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Los Sistemas Perceptivos de La Piel
Los Sistemas Perceptivos de La Piel
PIEL
Una segunda teoría, la teoría del patrón, sugiere que el patrón de impulsos
nerviosos determina la sensación. Así, cada clase de receptor respondería a
muchas clases diferentes de estimulación, pero más a una que a otras. Un
receptor en particular puede responder enérgicamente a un estímulo de frío,
menos a uno del tacto, aún menos a uno doloroso y muy poco a uno de calor. Al
final, el cerebro puede interpretar un código en términos de la fuerza relativa de las
respuestas de un receptor. Melzack y Wall (1962) incorporaron algunos aspectos
de cada teoría para sus propósitos. Su artículo ahora se considera como un
progreso en la teoría de la sensibilidad de la piel, y los supuestos básicos aún
parecen correctos (Sherrick y Cholewick, 1981). Estos autores rechazaron la idea
de que cada receptor diferente es sensible, específicamente, a una sensación en
particular, mientras que aceptaron la idea de que los receptores difieren. En
concreto, cada clase de receptor está especializado de manera tal que puede
convertir una clase particular de estímulo en un patrón peculiar de impulsos.
Sentimos dolor si los impulsos de una clase de fibra son los dominantes. Por el
otro lado, si los impulsos de otra clase de fibra nerviosa son dominantes,
sentiremos calor, frío o presión.
DE LA PIEL AL CEREBRO
PERCEPCIÓN TACTIL
Tacto pasivo
Es la percepción que se realiza cuando un objeto es colocado sobre la piel,
y es capaz de variar dependiendo de la zona de donde se realice la estimulación.
La misma que puede ser analizada a través de umbrales absolutos (punto límite
en el cual se reporta la mitad de las veces) y umbrales de discriminación de dos
puntos (capacidad para notar que dos puntos están siendo tocados en lugar de
uno sólo).
Adaptación al tacto
Tacto activo
Heller (1984) extendió los hallazgos de Gibson utilizando nueve moldes para
probar tres clases de tacto:
Sin embargo, para discriminaciones más simples el tacto activo parece tener
poca ventaja sobre el pasivo. Tanto los ciegos como quienes ven, fueron
igualmente buenos para determinar cuál de dos superficies era más suave,
independientemente de si sintieron el estímulo abrasivo, contacto activo o pasivo
(Heller, 1989c). De manera interesante, los no ciegos tenían un mejor desempeño
discriminando la lisura de lijas finas al basarse en el tacto más que en la visión.
Como veremos en la próxima sección, el hallazgo bastante más común es que la
información visual tiene preferencia sobre la del tacto.
Se han desarrollado otras ayudas táctiles para los ciegos; por ejemplo,
varios sistemas para permitirles que exploren pinturas de líneas realzadas, como
las descritas en la investigación de Heller (Heller, 1989a; Kennedy, 1982).
También han sido diseñados mapas de las calles de una ciudad, los túneles para
peatones y los Centros Comerciales (James, 1982).
El tacto puede ser útil para los sordos igual que para los ciegos. Por
ejemplo, con el método de Tadoma un sordo o sordo y ciego, coloca su mano en
los labios y en la mandíbula de la persona que habla para captar las sensaciones
táctiles de su voz, como el flujo del aire, el movimiento de labios y mandíbulas, y la
vibración (Loomis y Lederman, 1986). También se ha desarrollado varios sistemas
para presentar exposiciones táctiles de los patrones de la voz (Ccarrey, 19888;
Kirman, 1982).
Una aplicación final, pero muy importante, del tacto activo se presenta en la
medicina. El médico debe palpar la piel de su paciente para determinar la
localización, tamaño y forma del feto dentro del útero de una mujer embarazada o
un apéndice inflamado (Loomis y Lederman, 1986). Considere también la utilidad
del tacto activo para detectar el cáncer de mama. En Estados Unidos, en 1985,
aproximadamente 1169 mil mujeres presentaron cáncer de mama y 38,400
murieron de esta enfermedad (Diem y Rose, 1985) ya que la detección temprana
del cáncer hace más probable la sobreviva, el autoexamen de la glándula mamaria
es una herramienta indispensable para combatir la muerte por ese cáncer, debido
a que el autoexamen es un procedimiento sin riesgo, se recomienda que toda
mujer de más de 20 años lo realice de manera rutinaria. Las estadísticas sugieren
que la mujer que examina sus glándulas mamarias una vez al mes buscando
posibles protuberancias o masas, reducirá el riesgo de morir de cáncer en un 15%
(Foster, Constanza y Worden, 1985).