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Paul Watzlawick

iBSIBlL
LllBlLIDD!
Confusión
Desinformación
Comunicación
-·-

gg

hel'der
PRÓLOGO

E ste libro analiza el hecho de que lo que llamamos realidad es


resultado de la comunicación . A primer a vista , se diría que se trata
de una tesis paradó jica, que pone el carro delante de la yunta, dado
que la realidad es , de toda evidencia, lo que la cosa es realme nte ,
mientras que la comunicación es sólo el modo y manera de des-
cribirla y de inform ar sobre ella.
Demostraremos que no es así; que el desvencijado andamiaje
de nuestras cotidianas percepciones de la realidad es, propia1nente
hablando , ilusorio , y que no hacemos sino repararlo y apunta larlo
de continu o, incluso al alto precio de tener que distorsionar los
hechos para que no contrad igan a nuestro concepto de la realidad,
en vez de hacer lo contrario , es decir, en vez de acomod ar nuestra
concep ción del mundo a los hechos incontr overtib les .
Demos traremos tambié n que la 1nás peligrosa manera de en-
gaña rse a sí 1nismo es creer que sólo existe una realidad ; que se
dan, de hecho, innume rables versiones de 1a realidad, que pueden
ser muy opuesta s entre sí, y que todas ellas son el resulta do de
]a comunicación, y no el reflejo de verdades eternas y objetivas .
Hasta época muy reciente no se ha comenzado a investi gar a
fondo el problen1a de la estrecha interde penden cia entre realida d
y comunicación. Por consigu iente, hace treinta años hubiera sido
imposible escribi r este libro. Y, sin embarg o, no hay nada en él
que no se hubiera podido pensar , investigar y aplicar hace ya mucho

7
Prólogo Prólogo

tiempo. O dicho de otra forma : las afirmaciones que aquí se hacen ejemplos aparentemente tan dispares y las conclusiones que pueden
estaban al alcance de nuestro pensam iento no sólo hace ya algunos extraerse. El recurso a los ejemplos tiene, pues, muy diversos sig-
,
decenios sino, por lo que respecta a las premisas en que se apoyan nificados en cada uno de estos métodos. En el primero, los ejem-
sólo la es
desde la edad antigua. Pero faltaba la disposición, o acaso plos aducid--is deben poseer por sí mismos fuerza demostrativa,
- decir, deben ser auténticas pruebas. En el segundo tienen una fun-
ocasión, de enfren tarse con la natural eza y los efectos de la comuni
cación como fenómeno indepe ndient e. Cierto que los físicos y los ción similar a la de las analogías, metáforas e ilustraciones: su mi-
técnicos de la telecomunicación habían resuelto ya en gran parte sión es describir, exponer o traducir una cosa a un lenguaje fácil-
los problemas de la transm isión de información, que la lingüís
tica mente comprensible, pero no necesariamente demostrar. Este pro-
había instalado sobre sólidas bases científicas nuestro conocimiento cedimiento permite recurrir a ejemplificaciones que .,o tienen por
del origen y estruct ura del lenguaje y que la semántica había
ini- qué ser científicas en el sentido estricto de la palabra . Puede tra-
ciado desde hacía mucho tiempo la investigación del significado
de tarse, por ejemplo, del empleo de citas tomada_s de novelas o poe-
es
los signos y de los símbolos. En cambio , el estudio de la llamada sías, de anécdotas y chistes o incluso, en fin, de esquemas mental
cómo meramente imaginarios. Un procedimiento al que Maxwe ll confirió
pragm ática de la comun icación human a , es decir, del modo
los hombres se influyen mutua mente median te la comun icación , de respetabilidad hace ya muchos años, al postular su «demonio».
pueden Este libro se apoya en el segundo método y espero ofrecer así
cómo a lo largo y en virtud del proceso de comunicación
dife- al lector la posibilidad de acercarse, como quien dice, por la puerta
surgir «realid ades», ideas y concepciones ilusorias totalm et,te d
joven de la trasera, a los complejos problemas de la concepción de la realida
rentes, este estudio constit uye una rama relativamente
y acomodación a la misma.
investi gación .
- La exposición que sigue no exige un previo conocimiento de
La pregun ta a que este libro intenta dar respuesta es la siguien
fórmulas o de teorías abstractas. Todo lo contrario: el libro quiere
te: ¿hasta qué punto es real lo que ingenuamente y sin el menor narrar, contar algo, quiere ilustrar narrando. El lector puede abrirlo
reparo solemo s llamar la realida d? por la página que le plazca y, según el humor del momento, em-
Es propós ito firme y declara do de este escrito atenerse ~ . un pezar la lectura por ese pasaje o bien seguir hojeando en busca
de
uca,
estilo ameno y coloqu ial y presen tar al lector, en forma anecdo otro lugar. Si algo despierta su interés y desea más amplia infor-
alguno s ejempl os, elegidos al azar, de la investigación -:le_ la comu- mación sobre el tema, las referencias bibliográficas le darán acceso
les,
. · ' n, qu e son si'n duda insólitos , curiosos y. hasta mcreíb . .
mcacio a las fuentes. De similar manera, el estudioso de las ciencias socia-
a pesar de que (o acaso precisa mente porque ) ti~ne_n una pa_ruci-
les o de las ciencias del comportamiento podrá acaso hallar en estas
es
pación inmed iata en el origen y formación de las distmtas version páginas ideas o estímulos para sus propios proyectos de investigación
de ]a realida d. o para sus disertaciones.
A na person a meticu losa podrá antojársele esta forma expo- Espero, además, que el libro pueda desempeñar una segunda fun-
fici'al y acientífica · Pero esta person a. no deberíad olvidar
u
. • super
sltlva . ción. Corno ya se ha insinuado, creer que la propia visión de la rea-
que existen dos manera s - comple tament e distmta s - e e:po-
lidad es la realidad misma, es una peligrosa ilusión . Pero se hace
. . , cien
sicion
. t'fica
i . La
primer a comienza por formul ar una ¡·d 1y
teona
aún más peligrosa si se Ja vincula a la misión mesiánica de sen-
1 _ez . o
aporta luego las prueba s experi mental es que confirman su va tirse en la obligación de explicar y organizar el mundo de acuerd
eJem- a
El segund o métod o consis te en presen tar un gra~ númer o de con ella, sin que import e que el mundo lo quiera o no . La negativ
luego des- ía
p los tornados de
los más distint os campo s, para intenta r a plegarse a una determinada visión de la realidad (a una ideolog
1
' de· esta maner a práctica, a estruct ura comu 'n de todos estos
cubrir,
9
8
Las dos realidades

muy a menudo dos conceptos muy distint d .


mezc1ar l 'd d fi . 1
. d ertirlo con la c an a su ciente. El primeros d e all realidad '
sl!l a v . , . 0 e e
las p ropied ades p uramente Ílsicas (y por ende b' os.
se re-
fiere a o Jet1vamente
consta t ables) de las, cosas Y responde, por tanto , al problcma de 1a
llamada «sana razon . humana » o del proceder científico b' .
. o Jettvo.
El segundo afecta exclusivam ente a la ~dscripción de un sentido y
r
un valo a estas cosas y, en consecuencia, a .la comunicación .
Por ejemplo : antes de la llegada de la primera sonda a la super-
1
ficie lunar, los astr~nomo_s no esta~an de acuerdo sobre si esta su-
( erficie tenía la resistencia necesaria para soportar el peso de una
~ nave espacia1; a1gunos temian
P , que esta
' se hundi' na en una profunda
1 ca a de polvo. Hoy sabemos que se daba realmente el primer caso
1
1
1
pque, por consiguie nte, algunos científis:os tenían objetivamente
(
1 :azón y otros estaban equivocad os. Un ejemplo más sencillo sería
1
la divergencia de opiniones sobre el problema de si la ballena es
un pez o un mamífero . . También en este caso puede darse una res-
puesta objetiva a la pregunta de en cuál de las dos definiciones con-
ceptuales debe situarse<'ía ballena. Encuadraremos, pues, dentro de
la realidad del primer orden aquellos aspectos de la realidad que se
refieren al consenso de la percepción y se apoyan en pruebas expe-
rimentales , repetibles y, por consiguien te, verificables .
LAS DOS REALIDADES Ahora bien, en el ámbito de esta realidad no se dice nada sobre
la significaci ón de estas cosas, o sobre el valor (en el más amplio
Con esto hemos llegado al fin de la segunda parte. Parece, sentido de la palabra) que poseen. Por ejemplo: la realidad del pri-
pues, oportuno intentar elaborar una síntesis de los ejemplos, cier- mer orden del oro, es decir, sus propiedad es físicas, son perfecta-
tamente heterogéneos , que se han citado v extraer su común deno- mente conocidas y verificable s en todo tiempo. Pero la significación ,
minador. Ya el lector habrá observado ~ue tampoco a mí me ha la importanc ia del oro en la vida humana desde tiempos remotos
sido posible evitar los conceptos de «realidad », «autenticid ad» Y y sobre todo el hecho de que dos veces al día se le asigne en una
otros semejantes. De aquí se deriva una aparente contradicc ión res- oficina de la City londinens e un valor concreto, y que esta asigna-
pecto de la tesis básica del libro, según la cual no exis te una realidad ción de valor tenga una important e influencia en otros muchos aspec-
absoluta, sino sólo visiones o concepcio nes subje tivas, y en parte tos de nuestra realidad, todo esto tiene muy poco o nada que ver
totalmente opuestas, de la realidad , de las que se supone ingenua- con sus propiedad es físicas. Esta otra segunda realidad del oro es
mente que responden a la realidad <<real» a la «verdader a» realidad. la que puede hacer de un hombre un Creso, o llevarle a la banca-
En todos los ámbitos, pero sobre todo en el de la psiquiatría, rrota.
en la que el problema de la concepció n d e la realid ad como baremo Esta diferencia aparece con mayor claridad aún en los ejemplos
de normalidad desempeña un papel de capital importanc ia, solemos que hemos menciona do de conflictos interhumanos provocados ª con-

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Desinformación

. diversidad de nonnas culturales. Es palmario ev1..


secuenci a de 1a bº .
marque la
y
dist
i te ninguna norma o Jetlva que . an.
den te que no ex s en morn
dos personas o que determ ine qué
cía «correcta» en t re . . . ento
• es entre novios ' si al pr1nc1p1 0 o ya en un estadio "uuyh'I
de 1as re1ac1on ·
rela ciones es correcto besarse. Estas reglas son sub
avanzado e sud S ' . , ·
s y de ninguna manera, expres1 on de las verdades
. .
1et1vas, arbi·traria ·.
eternas de la filosofía platónica. En el ambt~o d~ esta realidad del
segundo orden resulta , por tanto, absurdo discutir sobre lo que es
«realmente» real.
Como ya se ha dicho, perdemos de vista con suma frecuencia
esta diferencia o incluso ni siquiera advertimos la presencia de dos
realidad es distintivas . Vivimos bajo la ingenua suposición de que
la realidad es naturalmente tal como nosotros la vemos y que todo
el que la ve de otra manera tiene que ser un malicioso o un demente.
Que me lance al agua para salvar a una persona que está a punto
de ahogarse es un hecho que puede constatarse objetivamente; que
lo haya hecho por amor al prójimo, por afán de notoriedad o por-
que el rescatado es millonario, es una cuestión para la que no hay
pruebas objetivas, sino sólo interpretaciones subjetivas.
Lo verdaderamente ilusorio es supone r que hay una realidad
«real» del segundo orden y que la conocen mejor las personas <<nor-
males» que los «perturbados psíquicos» .
Pl anoland ia
Comun icación
a precedida de un sue ño singular. En este sueño se ve
tud como aquel primigenio es tado de fe licidad. Lo que hacemo~ ntur b ad o [ ' . . . ,
co d d de pronto a un mundo urnd1mens1onal, cuyos habitantes
siempre, y lo q~e continuaremos haciendo cada día y cada minuto, rasla a o 11 . .
t O rayas . T odos e os se mueven hacia adelante o hacia
es ignorar los extremos del dilema, cerrándonos frente a la eterna 11 puntos
so , ero siemp re sobre una misma línea, a la que llaman su mun-
contradicción y viviendo como si no existiera . El resultado es aquel atrasA , Plos hab itantes d e i mean
· l dta. 1es resu1ta tota1mente mconce
. b'1-
extraño estad() que se llama «salud mental » o - con humor aún
do. •d de moverse también a la derecha o a la izquierda, ade-
más forzado - «adecuación a la rea f;dad» . ble 1a i ea . , .
, d hacia adelante o hacia atras. En vano intenta nuestro nana-
mas e suef 0 explicar a la rava más larga de Linelandia (su
dor en su , ' -
Planola,,dia ' ) la realidad de Planolandia. El rey le toma por loco y ante
ozudez nuestro héroe aca b a por perder la pac1enaa
monarca · · :
H ay un pequeño libro , escrito hace ya casi un siglo , del que tan o btu sa t
es autor el entonces director de la City of London School, reveren-
do Edwin A. Abbott. Aunque compuso más de cuarenta obras , p , malgastar m:ís palabras? Sábete que yo soy el complemento de
~mcomp
ara qlute yo Tú eres una línea yo soy una línea de líneas, llamada
todas ellas relacionadas con los temas de su especialidad , es decir , tu eo • ' . . . .
• , adrndo Y aun yo mismo, aunque mfimtamente superior a t1 ,
la literatura clásica y la religión, esta obrita , al parecer insignifi- en mi pa1s cu " · d h
valgo poco comparado con los grandes _nobles ~e Planolandia, de don e e
cante, titulada Flatland. A Romance in M(lny Dimensions [ 1] (Pla- venido con la esperanza de iluminar tu ignorancia [2].
nolandia . Historia fantástica en varias dimensiones), es, por decirlo
con la lapidaria observación de Newman [ 117] , «su única protec-
Ante tan delirantes afirmaciones , el rey y todos sus súbditos,
ción contra el olvido total».
puntos y rayas, se arrojan sobre el cuadrado a q~en , en _este pre-
No puede negarse que Planolandia está escrito en un estilo más
ciso instante, devuelve a la realidad de Planolandia el sorudo de la
bien llano ; pero aun así, se trata de un libro muy singular. Singu-
lar no sólo porque anticipa ciertos conocimientos de la moderna campana que le llama ai desayuno. . .
Pero aquel día le tenía aún reservada otra molesta expenenaa:
física teórica , sino sobre todo por su aguda intuición psicológica, • , 33 los fundamentos de la
que ni siquiera su prolijo estilo victoriano consigue apagar. Y no El cuadrado enseña a su meto, un exagono , ,
parece exagerado desear que esta obra (o una versión modernizada an.tmeuca
, . y su ap1icac1on
. . , a 1a geome t na ' . Le enseña que el numero
I
btiene sencillamente e
de la misma) , se convirtiera en libro de lectura obligatoria para la d
de pulgadas cuadradas de un cua ra d O se O d e-
. 1 ,
vando a la segunda potencia e numero e d pulgadas de uno e 1os
enseñanza media . El lector comprenderá pronto por qué razón.
Planolandia es una narración puesta en boca del habitante de lados.
un mundo bidimensional, es decir, de una realidad que sólo tiene
longitud y anchura, pero no altura . E s un mundo plano, como la El pequeño exágono reflexionó durante un 1argo momento y después dijo:
. S pongo
. , , la tercera potenaa. u
superficie de una hoja de papel, habitado por líneas, triángulos, «Tamb1en me has enseñado a elevar numeros ª N d b 1 tamente
, .
que 33 debe tener algún sentido geometrico; cu
¿ ál es) » « a a, a so u
cuadrados , círculos, etc. Sus moradores pueden moverse libremente · , ' lo tiene
na da», repliqué yo «al menos en 1a geome t na,, porque la geometria so
ue se des-
sobre (o, por mejor decir, en) esta superficie, pero, al igual que las . .
dos d1mens1ones.» ' -, 1 b ho cómo un punto q
Y luego ensene a mue ac . puede expre-
sombras , ni pueden ascender por encima ni descender por debajo ,
P1aza tres pulgadas genera una lmea d lgadas lo que se
e tres pu ' d paralelamente
de ella. No hace falta decir que ellos ignoran esta limitación , por- , . , d pulgadas se esp1aza
~ar con el numero 3 ; y s1 una lmea e tres · ul d lo que se expre-
, .
que la idea de una tercera dimensión les resulta inimaginable. a s1 m1sma tres pulgadas, genera un . cuadr ado de tres p ga as,
·
El narrador de nuestra historia vive una experiencia totalmente sa aritméticamente por 32 • interrumpió excfa-
Pero mi nieto volvió a su anterior objeción, pues me

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223
Planolandia
Comunicación
consta nte aumen to, para , a continu ación , ir di·smi· nuyen do
¡11etrO en ).
mando: «Pero si un punto, al desplazarse tres pulgadas,· genera
una línea d de diámet ro has ta volver a desaparecer por comple to (fi gura 14
tres pulgadas. que se representa Pº: 1 '
e . numero
3, y st una recta, al despla-e
, genera un cuadrad o de tres pu1ga-
zarse tres pu lgadas paraldamente a s1 misma 2
das por lado ' Jo que se expresa por 3 , entonce s un cuadrad o de tr ~ ~
g·idas por lado que se. mueve de alguna manera {que no acierto a compr ender)
, , al ( . .
· generara go aunque no puedo 1magma rme que')
paralelamente a s1 mismo,
3 '
v este resultado podrá expresarse por 3 .»
ción. «Tendrfa s
· «Vete a la cama», le dije, algo molesto por su interrup Perspectil'a
más sentido común si no dijeras cosas tan insensat as» [3]. d~l cuadrado

Figura 14
Y así, el cuadrado, sin haber aprendido la lección de su prece-
dente sueño , incurre en el mismo error de que había querido sacar Esto explica tambié n el sorpren dente hecho de que la esfera pueda
o
al rey de Linelan dia. Pero durante toda la tarde le sigue rondand entrar en la casa del cuadra do aunque éste haya cerrado a ciencia
y
en la cabeza la charlatanería de su nieto y al fin exclama en voz
3 conciencia las puerta s. Entra, natural mente, por arriba. Pero el con-
alta: «Este chico es un alcornoque. Lo aseguro; 3 no puede tener cepto de «arriba » le resulta tan extraño al cuadrado que no lo pue-
ningun a correspondencia en geometría .» Pero de pronto oye una de compre nder y, en consecuencia, se niega a creerlo . Al fin ,
la
voz : «El chico no tiene nada de alcornoque y es evidente que
y
la voz de un extraño esfera no ve ningun a otra solución más que tomar consigo al cua-
tiene una correspondencia geométrica.» Es
- drado y llevarlo a E spaciolandia. Vive así una experiencia que hoy
visitant e, que afirma venir de Espaciolandia, de un mundo inimagi
calificaríamos de trascen dental:
nable, en el que las cosas tienen tres dimensiones. Y al igual que
el cuadrado en su sueño anterio r, el visitan te se esfuerza por hacer- Un espanto indecibl e se apoderó de mí. Todo era oscuridad;
luego, una
le comprender la realidad tridimensional y la limitación de Plano- vista terrible y mareant e que .nada tenía que ver con el ver; vi
una linea que
landia comparada con esta realidad . Del mismo modo que el cua- no era línea; un espacio que no lo era; yo era yo, pero tampoco
era yo. Cuan-
sta la locura o
drado se definió ante el rey de Linelandia como una línea compue : «Esto es
do pude recuper ar el habla, grité con mortal angustia
un respond ió con tranquila voz
de muchas líneas , también ahora este visitan te se define como el infierno .» «N o es ni lo uno ni lo otro», me
abre otra vez los ojos e intenta
esfera. Pero la esfera, <<es sab er; hay tres dimensiones;
círculo de círculos, que en su país de origen se llama
su ver sosegadamente» [ 4].
naturalmente el cuadrado no puede comprenderlo, porque ve a
visi tante como un círculo, aunque ciertamente dotado de muy extra-
ve- A partir de este instant e místico , los acontecimiento s toman un
ñas e inexplicadas cualidades : aumen ta y disminuye, se reduce a
Con extrem ada pacien- rumbo tragicómico. Ebrio por la formidable experiencia de haber
ces a un punto y hasta desaparece del todo.
penetrado en una realida d totalm ente nueva, el cuadrado desea explo-
cia le va explicando la esfera que todo esto no tiene nada de singu- de
au- rar los misteri os de mundo s cada vez más elevados, de mundos
lar para él: es un número infinito de círculos, cuyo diámetro oír
de cuatro, cinco y seis dimens iones. Pero la esfera no quiere ni
menta desde un punto a trece pulgadas, colocados unos encima idea
tanto, se desplaz a a través hablar de semeja ntes dislate s: «No existe tal país. Ya la mera
los otros para componer un todo. Si, por o no ceja en sus
es totalm ente impens able.» Pero como el cuadrad
de la realidad bidime nsional de Planolandia al principio es invisi-
deseos, la esfera, encole rizada, le devuelv e a los estrechos límites
ble para un habitante de este país, luego, a;enas toca la superfic
ie,
aparece como un punto y al fin se transform a en un círculo de diá- de Planol andia.

224 225
\X7atzlaw ick, Realidad 15
En este punto , la moraleja de la historia cobra perfiles suman1en-
. t as . El cuadrado se siente llamado a la gloriosa v· acuci' ante
te rea l1s
tarea de predicar en Planolandia el evangelio de las tres dimen-
siones. Pero cada vez le resulta más difícil despertar en sí el re-
cuerdo de aquella realidad tridimensional que al principio tan clara
e inolvidable le parecía ; además, fue muy pronto encarcelado por
el equivalente de la inquisición de P lanolandia. Pero en vez de aca-
bar sus días en la hoguera, es condenado a cadena perpetua y ence-
rrado en una cárcel que Abbott describe, con admirable intuición
como fiel contrapartida de ciertos establecimientos psiquiátricos de'
nuestros mismos días . Una vez al año , le visita en su celda el Círculo
Supremo, es decir, el sumo sacerdote, para averiguar si mejora su
estado de salud mental. Y cada año, el pobre cuadrado no puede
resistir la tentación de intentar convencer al Círculo Supremo de que
existe realmente una tercera din1ensión . Pero el sacerdote menea la
cabeza y desaparece hasta el año siguiente.
Lo que Planolandia presenta es simplemente la relatividad de
la realidad . Y por esta razón sería deseable que los jóvenes hicieran
de esta obra su libro de lectura. La historia de la humanidad enseña
que apenas hay otra idea más asesina y despótica que el delirio de
una realidad <<real» (entendiendo, naturalmente, por tal, la de la
propia opinión), con todas las terribles consecuencias que se deri-
van con implacable rigor lógico de este delirante punto de partida.
La capacidad de vivir con verdades relativas, con preguntas para
las que no hay respuesta , con la -sabiduría de no saber nada y
con las paradójicas incertidumbres de la existencia , todo esto puede
ser la esencia de la madurez humana y de la consiguiente tolerancia
frente a los demás. Donde esta capacidad falta, nos entregaremos
de nuevo, sin saberlo, al mundo del inquisidor general y viviremos
la vida de rebaños, oscura e irresponsable, sólo de vez en cuando
con la respiración aquejada por el humo acre de la hoguera de al-
gún magnífico auto de fe o por el de las chimeneas de ]os hornos
crematorios de algún campo de exterminio .

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