga el título
ni el nombre del autor. El adolescente se queda en
silencio. No
quiere revelar esos datos por vergüenza. La maestra
podría conseguir el mismo libro y sería como si lo espiase
a él por dentro. Ella le dice varias cosas. El sólo repara en
una: embajada de Alemania.
Se ha aplastado el pelo con agua jabonosa. Trata de no
pisar charcos para no manchar las alfombras que imagina
detrás de la palabra embajada. Lleva mal abrochado el
cuello de la
camisa.
Hace dedo. Se detiene un Renault color mostaza. El chico
de la basura sonríe. Agradece. Sube al coche. Agradece.
En su mano izquierda palpita una página de cuaderno
doblada, sin sobre.
La humareda semeja niebla y el día es gris.
‐ ¿Y para qué tenés que ir a la embajada de Alemania?
‐Para enviarle esta carta a un escritor. Ahí me van a dar la
dirección.
‐ ¿Quién escribió esa carta?
‐Yo.
‐ ¿Y cómo se llama el escritor?
El adolescente revela por primera vez el nombre del
escritor.
El hombre reprime un impulso. Mira a los ojos al
adolescente. Siente el humo caliente del basural que entra
por la ventanilla. Sonríe ante la asimetría de la camisa del
chico. Le dice:
‐Te voy a llevar hasta la puerta de la embajada.
Aprieta el acelerador y, poco a poco, el entorno empieza a
urbanizarse. Sintoniza la radio en una música alegre.
Intenta imaginar cómo recibirán a ese jovencito en la
embajada. Tal vez lo traten con indiferencia ‐piensa‐, tal
vez le tomen la carta sin darle mayor importancia o quizás
alguna
secretaria le diga lo que él no se atrevió a decirle, que ese
escritor ha muerto hace ya muchos años.
Hernán Casciari - Esto que ha sobrado me lo llevo
a casa

Uno de los espectáculos más divertidos que han surgido a


raíz de la crisis económica global, es observar los
malabares que hacen los países para que sus ciudadanos
vuelvan a tirar cosas útiles a la basura.

A los Estados les molesta ver a las señoras cocinando otra


vez con papas, cebolla y carne; les inquieta que no
compren ya tanta comida hecha, con su plastiquito, con
su envase metálico, con su sobreprecio. Al Estado le
alarma mucho ver a un adolescente reparando su teléfono
móvil. O a un señor metiendo la cabeza en el capó del
coche. O a un cuñado cambiándole la válvula al televisor.
Los objetos no están hechos para ser reparados, por el
amor de Dios. Reparar es mersa, es grasa en el primer
mundo. Por eso las campañas ecológicas
gubernamentales piden a gritos el reciclaje. ¡Ciudadano,
recicle! Este imperativo de los buenos tiempos era un
sinónimo taimado, era un eufemismo de Ciudadano, tire
todo a la basura, pero en bolsas de tres colores. Tire el
celular viejo cuando aparezca otro con altavoz, tire el
televisor cuando aparezca uno más chato. Tirar y comprar
de nuevo. Eso era lo que estaba bien visto en los tiempos
de las vacas gordas. Ahora reciclar se ha convertido en
reparar. Se ha convertido en cocinar. Se ha convertido en
corregir, rehacer y componer. Y de a poco, estos verbos en
infinitivo — todos hijos de la posguerra— dejan de ser
grasas y de ser mersas.

Hasta hace poco, en España estaba muy mal visto pedir


las sobras en los restaurantes. Era una costumbre de
turistas asiáticos o inmigrantes americanos. A mí me
pasó: una noche de 2002 me dejé una paella por la mitad
y le dije al camarero que me llevaría el resto a casa. Qué
ingenuidad, qué tic tan tercermundista. El camarero me
trajo el pedido en una bandeja de aluminio, sin chistar,
pero noté su media sonrisa irónica, y también oí al resto
de los comensales voltear la cabeza y murmurar a mis
espaldas. Me fui de allí avergonzado, con mi paquetito de
arroz amarillo entre los dedos. Ahora la práctica empieza
a ser moneda corriente. Ahora son los propios
restaurantes quienes te alientan a que lo hagas. Y el
español medio ya no siente vergüenza en pedir la media
botella de tinto que sobró en la mesa, o lo que ha quedado
intacto en los platos de los hijos. Y se estimulan diciendo:
«Yo lo he pagado, por lo tanto es mío». Y salen del sitio
con la frente bien alta.

Pero ahí están los Estados, inquietos, viendo cómo la


basura media del ciudadano europeo cada vez pesa menos
toneladas. Les resulta insoportable constatar que nadie
tira ya al vertedero las pilas, las sobras, los teléfonos, los
envases, los coches y los televisores. Y que los poquitos
que van al restaurante piden ahora las sobras. «Hay que
reactivar el consumo», dicen a gritos los gobiernos; el
ciudadano debe volver con urgencia al antiguo desdén y al
despilfarro; la industria del papel de regalo, del telgopor y
del envase inútil no puede desaparecer. Porque si
desaparece, ¿a quién le decimos que recicle, a quién le
decimos que el mundo necesita que la basura vaya en tres
bolsas de colores diferentes? Con lo bonito que es dar
órdenes civilizadas y verdes.
César Fernandez Moreno - Las basuras

Ya no le cabe a París su refinada basura


las poubelles se derraman cuernos de la abundancia
a cierta hora del día una corriente límpida
emerge de las bocas de tormenta
y va arrastrando junto al cordón de la vereda
multicolores restos de comida
los boletos verdes o marrones de los métros
juntos por fin los de primera con los de segunda
los tickets cuidadosamente numerados de los señoriales
autobuses
abollados paquetes de Gitanes
fósforos que cumplieron ya su fugaz misión
así va la acequia de febril inmundicia
rodando por la calle como los clochards
trancándose en las ruedas de los autos
las palomas se bañan en ella
un negro vacilante la empuja
con una escoba hecha de ramas de castaños
yo empujo a los boletos a los fósforos usados
y luego también los acompaño junto al cordón de la
vereda
hasta el prometedor boquete en que se hunden
un transeúnte joven salta al paso del coche sport que lo
salpica
y por fin desaparece todo
burbujeante de roña
en las acogedoras cloacas de París
se incorpora al mundo subterráneo
como los muertos como los suicidas
pero no para siempre
a través de intrincadas cañerías
volverá como Sena gracioso
y perspectiva de árboles y flecha gótica
yo me hundo también en el París de abajo
pero vuelvo a salir en alguna boca de estación
yo cumplo noche a noche el doméstico rito
de tirar la basura nuestra de cada día
oh París una noche yo he visto
salían de tus bocas de tormenta
vacas terneros empapados en un viscoso líquido
nadaban dificultosamente procurando alcanzar el nivel de
la calle
se ponían de pie chorreando todavía
se alejaban tranqueando tus callejuelas

César Fernandez Moreno - Ambages

La basura empieza por un fósforo y termina por un


cadáver.
*
Una cosa es derribar a un hombre y otra cosa derribar un
tacho de basura.
Carmela Greciet - Amor y basura

Correr una vez más en medio de la noche al vertedero.


Sumergirme hasta el cuello en la montaña hedionda que
emana gas y moscas. Buscarte y rebuscarte frenético y a
tientas entre el caldo de grasas y vísceras podridas, de
vinagre y de bilis, de orines y cebolla, de entrañas
maceradas, de amoniaco, de sangre. Encontrarte
indefensa y fetal y rescatarte. Cargarte a mis espaldas
como un fardo humeante y, ya en casa, amor mío,
limpiarte la carita y desamordazarte y regresarte y besarte
y peinarte y amarte, amarte, amarte hasta que ya de
hastío pueda odiarte. Hacer entonces, contigo, un fardo,
vida mía, y arrojarte después a la basura, para de nuevo
correr al vertedero, y una vez más, mi amor, poder
salvarte, amarte, odiarte y arrojarte.

Luis Britto - El hombre desechable

Se ofrece en presentaciones media regular y extra.


Conocido por la diversidad de sus aplicaciones en todas
las tareas que implican un rápido desgaste. Su demanda
se incrementa gracias a que dispensa de la necesidad del
mantenimiento y del uso prolongado así como de las
molestias del reciclaje. Su perfecta homogeneidad asegura
el fácil reemplazo. Para evitar las molestias inherentes a
la sustitución de unidades o de multitudes se garantiza un
suministro inagotable. Sus tasas de consumo son
inversamente proporcionales a su número. El bajo costo
moral y emocional es la clave de su rentabilidad
operativa.
Concluida su aplicación se desvanece sin dejar residuos
de recuerdos.
Ben Clark - Basura

Al principio es confuso y hace falta


dejar que todo cambie y viaje un poco.
Al principio las cosas pueden ser
basura para algunos pero no para otros
y a medida que el peso conduce a los objetos
del oeste
al este
y
del norte
al sur
la basura contiene más basura,
y para cuando llega al vertedero
de Govandi en Mumbai,
los niños saben bien que donde juegan
todo lo que hay es puro.

Existe una creencia equivocada:


es posible leer nuestra basura
para así descubrir cualquier secreto.
Así lo han intentado con famosos
de todo tipo cientos de programas
de aquello que consuela llamar «telebasura».
Pero ignoran que nada revelan los desechos
de quien los hizo ser. Mucho dicen
en cambio de quien toma
su cuerpo, devolviéndole
sentido con su tiempo y su deseo.

*
Para saber a qué se referían
le añadían «basura» a las palabras:
hipotecas, comida, televisión, contratos…
Ya no hubo confusiones pero nadie
quiso indagar por qué fue tan sencillo.

*
Hay un nuevo enemigo:
lleva ya mucho tiempo pero es nuevo
para el hombre corriente, el hombre de hoy:
se llama «obsolescencia programada».
El hombre se enfurece,
maldice a las empresas, al sistema,
ve vídeos, participa en foros, lucha
contra tanto consumo innecesario.
Con el tiempo se cansa,
poco a poco se aburre
y cambia de teléfono, suspira
y entiende que la idea ha caducado
como estaba previsto que ocurriera.

*
También es cierto que si pasa
tiempo suficiente
–siglos o milenios–
la basura no cambiará
pero sí su nombre:
será entonces arqueología.
*

Ser útil,
ser amado,
ser necesario.
Y si no, ser basura, hijo mío.
Manuel Vilas - HU-4091-L

Adiós, hermano mío, la grúa fúnebre te conduce


al infierno del desguace.

Majestuoso, vas hacia la destrucción subido


en una grúa roja,
como si fueses Luis XVI camino de la guillotina,
y yo detrás.

Pareces un rey.
Soy el único que ha venido a tu entierro.

Te he querido.
Rezo por ti un padrenuestro y un avemaría.
Rezo por ti y me conmuevo.
Eras el mejor.

Y lo que vivimos juntos, y las ciudades que pisamos,


y las carreteras secundarias y los pueblos
y los mares que vimos,
y los párquings subterráneos y los túneles helados
de las carreteras de montaña, con afiladas
estalactitas a la entrada,
amenazando nuestra milagrosa inocencia,
y los mendigos en las avenidas,
pidiendo en los semáforos en rojo,

y lo que nos amamos en la oscuridad de las autopistas,


fundidos en un solo ser: confundida tu carne con mi
chapa.

Me salvaste de la lluvia ácida y de la nieve sin ángeles.


Con tu aire acondicionado, que está intacto
después de doce años, impediste
que me quemara vivo en los veranos españoles.
Ese aire frío que me subía por la pierna, ay.

Y eras blanco,
porque la santidad y el amor industrial y la velocidad son
blancos.

Y cómo me gustaba tocarte las marchas,


y cómo te ponía la quinta, eh, y qué caña te metías,
narciso, que eras un narciso.

Y ahora todo ha acabado.


Doscientos sesenta y ocho mil kilómetros hemos estado
juntos.

Fuimos felices.

Fuimos grandes y definitivos.

Te doy un beso delante del chatarrero


y de un negro
que lleva un chorreante radiador en una mano.

Te he amado más que a mis amantes,


más que a mi perro;
casi tanto, pero no tanto, eh, como al dinero.

Bueno, no te enfades,
tú también fuiste dinero,
y aún lo eres,
y yo también soy dinero.

Perdona que te humille haciendo recaer


sobre tu hermosa tapicería,
sobre tus ruedas, manguitos
y válvulas que han gloriosamente ardido,
la miseria de España:
el plan Prever, 400 euros sociales

(¿os molesta que hable de dinero o de tan poco dinero?),

para la clase media,


que ama la limosna.

Tú, que fuiste mi libertad, que me llevaste cerca del


paraíso;
tú, que me hablabas por las noches y me decías

“hermano, qué bien conduces; hermano,


eres el mejor de los hombres».
Sofía y el abono

Sin asco junta la bosta,


la embolsa
la anuda
y sale a venderla.

Sofía fertiliza así su sonrisa,


es feliz,
con los pastos que ya alimentaron
a las vaquitas ajenas.
Recibe el abono de vecinos
y además el alegre saludo
de jardines también ajenos.

Y ahora también vende


caquita de perro seca
-de la blanqueada por el sol-
para abonar algún gualicho
o hechizo alguno
que beneficie a la payesera.

Acuclillada y sudando
en la letrina piensa
si pudiera vender mi caca
y se limpia el culo
con clasificados caducos.
El Rata y las lombrices

Al mediodía hunde la pala


empuja su deseo al basural
y esparce latas
cáscaras de frutas y huevos
algunos pañales y otros descartes
que hieden y alimentan
que engendran moscas y gusanos.

Bajo los desechos está la tierra


húmeda y negrita
fértil como bosta para hongos,
y están ahí las lombrices.

Entierra hondo la pala


y saca terrones
de los terrones rescata lombrices,
algunas por la mitad
y otras enteras se estiran mohosas,
las pone en una vacía lata de arveja
y bajo un puñadito de tierra
las lleva a resolver el enigma
los secretos del Paraná.
Pues son signos de pregunta las lombrices
que encarnadas en los anzuelos
el Rata arroja
a las entrañas mismas del misterioso río.
Luis Tedesco – En la maleza - 14

Nada de mí que diga:


soy esto, soy aquello, soy de aquí,
vivo cerca del barrio rumoroso,

cerca, apenas alejado, a un paso


del habla natural de sus dominios,

quiero que me entienda:


soy un poco más que esto que se ve,

alguien contenido, acepto, sin raíz,


sin tallos caudillos la tierra del alma,

quiero decir, nada de mí que diga:


soy fuerte, me distingo, soy alguien
que presencia lo visible de su casa,

nada de mí, ninguno de mí,


desasido de cualquier profundidad,
decididamente dócil a la hora de partir,

quiero decir, desasido


de la profundidad que crece, de eso mismo
que la tijera poda de la tensión cambiante,

nada de mí, ninguno de mí


asomando por la tapia,

súbita coloración de zarzas,


súbito ir y venir de silbidos,

nada de mí que diga:


soy esto, soy aquello, estoy preparado,
soy alguien del tejido persistente,
soy lo que usted quiere quitar de mí.

Luis Tedesco – En la maleza - 16

Abre-puño, cardo, flechiya, abrojo,


Hunco, chamico, pasto-puna, yuyo,
Visnaga, quinua, lirio de los campos…

Fascinada, aterrorizada, consentidora


Esta es mi variedad, señor,
Maleza pegajosa que viene del otrora…

Considérelo así:
Nosotros, usted lo sabe,
Sabemos crecer, hacernos un lugar,

Eludir el abrasivo,
Soportar el desinfectante,
Dejar el yo de las fragancias muertas
Y acoplarnos, señor, o radicarnos
En cualquier lugar, en ningún lugar,

En el tejido espeso de su mando,

Como incrustaciones masivas


De pegoteos familiares

Y mirar, qué más cabe, mirar


Ese rinconcito, ese aflojamiento
De la matriz sonora del dominio

Quiero decir, el que habla es usted,


El que ordena matar, el que nos mata
El capataz final del territorio,
Usted, el pulcro, el carismático
Manoteador de sacrificios,

Usted y su albedrío displicente,


Y su dicción política del hambre,

A usted, señor, es decir a ustedes,


Banqueros, políticos, gendarmes,
Les decimos:

Somos depredadores, somos masa


Somos picadura, infección, desborde,
Somos la débil línea de la mente
Que deviene furia, que adviene lizo,

Que se enrosca en las coloras bellas


De estambre puro y filiación altiva,

Ese toc, toc, toc,


Ese tam-tam del desasimiento

Esas cabecitas mandrias


en la extensión acuartelada,

tubérculos arracimados en la fronda


que reptan sigilosos en la bruma

y muerden, vomitan, balbucean


el rubor de la insignificancia,

somos su desobediencia,
somos lo que usted quiere quitar de aquí,

y crecemos, señor, sin su mandato.


Ceniza

Mi barrio fue polvo y neblina hasta que al potrero lo


hicimos basural. Entonces fue llamas y humo, y la ceniza
se convirtió en altura. Así crecimos, con el cuello
entornado hacia su sombra, los pies magullados por la
piedra y los abrojos. Obsérveme, obsérvese: nuestra
inclinación no cesa, somos torsos movedizos en el lluviar
del desperdicio. Somos pululantes, pero la senda, el
ensueño de las tardes, el aire inmediato, el que amalgama
aliento y cercanía, el aire tibio de la pronunciación, todo
lo penetra la correntada de ceniza. Así crecimos, nuestra
intensidad perdura, no tenemos redención. Obsérveme,
obsérvese: semierguidos, semiespesos, semihablantes,
somos de aquí, somos la longitud terrestre, pedazos
cejijuntos de desolación culpable.

ESA INDETERMINACIÓN,
esa falta de empeño
de la siembra nacional,

hebras de vegetal enflaquecido,


sin orden, sin temor al escarmiento,

sin amalgama ni fe,


sin hipérbole radiante
el color que adelanta lo nutricio,

sin agua de riego sus raíces,


esa indeterminación,
ese corazoncito fatigado
en los infinitivos de la lucha,
el arabesco empírico del alma,

las banderas de alguna lontananza,


el saquito borroso de Muraña,

y eso que cae cavidad,


eso de más que se abalanza,
pantanoso latido del origen,

eso que muerde, que acorralan,


lo vagabundo de la carne pobre,

allá está, lejos, inexplicable,


el aluvión inútil, peronista,
aquel dulzor de tangos y guarañas
de la criolla lentitud vencida,

maleza bochinchera sudorosa,


maleza de encorvados cabecitas,

allá están, allá se fueron


el humo azul, las parvas, el jinete,

el nomos del habla impenetrable,

aquel rasguido, aquella entonación


de cercanías familiares,

detrás, detrás, todos detrás,


todos a la zaga en la región vacía,

allá están, entre la escoria blanca


de inmigrantes penumbras perdedoras,
sin un rincón donde caerse muertos,

minuanes, ranqueles, taros, charrúas,


la herencia mestiza sublevada,

sangre sobrante, sangre innecesaria,


sangre nociva para el bien común,

demasiado gorda,
demasiado voraz,
demasiado cariñosa,
allá va, allá se pierde
la planicie de pampas pajareras,

detrás, detrás, donde no se ve,


donde lo oscuro roe su roer oscuro,

la entonación felina del silencio,

el calor arborescente de los Nadie.


Isaac Bleger - Liquid paper

me mira
desde abajo
tapado
inquieto
maltratado.

antes
lo borrábamos
despacio
de a poco
para que
desapareciera

ahora
lo cubrimos
como
la tierrita
debajo
de la alfombra

el error
me observa fijo
y no me perdona

como
suele
pasar
en la vida.

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