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Resumen EL LECTOR DE JULIO VERNE
Resumen EL LECTOR DE JULIO VERNE
docecononce
1º Asignaturas comunes
ABAU Galicia
INTRODUCCIÓN
"El lector de Julio Verne" (2012) es la segunda novela de "Episodios de una guerra interminable" de
Almudena Grandes. Este proyecto está formado por seis novelas independientes que narran la
resistencia antifranquista entre 1939 y 1964 y homenajean a los “Episodios Nacionales” de Galdós.
Los personajes interactúan con figuras reales y lugares históricos. El protagonista y narrador es un niño
de nueve años, Nino, . hijo de un Guardia Civil que vive en una casa cuartel en Fuensanta de Martos, un
pueblo de Sierra Sur (Jaén). La novela narra cómo, leyendo libros de Julio Verne, aprende la realidad de
la España rural de finales de los 40.
No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
BLOQUE I
19-27 - BODA HERMANA MERCEDES
En MARZO DE 1947 se casa una hermana de la madre de Nino, esta y sus tres hijos van, excepto el
padre, que no acude por trabajo. En este viaje, Nino se sorprende de la cantidad de flores que hay y de lo
grande que es el mar. En la estancia en aquel pueblo de Almería, sus primos le roban los zapatos para
que juegue como ellos, descalzos por la arena, pero al final su madre los recupera.
En el viaje de vuelta dos guardias y un preso, que estaba esposado a uno de estos, los acompañan. El
preso era moreno, tenía la ropa rota y sucia, piel blanca, mejillas sonrosadas, labios finos, ojos oscuros,
nariz aguileña y un anillo de matrimonio muy reciente; un guardia se llama Macario, que era calvo,
barrigón y conoce a Mercedes y a Antonio y el otro es al que va esposado el preso. Debido a que este
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56-58 - FILO LA RUBIA Y LAS RECOVERAS
Filo la Rubia era muy guapa, tenía una melena negra y ondulada hasta la cintura, ojos grandes, cuello
largo, nariz fina y labios llenos. Cuándo a las mujeres les afeitaron la cabeza, a ella no, al día siguiente se
hizo trasquilones y la sentaron en medio de la plaza y la raparon como al resto. Las rubias eran viudas y
huérfanas, a los hombres, o los mataron o se habían escapado para salvarse la vida.
La recova era el negocio de los más pobres, pero alguien que trabajaba en un despacho decidió
prohibirla para hacerle la vida más imposible a las mujeres rapadas. La Guardia Civil detenía a las
mujeres que seguían llevando cestas y les volcaban en el suelo los huevos que a ellos no les entraban en
los bolsillos. Durante un tiempo los huevos se pudrieron en los gallineros, pero Catalina la Rubia, un día,
cogió dos docenas de huevos y comenzó de nuevo la venta. Las mujeres se acostumbraron a andar
dando rodeos para asegurarse de que nadie las seguía y así nadie podría denunciarlas por comprar
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huevos de recova. Catalina le pasó el negocio a su hija pequeña, Filomena.
PRIMER CENCERRO
54-55+59 - 15 JULIO 1947 - Nino va al molino junto Pepe, allí ve una sábana blanca en el tendedero seca
y se ofrece a recogerla, pero Pepe le dice que no, que no tiene espacio. También se sorprende porque
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84 - CRISPÍN EN MARTOS
Mientras tanto, en Martos tiraron el cadáver de Crispín en medio de la paza y la banda se puso a tocar
pasodobles y la gente a bailar alrededor del cuerpo. Además, un hombre con traje de los requetés se
subió encima de este a llevar el ritmo, pero el capitán del Ejército de Tierra lo paró todo y dijo que eso era
indigno y se lo llevaron detenido.
85 - CENCERRO EN CASTILLO DE LOCUBÍN
En cambio el cadáver de Cencerro lo enterraron sus dos hijas: lo lavaron, besaron y cavaron su tumba
con las manos fuera del camposanto mientras el cura las observaba de brazos cruzados. Luego lo
cubrieron de tierra, le pusieron unas flores silvestres encima y se fueron.
78-82 - PRIMER CENCERRO (LA PALIZA)
A la noche la guardia civil le dio una paliza a algunos de los vecinos a ver si decían lo que sabían. Tras
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esto, Mercedes le reprochó lo acontecido a Antonino y este rompió a llorar. “En la plaza solo había dos
hombres con cojones, uno estaba muerto y el otro mandó parar la música, yo soy un cobarde”.
SEGUNDO CENCERRO
40-41 - El último día en el que Nino iba a ser considerado pequeño, pues iba a empezar a llevar la botella
con agua hirviendo, la madre de Paquito los fue a buscar al colegio y los encerraron en casa. Ni a él ni a
sus hermanas les dejaban salir, ni siquiera al patio debido a que a la una de la tarde asaltaron al alcalde
de Alcaudete que llevaba 25 mil pesetas. Los asaltantes se las quitaron y le dieron a un hombre enfermo
200 pesetas y 40 duros. Después encerraron en el coche al chofer y al alcalde y tras gritar “¡Viva la
República!” se fueron.
A las 5:30 el dueño de una venta de Castillo de Locubín, mientras recogía, encontró un billete que ponía
“Así paga Cencerro”.
89 - CAMIONES DE JAÉN
Los camiones llegaron a mediados de noviembre, de ellos desembarcaron 20 hombres y se marcharon
cuatro días después sin ningún resultado más que destrozos en casa, huesos rotos y cuatro vecinos
“escapados” y una pareja de recién casados que se fue para el monte.
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93 - EL NUEVO CENCERRO ES MUY LISTO
Si en el pueblo nadie sabía nada es porque ninguno del monte de había podido ir de la lengua, por tanto,
Cencerro era alguien muy listo pues no lo conocían ni los suyos.
94-95 - REGALITO
Regalito era Elías. Este era el hermano de Laureano. Don Eusebio, el maestro, decía que fue su mejor
alumno por ser muy listo y tener una cabeza muy rápida y habilidosa, pero que a la vez también fue el
peor, pues fue al único al que tuvo que echar de la escuela. Elías fue a la escuela durante unos años,
pero después había empezado a asistir por las tardes a las clases gratuitas que el maestre de antes de la
guerra le daba en la Casa del Pueblo hasta que se dieron cuenta que que perdían el tiempo, por lo que
empezó a estudiar por su cuenta, el maestro le daba los libros, hablaba con él, resolvía sus dudas, le
ponía a prueba y en junio lo acompañaba a jaén para que se examinarse por libre en el instituto y
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aprobaba siempre con buena nota. Esto pasó hasta que fusilaron al maestro. Cuándo tenía 14 esperó a
don Eusebio tras la misa, allí se presentó y le dijo que quería sacarse el bachillerato, pero que no lo podía
hacer sin él, por lo que Eusebio le preguntó diversas cosas sobre historia, matemáticas, geografía y
religión, Regalito contestó todo a la perfección por lo que Eusebio (50 años) le empezó a dar clases por
las tardes. Unos días antes del examen el profesor convenció a Pesetilla, padre de Elías, que le dejase a
su hijo una mañana libre para que pusiese ir a clase, allí un niño, Severino el Potajillo, iba con pantalones
cortos, con un tirante cruzado en diagonal, sin camisa, por lo que don Eusebio le riñó y del dijo que si no
venía más decente no le dejaría ir a clase. Por lo que Elías se levantó a preguntarle porqué había sido
así, que él no era así y sabía que el niño tenía 3 hermanos, que su madre trabajaba mucho y no daba a
basto y que a su padre lo fusilaron. Y como don Eusebio con aguantó que se lo dijese sin enfadarse, sin
chillar y sin levantar la voz, no pudo sostener la mirada de Elías le dijo que no volviese. Desde ese día se
evitaban. Elías hizo el examen muy bien pero nunca salió su nota.
ANTES C.2, DESPUÉS C.1: EN CASA DE PEPE, SANCHÍS VIENE A POR MIEL
99-103 - En agosto se asaban de calor, por lo que su madre no les dejaba salir tras la comida. Esta se
ponía a tomar la siesta y tras quince minutos roncando, Nino se escapaba por la ventana. Curro a veces
lo veía mientras leía novelas de pistoleros o mientras suspiraba por Mariamantiles, pero este no era un
chivato. Nino iba al río o nadar, donde a veces aparecía Pepe el Portugués en calzoncillos y con una
toalla. Pero ese día ya estaba en el agua. Después de bañarse se fueron a comer unos bocadillos y tras
esto Nino se quedó dormido en el sofá, lo despertó el sonido de unos nudillos golpeando contra el cristal,
era Sanchís, que venía a hablar con pepe. A ninguno de los dos le caía bien .
111-112 - A Nino le entró el miedo, pensó que este le podía hacer algo malo a Pepe, pues este venía
solo, (113-114 pero él solo quería miel para regalarle a su mujer, Pastora). Tras relajarse se fijó en un
mancha roja encima de los retales de tela azul que sobraran de las cortinas y descubrió un libro.
99+112 - “Los hijos del Capitan Grant”, era un libro gordo, encuadernado en tela roja, con letras doradas
sobre una ilustración de colores con unos niños rubios, un señor con aspecto de sabio, un capitán de
barco y dos marineros andando sobre hielo, al fondo había palmeras, una playa con gaviotas y un barco
a lo lejos, entre una montaña sobre la que asomaban unos indios con plumas en la cabeza.
112 - Pepe le dijo a Nino que se lo debía de haber caído a uno de Torredonjimeno con el que había
ajustado las olivas y que no lo leyera pues apenas sabía, lo que a Nino le sorprendió pues cuándo pepe
todavía tenía cortinas lo había visto escribiendo y consultando varios libros, cosa que no podía hacer
nadie que no supiese leer. Pepe le dejó el libro, no sin antes sacudirlo para ver si tenía dinero dentro,
pues a la gente le gustaba guardar dinero en los libros.
114 - Trataba de un excéntrico científico francés llamado Jacques Panagel que visita a Mary y Robert
Grant, hijos de un famoso capitán británico al que se creía muerto en un naufragio, para entregarles un
mensaje hallado dentro de una botella descubierta en la barriga de un pez gigantesco. Era una prueba de
que su padre seguía vivo en algún lugar de América del Sur, por lo que sus hijos organizaron una
expedición de salvamento a bordo de un magnífico barco, el Dúrcan.
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103 -111 - SANCHÍS Y PASTORA
Mientras acontece la anterior historia Nino cuenta diversas cosas sobre Sanchís y su esposa, Pastora:
Tenía 31 años y ya era sargento. Era el hombre más atractivo de Fuensanta de Martos, como no podían
soportar la idea de que el galán del pueblo fuera un guardia civil, había corrido tanto la leyenda de
Antonino el Guapo.
Pelo muy negro, ojos muy verdes, cuerpo de atleta, piel bronceada y un perfil que parecía copiado de una
estatua griega, disfrutaba de su trabajo hasta tal punto que había logrado convertirse en un hombre feo.
El secreto estaba en su boca, el gesto mecánico, violento, que tensaba sus labios gruesos, bien
dibujados para desfigurarlos en una línea sutil que expresaba un desprecio incondicional por todas las
cosas
Este solo tenía una debilidad, Pastora, que era Coja pero estaba muy buena. No era guapa de cara, tenía
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ojos preciosos, negros y enormes, nariz fina, muy larga, y su boca también grande, de labios muy
delgados para su tamaño. El pelo, liso, sin gracia, que llevaba siempre en un moño, y el rostro afilado, de
mejillas hundidas y pómulos salientes. Pechos grandes, cintura estrecha, caderas redondas y culo
musculoso. Sanchís le regalaba montones de zapatos, de todos los tipos, y se le caía la baba cuándo iba
con ella por la calle. Ambos cambiaban cuando iban juntos. Ella hablaba y sonreía, porque en la casa
cuartel siempre estaba sola, no le gustaba mezclarse con las familias de los otros guardias. Habían
llegado a Fuensanta cuatro o cinco años antes que Pepe. Unos meses después un criador de caballos
que fue al pueblo le sorprendió que alguien que se pasaba la vida entrando y saliendo de la comisaría, e
incluso yendo a la cárcel viviese en una casa cuartel. La mujer de Carmona ató cabos y sacó la
conclusión de que había sido prostituta
ANTES C.2, DESPUÉS C.1: PEPE CHIVATO, LOS TRAIDORES Y LA NOTA EN EL LIBRO
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124-128 - A Nino le gustaba mucho leer, pero en verano no adelantaba tanto como en invierno, pero a
mediados de septiembre, Robert y Mary Grant pudieron abrazar a su padre. Él quería otro parecido pero
no sabía dónde podía conseguirlo, a lo mejor Eusebio se lo podía dejar pues este solo le dejaba los libros
a los mayores y Nino ya no era de los pequeños, además sacaba buenas notas. Mientras miraba en las
solapas del libro otras obras del mismo autor, le pareció que la cubierta posterior era más gruesa que la
delantera por lo que abrió el libro y descubrió que la guarda de papel blanco amarillento tenía una
esquina levantada, metió la punta de un dedo y la despegó con facilidad, sacó un papel blanco
rectangular doblado por la mitad que ponía en lápiz “Sotero López Cuenca, Comerrelojes”. Nino sabía
que eso no era nada bueno y, tras repetirse varias veces que el libro no era de Pepe, rompió el papel en
ocho todos y los fue tirando en diferentes agujeros, Pepe era su amigo, a pesar de que nunca podía estar
seguro de nada. Tras lo ocurrido Nino lo siguió pensando todo y nunca volvió a defender a Pepe cuando
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Paquito se reía de él.
El primer día de clase, este lo esperó en la puerta de la escuela para decirle que si le podía devolver el
libro, que ya había encontrado a su dueño, el hermano de María Cabezalarga. Nino le comentó que le
gustara mucho y Pepe le dijo que a lo mejor le podía conseguir otro. Una semana después le dio “La isla
misteriosa”, 2 tomos que le había dejado Filo. Estos estaban encuadernados en tela azul y en su portada
había un volcán humeante y dos hombres avanzando por la selva.
129 - En noviembre, desde el asalto al alcalde de Alcaudete ninguna otra cosa tenía importancia, incluso
los compañeros de Antonino se fueron convenciendo de que este tenía razón, que Cencerro era Elías..
BLOQUE II
135-140 - MARISOL Y SONSOLES RODRÍGUEZ PEÑALVA, MEDIAMUJERES
Marisol siempre hablaba de sí misma completando su nombre con sus dos apellidos, Rodríguez Peñalva,
pero en el pueblo todo el mundo la conocía como Mediamujer. El mote se lo había puesto Cuelloduro.
Sus nombres habían sido cuidadosamente escogidos en el santoral para distinguirlos de los que se
repetían entre las muchachas corrientes, se llevaban once meses, pero eran tan diferentes que apenas
parecían hermanas. La mayor era alta, bastante fea de cara, delgada, pecho y caderas bien marcadas.
La menor se parecía a su padre, Michelín, tenía el cuerpo corto y rechoncho, culibajo y la más guapa de
sus hijas, esbelta y plana hasta la cintura pero inmensa a partir de ahí. Con el cuerpo de Sonsoles y la
cara de Marisol habría salido una mujer estupenda.
Doña Concha la Michelina era quinta hija de una familia de la burguesía malagueña (su padre era adicto
al casino), se había criado en un hogar muy distinto de las habitaciones de la casa cuartel. Le gustaba
contar que no podían mudarse a una vivienda independiente y más confortable porque lo prohibían las
ordenanzas, pero no era verdad, si la parte que había heredado de las rentas que su madre logró
arrebatar de su marido hubiera dado para tanto, no habría dudado en cambiar de alojamiento con sus
hijas, dejando allí al teniente, que era el único sujeto en realidad a las normas que ponía como pretexto.
Pero tenían el doble de espacio, una criada (Áurea), un comedor de caoba, un aderezo de coral y dos
mantones de Manila.
El afán principal de Concha era encontrar un marido mejor para sus hijas que el alférez del ejército con el
que había tenido que conformarse su madre. Para lograrlo, las enviaba todos los años a pasar el verano
a Málaga, a casa de su hermana mayor, la única a la que se había casado bien. Allí, Sonsoles estuvo con
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un estudiante universitario, pero la dejó por carta un par de años después. Marisol espabiló y a espaldas
de su madre, empezó a mirar a su alrededor durante todo el año, y se interesó por Pepe.
Después de la muerte de Cencerro enganchó por fin a un hijo de don Justino, que era el olivarero más
rico del pueblo. Pedrito estudiaba Derecho en Sevilla y sólo volvía a Fuensanta durante las vacaciones
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pero lo único que solía provocar a la larga era problemas.
Durante casi un mes y medio estuvo haciendo planas. Su profesora estaba ausente pues o aprovecha
para hacer recados o se sentaba en una silla a leer novelas rosas pues ahora Marisol no salía pues no
convenía que la viesen demasiado por la calle, pues estaba comprometida, y no estaba bien visto que
saliese ella sola. Esto pasaba siempre y cuando no estuviese Antonino de guardia, porque cuando esto
ocurría Sonsoles se sentaba al lado de Nino a corregirlo.
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A finales de marzo, Nino le preguntó a Pepe que si a él le gustase mucho alguien, si le pintaría las uñas,
a lo que él dijo que eso era de maricones.
Ese mismo día fueron a buscar cangrejos, muchos se los comieron juntos y otros tantos se los llevó Nino
en una tartera de aluminio, ya se la devolvería en el cruce al día siguiente.
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con su mano contra la pared para despertar a su padre, le dijo que chillaban mucho y no podía dormir,
por lo que Antonino fue a casa de este y los gritos cesaron. Le dijo que debía de haber tenido una
pesadilla, que Curro estaba durmiendo.
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solo podría esperar de Dios se apiadara de su alma errada y pecadora. La respuesta le pareció tan cruel
que se dijo que no iba a escribirle de nuevo, pero lo tuvo que hacer para poder ponerse en contacto con
su hija pequeña, pero solo pudiaron encontrar una niña llamada Elena, hija de Felipe Ballesteros y Marina
González, que llegara as hospicio desde una guardería dónde se ocupaban de los huérfanos que dejaban
los bombardeos. Doña Elena fue a Madrid a recogerla y se volvió a Carmona. En el invierno de 1941, una
de las amigas que había hecho en la cola de la cárcel le habló de la situación de una presa de Sevilla que
estaba viuda y que había ingresado con sus dos hijos, pero que ahora se los iban a quitar, por lo que
Elena se hizo cargo. Esta señora, Manoli, informó a la madre de su marido y esta, Catalina la Rubia, los
fue a buscar. Allí Catalina y Elena se hicieron amigas, por lo que Catalina invitó a Elena a pasar el verano
siguiente en Fuensanta de Martos y a esta le gustó tanto que volvió todos los veranos, hast aque en
1945, que soltaron a Manoli que estaba presa pues su marido, Blas el Rubiio, había participado en el
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asalto al cuartel donde los guardias civiles y los falangistas de sublevaron sin éxito el 18 de julio de 1936.
Al volver a Fuensanta, Manoli (aspecto insignificante, baja y menuda) se instaló en el cortijo de su suegra
con sus hijos, Blas y Pedrito, al igual que doña Elena y su nieta.
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Al final del camino Nino le preguntó a Pepe si se pasaba la vida en el cortijo de las Rubias, este
últimamente iba bastante a ver a Paula. Nino le dijo que Filomena era mucho más guapa y que Paula
tenía peor mala leche, pero a Pepe le gustaba por eso.
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El Cid, Almanzor, Mozart, la guerra de los 100 años, poemas, romances, canciones, letrillas, refranes,
adivinanzas, y muchas palabras en muchos idiomas distintos, pero sobre todo le enseñó un camino, un
destino, una forma de mirar el mundo, y que las preguntas verdaderamente importantes son siempre más
importantes que cualquiera de sus respuestas. Nino nunca se había sentido tan bien, si no podía ir junto
Pepe o Elena ee quedaba en casa leyendo. Las novelas de Verne también eran un pretexto que le
consentía empezar a preguntar, sobre historia, geografía, física, globos aerostáticos, submarinos, rutas
de navegación, laboratorios... aquellos libros le irían llevando hacia otros libros, otros autores a los cuales
leería con la la misma avidez, porque le hacían descubrir mundos distintos, pero igual de fascinantes, que
terminaba de explorar haciendo preguntas, sobre asuntos cuya asistencia había ignorado siempre, a una
mujer que siempre sabía cómo contestarle.
Una noche, su padre, le dijo que cuando terminara la máquina podría ajustar un precio con doña Elena
para que le aprendiese francés. Cuando terminó el curso, era capaz de escribir a una velocidad razonable
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estaban abiertas y se le ocurrió acercarse a preguntar. No había vuelto por allí desde que Pepe me
acompañó por primera vez. Al llegar no vio a nadie, pero escuchó algunos gritos, un rumor confuso de
quejas y llantos que provenía de la fachada delantera, Nino estaba seguro de que iba a ser bien recibido
en la casa, pero se equivocó. Todo pasó muy deprisa, los ojo de Chica estaban húmedos, blandos y
rojizos de haber llorado mucho, al cruzarse con los de , primero viajó al asombro, después al miedo y
finalmente a la cautela, esta estaba apoyada en la pared. Manoli estaba sentada en una mecedora con
Pedrito encima, Paula junto la puerta, inmóvil, contra el cuerpo del Portugués, Catalina sentada en el
centro del banco de mimbre, muy pálida, su cabeza desmayada en el respaldo, las piernas separadas y
los brazos abiertos, como una muerta; doña Elena a un lado y Filo al otro, las dos mirando su ojos
húmedos, blandos y rojizos de haber llorado mucho. Hasta que Catalina abrió los labios, me señaló con el
dedo, mientras su nieto Blas avanzaba hacia mí “¿Qué hace ese aquí?, he dicho que no quería verle”.
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Nino sintió que tenía los pies clavados en el suelo. Catalina se levantó y dijo que no necesitaba su dinero.
Entonces Elena le dijo que se callase y la agarró del brazo pero La rubia la apartó de un manotazo pero
ella volvió a insistir, entonces Elena miró a Nino y le pidió que se fuera y sus pies obedecieron. Mientras
se iba Catalina le dijo que se fuese tranquilo, que en el cortijo nadie lo iba a matar como hizo su padre
con Fernando el Pesetilla. Para él el suelo se hundió, la tierra se abrió y cayó, entre rocas incandescentes
que ardían dentro y fuera de él, tenía los ojos cerrados y los párpados apretados, mientras, Elena le riñó
a Catalina diciéndole que solo era un niño, pero ella le insistió en que era el hijo de un asesino y que
cuando creciera iba a ser igual que su padre y Nino levantó la voz y la cabeza y le gritó en repetidas
ocasiones que su padre no era un asesino pero Blas lo derribó de un puñetazo, pero él se levantó
enseguida, lo embistió con la cabeza y le hizo daño y empezaron a pelearse hasta que Pepe los separó y
lo intentó retener, pero Nino salió corriendo, ahora sabía la verdad. Al llegar a su casa su madre le
preguntó qué le pasara pues tenía la cara magullada, la camisa arrugada y las piernas llenas de rasguño,
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nadie el teniente decidió que debía matarlo, para asegurarse de su lealtad. Su padre no lo mató porque
quisiera, lo hizo porque midió las consecuencias, no podía negarse a matar. España se había convertido
en un país de asesinos y asesinados, donde se detiene a la gente por capricho, se totura después de
detenerla y luego se la mata o no según se le dé al que mande; un país donde no había tribunales, ni
jueces imparciales, ni abogados, ni derechos, ni,garantías, solo fosas abiertas. La guerra no había
terminado, y la gente luchaba en el bando que le había tocado, si Antonino hubiera podido elegir, habría
escogido una vida distinta, pero en España ya nadie podía escoger su propia vida.
213-216 - Pepe también le explicó que Antonino le había contado que a dos hermanos de su madre los
habían fusilado en Almería en 1939, y que a su abuelo, y a un hermano, y a dos primos de su padre, los
fusilaron por las mismas fechas en Castillo de Locubín. Que se habían dado tanta prisa, que Antonino no
había sido capaz de llegar a tiempo para evitarlo, porque los que lo mataron no sabían que uno de sus
No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
hijos era guardia civil. Por eso Antonino no había querido volver a Valdepeñas, que nunca iba a llegar a
cabo y que nunca le iban a conceder un cambio de destino, pues querían ponérselo difícil, tenerlo allí
bien vigilado por si tropezaba, no acababan de fiarse de él. Por esa misma razón, no podía pedir un
anticipo de 130 pesetas y había recurrido a Pepe para hacerle de tapadera. Él era guardia porque el 18
de julio de 1936 estaba en un pueblo donde triunfó el Alzamiento y allí nadie conocía los antecedentes de
su familia ni de la familia de su mujer y pensó que alistarse era la mejor manera de que no les pasara
nada a ninguno si en algún momento llegaban a conocerse (los antecedentes). Él luchó en el bando que
ganó la guerra por estar en aquel lugar, si hubiera estado en su pueblo habría estado en el que la había
perdido, pues era un jornalero sin tierras y todos los jornaleros sin tierras lucharon en el mismo bando. Él
había ganado contra su familia y le destinaron a Valdepeñas de Jaén dónde todos los vecinos se
acuerdan quiénes eran los Carajillas, que estaban afiliados al sindicato de jornaleros y que habían votado
al Frente Popular. Además, su abuelo Manuel era íntimo amigo de Pelegrín Martos Peinado, el alcalde
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224-231 - Cuándo Nino se hartó de llorar le preguntó a Pepe si iba a ir por el cortijo, para que le dijese a
doña Elena que el día siguiente a las cinco estaría arriba. Al escucharlo, Nino distinguió en el cuerpo de
Pepe alivio, cerró los ojos un instante y aflojó todo su cuerpo. En ese momento Pepe comenzó a hablar
como siempre, mirarlo como siempre e incluso de dio una palmada en la espalda como siempre que
estaba contento, Nino sabía que se alegraba por él pero había algo más que no lograba descubrir que
era, su repuesta lo había aliviado más de lo que demostraba, Nino confiaba en Pepe y este no dudaba
que él se preocupaba por él, al igual que Nino se preocupaba por Pepe, en Fuensanta de Martos, 1948,
la preocupación era el indicio más certero de amistad y cariño, pero Nino no se sacaba de la cabeza la
sensación de que había algo más, otro interés oculto, por lo que sospechaba que Pepe no se lo había
contado todo. Mientras pensaba, Pepe le empezó a contar que su relación con Paula no estaba muy bien,
hacía 10 días que no le hablaba, por lo que subía al cortijo solo por él, que si Paula lo veía le iba a caer
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una buena. Los motivos: el mes pasado, había ido a Jaén a comprar pienso y allí se encontró a uno de su
pueblo que le invitó a tomar una copa y para compensar Pepe lo invitó a él a otra, al final, que entre ronda
y ronda, acabaron a las tantas en una venta de las afueras en el que había unas tías que estaban muy
buenas. En el mostrador había una chica rubia teñida que compara con una lancha neumática, tenía el
culo como una pera gigantesca, las tetas, como sacos de arena, duras y blandas al mismo tiempo,
elásticas y redondas. Esta lo sacó a bailar, y se le pegó como una lapa, se apretó contra él que lo notaba
todo y, finalmente, le metió una pierna entre los muslos y empezó a moverla, finalmente se acostaron. Al
salir Pepe se encontró en el mostrador a Emeterio Puntisanto, tan puritano como putero, un hombre muy
religioso que se pasaba la vida de la cofradía al prostíbulo, del prostíbulo a la cofradía, que cuándo le
paga a las chicas les mete una estampita de la Virgen entre los billetes. El caso es que Paula se había
enterado y cada vez que se acercaba a ella (este negaba lo ocurrido), esta le amenazaba con cortarle la
polla con las tijeras del pescado.
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246-259 - En octubre, Elena le dijo que ya no podía enseñarle nada más así que ese mes prepararon el
examen para sacar un diploma elemental que le acreditase como taquígrafo y mecanógrafo. El examen
fue genial y Elena se fue a Oviedo (volvería en diciembre). Nino subió varias veces casa de Elena pero
una tarde la llave no estaba y de la chimenea salía humo. Entonces, luego de llamar varias veces a la
puerta, Nino entró por un ventanuco, allí se escondió (lugar de la imprenta de los bandoleros). Asimismo,
en aquel lugar, descubrió la relación entre Regalito (fusil en la pared) y Filo, los cuales pasaron toda la
velada deseándose y entregándose el uno al otro. Finalmente, Regalito se fue, salvándolos a todos de
una desgracia. Cuando Nino volvió a su casa, sus padres no estaban pues habían ido con su hermana
Pepa a casa de Rodillaspelás porque su abuela se había muerto.
BLOQUE III
263-284 - VUELTA DE ELENA Y ELENITA A JAÉN
Era domingo, faltaba menos de una semana para navidad. La secretaria del alcalde le había pedido al
Portugués que le trajera cortezas cubiertas de verdín, musgo y helechos para decorar el belén del
Ayuntamiento. Los del monte se estaban moviendo mucho, por lo que ningún vecino se atrevía a subir
más allá del cruce.
A finales de noviembre, tres hombres se habían liado a tiros con una patrulla de la Guardia Civil que les
dio el alto. Consiguieron escapar, uno de ellos muy malherido, dejando a Sempere con una bala en la
rodilla y otra en el abdomen, este al final murió. Sus compañeros buscaron al pistolero que no estaba en
condiciones de seguir andando y encontraron enseguida su cadáver. Se había pegado un tiro en la sien,
antes, había entregado todo lo que llevaba a los otros dos, solo encontraron un papelito que ponía «Casa
Inés», debajo tenía una dirección, una calle francesa en Toulouse, la misma ciudad donde vivía Anselmo
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empezarían a montar el belén al día siguiente escuchaban. Joaquín Fingenegocios, el primo de Lorenzo,
le dio dos reales, quedaron en que cuando Asunción le pagase se los devolvería. Pidieron media docena
de churros, mientras se los comían Elenita le contó a Nino que si por ella fuera que se quedaban a vivir
en Oviedo, que era una ciudad preciosa, grandísima, con un parque lleno de árboles y un césped muy
verde, también tenía calles repletas de tiendas elegantes, confiterías exquisitas, cafés, gente muy bien
vestida, y un teatro, hoteles y una catedral que parecían palacios, e incluso palacios verdaderos. También
le dijo que Jaén era un asco, que no hay nada, solo catetos y olivos, pero que su abuela estaba
empeñada en que viviesen allí, le gustaba más Oviedo. En lo único que estaban de acuerdo era en que
los mejores churros eran los de Fuensanta, por lo que pidieron otra docena. En un momento Elenita
sonrió y se le pusieron las mejillas coloradas, a Nino le gustaba verla así. Se acabaron la segunda
docena de churros pero siguieron hablando, de Oviedo y Jaén, de su abuela y sus tíos, de lo guapa que
estaba con su ropa nueva y las tiendas. Nunca le habían interesado las tiendas pero la escuchó como si
nunca en su vida hubiera escuchado nada tan interesante. De repente escuchó unos pasos que se
acercaban, era Pastora, que subía la cuesta del brazo de Sanchís, que cada vez trataba peor a Nino, por
lo que se levantó y se apresuró a entrar en la churrería. María no quería cobrarle a él, ya se lo cobraría a
sus padres, le decía, pero Nino puso la moneda en el mostrador y le dijo que se lo cobrara a él. Recogió
la vuelta suficiente como para comprarle a la Piriñaca dos barras de regaliz. Al darse la vuelta, Sanchís y
Pastora lo estaban mirando, el primero inclinó la cabeza para saludar, mientras que ella dijo adiós muy
sonriente. Elenita se dio cuenta de que algo pasaba, Nino tenía cara de ver a un fantasma, pero este le
dijo que no pasaba nada. Subió con ella casi toda la cuesta, solo se paró cuando ya se veía a lo lejos las
luces del cortijo. Antes de despedirse Nino le dijo que le avisara a su abuela que cuando al día siguiente
saliera de clase iba ir a verla y Elenita le pidió que la llamase Elena. Tras esto volvió a casa corriendo, la
torre de la iglesia acababa de dar las siete y media.
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El último mes de 1948 trajo consigo acontecimientos asombrosos, como el noviazgo de Sonsoles con
Curro y el embarazo de Filo, soltera sin novio conocido. Filo vomitó en dos ocasiones los cafés con leche
que solía tomar en la taberna de Cuelloduro a media mañana, Matilde la Piriñaca estaba allí y le dijo que
estaba preñada. Filo no volvió a la taberna enn lo que quedaba de año. El día de Reyes apareció en la
taberna junto a sus dos hermanas, dijo que estaba embarazada de cuatro meses y medio, que no le daba
vergüenza, que era su asunto y de nadie más y que el padre no vivía en el pueblo, que no era el marido
de ninguna de las mujeres del pueblo y que no le importaba a nadie saber como se llamaba. Después
pidieron tres cafés y una copa de sol y sombra para celebrarlo. Cuello duro las invitó a su consumición y
les dió a cada una un polvorón que sacó de una caja de este dulce que su mujer hacía todos los años
para repartirlos solo con la familia.
No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
285-287 - NINO Y ELENITA, Y PEPE Y SU CABREO CON FILO
Pepe y Nino bajaban la cuesta andando después de haber pasado la tarde en el cortijo, Pepe con Paula y
Nino en clase de francés primero y después a solas con Elenita, que ya llevaba un mes en el pueblo pero
se había resignado a vestirse igual que antes, no había vuelto a mancharse y seguía cogiéndose un
mechón de pelo con una cinta. Su abuela la seguía llamando Mariquita Pérez y riéndose dos intentos de
hablar fino pronunciando las heces como si silbara. Estaba contenta de que por fin hubiera decidido
acercarse a los libros, decía que Nino era un buen ejemplo para ella, pero eso no era nada en
comparación con lo que él estaba dispuesto a ser, y Elena lo sabía, por eso algunas tardes lo libraba de
buscar un pretexto para quedarse un rato proponiéndole hacer diferentes cosas, no hacían nada más que
andar, hablar y sonreír sin rozarse, pero él era feliz. Al bajar la cuesta se encontró con Pepe, este le dio
un tarro de miel para Sanchís, después del numerito de Filo del otro día no le apetecía andar por el
pueblo. Estaba enfadado, le explicó que Filo era tan lista que al final era tonta de remate, que Paula y
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regalo era capaz de animarlo. Una semana después de su cumpleños Antonino le informó que ya que
creciera mucho iba a dar la talla para entrar en el cuerpo, pero Nino le dijo que no quería ser guardia civil,
pero su padre le explicó que eran pobres, que con lo que gana llegan a fin de mes por los pelos, que
cada vez tiene más gastos y que su madre creía que estaba embarazada por lo que tendría que dejar las
clases de francés en abril. El Portugués lo intentó contentar diciéndole que seguro que a Elena no le
importaba seguir dándole clases sin cobrar.
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hijos, María Cabezalarga e Isabel Mariamandil. Los Mariamandiles se habían quedado a dormir en el
hotel donde fuera la boda, por lo que no echaron de menos a su hija hasta el lunes 28. Doña Felisa, la
madre estaba convencida de que la habían raptado, que su hija nunca haría eso por su propia voluntad,
que incluso su padre tenía miedo a que acabara metiéndose en un convento, pues no salía ni quería oír
hablar de chicos, se pasaba la vida con su abuela, que vivía en un cortijo más allá del cruce. El teniente
estaba convencido de que Isabel había sido el cerebro de una fuga por amor, no por ideas políticas. Don
Bartolomé se presentó en el cuartel para declarar que le daba tanta rabia que todas las rojas del pueblo
se acercaban a Filo para pasarle la mano por la barriga que hacía una semana le había dicho que si
llamaba a su hijo Tomás no lo bautizaría, a lo que ella le contestó que se iba a llamar tomás y que nadie
lo iba a bautizar, el párroco le recalcó que luego no podría vivir en España y ella le dijo que no vivirían allí.
Los guardias estaban en alerta, si los del monte se habían llevado a sus mujeres solo podía significar que
estaban preparando algo muy gordo y les habían querido ahorrar las represalias de antemano.
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había requisado a Filo para salvar la máquina escondida en el altillo de doña Elena, la escena del
calabozo, era todo puro teatro. Mercedes no entendía por qué no había matado también a Curro y se
había escapado. Eso no era posible porque no tenía oportunidades, los del monte no sabían nada pues
no lo sabían los del pueblo y todo el mundo lo odiaba, no solo los rojos. Además, si matara a Curro este
no podría llevar su mensaje, estaba vivo para que lo pudiese contar, y gracias a él sabían la verdad, que
tenían a un comunista en la guardia civil y que seguramente no era el único. No podía correr el riesgo de
que Piruleta contara nada, por eso le cerró la boca, después no podía volver al pueblo ni irse al monte, no
podía llevarse a Pastora ni marcharse sin ella, por lo que escogió la muerte que más le convenía, una
instantánea, sin dolor, buena para él y para los suyos, porque la convirtió en un acto de propaganda.
Después Curro y Antonino fueron a avisar al teniente y a los demás, antes de marcharse el últino le avisó
a Nino que no podía contarle nada a nadie, ni a Pepe, ni a Paquito, tenía que actuar como que no había
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pasado nada.
La mañana siguiente fue rutinaria, aburrida y tranquila. Al llegar a la hora de comer a casa Dulce le contó
que su madre estaba en casa de Pastora pues habían matado a Sanchís, que a la noche los del monte
les estaban esperando y este mató a Pirulete pero otro le pegó un tiro en la tripa, y cuándo Curro volvió
ya se había desangrado, estaba moribundo y con tantos dolores que le pidió que lo matara, y lo hizo. Esa
fue la historia que se hizo pública.
El teniente propuso enterrarlo en el pueblo, sin prensa ni ceremonia, para que no hubiese ninguna
filtración y al comandante le pareció un buen plan, astuto y discreto, pero no se atrevió a aprobarlo sin
consultar a sus superiores. El jefe de la Comandancia le dijo que eran un gilipollas y que trajese al jefe
del puesto de Fuensanta, que le repitió la misma historia pero el comandante se enfadó de nuevo y
mandó montarle una capilla ardiente en la sala de banderas de la casa cuartel, con honores de caído por
Dios y por España, que congregara a todos sus hombres, familias y fuerzas vivas del pueblo para que lo
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A la mañana siguiente fueron al entierro juntos. El teniente había interrogado a Pastora el día anterior,
pero volvió a interrogarla a primera hora. No había podido preguntarle qué sabía, y ella se había limitado
a decir que no a todo: no tenía noticias de que Miguel estuviera envuelto en ninguna actividad irregular,
nunca había sospechado que pudiera morir en un ajuste de cuentas, que no conocía ningún dato de la
actuación de su marido durante la guerra que no figurara en sus hojas de servicio. En la carpeta constaba
que ambos habían pertenecido al Partido Comunista a partir del 47, lo que había sido la coartada de
Sanchís para moverse a su antojo y llevar a cabo planes arriesgadísimos, organizar fugas y conectar
entre sí a diferentes grupos.
Esta salió del cuartel andando, franqueada por Antonino y Romero, que la escoltaron hasta el cementerio
para que no fuera sola ni se cayese pues esta andaba sin mirar, como una autómata que caminaba
porque le habían dado cuerda y estaba estropeada, rota, desajustada. Andaba sin disimular su cojera, sin
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esforzarse por equilibrar su cuerpo, sin tirar de su pierna derecha. Aquella mañana se había equivocado
al calzarse, llevaba la cuña que usaba con los zapatos de tacón, pero se había calzado una zapatilla
corriente. Recorrieron muy despacio, al ritmo de Pastora, en silencio, las calles del pueblo. La iglesia
estaba casi vacía, las fuerzas vivas habían decidido ahorrarse el entierro, porque con el velatorio habían
tenido bastante, y sólo habían acudido los chivatos y soplones de la Guardia Civil. Pepe estaba también,
solo, en el último banco, estaba enfermo, tenía gripe. Después del entierro, los niños fueron a la escuela,
y al volver vieron el único taxi de Valdepeñas aparcado en la puerta del cuartel, su dueño estaba
acomodando media docena de bultos entre el maletero y la vaca. Mercedes estaba en el patio, con las
demás mujeres. Pastora estaba sin sombrero pero con el abrigo puesto en el zaguán de su casa, abierta
de par en par, sin rastro de la cortina de chapas que le gustaba tanto a Nino. Se llevaba esto, junto su
ropa, los zapatos, su costurero y poco más, un par de días después iría un camión para trasladar los
muebles. La viuda cerró los ojos, se acercó al umbral de la puerta y lo besó, dejó escapar las últimas
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quieto, mirando para la corteza de la fruta, pero cuando Nino le dijo que su padre pensaba que no podía
vivir en el pueblo, pues era demasiado peligroso, siguió exprimiendo.
Después le preguntó por las clases de francés. Elena había quedado con Nino en que esta le daría
clases, que no le importaba no cobrar, pero que tendría que ser después del verano, pues al marcharse
Filo, las cosas en el cortijo habían cambiado. Chica hacía la recova, Paula se ocupaba del esparto,
Manoli se había convertido en la encargada del huerto, y ella tenía que echarle una mano a quién lo
necesitase. De todas formas, Nino subía a verla de vez en cuando para charlar y coger libros.
Al volver el pueblo estaba muy tranquilo, todos necesitaban descansar. Pepe cumplió su promesa, con
una excepción, al día siguiente, al subir al subir a la casilla vieja se dio cuenta que Paula lo sabía, pero
ella tampoco lo traicionaría.
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338-348 ENFADO DE MICHELÍN
Desde el suicido de Sanchís, Michelín estaba furioso, este acontecimiento y los enormes errores de
apreciación que había cometido antes y después de que se produjera, le iba a costar el ascenso, ese
anhelado traslado a la capital con el que su mujer soñaba desde hacía tantos años.
La paz no duró ni una semana, a mediados de abril, Michelín recibió una comunicación oficial que
anulaba las anteriores, dejando sin efecto los ascensos prometidos, y anunciaba la llegada de un nuevo
sargento, José Luís Mariñas. Antonino, Carmona e Izquierdo se limitaron a “así son las cosas y así van a
seguir siendo”, pero ninguno tenía en casa a doña Concha, abanicándose como una fiera de la mañana a
la noche, sus mujeres no les llamaban fracasado a todas horas, no les acusaban de haber convertido su
vida en un infierno, ni les obligaban a dormir en un sofá, como hacía Concha con Michelín. Ni siquiera
eso bastó para explicar el exceso de furia que convirtió a aquel hombre tranquilo, resignado a la tiranía de
su mujer, en un monstruo que desató una violencia indiscriminada y brutal que Fuensanta no había
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dijeron que estaba bien, que lo pondrían en libertad, pero Antonino salió a decirle que no estaba muy
seguro de que llegara vivo al día siguiente. Aquella noche, Michelín permitió que llamaran a un médico, el
primero que encontraron fue uno muy joven, con la carrera recién terminada. Cuándo se quedó a solas
con Fingenegocios, le dijo que se tenía roto el brazo derecho, que allí no le iban a dejar escayolárselo,
pero que se lo iba a colocar bien, le iba a doler, que no lo moviera, y que cuando llegase a su casa que
mandara a alguien a buscarlo para escayolárselo. Las costillas, la herida de la cabeza y la de la rodilla
solo tenían un arreglo, cama y tiempo. Estas dos últimas se las iba a coser, pues al vendarlo nadie se
daría cuenta. Del ojo izquierdo no le dijo nada pero nunca volvería a ver por él pero seguía conservando
el derecho. A la tarde, al día siguiente salió. Vida, al verlo empezó a llorar, pero Joaquín le dijo que no lo
hiciera, que se pusiera a su izquierda, que lo cojiera por la cintura, que lo mirara, sonriera y lo besara.
Nino observó toda esta escena sin moverse y mirándolo como si nunca hubiera llegado a pagar la deuda
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que tenía con él, aquellos céntimos que le había dejado. Cencerro no quiso ir a su casa, sino que se fue
con Vida a la taberna del padre de su mujer, quería que lo vieran, que vieran que se puede aguantar y,
además, le apetecía una caña.
Joaquín Fingenegocios era huérfano de madre cuando su padre murió en el frente en los primeros meses
de la guerra. A partir de ese momento y hasta que le aplicaron la ley de fugas, su tío fue quien lo cuidó
como un hijo, Lorenzo y Enrique habían sido sus hermanos mayores. El Pirulete también se había criado
en casa de de Pesetilla, pero su infancia no le había estorbado para vender a Elías.
A Antonio Cuelloduro no le había gustado nada aquella boda, habría dado cualquier cosa a cambio de
que Vida siguiera en casa, pelando la pava con un buen muchacho de familia anarquista, pero ella se
había casado por amor, a los 19, con el hijo de un comunista, sin embargo, cuando su yerno se llevó el
vaso a la boca se sintió orgulloso de él. Y cuando le vio tambalearse y desmayarse, fue él quien lo cogió
en brazos, quien lo llevó a casa, lo acostó en su cama y fue corriendo a buscar al médico, los que lo
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una trampa. Michelin no estaba persiguiendo a Cencerro ni a sus hombres, sino su ascenso, lo que más
le importaba. Michelín no conocía el monte ni la mitad de bien que Nino y este lo conocía mucho peor que
los que llevaban diez años viviendo allí. Michelín nunca había estado en ninguno de esos lugares, no
conocía sus características, senderos, distancias etc., y después de la denuncia sabía todavía menos, lo
que lo unía con el dorado sueño de su futuro, estaba empezando a resquebrajarse. Necesitaba hablar
con sus hombres, informarles de la situación ya donde debía desplazarse, por tanto le pidió a Nino que
fuese a avisar a su padre al cruce. A Mercedes no le gustó la idea, se inclinó sobre la mesa, acercó su
cabeza a la del teniente y empezó a gritarle que su hijo no iba a ir a ninguna parte de noche. Michelín la
atacó de vuelta, él también sabía chillar y era el que mandaba. Mercedes le aclaró que en su hijo no, pero
este le dijo que sí, que era el jefe de su padre, además, que Nino iba mucho por allí, que sabía los
caminos, que a nadie le iba a extrañar verlo por aquel camino, además las farolas todavía estaban
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encendidas y que era un camino corto. A Mercedes le pareció mal, Nino nunca estaba fuera a esas horas
y que podría llamar a alguien que tuviese coche para que lo fuese recoger y llevarlo hasta el cruce, a lo
que Michelín le dijo que no podía pedirle eso a ningún civil que Nino era de los suyos y que no contaba
(tras el reproche de Mercedes conforme su hijo también era un civil) y que no podía abandonar el cuartel.
Tal cabreo cogió la madre que estalló, le dijo que era un cobarde, que sabía que ahí fuera, solo, no iba a
durar ni cinco minutos, porque si saliera de noche sin escolta cualquier vecino le mataría después de lo
que le había hecho al pequeño de los Fingenegocios, por eso mandaba a un niño de once años, porque
para matar de una paliza a una criatura era muy valiente, pero para salir a la calle una noche como esa
no. Tras esto Michelín la amenazó, a Nino no le iba a pasar nada, pero como ella siguiese hablando iba a
parir al hijo que tenía en la barriga debajo de un puente pues había una ley para procesar a cualquiera
cuyo comportamiento o el de su familia resultase dudoso durante los años previos al Alzamiento pues
Franco no quería sospechosos en el Cuerpo. Mercedes se sentó, dejó caer los hombros, brazos y manos,
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Entonces entendió que estaba viviendo en un libro, pero no en “La isla del tesoro”, sino en “El decinueve
de marzo y el dos de mayo”, en una guerra sucia de civiles mal armados y echó a correr sin pensar en
nada hasta distinguir la silueta del jeep en lo alto de la cuesta. Aunque no supiera por dónde se iba a
escapar Cencerro, sabía por donde nunca lo haría, porque si los guerrilleros lograban escapar sin tener
ningún encuentro con la Guardia Civil, su padre no moriría en aquel suceso.
Al llegar Nino les explicó que le había mandado el teniente (Romero alucinó), que Cencerro se iba a ir por
la cuesta de la Bicha, mintió, al día siguiente diría que se había hecho un lío, que con el susto se había
olvidado lo de la radio, y había confundido cortijo con cuesta y Bizca con Bicha.
Pero Antonino le preguntó a Romero cuántos hijos tenía (tres) y cuánto ganaba (lo mismo que él “Una
puta mierda”), por tanto este le dijo que por esa cantidad no iban a dejar a dos viudas y a siete huérfanos
cuando lo único que querían era marcharse. Romero estaba de acuerdo, este esperaba que algún día
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todos pudiesen volver a vivir como personas. Finalmente hicieron un plan: Nino había llegado a junto el
jeep pero no había nadie, este estaba abierto y se había metió dentro a esperar porque hacía frio, como
Antonino y Romero no llegaban se había tapado con una manta y se había quedado dormido.
Lo acompañó al jeep, lo ayudó a acomodarse en el asiento trasero, lo arropó con una manta y le dio las
buenas noches. Encendió la radio y contactó con Curro, le preguntó si no habían oído tiros en el monte.
Volvieron a casa a las cinco y cuarto de la mañana, su madre no se había leído el libro, (Nino estaba
preocupado por el destino del Portugués).
En las declaraciones Antonino y Romero dijeron que poco antes de las once habían escuchado un tiroteo,
habían conectado por radio con Curro y Aranz, que no habían escuchado nada, pero podía ser cosa de
que el viento soplaba en contra a su dirección, y se fueron a investigar y se dejaron el jeep abierto
pensando que el otro lo había cerrado. Arriba, a Romero le pareció ver una sombra a la derecha por lo
que tardaron mucho en bajar. Cuando se quedaron sin tabaco fueron a coger más al jeep y se dieron
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Cuando hirieron a Enrique, este tenía cerca otro cortijo de confianza, pero se arrastró como pudo hasta el
de la abuela de Isabel, a esta siempre le había gustado Enrique, pero solo podían mirarse pues su familia
no habría tolerado su relación. Esa noche los perros ladraron y salió tras ellos, y se encontró con Enrique
detrás de un matorral con la pierna ensangrentada apuntándole con una pistola, al final este la guardó
pues por fin podían estar juntos. Isabel lo arrastró hacia la casa, le sacó la bala, lo cosió, subió un
colchón al desván, le hizo una cana y allí le tuvo más de un mes hasta que se puso bien. Isabel ahora era
una mujer nueva, resplandeciente y hermosa, no había quedado nada de la antigua.
Ni el más desconfiado se atrevió a sospechar que un periódico español, ni siquiera clandestino, pudiera
publicar aquella entrevista con aquella foto tan impúdica, por tanto solo podía ser francesa.
El recorte ya había circulado incluso por la casa cuartel, para que los hombres respiraran tranquilos y las
mujeres sacaran sus propias conclusiones.
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"Y pensar que la he tenido tan cerca estos años… ya me habría gustado a mi...", lamentaba Pepe el
Portugués una tarde mientras bajaban él y Nino del Cortijo de las Rubias. De repente Paula le dió un
capón en la cabeza "¿Qué te habría gustado a ti? Golfo". Pepe le preguntó lo mismo a ella y la rodeó con
los brazos para inmovilizar los suyos, la levantó e inclinó su cabeza hacia ella. Paula movía las piernas en
el aire, los brazos en el reducido espacio que la presión de los brazos de su novio le consentía y le dio
patadas hasta que cruzó las piernas y ella no pudo mover más las suyas. Pepe le advirtió que no se iba a
ir de rositas y que le iba a chupar la nariz, Paula le dijo que no lo hiciera, que le daba mucho asco, por lo
que él le propuso que fuese mejor un ojo y ella le informó que no lo soportaba. Pepe la dejó posada en el
suelo, la besó en los labios y le propuso cambiarlo por otra cosa. Paula escondió la cara en su cuello y le
dijo algo al oido que Nino no pudo escuchar pero que a Pepe le gustó a juzgar por la risa que dejó
escapar mientras levantaba el cuello y Paula le besaba la piel con besos pequeños, repetidos, lentos y
húmedos. Pepe le dijo a Nino que se fuera, que era muy pequeño, pero este le preguntó por el aceite que
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en él, porque iba a ser otro niño, uno diferente al que habría sido si no lo hubiese conocido a los nueve
años. Él lo había convertido en alguien distinto, alguien mejor, le había enseñado que clase de hombre
quería ser y a quién quería parecerse. En aquel momento, la vida sin él le pareció tan imposible que
comprendió que algún día él también se marcharía. Pepe se marchaba, y Nino sabía por qué, y aunque
no quisiera pensarlo, llevaba meses esperando su partida. Allí ya no tenía nada que hacer, vino a enlazar
con Sanchís, a organizar aquella huida que no salió bien, y se quedó para ayudar a los que seguían
arriba, para encargarse de las muertes de Comerrelojes y de Pilatos, para supervisar el trabajo de la
imprenta, para escribir los textos, consultando esos libros que tenía tan bien escondidos, para que el
segundo Cencerro lograra terminar lo que apenas llegó a empezar el primero. Una vez terminado su
trabajo, el monte ya estaba vacío y allí no hacía falta. Se abrazaron, Nino lloraba y le dijo que lo iba a
echar de menos, Pepe no lloraba pero le dijo “y yo a ti, camarasa”, y se le quebró la voz.
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391-401 - ESTO ES UNA GUERRA Y NO SE VA A ACABAR NUNCA
Once años después Nino tuvo una cita con una chica. Era a las cinco y media, en Pedro Antonio de
Alarcón esquina con Recogidas. Él llegó diez minutos antes y ella un cuarto de hora tarde (no se
disculpó). Nieves le preguntó por qué quería unirse a ellos, en cambio él le explicó que siempre había
estado dentro, que lo había reclutado un hombre de su pueblo cuando tenía diez años. En cambio ella le
dijo que no estaba para tonterías, con una sonrisita de superioridad, él le informó que su pueblo era en
Sierra Sur, en Jaén, donde estaba la guerrilla, la resistencia armada, los hombres de Cencerro. Ella, con
el aire de suficiencia en el que se refugiaba cuando estaba nerviosa, le dijo que no le sonaba, que lo
único que sabía era que la guerrilla había sido un grave error estratégico. Pero enseguida le cogió por el
brazo y le pidió perdón, lo había ofendido mucho, y le sugirió seguir andando. Después Nino le contó que
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Maribel lo había pillado con otra, se había ido de casa, Nino le dijo que no un millón de veces y se dejó
manejar hasta que esta volvió, cuando esto sucedió él estaba mucho más enamorado de ella que cuando
se casó. Ya habían tenido un hijo que había llegado a ocupar un cargo importante en la dirección del
Partido en Granada. Faltaban pocos días para la Navidad del 1973, y desde hacía más de trece años,
trabajaba en la clandestinidad sin haber tenido ni un solo tropiezo. Él había abandonado el monte, pero el
monte no lo había abandonado a él, su memoria seguía viviendo en su cabeza, le protegía, amparaba,
afiliaba en sus instintos y reflejos, congelaba su sangre dentro de sus venas y le recordaba siempre a
tiempo números, nombres, rostros, hechos y le hacía sospechar y tener trucos para suavizar el terreno.
Después, cuando volvía a casa, horas después de lo normal, Maribel estaba despierta, desencajada y
llorosa, al igual que había visto tantas veces a su madre en la cocina de la casa cuartel. Ella le contaba
que habían detenido a su contacto y que habían caído cinco o seis más, que era un milagro que lo
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hubieran cogido a él y le preguntaba como lo hacía mientras lo desnudaba, él le contestaba que no lo
sabía mientras la desnudaba a ella, un instante antes de que los dos dejaran de hablar a la vez para
embarcarse en otro de los polvos furiosos, memorables, que brindaban a la eficacia de la policía de la
Brigada Político-Social. Aquella tarde de diciembre de 1973 el monte también le avisó, Nino iba a
desconvocar una reunión, creía que todavía estaba a tiempo. Santi era su alumno, y era él quien lo había
metido en el Partido, por lo que no lo iba a abandonar. En cambio, la Social les había metido un hombre
dentro y él lo esposó. Cuando los superiores se enteraron que su padre era cabo de la Guardia civil, le
preguntaron si no le daba vergüenza, y no le tocaron ni un pelo ni siquiera al decirles que no. Cuando
ingresó en la cárcel, sus camaradas todavía estaban sobrecogidos por la detención de Camilo, un
militante legendario, un héroe de la clandestinidad, desconocido incluso para los dirigentes del interior, al
que la policía había capturado unos meses antes que a él. Este estaba contento de haber caído, pues se
sentía fatal por llevar tantos años salvándose siempre y tenía miedo a que pensaran que era un traidor.
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