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“Si no puedo hacer memes, tu revolución no me interesa”.

La frase está firmada por


“Ciela Goldman” y escrita sobre una fotografía histórica de Emma Goldman a la que le
agregaron unas espléndidas uñas postizas y unas enormes argollas doradas en las
orejas. Es cierto, los memes pierden todo su encanto si hay que explicarlos. El secreto
de su éxito es ese golpe de risa inmediato provocado por la combinación, en una sola
imagen, de una enorme cantidad de referencias culturales yuxtapuestas. Pero no se
trata de hacer reír a una sola persona. Los memes crean y a la vez se dirigen a la
comunidad que los interpreta, los disfruta y los comparte. Ciela Goldman nos hace reír
porque rompe la creencia establecida de que las feministas siempre estamos enojadas
y no tenemos sentido del humor. Ciela Goldman nos roba una carcajada porque al
mismo tiempo parodia y trae al presente a Emma Goldman rechazando una revolución
en la que no se puede bailar. Con memes recuperamos el legado feminista de quienes
reivindicaron el vínculo entre la política y el placer. Reclamamos la risa compartida, su
sonoridad, su liberación de energía y su poder subversivo. Con memes también
disputamos los géneros humorísticos que tantas veces se solazan en el machismo, la
homofobia y el racismo. El humor de los memes feministas es corrosivo porque no se
dirige solamente hacia nuestros antagonistas. También nos obliga a reconocernos en
otras imágenes y a desprendernos de la seriedad para habitar otras formas de la
crítica. La risa feminista es contagiosa, es desobediente y también es incómoda. SEND
MEMES.

Nayla Luz Vacarezza


Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA) - CONICET

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