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Cuando iba por el numeral 3 del capítulo 1, pensé que esta novela estaba llena de

testosterona y que los rituales masculinos ocupaban hasta los hechos más cotidianos, ¿qué
podía, entonces, interesarme allí? Me dije inmediatamente que lo masculino, por su
carácter desconocido, ya era atractivo. Sin embargo, si me pensara como una lectora que
desconoce los recursos literarios y lee por placer y goce, ¿dónde iba yo a identificarme?
Sí ocurrió una identificación, o más bien varias, pero también otros apuntes que voy a
mencionar a continuación.
La ciudad latinoamericana.
La categoría de ciudad tiene en esta novela un carácter que podría pensarse como
metafórico, en tanto funciona como un sustituto de lo real; sin embargo, Vargas Llosa en la
presentación de la RAE de su novela en el 2012, nos da indicaciones importantes para
considerar que, si bien la ciudad real dotaba de elementos a su novela, esta no era un reflejo
mimético, pues la misma escritura lo fue tomando por sorpresa, creando una ficción que ya
era imposible traicionar. En La ciudad y los perros había brotado un simulacro de vida y la
vida tiene su propio ritmo.
El Leoncio Prado funcionaba entonces como una ciudad, pues allí encontrábamos una
población que habitaba un territorio, en el que además de tener espacios educativos (que era
lo de menos), se dedicaba casi que a actividades industriales o comerciales. De hecho,
cuando llega la noche y la ley duerme, la ciudad es otra, tal como sucedía en el Leoncio
Prado. Pero el Leoncio Prado también albergaba los prejuicios, el racismo, la corrupción, la
violencia, la amistad, el amor y el sexo en todas sus variables, el Leoncio Prado, casi que
podía convertirse en una metonimia que contenía una parte del todo que era la ciudad, pero
que al mismo tiempo se independizaba. A través de la vida militarizada, pudimos conocer
personajes que representaban un sector social, económico y racial del Perú: el serrano
Cava, el negro Vallano, el charapo (de la selva) Boa y los blancos del Poeta y el Jaguar.
Al mismo tiempo, los personajes del teniente Gamboa y el capitán Garrido indicaban las
situaciones que se viven en los cargos de poder y aquellos que son cercanos al Estado.
Gamboa, representaba la rectitud, la disciplina y la justicia, pero también toda su otra vida
envuelta en la sensibilidad que de alguna forma hacía eco en su cotidianidad, pero me
queda la duda ¿qué era lo que quería decirle Gamboa al Jaguar en el último encuentro?
¿cuáles hubieran sido las palabras, si El Jaguar no hubiese iniciado su confesión?...
Y el capitán Garrido, representaba la conveniencia de mantener el buen nombre a costa de
no realizar las investigaciones pertinentes de un posible crimen. Cada vez que pasaba por
los renglones, pensaba en lo sucedido recientemente con la violación por parte de varios
militares a la menor indígena de Santa Cecilia, Risaralda y en el sargento que efectuó la
denuncia, pues este fue retirado del ejército, siendo una orden encabezaba por su
comandante.
Lo anterior nos muestra que la novela La ciudad y los perros es también una escritura que
revela el contexto latinoamericano, y es desolador decirlo con la palabra contexto, pero lo
es, porque a pesar de haber sido escrita en 1963, sigue siendo actual en las dinámicas de
poder y corrupción que han sufrido nuestros países hermanos. Hoy, en pleno 2020, después
de más de 50 años, La ciudad y los perros nos muestra que hay unas condiciones que
atraviesan a los países de América Latina, y es por ello que también contemplé la
posibilidad de considerar, que esta novela no solo contiene el nombre de Ciudad en su
título por lo mencionado inicialmente, sino también porque es la forma de mostrar la
identidad de la Ciudad latinoamericana que, aunque no es grato reconocernos allí, es un
asunto que no podemos negar… El camino que queda es conocer nuestro pasado, para
replantear lo que viene. Y en este punto considero pertinente estudiar el concepto de
identidad que nos va a acompañar en este recorrido por la literatura latinoamericana.
Por otro lado, Vargas Llosa hace un paneo por la capital desde diferentes puntos de vista y
casi que pude sentir que, si viviera el mismo tiempo, podría viajar a Lima y no perderme
como lo haría en Paraguay, país del que nunca he leído una novela. La descripción que nos
regala el autor, a través de sus personajes-ciudadanos, es la de una Lima antes y después de
la vida militar. Alberto, cuando regresó del Leoncio Prado y caminaba, ensimismado, las
mismas calles de antaño, se percataba que su recuerdo y su realidad inmediata coincidían
“y, en cambio, un olvidado
grupo de muchachos y muchachas volvía a su memoria, él conversaba con esas
imágenes de sueño en el pequeño cuadrilátero de hierba de la esquina de Diego
Ferré
y nada parecía haber cambiado, el lenguaje y los gestos le eran familiares, la vida
parecía tan armoniosa y tolerable.” (p.274)
Nadie se sorprendía al verlo, porque sus amigos ya eran adultos y también habían vivido
sus particulares peripecias que los llevaban a considerar la vida desde otro lugar, lo que
significaba que todo en ellos no permanecía igual, que algo sí había cambiado, pero que se
reconocían en ese movimiento que cada uno había elegido.
La nostalgia se presentaba a medida que caminaba y aparecían los recuerdos, pero también
emergía la sensación de calor de hogar a pesar del invierno. La ciudad era el refugio que lo
abrazaba para provocarle calma, aunque los recuerdos de la otra vida se amontonaran de
golpe. Y si bien, la ciudad había permanecido prácticamente intacta, quien había regresado
ya no era el mismo.
***
Otro elemento que nos lleva a la ciudad latinoamericana son los apodos y la jerga tan
particular que Vargas Llosa impregna en la novela, que solo después hicieron eco en mí
para poder decir esto. Y que el efecto haya sido retroactivo, también es llamativo, en la
medida que me indica lo sumergida que estoy en este tipo de prácticas. Por supuesto había
notado que varios tenían apodos, pero luego dije que si Vargas Llosa los había puesto allí
era por alguna razón importante y entonces escuchando alguna vez a un español hablando
sobre la novela, me sorprendió que él estuviera tan maravillado e impactado con los
sobrenombres de los personajes y ahí caí en cuenta que estos usos tan particulares nos
representan el continente latinoamericano.
La vicuña y los perros.
Volviendo a los personajes de la ciudad militar, quisiera resaltar uno que vivía en la
periferia: la vicuña. Esta es quizá una de las metáforas más bellas de la novela. El escudo
nacional del Perú contiene en la parte superior izquierda una vicuña esbelta, representando
el reino animal. Este elemento, que no es gratuito que el autor lo haya incluido en la novela,
puede tener diversas interpretaciones y aquí van las mías grosso modo.
Como primera interpretación podemos considerar que la vicuña podría hacer alusión al
carácter animal que no solo ella misma representaba, sino también la malpapeada y la
denominación a los cadetes de grados inferiores, que como observamos apunta a un
elemento de inferioridad, docilidad y sumisión, características que deben corregirse en la
vida militar y que, sin embargo, son imprescindibles para que el poder y la autoridad se
observen y se mantengan.
De otra parte, la vicuña es un personaje que hace parte del paisaje de la ciudad, no es un
animal lejano que lo adorna, y ello lo notamos cuando Alberto, temeroso de las
consecuencias de confesar el crimen cometido por el jaguar, rememora lo que podría perder
de la vida militar “cruzan su memoria el campo de hierba, la vicuña, la capilla, la litera
vacía de la cuadra” (p.199). Ello, en un primer momento, podría indicar un regionalismo
por parte del autor, porque mencionar un animal exclusivo de la sierra y un elemento del
escudo de su propio país permite creer que únicamente se refiere al Perú; sin embargo, si
consideramos que los escritores de la década del 60 se dedicaron a relatar, a modo de
ficción, las dinámicas y crisis que atravesaban sus países, podemos elegir pensar que, la
vicuña es otra de las formas en que Vargas Llosa le enseña a los lectores la identidad
latinoamericana, y en ese sentido, que Cava haya dicho que la vicuña “se parece a los
indios” (p.10), nos muestra que aquel animal es la representación de todo aquello que no es
europeo ni norteamericano, sino de la región andina latinoamericana.
Finalmente, la vicuña es también la representación de la violencia por parte de los perros
hacia otro que fuera inferior a ellos: “Los cadetes hacían apuestas de
tiro al blanco: la vicuña apenas se inquietaba con el impacto de las piedras. Se
apartaba lentamente de los tiradores, con una expresión neutra” (p.10) Y a pesar de que
las piedras, al parecer, no causaban mucho impacto, la vicuña se sentía invadida y mejor se
iba, prefería estar sola y no ser molestada: “El animal huía al otro extremo del colegio
cuando los cadetes estaban libres. Durante las clases, en cambio, venía a recorrer el
campo de hierba a pasos lentos y gimnásticos” (p.167).
Estas descripciones de la vicuña inexorablemente me recuerdan al Esclavo, quien también
fue apedreado verbal y físicamente por los mismos perros y los cadetes de grados
superiores, por quien también apostaban en “La Perlita” y quien también elegía alejarse
para evitar ser molestado. El Esclavo era visto como inferior y a todo lo inferior había que
violentarlo…Cuando El Esclavo salía de contarle al teniente Huarina que Cava había
robado el examen, era esperable que se sintiera excitado o que por lo menos estuviera
aterrado, pero únicamente sentía indiferencia y mientras sucedía este hecho importante, lo
que hizo fue contemplar a la vicuña inmóvil para finalmente concluir que era un animal
triste (p.98). Tal vez como él.
Cuando recuerdo las formas en que Vargas Llosa nos presenta a la vicuña, siempre hay un
cuadro preciso: Inmóvil, esbelta, con la mirada lánguida, lejana y con sus ojos perdidos en
el vacío. Esta es la mirada de la depresión.
La vicuña entonces, al representar a Latinoamérica, es una muestra de aquella violencia que
han sufrido nuestros países, las injusticias inevitables y las tristezas de sus habitantes y que
aún siguen viendo, desde lejos, como no termina la sangre.

La ambivalencia de Alberto “El poeta”


La tragedia que tenía por vida el “Esclavo”
Las disfunciones (familia) y lo que todavía adolece.
Cada personaje representaba un sector social, económico y racial del Perú. El Serrano
Cava, el negro Vallano, charapo (de la selva) Boa, y los blancos El poeta y El Jaguar
Los apodos y la jerga (identidad latinoamericana)
Narración.

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=S0718-
22952011000300004&script=sci_arttext&tlng=e
http://wwwelaguila-alvarado.blogspot.com/2012/09/analisis-literario-de-la-ciudad-y-
los.html
file:///C:/Users/EQUIPO~1/AppData/Local/Temp/la-ciudad-y-los-perros-genesis-de-
un-ciclo-novelesco-analisis-estilistico.pdf
file:///C:/Users/EQUIPO~1/AppData/Local/Temp/22555-1-71740-1-10-20120913.pdf
file:///C:/Users/EQUIPO~1/AppData/Local/Temp/8669-8518-0-PB.pdf
https://www.rae.es/sites/default/files/Jose_Miguel_Oviedo_La_primera_novela_de_M
ario_Vargas_Llosa.pdf
https://webs.ucm.es/info/especulo/numero34/cperros.html
http://elinquisidorperpetuo.blogspot.com/2015/08/la-ciudad-y-los-perros-mario-
vargas.html

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