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Le realidad deta IL Ebobjeto fistaratico 1 84 testimonio en da historia
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Dlivortacioónes sobre lex colores
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Consideraciones sobre la educación artística
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El perisaje comercial de lu cidad
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Catia abierta a Salvador Dalí
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la linvención del cto
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Ebabiso de la belleza
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Eeírcudo del arte -
S. Marchán tconip.+
Real Vital em da estética y la tecria delas cutos D 'AIDÓS
Barcelona- Buencs Aires- México
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de la crítica argentina Beatriz Sarlo que dice lo siguiente (cito): «Siem-
pre que formé parte de comisiones, junto con colegas europeos y
americanos, cuya tarea consistía en juzgar vídeos y filmes, encon-
tramos dificultades para establecer un piso común sobre el cual to-
mar decisiones: ellos (os no latinoamericanos) miraban los vídeos
115
lalibomdericnos 10) ojos SOCTUÍOgicos, sUbr ya a
ndo sus Méritos so” tos, ideologlas y convenciones, pero adentrás «dbravesacdas por las cl
ciales o políticos y pusando por alto sus problentas discrusicos. Yo
visiones, los antagonismos, lis pugnas de intereses, que socavan la
me inclinaba a juzgarlos desde perspectivas estelicas, partiendo en
y)iatrente «acutdlidad» tras la cual se oculta el idealisiño estético ba
4 lugar subordinado su impecto suct
y politico,
dl YMos se com sado en el dogma de la autosuficiencia de la forma.
portaban como analistas cultarales Uy en ocasiones, como antro Desmontdir el canon para exdúbie la civlencia represontacioneal
pologos), mientras que yo adoptaba la perspretiva de da critica ado
a traves de da Cual lo Universal impone su jerarquía costa de silen-
arte. Era dificil llegar a un acuerdo porque estibarnos hablando di ciamientos y tachadurts de la diferencia, potenciar las hichas ler:
ferentes dialectos L...). Todo parece indicar «ue los latinoamerica pretativas que se desatan en los axugenes de la representación ob
Hos debemos producir objelos adecuados al anatisis cultural muen cial para cuestionar el monopolio de una cutegoría supedor, hn
trás que Otros tbdsicamente los curopeost tenen el derecho de sido turcas de li crítica posmoderna. Y esa erttica hrtenido Laven
producir objetos adecuados e la crtica desmel. dos a es pur taja de forzirkis instituciones del arte internacional a abrit sus Iron-
de a nosotros reclamar el derecho a la ticoria del aro”, a sus Mé teras a relatos no-canónicos, a Hetrrativas de la otrederd ques dog
dos de análisis»! ma monocoltural del centro habia invisibilizado.
Para los márgenes y las periferias culturales, es decir, para aque-
llas otredades que se habían visto expulsadas del dominio auto-
LiiIMERSALISAJO Y CON LENTOS centrado de la inodernidad occidental-dominante, bae vital ren in-
dicar el «contexto», los contextos, para combatir el universahisino o
Vedmos, púmero, que tiene de provocativo esta cita de B. Sar- imperialismo — del valor, «Contexto quiere decir aque localidad de
la. si la confrontamos a uno de dos giros de la teoría posmoderna producción, sitio enunciativo, coyuntura de debate, particularidad
que consiste en haber impulsado, desde los margenes de lo peri- histórico-social de una trama de intereses artísticos y de lueñas cultu.
lérico y lo subalterno, ciertos descerntramientos del canon que han rales que especilican el valor situacional y posicional de cada diná-
anmpliado el marco de la teoría cultural en torno al arte. l mica de arte. La reivindicación del «contexto» afirma los espacio tien
Desde la crítica feminista hasta la teoría poscolonial, se han mul- pos micro-diferenciados que agitan la Lama viva de cada cultura,
tiplicado las denuncias que revelan las arbitrariedades, las censuras para oponetse a Ja síntesis homogencizante de la «fanción-centro=
y Lis eaclusiones que, en nombre de lo «eniversal». fue imponiendo del dispositivo metropolitano.
el canon moderno de la cultura occidental dorrúnante: un cañon que La peradója que parecería enunciar la cita de Siurlo es di si-
se identifica con lo masculino, lo blanco, lo fetrado, lo metropolita- guiente: después de que lo latinoamericano haya reckunado kin in-
no, ete. La teoría feminista y ko teoría poscofonial han radicalizacko sistentemente su derecho al contexto, es decir, después de que lo
sus sospechas en torao ala noción de «ulidad. «que sustenta el jui- Litinoamericano haya usado su regionalismo enticos para desaliar
cio estético en una metafísica del valor univessal. Ambas teorías Ika
demostrado que el «valor y la «calidad» sun tociones históricamen- 2. Decimos Función-centre (Merida eo lugar de «centres, para evitar toda sobruade-
le delerminadas, construidas en la intersección de sistemas de gus- tominación topográfica. Sia ocapar an Jugar fijo, siendo incluso Un nedugar bdebído a
como le globalización mediática eva lujos y acontecimientos 4 descontestudlicuse Ínve
santemente) le función -centios represeñta simibol icamente aquelia dastaniia quee condena
£. Besuriz sarlo, «Los estadios coltaralesy he cntca leraracon Lena valore el poder de opgankar un amero infinito de sustituciones de signos y de pareado Inte
lisa, Repita de Critica Cult 045, pág. 48, noviembre de 19%. santago de Chile. 11 al juego de la cstruclara de acuerdo con reglas de autoridad prefijacio Queques Derrida,
subrayado es mío E éunture ella dlifféranice. Pas, Edicions de Scuil, 1907, pág. 408)
Ll 115
- €l idealismo trascendental del valor estético. B. Sarlo, una crítica
americano tanto recurrir a los «métodos de análisis» de la «teoría del
latinoamericana, se queja ahora de que lo latinoamericano. en la
arte» —juzgados europeizantes— como debatir en igualdad de con-
escena internacional, quede remitido al «contexto» y no al «arte», a
diciones con el dispositivo del arte internacional sobre los procesos
la «diversidad culturab (a lo social y lo político) y no a las proble-
sociales de institucionalización del valor cultural.
máticas formales y discursivas del lenguaje estético. E Sin duda, lo más preocupante de la escena que relata Sarlo no
El primer reclamo que podríamos compartir con la citá de B,
es que la crítica internacional dote al arte latinoamericano de cier-
Sarlo concierne al hecho de que una supremacía cultural da «fun-
tos índices de enttoconciencia política, al estilo de lo que un autor
ción-centro» del dispositivo metropolitano) monapoliza el derecho
como E. Jameson (por muy discutida que sea su tesis) llamaba las
a repartic roles fijos y predeterminados entre centro y periferia. El
«alegorías nacionales del tercer mundo.* Lo molesto es que lo lati-
centro se anto-asigna el privilegio de la «identidad» (la universali-
noamericano se vea forzado por el dispositivo.internacional a iden-
dad del arte) mientras le reserva a la periferia el uso estereotipado
tificirse contenidistamente— con la «ealidad», la «experiencia» y
de la «diferencia» como simple ilustración de contexto, destinada a
el «contexto», cuando bien $ emos que, así nombrados por el: dis-
exotizar o folclorizar la imagen del Otro. Este reparto de «identi-
positivo conceptual metropolitano, «ealidad», «experiencia y «con-
dad» (universalidad) y «diferencia» (particularidad) entre «centro» y
texto» son términos que llevan una carga preteórica que remite
«periferia» le sirve para colocar a lo latinoamericano del lado de los
—simplistamente— a inmediatez, vivenciay primariedad. Mientras
contenidos (el «análisis cultural: el relato antropológico. la sociolo-
el centro puede darse el lujo de meditar sobre Jos problemas
gía de la cultura, el testimonio político), mientras que lo no latinoa-
formales y discursivos» del arte —acaparando todo lo que es mie-
mericano —lo internacional— se encarga de la forma (la «crítica diación y representación—, la periferia es condenadaal realismo del
de arte» y la reflexión teórica).
dato primario. a la documentación antropológica o sociológica del
Hay efectivamente una desviación metropolitana —hecha de contexto, a las políticas de la acción y del testimonio, al trasfondo ro-
prejuicios y estereotipos— que supone que el.arte de la periferia
mántico-popular de una subalternidad de la que se espera que ha-
latinoamericana. por la contingencia histórica de las miserias socia-
hle —sin mediación— en vivo y en directo. Puesto así, el arte
les que le toca siempre denunciar, tiene vínculos más directos (no
latinoamericano estaría fatalmente destinado al naturalismo de la
mediados) con lo «real». Al discurso metropolitano le gusta exaltar
«representación» (a la transparencia referencial, a la explicitud de
la «fuerza vital» del arte latinoamericano (su «espontaneidad», su «qu-
los contenidos, a la subordinación ilustrativa) mientras el centro se
tenticidad»: el recurso «natural» a la «experiencia») como señales de -
reserva el privilegio de poder gozar —refinadamente— de las am-
este compromiso directo —«sensible»— con la «realidad. Esta aso-
bigúedades y las paradojas “textualistas de la «deconstrucción». Algo
ciación tan frecuente de lo latinoamericano con lo sensible (natura-
de esta injusticia queda cQ Ssignado en el reclamo de B. Sarlo con-
leza y cuerpo, es decir, origen cumple con primitivizar su imagen.
Mientras que el poder-de-representación de la función-centro» me- tra las visiones neopopulistas de lo subalterno que parecerían su-
tropolitana se adueña de todo lo que es simbolicidad, abstracc poner que la «realidad» latinoamericana habla por sí sola (ajena a
ión toda técnica de composición del sentido) para «representar» a un
conceptual y mediación reflexiva, la periferia latinoamericana que-
da relegada a la prediscursividad de un más acá de los códigos. sujeto ontológicamente superior por el solo hecho —«natural— de
Se ser un sujeto de la miseria y de la opresión.
produce así una nueva —y perversa ion l del
«división internaciona
trabajo» entre la teoría lo abstracto-general del centro
) y la prácti-
ca do patticular-concreto de la periferia), que impide a lo A. Fredric lameson, «Transformaciones de la imagen en la postmodernidad», Revista
latino-
de Crítica Cilturalon. 6, mayo de 1993, Santiago de Chile.
118
119
acia
Frente a da iipervisibilidad mediática de la imagen estaliz
Pero vayamos más allá de este reparto desigual entre «univer qué puede el
por las tecnologías del capital: ¿qué puede el arte,
salidad» da identificación del centro con la teoricidad del atte) y o, de tumoul-
arte crítico? Quizás aventurarse en las Zonas de secret
«ontextos» la diversidad cultural de la periferia reducida al docu- « este régimen
to y opacidial, donde se aloja lo más refractario
mento y al testimonio). La cita de B. Sarlo evoca una dificultad nrás desalio critico
translúcido de visibilidad satisfecha. Este ha sido el
general: la de tener que redefinir la especificidad crítica de lo estéli- dad posdictato-
del arte que trabaja con la memoria, €n una socie
co, en medio del pluralismo de lo híbrido que fomenta hoy la agen- sellando un pae-
tial como la chilena que ha consagrado el olvido
cia multicultural entre ciudadanía y consurnio. mo; una sociedad
to tácito entre redemocratización y neoliberalis
de una visualidad de
en la que la operacionalidad tecnomediática
del trauma, cono
pantallats) lo exhibe todo, incluso el recuerdo
SIGNIFICANTES —aerca nt iet
un simple valor-información que debe agotarse
POLÍTICAS DEL SIGNIFICADO Y POÉTICAS
120
ta cultura, para volver más «expedita» su capacidad de «traducir» la Muchas prácticas de arte multiculturales hablan un lenguaje de
expresividad simbólica a una performatividad institucional. marginalidades tipificadas (étnicas o genérico-sexuales) que Obli-
Al analizar cómo se redefine la palabra «cultura» en el léxico de gan a la raza, la clase o el género, a resumirse —tumnivocamente—
la globalización, G. Yúdice no se refiere a ella sólo como al pro- a una sola coordenada de identidad, de la que se espera que mili-
ducto neoliberal de la lógica de la mercancía o del espectáculo, te siempre en el registro ortodoxo de la correspondencia fija, lineal,
También evoca una dimensión «progresista» de la cultura que la en- entre «pertenecer y «presentar, entre «ser» y «hablar como». Para
tiende como un campo de lucha y resistencia simbólicas en el que ganar en eficacia política, estas «defensas de (la) identidad» que le
se enfrentan lo hegemónico y lo contestatario, y que permite desci- dan su buena conciencia al multiculturalismo, reprimen todo aque-
frar «anto las formas de exclusión como las estrategias de fortaleci- llo susceptible de desestabilizar el molde identitario llamado a ser-
miento de las posiciones (de los sujetos) en los juegos de poder e virle de «representación» a lo subalterno: las variaciones, las ambi-
identidad. Entendida así, como un instrumento de ciudadanía, la gúedades y las contradicciones, las interrupciones, las suspensiones,
cultura servictía para ampliar y transformar la esfera pública median- que descalzan las identidades produciendo, en cada sujeto, un di-
te ciertas reivindicaciones de identidad" que ayudan a reparar —dis- feririnterno que hace que cada «yo» sea «otro» para sí mismo.
cursivamente—=- las injusticias de las que son socialmente víctimas En este escenario «culturalista» de las políticas de identidad, le
los sectores discriminados. correspondería primero al régimen crítico-estético del arte fisurar
Las «políticas de identidad», a las que se refiere G, Yúdice pat- los dogmas representacionales del «nosotros» (nosotros los lati-
ten del supuesto de que la cultura conforma «un espacio de lucha voamericanos, los negros o los gays) y del nosotras» (nosotras las
que se abre en los procesos de democratización», para pelear, «en el feministas). El arte erítico debería trabajar a favor de la «subjetiva-
contexto del neoliberalismo» representaciones afirmativas que do- ción» más que de la «identificación»; preferir las mutantes y des-
ten de visibilidad y reconocimiento a los discriminados sujetos de la centradas fantasías subjetivas a los «guiones fijos de enrolamiento
«otredad», Es cierto que, en una de sus dimensiones, estas políticas
de la identidad»."” Las vueltas y revueltas del arte, sus rodeos, el
de la identidad que defienden los sectores minoritarios y subalternos violento desorden de lo estético, son los Únicos capaces de po-
tienen el mérito —democratizador— de hacer ingresar en el campo tenciar los márgenes de errancia y oscilación del sentido, que im-
dle visión dominante las prácticas de sujetos hasta entonces subre-
piden la clausura de la identidad y de la representación al mante-
presentados y de modificar, entonces, las escalas sociales de valora- ner sus formas ambiguas, siempre fluctuantes e indeterminadas.
ción cultural. Pero no es menos cierto que estas «políticas de identi-
dad» de los grupos subalternos que exhibe el multiculturalismo
poseen también el defecto de simplificar la cuestión de la identidad
LA UIBICUIDAD DEL MARGEN
y la representación, al reducir ambas (identidad» y “epresentación»)
a la formulación monocorde de una condición predeterminada que
Volvamos a la disputa del comienzo de este texto entre centro
el arte debería ilustrar en términos siempre: reivindicativos (ser
y periferia, entre lo estético y lo político. Una vez refutada la meta-
latinoamericano, ser negro, ser feminista, ser gay, etc.).
física del «valor» universal del arte y su absolutismo del canon bajo
las presiones de la crítica posmoderna, hubo que combinar (cito a
8.3. George
Georee
Yúdice,
Yúdice
-Lae globalizaci
ai Téón
y el expediente
¡
de la cultuta»,
7
en Relea. n* 10,
Caracas, abril de 2000.
10. Jacques Ranciére, «Política, subjetivación e identificación», en EH reverso de la dí.
%. Yuúdice, pie. 16,
ferencia, Benjamín Arditi tcomp.), Caracas, Nueva Sociedad, 2000, pág. 150.
de «valor» (que tul
eb cosificto ideología, forma y poder. Más que
A. Huysser) «narrativas de significados multiple» con el pluralismo Li obra, yo preferiria
des implicar ama tellicación institucional de
de la identidad cultural», para Hexibilizar el sistema del juicio ar- intensidad», para apli
hablar —delcodiamunente— de «égimen de
Ustico y dar cabida a las emergentes narrativo de la liversidad articulaciones del deseo y los nuevos vectores
de
en el que, según traclas nunca
Éste sería el punto de flexión posmoderna arte incita a la revare lta,
subjenvidad annoritarios con los que el
Lal Foster, se produce «un desplazamiento del criterio disciblin- dela filosofía. la es-
avás allá del mierco estrictamente disciplinario
rio de calidech que regía el arte moderno q ul auevo spador de hate rética o du teoria del arte.
rós. Es decir, que la mirada critica se ha desplazado dusde «as tor- De cualquier modo, asistimos efectivamente
a un desplaza-
a
mas intrínsecas del artes —que valoraba la tradlición estética miento que nos lleva desde una tradición
apoyada en el valor es-
dos problemas discursivos en torno al arte: que la posmode rnidad aprectición deb dde
de la retico deta obra hacian nuevo contesto de
y el ulticulturalismo relacionan hoy con sel efecto soctab como discióso social y com: ÚH Ie tbena
ión cultural, Esto desplaza
obra. Este desplazamiento «culturalista» ha sido nrás que oportu- por B. Sarlo, de suber
eli- ajento nos enfrentcal desafío, señalado
mo en cuestionar el idealismo del «valor estético y su defensa scómio juzgar tel arte) después del relat
ivismo (de dos valoresh*
encia la neutraliz a- colturades que Cnierge
tista del «canon», pero ha traido como consecu ¿Cómo acoger la pluralidad de significados
de la tener que rene gal de la
ción de la pregunta que se hacía la crítica de ate respecto de la diversidad de contextos locales, st
Barthes)
opción estética de una obra: de su woluntad de tortt (R. preocupación crítica por el modelaje simbó
lico-espresivo y rotón il
per ular densidad de lun:
como apuesta singular de construcción de sentido, de montaje co-figurativo que le da a una obra su partic
con los medios. Para
contivo., que depende del trabajo especifico gulje?
B. sulo, es indispensable rescatar el debate de la crítica
especializa desde ya, rechazar el
y se- Conciliar esta doble necesidad supone.
da densida d formal atte del
da sobre eb evalor estético» para recuperar binarismo de Una oposición simple
entre autorreferencia
nivela- dulsig
ataco del arte, para evitar que todas las obras queden y atrie de mprometido, entre pu lítica
del significado y poetica
ad coltural. tas 1
das entre sí por elerelativismo valorativo» de la diversid nificente Las obras más complejas
en el te — las obras
Sarto, no estoy se- se acercan a lo que EL Eos
Aunque comparto la preocupación de B. teresantes por complejas: Lis que ns
gura de si conviene ubicar la pregunta por
lo estético bajo la fór- s-—S son aquellas que,
ter llama «el valor experimental del imeré
mula del valor, Por un lado, el valor aparece
como un énmino aje como forma, elbiradad.
ser perder de vista La eviticidad del lengu
del arto, espectador
cargado de nostalgia —moderna-- por la autorreferencia ja denso y tenso cos los medios,
llevan la mirada del
aquella normativa del Ls-
que pareciera lamentar la desaparición de a preguntarse ade pot los usos puliticos del signifi elo.
del canon. Por la relacionalidad movil
juicio oniversal que antes garantizaba la selectividad Lis obras requieren que se das Ican desde la
otro lado, el término «valor remite 4 una
discusion filosófico-este-
derma especio de «Lercel espacio. que confugue, por ul lado,
encia, que suprime y. por otro, la dinedntdias modi
tica sobre fundamento, autonomía y rascend sespecificidad. crítica de lo estetico
de este idealismo mo- ticocidtral, Via ostercer espacios
las batallas que el arte hadibrado, en contra lizadora "odeda interccnción artís
en las que entran
tafísico, en agudas zonas de materialidad social
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