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Ernesto Cardenal, hombre del Espíritu

“No podemos alcanzar la grandeza a manos que perdamos todo intento de ser grandes”

Thomas Merton

El Espíritu sopla donde quiere y como quiere (cf. Jn 3,8), ese sos vos.

Tu pasión por Jesús y el Reino te llevaron a la Trapa y a recibir el orden sacerdotal, a


Solentiname, a la vida política, a la poesía, la escultura y las letras. Pero tu compromiso
fundamental con el Reino siempre estuvo anclado en tu corazón de niño. Compromiso
expresado en tu existencia ascética, viviendo con lo elemental, tu pobreza cargada de
evangelio.

Siempre fuiste libre. No estableciste alianzas con el poder, por eso cuando la revolución
dejó de ser fiel al proyecto del Reino no dudaste en irte por otros caminos.

Los que viven desde el Espíritu son así, audaces, alternativos, atrevidos, provocativos,
incómodos. Suscitan reacciones encontradas, son signo de contradicción como Jesús. Y eso
fuiste vos en la Iglesia y en el mundo.

Te recuerdo con tu figura de anacoreta, místico y poeta, con tu cabello blanco coronado por
tu infaltable boina, tu cotona impecable, tus ojos verdes y la mirada limpia y profunda,
reflejo de aquel Solentiname, archipiélago perdido de la geografía nacional y que volviste
referencia universal. Sin nada que esconder.

Gracias por tu “vida perdida” y encontrada en los senderos del Reino, por tu pasión por
Jesús y su evangelio.

Te conocí personalmente en el ocaso de tu vida que fue para mí el inicio de caminos de


alternatividad y evangelio. Y tu presencia en mi vida ha sido experiencia de encuentro con
un hermano sacerdote, pan partido y vida ofrecida.

“En la eternidad éramos; al nacer comenzamos a existir. Existir es ser en el tiempo. Y al


morir dejamos de existir, pero no dejamos de ser. Somos seres espirituales que vivimos una
aventura terrenal”

Teilhard de Chardin

Moisés Daniel Pérez Díaz. Pbro.

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