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Lengua Castellana y Literatura

1º Asignaturas comunes

ABAU Galicia

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
El lector de Julio Verne: episodios de una guerra interminable

INTRODUCCIÓN
"El lector de Julio Verne" (2012) es la segunda novela de "Episodios de una guerra interminable" de
Almudena Grandes. Este proyecto está formado por seis novelas independientes que narran la
resistencia antifranquista entre 1939 y 1964 y homenajean a los “Episodios Nacionales” de Galdós.
Los personajes interactúan con figuras reales y lugares históricos. El protagonista y narrador es un niño
de nueve años, Nino, . hijo de un Guardia Civil que vive en una casa cuartel en Fuensanta de Martos, un
pueblo de Sierra Sur (Jaén). La novela narra cómo, leyendo libros de Julio Verne, aprende la realidad de
la España rural de finales de los 40.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
BLOQUE I
19-27 - BODA HERMANA MERCEDES
En MARZO DE 1947 se casa una hermana de la madre de Nino, esta y sus tres hijos van, excepto el
padre, que no acude por trabajo. En este viaje, Nino se sorprende de la cantidad de flores que hay y de lo
grande que es el mar. En la estancia en aquel pueblo de Almería, sus primos le roban los zapatos para
que juegue como ellos, descalzos por la arena, pero al final su madre los recupera.
En el viaje de vuelta dos guardias y un preso, que estaba esposado a uno de estos, los acompañan. El
preso era moreno, tenía la ropa rota y sucia, piel blanca, mejillas sonrosadas, labios finos, ojos oscuros,
nariz aguileña y un anillo de matrimonio muy reciente; un guardia se llama Macario, que era calvo,
barrigón y conoce a Mercedes y a Antonio y el otro es al que va esposado el preso. Debido a que este

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último tiene piedras en el riñón va al baño, por lo que deja al preso esposado a Nino y Macario le insiste
en que sea guardia civil.

28-29 - CLASIFICACIÓN NIÑOS ESCUELA


Mercedes estaba haciendo una funda para una botella de gaseosa rellena de agua hirviendo que Nino
llevaría ese invierno a la escuela, a partir de ese día sería de los mayores, pues los pequeños llevaban
una piedra caliente liada en trapos.

32-33 - LO QUE QUERÍA ANTONIO Y LO QUE QUERÍA NINO


Antonino quería meter a Nino en mecanografía por si no superaba el 1,60 metros y no podía ser guardia
civil, así podría ser oficinista o secretario y ganarse la vida. Pero él quería conducir coches de carreras o
ser como Pepe el Portugués y tener una casilla vieja al pie de la sierra, una huerta, un caballo y unos
pocos animales, subir al monte a pescar truchas y a coger setas.

34-36 - HISTORIA DE SUS PADRES


El padre de Nino hizo la mili en Melilla, allí se escribía con la hermana de un recluta. Cuándo regresaron
a la península se conocieron, casaron y fueron a vivir a un pueblo entre la sierra y el mar, Valderrubio, en
Granada. Allí nacieron Dulce y Nino (1938), un hijo fortuito, al cual su padre conoció con más de un año.
Había una guerra en España y, Antonio y Mercedes, estaban en una mitad mientras que sus familiares
estaban en la otra, por eso Antonio se alistó, para proteger a su mujer y sus hijos. Tras esto lo destinaron
a Sierra Sur, pero este había dado cualquier cosa a cambio de que no fuese así.

44-47 - NINO CONOCE A PEPE EL PORTUGUÉS


Nino conoce a Pepe cuándo se estaba bañando junto Paquito en el río. Este los apuntó con una escopeta
pues pensaba que eran bandoleros. Tras esto Paquito se escapó pues tenía miedo, pero Nino se quedó
con Pepe para ayudarle a ordenar el molino que le había arrendado a Mariamandil, quemar algunos
muebles y poner cristales nuevos en las ventanas

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56-58 - FILO LA RUBIA Y LAS RECOVERAS
Filo la Rubia era muy guapa, tenía una melena negra y ondulada hasta la cintura, ojos grandes, cuello
largo, nariz fina y labios llenos. Cuándo a las mujeres les afeitaron la cabeza, a ella no, al día siguiente se
hizo trasquilones y la sentaron en medio de la plaza y la raparon como al resto. Las rubias eran viudas y
huérfanas, a los hombres, o los mataron o se habían escapado para salvarse la vida.
La recova era el negocio de los más pobres, pero alguien que trabajaba en un despacho decidió
prohibirla para hacerle la vida más imposible a las mujeres rapadas. La Guardia Civil detenía a las
mujeres que seguían llevando cestas y les volcaban en el suelo los huevos que a ellos no les entraban en
los bolsillos. Durante un tiempo los huevos se pudrieron en los gallineros, pero Catalina la Rubia, un día,
cogió dos docenas de huevos y comenzó de nuevo la venta. Las mujeres se acostumbraron a andar
dando rodeos para asegurarse de que nadie las seguía y así nadie podría denunciarlas por comprar

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huevos de recova. Catalina le pasó el negocio a su hija pequeña, Filomena.

75 - DISPAROS POR LA ESPALDA


La guardia civil no era valiente, asesinaba por la espalda: llevaban a alguien a declarar, después le
decían que podían irse y entonces los mataban por la espalda. Al día siguiente decían que había
intentado escaparse. En cambio, a Laureano, de 17 años, hijo de Pesetilla, lo mataron de enfrente
mientras gritaba “¡Viva la República, muera Franco y abajo la Falange!”, se había dado la vuelta para que
le vieran la cara.

PRIMER CENCERRO
54-55+59 - 15 JULIO 1947 - Nino va al molino junto Pepe, allí ve una sábana blanca en el tendedero seca
y se ofrece a recogerla, pero Pepe le dice que no, que no tiene espacio. También se sorprende porque

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puso cortinas, fechas por Filo, porque no le gustaba que le espiasen (cosa que Nino hacía a veces)
59 - 16 JULIO 1947 - Día de la Virgen del Carmen - Le prohíben a Nino y a sus hermanas salir de su casa
pues encontraron a Cencerro junto a Crispín en casa de uno que se llamaba Gregorete.
61 - Nino admiraba a Cencerro, era el más poderoso, valiente, listo y guapo. Lo admiraba porque hacía lo
que le daba la gana, nadie podía con él. Compensaba el sufrimiento, el acoso y las palizas que sufrían
los suyos.
61- 63 - Los parroquianos de Cuelloduro cantaban la canción prohibida la, “La vaca lechera”, en la
taberna, pues se había convertido en un himno Republicano.
65-67 - 16 JULIO 1947 - Cencerro y Crispín se atrincheran en una casa de Valdepeñas de Jaén. A las
cuatro de la tarde los guardias tomaron posiciones, rodearon la casa e intentaron acercarse, pero los
guerrilleros disparaban a cualquiera que se atreviera a cruzar la calle. La guardia civil lo intentó todo,
finalmente hicieron rodar hasta la fachada bidones de gasolina armados con dinamita y los hicieron
explotar, pero los recibieron a tiros, Cencerro y Crispín habían hecho un agujero en la pared para
refugiarse en la casa de al lado.
68-70 - 17 JULIO 1947 - Al día siguiente la guardia civil volvió a amontonar bidones de gasolina y
dinamita contra la fachada de la segunda casa, explotó y Cencerro y Crispín recibieron de nuevo a tiros a
los guardias, se habían escondido en una cueva que había en el corral de la segunda casa. El tiroteo
duró un par de horas y cuándo cesó, Cencerro y Crispín cantaron varias canciones republicanas y se
suicidaron sobre 150 mil pesetas cortadas en dieciséis porciones cada billete. Tras esto llevaron los
cadáveres a la plaza para enseñarlos a la gente y después cada uno a su pueblo de origen.
70-78 - Mientras el padre debía ir junto el cuerpo de Crispín mandó a sus hijos irse de su casa, Dulce se
fue a casa de Encarnita y Nino y Pepa a junto el portugués. Salieron por la ventana que daba al patio
trasero para que nadie los viese y se marcharon, no podían regresar hasta que los fuesen a buscar. Nino
le preguntó si era porque su padre era rojo, a lo que su madre le contestó que no.
En casa de Pepe asaron unos chorizos, no sin que este descolgase una manta roja, poco común a
mediados de julio. Al asar hicieron humo y el capitán del Ejército de Tierra fue a mirar que pasaba. Pepe
le dijo que asaban y que eran los niños de Antonino, el compañero del capitán, Sempere, los reconoció y
los dejaron estar, no sin antes advertirles que no hicieran humo porque pensaron que eran bandoleros y
otro podría haberles disparado.

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84 - CRISPÍN EN MARTOS
Mientras tanto, en Martos tiraron el cadáver de Crispín en medio de la paza y la banda se puso a tocar
pasodobles y la gente a bailar alrededor del cuerpo. Además, un hombre con traje de los requetés se
subió encima de este a llevar el ritmo, pero el capitán del Ejército de Tierra lo paró todo y dijo que eso era
indigno y se lo llevaron detenido.
85 - CENCERRO EN CASTILLO DE LOCUBÍN
En cambio el cadáver de Cencerro lo enterraron sus dos hijas: lo lavaron, besaron y cavaron su tumba
con las manos fuera del camposanto mientras el cura las observaba de brazos cruzados. Luego lo
cubrieron de tierra, le pusieron unas flores silvestres encima y se fueron.
78-82 - PRIMER CENCERRO (LA PALIZA)
A la noche la guardia civil le dio una paliza a algunos de los vecinos a ver si decían lo que sabían. Tras

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esto, Mercedes le reprochó lo acontecido a Antonino y este rompió a llorar. “En la plaza solo había dos
hombres con cojones, uno estaba muerto y el otro mandó parar la música, yo soy un cobarde”.

SEGUNDO CENCERRO
40-41 - El último día en el que Nino iba a ser considerado pequeño, pues iba a empezar a llevar la botella
con agua hirviendo, la madre de Paquito los fue a buscar al colegio y los encerraron en casa. Ni a él ni a
sus hermanas les dejaban salir, ni siquiera al patio debido a que a la una de la tarde asaltaron al alcalde
de Alcaudete que llevaba 25 mil pesetas. Los asaltantes se las quitaron y le dieron a un hombre enfermo
200 pesetas y 40 duros. Después encerraron en el coche al chofer y al alcalde y tras gritar “¡Viva la
República!” se fueron.
A las 5:30 el dueño de una venta de Castillo de Locubín, mientras recogía, encontró un billete que ponía
“Así paga Cencerro”.

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86 - Un día y medio después su madre los dejó salir, Nino, lo primero que hizo, fue ir junto Pepe a
enseñarle su botella nueva. Después de hacer unos recados fueron por el camino viejo y vieron una
caravana de vehículos militares acercándose muy despacio.

89 - CAMIONES DE JAÉN
Los camiones llegaron a mediados de noviembre, de ellos desembarcaron 20 hombres y se marcharon
cuatro días después sin ningún resultado más que destrozos en casa, huesos rotos y cuatro vecinos
“escapados” y una pareja de recién casados que se fue para el monte.

90-90 - CENCERRO ES REGALITO


El Padre de Nino estaba convencido de que Cencerro era regalito, pues este era muy listo y mataran a su
padre y a Laureano, su hermano.
Mercedes creía que Cencerro era Antonio el Guapo, por lo que Antonino pensaba que su mujer era tonta,
pues ese hombre no existía.

91 - COMISARIO DE LA BRIGADA POLÍTICO-SOCIAL


Cuándo los de Jaén se rindieron vinieron otros de Madrid junto un comisario de la Brigada Político-Social
que tenía un montón de medallas desarticulando grupos comunistas, pero a los de Fuensanta no les
logró sacar ninguna información. El comisario se marchó sin resultado.

91-92 - EMBARAZADAS DE FORASTEROS


Los del monte bajaban a ver a sus hijos y a sus mujeres (que a veces dejaban embarazadas). Los del
pueblo subían, ellas vestidas de hombres para que nadie las reconociese. Todos decían que eso era
mentira, y cuándo estaban embarazadas decían que se acostaran con un vendedor ambulante. Todas
excepto Carmen la Rosa, la mujer de Cencerro, que no mintió, dijo que se había acostado con su marido,
por lo que la metieron en la cárcel.

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93 - EL NUEVO CENCERRO ES MUY LISTO
Si en el pueblo nadie sabía nada es porque ninguno del monte de había podido ir de la lengua, por tanto,
Cencerro era alguien muy listo pues no lo conocían ni los suyos.
94-95 - REGALITO
Regalito era Elías. Este era el hermano de Laureano. Don Eusebio, el maestro, decía que fue su mejor
alumno por ser muy listo y tener una cabeza muy rápida y habilidosa, pero que a la vez también fue el
peor, pues fue al único al que tuvo que echar de la escuela. Elías fue a la escuela durante unos años,
pero después había empezado a asistir por las tardes a las clases gratuitas que el maestre de antes de la
guerra le daba en la Casa del Pueblo hasta que se dieron cuenta que que perdían el tiempo, por lo que
empezó a estudiar por su cuenta, el maestro le daba los libros, hablaba con él, resolvía sus dudas, le
ponía a prueba y en junio lo acompañaba a jaén para que se examinarse por libre en el instituto y

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aprobaba siempre con buena nota. Esto pasó hasta que fusilaron al maestro. Cuándo tenía 14 esperó a
don Eusebio tras la misa, allí se presentó y le dijo que quería sacarse el bachillerato, pero que no lo podía
hacer sin él, por lo que Eusebio le preguntó diversas cosas sobre historia, matemáticas, geografía y
religión, Regalito contestó todo a la perfección por lo que Eusebio (50 años) le empezó a dar clases por
las tardes. Unos días antes del examen el profesor convenció a Pesetilla, padre de Elías, que le dejase a
su hijo una mañana libre para que pusiese ir a clase, allí un niño, Severino el Potajillo, iba con pantalones
cortos, con un tirante cruzado en diagonal, sin camisa, por lo que don Eusebio le riñó y del dijo que si no
venía más decente no le dejaría ir a clase. Por lo que Elías se levantó a preguntarle porqué había sido
así, que él no era así y sabía que el niño tenía 3 hermanos, que su madre trabajaba mucho y no daba a
basto y que a su padre lo fusilaron. Y como don Eusebio con aguantó que se lo dijese sin enfadarse, sin
chillar y sin levantar la voz, no pudo sostener la mirada de Elías le dijo que no volviese. Desde ese día se
evitaban. Elías hizo el examen muy bien pero nunca salió su nota.

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Una noche de primavera de 1946, los guardias fueron una noche a buscarlo y como no se lo encontraron
se llevaron a Pesetilla, su padre, esa noche Elías se subió al monte.

ANTES C.2, DESPUÉS C.1: EN CASA DE PEPE, SANCHÍS VIENE A POR MIEL
99-103 - En agosto se asaban de calor, por lo que su madre no les dejaba salir tras la comida. Esta se
ponía a tomar la siesta y tras quince minutos roncando, Nino se escapaba por la ventana. Curro a veces
lo veía mientras leía novelas de pistoleros o mientras suspiraba por Mariamantiles, pero este no era un
chivato. Nino iba al río o nadar, donde a veces aparecía Pepe el Portugués en calzoncillos y con una
toalla. Pero ese día ya estaba en el agua. Después de bañarse se fueron a comer unos bocadillos y tras
esto Nino se quedó dormido en el sofá, lo despertó el sonido de unos nudillos golpeando contra el cristal,
era Sanchís, que venía a hablar con pepe. A ninguno de los dos le caía bien .
111-112 - A Nino le entró el miedo, pensó que este le podía hacer algo malo a Pepe, pues este venía
solo, (113-114 pero él solo quería miel para regalarle a su mujer, Pastora). Tras relajarse se fijó en un
mancha roja encima de los retales de tela azul que sobraran de las cortinas y descubrió un libro.
99+112 - “Los hijos del Capitan Grant”, era un libro gordo, encuadernado en tela roja, con letras doradas
sobre una ilustración de colores con unos niños rubios, un señor con aspecto de sabio, un capitán de
barco y dos marineros andando sobre hielo, al fondo había palmeras, una playa con gaviotas y un barco
a lo lejos, entre una montaña sobre la que asomaban unos indios con plumas en la cabeza.
112 - Pepe le dijo a Nino que se lo debía de haber caído a uno de Torredonjimeno con el que había
ajustado las olivas y que no lo leyera pues apenas sabía, lo que a Nino le sorprendió pues cuándo pepe
todavía tenía cortinas lo había visto escribiendo y consultando varios libros, cosa que no podía hacer
nadie que no supiese leer. Pepe le dejó el libro, no sin antes sacudirlo para ver si tenía dinero dentro,
pues a la gente le gustaba guardar dinero en los libros.
114 - Trataba de un excéntrico científico francés llamado Jacques Panagel que visita a Mary y Robert
Grant, hijos de un famoso capitán británico al que se creía muerto en un naufragio, para entregarles un
mensaje hallado dentro de una botella descubierta en la barriga de un pez gigantesco. Era una prueba de
que su padre seguía vivo en algún lugar de América del Sur, por lo que sus hijos organizaron una
expedición de salvamento a bordo de un magnífico barco, el Dúrcan.

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103 -111 - SANCHÍS Y PASTORA
Mientras acontece la anterior historia Nino cuenta diversas cosas sobre Sanchís y su esposa, Pastora:
Tenía 31 años y ya era sargento. Era el hombre más atractivo de Fuensanta de Martos, como no podían
soportar la idea de que el galán del pueblo fuera un guardia civil, había corrido tanto la leyenda de
Antonino el Guapo.
Pelo muy negro, ojos muy verdes, cuerpo de atleta, piel bronceada y un perfil que parecía copiado de una
estatua griega, disfrutaba de su trabajo hasta tal punto que había logrado convertirse en un hombre feo.
El secreto estaba en su boca, el gesto mecánico, violento, que tensaba sus labios gruesos, bien
dibujados para desfigurarlos en una línea sutil que expresaba un desprecio incondicional por todas las
cosas
Este solo tenía una debilidad, Pastora, que era Coja pero estaba muy buena. No era guapa de cara, tenía

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ojos preciosos, negros y enormes, nariz fina, muy larga, y su boca también grande, de labios muy
delgados para su tamaño. El pelo, liso, sin gracia, que llevaba siempre en un moño, y el rostro afilado, de
mejillas hundidas y pómulos salientes. Pechos grandes, cintura estrecha, caderas redondas y culo
musculoso. Sanchís le regalaba montones de zapatos, de todos los tipos, y se le caía la baba cuándo iba
con ella por la calle. Ambos cambiaban cuando iban juntos. Ella hablaba y sonreía, porque en la casa
cuartel siempre estaba sola, no le gustaba mezclarse con las familias de los otros guardias. Habían
llegado a Fuensanta cuatro o cinco años antes que Pepe. Unos meses después un criador de caballos
que fue al pueblo le sorprendió que alguien que se pasaba la vida entrando y saliendo de la comisaría, e
incluso yendo a la cárcel viviese en una casa cuartel. La mujer de Carmona ató cabos y sacó la
conclusión de que había sido prostituta

ANTES C.2, DESPUÉS C.1: PEPE CHIVATO, LOS TRAIDORES Y LA NOTA EN EL LIBRO

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114-118 - Dos días después de que Pepe le dejase el libro a Nino fue a buscar a Antonino para informarle
de que mientras recorría el monte buscando miel para Pastora había visto a dos hombres armados en un
paraje escapado, a la altura de las cuevas de la Virgen. Fueron a ver qué pasaba Sanchís, Izquierdo,
Carmona, Arranz, Antonio y Pepe que les guiaría, no sin antes darle un fusil (él estaba muerto de miedo,
pues nunca había usado uno, lo que a Nino le sorprendió, pues pepe solía andar con una escopeta).Pero
les llevó deprisa y sin contratiempos hasta donde pudieron ver las sombras de dos hombres armados
sentados en el suelo. Los guardias tomaron posiciones, y como si pudiéramos olerlos, unos se levantó, el
teniente dio el alto y a cambio recibió un tiro, que no le acertó, entonces Sanchís disparó y le dio en la
cabeza, lo mató, a cambio recibieron dos tiros más y el sargento disparó de nuevo y le dio en la cabeza al
segundo, que cayó con las manos abiertas, levantadas en el aire. Tras recuperarse del susto se dieron
cuenta de que este no había podido disparar, por lo que había un tercero, y el teniente ordenó fuego.
Antonino siempre dijo que cuando giró la cabeza a la derecha vio a un hombre joven y rápido con flequillo
que le pareció Regalito. Las dos víctimas eran el zapatero de Valdepeñas, Sotero Comerrelojes, un
hombre de Cencerro, uno de sus íntimos, y su primo Fermín Pilatos.
A Nino no le gustaba que Pepe se comportara como un chivato.
119-124 - Comerrelojes y Pilatos eran compinches del hombre que entregó a Cencerro y Crispín, Toribio
el Carambita, este era un enlace y una persona en la que Cencerro confiaba mucho. Él y Comerrelojes
relojes estaban liados con la misma mujer, su marido estaba preso, Carambita casado y Comerelojes en
el monte, por lo que se las apañaba para que nunca coincidieron. Un día, Carambita le contó que iba a
vender a Cencerro, pero a ella como le gustaba más Comerrelojes se lo contó y le dijo que le pidiera la
mitad a cambio de no decir nada. Este habló con su primo Fermín Pilatos, juntos amenazaron a
Carambita con denunciar sus planes y le pidieron la mitad a cambio de estar callados, este hizo como
que aceptaba el chantaje, pero había hecho un trato con los guardas y el día del Carmen estaba sacado
del medio con su dinero. Desapareció y hasta hoy Comerelojes se quedó en la estacada, los del monte lo
descubrieron todo y como Carambita ya se había escapado se iban a cargar a los otros dos, pero como
vieron llegar a la guardia decidieron que estos ya les harían el trabajo. Las muertes de Comerrelojes y
Pilatos se convirtieron en un simple contratiempo, “dos menos” era lo que decía todo el mundo, para los
rojos eran traidores y para la guardia, republicanos.
Nino pensaba que no había nada peor que un traidor, aunque sirviera para atrapar a Cencerro, lo que
Pepe le hacía gracia.

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124-128 - A Nino le gustaba mucho leer, pero en verano no adelantaba tanto como en invierno, pero a
mediados de septiembre, Robert y Mary Grant pudieron abrazar a su padre. Él quería otro parecido pero
no sabía dónde podía conseguirlo, a lo mejor Eusebio se lo podía dejar pues este solo le dejaba los libros
a los mayores y Nino ya no era de los pequeños, además sacaba buenas notas. Mientras miraba en las
solapas del libro otras obras del mismo autor, le pareció que la cubierta posterior era más gruesa que la
delantera por lo que abrió el libro y descubrió que la guarda de papel blanco amarillento tenía una
esquina levantada, metió la punta de un dedo y la despegó con facilidad, sacó un papel blanco
rectangular doblado por la mitad que ponía en lápiz “Sotero López Cuenca, Comerrelojes”. Nino sabía
que eso no era nada bueno y, tras repetirse varias veces que el libro no era de Pepe, rompió el papel en
ocho todos y los fue tirando en diferentes agujeros, Pepe era su amigo, a pesar de que nunca podía estar
seguro de nada. Tras lo ocurrido Nino lo siguió pensando todo y nunca volvió a defender a Pepe cuando

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Paquito se reía de él.
El primer día de clase, este lo esperó en la puerta de la escuela para decirle que si le podía devolver el
libro, que ya había encontrado a su dueño, el hermano de María Cabezalarga. Nino le comentó que le
gustara mucho y Pepe le dijo que a lo mejor le podía conseguir otro. Una semana después le dio “La isla
misteriosa”, 2 tomos que le había dejado Filo. Estos estaban encuadernados en tela azul y en su portada
había un volcán humeante y dos hombres avanzando por la selva.
129 - En noviembre, desde el asalto al alcalde de Alcaudete ninguna otra cosa tenía importancia, incluso
los compañeros de Antonino se fueron convenciendo de que este tenía razón, que Cencerro era Elías..

129-131 - EMPIEZA 1948


Nino cumplió 10 años el 14 de enero, Mercedes hizo chocolate y picatostes para que invitar a sus
amigos, Miguel le regaló lápices de colores, Paquito una peonza y Alfredo le dijo que ya le traería algo,

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pero nunca lo hizo, Pepe le regaló su caña vieja de pescar y un libro “Veinte mil leguas de viaje
submarino” que tenía de portada un pulpo gigante, furioso, que asfixiaba el Nautilus. Su padre, a la
noche, tras cenar, lo sacó de casa y lo colocó delante de un poste, sacó una navaja e hizo una muesca
en la madera, le dijo que creciera mucho, pero era mentira, creciera muy poco. Una semana después le
explicó que, ya que le gustaba leer tanto, lo iba a meter en clases de mecanografía, y Nino le dijo que le
gustaba la idea.

BLOQUE II
135-140 - MARISOL Y SONSOLES RODRÍGUEZ PEÑALVA, MEDIAMUJERES
Marisol siempre hablaba de sí misma completando su nombre con sus dos apellidos, Rodríguez Peñalva,
pero en el pueblo todo el mundo la conocía como Mediamujer. El mote se lo había puesto Cuelloduro.
Sus nombres habían sido cuidadosamente escogidos en el santoral para distinguirlos de los que se
repetían entre las muchachas corrientes, se llevaban once meses, pero eran tan diferentes que apenas
parecían hermanas. La mayor era alta, bastante fea de cara, delgada, pecho y caderas bien marcadas.
La menor se parecía a su padre, Michelín, tenía el cuerpo corto y rechoncho, culibajo y la más guapa de
sus hijas, esbelta y plana hasta la cintura pero inmensa a partir de ahí. Con el cuerpo de Sonsoles y la
cara de Marisol habría salido una mujer estupenda.
Doña Concha la Michelina era quinta hija de una familia de la burguesía malagueña (su padre era adicto
al casino), se había criado en un hogar muy distinto de las habitaciones de la casa cuartel. Le gustaba
contar que no podían mudarse a una vivienda independiente y más confortable porque lo prohibían las
ordenanzas, pero no era verdad, si la parte que había heredado de las rentas que su madre logró
arrebatar de su marido hubiera dado para tanto, no habría dudado en cambiar de alojamiento con sus
hijas, dejando allí al teniente, que era el único sujeto en realidad a las normas que ponía como pretexto.
Pero tenían el doble de espacio, una criada (Áurea), un comedor de caoba, un aderezo de coral y dos
mantones de Manila.
El afán principal de Concha era encontrar un marido mejor para sus hijas que el alférez del ejército con el
que había tenido que conformarse su madre. Para lograrlo, las enviaba todos los años a pasar el verano
a Málaga, a casa de su hermana mayor, la única a la que se había casado bien. Allí, Sonsoles estuvo con

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un estudiante universitario, pero la dejó por carta un par de años después. Marisol espabiló y a espaldas
de su madre, empezó a mirar a su alrededor durante todo el año, y se interesó por Pepe.
Después de la muerte de Cencerro enganchó por fin a un hijo de don Justino, que era el olivarero más
rico del pueblo. Pedrito estudiaba Derecho en Sevilla y sólo volvía a Fuensanta durante las vacaciones

140-144 - CLASES DE MECANOGRAFÍA CON LAS MEDIAMUJERES


Unos días después del cumpleaños de Nino, Antonino le dijo que Marisol iba a ser su profesora de
mecanografía, pero al final fue Sonsoles, pues a la madre de estas no le parecía bien que Marisol, recién
comprometida, trabajase.
Salvador Michelin se ofreció a resolver el dilema de Antonio, que no tenían dinero para pagar unas clases
de mecanografía en condiciones, pues este sentía que debía solucionar los problemas de sus hombres,

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
pero lo único que solía provocar a la larga era problemas.
Durante casi un mes y medio estuvo haciendo planas. Su profesora estaba ausente pues o aprovecha
para hacer recados o se sentaba en una silla a leer novelas rosas pues ahora Marisol no salía pues no
convenía que la viesen demasiado por la calle, pues estaba comprometida, y no estaba bien visto que
saliese ella sola. Esto pasaba siempre y cuando no estuviese Antonino de guardia, porque cuando esto
ocurría Sonsoles se sentaba al lado de Nino a corregirlo.

145-151+156-167 - AMENAZAS DE VIOLACIÓN DE Sanchís A FILO, Sanchís LE PINTA LAS UÑAS A


SU MUJER, OPINIÓN DE PEPE AL RESPECTO Y LOS CANGREJOS
Una soleada tarde de marzo Sanchís interrumpió abruptamente una de aquellas clases. La razón estaba
en el monte, el nuevo Cencerro había multiplicado su actividad. A mediados de febrero algunos cortijos
abandonados habían amanecido pintados de arriba a abajo con insignias revolucionarias y a principios de

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marzo ya circulaba un boletín con textos tan bien escritos en los que todos terminaron por ver en ellos la
mano de Elías. A partir de entonces la guardia civil no tuvo otra prioridad que encontrar la imprenta de
donde habían salido aquellos folletos. Y uno de los lugares donde investigaron fue en casa del Portugués.
Como allí no encontraron nada fueron a hacer una inspección minuciosa en el cortijo de las rubias, y no
encontraron nada, pero con el fin de que se hubieran bajado la guardia por el primer registro volvieron a
los diez días, y tampoco la encontraron, pero hallaron un rollo de pleita que habían encontrado escondido
al fondo de la despensa, debajo de un montón de patatas. Filo dijo que era de ella y la llevaron al cuartel
pues estaba prohibido coger esparto sin una licencia que expendía la guardia civil, pues su venta estaba
regulada. Cuando esto sucedía, lo habitual era que les requisaran el rollo, les tomaran declaración y la
soltaran, pero esta vez a Filo no la soltaron. Sanchís la empujó hacia el calabozo, pero ella no entró, se
negaba, y Sanchís la amenazó con violarla; allí también se encontraba Curro, que no decía nada,
Sanchís se desabrochó el cinturón, acercó su cara a la de Filo y sus narices se rozaron. Nino le pedía
mentalmente que entrase, pero ella no entraba, también le dijo con los ojos a Curro que hiciese algo, pero
este, a pesar de entenderle, miró para otro lado y no dijo nada, con ese gesto comprendió que estaba
solo y se levantó haciendo chirriar las patas de la silla contra las baldosa, Filo lo miró con asombro y
Sanchís con recelo. En ese momento entró Sonsoles, Sanchís ya no estaba encima de Filo y ella había
soltado los barrotes. Sonsoles se marchó y el sargento cogió a su detenida del brazo, la separó de la
puerta, la abrió y la Rubia entró. Nino también se quiso ir pero Sanchís no le dejó, le mandó rellenar la
denuncia de Filo y completarla con sus datos y lo que había pasado y le pidió que tras acabarlo se la
llevase a su casa. Cuándo terminó de escribirla, fue a llevársela, encontró la puerta de su casa abierta,
entró y vio a Sanchís y a Pastora al otro lado de una cortina que ella había confeccionado atando tapones
de botellas de todos los colores, Pastora estaba descalza y Sanchís le pintaba las uñas de rojo (color de
las prostitutas), cosa que era considerada de maricas y por parte de Pastora, de prostitutas. Lo curioso
era que ninguna mujer se pintaba las uñas de los pies, solamente se pintaban las de las manos en días
de fiesta, día en el que Don Bartolomé solía decir que el diablo corrompía a las muchachas inocentes con
la falsa tentación de una belleza de los maquillajes y la ropa ceñida.
Tras ver todo esto, Pastora descubrió a Nino, que se adelantó para decir hola, y Sanchís se enfadó, dijo
que el papel lo tenía que dejar en la comisaría. Al volver se encontró con la puerta del calabozo abierta,
Romero le dijo que el teniente soltara a Filo.

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A finales de marzo, Nino le preguntó a Pepe que si a él le gustase mucho alguien, si le pintaría las uñas,
a lo que él dijo que eso era de maricones.
Ese mismo día fueron a buscar cangrejos, muchos se los comieron juntos y otros tantos se los llevó Nino
en una tartera de aluminio, ya se la devolvería en el cruce al día siguiente.

151-153 - UNA HISTORIA ANTERIOR PARECIDA: FERNANDA LA PESETILLA


Una noche, poco antes de Navidad detuvieron a Fananda la pesetilla, le preguntaban dónde estaba su
marido, pues ella estaba embarazada, Curro le preguntaba y ella decía que fuera un forastero, que no era
de su marido, como esta no daba información pasó a hablar Sanchís, que la amenazó con violarla, pues
“si no nos dices dónde está tu marido, será que te apetece”, hasta que le cedió el turno a Sanchís, que la
amenazó con violarla y Curro le pidió que parase pero no le hizo caso, por lo que Nino empezó a golpear

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con su mano contra la pared para despertar a su padre, le dijo que chillaban mucho y no podía dormir,
por lo que Antonino fue a casa de este y los gritos cesaron. Le dijo que debía de haber tenido una
pesadilla, que Curro estaba durmiendo.

169-176 - LAS RUBIAS


En el cortijo de las Rubias vivían 6 mujeres y tres niños. Catalina, alta, corpulenta, con un esqueleto
concebido para sostener unas carnes que ya no conservaba, había tenido 9 hijos, aunque el más
pequeño había muerto antes de llegar a adulto. De joven había sido muy guapa. Tenía un rostro
anguloso, nariz elegante y ojos almendrados sumidos entre los pliegues de una piel quebradiza, seca y
arruinada por el tiempo y la indiferencia con la que miraba a todas las cosas. Tenía el pelo cano, siempre
recogido en un moño. Tenía muy mal carácter y 50 años escasos. Sus hijas eran:
● Paula, la mediana, era hosca y callada, y perpetuamente absorta en sus asuntos. Era muy

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orgullosa, casi altiva y tenía la capacidad de abandonarse a la cólera por completo.
● Catalina, la mayor , la llamaban Chica, era más tranquila y a ratos hasta dulce, quizá porque
pasaba mucho tiempo con su novio.
● Filomena, su rabia era más limpia y más sincera e inocente. (56-58 - FILO LA RUBIA)
Las Rubias eran muy parecidas, daba la impresión de que sus padres habían ensayado con las dos
primeras para triunfar con la última, no podía saber si con los hombres pasaba lo mismo pues Nino no
había conocido a ninguno. Chica era tan guapa o más que Filo, aunque había algo que fallaba. Su cuerpo
tenía las mismas proporciones que el de su madre, pero 4 dedos menos de altura. La más alta era Paula,
tenía las piernas larguísimas y mejor tipo de la tres pero era menos guapa pueshabía heredado la dureza
de los rasgos de su madre, sin la dulzura de los ojos de sus hermanas. Filo reunía lo mejor que les había
tocado a las dos mayores.
El primogénito de Catalina fue uno de los últimos que habían muerto al frente y su marido, uno de los
primeros fusilados de la posguerra. Su hijo Nicolás murió en los brazos de su madre a los 8 años entre
convulsiones de una fiebre altísima, mientras ella lo llevaba por el pueblo suplicando ayuda que nadie
quiso prestarle. Esto pasó en 50 días, por lo que Catalina se convirtió en una roca de granito. Aquel día,
el de la muerte de Nicolás, aprendió que no había piedad y que no tenía esperanza ni futuro pero
conservaba a sus tres hijas y le vivían 4 varones más, desperdigados por el mundo: Méjico, Argelia y los
dos más jóvenes en Francia, a donde llegaron tras vivir en el monte un tiempo. Francisco y Anselmo, al
primero lo sacaron del país en abril del 1947 y al segundo en julio. (una semana antes que lo de
Valdepeñas).
Doña Elena también era roja, esta estudió magisterio, allí conoció a un sevillano y se casó con él. Él
consiguió una plaza en Carmona, donde Elena trabajó como maestra. Tuvieron dos hijas, la mayor no
quiso hacer bachiller y se fue a vivir para Oviedo, la única ciudad asturiana que había caído en manos de
los rebeldes, y la otra se fue a estudiar Bellas Artes en el curso 35/36 a Madrid, donde se casó por la
Iglesia antes de cumplir los 20 años con un hombre formal y católico. Cuando la sublevación partió a
España en dos mitades, las opiniones científicas del marido de Elena lo llevaron a la cárcel por ateo, ella
se quedó sola, incomunicada con sus hijas.
Su marido seguía bien, pues era un hombre fuerte y optimista pero el día que cayó en Madrid, 48 horas
después, Elena se encontró con un hombre diferente, que no tenía fuerzas para sonreír. Dos semanas
más tarde murió de pena, esta le escribió a su hija mayor para decírselo, a lo que ella le contestó que

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solo podría esperar de Dios se apiadara de su alma errada y pecadora. La respuesta le pareció tan cruel
que se dijo que no iba a escribirle de nuevo, pero lo tuvo que hacer para poder ponerse en contacto con
su hija pequeña, pero solo pudiaron encontrar una niña llamada Elena, hija de Felipe Ballesteros y Marina
González, que llegara as hospicio desde una guardería dónde se ocupaban de los huérfanos que dejaban
los bombardeos. Doña Elena fue a Madrid a recogerla y se volvió a Carmona. En el invierno de 1941, una
de las amigas que había hecho en la cola de la cárcel le habló de la situación de una presa de Sevilla que
estaba viuda y que había ingresado con sus dos hijos, pero que ahora se los iban a quitar, por lo que
Elena se hizo cargo. Esta señora, Manoli, informó a la madre de su marido y esta, Catalina la Rubia, los
fue a buscar. Allí Catalina y Elena se hicieron amigas, por lo que Catalina invitó a Elena a pasar el verano
siguiente en Fuensanta de Martos y a esta le gustó tanto que volvió todos los veranos, hast aque en
1945, que soltaron a Manoli que estaba presa pues su marido, Blas el Rubiio, había participado en el

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asalto al cuartel donde los guardias civiles y los falangistas de sublevaron sin éxito el 18 de julio de 1936.
Al volver a Fuensanta, Manoli (aspecto insignificante, baja y menuda) se instaló en el cortijo de su suegra
con sus hijos, Blas y Pedrito, al igual que doña Elena y su nieta.

INICIO DE NINO EN LAS CLASES DE MECANOGRAFÍA DE ELENA


177-180 - Mercedes le contó a Nino que se había encontrado con Filo y le contó que coincidió con él el
día que la detuvieran y que se había dado cuenta de que sus clases no iban bien, cosa que Antonino ya
se había dado cuenta pues cuándo estaba de guardia le parecía que seguía escribiendo demasiado
despacio. Por lo que iba a cambiar de profesora, pero no se podía enterar nadie, pues era Elena. El
padre, le había contado al teniente y a Romero que Nino iba a dejar las clases pues iba ir a echarle una
mano a Pepe para acondicionar una tierra que había arrendado más allá del cruce, pero realmente iba al
cortijo de las Rubias.

Reservados todos los derechos.


Pepe le dejó dinero a Antonino para dárselo a las Rubias para rescatar la máquina de escribir de doña
Elena que habían empeñado.
177+180-188 El día de la primera clase, Nino, por el camino, estaba nervioso, se sentía como un soldado
penetrando en el campo del enemigo, para relajarlo Pepe le contó la historia de las Rubias (169-176).
Hasta aquel día Nino solo las conocía de vista a excepción de Filo, con la que ya había hablado algunas
veces. Aquella tarde ellas estaban simpáticas con Nino, pues porque estaba en su terreno o porque se
alegraban de haber podido recuperar la máquina y los pequeños ingresos que esta podía generar, o
quizá, porque quién la había llevado fue Pepe, que salía con Paula.
La primera clase fue para conocerse, merendaron pestiños con limonada y le enseñó su casa.que era
blanca, bonita, pequeña y limpia, estaba escondida entre los árboles y rodeada de macetas, tenía una
solo habitación cuadrada y el suelo estaban alfombrados con esteras de esparto. Las ventanas estaban
pintadas de azul y tenía una cocina que no usaba, pues comía y cenaba en la casa grande. Entre dos
mesillas con encimeras de mármol blanco había una cama de matrimonio con cabecero de hierro forjado,
cubierta por una colcha de terciopelo rojo oscuro y flecos de seda. También había una mesa y sillas de
madera tallada que ocupaban el centro del cuarto. Sobre la pared frontal de la puerta había cuatro hileras
de cajas de fruta que contenían limpios y ordenados más libros de los que Nino podría imaginar, y sentir
cómo las piernas se le doblaban, leyó un montón de capítulos saltando de un cajón a otro, hasta que
logró cerrar la boca y respirar por la nariz. La conclusión que sacó es que Elena era muy feliz, cosa que
no era cierta. En Carmona ella tenía más, ahí tenía poco más de 3000 pero en Carmona tenía casi 5 mil,
que tuvo que vender , junto la casa, los muebles, todo excepto la cama, la mesa, su butaca favorita y los
libros sin lo que no podía vivir y los que ayudarían a vivir a su nieta, que no le gusta leer.
Tras esto Elena le dijo que podía coger uno, cuándo lo acabase lo devolvía y podría llevar otro, a lo que
añadió que todavía no se lo habían devuelto “ Los hijos del capitán Grant”. Nino escogió “Cinco semanas
en globo”. Elena puso encima de la mesa una funda de cartón azul marino, cuándo la abrió descubrió en
su interior una máquina de escribir pequeña, más antigua pero más liviana y graciosa que la de la oficina.
Después le expuso que la mitad de las clases las iban a dedicar a mecanografía y la otra mitad a
taquigrafía, pues saber una cosa sin la otra no valía para nada. Hasta que Pepe tocó con los nudillos en
la ventana, venía a recoger a Nino y a enseñarle un camino que podía usar para no pasar por delante del
cortijo, para cuándo tuviese que ir solo.

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Al final del camino Nino le preguntó a Pepe si se pasaba la vida en el cortijo de las Rubias, este
últimamente iba bastante a ver a Paula. Nino le dijo que Filomena era mucho más guapa y que Paula
tenía peor mala leche, pero a Pepe le gustaba por eso.

189-198 NINO CONTENTO


A partir de ese momento Nino estuvo muy contento, durante toda la primavera, abril, mayo y 25 días de
junio. Doce semanas enteras de la mejor vida que había tenido jamás, días libros, de palabras, de risas,
días cómplices de los amores del Portugués, de la casa de doña Elena. Fueron días emocionantes, días
aventureros, secretos, casi clandestinos, en los que pasaron muchas cosas que no podía compartir con
nadie. Doña Elena sabía muchas cosas, ella siempre contaba historias, esta le enseñó taquigrafía y
mecanografía y cuándo dejó de ser inocente, le enseñó todavía más cosas, le habló de Ulises, Newton,

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El Cid, Almanzor, Mozart, la guerra de los 100 años, poemas, romances, canciones, letrillas, refranes,
adivinanzas, y muchas palabras en muchos idiomas distintos, pero sobre todo le enseñó un camino, un
destino, una forma de mirar el mundo, y que las preguntas verdaderamente importantes son siempre más
importantes que cualquiera de sus respuestas. Nino nunca se había sentido tan bien, si no podía ir junto
Pepe o Elena ee quedaba en casa leyendo. Las novelas de Verne también eran un pretexto que le
consentía empezar a preguntar, sobre historia, geografía, física, globos aerostáticos, submarinos, rutas
de navegación, laboratorios... aquellos libros le irían llevando hacia otros libros, otros autores a los cuales
leería con la la misma avidez, porque le hacían descubrir mundos distintos, pero igual de fascinantes, que
terminaba de explorar haciendo preguntas, sobre asuntos cuya asistencia había ignorado siempre, a una
mujer que siempre sabía cómo contestarle.
Una noche, su padre, le dijo que cuando terminara la máquina podría ajustar un precio con doña Elena
para que le aprendiese francés. Cuando terminó el curso, era capaz de escribir a una velocidad razonable

Reservados todos los derechos.


textos consentidos, aunque en taquigrafía iba un poco más retrasado.
Eusebio lo empezó a mirar muy serio, con cara de miedo, como si el destino le estuviera castigando con
un segundo Regalito. Cuando le dieron las notas protestó, lo hizo con naturalidad, le dijo que no estaba
de acuerdo, que no sabía porqué le había puesto un 5 en historia si había hecho el examen muy bien.
Cuando estaba preparando el examen, doña Elena le dio el libro “2 de mayo”, que a Nino le encantó.
Eusebio le explicó que el examen debería de haberlo suspendido pues nunca había leído tantas
insensateces juntas sobre el 2 de mayo de 1808. Nino intentó razonar, pero el profesor le dijo que no
había manera, que si había leído un libro que no fuese el que él mandaba, lo había hecho muy mal, y se
enfadó. Sudaba como si tuviera fiebre, los ojos hirviendo, los puños apretados y los labios temblando de
indignación. Nino nunca había tenido tantas razones para enfadarse con él, le pareció un hombrecillo
patético. Aquella tarde, para que no se equivocara al juzgar a su profesor, Elena le contó la historia de
Elías. Le explicó que no era una mala persona, era un hombre culto y amable pero que también era
cobarde, ante la menor crisis, el miedo le dominaba hasta el punto de hacerle parecer tonto ante un niño
de 10 años. También le explicó que él, que era valiente, tenía que hacerse más listo, más astuto, más
consciente del peligro que correría si seguía poniéndole en el examen lo que ella le contaba.

199-207 - ANTONINO ASESINO


El 25 de junio, el cartero subió hasta el Cortijo de las Rubias para entregarle a Catalina un sobre oficial de
la Capitanía General de La Coruña. Este informaba de la muerte de Francisco Rubio Martín, hijo de
Catalina, de 28 años de edad, en la tarde de junio de 1948. Este conducía un automóvil que no respondió
el alto y se produjo un tiroteo en el que resultaron muertos un guardia civil y tres de los ocupantes del
vehículo, el cuarto fue herido, identificó a sus compañeros e intentó darse a la fuga, pero fue abatido a
tiros. El Rubio se había casado dos semanas antes. Había muerto intentando sacar a tres guerrilleros
gallegos del país, al igual que otro hombre le había sacado a él de Sierra Sur un año y medio antes. Paco
había muerto por la libertad de España, como un luchador, como un héroe del pueblo, era la muerte de
un supervivientes seleccionado para vivir, un hombre que podría haberse quedado en Francia o haber
emigrado a América, que podría haber disfrutado de su luna de miel, haber encontrado un empleo, tenido
hijos y una vida feliz hasta morir de viejo, pero había malbaratado al regalo de su propia suerte en un acto
fatal de generosidad o de locura. Ese día, cuando Nino llegó a la Castilla vieja la encontró desierta y
cerrada con llave, sin embargo cuándo empezó a bajar hacia la casa grande vio que las ventanas

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estaban abiertas y se le ocurrió acercarse a preguntar. No había vuelto por allí desde que Pepe me
acompañó por primera vez. Al llegar no vio a nadie, pero escuchó algunos gritos, un rumor confuso de
quejas y llantos que provenía de la fachada delantera, Nino estaba seguro de que iba a ser bien recibido
en la casa, pero se equivocó. Todo pasó muy deprisa, los ojo de Chica estaban húmedos, blandos y
rojizos de haber llorado mucho, al cruzarse con los de , primero viajó al asombro, después al miedo y
finalmente a la cautela, esta estaba apoyada en la pared. Manoli estaba sentada en una mecedora con
Pedrito encima, Paula junto la puerta, inmóvil, contra el cuerpo del Portugués, Catalina sentada en el
centro del banco de mimbre, muy pálida, su cabeza desmayada en el respaldo, las piernas separadas y
los brazos abiertos, como una muerta; doña Elena a un lado y Filo al otro, las dos mirando su ojos
húmedos, blandos y rojizos de haber llorado mucho. Hasta que Catalina abrió los labios, me señaló con el
dedo, mientras su nieto Blas avanzaba hacia mí “¿Qué hace ese aquí?, he dicho que no quería verle”.

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Nino sintió que tenía los pies clavados en el suelo. Catalina se levantó y dijo que no necesitaba su dinero.
Entonces Elena le dijo que se callase y la agarró del brazo pero La rubia la apartó de un manotazo pero
ella volvió a insistir, entonces Elena miró a Nino y le pidió que se fuera y sus pies obedecieron. Mientras
se iba Catalina le dijo que se fuese tranquilo, que en el cortijo nadie lo iba a matar como hizo su padre
con Fernando el Pesetilla. Para él el suelo se hundió, la tierra se abrió y cayó, entre rocas incandescentes
que ardían dentro y fuera de él, tenía los ojos cerrados y los párpados apretados, mientras, Elena le riñó
a Catalina diciéndole que solo era un niño, pero ella le insistió en que era el hijo de un asesino y que
cuando creciera iba a ser igual que su padre y Nino levantó la voz y la cabeza y le gritó en repetidas
ocasiones que su padre no era un asesino pero Blas lo derribó de un puñetazo, pero él se levantó
enseguida, lo embistió con la cabeza y le hizo daño y empezaron a pelearse hasta que Pepe los separó y
lo intentó retener, pero Nino salió corriendo, ahora sabía la verdad. Al llegar a su casa su madre le
preguntó qué le pasara pues tenía la cara magullada, la camisa arrugada y las piernas llenas de rasguño,

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Nino le puso la escusa de que se había caído y que doña Elena no Luego le dijo que se iba a la cama,
que no cenaba que le dolía l barriga, ella sabía que Nino había descubierto que no había piedad ni futuro
para un niño como él.
209- 213+217-218 - Pepe fue buscar a Nino después de pasar más de un día sin hablar con nadie a parte
de su madre, que de vez en cuando entraba en su cuarto para preguntarle como estaba, a lo que Nino
contestaba con las manos en la tripa y cara de enfermo que muy mal. Realmente se encontraba muy mal,
peor que en cualquier otro momento que pudiera recordar, se sentía vacío, hueco por dentro, sentía una
devastación fulminante y radical de todo lo que le rodeaba y de todo lo que había brotado en él gracias a
la alegría de aquella primavera.
Nino no quería hablarle a Pepe, pensaba que este no debería de estar con él y que no debían ser
amigos. Pepe se echó a reír, lo cogió por los hombros y le obligó a mirarle, al verle sintió una puntaza de
nostalgia por todo lo que iba a perder, se le partía el corazón de solo pensarlo. Nino solo tendría que
aprender a pensar, hablar y a llamar las cosas por otros nombres. Aprender que su padre se había
limitado a aplicar la ley; que eran delincuentes, Elías que se había fugado al monte después de faltarle al
respeto al maestro, las mujeres que vendían huevos de recova y las que los compraban, los vecinos que
cogían esparto del monte, los que hacían pleita, Cencerro, su mujer por quererle, por acostarse con él y
decir la verdad, sus amigos, hermanos y vecinos por ampararle, los taberneros que fingían haber perdido
los billetes con la firma de Cencerro, Cuelloduro por pagar una ronda cada vez que aparecía uno y los
gente por aceptarla y cantar “La vaca lechera”, Fernanda la Pesetilla por no haber querido entregar a su
marido y su madre por ir vestida de luto y colgar sus ropas en el balcón cada vez que mataban a un
bandolero u hombres del monte. Tenía que aprender que los chivatos y traidores eran ciudadanos
ejemplares y los cobardes personas tranquilas, honestas, amigas de la paz y el orden. Pepe le contó que
si su padre se hubiera negado a matar a Pesetilla, le habrían formado un consejo de guerra por
subordinación. Es posible que le hubieran condenado a muerte o simplemente lo habrían encerrado en
una prisión militar, cumpliendo una pena muy larga. Su madre viviría de alquiler, sin pensión, sin ningún
derecho a nada, tendría que matarse a trabajar para que Pepa lograra comer mal todos los días. En el
mejor de los casos, Dulce estaría sirviendo en una casa y él, levantándose a las cuatro de la mañana
para dar de comer a las mulas en un cortijo. Le explicó que la muerte de pesetilla fue un asesinato, pero
que su padre no era un asesino, él solo cumplía órdenes. La noche en que alguien fue al cuartel a vender
a Regalito, afirmando que escondía armas en el desván de su casa, como Antonino no había matado a

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nadie el teniente decidió que debía matarlo, para asegurarse de su lealtad. Su padre no lo mató porque
quisiera, lo hizo porque midió las consecuencias, no podía negarse a matar. España se había convertido
en un país de asesinos y asesinados, donde se detiene a la gente por capricho, se totura después de
detenerla y luego se la mata o no según se le dé al que mande; un país donde no había tribunales, ni
jueces imparciales, ni abogados, ni derechos, ni,garantías, solo fosas abiertas. La guerra no había
terminado, y la gente luchaba en el bando que le había tocado, si Antonino hubiera podido elegir, habría
escogido una vida distinta, pero en España ya nadie podía escoger su propia vida.
213-216 - Pepe también le explicó que Antonino le había contado que a dos hermanos de su madre los
habían fusilado en Almería en 1939, y que a su abuelo, y a un hermano, y a dos primos de su padre, los
fusilaron por las mismas fechas en Castillo de Locubín. Que se habían dado tanta prisa, que Antonino no
había sido capaz de llegar a tiempo para evitarlo, porque los que lo mataron no sabían que uno de sus

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hijos era guardia civil. Por eso Antonino no había querido volver a Valdepeñas, que nunca iba a llegar a
cabo y que nunca le iban a conceder un cambio de destino, pues querían ponérselo difícil, tenerlo allí
bien vigilado por si tropezaba, no acababan de fiarse de él. Por esa misma razón, no podía pedir un
anticipo de 130 pesetas y había recurrido a Pepe para hacerle de tapadera. Él era guardia porque el 18
de julio de 1936 estaba en un pueblo donde triunfó el Alzamiento y allí nadie conocía los antecedentes de
su familia ni de la familia de su mujer y pensó que alistarse era la mejor manera de que no les pasara
nada a ninguno si en algún momento llegaban a conocerse (los antecedentes). Él luchó en el bando que
ganó la guerra por estar en aquel lugar, si hubiera estado en su pueblo habría estado en el que la había
perdido, pues era un jornalero sin tierras y todos los jornaleros sin tierras lucharon en el mismo bando. Él
había ganado contra su familia y le destinaron a Valdepeñas de Jaén dónde todos los vecinos se
acuerdan quiénes eran los Carajillas, que estaban afiliados al sindicato de jornaleros y que habían votado
al Frente Popular. Además, su abuelo Manuel era íntimo amigo de Pelegrín Martos Peinado, el alcalde

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vitalicio, el alcalde más famoso de todo Jaén, porque fue el único del Frente Popular que siguió en su
cargo desde que ganó las elecciones hasta que acabó la guerra. Cuando los franquistas ganaron, se
vistió con traje, se fue al Ayuntamiento y allí esperó a que lo detuvieran. Los vecinos lo respetaban y
querían mucho. Su abuelo era anarquista pero desde niño se juntaba con Peligrín y tocaban en las bodas
y fiestas, y ellos solos, muchas tardes, por gusto. Pelegrín tocaba el violín, Manuel el acordeón y Silbido
la flauta travesera. Cuando terminó la guerra a Pelegrín lo detuvieron y lo metieron en la cárcel para
juzgarlo públicamente pues era un símbolo de la República, les convenía hacerle fotos para sacarlas en
los periódicos. Eso le salvó la vida, porque le condenaron a muerte, pero no quisieron matarlo pues
preferían humillarlo, por lo que le conmutaron la pena por cadena perpetua, y allí sigue, y seguirá hasta
que muera. Sin embargo, a Silbido y a su abuelo los mataron sin juicio, les obligaron a ir tocando
pasodobles por la calle hasta la plaza, los subieron al camión, y nadie los volvió a ver.
219-224 - Tras contarle todo esto, Pepe le dijo que ahora él tenía que decidir cómo quería vivir a partir de
ese momento, calculando bien las consecuencias. Que sabía que era difícil en una situación como la
suya. Nino empezó a llorar y Pepe lo abrazó, le explicó que si no quería ser su amigo lo aceptaría y lo
echaría de menos, pero que no le iba a pasar nada peor, pero si le decía a su padre que no quería volver
al cortijo nunca más, antes o después se enteraría de lo que había pasado. Se sentiría mal que sería
posible que se quisiera vengar de Catalina, por lo que le haría la vida imposible, por lo que también
cobrarían Chica, Paula, Filo, Manoli y sus hijos y Elena y su nieta. Por otro lado, tenía la opción de no
decir nada. Nino se sintió pequeño, débil e inutil, mientras que a Pepe lo veía muy grande. Finalmente, le
dijo, hablando fuerte, seguro e impecable, que debía de pensar sobretodo en sí mismo y que había
personas que creían que en España las cosas eran como debían ser, otras que no estaban de acuerdo
pero que no lo expresaban en voz alta por miedo, y luego, algunas que actuaban de acuerdo con sus
ideales porque creían que correr el riesgo valió la pena. Para acabar el sermón, Pepe le preguntó qué
clase de persona iba a ser, un hombre valiente o un cobarde. Posteriormente, Nino se echó a llorar de
nuevo y Pepe lo abrazó de nuevo. No podía ser tan difícil decidir, pensaba Nino, fingir era fácil, él llevaba
toda la vida fingiendo y mintiendo así mismo y a los demás desde que Dulce le enseñó a mentir, por él ,
por ella y por Pepa, desde que le explicó por primera vez que los gritos que los despertaban por las
noches eran gritos de mentira de actores y actrices en una película. Su padre y su madre también sabían
mentir en un instante, sin vacilar y sonreían, por tanto era fácil mentir, fingir, ocultar la verdad y sonreír.
Tampoco era difícil comprender que su vida era una mierda, en la cual sabía vivir.

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224-231 - Cuándo Nino se hartó de llorar le preguntó a Pepe si iba a ir por el cortijo, para que le dijese a
doña Elena que el día siguiente a las cinco estaría arriba. Al escucharlo, Nino distinguió en el cuerpo de
Pepe alivio, cerró los ojos un instante y aflojó todo su cuerpo. En ese momento Pepe comenzó a hablar
como siempre, mirarlo como siempre e incluso de dio una palmada en la espalda como siempre que
estaba contento, Nino sabía que se alegraba por él pero había algo más que no lograba descubrir que
era, su repuesta lo había aliviado más de lo que demostraba, Nino confiaba en Pepe y este no dudaba
que él se preocupaba por él, al igual que Nino se preocupaba por Pepe, en Fuensanta de Martos, 1948,
la preocupación era el indicio más certero de amistad y cariño, pero Nino no se sacaba de la cabeza la
sensación de que había algo más, otro interés oculto, por lo que sospechaba que Pepe no se lo había
contado todo. Mientras pensaba, Pepe le empezó a contar que su relación con Paula no estaba muy bien,
hacía 10 días que no le hablaba, por lo que subía al cortijo solo por él, que si Paula lo veía le iba a caer

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
una buena. Los motivos: el mes pasado, había ido a Jaén a comprar pienso y allí se encontró a uno de su
pueblo que le invitó a tomar una copa y para compensar Pepe lo invitó a él a otra, al final, que entre ronda
y ronda, acabaron a las tantas en una venta de las afueras en el que había unas tías que estaban muy
buenas. En el mostrador había una chica rubia teñida que compara con una lancha neumática, tenía el
culo como una pera gigantesca, las tetas, como sacos de arena, duras y blandas al mismo tiempo,
elásticas y redondas. Esta lo sacó a bailar, y se le pegó como una lapa, se apretó contra él que lo notaba
todo y, finalmente, le metió una pierna entre los muslos y empezó a moverla, finalmente se acostaron. Al
salir Pepe se encontró en el mostrador a Emeterio Puntisanto, tan puritano como putero, un hombre muy
religioso que se pasaba la vida de la cofradía al prostíbulo, del prostíbulo a la cofradía, que cuándo le
paga a las chicas les mete una estampita de la Virgen entre los billetes. El caso es que Paula se había
enterado y cada vez que se acercaba a ella (este negaba lo ocurrido), esta le amenazaba con cortarle la
polla con las tijeras del pescado.

Reservados todos los derechos.


Nino se ofreció a hacerle de Cupido y por eso decidió llevarle el paquete de tabaco al día siguiente. Pepe
le dijo que recalcara que estaba muy mal, a punto de morir del sufrimiento, y así hizo.
232-235 - Esa noche intentó ver a aquella rubia con los ojos cerrados o a Paula mosqueada, pero fue
inútil. Soñó, esa y otras muchas más con un hombre flaco, calvo y tembloroso (Pesetilla), que avanzaba
de espaldas hasta que se escuchaba el eco de un disparo y caía. Otras noches soñaba con su abuelo,
con una camisa blanca en la que una bala hacía florecer una mancha de sangre que al principio parecía
una bonita flor pero que luego se deformaba y se expandía para teñir todo de rojo. Pero se seguía
oyendo el pasodoble que él y Silbido tocaban antes de morir, una canción alegre y machacona. La gente
bailaba alrededor de sus cadáveres y veía a Cencerro en el lugar de su abuelo y a Crispín en el lugar de
Silbido. A los fusilados los mataban de enfrente, por eso Nino veía a su abuelo con la cara de su hijo. El
resto no tenían rostro. Entonces Nino pensaba en lo que le había dicho el Portugués y llegaba a la
conclusión de que él siempre había sabido lo que temía saber, y nunca había preguntado para no correr
el riesgo de descubrirlo. Después de hablar con Pepe, él había decidido pensar por su cuenta y pensar
era bueno, porque el pensamiento ahuyentaba a los cadáveres. Se hizo la promesa que por ninguna
razón, colaboraría en la desgracia, en el dolor, en la cárcel o en la muerte de nadie.
235-240 - Al día siguiente, cuando llegó arriba, Elena había preparado todo milimétricamente. Cuando lo
vio y lo miró, Nino pudo visualizar en sus ojos una torpeza y desorden atípico en ella. Esta le dijo que lo
sentía. Que lo que pasa en España ya ha pasado en otros sitios, pero que ellos siempre llegan a todo
más tarde o más temprano que los otros, nunca a tiempo. A continuación, Elena se levantó y
desbaratando todo, le abrazó. Luego, Nino le pidió que le explicase de nuevo el mito de Sísifo. Al salir,
Paula le dijo que le dijera a Sanchís que no hay miel, que al hombre del que Pepe le había hablado no le
quedaba. Luego, este le dio el paquete de tabaco y le dijo que Pepe estaba muy mal, entonces de broma
Paula lo zarandeó “Todos sois iguales”, .
241-243 - Pepe estuvo todo el mes de julio en penitencia, entregándole regalos a través de Nino hasta
que un día se presentó en el cortijo y le dijo que o se arreglaba con él o se volvía a su pueblo, Paula lo
abrazó y se besaron, lo que significaba un reconcilio.
244-246 - Nino y Pepe se pasaron todo el verano cortando juncos y haciendo gavillas pues Paula quería
que estuvieran juntos. En septiembre, Pepe le compensó por todo el esparto que habían cogido con
largas sesiones de pesca y pereza. En una de esas, Pepe se percató de que Nino había crecido mucho.

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246-259 - En octubre, Elena le dijo que ya no podía enseñarle nada más así que ese mes prepararon el
examen para sacar un diploma elemental que le acreditase como taquígrafo y mecanógrafo. El examen
fue genial y Elena se fue a Oviedo (volvería en diciembre). Nino subió varias veces casa de Elena pero
una tarde la llave no estaba y de la chimenea salía humo. Entonces, luego de llamar varias veces a la
puerta, Nino entró por un ventanuco, allí se escondió (lugar de la imprenta de los bandoleros). Asimismo,
en aquel lugar, descubrió la relación entre Regalito (fusil en la pared) y Filo, los cuales pasaron toda la
velada deseándose y entregándose el uno al otro. Finalmente, Regalito se fue, salvándolos a todos de
una desgracia. Cuando Nino volvió a su casa, sus padres no estaban pues habían ido con su hermana
Pepa a casa de Rodillaspelás porque su abuela se había muerto.

BLOQUE III
263-284 - VUELTA DE ELENA Y ELENITA A JAÉN
Era domingo, faltaba menos de una semana para navidad. La secretaria del alcalde le había pedido al
Portugués que le trajera cortezas cubiertas de verdín, musgo y helechos para decorar el belén del
Ayuntamiento. Los del monte se estaban moviendo mucho, por lo que ningún vecino se atrevía a subir
más allá del cruce.
A finales de noviembre, tres hombres se habían liado a tiros con una patrulla de la Guardia Civil que les
dio el alto. Consiguieron escapar, uno de ellos muy malherido, dejando a Sempere con una bala en la
rodilla y otra en el abdomen, este al final murió. Sus compañeros buscaron al pistolero que no estaba en
condiciones de seguir andando y encontraron enseguida su cadáver. Se había pegado un tiro en la sien,
antes, había entregado todo lo que llevaba a los otros dos, solo encontraron un papelito que ponía «Casa
Inés», debajo tenía una dirección, una calle francesa en Toulouse, la misma ciudad donde vivía Anselmo

Reservados todos los derechos.


el Rubio después de la muerte de su hermano Paco. El encuentro había sido casual, sin chivatazos. Unos
días después, la Piriñaca contó en la taberna de Cuelloduro que aquella mañana le había vendido una
cajetilla de tabaco a un pastor, y que mientras se echaban un pitillo juntos, él le había contado que
acababa de cruzarse con tres hombres en la falda del monte. Parecían jornaleros, porque no llevaban
armas a la vista, pero uno de ellos le había llamado la atención porque era extremadamente guapo: un
metro ochenta, pelo castaño claro y ojos melaos, parecido al Sanchís. Esto avivó el pensamiento de
Mercedes de que existía Antonino el Guapo, a lo que el padre de Nino decía que solo era un jornalero.
Esa fue la última discusión que tuvieron respecto al tema, pues el pastor que le había comprado tabaco a
la Piriñaca venía de Valdepeñas, y se había cruzado con aquellos desconocidos en una trocha que iba a
parar al cortijo de un hombre al que Antonino conocía muy bien, aunque hiciera muchos años que no
veía. Hasta que se fue a la mili, los dos hijos del Silbido habían sido sus mejores amigos. El mayor había
estado casi ocho años de cárcel por haber trabajado como secretario del Ayuntamiento en tiempos del
alcalde vitalicio, y su mujer apareció muerta con un papel, «Así paga Cencerro a los traidores», prendido
con alfileres a su vestido. El hijo del Silbido no tenía ni idea, pero desde hacía más de dos años era la
amante del cabo del pueblo, el cual le había aplicado la ley de fugas al hermano pequeño de su marido.
Aquella tarde, mientras Nino cruzaba la plaza empujando una carretilla repleta de plantas y cortezas que
había cogido con Pepe el Portugués por la mañana, una voz femenina gritó su nombre, miró a su
alrededor pero no vio a nadie conocido, solo una figura que no parecía real, sinó una muñeca, que
avanzaba hacia él. Era Elenita, dejó la carretilla y corrió hacia ella, pero cuando ya había recorrido más
de la mitad fue consciente de su ropa: pantalones verdes viejos con las rodilleras descosidas y un jersey
de lana negra muy grande. Cuando la tuvo delante le estiró la mano con timidez pero como la tenía sucia
metió las dos en los bolsillos. Se había cortado el pelo, peinado la raya al lado y recogido el mechón que
llevaba siempre desgreñado encima de la cara, con un lazo. Nino le dijo que no la había conocido, que
estaba muy guapa y la invitó a churros (se había enamorado de ella). Elenita había bajado a echar unas
postales al buzón, mientras hacía eso fue a lavarse para que a Elenita no le diera vergüenza que lo
vieran con ella y a recoger su paga, pero la señorita Ascensión no quiso pagarle, prefería darle el dinero a
Pepe para que lo repartieran, pues a los niños no se les podía dar dinero, que lo gastan en tonterías. Este
le insistió en que son dos reales le llegaba, que se había encontrado con una amiga que lo estaba
esperando y le había prometido invitarla a churros, Asunción le dijo que no se preocupara, que se los
podía dejar a deber a María, mientras los obreros que estaban trabajando en la plataforma dónde

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empezarían a montar el belén al día siguiente escuchaban. Joaquín Fingenegocios, el primo de Lorenzo,
le dio dos reales, quedaron en que cuando Asunción le pagase se los devolvería. Pidieron media docena
de churros, mientras se los comían Elenita le contó a Nino que si por ella fuera que se quedaban a vivir
en Oviedo, que era una ciudad preciosa, grandísima, con un parque lleno de árboles y un césped muy
verde, también tenía calles repletas de tiendas elegantes, confiterías exquisitas, cafés, gente muy bien
vestida, y un teatro, hoteles y una catedral que parecían palacios, e incluso palacios verdaderos. También
le dijo que Jaén era un asco, que no hay nada, solo catetos y olivos, pero que su abuela estaba
empeñada en que viviesen allí, le gustaba más Oviedo. En lo único que estaban de acuerdo era en que
los mejores churros eran los de Fuensanta, por lo que pidieron otra docena. En un momento Elenita
sonrió y se le pusieron las mejillas coloradas, a Nino le gustaba verla así. Se acabaron la segunda
docena de churros pero siguieron hablando, de Oviedo y Jaén, de su abuela y sus tíos, de lo guapa que
estaba con su ropa nueva y las tiendas. Nunca le habían interesado las tiendas pero la escuchó como si
nunca en su vida hubiera escuchado nada tan interesante. De repente escuchó unos pasos que se
acercaban, era Pastora, que subía la cuesta del brazo de Sanchís, que cada vez trataba peor a Nino, por
lo que se levantó y se apresuró a entrar en la churrería. María no quería cobrarle a él, ya se lo cobraría a
sus padres, le decía, pero Nino puso la moneda en el mostrador y le dijo que se lo cobrara a él. Recogió
la vuelta suficiente como para comprarle a la Piriñaca dos barras de regaliz. Al darse la vuelta, Sanchís y
Pastora lo estaban mirando, el primero inclinó la cabeza para saludar, mientras que ella dijo adiós muy
sonriente. Elenita se dio cuenta de que algo pasaba, Nino tenía cara de ver a un fantasma, pero este le
dijo que no pasaba nada. Subió con ella casi toda la cuesta, solo se paró cuando ya se veía a lo lejos las
luces del cortijo. Antes de despedirse Nino le dijo que le avisara a su abuela que cuando al día siguiente
saliera de clase iba ir a verla y Elenita le pidió que la llamase Elena. Tras esto volvió a casa corriendo, la
torre de la iglesia acababa de dar las siete y media.

Reservados todos los derechos.


Al día siguiente, un lunes, se vistió de domingo, poniendo de excusa a su madre que daban las notas.
Sacó todo sobresalientes. Tras las clases fue al baño, se mojó el pelo con agua y se peinó, al salir Pepe
lo estaba esperando delante de la puerta, lo sabía todo y fueron a cobrar, Pepe repartió el dinero y Nino
le devolvió a Fingenegocios sus dos reales. Mientras hablaban con este, Pepe hizo un gesto, moviendo a
la vez los labios y la mano derecha, de esa manera Nino ingresó en la cofradía de la fraternidad
masculina, la complicidad de los gestos obscenos y las palabras a medias, en el código de las blasfemias
expresas y de las tácticas.
Tras esto Nino le preguntó por qué la señorita asunción no sabía que salía con Paula, a lo que este le
explicó que casi nadie lo sabía, pues a Paula no le gustaba bajar al pueblo y él solo iba cuando tenía que
hacer algo, que cuando menos supiese la gente, menos chismorrearían.
Tras esto fue a ver a Elena, que se alegró de verlo, como no quería decirle nada a Nino delante de su
nieta la mandó a la casa grande a por comida. Mientras le contó el viaje a su manera, no estaba
dispuesta a irse a Oviedo a criar a sus nietos, a vivir en casa de su yerno, a su costa, como si la hubieran
recogido de la caridad, para hacerles de niñera. Los vestidos, lazos, sombreros con los que Elenita volvía
cada vez que su tía la llevaba de paseo era una estrategia para convencerla de que nunca volviera a
Fuensanta. Elena había tenido unas discusiones muy desagradables con su hija y su yerno, que decía
que ella era un problema para él, pues por vivir allí le perjudicaba en su carrera. No sabía si se había
comportado bien, estaba triste, Nino le dijo que estaba seguro de que si se había comportado bien, que
se alegraba de que hubiera vuelto y que quería empezar con las clases de francés en las vacaciones de
navidad. A esto último le dijo que tenía que hablar con Elenita (la llamó Mariquita Perez) pues quería
aprender francés, según ella porque quería, según su abuela, porque se había enterado que para ser una
señorita tenía que aprenderlo.
Cuando llegó a casa su padre le riñó, nunca lo había visto tan enfadado con él, él no había hecho nada
malo, pero él estaba enfadado porque María le había contado a todo el mundo que el hijo de un guardia
civil había invitado a la nieta de una roja a merendar, finalmente le avisó que él iba al cortijo a dar clase,
solo para eso. Nino no comprendía que no pudiera sentarse con quien quisiera en un banco a comer
churros, él iba a hacer lo que le pareciera, lo que creía que debía hacer, ni él ni Elenita tenían la culpa de
nada, ya había cargado con la culpa de su padre por haber renunciado a mirarle a los ojos y decirle que
sabía que era un asesino. Él tenía la culpa, él era quien lo había mandado ir a aprender mecanografía
con la idea de convertirlo en oficinista.

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El último mes de 1948 trajo consigo acontecimientos asombrosos, como el noviazgo de Sonsoles con
Curro y el embarazo de Filo, soltera sin novio conocido. Filo vomitó en dos ocasiones los cafés con leche
que solía tomar en la taberna de Cuelloduro a media mañana, Matilde la Piriñaca estaba allí y le dijo que
estaba preñada. Filo no volvió a la taberna enn lo que quedaba de año. El día de Reyes apareció en la
taberna junto a sus dos hermanas, dijo que estaba embarazada de cuatro meses y medio, que no le daba
vergüenza, que era su asunto y de nadie más y que el padre no vivía en el pueblo, que no era el marido
de ninguna de las mujeres del pueblo y que no le importaba a nadie saber como se llamaba. Después
pidieron tres cafés y una copa de sol y sombra para celebrarlo. Cuello duro las invitó a su consumición y
les dió a cada una un polvorón que sacó de una caja de este dulce que su mujer hacía todos los años
para repartirlos solo con la familia.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
285-287 - NINO Y ELENITA, Y PEPE Y SU CABREO CON FILO
Pepe y Nino bajaban la cuesta andando después de haber pasado la tarde en el cortijo, Pepe con Paula y
Nino en clase de francés primero y después a solas con Elenita, que ya llevaba un mes en el pueblo pero
se había resignado a vestirse igual que antes, no había vuelto a mancharse y seguía cogiéndose un
mechón de pelo con una cinta. Su abuela la seguía llamando Mariquita Pérez y riéndose dos intentos de
hablar fino pronunciando las heces como si silbara. Estaba contenta de que por fin hubiera decidido
acercarse a los libros, decía que Nino era un buen ejemplo para ella, pero eso no era nada en
comparación con lo que él estaba dispuesto a ser, y Elena lo sabía, por eso algunas tardes lo libraba de
buscar un pretexto para quedarse un rato proponiéndole hacer diferentes cosas, no hacían nada más que
andar, hablar y sonreír sin rozarse, pero él era feliz. Al bajar la cuesta se encontró con Pepe, este le dio
un tarro de miel para Sanchís, después del numerito de Filo del otro día no le apetecía andar por el
pueblo. Estaba enfadado, le explicó que Filo era tan lista que al final era tonta de remate, que Paula y

Reservados todos los derechos.


Chica también estaban cabreadísimas con ella. Nino le preguntó si era porque estaba deshonrada, pero
Pepe le dijo que no que la honra la inventaron los curas para joder a la gente, lo que pasaba es que no
podía preñarse y es lo que había hecho. El padre de su hijo era Elías el Regalito, Cencerro, Pepe lo sabía
tan bien como Nino.

288-299 - CUMPLEAÑOS NINO


El día del cumpleaños de Nino, Mercedes le preguntó que quería que le hiciese para merendar con sus
amigos, a lo que Nino le contestó que nada, que si no podía invitar a quien él quisiese que prefería que
no fuese nadie, sin embargo celebró su cumpleaños dos veces. A las cinco en la casilla vieja, él, Elena y
Elenita tomaron petiños recién hechos y vino, y le regalaron una bufanda jaspeada, tejida a mano con
lana de muchos colores diferentes rematada sin flecos y un libro, “La isla del tesoro”. A las seis, cuando
se levantaron, doña Elena se despidió de él con dos besos y aunque ya era de noche y hacía frío dejó a
su nieta que lo acompañara hasta la puerta. Nino se puso la bufanda y Elenita le dijo que estaba muy
guapo, entonces dio un paso hacia él, le dio un beso en la mejilla y se metió en casa. En ese momento
Nino comprendió la conversación de sus padres la noche anterior en la que su padre se arrepentía de
haberlo mandado al cortijo de las Rubias, pues cada día estaba más raro, más rebelde y no parecía él.
Su madre sabía que tenía razón pero no se la dio. La segunda celebración fue en su casa, como todos
los años, con el mismo chocolate y los mismos picatostes. Paquito le regaló un cartón impreso que traía
el parchís por un lado y la oca por el otro, Miguel le regaló los dados, cubiletes y las fichas,y Alfredo una
bomba de bicicleta, a pesar de que Nino no tenía. Antes de ir a la escuela su madre le había regalado un
cazamariposas que le gustó mucho y una cartera, que no le hizo ilusión pero le hacía falta. Después del
postre de la cena, su padre lo midió como todos los años, este estaba emocionado pues Nino había
crecido más que los dos anteriores juntos y a continuación su madre le dio el diploma de su título de
taquigrafía y mecanografía enmarcado en un marco de listones dorados estrechos y le recalcó que
estaba muy orgullosa de él pues era el primero de toda la familia en tener un diploma. El problema surgió
en dónde ponerlo, pues Mercedes le dijo que en cualquier lado, pero Antonino no le pareció bien, si lo
ponían a la vista el teniente lo podría ver y se le caería el pelo. Nino dio una solución, ponerlo colgado en
la puerta de su armario, así solo lo vería él y su madre, y allí lo pusieron. En su cumpleaños solo le faltó
Pepe, que había ido a Úbeda pues habían operado a su madre. Dos semanas después volvió y le trajo a
Nino su regalo, una pluma estilográfica de esmalte negro con el borde dorado, pero aquella tarde ningún

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regalo era capaz de animarlo. Una semana después de su cumpleños Antonino le informó que ya que
creciera mucho iba a dar la talla para entrar en el cuerpo, pero Nino le dijo que no quería ser guardia civil,
pero su padre le explicó que eran pobres, que con lo que gana llegan a fin de mes por los pelos, que
cada vez tiene más gastos y que su madre creía que estaba embarazada por lo que tendría que dejar las
clases de francés en abril. El Portugués lo intentó contentar diciéndole que seguro que a Elena no le
importaba seguir dándole clases sin cobrar.

299-303 - ESCAPADA DE LAS MUJERES


El 26 de marzo fue la boda de Marisol en un hotel de la capital. Era evidente que Mercedes estaba
embarazada. Mientras todos bailaban y brindaban, un coche llegó a Fuensanta de Martos con las luces
apagadas para marcharse cargado con cuatro mujeres: Filo la Rubia, Fernanda la pesetilla y sus dos

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
hijos, María Cabezalarga e Isabel Mariamandil. Los Mariamandiles se habían quedado a dormir en el
hotel donde fuera la boda, por lo que no echaron de menos a su hija hasta el lunes 28. Doña Felisa, la
madre estaba convencida de que la habían raptado, que su hija nunca haría eso por su propia voluntad,
que incluso su padre tenía miedo a que acabara metiéndose en un convento, pues no salía ni quería oír
hablar de chicos, se pasaba la vida con su abuela, que vivía en un cortijo más allá del cruce. El teniente
estaba convencido de que Isabel había sido el cerebro de una fuga por amor, no por ideas políticas. Don
Bartolomé se presentó en el cuartel para declarar que le daba tanta rabia que todas las rojas del pueblo
se acercaban a Filo para pasarle la mano por la barriga que hacía una semana le había dicho que si
llamaba a su hijo Tomás no lo bautizaría, a lo que ella le contestó que se iba a llamar tomás y que nadie
lo iba a bautizar, el párroco le recalcó que luego no podría vivir en España y ella le dijo que no vivirían allí.
Los guardias estaban en alerta, si los del monte se habían llevado a sus mujeres solo podía significar que
estaban preparando algo muy gordo y les habían querido ahorrar las represalias de antemano.

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303-338 - SUICIDIO SANCHÍS
Diez días después Curro y Sanchís mientras patrullaban de noche distinguieron una silueta que bajaba
del monte por la cuesta del molino, y le dieron el alto, era Juan Sánchez López, el Pirulete, primo de
Elías, que se había echado al monte con él hacía tres años. Este pidió que no dispararan, que iba
desarmado, que quería hacer un trato: los de arriba se iban a Francia, pero como él quería quedarse en
España estaba dispuesto a contarlo todo, cuántos eran cuándo querían salir y por qué ruta. Pero no llegó
a traicionar ninguno de esos secretos porque Sanchís le metió una bala entre las cejas. Curro no
entendía nada y le preguntó por qué lo había matado si estaba loco. Miguel le dijo que tirara la pistola si
no quería que lo matara, como Curro tenía mucho miedo, pensaba que lo iba a matar, cumplió sus
órdenes. Después Sanchís empezó a hablar, le dijo que allí él estaba solo pero que en el monte eran
muchos y le pidió que le dijera a Pastora que la quería muchísimo, como nunca había querido a nadie,
más que a su vida. En ese momento era él pero no era él, era como si le hubiera cambiado la cara, era
un rostro inocente, joven y terso. Curro no sabía que estaba pasando pero lo seguía apuntando con la
pistola y pidiéndole cosas con una voz muy suave y amable que tampoco era su voz, le pidió por favor, él
nunca pedía por favor, que le pidiese perdón a Fernanada, que él sabía que aquella noche
Saltacharquitos estaba en el desván de su casa herido, y que tenía que distraerlos e hizo lo que era
necesario. Al final le pidió que hablara con Nino, que desde aquella noche que se llevaron a Fernanda a
su casa, él era muy antipático con él, no le dejaba en paz. Dos lágrimas muy grandes le resbalaron
despacio por la cara y mientras apoyaba el cañón en la sien gritó “¡Viva el Partido Comunista de
España!”, ”¡Viva la República!” y se suicidó. Curro los puso juntos, tapados con la capa de Sanchís y con
unas ramas por encima y fue a buscar a Antonino.
Nino se despertó asustado, no entendía por qué hasta que escuchó el repiqueteo violento de unos
nudillos en las tablas de las ventanas, cuando abrió se encontró con Curro, que le dijo que fuese a buscar
a su padre y que le abriera la puerta y así hizo. Antonino estaba asustado y Curro muy pálido, le
temblaban las manos. Se sentaron a la mesa y mientras bebían coñac (incluso Mercedes, a quien Ninno
nunha había visto beber) y orujo Curro les contó lo que había sucedido.
Miguel Sanchís nunca le había aplicado la ley de fugas a nadie. Y nadie llegaría nunca a saber cuántos
hombres, cuántas mujeres le debían la vida o la libertad, a cuántos habría salvado antes de salvar a
muchos más con su propia muerte. El registro irregular del cortijo de las Rubias, el rollo de pleita que le

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había requisado a Filo para salvar la máquina escondida en el altillo de doña Elena, la escena del
calabozo, era todo puro teatro. Mercedes no entendía por qué no había matado también a Curro y se
había escapado. Eso no era posible porque no tenía oportunidades, los del monte no sabían nada pues
no lo sabían los del pueblo y todo el mundo lo odiaba, no solo los rojos. Además, si matara a Curro este
no podría llevar su mensaje, estaba vivo para que lo pudiese contar, y gracias a él sabían la verdad, que
tenían a un comunista en la guardia civil y que seguramente no era el único. No podía correr el riesgo de
que Piruleta contara nada, por eso le cerró la boca, después no podía volver al pueblo ni irse al monte, no
podía llevarse a Pastora ni marcharse sin ella, por lo que escogió la muerte que más le convenía, una
instantánea, sin dolor, buena para él y para los suyos, porque la convirtió en un acto de propaganda.
Después Curro y Antonino fueron a avisar al teniente y a los demás, antes de marcharse el últino le avisó
a Nino que no podía contarle nada a nadie, ni a Pepe, ni a Paquito, tenía que actuar como que no había

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
pasado nada.
La mañana siguiente fue rutinaria, aburrida y tranquila. Al llegar a la hora de comer a casa Dulce le contó
que su madre estaba en casa de Pastora pues habían matado a Sanchís, que a la noche los del monte
les estaban esperando y este mató a Pirulete pero otro le pegó un tiro en la tripa, y cuándo Curro volvió
ya se había desangrado, estaba moribundo y con tantos dolores que le pidió que lo matara, y lo hizo. Esa
fue la historia que se hizo pública.
El teniente propuso enterrarlo en el pueblo, sin prensa ni ceremonia, para que no hubiese ninguna
filtración y al comandante le pareció un buen plan, astuto y discreto, pero no se atrevió a aprobarlo sin
consultar a sus superiores. El jefe de la Comandancia le dijo que eran un gilipollas y que trajese al jefe
del puesto de Fuensanta, que le repitió la misma historia pero el comandante se enfadó de nuevo y
mandó montarle una capilla ardiente en la sala de banderas de la casa cuartel, con honores de caído por
Dios y por España, que congregara a todos sus hombres, familias y fuerzas vivas del pueblo para que lo

Reservados todos los derechos.


velaran, que en España no quedaba ni un solo republicano, que habían acabado con ellos. Nino le decía
que no podían hacer eso, que no tenían derecho, que no era justo, pero su madre le explicó que si que
podían, que podían hacer lo que quisieran, lo que les diera la gana.
En la sala de banderas estaba el ataúd en alto, sobre una tarima, rodeado por grandes candelabros de
metal, los cirios encendidos y el cadáver de Miguel Sanchís con su uniforme, envuelto de cintura para
abajo en la bandera nacional, sus tres condecoraciones prendidas sobre el lugar del corazón, el tricornio,
que dejaba ver a medias un vendaje muy aparatoso que cubría la mitad de la frente, y sus dedos
entrecruzados, sosteniendo un rosario. Miguel Sanchís era un muerto tranquilo, rodeado de vivos muy
nerviosos, el teniente, Antonino y sus compañeros estaban pálidos , muy asustados. Pastora estaba sola,
sentada justo detrás de la cabecera del ataúd, no chillaba, no sollozaba, no maldecía a los asesinos, no
se agarraba al ataúd ni se llevaba las manos a la cabeza sin dejar de moverse, sino que parecía
tranquila, serena, muerta, a no ser por las lágrimas que se caían de sus ojos, las piernas juntas, las
manos sobre el regazo y la mirada perdida. Nino fue a junto ella y le dijo “lo siento”, su madre le había
aprendido que en los velatorios había que decir una cosa distinta “te acompaño en el sentimiento”, pero a
él no le salió, porque al mirar a Pastora de cerca y verle los ojos vio que los tenía líquidos y transparentes
como si pudiera mirar en su interior y comprendió lo que estaba sufriendo, ella lo sabía todo, menos que
su marido le había pedido a Curro que le dijera que la quería más que a su vida. Ella podría descansar si
alguien le contaba la verdad, pero nadie iba a hacerlo. Ella no había sido prostituta, sino roja, por eso la
había detenido tantas veces, por eso le había asombrado tanto a aquel criador de caballos. Pastora no
sabía nada de lo que había pasado, no sabía cómo, ni por qué había muerto su marido, nadie le pintaría
de rojo las uñas de los pies, ni besarla en el empeine del pie deforme, ni le daría de beber de su copa, ni
la besaría a la luz de las bombillas de una noche de verbena. Verla allí, hundida, humillada, sola y
engañada, más muerta que viva, condenada de por vida a la angustia de una pregunta nunca tendría
respuesta. Nino le cogió de la mano, estaba helada, se inclinó sobre ella y le dio un beso. Aquello no era
solo duro para Pastora, también para los demás, esos hombres uniformados que cumplían con la
obligación de rendir honores al enemigo. Martínez, que era su compañero, había sido el único falangista
de la casa cuartel, lo más seguro era que lo hubiese matado Sanchís en nombre de la gente de Cencerro,
pero eso no llegaría a saberlo nunca, nunca sabrían cuánta gente había matado antes y después de la
guerra, cuántos habían pagado con sus vidas las vidas de los que había logrado salvar.

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A la mañana siguiente fueron al entierro juntos. El teniente había interrogado a Pastora el día anterior,
pero volvió a interrogarla a primera hora. No había podido preguntarle qué sabía, y ella se había limitado
a decir que no a todo: no tenía noticias de que Miguel estuviera envuelto en ninguna actividad irregular,
nunca había sospechado que pudiera morir en un ajuste de cuentas, que no conocía ningún dato de la
actuación de su marido durante la guerra que no figurara en sus hojas de servicio. En la carpeta constaba
que ambos habían pertenecido al Partido Comunista a partir del 47, lo que había sido la coartada de
Sanchís para moverse a su antojo y llevar a cabo planes arriesgadísimos, organizar fugas y conectar
entre sí a diferentes grupos.
Esta salió del cuartel andando, franqueada por Antonino y Romero, que la escoltaron hasta el cementerio
para que no fuera sola ni se cayese pues esta andaba sin mirar, como una autómata que caminaba
porque le habían dado cuerda y estaba estropeada, rota, desajustada. Andaba sin disimular su cojera, sin

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
esforzarse por equilibrar su cuerpo, sin tirar de su pierna derecha. Aquella mañana se había equivocado
al calzarse, llevaba la cuña que usaba con los zapatos de tacón, pero se había calzado una zapatilla
corriente. Recorrieron muy despacio, al ritmo de Pastora, en silencio, las calles del pueblo. La iglesia
estaba casi vacía, las fuerzas vivas habían decidido ahorrarse el entierro, porque con el velatorio habían
tenido bastante, y sólo habían acudido los chivatos y soplones de la Guardia Civil. Pepe estaba también,
solo, en el último banco, estaba enfermo, tenía gripe. Después del entierro, los niños fueron a la escuela,
y al volver vieron el único taxi de Valdepeñas aparcado en la puerta del cuartel, su dueño estaba
acomodando media docena de bultos entre el maletero y la vaca. Mercedes estaba en el patio, con las
demás mujeres. Pastora estaba sin sombrero pero con el abrigo puesto en el zaguán de su casa, abierta
de par en par, sin rastro de la cortina de chapas que le gustaba tanto a Nino. Se llevaba esto, junto su
ropa, los zapatos, su costurero y poco más, un par de días después iría un camión para trasladar los
muebles. La viuda cerró los ojos, se acercó al umbral de la puerta y lo besó, dejó escapar las últimas

Reservados todos los derechos.


lágrimas, se puso el sombrero y moviendo apenas la mano en el aire para despedirse, se fue muy
deprisa, no se estaba marchando, estaba escapando. En Sierra Sur ya había habido demasiado héroes
rojos y el mando estaba dispuesto a pagar cualquier precio a cambio de enterrar la verdad sobre la
muerte de Miguel. Muchos años después Nino se enteró de que Pastora había llegado a Madrid, se
instaló en la casa de su hermana y vivió tranquila tres meses hasta que recibió una notificación de la
Dirección General de la Guardia Civil informando de que había sido investigada y dicha investigación
había determinado que su conducta previa al Glorioso Alzamiento Nacional, no solo la hacía indigna de
seguir cobrando la pensión, sino que la obligaba a devolver todo lo que había recibido hasta entonces,
incluida la liquidación de Socorros Mutuos por la que su marido había cotizado todos los meses de todos
los años que sirvió en el Cuerpo. Vendió todo lo que tenía pero nunca terminó de pagar. Estaba
condenada sin juicio a una inhabilitación civil que le impedía trabajar, poseer bienes y abrir una cuenta en
cualquier banco, además tenía que presentarse todos los días en la comisaría y no podía mudarse ni salir
de Madrid, aunque fuera para ir a comer al campo. Tampoco podía comunicarse con nadie, el comisario
le había dicho que si lo hacía iba a pagar muy caro. Lo único que les importaba es que no supiera la
verdad. A la hora de comer, Antonino, trajo una nota con el nombre y la nueva dirección de Pastora.
Cuándo Nino volvió de la escuela, su madre estaba en la azotea tendiendo la ropa, cogió unas tijeras y
recortó con mucho cuidado una tira de papel del libro, con un lápiz apuntó el nombre y la dirección, dejó
la nota donde estaba y se tiró en la capa a leer. Pensó en Elenita y se dio cuenta de que todos los libros
trataban de amor, aunque fuese solo la difícil lealtad de un niño a un pirata.
Al día siguiente fue a visitar a Pepe al salir de la escuela. Cuando empezó a subir la cuesta pensó en que
no le sería difícil encontrarse con Elenita en el cortijo, pero ni siquiera sintió la tentación de cambiar de
rumbo, él iba a visitar a su otro amor, en el que aquel momento era más fuerte. Pepe estaba tumbado
sobre el respaldo, mirando a la pared, pero cuando Nino le dijo que Juan el Pirulete era un traidor se
enderezó, para volverse hacia él con los ojos muy grandes y la boca abierta. Después le contó todo lo
que sabía, Pepe lo miró con una mirada turbia, empañada por lágrimas que nunca llegarían a rebasar la
frontera de los párpados. Finalmente el Portugués le preguntó por qué le contaba eso y Nino le explicó
que él no podía escribirle a Pastora, pero que Pepe sí. Le tendió el papel, lo cogió y se lo guardó en el
bolsillo. Nino le advirtió que no podía contarle nada a nadie, pues si alguien se enteraba sabrían que
había hablado él. Después, mientras hacían limonada, Nino le contó que su padre pensaba que Sanchís
no trabajaba solo, que tenía que tener un enlace con su partido. Pepe dejó de exprimir el limón, se quedó

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quieto, mirando para la corteza de la fruta, pero cuando Nino le dijo que su padre pensaba que no podía
vivir en el pueblo, pues era demasiado peligroso, siguió exprimiendo.
Después le preguntó por las clases de francés. Elena había quedado con Nino en que esta le daría
clases, que no le importaba no cobrar, pero que tendría que ser después del verano, pues al marcharse
Filo, las cosas en el cortijo habían cambiado. Chica hacía la recova, Paula se ocupaba del esparto,
Manoli se había convertido en la encargada del huerto, y ella tenía que echarle una mano a quién lo
necesitase. De todas formas, Nino subía a verla de vez en cuando para charlar y coger libros.
Al volver el pueblo estaba muy tranquilo, todos necesitaban descansar. Pepe cumplió su promesa, con
una excepción, al día siguiente, al subir al subir a la casilla vieja se dio cuenta que Paula lo sabía, pero
ella tampoco lo traicionaría.

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338-348 ENFADO DE MICHELÍN
Desde el suicido de Sanchís, Michelín estaba furioso, este acontecimiento y los enormes errores de
apreciación que había cometido antes y después de que se produjera, le iba a costar el ascenso, ese
anhelado traslado a la capital con el que su mujer soñaba desde hacía tantos años.
La paz no duró ni una semana, a mediados de abril, Michelín recibió una comunicación oficial que
anulaba las anteriores, dejando sin efecto los ascensos prometidos, y anunciaba la llegada de un nuevo
sargento, José Luís Mariñas. Antonino, Carmona e Izquierdo se limitaron a “así son las cosas y así van a
seguir siendo”, pero ninguno tenía en casa a doña Concha, abanicándose como una fiera de la mañana a
la noche, sus mujeres no les llamaban fracasado a todas horas, no les acusaban de haber convertido su
vida en un infierno, ni les obligaban a dormir en un sofá, como hacía Concha con Michelín. Ni siquiera
eso bastó para explicar el exceso de furia que convirtió a aquel hombre tranquilo, resignado a la tiranía de
su mujer, en un monstruo que desató una violencia indiscriminada y brutal que Fuensanta no había

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conocido jamás, ni en vida el primer Cencerro.
El 19 de abril, doce días antes de que el sargento Mariñas se incorporara, por la mañana, Pepe le explicó
al teniente que no se daba mucha maña con las colmenas silvestres, por lo que Sanchís se había puesto
en contacto con Burropadre.
Aniceto Gómez Guitierrez, Burropadre, que, aparte de la apicultura, se ganaba la vida con dos asnos
sementales, había fallecido de muerte natural a mediados de marzo, por tanto había faltado a su cita con
Pepe el Prtugués, quien se presentó voluntariamente en la casa cuartel para hacer la declaración que
desencadenaría la redada que pretendía evitar.
Como a la que le gustaba la miel era a Pastora y él no quería que su mujer tratara con él, por su oficio,
porque era una mala persona y un delincuente, y tampoco quería que los vecinos los vieran juntos, por lo
que le pidió si él podía encargarse de coger la miel. Pepe le dijo que le daba igual. Él y Burropadre
habían quedado antes de ayer, pero no apareció. Después justificó su relato como que la Guardia Civil le
había dicho que informara de cualquier cosa rara que pudiera estar relacionada con el sargento y que a lo
mejor Sanchís había matado a ese señor. Finalmente dijo que era una tontería y se marchó, Michelín
también pensó que era una tontería pero llamó a Los Villares. Cuando vio el expediente de Burropadre,
un abrumador historial de detenciones por actividades subversivas, se negó a aceptar que el enlace del
sargento traidor estuviera enterrado, pues su futuro, su ascenso a capitán, su reingreso en el ejército,
también lo estaría. Esto hizo que reaccionara con una rabia feroz, ya que no podía entregar vivo al
compinche de Sanchís decidió guardarse estes datos hasta que pudiera envolverlos con la información
que Piruleta había querido venderles, los planes de huida de los bandoleros, que alguien, por fuerza
mayor, tenía que conocer en Fuensanta, por lo que esa misma tarde, Michelín ordenó la detención de
todos los vecinos del pueblo que hubieran estado relacionados con los Cencerros. Pepe solo había
intentado cerrar aquella crisis, sin violencia y sin víctimas, pero lejos de mejorar las cosas las empeoró.
La redada duró casi una semana, como todos los sospechosos no cabían en los calabozos, hubo que
detenerlos por turnos. Cuándo se agotaron los golpes, gritos, insultos y amenazas, Michelín no parecía
él, había adelgazado varios quilos, tenía los ojos dilatados, la mirada perdida, le temblaban las manos y
sudaba como si tuviera fiebre. Había cosechado mucha más información de la que le convenía, muchos
datos contradictorios de mentiras y verdades.
Así empezó la última semana de abril. El domingo por la tarde soltaron a los últimos detenidos, excepto a
Joaquín Fingenegocios, de 24 años, y, su mujer, Vida, la hija de Cuelloduro, fue a preguntar por él. Le

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dijeron que estaba bien, que lo pondrían en libertad, pero Antonino salió a decirle que no estaba muy
seguro de que llegara vivo al día siguiente. Aquella noche, Michelín permitió que llamaran a un médico, el
primero que encontraron fue uno muy joven, con la carrera recién terminada. Cuándo se quedó a solas
con Fingenegocios, le dijo que se tenía roto el brazo derecho, que allí no le iban a dejar escayolárselo,
pero que se lo iba a colocar bien, le iba a doler, que no lo moviera, y que cuando llegase a su casa que
mandara a alguien a buscarlo para escayolárselo. Las costillas, la herida de la cabeza y la de la rodilla
solo tenían un arreglo, cama y tiempo. Estas dos últimas se las iba a coser, pues al vendarlo nadie se
daría cuenta. Del ojo izquierdo no le dijo nada pero nunca volvería a ver por él pero seguía conservando
el derecho. A la tarde, al día siguiente salió. Vida, al verlo empezó a llorar, pero Joaquín le dijo que no lo
hiciera, que se pusiera a su izquierda, que lo cojiera por la cintura, que lo mirara, sonriera y lo besara.
Nino observó toda esta escena sin moverse y mirándolo como si nunca hubiera llegado a pagar la deuda

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que tenía con él, aquellos céntimos que le había dejado. Cencerro no quiso ir a su casa, sino que se fue
con Vida a la taberna del padre de su mujer, quería que lo vieran, que vieran que se puede aguantar y,
además, le apetecía una caña.
Joaquín Fingenegocios era huérfano de madre cuando su padre murió en el frente en los primeros meses
de la guerra. A partir de ese momento y hasta que le aplicaron la ley de fugas, su tío fue quien lo cuidó
como un hijo, Lorenzo y Enrique habían sido sus hermanos mayores. El Pirulete también se había criado
en casa de de Pesetilla, pero su infancia no le había estorbado para vender a Elías.
A Antonio Cuelloduro no le había gustado nada aquella boda, habría dado cualquier cosa a cambio de
que Vida siguiera en casa, pelando la pava con un buen muchacho de familia anarquista, pero ella se
había casado por amor, a los 19, con el hijo de un comunista, sin embargo, cuando su yerno se llevó el
vaso a la boca se sintió orgulloso de él. Y cuando le vio tambalearse y desmayarse, fue él quien lo cogió
en brazos, quien lo llevó a casa, lo acostó en su cama y fue corriendo a buscar al médico, los que lo

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vieron dijeron que iba llorando a lágrima viva, cuando nadie lo había visto nunca llorar.
Los Fingenegocios le fueron mandando poco a poco una pequeña fortuna para que que le reconstruyeran
la dentadura, para que volvieran a ponerle el tabique nasal en su sitio, para que lo operaran de la rodilla y
para que fuera varias veces a Valencia, donde un oftalmólogo le fabricó un ojo de cristal a medida.

351-375 - MISIÓN DE NINO: AVISAR A SU PADRE


Cinco y media de la tarde, tercera semana de septiembre, hacía mucho calor, las calles estaban desiertas
y las persianas bajadas, por eso nadie vio entrar a Nino en la taberna de Cuelloduro. Allí le pidió ver la
foto de Filo, Elías y su hijo, Tomás, en su casa de Toulouse. En el pueblo había dos copias de aquella
foto, una la tenía Carmela la Pesetilla y la otra era de Paula, que se la había llevado a Cuelloduro, quien
la encajó en el espejo que tenía detrás del mostrador para que todo el mundo pudiera verla.
Se cruzó con Rodillaspelás, que se asombró de verlo salir de un lugar prohibido, pero su padre no le iba a
decir nada después de lo que había pasado antes de que amaneciera el último miércoles de abril.
Aquella noche alguien llamó a la puerta. Mercedes, que se había quedado cosiendo para esperar el
regreso de su marido, se levantó para abrir. En el silencio absoluto entre que tocaron a la puerta y que se
levantó, Nino pudo absorber su miedo y su angustia, por lo que se levantó para esconderse detrás de la
puerta. Vio a Michelín vestido de uniforme, con su libreta y los ojos de loco que tenía desde que se enteró
de que no iba a ser capitán. En ese instante, Nino y su Madre pensaron que los Fingenegocios se habían
vengado y que habían matado a Antonino, pero Michelín informó de que no le había pasado nada, que no
había venido por eso. En el cuartel estaba él solo, que el resto estaba patrullando, Izquierdo y Carmona,
y Curro y Arranz, en el monte vestidos de bandoleros, y Antonino y Romero con el jeep por el alto del
Moreno. Cada pareja llevaba una radio para poder comunicarse entre si, pero Michelín no tenía. El caso
es que había recibido una denuncia: los bandoleros estaban a punto de ponerse en marcha pero no por
donde él pensaba, sino que iban a salir dando un rodeo, se iban a desviar hasta el cortijo de Bizca hasta
cortar con la laguna, allí bajarían por la cuesta de la Mona e intentarían cruzar la comarcal por el camino
Torredonjimeno, así llegarían a Jaén antes de que amaneciese.
La madre de Nino le propuso que llamara a la comarcal de Jaén, para que los esperasen en el camino
viejo de Torredonjimeno, pero este le dijo que no podía hacer eso pues no tenía suficiente información y
no sabía hasta que punto podía confiar en la denuncia, por lo que no podía montar un operativo de esas
características e involucrar a tantas fuerzas sin estar seguro de lo que pasaba arriba pues a lo mejor era

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una trampa. Michelin no estaba persiguiendo a Cencerro ni a sus hombres, sino su ascenso, lo que más
le importaba. Michelín no conocía el monte ni la mitad de bien que Nino y este lo conocía mucho peor que
los que llevaban diez años viviendo allí. Michelín nunca había estado en ninguno de esos lugares, no
conocía sus características, senderos, distancias etc., y después de la denuncia sabía todavía menos, lo
que lo unía con el dorado sueño de su futuro, estaba empezando a resquebrajarse. Necesitaba hablar
con sus hombres, informarles de la situación ya donde debía desplazarse, por tanto le pidió a Nino que
fuese a avisar a su padre al cruce. A Mercedes no le gustó la idea, se inclinó sobre la mesa, acercó su
cabeza a la del teniente y empezó a gritarle que su hijo no iba a ir a ninguna parte de noche. Michelín la
atacó de vuelta, él también sabía chillar y era el que mandaba. Mercedes le aclaró que en su hijo no, pero
este le dijo que sí, que era el jefe de su padre, además, que Nino iba mucho por allí, que sabía los
caminos, que a nadie le iba a extrañar verlo por aquel camino, además las farolas todavía estaban

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encendidas y que era un camino corto. A Mercedes le pareció mal, Nino nunca estaba fuera a esas horas
y que podría llamar a alguien que tuviese coche para que lo fuese recoger y llevarlo hasta el cruce, a lo
que Michelín le dijo que no podía pedirle eso a ningún civil que Nino era de los suyos y que no contaba
(tras el reproche de Mercedes conforme su hijo también era un civil) y que no podía abandonar el cuartel.
Tal cabreo cogió la madre que estalló, le dijo que era un cobarde, que sabía que ahí fuera, solo, no iba a
durar ni cinco minutos, porque si saliera de noche sin escolta cualquier vecino le mataría después de lo
que le había hecho al pequeño de los Fingenegocios, por eso mandaba a un niño de once años, porque
para matar de una paliza a una criatura era muy valiente, pero para salir a la calle una noche como esa
no. Tras esto Michelín la amenazó, a Nino no le iba a pasar nada, pero como ella siguiese hablando iba a
parir al hijo que tenía en la barriga debajo de un puente pues había una ley para procesar a cualquiera
cuyo comportamiento o el de su familia resultase dudoso durante los años previos al Alzamiento pues
Franco no quería sospechosos en el Cuerpo. Mercedes se sentó, dejó caer los hombros, brazos y manos,

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miró al teniente, miró a Nino y al calendario de la cocina y no dijo nada. Nino la miraba como si pudiera
ver a través de ella, veía su pueblo, las casas blancas, los primos huérfanos, las madres enlutadas, el
hombre que se alegraba de no ser su padre, su abuelo con el acordeón con una camisa blanca en la que
había una mancha de sangre que parecía una flor pero un instante después ya lo había teñido todo de
rojo, los fusiles humeantes, el frío de la madrugada y lo cementerios.Tras esto, Mercedes miró al teniente,
sollozó y le pidió acompañar a su hijo, pero el teniente le dijo que no, que llamarían demasiado la
atención. Nino, le dijo a su madre que lo dejase ir, que no le iba a pasar nada y esta lo aceptó. En el
umbral de la puerta estaba Dulce, que tenía los ojos llenos de lágrimas, al pasar a su lado para ir a
vestirse, le cogió de la mano y se la apretó, pero no lo conmovió tanto como ver a Pepa llorando en la
cama. Nino se acercó a ella, se sentó a su lado y le dio muchos besos para hacerla reír.
Después se visitó y apunto estuvo de llorar él también, pero no de miedo, sino de pena, pero sus lágrimas
no tenían poder para detener tanta violencia. Sentía que tenía una vida de mierda de la cual no podían
escapar, pero los del monte sí, aquella no Nino entendió por que su padre mató a Pesetilla, por la
dimensión de violencia, humillación y tristeza a la estaban sometidos en el cuartel y en el pueblo, así
vivían los que no se habían atrevido a escoger el camino del monte para sobrevivir, no podían escapar
porque habían aceptado aquella mierda de vida. Entonces se acordó de Joaquín y se dio cuenta de que
ambos tenían el mismo enemigo, el hombre que estaba haciendo llorar a su madre. Fingenegocios había
aguantado, le había pedido a Vida que levantara la cabeza después de mantener la suya erguida, había
escogido su propio camino por encima del dolor, del sufrimiento y no habían podido con él, y ellos podían
escapar, por lo que logró serenarse y no llorar.
Mercedes se acercó y le murmuró que no saliese del pueblo, que encontrase un sitio donde esconderse,
que esperase media hora y volviese y entrase por la ventana de su habitación, que no hiciese nada, pero
Nino insistió en que debía ir a buscarlos, porque si se quedaba en el pueblo iba a ser peor y más
peligroso, que no se preocupase, que lo iba a arreglar y le pidió que leyese su libro “La isla del tesoro”,
así se daría cuenta que que no le iba a pasar nada pues era amigo de Silver el Largo. Su madre lo miró
como si estuviera loco, pero Nino le explicó que no lo entendía porque no lo había leído, que en
Fuensanta había un John Silver en el que todos confiaban, pero que era de los piratas, aunque no era
malo, era bueno y lo iba a cuidar a él, se iba a encargar de que nadie le hiciese daño (hablaba de Pepe el
Portugués). Al salir vio a su madre llorar mientras apretaba el libro y le pidió a su hermana que le dijese
que no se preocupara, que no le iba a pasar nada y después de que el teniente saliera se marchó.

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Entonces entendió que estaba viviendo en un libro, pero no en “La isla del tesoro”, sino en “El decinueve
de marzo y el dos de mayo”, en una guerra sucia de civiles mal armados y echó a correr sin pensar en
nada hasta distinguir la silueta del jeep en lo alto de la cuesta. Aunque no supiera por dónde se iba a
escapar Cencerro, sabía por donde nunca lo haría, porque si los guerrilleros lograban escapar sin tener
ningún encuentro con la Guardia Civil, su padre no moriría en aquel suceso.
Al llegar Nino les explicó que le había mandado el teniente (Romero alucinó), que Cencerro se iba a ir por
la cuesta de la Bicha, mintió, al día siguiente diría que se había hecho un lío, que con el susto se había
olvidado lo de la radio, y había confundido cortijo con cuesta y Bizca con Bicha.
Pero Antonino le preguntó a Romero cuántos hijos tenía (tres) y cuánto ganaba (lo mismo que él “Una
puta mierda”), por tanto este le dijo que por esa cantidad no iban a dejar a dos viudas y a siete huérfanos
cuando lo único que querían era marcharse. Romero estaba de acuerdo, este esperaba que algún día

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todos pudiesen volver a vivir como personas. Finalmente hicieron un plan: Nino había llegado a junto el
jeep pero no había nadie, este estaba abierto y se había metió dentro a esperar porque hacía frio, como
Antonino y Romero no llegaban se había tapado con una manta y se había quedado dormido.
Lo acompañó al jeep, lo ayudó a acomodarse en el asiento trasero, lo arropó con una manta y le dio las
buenas noches. Encendió la radio y contactó con Curro, le preguntó si no habían oído tiros en el monte.
Volvieron a casa a las cinco y cuarto de la mañana, su madre no se había leído el libro, (Nino estaba
preocupado por el destino del Portugués).
En las declaraciones Antonino y Romero dijeron que poco antes de las once habían escuchado un tiroteo,
habían conectado por radio con Curro y Aranz, que no habían escuchado nada, pero podía ser cosa de
que el viento soplaba en contra a su dirección, y se fueron a investigar y se dejaron el jeep abierto
pensando que el otro lo había cerrado. Arriba, a Romero le pareció ver una sombra a la derecha por lo
que tardaron mucho en bajar. Cuando se quedaron sin tabaco fueron a coger más al jeep y se dieron

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cuenta de que allí estaba Nino, que cuando lo despertaron solo pudo decir que lo mandaba el teniente.
Michelín se puso como una fiera pues tenían orden de no alejarse de la radio y les amenazó con un
expediente disciplinario por abandono del puesto de combate, ellos lo aceptaron. Izquierdo les tomó
declaración y anotó que el teniente Salvador había decidido permanecer en el cuartel después de
encomendar, en contra de la expresa voluntad de su madre, a un civil de once años, la peligrosa labor de
enlace con la posición de los agentes denunciados. Finalmente firmaron todos menos Michelín, y este
guardó el papel junto el historial de Burropadre.

375-387 - FINAL: LOS PERIÓDICOS, PEPE Y LO QUE PASARÍA DESPUÉS


El día que vio la foto, no habían pasado ni cinco meses desde aquella noche, aquella guerra se había
acabado y las redadas habían terminado, la paz había llegado.
A lo largo del verano fueron llegando los clases de noticias, malas, pues muchos habían caído por el
camino, y buenas, porque otros habían llegado hasta Toulouse y habían inundado el pueblo de cartas,
fotos y recortes de periódico. Pero así y todo, hubo gente de los dos bandos que se negó a aceptar
aquella realidad. En una foto en la que se veía un grupo de quince hombres: Elias, Celestino, dos
Fingenegocios, Nicolás Saltacharquitos, dos desconocidos, uno altísimo con el pelo rizado y gafas y otro
de un metro ochenta, pelo claro, ojos color miel y muy guapo; y tres o cuatro mujeres, entre ellas
Fernanda la Pesetilla, la mujer de Saltacharquitos. Todos estaban en una acera, delante de la puerta de
un bar o restaurante en cuyo toldo aparecía "Casa Inés, la cocinera de Bosost". No se veía nada más que
eso, ningún indicio de que aquella foto hubiera sido tomada en el extranjero.
"Casa Inés" era el nombre que llevaba aquel guerrillero que se suicidó a finales del año pasado, la
dirección era una casa de Francia, por tanto Nino estaba convencido de que estaban en el país vecino, y
Paquito se percató de que se alegraba de que se hubieran escapado.
Al final le hizo una visita a doña Elena para mirar el significado de Bosost en una enciclopedia pero no
hizo falta, esta le dijo que era un pueblo del valle de Arán, en Lérida, Cataluña.
A finales de agosto llegó a casa de Joaquín y Vida una página de periódico entera, con una cabecera
escrita en Español, "Nuestra bandera", que debajo llevaba una inscripción "París, 2 de agosto de 1949".
En esa página había un reportaje bajo el titular de "Una historia de película" que contaba la historia de
Isabel Mariamandil y Enrique Fingenegocios, que también traía una foto de estos.

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Cuando hirieron a Enrique, este tenía cerca otro cortijo de confianza, pero se arrastró como pudo hasta el
de la abuela de Isabel, a esta siempre le había gustado Enrique, pero solo podían mirarse pues su familia
no habría tolerado su relación. Esa noche los perros ladraron y salió tras ellos, y se encontró con Enrique
detrás de un matorral con la pierna ensangrentada apuntándole con una pistola, al final este la guardó
pues por fin podían estar juntos. Isabel lo arrastró hacia la casa, le sacó la bala, lo cosió, subió un
colchón al desván, le hizo una cana y allí le tuvo más de un mes hasta que se puso bien. Isabel ahora era
una mujer nueva, resplandeciente y hermosa, no había quedado nada de la antigua.
Ni el más desconfiado se atrevió a sospechar que un periódico español, ni siquiera clandestino, pudiera
publicar aquella entrevista con aquella foto tan impúdica, por tanto solo podía ser francesa.
El recorte ya había circulado incluso por la casa cuartel, para que los hombres respiraran tranquilos y las
mujeres sacaran sus propias conclusiones.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
"Y pensar que la he tenido tan cerca estos años… ya me habría gustado a mi...", lamentaba Pepe el
Portugués una tarde mientras bajaban él y Nino del Cortijo de las Rubias. De repente Paula le dió un
capón en la cabeza "¿Qué te habría gustado a ti? Golfo". Pepe le preguntó lo mismo a ella y la rodeó con
los brazos para inmovilizar los suyos, la levantó e inclinó su cabeza hacia ella. Paula movía las piernas en
el aire, los brazos en el reducido espacio que la presión de los brazos de su novio le consentía y le dio
patadas hasta que cruzó las piernas y ella no pudo mover más las suyas. Pepe le advirtió que no se iba a
ir de rositas y que le iba a chupar la nariz, Paula le dijo que no lo hiciera, que le daba mucho asco, por lo
que él le propuso que fuese mejor un ojo y ella le informó que no lo soportaba. Pepe la dejó posada en el
suelo, la besó en los labios y le propuso cambiarlo por otra cosa. Paula escondió la cara en su cuello y le
dijo algo al oido que Nino no pudo escuchar pero que a Pepe le gustó a juzgar por la risa que dejó
escapar mientras levantaba el cuello y Paula le besaba la piel con besos pequeños, repetidos, lentos y
húmedos. Pepe le dijo a Nino que se fuera, que era muy pequeño, pero este le preguntó por el aceite que

Reservados todos los derechos.


iban ir a comprar en Frailes para una amiga suya que tenía un restaurante (al día siguiente fueron a
buscarlo, después vendría un camión para llevarlo al restaurante), pero Pepe le dijo que se largara y le
señaló el camino con el dedo mientras rodeaba a Paula por la cintura para devolverle los besos.
Aquella escena había logrado excitar a Nino más que los dos únicos besos que había visto en su vida el
de Sanchís y Pastora, y Filo y Elías. Y se marchó, pero al llegar a la primera curva, contó hasta diez y
retrocedió un par de pasos para verlos besándose en la boca en medio del camino.
Aquel episodio también hizo feliz a otra mujer: Curro y Sonsoles se iban a casar en cuanto don Bartolomé
les echase las amonestaciones, o iban a celebrar con una ceremonia sencilla en el pueblo. El día de la
boda amaneció feo, pero ella hizo todas las tonterías que hacían las protagonistas de esas novelas que le
gustaban tanto, obligó a Curro a salir del Cuartel dos horas antes, se puso una mantilla de su abuela,
unos pendientes de su madre, algo nuevo, algo viejo, algo azul, algo prestado. y un ramo de florecillas
blancas. Llegó un cuarto de hora tarde a la iglesia, y cuando salió de allí, el sol también salió.
A finales de septiembre, no todas las historias de amor de aquel año tuvieron un final feliz. Elenita le
escribió a Nino para contarle de que había convencido a su abuela para quedarse a vivir con sus tíos en
Oviedo. Al final le decía que lo iba a echar de menos y que le escribiera, cosa que él no hizo porque no
sabía que contarle y ella tampoco le escribió de nuevo. En junio, cuando se marchó, Nino ya suponía que
iba a pasar, por eso la última tarde que pasaron juntos este le pidió que lo besara, ella le vio un beso en
la mejilla y él le pidió uno en la boca, a lo que ella contestó “no seas pesado” y se marchó corriendo. En
aquella carta ella le decía de nuevo que no le gustaba el monte ni vivir en un cortijo, y que era una pena,
pero que al final se acabaría casando con un médico o un abogado de Oviedo. Nino había decidido ser
como Pepe el Portugués, y por mucho que le gustase una chica como Elenia, no pegaba bien en una vida
como la que él quería vivir, pensaba que era mejor una cabra montesa, a la que trincar en la mitad de
trocha para ponerle tratos que sólo se podían hacer al oído a cambio de no chuparle la punta de la nariz.
Elena estaba triste, no sabía que iba a hacer sin su nieta, era lo último que tenía, por tanto nino pensó
que antes o después también se marcharía, pero se equivocó. Cuando él se marchó, ella siguió estando
en el mismo sitio y siguió invitándole a merendar pestiños y vino cada vez que volvía a un pueblo en el
que era solo ella, la casa de sus padres y la engorrosa obligación de todas las vacaciones.
Pepe también se fue a Sevilla, con Paula, se iban a casar, tener hijos, trabajar en una fábrica y vivir de
otra manera, en un piso, en un barrio obrero. Nino se entristeció, Pepe se marchaba, lo dejaba solo, él,
que era la persona más importante de su vida, un amor más fuerte que el amor, sin embargo se quedaba

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en él, porque iba a ser otro niño, uno diferente al que habría sido si no lo hubiese conocido a los nueve
años. Él lo había convertido en alguien distinto, alguien mejor, le había enseñado que clase de hombre
quería ser y a quién quería parecerse. En aquel momento, la vida sin él le pareció tan imposible que
comprendió que algún día él también se marcharía. Pepe se marchaba, y Nino sabía por qué, y aunque
no quisiera pensarlo, llevaba meses esperando su partida. Allí ya no tenía nada que hacer, vino a enlazar
con Sanchís, a organizar aquella huida que no salió bien, y se quedó para ayudar a los que seguían
arriba, para encargarse de las muertes de Comerrelojes y de Pilatos, para supervisar el trabajo de la
imprenta, para escribir los textos, consultando esos libros que tenía tan bien escondidos, para que el
segundo Cencerro lograra terminar lo que apenas llegó a empezar el primero. Una vez terminado su
trabajo, el monte ya estaba vacío y allí no hacía falta. Se abrazaron, Nino lloraba y le dijo que lo iba a
echar de menos, Pepe no lloraba pero le dijo “y yo a ti, camarasa”, y se le quebró la voz.

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391-401 - ESTO ES UNA GUERRA Y NO SE VA A ACABAR NUNCA
Once años después Nino tuvo una cita con una chica. Era a las cinco y media, en Pedro Antonio de
Alarcón esquina con Recogidas. Él llegó diez minutos antes y ella un cuarto de hora tarde (no se
disculpó). Nieves le preguntó por qué quería unirse a ellos, en cambio él le explicó que siempre había
estado dentro, que lo había reclutado un hombre de su pueblo cuando tenía diez años. En cambio ella le
dijo que no estaba para tonterías, con una sonrisita de superioridad, él le informó que su pueblo era en
Sierra Sur, en Jaén, donde estaba la guerrilla, la resistencia armada, los hombres de Cencerro. Ella, con
el aire de suficiencia en el que se refugiaba cuando estaba nerviosa, le dijo que no le sonaba, que lo
único que sabía era que la guerrilla había sido un grave error estratégico. Pero enseguida le cogió por el
brazo y le pidió perdón, lo había ofendido mucho, y le sugirió seguir andando. Después Nino le contó que

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estudiaba Psicología y que tenía veintidós años (1960), pero estaba en primero porque sus padres no
tenían dinero para pagarle la carrera y hasta ese momento no podía habérsela pagado él. Hizo todo el
bachiller por libre, preparándose con una maestra de su pueblo, una republicana represaliada a la que el
régimen nunca había querido rehabilitar y en junio iba a Jaén a examinarse. Ella no le cobraba, pero él
intentaba pagarle como podía: vareando olivos, recogiendo esparto, haciendo pleita… Tras esto le digo
que ella no sabía lo que era la pleita y ella se puso muy colorada, y a Nino le seguían gustando las chicas
que se ponían muy coloradas. A los dieciocho se fue a la mili de voluntario, a los paracaidistas, para
ganar un poco más de dinero, y estuvo dos años en Alcalá de Henares. Después volvió a su pueblo, a
trabajar de lo que salía hasta que encontró trabajo en Jaén, en un taller de moto, al año anterior por fin
había podido hacer Preu en el turno nocturno de una academia. Como era buen mecánico su jefe lo
recomendó para el taller de un amigo, allí, en la carretera de la Sierra, pero no lo contrató hasta abril, por
eso estaba en primero. Nino podía haberle contado más cosas, como que su padre era guardia civil. El
cual cada vez que iba al pueblo le recordaba lo bien que estaba Paquito en el cuartel de Castillo de
Locubín, a dos pasos y ganando un sueldo mucho mejor que el suyo, y Alfredo, que estaba en Ceuta y
cobraba todavía más. Para su padre y su madre, era una especie de fracasado, ninguno de los pos sabía
siquiera deletrear el nombre de la carrera en la que estaba, ni explicar para que servía, ni por qué tenían
que dejarse la mitad del sueldo en un cuarto diminuto en un piso compartido en Zaidín, cuando podía
estar tan ricamente con tres habitaciones para él solo en cualquier pueblo de la Sierra Sur, vestido de
verde aceituna. Podía habérselo contado, pero estaba disfrutando de su sonrojo, que ya había colonizado
sus orejas, garganta y empezaba a extenderse por su escote cuando habló por fin. “No lo estoy haciendo
nada bien, ¿verdad?”, Nino le dijo que no, y le propuso ir a un bar, él invitaba, y empezar de nuevo, desde
el principio, que hasta las ocho no tenía clase. Y así hicieron, allí todo salió mejor. Nieves le dijo que iba a
necesitar un nombre nuevo y él le propuso ¨Carajilla”, ella dijo que no podía ser, que tenía que ser un
nombre normal, pero él le explicó que era el apodo de su abuelo, que lo habían fusilado, y por eso su
padre no lo empleaba. Ella lo aceptó pero se echó a reír y le explicó que el diminutivo no le favorecía, que
era muy alto. Nino le explicó que en el pueblo “somos así de chulos”, que a él lo seguían llamando Canijo,
y mientras la miraba desde arriba le explicó que de pequeño era muy bajito.
No tardó mucho en descubrir que su padre era guardia civil ni él en saber que se llamaba Maribel. Pero
se querían y se casaron el 1964 (Nino: 26), diez años después (1974, Nino: 36 años) oyó hablar en la
cárcel de Camilo por primera vez. Cuando cayó era profesor en la Universidad, ganaba más que Paquito,

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Maribel lo había pillado con otra, se había ido de casa, Nino le dijo que no un millón de veces y se dejó
manejar hasta que esta volvió, cuando esto sucedió él estaba mucho más enamorado de ella que cuando
se casó. Ya habían tenido un hijo que había llegado a ocupar un cargo importante en la dirección del
Partido en Granada. Faltaban pocos días para la Navidad del 1973, y desde hacía más de trece años,
trabajaba en la clandestinidad sin haber tenido ni un solo tropiezo. Él había abandonado el monte, pero el
monte no lo había abandonado a él, su memoria seguía viviendo en su cabeza, le protegía, amparaba,
afiliaba en sus instintos y reflejos, congelaba su sangre dentro de sus venas y le recordaba siempre a
tiempo números, nombres, rostros, hechos y le hacía sospechar y tener trucos para suavizar el terreno.
Después, cuando volvía a casa, horas después de lo normal, Maribel estaba despierta, desencajada y
llorosa, al igual que había visto tantas veces a su madre en la cocina de la casa cuartel. Ella le contaba
que habían detenido a su contacto y que habían caído cinco o seis más, que era un milagro que lo

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hubieran cogido a él y le preguntaba como lo hacía mientras lo desnudaba, él le contestaba que no lo
sabía mientras la desnudaba a ella, un instante antes de que los dos dejaran de hablar a la vez para
embarcarse en otro de los polvos furiosos, memorables, que brindaban a la eficacia de la policía de la
Brigada Político-Social. Aquella tarde de diciembre de 1973 el monte también le avisó, Nino iba a
desconvocar una reunión, creía que todavía estaba a tiempo. Santi era su alumno, y era él quien lo había
metido en el Partido, por lo que no lo iba a abandonar. En cambio, la Social les había metido un hombre
dentro y él lo esposó. Cuando los superiores se enteraron que su padre era cabo de la Guardia civil, le
preguntaron si no le daba vergüenza, y no le tocaron ni un pelo ni siquiera al decirles que no. Cuando
ingresó en la cárcel, sus camaradas todavía estaban sobrecogidos por la detención de Camilo, un
militante legendario, un héroe de la clandestinidad, desconocido incluso para los dirigentes del interior, al
que la policía había capturado unos meses antes que a él. Este estaba contento de haber caído, pues se
sentía fatal por llevar tantos años salvándose siempre y tenía miedo a que pensaran que era un traidor.

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Eso Nino lo entendió muy bien pero no sospechó que pudiese tener algo en común con aquel hombre.
En la primavera de 1974 (Nino: 36 años) un hombre le contó que a la mañana había visto a su abogado y
le había pedido que le dijese que la semana pasada, un hombre que se llamaba Toribio había aparecido
asesinado en un olivar Carambita, quién había traicionado a Cencerro.
En el juicio le cayeron veinte años, pero a pesar de que tuvo que celebrar la muerte de Franco en una
celda (Nov. 1975, Nino: 37 años ), no cumplió más de dos años y medio, porque en julio de 1976 (Nino:
38 años) le aplicaron la amnistía parcial por delitos políticos. En aquella época ya se había olvidado de
Camilo, y una de las primeras noches de abril de 1977 (Nino: 39 años), cuándo se sentó delante de la
televisión con Maribel, después de cenar, pues en un programa de reportajes de la segunda cadena iban
a emitir imágenes de la salida de los últimos de Carabanchel, le costó trabajo entender lo que veía. Era
Paula la rubia entre las señoras que estaban de pie, tensas y concentradas, con un gesto serio,
emocionado. Estaba en la puerta de la cárcel, y a su lado una chica joven que debía de ser su hija, pues
era igual a ella, con la misma edad que tenía su madre cuando Nino la conoció. En ese instante Isabel
empezó a chillar, estaba emocionada viendo como gente a la que conocía (Simón y Lobato) salían de la
cárcel, pero Nino no respondía, no lograba reaccionar, no la miraba, no podía hablar, ni moverse, ni
respirar, porque allí, ante la cámara también estaba Pepe el Portugués, treinta años más tarde (Pepe: 59
años), un primer plano en blanco y negro donde cabían todos los colores del mundo. Estaba más viejo,
tenía canas, la piel pálida, arrugada, el brazo derecho en alto y el puño cerrado. Nino pudo recordar toda
su infancia, todo lo contado anteriormente mientras el locutor hablaba de Camilo, de su larga trayectoria
de luchador por la libertad. Nino lloraba. Aquella noche Nino logró hablar con Pepe por teléfono por
primera vez en su vida. En la sede de Madrid le dijeron que estaba descansando y que no estaban
autorizados a darle su número, pero él les dejó el suyo con su nombre, Nino, y lo llamó enseguida. Este
le dijo que estaba muy orgulloso de él, lo sabía todo después de tantos años. Este intentó explicarle a
Maribel durante horas lo que Pepe había significado para él y tuvo la sensación de no haberlo
conseguido, pero cuándo fueron a Madrid para verlo, entonces, cuando los escuchó hablar lo entendió.
En las primeras elecciones democráticas, Pepe ocupó el primer lugar de la lista que presentó el Partido
Comunista de España por la Provincia de Jaén, en la que Nino ocupaba el último lugar. Fue una manera
de honrar la presencia de los vivos y la memoria de los muertos, una corona de laurel simbólica para el
monte y el llano, el definitivo final feliz que merecían los que se fueron y los que se habían quedado.
Debió ser, también, un grave error estratégico, porque ninguno de los dos llegó a ser diputado.

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