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LA CIENCIA DEL TERCER

MILENIO
Hacia un nuevo paradigma epistemológico

Alexander Ortiz Ocaña1

2016
1 Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica,
Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en

Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la

Habana. Contador Público. Licenciado en Educación. Recibió el premio a la excelencia educativa 2007 y 2008 otorgado

por el CIHCE con sede en Lima, Perú. Mejor pedagogo novel de Cuba en el año 2002. Ha publicado más de 30 libros.

Ha realizado asesorías pedagógicas, talleres y conferencias en empresas y universidades de Cuba, Colombia, México,

Brasil, Ecuador, Venezuela, Chile y Panamá. Actualmente reside en Colombia. Email: alexanderortiz2009@gmail.com
Ortiz Ocaña, Alexander

LA CIENCIA DEL TERCER MILENIO Hacia un nuevo paradigma


epistemológico 1a ed. Bogotá: Distribooks Editores.
xxx p. ; 21x15 cm.
ISBN xxxx
I. Título
CDD

Fecha de catalogación:

Gerente Editora Jessica Fonseca Ramírez


Diseño de cubierta y preimpresión Wise in Media
ceo@wiseinmedia.com
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Queda hecho el depósito que marca la ley xxxxx


Contenido

¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE ESCRIBE ESTE LIBRO?.................11

I-HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA CIENCIA


SOCIO-HUMANA EN EL TERCER MILENIO.................................. 53

1.1-Azar, caos, desorden y catástrofes.....................................................54


1.2-Ciencia, arte y filosofía........................................................................80
II-NUEVA RACIONALIDAD CIENTÍFICA EN EL SIGLO XXI ...... 125

2.1-Aportes de las Neurociencias............................................................. 126


2.2-Complejidad, sistemas autorreferentes, estructuras
disipativas y autopoiesis............................................................................. 154
2.3-Hacia una racionalidad configuracional....................................... 192
III-TEORÍA Y PARADIGMA CONFIGURACIONAL DE LA
CIENCIA ....................................................................................... 211

3.1-¿Qué es una teoría?...............................................................................212


3.2-¿Qué es un paradigma?........................................................................221
3.3-Configuracionismo: modelo epistémico del siglo XXI ............. 231
3.4-Fundamentos de la Configuralogía: nueva ciencia
configuracional........................................................................................... 260
IV-ONTOLOGÍA Y COMPLEJIDAD DE LA CONFIGURACIÓN....307

4.1-Génesis y ontología de la configuración......................................308


4.2-Diferencias entre la configuración y las nociones
de sistema, complejidad, holos y sintagma......................................... 364
4.3-Niveles de complejidad configurativa........................................... 374
V-CATEGORIZACIÓN DE LA TEORÍA CONFIGURACIONAL.......399

5.1-Categorías que caracterizan las configuraciones.....................400


5.2-Auto-configuración..............................................................................464
VI-LA CONFIGURACIÓN EN LOS PROCESOS
SOCIO-HUMANOS.......................................................................... 481

6.1- Teoría Configuracional de la Personalidad


(Fernando González Rey)..................................................................482
6.2-Configuración de los procesos socio-humanos.........................492
6.3-Comprensión configuracional de los procesos
humanos y sociales....................................................................................506
6.4-Configuraciones socio-humanas y “realidad objetiva”............. 517

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.......................................533
¿POR QUÉ Y PARA
QUÉ SE ESCRIBE
ESTE LIBRO?
12
El origen de este libro tiene sus raíces en el año 2004, en el inicio y
desarrollo de una línea de investigación sobre el desarrollo humano
integral que, en la misma medida en que avanzaba, me fue llevando
hacia nuevas construcciones teóricas y conceptuales que progresi-
vamente me han conducido a la necesidad de esta reflexión episte-
mológica, por cuanto los retos de continuar una elaboración teóri-
co-conceptual dentro de la definición holística de la personalidad,
me llevaron a considerar el carácter configuracional de sus cualida-
des y atributos.
Por otro lado, Martínez (2012; p. 227) afirma que en muchos de
nuestros ambientes académicos, la desorientación epistemológica si-
gue siendo uno de sus rasgos más sobresalientes; y, en otros, se cabal-
ga con feliz ingenuidad, se trabaja dentro de moldes teóricos y me-
todológicos, dentro de coordenadas teórico-prácticas que dan frutos
en apariencia, sólidos únicamente porque no son cuestionados en su
basamento epistémico.

Pero este cuadro caótico de la educación, no es nuevo. En la reu-


nión de la comisión de política educativa celebrada el 20 de julio de
1978, Bateson señaló que los actuales procesos educativos son, desde
el punto de vista del estudiante, una estafa. Las presentes notas tienen
como objetivo explicar esta opinión.

Se trata de una cuestión de caducidad y obsolescencia. Si bien gran


parte de lo que las universidades enseñan hoy es nuevo y se utiliza,
los presupuestos o premisas sobre los cuales se basa toda nuestra en-
señanza son antiguos y, en mi opinión caducos y obsoletos.

Bateson se refiere a nociones tales como las siguientes (2011; p.


231):
a) El dualismo cartesiano que separa a la “mente” de la “materia”.

b) El extraño fisicalismo de las metáforas que empleamos para des-


13
cribir y explicar los procesos mentales: “potencia”, “tensión”, “ener-
gía”, “fuerzas sociales”, etc.

c) Nuestro supuesto antiestético, fruto del acento que Bacon, Locke


y Newton pusieron mucho tiempo atrás en las ciencias físico-natura-
les, de que todos los fenómenos (incluidos los psicológicos) pueden y
deben ser estudiados y evaluados en términos cuantitativos.

La concepción del mundo -la epistemología latente y en parte in-


consciente- que esas ideas, en su conjunto, generan está concentrada
en tres aspectos diferentes (Bateson, 2011; p. 231-232):
a) Desde el punto de vista pragmático, resulta claro que estas pre-
misas y sus corolarios llevan a la codicia, a un crecimiento monstruo-
samente exagerado, a la guerra, la tiranía y la contaminación ambien-
tal. En este sentido, día a día se demuestra que nuestras premisas son
falsas, aunque los estudiantes sólo se percatan a medias de ellos.

b) Desde el punto de vista intelectual, esas premisas son obsole-


tas por cuanto la teoría de los sistemas, la cibernética, la medicina
holística, la ecología y la psicología de la gestalt brindan modos de-
mostrablemente de comprender el mundo de la biología y del com-
portamiento.

c) Desde el punto de vista religioso, las premisas mencionadas han


dejado de servir de base y se han vuelto a todas luces intolerables, y
por ende, obsoletas, hace más o menos cien años. En el periodo que
siguió a la teoría darwiniana de la evolución, esto fue enunciado de
manera bastante trasparente por pensadores como Samuel Butler y
el príncipe Kropotkin, pero ya en el siglo XVIII William Blake había
vislumbrado que la filosofía de Locke y la de Newton solo podían
generar “oscuros molinos satánicos”.
Es evidente, a partir de los planteamientos de Bateson, que estamos
14
necesitando una reformulación de nuestros preconceptos, necesita-
mos una nueva ontología y una concepción epistemológica más acor-
de con la verdadera complejidad de los procesos humanos y sociales.
El problema radical que nos ocupa aquí reside en el hecho de que
nuestro aparato conceptual clásico -que creemos riguroso, por su ob-
jetividad, determinismo, lógica formal y verificación- resulta corto,
insuficiente e inadecuado para simbolizar o modelar realidades que
se nos han ido imponiendo, sobre todo a lo largo del siglo XX, ya sea
en el mundo subatómico de la física, como en el de las ciencias de la
vida y en las ciencias humanas. Para representarlas adecuadamente
necesitamos conceptos muy distintos a los actuales y mucho más in-
terrelacionados, capaces de darnos explicaciones globales y unifica-
das. (Martínez, 2008; p. 31)

Heisenberg, uno de los fundadores de la teoría cuántica y, junto


con Albert Einstein y Niels Bohr, uno de los gigantes de la física mo-
derna, escribe y analiza el singular dilema con el que se encontraron
los físicos durante las tres primeras décadas del siglo XX al explorar
la estructura de los átomos y la naturaleza de los fenómenos subató-
micos.

Dicha exploración les puso en contacto con una extraña e inespera-


da realidad, que destruyó los cimientos de su visión del mundo y les
obligó a cambiar radicalmente su forma de pensar. El mundo mate-
rial que observan había dejado de parecer una máquina, compuesta
por multitud de objetos independientes, y su aspecto era más bien el
de un todo indivisible; una red de relaciones que incluía de un modo
esencial al observador humano. (Capra, 2009; p. 15)

En sus esfuerzos por asimilar la naturaleza de los fenómenos ató-


micos, continúa Capra (2009; p. 16), a los científicos les dolió descu-
brir que sus conceptos básicos, su lenguaje y en definitiva su forma
de pensar era inadecuada para expresar esa nueva realidad.
15
El universo de la física estaba volviéndose mucho más extraño que
todo lo que cabía esperar... ¡Como que para los físicos cuánticos, la
materia misma parecía haberse desmaterializado! En palabras de Po-
pper, las bases físicas de la realidad han llegado a hacerse más pareci-
das a una nube que a una roca. (Laszlo, 1997; p. 43)

Laszlo (1997; p. 44) nos recuerda que ya en los primeros años vein-
te, los físicos cuánticos, con Niels Bohr a la cabeza, se vieron obliga-
dos a suspender toda especulación sobre la naturaleza independiente
de las cosas que estaban observando, y pasaron a considerar como
simples “fenómenos” a las entidades subatómicas que eran objeto de
sus investigaciones (unas entidades que, por lo demás, no sobrepasan
la masa de Planck, equivalente a 10-5 g). Ahora bien, cuando las úni-
cas cosas conocidas son “fenómenos”, la realidad objetiva se evapora.
Porque los fenómenos -como decía Heisenberg no son “obras hechas
por la naturaleza” sino sólo “textos de ciencia”. «El físico atómico tie-
ne que resignarse ante el hecho de que su ciencia no es sino un esla-
bón más en la infinita cadena de discusiones que el hombre entabla
con la naturaleza, y también a que ya no se pueda hablar, sin más, de
naturaleza en sí». Y añadía: «Hemos sacado un suspenso en la asig-
natura de lenguaje». Bohr, por su parte, estaba de acuerdo en que:
«la física concierne únicamente a lo que podemos decir acerca de la
naturaleza». Daba, pues, la impresión de que las obras que produce
la naturaleza -los objetos de la física clásica- se hurtaban a la visión
de los físicos cuánticos. Así, para Eddington, el mundo externo de la
física se había convertido en un mundo de sombras. «Nada es real
-escribió-, ni siquiera la mujer con quien uno está casado. La física
cuántica lleva al científico a creer que hasta su propia mujer es una
ecuación diferencial mejor elaborada que otras». De todos modos,
Eddington se apresuraba a añadir que seguramente resultaría poco
delicado expresar esta opinión en la vida doméstica.

Con la revolución einsteiniana -que se puso en marcha al cambiar


16
el siglo- los físicos han dejado atrás de modo irrevocable el para-
digma mecanicista. De hecho, fue alrededor de dos décadas después
cuando abandonaron los últimos vestigios del pensamiento meca-
nicista clásico, al producirse el advenimiento de la teoría cuántica.
(Laszlo, 1997; p. 46)

A partir de la revolución del cálculo infinitesimal, una serie de dis-


ciplinas científicas entre las que cabe citar la cibernética, la teoría
general de sistemas, la termodinámica de procesos alejados del equi-
librio, la dinámica no lineal, la teoría general de procesos evolutivos,
la teoría del caos y la de la auto-organización, han experimentado
un desarrollo muy rápido. Diversos científicos de vanguardia, de von
Bertalanffy a Prigogine, y de Wiener a Ashby y Abraham, han apren-
dido a descifrar las dinámicas intrínsecas de los sistemas complejos,
renunciando a todo intento de descomponerlos en sus elementos
constitutivos. (Laszlo, 1997; p. 48)

En muchos ámbitos de la física se alcanzaron importantes progre-


sos sólo cuando se abandonó el modelo de la máquina como sistema
de explicación, como descripción de la realidad en esos ámbitos.
Cuando se dio este pasó y se comprendió que la descripción gene-
ral de la realidad utilizada en la esfera sensorial era inaplicable a muy
diferentes clases de datos, se registraron progresos aún mayores.
Y si los propios físicos han tomado esa decisión, no vacilo en afir-
mar que en las ciencias humanas y sociales constituye un imperativo
dicho cambio de mentalidad en el umbral del siglo XXI.
LeShan y Margenau (2002; p. 182) sugieren que en las ciencias so-
ciales se realizarán progresos mayores cuando los estudiosos de este
campo abandonen el supuesto de que sólo hay una serie de princi-
pios según los cuales funciona todo el cosmos, principios representa-
dos exactamente por las leyes de la esfera visual y táctil que suponen
esencialmente el modelo mecánico de la realidad.
17
Es reconocible el amplio rol de la ciencia en el ofrecimiento de pau-
tas vitales, y su influencia en prácticamente todas las esferas de la so-
ciedad. Como muy bien afirman Bohm y Peat (2008; p. 25), la ciencia
ejerce en la actualidad una influencia creciente sobre las sociedades
del mundo, pero aun así, en sus fundamentos se halla acosada por se-
rias dificultades. Entre estas, una de las más importantes se relaciona
con su acercamiento fragmentario a la naturaleza y la realidad.

Lo que se necesita es un enfoque completamente nuevo, una olea-


da creativa…..que vaya más allá de las ideas tácitas e inconscientes
que han llegado a dominar la ciencia. Con todo, esta nueva visión
incluirá cuestiones sobre la naturaleza de la creatividad y sobre lo que
podría ayudar a fomentarla. (Bohm y Peat, 2008; p. 36)

Se necesitan nuevos planteamientos conceptuales, es preciso pene-


trar en lo más profundo de nuestra mente y remover nuestra matriz
epistémica, desequilibrar nuestras creencias acerca de la ciencia y dar
el salto hacia nuevos modelos científicos.

Thomas Kuhn hizo un estudio de cómo se desarrollan las ideas


científicas, a partir del cual defiende que la actividad dominante de
la ciencia tiene lugar a lo largo de extensos períodos de lo que él
llama ciencia normal. En estos períodos no se cuestionan a profun-
didad los conceptos fundamentales de la ciencia, y luego esta ciencia
normal deviene en revolución científica. Aquí las teorías y las ideas
cambian de manera radical y se crean nuevos paradigmas en forma
de sistemas completos de conceptos y perspectivas.
Pero los paradigmas incluyen no sólo sistemas de teorías, princi-
pios y doctrinas, sino también lo que Bohm y Peat (2008; p. 37) han
llamado “estructura tácita de las ideas”, que se transmite de genera-
ción en generación de científicos y que constituye la base del apren-
dizaje ontológico y epistemológico.
18
En la actualidad se habla mucho en diversos círculos científicos
sobre el cambio de paradigma. La idea que hay detrás de todas es-
tas discusiones es que la ciencia, nuestra cultura, y nuestra forma de
pensar en general están a las puertas de un cambio que implicaría un
nuevo modelo del universo sobre cómo deben analizarse los objetos
de estudio y cómo debería funcionar la actividad científica. Tal pare-
ce que las ciencias están a punto de pasar de la imagen mecánica del
mundo a una nueva imagen.
Lo malo de esta actitud está en que todavía ella se aferra a la vieja
idea de que hay sólo un “paradigma” que abarca todo el cosmos. Pero
desde la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad esta idea ya no
es válida. No necesitamos un nuevo modelo de realidad en la esfera
sensorial. El viejo es perfectamente apropiado. Necesitamos nuevos
modelos en el microcosmo y en el macrocosmo, y los estamos desa-
rrollando. Necesitamos nuevos modelos en las esferas de la concien-
cia y la parapsicología y podemos desarrollarlos. Estos modelos ha-
brán de ser compatibles con los demás que emplea la ciencia aunque
serán diferentes. No necesitamos un “nuevo paradigma” que abarque
todo el cosmos. Debemos más bien considerar cada dominio de ex-
periencia y ver qué descripción de la realidad conviene a sus datos.
(LeShan y Margenau, 2002; p. 229)
Necesitamos un nuevo paradigma para las ciencias humanas y so-
ciales, un paradigma que tenga en cuenta la verdadera complejidad
de los seres humanos, su conciencia, sus procesos mentales, su pen-
samiento y sus relaciones. Se necesita un nuevo paradigma que nos
permita comprender e interpretar a la sociedad como sistema diná-
mico y complejo.

Los avances de la ciencia en el siglo XX de una u otra manera son


aplicaciones de la teoría general de la relatividad de Einstein formu-
lada en 1905. Muchos de los presupuestos epistemológicos de las
ciencias fácticas, específicamente de la física, fueron extrapolados a
19
las ciencias sociales y se aplicaron de manera acrítica y descontextua-
lizada al estudio de los procesos socio-humanos. Es por ello que hoy
es preciso reconsiderar estas posturas.
En Physis and Philosophy, Heisenberg ofrece un brillante análisis
sobre los problemas conceptuales y un vivo relato sobre las enormes
dificultades personales que experimentaron dichos físicos cuando su
investigación les obligó a ampliar su pensamiento. Sus experimentos
atómicos les constriñeron a pensar en nuevas categorías sobre la na-
turaleza de la realidad, y el gran acierto de Heisenberg fue reconocer
esta situación de una manera nítida.

Estos cambios epistemológicos han tenido como fundamentación


el pensamiento humano (sujeto) y un área del conocimiento: Astro-
nomía, Física, Química, Biología, Psicología (objeto), analizando
este objeto como algo externo al sujeto, como si fueran hechos de-
mostrados.

Sin embargo, la ciencia ya no puede considerarse como un hecho


demostrado. La ciencia es una explicación armónica y coherente de
un proceso, fenómeno, acontecimiento o situación. Es por ello que
debe modificarse la concepción tradicional acerca de la ciencia.

Dice Heidegger (1974; p. 19), el más renombrado filósofo existen-


cialista del siglo XX: “por todas partes se han detectado hoy en las
distintas disciplinas tendencias a poner la investigación sobre nuevos
fundamentos”

Por otro lado, Schrödinger (1967; p. 122), Premio Nobel y descu-


bridor de la ecuación fundamental de la mecánica cuántica (base de
la física moderna), considera que la ciencia actual nos ha conducido
por un callejón sin salida y que “la actitud científica ha de ser recons-
truida, que la ciencia ha de rehacerse de nuevo”.
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Los propios esfuerzos de Fritjof Capra han estado encaminados
precisamente a cambiar la ciencia actual, de tal modo que dichas
consideraciones pudieran incorporarse en el marco científico del fu-
turo. Para ello, hizo hincapié en que el primer paso debía consistir en
cambiar el enfoque mecanicista y fragmentario de la ciencia clásica
por un paradigma holístico, en el que el énfasis principal se despla-
zara de las entidades independientes a las relaciones. Esto permitiría
introducir contexto y significado.
Acabó diciendo que “sólo cuando se dispusiera de dicho marco ho-
lista podrían empezar a darse los pasos necesarios en respuesta a las
preocupaciones de una gran diversidad de científicos.” (Capra, 2009;
p. 157)

Capra (2009; p. 162) empezó por elaborar y revisar la metodología


de la ciencia convencional, en la que se acumulan datos mediante la
observación y la medición, para interconectarlos a continuación con
la ayuda de modelos conceptuales expresados, siempre que fuera po-
sible, en lenguaje matemático. Subrayó que la cuantificación de toda
afirmación ha sido considerada tradicionalmente criterio fundamen-
tal del enfoque científico y estuvo de acuerdo con Laing en que dicha
ciencia es inadecuada para la comprensión de la naturaleza de la con-
ciencia, ni puede tampoco ocuparse de cualidades ni valores.
En un diálogo con Laing, Capra afirmó que una auténtica ciencia
de la conciencia, por ejemplo, tendría que ser un nuevo tipo de cien-
cia, que se ocupara de cualidades en lugar de cantidades, y basada
en experiencias compartidas en lugar de medidas verificables. Los
datos de dicha ciencia serían pautas de experiencia, que no pueden
ser cuantificadas ni analizadas. Por otra parte, los modelos concep-
tuales que interconectan dichos datos tendrían que tener coherencia
lógica, como todo modelo científico, y puede que incluso incluyeran
elementos cuantitativos. Esta nueva ciencia cuantificaría sus afirma-
ciones cuando dicho método fuera apropiado, pero también podría
21
ocuparse de cualidades y valores basados en la experiencia humana.

Laing por su parte dijo que la nueva ciencia, la nueva epistemolo-


gía, sólo puede afirmarse en un cambio de actitud, un giro de ciento
ochenta grados; del propósito de dominar y controlar la naturaleza,
a la idea, por ejemplo, de San Francisco de Asís, de que el conjunto
de la creación es nuestra compañera, por no decir nuestra madre.
Sólo entonces podremos considerar las percepciones alternativas que
surjan.

Laing especuló sobre un nuevo tipo de lenguaje, adecuado para la


nueva ciencia. Señaló que el lenguaje científico convencional es des-
criptivo, mientras que el lenguaje necesario para experiencias com-
partidas deberían ser representativo [Yo diría configurativo]. Sería
un lenguaje más semejante a la poesía, o incluso a la música, capaz
de representar directamente una experiencia, transmitiendo de al-
gún modo su carácter cualitativo.

“Cada vez son mayores mis dudas acerca del lenguaje como para-
digma necesario para el pensamiento. Si pensamos en términos mu-
sicales, ¿eso es un lenguaje?” (Laing, citado en Capra, 2009; p. 163)
De manera que se necesitan otros lenguajes de expresión científica,
otros diálogos, formas diferentes de hacer ciencia, una nueva racio-
nalidad científica.
Según Capra (2009; p. 254), nuestras instituciones sociales son in-
capaces de resolver los principales problemas de nuestra época, por
el hecho de aferrarse a una visión anticuada del mundo, la visión
mecanicista de la ciencia del siglo XVII. Tanto las ciencias natura-
les como las sociales y las humanidades se han ajustado al modelo
clásico de la física newtoniana, y las limitaciones de esta visión del
mundo son ahora evidentes en múltiples aspectos de la crisis global.
Si bien el modelo newtoniano es todavía el paradigma dominante en
nuestras instituciones académicas y en la sociedad en general.....los
22
físicos han ido mucho más allá.

Con el paradigma geocéntrico había 79 problemas científicos que


no se podían resolver. Fue Copérnico con su nueva visión, con su
perspectiva diferente, con el cambio de paradigma, quien legó un
modelo epistemológico para comprender y resolver esos problemas.

Capra describe la visión del mundo que ve emerger de la nueva


física, con sus énfasis en la interconexión, las relaciones, las pautas
dinámicas y los cambios y transformaciones permanentes, y expre-
sa su convicción de que otras ciencias deberían cambiar su filosofía
subyacente en consonancia, a fin de ser consecuentes con esta nueva
visión de la realidad.

Hemos de ser muy cautelosos cuando decidimos que esto causa


aquello y aquello causa esto, porque solemos pasar por alto muchos
factores de gran importancia. Los factores genéticos tampoco tienen
una importancia desmesurada. Tenemos tendencia a tratar la genéti-
ca como si fuese una especie de magia. (Capra, 2009; p. 322)

Este cambio radical, según Capra (2009; p. 255), constituye el único


modo de resolver verdaderamente nuestras urgentes problemas eco-
nómicos, sociales y ambientales.
Como se aprecia, el movimiento holístico y sistémico de la ciencia
avanza ciertamente en una orientación de configuracionalidad, pero
una ciencia auténticamente configuracional precisa cambios funda-
mentales en nuestras actitudes, en nuestras prácticas de socializa-
ción, en nuestra educación y en nuestros valores básicos. Esto sólo
ocurrirá muy gradualmente, si es que algún día ocurre.

No obstante, en estos momentos dispongo de una copiosa reserva


de emocionantes ideas, con las que me dispongo a elaborar mi propia
síntesis conceptual.
23
Según Martínez (2009a; p. 75) los descubrimientos en microfísi-
ca holonómica parecen postular partículas u ondas generadas por
el pensamiento que pueden ayudar a explicar fenómenos de orden
mental y nos inclinan a aceptar el mundo no material ni ponderable
de la mente. La ciencia empieza a aceptar la telepatía, la telequine-
sis, la clarividencia, la precognición y otros fenómenos paranormales
como fenómenos cotidianos y “reales”.

Esta teoría de la racionalidad o esquema de comprensión e inteligi-


bilidad de la realidad, en general, y del comportamiento humano, en
particular, constituye un paradigma emergente, es decir, un paradig-
ma que brota de la dinámica y dialéctica histórica de la vida humana
y se impone, cada vez con más fuerza y poder convincente, a nuestra
mente inquisitiva. (Martínez, 2008; p. 101)

La epistemología actual revela que en la ciencia tradicional aún


persisten muchas actitudes y procedimientos investigativos que
constituyen creencias o hábitos de pensamiento, muy difíciles de
desprenderse de la mente humana. Los procesos mentales cotidia-
nos que mecanizan la vida y anulan el pensamiento crítico, creativo
y reflexivo, contradicen los hallazgos de los estudios científicos más
avanzados de los últimos 40 ó 50 años.
De esta manera, siguiendo con Martínez (2008; p. 45), se deben
calificar, en las ciencias humanas, las explicaciones casuales lineales
cuando se les otorga un valor absoluto (ya que carecen de evidencia),
las leyes de probabilidad (que son leyes estocásticas, es decir, que sólo
indican una tendencia), la plena objetividad (que no existe), la infe-
rencia inductiva (que es injustificable), la verificación empírica (que
es imposible) y otros aspectos centrales de la ciencia clásica cuando
se cree ciegamente en ellos.
Pero el mundo en que hoy vivimos se caracteriza por sus intercone-
xiones a un nivel global en el que los fenómenos físicos, biológicos,
24
psicológicos, sociales y ambientales, son todos recíprocamente inter-
dependientes. Para describir este mundo de manera adecuada nece-
sitamos una perspectiva más amplia, holista y ecológica, es decir, en
relación con todo lo existente e interdependiente, pues “todo influ-
ye sobre todo”; pero esto no nos lo pueden ofrecer las concepciones
reduccionistas del mundo ni las diferentes disciplinas aisladamente;
necesitamos una nueva visión de la realidad, un nuevo “paradigma”,
es decir, una transformación fundamental de nuestro modo de pen-
sar, de nuestro modo de percibir y de nuestro modo de valorar. (Mar-
tínez, 2008; p. 73)
En fin de cuentas, dice Martínez (2008; p. 40) eso es lo que somos
también cada uno de nosotros mismos: un todo físico-químico-bio-
lógico-psicológico-social-cultural-espiritual que funciona maravi-
llosamente y que constituye nuestra vida y nuestro ser. Por esto, el ser
humano es la estructura dinámica o sistema integrado más complejo
de todo cuanto existe en el universo. Y cualquier área que nosotros
cultivemos debiera tener en cuenta y ser respaldada por un paradig-
ma que las integra a todas.
En armonía con todo lo expresado, necesitamos un paradigma más
pertinente, loable y universal, necesitamos interpretaciones sobre las
interpretaciones, la explicación de las explicaciones y las compren-
siones de las comprensiones.

Es de esperar que el nuevo paradigma emergente sea el que nos


permita superar el realismo ingenuo, salir de la asfixia reduccionista
y entrar en la lógica de una coherencia integral, sistémica y ecológica,
es decir, entrar en una ciencia más universal e integradora, en una
ciencia verdaderamente interdisciplinaria y transdisciplinaria. (Mar-
tínez (2008; p. 40)

Los conocimientos científicos cada vez se consideran más relativos,


menos absolutos, en el sentido de que no son infalibles ni omnipo-
25
tentes. Es por ello que la ciencia avanza, crece y se desarrolla no sólo
por acumulaciones de nuevas ideas y conocimientos, sino también
por medio de las revoluciones científicas, es decir, por cambios de
paradigmas epistemológicos, que sustituyen las pautas básicas de
una racionalidad por las de otra, o perfecciona, complementa, ferti-
liza y vigoriza las reglas existentes, aunque no sean compartidas to-
talmente.

Por lo tanto, una actividad recurrente del investigador prudente


debe ser el revisar y analizar la firmeza del terreno que pisa y la fuer-
za y dirección de las corrientes de las aguas en que se mueve, es decir,
la solidez de los supuestos que acepta y el nivel de credibilidad de sus
postulados y axiomas básicos. Solo así podrá evitar el fatal peligro de
construir sobre arena.

Es decir, de acuerdo con Zemelman (2009; p. 15), no se trata sim-


plemente de hacer un juego de artificios que nos deslumbre o de bus-
car caminos nuevos porque sean simplemente nuevos y que, por el
mero hecho de serlos, sean en sí mismos valiosos. El sentido que tie-
ne la discusión de tipo epistémica o metodológica es el que se refiere
a las urgencias de conocimiento que plantea el momento histórico
actual.
En este momento las ciencias sociales están viviendo algo que todos
tenemos muy claro: o realmente se asumen como ciencias o dejan de
serlo, para transformarse en algo que si bien es cierto que no legíti-
mo, tampoco le hago un juicio peyorativo. Pero hay que asumirlo
porque tiene consecuencias en el orden del pensamiento, en el orden
del alcance que sus conclusiones puedan tener, es decir, transformar-
se simplemente en un oficio profesional. (Zemelman, 2009; p. 17)

Este es un asunto fundamental, porque la realidad, lo que nos ro-


dea, las circunstancias que nos conforman son impresionantemente
dinámicas, complejas e imprevisibles.
26
No es que la realidad esté esperando que llegue un científico a des-
cribirla, es que existen una gran cantidad de invasiones de nuevos
procesos que no aparecían o no se creía que pudieran desplegarse
algún día, que de pronto aparecen, y eso coloca a las ciencias hu-
manas y sociales ante el reto de tener que comprender a interpretar
esas complejidades, las cuales no siempre responden necesariamen-
te a situaciones posibles de organizarse en términos de un esquema
simple de relación causa-efecto. Los procesos socio-humanos no son
lineales y determinados por causas únicas, son procesos dinámicos y
complejos, multifactoriales y pluridimensionales.

Ahí hay un problema muy importante que nos lleva de nuevo a


repensar el tema de la actividad científica social del sujeto, y el tema
de lo aleatorio, del azar, de lo imprevisible, de lo emergente, que de
una manera más formal nos obliga a cuestionar los esquemas de cau-
sa-efecto.

Es indudable que esto no significa negar una lógica causal, sino re-
lativizarla, ubicarla dentro de una cantidad de relaciones que pueden
ser más complejas que la relación causa-efecto. (Zemelman, 2009; p.
20)

Igualmente, afirma Martínez (2008; p. 69), a lo largo del siglo XX,


hemos vivido una transformación radical del concepto del conoci-
miento y del concepto de ciencia. Estamos llegando a la adopción
de un nuevo concepto de la racionalidad científica, de un nuevo pa-
radigma epistemológico. El modelo científico positivista -que impe-
ró por más de tres siglos- comenzó a ser cuestionado severamente
a principios del siglo XX por los físicos y por los psicólogos de la
gestalt; luego, más tarde -en la segunda década- por los lingüistas, y
finalmente -durante las décadas de 1930, 1940, 1950 y, sobre todo, en
la década de 1960- por los biólogos y los filósofos de la ciencia.
27
La crisis de los paradigmas científicos, que empieza a plantearse
abiertamente a mediados del siglo XX, en nuestros días ha estallado
de manera incontenible e inocultable. Hoy ningún científico, inves-
tigador o pensador responsable puede seguir transitando por los ca-
minos trillados con la tranquila seguridad epistemológica de otros
tiempos.

Por poner un ejemplo: la interpretación y comprensión de la Biblia


en el siglo XX cambió 5 veces, por lo tanto, no se puede hacer un
análisis literal y mecánico de lo allí planteado.
No solamente estamos ante una crisis de los fundamentos del co-
nocimiento científico, sino también del filosófico, y, en general, ante
una crisis de los fundamentos del pensamiento humano. Una crisis
que genera incertidumbre en las cosas vitales, y esto, precisamente y
de manera paradójica, en un período en que no aparecen límites para
la explosión de los conocimientos y el gran volumen de información
a la que estamos siendo sometidos día a día en todas nuestras acti-
vidades.
Según Martínez (2009a; p. 22), el cuestionamiento está dirigido,
especialmente hacia el “logos científico tradicional”, es decir, hacia
los criterios que rigen la “cientificidad” de un proceso lógico y los
procesos de su racionalidad, que marcan los limites inclusivos y ex-
clusivos del saber científico.

Sin lugar a dudas, en la ciencia occidental se avanza de manera ver-


tiginosa hacia la construcción de un nuevo paradigma que cambiará
mucho nuestra visión acerca de la llamada realidad objetiva y de mu-
chos aspectos de la esencia y naturaleza humana.

Ya Aristóteles había formulado en su tiempo una famosa idea rela-


cionada con sus nociones holistas y teleológicas: “el todo es más que
la suma de sus partes”, sin embargo, la ciencia occidental no tuvo en
28
cuenta ni desarrolló el profundo contenido de esta frase de ahí que se
ocultaron los problemas que ella encierra.

En criterio de Martínez (2008; p. 116), esa ciencia no estaba prepa-


rada para tratar semejantes problemas. Por ello, optó, más bien, por
elegir como idea rectora la segunda máxima del discurso del método
de Descartes: “fragmentar todo problema en tantos elementos sim-
ples y separados como sea posible”.

Este enfoque constituyó el paradigma conceptual de la ciencia du-


rante tres siglos, y ha dado buenos resultados en algunos campos
de la física y en la tecnología de ellos derivada, donde los hechos
observados pueden dividirse en cadenas casuales aisladas, de dos o
tres variables, pero se ha demostrado totalmente incapaz de explicar
adecuadamente una estructura de alto nivel de complejidad como
son los hechos humanos donde entra en acción un alto número de
variables con fuerte interacción entre ellas. (Martínez, 2008; p. 117)
Es por ello que existe una necesidad imperiosa de cambiar el para-
digma actual aún dominante, de manera que podamos integrar en un
todo coherente, armónico y lógico, el cada vez más inmenso flujo de
conocimientos científicos originales y creativos, procedentes de las
diversas disciplinas y áreas del saber que se han revelado ante el esta-
tus impositivo de la ciencia clásica tradicional, por cuanto advierten
el conflicto irreconciliable entre los saber actuales que están constru-
yendo y los saberes analizados e interpretados desde los paradigmas
arcaicos.
El viejo paradigma newtoniano-cartesiano, y sobre todo la mentali-
dad positivista que generó, incurren en un grave error epistemológico
al no valorar los nexos de interdependencia que tienen los elementos
constituyentes de una entidad y los nexos de diferentes realidades.
Precisamente esos nexos constituyen la base de lo que será el nuevo
paradigma. Pero al enfrentarnos a la red de relaciones que se dan
dentro de una realidad cualquiera y entre diferentes realidades, nos
29
encontramos con varias antinomias fundamentales que de ninguna
manera podemos eludir, es más, que constituyen el verdadero centro
del problema que nos ocupa. (Martínez, 2012; p. 113)
Es evidente que en este tercer milenio estamos asistiendo a un cam-
bio de paradigma científico, tal vez el cambio más grande que se ha
efectuado en la historia de la ciencia y de la humanidad.
La euforia reduccionista y determinista de la ciencia mecanicista
parece disminuir y finalmente se nota casi inerte, y la física, así como
otros muchos campos científicos, abraza con vehemencia los siste-
mas abiertos, complejos, no lineales y dinámicos, con una extraor-
dinaria novedad, y una originalidad y creatividad sin límites. Esto
se evidencia especialmente en la obra de Ilya Prigogine2, cuya teoría
de estructuras disipativas es tan hermosa como profunda y trascen-
dental.
Estructuras disipativas constituyen simplemente una forma de per-
mitir la evolución de estados superiores más organizados, a partir
de estructuras menos complejas. Las estructuras disipativas no son
en realidad explicaciones de la vida o de la mente como a veces se
sugiere, sino que son más bien descripciones de lo que debe ocurrirle
a la materia para que se desplieguen y extiendan esferas superiores.

Según Prigogine (1989) en este momento la humanidad está atra-


vesando una crucial época de transformación, mientras que también
la ciencia experimenta una espectacular transición. Cada vez con
mayor claridad un número creciente de científicos perciben que un
nuevo paradigma está tomando forma. Por todas partes vemos fluc-
tuaciones, evolución, diversificación. Y esto puede afirmarse no sólo
a nivel de los fenómenos macroscópicos -como en la química- sino

2 (25 de enero de 1917 Moscú - 28 de mayo de 2003, Bruselas) Físico, químico, sistémico y profesor
universitario belga de origen ruso, galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1977, por
sus contribuciones en la termodinámica de no equilibrio, particularmente en la teoría de las estructu-
ras disipativas.
30
también a nivel microscópico en la física de partículas y en la vasta
escala de la moderna cosmología. (En: Laszlo, 1989; p. 9)

Este fue, por cierto, un avance fundamental, continúa Prigogine


(1989): la mecánica cuántica fue fundamentalmente la primera cien-
cia que se vio forzada a dejar de lado la descripción determinista. El
proceso fue difícil. Einstein, por ejemplo, se oponía al carácter esta-
dístico de la mecánica cuántica; en uno de sus últimos trabajos expre-
só que, de todos modos, este carácter se aplicaba sólo a los problemas
microscópicos descritos en la mecánica cuántica, mientras que en el
mundo macroscópico el determinismo seguía siendo la regla. Sobre
este punto, los desarrollos de las últimas décadas no corroboraron a
Einstein. (En: Laszlo, 1989; p. 9)

Sin embargo, Einstein decía que la formulación de un problema es


mucho más importante que su propia solución, la cual puede ser una
simple cuestión de habilidad matemática o experimental, afirmaba
que plantear nuevos interrogantes, nuevas posibilidades y alterna-
tivas, ver los viejos problemas desde nuevas perspectivas, requiere
imaginación, originalidad y creatividad, además de contribuir al
avance real y significativo en la ciencia.

En conclusión, como dice Martínez (2009a; p. 95), nace una nueva


objetividad de la concepción científica, basada también en una dife-
rente teoría de la racionalidad.
El objetivo será lograr un todo armónico, integrado, coherente y ló-
gico, que nos ofrezca -como decía Braithwaite- una elevada satisfac-
ción intelectual, que es el criterio y meta última de toda validación.
Cualquier sistema -señala Bateson- sea una sociedad, una cultura,
un organismo o un ecosistema, que logre mantenerse a sí mismo, es
racional desde el propio punto de vista.

Es evidente que toda estructura de conceptos básicos, toda pro-


31
posición de nuevas nociones científicas, nos lleva hacia una racio-
nalidad diferente, hacia un nuevo modelo de inteligibilidad, hacia
un nuevo enfoque de comprensión de la realidad, es decir, hacia un
nuevo paradigma científico.
Como se aprecia, actualmente, según muchos autores, estamos en
un umbral de un nuevo paradigma de la racionalidad. Sin embargo,
según Martínez (2012; p. 215), estamos todavía bastante lejos de te-
ner una claridad y, menos aún, un consenso de opiniones sobre los
rasgos definitorios de dicho paradigma.

Esta teoría de la racionalidad o esquema de comprensión e inteligi-


bilidad de la realidad brota de la dinámica y dialéctica histórica de la
vida humana y se impone, cada vez con más fuerza y poder convin-
cente, a nuestra mente inquisitiva. (Martínez, 2009a; p. 95)

La teoría del conocimiento o filosofía de la nueva ciencia en que se


apoyan, sobre todo, las ciencias humanas, rechazan el “modelo espe-
cular”, que considera al sujeto conocedor como un espejo y esencial-
mente pasivo, al estilo de la cámara fotográfica. Aceptan, en cambio,
el “modelo dialéctico”, respaldado por toda la orientación post-po-
sitivista actual, que considera el conocimiento como el resultado de
una dialéctica (de un diálogo) entre el sujeto (sus intereses, valores,
creencias etc.) y el objeto o fenómeno en estudio. No existirían, por
consiguiente, conocimientos estrictamente “objetivos”. Y esto implica
la redefinición de muchos otros términos como, por ejemplo, lógica,
verdad, verificación, significado, descubrimiento científico, variable,
inferencia, generalización, causa y efecto, etc. (Martínez, 2008; p. 28)

Martínez (2009a; p. 201) dice que prefiere utilizar el término cien-


cias humanas.....en lugar del término ciencias sociales, que es más
limitante, ya que las ciencias humanas incluyen todo lo relacionado
con el estudio del hombre: su desarrollo, educación, aspectos psico-
lógicos, sociológicos, culturales, éticos, espirituales, etc. En esta obra
32
se prefiere el término ciencias socio-humanas.

No obstante, siguiendo con Martínez (2009a; p. 96), lo más cla-


ro que emerge de todo este panorama es que el término “ciencia”
debe ser revisado. Si lo seguimos usando en su sentido tradicional
restringido de comprobación empírica, tendremos que concluir que
esa ciencia nos sirve muy poco en el estudio de un gran volumen
de realidades que hoy constituyen nuestro mundo. Pero si queremos
abarcar ese amplio panorama de intereses, ese vasto abanico de lo
cognoscible, entonces tenemos que extender el concepto de ciencia,
y también de su lógica, hasta comprender todo lo que nuestra mente
logra mediante un procedimiento riguroso, sistemático y crítico que,
a su vez, es consciente de los postulados que asume.

Como se aprecia, todos los autores mencionados anteriormente


han venido manifestando su inconformidad e insatisfacción con la
racionalidad mecánica, determinista, dogmática, lineal, reduccionis-
ta y unidireccional de la ciencia actual, y han planteado la necesidad
de un nueva racionalidad científica, un nuevo paradigma epistemo-
lógico, el imperativo de sustituir el modelo lineal, positivista y cuan-
titativo de pensar y de hacer ciencia, por un modelo más auténtico,
creativo, original e incluyente, que asimile la realidad empírica del
mundo en que vivimos e interactuamos.
Es evidente que durante las últimas décadas del siglo XX ha ocurri-
do un cambio impactante en los conceptos e ideas de la ciencia. Los
nuevos conceptos, que aún están siendo elaborados en las actuales
teorías emergentes, sistémicas y de la complejidad, han modificado
radicalmente mi cosmovisión, trasladándome desde el pensamiento
mecanicista, reduccionista y determinista de Descartes y Newton a
una visión compleja, sistémica, holística, ecológica, dialéctica y con-
figuracional.
Según Capra, la exploración del mundo atómico y subatómico por
33
parte de los físicos los hizo contactarse con una realidad extraña e
inesperada. En sus esfuerzos por captar y reflejar esa nueva realidad,
los físicos se percataron dolorosamente de que sus conceptos básicos,
su lenguaje y toda su forma de pensar eran inadecuados para descri-
bir los fenómenos atómicos. Sus problemas no se limitaron al ámbito
intelectual, sino que se extendieron a una intensa crisis emocional e
incluso existencial. Les tomó largo tiempo superar dicha crisis, pero
al final fueron recompensados con profundas reflexiones respecto a
la naturaleza de la materia y su relación con la mente humana. No
obstante a ello, esta nueva visión no ha sido de ningún modo fácil de
aceptar por los científicos modernos.

Por otro lado, siguiendo e integrando las ideas de la Asociación de


Psicología Humanista, Miguel Martínez Miguélez señala cuatro ca-
racterísticas como las más típicas en los autores más representativos
de esta orientación psicológica (Martínez, 2009b; p. 9)

Una atención centrada en la experiencia humana


consciente como fenómeno primario ineludible al
estudiar al hombre. Las explicaciones teóricas y la
conducta externa son consideradas como posteriores
y secundarias ante la experiencia misma y ante la
significación de esta para la persona.

Un énfasis en cualidades tan profundamente humanas


como la elección, la creatividad, la elaboración y la
autorrealización, en cuanto opuestas a un pensar
sobre los seres humanos en términos mecanicistas y
reduccionistas.

Fidelidad al significado y valor cuando se eligen los


problemas de estudio e investigación, y oposición al
énfasis que se pone en la objetividad metodológica a
expensas de la significación.

Especial aprecio por la dignidad y valor del hombre e


34
interés en el desarrollo del potencial inherente a cada
persona.

Aunque la psicología científico-humanista no es empiricista o po-


sitivista, si es empírica (basada en la experiencia) y positiva (afirma
la realidad). (Martínez, 2009b; p. 22)
Según Martínez (2009a; p. 76), la comunidad universitaria, frecuen-
temente, es conservadora por necesidad: los profesores necesitamos
algo establecido para enseñarlo a los alumnos; pero los profesores
universitarios no podemos convertirnos en las vestales del viejo pa-
radigma. No es raro que se vea en un acto creativo algo heterodoxo,
subversivo e incómodo para el sistema establecido, y, a veces, hasta
algo irritante para sabios profesionales que ven la labor de su vida,
sus teorías y su obra amenazada por la nueva idea.
Esto es comprensible, pero lejos de amilanarnos, lo que debe exigir
es mayor rigor científico y nivel crítico, pero no debe conducir al
dogmatismo, pues ello estaría en los antípodas de la misión auténtica
de la universidad.

Como académicos en un mundo en transición nos toca la difícil


misión de enseñar cómo vivir sin certeza y, sin embargo, no quedar
paralizados con la incertidumbre. Como investigadores, no debiéra-
mos apoyarnos demasiado en una doctrina específica, ni tampoco
confinar nuestro modo de pensar en el recinto de una única orien-
tación filosófica sino, más bien, estar preparados para cambiar los
fundamentos de nuestro conocimiento ante la aparición de nuevas
experiencias (Martínez, 2012; p. 158)
El paradigma positivista está impregnado en el campo académico
universitario a pesar de que después de los estudios de muchos sim-
posios internacionales sobre la filosofía de la ciencia (véase Suppe,
1977, 1979), se levantó “el acta de defunción de la concepción here-
dada (el positivismo lógico), la cual, a partir de ese momento, quedó
35
abandonada por casi todos los epistemólogos” (Echeverría, 1989, p.
25), debido, como señala Popper (1977, p. 118), a sus “dificultades
intrínsecas insuperables”. (Martínez, 2008; p. 165),
En palabras de Bateson (2010; p. 468), esa arrogante filosofía cien-
tífica está ahora obsoleta, y en su lugar alboreó el descubrimiento de
que el hombre es sólo una parte de sistemas más amplios, y que la
parte nunca puede controlar el todo.

Por consiguiente, no podemos tener un simple control lineal. No


vivimos en un universo que permita un simple control lineal. La vida
no es así. (Bateson, 2010; p. 468)
Aun dentro del ser humano individual, según Bateson (2010; p.
469), el control es limitado. Podemos, en cierta medida, emprender
la tarea de aprender incluso características abstractas como la arro-
gancia o la humildad, pero de ninguna manera somos los capitanes
de nuestra alma.

Por otro lado, según Laszlo (2009; p. 33), los sistemas complejos
-los biológicos y también los sociales- evolucionan a través de bifur-
caciones. La evolución en la biosfera es un proceso integral: incluye
organismos unicelulares en un extremo de la escala de organización
y complejidad, y biosferas enteras pobladas por organismos multi-
celulares por el otro. El proceso está dirigido por el flujo de energía
liberada por el Sol. Las plantas transforman en biomasa la energía
libre; la biomasa es consumida por los herbívoros, que a su vez son
alimento de carnívoros, creando un ciclo continuo que constituye un
sistema termodinámico abierto. Este molino energético impulsa los
procesos biológicos y bioquímicos en la biosfera.

El proceso evolutivo es integral, pero su desarrollo es muy poco


lineal. Las bifurcaciones periódicas en la historia evolutiva de los
sistemas biológicos y ecológicos señalan el curso de la evolución en
36
la Tierra, con sus fases tempranas sucediendo a través del universo.
(Laszlo, 2009; p. 33)

La nueva realidad es de naturaleza intrínsecamente sorprendente.


Nada sigue siendo de la misma manera que antes; todo se “bifurca”.
Esta expresión, que proviene de las matemáticas y de la teoría del
caos, indica que el desarrollo de un sistema encuentra un cambio
rápido y totalmente imprevisto.

Vivimos en una era de bifurcación en medio de una transforma-


ción fundamental de nuestro mundo: en un macrocambio. (Laszlo,
2009; p. 11)
Pero no sólo cambia nuestro mundo, sino que también lo está ha-
ciendo la ciencia, adoptando la forma de un cambio de paradigma.
Resulta interesante e importante constatar que el mapa del mundo
también está cambiando; la propia ciencia se encuentra a las puer-
tas de un cambio de paradigma. El nuevo paradigma nos propor-
ciona una comprensión más profunda de la naturaleza de los cam-
bios cuánticos en sistemas complejos, tanto naturales como sociales.
(Laszlo, 2009; p. 12)

La visión del mundo sobre la que la gente moderna deposita su


confianza es aquella que consideran científica. Esta visión está so-
bre todo basada en la física de Newton, la biología de Darwin y la
psicología de Freud. Sin embargo, esas concepciones han sido sobre-
pasadas por nuevos descubrimientos. A la luz de las nuevas revela-
ciones, el universo no es un conjunto de pedazos de materia inertes,
inánimes y desangelados. La vida no es un accidente aleatorio, y las
pulsiones básicas de la psique humana incluyen mucho más que el
impulso sexual y el auto-placer.
Según Laszlo (2009; p. 73), materia, vida y mente son elementos
coherentes que forman parte de un proceso de gran complejidad
37
aunque coherente y armonioso. Espacio y tiempo están unidos con-
formando el telón de fondo del universo. La materia está perdiendo
su papel predominante como característica fundamental de la reali-
dad, retirándose ante la energía, y los campos continuos están susti-
tuyendo a las partículas discontinuas como elementos básicos de un
universo bañado en energía y repleto de información. La realidad
a la que denominamos universo es un todo integrado, sin fisuras,
evolucionando a lo largo de eones de tiempo cósmico y produciendo
condiciones en las que pueden emerger la vida y, luego, la mente y la
consciencia.
El concepto de realidad que asoma en las fronteras de la investi-
gación científica guarda poco parecido con el concepto clásico que
nos enseñaron en la escuela. El nuevo concepto es más amplio -se
extiende a múltiples universos que surgen en un meta universo po-
siblemente infinito- y más profundo, alcanzando dimensiones por
debajo del terreno del “cuanto”. (Laszlo, 2009; p. 15)

Asimismo es más completo, vertiendo luz sobre fenómenos que


eran ignorados o considerados “anómalos” y relegados a la metafí-
sica, teología o parapsicología hasta hace muy pocos años. (Laszlo,
2009; p. 16)

Para Laszlo, una de las dificultades con que nos encontramos al


intentar desarrollar una nueva conciencia y difundirla entre la gen-
te es el divorcio existente entre la emergente concepción del mundo
que definen las nuevas ciencias y la más extendida, ésa que defiende
la clase científica y tecnológica. Es decir, me parece que también ne-
cesitamos actualizar la idea que tenemos de los contenidos reales de
la ciencia. La sociedad en general lleva años de retraso respecto a los
últimos avances científicos. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 46)
Por otro lado, según Grof, la ciencia tiene un enorme prestigio y
lo que la mayoría entiende por ciencia es el paradigma newtonia-
38
no-cartesiano dominado por el materialismo monista, y esta mane-
ra de pensar tiene consecuencias funestas para nosotros tanto como
individuos como integrantes de una colectividad. Por esta razón ne-
cesitamos poder combinar lo que sería una transformación interior
profunda y una revisión radical de las obsoletas concepciones cientí-
ficas del mundo. Por eso creo, Ervin, que tu obra es extremadamente
importante para el futuro de todos. Al margen de ofrecer una brillan-
te síntesis de las teorías generales existentes, como, por ejemplo, los
marcos conceptuales de David Bohm, Rupert Sheldrake e Ilya Pri-
gogine, también nos permite traspasar los límites entre la ciencia y
la espiritualidad. En una cultura en que la ciencia infunde respeto y
autoridad, si su mensaje es claramente antiespiritual, va a inhibir sin
lugar a dudas la búsqueda espiritual de las personas. (Laszlo, Grof y
Russell, 2008; p. 47)

Creo que es fascinante comparar la situación en la psicología y psi-


quiatría actuales con lo que ocurrió en la vanguardia de la física du-
rante las primeras décadas del siglo. ¡Qué poco les costó a los físicos
iniciar una radical transición conceptual de la física newtoniana a las
teorías de la relatividad de Einstein y de ahí a la teoría cuántica! Por
analogía disponemos de una gran cantidad de datos que demuestran
que el conocimiento científico actual de la conciencia y la mente hu-
mana, es inadecuado e insostenible, sobre todo en los terrenos de
la religión comparativa, la antropología, la psiquiatría experimental,
la psicoterapia experiencial, la parapsicología, la tanatología y otros
campos. Sin embargo, la ciencia académica ha ignorado por comple-
to todo este material. (Grof; en: Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 48)

Para Grof, otra cosa que se necesita urgentemente es un pensa-


miento sintético y sistémico que una el mosaico fragmentado de
los nuevos descubrimientos y conceptos en un todo comprensivo.
(Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 145)

Si no cambiamos de dirección, probablemente llegaremos exacta-


39
mente adonde nos dirigimos. Este proverbio chino, aplicado al mun-
do de hoy, sería desastroso.

En este sentido, Laszlo (1989; p. 33-38) nos ofrece una serie de da-
tos e informaciones muy precisas que dan cuenta de la magnitud de
la problemática mundial y la necesidad de cambiar nuestra forma de
pensar y configurar una nueva matriz epistémica:

La población mundial crece un término medio de casi 232.000,


personas por día, lo que hace unos 85 millones por año. De estos
recién llegados, aproximadamente 78 millones nacen en los países
pobres en desarrollo, y sólo 7 millones en los países aún prósperos.
Debido a este desequilibrio, ya en 1983 las tres cuartas partes de la
población mundial vivía en el Tercer Mundo, y sólo la cuarta parte en
el resto; proporción ésta que pasará a ser del 79 contra el 21 por cien-
to en el año 2000 y del 83 contra el 17 por ciento en 2020. Si las actua-
les tendencias se mantienen, la población de África, el más pobre de
los continentes pobres, se triplicará en los 45 años que median entre
1980 y 2025, pasando de 500 millones a 1.500 millones. Pero ya hoy
en día hay más de 300 millones de africanos crónicamente mal nu-
tridos, 150 millones con deficiencia alimentaria aguda y 60 millones
al filo de la inanición. Como el número de los que están muriendo
de hambre deberá aumentar de 60 a 130 millones hacia el año 2000.
En los países pobres del mundo hay cada vez menos dinero para
el desarrollo. Mientras el Tercer Mundo intenta pagar sus más de
1.200.000 dólares de deuda externa, en realidad transfiere unos 40.000
millones por año a los bancos y gobiernos de los países “ricos” y de los
organismos financieros internacionales por ellos creados. La restric-
ción financiera impuesta a los países deudores exprime hasta la última
gota de sus economías, produciendo una espiral que lleva a más deuda,
más restricción y más deuda. El número de economías críticamente
empobrecidas es creciente: en 1964 había 26 países en la lista de las
Naciones Unidas de “países menos desarrollados”. Hoy hay más de 40.
40
Las poblaciones de los países pobres amenazan con rebasar los lí-
mites de viabilidad tanto en el campo como en las ciudades. De he-
cho, la concentración urbana se ha convertido en una gran amenaza
para el futuro de la humanidad. En 1950 sólo unos 600 millones de
personas vivían en ciudades; hoy hay bastante más de 2.000 millones.
Y también en este aspecto el desequilibrio entre Norte y Sur aumenta
rápidamente.

Hacia mediados del siglo XX había el doble de habitantes urbanos


en el mundo desarrollado que en el mundo en desarrollo. Actual-
mente hay más pobladores urbanos -una vez y media más- en el Sur
que en el Norte. En la década de 1950 sólo una ciudad del Sur tenía
una población de más de cuatro millones de habitantes, mientras que
hacia el fin del siglo habrá 60 ciudades en esas condiciones; y en el
año 2025 el número de megalópolis de países pobres se elevará a 135,
si es que la capacidad de las ciudades para mantenerse aumenta.
Tampoco estamos obrando mejor en lo que respecta a mantener-
nos dentro de los límites de nuestra capacidad en el rubro de la pro-
ducción de alimentos básicos. Todos los días perdemos un promedio
de 70 millones de toneladas de capa superficial de terrenos fértiles, y
unos 75.000 acres de selvas tropicales. Entre el 35 y el 40 por ciento
de la superficie terrestre está amenazada por la desertificación, es de-
cir, una extensión igual a la de los Estados Unidos, Canadá y China
juntos. La principal causa es la pérdida de bosques. Más de la terce-
ra parte de la zona boscosa de la Tierra se ha perdido ya. Nuestro
planeta tenía unos 6.200 millones de hectáreas de bosques cuando
empezaron las grandes intervenciones Rumanas, con la Revolución
Neolítica. Hoy no hay más de 4.200 millones de hectáreas. Los bos-
ques desaparecen a un ritmo acelerado; podemos quedarnos sin sel-
vas tropicales en los comienzos del próximo siglo. Este hecho incide
ya en la raíz misma de los principales desequilibrios ambientales que
padecemos. Los árboles no sólo proporcionan gran parte de la ener-
gía necesaria para cocinar y calentarnos, sino que también absorben
41
dióxido de carbono, el “gas de invernadero” del que ponemos 200.000
millones de toneladas en la atmósfera por año.

Aun cuando las temperaturas de invernadero elevan más la tempe-


ratura en los trópicos que en los polos, ya un escaso calentamiento
de las regiones polares derretiría algo de los casquetes polares. Las
aguas así liberadas se derramarían hacia el Ecuador, elevando el nivel
de los océanos. Si la temperatura global se elevara 1,5 grados, el nivel
del mar podría subir unos 20 cmts. Si hay una elevación de 4,5 las
aguas se elevarían 140 cmts. El efecto sería desastroso. Más de 2.000
millones de personas (más de un tercio de la humanidad) viven a
no más de 60 kmts de una costa. Si bien algunas de estas regiones
densamente pobladas son elevadas, muchas otras están casi al nivel
del mar. El casquete polar se derretiría y se elevaría el nivel de los
océanos. Las zonas costeras se inundarían y las ciudades quedarían
sumergidas. A menos que se construyeran a tiempo presas y diques,
los rascacielos de Nueva York emergerían de las aguas como islas en
el mar; y Londres, Estocolmo, Tokio y muchas capitales más tendrían
canales en vez de calles.

Por otro lado, Laszlo (2009; p. 20-21) nos ofrece una caracteriza-
ción muy precisa de la grave situación mundial actual:
• Existe una inseguridad cada vez mayor tanto en
países ricos como pobres, así como una mayor
propensión en muchas regiones del mundo a echar
mano del terrorismo, la guerra y otras formas de
violencia.

• El fundamentalismo islámico se extiende por


el mundo musulmán, los neonazis y otros
movimientos extremistas resurgen en Europa, y el
fanatismo religioso hace acto de presencia en todo
el mundo.

• Los gobiernos tienden a contener la violencia


42
organizando guerras; los gastos militares mundiales
no han hecho más que aumentar en los últimos
15 años, “alcanzando más de un billón (un trillen
estadounidense) de dólares al año.”

• Uno de cada tres habitantes urbanos del mundo


vive en barrios de chabolas, suburbios miserables
y guetos urbanos. Más de 900 millones de personas
aparecen clasificadas como habitantes de barrios
bajos y degradados. En los países más pobres, el
78% de la población urbana subsiste en condiciones
críticas y peligrosas.

• Aunque las mujeres y las niñas tienen más acceso a


la educación que en épocas anteriores, en muchas
partes del mundo son pocas las mujeres que
cuentan con un empleo, y muchas más las que se
ven obligadas a hacer equilibrios para llegar a fin de
mes en el “sector informal”.

• La frustración y el descontento no hacen más que


aumentar ya que el poder y la riqueza están cada
vez más concentrados, aumentando la brecha
entre los ricos y poderosos y la población pobre y
marginada. El 80% del producto interior mundial
pertenece a 1.000 millones de personas; el 20%
restante lo comparten 5.500 millones.

• El cambio climático amenaza con convertir grandes


extensiones del planeta en zonas inhabitables y no
cultivables. Pocos son los países que siguen siendo
autosuficientes en términos alimentarios, y las
reservas mundiales de alimentos no hacen sino
disminuir.

• La cantidad de agua potable disponible es cada vez


menor; más de la mitad de la población mundial
se enfrenta a restricciones de agua potable. Por
término medio mueren 6.000 niños al día a causa
43
de la diarrea provocada por la contaminación del
agua.

Como se aprecia, las sociedades modernas, han aceptado las rique-


zas y los poderes que la ciencia les brindaba, pero aún no han acep-
tado el más profundo mensaje de la ciencia, sólo lo han escuchado:
la exigencia de una revisión total de los fundamentos epistemológi-
cos, la definición de nuevas y variadas fuentes de verdad, la ruptura
radical con la tradición científica determinista y reduccionista y el
abandono definitivo de la «antigua alianza», así como la necesidad
de forjar una nueva ciencia.
Armadas con todos los poderes, disfrutando de todas las riquezas
que deben a la Ciencia, nuestras sociedades intentan aún vivir y en-
señar sistemas de valores arruinados ya, en su raíz, por esta misma
ciencia. (Monod, 2007; p. 176)

Por otro lado, las teorías e hipótesis que expone Laszlo (1997), son
ofrecidas sin dogmatismo alguno a la consideración del lector, reco-
nociendo sin reservas la magnitud de la cuestión que se afronta y la
osadía de las respuestas que se proponen.

Según Laszlo (1997; p. 29), existe un flujo y una respiración comu-


nes, de manera que todas las cosas se relacionan por simpatía.
Sin embargo, “nunca se llegó a arrumbar del todo el viejo sueño
de dar con un modelo unificador que, subyaciendo a todas las cosas
que vemos y a todos los sucesos que experimentamos, de hecho lo
conectase todo.” (Laszlo, 1997; p. 30)

En la segunda mitad del siglo XX, el vacío espiritual que habían


creado los sistemas fragmentarios de conocimiento ha hecho resur-
gir el antiguo sueño y ha puesto en marcha una nueva búsqueda, que
se está intensificando en la actualidad. A medida que avanza el siglo
44
XXI, los procesos humanos y sociales se vuelven más dinámicos y
complejos, y ya no están bajo nuestro control.

Con la finalidad de salvaguardar nuestro planeta, se están explo-


rando nuevas formas de entender la interconexión establecida entre
las personas en el seno de cada sociedad, así como la que se da entre
las diversas sociedades, y entre la humanidad y la naturaleza. Como
revelan las fotografías que tomaron los astronautas del proyecto Apo-
lo, nuestro planeta es un mundo perteneciente a otros mundos más
amplios: el sistema solar, la galaxia y el universo en conjunto. El in-
terés en aumento por las visiones integradoras abarca estas vastas
dimensiones de la realidad y nos mueve a tratar de conocer nuestros
orígenes, nuestro lugar en el universo y nuestro papel en la naturale-
za y en este mismo cosmos. (Laszlo, 1997; p. 31)

No hay que subestimar el papel de la ciencia en la revitalización


actual del viejo sueño de la humanidad por alcanzar un conocimien-
to total, nos alienta Laszlo (1997; p. 32), y continúa: Si bien es cierto
que la ciencia teórica no puede sustituir al arte ni a la religión, ni
tampoco proporcionar captaciones intuitivas sobre la naturaleza de
la realidad, de todas formas, su función es mucho más fundamental
de lo que se suele admitir. Y ello porque no sólo permite hacer obser-
vaciones y descripciones, sino que también suministra explicaciones
e interpretaciones. Una simple catalogación de todo cuanto podemos
observar, daría como resultado un desconcertante despliegue de una
inmensa multiplicidad de objetos, pero diría muy poco acerca de las
conexiones existentes entre ellos. La investigación del significado es
elemento esencial de la empresa científica, por mucho que la misma
esté sometida a la disciplina que imponen unos criterios y métodos
rigurosos. Dado que en ciencia todo análisis viene complementado
por una síntesis, ocurre que todo eventual incremento en la diver-
sidad del mundo observado conduce a una ampliación de la visión
panorámica unitaria coherente.
45
La ciencia está en el umbral de una nueva “revolución” que pro-
mete ser más amplia, y ciertamente desarrollarse con mayor rapidez,
que la revolución copernicana que reemplazó el modelo geocéntrico
del universo por el heliocéntrico. La revolución que se ve venir anun-
cia la sustitución de la concepción materialista-reduccionista de la
materia y de la mente, que todavía prevalece, por otra visión emer-
gente que estaría basada en un campo global. (Laszlo, 1997; p. 33)

El próximo gran cambio de paradigma científico será, según Laszlo


(1997; p. 33), de naturaleza transdisciplinar, y además será una revo-
lución cosmológica en el sentido clásico del término, según el cual la
cosmología es la ciencia de la totalidad de la realidad (recordemos
que, en griego clásico, kosmos significa “totalidad ordenada”).

Los diversos misterios con los que nos enfrentamos y las múlti-
ples extrañezas que han aparecido en el campo científico, debemos
mirarlas bajo una óptica nueva, con una visión más abierta, flexible
y abarcadora; ya es hora de despertar del letargo científico en el que
hemos estado durante decenas de años, los tiempos han madurado lo
suficiente como para levantarnos y echar a andar en la búsqueda de
nuevas concepciones epistemológicas.

Una reflexión en profundidad sobre los esquemas conceptuales que


hemos heredado puede conducir a la formulación de un paradigma
científico nuevo, que trascienda el reduccionismo y el materialismo
en favor de una concepción unificadora, de una concepción según la
cual la realidad está conformada de una manera orgánica gracias a
ciertos campos universales interactivos. (Laszlo, 1997; p. 34)

Como se evidencia, Ervin Laszlo es un genio del pensamiento sis-


témico.
Según Ken Wilber, Laszlo es quizás el único pensador vivo que ha
explicado con todo lujo de detalles un asombroso y a menudo injus-
46
tamente olvidado hecho: vivimos abocados a un universo totalmente
interconectado en el que todas y cada una de sus partes aparecen
relacionadas entre sí de manera casi milagrosa. Su obra, que abarca
cuatro décadas, es un claro y firme acicate que nos insta a identificar
el tapiz ricamente entretejido que constituye el mundo, la vida, las
esperanzas y los sueños. Adoptando una visión de la totalidad, Laszlo
ha ayudado a muchísimas personas a escapar de las estrechas limi-
taciones y la deprimente fragmentación que llevan obsesionando al
mundo moderno desde hace al menos tres siglos. (En: Laszlo, Grof y
Russell, 2008; p. 8)
Ya que hemos hablado de un cambio paradigmático en la ciencia,
Ervin Laszlo nos invita a que profundicemos un poquito más en ello.
“¿Qué clase de paradigma podemos esperar? ¿Cuál necesitaríamos
en realidad? Queda claro que el nuevo paradigma tendría que com-
poner los fragmentos de nuestra actual representación de la realidad.
Debería abarcar los últimos avances en el campo de las ciencias na-
turales, sobre todo en la nueva física, y trasladarlos al contexto de las
ciencias humanas y sociales. Un cambio paradigmático de este estilo
podría ser crucial, porque vivimos unos tiempos inestables, una épo-
ca muy sensible ante cualquier “fluctuación”, conjunto de ideas, con-
cepciones del mundo y valores, por muy pequeños e insignificantes
que puedan parecer. Bajo estas circunstancias podría aparecer otro
Hitler, pero también otro Mesías. Necesitamos ser conscientes del
poder de las ideas y de su divulgación, sobre todo cuando reflejan
las grandes necesidades de nuestros tiempos. Eso significa potenciar
aquellos paradigmas que podrían tener un efecto positivo en la hu-
manidad y el mundo en general.” (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p.
124)

Laszlo destaca que hay un elemento en el pensamiento de Jung


que apunta hacia esa dirección. Como todos sabemos, Jung formuló
su concepto del arquetipo en colaboración con Wolfgang Pauli. Le
47
sorprendía el hecho de que así como su propio análisis de la psique
humana le había conducido al descubrimiento de estos “irrepresen-
tables” que son los arquetipos, la investigación en la física cuántica
también había llegado a otros “irrepresentables”: las macropartículas
del universo físico, unas entidades imposibles de describir en detalle.
Jung llegó a la conclusión de que cuando se asumía la existencia de
dos o más irrepresentables, siempre cabía la posibilidad de que no se
tratara de una cuestión de dos o más factores, sino tan sólo de uno.
Según el psicólogo, el único factor común que subyace a los mundos
de la física y la psicología y los conecta es unus mundus. Eso significa
que los terrenos de la mente y la materia (la psiché y la fisis) son as-
pectos complementarios de la misma realidad trascendental del unus
mundus unitario. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 131)

Los arquetipos son unos modelos dinámicos fundamentales cuyas


distintas representaciones caracterizan los procesos mentales y físi-
cos. En el ámbito mental organizan las imágenes y las ideas; en el fí-
sico, las estructuras y las transformaciones de la materia y la energía.
Sin embargo, la realidad fundamental es el unus mundus y eso, en sí
mismo, no es psíquico ni físico: se sitúa más allá, o subyace a ambos
mundos. Es cierto que todo esto recuerda mucho la reciente idea de
David Bohm del orden implicado, que, a su vez, también es un ámbi-
to que trasciende el tiempo y el espacio y en el que todas las cosas se
encuentran unidas; y es sólo nuestra interacción con el orden expli-
cado, el orden que “se desarrolla” en el espacio y el tiempo, lo que las
separa. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 132)

Hoy vivimos en un mundo globalmente interconectado, donde to-


dos los fenómenos biológicos, genéticos, neuronales, psicológicos,
sociales, culturales y ambientales están inextricablemente interco-
nectados. Para describir, caracterizar, comprender e interpretar este
mundo de una manera adecuada se necesita una perspectiva confi-
guracional y esto no lo ofrece la cosmovisión cartesiana, ni la newto-
niana, ni los científicos positivistas.
48
De ahí que, está claro que los seres humanos somos procesos in-
manentes de un todo y ese todo es un proceso inmanente a nosotros.
De manera que los problemas científicos están de manera inevitable
todos interconectados, es decir, configurados.

Insisto, lo que necesitamos es, entonces, un nuevo paradigma epis-


temológico, una nueva visión científica de la realidad que nosotros
mismos configuramos y un cambio fundamental en nuestros pensa-
mientos, concepciones y actitudes. Los inicios de este cambio desde
la concepción mecanicista, reduccionista y determinista de la reali-
dad a la holística-configuracional son visibles en todos los campos y
áreas del saber, y es probable que dominen aún las próximas décadas.

Hace muchos años que vengo planteando estas ideas con gente muy
diversa y estoy tranquilo y sosegado, de manera que no me irrita, ni
me perturba si la gente comprende realmente lo que estoy diciendo o
se limita a escuchar y/o leer por civismo, cortesía y educación.

Es así que, basándome en la inspiración, la intuición científica, la


colaboración incondicional y los aportes de muchas mujeres y hom-
bres de ciencia, destacados (Gregory Bateson, Fritjof Capra, Edgar
Morín, Ilya Prigogine, Ervin Laslo, entre otros), logro presentar en
este libro, en un sólo volumen, una crítica al antiguo paradigma cien-
tífico, una reseña general de sus falencias, fisuras y limitaciones con-
ceptuales, y una síntesis creativa de la nueva visión configuracional
emergente de la ciencia.
Precisamente, en esta obra se caracteriza un nuevo paradigma epis-
temológico para la ciencia del tercer milenio. Así, en este libro se in-
cita a un debate sobre lo que he denominado Configuralogía: teoría
de las configuraciones.

Tengo la firme convicción de que la ciencia del tercer milenio, la


49
Configuralogía, será capaz de ocuparse de la totalidad de la gama de
los fenómenos naturales, personales y socioculturales de un modo
unificado, utilizando conceptos distintos pero consecuentes entre sí
para describir diferentes aspectos y niveles de la realidad. La teoría
emergente de los sistemas vivos y auto-organizadores, que se apro-
xima bastante a una descripción unificada de la vida, la mente y la
memoria, confirma mis convicciones.

Primeramente, en este libro propongo un viaje hacia la construc-


ción de una nueva ciencia socio-humana en el tercer milenio. Se
ofrece una conceptualización del Configuracionismo como modelo
epistémico del siglo XXI, abordo los fundamentos de la Configuralo-
gía: nueva ciencia configuracional y se discute acerca de la ontología
de la noción de configuración, en la que describo una tipología de
configuraciones: macro, meso y micro-configuración.

Especial atención y tratamiento se le da a la configuración en los


procesos socio-humanos, a partir de la comprensión configuracional
de dichos procesos, analizando las configuraciones socio-humanas
en la “realidad objetiva”, los niveles de complejidad configurativa y
las categorías que caracterizan las configuraciones, destacando la au-
toconfiguración humana.

Al finalizar la conversación con esta obra, el lector debe haber re-


conocido que la Teoría de las Configuraciones que propongo es una
alternativa necesaria y un paradigma emergente para la comprensión
científica en este tercer milenio, sin embargo, no es una receta infali-
ble, no es una camisa de fuerza ni una fórmula mágica para resolver
cualquier problema científico que enfrentemos.

Es más bien una exhortación al diálogo complejo y holístico, un


llamado a la evolución dialéctica de las ideas de la ciencia, una acla-
mación para que las teorías científicas aprendan a convivir unas con
otras, de tal manera que, en últimas, nosotros, los humanos, por
50
medio de la coexistencia pacífica de las teorías, podamos aprender a
convivir en el plano de las ideas científicas, y convivir de manera plá-
cida y apacible, una verdadera convivencia, una convivencia digna.
Espero y deseo que disfrutes esta modesta obra. Y sobre todo, que
sea muy útil en tu labor investigativa y/o formativa.
HACIA LA

I
CONSTRUCCIÓN DE
UNA NUEVA CIENCIA
SOCIO-HUMANA EN
EL TERCER MILENIO
54

1.1-Azar, caos, desorden y catástrofes


Según Martínez (2012; p. 76), si tuviéramos que sintetizar en po-
cos conceptos el modelo o paradigma newtoniano-cartesiano, seña-
laríamos que valora, privilegia, defiende y propugna la objetividad
del conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la experiencia
sensible, la cuantificación aleatoria de las medidas, la lógica formal y
la “verificación empírica”.

Para Bateson, la lógica es precisamente incapaz de abordar circuitos


recurrentes sin generar paradoja, y las cantidades no son precisamente la
materia de que se componen los sistemas de comunicación complejos.
En otras palabras, la lógica y la cantidad resultaron ser expedientes
inapropiados para describir a los organismos, sus interacciones y su
organización interna. En su debido momento mostraremos por qué
son inapropiados, pero por ahora se le pide al lector acepte que en
1979 no existe ningún modo convencional de explicar o aun descri-
bir los fenómenos de la organización biológica y de la interacción
humana. (Bateson, 2011; p. 31)

En la época de Newton una persona con determinado nivel de


educación podía tener una idea general del conocimiento que había
acumulado la ciencia a lo largo de su desarrollo y consolidación en
su devenir histórico, pero en la actualidad eso es prácticamente una
quimera. El ritmo del desarrollo de la ciencia lo hace imposible. Es-
tamos inmersos en una revolución científica asombrosamente verti-
ginosa, los conocimientos caducan con una rapidez extraordinaria,
envejecen muy rápido. Proliferan cada día nuevas teorías que inten-
tan comprender el mundo que nos rodea y al propio ser humano.
En este sentido, Stephen W. Hawking en su libro La teoría del todo:
el origen y el destino del universo, afirma:
“La mecánica cuántica permite que el universo tenga un comienzo
55
que no sea una singularidad. Esto significa que las leyes de la física
no tienen que dejar de ser válidas en el origen del universo. El es-
tado del universo y sus contenidos, como nosotros mismos, están
completamente determinados por las leyes de la física, hasta el límite
establecido por el principio de incertidumbre. ¡Para que luego hablen
del libre albedrio!” (Hawking, 2007; p. 82-83)

Pero, ¿realmente el universo funciona a partir del cumplimiento de


leyes que podemos descubrir?
Pasteur escribió: “La vida, tal como se nos presenta es una función
de la asimetría del universo y una consecuencia de este hecho”.
Ahora bien, una característica intrínseca de cualquier teoría del
universo que se pretenda verdaderamente “unificada” debería ser
el tomar en consideración el hecho de la emergencia progresiva de
configuraciones de materia cada vez más complejas e integradas,
que además cuentan con rasgos progresivamente más diferenciados.
(Laszlo, 1997; p. 65)

YPrigogine 3 (2008; p. 33) lo ratifica: “El universo es asimétrico.


Hoy entendemos mejor esta afirmación, porque la ruptura de la si-
metría a la que alude Pasteur está relacionada con el no equilibrio,
con la irreversibilidad. En cuanto a esta última, aparece como una
consecuencia de la inestabilidad inherente a las leyes dinámicas de
la materia.”

¿Será que los hechos en el mundo surgen por azar, debido al caos?

Un supuesto general de la obra de Bateson es que tanto el cambio


genético como el proceso denominado “aprendizaje” (incluidas las
3 Prigogine nació en Moscú, Rusia, en un hogar de origen judío. Huyó con su familia en 1921, tras
la constitución de la URSS, hacia Europa Occidental, estableciéndose en Bélgica en 1929. Estudió
química en la Universidad Libre de Bruselas en Bélgica, donde fue profesor de fisicoquímica y física
teórica a partir de 1947. Obtuvo el Premio Nobel de Química en 1977, por sus contribuciones en la
termodinámica de no equilibrio, particularmente en la teoría de las estructuras disipativas.
56
modificaciones somáticas provocadas por el hábito y por el ambien-
te) son procesos estocásticos.

En cada caso hay, a juicio de Bateson, una corriente de sucesos que


es aleatorio en ciertos aspectos y un proceso selectivo no aleatorio
que hace que algunos de los componentes aleatorios “sobrevivan”
más que otros.

Nada nuevo puede haber sin lo aleatorio. (Bateson, 2011; p. 161)

Tanto para las mutaciones como para el aprendizaje es menester


tener siempre presentes las potenciales patologías de la tipificación
lógica. Lo que posee valor de supervivencia para el ser humano en
particular puede ser letal para la población en su conjunto o para la
sociedad; lo que es bueno por un breve lapso de tiempo, la cura de los
síntomas por ejemplo, puede ser adictivo o letal a largo plazo.

Fue Alfred Russell Wallace quien señaló, en 1866, que el principio


de la selección natural se asemeja al de la máquina de vapor regula-
ble. Vamos a suponer que es así, y que tanto el proceso de aprendizaje
individual como el de los cambios de población bajo la selección na-
tural pueden mostrar las patologías de todos los circuitos cibernéti-
cos: oscilación excesiva y desenfreno.

Supongamos que el cambio evolutivo y el cambio somático son si-


milares en lo fundamental, incluidos el aprendizaje y el pensamiento,
que ambos son de naturaleza estocástica, aunque sin duda las ideas,
preceptos y proposiciones descriptivas sobre las cuales opera cada
proceso son de una tipificación lógica muy diferente a la de las ideas
del otro proceso.

Este embrollo de tipificaciones lógicas es lo que ha originado tan-


ta confusión, tanta controversia e incluso tantas estupideces acerca
de asuntos tales como “herencia de los caracteres adquiridos” y la
57
legitimidad de invocar el “espíritu” como un principio explicativo.
(Bateson, 2011; p. 162)

Toda esta cuestión ha tenido una historia curiosa. En cierta época


era intolerable para muchos la sugerencia de que la evolución podía
tener un componente aleatorio. Ello contradecía supuestamente todo
lo conocido acerca de la adaptación y el designio, así como cualquier
creencia en un creador con características mentales.

La crítica de Samuel Butler al origen de las especies consistió, en


esencia, en acusar a Darwin de excluir a la mente de los principios
explicativos relevantes. Butler quería imaginar que una mente no
aleatoria operaba en algún lugar del sistema, y por ende Butler pre-
fería las teorías de Lamarck a las de Darwin.

Resultó, empero, que dichas críticas se equivocaron precisamen-


te en la corrección que eligieron aplicar a la teoría darwiniana. Hoy
concebimos el pensamiento y el aprendizaje (y quizás el cambio so-
mático) como estocásticos. Enmendaríamos a los pensadores deci-
monónicos, no agregando un espíritu no estocástico al proceso evo-
lutivo, sino proponiendo que también el pensamiento y la evolución
comparten ese carácter estocástico. Ambos son proceso espiritual.
(Bateson, 2011; p. 163)
En criterio de Köhler (1967; p. 94), la ciencia ha sido capaz de for-
mular ciertas leyes que siguen siempre los procesos aislados, pero
cuando son múltiples los factores que operan al mismo tiempo, pue-
den afectar el orden, inclinando hacia el caos.

En efecto, el efecto mariposa fue descubierto en los años 60 por el


meteorólogo estadounidense Edward Lorenz, mientras estaba con-
feccionando un modelo del clima del mundo en una computadora,
se trata del efecto de un llamado atractor caótico, que toma la forma
de una mariposa con las alas extendidas.
58
El tiempo atmosférico de la Tierra, estando en un estado perma-
nentemente caótico, según Laszlo (1989; p. 108) parece estar regido
por esta criatura de extraño aspecto, más que por las simples curvas
y los puntos y elipses que constituyen el punto y los atractores perió-
dicos de sistemas más estables.

Debido a que los atractores caóticos rigen el estado ultrasensible


que se conoce ahora con el nombre de caos, el efecto mariposa llegó
a ser identificado con una historia fantástica pero atrayente. Es la de
una mariposa monarca volando a lo largo de la costa de California
del Sur. Agitó sus alas inesperadamente, y a la semana siguiente el
clima de la Mongolia exterior se tornó absolutamente impredecible.

El caos, tanto en la sociedad, como en los seres humanos, como en


la naturaleza, es ultrasensible; la más leve modificación puede nu-
clear, expandir y cambiar la dinámica del sistema dinámico y com-
plejo que lo manifiesta.

Ahora bien, el hecho de que el clima del mundo esté en un estado


de caos no significa que sea desordenado; sólo significa que su orden
es complejo y sutil, sensible a variaciones minúsculas. Es por eso que
hasta los gases propelentes que salen de un vaporizador pueden in-
terferir con él, para no hablar de la combustión de madera, carbón
y petróleo. El clima no es el único sistema que está en condición de
caos: también los centros cognitivos del cerebro humano están en un
estado constantemente caótico. Debido a esta condición sutilmente
ordenada, el cerebro puede responder a cambios ínfimos en su input
con cambios importantes en las instrucciones que imparte al cuer-
po. Los estados cerebrales que están especialmente vinculados con el
caos pueden ser especialmente creativos; los científicos y los artistas,
los poetas y los profetas conciben sus mejores ideas y reciben su ma-
yor inspiración en los “estados de conciencia alterados” típicos del
sueño, la meditación y el trance. (Laszlo, 1989; p. 109)
59
La sociedad también entra en un estado de caos algunas veces. Este
estado caótico no significa anarquía sino bifurcación. La sociedad
también es sensible a las pequeñas fluctuaciones.
El caos es el pasaporte de la humanidad para pasar de una edad
a la siguiente. La pesada mano del pasado se levanta: liberadas del
vínculo con las creencias y normas establecidas, la creatividad y la
innovación pueden manifestarse plenamente y dar frutos. (Laszlo,
1989; p. 109)

El caos que interviene durante las épocas de bifurcación en la evo-


lución de las sociedades, al ser ultrasensible, es de hecho sensible a
los valores. Ni las leyes ni las normas, ni tampoco los dogmas religio-
sos y las ideologías políticas, sino los nuevos valores e ideales de la
gente son las mariposas que, agitando sus alas, determinan la manera
en que la sociedad se transforma. (Laszlo, 1989; p. 109)

Al igual que caos, bifurcación es una palabra compleja, que signi-


fica algo más que lo que significaba antes. Caos significaba desorden
y confusión; actualmente significa clases de orden, complejas, ultra-
sensibles y sutiles.

Bifurcarse, por su parte, aparece definida en los diccionarios como:


(Del lat. bifurcus, ahorquillado; de bis, dos, y furca, horca). Dividirse
en dos ramales, brazos o puntas una cosa [Diccionario de la Real
Academia Española], y actualmente significa una manera curiosa y
fundamental en que los sistemas complejos se comportan en el mun-
do real. (Laszlo, 1989; p. 42)

Según Prigogine (2012; p. 83), “si se perturba un sistema aislado en


equilibrio. En el mundo de los fenómenos disipativos se pueden des-
preciar las perturbaciones, en el mundo de la dinámica no”, por otro
lado, sabemos que “la mecánica cuántica ha introducido el azar en la
física. Sin embargo, el azar sólo entraba en juego a nivel microscópi-
60
co, y algunos han sacado la conclusión de que, a nivel macroscópico,
el azar resultaría eliminado por la ley de los grandes números. Pero
ahora vemos que no es así: el azar permanece esencial incluso a nivel
macroscópico.” (Prigogine, 2012; p.86)
Es evidente que el desarrollo, evolución y expansión de la ciencia
está regido por las leyes del caos y el azar. El desorden crea orden. “La
ciencia pacta con el azar. El azar se refine.” (Wagensberg, 2007; p. 28)
Para Wagensberg (2007; p. 31), una evolución espontánea es, como
todo cambio, una colección de estados o configuraciones, pero ¿qué
es lo que determina la flecha o dirección de tal evolución? Un siste-
ma abandona un estado para ocupar el siguiente accesible, porque el
segundo es más probable que el primero. El proceso consiste pues en
una sucesión de estados cada vez más probables y, en consecuencia,
cada vez más caóticos, aburridos y feos. El estado final es lógicamen-
te el compatible con la máxima probabilidad, un estado donde ya
nada más puede ocurrir.
En este sentido, la investigación científica se mueve buscando nue-
vos lenguajes cuando detecta inconsistencias. Y estos lenguajes pro-
mueven el giro aleatorio, la vuelta al desorden y al azar.
La ciencia es efectivamente determinista (lo contrario sería negar-
se a sí misma) y representa el intento infatigable por representar el
mundo conocido a través de un sistema cerrado y perfecto. (Wagens-
berg, 2007; p. 65)

El concepto azar tiene por lo menos dos aspectos: uno epistemoló-


gico relacionado con la ignorancia del sujeto observador y pensante,
y que interesa sobre todo a la física, y otro ontológico relacionado
con el objeto en sí y que interesa más bien a la meta, pseudo o parafí-
sica (en el sentido más respetuoso posible de tales prefijos. (Wagens-
berg, 2007; p. 71)

Los sistemas dinámicos y complejos no son estables y la fluctuación


61
más simple y menguada puede crecer hasta llevar al sistema hacia
un nuevo estado oscilántico, cuya indulgencia es cuestionable. Es el
recurso que se reserva la naturaleza, su carta escondida, para intro-
ducir legítimas novedades y originales incertidumbres. Se trata de la
consecución del orden mediante las fluctuaciones, lo cual supone,
como mínimo, la intervención del azar.

Estas situaciones críticas, estas catástrofes, estos puntos donde las


soluciones se desdoblan -y por ello llamados bifurcaciones- son la
expresión de la contingencia y del límite finito a la descripción de-
terminista. La adaptación representa la componente rutinaria y pre-
visible, y la auto-organización la componente novedosa. Un sistema
continúa en la historia si responde a las adaptaciones para las que es
requerido y si la auto-organización advenida tras la crisis resulta ser
buena en relación al entorno. (Wagensberg, 2007; p. 146)
Demócrito solía decir que «Todo lo que existe en el universo es
fruto del azar y de la necesidad.»
Sin embargo, para Monod (2007; p. 22), todo artefacto es un pro-
ducto de la actividad de un ser vivo que expresa así, y de forma par-
ticularmente evidente, una de las propiedades fundamentales que
caracterizan sin excepción a todos los seres vivos: la de ser objetos
dotados de un proyecto que a la vez representan en sus estructuras y
cumplen con sus performances (tales como, por ejemplo, la creación
de artefactos). En vez de rechazar esta noción (como ciertos biólogos
han intentado hacer), es por el contrario indispensable reconocerla
como esencial para la definición misma de los seres vivos. Diremos
que éstos se distinguen de todas las demás estructuras de todos los
sistemas presentes en el universo, por esta propiedad que llamaremos
teleonomía.

La noción de teleonomía implica la idea de una actividad orienta-


da, coherente y constructiva. (Monod, 2007; p. 57)
62
El organismo es una máquina que se construye a sí misma. Su
estructura macroscópica no le es impuesta por la intervención de
fuerzas exteriores. Se constituye de forma autónoma, gracias a in-
teracciones constructivas internas. Aunque nuestros conocimientos
concernientes a la mecánica del desarrollo sean totalmente insufi-
cientes, sin embargo se puede, desde ahora, afirmar que las interac-
ciones constructivas son microscópicas, moleculares, y que las mo-
léculas en cuestión son esencialmente, sino únicamente, proteínas.
(Monod, 2007; p. 58)
Es bien sabido que el principio de incertidumbre planteado por
Heisenberg jamás ha sido aceptado del todo por algunos de los más
grandes físicos modernos, incluyendo a Einstein, quien decía que él
estaba seguro que Dios no juega a los dados. Otros físicos sólo ven
este principio como una noción operativa, más no esencial.

No obstante, todos los esfuerzos hechos para sustituir la teoría


cuántica por una estructura más refinada, en la que la incertidum-
bre hubiera desaparecido, han fracasado y muy pocos físicos parecen
dispuestos a creer hoy en día que este principio pueda desaparecer de
su disciplina. (Monod, 2007; p. 125)

A lo largo del siglo XX, los mismos físicos han cambiado radical-
mente su comprensión del mundo material. Los descubrimientos
revolucionarios de la física subatómica y de la astrofísica han des-
truido la imagen del universo como un sistema mecánico infinita-
mente complejo y totalmente determinista formado por partículas
indestructibles de materia.

Cuando la investigación del universo se desplazó del mundo de


nuestra realidad ordinaria, o de la “zona de las dimensiones medias,”
al micro universo de las partículas subatómicas y al macro universo
de las galaxias distantes, los físicos descubrieron las limitaciones de
la visión mecanicista del mundo y las trascendieron.
63
La imagen del universo que había dominado la física durante casi
trescientos años se desmoronó bajo el surgimiento de nuevas obser-
vaciones y de pruebas experimentales. La comprensión de la materia,
del tiempo y del espacio que Newton había tenido y que se ajustaba al
sentido común fue sustituido por el extraño mundo maravilloso de
la física relativista cuántica, que está lleno de paradojas desconcertantes.

La materia, concebida en el sentido ordinario de “cosas sólidas”,


desapareció completamente de la escena. Las dimensiones claramen-
te separadas de espacio y tiempo absolutos se fundieron en el con-
tinuo espacio-tiempo cuatridimensional de Einstein y la conciencia
del observador tuvo que ser reconocida por un elemento que des-
empeña un importante papel en la creación de lo que anteriormente
parecía ser una realidad puramente objetiva e impersonal.

Similares saltos adelante se han producido también en otras mu-


chas disciplinas. La teoría de sistemas y de la información, el concep-
to de los campos morfogenéticos de Rupert Sheldrake, el pensamien-
to holonómico de David Bohm y Karl Pribram, las investigaciones de
Ilya Prigogine sobre las estructuras disipativas, la teoría del caos y la
dinámica interactiva unificada de Ervin Laszlo constituyen simplemente
unos cuantos ejemplos relevantes de estos nuevos descubrimientos.
Estas nuevas teorías muestran una nueva convergencia y una com-
patibilidad crecientes con la visión mística del mundo y con los des-
cubrimientos de la psicología transpersonal. También proporcionan
una nueva apertura a la antigua sabiduría que la ciencia materialista
rechazaba y ridiculizaba. Este acortamiento de distancias de distan-
cias entre la visión del mundo de las ciencias puras y duras y de la
psicología transpersonal es sin duda un fenómeno alentador y apa-
sionante. (Grof, 1998; p. 275)
Sin embargo, para Grof (1998; p. 276) sería un grave error para los
psicólogos, psiquiatras e investigadores de la conciencia dejar que su
64
pensamiento conceptual fuese limitado y controlado por las teorías
de la nueva física en sustitución de las viejas.

Como mencioné antes, cada disciplina tiene que basar sus estruc-
turas teóricas en las observaciones de su propia área de investigación.
El criterio de validez y confiabilidad de los hallazgos y de los concep-
tos científicos en un área determinada no radica en su compatibili-
dad con las teorías en otra área, sino en el rigor del método científico
con el que se obtuvieron, la armonía en el empleo de las técnicas e
instrumentos de investigación y la coherencia de los análisis hermenéuticos.

Según Monod (2007; p. 111), de Platón a Whitehead, y de Heráclito


a Hegel y Marx, es evidente que estas epistemologías metafísicas han
estado siempre íntimamente asociadas a las ideas morales y políticas
de sus autores. Estos edificios ideológicos, presentados como a priori,
eran en realidad construcciones a posteriori destinadas a justificar
una teoría ético-política preconcebida.

El único a priori, para la ciencia, es el postulado de objetividad que


le ahorra, o más bien le prohíbe, tomar parte en este debate. La cien-
cia estudia la evolución, sea la del universo o la de los sistemas que
contiene, como el de la biosfera, incluido el hombre. Sabemos que
todo fenómeno, todo acontecimiento, todo conocimiento, implica
interacciones, generadoras por sí mismas de modificaciones en los
componentes del sistema. (Monod, 2007; p. 111)

Sin embargo, esta noción no es incompatible con la idea de que


existen entidades inmutables en la estructura del universo. Más bien
al contrario, la estrategia fundamental de la ciencia en la compresión
e interpretación de los objetos de estudio, es el descubrimiento de las
invariantes.

Toda ley física, como todo desarrollo matemático, especifica una


relación de invariancia; las proposiciones más fundamentales de la
65
ciencia son postulados universales de conservación. Es fácil ver, en
todo ejemplo que se quiera escoger, que de hecho es imposible ana-
lizar un fenómeno cualquiera en otros términos que los de las inva-
riantes conservadas por este fenómeno. (Monod, 2007; p. 112)
En realidad, se puede entonces conjeturar que todas las invariantes,
sincronías y simetrías que constituyen la configuración del discurso
científico son ficciones que sustituyen a la realidad para dar de ella
una imagen operacional, vacía en parte de contenido, pero accesible
a una lógica fundada en un principio de identidad puramente abs-
tracto, quizá convencional, pero que los seres humanos no podemos
prescindir de ella.

Respecto a lo anterior, Monod (2007; p. 112) hace notar que el esta-


tuto científico ha sido profundamente modificado por la revolución
cuántica. El principio de identidad no figura como postulado físico
en la ciencia clásica. Sólo interviene como operación lógica, sin que
sea necesario suponer que corresponde a una realidad sustancial. La
diferencia es absoluta por lo que respecta a la física moderna, en la
que uno de los postulados fundamentales es la identidad absoluta de
dos átomos que se encuentren en el mismo estado cuántico. De ello
proviene, igualmente, el valor de representación absoluta, no perfec-
tible, otorgado a las simetrías atómicas y moleculares en teoría cuántica.

Parece pues que ya no se puede restringir el principio de identidad


al estatuto de simple regla para la conducta del espíritu: es preciso ad-
mitir que al menos a escala cuántica expresa una realidad sustancial.
Sea lo que sea, existe y existirá en la ciencia un elemento platónico
que no se podría eliminar sin arruinarla. En la diversidad infinita de
los fenómenos singulares, la ciencia sólo puede buscar las invarian-
tes. (Monod, 2007; p. 113)

Köhler ( 1967; p. 115) afirmaba que en las distribuciones ordena-


das, el patrón al que se ajustan las fuerzas es exactamente tan regular
66
como lo es la distribución del material, pero está claro que, en los
patrones regulares, las fuerzas se hallan más concretamente equili-
bradas que en las distribuciones irregulares. Así, pues, ya que la inte-
racción no perturbada opera en el sentido del equilibrio, debe operar
hacia una distribución ordenada, tanto de fuerzas como de materiales.

La autodistribución dinámica en este sentido es el género de fun-


ción que la psicología de la configuración considera esencial en la
teoría neurológica y en la teoría psicológica. De modo más parti-
cular opina que el orden de los hechos existentes en un campo vi-
sual constituye en gran medida el resultado de la autodistribución
de procesos. Desde este punto de vista, un campo visual estacionario
corresponde a una distribución equilibrada de procesos subyacentes.
Cuando las condiciones cambian, el resultado evolucionará siempre
en el sentido del equilibrio. (Köhler, 1967; p. 115)
En estas páginas no se puede hacer una exposición sistemática de
la teoría del caos, que por otra parte se puede encontrar en obras
especializadas, pero lo que me gustaría resaltar aquí es el papel fun-
damental del caos y el azar en todos los niveles de descripción del ser
humano y la sociedad.

Precisamente, el tema principal de los Encuentros Internacionales


de Ginebra de 1983, fue Orden y Desorden, temática que en la actua-
lidad ocasiona numerosas confrontaciones socioculturales. Esto se
refrenda en un texto de Jean Starobinski:

“Hoy no existe ningún campo -ciencias físicas, humanas, creación


artística, instituciones jurídicas, vida económica, debates políticos-
cuyos problemas no parezcan apelar a las nociones antagonistas el
orden y del desorden, o a aquellas, más flexibles pero no por ello
menos antinómicas, del equilibrio y del desequilibrio. Todo nos lle-
va a creer que estas nociones son indispensables para interpretar el
conjunto de las realidades que se presentan en nosotros o en torno a
67
nosotros”. (Citado en Prigogine, 2012; p. 81)

Schifter (2001; p. 18) afirma que “existe una ciencia del desorden.....
La ciencia del caos encuentra el desorden escondido entre un apa-
rente orden real.”
Por otro lado, Morín afirma que la primera revolución científica del
siglo XX, comenzaba por la termodinámica de Boltzmann, desenca-
denada por el descubrimiento de los quanta, proseguida en la desin-
tegración del universo de Laplace, cambió profundamente nuestra
concepción del mundo.

La mayor aportación del conocimiento del siglo XX ha sido el co-


nocimiento de los límites del conocimiento. La mayor certidumbre
que nos ha dado es la de la imposibilidad de eliminar ciertas incer-
tidumbres, no sólo en la acción sino también en el conocimiento. Y
describe los impactos de dicha revolución científica (Morín, 2010a;
p. 72-73):

• Minó la validez absoluta del principio determinista.

• Cambió el orden del mundo, grandioso relicario


de la perfección divina, para subsistirlo por una
elación dialógica (a la vez complementaria y
antagonista) entre orden y desorden.

• Existe incluso, en el seno de los fenómenos


deterministas que obedecen a una dinámica no
lineal, una incertidumbre en el predecir por efecto
de la ausencia de información completa sobre los
estados iniciales o sobre la multiplicidad enredada
de las interretroacciones. Es el caos determinista.

• Reveló los límites de los axiomas identitarios de la


lógica clásica.

• Restringió lo calculable y lo mensurable a una


68
provincia dentro de lo incalculable y desmesurado.

• Suscitó una problematización de la racionalidad


científica, ilustrada principalmente por las obras de
Bachelard, Piaget, Popper, Lakatos, Kuhn, Holton,
Feyerabend.

• Hemos aprendido que todo lo que existe no ha


podido nacer más que del caos y la turbulencia, y
debe resistir a enormes fuerzas de destrucción.

Pero para Morín (2008; p. 49), el desorden (conductas aleatorias,


competiciones, conflictos) es ambiguo pues, de una parte, es uno de
los componentes del orden social (diversidad, variedad, flexibilidad,
complejidad), mientras que de otra sigue comportándose estricta-
mente como desorden, es decir, como amenaza de desintegración.

Es increíble que aún en esta última condición planteada por Morín,


el desorden y la amenaza permanente que representada, la que asigna
a la sociedad su carácter complejo, dinámico y vivo, de reorganiza-
ción y reconfiguración permanentes.

Por lo tanto, “aunque conservemos y descubramos nuevos archi-


piélagos de certidumbres, debemos saber que navegamos en un océa-
no de incertidumbre.” (Morín, 2010a; p. 76)
En el día de hoy, al decir de Morín (2010a; p. 78-79) nos encon-
tramos en la noche y la niebla y nadie puede predecir el mañana.
De este modo, el conocimiento de la historia debe servirnos no sólo
para reconocer los caracteres a la vez determinados y aleatorios del
destino humano, sino para abrirnos a la incertidumbre del futuro.
Hay, pues, que prepararse para nuestro mundo incierto y contar con
lo inesperado.

Es evidente que no hay orden sin desorden, el caos es una cualidad


69
inherente a la armonía, la coherencia necesita de la aleatoriedad y las
fluctuaciones conllevan a la configuración holística de los procesos
humanos y sociales, revelándose el orden fortuito.
En términos generales, puede definirse un orden fortuito como un
caso especial de orden caótico. Sus características son las siguientes
(Bohm y Peat, 2008; p. 145):
1) Es de grado infinito.

2) No tiene correlaciones significativas o extensiones de suborden


de grado bajo.
3) Tiene un comportamiento de media bastante constante, y tiende
a variar dentro de dominios limitados. Este dominio permanece más
o menos constante, o cambia muy lentamente.
Está claro que el azar no puede igualarse con la ausencia total de
orden concreto, que satisface los tres requisitos que apuntan Bohm
y Peat.
De esta manera, Bohm y Peat (2008; p. 151) explican un sistema
dentro de un sistema de este tipo, sin la necesidad de tener en cuenta
las posibles contingencias externas, sino que es una necesidad inter-
na. Esto los lleva a proponer una nueva metáfora: el azar es necesidad
(de una forma determinada).

El tratamiento anterior, aunque válido hasta cierto punto, es toda-


vía una abstracción y una aproximación. Porque para Bohm y Peat
(2008; p. 151) no hay sistema al que pueda considerársele correcta-
mente como totalmente aislado y auto-determinado. Así, la mayor
parte de los sistemas de alguna complejidad pueden desarrollar ines-
tabilidades, de modo que pueden resultar profundamente afectados
incluso por débiles interacciones externas. Y, lo que es más impor-
tante, entre las leyes de la naturaleza no existe ninguna afirmación
específica que sea total y universalmente valida. Porque, como ya he-
70
mos señalado muchas veces, cualquier cosa que digamos que es algo,
no lo es, ya que también es algo más y algo distinto.

Una ley más amplia también dejaría sitio para esto, permitiendo
que incluso los órdenes más básicos conocidos pudieran ser, al me-
nos en potencia, de grado muy alto o infinito. En casos extremos se acer-
carían incluso al orden caótico o aleatorio. (Bohm y Peat, 2008; p. 152)

La idea de que tanto la regularidad como el azar de un contexto


determinado pueden contener ordenes que están escondidos en ese
contexto, pero que pueden revelarse en otros contextos, tiene una
significación bastante amplia para Bohm y Peat (2008; p. 154). Estos
autores ejemplifican que el orden de una lengua, o de la música, no
puede encontrarse con el estudio de los órdenes regulares de vibra-
ción de las ondas sonoras, o de los órdenes de movimiento, casi alea-
torios, de las moléculas de aire que las conduce. De hecho, la mente,
a no ser que deje de estar sometida a las ya conocidas nociones de
orden, no podrá proporcionar un contexto en el que puedan descu-
brirse nociones de orden básicamente nuevas.

Cuando la música y el arte exploran ordenes nuevos, no pueden


captarlos ni siquiera quienes están a otros más antiguos y conocidos.
Es posible que en la naturaleza existan todavía más ordenes nuevos,
que van más allá de los aprehensibles con la teoría cuántica, incluso
en su interpretación casual, extendidos por la idea de órdenes de gra-
do infinito en el movimiento de las partículas. (Bohm y Peat, 2008; p. 155)

Así, cualquiera que pudiera ser la base de un orden de este tipo


en los procesos naturales, según Bohm y Peat (2008; p. 156), sería
aprehendido por nuestras concepciones actuales como falta total de
orden, o sea, lo que normalmente se denomina desorden o aleatorie-
dad. Por consiguiente, hemos de ser conscientes de la importancia
de estar abiertos a nuevas nociones de orden general, si no que que-
remos que la ciencia permanezca ciega a los importantes ordenes,
71
complejos y sutiles, que escapan al burdo engranaje de nuestras ma-
neras de pensamiento actual.

Asimismo, Morín (2010a; p. 81) nos recuerda que todos debemos


ser plenamente conscientes de que nuestra propia vida es una aven-
tura, incluso cuando la creemos encerrada en una seguridad funcio-
nal, todo destino humano comporta una incertidumbre irreductible,
comprendiendo en ella la certeza absoluta, que es la de su muerte,
ya que ignora la fecha. Cada uno debe ser plenamente consciente de
participar en la aventura de la humanidad que es lanzada a lo desco-
nocido con una rapidez cada vez más acelerada.
No obstante, Hawking (2007) se empeña en construir, como bien se
expresa con elocuencia en el título de su libro, una “teoría del todo”.
¿Puede haber realmente una teoría unificada de todo? ¿O sólo
estamos persiguiendo un espejismo? A estas auto-preguntas Hawking
(2007; p. 134) se responde:
Parece haber tres posibilidades:

• Existe realmente una teoría unificada completa, que


descubriremos algún día si somos suficientemente
inteligentes.

• No existe ninguna teoría última del universo, sino


sólo una secuencia infinita de teorías que describen
el universo cada vez con mayor precisión.

• No hay ninguna teoría del universo. Los sucesos no


pueden predecirse más allá de cierta medida, sino
que ocurren de una manera aleatoria y arbitraria.

“¿Qué significaría el que realmente descubriéramos la teoría defini-


tiva del universo? Pondría fin a un largo y glorioso capítulo en la his-
toria de nuestra lucha por entenderlo. Pero también revolucionaría la
comprensión que tiene la gente normal de las leyes que gobiernan el
72
universo.” (Hawking, 2007; p. 136)

Hegel le contestaría de la siguiente manera:

“Respecto al contenido, los otros se facilitan a veces demasiado la


tarea de poseer una gran vastedad. Hacen acopio de una gran canti-
dad de material, a saber, lo ya conocido y ordenado, y, ocupándose
con referencia de rarezas y curiosidades, dan tanto más la impresión
de poseer ya lo demás, aquello que ya conoce a su manera el saber, y
de dominar a su vez lo que está aún desordenado, y con ello sujetarlo
todo bajo la idea absoluta; esta parece así ser reconocida en todo y
haber llegado a ser ciencia desarrollada. Pero considerando más de
cerca este desarrollo, se ve que no se ha producido porque uno y lo
mismo se haya configurado a sí mismo diversamente, sino que es la
repetición informe de lo uno y de lo mismo, que se aplica externa-
mente a los diferentes materiales, y una aburrida apariencia de diver-
sidad.” (Hegel, 1994; p. 30)

En este sentido, Hawking (2007; p. 125) reconoce que “sería muy


difícil construir de golpe una completa teoría unificada del todo, así
que, en su lugar, tenemos que avanzar encontrando teorías parciales. Es-
tas describen un abanico limitado de sucesos y desprecian otros efectos.”

Pero en los últimos años ha habido un cambio espectacular. Un


ejemplo de este nuevo punto de vista que se abre camino hoy es la
declaración solemne de sir James Lighthill en 1966, quien fuera pre-
sidente de la Unión Internacional de Mecánica Pura y Aplicada.

Lighthill se expresaba así:

“Llegados a este punto debo hacer un alto y hablar en nombre de


la gran hermandad de los expertos de la mecánica. Hoy somos muy
conscientes de que el entusiasmo que sentían nuestros predeceso-
res por el éxito maravilloso de la mecánica newtoniana les llevo a
73
ser generalizaciones, en el campo de la predicción…., que hoy han
resultado ser falsas. Queremos pedir disculpas por haber inducido
a error al público culto al propagar, a propósito del determinismo
de los sistemas que cumplen las leyes newtonianas del movimiento,
unas ideas que después de 1960 ya no se pueden sostener.” (Citado en
Prigogine, 2008; p. 43-44)

Esta es una declaración muy significativa y singular. Generalmente,


los historiadores de la ciencia están acostumbrados a presenciar re-
voluciones científicas en las que una teoría se derrumba a partir del
triunfo de otra, y cualquier científico puede equivocarse y disculpar-
se por los errores cometidos. Pero es algo extremadamente extraño y
relevante que los expertos admitan que durante más de 300 años han
estado equivocados en un aspecto tan básico y trascendental de su
ámbito laboral.
En este sentido, un fenómeno único en el ámbito de las cien-
cias lo constituye la renovación de la más antigua de las ciencias
occidentales: la dinámica.
Durante mucho tiempo el determinismo y el reduccionismo fueron
los símbolos y las banderas principales que enarbolaban los científi-
cos con el fin de mostrar la inteligibilidad, objetividad y rigurosidad
de la ciencia, sin embargo, en la actualidad estas condiciones consti-
tuyen apenas propiedades que sólo son válidas en algunos casos limi-
tados. Parece que yacen inertes el determinismo, el reduccionismo y
la objetividad científica.

Según Prigogine, estos escasos casos corresponden a los sistemas


dinámicos estables, de tal manera que la noción de probabilidad que
había introducido Boltzmann para poder expresar la flecha del tiem-
po ya no corresponde a la ignorancia científica y adquiere un signifi-
cado objetivo y con un significado importante.

Para Prigogine (2008; p. 45), la razón de la declaración de sir Ja-


74
mes Lighthill es, concretamente, “el descubrimiento de los sistemas
dinámicos caóticos.”

“El simple hecho de que unos sistemas pueden volverse caóticos no


es ninguna novedad. El ejemplo clásico es la transición entre movi-
miento laminar y turbulento. Pero un líquido es un sistema complejo,
con una población enorme de partículas en interacción. Es un siste-
ma tan complejo que no podemos pretender describirlo en términos
de trayectorias individuales. En consecuencia, los físicos podían pen-
sar que se podía proceder por aproximaciones, y una vez más el caos
y la irreversibilidad podían ser resultado de estas aproximaciones.
Pero la novedad reside en que actualmente tenemos sistemas caóti-
cos muy simples, y ya no nos sirve la coartada de la complejidad. El
carácter inestable e irreversible pasa a ser parte integrante de la des-
cripción en el nivel fundamental.” (Prigogine, 2008; p. 45)

“El desplazamiento de Bernoulli es el prototipo del caos dinámico.


Debemos, pues, inclinarnos por una aproximación estadística ba-
sada en el empleo de probabilidades. Es un hecho de la mayor im-
portancia, porque al abandonar las trayectorias nos apartamos de las
certidumbres tranquilas de la dinámica clásica. En realidad es lo que
Boltzmann había propuesto hace cien años, pero ahora la introduc-
ción de probabilidades corresponde a una necesidad objetiva relacio-
nada con la inestabilidad.” (Prigogine, 2008; p. 48)
Pero según Prigogine (2009; p. 26) “un proceso probabilístico es
unidireccional. Conduce al estado más probable, en el futuro o en
el pasado. Por el contrario, el proceso dinámico inicial es invariable
respecto a la inversión temporal.”

De esta manera, a lo largo de la historia de la humanidad, han pro-


liferado múltiples teorías encaminadas a comprender nuestro uni-
verso y las leyes que determinan su ordenamiento; tema clave que se
ha debatido en todas las mitologías, religiones y filosofías.
75
De hecho, durante mucho tiempo en su devenir histórico la ciencia
ha asumido la creencia que detrás de los desórdenes aparentes de la
naturaleza siempre existe un orden oculto. Los pitagóricos y Platón
son predecesores de esta filosofía.

Para Platón cuando cada cosa está en su lugar se constituye el esta-


do ideal del Cosmos. Una figura cuasi-mítica llamada Demiurgo es
el ordenador, quien ordena el desorden al crear el Cosmos que, en
efecto, significa belleza, arreglo, orden, mundo.

A Platón le fascinaba el orden, sin embargo le prestaba gran aten-


ción al desorden y propone que el orden ideal no puede ser jamás
instituido de manera absoluta en los objetos materiales porque hay
algo que se resiste, que impide este ordenamiento total. Y en este
sentido la Naturaleza está en constante agitación.

La ciencia durante muchos siglos ha estado influida por estos con-


ceptos de Platón:
“En el nivel superior se encuentran las ideas y formas matemáticas
que constituyen los modelos ideales de todas las cosas. Es el dominio
del orden. Al otro extremo se encuentra el CAOS, estado primordial
carente de orden y desorden, que escapa de toda descripción. Entre
esos dos niveles está nuestro mundo, resultado del trabajo del De-
miurgo, que tiene un poco de orden y desorden.” (Schifter, 2001; p. 16)

El desorden no es más que una disposición irregular de elementos,


un estado de confusión, es decir, un orden perturbado.
Para Barrera (2010; p. 20) “la comprensión griega del cosmos esta
en relación con el orden, con la simetría, con la regularidad. El cos-
mos se constituye en la forma del kaos, de ahí que se puede decir
que el cosmos es la manera como el kaos se revela, las formas me-
diantes las cuales la posibilidad de posibilidades se expresa. El kaos
76
se comprende a través del orden, por intermedio del cosmos, pues
éste -y con esto puede indicarse cualquier evento-, es expresión del
caos, y a su vez es evidencia de totalidad. Si kosmos es orden y kaos
condición antecedente, éste se expresa como algo necesario pues el
kaos explica el orden. En otras palabras, es el kaos la condición que
explica el orden por lo que todo orden esta ordenado al kaos y este a
la totalidad. ¿Y el desorden? Pues tiene que ver con la situación de un
orden que no es tal. Se quiere decir con la anterior que el desorden
alude a la condición del orden, del cosmos, cuando el mismo no se ha
realizado, o cuando no ha logrado expresarse formalmente, pues la
referencia del desorden es el orden, más no necesariamente el kaos.”

“Hablar de desorden corresponde a los términos del orden, aun


cuando este orden esté inscrito dentro del caos. Si algo queda claro
de la teoría del caos es que el orden está en relación a sí mismo, pero
particularmente en correspondencia con el caos, pues esta relación
kaos-kosmos (desorden-orden) se expresa como cambio. El orden
corresponde al kaos. El caos para ser apreciado debe ser visto como
orden, lo que obliga a considerar a todo orden como caológico, cosa
que hace que sea el cambio la condición permanente, pues a todo or-
den le sucederá el caos y todo caos se expresará como orden.” Barrera
(2010; p. 21)

Rosenblueth afirmaba que es posible predecir el futuro de un sis-


tema si se conocen en un momento dado las condiciones de los ele-
mentos que lo constituyen, lo cual da cuenta del principio del deter-
minismo o causalidad que ha estado presente en la ciencia clásica
desde su surgimiento.

Sin embargo, según Schifter (2001; p. 17), una de las primeras sa-
cudidas a la sólida estructura del determinismo la proporcionó la
conocida teoría cinética de los gases, desarrollada por J. C. Maxwell
y luego perfeccionada por L. Boltzman, quienes hacen emerger el or-
77
den del caos, pues las regularidades observadas en el nivel macros-
cópico provienen de la incapacidad que tenemos para predecir las
trayectorias individuales de los átomos.
“El lenguaje de la estadística es una manera subjetiva de analizar la
objetividad de la naturaleza. Recurrimos a ella no porque los acon-
tecimientos sean de naturaleza azarosa, sino porque desconocemos
subjetivamente cuál va a ser el curso que van a tomar dichos acon-
tecimientos. Cada una de las partes que integran los sistemas de la
naturaleza tiene una historia individual, pero como integran siste-
mas tan complejos, en los cuales interviene un número tan grande de
partes, es imposible conocer la historia individual de cada parte y por
ello debemos recurrir a la estadística.” (Schifter, 2001; p. 17)
La concepción causal y determinista del mundo colapsa con la apa-
rición de la teoría de la mecánica cuántica, en particular con el prin-
cipio de la incertidumbre de Heisenberg, que plantea que no se puede
medir al mismo tiempo la posición y la velocidad de una partícula.

Heisenberg afirma que si se requiere precisar dónde está la partí-


cula, su momento lineal se vuelve indefinido y viceversa: al tratar de
definir la velocidad dentro de límites estrechos, menos se sabe dón-
de se halla la partícula.

De lo anterior se deduce que de acuerdo con la mecánica cuántica,


no existe seguridad para las medidas iniciales, siempre es insegura y,
por lo tanto, la teoría del caos certifica que las incertidumbres impi-
den hacer cualquier predicción.

Por otro lado, Charles Darwin decía que las variaciones aleatorias,
seleccionadas en forma ciega, pueden engendrar toda la diversidad
de formas vivientes, lo cual es otro ejemplo del desorden que puede
generar el orden.
78
Además, las teorías genéticas desarrolladas por Gregor Medel, for-
muladas en 1865, pero que fueron aceptadas a partir de 1900, tam-
bién constituyen un fuerte golpe a las leyes del determinismo, por
cuanto él descubre que las mezclas de especies siempre son posibles y
que resultan tan fecundas como sus precursores, en cambio los híbri-
dos son frecuentemente estériles, en el caso de que sean viables. No
obstante, Mendel reconoce que el grado de esterilidad no se encuen-
tra asociado estrictamente con la afinidad de las formas, por cuanto
está administrado por leyes oscurecidas y desconocidas.
Por otro lado, W. Freeman, profesor de neurobiología de la Univer-
sidad de California ha estudiado por más de 40 años los fenómenos
de la percepción. Al ver, oír y escuchar, nuestro cerebro desencadena
en fracciones de segundos un complejo mecanismo por medio del
cual reconocemos el estímulo que lo estimula.

El caos determinista, según Freeman, está presente en esos me-


canismos complejos, por cuanto representa una forma de entender
cómo un grupo de neuronas cambia abruptamente la actividad que
realiza al menor estímulo.

Los científicos piensan que el caos en el cerebro es consecuencia


de que dos áreas se excitan una a otra pero no tienen la capacidad de
generar una frecuencia común de oscilación. La competencia entre
las partes incrementa la sensibilidad e inestabilidad del sistema, que
contribuyen al caos.

Durante las últimas décadas se ha abierto camino un nuevo con-


cepto: la noción de inestabilidad dinámica asociada a la de “caos”.
“La palabra caos hace pensar en desorden, imposibilidad de previ-
sión. Pero no es así. Al contrario, como veremos en estas páginas, se
puede incluir el “caos” en las leyes de la naturaleza, pero a costa de
generalizar esta noción, incorporándole las de probabilidad e irre-
79
versibilidad.” (Prigogine, 2008; p. 8)

Prigogine (2008; p. 8-9) dice que “la formulación tradicional de las


leyes de la naturaleza oponía las leyes fundamentales intemporales a
las descripciones fenomenológicas, que incluyen las flechas del tiem-
po. La consideración del “caos” lleva así una nueva coherencia, a una
ciencia que no sólo habla de leyes, sino también de sucesos, que no
está condenada a negar la emergencia de lo nuevo, y por consiguiente
de su propia actividad creadora.”

Según Prigogine (2008; p. 71), es una suerte en Poincaré haya de-


mostrado la imposibilidad de eliminar las interacciones, ya que si se
pudieran eliminar, entonces el isomorfismo del universo lo reduciría
a unas partículas libres, y todo sería tan “incoherente” que no habría
química, ni biología, ni culturas humanas. De manera que “la defini-
ción habitual del caos nos lleva a unas representaciones estadísticas
irreducibles (no podemos volver a la descripción en trayectorias)”

Para este autor, la inestabilidad y el caos constituyen situaciones


normales en el ámbito de los problemas que aborda la física contem-
poránea. “En los sistemas estables no hay diferencia. Porque en un
sistema estable podemos utilizar la descripción en términos de tra-
yectorias. También podemos usar una descripción probabilista, pero
esta se reduce a un caso particular de la descripción estadística es la
única que incluye la aproximación al equilibrio. De este modo hemos
formulado de nuevo el problema del caos.” (Prigogine, 2008; p. 64)
Quizá el aspecto más inesperado es que, según Prigogine (2009;
p. 36) “a todos los niveles de orden, aparece la coherencia del caos
para condiciones de no equilibrio: un mundo en equilibrio alcanza
un grado de coherencia que, para mí al menos, es sorprendente.”

En definitiva, Prigogine (2009; p. 53) descubre “una jerarquía de


propiedades: inestabilidad (clásica o cuántica) que conduce a un
80
comportamiento nuevo que hace que las propiedades del sistema
puedan describirse en términos de proceso aleatorio.”

De ahí que el no equilibrio sea posible aplicarlo a los distintos nive-


les de descripción accesibles en la actualidad, “es fuente de orden, de
coherencia; entre las unidades surgen correlaciones. El no equilibrio
como origen de orden se presenta ya como uno de los principios más
generales que podemos formular actualmente. Concebido como la
entropía máxima accesible a un sistema dado, el equilibrio se con-
vierte en sinónimo de desorden, de caos.” (Prigogine, 2009; p. 55)

Prigogine declara que está totalmente de acuerdo con Leclerc


(1972) cuando dice que “en el siglo actual, sufrimos las consecuencias
del divorcio entre ciencia y filosofía que siguió el triunfo de la física
newtoniana en el siglo XVIII. Y no es sólo el diálogo entre ciencia
y filosofía el que se ha resentido” (Citado en Prigogine, 2009; p. 18)

Esta es una de las raíces esenciales de la dicotomía entres las dos


culturas. Existe una oposición rígida, rebelde e irreductible entre la
razón clásica, que es una visión atemporal, determinística, mecani-
cista y dogmática de la ciencia, y nuestra existencia moderna, con
la consiguiente interpretación oscilántica del tiempo y la ciencia al
modo del torbellino y del vuelo de las mariposas.

De ahí que el azar, el caos, el desorden y las catástrofes, constituyen


procesos inmanentes a la actividad científica contemporánea.

1.2-Ciencia, arte y filosofía


Ha sido norma en el pasado insistir sobre la diferencia entre las
ciencias y las humanidades, o ciencias de la naturaleza (ciencias du-
ras) y ciencias del espíritu (ciencias blandas o débiles). Esto es, en
parte, una reacción a los éxitos maravillosos de las “ciencias duras”. Si
las humanidades no pueden mostrar resultados similares, entonces
81
se asume que esto es porque tienen una identidad diferente.

También existe, por supuesto, un movimiento unificador, integra-


dor y totalizador de la ciencia, pero se trata de una reacción a la di-
visión previa del campo intelectual, y porque el simple hecho de ser
sólo una reacción, la unidad sigue siendo más débil y frágil que la
división.

Según Luhmann (1998; p. 25) vivimos instalados en la diferencia,


no en la unidad. Las ciencias duras se identifican con la compleji-
dad y las ciencias blandas con el sentido. El problema nuclear de las
ciencias duras es la complejidad de la complejidad y el de las ciencias
blandas es el sentido del sentido.

Por otro lado, LeShan y Margenau (2002; p. 199) consideran que el


método de la ciencia consiste en indagar y establecer la realidad per-
ceptiva -lo que se percibe como exterior a nuestra experiencia inter-
na- y describirla de suerte que podamos percibir algo nuevo y luego
cambiar. El método del arte consiste en cambiar nuestra experiencia
interior de suerte que luego percibimos el mundo exterior (y nuestra
experiencia interior) de manera diferente.

En cualquier período de una cultura el arte y la ciencia tienen cier-


tas convenciones y vacas sagradas. Aquellos que violan en los Esta-
dos Unidos no verán sus cuadros colgados en galerías ni sus artícu-
los aceptados en las publicaciones científicas. Hay otras culturas con
controles más rígidos que los que tiene la actual sociedad occidental.
(LeShan y Margenau, 2002; p. 201)

En esas culturas la violación de las convenciones y de las reglas del


arte o de la ciencia es castigada con la prisión, hospital psiquiátrico o
a veces la muerte.
Como cada nuevo desarrollo del arte (y de la ciencia, según ob-
82
servamos al considerar el reduccionismo) implica un cambio en las
construcciones de la realidad accesibles a nosotros, deberíamos es-
perar que cada nuevo desarrollo modificara nuestras percepciones
de lo anterior. Y ciertamente es eso lo que comprobamos. (LeShan y
Margenau, 2002; p. 202)

En todas las pinturas conocidas en el mundo de Leonardo... (Y en


todas aquellas anteriores a él que luego hemos descubierto)... los pin-
tores siempre componían sus obras atendiendo a los contornos. Leo-
nardo, al hacer indistintos los contornos, al prolongar las fronteras de
los objetos; a distancias completamente distintas de las perspectivas
abstractas de sus predecesores... y al colocar todas las cosas vistas en
un fondo borroso y de varios tonos de azul, inventó una manera de
representar el espacio como Europa nunca había conocido antes. Ya
no se trataba de un mero ambiente neutro de los cuerpos, sino que
su espacio abarcaba figuras y observadores por igual en la vasta pers-
pectiva abierta al infinito. (LeShan y Margenau, 2002; p. 202)

En efecto, existe mucha conexión entre la verdad científica, por una


parte, y la belleza y la estética, por la otra. Si un hombre tiene opinio-
nes falsas respecto de su propia naturaleza, podría ejecutar acciones
que en algún sentido fueran feas para una determinada comunidad.

Por otro lado, Prigogine (2009; p. 90) nos dice que “se cumplen las
condiciones mínimas para que, sin un grosero contrasentido, poda-
mos afirmar que la termodinámica describe la génesis propiamente
histórica de estructuras activas; parece ser que, por primera vez, el
objeto de la física ya no es radicalmente distinto al de las ciencias
llamadas humanas y que, por consiguiente es posible un intercambio
real entre estas disciplinas. Así, en el estudio de las propiedades de
estabilidad de los sistemas termodinámicos, la física podrá inspirarse
en conceptos y métodos de las ciencias humanas, del mismo modo
que éstas, en los modelos y en las matemáticas que comienzan a po-
83
nerse a punto.”

Pero, como muy bien nos alerta Foucault (2011; p. 245-246), si se


toma el establecimiento del discurso matemático como prototipo
para el nacimiento y el devenir de todas las demás ciencias, se corre el
riesgo de homogeneizar todas las formas singulares de historicidad,
de reducir a la instancia de un sólo corte todos los umbrales diferen-
tes que puede franquear una práctica discursiva y reproducir inde-
finidamente en todos los momentos del tiempo, la problemática del
origen; así se encontrarían anulados los derechos del análisis histó-
rico-trascendental. Modelo, las matemáticas lo fueron sin duda para
la mayoría de los discursos científicos en su esfuerzo hacia el rigor
formal y la demostratividad; pero para el historiador que interroga el
devenir efectivo de las ciencias, son un mal ejemplo, un ejemplo que
no se debería, en todo caso, generalizar.

De manera que “un diálogo entre ciencias naturales y ciencias hu-


manas, incluidas arte y literatura, puede adoptar una orientación in-
novadora y quizá convertirse en algo tan fructífero como lo fuera
durante el período griego clásico o durante el siglo XVII con Newton
y Leibniz.” (Prigogine, 2009; p. 19)

Por tanto, es un imperativo configurar la tríada ciencias naturales o


exactas, ciencias socio-humanas y arte.
En este sentido Comte (2008; p. 42) se refiera a “.....los filósofos
modernos, que, no habiendo podido ellos mismos superar suficien-
temente el estado metafísico, nunca se han colocado en el punto de
vista social, el único, sin embargo, susceptible de una plena realidad,
científica o lógica, puesto que el hombre no se desarrolla aisladamen-
te, sino colectivamente. Desechando como radicalmente estéril, o
más bien profundamente nociva, esa viciosa abstracción de nuestros
psicólogos o ideólogos, la tendencia sistemática.....cobra al fin toda
su importancia, porque señala en él el verdadero fundamento filo-
84
sófico de la sociabilidad humana, al menos en cuanto esta depende
de la inteligencia, cuya influencia capital, aunque de ningún modo
exclusiva, no se podría negar.”
Así, han surgido también teorías comprensivas del ser humano y,
por lo tanto, nuevas concepciones y enfoques de investigación cien-
tífica en las ciencias humanas y sociales, sobre las cuales sería intere-
sante hacer algunas reflexiones epistémicas, epistemológicas, ontoló-
gicas y metodológicas.

Estas nuevas teorías de la racionalidad o esquema de comprensión


e inteligibilidad de la realidad, en general, y del comportamiento hu-
mano, en particular, constituye un paradigma emergente, es decir, un
paradigma que brota de la dinámica y dialéctica histórica de la vida
humana y se impone, cada vez con más fuerza y poder convincente,
a nuestra mente inquisitiva. (Martínez, 2012; p. 156)

Ahora bien, es preciso aclarar que llevar a cabo una discusión se-
ria, coherente, fluida, armónica y rigurosa acerca de los enfoques de
investigación científica en las ciencias humanas y sociales, constituye
verdaderamente un problema científico en este tercer milenio. Y más
aún si lo hacemos basados en un abordaje desde las ciencias históri-
co-hermenéuticas, dada su complejidad epistemológica y las diversas
posturas científicas, modelos epistémicos, metodologías, tipos de in-
vestigación, modalidades, métodos y técnicas que proliferan hoy en
el ámbito sociocultural.
“Es cierto que, independientemente de nuestra apreciación final de
estos complejos problemas, el universo en que vivimos posee un ca-
rácter plural y complejo. Desaparecen estructuras, como en los pro-
cesos de difusión, pero aparecen otras estructuras, como en biología
y, con mayor claridad aún, en los fenómenos sociales. Por lo que sa-
bemos, algunos fenómenos están adecuadamente descritos por ecua-
ciones deterministas, como sucede con los movimientos planetarios,
85
pero otros, como la evolución biológica, implica procesos estocásti-
cos.” (Prigogine, 2009; p. 23)

Por otro lado, los diversos paradigmas y enfoques hermenéuticos,


sistémicos, cualitativos, holísticos y dialécticos, que coexisten en el
área socio-humana, hacen de esta tarea una labor que, de aparente-
mente inteligible y expedita, exenta de dificultades, peligros y con-
flictos, transita hacia los caminos más tortuosos, ininteligibles y con-
tradictorios del debate epistemológico en el siglo XXI.

“Lo artificial es determinista y reversible. Lo natural contiene ele-


mentos esenciales de azar e irreversibilidad. Esto llama a una nueva
visión de la materia en la que ésta ya no sea pasiva como la descrita
en el mundo del concepto mecánico, sino asociada a actividad es-
pontanea. Este cambio es tan profundo que creo que podemos hablar
con justicia de un nuevo dialogo del hombre con la naturaleza.” (Pri-
gogine, 2009; p. 23-24)

Ante esta realidad, urge, desde nuestra humildad científica, asu-


mir posiciones epistemológicas mucho más agresivas, provocadoras
y cáusticas, que no soslayen la turbulencia, el caos, la multiplicidad
de eventos y la pluralidad conceptual, característica de las ciencias
socioculturales, que son las teorías de la vida y la epistemología hu-
mana, en contraposición a la quietud, la placidez y el sosiego pre-
dominante aún en dichas ciencias, como si éstas pudieran predecir
los destinos del ser humano, el sentido de la vida y el significado del
amor, que cada día nos sorprende más con sus desconciertos, labe-
rintos y confusiones.

Desde luego que, nos dice Prigogine (2009; p. 24), “para recorrer
el camino que separa la descripción clásica de la naturaleza hasta la
nueva que empieza a esbozarse, han sido necesarios numerosos ha-
llazgos sorprendentes tanto teóricos como experimentales. Podemos
decir que buscamos esquemas globales, simetrías, leyes generales in-
86
mutables y hemos descubierto lo mutable, lo temporal, lo comple-
jo. Los ejemplos son abundantes. Como sabemos, la teoría cuántica
postula una notable simetría, la existente entre materia y antimate-
ria, pero nuestro mundo carece de esta simetría. Predomina sobra-
damente la materia sobre la antimateria, y es una feliz circunstancia,
porque, si no, la aniquilación entre materia y antimateria significaría
el fin de todas las partículas con masa. El descubrimiento de un gran
número de partículas inestables es otro ejemplo; puede que incluso
todas las partículas sean inestables. De cualquier modo, la idea de
un sustrato inmutable, permanente de la materia ha sufrido un duro
golpe.”

Según Maturana (1990), el ser humano posee dos vías para acce-
der al conocimiento: la razón y el amor. Pero nuestro intelecto es un
camino incompleto para conocer, por cuanto está cargado de creen-
cias, representaciones conceptuales, nociones, vivencias, experien-
cias praxiológicas y complejos sistemas cognoscitivos. En cambio,
el amor es el medio esencial, el camino científico e infalible para la
obtención del conocimiento. Para Maturana (1990; p. 209) el amor es
“la aceptación del otro junto a uno en la convivencia.”
El amor es el fundamento biopsicosocial de los eventos, situaciones
y acontecimientos culturales, por cuanto, sin amor, es decir, sin la
aceptación del otro junto a uno en la convivencia, no hay socializa-
ción, y sin socialización, no hay lenguaje, y sin lenguaje, no hay ser
humano, no hay humanidad.

Precisamente lo único que nos diferencia de los animales no huma-


nos es el lenguaje, más preciso, el diálogo, la conversación, la palabra,
porque, al decir de Maturana, los animales no humanos también se
comunican, es decir, tienen lenguaje, o sea, lenguajean. En este sen-
tido, cualquier cosa que obstaculice, destruya o limite la aceptación
del otro junto a uno, destruirá también el proceso biopsicosocial que
lo engendra.
87
“Hemos querido reemplazar el amor por el conocimiento como
guía en nuestro quehacer y en nuestras relaciones con otros seres
humanos y con la naturaleza toda, y nos hemos equivocado. Amor y
conocimiento no son alternativas, el amor es un fundamento mien-
tras que el conocimiento es un instrumento. Más aun, el amor es
el fundamento del vivir humano, no como una virtud que como la
emoción que en lo general funda lo social, y en particular hizo y hace
posible lo humano como tal en el linaje de primates bípedos a que
pertenecemos (Maturana y Verden – Zolter, 1993), y al negarlo en
el intento de un fundamento racional a todas nuestras relaciones y
acciones nos hemos deshumanizado volviéndonos ciegos a nosotros
mismos y a los otros. En esta cegera hemos perdido en la vida coti-
diana la mirada que permite ver la armonía del mundo natural a que
pertenecemos, y ya casi no somos capaces de la concepción poética
que trata a ese mundo natural, a la biosfera en su armonía histórica
fundamental, como el reino de Dios, y vivimos en lucha con él.” (Ma-
turana y Varela, 2004; p. 34)

Precisamente, este libro inaugura una discusión que no se agota en


sus páginas y, al mismo tiempo, nos impulsa a la búsqueda de alter-
nativas metodológicas y epistemológicas.
Los científicos de hoy estamos en una encrucijada y, a pesar de
ello, nos paraliza la perplejidad frente a la realidad del desamor, la
desesperanza, la apatía y la desidia por la lectura, la investigación y
el aprendizaje, después de siglos de avance científico-investigativo,
educativo y sociocultural.

Sin embargo, la inercia, el estatismo y el letargo en que han esta-


do sumidas durante siglos las ciencias humanas y sociales debe ser-
virnos de acicate hoy para escudriñar sus laberintos epistémicos y
praxiológicos, con el fin de obsequiarle, en los albores de este tercer
milenio, nuevos modelos, paradigmas, enfoques, perspectivas, meto-
dologías, tipos de investigación, métodos, técnicas, procedimientos
88
e instrumentos más afines a su esencia epistemológica y a su
finalidad praxiológica.

¿Será que, avanzando tras Maturana, el amor debe convertirse en


el método científico por excelencia? ¿O será que el nuevo paradigma
científico para las ciencias sociales y humanas es precisamente el
amor?

En efecto, en nuestro interior hay “pensamientos, sentimientos,


miedos, esperanzas, recuerdos, todos vagos y móviles, en la medida
que no sabemos, o no nos preocupa saber, si provienen de nosotros o
de algún otro agente – en realidad, parece como si no perteneciesen
al sujeto, ni al mundo objetivo.” (Feyerabend, 2001; p. 101)

La ciencia no es el único camino para acceder al conocimiento. O al


menos la ciencia que conocemos hasta hoy. Existen otras alternativas.
Incluso muchas alternativas pueden tener éxito allí donde la ciencia
ha fallado. Debemos encontrar esas alternativas. O mejor aún, debe-
mos redefinir la ciencia, debemos construir una nueva ciencia.

El problema radical que nos ocupa aquí, según Martínez (2011, p.


20), reside en el hecho de que nuestro aparato conceptual clásico -que
creemos riguroso, por su objetividad, determinismo, lógica formal y
verificación- resulta corto, insuficiente e inadecuado para simbolizar
o modelar realidades que se nos han ido imponiendo, sobre todo a lo
largo del siglo XX, tanto en el mundo subatómico de la física, como
en el de las ciencias de la vida y las ciencias humanas. Para repre-
sentarlas adecuadamente necesitamos conceptos muy distintos a los
actuales y mucho más interrelacionados, capaces de darnos explica-
ciones globales y unificadas.

En la misma ciencia más pura, la genialidad de Einstein ha sido


ubicada, no en su inteligencia, considerada bastante normal, sino en
89
su imaginación desbordada y muy fuera de lo común.

De ahí que él repitiera frecuentemente que “la ciencia consiste en


crear teorías”, es decir, modelos imaginados, estructuras teóricas,
analogías, alegorías, símiles y comparaciones para representar los
significados posibles de las realidades que nos circundan. (Martínez,
2011, p. 7)

Asimismo, Heisenberg (1990, p. 121), uno de los creadores de la


teoría cuántica, dice al respecto: “es precisamente lo limitado y es-
trecho de este ideal de cientificidad de un mundo objetivo, en el cual
toda debe desenvolverse en el tiempo y en el espacio según la ley de
la casualidad, lo que está en entredicho”

“Estamos llegando al final de la ciencia convencional”, señala Pri-


gogine (1994; p. 40); es decir, de la ciencia determinista, lineal, mecá-
nica, reduccionista y homogénea, y presenciamos el surgimiento de
una conciencia oscilántica, de la discontinuidad, de la no linealidad,
de la diferencia, la complejidad y la necesidad del diálogo.

El cuestionamiento está dirigido, especialmente, hacia el “logos


científico tradicional”, es decir, hacia los criterios que rigen la “cien-
tificidad” de un proceso lógico y los soportes de su racionalidad, que
marcan los límites inclusivos y exclusivos del saber científico. (Mar-
tínez, 2011, p. 18)

Como dice Bridman, Premio Nóbel de Física, citado en Martínez


(2000; p. 49): “No existe un método científico como tal....; el rasgo
distintivo más fértil de proceder del científico ha sido el utilizar su
mente de la mejor forma posible y sin freno alguno.”

Por otro lado, Batanaz (1996; p. 45; citado en Bisquerra) reconoce


las características de la nueva ciencia:
90
“La ciencia no es algo abstracto y aislado del mundo, sino que de-
pende del contexto social en el que se desenvuelve, sin el que es impo-
sible comprender la conducta humana; los seres humanos interpre-
tan la realidad y ponen en práctica sus pensamientos, sentimientos
y acciones en un contexto determinado; por lo tanto, las reglas y el
orden social, junto con el pasado de los individuos, constituye la base
de su interpretación de la realidad.

La conducta humana es un fenómeno complejo y diferenciado y


en consecuencia no se puede pretender alcanzar una explicación de
ella de forma similar a como se explican los fenómenos en las cien-
cias naturales. Desde esta perspectiva, la captación de las relaciones
internas y profundas de las acciones proporciona el fundamento para
cualquier explicación o comprensión de ellas. El interés por la inten-
cionalidad de las actuaciones sustituye a los esfuerzos por explicar
sus causas, de tal modo que la comprensión se ofrece como una al-
ternativa a la explicación causal y a la predicción, pilares básicos del
paradigma positivista.

Las teorías científicas son relativas, precisamente porque se funda-


menta en los valores propios de cada sociedad, y éstos evolucionan.
De aquí se deriva la imposibilidad de invocar criterios de universa-
lidad, objetividad y certeza absoluta para los conocimientos científi-
cos.”

Estas características de la nueva ciencia, devienen en principios


que en la práctica se orientan hacia el estudio de unas dimensiones
clave, que Bartolomé (1992; p. 17; citado en Bisquerra) sintetiza de la
siguiente manera:

• Las conductas naturales para descubrir leyes.

• Las situaciones sociales identificadas por el lugar,


los actores y las actividades.
91
• Los significados de textos/acciones.

• Los procesos sociales.

• La relación entre sociedad/persona (interacción


social).

• Los procesos cognitivos.

• Los patrones culturales de un grupo mediante la


identificación de creencias y prácticas concretas.

• Los patrones de interacción social entre miembros


de un grupo cultural.

• La construcción de sistemas semánticos en


individuos y grupos que son expresión de su
conocimiento cultural.

“Hay muchas personas que describen sus impresiones en poesías,


comedias, cuadros, novelas, y no sólo se les sigue prestando atención,
sino que tienen algo que ofrecer; podemos aprender algo de ellas y
podemos aprender algo del modo como ven el mundo.” (Feyerabend,
2001; p. 129)

Por otro lado, los físicos-filósofos que crearon la nueva física en


este siglo (Max Planck4, Albert Einstein5, Niels Bohr6, Heisenberg7,

4 Premio Nobel de Física en el año 1918, por las aportaciones que realizó en favor al avance de la
física, debido a sus descubrimientos sobre los cuantos de energía.
5 Premio Nobel de Física en el año 1921, por sus aportaciones a la física teórica y, especialmente, por
el descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico.
6 Premio Nobel de Física en el año 1922, por sus servicios en la investigación de la estructura de los
átomos y de la radiación que de ellos emana.
7 Premio Nobel de Física en el año 1932, por la creación de la mecánica cuántica, cuya aplicación
tiene, entre otras cosas, el estudio y descubrimiento de las formas alotrópicas del hidrógeno.
92
Schrödinger8) sostienen que “no llegaron a sus hallazgos siguiendo
una receta o una fórmula metodológica y ni siquiera un procedi-
miento lógico por medio del cual se pudiera ir de los datos de la
observación hasta la teoría científica.” (Martínez, 2000; p. 90-91)
Erwin Schrödinger (1887-1961), quien nació en Viena, Austria,
donde estudió y fue profesor de física en la universidad hasta 1927,
año en que fue llamado a Berlín para reemplazar a Max Planck en
la cátedra de física; en 1933, al acceder Hitler al poder, decide aban-
donar Alemania y ese mismo año le conceden el Premio Nobel, que
compartió con Paul Dirac, por la formulación matemática de la me-
cánica cuántica.

Schrödinger fue un científico dedicado a la investigación de la físi-


ca atómica, física del estado sólido y mecánica estadística, se mostró
siempre muy sensible a las implicaciones sociales de la tecnología y
preocupado por el aspecto humanístico de la ciencia y la ética cien-
tífica.

El libro ¿Qué es la vida?, una de sus principales obras, se publi-


có por primera vez en 1944, y es fruto de una serie de conferencias
dictadas por el autor en el Institute for Advanced Studies del Trinity
College de Dublín, en febrero de 1943.

Este libro es considerado un clásico en la materia, en él Schrödin-


ger expone su pensamiento científico y filosófico con una claridad
capaz de acercar los temas más complejos al lector no especializado.
Erwin Schrödinger, declaró en una ocasión: «El pensamiento de
Boltzmann fue mi primer amor en ciencia. Nadie me ha cautivado ni
podrá cautivarme como él».
Por su parte Einstein precisa que “están en un error aquellos teóri-
8 Premio Nobel de Física en el año 1933, por el descubrimiento de nuevas formas para la aplicación
de la teoría atómica.
93
cos que creen que la teoría se obtiene inductivamente a partir de la
experiencia.” (Hanson, 1977, p. 229).

Él mismo, al hablar de su trabajo en la búsqueda de teorías


explicativas para sus datos, dice que “tal teoría no le gusta”, que
“no le gustan sus elementos”, que “no le gustan sus implicaciones”,
etc. Y su asistente personal de investigación dice que el método de
Einstein, aunque basado en un profundo conocimiento de la física,
“era esencialmente estético e intuitivo…; que Einstein era sobre todo
un artista de la ciencia” (Clark R.W., 1972, p. 648-650).

Sin embargo, es pertinente advertir que cuando los científicos como


Einstein hablan de “gustos” en contextos como éste, en realidad quie-
ren decir que algo “no les satisface intelectualmente”.
Como muy bien señala Morín (1984), los diversos trabajos de Kuhn,
Popper, Feyerabend y Lakatos tienen como rasgo común mostrar que
las teorías científicas, como los “icebergs”, tienen una enorme parte
sumergida que no es científica, y que constituye la zona ciega de la
ciencia pero que es indispensable para el desarrollo de la ciencia.

Como se aprecia, el contacto con la obra epistemológica de Popper,


Kuhn, Lakatos y Feyerabend, estimulan el pensamiento de Morín en
relación con el rol de la ciencia en ese reto transdisciplinar que pro-
yecta.

“El único medio que existe para salvarse de esta situación es el in-
tento de saltar fuera de estos encasillamientos conceptuales y ver otro
panorama: contemplando los linderos de nuestros conceptos acep-
tados, de nuestras construcciones teoréticas, de nuestros sistemas
formales de creencias, etc., en una palabra, de la validez de nuestra
teoría de la racionalidad; y, para ello, debemos asumir una actitud
básica y esencialmente critica.” (Morín, 1984).

Este estilo moriniano, que une el arte de escribir literatura al dis-


94
curso tradicionalmente considerado más objetivo y científico, es ex-
presión máxima de la unión fertilizante entre lo personal y lo social,
lo aleatorio con lo intencional, lo emocional con lo racional y con lo
reflexivo, con el fin de ordenar, estructurar y configurar, para volver a
cuestionar, y cuestionar nuevamente en un proceso infinito.

Cuando interactuamos con el mundo físico, biológico y cultural


que nos rodea, nos encontramos a nosotros mismos, e interactuamos
con nosotros mismos. La ciencia contemporánea vive un momento
en el que cada vez más comprende que el estudio de cualquier aspec-
to de la experiencia humana debe ser multifacético.

Cada vez más comprendemos que la mente humana no existe sin


cerebro y sin cultura. Sin embargo, mientras más entendemos la
complejidad del ser humano y del universo, más nos proponen pen-
samientos y acciones reduccionistas y antiecológicos.

Recientemente supimos que el astrofísico británico Stephen Haw-


king considera que Peter Higgs debería ganar el Premio Nobel de
Física tras la comprobación de su teoría sobre el bosón (uno de los
dos tipos básicos de partículas elementales de la naturaleza) que lleva
su nombre, popularmente conocido como “la partícula de Dios”.

Los resultados anunciados el miércoles 4 de junio de 2012 por la


Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) sobre
la existencia de una nueva partícula “indican de manera contundente
que hemos descubierto el bosón de Higgs”, dijo Hawking, en decla-
raciones a la BBC. “Es un resultado muy importante y Peter Higgs se
merece el Nobel por este motivo”, aseguró el autor de Breve historia
del tiempo.

“Sin embargo, hasta cierto punto para mí es una lástima que este
gran avance en Física se han logrado con experimentos que han dado
95
resultados que no me esperaba”, añadió Hawking. “Por este motivo,
yo hice una apuesta con el físico Gordon Kane de la Universidad de
Michigan, a favor de que la partícula de Higgs no se encontraría.
Pero parece ser que he perdido 100 dólares”, confesó el astrofísico.
Por su parte, el presidente del Instituto de Física (IOP) del Reino
Unido, Peter Knight, señaló que “el descubrimiento del bosón de
Higgs es tan importante para la física como el descubrimiento del
ADN lo fue para biología”. Además, dijo que este hallazgo establece
el marco para “una nueva aventura en el esfuerzo por comprender la
estructura del Universo”.

Para el científico, esta noticia es “un logro notable”. “Quince años de


colaboración internacional y de trabajo duro en la construcción del
Gran Colisionador de Hadrones (LHC) ha dado sus frutos”, destacó
Del mismo modo, indicó que “este anuncio asegura que el Modelo
Estándar es correcto y ahora se podrá empezar a explorar hasta don-
de lleva esta partícula y profundizar más en el Modelo Estándar”.
Sin embargo, resulta terriblemente difícil aceptar como válido
cualquier nuevo modelo. Estamos tan atados a la imagen del mundo
que se nos enseñó cuando éramos niños que cualquier sugestión de
otra imagen -o, como ocurre en este caso, la sugestión de la imagen
con la cual nos educamos es válida sólo para una parte de la realidad
y que otras partes de la realidad necesitan otras imágenes-, es auto-
máticamente juzgada como un disparate. Después de dos mil años
durante los cuales se creyó a pie juntillas que la geometría de Euclides
era la geometría válida, matemáticos tales como Bolyai y Lobachevs-
ky expusieron sistemas de geometría diferentes del euclidiano con la
esperanza de que se los considerara en conexión con las actuales pro-
piedades del espacio. Esos matemáticos trataban de mostrar que el
sistema de Euclides era válido sólo una pequeña parte de la realidad y
que para otras partes se necesitaban otros sistemas. Los demás mate-
máticos los consideraron al principio como poco serios y poco cuer-
96
dos. El primer movimiento de nuestro instinto es rechazar lo nuevo,
especialmente si lo nuevo supone una serie de imágenes del mundo;
v entonces decimos con entera convicción “el modelo de nuestro sen-
tido común es la verdadera descripción de la realidad y aun cuando
no lo fuera solo hay una verdad, por más que no sepamos lo que ella
sea. Una cosa es verdad o no lo es y las verdades se aplican univer-
salmente”. Este credo, rechazado ahora por la física moderna, aún
despierta en nosotros profundas resonancias de verdad. (LeShan y
Margenau, 2002; p. 51)
Por eso, ya LeShan y Margenau (2002; p. 228) no preguntan qué
construcción del cosmos, qué estado de conciencia es el correcto;
cuándo lo usamos, percibimos la realidad y reaccionamos a ella. Úni-
camente preguntamos qué construcción y qué estado de conciencia
son más efectivos en cuanto a ayudarnos a alcanzar determinadas
metas. El concepto de un estado de conciencia “correcto” o “normal”
es un concepto que hemos de colocar en la atiborrada y polvorienta
estantería marcada con este rótulo “Ideas anticuadas”. Pero podemos
preguntar, “¿Qué estado de conciencia es el más útil para resolver
ciertas necesidades y alcanzar ciertas metas?” y “¿Qué estado de con-
ciencia predomina estadísticamente y en qué situaciones culturales?”

Como se aprecia, en el universo humano y social existen objetos que


satisfacen a leyes clásicas de determinación, reversibles y alterables,
pero estos objetos corresponden a casos muy simples, y realmente
son muy pocos casos, excepcionales. Por otro lado, a la inmensa de
los objetos se les aplica el segundo principio de la termodinámica. Es
por ello que Prigogine (2008; p. 111) propone que hoy, incluso dejan-
do a un lado la historia, “es preciso hacer una distinción cosmológica
entre estos dos tipos de situaciones. Es una distinción entre estabili-
dad, por un lado, e inestabilidad y caos por otro.”
Por otro lado, según LeShan y Margenau (2002; p. 52), cuando tra-
tamos a una persona, el fenómeno de conducta de grupo (dinámi-
97
ca grupal, etc.) no existe. Sencillamente no existe en este dominio, y
desde él no podría predecirse su existencia. Podemos observar cier-
tas cosas sobre la psicología de un individuo o de un número de in-
dividuos aislados.
Pero una vez que los individuos entran en relación, cobra existen-
cia una serie enteramente nueva de fenómenos observables (los fe-
nómenos de la conducta grupal). La existencia de estos fenómenos
no podría predecirse por el estudio de los individuos en cuestión.
Podemos decir que un grupo se conduce de una determinada mane-
ra a causa de los individuos que lo componen y podemos demostrar
la verdad de esto. Sin embargo, por el hecho de medir las variables
de la conducta del grupo (por ejemplo, “la cohesión de grupo”) no
podemos predecir comportarán los individuos del grupo. (LeShan y
Margenau, 2002; p. 53)

En las esferas de la experiencia interior y de la conducta con senti-


do, el pasado está determinado, el futuro no lo está.
En el caso de cualquier individuo podemos observar que las expe-
riencias y la conducta del adulto dependen de experiencias de la ni-
ñez y son compatibles con ellas. (LeShan y Margenau, 2002; p. 55)
Sin embargo, partiendo de las experiencias de la niñez no podemos
predecir las experiencias de la persona adulta.
Para generalizar aún más, digamos que cuando se trata de la expe-
riencia y la conducta humanas, el presente puede considerarse como
continuación del pasado y determinado por éste, pero que el futu-
ro no puede predecirse en la medida en que se manifiestan nuevos
fenómenos cuya existencia es, en principio, imposible de predecir.
Desde el punto de vista de la teoría de los dominios, esta situación se
interpreta de la misma manera que lo que a menudo se llama organi-
zación jerárquica de algunos dominios del conocimiento. (LeShan y
Margenau, 2002; p. 56)
98
Lo anterior demuestra la complejidad de los procesos humanos y
sociales.
Sin embargo, las disputas epistemológicas entre Popper, Kuhn,
Lakatos y Feyerabend, pasan por alto el problema de la complejidad.
“La enfermedad de la teoría está en el doctrinarismo y en el dog-
matismo, que cierran a la teoría sobre ella misma y la petrifican. La
patología de la razón es la racionalización, que encierra a lo real en
un sistema de ideas coherente, pero parcial y unilateral, y que no sabe
que una parte de lo real es irracionalizable, ni que la racionalidad tie-
ne por misión dialogar con lo irracionalizable.” (Morín, 2001; p. 34)

Según Echeverría (1989; p. 25), en un simposio internacional sobre


la estructura de las teorías científicas, celebrado en marzo de 1969 en
la ciudad de Urbana, Illions, EUA, “…se levantó el acta de defunción
de la concepción heredada (el positivismo lógico), la cual, a partir de
este momento, quedó abandonada por casi todos los epistemólogos”.

La invitación del simposio decía textualmente (Suppe, 1979, pre-


facio):
“Tradicionalmente los filósofos de la ciencia han construido las
teorías científicas como un cálculo axiomático en que a los términos
teoréticos y a las proposiciones se les da una interpretación obser-
vacional parcial por medio de reglas de correspondencia. Reciente-
mente, la adecuación de este análisis ha sido desafiada por nume-
rosos filósofos, historiadores de la ciencia o científicos. En su lugar
han sido propuestos y discutidos varios análisis alternativos de las
estructuras de las teorías. El propósito de este simposio es reunir a los
principales proponentes de los más importantes análisis alternativos,
a los historiadores de la ciencia y a los científicos, para explorar y res-
ponder a la pregunta: ¿Cuál es la estructura de una teoría científica?”

En este simposio, con éstas y muchas otras ideas, se levantó el acta


99
de defunción del positivismo lógico, que quedó abandonado por casi
todos los epistemólogos, debido, según Popper (1977, p. 118), “a difi-
cultades intrínsecas insuperables”.
En ese ataúd memorable se introdujeron muchas ideas que, sin
embargo, siguen circulando en nuestros medios académicos como
“conocimientos científicos”, cuando en realidad no son más que ca-
dáveres ambulantes. Es muy grande el daño que podemos hacer a
nuestros estudiantes por falta de actualización epistemológica y ba-
sándonos en una “racionalidad” endiosada (la diosa razón del siglo
de las luces) que, más que una auténtica razón, está constituida por
hábitos y rutinas mentales. (Martínez, 2008; p. 24)
Por otro lado, Bachelard (1993), el filósofo de las ciencias, ya había
descubierto hace mucho tiempo que “lo simple no existe: sólo existe
lo simplificado”. La ciencia construye su objeto extrayéndolo de un
ambiente complejo para ponerlo en situaciones experimentales no
complejas. La ciencia es el estudio del universo simple, es una sim-
plificación heurística necesaria para extraer ciertas propiedades, ver
ciertas leyes.

George Lukács, el filósofo marxista, decía en su vejez, criticando


su propia visión dogmatica: “lo complejo debe ser concebido como
elemento primario existente. De donde resulta que hace falta exa-
minar lo complejo de entrada en tanto complejo y pasar luego de lo
complejo a sus elementos y procesos elementales.”

Pero la complejidad no comprende solamente cantidades de uni-


dades e interacciones que desafían nuestras posibilidades de cálculo;
comprende también incertidumbre, indeterminaciones, fenómenos
aleatorios. En un sentido, la complejidad siempre está relacionada
con el azar. De este modo, la complejidad coincide con un aspecto de
incertidumbre, ya sea en los límites de nuestro entendimiento, ya sea
inscrita en los fenómenos.
100
La complejidad no se reduce a la incertidumbre, es la incertidum-
bre en el seno de los sistemas ricamente organizados. Tiene que ver
con los sistemas semi-aleatorios cuyo orden es inseparable de los
azares que incluyen. La complejidad esta así ligada a una cierta mez-
cla de orden y desorden, mezcla intima, a diferencia del orden/desor-
den estadístico, donde el orden, pobre y estático, reina a nivel de las
grandes poblaciones, y el desorden, pobre por una indeterminación,
reina a nivel de las unidades elementales.
Para comprender aún más el desafío que implica la teoría del des-
orden es conveniente hacer una breve una exploración de algunos
de los principales planteamientos de Balandier (1997), quien, en su
teoría del desorden afirma que “…la naturaleza no es lineal, nada es
simple, el orden se oculta tras el desorden, lo aleatorio esta siempre
en acción, lo imprevisible debe ser comprendido. Se trata de una des-
cripción diferente del mundo que conviene producir en el presente,
en la cual la consideración del movimiento y sus fluctuaciones pre-
dominan sobre la de las estructuras, las organizaciones, la perma-
nencia. La clave es otra dinámica calificada de lo no lineal, que le da
acceso a la lógica de los fenómenos aparentemente ordenados.”

“La consciencia del desorden está avivada. Engendra reacciones


contrarias, vacilaciones. Para unos, el pasado (conservador de la tra-
dición) incluso lo arcaico (factor de permanencia y de lo universal),
se refiere al orden, revela las señales mas sólidamente afianzadas,
propone los repertorios o las guías necesarias para una orientación
según la cual nuestro tiempo podría ser examinado, interpretado,
organizado. Para otros, es la confusión y la inestabilidad, el movi-
miento que aligera la pesadez del orden preexistente, la abundancia
de lo nuevo, lo que da todas sus oportunidades a una libertad nueva
y fecunda: el desorden se vuelve creador; los periodos de transición
ejercen entonces una verdadera fascinación, son vistos como aque-
llos que hacen retroceder las fronteras de lo imposible, en las cua-
les se realizan rupturas y avances. Entre esos dos polos se sitúan las
101
ignorancias, las interrogaciones, las dudas, los acomodamientos y
los desconciertos, todo lo que puede llevar a un escepticismo trivial,
todo lo que contribuye igualmente a nutrir una demanda impaciente
de orden, sin medir los riesgos.” (Balandier).
El desorden se vuelve destructor cuando hay una pérdida de orden,
cuando los elementos se disocian, y tienden a no constituir más una
estructura, una organización, sino que se convierten en una simple
suma. El desorden se vuelve creador cuando produce una pérdida de
orden acompañada de una ganancia de orden, que es generador de
un orden nuevo reemplazante del antiguo, y puede ser superior a él.
El proceso de complejización opera según esta lógica, no por adición,
sino por sustitución a un nivel más elevado, proceso que es más apre-
ciado en las interacciones humanas.
La mente humana tiene una propensión natural innata a buscar el
sentido o significado de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad,
de las situaciones, de las acciones humanas, de los acontecimientos,
de los procesos y de los eventos.

Cuando le encuentra un sentido “satisfactorio intelectualmente”, se


dice que conoce algo. “Conocer es aprehender un dato a una cierta
función bajo una cierta relación. En tanto significa algo, dentro de
una determinada estructura (Martínez, 2012).

“La capacidad interpretativa del ser vivo que concibe al hombre


no como un agente que “descubre” el mundo, sino que lo constituye.
Es lo que podemos llamar el giro ontológico de la modernidad, que
hacia el fin siglo XX se perfila como un nuevo espacio de vida social
y de pensamiento que ciertamente está cambiando progresivamente
el rostro de la ciencia.” (Maturana y Varela, 2004; p. 34)

Por su parte Morín (1984) señala en este sentido que “todo cono-
cimiento opera mediante la selección de datos significativos: sepa-
102
ra (distingue o desarticula) y une (asocia, identifica), jerarquiza (lo
principal, lo secundario) y centraliza (en función de un núcleo de
nociones maestras). Estas operaciones, que utilizan la lógica, son de
hecho comandadas por principios “supralógicos” de organización de
pensamiento o paradigmas, principios ocultos que gobiernan nues-
tra visión de las cosas y del mundo sin que tengamos consciencia de
ello.”

El problema teórico de la complejidad es el de la posibilidad de


entrar en las cajas negras. Es el considerar la complejidad organi-
zacional y la complejidad lógica. En este caso, la dificultad no está
solamente en la renovación de la concepción de objeto, sino que está
en revertir las perspectivas epistemológicas del sujeto, es decir, el ob-
servador científico; lo propiamente científico era, hasta el presente,
eliminar la imprecisión y una imprecisión cierta, no solamente en
los fenómenos, sino también en los conceptos, y uno de esos grandes
progresos de las matemáticas de hoy es el de considerar los conjuntos
imprecisos.

Se insiste entonces en la urgencia de incorporar en la actividad


científica una cosmovisión universal que permita entender la parte
no sólo como segmento aislado, sino expresión viva de su universo
natural.

De ahí que sea un imperativo afrontar y desafiar la complacencia


y ebriedad de los científicos sociales de pacotilla, intrascendentes y
triviales, que hoy constituyen un lastre, un atasco científico y una
atadura investigativa, cuyo embeleso los tiene enajenados, en éxtasis
vitalicio y embriaguez eterna.

Cuidado con esta “sombría pandilla de intelectuales que escriben


con estilo cansino, que repiten ad nauseam unas pocas frases funda-
mentales, que están interesados, sobre todo, en dar vueltas alrededor
103
de ciertos ídolos intelectualistas, como la verosimilitud y el aumento
de contenido. Sus discípulos se muestran asustados o desagradables,
según el tipo de oposición que suscita en ellos un mínimo de imagi-
nación. No critican, no inventan métodos para relativizar las ideas;
rechazan lo que no les gusta con ayuda de discursos convencionales.
Si un asunto no es familiar, si no se puede tratar fácilmente, se des-
conciertan lo mismo que un perro que ve a su amo vestido de una
forma insólita: no saben si correr, ladrar, morderlo o lamerle la cara.”
(Feyerabend, 2001; p. 57-58)
Estamos asistiendo a una nueva era que define el destino de la hu-
manidad. No podemos eludir el debate con soluciones simplistas y
metafísicas, abstrusas y esotéricas, que evidencian, en ocasiones, la
ambivalencia epistemológica de los científicos sociales, educativos y
pedagógicos.

¿Podemos continuar aceptando sus proposiciones y sus visiones del


mundo que no incorporan a los seres humanos y sí sus caricaturas
teóricas, de las que han sido eliminadas la parte más importante de
la vida humana, su subjetividad?, ¿o acaso no es necesario informar a
todos de las opciones disponibles y dejar que ellos decidan de acuerdo
con sus amores, sus miedos, su piedad y su sentido de lo sagrado?
Hemos visto que los campos más abstractos del conocimiento no
sólo permiten la participación de todos los ciudadanos, sino que in-
vitan a ella. Sabemos que los ciudadanos de la mayor parte de los
países occidentales van muy por delante de sus políticos en su deseo
de frenar la carrera de armamentos. Sabemos también que el sentido
común suele ser superior a las proposiciones de los expertos; esto lo
demuestran los juicios por jurado que utilizan expertos. Combine-
mos estos descubrimientos y desarrollemos una nueva clase de co-
nocimiento que sea humano no porque incorpore una idea abstracta
de humanidad, sino porque todo el mundo pueda participar en su
construcción y cambio, y empleemos este conocimiento para resol-
ver los dos problemas pendientes en la actualidad, el problema de la
104
supervivencia y el problema de la paz; por un lado, la paz entre los
humanos y, por otro, la paz entre los humanos y todo el conjunto de
la Naturaleza. (Feyerabend, 2005; p. 17)
Enterremos de una vez y por todas las soluciones hieráticas y su-
brepticias y demos nacimiento a la verdadera ciencia social, compro-
metida con los principales problemas del siglo XXI que impiden la
felicidad de los seres humanos y la maravillosa posibilidad de cons-
truir un proyecto de vida digna.

Es incongruente a veces nuestra postura epistemológica si la pasa-


mos por el tamiz de la práctica sociocultural próxima y cotidiana. Es
inadmisible que la pobreza, la hambruna y la miseria pululen como
hormigas laboriosas por nuestros espacios y tiempos mientras no-
sotros absurdamente y aparentemente ingenuos estamos absortos y
cautivados por las melodiosas teorías de la medición y la predicción
científica.

Inaudito es, además, que algunos científicos de la educación, la pe-


dagogía y la sociedad, de manera insólita, apliquen de manera mecá-
nica y dogmática técnicas, procedimientos e instrumentos origina-
rios de las ciencias naturales y fácticas, como si pudiésemos “medir”
las relaciones sociales y humanas.

Sobre lo anterior, dice Prigogine que el problema de la medición es


quizá el que ilustra con más claridad las dificultades de la mecánica
cuántica en su formulación tradicional. Y cita un extracto de la rela-
ción que presento Niels Bohr en 1961, en el que se hace un resumen
de las discusiones que hubo en el consejo Solvay de 1927:

“Para introducir la discusión sobre estos puntos, en la conferencia


me pidieron que abordara los problemas de tipo epistemológico con
los que tropezamos en física cuántica. Yo aproveche la ocasión para
centrar la discusión sobre la cuestión de una terminología apropiada
105
y para subrayar el punto de vista de la complementariedad. Sobre
todo sostuve que una explicación univoca de los experimentos físi-
cos requiere el uso de un lenguaje común, un adecuado refinamiento
del vocabulario propio de la física clásica, tanto en el procedimiento
experimental como en la anotación de las observaciones.” (Citado en
Prigogine, 2008; p. 99-100)

“Nuestro mundo es un mundo de cambios, de intercambios y de


innovación. Para entenderlo, es necesaria una teoría de los procesos,
de los tiempos de vida, de los principios y de los fines; necesitamos
una teoría de la diversidad cualitativa, de la aparición de lo cualitati-
vamente nuevo.” (Prigogine, 2009; p. 70-71)

Y si los premios nobel de Física y Química nos están alertando desde


hace más de cien años acerca de la indeterminación de los procesos,
es increíble que los científicos socio-humanos aún sigan aferrados a
las metodologías empírico-analíticas para el estudio del ser humano
y la sociedad. Los instrumentos científicos llamados cuantitativos
no permiten revelar la verdadera esencia de los procesos humanos
y sociales.

Hay que seguir de cerca las alertas de Prigogine (2009; p. 62), por
cuanto él insiste en el hecho de que, “en modo alguno, hay que sus-
tituir el modelo por una decisión, sino al contrario, el modelo debe
servir para facilitar la explicación de las motivaciones de la decisión.”

Sería interesante entonces “medir” las relaciones sociales y huma-


nas, en verdad sería maravilloso poder hacerlo para saber de una vez
donde se incuba el amor y cuál es su trayectoria y destino. Pero no es
así. Proliferan guerras injustas, conflictos inusitados, retoña la mal-
dad desde nuestros corazones mientras atónitos y apesadumbrados,
nos quedamos observando paralizados, inmóviles y estupefactos, la
destrucción de nuestra especie.
106
Igual que existe una teoría de las inteligencias múltiples, debería
existir una teoría de la estupidez humana (vale la tautonomía, por
cuanto sólo el ser humano es estúpido y tal parece que los animales
no humanos son más inteligentes que nosotros los humanos, porque
protegen más a los miembros de su especie)

No más ridiculeces y minucias en las ciencias sociales y humanas.


Que la pueril y cándida actitud cotidiana de los actores socioeduca-
tivos y culturales no nos haga caer en el profundo, sombrío y tene-
broso precipicio donde yacen inertes los incautos y necios científicos
cuasisociales o, mejor, cuasicientíficos sociales. O incluso mejor aún,
cuasicientíficos cuasisociales.

Como muy bien afirma Feyerabend (2001; p. 25), “Nada es más


importante que esto: impedir que la gente sea objeto de intimidacio-
nes por parte de ignorantes presuntuosos. La astrología constituye
también un ejemplo excelente de cómo los ignorantes – es decir, los
científicos – con el concurso de otros ignorantes – los filósofos de la
ciencia, por ejemplo – corren el riesgo de engañar a todo el mundo.”

Y más adelante argumenta: “[.....] No tendría nada que objetar si los


adversarios de la astrología dijesen: no nos gusta la astrología, la des-
preciamos, no leeremos nunca libros que traten de ella y, desde luego,
no la apoyaremos. Esa actitud es legítima. No se puede forzar a la
gente a amar lo que odia, ni siquiera se puede forzarla – o, al menos,
no se debería hacerlo – a que se informe sobre un asunto. Pero nues-
tros científicos, racionales y objetivos, no manifiestan simplemente
sus gustos, se comportan como si dispusiesen de razonamientos y se
sirven de su considerable autoridad para dar fuerza a sus antipatías.
Pero con los argumentos que utilizan corren el riesgo de poner en
evidencia su penosa ignorancia.” (Feyerabend, 2001; p. 33-34)

A veces algunos científicos se sienten molestos y se enojan y juzgan


107
y critican injustamente y sin fundamento lógico porque “una teoría,
que no están en condiciones de comprender, no le satisface....ya que
no las comprenden, o que opongan resistencia porque les resulta más
cómodo [.....] En fin, está más claro que el agua: se rechazan las nue-
vas ideas porque resulta más cómodo.” (Feyerabend, 2001; p. 39)

No nos dejemos engañar. No nos amilanemos porque rechacen


nuestras ideas y concepciones científicas.
Según Feyerabend (2001; p. 113) los filósofos de la ciencia prefieren
ser “científicos” antes que seres humanos, y es por ello que propone
“quitar los problemas fundamentales, incluidos los epistemológicos,
de las manos de los expertos (médicos, filósofos de la ciencia, etc.,
etc.) y poner su solución en manos de los ciudadanos. A los expertos
se les reservaría una función consultiva, se les pediría consejo, pero
no tendrían la última palabra. Iniciativas ciudadanas en vez de epis-
temología: ese es mi lema.”
“La ciencia está en conocer la oportunidad y aprovecharla; es hacer
lo que conviene a nuestro pueblo, con sacrificio de nuestras perso-
nas y no hacer lo que conviene a nuestras personas con sacrificio de
nuestro pueblo.”

En esta definición de ciencia que nos ha legado José Martí se apre-


cia el amor del maestro por el pueblo y por el conocimiento, situando
al saber humano en un lugar privilegiado siempre que esté al servicio
de las personas y no del propio ser humano que hace ciencia.

Pero ya el gran filósofo nos había alertado: “Esta parquedad en el


recibir o parsimonia en el dar no es, sin embargo, decorosa para la
ciencia. Quien sólo busca edificación, quien anhele únicamente en-
volver en niebla la variedad terrestre de su existencia y de pensa-
miento, y ansia la indeterminada satisfacción de esa indetermina-
da divinidad, vea donde pueda encontrarla: fácilmente hallara por
108
sí mismo el medio de fantasear y exaltarse. La filosofía, en cambio,
tiene que guardarse de querer ser edificante.” (Hegel, 1994; p. 25-26)

Por cuanto, según Hegel (1994; p. 26) “esta manera profética de


hablar cree, en efecto, mantenerse en el centro y en lo más profundo,
mira con deprecio a la determinación (al horos), y se mantiene deli-
beradamente alejada de los conceptos y de la necesidad, así como la
reflexión que sólo habita en la finitud. Pero así como hay una super-
ficie vacía, así hay también una huera profundidad, y así como hay
un expandirse de la sustancia, que es un derramarse en una multipli-
cidad finita sin fuerza ni cohesión, así también hay una intensidad
sin contenido que, teniéndose como pura fuerza sin extensión, es lo
mismo que la superficialidad.”

En este sentido, los científicos sociales debemos asumir un modelo


de ciencia que nos permita estar cada día más cerca de los sujetos
investigados, que sea capaz de penetrar sus esencia afectivo-emocio-
nal, sus sentimientos, miedos, esperanzas y sucesos significativos; un
modelo epistémico que nos permita revelar la esencia humana, sus
peculiaridades biogenéticas, psicosociales, neurológicas y culturales;
como base de sus particulares formas de vida.

Siguiendo a Feyerabend (2001; p. 47): “Estas particulares formas


de vida sólo se pueden estudiar científicamente después de haberlas
aprendido, y se deben aprender cómo se aprende una lengua, esto es,
participando en sus actividades características.”

Ahora bien, este libro no pretende describir metodológicamen-


te estas actividades características, y mucho menos ofrecer recetas
científicas y pautas investigativas, sino abrir espacios de reflexión,
sensibilización, concientización y motivación, que expandan la con-
ciencia crítica y creativa ante los retos educativos, socioculturales y
científicos que se nos avecinan, y promover la sensación de urgencia
por nuevos caminos de acción científica e investigativa en el campo
109
concreto de las ciencias sociales.

Feyerabend (2001; p. 137) advierte que “en el campo social – que


incluye la transmisión de los conocimientos – no tenemos telesco-
pios o microscopios, contamos tan sólo con nuestros instintos, nues-
tras convicciones, nuestros presuntos conocimientos y nuestras per-
cepciones. Ciertas emociones fuertes pueden cambiar estos factores
y hacernos ver las cosas bajo una luz diferente.”

“Los sociólogos, en su impaciencia por imitar lo que consideran


que es el auténtico método científico, dejan de lado todos estos me-
dios de instrucción “subjetivos” y, de esta forma, se incapacitan a sí
mismos y a los demás para ver importantes aspectos del mundo; tra-
tan de ser “objetivos” y acaban por encerrarse en prisiones subjeti-
vas.” (Feyerabend, 2001; p. 137)

Es así que, nuestro irrenunciable, inconmensurable e inexorable


compromiso es con el pueblo, con esos niños, niñas, adolescentes
y jóvenes que demandan satisfacción afectiva-emocional, e incluso
con los profesionales, maestros investigadores y trabajadores socia-
les, tenemos el impostergable deber de hacerlos emerger del ocio, la
comodidad, la pereza, la indolencia, la apatía y la indiferencia, atri-
butos humanos incompatibles e inconcebibles en el preludio del ter-
cer milenio.
A continuación, debido a su importancia y trascendencia, se trans-
criben algunos fragmentos de un diálogo sostenido en el año 1999
entre Ervin Laszlo, Stanislav Grof y Peter Russell, que fue publicado
en el libro La Revolución de la Conciencia (Laszlo, Grof y Russell,
2008; p. 49-55):

Russell: A medida que esta clase de observaciones gocen de mayor


credibilidad, asistiremos a un significativo y gradual cambio del pa-
radigma científico. Podría ser el cambio más decisivo del pensamien-
110
to occidental, y quizás estemos ya en la primera fase. Thomas Kuhn,
que introdujo la idea de los paradigmas hace unos treinta años, des-
tacó el hecho de que el cambio pasaba por varios estadios. Primero
se descubrían datos anómalos que no encajaban en el modelo actual
de la realidad. Como nadie cuestionaba el modelo aceptado, las ano-
malías solían ignorarse, o incluso negarse. Luego, al ir acumulándose
el número de irregularidades sin poder descartarlas, se modificaba
el modelo existente para intentar acomodar en él los datos excep-
cionales. En el caso clásico de la revolución copernicana, los datos
anómalos fueron el hecho de que los planetas no se movían en suaves
órbitas circulares, como deberían haber hecho si en efecto se despla-
zaban alrededor de la Tierra. Los astrónomos medievales intentaron
ajustar esas peculiaridades añadiendo epiciclos a las órbitas (curvas
que describían los círculos que daban vueltas alrededor de otros cír-
culos); y cuando éstos no bastaron para dar una explicación de los
fenómenos observados, añadieron otros epiciclos a los anteriores
(círculos que daban vueltas alrededor de otros círculos mientras es-
tos asimismo describían otras curvas alrededor de otros círculos):
como consecuencia, crearon un modelo muy farragoso. Sin embargo,
la concepción básica del mundo seguía sin cuestionarse.

Respecto a los fenómenos de la conciencia nos encontramos en un


estadio parecido. En lo que concierne a la ciencia occidental, la con-
ciencia es una gran anomalía. No hay nada en el modelo científico de
la realidad que prediga que los seres humanos deberían ser conscien-
tes, y tampoco hay manera alguna de encontrar una explicación ade-
cuada. Sin embargo, si de algo podemos estar plenamente seguros
es de la conciencia. Eso es lo que Descartes intentaba demostrar con
su famoso cogito ergo sum podré dudar de mis percepciones, podré
dudar de mis pensamientos, incluso de mis sentimientos, pero de lo
que es imposible dudar es del hecho de que percibo, pienso y siento,
de que soy un ser consciente.

Es decir, los científicos en la actualidad se encuentran en la incó-


111
moda situación de verse continuamente enfrentados a la existencia
de su propia conciencia y, sin embargo, no disponer de una explica-
ción plausible.
En el pasado la ciencia sencillamente ignoraba la conciencia. No
le era necesaria; a fin de cuentas, estudiaba el mundo físico y no la
mente. Hoy en día la ciencia está descubriendo que ya no puede
prescindir tranquilamente del tema de la conciencia, y se encuen-
tra en el segundo estadio del cambio paradigmático, el que consiste
en intentar agrandar el modelo imperante para incorporar de alguna
manera la anomalía en cuestión. Algunos científicos recurren a la
física cuántica, los hay que se basan en la teoría de la información
y, por último, también preocupa a los expertos en neuropsicología.
Sin embargo, ninguno de ellos ha conseguido grandes resultados en
esta dirección. La razón es que todos intentan explicar la conciencia
a partir del paradigma existente de espacio, tiempo y materia. El he-
cho de no realizar progresos notables sugiere que quizás se hallen en
el camino equivocado. Lo que se necesita es un nuevo modelo de la
realidad completamente distinto, que incluya la conciencia como un
aspecto fundamental de la realidad, tan fundamental como el espa-
cio, el tiempo y la materia; quizás incluso mucho más determinante.

Éste es el tercer estadio del proceso de Kuhn, la creación de un


nuevo modelo radicalmente distinto que dé una explicación de los
fenómenos anómalos. No obstante, todavía no hemos llegado a eso.
Vemos que el viejo paradigma no funciona. Vemos todas sus lagunas
y defectos, aunque sólo unos pocos se atreven a pensar más allá de
ese paradigma limitado de espacio, tiempo y materia; y eso es pre-
cisamente lo que se necesita para que surja un nuevo modelo. Por
el momento, no obstante, la ciencia sigue firmemente anclada en el
modelo antiguo.
Laszlo: Seguimos arrastrando el paradigma caduco y tratándolo
como si fuera la realidad en lugar de un modelo. Creemos en él (es
112
decir, la mayoría de los científicos y los que consideran que la ciencia
es fuente de toda verdad), literalmente.

Russell: Sí. Eso es lo que siempre ocurre con los paradigmas. La


gente cree que el modelo es la verdad, y contemplan toda la realidad
a la luz de ese modelo.
Grof: Gregory Bateson analizó en diversos ensayos y conferencias
la confusión existente entre mapa y territorio. Decía que es como
entrar en un restaurante y comerse la carta en lugar de la comida.
Laszlo: Por suerte, incluso en el augusto mundo de la ciencia, a
veces se operan cambios sutiles que tienen unas consecuencias tre-
mendas y, por lo general, impredecibles. Hasta es posible desechar un
esquema considerado real durante trescientos años. Eso es precisa-
mente lo que ocurrió durante la primera década de este siglo, cuan-
do la relatividad de Einstein fue aceptada y desplazó a la mecánica
clásica de Newton. ¿Cómo ocurrió en realidad? Después de todo, los
físicos también podían explicar los mismos fenómenos a la luz de
otras teorías muy dispares. Siempre hay más de una explicación para
todas las cosas. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 51)

Grof: Es cierto. ¿Por qué se aceptó la teoría de Einstein basada


en los resultados obtenidos a partir de la medición del perihelio de
Mercurio durante el eclipse solar? En realidad, la predicción no era
exacta; tan sólo se ajustaba algo más a las medidas actuales que las
derivadas del modelo newtoniano.

Laszlo: En el fondo prácticamente se podía llegar a las mismas pre-


dicciones a través de la física newtoniana si se aceptaba la teoría ba-
lística de la luz. Imaginemos que la luz (el flujo de fotones) tiene masa
y que la masa del Sol y otros cuerpos celestes atrae estos fotones.
Obtendremos una línea curva, la misma que si hubiéramos aceptado
que el espacio (o el espacio-tiempo) era curvo.
113
Grof: Entonces, ¿por qué se aceptó la teoría de Einstein en lugar de
la de Newton?
Laszlo: Al final parece ser que el motivo fue algo que la ciencia
considera casi un factor estético: la simplicidad y la elegancia. En este
caso se buscó la simplicidad y elegancia de las matemáticas básicas
de una teoría. En esta especial teoría de la relatividad que por prime-
ra vez propuso Einstein las ecuaciones del movimiento permanecían
invariables incluso cuando existía una aceleración del movimiento.
Las famosas “invariables relativas” hacían que las ecuaciones resul-
taran constantes y elegantes. Por otro lado, al descubrir los extraños
efectos que salieron a la luz en las postrimerías del siglo xix (la ra-
diación del cuerpo negro, por ejemplo), los físicos no tuvieron que
añadir suposiciones ad hoc, ni recurrir a otros recursos para salvar la
teoría conservando su validez.

Unos siglos antes Copérnico había realizado una hazaña similar


con su teoría heliocéntrica. Acabó con esos epiciclos añadidos a otros
epiciclos que los astrónomos necesitaban para conservar la validez de
la antigua astronomía geocéntrica. Copérnico se convenció de que la
naturaleza ama la simplicidad. Así es; a los científicos les encanta que
ésta aparezca en sus teorías, que ya son lo bastante complicadas de
por sí como para hacerlas más complejas de lo absolutamente ne-
cesario. Este principio es fundamental en la ciencia moderna para
aceptar nuevas teorías.
Russell: Siempre me ha fascinado el aspecto simple e invariable del
cosmos. Empecé a trabajar de matemático porque me atraía la sim-
plicidad y la belleza de la materia, y lo que encontré más fascinante
de todo (reconozco que para mí fue como una revelación) fue el des-
cubrimiento de que existe una ecuación básica que subyace a la me-
cánica de todo el mundo físico. Todo se reduce a la ecuación de Euler
expresada de una u otra manera, o lo que en términos populares se
conoce como la ecuación de onda. Es una fórmula muy simple, pero
114
sumamente eficaz.

Puede aplicarse a la oscilación de un péndulo, la dinámica del áto-


mo, la propagación de la luz o el movimiento de los planetas. ¡Es tan
simple y tan bella! Si entonces me hubierais preguntado si existía un
dios, habría respondido que ese dios estaba en las matemáticas.

Sin embargo, lo más relevante de todo es que las matemáticas, que


son una creación de la mente humana, deban estar en relación con la
realidad física.
Grof: Uno podría pensar que la capacidad de las matemáticas para
modelar fenómenos del mundo material sería uno de los principales
obstáculos contra la defensa de la separación cartesiana entre la res
cogitans y la res extensa, la mente y la materia. ¿Cómo es posible, en
cambio, que un sistema producto de la psique prediga correctamente
los fenómenos en un contexto absolutamente distinto?

Laszlo: Los científicos tienden a considerar los fenómenos de ma-


nera aislada e intentan explicarlos con la matemática más simple y
hermosa. No obstante, la simplicidad y la belleza de la matemáti-
ca cambian ante la multiplicidad de los fenómenos considerados. Si
entendemos que el mundo físico y el biológico forman una misma
unidad, veremos que ahí funciona un conjunto de conceptos básicos
distinto del que podríamos aplicar a cada uno de los ámbitos por
separado. Si, por otro lado, contemplamos el mundo de la psique hu-
mana e incluimos en él los hallazgos más esotéricos de la experiencia
(por ejemplo, las experiencias transpersonales y las experiencias al
borde de la muerte de que hablábamos antes), el sistema de expli-
cación único volverá a cambiar. Buscaremos otros conceptos aclara-
torios más generales. Quizás en un futuro próximo una matemática
básica y bella rija una parte considerable de la realidad: un ámbito
que también incluya la conciencia humana en el mundo vivo y el
universo físico.
115

Russell: Sí, creo que ésta es la dirección que hemos tomado: el nue-
vo paradigma podría surgir muy pronto. Lo único que necesitamos
es que alguien reúna todas las piezas en una ordenación radicalmen-
te distinta y produzca un modelo teórico que pueda dar razón del
mundo de la mente así como del mundo de la materia. Es algo que
encuentro muy excitante, y además se ha convertido en el eje de mi
trabajo durante estos últimos años. Ahora vemos la conciencia como
algo que surge del espacio, el tiempo y la materia, algo que aparece
como resultado de la actividad física en el sistema nervioso del ser
humano. No obstante, vamos en dirección contraria. Creo que tarde
o temprano tendremos que aceptar que la conciencia es absoluta-
mente fundamental para el cosmos y no algo que surge de la materia.

En cierto sentido no planteo nada nuevo. La sabiduría antigua tra-


dicional ya se había ocupado del tema. La mayor parte de la filosofía
hinduista, por ejemplo, se deriva del supuesto de que la conciencia es
absolutamente fundamental. La ciencia en la actualidad rechaza esta
clase de ideas, pero al final quizás tenga que aceptar la posibilidad de
que haya algo cierto en todas ellas.

Laszlo: Nos dirigimos hacia una nueva cultura en la que la cien-


cia ocuparía una parte, la sabiduría antigua, otra, y en la que ambas
podrían encontrar una nueva manera de integrarse. No se trataría
de recuperar o reinterpretar el pasado, sino de elaborar una nueva
síntesis.

Grof: Sí, la dirección que hemos tomado no es una simple regresión


y vuelta atrás hacia las ideas obsoletas, sino una progresión en espiral
en la que algunos de los elementos anteriores aparecen a un nivel
más elevado, formando parte de una síntesis creativa de la sabiduría
antigua y la ciencia moderna.

Russell: Me gusta la idea de la espiral, porque implica volver a don-


116
de ya hemos estado pero habiendo adquirido algo más. Yo no creo
que asistamos a un mero retomo de las tradiciones antiguas. Eran
muy válidas para su época, pero nosotros vivimos en un mundo di-
ferente, inmersos en otro clima social, y poseemos un conocimiento
distinto del cosmos.

Lo que ahora necesitamos es una sabiduría contemporánea que se


adecúe a los tiempos actuales. El mensaje central es el mismo. Es lo
que Aldous Huxley llamó “la filosofía perenne”, la misma sabiduría
básica recurrente que aflora en diversas épocas y culturas y en mo-
mentos diferentes. Sin embargo, su formulación real varía conside-
rablemente. Lo que hoy en día necesitamos es una formulación en
términos contemporáneos comprensible para la gente de la calle y, al
mismo tiempo, acorde con nuestros tiempos.
Creo que en eso consiste la revolución de la conciencia. Estamos
redescubriendo para nosotros la sabiduría eterna en términos con-
temporáneos, y dándole la importancia que merece en un mundo
donde predominan la ciencia y la razón.

Por otro lado, Feyerabend (2005; p. 32) considera que la ciencia


en su mejor aspecto, es decir, la ciencia en cuanto es practicada por
nuestros grandes científicos, es una habilidad, o un arte, pero no una
ciencia en el sentido de una empresa «racional» que obedece están-
dares inalterables de la razón y que usa conceptos bien definidos,
estables, «objetivos» y por esto también independientes de la prác-
tica. O, para utilizar una terminología tomada del gran debate sobre
la distinción entre «Geisteswissenschaften» (Ciencias del espíritu) y
«Naturwissenschaften» (Ciencias de la naturaleza), no existen «cien-
cias» en el sentido de nuestros racionalistas; sólo hay humanidades.
Las «ciencias» en cuanto opuestas a las humanidades sólo existen en
las cabezas de los filósofos cabalgadas por los sueños.

La ausencia de estándares «objetivos» no hace la vicia más fácil:


117
la dificulta aún más. Los científicos no pueden seguir apoyándose
en reglas de pensamiento y acción bien definidas. No pueden decir:
nosotros poseemos ya los métodos y estándares para una investiga-
ción correcta; todo lo que necesitamos es aplicarlos. Porque según la
visión de la ciencia defendida por Mach, Boltzmann y Einstein, los
científicos no sólo son responsables de una aplicación adecuada de
los estándares existentes, sino que además son responsables de esos
mismos estándares. (Feyerabend, 2005; p. 33)

Feyerabend no distingue entre ciencia y arte. Para Feyerabend


(2005; p. 53), la ciencia buena es un arte, no una ciencia.
Ya sé que en el pasado yo mismo fui un caprichoso de la ciencia,
pero actualmente me he hecho muy escéptico sobre la autoridad de
la ciencia en temas ontológicos. El hecho de que la «ciencia funcio-
na» no elimina mi incomodidad. La ciencia funciona algunas veces,
y con frecuencia falla. (Feyerabend, 2005; p. 57)

Y, además, la eficiencia de la ciencia viene determinada por crite-


rios que pertenecen a la tradición científica. La ciencia no salva al-
mas, pero esto no es parte de su “funciona”. (Feyerabend, 2005; p. 58)
Digamos finalmente que el conocimiento científico es sólo una for-
ma de conocimiento. La filosofía o el arte, son otras formas de cono-
cimiento, puesto que también pretenden configurar una imagen del
mundo o de alguna de sus partes.

Una propiedad de todo conocimiento científico es, sin embargo, la


exigencia de su proyección y aplicación. Significa esto que el cono-
cimiento adquiere su razón de ser en el momento en que sirve para
predecir, para describir o para orientarnos en nuestro quehacer coti-
diano, en nuestro funcionamiento en el mundo.

En cambio, el arte, según Wagensberg (2007; p. 86), no tiene por


118
qué tener tal servidumbre o tal honor. En arte, el intento de elaborar
directamente una imagen de la complejidad del mundo es legítimo
sin la asunción previa de actitudes o, en todo caso, asumiendo otras.
La filosofía -una forma de conocimiento- se permite la duda desde
este mismo punto de partida: pensador y resto del mundo, sujeto y
objeto, trazan un amplio círculo, un círculo indefinido pero segura-
mente más virtuoso que vicioso. La ciencia -otra forma de conoci-
miento- liquida la cuestión asumiendo el principio de objetivización
del mundo, en virtud del cual la observación es lícita, esto es, el pen-
sador puede sustraerse del mundo para contemplarlo independien-
temente de sí mismo y llegar, por lo tanto, a un acuerdo con otros
pensadores que apliquen idéntico principio. Esto da lugar y sentido a
cierta definición moderna de la ciencia: ciencia es el acuerdo que se
alcanza entre científicos de prestigio. (Wagensberg, 2007; p. 89)

Cualquier objeto de este mundo puede considerarse, en principio,


como un todo compuesto por ciertas partes en interacción. Cada
partición define un conjunto distinto de interrelaciones y un modo
distinto de comprender el todo.

Wagensberg (2007; p. 94) llama partición al conjunto de los tres


elementos fundamentales que define: el todo, las partes y sus mutuas
interacciones.
Entendida así, una particular partición equivale también a una
particular forma de inteligibilidad científica. En efecto, dado que el
todo no suele ser una simple suma de partes, y sus mutuas interac-
ciones. Entendida así, una particularidad para comprender un objeto
es, ¿por qué no?, la capacidad para relacionar entre sí los distintos
elementos fundamentales de la partición. (Wagensberg, 2007; p. 95)

En definitiva, consideraremos el arte como una forma de conoci-


miento, la más ávida y valerosa con respecto a la complejidad huma-
119
na y social, por cuanto elabora imágenes de sucesos del mundo que
nos rodea y de nosotros mismos.

El conocimiento artístico se distingue del conocimiento científico


por sus actitudes fundamentales, y es por ello que la ciencia está más
limitada y constreñida que el arte. Y por ello su utilidad y su influen-
cia sobre nuestra interacción con el mundo, es distinta. Y por ello
sabemos más de la ciencia que del arte.

El arte no es, en efecto, un conocimiento muy conocido. Pero se ha


escrito mucho sobre él.
En este sentido, Wagensberg (2007; p. 109) hace las siguientes pre-
cisiones:

• El arte es una manifestación de la sublimación. Don-


de, según Freud, debemos entender la sublimación
como la desviación de un instinto de su objeto directo,
no admisible socialmente, y su trasposición a la órbita
de una satisfacción indirecta, intachable y admirada
desde el punto de vista social. El arte sería entonces
una manifestación de la neurosis, y el de oficio artista,
un neurótico.

• El arte es una manifestación de lo sublime. O de lo


bello.

• El arte es una forma de huir de la realidad.

• El arte es una compensación, una indemnización o


un desagravio por la realidad.

• El arte es una fuente de verdad.

• El arte es una manifestación del espíritu.


120
• El arte es una manifestación de la cohesión social.

• El arte es un foco de revolución.

• El arte es una manifestación de la libertad.

Wagensberg (2007; p. 110) considera el arte como una forma de


conocimiento basado en el principio de comunicabilidad de comple-
jidades no necesariamente inteligibles.
Está claro, la mente es el ente creador del mundo material, del co-
nocimiento científico; sin embargo, en la obra terminada no es sino
un accesorio marginado e insignificante que puede omitirse sin que
por ello el efecto total pierda el menor mérito. A cambio de esta au-
toinmolación altruista, el científico suministra conocimiento univer-
sal y aplicable, cuya reputación nadie cuestiona. El artista, en cambio,
renuncia a la universalidad y a la aplicabilidad. A cambio de ello,
tiene luz, sonido, calor, color... Y, por no haberse excluido del mundo,
no se pregunta dónde y por qué puede interaccionar con él. Cree en
tal posibilidad por el principio de comunicabilidad. Por ello tampoco
sufre el complejo de servir al mundo real. Al contrario, si conviene,
incluso puede vanagloriarse de huir de él (véase el Romanticismo o
alguna de las frases adelantadas al final del apartado anterior). O eri-
girse en la compensación de los sufrimientos que la realidad provoca
(otra de las frases) (algo que ofrecer, por cierto, para la salud interior
del maltrecho científico creador). Y eso no impide, naturalmente —y
si conviene—, tomar la realidad cotidiana como tema para amar u
odiar (véase ahora el Pop-Art en la versión warholiana). Mi yo no
sólo está a salvo de caliginosas contradicciones, sino que encuen-
tro en el arte una forma de cultivarlo, un modo para contemplarme.
(Wagensberg, 2007; p. 117)
Cuando un artista sospecha que se ha alejado demasiado de su
obra, lo que de todos modos ocurre con frecuencia, entonces se so-
bresalta y, a veces trata de reintegrarse en ella como sea.
121
En criterio de Wagensberg (2007; p. 118), la separación entre crea-
dor y creado explica más cosas. En el caso de la ciencia, por ejemplo,
explica que la ciencia pueda enseñarse. La obra, una vez creada, se
libera de su creador. Pertenece a todo el mundo y puede ser univer-
salizada, que para eso están las universidades. La no separación, la
libertad del arte con respecto al científico principio de objetivización,
explica en cambio que el arte no pueda enseñarse.

Son palabras de Borges: «El arte no puede enseñarse, se puede en-


señar el amor al arte». He aquí una noble aspiración para las escuelas
y academias de arte.
También explica ciertas correlaciones entre la historia de la ciencia
y la historia del arte. La tremenda aceleración de la ciencia a partir
del siglo XVII ha traído consigo, claro, todos los traumas humanos
del principio de objetivización, sólo tímidamente perturbados en los
años veinte por el principio de incertidumbre de Heisenberg.

Wagensberg (2007; p. 119) precisa que el principio de objetiviza-


ción crea conocimiento universal falsable y corroborable, por lo que
la virtud de la sinceridad en el científico es asunto absolutamente in-
sustancial. El principio de comunicabilidad invita a creer en el artista.
Al artista la sinceridad se le supone. Y hay que sospechar cuando un
artista proclama su sinceridad expresamente o cuando reclama que
hay que creer en él porqués es inocente con respecto a la complejidad
que representa.
A cambio de ello pretenden servir para conducir nuestra interac-
ción con el mundo. En la nomenclatura de capítulo cuarto: tienen
una vertiente aplicadora. Nos proporcionan órganos exosomáticos
(instrumentos de observación, medios de locomoción, de previsión)
y normas morales, ideologías, ideales, utopías... Pero ni el científico
más bravo competiría con el pintor de perdices. ¿Quién conoce, por
ejemplo, la biofisicoquímica de la belleza? No hemos hecho otra cosa
122
que responder a esta pregunta, pero Wagensberg (2007; p. 119) nos
invita a oir otras voces:

De lo que no se puede hablar, mejor es callarse (Ludwig Wittgens-


tein en el Tractatus Logico-philosophicus) ...¡y pintarlo! (Félix de
Azúa en «El País»).
Seguimos con Wagensberg (2007; p. 128) quien nos dice que para
conocer la belleza hay que mostrarla; elegir una forma de arte y
transmitirla.
El arte es la continuación del conocimiento por otros medios. O,
mejor dicho, con otros principios fundamentales, allí donde otras
formas de conocimiento entregan sus armas. La tendencia primera
acaso sea tratar de obtener conocimiento al estilo científico, pero,
cuando la elaboración de una imagen de la complejidad no es apla-
zable a que ésta sea analizada, entonces se produce la desviación del
instinto, la sublimación. Y no hay engaño en la operación de captar la
totalidad mediante el acto artístico [lo que Hauser llama the fallacy of
wholism (54)], el principio de comunicabilidad de las complejidades
ininteligibles es la actitud que lo legitima. (Wagensberg, 2007; p. 129)

El arte, en criterio de Wagensberg (2007; p. 137), al prescindir del


principio de objetivización, no puede evitar que sus qués y cómos de-
pendan del hombre, de su entorno y de su momento. El artista, crea-
dor o contemplador, no puede sustraerse a su tiempo y a su sociedad.

Y por ello la complicidad, cuando se da, lo es mucho más cuando


creador y contemplador pertenecen al mismo suceso histórico. Y eso
es, es verdad, lo más difícil, porque exige un gran nivel de arte y de
inquietud en la comunidad contempladora. Es cuando la consuma-
ción del acto artístico adquiere su significado exacto y profundo. El
arte puede volver, en principio, a tiempos anteriores.

El caso de la ciencia, según Wagensberg (2007; p. 138), es distinto,


123
porque tiene una clara facultad de manejar su propia evolución. La
ciencia cambia la historia del hombre y, en este sentido indirecto,
cambia el arte. La ciencia puede aumentar el caudal y calidad de sus
resultados a través de los recursos y del número de científicos que
forma y que pone a trabajar. Pero no está claro que haya más arte
porque aumente el número de organizaciones artísticas o el número
de gentes que se dediquen al arte. Se diría que el volumen de arte que
puede dar un momento y lugar es una cantidad que se conserva orto-
gonalmente a los desvelos de organizadores, comerciantes y críticos.
La crisis en el arte aparece, en todo caso, cuando se pretende (o
simplemente se espera) un desfase entre la realidad individual y so-
cial y la producción artística; cuando necesitamos consumir más o
mejor de lo que se produce. O cuando alguien necesita que se consu-
ma menos. Porque no se puede apretar el acelerador del arte, pero sí
el freno. (Wagensberg, 2007; p. 139)

Porque el hombre es un suceso del mundo que cree tener la facul-


tad de tirar de los hilos de su propio drama, algo que, naturalmente,
depende del conocimiento que aquél haya conseguido de sí mismo y
del resto del universo. Es por eso que inventa ideologías y confeccio-
na utopías. (Wagensberg, 2007; p. 141)

Creo que no queda mucho por decir. Arte, ciencia y filosofía deben
estar unidas. Representan formas diferentes de conocimiento que
deben complementarse. El conocimiento científico, el filosófico y el
artístico constituyen una tríada sistémica y holística, una configura-
ción válida que nos permite orientarnos de una mejor manera en este
complejo y caótico mundo lleno de acontecimientos impredecibles e
incertidumbres.
NUEVA

II RACIONALIDAD
CIENTÍFICA EN EL
SIGLO XXI
126

2.1-Aportes de las Neurociencias


La reflexión hermenéutica me ha permitido concretar algunas
ideas que amplían, complementan, fertilizan y vigorizan el contex-
to de la problemática urgente de modificar de manera sustancial los
conceptos científicos y enfoques epistemológicos para el desarrollo
de las ciencias sociales y humanas, sin descolgarnos de los autores
clásicos y actualmente reconocidos. O como diría el maestro Miguel
Martínez Miguélez, haciendo alusión a una frase de Newton: sin ba-
jarnos de sus hombros.
La ciencia tiene fines y busca alcanzar unos propósitos, para su de-
sarrollo necesita del pensamiento, la creatividad, la imaginación y
la construcción de teorías. Nada de ello es reducible al comporta-
miento y acción de un agregado o conjunto de átomo. De ahí que
lo que nuestra cultura del siglo XXI está pidiendo a grandes gritos
es un planteamiento equilibrado y satisfactorio que nos relacione de
modo adecuado lo mental y lo físico. Una configuración sistémica
y compleja en el ámbito científico. Este planteamiento está siendo
defendido desde muchas áreas distintas del conocimiento, tanto por
parte de la ciencia como de la filosofía y la epistemología.

En este sentido, con la finalidad de lograr una mayor comprensión


del proceso científico social y humano, que permita proponer una
nueva ciencia y un nuevo paradigma epistemológico para este tercer
milenio, he asumido una concepción paradigmática configuracional,
basada en teorías científicas emergentes, que se aprecian en publica-
ciones realizadas desde el pasado siglo y que aún se continúan ha-
ciendo nuevas ediciones y reimpresiones en esta primera década del
siglo XXI.
Me refiero a las mencionadas ciencias del caos y la complejidad
(Schifter, 2001; Morín, 2001; 2010; 2011; Prigogine, 2008; 2009;
127
2012), la Teoría de Sistemas (Bertalanffy, 2007; Gigch, 2007; Luh-
mann, 2008), el paradigma holográfico (Pribram, 2008), las ciencias
de la cultura (Cassirer, 2005), la nueva concepción sistémico-ecoló-
gica propuesta por el eminente físico Frijof Capra (2002; 2007; 2008;
2010)

La Teoría de Sistemas empezó con von Bertalanffy a manera de


reflexión en Biología y se expandió estrepitosamente a partir de la
década del 50, teniendo aplicaciones en múltiples áreas del saber, por
lo que puede ser considerada una teoría universal, por cuanto “toda
realidad conocida, desde el átomo hasta la galaxia, pasando por la
molécula, la célula, el organismo y la sociedad, puede ser concebida
como sistema, es decir, como asociación combinatoria de elementos
diferentes.” (Morín, 2011; p. 41)
Laszlo (1989; p. 137) también considera que las nuevas ciencias de
los sistemas fuera del estado de equilibrio remontan sus orígenes a la
teoría general de los sistemas de Ludwig von Bertalanffy, pero inclu-
ye a la cibernética de Norberto Wiener y a la teoría de la información
de Claude Shannon.

Los conceptos básicos y las teorías fueron desarrollados en diversos


dominios de las ciencias naturales y sociales, como también en la
filosofía. Estos conceptos alcanzaron su madurez con la termodiná-
mica del no equilibrio de Ilya Prigogine y los actuales avances en la
construcción de modelos matemáticos del caos y la transformación
en los sistemas dinámicos.

Bateson (2010; p. 506) también refiere este acontecimiento como


un proceso históricamente significativo que tuvo lugar en su vida,
aproximadamente en 1946-1947:
“Fue precisamente la coalescencia de algunas ideas que se habían
desarrollado en distintos lugares durante la Segunda Guerra Mun-
128
dial. A la congerie de esas ideas podemos denominarla Cibernética
o teoría de la información o teoría de los sistemas. Las ideas se ge-
neraron en distintos lugares: en Viena, por Bertalanffy; en Harvard,
por Wiener; en Princeton, por von Neumann; en las laboratorios de
la Bell Telephone, por Shannon; en Cambridge, por Craik, etcétera.
Todos estos procesos, que se desarrollaron en distintas centros inte-
lectuales, se ocupaban de problemas de la comunicación, en especial
de qué es un sistema organizado.”

Una de las raíces de la cibernética se remonta a Whitehead y Rus-


sell y lo que se llama la Teoría de los Tipos Lógicos. En principio, el
nombre no es la cosa nombrada, el nombre del nombre no es el nom-
bre, y así sucesivamente. (Bateson, 2010; p. 507)

Estas ciencias, según Laszlo, 1989; p. 137), nos dan una visión nue-
va de la naturaleza de la realidad. En esta visión, el hombre y la socie-
dad no son extraños en el universo sino que forman parte de la gran
cadena de la evolución, que comenzó con el Big Bang hace 18.000
millones de años y se manifiesta ahora en los fenómenos de la vida, la
cultura y la conciencia. Las nuevas ciencias describen las característi-
cas dinámicas de esta evolución y sus principales etapas.

Si es que hay una base sólida para evaluar el próximo paso en la


evolución de la humanidad, y para intentar dirigirla por el bien de to-
dos, sin duda estas ciencias están en una situación privilegiada para
proporcionarla. (Laszlo, 1989; p. 137)

En Latinoamérica, me han servido de sustento el enfoque configu-


racional de la personalidad, del eminente psicólogo cubano Fernan-
do González Rey (1997), la concepción biológica del conocimiento
(Maturana y Varela, 2002; 2003; 2009), la teoría neural de la oscila-
ción (Llinás, 2003), los enfoques y métodos holísticos (Barrera, 2004;
2008; 2010 y Fuentes, Álvarez, Matos, 2004), las propuestas cualita-
tivas etnográficas y emergentes de Miguel Martínez Miguélez (2008;
129
2009; 2011; 2012), así como la Epistemología del Sur (propuesta es-
bozada por Boaventura de Sousa Santos, 2009; 2010), entre otras teo-
rías, que dan cuenta de la realidad social y humana de una manera
mucho más nítida y diáfana.
Además, me sustento en los impresionantes avances de la Neuro-
ciencia actual y en las propuestas esperanzadoras, de gran alcance
y extensión, de notables neurocientíficos (Antonio Damasio, David
Linden, Michael Gazzaniga), que evidencian el carácter holístico,
complejo y configuracional del cerebro y la mente humana, en tan-
to configuración de configuraciones afectivo-emocionales, cogniti-
vo-intelectuales e instrumentales-praxiológicas.

La ciencia es una actividad cognoscitiva, que genera conocimien-


tos, hasta tal punto que en la actualidad la ciencia es el paradigma de
todas las demás fuentes de conocimiento. Como las neurociencias
nos informan sobre los mecanismos por los que surgen las teorías y
demás conocimientos científicos, es preciso recurrir a estas ciencias
para hacer una teoría de la ciencia.

A partir de las neurociencias se podría investigar de qué manera


los científicos usan sus capacidades cognitivas para interaccionar con
el mundo. Esas capacidades tienen base biológica (la percepción, la
sensación, la atención, la concentración, el lenguaje, el pensamiento,
la imaginación, la memoria, el sueño, el control motor, la inteligencia
y la creatividad)

Parra esta tarea es preciso interpretar todas las teorías científicas


desde el ámbito de las neurociencias. El giro neurocientífico está ava-
lado por el éxito de las neurociencias que en las últimas décadas han
desarrollado los modelos más poderosos de cognición humana.

En este sentido Martínez (2008; p. 217) destaca que en 1990, el con-


greso de los Estados Unidos emitió una resolución por medio de la
130
cual designó la década de 1990 como “década del cerebro”, y destinó
más de 500 millones de dólares para el estudio de la neurociencia
durante ese año. Actualmente se realizan más de medio millón de
investigaciones anuales sobre el cerebro.
Siguiendo a Martínez (2008; p. 217), hay que precisar que los cono-
cimientos que especifican la naturaleza constitutiva del cerebro hu-
mano son todos muy sorprendentes, en apariencia, increíbles y casi
imposibles de imaginar. Pensemos que una sola molécula de ADN
(responsable de la codificación genética y que no se ve a simple vista)
tiene en su doble espiral 3000 millones de peldaños que llevan la in-
formación para la reproducción exacta de cada especie.

Por ello, veamos sólo algunos datos más (Martínez, 2008; p. 218 y
2012; p. 29-30):
• El cerebro humano tiene solo 2% del peso del
cuerpo, pero consume 20% de su energía, de su
oxígeno.

• Está compuesto por unas 100 mil millones de


neuronas, cada una de las cuales se interconecta
con otras por un numero de sinapsis que va de
varios centenares a más de 20000, formando una
red estructural que es 100 veces más complejas que
la red telefónica mundial.

• Sin embargo, el tiempo de activación entre dos


sinapsis es inferior a un milisegundo (Eccles, 1973).

• Una estimación modesta de la frecuencia de


impulsos entre los dos hemisferios supera los 4000
millones por segundo, 4000 megahertz (MHz)
(Eccles, 1980; p. 366), cuando las computadoras
más complejas se acercan ahora (2007) a los 2000
MHz.

• De esta manera, la velocidad de procesamiento de


131
información del sistema nervioso no consciente
supera toda posible imaginación humana, siendo de
uno a 10 millones de bits (unidad de información)
por segundo (Hainer, 1968), lo cual equivale a unas
300 páginas de lenguaje de un libro normal.

• Toda experiencia sensorial, consciente o


inconsciente, queda registrada en el aparato
neuronal y podrá ser evocada con posterioridad,
si se dan ciertas condiciones propicias; y algo
parecido sucede con nuestro conocimiento
hereditario inconsciente, que constituye una base
de potencialidad aún mucho mayor (Popper, 1980;
p. 136-137).

• Parece ser que el cerebro, al igual que algunos


sentidos como la vista y el oído, utilizan los principios
holográficos para almacenar información, de modo
que, registrando únicamente la pauta de difracción
de un evento (no la imagen, sino el computo
capaz de reducirla), conserva la información de la
totalidad y así el todo está en cada parte y estas en
el todo y el aprendizaje se reduce a la organización
jerárquicas de estructuras. Esto indicaría que el
cerebro sigue el sabio consejo de no poner en la
cabeza nada que pueda ubicarse en una estantería.

• Del mismo modo, la vastedad y los recursos de la


mente son tan grandes que el ser humano puede
elegir, en un instante dado cada una de las 1040
sentencias diferentes de que dispone una lengua
culta (Polanyi, 1969; p. 151).

• Estos y otros datos similares nos llevan a concluir


que el cerebro humano es la realidad más compleja
del universo que habitamos.

• Nos podemos preguntar qué sentido o significado


tiene, o qué función desempeña, esta asombrosa
132
capacidad del cerebro humano que reside en
su ilimitada posibilidad de memoria y en su
inimaginable velocidad de procesar información.
Nuestra respuesta es que esa dotación gigantesca
está ahí, esperando que se den las condiciones
apropiadas para entrar en acción.

Para desempeñarse en la sociedad, el ser humano debe prever el


resultado de sus acciones teniendo en cuenta la información que re-
cibe por los órganos de los sentidos. Para Llinás (2003) la capacidad
de predicción es probablemente la función primordial del cerebro
humano.

La predicción “opera tanto a niveles conscientes como reflejos, y es


la más generalizada de las funciones cerebrales en la mayoría, sino en
todos los niveles de su operación.” (Llinás, 2003, p. 27)
Llinás revolucionó el concepto que antes se tenía sobre el sistema
nervioso, es decir, «la esencia de la naturaleza humana». Los plantea-
mientos de Llinás (2003) rompen por completo las antiguas creencias
y marcan un nuevo paradigma sobre la manera de entendernos a no-
sotros mismos y nuestra interacción con lo que llamamos «realidad».

El cerebro es “una maravillosa máquina biológica, intrínsecamente


capaz de generar patrones globales oscilatorios que literalmente son
nuestros pensamientos, percepciones, sueños, en fin, el sí mismo.”
(Llinás, 2003; p. 155)

El cerebro es una entidad muy diferente de las del resto del univer-
so. Es una forma diferente de expresar todo. La actividad cerebral
es una metáfora para todo lo demás. Somos básicamente máquinas
de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real (Llinás,
2003).

Thomas DeMarse, profesor de la Universidad de Florida ha creado


133
un ‘cerebro vivo’ que puede pilotar un simulador de vuelo.

“Es un plato con 60 electrodos dispuestos en forma de rejilla en su


fondo, sobre eso colocamos neuronas corticales vivas de ratas, que
vuelven a conectarse rápidamente, formando una red neural viva -
un cerebro”. Las células trabajando en equipo, logran estabilizar el
“avión”, espontáneamente se asocian en red y sin mediar instrucción
alguna “deciden estabilizar un vuelo virtual.”

Es un hito en la investigación, pues al parecer las neuronas actúan


solas, sin instrucciones, lo que empieza a demostrar que el cerebro
es vivo, dinámico y creativo por su propia naturaleza. El cerebro
aprende por sí sólo y en la interacción con el medio, su naturaleza es
bio-neuro-psico-social (genética y cultural).

Generalmente, cuando hablamos del cerebro nos referimos a este


órgano en singular, aunque en realidad para comprender en toda su
dimensión el funcionamiento del cerebro humano debemos ana-
lizarlo en sus tres sistemas que los neurólogos conciben como tres
computadoras biológicas interconectadas entre sí, fusionadas en una
sola estructura, es decir, configuradas.

El cerebro utiliza la gran cantidad de informaciones disímiles que


tiene almacenadas y las relaciona en forma armónica, sistémica, co-
herente y creativa para crear nuevo conocimiento y nuevas redes y
circuitos de comunicación neuronal que le permitan resolver sus
propios problemas, es decir, nuestros problemas.

El sistema nervioso no es rígido, es plástico y flexible, es un siste-


ma dinámico que se transforma y evoluciona a lo largo del tiempo.
Los módulos, sistemas y áreas cerebrales actúan como una unidad
sinérgica. No puede considerarse organizado en niveles autónomos
entre sí, sino configurados armónicamente, de manera coherente, en
forma de sistemas de configuraciones neuropsicológicas.
134
En este sentido, el cerebro humano es una configuración de confi-
guraciones, integradas por sistemas, y éstos por circuitos y redes que
se comunican entre sí y con otros circuitos y redes pertenecientes a
otros sistemas configurados.

Aunque a veces se habla de que el ser humano posee tres cerebros,


en realidad es sólo un cerebro configurado por tres sistemas bien de-
limitados entre sí, según el modelo de la estructura cerebral “cerebro
triuno”, de Paul MacLean (Instituto Nacional de Salud Mental de los
EE.UU)

Según esta teoría de la división cerebral, el cerebro humano está


conformado por tres partes:
1) Cerebro reptil (el cocodrilo que llevamos dentro).

2) Cerebro límbico (el caballo).

3) Neocórtex (la parte más distintivamente “humana”).

En la parte más profunda de la estructura cerebral, en el extremo


superior de la espina dorsal, está ubicado el sistema reptil de nuestro
cerebro (primario, primitivo o posterior). Aproximadamente en el
centro de la estructura cerebral, entre el sistema reptil y la corteza
cerebral, está el cerebro límbico (medio), el segundo sistema del ce-
rebro. La corteza cerebral (Neocórtex) es el tercer sistema del cerebro
y es el más conocido de los tres.

El sistema reptil del cerebro es el responsable del control muscular,


cardiaco y respiratorio, es el encargado de nuestra supervivencia, está
involucrado en la concepción de la delimitación territorial y provoca
nuestra tendencia a mantener una existencia rígida, estricta, obsesiva
y casi programada, que se caracteriza por la repetición como conduc-
ta cotidiana. En el sistema límbico procesamos nuestras emociones y
las relaciones con los demás. El Neocórtex proporciona la capacidad
135
para desarrollar la memoria, solucionar problemas y ser creativos.

Sin embargo, fue Roger W. Sperry9 , fue quien estableció hace casi
dos décadas, la división cerebral en hemisferios derecho e izquierdo
en su teoría de los hemisferios cerebrales.
Según Enciso (2004; p. 89), el cerebro humano “actúa como un
órgano integral, compuesto por los dos hemisferios –derecho e iz-
quierdo- hasta cierto punto especializados e interrelacionados entre
sí, por un cuerpo calloso que hace las veces de puente, con doscientos
millones de fibras de unión.”

Frecuentemente se dice y se admite que “el hemisferio izquierdo del


cerebro rige la parte racional del ser humano. Es el origen de las fun-
ciones lógicas, analíticas y verbales, que ejerce mayor control sobre
la destreza manual, la lectura y el lenguaje. El derecho se dirige a la
parte emocional, actúa más con la comunicación no verbal, dotado
de sensibilidad y capacidad espacial. Involucra la creatividad y los
aspectos excepcionales del talento humano.” (Enciso, 2004; p. 89)

En el hemisferio izquierdo se procesan las funciones asociadas con


el lenguaje, la lógica y las matemáticas. Este lado del cerebro “abarca
las estructuras que implementan palabras y frases y que median en
diversos aspectos léxicos y gramaticales” (Damasio y Damasio, 1992;
p. 92) y en el otro lado del cerebro están situados los conceptos artís-
ticos, musicales y creativos.

Estos dos hemisferios están conectados por una compleja red de


más de 200 millones de neuronas, lo cual significa que, a pesar de que
cada uno se encarga de diferentes funciones, los dos están involucra-
dos en casi todas las actividades mentales (Cruz, 2003).

De hecho, “el conjunto de estructuras neurales que representan los

9 Neurofisiólogo norteamericano, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1981.


136
conceptos propiamente dichos se distribuye en el hemisferio derecho
e izquierdo en numerosas regiones sensoriales y motoras” (Damasio
y Damasio, 1992; p. 92). En estos hemisferios se producen las más
complejas interconexiones neuronales, que proporcionan al ser hu-
mano su capacidad intelectual y emocional.

El control del cuerpo por parte de los hemisferios es cruzado. Es


decir, el hemisferio derecho domina la mitad izquierda del cuerpo,
y el izquierdo, la derecha. Como se aprecia, el hemisferio derecho y
el izquierdo controlan funciones absolutamente diferentes. Mientras
el hemisferio derecho controla facultades como la capacidad creati-
va, artística y la orientación espacial; el hemisferio izquierdo lo hace
sobre otras, como el cálculo matemático, la comprensión verbal y la
memoria. Sin embargo, a pesar de ello, ambos se complementan. La
mayoría de las actividades que realizamos requieren la intervención
conjunta de las funciones localizadas en los dos hemisferios.

Por ejemplo, el aprendizaje y la actuación matemática es una par-


ticularidad transcultural del ser humano, lo que significa que es un
rasgo genéticamente heredado, es decir, existen configuraciones ma-
temáticas en el cerebro. “La existencia, por ejemplo, de idiotas sabios,
matemáticos que pueden hacer cálculos de miles de millones pero
que tienen disfunciones cognitivas en los demás aspectos, parecería
confirmar la existencia de dicho mecanismo neurofisiológico.” (Al-
per, 2008; p. 130).
De ahí que consideremos que existen configuraciones neurofi-
siológicas de lo matemático en nuestro cerebro, entonces podemos
afirmar que también poseemos genes matemáticos, responsables del
surgimiento de estas configuraciones. Por otro lado, todas las gene-
raciones de todas las culturas humanas han tenido la capacidad para
hablar y comprender una lengua, lo cual indica que dentro de nues-
tros cromosomas existen genes en los que se originan nuestras capa-
137
cidades lingüísticas.

“Cuando nos estamos desarrollando en el útero materno, la función


de estos genes del lenguaje es la de ordenarles a nuestros cuerpos que
desarrollen conexiones neurofisiológicas especializadas en donde se
generaran nuestras capacidades lingüísticas.” (Alper, 2008; p. 87).

Además, según Alper (2008; p. 83) el hecho de que las afasias mu-
sicales existan indica que, al igual que el lenguaje, “nuestras capaci-
dades musicales deben estar integralmente relacionadas con nuestra
estructura neurofisiológica.”

Las personas pueden sufrir afasias musicales, las cuales son seme-
jantes a la afasia lingüística y que consisten en la pérdida de alguna
capacidad musical especifica debido a una lesión física del cerebro.
Por ejemplo, un compositor puede perder su capacidad para compo-
ner luego de sufrir un derrame cerebral, o un músico su capacidad
para tocar un instrumento.

Un equipo de investigadores liderado por la antropóloga Helen Fi-


sher, de la Universidad de Rutgers ha trabajado para determinar la
neuroquímica presente en las conductas propias de los lazos afecti-
vos. Fisher sostiene que el apego entre las parejas que están enamo-
radas es producido por cambios en el cerebro, particularmente en un
grupo de neurotransmisores llamados monoaminas, entre los cuales
están la dopamina, la norepinefrina y la serotonina.

Para determinar estos cambios, Fisher sometió a parejas que sen-


tían y un gran amor mutuo a una imagen de resonancia magnética
funcional (IRM), que puede detectar cambios en el flujo sanguíneo
del cerebro asociados con los afectos y el amor. Fisher descubrió que
mientras que la lujuria está determinada por la testosterona y el es-
trógeno, los lazos afectivos están determinados por dos neurotrans-
misores llamados oxitocina y vasopresina. Así que, aparentemente,
138
incluso el amor romántico y los lazos afectivos pueden reducirse a
procesos neuroquímicos. Esta hipótesis fue confirmada posterior-
mente por Andreas Bartles, del University College de Londres.
Bartles observo que cuando a los estudiantes sometidos a una IRM
les mostraron fotografías de seres queridos, hubo regiones del cere-
bro que se activaron de manera significativa (a diferencia de fotos de
otras personas, que tuvieron una reacción más débil). Las zonas que
se iluminaron hacían parte de la corteza cingular anterior, la ínsula
mediana, y partes del putamen y del núcleo caudado. (Tomado de
Alper, 2008; p. 115)

Estudios relativamente recientes del matrimonio de neurólogos


portugueses Hanna y Antonio Damasio (1992) permitieron localizar
con éxito los sistemas que, en el cerebro humano, operan nuestras
diferentes comprensiones10 y el lugar donde se procesan e irradian
las inteligencias intra e interpersonal definidas11 por Gardner (2007)
o las competencias que Goleman (1996) bautizó con el nombre de
“inteligencia emocional”12

Incluso, la música puede afectarnos fisiológicamente. “La música


puede producir una excitación emocional intensa y genuina que va des-
de la felicidad extática a la profusión de lágrimas.” (Storr, 1992; p.29).
En efecto, para todo comportamiento humano existen genes espe-
cializados que posibilitan el desarrollo de las zonas neurofisiológicas
específicas en donde se generaran dichas conductas. Por cada capa-
cidad que tiene el ser humano, ya sea cognitiva o afectiva, existe un
sitio fisiológico en el cerebro en donde se genera. Por ejemplo, “nues-
10 Este mismo tema es admirablemente analizado por Antonio Damasio (1994) en su libro El error
de Descartes.
11 Establecemos que la inteligencia humana es sólo una y en el libro Aprendizaje y Comportamiento
basados en el funcionamiento del cerebro humano: Emociones, Procesos Cognitivos, Pensamiento e
Inteligencia, explicamos por qué.
12 No estamos de acuerdo con esta categorización, sería mejor hablar de Emociones Inteligentes o,
simplemente, Inteligencia.
139
tra capacidad de visión está directamente relacionada con la corteza
visual y el calibre de nuestros ojos. Así mismo, la capacidad musical
está directamente relacionada con el calibre de las zonas del cerebro
encargadas de generarla.” (Alper, 2008; p. 186). Incluso, la conciencia
moral del ser humano está instaurada en nuestro cerebro y determi-
na en un 50 % nuestra conducta.

Conocer esta información es importante para un filósofo, científi-


co o epistemólogo, por cuanto se demuestra científicamente la iden-
tificación del centro de procesamiento de los procesos cognitivos y
afectivos del ser humano, que originan el conocimiento humano, por
lo tanto, no es un error hablar de Neuro-epistemología.

El gran neurólogo y neurocirujano Wilder Penfield (1966) llama


áreas comprometidas a aquellas áreas del córtex que desempeñan
funciones específicas; así, las áreas sensoriales y motoras están com-
prometidas desde el nacimiento con esas funciones, mientras que
las áreas dedicadas a los procesos mentales superiores son áreas no
comprometidas, en el sentido de que no tienen localización espacial
concreta, y su función no está determinada genéticamente. (Martí-
nez, 2008; p. 218)
Penfield hace ver que, mientras la mayor parte de la corteza cere-
bral de los animales está comprometida con las funciones sensoriales
y motoras, en el hombre sucede lo contrario: la mayor parte de su
cerebro no está comprometida. Sino que está disponible para la rea-
lización de un futuro no programado.

El hemisferio izquierdo, que es consciente, realiza todas las funda-


mentaciones que requieren un pensamiento analítico, elementalista
y atomista; su modo de operar es digital, lineal, sucesivo y secuencial
en el tiempo, en el sentido de que va paso a paso; recibe la infor-
mación dato a dato, la procesa en forma lógica, discursiva, casual
y sistemática, y razona verbal y matemáticamente, al estilo de una
140
computadora donde toda “decisión” depende de la anterior; su modo
de pensar le permite conocer una parte a la vez, no todas ni el todo;
es predominantemente simbólico, abstracto y proposicional en su
función, poseyendo una especialización y un control casi completo
de la expresión del habla, la escritura, la aritmética y el cálculo, con
las capacidades verbales e ideativas, semánticas, sintácticas, lógicas y
numéricas (Martínez, 2012; p. 32)

El hemisferio derecho, en cambio, cuyo proceso es predominante-


mente inconsciente, desarrolla todas las funciones que requieren un
pensamiento o una visión intelectual sintética y simultanea de mu-
chas cosas a la vez. Por ello, este hemisferio está dotado de un pensa-
miento intuitivo que es capaz de percepciones estructurales, sincré-
ticas, geométricas, configuracionales o gestálticas, y puede comparar
esquemas en forma no verbal, analógica, metafórica, alegórica e in-
tegral. Su manera de operar se debe, por consiguiente, a su capaci-
dad de aprehensión estereognosica del todo, a su estilo de proceder
en forma holista, compleja, no lineal, tacita, simultanea, asociativa y
acasual. Este le permite orientarse en el espacio y lo habilita para el
pensamiento y la apreciación de formas espaciales, el reconocimien-
to de rostros, formas visuales e imágenes táctiles, la comprensión
pictórica, la de estructuras musicales y, en general, de todo lo que
requiere un pensamiento visual, imaginación o que está ligado a la
apreciación artística (Martínez, 2012; p. 32)

Aunque la actividad del hemisferio derecho es sobre todo incons-


ciente debido a su alta velocidad, tiene, no obstante, una especie de
reverberación en el izquierdo. De este modo, la mente consciente,
que actúa solo sobre este hemisferio, puede, sin embargo, tener un
acceso indirecto prácticamente a toda la información que le interesa,
en un momento dado, del hemisferio derecho. Por esta razón, ambos
hemisferios tienen una estructura y desarrollan actividades especia-
lizadas, pero que se complementan; en efecto, muchas funciones de
141
codificación, almacenamiento y recuperación de información de-
penden de la integración de estas funciones en ambos hemisferios.
Aun mas, la complementariedad se encuentra tan radicada en su na-
turaleza que en los casos de atrofia congénita de un hemisferio, el
otro trata de realizar el trabajo de los dos, y –según Sperry- al cortar
el cuerpo calloso (impidiendo, con ello, el paso de información de
uno a otro), cada hemisferio opera de manera independiente como
si fuera un cerebro completo, pero, evidentemente, en forma me-
nos eficaz aun en la realización de sus propias funciones específicas.
(Martínez, 2012; p. 33)
La velocidad de trabajo y procesamiento de información de ambos
hemisferios es totalmente diferente: mientras el sistema nervioso ra-
cional consciente (hemisferio izquierdo) procesa apenas unos 40 bits
(unidades de información) por segundo, la plena capacidad de todo
el sistema nervioso inconsciente (asentado, en su mayor parte, en el
hemisferio derecho, el cerebelo y el sistema límbico) alcanza de uno
a 10 millones de bits por segundo (Hainer, 1968).

No obstante, la neurociencia actual sostiene que no tenemos dos


sistemas cerebrales independientes (el sistema cognitivo y el sistema
afectivo), sino uno solo integrado: el sistema cognitivo-afectivo, y
que, de esta manera, los estados afectivos adquieren una importancia
extraordinaria, ya que pueden inhibir, distorsionar, excitar o regular
los procesos cognoscitivos. (Martínez, 2008; p. 282)

Si es cierto que nuestro sistema cognoscitivo y el afectivo no son


dos sistemas totalmente separados, sino que forman un solo sistema:
la estructura cognitivo-emotiva; entonces es muy comprensible que
se unan lo lógico y lo estético para darnos una vivencia total de la
realidad experienciada. Esto, naturalmente, no desmiente el hecho
de que predomine una vez uno y otra el otro, como constatamos en
la vida y comportamiento cotidiano de las personas. (Martínez, 2008;
p. 43)
142
John Eccles (1985), premio nobel por sus descubrimientos sobre
transmisión neurológica, estima que el cuerpo calloso está compues-
to por unos 20 ciclos cada una, transportan una cantidad tan fantás-
tica de tráfico de impulsos en ambas direcciones que supera los 4000
millones de segundo, 4000 megahertz (4 gigagertz). Este tráfico in-
menso, que conserva los dos hemisferios trabajando juntos, sugiere
por si mismo que su integración es una función compleja y de gran
trascendencia en el desempeño del cerebro. (Martínez, 2008; p. 219)
Por otro lado, desde lo epistemológico, hoy tiene una extraordina-
ria importancia la relación entre el sistema límbico o lóbulo límbico
y el Neocórtex prefrontal, es decir, entre el sistema emotivo y el cog-
nitivo, unidos a través de una gran red de canales de circulación en
ambas direcciones.

El sistema límbico abarca un ensamblaje extremadamente comple-


jo de estructuras, cuya plena comprensión, tanto estructural como
funcional, no ha sido aun alcanzada. Sin embargo, sabemos muy
bien que el sistema límbico da un colorido emocional, cambiando
en gran medida las percepciones conscientes; y, viceversa, que, me-
diante la corteza prefrontal (sistema consciente), el sujeto ejerce una
influencia de control sobre las emociones generadas por el sistema
límbico.
Es más, hoy día se avanzan teorías que los consideran como un solo
sistema, la estructura emocional-cognitiva, ya que hay vías de com-
plicada circulación que van desde las entradas sensoriales al sistema
límbico y luego, de ahí, al lóbulo prefrontal, regresando de nuevo al
sistema límbico, y posteriormente, una vez más, al lóbulo prefrontal.

Nauta (1971), un gran estudioso de la relación entre los sistemas


prefrontal y límbico, señala que el estado interno del organismo
(hambre, sed, miedo, tensión, angustia, rabia, placer, alegría, etc.)
se indica a los lobulos prefrontales desde el hipotálamo, los núcleos
143
septales, el hipocampo, la amígdala y demás componentes del siste-
ma límbico, a través de una gran red de vías y circuitos que llevan
intenso tráfico de información; el corte prefrontal sintetiza toda esta
información emotiva, sentimental y apetitiva y traza, luego, una guía
adecuada de conducta.

De esta manera, los estados afectivos adquieren una importancia


extraordinaria, ya que pueden inhibir, distorsionar, excitar o regular
los procesos cognoscitivos, conclusión esta que deberá cambiar mu-
chas practicas anti educativas, que no se preocupan de crear el clima o
atmosfera afectivos necesarios para facilitar los procesos de aprendiza-
je y el fomento y desarrollo de la creatividad. (Martínez, 2008; p. 220)

Martínez (2008; p. 221) precisa que son muchos los autores e in-
vestigadores que han demostrado que falta de desarrollo estructural
lleva luego a una incapacidad funcional.
Sperry lo especifica en los siguientes términos: “muchos elementos
internos de nuestro cerebro se activan solamente con operaciones
muy especificas y, si estas actividades no se realizan (de una manera
particular durante las etapas del desarrollo infantil y juvenil cuando
las neuronas y sus sinapsis dependen mucho del uso), las neuronas
involucradas pueden sufrir un proceso regresivo, dejando profun-
das deficiencias funcionales en su maquinaria integradora” (Bogen,
1976).
Según Kervran (1982), el hipotálamo funciona como un transduc-
tor capaz de convertir los neutrinos en electrones o viceversa, según
actúe como emisor o como receptor. Algo similar harían la epífisis y
el timo.

De esta manera, el sistema cognitivo y el emotivo formarían un solo


suprasistema (conclusión esta de imaginables consecuencias para la
epistemología) y también se comprendería más la interdependencia
144
que hay entre los seres vivos y su entorno. (Martínez, 2008; p. 21)

Otro aspecto muy significativo a tener en cuenta, es el debate que


existe con relación al papel de lo interno y lo externo en el cono-
cimiento humano, que es casi tan antiguo como la psicología. Este
debate ha estado caracterizado por el análisis del carácter aprendido
o innato de la conducta humana, o si el conocimiento humano de-
pende de lo genético o de lo social.

Mientras que los fieles conductistas ortodoxos sostienen que nues-


tro entorno es el factor determinante de todo conocimiento humano,
los genetistas conductistas investigan la influencia que tienen nues-
tros genes en este aspecto.

En la década anterior se había especulado que el cuerpo humano


estaba conformado por aproximadamente 100.000 genes, de los cua-
les se suponía que entre “50.000 y 70.000 participan en el funciona-
miento del cerebro” (Peyser y Underwood, 1998; p. 62), lo cual ilus-
tra el papel tan importante que tiene el genoma humano en nuestra
estructura neurofisiológica.

Sin embargo, los cálculos más recientes proponen que el genoma


humano está compuesto de un número mucho menor de lo que se
había especulado anteriormente, y que realmente es de unos 34.000
genes y no de 100.000, como se suponía en esos años.

Por otro lado, “al momento de nacer, el cerebro de un niño tiene


100 mil millones de neuronas, casi tantas células nerviosas como el
número de estrellas que hay en la Vía Láctea” (Nash, 1997; p.50).
En este número de células con las que nacemos, “existen más de 50
trillones de conexiones (sinapsis)” (Begley, 1998; p.30), lo que indica
que antes de ser influidos por nuestro entorno, ya existían más de 50
trillones de conexiones en nuestro cerebro, las cuales juegan un pa-
145
pel fundamental en el desarrollo emocional, psicológico, intelectual
y conductual.

De hecho, nuestros genes tienen una influencia tan importante en


el conocimiento humano que “actualmente los científicos calculan
que los genes determinan alrededor del 50 por ciento de la personali-
dad de un niño” (Peyser y Underwood, 1998; p. 62), es decir “aunque
la experiencia puede ser el arquitecto del comportamiento humano,
parece que nuestros genes son su base.” (Alper, 2008; p.166).

De ahí que podemos afirmar que aproximadamente el 50 % de


nuestros genes crean y configuran la estructura neurofisiológica de
nuestro cerebro. Somos mitad configuración genética, biológica, y
mitad configuración social, cultural.

Es innegable que el ser humano está conformado por una combi-


nación de estas dos fuerzas interactivas: la experiencia y los genes, lo
externo y lo interno, lo cultural y lo biológico, lo social y lo psicológi-
co, pero mientras más aprendemos sobre genética y neurofisiología,
más descubrimos con exactitud en qué grado los genes influyen real-
mente en nuestras emociones, percepciones, cogniciones, aprendiza-
jes y comportamientos.
Partiendo de lo anterior, podemos decir que el cerebro humano es
una configuración viva, dinámica, lúdica y creativa de redes y circui-
tos neuronales, configurados armónicamente, de manera coherente,
en forma de sistema de configuraciones neuronales: La configuración
afectiva, la configuración instrumental y la configuración cognitiva.

Reiteramos que el ser humano aprende, se desarrolla y se configura


por sí sólo y en la interacción con el medio (objetos y sujetos), su
naturaleza es bio-neuro-psico-social (genética y cultural).
El resultado del aprendizaje del ser humano es la mente humana,
146
con todo su sistema configuracional: componentes, módulos, siste-
mas y dispositivos afectivos, cognitivos e instrumentales.

Otro de los aportes de la neurociencia actual, de una importancia


capital, es el que esclarece el proceso de atribución de significados.
Así, por ejemplo, los estudios sobre la transmisión neurocerebral
nos señalan que, frente a una sensación visual, auditiva, olfativa, etc.,
antes de que podamos decir “es tal cosa”, se da un ir y venir, entre la
imagen o estimulo físico respectivos y el centro cerebral correspon-
diente, de cien hasta mil veces, dependiendo del tiempo empleado.
Cada uno de estos “viajes” de ida y vuelta tiene por finalidad ubicar o
insertar los elementos de la imagen o estimulo sensible en diferentes
contextos de nuestro acervo nemónico buscándole un sentido o sig-
nificado. Pero este sentido o significado será muy diferente de acuer-
do con ese “mundo interno personal” y con la respectiva estructura
en que se ubica: valores, actitudes, creencias, necesidades, intereses,
ideales, temores, etc. (Martínez, 2008; p. 49)

De modo que la exploración del cerebro humano, pese a las barre-


ras opuestas a la experimentación, será siempre irreemplazable, por
la posibilidad que ofrece de comparar los datos objetivos y subjeti-
vos relativos a una experiencia. En cualquier caso, la estructura y el
funcionamiento del cerebro pueden y deben ser explorados simultá-
neamente a todos los niveles accesibles con la esperanza de que estas
investigaciones, muy diferentes tanto por sus métodos como por su
objeto inmediato, convergerán un día. Por el momento casi sólo con-
vergen por las dificultades que comportan. (Monod, 2007; p. 154)
Popper (1980; p. 486) afirma que “la epistemología encaja bastante
bien con nuestro conocimiento actual de la filosofía del cerebro, de
modo que ambos se apoyan mutuamente”
En sus últimos años de vida, Popper enriqueció su epistemología
inspirándose en el conocimiento de la neurofisiología y estructuras
147
neuronales del cerebro, que hoy constituyen una vía idónea y perti-
nente para ilustrar y solventar dudas y problemas que habían genera-
do discusiones interminables en el ámbito epistemológico.
Popper (1980; p. 140; 483-484; 557) dice que “el yo, en cierto senti-
do, toca el cerebro del mismo modo que un pianista toca el piano o
que un conductor acciona los mandos de su coche”, y agrega que no
hay datos sensoriales (…), que lo que la mayoría de las personas con-
sidera un simple dato es de hecho el resultado de un elaboradísimo
proceso. Nada se nos da directamente: sólo se llega a la percepción
tras muchos pasos (cien, o mil, pasos de toma y dame), que entrañan
la interacción entre los estímulos que llegan a los sentidos, el aparato
interpretativo de los sentidos y la estructura del cerebro.
La relación, interacción o interconexión entre el sistema afectivo o
emocional y el sistema cognitivo o intelectual tienen una importancia
extraordinaria, es decir, entre el Neocórtex o módulo prefrontal del
cerebro y el sistema límbico regulador de las emociones y sentimien-
tos humanos hay una relación armónica, configurados por medio de
una inmensa red de canales de circulación en múltiples direcciones.

El sistema límbico gobierna, controla y regula el acto humano emo-


cional modificando las percepciones conscientes y, viceversa, me-
diante la corteza prefrontal (sistema cognitivo), el ser humano ejerce
una influencia de control y regulación sobre las emociones generadas
por el sistema límbico.

Es más, como hemos dicho, hoy día se avanzan teorías que los con-
sideran como un solo sistema, la estructura cognoscitivo-emotiva, ya
que hay vías de complicada circulación que van desde las entradas
sensoriales al sistema límbico y luego, de ahí, al lóbulo prefrontal,
regresando de nuevo al sistema límbico y, posteriormente, una vez
más, al lóbulo prefrontal (Eccles, 1980; p. 307-308; 391-392).

Martínez (2009a; p. 118) considera que si la estructura cognosciti-


148
vo-emotiva forma un solo sistema, es muy comprensible que se unan
lo lógico y lo estético para darnos una vivencia total de la realidad
experienciada. Esto, naturalmente, no desmiente el hecho de que
predomine una vez uno y otra el otro, como constatamos en la vida y
comportamiento cotidiano de las personas.

La mente de todo investigador prudente, quiéralo o no, consciente


o inconscientemente, explícita o implícitamente, comienza su traba-
jo interpretando el valor y el significado de las cosas, es decir, her-
menéuticamente; y también lo hará tratando de evitar los prejuicios,
las hipótesis posiblemente engañosas y las teorías preconcebidas, es
decir, fenomenológicamente. (Martínez, 2009a; p. 152)

De esta manera, todo investigador, quizá sin quererlo y sin saberlo,


aplica, a su modo, los métodos hermenéutico y fenomenológico, y
resuelve los principales problemas que le presenta el proceso inves-
tigativo, siendo -como dice Heidegger- lo que es por naturaleza: “un
ser interpretativo, pues todos sus intentos cognitivos no son sino ex-
presiones de su interpretación”. (Citado en Martínez, 2009a; p. 153)

Por otro lado, el nervio óptico está compuesto por más de un mi-
llón de canales que trabajan en ambas direcciones, y sabemos que
en la naturaleza no hay órganos inútiles. ¿Qué hacen tantos canales?
De acuerdo con los que nos dice Popper y Eccles (Eccles es premio
nobel en transmisión neurocerebral) en su obra El yo y su cerebro
(1980), en el mismo instante en que aparece la imagen en la retina
comienza un intensísimo dialogo, un ir y venir de información, un
toma y dame, entre esa imagen y nuestro centro visor, ubicado en la
parte occipital del cerebro. Ese intercambio de información va a tal
velocidad que en una fracción de segundo se repite sentenares -y aun
millares- de veces, dependiendo de la agilidad mental de cada sujeto.
(Citados en Martínez, 2009a; p. 144)

Martínez (2009a; p. 145) se pregunta: ¿Qué es lo que dialogan la


149
imagen de la retina y el centro visor? Y él mismo contesta: Cada ele-
mento de la imagen y ésta en su totalidad es comparada o relaciona-
da con el gigantesco archivo de información constituido por nuestro
acervo mnemónico, es decir, con la amplísima red de nuestras expe-
riencias anteriores. Este proceso tiene por finalidad interpretar y dar-
le sentido a la imagen física que está en la retina. Evidentemente, esa
interpretación y ese sentido o significado dependerán de cuales ha-
yan sido nuestras experiencias previas. Y si la imagen, o la sensación
(tratándose de otros sentidos), no tiene relación alguna con nuestras
experiencias anteriores, simplemente no la entendemos.
En este sentido, Mountcastle (1975) afirmaba lo siguiente:

Todos creemos vivir directamente inmersos en el mundo que nos


rodea, sentir sus objetos y acontecimiento con precisión y vivir en el
mundo real y ordinario. Afirmo que todo eso no es más que una ilu-
sión perceptiva, dado que todos nosotros nos enfrentamos al mundo
desde un cerebro que se halla conectado con lo que esta “ahí fuera” a
través de unos cuantos millones de frágiles fibras nerviosas sensoria-
les. Esos son nuestros únicos canales de información, nuestras líneas
vitales con la realidad. Estas fibras nerviosas sensoriales no son regis-
tradores de alta fidelidad, dado que acentúan ciertas características
del estímulo, mientras que desprecian otras. La neurona central es un
contador de historias, por lo que respecta a las fibras nerviosas afe-
rentes, y nunca resulta completamente fiable, permitiendo distorsio-
nes de cualidad y de medida en una relación espacial forzada aunque
isomórfica entre “fuera” y “dentro”. La sensación es una abstracción,
no una réplica, del mundo real.
La intensa interconexión informativa entre el sistema límbico (re-
acciones instintivo-emotivas, no conscientes) y el Neocórtex prefron-
tal (consciente y lógico) es un hecho importante a tener en cuenta.
También es importante que tengamos en cuenta que en el hombre
se produce una activación neuronal unilateral, mientras que en la
150
mujer se produce una activación neuronal bilateral. Es decir, el cere-
bro masculino procesa el lenguaje y la lectura mediante la activación
del cerebro izquierdo, mientras que el cerebro femenino se activa en
ambos hemisferios.
Esto es extraordinariamente significativo para la estructuración del
proceso investigativo, por cuanto el cerebro se prepara primero para
el componente emocional y luego para el cognitivo, sin embargo la
configuración afectiva se consolida aproximadamente a los 16 años.
San Agustín decía que no hay nada que llegue al pensamiento sin
pasar por el sentimiento.

Por otro lado, el notable psicólogo colombiano, creador de la Pe-


dagogía Conceptual, Miguel De Zubiría Samper, basándose en la ex-
tensa obra de Alexander Luria, discípulo de Lev Vigotsky, establece
tres módulos mentales: la unidad cognitiva, la unidad afectiva y la
unidad ejecutiva.

Según De Zubiría (2009; p. 19; t. 3), la unidad cognitiva “conoce,


clasifica, ordena e integra la información perceptual en nociones o
pensamientos.”
Cuando el estudiante se relaciona con los sujetos (hermana, ma-
dre, profesor, amigo) y objetos (perro, carro, árbol, ropa, comida),
construye, asimila y se apropia de imágenes mentales de cada tipo de
objeto y/o sujeto; y es a través de estas operaciones cognitivas que se
produce la configuración cerebral y de la mente humana.

“La unidad afectiva valora, decide qué hacer y sugiere el mejor


comportamiento ante cada situación. Emplea instrumentos afectivos
(emociones, sentimientos, actitudes) a fin de elegir en las distintas
esferas de la vida: interpersonal, amorosa, familiar, intelectual, labo-
ral y productiva.” (De Zubiría, 2009; p. 19; t. 3).

Siguiendo el mismo ejemplo anterior, el estudiante, en esa relación


151
sujeto – objeto y sujeto – sujeto, sostiene una relación afectiva con
todo lo que le rodea, y en dependencia de su implicación emocional
y del significado de esos objetos y/o sujetos, así se implicará también
el estudiante en dicha relación.
“La afectividad valora para decidir, para lo cual cumple variadas
funciones. Establece las necesidades, los anhelos, define las ilusiones,
fija las motivaciones, crea las angustias, los temores, define lo que nos
es importante y valioso. Con consecuencias enormes, pues al definir
los fines la afectividad decide cómo cada persona invierte su existen-
cia.” (De Zubiría, 2009; p. 23; t. 3).

Ahora bien, lo afectivo media lo cognitivo, lo precede, lo conduce


y guía su desarrollo, es su motor impulsor, lo cual entrevió genial-
mente el maestro Jean Piaget cuando afirmó categóricamente que “el
intelecto pone los medios y la afectividad los fines”, es por ello que,
“como reiteró tantas veces el maestro Aristóteles el arte de valorar
consiste en hacerlo en la situación adecuada, con la intención ade-
cuada, en el momento adecuado, con la intensidad adecuada.” (De
Zubiría, 2009; p. 19; t. 3). ¡Y eso sí es bien difícil!
Lo afectivo, integrado a lo cognitivo, se lleva a la práctica mediante
lo instrumental, es decir, “la unidad ejecutiva transforma el cono-
cimiento y los afectos en lenguaje o en acciones constructivas.” (De
Zubiría, 2009; p. 19; t. 3), pero este proceso es mucho más complejo
de lo que se describe en estas páginas, no se trata de reducir la mente
humana a simples módulos o unidades estáticas, ya que el cerebro
tiene un carácter dinámico y sus funciones, procesos y facultades de-
ben ser analizadas con un enfoque configuracional, que se traslada a
la mente humana.
152

Mente Humana

CONFIGURACIÓN CONFIGURACIÓN

AFECTIVA COGNITIVA

CONFIGURACIÓN

INSTRUMENTAL
153
Entre el cerebro y la mente humana se produce una interacción
dialéctica, dialógica y configuradora. El cerebro crea la mente huma-
na, apoyándose para ello en sus configuraciones y sistemas de redes
y circuitos de comunicación neuronal, y la mente humana modifica
y reconfigura al cerebro, apoyada en sus configuraciones afectivas,
cognitivas e instrumentales. La una no puede existir sin el otro, y vi-
ceversa, ambos se complementan armónicamente y de manera crea-
tiva en su desarrollo y configuración.
Las nociones, conceptos, teorías, creencias, pensamientos, infor-
mación, saberes, aptitudes, facultades intelectuales y conocimientos
del ser humano se configuran, se relacionan entre sí, son interde-
pendientes, formando así la configuración cognitiva de la mente
humana. Así mismo ocurre con la configuración afectiva, que no es
otra cosa que la interrelación armónica entre los afectos, emociones,
sentimientos, actitudes y valores humanos. Por otro lado, la confi-
guración instrumental es el resultado de las configuraciones que se
producen entre las operaciones, instrumentos, acciones, habilidades
y destrezas del ser humano.

Estas tres configuraciones (afectiva, cognitiva e instrumental) se


configuran también entre sí en la mente humana, en unos procesos e
interacciones dinámicas, complejas e interdependientes.
La Psicología Configurante concibe la mente humana como una
configuración de configuraciones (afectivas, cognitivas e instrumen-
tales) que, en su dinámica y funcionamiento, configura los afectos,
las emociones, los sentimientos, las actitudes y los valores en la cuali-
dad o configuración mayor que moviliza al ser humano y determina
su comportamiento: el amor, formando así la configuración afectiva
de la mente humana.

Asimismo, esta configuración afectiva determina la configuración


cognitiva, es decir, las nociones, conceptos, informaciones, creencias,
154
teorías y conocimientos del ser humano, con sus procesos de memo-
rización, imaginación, pensamiento y creatividad, se configuran en
la configuración cognitiva del ser humano.
A su vez, las configuraciones afectivas y cognitivas determinan la
configuración instrumental, integrada por el conjunto de operacio-
nes, acciones, habilidades, destrezas y actos que el ser humano mues-
tra en el desarrollo de su actividad.

En efecto, el ser humano actúa como piensa, y piensa como siente,


dime lo que tienes en tu corazón y te diré lo que tienes en tu mente,
dime lo que tienes en tu mente y te diré lo que eres capaz de expre-
sar y hacer. Dime lo que sientes y te diré lo que piensas, dime lo que
piensas y te diré cómo actuarás. La configuración afectiva, determina
la configuración cognitiva, y ésta determina la configuración instru-
mental.

Es un proceso holístico - configuracional, es decir, totalizador, mul-


tidireccional, donde se interrelacionan procesos psicológicos de di-
versas direcciones (afectivas, instrumentales y cognitivas); en la acti-
vidad y en la comunicación, con la influencia de factores propios de
la condición bio-psico-social de los seres humanos implicados, que
los hacen particulares, singulares, únicos, especiales e irrepetibles,
comunes pero a la vez diversos y complejos.

2.2-Complejidad, sistemas autorreferentes, estructuras


disipativas y autopoiesis
Desde que Galileo, Descartes y Newton inventaran la física, los ob-
jetos descritos por la ciencia han sido muy simples, así como las leyes
para describir la realidad y las expresiones matemáticas de dichas
leyes. Precisamente, parte del prestigio de la ciencia, su rigor, univer-
salidad y belleza, se deben a esta simplicidad.

Según Wagensberg (2007; p. 11), en más de tres siglos de ciencia


155
todo ha cambiado excepto tal vez una cosa: el amor por lo simple.
Planeaba ya Descartes en su Discurso del método: «Empecemos con los
sistemas más simples y de más fácil discernimiento para ascender des-
pués gradualmente a la comprensión de los más complejos». Se trata,
sí, de un reconocimiento de lo complejo, pero con tendencia a suge-
rir que las leyes de lo complejo se obtienen combinando hábilmente
las de lo simple.

La universalidad de las leyes de Newton se ha reducido fuertemen-


te con la relatividad y la cuántica gracias precisamente a la dialéctica
científica, a la «revisión» y a la «traición». Las leyes de Newton han
quedado por ello confinadas dentro de una demarcación clara que
se refiere a objetos grandes, lentos y simples. Mejor diríamos que las
leyes de Newton explican tan bien la caída de una manzana sobre
la cabeza de Newton en Cambridge como la caída de una manzana
sobre la cabeza de Einstein en Princeton. La esencia del cambio que
propone la ciencia moderna para la complejidad, y el hombre lo es,
sugiere una evolución entre adaptaciones y catástrofes; si existe algún
modelo del conocimiento científico en el que mirarse, nada mejor,
hoy, que su última propuesta. (Wagensberg, 2007; p. 158)

Una complejidad asalta la mente. La mente se inquieta, tiene mie-


do. De hecho la angustia crónica y esencial del ser humano es el mie-
do a tener miedo. La complejidad debe ser tratada de algún modo. Ya
hemos acordado que el conocimiento es una buena terapia, al menos
inicialmente. Según sea el tipo e intensidad de la complejidad inci-
dente, se impone un método u otro para la elaboración de esa repre-
sentación que llamamos conocimiento. (Wagensberg, 2007; p. 161)

El matemático francés Pierre Simon de Laplace afirmaba categó-


rico, en 1776, que si se conociera la velocidad y la posición de todas
las partículas del Universo en un instante dado, entonces se podría
producir su pasado y futuro para el resto los siglos.
156
Siguiendo con Wagensberg (2007; p. 42), es pues la hora de atra-
vesar la frontera que separa lo lineal de lo no lineal, de dar un salto
para abandonar la proximidad al equilibrio. Y sólo lejos de él encon-
traremos una verdadera discontinuidad en el concepto de cambio y
de complejidad.

Resulta pues muy interesante resaltar aquí la reconciliación entre


azar y determinismo, identificada por Wagensberg (2007; p. 44): La
descripción de un sistema con bifurcaciones implica la coexistencia
de ambos: entre dos bifurcaciones reinan las leyes deterministas, pero
en la inmediata vecindad de tales puntos críticos reina el azar. Esta
rara colaboración entre azar y determinismo es el nuevo concepto de
historia que propone la termodinámica moderna, lo que hemos de
llamar de ahora en adelante: la esencia del cambio.
Los elementos fundamentales del cambio son, según Prigogine:

1) función, la actividad básica descrita por las leyes no lineales;

2) la complejidad espacio-temporal de dicha función;

3) las fluctuaciones.

Por otro lado, un concepto muy limitante del enfoque reduccionis-


ta, según Martínez (2012; p. 183), es la creencia de que la estructura
genética es lo único que determina los caracteres de un organismo.
Este “determinismo genético” es una consecuencia directa de la con-
cepción según la cual los organismos vivientes son máquinas con-
troladas por cadenas lineales de causa y efecto. Esta idea no tiene en
cuenta el hecho de que los organismos son sistemas compuestos de
muchos niveles: los genes están insertados en los cromosomas que, a
su vez, funcionan dentro de los núcleos celulares, y las células están
incorporadas a los tejidos, y así sucesivamente.

Todos estos niveles de complejidad configurativa comprenden una


157
serie de relaciones, conexiones, interacciones e interconexiones que
influyen en la configuración y el desarrollo del organismo y tienen
como resultado un amplio número de variaciones de la configura-
ción genética en todas las manifestaciones de su complejidad.
Martínez (2012; p. 155) ilustra que la complejidad del objeto por
estudiar se evidencia al entrar a fondo en cualquier disciplina aca-
démica, y piensa en la psicología que, por su naturaleza, está cercana
a todo ser humano: El espectro y radio de la acción y experiencia
humanos, objeto del estudio psicológico son prácticamente ilimita-
dos. Además, los eventos psicológicos están multideterminados, son
ambiguos en sus significados, son polifacéticos, están ligados a sus
contextos o insertos en vagos y complejos nexos y relaciones, y cam-
bian o se desvanecen con gran facilidad.
Por todo ello, no pueden ser comprendidos o configurados a par-
tir del uso de conceptos o teorías simples, estáticas, deterministas o
reduccionistas, ni abordados con métodos y técnicas estáticas y uni-
formes.

La selectividad de nuestra percepción se pone de relieve al analizar


un proceso cognoscitivo. En ese análisis se constata cómo diferentes
personas, e incluso una misma persona en momentos o situaciones
diferentes, ordena los elementos de su percepción de acuerdo con sus
intereses presentes, necesidades, valores, sensibilidad perceptiva, ca-
pacidad de formar imágenes y metáforas, repertorio discriminativo
previo, etc., de tal manera que el fruto de la conceptualización de la
misma realidad puede variar mucho en su esencia y características.
(Martínez, 2012; p. 155)
“Si decimos que el mundo tiene un sentido, y si éste es perfecta-
mente inteligible, esto significa que el pasado y el futuro están abier-
tos ante nosotros como un libro. Por el contrario, si negamos lo an-
terior, no es posible discernir ninguna regla y si no entendemos el
pasado, menos podremos predecir el futuro.” (Schifter, 2001; p. 19)
158
Volviendo a Hawking, precisamente, unas páginas más adelante,
en el mismo libro sobre la teoría del todo, el eminente científico se
contradice al reconocer lo difícil que resulta hablar de la memoria
humana “porque no conocemos en detalle cómo funciona el cere-
bro.” (Hawking, 2007; p. 115)

Y no sólo por esta razón, sino además, porque el ser humano es


muy complejo, y la memoria no es una consecuencia sólo de su evo-
lución biogenética y de la estructura neural de sus circuitos cerebra-
les, sino además, de su acción sociocultural.

El ser humano tiene una dimensión holística y sistémica bio-psi-


co-social, de ahí que su estudio no deba realizarse sólo desde las
ciencias naturales y exactas. Las ciencias sociales, humanas, o socio
humanas tienen la palabra al respecto.

Según Morín (2010a; p. 50) el ser humano nos parece en su com-


plejidad: es un ser a la vez totalmente biológico y totalmente cultural.
El cerebro por medio del cual pensamos, la boca por medio de la
cual hablamos, la mano por medio de la cual escribimos, son órganos
totalmente biológicos al mismo tiempo que totalmente culturales. Lo
que es más biológico -el sexo, el nacimiento, la muerte- es al mismo
tiempo lo que está más embebido de cultura.

Nuestras actividades biológicas más elementales, comer, beber, de-


fecar, están estrechamente ligadas a normas, prohibiciones, valores,
símbolos, mitos, ritos, es decir a aquello que hay más específicamen-
te actual; nuestras actividades más culturales, hablar, cantar, bailar,
amar, meditar, poner en movimiento nuestro cuerpo y nuestros ór-
ganos, y entre ellos el cerebro. (Morín, 2010a; p. 50-51)

Siguiendo a Morín (2010a; p. 51), en lo sucesivo el concepto de


hombre tiene una doble entrada: una entrada biofísica [genéti-
159
ca-neural] y una entrada psico-socio-cultural, y las dos entradas se
remiten mutuamente.

Según Prigogine (2008; p. 111), “existe un estrecho vínculo entre


irreversibilidad y complejidad. Cuanto más nos elevamos en los ni-
veles de complejidad (química, vida, cerebro), más evidente es la fle-
cha del tiempo, lo cual corresponde al papel constructivo del tiempo,
tan evidente en las estructuras disipativas.”

Asimismo, según Morín (2011; p. 59), la complejidad es un fenó-


meno cuantitativo y cualitativo, “es un fenómeno cuantitativo, una
cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número
muy grande de unidades. De hecho, todo sistema auto-organizador
(viviente), hasta el más simple, combina un número muy grande de
unidades, del orden del billón, ya sean moléculas en una célula, cé-
lulas en un organismo (más de diez billones de células en el cerebro
humano, más de treinta billones en el organismo).”
Y más adelante aclara: “Pero la complejidad no comprende sola-
mente cantidades de unidades e interacciones que desafían nuestras
posibilidades de cálculo; comprende también incertidumbres, inde-
terminaciones, fenómenos aleatorios. En un sentido, la complejidad
siempre está relacionada con el azar. De este modo, la complejidad
coincide con un aspecto de incertidumbre, ya sea en los límites de
nuestro entendimiento, ya sea inscrita en los fenómenos. Pero la
complejidad no se reduce a la incertidumbre, es la incertidumbre en
el seno de los sistemas ricamente organizados. Tiene que ver con los
sistemas semi-aleatorios cuyo orden es inseparable de los azares que
incluyen. La complejidad está así ligada a una cierta mezcla de orden
y de desorden, mezcla íntima, a diferencia del orden/desorden esta-
dístico, donde el orden (pobre y estático) reina a nivel de las grandes
poblaciones, y el desorden (pobre, por pura indeterminación) reina a
nivel de las unidades elementales.” (Morín, 2011; p. 60)
160
¿Qué es la complejidad?

Quien mejor que Edgar Morín para respondernos:

“A primera vista la complejidad es un tejido (complexus: lo que está


tejido en conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemen-
te asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar
con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de even-
tos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares,
que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la comple-
jidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo
inextricable, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre...De allí
la necesidad, para el conocimiento, de poner orden en los fenómenos
rechazando el desorden, de descartar lo incierto, es decir, de seleccio-
nar los elementos de orden y de certidumbre, de quitar ambigüedad,
clarificar, distinguir, jerarquizar...Pero tales operaciones, necesarias
para la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si elimi-
nan a los otros caracteres de lo complejo.” Morín (2011, p. 32)
En este contexto de análisis del desarrollo de las teorías científicas
es preciso señalar que las diferentes ciencias, las disciplinas que las
integran y sus diversas aplicaciones profesionales deberán buscar y
seguir los principios de inteligibilidad que se derivan de una raciona-
lidad más respetuosa de los diversos aspectos del pensamiento, una
racionalidad múltiple y diversa que, a su vez, es generada por lo que
hoy se ha dado en llamar “paradigma de la complejidad”.

Por fin, dice Morín (2010a; p. 157), hay que ser consciente del pro-
blema del paradigma. Un paradigma reina sobre los espíritus porque
instituye los conceptos soberanos y su relación lógica (disyunción,
conjunción, implicación, etc.), los cuales gobiernan de manera oculta
los conceptos y las teorías científicas que se efectúan bajo su imperio.
Ahora bien, en el día de hoy emerge, de modo disperso, un paradig-
ma cognitivo que comienza a poder establecer unos puentes entre
161
ciencia y disciplinas no comunicantes

En términos de Morín, en la teoría de la complejidad se trata no


solamente de reconocer la presencia, sino de integrar, a lo aleatorio,
tanto en su carácter de imprevisibilidad, como su carácter de evento;
no se trata de localizar de manera estadística, sino de concebir, en
su carácter radical y polidimensional, a la información, concepto no
reducible a la materia y a la energía. Se trata de integrar siempre al
ambiente, incluido hasta en la concepción del mundo. Se trata de
integrar al ser auto/eco/organizado, hasta en el concepto del sujeto.
Siguiendo a Morín, para comprender el problema de la compleji-
dad hay que saber, antes que nada, que hay un paradigma de la sim-
plicidad, por cuanto para este autor la idea de complejidad incluye la
imperfección porque incluye la incertidumbre y el reconocimiento
de lo irreductible.

Además, el padre de la Teoría de la Complejidad afirma que la sim-


plificación es necesaria, pero debe ser relativizada, es decir, que él
acepta la reducción consciente de que es reducción, y no la reducción
arrogante que cree poseer la verdad simple, por detrás de la aparente
multiplicidad y complejidad de las cosas. La complejidad se halla en
el corazón de la relación entre lo simple y lo complejo porque una
relación tal es, a la vez, antagonista y complementaria.

Morín (2011; p. 33) destaca que “la dificultad del pensamiento


complejo es que debe afrontar lo entramado (el juego infinito de in-
ter-retroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre sí, la bruma,
la incertidumbre, la contradicción. Pero nosotros podemos elaborar
algunos de los útiles conceptuales, algunos de los principios, para
esa aventura, y podemos entrever el aspecto del nuevo paradigma de
complejidad que debiera emerger.”

Frente a estas realidades habría entonces que sustituir el paradig-


162
ma de “disyunción/reducción/unidimensionalización” por un para-
digma de “distinción/conjunción” que permita distinguir sin desar-
ticular, asociar sin identificar o reducir. Este paradigma llevaría en sí
un principio de unidad múltiple que escapa de la unidad abstracta
por lo alto (holismo) y por lo bajo (reduccionismo).

Es evidente que la traslucidez epistémica de las teorías de la com-


plejidad permite lograr una mejor y mayor comprensión científica de
los procesos sociales y humanos, por cuanto sus pulidos conceptos,
principios, fundamentos y postulados, constituyen verdaderos guías
epistemológicos, magníficos hilos conductores que facilitan y orien-
tan la investigación en los procesos humanos y sociales.

De esta manera, a medida que vamos penetrando y comprendiendo la na-


turaleza humana, nos vemos obligados a abandonar los conceptos actuales
de la ciencia, por cuanto éstos no permiten comprender (no dan cuenta de)
la verdadera complejidad humana.

Es por ello que en este siglo proliferan nuevas categorías científicas en la


filosofía, en la ciencia y en la epistemología, ha ido emergiendo un nuevo
lenguaje para la comprensión de los procesos sociales y humanos y para
los complejos sistemas vivos, psíquicos y sociales13.

Así, hoy nos enfrentamos a diversas teorías que dan cuenta de la com-
plejidad natural, humana y social y representan un paradigma emergente:
teoría de los sistemas dinámicos, dinámica no lineal, dinámica de redes,
sistemas autorreferentes, estructuras disipativas, teoría holográfica, com-
plejidad, enfoque holístico, concepción ecológica, autopoiesis14, entre
otros.
13 Sistemas autorreferentes propuestos por el eminente y controvertido sociólogo alemán
Niklas Luhmann.
14 Neologismo introducido por Maturana como noción principal en su Teoría de los Seres
Vivos.
163
Estas teorías constituyen el resultado de múltiples investigaciones desa-
rrolladas en las ciencias naturales, exactas y sociales. La aparición y pro-
pagación de estas teorías indica que al parecer la Química, la Biología, la
Física, la Matemática, las Neurociencias, la Psicología, la Sociología, la
Antropología, incluso la Pedagogía, la Teoría Curricular y la Didáctica, se
encuentran hoy en una encrucijada científica.

De la respuesta que brinden estas ciencias en los próximos años a la


intersección de teorías y complejidades intrínsecas, y a la confluencia de
factores que ensombrecen su validez y pertinencia, dependerá su vitalidad.
El intelecto agente y el intelecto paciente, de Aristóteles, es retomado
por Maturana en la noción de autopoiesis que, a su vez, actualmente, es
tomado en las ciencias socio-humanas pero de una manera dogmática, me-
cánica, acrítica y descontextualizada, lo cual constituye un peligro episte-
mológico en la ciencia actual, es una bomba de tiempo que podría hacer
desaparecer la ciencia.

Según Einstein, el representante más ilustre de la ciencia clásica,


para llegar a la armonía de lo eterno había que ir más allá del mundo
sensible con sus tormentos y añagazas.
El mundo que se nos presenta en nuestro aparente exterior, nos
muestra una complejidad desbordada de contradicciones, paradojas,
emboscadas, artificios y artimañas que desequilibran nuestro ino-
cente, cándido e incauto sistema cognitivo.

De esta manera, para Prigogine (2008; p. 113) el triunfo de la cien-


cia estaría relacionado con la demostración de que nuestra vida -in-
separable del tiempo- sólo es una ilusión. Es un concepto grandioso,
sin duda, pero también profundamente pesimista. La eternidad no
conoce sucesos, pero ¿Cómo disociamos la eternidad de la muerte?

En cambio, el mensaje de la obra de Prigogine es optimista. La cien-


164
cia empieza a ser capaz de describir la creatividad de la naturaleza, y
hoy el tiempo ya no habla de soledad, sino de alianza entre el hombre
y la naturaleza descrita por él.
La tendencia al orden en los sistemas abiertos es la tesis funda-
mental de Ilya Prigogine (2008; 2009; 2012), que le hizo acreedor
del premio nobel, y está relacionada con la teoría de las estructuras
disipativas.

El propio Ilya Prigogine, premio Nobel de química en 1977, tras


su descubrimiento y descripción de las estructuras disipativas, junto
con sus aportaciones a la termodinámica del no-equilibrio, declara
el derrumbamiento del ideal de la física clásica, mecánica cuántica
y Einstein incluidos, y propone su Física de la Complejidad como
alternativa que sustituya el paradigma clásico como un todo.

Este último paradigma, según Prigogine y su escuela, sólo se aplica


a los casos más simples y menos interesantes del mundo, deja fuera,
de modo característico, al sujeto humano y una de sus dimensiones
más específicas: la irreversibilidad del tiempo.

Basándose en esta crítica, Prigogine no duda en afirmar que la físi-


ca clásica aliena al hombre (cosa, por otra parte, dicha repetidas ve-
ces por los movimientos anticultura y anti ciencia mucho antes que
él) y aboga por la reconquista del «significado» de la realidad, una
cuestión, dice Prigogine, “tan antigua como la humanidad, y muy
relacionada con ella la otra cuestión del significado de la diferencia, y
relación, entre lo racional y lo irracional.”

Es importante significar que cuando Prigogine fue galardonado en


1977 con el premio nobel de química, el comité evaluador informó
que lo honraba con tal premio por crear teorías que salvan la brecha
entre varias ciencias, es decir, entre varios niveles y realidades en la
naturaleza.
165
La teoría de Prigogine desmiente la tesis de la ciencia tradicional,
para la cual la emergencia de lo nuevo era pura ilusión, y que consi-
deraba la vida en el universo como un fenómeno fruto del azar, raro
e inútil, “como una anomalía accidental en una lucha quijotesca con-
tra el absoluto dictamen de la segunda ley de la termodinámica y de
la entropía, que determinaría inexorablemente en la muerte térmica
como perspectiva final.” (Martínez, 2012; p. 127)

Prigogine invierte completamente este modo de ver las cosas y


llama a los sistemas abiertos “estructuras disipativas”, es decir, que
su forma o estructura se mantiene por una continua “disipación” (o
consumo) de energía.

Según Martínez (2012; p. 128), cuanto más compleja sea una es-
tructura disipativa, más energía necesita para mantener todas sus
conexiones. Por ello, también es más vulnerable a las fluctuaciones
internas. Se dice, entonces, que está más lejos del equilibrio. Debido
a que estas conexiones solamente pueden ser sostenidas por el flujo
de energía, el sistema está siempre fluyendo. Cuanto más coheren-
te e intrincadamente esté conectada una estructura, más inestable
es. Así, al aumentar la coherencia se aumenta la inestabilidad. Pero,
esta inestabilidad es la clave de la transformación. La disipación de
la energía, como demostró Prigogine con refinados procedimientos
matemáticos, crea el potencial para un repentino reordenamiento. El
continuo movimiento de energía a través del sistema crea las fluctua-
ciones. Si estas alcanzan un cierto nivel crítico, “perturban” el sistema
y aumentan el número de nuevas interacciones en él mismo.
Los elementos de la vieja estructura entran en una nueva interac-
ción unos con otros y realizan nuevas conexiones, y así, las partes
se reorganizan formando una nueva entidad: el sistema adquiere un
orden superior, más integrado y conectado que el anterior; pero este re-
quiere un mayor flujo de energía para su mantenimiento, lo que lo hace,
a su vez, menos estable, y así sucesivamente. (Martínez, 2012; p. 129)
166
En el año 1972, Aharon Katchalsky organizó todo un trimestre de
sesiones de trabajo en el instituto tecnológico de Massachusetts con
los más destacados neurocientíficos para introducir la teoría de Pri-
gogine en la neurociencia.

Según Katchalsky el cerebro tiene solo el 2% del peso del cuerpo y


consume el 20% de oxigeno disponible. Esto se debe al hecho de que
el aumento y la disminución de la afluencia de energía, es una carac-
terística típica de las estructuras disipativas inestables.

La aplicación de estos principios a los fenómenos biológicos, psi-


cológicos y socioculturales, no implica, según Martínez, ningún cri-
terio reduccionista. Al contrario, estas interpretaciones se basan en
una homología fundamental, en la interrelación de la dinámica au-
to-organizadora a muchos niveles.

Sin embargo, en honor a la verdad, es necesario precisar que aun-


que la transformación de que habla Prigogine parece ocurrir en to-
dos los niveles de la realidad, sus ecuaciones solamente demuestran
la transformación en el nivel de energías termodinámicas y de entro-
pía y no de información simbólica, de intuición y mental.

No obstante, en varias partes de la obra de Prigogine, el científico


ha insistido en la sucesión inestabilidad (caos) - probabilidad - irre-
versibilidad, y en el hecho de que en ciertos aspectos su enfoque si-
gue las intuiciones geniales de Boltzmann.

“Los atractores extraños pueden poblar de manera más o menos


densa líneas, superficies, volúmenes. Pueden tener dimensiones que
no se expresan con números enteros, porque se distribuyen densa-
mente en el interior de volúmenes o de superficies. Se denominan
fractales, porque su dimensión (en el sentido de la geometría) no es
un número entero. Con los atractores fractales uno puede esperar
167
comportamientos muy irregulares, caóticos, y continuas fluctuacio-
nes. Pero, nos podemos preguntar: los fenómenos caóticos que ob-
servamos, ¿son de naturaleza fractal o más bien de la naturaleza de
los juegos de azar?” (Prigogine, 2012; p. 90)
No obstante, preveo que en este complejo, disperso y no lineal tercer
milenio desaparecerán aquellas ciencias que no reconozcan la complejidad
de sus objetos de estudio, la divergencia, aleatoriedad y relatividad de los
hallazgos científicos, así como el necesario azar y desequilibrio para su
desarrollo y progreso.

La concurrencia de múltiples factores aparentemente desestabilizantes


en el ámbito científico nos obliga a considerar la paradoja, la dicotomía, la
turbulencia y, por qué no, la improvisación, el zig zag y la anarquía. De no
hacerlo así, los científicos, como científicos, no como seres humanos, y la
ciencia, estamos llamados a desaparecer de la palestra científica planetaria.

Vemos, pues, que “la inestabilidad, las fluctuaciones y la irreversi-


bilidad desempeñan un papel en todos los niveles de la naturaleza:
química, ecológica, climatológica, biológica con la formación de bio-
moléculas, y finalmente cosmológica.” (Prigogine, 2012; p. 74)

Unas ciencias se extinguirán, otras ciencias se integrarán unas a otras, las


más fuertes epistémicamente absorberán a las más débiles y, por supuesto,
surgirán nuevas ciencias.
Como muy bien afirma Hegel (1994; p. 28), la ciencia, “corona de
un mundo del espíritu no está acabada en su comienzo. El comienzo
del nuevo espíritu es el producto de una amplia revolución en las
más diversas estructuras, el galardón de una carrera múltiplemen-
te intrincada, así como de esfuerzos y fatigas también múltiples. Es
el todo que, de la sucesión y de su extensión, ha vuelto sobre sí; es
su simple concepto que ha devenido. Pero la realidad de este simple
todo consiste en que aquellas configuraciones que se han convertido
168
en momentos, se desarrollen y se configuren de nuevo en el sentido
en que devinieron, pero en su nuevo elemento.”

En este concierto tenebroso, no debemos dejar cegarnos por la perturba-


ción, el tiempo es irreversible, la indeterminación acecha, y la inestabilidad
epistemológica se apodera de nuestro quehacer científico. En esta bifurca-
ción sólo tenemos dos caminos: perecer o avanzar. Sólo la imaginación,
la originalidad, la innovación y la creatividad epistemológica nos pueden
salvar como científicos. Y sólo nosotros los científicos podemos salvar la
ciencia, reconociendo su complejidad inmanente, como cualidad invarian-
te que la caracteriza.

Según Edgar Morín (2010b), dos revoluciones científicas han in-


troducido de facto la complejidad.
Ya Morín ha indicado cómo emergió la noción de complejidad de
manera marginal en una esfera de matemáticos/ingenieros. Y ahora
indica que el siglo XX ha conocido dos revoluciones científicas que
han introducido de facto la complejidad sin reconocer sin embargo
esta noción que sigue implícita.

Para Morín (2010b; p. 158), la primera revolución, tras la termodi-


námica del siglo XIX, es la de la microfísica y la cosmofísica que han
introducido la indeterminación, el alea -allí donde reinaba el deter-
minismo- y han elaborado métodos propios para tratar las incerti-
dumbres que encontraban.

La segunda revolución es aquella que reúne disciplinas y restablece


entre ellas un tejido común. Comienza en la segunda parte del siglo
XX. Así, en los años 60, las ciencias de la Tierra concibieron a la
Tierra como un sistema físico complejo que hoy permite articular la
geología, la sismología, la vulcanología, la meteorología, la ecología,
etc. En la misma época, la ecología se desarrolla como conocimiento
científico destinado a unir los datos y las informaciones procedentes
169
de las diferentes disciplinas físicas y biológicas en la concepción de
los ecosistemas. (Morín, 2010b; p. 158)

Morín (2011; p. 24) afirma: “Si la complejidad no es la clave del


mundo, sino un desafío a afrontar, el pensamiento complejo no es
aquél que evita o suprime el desafío, sino aquél que ayuda a revelarlo
e incluso, tal vez, a superarlo.”

La obra de Morín debe ser tomada no sólo como un método o es-


trategia que el lector debe utilizar en su campo específico de prácti-
ca disciplinar, sino como una exhortación a encontrar el modo de
pensar el pensamiento complejo para edificar una práctica compleja,
es una invitación a enfrentar el desafío de la complejidad, que es el
reto de pensar complejamente como modo de actuación cotidiana.
Actitud que debe caracterizar a todo científico, a partir de la propia
complejidad de los objetos de estudios actuales de la ciencia.
Morín (2011; p. 22) advierte que “la palabra complejidad no tiene
tras de sí una herencia noble, ya sea filosófica, científica, o episte-
mológica. Por el contrario, sufre una pesada tara semántica, porque
lleva en su seno confusión, incertidumbre, desorden. Su definición
primera no puede aportar ninguna claridad: es complejo aquello que
no puede resumirse en una palabra maestra, aquello que no puede
retrotraerse a una ley, aquello que no puede reducirse a una idea sim-
ple. Dicho de otro modo, lo complejo no puede resumirse en el tér-
mino complejidad, retrotraerse a una ley de complejidad, reducirse
a la idea de complejidad. La complejidad no sería algo definible de
manera simple para tomar el lugar de la simplicidad. La complejidad
es una palabra problema y no una palabra solución.”

La ecología es una ciencia natural fundada por Haeckel, en 1873,


que se propone estudiar las relaciones entre los organismos y el me-
dio en el que viven. Sin embargo, sea que la preocupación ecológi-
ca gozaba de una atención secundaria en el ámbito general de las
170
ciencias naturales, sea porque el medio ambiente era esencialmente
concebido como un molde geo climático, unas veces formativo (la-
marckiano) y otras selectivo (darwiniano), en cuyo seno las diferen-
tes especies viven sometidas a un desorden generalizado regido por
una sola ley, la del más fuerte o el más apto, no ha sido sino en una
época reciente cuando la ciencia ecológica ha llegado a la conclusión
de que la comunidad de seres vivos (biocenosis) que ocupan un espa-
cio o «nicho» geofísico (biótopo) constituyen junto con él una unidad
global o ecosistema. ¿Por qué sistema? Porque el conjunto de tensiones,
interacciones e interdependencias que aparecen en el seno de un nicho
ecológico constituye, a pesar y a través de aleatoriedades e incertidum-
bres, una auto-organización espontanea. (Morín, 2008; p. 29)

Desde el Instituto de Santa Fe (1984) se impone la palabra para


designar como «sistemas complejos» a sistemas dinámicos con un
gran número de interacciones y retroacciones, en cuyo interior se
efectúan procesos muy difíciles de predecir y controlar, y que la con-
cepción clásica era incapaz de considerar. (Morín, 2010b; p. 145)

Por su parte, según Luhmann (1998; p. 26), cuando se piensa sobre


la complejidad, dos conceptos diferentes vienen a la mente. El prime-
ro se basa en la distinción entre elementos y relaciones. Si tenemos
un sistema con un número creciente de elementos, cada vez se hace
más difícil interrelacionar cada elemento con todos los otros. El nú-
mero de relaciones posibles deviene demasiado grande con respecto
a la capacidad de los elementos para establecer relaciones.

Luhmann (1997; p. 69) define como complejo a un conjunto inte-


rrelacionado de elementos cuando ya no es posible que cada elemen-
to se relacione en cualquier momento con todos los demás, debido a
limitaciones inmanentes a la capacidad de interconectarlos.

Para Luhmann (1997; p. 76), la complejidad es una medida de la


171
indeterminación o de la falta de información. Vista de este modo, la
complejidad es la información que le falta a un sistema para poder
comprender y describir completamente su entorno (complejidad del
entorno) o bien a sí mismo (complejidad del sistema).
Luhmann hace una determinación espectacular del concepto de
complejidad:
Por complejo queremos designar aquella suma de elementos cone-
xos en la que, en razón de una limitación inmanente a la capacidad de
acoplamiento, ya no resulta posible que cada elemento sea vinculado
a cada otro, en todo momento. El concepto “limitación inmanente”
remite a la complejidad interior de vinculación de los elementos, a la
que ya no puede acceder el sistema y que posibilita, a su vez, su “ca-
pacidad de unidad”. En este sentido, la complejidad es un estado de
cosas autocondicionado, debido a que elementos deben constituirse
complejamente para fungir como unidad en el nivel superior de la
formación de sistemas, y por lo tanto su capacidad de acoplamiento
es limitada. (Luhmann, 1998; p. 47)

Ahora bien, la noción de complejidad es demasiado compleja para


una versión conceptual simple, definida y delimitada.
Por ello todo lo que vemos es complejo. Complicarse o morir, sería
la frase. El hombre (una de las complejidades más interesantes) es un
buen ejemplo de ambas alternativas. Está claro que, desde los tiem-
pos de las cavernas hasta hoy, el hombre se ha ido independizando
del azar con el que su entorno le mortifica. Teme menos las condi-
ciones climáticas adversas, no depende tanto de los golpes de fortuna
para alimentarse, ha inventado el dinero para amortiguar las oscila-
ciones de la desventura local y el crédito para amortiguar las oscila-
ciones de dinero. En definitiva, el azar es miedo y el conocimiento
combate sistemáticamente el miedo. Para eso tenemos la cultura, la
ciencia o la tecnología. Con la tecnología, el hombre se ha n lío y tal
cosa ilustra, por cierto, la otra alternativa. (Wagensberg, 2007; p. 68)
172
La complejidad atrae hoy fuertemente a los físicos y a aquellos ma-
temáticos dispuestos a hacer concesiones al mundo real. Y he aquí la
clave: el método basado en el binomio teoría-experiencia (modelo
mental frente a resultado observado) debe ser ensanchado, la idea de
inteligibilidad científica, renovada. Numerosos intentos han arran-
cado llenos de júbilo con el método tradicional de la física: la teoría
del caos, la termodinámica de los procesos irreversibles, la de las ca-
tástrofes, la de los fractales, la sinergética, la de sistemas, la lógica de
conjuntos difusos. (Wagensberg, 2007; p. 98)
Asimismo, el nuevo significado de bifurcación deriva de algunas de
las ramas más recientes y esotéricas de las ciencias contemporáneas.
Estas incluyen la termodinámica de los sistemas fuera del equilibrio
(conocida también como termodinámica de los procesos irreversi-
bles), y la teoría de los sistemas dinámicos (la rama más reciente de
la dinámica clásica). No obstante, esto no debe asustarnos; indepen-
dientemente de su origen técnico, el significado científico de bifurca-
ción es fácil de captar. (Laszlo, 1989; p. 42)
En el uso científico en general, el significado básico de bifurcación
es un súbito cambio de dirección en la manera en que los sistemas se
desenvuelven. En la mayoría de los casos, la manera en que los siste-
mas se desenvuelven muestra una definida clase de pauta; por ejem-
plo, crecimiento y expansión en algunas dimensiones y disminución
y contracción en otras. En la bifurcación esta pauta vira en una nueva
dirección. Es en este sentido que el significado que los diccionarios
registran para la palabra bifurcación tiene su raison d´être. La tra-
yectoria evolutiva del sistema se divide en dos ramales, se bifurca.
(Laszlo, 1989; p. 43)

Por otro lado, las ideas que ha expuesto Prigogine cada día tienen
más eco. Y para demostrarlo él mismo toma un texto de Lighthill
como ejemplo: The Recently Recognized Failure of Predictability in
Newtonian Dynamics.
173
Este texto testimonia perfectamente la reciente revolución de las
ideas en mecánica clásica: “Tengo que hablar a favor de la amplia
confraternidad entre los profesionales de la mecánica. Querríamos
pedir excusas colectivamente por haber engañado al público difun-
diendo ideas sobre el determinismo de los sistemas basados en las
leyes de Newton sobre el movimiento que, desde 1960, se han de-
mostrado inexactas”. (Citado en Prigogine, 2012; p. 59)

En la concepción clásica de la ciencia el determinismo era funda-


mental, y la probabilidad era una sólo una aproximación a la des-
cripción determinista, debido fundamentalmente a la información
imperfecta de los científicos de entonces.

Para Prigogine (2012; p. 62) “hoy la situación es la inversa: las es-


tructuras de la naturaleza nos constriñen a introducir la probabilidad
independientemente de la información que poseamos. La descrip-
ción determinista no se aplica de hecho más que a situaciones senci-
llas, idealizadas, que no son representativas de la realidad física que
nos rodea.”

Prigogine (2009; p. 49) propone que “los modelos que adoptamos


para el estudio del nuevo mundo natural deben necesariamente pre-
sentar un carácter pluralista que refleje la variedad de fenómenos que
observamos.”

Desde la fundación de la física por Galileo, Descartes y Newton, ha


predominado en las ciencias naturales la idea de lo simple y deter-
minado, la búsqueda de un universo básico, elemental y estable ante
nuestros ojos.

Las ideas científicas contemporáneas han venido evolucionando,


sin embargo se evidencia un progresivo deterioro de las posiciones
epistemológicas.
174
Es por ello que, actualmente, “hay que rendirse a la evidencia de
que a cualquier nivel que nos sea accesible, desde las partículas ele-
mentales hasta la cosmología, la naturaleza ya no se aviene a este
paradigma clásico.” (Weinberg, 1994)

Esta afligida realidad ha sido develada por diversos eminentes científicos


de este siglo15. Sin embargo, hasta hoy, a pesar de ser conscientes de la
urgencia, son insuficientes las propuestas de alternativas epistemológicas
para las ciencias humanas y sociales y, por otro lado, las existentes no ago-
tan, en su debate inmanente, este tema.

Los problemas cruciales de nuestra época implican el reconoci-


miento de la complejidad, del caos, de las fluctuaciones, el desorden
y la oscilación, lo cual nos permitirá encontrar instrumentos para
describirla, caracterizarla y comprenderla y efectuar una lectura con-
figuracional dentro de este nuevo contexto de las relaciones siempre
cambiantes del ser humano con el mundo que le rodea.

Prigogine (2009; p. 107) lo patentiza con su sapiencia y brillantez


científica: “Si hay que abandonar una ilusión, es precisamente la de
una verdad general, universalmente aplicable; si hay que extraer una
conclusión de la extrema especificidad de las descripciones lejanas al
equilibrio, es precisamente la legitimidad de la multiplicidad de los
puntos de vista complementarios.”

La temporalidad es un factor importante para comprender los sis-


temas vivos, psíquicos y sociales. La historia constituye un ineludible
mecanismo para el estudio de la actividad humana, ya sea a nivel del
sujeto individual o a nivel de la sociedad en general. Sus procesos
sólo pueden entenderse en términos de evoluciones temporales.

Es una realidad innegable que, en este siglo XXI, la ciencia experi-


15 Edgar Morín, Ilya Prigogine, Humberto Maturana, Niklas Luhmann, Frijof Capra, Miguel
Martínez Miguélez, Marco Fidel Barrera Morales.
175
menta un cambio radical de perspectiva. Los fundadores de la ciencia
clásica quisieron eternizar la universalidad de la ciencia y el carácter
eterno e indestructible de las leyes de la naturaleza.
Como decía concisamente Isaiah Berlin: “buscaron esquemas glo-
bales, marcos unificadores universales en los que todo lo existente
apareciera interrelacionado sistemáticamente, es decir, lógica o ca-
sualmente, en los que cupiera las vastas estructuras sin dejar fisura
alguna por la que se introdujera lo espontáneo, los episodios ines-
perados; marcos en los que cualquier cosa que ocurriera fuera ab-
solutamente explicable, al menos al principio, en términos de leyes
generales inmutables”. (Citado en Prigogine, 2009; p. 182)
Sin embargo, a pesar de que formularon modelos generales para
perpetuar la racionalidad más absoluta, hoy, tres siglos después de
Newton, percibimos que no se lograron dichos objetivos. El interés
hoy se orienta cada vez más hacia dinámicas no lineales, estructuras
disipativas, fluctuaciones, relaciones tríadicas, sistemas complejos y
su evolución temporal.

La opción sistémica general es reconocida por Martínez (2012; p.


143) como una opción epistémica más clara, en el sentido de que to-
das las ciencias humanas pretenden describir “totalidades organiza-
das” que, como estructuras sistémicas, contiene y llevan en sí mismas
el principio de su inteligibilidad.

El sistema entero, por consiguiente, es totalmente, intensamente


conservador, cerrado sobre sí mismo, y absolutamente incapaz de
recibir cualquier instrucción del mundo exterior. Como se ve, este
sistema, por sus propiedades, por su funcionamiento de relojería mi-
croscópica que establece entre ADN y proteína, así como entre orga-
nismo y medio, relaciones de sentido único, desafía toda descripción
«dialéctica». Es fundamentalmente cartesiano y no hegeliano: la cé-
lula es una máquina. (Monod, 2007; p. 121)
176
Ya Hegel (1966, p. 16 y 19) había escrito: “lo verdadero es el todo”,
ya que cada entidad es un subsistema del todo, y “lo verdadero sólo
es real como sistema”.
La ciencia se irá centrando cada vez más en el descubrimiento de
estructuras ordenadas en los sistemas dinámicos y tratará de encon-
trar y formular las propiedades invariables de estos complejos siste-
mas. (Martínez, 2009b; p. 41)

En efecto, en los albores del tercer milenio observamos tendencias


científicas muy bien marcadas encaminadas a la configuración de
invariantes procesales de los eventos y a considerar al ser humano,
investigador-observador, como el centro de todo proceso de inves-
tigación.

De esta manera se refrenda la posición de Protágoras cuando, en


el siglo V A.C., decía que el hombre es la medida de todas las cosas.
Como se aprecia, desde los inicios del siglo XX comienza la revo-
lución científica, fundamentalmente en física; lo cual implicó que los
requerimientos y concepciones epistemológicas no fueron sosteni-
bles ni siquiera en la física, de lo cual Martínez (2011; p. 15-16) nos
da varios ejemplos:

• Einstein relativiza los conceptos de espacio y de


tiempo (no son absolutos, sino que dependen del
observador) e invierte gran parte de la física de
Newton.

• Heisenberg introduce el principio de


indeterminación o de incertidumbre (el observador
afecta y cambia la realidad que estudia) y acaba con
el principio de casualidad.
177
• Pauli16 formula el principio de exclusión (hay
leyes-sistema que no son derivables de las leyes de
sus componentes), que nos ayuda a comprender
la aparición de fenómenos cualitativamente
nuevos y nos da conceptos explicativos
distintos, característicos de niveles superiores de
organización.

• Niels Bohr establece el principio de


complementariedad: puede haber dos explicaciones
opuestas para los fenómenos físicos y, por
extensión, quizá, para todo fenómeno;

• Max Planck, Schrödinger y otros descubren, con


la mecánica cuántica, un conjunto de relaciones
que gobiernan el mundo subatómico, similar al
que Newton descubrió para los grandes cuerpos,
y afirman que la nueva física debe estudiar la
naturaleza de un numeroso grupo de entes que
son inobservables, ya que la realidad física ha
tomado cualidades que están bastante alejadas de
la experiencia sensorial directa.

Según Martínez (2011; p. 17), todos estos resultados científicos


cambian tanto la situación de la ciencia que hasta los mismos físicos
señalan que “en las ciencias naturales son cada vez más las hipótesis
que no son susceptibles de contrastación experimental o empírica y,
por tanto, el ideal de una ciencia completamente independiente del
hombre, es decir, plenamente objetiva, es una ilusión.”

Por otro lado, Capra (2012, p. 55; 81) afirma que a nivel subatómi-
co, las correlaciones y las interacciones de las partes de la unidad son
más importantes que las partes mismas. Hay movimiento pero no
hay, en el fondo, objetos que se mueven; hay actividad, pero no hay
16 Wolfgang Ernst Pauli (1900-1958), físico austríaco, nacionalizado suizo y luego estadou-
nidense. Premio Nobel de física en el año 1945, por el descubrimiento del principio de exclusión,
también llamado el principio de Pauli.
178
actores; no existen danzantes, sólo existe la danza.

El primer libro de Fritjof Capra, El tao de la física (1975), puso en


evidencia algo que diversos científicos e intelectuales venían comen-
tando desde hace algunas décadas en forma privada: El vertiginoso
paralelo entre las teorías científicas en boga y las tradiciones espiri-
tuales de oriente.

En efecto, años más tarde el propio Capra develaría el gran aporte


que había significado para él contar con los comentarios de Werner
Heisenberg, el connotado físico que había hecho enmudecer a to-
dos aquellos que defendían el carácter predictible de la naturaleza,
encajonada entre ecuaciones y axiomas infalibles, con su paradójica
formulación del principio de la indeterminación.

En distintos escritos se subrayaba cada vez con más énfasis algo


que Stanislav Grof, uno de los padres de la psicología transpersonal,
disciplina que surgió precisamente del crisol de estos paradigmas,
expresó en los siguientes términos:

“Por lo general no se menciona en la mayoría de los libros de tex-


to que muchos de los fundadores de la física moderna, tales como
Einstein, Bohm, Heisenberg, Schroedinger, Bohr y Oppenheimer, no
sólo hallaron su trabajo plenamente compatible con la visión mística
del mundo, sino que en cierto modo entraron en el campo místico a
través de la investigación científica” (Grof; p. 31) 

En efecto, al revisar la obra de estos científicos es imposible no


coincidir en que esas visiones de la naturaleza, centradas en el papel
significativo del observador en el campo de la percepción de los fenó-
menos naturales, se emparentaban en forma congruente con miradas
que habían sido legadas por las ancestrales tradiciones espirituales.

Es en el reconocimiento de estas tradiciones desde donde podemos


179
fundamentar la visión de Pitágoras, Platón y la nueva ciencia. De allí
que Stanislav Grof, quien conoció y compartió visiones con Gregory
Bateson (1904-1980) a partir de su residencia en el Instituto Esalen,
afirmara que la ciencia moderna es netamente neoplatónica y neopi-
tagórica.

Todos los físicos contemporáneos han aceptado el tema central


contenido en este discurso: el hecho de que la física moderna ha tras-
cendido la visión mecanicista cartesiana del mundo y que ello nos
está llevando un concepto holístico e intrínsecamente dinámico del
universo. Y esta visión del mundo de la física moderna no solo está
teniendo un fuerte impacto en las demás ciencias, sino que también
tiene la posibilidad de ser paradigmáticamente modeladora y episte-
mológicamente unificadora. (Martínez, 2012; p. 181)
De esta manera, la visión del mundo que emerge de la física mo-
derna se caracteriza por ser compleja, dialéctica, orgánica, holística,
ecológica y sistémica, en el sentido de la teoría general de sistemas,
tal como la concibe su fundador, el brillante pensador austrocana-
diense Ludwig Von Bertalanffy (1976; 1978; 2007).

Hay que destacar que desde el año 1940, en torno al Instituto Tec-
nológico de Massachussets (MIT) y al Instituto para Estudios Avan-
zados de Princeton fue desarrollándose la llamada “epistemología ex-
perimental” que representó un esfuerzo por parte de una generación
de brillantes científicos (Warren McCulloch, John Von Neumann,
Alan Turing y Norbert Wiener) de abordar los procesos mentales
desde una perspectiva distinta a como lo venían haciendo psicólogos
y filósofos, es decir, tenían el propósito de explicarlos por medio de
formulaciones precisas y razonamientos matemáticos, así pensaban
crear la ciencia de la mente, término que finalmente Wiener (1948),
uno de los prodigios de esa generación quien ya a los once años había
comenzado una vertiginosa carrera por diversas universidades nor-
teamericanas, bautizó con el nombre de Cibernética.
180
La palabra cibernética está tomada del griego y quiere decir: piloto,
timón. Uno de los conceptos que Wiener desarrolla es el de feed-
back, es decir, retroacción o retroalimentación, para hacer referen-
cia a aquel principio según el cual las informaciones sobre lo que
está sucediendo alimentan continuamente al sistema, permitiéndole
adaptarse a los nuevos acontecimientos.

Es cierto que este grupo de investigación tenía distintas posiciones


filosóficas respecto de cómo abarcar este desafío, sin embargo el ca-
rácter experimental de sus investigaciones así como los logros que
comenzaron a representar, especialmente en el campo de las nuevas
tecnologías, determinaron que el grupo proyectara sus ideas hacia
diversas latitudes con la consiguiente aceptación de muchos otros
técnicos y pensadores que recogieron extasiados sus formulaciones y
descubrimientos.
El papel que comenzó a jugar la lógica como base de la cibernética
determinó que esta disciplina, así como los trabajos en que se vieron
involucrados Russell y Withehead, cobrara una insospechada impor-
tancia.

Asimismo, Bertalanffy vería impulsada su teoría general de siste-


mas como una de las herramientas fundamentales de esta nueva dis-
ciplina.
De este modo, las llamadas Conferencias de Macy, en Nueva York,
patrocinadas por la Josiah Macy Jr. Fundation, no sólo fueron dán-
dole cuerpo a este torbellino de ideas, sino que además posibilitaron
que otros investigadores, provenientes de diversas áreas de la ciencia,
comenzaran a desarrollar sus propias proposiciones teóricas. Entre
ellos se encontraba uno de los pensadores clave de este proyecto: el
antropólogo Gregory Bateson.

Bateson (1980; p. 200) definió la cibernética como: “Rama de las


181
matemáticas que se ocupa de los problemas del control, la recursivi-
dad y la información”.

En efecto, uno de los intelectuales que llevó sus indagaciones por


el camino de la ciencia de la mente y del orden fue sin duda este
ecologista de la mente, quien, influido por un conjunto de teorías
que comenzaban a gestarse en el terreno científico, desarrolló una
visión propia excesivamente abstracta pero muy creativa y original,
partiendo desde el punto de vista sistémico en el que la vida y la men-
te constituyen un conjunto de procesos que representan la dinámica
de la auto-organización.
Por lo tanto, Bateson sostenía que la mente es un fenómeno que
caracteriza a los organismos, sociedades y ecosistemas vivos, ante-
rior incluso al desarrollo del cerebro y del sistema nervioso superior,
los que finalmente hacen posible, en tanto estructuras biológicas, la
realización de esta dinámica fundamental de los sistemas auto-orga-
nizados.

Bateson llegó a estas conclusiones preguntándose acerca de cuál es


la pauta que conecta los distintos sistemas vivos auto-organizados,
los que bien pueden incluir seres vivos, comunidades, familias, bos-
ques, etc.

Con esta pauta, que en el fondo constituye una meta-pauta, se ha-


cen analogías con los conceptos de patrón, mente, forma, cualidad
y configuración, diferenciándola de las nociones físicas de materia,
energía y cantidad, teniendo presente no obstante, que las primeras
pueden “corporizarse” en las segundas, lo que resuelve la clásica di-
cotomía cartesiana entre materia “res extensa” y mente “res cogitans”.
De esta manera queda resuelto el problema de la relación entre la
mente y el cerebro o entre la psique y el cuerpo.
Sin embargo, para hacer honor a quien honor merece hay que decir
182
que esta visión global de los sistemas auto-organizativos tiene sus
antecedentes en los fundadores de la teoría de la Gestalt, Max Wer-
theimer y sus colaboradores Kurt Koffka y Wolfgang Köhler, a los
que siguió la investigación de Kurt Goldstein.
Para ellos, los organismos vivos no perciben el medio como ele-
mentos aislados, sino como Gestalten, es decir, como totalidades o
configuraciones.
Wertheimer (1998; p 131), en su obra Pensamiento Productivo se-
ñala:
“Hay contextos en los cuales ocurre que el todo no puede deducirse
de las características de las partes, por separado, sino más bien a la
inversa. Lo que ocurre en una parte del todo está, en muchos casos,
determinado por la estructura interna del conjunto.” 

De la misma manera, Bateson elaboró una teoría de la comunica-


ción en la cual plantea que en los sistemas culturales el traspaso de
la información está regido por un principio de causalidad circular,
en el que se genera una retroacción entre el efecto y la causa, lo que
retoma el postulado cibernético de feedback, y cuestiona el funda-
mento lineal de la “teoría matemática de la comunicación” de Claude
Shannon, retomada posteriormente por Roman Jakobson.
Este principio sistémico circular es la clave en las posteriores con-
cepciones de los pensadores sistémicos, gestados esencialmente a
partir de la Escuela de Palo Alto, en la costa oeste de EE. UU.: Paul
Watzlawick, John Weakland, Richard Fish, Virginia Satir; y, paralela-
mente, la Escuela de Milán: Mara Selvini, Giuliana Prata, Luigi Bos-
colo y Gianfranco Cecchin, en Italia.

A estos desarrollos teóricos que revolucionaron no sólo el campo


de la comunicación, sino todo una concepción acerca del rol que
ocupa el observador en los procesos que distingue y que por lo tanto
183
configuran las diversas visiones sociales, les siguieron los modelos de
la llamada cibernética de segundo orden o cibernética del sistema de
observación, principalmente de los trabajos de Heinz Von Foerster
y Luigi Boscolo, quien se autodefine como construccionista, entre
otros importantes científicos, y se ha elaborado asimismo el paradig-
ma constructivista radical, concepto acuñado por Ernest Von Gla-
sersfeld.

A ellos se ha sumado el aporte de los neurofisiólogos Humberto


Maturana y Francisco Varela quienes son los gestores, producto de
su trabajo conjunto acerca de los llamados sistemas autopoiéticos, de
la llamada Escuela de Santiago.

En una ponencia que denominó “Las múltiples figuras de la circu-


laridad”, Varela (1998; p. 129) hace algunos comentarios que se ajus-
tan coherentemente con su camino de meditación budista tibetano:
“La circularidad de los sistemas vivos y sociales es efectivamente el
hilo de Ariadna que permite comprender su capacidad para la auto-
nomía [...] me parece que la noción de circularidad (autorreferencia,
reflexividad) es importante para muchos de nosotros no solamente
en terapia familiar sino también en la ciencia.” 

Como muy bien afirma Prigogine (2009; p. 69-70) “a pesar de lo


que digan inconscientemente ciertos biólogos, nuestra ciencia, a la
que ellos creen invocar, no es ya la de Laplace, ni la de Kant. Y, por
consiguiente, la creatividad que fuera exponente de la cuestión críti-
ca (el hombre no haya su lugar en el mundo que describe, la creativi-
dad que fuera la encarnación de la protesta contra las pretensiones de
una ciencia que sólo sabe explicar por reducción a la insignificancia)
encontrará -creemos que lo encuentra ya- un puesto nuevo, central,
en el pensamiento científico.”
Ahora bien, “el grupo es incapaz de innovar, sólo el individuo es
184
capaz de adoptar un comportamiento nuevo, una necesidad nueva,
una creencia nueva. No se trata de una convicción espiritualista, sino
de una distinción que determina la diferencia entre los niveles de
descripción. Los mecanismos de imitación propagan o frenan la in-
ventiva individual, ahogándola o permitiéndola transformar la vida
social con arreglo a las interferencias -oposición o adaptación- entre
las diversas corrientes imitativas.” (Prigogine, 2009; p. 113)

Sobre este asunto, Prigogine (2009; p. 102) cita un párrafo de un


trabajo de René Thom17:
“Al principio, con notable ingenuidad, muchos teóricos de las cien-
cias humanas pensaban poder introducir en ellas los métodos pre-
cisos y cuantitativos de las ciencias exactas. Está claro que hay que
abandonar esta esperanza, y, por el contrario, podría suceder que se
infiltraran en las ciencias exactas -en un futuro no muy lejano- los
métodos de sutil análisis, cualitativos y un tanto difusos, de las cien-
cias humanas. No obstante, las ciencias humanas adolecen de gran-
des lagunas: muchas de ellas son incapaces de precisar su objeto.”
Todo esto ilustra la complejidad de la historia de la ciencia. Por un
lado, como dice Prigogine (2009; p. 175), “vamos hacia una perspec-
tiva pluralista. Por otro, existe una tendencia a encontrar una nueva
unidad en aspectos aparentemente contradictorios de nuestra expe-
riencia.”

“Resulta evidente que este nuevo enfoque aúna ciencias y humani-


dades. Tradicionalmente, las ciencias se ocupaban de universales, y
las humanidades de acontecimientos. Actualmente, es la interpreta-
ción humanista de la naturaleza en términos de acontecimientos lo
que se difunde en la propia ciencia. Por lo tanto, no es sorprendente
que algunos conceptos que recientemente hayan sido puestos de re-
lieve encuentren explicación simultáneamente en las ciencias y en
17 René Thom (1923-2002), matemático francés célebre por sus trabajos en topología y fun-
dador de la “teoría de las catástrofes”. Medalla Fields en 1958.
185
las humanidades. Mencionaré el caso del concepto “no linealidad”.
Es fundamental en el proceso de las estructuras disipativas, pero está
claro que también lo es para entender cualquier forma de sociedad.”
(Prigogine, 2009; p. 176)
Y afirma más adelante: “No hay sistema estable para todas las fluc-
tuaciones estructurales, no existe fin para la historia.” (Prigogine,
2009; 177)
El problema consiste en encontrar un punto de diálogo armónico y
coherente entre ambas culturas científicas, un terreno firme en el que
las ciencias naturales y exactas, puedan encontrarse con las ciencias
socio-humanas, para convivir de manera útil y pertinente, desarro-
llando procesos beneficiosos para la consolidación de ambas.

Para evitar malentendidos, Prigogine (2009; p. 219) hace hincapié


en que él no trata de reducir la evolución socio-cultural a las leyes
de la física, sino que por contrario, “el análisis de los ejemplos más
simples de autoorganización demuestra una sorprendente riqueza
de aspectos, aunque, desde luego, queda excluida cualquier simple
extrapolación automática a situaciones en que intervengan la socio-
logía humana. No obstante, es importante señalar que la vida, con
sus correspondientes aspectos biológicos y socio-culturales, ya no
parece ser una excepción a las leyes de la naturaleza, y no logra su
propósito gracias a la intervención exclusiva de un ejército de demo-
nios de Maxwell en lucha con las leyes de la naturaleza. Estos aspec-
tos de la vida parecen estar más bien de acuerdo con tales leyes, si se
tienen debidamente en cuenta las importantes características de la
inestabilidad y de la no linealidad.”
Según Martínez (2009a; p. 15) hoy en día hay una situación que
no es algo superficial, ni coyuntural, un problema profundo y serio,
cuya raíz llega hasta las estructuras lógicas de nuestra mente, hasta
los procesos que sigue nuestra razón en el modo de conceptualizar y
dar sentido a las realidades; por ello, este problema desafía nuestro
186
modo de entender, reta nuestra lógica, reclama un alerta, pide mayor
sensibilidad intelectual, exige una actitud crítica constante, y todo
ello bajo la amenaza de dejar sin rumbo y sin sentido nuestros cono-
cimientos considerados como los más seguros por ser “científicos”.
La epistemología actual ha ido logrando una serie de metas que
pueden formar ya un conjunto de postulados irrenunciables, como
los siguientes (Martínez, 2009a; p. 15):

• Toda observación es relativa al punto de vista del


observador (Einstein);

• Toda observación se hace desde una teoría (Hason);

• Toda observación afecta al fenómeno observado


(Heisenberg);

• No existen hechos, solo interpretaciones


(Nietzsche);

• Estamos condenados al significado (Merleau-


Ponty);

• Ningún lenguaje consistente puede contener los


medios necesarios para definir su propia semántica
(Tarsky);

• Ninguna ciencia está capacitada para demostrar


científicamente su propia base (Descartes);

• Ningún sistema matemático puede probar los


axiomas en que se basa (Godel);

• La pregunta ¿Qué es la ciencia? No tiene una


respuesta científica (Morín).
187
Estas idea matrices conforman una plataforma y una base lógica
conceptual para asentar todo proceso racional con pretensión “cien-
tífica”, pero coliden con los parámetros de la racionalidad científica
clásica tradicional.....Esto nos remite al concepto de ciencia. Aris-
tóteles, y la tradición clásica, siempre identificaron la ciencia como
su demostración: la ciencia valía tanto cuanto era capaz de probar.
Einstein, en cambio, dice que la ciencia consiste en crear teorías, y
Kant había expresado que la ciencia es un sistema o totalidad de co-
nocimientos ordenados según principios. Un análisis del proceso de
demostración, del de sistematización de los conocimientos y del pro-
ceso de la creación de una teoría, nos hará ver que estos tres procesos
no son antagónicos, sino más bien complementarios; es decir, que
Aristóteles, Einstein y Kant ponen el énfasis en tres momentos de un
mismo proceso más amplio (Martínez, 2009a; p. 16)
El proceso de la imaginación de una teoría que enlaza y da sentido a
un grupo de datos (Einstein), el proceso de su sistematización (Kant)
y el proceso por medio el cual se trata de demostrar, a uno mismo
o a otra persona, que esa imaginación es lógica y razonable (Aris-
tóteles). Es conveniente añadir que estos procesos pueden darse en
cualquier disciplina, ya sea, por ejemplo, física, biología, psicología,
historia, filosofía, teología, etc., cada una según su propia naturaleza;
por tanto, todas serían acreedoras de una cierta cientificidad, aunque
Martínez aclara que este término deba usarse en forma analógica.
La misión de la ciencia ya no es expulsar el desorden de sus teorías,
sino tratarlo. Su misión ya no es disolver la idea de organización, sino
concebirla e introducirla para federar unas disciplinas parcelarias.
He aquí porque un nuevo paradigma, quizás, está a punto de nacer…
(Morín, 2010a; p. 158)

Un paradigma científico puede definirse como un principio de dis-


tinciones-oposiciones fundamentales entre alguna nociones matri-
ces que generan y controlan el pensamiento, es decir, la constitución
188
de teorías y la producción de los discursos de los miembros de una
comunidad científica determinada (Morín, 1982).

De esta manera, el paradigma se convierte en un basamento regen-


te del conocimiento y de la existencia humana, y es por ello que es di-
fícil la adecuada comunicación y entendimiento entre dos personas
que estén ubicadas en paradigmas diferentes.

Según Martínez (2012; p. 228), un conocimiento de algo, sin refe-


rencia y ubicación en un estatuto epistemológico que le dé sentido y
proyección, queda huérfano y resulta ininteligible, es decir, ni siquie-
ra sería conocimiento.

Ahora bien, dice Martínez (2009a; p. 23) que toda estructura cog-
noscitiva generalizada, o modo de conocer, en el ámbito de una de-
terminada comunidad o sociedad, se origina o es producida por una
matriz epistémica.

La matriz epistémica según Martínez (2009a; p. 24) sería algo así


como el trasfondo existencial y vivencial, el mudo-de-vida y, a su vez,
la fuente que origina y rige el mundo general de conocer, propio de un
determinado periodo histórico-cultural y ubicado también dentro de
una geografía específica, y, en su esencia, consistiría en el modo pro-
pio y peculiar, que tiene un grupo humano, de asignar significados a
las cosas y a los eventos, es decir, en su capacidad específica del homo
sapiens que, en la dialéctica y proceso histórico-social de cada grupo
étnico, civilización o cultura, ha ido generando o estructurando su
matriz epistémica.

La matriz epistémica, por consiguiente, sería un sistema de condi-


ciones del pensar, prelógico o preconceptual, generalmente incons-
ciente, que constituiría “la misma vida” y “el modo de ser”, y que da-
ría origen a una cosmovisión, a una mentalidad e ideología, a una
189
idiosincrasia y talante específicos, a un espíritu del tiempo, a un pa-
radigma científico, a cierto grupo de teorías y, en último término,
también a un método y a unas técnicas o estrategias adecuadas para
investigar la naturaleza de una realidad natural o social. (Martínez,
2009a; p. 24)

En conclusión, la verdad del discurso no está en el método sino en


la episteme que lo define. (Martínez, 2012; p. 228)
Por episteme Foucault (2011; p. 249) entiende, de hecho, el conjun-
to de las relaciones que pueden unir, en una época determinada, las
prácticas discursivas que dan lugar a unas figuras epistemológicas, a
unas ciencias, eventualmente a unos sistemas formalizados; el modo
según el cual en cada una de esas formaciones discursivas se sitúan
y se operan los pasos a la epistemologización, a la cientificidad, a la
formalización; la repartición de esos umbrales, que pueden entrar en
coincidencia, estar subordinados los unos a los otros, o estar desfa-
sados en el tiempo; las relaciones laterales que pueden existir entre
unas figuras epistemológicas o unas ciencias en la medida en que de-
penden en prácticas discursivas contiguas pero distintas. La episteme
no es una forma de conocimiento o un tipo de racionalidad que, atra-
vesando las ciencias más diversas, manifestara la unidad soberana de
un sujeto, de un espíritu o de una época; es el conjunto de las relacio-
nes que se pueden descubrir, para una época dada, entre las ciencias
cuando se las analiza en el nivel de las regularidades discursivas.

La descripción de la episteme presenta, pues, según Foucault (2011;


p. 249), varias características esenciales:
1. Abre un campo inagotable y no puede jamás ser
cerrada;

2. No tiene como fin reconstituir el sistema de


postulados al que obedecen todos los conocimientos
de una época, sino recorrer un campo indefinido
190
de relaciones.

3. No es una figura inmóvil que, aparecida un


día, estaría destinada a desvanecerse no menos
bruscamente.

4. Es un conjunto indefinidamente móvil de


escansiones, de desfases, de coincidencias que se
establecen y se deshacen.

Según Martínez (2009a; p. 26), la reflexión y crítica hermenéutica


sobre el modo de conocer pudiera terminar postulando una matriz
epistémica distinta, con un sistema de asignación de significados y
procesos operativos también diferentes. Muchas manifestaciones de
la posmodernidad y, sobre todo, del postpositivismo, así lo hacen en-
tender.

Además, la episteme, como conjunto de relaciones entre unas cien-


cias, unas figuras epistemológicas, unas positividades y unas prácti-
cas discursivas, permite aprehender el juego de las compulsiones y de
las limitaciones que, en un momento dado, se imponen al discurso:
pero esta limitación no es aquella, negativa, que opone al conoci-
miento la ignorancia, al razonamiento la imaginación, a la experien-
cia armada la fidelidad a las apariencias, y el ensueño a las inferencias
y a las deducciones; la episteme no es aquello que se puede saber en
una época, habida cuenta de las insuficiencias técnicas, de los hábitos
mentales, o de los limites puestos por la tradición; es lo que, en la
positividad de las practicas discusivas, hace posible la existencia de
las figuras epistemológicas y de las ciencias. (Foucault, 2011; p. 250)

En fin, se ve que el análisis de la episteme que realiza espectacu-


larmente Foucault (2011; p. 250), no es una manera de reasumir la
cuestión critica (“dada alguna cosa como ciencia, ¿Cuál es su derecho
o su legitimidad?”); es una interrogación que no acoge el dato de la
ciencia más que con el fin de preguntarse lo que para esa ciencia es el
191
hecho de ser dado. En el enigma del discurso científico, lo que pone
en juego no es su derecho a ser una ciencia, es el hecho de que existe.
Y el punto por el que se separa de todas las filosofías del conocimien-
to, es el de que no refiere ese hecho a la instancia de una donación
originaria que fundase, en un sujeto trascendental, el hecho y el de-
recho, sino a los procesos de una práctica histórica.

“Dado que todas las cosas son causadas y causantes, ayudadas y


ayudantes, mediatas e inmediatas, y todas se interrelacionan por un
lazo natural e insensible que une las más alejadas y las más distintas,
considero imposible conocer las partes sin conocer el todo, igual que
conocer el todo sin conocer las partes.” (Pascal)

Como se aprecia, Pascal nos exhortaba de algún modo a un cono-


cimiento dinámico, flexible y oscilántico, en movimiento, a un cono-
cimiento que avanza en espiral, que progresa moviéndose del todo a
las partes, de las partes al todo y del todo a las partes nuevamente, lo
cual constituye la interés común de todas las ciencias.

En este sentido Hegel nos da una lección acerca del proceso de configu-
ración de la ciencia:
“La ciencia expone, en su configuración, tanto este movimiento
formativo en su detalle y su necesidad, como aquello que ha pasado
ya a ser momento y propiedad del espíritu. El fin es la intelección que
el espíritu tiene de lo que es el saber. La impaciencia reclama lo impo-
sible, a saber: la consecución del fin sin los medios. De una parte, hay
que soportar la longitud de ese camino, pues todos los momentos son
necesarios; de otra, hay que detenerse en cada uno, pues cada uno de
ellos es a su vez una figura individual entera, y será considerado por
completo únicamente cuando se considerado por completo única-
mente cuando se considere su determinación como un todo o como
algo concreto, o bien, cuando se considere el todo en la peculiaridad
de esa determinación.” (Hegel, 1994; p. 42)
192
De ahí que propongo hacer una síntesis configurante, creadora, dialécti-
ca, holística, armónica y coherente, que integre estas teorías y hallazgos fí-
sicos, químicos, matemáticos, biogenéticos, neurocientíficos, psicológicos,
sociológicos, antropológicos y socio-humanos en general, en un contexto
natural-físico-biogenético-neuropsicológico-sociocultural, permitiendo la
comprensión por parte de cualquier ser humano de una manera nítida, con-
vincente e inteligible: la asunción de una concepción configurativa de la
ciencia para la comprensión de los procesos humanos y sociales, precisa-
mente desde una racionalidad configuracional.

2.3-Hacia una racionalidad configuracional


“Ciencia”, es una palabra que viene de scire (saber), y que está rela-
cionada con scindere (escindir, cortar). Ahora bien, el lenguaje ad-
mitido en ciencia no es otro que el matemático, el cual constituye una
herramienta bien afilada, que sirve para cortar en pedazos -es decir,
para analizar- las observaciones, y agruparlas luego de tal modo que
finalmente puedan ser compartidas, al poder ser repetidas. Paradóji-
camente, las matemáticas también permiten hacer predicciones, que
conducen a nuevas observaciones. (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 11)
No debemos ignorar que este concepto de ciencia ha cambiado, y
sentimos cada vez con más fuerza que debe cambiar.
Paralelamente, la reforma debe tener un carácter epistemológico e
integrar la ciencia de la ciencia en el seno de la propia ciencia, siem-
pre cruelmente dividida entre el empirismo que cree aprehender di-
rectamente los objetos y el idealismo pragmático que supone estar
manipulando siempre conceptos eficaces.

Ahora bien, a medida que el tiempo pasa, cada vez descubrimos


con mayor claridad que el problema de la ciencia es, aunque llevado a
un grado superior, el de todo conocimiento: la relación entre el sujeto
observador y el objeto observado. Ya sea en microfísica, en teoría de
193
la información, en historia o en etnografía, se hace evidente que el
objeto investigado ha sido construido por el observador, que siempre
pasa a través de una descripción cerebral y que ésta, aun no siendo ni
con mucho un puro fantasma, conlleva un carácter de ambigüedad
que sólo pueden ser elucidado por medio de una descripción de la
descripción (von Foerster, en prensa) y una inscripción del descrip-
tor. Se trata pues, de establecer el metasistema del sistema científico,
en cuyo marco la nueva metafísica permitirá comprender mejor el
formidable abismo que se abre entre ciencia y valores (ética), entre
ciencia y finalidad (antropolítica), pero sin que, por descontado, con-
siga superarlo. (Morín, 2008; p. 245)

Según Pribram, la ciencia del siglo XX se ha mostrado extraordi-


nariamente capacitada para scire. Sin embargo, desde el punto de
vista cognitivo, las formulaciones matemáticas resultan incompletas.
Los, por así decir, aspectos narrativos de la ciencia, los conceptos y
los significados hacia los cuales apuntan los cómputos matemáticos,
han sido menospreciados, incluso -con frecuencia- deliberadamente,
como en el conocido caso de la llamada interpretación de Copenha-
gue de la física cuántica. (En: Laszlo, 1997; p. 12)
Este menosprecio ha creado un malestar considerable en algunos
eminentes científicos.
Habitualmente se invocan los campos para explicar las (inter) ac-
ciones a distancia... Newton concibió y teorizó tales acciones e in-
teracciones en términos de fuerza, y ya nos hemos acostumbrado
tanto a semejante innovación newtoniana que llegamos a considerar
la fuerza de gravedad como si fuese una “cosa”, mientras que, por
supuesto, lo único que de verdad tenemos son observaciones de ac-
ciones a distancia. (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 13)

Como bien señala Laszlo, esto quiere decir que simplemente dedu-
cimos que existe la gravedad a partir de tales observaciones; de modo
194
que la gravedad no es, por supuesto, ninguna cosa que se pueda ob-
servar directamente, sino algo “cuya existencia se deduce” (Pribram,
En: Laszlo, 1997; p. 13)
De modo que el quinto campo no es algo que pueda deducirse de
una serie de observaciones. Es, más bien, una función transformada
de otros campos cuya existencia sí que se deduce a partir de observa-
ciones. Este aspecto que presenta, de realidad de segundo orden, es lo
que hace al quinto campo tan difícil de captar. De hecho, en tanto que
la tecnología no nos había proporcionado todavía el conocidísimo
y muy ingenioso invento que materializa las fórmulas matemáticas
de la realidad holográfica, tan sólo los matemáticos eran capaces de
imaginar semejante tipo de organización. Leibniz fue quien prime-
ro describió una entidad [de tipo holográfico] que llamó “mónada”,
¡pero por cierto que hasta Gabor, hace pocos años, no ha nacido la
holografía! (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 14)

Laszlo (1997; p. 19) ha indagado los principios básicos que podrían


permitir entender la dinámica fundamental de la naturaleza, por el
lado de la metafísica de procesos de Whitehead, de la cibernética de
Wiener, y de la teoría general de sistemas de von Bertalanffy, sin olvi-
dar tampoco la teoría de sistemas disipativos de Prigogine ni el orden
implicado de David Bohm.

Sin embargo, según este autor, él no puede decir que se haya sen-
tido satisfecho; y esto porque aunque es cierto que cada teoría estu-
diada contribuía con alguna cosa o algún punto de vista fundamental
que se echaba en falta en las precedentes, ninguna de ellas planteaba
ningún concepto básico realmente capaz de fundamentar, sin dejar
lugar a dudas y desconfianzas razonables, una dinámica unificada de
los procesos.

Pero cuando Laszlo se encontraba justo en este punto, su búsqueda


dio un giro inesperado.
195
En física se da el caso de que las propiedades de los elementos cons-
titutivos simples se analizan hoy en términos de “sistemas de interre-
laciones”, en lugar de intentar reconstruir dichos sistemas partiendo
de las propiedades de sus componentes.

Entre las teorías que siguen este método se pueden citar la teoría de
la matriz S de Heisenberg y la teoría bootstrap de Chew.
Por otra parte, según Laszlo (1997; p. 49), en las teorías del campo
cuántico, los sistemas decisivos se conciben en términos de interac-
ciones entre campos, las cuales se considera que constituyen, de he-
cho, las partículas mismas, en lugar de darse por sentado que son las
partículas las que crean los campos.

A primera vista, la diferencia entre derivar las propiedades de las


partes de las propiedades del todo, o alternativamente reconstruir las
propiedades del todo a partir de las propiedades de las partes, puede
parecer excesiva. Pero si bien nos fijamos, nos daremos cuenta ense-
guida de que se trata de una distinción capital.

Según Laszlo (1997; p. 49), un campo continuo no es reductible a


las partículas que puedan encontrarse “salpicadas” por todo su ám-
bito, igual que un sistema dinámico que sigue una trayectoria “evo-
lucionaría” no es reductible tampoco a las ecuaciones diferenciales
que definen las relaciones entre los parámetros individuales de que
consta.

Desde luego, considerar que el todo, de algún modo, constituye a


cada una de las partes, no es una alternativa nada banal frente a la
concepción corriente de que, por el contrario, son las partes las que
constituyen el todo.

El enfoque teórico que propone ir del todo a la parte no es nece-


196
sariamente especulativo. Hace ya más de un siglo, los matemáticos
William Hamilton y Karl Gustav Jacobi demostraron que es posible,
sin merma alguna de rigor, tratar eventos locales en función de un
campo total. Cada movimiento particular puede ser considerado en
función de un movimiento de orden superior, más que como resulta-
do de la acción de fuerzas mecánicas separadas. (Laszlo, 1997; p. 49)

Por otro lado, los enfoques holísticos y sistémicos van conquistan-


do un campo del conocimiento tras otro, y aunque queda todavía un
largo camino por recorrer, no es menos cierto que las tendencias que
actualmente se detectan auguran que una nueva revolución científica
está en puertas.

Errol Harris (1988), filósofo de la ciencia, ha resumido sus princi-


pales líneas de ofensiva de lo que podría lograr la nueva “cosmología
de la totalidad” que está emergiendo (Laszlo, 1997; p. 51-52):

• Proporcionar una descripción adecuada de


la totalidad del universo como algo simple,
indivisible y formado por partes relacionadas entre
sí, que se pueden distinguir pero nunca separar
completamente.

• Desvelar el principio universal que organiza los


sistemas. Dicho principio está presente de modo
inmanente en todas las partes del universo, cada
una de las cuales lo manifiesta y lo ejemplifica.

• Poner de manifiesto la escala jerárquica de


diferenciación que estratifica todas las partes
del universo, según una progresión de niveles
emergentes de complejidad creciente, en la que
cada parte expresa el principio organizador con
mayor plenitud y adecuación que las partes que la
preceden en la escala.
197
• Desplegar una red compleja de interdependencias
cuyos elementos estén, todos ellos, ajustados unos
con respecto a otros, en estructura y función.

Según Laszlo (1997; p. 66), una teoría que trate del modo como se
genera la complejidad en el mundo empírico no tiene ciertamente
que ir más allá del enfoque científico. Aunque es cierto que las leyes
que permiten entender la integración progresiva de las entidades ma-
teriales -de las partículas a los organismos- no son fáciles de estable-
cer, eso no significa que tales leyes no existan.

Es demasiado fácil relegar el problema al dominio de la metafísica,


o alternativamente descartarlo sin más, afirmando que las realidades
complejas surgen por pura casualidad a partir de sus elementos cons-
titutivos simples. Pretender que las moléculas, las células y los tejidos
que constituyen un complejo organismo vivo, son producto de una
serie de accidentes fortuitos, resulta tan infundado como atribuir la
complejidad del mundo de lo viviente a la acción de principios mís-
ticos o metafísicos. (Laszlo, 1997; p. 67)
No nos queda otro remedio que afrontar el reto que supone el con-
seguir finalmente elaborar una teoría dotada del suficiente funda-
mento empírico y de la necesaria armonía y coherencia interna como
para ser capaz de explicar y argumentar el movimiento ascendente
de la naturaleza humana hacia niveles elevados e impredecibles de
complejidad y orden configurativo.

Una teoría que explique, además, este extraordinario fenómeno


dando prueba de mejor sentido lógico que el que manifiestan, por un
lado los enfoques basados en el simple funcionamiento del azar y por
otro los metafísicos puramente especulativos. (Laszlo, 1997; p. 67)

La complejidad es una cualidad inmanente a todos los sistemas


vivos, psicológicos y sociales, es un dato objetivo del universo so-
198
cio-humano, no es una ilusión del ser humano, producto de su ima-
ginación científica, ni una invención proyectada por nuestra subje-
tividad.
El cerebro es objetivamente mucho más complejo que una neu-
rona, lo mismo que un ser vivo, cualquiera que sea, es mucho más
complejo que su cerebro. Por tanto, es incuestionable y razonable la
pertinencia y urgencia de exigirle creatividad a los científicos para
que, con rigor, ética y seriedad, desde sus investigaciones, den cuenta
del hecho palpable e indiscutible de la emergencia de la complejidad
en la naturaleza humana y social.

Como se aprecia, la complejidad es un juego de lo paradójico cuya


salida-llegada sólo puede ser una síntesis, que a su vez puede ser en-
tendida como el trayecto a nuevas situaciones paradójicas. Es necesa-
rio realizar una primera distinción: lo complejo no es lo complicado,
es lo sencillo; lo complicado no es lo complejo, es lo simple, de tal
modo que en un primer orden, lo complejo es el reverso de lo sen-
cillo y lo complicado es el reverso de lo simple. (Ballester y Colom,
2012; p. 274)
De nuevo en palabras de Morín (1993; p. 441) “la complejidad se
expresa en fin por la asociación de nociones antinómicas, y que por
ello parecen contradictorias. No obstante, la contradicción puede no
ser más que aparente: una paradoja se resuelve desde el momento
en que se sitúan las dos proposiciones antagonistas en un sistema
de referencias enrriquecidos donde aparezca su complementariedad
lógica”.

Igualmente como ha señalado Navarro (1997; p. 117): “la noción


de complejidad es ella misma compleja, y puede ser abordada desde
muchos ángulos diferentes”. En ese sentido Navarro propone “consi-
derar la complejidad como una propiedad exhibida por (al menos)
algunos objetos que admiten una pluralidad de descripciones com-
plementarias, distintas pero (en principio) no contradictorias”.
199
Más adelante el propio Navarro (1997; p. 121) mantiene que “la
pluralidad de clausuras organizacionales interpenetradas y transpe-
netradas que es características de ciertos objetos, es no solo la causa
–al propio tiempo que la manifestación- de la complejidad actual a
los mismos, sino también el recurso que proporciona a tales objetos
el potencial necesario para ulteriores incrementos de esa compleji-
dad”.

Por ejemplo, Bohm (1987) considera que, a lo largo de las últi-


mas cuatro décadas, las nociones teóricas básicas de la física se han
mantenido en un estado de confusión severa persistente. De ahí que
desde hace mucho tiempo un cambio profundo resulte necesario. La
reforma que Bohm propone es radical: según él, hay dos niveles de
realidad, uno que se revela en los fenómenos mismos, y otro que está
detrás (o más bien debajo) de ellos.

En último extremo, una descripción básica del universo tendría


que basarse en este nivel subyacente que Bohm llama “implicado” a
la vista de la etimología latina del término, que no es otra que “ple-
gado” o “enrollado”. La característica esencial del orden implicado
es que todo lo que sucede en el espacio y en el tiempo se encuentra
“plegado” (o “enrollado”) en él.

Un ejemplo podría ser un vórtice o remolino, que carece de exis-


tencia independiente del movimiento del fluido en el que se forma,
aun teniendo una forma relativamente constante, recurrente y esta-
ble. Por mucho que el remolino parezca un objeto independiente, lo
cierto es que su estructura proviene totalmente de la dinámica de la
corriente. (Laszlo, 1997; p. 70)

El mismo Heisenberg mantuvo una postura ambigua en cuanto a


dar una interpretación del aspecto de la realidad a que hace referen-
cia la teoría cuántica: unas veces insinúa una interpretación menta-
lista, y otras, una fisicista.
200
Por ejemplo, escribió que «finalmente, estamos siendo empujados
a creer que las leyes naturales que formulamos matemáticamente en
la teoría cuántica no se refieren a las partículas en sí, sino al conoci-
miento que tenemos de dichas partículas... De manera que se evapo-
ra cualquier concepción sobre la realidad objetiva de las partículas...
disolviéndose en la claridad transparente de unas matemáticas que ya
no representan el comportamiento de las partículas elementales sino
más bien nuestro propio conocimiento de dicho comportamiento».
(Heisenberg, 1958)
Y sin embargo, en otro momento mantenía que «si queremos des-
cribir en qué consiste lo que sucede en un acontecimiento que ocurre
en el nivel atómico, tendremos que partir de constatar que la palabra
“sucede” se aplica al mundo físico, no al acto psíquico de la observa-
ción; y diremos que el paso de “lo posible” a “lo realizado” se produce
tan pronto como entra en juego una interacción entre el objeto a ob-
servar y el aparato de medida (y el resto del universo, a través de él),
pero que no está ligado, al acto de registrar el resultado en la mente
del observador». (Citado en Laszlo, 1997; p. 73)
Stapp (1993), por su parte, elige la interpretación ontológica. Si le
seguimos en esta línea, podemos intentar definir de entrada -como él
lo hace- los límites dentro de los cuales se aplica la teoría. ¿La reali-
dad probabilística de la física cuántica está, pues, limitada al dominio
subatómico, en el que los objetos reales no sobrepasan la masa de
Planck, equivalente a 10-5 g, o bien se aplica igualmente a los fenóme-
nos macroscópicos? (Laszlo, 1997; p. 74)

Para Bateson (2010; p. 173), la mera racionalidad teleológica, sin la


ayuda de fenómenos tales como el arte, la religión, el sueño y otros
semejantes, es necesariamente patogénica y destructora de la vida; y
que su virulencia surge específicamente de la circunstancia de que la
vida depende de circuitos interconectados de contingencias, en tanto
que la conciencia sólo puede ver pequeños arcos de aquellos circuitos
que interesen a la actividad humana.
201
En una palabra, la conciencia, huérfana de ayuda, tiene siempre
que complicar al hombre en algún tipo de estupidez, del que fue cul-
pable la evolución cuando obligó a los dinosaurios a adoptar los va-
lores de sentido común de una carrera armamentista. La evolución
inevitablemente reconoció su error un millón de años después y los
borró de la faz de la tierra. (Bateson, 2010; p. 173)

La conciencia no tutelada tiende siempre necesariamente al odio;


no sólo porque es de buen sentido común exterminar a los otros ti-
pos, sino por la razón más profunda de que, al ver sólo arcos de cír-
culo, el individuo es continuamente sorprendido y se írrita necesa-
riamente cuando su política de cabeza dura se revierte para estragar
la vida del inventor. (Bateson, 2010; p. 174)

Tal es el mundo en que vivimos -un mundo de estructuras en cir-


cuito- y el amor sólo puede sobrevivir si la sabiduría (es decir, en un
sentido, el reconocimiento del hecho de la circuitidad) cobra una voz
eficaz. (Bateson, 2010; p. 174)

A pesar de lo explicado anteriormente, aún existen reminiscencias


del paradigma positivista en la aplicación de las técnicas cualitativas.
Un ejemplo de ello es la postura de Glauser y Strauss en su propuesta
de la teoría fundada en los datos.

En este sentido plantean que están “…..adoptando la posición de


que la adecuación de una teoría para la sociología no puede, hoy, ser
separada de los procesos de los cuales ellas es generada”, y sugieren
que “.....es propensa a ser una mejor teoría aquella que ha sido in-
ductivamente desarrollada desde la investigación social.” (Citado en
Quinn, 1990; p. 66)

Con esta postura, se eterniza la dependencia de la construcción


teórica respecto a los procesos inductivos a partir de las datos em-
202
píricos, como modalidad de teorizar, lo cual, desde el punto de vista
epistemológico, ubica a las técnicas cualitativas en la misma posición
en que están las cuantitativas desde el punto de vista metodológico.
Estas reminiscencias del paradigma positivista imperante en el uso
de los instrumentos de investigación, nos evidencian cuán difícil
resulta lograr una ruptura epistemológica y la potencia de las con-
cepciones aún vigentes en las que nos basamos para producir nue-
vo conocimiento, a pesar de que las técnicas tienen posibilidades de
conducirnos hacia nuevas formas de hacer ciencia.

Como se aprecia, el análisis del desarrollo epistemológico en la


ciencia es inseparable de las influencias filosóficas que están ubica-
das en etapas paradigmáticas diferentes, y cuyas formas diversas de
expresión transciende los límites temporales dentro de los que se de-
finen las referidas etapas paradigmáticas.

De esta manera, el desarrollo del paradigma positivista en la cien-


cia es compatible no sólo con las posiciones del empirismo y el prag-
matismo, sino también con muchas definiciones procedentes del ra-
cionalismo, sobre todo en lo relativo a la separación radical entre el
objeto y el sujeto del conocimiento, y en la representación del cono-
cimiento como una relación lineal y unilateral entre ambos; sólo que
el racionalismo enfatiza el protagonismo de la razón dentro de estas
relaciones, mientras que el empirismo enfatiza el objeto.
Al reconocer la realidad como determinante del conocimiento, de
hecho nos estamos planteando su presencia como parte inseparable
del propio proceso de conocer, el cual se desarrolla a través de una
relación dialéctica con aquella, donde el aumento de la complejidad
de una de las partes conduce necesariamente al aumento de la com-
plejidad en la otra, y produce así nuevas situaciones contradictorias
entre el conocimiento y la realidad.

A través de estas contradicciones, el proceso del conocimiento va


203
produciendo nuevas zonas de sentido sobre lo real, cuya constitución
define un conjunto de nuevos retos e interrogantes para el propio
conocimiento. (González, 1997; p. 5)
González (1997; p. 5) entiende por zonas de sentido aquellos espa-
cios de la realidad que se vuelven inteligibles ante el desarrollo de la
teoría; es decir, permanece oculto para el hombre antes del momento
teórico que permite su construcción en forma de conocimiento. Al
entrar en una zona de sentido, el conocimiento se integra con nuevas
formas de lo real, lo que aumenta su sensibilidad para avanzar cada
vez más en sus propios términos sobre esos espacios de lo real.

La realidad no aparece en el proceso de conocimiento de forma es-


tática sino como un proceso activo, dentro del cual la ciencia avanza
construyendo nuevas zonas de sentido que van dando cuenta de un
mundo diferente: aquel que resulta explícito en términos de conoci-
miento humano. (González, 1997; p. 5)

El positivismo no sólo soslaya la condición activa y protagónica del


sujeto de investigación y su objeto en las ciencias humanas sino que,
niega y soslaya también el carácter activo y dinámico de la propia
realidad, la cual se comprende de forma estática, fija y ordenada de
manera regular, no como procesos dinámicos y funcionales que se
integran y desintegran de manera permanente y dan lugar a nue-
vas formas de funcionamiento que representan la creación de nuevas
modalidades de realidad en el proceso del devenir socio-histórico y
cultural del ser humano.
En la representación positivista se excluye del conocimiento cientí-
fico todo lo dinámico, cambiante, contradictorio, funcional e irregu-
lar, así como todo lo que no sea susceptible de expresarse al nivel de
lo observable. De ahí la necesidad de una nueva racionalidad cien-
tífica.

Hasta ahora, la reflexión de los filósofos sobre la ciencia ha girado


204
en torno a la racionalidad. Esta racionalidad es ya un modelo este-
reotipado en la mente del filósofo que lo aplica por igual a todas las
disciplinas científicas. Según la tradición filosófica que arrastra desde
los griegos, la racionalidad es lo característico del pensar humano,
justamente lo que diferencia al hombre de los animales, pero este
concepto de racionalidad no se adapta a la actividad científica.

La racionalidad científica no es más que el discurso epistemológico


sobre el uso efectivo de medios y procesos apropiados para conseguir
metas deseadas.
La realidad, aun cuando no aparece de forma independiente de los
procesos subjetivos del ser humano, que la hacen inteligible en tér-
minos del conocimiento humano, y aun cuando su aparición pro-
gresiva dentro de este proceso va a depender de los recursos con que
cuenta el sujeto de investigación en cada momento socio-histórico
de su interrelación con ella, de hecho se va develando de manera
progresiva, en formas cada vez más dinámicas, dialécticas y complejas.
Precisamente, la continuidad y congruencia de una teoría a lo largo del
tiempo está dada en la presencia de lo real en el conocimiento científico.
En este esbozo, la esencialidad del conocimiento científico no apa-
rece asociada a atributos estáticos, únicos e inmutables, que expresan
de forma directa e isomórfica la cualidad de lo estudiado, sino como
una forma de construcción conceptual que, expresándose a través del
objeto de estudio, se configura sobre la base de otro conjunto de fac-
tores que resultan irreductibles a la relación sujeto-objeto, como son
los procesos sociales y humanos que mediatizan esta configuración,
el desarrollo socio-histórico de la teoría, los procesos de construc-
ción del conocimiento científico.
La realidad no es algo pasivo en relación con el conocimiento. Con
frecuencia, en nuestro afán de destacar el lugar activo del sujeto en el
conocimiento, nos olvidamos de que la realidad también es activa, y
no se subordina pasivamente al curso de nuestra construcción, sino
205
que la contradice en su majestuosa riqueza, dentro del cual se desa-
rrolla y reconstruye permanentemente el conocimiento. (González,
1997; p. 7)
La nueva ciencia está buscando un concepto invisible, clave y cate-
górico, estricto y general, un concepto disipado, extraño a la exacta
reflexión de la ciencia clásica tradicional, pero que parece transcen-
dental para el ulterior desarrollo y consolidación de la ciencia. La vía
a seguir parece correcta, la búsqueda de la correlación, del equilibrio,
de la coherencia y de la armonía. El nuevo concepto es la noción de
configuración.

La nueva ciencia deberá dar cuenta de los procesos retroactivos y


recursivos, constantes y permanentes, que se dan entre las antino-
mias de las que está conformada la realidad y la vida. Los bucles no
unen, sino que modifican, transforman, configuran y posibilitan el
logro de las antinomias.

Desde esta óptica, la comprensión de los contrarios sólo es posible


mediante un bucle mediador que no debe entenderse nunca como
un nudo, o elemento intermedio de conexión, sino como un proce-
so transformador, de tal manera que el pensamiento de la compleji-
dad se conforma como un proceso productor de conocimiento en el
sentido de que sus unidades de conocimiento no son unidades sino
el circuito-bucle transformador; es decir, el conocimiento sólo será
conocimiento si es conocimiento acerca de la generatriz transforma-
dora de las antinomias mencionadas. De ahí que la complejidad es
la integración de la incertidumbre en el conocimiento, siempre que
entendamos el conocimiento en la incertidumbre. En definitiva, sólo
lo exiguo es creativo.

Aquí precisamente es donde adquiere una importancia de primer


orden la Teoría de las Configuraciones, emerge así una nueva racio-
nalidad científica: la racionalidad configuracional, por lo que se hace
206
necesario precisar de manera considerable este término y encaminar
nuestro esfuerzo epistémico a la identificación de nuevas nociones y
conceptos relevantes.
La psicología de la gestalt, desde donde se ha traducido el térmi-
no configuración, desde fines del siglo XIX, establece un viaducto
significativo con Aristóteles y se constituye, de hecho, en una teoría
epistemológica de las configuraciones.

Es necesario aclarar que la configuración no es un simple agregado,


donde las partes se añaden unas a otras, no son partes, ni elemen-
tos, sino procesos dinámicos complejos, es un holos donde éstos se
auto-ordenaban e interconectan en una determinada configuración.

La teoría gestáltica alemana no afirma que el todo es más que la suma


de sus partes, sino que el todo es diferente a la suma de sus partes, es
decir, que las propiedades, cualidades o atributos del todo (proceso)
son diferentes de las propiedades de la relación entre los subprocesos.

En el caso concreto de las ciencias humanas y sociales su estudio se


encamina a procesos conscientes, caracterizados por la intencionali-
dad, los deseos y expectativas, los intereses y convicciones, la capaci-
dad humana de elección y autodeterminación, los procesos creativos,
la originalidad, los procesos de autorrealización, las actitudes, afec-
tos, valores, emociones y sentimientos humanos, es decir, una amplia
gama de configuraciones neuropsicológicas y socioculturales.

La personalidad es un todo suficientemente integrado y coheren-


te, y para poder comprenderla es necesario considerarla como un
sistema neuropsíquico o, si se quiere, como un sistema de sistemas.
(Martínez, 2008; p. 122)

Por otro lado, Martínez (2008; p. 120) nos dice que cuando un pa-
207
radigma científico se va agotando en su capacidad de explicar la rea-
lidad, en su poder de generar conocimientos útiles en el área para la
cual se creó, lo más sabio y lógico es pensar en concebir otro, cam-
biando el “modo de pensar”, partiendo de nuevos conceptos básicos,
de nuevos axiomas, de nuevos presupuestos.

Esto es lo que han venido haciendo la psicología de la gestalt, el es-


tructuralismo francés y el enfoque de sistemas. Estas tres orientacio-
nes tienen básicamente la misma idea central: las realidades no están
compuestas de agregados de elementos, forman totalidades organi-
zadas con fuerte interacción, y su estudio y comprensión requiere
la captación de esa dinámica interna que las caracteriza. (Martínez,
2008; p. 120-121)

Es decir, el nuevo paradigma debe encaminarse a identificar la


dinámica interna de los procesos, es decir, la unidad de síntesis, la
configuración relacional significativa, que caracteriza al objeto de es-
tudio.

En cierta ocasión, Einstein dijo que los científicos son como los
detectives que se afanan por seguir la pista de un misterio; pero que
los científicos creativos deben cometer su propio “delito” y también
llevar a cabo la investigación.

Einstein, como otros científicos eminentes, sabía esto por propia


experiencia. Primero habían cometido el “delito” de pensar y creer en
algo que iba en contra del pensamiento “normal” y corriente de los
intelectuales y, segundo debían traducirlo a un lenguaje más clásico
y que dijera “algo” a quienes permanecían todavía en “otro mundo”.
(Martínez, 2008; p. 282-283)

Morín (2011; p. 105) lo argumenta de la siguiente manera:

“Ante todo, creo que tenemos necesidad de macro-conceptos. Del


208
mismo modo que un átomo es una constelación de partículas, que el
sistema solar es una constelación alrededor de un astro, del mismo
modo tenemos necesidad de pensar mediante constelación y solida-
ridad de conceptos.
Más aún, debemos saber que, con respecto a las cosas más impor-
tantes, los conceptos no se definen jamás por sus fronteras, sino a
partir de su núcleo. Es una idea anticartesiana, en el sentido que Des-
cartes pensaba que la distinción y la claridad eran características in-
trínsecas de la verdad de una idea.

Luhmann destaca que mediante el establecimiento de círculos


autorreferenciales en forma de doble contingencia, todos los siste-
mas sociales están obligados a seleccionar sus propios recursos para
abrirse, al mismo tiempo, a los acontecimientos. De ello puede resul-
tar la necesidad de seleccionar a su vez estos condicionamientos y de
no dejar su selección por completo al azar. Este control de un nivel
superior se logra gracias a que los sistemas sociales se orientan a sí
mismos diferenciándose de su entorno.
Esta forma de autorreferencia es la que Luhmann (1998; p. 405)
denomina reflexión, entendiéndola como aquel caso en el que coin-
ciden referencia al sistema y autorreferencia. Un sistema orienta
sus operaciones por la propia unidad, para lo cual no se considera
como diferencia productora el antes/después de los procesos, sino
la diferencia sistema/entorno. Sólo dentro de esta diferencia es po-
sible designar al sistema o al entorno, tematizando así como unidad
la complejidad llamada sistema o entorno. La reflexión requiere, en
otras palabras, la introducción de la diferencia sistema/entorno en
el sistema. Cuando esto suceda desde el punto de vista de la unidad
de esa diferencia, hablaremos de racionalidad. La racionalidad, por
lo tanto, sólo puede alcanzarse mediante la reflexión, pero no toda
reflexión es racional.

Tomemos el amor y la amistad. Podemos reconocer netamente, en


209
su centro, al amor y la amistad, pero está también la amistad amo-
rosa, y los amores amigables. Están aún los casos intermedios, las
mezclas entre amor y amistad; no hay una frontera neta. No hay que
tratar nunca de definir a las cosas importantes por las fronteras. Las
fronteras son siempre borrosas, son siempre superpuestas. Hay que
tratar, entonces, de definir el corazón, y esa definición requiere, a me-
nudo, macro-conceptos.”

Según Morín (2008; p. 23), el giro copernicano tiene lugar poco


antes de 1950. Shannon (1949) con la teoría de la información, y
Wienes con la cibernética (1948), inauguran una perspectiva teórica
aplicable tanto a las máquinas artificiales como a los organismos bio-
lógicos, a los fenómenos psicológicos como a los sociológicos.)

Algo más tarde, en 1953, el esfuerzo llevado a cabo en el campo de


la biología molecular consigue abrir la brecha decisiva que permite
a la biología ramificarse hacia «abajo»: el descubrimiento de la es-
tructura química del código genético por parte de los bioquímicos
norteamericanos Watson y Crick. (Morín, 2008; p. 24)

El viejo paradigma ha sido reducido a astillas, pero el nuevo aún no


ha sido constituido. (Morín, 2008; p. 28)
La definición de macro-conceptos en las ciencias humanas y so-
ciales nos lleva de manera inexorable a la identificación, descripción
y caracterización de configuraciones. De esta manera, emerge una
nueva ciencia configuracional, la teoría de las configuraciones, la
Configuralogía, como nuevo paradigma epistemológico para el ter-
cer milenio, por cuanto “la ciencia (o lo que se da por tal) se localiza
en un campo de saber y desempeña en él un papel. Papel que varía
según las diferentes formaciones discursivas y que se modifica con
sus mutaciones.” (Foucault, 2011; p. 240)
iii
TEORÍA Y PARADIGMA
CONFIGURACIONAL
DE LA CIENCIA
212

3.1-¿Qué es una teoría?


Según Ferrater (2010; p. 348) el significado primario del vocablo
‘teoría’ es contemplación. De ahí que se pueda definir la teoría como
una visión inteligible o una contemplación racional. El vocablo teo-
ría, de theos, contemplación, también asociado con divinidad, ad-
vierte sobre el rasgo exquisito de su desarrollo y su formación.

En la actualidad el término ‘teoría’ no equivale exactamente al de


‘contemplación’, pues designa una construcción intelectual que apa-
rece como resultado del trabajo filosófico o científico.
Los filósofos de la ciencia especialmente han introducido interpre-
taciones muy diversas acerca de la naturaleza de las teorías científi-
cas. Para unos la teoría es una descripción de la realidad (descrip-
ción de percepciones o descripción de los datos de los sentidos). Para
otros la teoría es una verdadera explicación de los hechos. Otros sólo
la identifican como un simbolismo útil y cómodo.

Muchos autores han manifestado que el análisis de la naturaleza


de la teoría plantea problemas epistemológicos, pero que se lo puede
soslayar sin excesivo daño para el análisis que debe limitarse a descu-
brir la estructura de la teoría.

Por otro lado, Teoría, en Quillet (1971), es un término de am-


plia significación que puede ser definido desde diferentes puntos
de vista. En filosofía, una teoría es una síntesis de conocimiento
organizada de acuerdo con un principio que hace posible la expli-
cación de determinados hechos; en tal sentido muchos fenómenos
o acontecimientos biológicos, químicos, cósmicos, etc., se explican
mediante teorías (teoría cromosómica de la herencia, teoría atómi-
ca molecular, teoría de la evolución).
El Diccionario Larousse (1998), define la teoría como el cono-
213
cimiento especulativo, ideal, independiente de toda explicación;
conjunto de teoremas y de leyes organizadas sistemáticamente, so-
metidas a la verificación experimental, y que están encaminadas a es-
tablecer la veracidad de un sistema científico; conjunto sistematizado
de opiniones o ideas sobre un tema determinado; quien teoriza trata
un asunto solo en teoría, racional y especulativamente.

En la teoría, para Ander Egg (1995), se incluyen las leyes, y consti-


tuye un sistema explicativo global que apunta hacia la comprensión
de la realidad.
Según el Diccionario Trillas (1985), la teoría no es más que un co-
nocimiento especulativo puramente racional; es una hipótesis, y una
serie de leyes que relacionan determinados fenómenos.
Por su parte, Hernández, Fernández y Baptista (1998) afirman que
la teoría como la explicación del cómo y porqué ocurre o se mani-
fiesta un fenómeno. Si no logra hacerlo, no es una teoría, podría lla-
marse creencia, conjunto de suposiciones, ocurrencia, especulación,
preteoría o de cualquier otro modo, pero nunca teoría.

Asimismo, según Kerlinger (1981) la teoría es un conjunto de con-


ceptos o constructos, definiciones y proposiciones relacionadas entre
sí, que presentan un punto de vista sistemático de fenómenos o de!
evento estudiado, especificando relaciones entre variables, con el ob-
jeto de explicar y predecir los fenómenos.

Hall y Lindsey (1979, p. 2000), consideran la teoría como una supo-


sición no demostrada, o una especulación concerniente a la realidad;
también podría definirse como un conjunto de convenciones creadas
por el teórico, en otras palabras, las teorías o explicaciones no son
necesariamente verdades demostradas.

Finalmente, Hurtado de Barrera (2000) define la teoría como el


214
conjunto organizado de principios, inferencias, creencias, descubri-
mientos y afirmaciones por medio del cual se interpreta una realidad
cualquiera. Una teoría es útil porque describe, explica y permite pre-
decir el fenómeno o hecho al que se refiere, además de que organiza
el conocimiento al respecto y orienta la investigación que se lleve a
cabo sobre el fenómeno. Por eso no hay teorías “malas o inadecua-
das”; lo que ocurre es que se toman por teorías postulados que no
son tales, es decir, como consecuencia del abuso que generalmente se
hace del término “teoría”.
Según Einstein, la ciencia es un intento por hacer que la diversidad
caótica de nuestra experiencia sensorial corresponda a un sistema de
pensamiento lógico y uniforme. De ahí que, todas las ciencias, “todas
las teorías científicas representan un marco teórico para que un cuer-
po de observaciones experimentales cobre sentido. Pero la utilidad
primaria de una teoría no es sólo ver hacia atrás, sino también hacia
delante. Una teoría científica viable predice otros hallazgos y sugiere
enfoques para verificaciones experimentales posteriores.” (Collins,
2007; p. 202).
Polanyi (1958, p. 171) dice que “la ciencia es un sistema de creen-
cias con las cuales estamos comprometidos… y, por tanto, no puede
ser representada en términos libres de compromiso”
Si Polanyi tiene razón, como es evidente por todo lo que hemos
dicho hasta ahora, es también racional conceptuar que las primeras
creencias del ser humano, son epistémicas, lo cual crea la necesidad
de una epistemología configuracional.

En este sentido, Polanyi (1957; p. 480-484) nos recuerda:

“En los días en que podía silenciarse una idea diciendo que era
contraria a la religión, la teología se convirtió en la mayor fuente de
las falacias. Hoy, cuando todo pensamiento humano puede desacre-
ditarse calificándolo de no-científico, el poder ejercido previamente
215
por la teología ha pasado a la ciencia; así, la ciencia ha llegado a ser la
mayor fuente de errores.”

¡La ciencia ha llegado a ser la mayor fuente de errores! Esta afir-


mación, venida de tan eminente académico, que enseñó tanto la fí-
sica nuclear como las formas de comprender al hombre, nos plantea
un gravísimo problema y nos lanza un reto inevitable: debemos ser
plenamente conscientes de las aguas en que nos movemos y de las
corrientes que nos arrastran. (Martínez, 2012; p. 231)

A partir de todo lo expresado anteriormente, asumo la concep-


ción de Martínez (2008; p. 155), quien afirma que una teoría es una
construcción mental simbólica, verbal o icónica, de naturaleza con-
jetural o hipotética, que nos obliga a pensar de un modo nuevo al
completar, integrar, unificar, sistematizar o interpretar un cuerpo de
conocimientos que hasta el momento se consideraban incompletos,
imprecisos, inconexos o intuitivos. La teoría es, por tanto, un modelo
ideal, sin contenido observacional directo, que nos ofrece una es-
tructura conceptual inteligible, sistemática y coherente para ordenar
los fenómenos; de manera más concreta, suele consistir en un siste-
ma de hipótesis, formulas legaliformes y hasta leyes ya establecidas,
de modo que su síntesis puede incluir desde lo plenamente conocido
hasta lo meramente sospechado.
Precisamente, siguiendo con Martínez (2008; p. 300), el proceso en
que se da un descubrimiento científico reduce la atención focal de las
observaciones a un nivel subsidiario, centrando la conciencia no en
ellas, sino en su coherencia teórica interna. Este acto de integración,
este acto de comprensión que se puede identificar tanto en la percep-
ción visual de los objetos como en el descubrimiento de las teorías
científicas, es un poder especial de nuestra capacidad cognoscitiva, y
es lo que Polanyi (1969) llama “conocimiento tácito”.
El conocimiento tácito se fundamenta en todo lo que nosotros ya
216
sabemos y aplicamos en forma automática, no consciente; está cons-
tituido por una gran multitud de asociaciones que dan origen a nue-
vos significados, a nuevas ideas y a nuevas aplicaciones de lo viejo. Ya
Aristóteles había señalado que es el alma (la psique) la que ve, y no el
ojo. (Martínez, 2008; p. 301)

Como ha sido señalado por numerosos científicos, sólo se llega a


una buena teoría mediante el ejercicio de la imaginación creativa.
Tal vez se podría hablar de descubrir leyes, pero, si se trata de teo-
rías, solamente se puede decir que son inventadas o construidas, ya
que la formación de una teoría no consiste en descubrir o en destapar
un hecho escondido; la teoría es un modo de mirar los hechos, un
modo de organizarlos y representarlos conceptualmente a través de
una nueva red de relaciones entre sus partes constituyentes. Aunque
la teoría se ajusta y acomoda en cierto modo al mundo exterior, en
otro sentido importante crea un mundo propio (Kaplan, 1979, citado
en Martínez, 2008; p. 302)
Así, en este capítulo se caracteriza la Teoría de las Configuracio-
nes, la Configuralogía, como nuevo paradigma epistemológico para
la ciencia del tercer milenio.
Como dice Hegel (1966; p. 47), “debemos estar convencidos de que
lo verdadero tiene por naturaleza el abrirse paso al llegar su tiem-
po y de que sólo aparece cuando éste llega, razón por la cual nunca
se presenta prematuramente ni se encuentra con un público aún no
preparado para ello”

Hasta los años sesenta el empirismo lógico domino en el ámbito de


la metodología de la ciencia. Como resultado de la fusión entre po-
sitivismo lógico y escuela logicista de las matemáticas, el empirismo
lógico trató de reducir el conocimiento científico a aquel observable
empíricamente y el proceso de investigación a una lógica rigurosa.
217
El empirismo lógico heredó de las matemáticas al aspecto formal
de su concepto de teoría, como conjunto de enunciados lógicamen-
te estructurados y semánticamente interpretados. En su versión
más sofisticada, dentro de esta corriente, la teoría de los dos niveles
del lenguaje científico de Carnap reconoció la diferencia entre ni-
vel teórico y observacional en los enunciados que llevó al concepto
clásico de teoría:

a) La estructura de las teorías científicas debe ser la de un sistema


axiomático deductivo.
b) La interpretación de tales sistemas se da por un conjunto de re-
glas semánticas (reglas de correspondencia) que permiten conectar
conceptos teóricos con observacionales.
Pero el concepto clásico de teoría sufrió muchas críticas desde sus
orígenes y en los años sesenta entró francamente en crisis:
1. Se cuestionó si era posible dar fundamentación
lógica a todo el proceso de investigación científica,
frente a evidentes asincronías entre la discusión
epistemológica y las prácticas de investigación de
los científicos y la presencia de mediaciones entre
los niveles teórico y observacional que se resistían a
la lógica deductiva (Putnam, 1986).

2. La evidencia de que las teorías reales eran solo


parcialmente sistemas hipotético-deductivos.

3. La incertidumbre en las reglas de correspondencia


entre el lenguaje teorico y observacional

4. La ausencia de una teoría de la observación y el


supuesto de lo empírico como dado sin mediaciones
frente a las doctrinas hermenéuticas que surgían.

5. El cuestionamiento desde los treinta del concepto


de verificación por Popper y, sobre todo, la
218
doctrina de Kuhn acerca de las revoluciones
científicas que introducían elementos extra lógicos
en la substitución de paradigmas.

Desde los años sesenta ha habido intentos de romper con la camisa


de fuerza positivista, en particular en cuanto a su concepto de teoría,
dentro de estos intentos estarían los de Bachelard con su concepto
de perfil epistemológico, que introduce las nociones de maduración
conceptual y de sus relaciones desiguales en una teoría.

Para Sneed (1986) una teoría científica es una estructura concep-


tual que puede generar una variedad de aserciones empíricas acerca
de un rango de aplicaciones vagamente especificado, pero no com-
pletamente inespecificado. La estructura de la teoría para este autor
seria en forma de redes, con un núcleo formado por elementos teóri-
cos básicos y medios a través de los cuales se vinculan redes.

Cada red sería un racimo de aplicaciones especializadas. Los diver-


sos racimos están ligados y sobrepuestos. Además cada teoría impli-
caría métodos para poderla aplicar y aplicaciones exitosas. Se trata-
ría de pasar de la expresión teórica a través de una lógica de primer
orden, la igualdad propia del positivismo, a otra de segundo orden,
propio de la teoría de conjuntos. De esta manera, las teorías tendrían
entidades teóricas (T-theoretical) y entidades no lingüísticas que
pueden reconstruirse como conjuntos (T-no theoretical), formando
una red compleja que Suppe (1989) contrapone a la de sistema.
Moulines (1986) especificó el concepto de red teórica, señalando
que una teoría científica tiene la estructura de una red arbórea, los
nódulos son estructuras complejas definibles por conjuntos (elemen-
tos teóricos). Un elemento teórico tendría un aspecto formal semán-
tico (núcleo de la red), uno pragmático (aplicación a la resolución de
problemas), otro sociológico (aceptado por cierta comunidad) y uno
histórico (con cierta validez temporal).
219
Dentro de las nociones que remiten a estos intentos de apertura
frente a la rigidez lógica positivista está la de configuración. Esta no-
ción ha sido utilizada de diversas formas: en teoría de sistemas sig-
nifica diversidad de enfoque sobre un objeto (approaches), diversas
representaciones del objeto sería su configuración (Shedrovitsky).

Una manera diferente de concebir a la configuración es como con-


torno del objeto (límite entre sistema y no sistema), de esta manera
no denota una forma de relación sino un conjunto de relaciones que
definen a un objeto como en Suppe (Maturana, 1995).

Zemelman adopta una definición semejante, es decir la de configu-


ración como entorno, aunque se trataría de trascender sus límites y
así acuña la idea de configuración problemática (Zemelman, 1992).
En síntesis, la noción de configuración concibe al objeto como
dado o como dándose, ha sido entendida como conjunto, racimo
o contorno de representaciones de un objeto, para unos se trata de
sistematizar, para otros de desparametralizar pero apunta sólo vaga-
mente a la forma interna de las relaciones.

Según De la Garza, es posible llevar la noción de configura-


ción en otra dirección, hacia un concepto alternativo de teoría en
cuanto a sus relaciones internas. Para ubicarlo dentro de los fun-
damentos de la descripción articulada tendríamos que partir que
la posibilidad de desarticulación de conceptos de sus relaciones
originales está relacionada con lo fuerte o débil de estas relaciones
en la teoría original.

Es decir, asi como Bachelard pensó en perfiles de maduración de


conceptos y sus relaciones, asi como Stangmuller habló de teorías
pre-sistemáticas como variables libres, es posible hablar en forma
más general de relaciones fuertes o débiles entre conceptos en una
teoría. Fuertes como las relaciones causales o deductivas, débiles
220
como aquellas que vienen de formas de razonamiento cotidiano.

En realidad no se trataría de una dualidad de fortaleza debilidad


sino de posibles niveles intermedios. En segundo término, el recono-
cimiento de que en una teoría pueden articularse conceptos propia-
mente teóricos con términos del lenguaje común. Tercero, que cuan-
do predominan las formas débiles de relación en las teorías se trata
más bien de una configuración.

Es decir, una configuración es un arreglo de características o de


propiedades del objeto que pueden estar en relaciones fuertes o dé-
biles. Un concepto puede ser concebido de forma semejante, como
configuración de dimensiones con diversos grados de fortaleza en
sus relaciones. En esta medida, la desarticulación entre conceptos
puede implicar en un primer momento la definición de configu-
raciones débiles, como arreglo de dimensiones conceptuales de
diversos orígenes. Asimismo, la capacidad de una teoría de ser des-
articulada depende de la dureza de las relaciones en sus configura-
ciones. En última instancia el concepto puede ser visto como una
configuración más o menos dura y la teoría como configuración de
configuraciones (De la Garza).

Siguiendo a De la Garza, una alternativa es el uso de la noción de


configuración en lugar de la de concepto: un concepto posee conte-
nido a priori, antes de ser verificado; una configuración es un arreglo
de características que se extraen de la misma realidad, es decir es un
resultado más que un a priori que se somete a verificación.

Lo anterior influye en el propio proceso de acercamiento empírico:


la vía conceptual es la de la hipótesis en la que las relaciones entre
conceptos y contenidos de estos deben ser claros, la de la configura-
ción es la de planteamiento amplio de dimensiones, sin constituir un
solo concepto, referidos al problema que interesa y donde sus rela-
ciones o exclusiones no se conocen a priori. Es decir, no se trata de
221
un planteamiento empirista, por el contrario parte de las teorías en
juego, aunque no de una sola de ellas para no cerrara las opciones.

De tal manera que los factores a considerar en una configuración


vienen inicialmente de las teorías, pero no conforman un concepto
ni sus relaciones con otros son aceptadas de antemano. En el método
hipotético deductivo se procede del concepto al dato y se verifica o
no, en esta alternativa se va de las dimensiones a los datos y en esta
confrontación se acepta, se desecha o se incorporan dimensiones no
consideradas al principio. En el primer método, el proceso acaba con
la verificación de la hipótesis.
En la opción que sostiene De la Garza, la confrontación con el mun-
do empírico debe complementarse con el descubrimiento de nuevas
relaciones entre configuraciones, afinar sus dimensiones, analizar sus
funcionalidades, contradicciones, discontinuidades u obscuridades.

En la primera opción el resultado puede ser la verificación de un


modelo, por ejemplo de producción o industrial, en la segunda es la
construcción de una configuración de configuraciones, con potencia-
lidades, limitaciones e incertidumbres a llenar por la acción de sujetos,
de tal manera que futuro no es estrictamente predecible, a lo sumo
definible como espacio de acción viable en la coyuntura (De la Garza).

3.2-¿Qué es un paradigma?
Etimológicamente, la palabra paradigma se deriva de las raíces
“para”, que significa “del lado de”, “en la perspectiva de”, “bajo la óp-
tica de” y de deiknymi, que significa “mostrar”, es decir, “mostrar del
lado de”, lo que corresponde a lo que en filosofía se denomina “pers-
pectivismo” (Hurtado, 2011, p.29)

De esta manera, las descripciones, comprensiones, propuestas,


concepciones, teorías y soluciones que proceden de un paradigma
222
surgen de una postura o perspectiva particular que, por ser parcial,
siempre deja considerar algún aspecto.

En otras palabras, un paradigma alude a una manera determinada


de ver la realidad, una forma de actuar o una particular manera de
ver según un particular punto de vista; es decir, un paradigma es una
visión parcial de la realidad desde un único punto de vista mediante
el cual se asume que se está percibiendo la totalidad. (Fernández,
2007; p. 284)

Según Barrera (2008; p. 106) un paradigma es “una manera parti-


cular de ver, juzgar y actuar [...] tiene que ver con la actitud perspec-
tivista referida a la ubicación de cualquier persona con respecto a la
realidad, desde su manera de ver las cosas.” El paradigma es “una for-
ma de percibir, de organizar, de definir, de analizar o de interpretar la
realidad” (De Moragas, 1976; p. 24, citado en Barrera, 2008; p. 106)

Como se aprecia, la conceptualización del término paradigma


como “perspectiva” está fundamentada en su origen etimológico
y además es compartida por diversos autores. Es por ello que, una
actitud paradigmática de manera implícita reconoce y valora otras
formas de obtener conocimiento, de lo contrario no estaríamos en
presencia de un paradigma.

Para Runes (1994), un paradigma es la forma latina del nombre


griego que señala un modelo, nombre dado por Platón a sus ideas del
mundo inteligible que eran un modelo de las cosas del mundo sensible.
Según Ferrater (2010; p. 202-203), en distintas formas y distintos
vocablos se ha distinguido desde Platón entre lo sensible y lo inteli-
gible. En la medida en que influyó Parmenides en Platón, lo sensible
se distinguía de lo inteligible como la multiplicidad se distingue de la
unidad. Pero en sus esfuerzos por deshacerse de las consecuencias,
Platón admitió así mismo una multiplicidad inteligible o ideal. Lo
inteligible son, para platón, las cosas en cuanto son verdaderas, los
223
seres que son; lo sensible son las cosas en cuanto son materia de opi-
nión. La distinción entre lo sensible y lo inteligible se encuentra asi-
mismo en Aristóteles: las cosas sensibles son objeto de los sentidos;
las cosas inteligibles son objetos del pensamiento, de la inteligencia,
de la razón. Sin embargo, el modo de distinguir, y de relacionar, lo
sensible y lo inteligible difieren en Platón y en Aristóteles. En el pri-
mero hay, por un lado, una separación entre lo sensible y lo inteligi-
ble, y por otro lado una relación de fundamentación: lo inteligible es
el fundamento, cuando menos en cuanto modelo, de lo sensible. En
el segundo no hay separación entre lo sensible y lo inteligible, este
último se halla de algún modo en el primero.

Paradigma es un concepto redescubierto por Thomas S. Kuhn


(1962), utilizado para caracterizar, más que para definir, el marco
conceptual y metodológico en el cual son planteados y sucesivamen-
te resueltos los problemas de las investigaciones, para constituir un
todo más o menos coherente mediante el cual el investigador se rela-
ciona con los objetivos de su estudio.

En una de sus más importantes obras, (La estructura de las revo-


luciones científicas), Kuhn expresa que el paradigma “es lo que los
miembros de una comunidad científica comparten, y, recíprocamen-
te, una comunidad científica consiste en hombres que comparten un
paradigma.” (1975; p. 271)

Sin embargo, a mi juicio, la definición más completa de paradigma


que aporta Kuhn (1975; p. 271) y que hace justicia a lo más profundo
de su pensamiento es la que expresa que el paradigma “es la concep-
ción del objeto de estudio de una ciencia acompañada de un conjun-
to de teorías básicas sobre aspectos particulares de ese objeto. El pa-
radigma define los problemas que deben investigarse, la metodología
a emplear y la forma de explicar los resultados de la investigación. El
paradigma con esas características esa aceptado por una comunidad
224
científica determinada que así se diferencia de otra.”

Un paradigma, como señala Kuhn, no es sólo una teoría científica


determinada, sino toda una manera de trabajar, pensar, comunicar
y percibir. Fundamentalmente, se basa en las técnicas e ideas que se
transmiten de manera tácita durante el aprendizaje de un científico,
en la universidad, por ejemplo.

Sin embargo, desde la publicación del libro de Kuhn, mucha gente


identifica paradigma con una teoría general fundamental, y cambio
de paradigma con un cambio producido conscientemente en esta
teoría. De esta manera, pueden existir personas que lleguen a propo-
ner un cambio de paradigma.

No obstante, eso no significa perder lo principal de la idea de Kuhn,


según la cual la infraestructura tácita, prácticamente inconsciente,
invade el trabajo y el pensamiento de una comunidad científica.
En definitiva, en la obra de Kuhn aparecen más de 20 definiciones
de paradigma, incluso a veces se identifica con modelo o estilo de ver
las cosas, de percibir, conocer y pensar. Esto trae como consecuen-
cia que diferentes autores, al considerar una definición de paradigma
como única y verdadera, sustentan y argumentan criterios epistémi-
cos la mayoría de las veces contradictorios.

Mires (1996; p. 159) se fundamenta en Kuhn y define el concepto


de paradigma como “un “estilo de ver”, percibir, conocer y pensar
que: es producido predominantemente por las comunidades cien-
tíficas, recoge creencias anidadas en el pensar colectivo que no es
científico, se traduce en palabras principalmente escritas, consagra-
das oficialmente por manuales y se establece institucionalmente en
organizaciones que se forman a su alrededor.”

El concepto de paradigma ha sido reconocido como sugerente, ten-


225
tador y provocativo, sin embargo su historia ha estado llena de crí-
ticas, basadas tanto en la dificultad para resolver problemas creados
por la comparación de teorías creadas en paradigmas distintos, como
por la ambigüedad presentada en sus diferentes definiciones.
El paradigma como perspectiva se refiere a aspectos epistémicos,
teóricos, metodológicos, éticos o disciplinares. “Los aspectos episté-
micos (la posición acerca de qué es la ciencia), aspectos teóricos (las
diferentes teorías que concuerdan con tal visión de ciencia), aspectos
metodológicos (los métodos que se adecuan a los objetos de interés
de las teorías aceptadas), aspectos éticos (los valores involucrados),
y aspectos disciplinares (cómo se expresa esa episteme en cada disci-
plina).” (Hurtado, 2011; p. 30)
Lo anterior significa que el paradigma está integrado por teorías
científicas, conceptos, nociones, valores, principios, métodos, proce-
dimientos y técnicas que orientan la actividad científica investigativa.
Por lo tanto, los científicos que comparten un mismo paradigma se
rigen por las mismas reglas y normas para conducir su modo de ac-
tuación científica.

Los paradigmas científicos son realizaciones científicas universal-


mente reconocidas que durante cierto tiempo proporcionan modelos
de problemas y soluciones a una comunidad científica. Se infiere la
dependencia de la modelación respecto al paradigma científico del
momento histórico concreto en que se efectúa.

El paradigma científico determina las relaciones sociales, cultu-


rales y epistémicas, delimita los aspectos observables dentro de un
contexto determinado, y también precisa aquellos elementos que se
ignoran en un proceso investigativo.

Morín (2011; p. 28) tiene una visión muy diferente e interesante de


lo que constituye un paradigma. Dejemos que sea él mismo quien
226
nos lo diga:

“Todo conocimiento opera mediante la selección de datos signifi-


cativos y rechazo de datos no significativos: separa (distingue o des-
articula) y une (asocia, identifica); jerarquiza (lo principal, lo secun-
dario) y centraliza (en función de un núcleo de nociones maestras).
Estas operaciones, que utilizan la lógica, son de hecho comandadas
por principios «supralógicos» de organización del pensamiento o
paradigmas, principios ocultos que gobiernan nuestra visión de las
cosas y del mundo sin que tengamos conciencia de ello.”
Para Morín (2011; p. 154-155) “un paradigma es un tipo de rela-
ción lógica (inclusión, conjunción, disyunción, exclusión) entre un
cierto número de nociones o categorías maestras. Un paradigma pri-
vilegia ciertas relaciones lógicas en detrimento de otras, y es por ello
que un paradigma controla la lógica del discurso. El paradigma es
una manera de controlarla lógica y, a la vez, la semántica.”

El paradigma condiciona la lectura de los datos y hechos, direccio-


na las emociones, sentimientos, pensamientos y vivencias, precisa las
interpretaciones sobre los acontecimientos y las valoraciones acerca
de los fenómenos, eventos y situaciones de la realidad.

Es una visión generalizada, mayormente aceptada, sobre un fenó-


meno así como la mejor manera o procedimiento para investigarlo.
Un paradigma provee una serie de conceptos, de elementos que se
asumen en el tratamiento de un tema. Una vez aceptado, domina
la disciplina define lo que se hace en esta. Si algún estudioso no lo
asume, al abordar determinado tema, la comunidad académica no lo
acepta o lo hace sólo periféricamente.

Los paradigmas se insertan en la ciencia y se apropian de sus ca-


tegorías, revelando las ideas que lo sustentan, los comportamientos
científicos que los desarrollan y consolidan, la teoría que subyace y
227
la práctica transformadora que evidencie su vigencia y las formas
particulares de hacer ciencia, de orientar procesos investigativos y
favorecer el desarrollo teórico de la ciencia.
“Se dice del pensar paradigmático como aquel que percibe la reali-
dad a partir de un conjunto preestablecido de ideas y por medio del
cual se interpreta lo que se percibe. Se dice además que un paradig-
ma corresponde a una manera particular de “ver, juzgar y actuar”;
también; que el paradigma tiene que ver con la actitud perspecti-
vista referida a la ubicación de cualquier persona con respecto a la
realidad, desde su manera de ver las cosas. En el decir de moragas,
el paradigma es “una forma de percibir, de organizar de definir, de
analizar o de interpretar la realidad” (De Moragas, 1976; p. 24).
Según Barrera (2008; p. 106) “una actitud paradigmática tácita-
mente reconoce otras formas de conocer (por eso es paradigma). De
lo contrario, es paradogma: manera rígida, absoluta y excluyente,
que deja a un lado otras perspectivas, otros paradigmas que posible-
mente permiten ver la realidad desde otro ángulo, desde otra ubica-
ción, desde otro contexto de ideas.”

Un paradigma científico puede definirse como un principio de dis-


tinciones-relaciones-oposiciones fundamentales entre algunas no-
ciones matrices que generan y controlan el pensamiento, es decir, la
constitución de teorías y la producción de los discursos de los miem-
bros de una comunidad científica determinada (Morín, 1982).

El paradigma se convierte así, según Martínez (2008; p. 280) en


un principio rector del conocimiento y de la existencia humana. De
aquí nace la intraducibilidad y la incomunicabilidad de los diferen-
tes paradigmas y las dificultades de comprensión entre dos personas
ubicadas en paradigmas alternos.

En la ciencia los paradigmas tienen una importancia crucial, por


228
cuanto, gracias a ellos se construye conocimiento científico, se gene-
ran las disciplinas, se potencia el saber e incluso se construyen nue-
vas ciencias.
“El paradigma es importante pues cuando se adquiere permite pre-
cisar coordenadas y determinar espacios de relación social, cultural
y epistémica. Por lo regular, un paradigma determina lo que se ha de
ver dentro de un contexto, como también aquello que se va a desco-
nocer; los paradigmas condicionan la lectura de los hechos, orientan
las vivencias y precisan interpretaciones sobre los acontecimientos.
Por eso, los paradigmas se rodean de su propia ciencia, de los axio-
mas correspondientes pues para que un paradigma se exprese como
tal tiene que tener ideas que lo sustenten, actitudes que lo consoliden,
teoría y praxis que demuestren su vigencia y maneras particulares de
hacer ciencia, de orientar procesos y de propiciar realizaciones histó-
ricas.” (Barrera, 2008; p. 106-107)

En este sentido, Hurtado (2011; p. 41-44) describe siete paradig-


mas: empirismo (Bacon, Locke), racionalismo (Descartes), positi-
vismo (A. Comte), materialismo histórico dialéctico (Karl Marx),
pragmatismo sociológico (Mao Tse Tung), estructuralismo (Saussu-
re, Levi Straus) y pragmatismo (Peirce, William James, Kurt Lewin).

Ahora bien, de la definición de paradigma dada por Kuhn (1978),


quiero rescatar aquí aquella parte que se refiere a su función de pro-
porcionar “formas de respuestas” a los resultados obtenidos en la in-
vestigación, función que, a decir de Kuhn, debe consistir en ofrecer
modelos de problemas y de soluciones a una comunidad científica.

Frente a esas afirmaciones, Briones (2010; p.104) se pregunta qué


significa, dentro de la ciencia, solucionar un problema. Para este au-
tor, la respuesta es más bien directa: “solucionar un problema, según
una de las concepciones epistemológicas, consiste en explicarlo, sea
mediante una teoría, leyes o hipótesis, mediante sus causas o con la
229
descripción del mecanismo que lo produce. Según la otra concep-
ción.....solucionar un problema propuesto y averiguado en la inves-
tigación consiste en comprenderlo e interpretarlo.”
También solucionar un problema, en el caso concreto de las cien-
cias sociales y humanas, implica un cambio o transformación de un
proceso, evento o fenómeno determinado.
“La incompatibilidad de paradigmas en las ciencias sociales debe
considerarse más desde la dirección ontológica (concepción del ser
último de las cosas) que desde una concepción gnoseológica (como
teoría del conocimiento, en cuanto a las posibilidades y formas de
conocer los objetos), o, mejor aún, desde la metodología de la inves-
tigación.” (Briones, 2010, p. 105)

De esta manera, pudiéramos significar como mínimo sólo tres


paradigmas epistemológicos en las ciencias socio-humanas: el pa-
radigma explicativo-descriptivo (empírico, analítico), el paradigma
comprensivo-interpretativo (hermenéutico, histórico, dialéctico), y
el paradigma del cambio o la transformación social (socio-crítico)

“Un nuevo paradigma no es contradictorio al anterior, por el con-


trario, lo complementa desde una perspectiva novedosa y original;
por lo tanto, los diferentes modelos epistémicos en investigación,
constituyen maneras complementarias de percibir la misma realidad,
es decir, aspectos complementarias del proceso investigativo global.”
(Fernández, 2007; p. 285)

Un paradigma, para Capra (2009; p. 21), vendría a significar el


conjunto de ideas, percepciones y valores que constituyen una visión
particular de la realidad, y que forma la base del modo en que una
sociedad se organiza.

Ninguno de estos modelos epistémicos o paradigmas epistemoló-


230
gicos ha logrado ofrecer una interpretación del mundo humano y
social a partir de su comprensión profunda, en mi opinión, debido,
entre otras razones, a que no se ha revelado el carácter complejo, ho-
lístico y sistémico de la realidad social circundante, no se ha develado
ni se ha puesto de relieve la verdadera complejidad de los objetos de
estudio de las ciencias sociales y humanas, y su eminente carácter
dialéctico, poliédrico y multidimensional.

Según Prigogine, aunque en tiempos de Newton la ciencia opere una


separación entre mundo del hombre y naturaleza física, comparte con
la religión el interés en encontrar leyes físicas universales que testimo-
nian la sabiduría divina. Así pues, si bien la ciencia moderna nace de la
ruptura de la antigua alianza animista con la naturaleza, instaura otra
alianza con el Dios cristiano, legislador racional del universo.

A juicio de Prigogine, incluso la revisión crítica de Kant es sólo un


giro aparente, porque si bien es verdad que en la filosofía kantiana el
sujeto impone la ley a la naturaleza a través de la ciencia, también es
verdad que con Kant viene sancionada la distinción entre ciencia y
verdad, y con ella la separación entre las dos culturas.

Prigogine nos dice que el universo accesible a nuestras investiga-


ciones ha estallado y que el tiempo ha adquirido una nueva imagen:
“Ironía de la historia: en cierto sentido Einstein ha resultado ser,
contra su voluntad, el Darwin de la física. Darwin nos ha enseñado
que el hombre está inmerso en la evolución biológica; Einstein nos
ha enseñado que estamos inmersos en un universo en evolución”.
(Prigogine, 2012; p. 16)

La reflexión crítica de Prigogine se disipa finalmente en una


nueva imagen de la misma ciencia, causada por los más recientes
resultados científicos:
“Cada gran era de la ciencia ha tenido un modelo de la naturaleza.
231
Para la ciencia clásica fue el reloj; para la ciencia del siglo XIX… fue
un mecanismo en vías de extinción. ¿Qué símbolo podría correspon-
der a nuestra época? Tal vez la imagen que usaba Platón: la naturale-
za como obra de arte”.
Lo anterior revela el imperativo de construir una nueva ciencia so-
cio-humana para este tercer milenio, a partir de la integración sis-
témica, sintética y creativa de estos modelos y de otras propuestas
contemporáneas, postmodernas y originales, que emergen de nues-
tro contexto sociocultural. En este escenario emerge el Configuracio-
nismo como paradigma epistemológico del siglo XXI.

3.3-Configuracionismo: modelo epistémico del siglo XXI


Según Capra (2009; p. 74), cuando han tenido lugar revoluciones
científicas importantes, se ha tenido la sensación de que los cimien-
tos de la ciencia se tambaleaban. De ahí que Descartes escribiera en
un célebre discurso del método: En cuanto a que (las ciencias) toman
prestados sus principios de la filosofía, considero que no se puede
construir nada solido sobre cimientos tan inestables.

Trescientos años más adelante, Heisenberg escribió en su Physis


and Philosophy que los cimientos de la física clásica, es decir el edi-
ficio que el propio Descartes había construido, se resquebrajaban: La
violenta reacción ante los últimos descubrimientos de la física mo-
derna solo puede comprenderse cuando uno se da cuenta de que los
cimientos de la física han comenzado a tambalearse; y que este mo-
vimiento ha causado la impresión de que iba a desaparecer el terreno
en el que la ciencia se apoya.
Einstein, en su autobiografía, describe sus impresiones en términos
muy parecidos a los de Heisenberg: Es como si el terreno en el que
uno se apoyaba hubiera desaparecido, sin que se vislumbre por lugar
alguno ningún fundamento sólido sobre el que pueda construirse.
232
Parece que la ciencia del futuro habrá dejado de necesitar cimientos
firmes, dice Capra (2009; p. 75), que la metáfora de la construcción
será sustituida por la de la red, o el entrelazamiento, en que ninguna
parte es más fundamental que cualquier otra.

La teoría “bootstrap” de Chew es la primera teoría científica en la


que dicha “filosofía de entrelazamiento” se ha formulado explícita-
mente y Chew confirmó, en una conversación sostenida con Capra,
que el hecho de abandonar la necesidad de fundamentos firmes pue-
de suponer la mayor transformación y el cambio más profundo en las
ciencias naturales:

Creo que eso es cierto, -dice Chew- y que también lo es que el enfo-
que de “bootstrap” no merece todavía la aprobación de los científicos
debido a la larga tradición de la ciencia occidental. No está organizado
como ciencia, debido precisamente a su falta de fundamentos firmes.

La propia idea de la ciencia contradice, en cierto sentido, el enfoque


“bootstrap”, porque la ciencia quiere preguntas formuladas con total
claridad y que puedan ser verificadas experimentalmente sin ambi-
güedad alguna.

Sin embargo, parte del esquema “bootstrap” es el hecho de que


ningún concepto se considera como absoluto y siempre esperamos
encontrar puntos débiles en nuestros conceptos anteriores. Degra-
damos permanentemente conceptos, que en un pasado reciente se
hubiesen considerado fundamentales y se hubiesen utilizado como
lenguaje para plantear preguntas.

“El caso es que -prosiguió Chew- cuando uno formula una pre-
gunta debe tener algunos conceptos básicos que acepta para poder
formularla. Pero en el enfoque “bootstrap”, en el que todo el sistema
representa una red de relaciones sin ningún fundamento firme, la
233
descripción de nuestro tema puede empezar en una gran variedad
de lugares distintos. No hay ningún punto claro de partida. Y por el
modo en que nuestra teoría ha evolucionado a lo largo de los últimos
40 años, lo típico es que no sepamos qué preguntas formular. Nos
guiamos por la consistencia y cada vez que ésta aumenta sugiere algo
que está incompleto, aunque raramente adquiere la forma de una
pregunta bien definida. Vamos más allá de la estructura de preguntas
y respuestas. (Capra, 2009; p. 75)

Capra (2009; p. 76), refiere que cuando los científicos comenzaron


a explorar los fenómenos atómicos a principios de este siglo, des-
cubrieron que -lamentablemente- todos los conceptos y teorías que
utilizamos para describir la naturaleza son limitados. Debido a las
limitaciones esenciales de la mente relacional, debemos aceptar el
hecho de que, en palabras de Heisenberg, “toda palabra o concepto,
por muy claro que pueda parecer, tiene sólo una gama limitada de
aplicación”.
Las teorías científicas nunca pueden facilitarnos una descripción
completa y definitiva de la realidad. Siempre serán meras aproxima-
ciones a la naturaleza verdadera de las cosas. Para ser sinceros, los
científicos no se ocupan de la verdad; se ocupan de descripciones
limitadas y aproximadas de la realidad.

Este reconocimiento es un aspecto esencial de la ciencia del tercer


milenio.
Precisamente, el Configuracionismo es un modelo epistémico que
responde a las exigencias del siglo XXI. Es un modelo holofacético,
por cuanto los resultados de la actividad científica se pueden obtener
en todas las facetas del conocimiento humano, y contribuyen a au-
mentar el patrimonio social, científico y cultural de la humanidad.

Este modelo propone categorías, nociones científicas, métodos,


234
técnicas, procedimientos e instrumentos propios bien definidos,
además de ser ordenado y concebido de manera estratégica. La
ciencia en este modelo es clara, concisa y precisa; para lo cual se
apoya de definiciones y constructos que permiten al científico
socio-humano construir lenguajes propios, creando categorías y
nociones científicas.

La inteligibilidad del modelo se evidencia en los resultados obteni-


dos, los cuales se registran y se plasman en un informe o documento
comunicable a través de diferentes medios.
El Configuracionismo es un modelo holístico, sistémico, dialéctico
y complejo, por cuanto las ideas, teorías y conocimientos científicos
obtenidos, se interconectan lógicamente entre sí, para formar una to-
talidad configurada de manera armónica y coherente. Es un modelo
transferible, porque sus resultados son útiles y constituyen aportes
concretos que contribuyen al desarrollo integral del ser humano en
diversas dimensiones de su vida.

En el modelo configuracionista, la hermenéutica oscilántica se


convierte en un poderoso mecanismo de configuración científica, a
través del diálogo heurístico y la dialéctica configurante.
La alteridad es una cualidad que distingue al Configuracionismo
de otros modelos epistémicos, por ser una propuesta dinámica, crea-
tiva y transformacional, que facilita el avance científico al crear nue-
vos conocimientos y complementar los ya existentes.

Uno de los ponentes más influyentes del Festival de la Ciencia de


Génova de 2006 fue precisamente Fritjof Capra. En este festival Ca-
pra dio una conferencia titulada  Leonardo da Vinci: la unidad de
ciencia y arte. 

Según Capra, podemos aprender mucho de la ciencia de Leonardo.


235
Dado que nuestras ciencias y tecnologías se han ido estrechando cada
vez más en sus enfoques, no se pueden comprender los problemas de
nuestro tiempo desde una perspectiva interdisciplinar, dominados
como estamos por compañías con escaso interés por el bienestar de
los seres humanos.

Según Capra, necesitamos una ciencia que honre y respete la uni-


dad de todas la formas de vida, reconozca la interdependencia fun-
damental entre todos los fenómenos humanos y nos reconecte con
la Tierra viva. Ésta es exactamente la ciencia que Leonardo da Vinci
anticipó y esbozó hace 500 años. 

Precisamente, el Configuracionismo tiene sus orígenes en la filo-


sofía aristotélica y de su maestro Platón, así como en la concepción
científica y artística de Leonardo Da Vinci y constituye una episte-
mología alternativa en el siglo XXI.

Leonardo Da Vinci nació el 15 de abril de 1452 en Vinci y muere


el 2 de Mayo de 1519. En sus 67 años de vida, cultivó la serenidad
y la confianza en sí mismo, lo cual le ayudó a superar con ecuani-
midad y honradez muchísimas adversidades, fracasos, infortunios y
decepciones profesionales y, por tanto, le permitió proseguir con paz,
sosiego y serenidad su investigación científica, incluso en momentos
de convulsiones, agitaciones y movimientos políticos.

Leonardo era muy consciente de que su talante científico y artísti-


co, sus competencias investigativas y sus habilidades artísticas eran
únicos, sin embargo jamás ostentó ni presumió al respecto.
Según Capra (2008b; p. 46), en ningún pasaje de sus cuadernos de
notas se ufana de la originalidad de sus inventos o descubrimientos,
ni alardea de la superioridad de sus ideas, aun cuando explica todo lo
que las separa de las creencias tradicionales. Semejante ausencia de
arrogancia y de egolatría era realmente notable.
236
Otra cualidad que lo distinguía era su pasión por la vida y por to-
das las cosas vivas. No se sumergía sólo intelectualmente en el estu-
dio de las formas vivas, sino también emocionalmente. Respetaba y
reverenciaba enormemente la creatividad de la naturaleza, y sentía
particular compasión por los animales. Su amor a los caballos era
proverbial entre sus contemporáneos y fácil de apreciar en sus di-
bujos, en los que empleó la agudeza de su capacidad de observación
para representar con exquisitos detallas los movimientos y las «no-
bles proporciones» de los animales. (Capra, 2008b; p. 46)
De la misma reserva da muestras Leonardo en relación con su
trabajo científico. Aunque su intención era publicar finalmente los
resultados de sus investigaciones, los mantuvo ocultos durante toda
la vida, aparentemente por miedo a que le robaran las ideas. (Ca-
pra, 2008b; p. 53)

El único aspecto importante en el que Leonardo no fue un emi-


nente científico en el sentido en que se considera en la modernidad
es precisamente en este secreto en torno a su obra científica y su afán
de ocultarla.

Si Leonardo hubiese compartido, divulgado y discutido sus des-


cubrimientos con los profesionales e intelectuales de su tiempo, po-
dríamos vaticinar que su influencia sobre el desarrollo posterior de la
ciencia occidental habría sido tan amplia y profunda como lo logró
en la historia del arte.

Pero lamentablemente su influencia sobre los científicos que le


sucedieron fue prácticamente nula porque su obra científica estuvo
oculta mientras él tuvo vida y, después de su muerte, su obra científi-
ca permaneció mucho tiempo escondida en sus cuadernos de notas.

Como reflexionaba Kenneth Keele, el eminente estudioso de


237
Leonardo:

La soledad intelectual del artista-científico Leonardo no fue mera-


mente contemporánea, sino que se prolongó durante siglos. (Citado
en Capra, 2008b; p. 54)
Uno de los atributos mentales que caracterizan a los sujetos talen-
tosos y que se aprecia en Leonardo es una intensa curiosidad y un
gran entusiasmo por descubrir y comprender.
Esta curiosidad era una cualidad sobresaliente de Leonardo, de
quien Kenneth Clark dijo que era «el hombre con la curiosidad más
insaciable de la historia».
Otra cualidad indicativa de su gran talento es su extraordinario po-
der para concentrarse de manera intensa durante largos períodos de
tiempo.
Según Capra (2008b; p. 56), Leonardo al parecer trabajó de manera
muy similar a Newton, y la mayor parte del tiempo no sólo en un
problema, sino en varios a la vez.
Capra detalla que Isaac Newton era capaz de retener mentalmente
un problema matemático durante semanas hasta que éste se rendía
al poder de su mente. Se cuenta que cuando se le preguntó cómo
había hecho sus notables descubrimientos, Newton respondió:
«Tuve el tema constantemente presente y esperé hasta que, poco
a poco, los primeros resplandores del amanecer se convirtieron en
plena luz del día.»

Leonardo tenía una gran capacidad para recordar grandes cantida-


des de información como un todo coherente, armónico y sistémico,
una única configuración.
Newton mantenía en la mente durante meses demostraciones ma-
temáticas que había deducido hasta que finalmente las escribía y las
publicaba.
238
Se dice que Goethe entretenía a sus compañeros de largas jornadas
de viaje en diligencia recitándoles sus novelas, palabra por palabra,
antes de trasladarlas al papel.
Y está también la famosa historia de Mozart, que, todavía niño, es-
cribió una partitura completa del Miserere de Gregorio Allegri, com-
plicada composición para coro a cuatro voces, después de haberla
oído tan sólo una vez.

En criterio de Capra (2008b; p. 60), lo que diferencia a Leonardo


de los otros «hombres universales» del Renacimiento italiano no
estriba sólo en que al formular preguntas que nadie se había plan-
teado hasta entonces llegó mucho más lejos que cualquier otro en
sus investigaciones, sino también en que, con su reconocimiento
de modelos que interrelacionaban formas y procesos pertenecien-
tes a diferentes dominios y la integración de sus descubrimientos
en una visión unificada del mundo, trascendió las fronteras disci-
plinarias de su época.
De esta manera, Leonardo da Vinci se convirtió en el primer cientí-
fico en centrar su atención en los modelos que relacionan las estruc-
turas básicas con los procesos de los sistemas vivos.
En la actualidad, a este enfoque de la ciencia se denomina «pensa-
miento sistémico y complejo».
A juicio de Capra (2008b; p. 61), ésta es la esencia de lo que Leo-
nardo llama hacerse universal. En una traducción libre de este enun-
ciado al lenguaje científico moderno, lo reformularía de esta manera:
«Para quien puede percibir modelos de interconexión, es fácil ser un
pensador sistémico»

Es más fácil entender la síntesis de arte y ciencia en Leonardo, se-


gún Capra (2008b; p. 62), si tenemos presente que en su época estos
términos no se empleaban con el mismo sentido que hoy. Para sus
239
contemporáneos, arte significaba habilidad (en el sentido en que hoy
hablamos del «arte de la medicina» o del «arte de la administración de
empresas»), mientras que scientia significaba conocimiento o teoría.
Leonardo insistió una y otra vez en que el «arte», o habilidad, de la
pintura debía apoyarse en la «ciencia» del pintor, esto es, en un sólido
conocimiento de las formas vivas, así como en la comprensión inte-
lectual de su naturaleza intrínseca y de sus principios subyacentes.

También ponía de relieve que dicha comprensión implicaba un


proceso intelectual continuado discorso mentale y que, por tanto, era
justo ver en la pintura una empresa intelectual. «Los principios cien-
tíficos y verdaderos de la pintura escribió en el Tratado son captados
por la mente sin operaciones manuales. Es la ciencia de la pintura,
que reside en la mente que la concibe.» (Capra, 2008b; p. 62)

El tercer elemento de la síntesis de Leonardo, además del arte (ha-


bilidad) y la scientia (conocimiento), es la fantasía o imaginación
creativa del artista.
Durante toda su vida, Leonardo se refirió a sí mismo como inven-
tor. A su juicio, un inventor era una persona que creaba un objeto ar-
tificial o una obra de arte uniendo diversos elementos en una nueva
configuración, inexistente en la naturaleza.

Leonardo no distinguía entre el proceso de diseño, entendido éste


como la configuración abstracta o teórica de múltiples procesos y/o
componentes, y el proceso de ejecución producción material. Sin
embargo, para él siempre fue más importante lo concreto pensado
que la realización física o material.

Vale la pena recordar que la mayoría de las máquinas y de los apa-


ratos mecánicos que inventó, diseñó y presentó en magníficos dibu-
jos, nunca llegaron a hacerse realidad; y aunque era famoso como ar-
240
quitecto, su nombre no va unido a ningún edificio conocido. Incluso
como pintor, muchas veces parecía más interesado en la solución de
problemas de composición el discorso mentale que en la conclusión
real de la pintura. (Capra, 2008b; p. 64)
Para Capra (2008b; p. 71), la obra de Leonardo constituye una fas-
cinante ilustración visual del proceso que los teóricos de la compleji-
dad conocen como «emergencia», a saber, el surgimiento espontáneo
de nuevas formas de orden a partir del caos y la confusión.

De acuerdo con la teoría le la complejidad, la creatividad -gene-


ración de nuevas formas- es una propiedad clave de toda vida, e
implica el verdadero proceso de creación que Leonardo revelaba
en sus exquisitos trabajos preparatorios. En efecto, nuestras intui-
ciones más creativas y originales surgen de esos estados de incerti-
dumbre y de confusión.

Los problemas que atraen a Leonardo son problemas teóricos de


diseño arquitectónico. Las preguntas que se formula son las mis-
mas que explora mediante la ciencia de formas orgánicas, esto es,
preguntas sobre modelos, organización espacial, ritmo y flujo. (Ca-
pra, 2008b; p. 87)

Para Leonardo, según Capra (2008b; p. 100), el reconocimiento de


la multiplicidad de modelos de relaciones en la naturaleza era el sello
distintivo de una ciencia universal.
En la actualidad también urge ese conocimiento universal, sisté-
mico, complejo o configuracional, que es precisamente una de las
razones que hacen tan pertinente hoy la visión unificada, dialéctica y
holística que Leonardo tenía del mundo.

En una ocasión, sobre la base de una autopsia que Leonardo le


hizo a un anciano fallecido, el genio científico diagnosticó brillan-
241
temente que el anciano había fallecido por espesamiento y estre-
chamiento de los vasos sanguíneos, estado que se conoció con el
nombre de arterioesclerosis más de trescientos años después desde
el descubrimiento de Leonardo.
Leonardo algún día tuvo que haber decidido argumentar los fun-
damentos matemáticos de la ciencia que estaba proponiendo, y para
ello quizá pensó escribir dos tratados matemáticos: Tratado de la
pintura y Tratado de la luz y la sombra.

El primero, un Libro sobre perspectiva, trataría de las leyes de la


perspectiva y la óptica geométrica que es preciso dominar para com-
prender la visión, la representación de objetos sólidos y la reproduc-
ción pictórica de la luz y la sombra.

El segundo, un Tratado sobre la cantidad continua, acompañado


de un volumen titulado De ludo geométrico (Del juego de la geome-
tría), presentaría la geometría de las transformaciones, que Leonar-
do concebía como las matemáticas adecuadas a la descripción de las
cualidades de las formas vivas. Durante más de diez años Leonardo
había explorado este nuevo tipo de geometría.

En cuanto a la anatomía, se propuso escribir un Discurso sobre los


nervios, los músculos, los tendones, las membranas y los ligamentos,
además de un Libro especial sobre los músculos y los movimientos
de las extremidades. Estos dos libros constituirían en conjunto el es-
tudio definitivo del cuerpo humano en movimiento que realizó su
autor. (Capra, 2008b; p. 176)

Por ejemplo, en la colección de sus notas sobre pintura, conocida


como Trattato della pittura (Tratado de la pintura), dice:
La ciencia de la pintura se extiende a todos los colores de las su-
perficies y a las figuras de los cuerpos que esas superficies cubren
242
[...] Con filosófica y sutil especulación, [la pintura] toma en consi-
deración todas las cualidades de las formas [...] La pintura es verda-
deramente ciencia, hija legítima de la naturaleza, porque nace de la
naturaleza. (Citado en Capra, 2008b; p. 25)
Para Leonardo, según Capra (2008b; p. 25), la pintura es arte y
ciencia a la vez, una ciencia de las formas naturales, de las cualida-
des, completamente distinta de la ciencia mecanicista que surgiría
doscientos años después. Las formas de Leonardo son formas vivas,
constantemente modeladas y transmutadas por procesos subyacen-
tes. A lo largo de toda su vida estudió, dibujó y pintó las rocas y los
sedimentos de la tierra, modelados por el agua; el crecimiento de
las plantas, modelado por su metabolismo; y la anatomía del cuerpo
animal (y humano) en movimiento.
En la historia intelectual y científica de Occidente, el Renacimiento
se extiende de comienzos del siglo XV a finales del XVI, y caracteriza
el período de transición de la Edad Media al mundo moderno.
En la década de 1460, cuando el joven Leonardo da Vinci recibía en
Florencia su formación de pintor, escultor e ingeniero, la visión del
mundo de sus contemporáneos se entremezclaba con el pensamiento
medieval.

La ciencia en sentido moderno no existía como método riguroso,


empírico y sistemático para obtener conocimiento acerca del mundo
natural.
El conocimiento acerca de los fenómenos naturales era el que ha-
bían legado Aristóteles y otros filósofos de la antigüedad, conoci-
miento que a veces era acertado y otras veces era erróneo.
Los teólogos escolásticos fusionaron luego dichos conocimientos
con la doctrina cristiana y los presentaron como credo oficialmente
autorizado. Cualquier crítica a la ciencia de Aristóteles era para las
autoridades un ataque a la Iglesia. Por esta razón, condenaban los
243
experimentos científicos y eran considerados como subversivos.

Según Capra (2008b; p. 23). Leonardo da Vinci rompió con esta


tradición y estas reglas normativas. Cien años antes que Galileo y Ba-
con, desarrolló por sí solo un nuevo enfoque empírico de la ciencia,
que implicaba la observación sistemática de la naturaleza, el razo-
namiento lógico y ciertas formulaciones matemáticas: precisamente
las características principales de lo que hoy se conoce como método
científico.

Leonardo advirtió claramente que estaba abriendo un nuevo


campo. Humildemente se autodenominó omo senza lettere («in-
culto»), pero no sin cierta ironía y orgulloso de su nuevo método,
pues se consideraba un «intérprete entre la naturaleza y los seres
humanos». Allí donde mirase, había nuevos descubrimientos por
realizar, y su creatividad científica, que combinaba la apasionada
curiosidad intelectual con la inmensa paciencia y el ingenio expe-
rimental, fue su principal fuerza impulsora a lo largo de la vida.
(Capra, 2008b; p. 24)
El concepto que Leonardo tenía del alma, según Capra (2008b; p.
31), se aproxima mucho a lo que los científicos cognitivos de hoy lla-
man «cognición», es decir, proceso del conocimiento. Tan ingeniosa
es su teoría de cómo los impulsos sensoriales viajan a lo largo de los
nervios desde los órganos sensoriales hasta el cerebro, que dudo de
que los neurocientíficos de hoy pudieran concebir nada mejor si se
vieran obligados a trabajar sin ningún conocimiento de electromag-
netismo, bioquímica y microbiología.
Leonardo nunca concibió el cuerpo humano como una máquina, a
diferencia de Descartes. Pese a ser un ingeniero brillante que inventó
innumerables máquinas y artilugios mecánicos, reconocía con niti-
dez, y lo documentó con magníficos diseños, que la anatomía de los
animales y de los seres humanos implican funciones mecánicas, pero
que los seres vivos no constituyen máquinas.
244
Decía que «la naturaleza no puede dar movimiento a los animales
sin instrumentos mecánicos», pero para él eso no implicaba que los
organismos vivos fueran máquinas. Sólo daba a entender que, para
comprender los movimientos del cuerpo animal, necesitaba explorar
los principios de la mecánica, lo cual él hizo durante muchos años de
una manera rigurosa y sistemática.

Comprendió claramente que los medios de los movimientos cor-


porales eran mecánicos. Pero, para Leonardo, su origen estaba en el
alma, cuya naturaleza no era mecánica sino espiritual. (Capra, 2008b;
p. 35)

Leonardo no cultivaba la ciencia y la ingeniería con el fin de domi-


nar la naturaleza, que es por lo que abogaría Francis Bacon un siglo
después. Tenía profundo respeto por la vida, compasión especial por
los animales y gran respeto por la complejidad y exuberancia de la
naturaleza.

A pesar de ser un brillante inventor y proyectista, Leonardo, según


Capra (2008b; p. 35), siempre pensó que el ingenio de la naturaleza
era enormemente superior al propósito humano. Estaba convenci-
do de que lo prudente era respetar la naturaleza y aprender de ella,
actitud que hoy ha vuelto a presentarse en la práctica del proyecto
ecológico.

La síntesis de arte y ciencia propia de Leonardo está imbuida de


una profunda conciencia ecológica, de un enfoque holístico, una
concepción sistémica y un pensamiento configuracional.
No es sorprendente que hablara con gran desprecio de los llamados
«compendiadores», es decir, los reduccionistas de su época:
Los compendiadores de obras infligen daño al conocimiento y al
amor [...] ¿Qué valor tiene quien, para simplificar aquello de lo que
245
pretende dar un conocimiento completo, deja de lado la mayor parte
de las cosas que componen el todo? [...] ¡Oh, estupidez humana! [...]
No advertís que caéis en el mismo error del que despoja a un árbol
de su adorno de ramas llenas de hojas entremezcladas de flores fra-
gantes o de frutos con el fin de demostrar la utilidad del árbol para
producir tablones. (Citado en Capra, 2008b; p. 36)

Esta brillante valoración constituye un significativo testimonio


de la matriz epistémica de Leonardo, y está a la vez tamizada por
un turbulento vaticinio: reducir el valor a los árboles únicamente
a la calidad su madera y valorar la belleza de la vida sólo por par-
tes mecánicas es una impresionante caracterización y lamentable-
mente acertada acerca de la mentalidad dominante nuestro mun-
do actual. Y esto hace precisamente que el legado de Leonardo
tenga un extraordinario valor y sea extremadamente pertinente
para nuestra época.
Nuestras ciencias y tecnologías han estrechado progresivamente su
campo, de modo que hoy somos incapaces de comprender nuestros
problemas multifacéticos desde una perspectiva interdisciplinaria.
Necesitamos con urgencia una ciencia que haga honor a la unidad de
la vida y la respete, que reconozca la fundamental interdependencia
de todos los fenómenos naturales y vuelva a conectarnos con la tierra
viva. Lo que necesitamos hoy es exactamente el tipo de pensamiento
y de ciencia que Leonardo da Vinci anticipó y esbozó hace quinientos
años, en la culminación del Renacimiento y el amanecer de la mo-
derna era científica. (Capra, 2008b; p. 36)

Durante los años en que Leonardo vivió en Milán, entretuvo a la


corte con fábulas, canciones y encantadora conversación. «Cantaba
muy bien y se acompañaba con la lira, para deleite de toda la corte»,
nos cuenta Paolo Giovio.

Pero Leonardo también perseguía su investigación científica con


246
intensa concentración y a menudo necesitaba evadirse para pasar
largos períodos en soledad. «El pintor o dibujante debe ser solitario
-escribió en el Tratado de la pintura-, sobre todo cuando está absorto
en reflexiones y consideraciones que, al aparecer continuamente ante
sus ojos, proporcionan a la memoria un material que debe ser bien
guardado.»

Es probable que esos frecuentes períodos de retiro en soledad, que


dedicaba a la contemplación y a prolongadas observaciones de la
naturaleza, contribuyeran a crear el aire de misterio que le rodeaba.
(Capra, 2008b; p. 45)

La obra científica de Leonardo era prácticamente desconocida en


su vida y permaneció oculta durante más de doscientos años tras
su muerte en 1519. Sus descubrimientos pioneros y originales ideas
no ejercieron influencia directa en los científicos que lo sucedieron,
aunque durante los cuatrocientos cincuenta años siguientes su con-
cepción de una ciencia de las formas vivas volvería a aparecer en di-
versas épocas.

En esos períodos, los problemas con los que Leonardo había lu-
chado volvían a abordarse con niveles crecientes de complejidad a
medida que los científicos progresaban en su comprensión de la es-
tructura de la materia, las leyes de la química y el electromagnetismo,
la biología celular y molecular, la genética y el papel decisivo de la
evolución en la plasmación de formas del mundo vivo.

En la actualidad, dada nuestra ventaja de contar con la ciencia del


siglo XXI, podemos reconocer en Leonardo da Vinci un temprano
precursor de todo un linaje de científicos y filósofos cuyo centro de
interés fue la naturaleza de la forma orgánica.

Entre ellos figuran, en criterio de Capra (2008b; p. 28), Immanuel


247
Kant, Alexander von Humboldt y Johann Wolfgang von Goethe en
el siglo XVIII; Georges Cuvier, Charles Darwin y D’Arcy Thompson
en el XIX; Alexander Bogdanov, Ludwig von Bertalanffy y Vladimir
Vernadsky a comienzos del XX; y Gregory Bateson, Ilya Prigogine
y Humberto Maturana a finales del siglo XX; lo mismo que morfo-
logistas y teóricos de la complejidad contemporáneos, como Brian
Goodwin, Ian Stewart y Ricard Solé.

Mientras los manuscritos de Leonardo se llenaban de polvo en


antiguas bibliotecas europeas, Galileo Galilei era celebrado como el
«padre de la ciencia moderna». Sin embargo, Capra (2008b; p. 28)
sostiene que el verdadero fundador de la ciencia moderna fue Leo-
nardo da Vinci.

¿Cuál habría sido entonces el desarrollo del pensamiento científico


a lo largo de los últimos cinco siglos en caso de que los cuadernos de
notas de Leonardo da Vinci se hubiesen conocido y estudiado poco
después de su muerte?

Es asombroso que en sus estudios matemáticos de las «cantidades


continuas» y las «transmutaciones» experimentara con una forma
rudimentaria de topología mucho antes de que Henri Poincaré de-
sarrollara esta importante rama de las matemáticas modernas a co-
mienzos del siglo XX.

La principal herramienta de Leonardo para la representación y el


análisis de las formas de la naturaleza fue su extraordinaria facilidad
para el dibujo, que en la práctica llegaba a igualar la rapidez de su
visón.

La observación y la documentación se fundían en un único acto. Uti-


lizaba su talento artístico para producir dibujos asombrosamente be-
llos que al mismo tiempo hacían las veces de diagramas geométricos.
248
Como se aprecia, para Leonardo, el dibujo era un vehículo perfecto
para formular sus modelos conceptuales, unas «matemáticas» per-
fectas para su ciencia de las formas orgánicas.
En ambos sentidos es válida su afirmación de que «el dibujo com-
prende en sí mismo todas las formas de la naturaleza». Para poner en
práctica su arte, necesitaba la comprensión científica de las formas de
la naturaleza; y para analizar las formas de la naturaleza necesitaba la
habilidad artística para dibujarlas. (Capra, 2008b; p. 29)

Capra (2008b; p. 213) llama la atención acerca de que Leonardo


da Vinci desarrolló y practicó en solitario las características esen-
ciales del método científico, quinientos años antes de que éste fuera
reconocido y formalmente descrito por filósofos y científicos. En su
enfoque empírico, Leonardo practicaba el estudio de la literatura dis-
ponible, las observaciones sistemáticas, la experimentación, las me-
diciones cuidadosas y repetidas, la formulación de modelos teóricos
y los frecuentes intentos de generalizaciones matemáticas.
Sólo recientemente, gracias a la cuidadosa datación de sus notas,
lo que hoy hace posible seguir la evolución de sus ideas y técnicas,
el método de Leonardo ha salido a la luz en toda su amplitud. Du-
rante siglos, la edición de las selecciones de sus cuadernos de notas
se atuvo al criterio de la ordenación temática, de modo que pre-
sentaba unos junto a otros juicios contradictorios, originarios de
diferentes períodos de la vida de su autor. Pero en las tres últimas
décadas, los cuadernos de notas han sido por fin correctamente da-
tados. (Capra, 2008b; p. 213)
Al comienzo de sus investigaciones científicas, desde las primeras
líneas escritas, hasta las de los últimos días, Leonardo llenó sus cua-
dernos de notas de afirmaciones relacionadas con la importancia crí-
tica de la observación y la experimentación metódicas.

En este sentido, nunca se cansó de acentuar la importancia de la


249
sperienza, es decir, la experiencia directa de los fenómenos naturales,
lo cual constituyó un cambio revolucionario que Leonardo aportó a
la filosofía natural del siglo XV.
Mientras que los filósofos y los científicos griegos habían eludido
la experimentación, y la mayoría de los humanistas del Renacimien-
to repetían acríticamente las afirmaciones de los textos clásicos, es
significativa y notable la inconmovible confianza de Leonardo en la
observación directa de la naturaleza.

«Todo nuestro conocimiento tiene su origen en los sentidos», ob-


servó en su primer cuaderno de notas, conocido como Códice Tri-
vulziano; «La sabiduría es hija de la experiencia», leemos en el Códi-
ce Forster; y en el Tratado de la pintura afirmó: «A mi manera de ver,
esas ciencias son inútiles y están llenas de errores que no han nacido
de la experiencia, madre de toda certeza [...] es decir, que no pasan
por ninguno de los cinco sentidos ni al comienzo, ni a mitad de ca-
mino, ni al final.» (Citado en Capra, 2008b; p. 214)
Según Capra (2008b; p. 214), esta manera de abordar el estudio de
la naturaleza no tenía precedente en tiempos de Leonardo y sólo vol-
vería a aparecer en el siglo XVII, en la era de la Revolución Científica.
Capra (2008b; p. 215) refiere que, cuando Leonardo vivía en Roma
y tenía ya más de sesenta años, un día estaba ocupándose de proble-
mas de mecánica y llenaba un pequeño cuaderno de notas con una
serie de elaborados diagramas de balanzas y poleas, escribió en un
momento dado:

«Definiré ahora la naturaleza de las balanzas compuestas...»

Pero luego, como si repentinamente pensara en futuros lectores,


necesitados de educación científica, se interrumpe y agrega su hoy
famoso manifiesto sobre el método científico:
«Antes de dar un paso más, realizaré experimentos, porque mi pro-
250
pósito es exponer primero la experiencia y luego, mediante el razo-
namiento, mostrar por qué esa experiencia está destinada a operar
precisamente de esa manera. Es ésta la verdadera regla que deben
seguir quienes reflexionan sobre los fenómenos de la naturaleza. »
(Citado en Capra, 2008b; p. 215)

Como ya hemos relatado, en la historia intelectual y científica de


Europa es común atribuir el primer desarrollo de este riguroso en-
foque empírico a Galileo Galilei, que nació ciento doce años des-
pués que Leonardo da Vinci, y a quien se reconoce como padre de
la ciencia moderna.

Para Capra no cabe ninguna duda de que, en caso de haberse publi-


cado los escritos científicos de Leonardo en vida de su autor, o de ha-
berse estudiado con amplitud sus cuadernos de notas poco después
de su muerte, este honor habría recaído en él.

Leonardo estaba dotado de una excepcional capacidad de observa-


ción y una penetrante memoria visual complementada por sus gran-
des habilidades como dibujante, es por ello que el enfoque empírico
en él se dio con toda naturalidad.

En los cuadernos de notas, Leonardo comentó repetidamente


cómo debía realizarse un buen experimento e insistió en particular
en la necesidad de cuidadosas repeticiones y variaciones. Así, en el
Manuscrito A leemos lo siguiente: «Antes de establecer una regla ge-
neral para este caso, ponía a prueba dos o tres veces y observa si
las repeticiones producen los mismos efectos.» En el Manuscrito M
anota: «Este experimento debería realizarse varias veces, a fin de que
ningún accidente entorpezca o falsee la prueba.» (Citado en Capra,
2008b; p. 216)
Generalmente, para desarrollar sus observaciones, Leonardo partía
251
de conceptos y explicaciones de aceptación general y a menudo re-
sumía lo que había recogido de los textos clásicos antes de comenzar
a poner a prueba esa información con sus observaciones persona-
les. A veces anotaba apresuradamente estos resúmenes en forma de
esquemas, o incluso de muy elaborados dibujos. Esto indica que el
enfoque sistemático y la cuidadosa atención al detalle que Leonardo
aplicó a sus observaciones y experimentos son típicos de su método
de investigación científica.

Según Capra (2008b; p. 219), siempre que Leonardo hizo un pro-


greso en la comprensión de los fenómenos naturales, fue consciente
de que las analogías y los modelos de interconexión con problemas
de otras áreas llevarían aparejada la correspondiente revisión de sus
ideas teóricas.

Este método lo condujo a ocuparse de muchos problemas no sólo


una vez, sino muchas veces en diferentes períodos de su vida, a lo
largo de la cual fue modificando paso a paso sus teorías a medida que
su conocimiento científico evolucionaba.

El método de Leonardo de reconsiderar repetidamente sus ideas


teóricas en diversas áreas lleva implícito el hecho de que jamás
daba por «definitivas» sus explicaciones. Aunque confiaba en la
certeza del conocimiento científico, como hizo la mayoría de los
filósofos y los científicos de los tres siglos siguientes, sus suce-
sivas formulaciones teóricas en campos diversos presentan gran
semejanza con los modelos teóricos característicos de la ciencia
moderna. (Capra, 2008b; p. 219)

Tanto en el arte como en la ciencia, Leonardo siempre estuvo


más interesado en el proceso de exploración y diagnóstico que en
los resultados finales o la obra acabada. Es por ello que tantas de sus
pinturas y toda su ciencia quedaron inacabadas, como trabajos en
curso. Lo anterior debido a que Leonardo estuvo siempre dispues-
252
to a revisar sus modelos cuando sentía que nuevas observaciones o
nuevos conocimientos se lo exigían, al igual que hacen los científicos
modernos.

Si bien es cierto que los científicos modernos dan a conocer en


ponencias, monografías y libros el estado de su trabajo en diversas
etapas de desarrollo, la ciencia en su conjunto es siempre un traba-
jo en curso. Ésta es una característica general del método científico
moderno. Se sigue reemplazando unos modelos y teorías por otros
nuevos, que se consideran superiores, pero que son limitados, apro-
ximados, y que, con el progreso del conocimiento, están a su vez des-
tinados a ser sustituidos.

Desde la Revolución Científica del siglo XVII este progreso en


ciencia ha sido una empresa colectiva. Continuamente los científi-
cos se intercambian cartas, artículos y libros, además de discutir sus
teorías en diferentes encuentros. Este continuo intercambio de ideas
está bien documentado y, por tanto, facilita enormemente a los his-
toriadores el seguimiento del progreso de la ciencia a lo largo de los
siglos.

En el caso de Leonardo, la situación es completamente distinta.


Trabajó solo y en secreto, no publicó nada de sus hallazgos y sólo
raramente fechó sus notas. (Capra, 2008b; p. 220)

Leonardo da Vinci es el padre del configuracionismo. Su visión


de la naturaleza y los seres vivos lo confirma. Su inclinación a una
concepción holística, dinámica y configuracional del mundo puede
apreciarse en sus obras artísticas y en sus notas científicas.

La tensión entre mecanismo y holismo, entre el estudio de la


materia (o sustancia, estructura, cantidad) y el de la forma (o mode-
lo, orden, cualidad), se remonta al origen mismo de la filosofía y la
ciencia de Occidente.
253
El estudio de la materia fue defendido por Demócrito, Galileo,
Descartes y Newton; el de la forma, por Pitágoras, Aristóteles, Kant
y Goethe.

Leonardo se incorporó a la tradición de Pitágoras y Aristóte-


les, pero la combinó con su propio método, rigurosamente empírico,
para formular una ciencia de las formas vivas, sus modelos de or-
ganización y sus procesos de crecimiento y transformación. Tenía
profunda conciencia de la interrelación fundamental de todos los fe-
nómenos y de la interdependencia y generación mutua de todas las
partes de un todo orgánico, lo que en el siglo XVIII Immanuel Kant
definiría como «auto-organización».

En el Códice Atlántico, Leonardo resumió de modo elocuente


su profunda comprensión de los procesos básicos de la vida parafra-
seando una afirmación del filósofo jónico Anaxágoras:

«Todas las cosas tienen su origen en todas las cosas, todas están
hechas de todas las demás y todas se convierten en todas las demás,
porque lo que existe en los elementos está hecho de estos elementos.»
(Citado en Capra, 2008b; p. 224)

La Revolución Científica reemplazó la visión aristotélica del


mundo por la concepción del mundo como máquina. A partir de ese
momento, el enfoque mecanicista el estudio de la materia, las canti-
dades y los elementos constituyentes dominó la ciencia occidental.

Sólo en el siglo XX se pusieron por completo en evidencia los


límites de la ciencia newtoniana y el mundo mecanicista cartesiano
comenzó a ceder el paso a una visión holística, compleja, ecológica,
sistémica y configuracional, similares a la que desarrolló Leonardo
da Vinci.

Con el surgimiento del pensamiento sistémico y su énfasis en


las redes, la complejidad, las configuraciones y los modelos de or-
254
ganización, podemos hoy apreciar más plenamente el poder de la
ciencia de Leonardo y su pertinencia a nuestra era moderna.

Según Capra (2008b; p. 224), la ciencia de Leonardo es una


ciencia de cualidades, deformas y proporciones, más que de cantida-
des absolutas.

Leonardo prefería representar las formas de la naturaleza en


sus dibujos ante que describir su configuración, y no las analizaba en
función de medidas exactas, sino de sus proporciones.

Para los artistas del Renacimiento, la proporción era la esencia


de la armonía y la belleza. Leonardo llenó muchas páginas de sus
cuadernos de notas con elaborados diagramas de proporciones entre
las diversas partes de la figura humana, y dibujó los diagramas co-
rrespondientes para estudiar el cuerpo del caballo. No le interesaban
las mediciones absolutas, las cuales en su época no eran tan exactas
ni tan importantes como lo son en el mundo moderno.

A Leonardo le impresionó siempre la gran diversidad y varie-


dad de las formas vivas. «Tan encantadora y abundante es la natu-
raleza en sus variaciones -escribió en un pasaje sobre la manera de
pintar los árboles- que sería imposible encontrar entre los árboles del
mismo tipo una planta que se asemejara por completo a otra de las
inmediaciones, y no sólo eso, sino que tampoco en sus ramas, hojas
y frutos se encontrarían dos exactamente iguales.» (Citado en Capra,
2008b; p. 225)

Como se aprecia, Leonardo reconocía en esta infinita variedad


una característica decisiva de las formas vivas, pero también trató de
clasificar en diferentes tipos las que estudió. En este sentido, elaboró
listas de diferentes partes del cuerpo, como los labios y la nariz, e
identificó distintos tipos de figuras humanas, variedades de especies
de plantas e incluso diferentes clases de remolinos de agua. Siempre
que observó formas naturales, registró sus características esenciales
255
en dibujos y diagramas, las clasificó en tipos si era posible, y trató de
comprender los procesos y las fuerzas subyacentes a su formación.
(Capra, 2008b; p. 225)

Además de las variaciones en el seno de una especie en par-


ticular, Leonardo prestó atención a las semejanzas de formas or-
gánicas en diferentes especies y a las semejanzas de modelos en
distintos fenómenos naturales. Los cuadernos de notas contienen
en gran número dibujos de esos modelos: semejanzas anatómicas
entre la pierna de un hombre y la pata de un caballo, entre vórtices
en espiral y follajes espiralados de ciertas plantas, entre la corriente
de agua y la fluidez de movimiento del cabello, etcétera. En un folio
de dibujos anatómicos, anota que las venas del cuerpo humano se
comportan como naranjas, «en las que, cuanto más viejas son, más
gruesa se hace la piel y, por tanto, más pequeña es la pulpa». (Cita-
do en Capra, 2008b; p. 227)

La ciencia de Leonardo es absolutamente dinámica, como las


configuraciones humanas (afectiva, cognitiva e instrumental). Pre-
senta las formas de la naturaleza en montañas, ríos, plantas y el cuer-
po humano en incesante movimiento de transformación.

Para él, la forma nunca es estática. Se da cuenta de que las for-


mas vivas son constantemente moldeadas y transformadas por pro-
cesos subyacentes. Estudia las múltiples maneras en que las rocas y
las montañas son moldeadas por turbulentas corrientes de agua y en
que las formas orgánicas de plantas, animales y el cuerpo humano,
son moldeadas por su metabolismo.

El mundo que presenta Leonardo, tanto en su arte como en su


ciencia, es un mundo en desarrollo y en movimiento, en el cual todas
las configuraciones y formas son simplemente fases de un proceso
continuo de transformación. (Capra, 2008b; p. 228)

Al mismo tiempo, la concepción dinámica, compleja y holísti-


256
ca que Leonardo tenía de las formas orgánicas muestra un extraor-
dinario paralelismo con la nueva concepción sistémica y configura-
cional de la vida que ha surgido en la vanguardia de la ciencia en los
últimos cuarenta años.

En la ciencia de las formas vivas de Leonardo, los modelos


de organización de la vida y sus procesos fundamentales de meta-
bolismo y crecimiento eran los hilos conceptuales unificadores que
interconectaban su conocimiento del macrocosmos y el microcos-
mos. En el macrocosmos, los temas principales de su ciencia eran
los movimientos del agua y el aire, las formas y las transformacio-
nes geológicas, así como la diversidad botánica y los modelos de
crecimiento de las plantas. En el microcosmos, su principal centro
de atención era el cuerpo humano: su belleza y sus proporciones,
los mecanismos de sus movimientos y lo que tenía en común con
otros cuerpos animales en movimiento, sobre todo los pájaros en
vuelo. (Capra, 2008b; p. 229)

En efecto, todo sistema es una configuración estática, pero toda


configuración es un sistema dinámico.

Leonardo advirtió que el aire que se halla debajo de las alas


del pájaro es comprimido por el vigoroso movimiento de éstas hacia
abajo. «Observa cómo las alas, al chocar con el aire, sostienen a la pe-
sada águila en el tenue aire de las alturas», anotó en el Códice Atlán-
tico, para agregar luego esta notable observación: «Tanta es la fuerza
que ejerce el objeto contra el aire como la que el aire ejerce contra el
objeto.» (Citado en Capra, 2008b; p. 244)

Increíblemente, esta observación de Leonardo fue retomada


doscientos años después por Isaac Newton, y a partir de entonces se
conoce como tercera ley de Newton o ley de acción y reacción.

Durante sus años más prolíferos, Leonardo prosiguió sus con-


jeturas sobre las características básicas de los flujos de agua. Advirtió
257
entonces que la geometría de Euclides era insuficiente para describir
las formas de las olas y los remolinos. Alrededor de 1505 comenzó
un nuevo cuaderno de notas, conocido hoy como Códice Forster I,
con las palabras «Un libro titulado “De la transformación”, a saber,
de un cuerpo en otro sin disminución ni incremento de materia». En
cuarenta folios de este cuaderno de notas analizó y dibujó una gran
variedad de transformaciones de unas formas geométricas en otras,
semicírculos en medialunas, cubos en pirámides, esferas en cubos, y
otras. Estas páginas eran el inicio de su larga fascinación por un nue-
vo tipo de geometría, una geometría de formas y transformaciones,
que hoy se conoce como topología. (Capra, 2008b; p. 153)

Leonardo era muy consciente del papel decisivo de las mate-


máticas en la formulación de las ideas y en el registro y la evaluaron
de los experimentos. «No hay certeza -escribió en sus cuadernos de
notas- allí donde no se puede aplicar ninguna de las ciencias ma-
temáticas ni ninguna otra con ellas relacionada.» En sus Estudios
anatómicos proclamó, en un evidente homenaje a Platón: «Que no
lea mis principios nadie que no sea matemático.» (Citado en Capra,
2008b; p. 251)

Pero Capra (2008b; p. 251) precisa que Leonardo no conce-


bía las matemáticas como un matemático, sino como un científico.
Su aspiración era utilizar el lenguaje matemático para proporcionar
coherencia y rigor lógico a las descripciones de sus observaciones
científicas. Sin embargo, en su época no había un lenguaje matemá-
tico apropiado para expresar el tipo de ciencia que él perseguía, esto
es, la exploración de las formas de la naturaleza en sus movimientos
y transformaciones. Por eso Leonardo utilizó su capacidad de visua-
lización y su gran intuición para experimentar con nuevas técnicas
que presagiaban ramas de las matemáticas que no se desarrollarían
hasta varios siglos más tarde. Entre ellas están la teoría de las funcio-
nes y los campos del cálculo integral y la topología.
258
Es evidente que Leonardo se dio cuenta de que las matemáti-
cas de su época eran inapropiadas para registrar los resultados más
importantes de su investigación científica, es decir, la descripción
de las formas vivas de la naturaleza en sus movimientos y trans-
mutaciones incesantes. De ahí que, en lugar de las matemáticas,
empleó a menudo su excepcional facilidad para el dibujo con el fin
de documentar sus observaciones mediante imágenes, a menudo
asombrosamente bellas, pero que hacen al mismo tiempo las veces
de diagramas matemáticos.

Su célebre dibujo «Agua que cae sobre agua», por ejemplo, no


es una instantánea realista de un chorro de agua que cae en una char-
ca, sino un elaborado diagrama del análisis de Leonardo de diver-
sos tipos de turbulencia causados por el impacto del chorro. (Capra,
2008b; p. 256)

En contraste con las rígidas figuras estáticas de la geometría


de Euclides, Capra (2008b; p. 259) afirma que Leonardo concibe las
relaciones geométricas de modo intrínsecamente dinámico.

Lo anterior es evidente incluso en sus definiciones de los ele-


mentos básicos de la geometría: «La línea se crea con el movimiento
del punto. La superficie se crea por el movimiento de la línea en sen-
tido transversal [...] el cuerpo se crea con el movimiento de la exten-
sión de la superficie.» (Citado en Capra, 2008b; p. 260)

En el siglo XX, el pintor y teórico del arte Paul Klee empleó


palabras casi idénticas para definir la línea, el plano y el cuerpo en
un pasaje que todavía hoy se utiliza en la enseñanza del diseño ar-
quitectónico:

El punto se mueve [...] y nace la línea: la primera dimensión.


Si la línea se desplaza para formar un plano, tenemos un elemento
de dos dimensiones. En el movimiento del plano hacia los espacios,
el choque de planos da origen al cuerpo. (Citado en Capra, 2008b; p.
259
260)

En su ejemplo más sofisticado, Leonardo transforma un dode-


caedro -sólido regular de doce caras pentagonales- en un cubo del
mismo volumen. Y lo hace en cuatro pasos claramente ilustrados
(Capra, 2008b; p. 264):

1. Descompone el dodecaedro en doce pirámides


iguales de base pentagonal;

2. Descompone cada una de estas pirámides en cinco


pirámides más pequeñas con bases triangulares, de
modo que el dodecaedro ha quedado descompuesto
en sesenta pirámides iguales;

3. Transforma la base triangular de cada pirámide


en un rectángulo de la misma superficie que, por
tanto, conserva el volumen de la pirámide;

4. Reúne de un modo ingenioso las sesenta pirámides


rectangulares en un cubo que, evidentemente, tiene
el mismo volumen que el dodecaedro original.

En un alarde de ingenio final, asegura Capra (2008b; p. 264),


Leonardo recorre en sentido inverso los pasos de todo el procedi-
miento, empezando por un cubo y terminando en un dodecaedro
del mismo volumen. Huelga decir que este conjunto de transfor-
maciones es una demostración de gran imaginación y considera-
ble capacidad de visualización.

Puesto que la ciencia de Leonardo era una ciencia de las cualida-


des, de las formas orgánicas y sus movimientos y transformaciones,
la «necesidad» matemática que él veía en la naturaleza no es la que
se expresa en cantidades y en relaciones numéricas, sino la que está
hecha de formas geométricas en continua auto-transformación de
acuerdo con leyes y principios rigurosos. (Capra, 2008b; p. 274)
260
Como se puede apreciar, Leonardo no separó la filosofía, de la cien-
cia y el arte, y tampoco separó la ontología (teoría de lo que existe
en el mundo, su esencia y naturaleza) de la epistemología (teoría del
conocimiento científico), haciendo en este sentido una propuesta
configuracional de la ciencia.

3.4-Fundamentos de la Configuralogía: nueva ciencia configuracional


Según Maturana (2003; p. 195), las ciencias modernas son con-
juntos de afirmaciones fundadas en explicaciones científicas; y, son
explicaciones científicas, proposiciones generativas que satisfacen el
criterio de validación de las explicaciones científicas. Por ello, hay
tantos dominios científicos como dominios de fenómenos que uno
puede explicar científicamente. En otras palabras, puede haber tantas
ciencias como clases de fenómenos pueda uno explicar con explica-
ciones definidas o aceptadas según el criterio de validación de las
explicaciones científicas. Desde esa perspectiva, la psicología es un
ámbito en el cual uno puede hacer ciencia como en cualquier otro
en la medida en que uno tiene preguntas que contestar, o fenómenos
que explicar, como científico.

Como ya hemos argumentado, en los presupuestos teóricos de


la Configuralogía como ciencia, subyacen la teoría de la com-
plejidad, la Gestalt, la teoría holográfica, el enfoque holístico y
ecológico, y la nueva teoría de sistemas, ciencias que se concen-
tran en la dinámica de la autotrascendencia y se basan en la obra
de notables teóricos de sistemas, tales como Gregory Bateson,
Wolfgang Köhler, Ervin Laszlo, Fritjof Capra y Edgar Morín, en-
tre otros no menos importantes.
Bateson reconoce 16 presupuestos básicos que todo científico debe
compartir, los cuales se convierten en características comunicacio-
nales básicas, que constituyen un cimiento importante para nuestra
teoría configuracional.
261
1. La ciencia nunca prueba nada (Bateson, 2011; p. 37-39)

La ciencia a veces mejora las hipótesis y otras veces las refuta, pero
probarlas es otra cuestión, y esto tal vez no se produzca jamás salvo
en el reino de la tautología totalmente abstracta. En ocasiones po-
demos decir que si se dan tales y tales supuestos y postulados abs-
tractos, entonces tal o cual cosa debe seguirse de ello absolutamente.
Pero, nuevamente, la verdad acerca de lo que puede ser percibido,
o acerca de aquello a lo cual se llega por inducción a partir de una
percepción, es otra cosa.
Digamos que la verdad significaría una correspondencia precisa
entre nuestra descripción y lo que describimos, o entre nuestra
red total de abstracciones y deducciones y alguna comprensión
total del mundo exterior. En este sentido, la verdad no es ase-
quible. Y aun dejando de lado las barreras de la codificación -la
circunstancia de que nuestra descripción estará dada en palabras,
figuras o imágenes, mientras que lo que describimos será de car-
ne y hueso, de sangre y acción-, aun soslayando ese estorbo de la
traducción, nunca podremos reclamar haber alcanzado un cono-
cimiento definitivo de nada.

La predicción no puede ser nunca absolutamente válida, y por ende


la ciencia no puede nunca probar una generalización o siquiera ve-
rificar un solo enunciado descriptivo y de esa forma arribar a una
verdad definitiva.

2. El mapa no es el territorio, y el nombre no es la cosa nombrada


(Bateson, 2011; p. 40-41)
Este principio, hecho célebre por Alfred Korzybski, tiene referencia
con muchos niveles. De un modo general, nos recuerda que cuando
pensamos en cocos o en cerdos, no tenemos cocos o cerdos en el ce-
rebro. Pero, en un sentido más abstracto, el enunciado de Korzybski
262
nos dice que en todo pensamiento, o percepción, o comunicación de
una percepción, hay una trasformación, una codificación, entre la
cosa sobre la cual se informa, la Ding an sich, y lo que se informa so-
bre ella. En especial, la relación entre esa cosa misteriosa y, el informe
sobre ella suele tener la índole de una clasificación, la asignación de
una cosa a una clase. Poner un nombre es siempre clasificar, y trazar
un mapa es en esencia lo mismo que poner un nombre.

3. No hay experiencia objetiva (Bateson, 2011; p. 42)

Toda experiencia es subjetiva. Esto no es más que un mero corola-


rio de lo que se afirma en el punto 4: que son nuestros cerebros los
que fabrican las imágenes que creemos “percibir”.
La experiencia de lo exterior siempre está mediada por determina-
da órganos sensoriales y vías neurales. En tal medida, los objetos son
creación mía, y mi experiencia de ellos es subjetiva, no objetiva.
4. Los procesos de formación de imágenes son inconscientes
(Bateson, 2011; p. 42-48)
Esta generalización parece ser válida para todo lo que ocurre entre
mi acción, a veces consciente, de dirigir un órgano de mis sentidos
hacia cierta fuente de información y mi acción consciente de derivar
información de una imagen que “yo” creo ver, oír, palpar, gustar u
oler. Hasta un dolor es ciertamente una imagen creada.

La retina periférica recibe un cúmulo de información que perma-


nece fuera de la conciencia -posiblemente (aunque no seguramente)
en la forma de una, imagen-.
Los procesos de la percepción nos son inaccesibles; sólo tenemos
conciencia de los productos de esos procesos y, desde luego, son
esos productos los que necesitamos. Estos dos hechos generales son
para mí el comienzo de la epistemología empírica primero, que yo
no tengo conciencia de los procesos de construcción de las imá-
263
genes que conscientemente veo, y segundo, que en estos procesos
inconscientes aplico toda una gama de presupuestos que se incor-
poran a la imagen terminada.
Todos sabemos, naturalmente, que las imágenes que “vemos” son
en realidad fabricadas por el cerebro o espíritu. Pero poseer este sa-
ber intelectual es muy distinto de darse cuenta de que es verdadera-
mente así.

La epistemología, en el nivel de la historia natural, es en su mayoría


inconsciente y en consecuencia difícil de modificar.
En síntesis: no existe un libre arbitrio contra las órdenes inmediatas
de las imágenes que la percepción presenta al “ojo del espíritu”, pero
merced de una ardua práctica y a la autocorrección es parcialmente
posible alterar esas imágenes.

5. La división del universo percibido en partes y tonalidades es


conveniente y puede ser necesaria, pero ninguna necesidad deter-
mina de qué modo debe practicársela.
La cuestión de la necesidad formal aquí planteada puede tener
la siguiente respuesta. Evidentemente, el universo se caracteriza
por una distribución desigual de conexiones causales y de otro tipo
entre sus partes; o sea, hay regiones de densa conexión separadas
entre sí por regiones de conexión menos densa. Bien puede ocurrir
que, necesaria e inevitablemente, haya procesos sensibles a la den-
sidad de la interconexión, de modo tal que aumente esa densidad
o que los raleados nexos se vuelvan más raleados aun. En tal caso,
el universo presentara forzosamente una apariencia en que las to-
talidades estarán ligadas por la raleza relativa de su interconexión.
(Bateson, 2011; p. 78)

Observo no solo que lo procesos de la precepción visual son inac-


264
cesibles a la conciencia, sino también que es imposible construir en
palabras una descripción aceptable de lo que debe de suceder en el
más simple acto de visión. El lenguaje no suministra medio alguno
de expresión para lo que no es consciente. (Bateson, 2011; p. 78)
Suelo felicitar a estos estudiantes por su capacidad para crear lo que
se asemeja a muchas hipótesis científicas, que “explican” una regula-
ridad perceptible en función de alguna entidad creada por la imagi-
nación. (Bateson, 2011; p. 51)

6. Las secuencias divergentes son impredecibles (Bateson, 2011; p. 51-53)

De acuerdo con la imagen popular de la ciencia, todo es en prin-


cipio, predecible y controlable; y si algún suceso o proceso no lo es
en el presente estado de nuestro conocimiento, con un poco más de
nuestro conocimiento y, en especial con un poco más de habilidad
práctica podremos predecir y controlar las variables indomadas.

Esta concepción es errónea, no sólo en los detalles sino por prin-


cipio. Es incluso, posible definir grandes clases de fenómenos en que
la predicción y el control son simplemente imposibles, por razones
muy fundamentales pero muy comprensibles.

Podemos conocer lo genérico, pero lo específico escapa a nosotros.

7. Las secuencias convergentes son predecibles (Bateson, 2011; p. 55)

En contraste con esto, el movimiento de los planetas dentro del


sistema solar, la tendencia de una reacción química en una mezcla
iónica de sales, el impacto de las bolas de billar (que involucra a mi-
llones de moléculas), todos estos son fenómenos predecibles porque
nuestra descripción de los sucesos se refiere al comportamiento de
inmensas multitudes o clases de individuos. Esto es lo que hace que
la estadística tenga alguna justificación científica, siempre y cuan-
265
do el especialista en estadística recuerde en todo momento que sus
enunciados sólo están referidos a agregados de individuos.

En ese sentido, las llamadas “leyes probabilísticas” actúan como


mediadoras entre las descripciones del comportamiento del indivi-
duo y las del comportamiento de la grosera multitud.
8. “Nada puede provenir de la nada” (Bateson, 2011; p. 56-57)

Esta cita de  El rey Lear  compendia en un enunciado único toda


una serie de máximas medievales, o más modernas, que incluyen a
las siguientes:
a. La ley de la conservación de la materia y su inversa, la que dice
que no puede esperarse que aparezca ninguna materia nueva en el
laboratorio. (Decía Lucrecio: “Nada puede crearse de la nada por po-
der divino”.)

b. La ley de conservación de la energía y su inversa que no puede


esperarse que aparezca nueva energía en el laboratorio.
c. El principio que demostró Pasteur: no puede esperarse que apa-
rezca nueva materia viviente en el laboratorio.
d. El principio de que no puede crearse un nuevo orden o pauta sin
información.
9. El número es diferente de la cantidad (Bateson, 2011; p. 60-63)

Esta diferencia es básica para cualquier clase de teorización en


ciencias de la conducta, para cualquier manera de imaginar lo que
acontece entre los organismos o dentro de ellos como parte de sus
procesos de pensamiento.

Los números son el producto del recuento; las cantidades, el pro-


ducto de la medición. Esto significa lo siguiente: es verosímil que
266
los números sean exactos, porque existe una discontinuidad entre
cada entero y el siguiente: entre “dos” y “tres” hay un salto; pero en
el caso de la cantidad, no existe ese salto, y por ello es imposible que
una cantidad cualquiera sea exacta. Puedes tener exactamente tres
tomates, pero jamás podrás tener exactamente tres litros de agua. La
cantidad es siempre aproximada.

En otras palabras: el número es el mundo de la pauta, la Gestalt y


el cálculo digital; la cantidad es el mundo del cálculo analógico y
probabilístico.
Ciertas aves pueden de alguna manera distinguir los números hasta
siete, pero se ignora si lo hacen por recuento o por reconocimiento
de pautas.
Aparentemente, lo que creíamos una rareza o peculiaridad del
funcionamiento humano -a saber, que nosotros, los seres humanos
de Occidente, obtenemos los números por recuento o por reconoci-
miento de pautas, en tanto que obtenemos las cantidades por medi-
ción- resulta ser una especie de verdad universal.

10. La cantidad no determina la pauta (Bateson, 2011; p. 64-65)

Es imposible, en principio explicar una pauta cualquiera invocan-


do una única cantidad; pero nótese que un cociente entre dos canti-
dades es ya el comienzo de una pauta. En otros términos, cantidad
y pauta son de diferente tipo lógico y no se amoldan entre sí en un
mismo acto de pensamiento.

Lo que parecer ser la génesis de una pauta por la cantidad surge


cuando la pauta ya estaba latente antes de que la cantidad influyera
en el sistema. El caso más conocido es el de la tensión que romperá
una cadena en su eslabón más débil. Por el cambio de una cantidad,
la tensión, una diferencia latente se pone de manifiesto, o, como
dirían los fotógrafos, se “revela”. El revelado de un negativo foto-
267
gráfico es precisamente el poner de manifiesto diferencias latentes
establecidas en la emulsión fotográfica por una exposición previa
diferencial a la luz.
Imagínese una isla con dos montañas. Un cambio cuantitativo, un
aumento, en el nivel del mar que rodea a esta única isla puede con-
vertirla en dos islas; ello sucederá cuando el nivel del mar supere la
hondonada entre ambas montañas. También aquí la pauta cualitativa
estaba latente antes de que la cantidad influyera en ella; y cuando
cambió la pauta, ese cambio fue súbito y discontinuo.

En el discurso explicativo hay una fuerte tendencia a invocar can-


tidades de tensión, de energía, y qué sé yo cuántas cosas más, para
explicar la génesis de una pauta. Creo que todas esas explicaciones
son inadecuadas o erróneas. Desde el punto de vista de un agente
cualquiera que impone un cambio cuantitativo, todo cambio de pau-
ta que suceda, será impredecible o divergente.

11. En biología no hay “valores” monótonos (Bateson, 2011; p. 65)

Un valor monótono es aquel que o bien sólo aumenta, o bien sólo


disminuye. La curva que lo representa no tiene “quebraduras”; o sea,
nunca pasa del aumento a la disminución, o viceversa. Las sustancias
objetos, pautas o secuencias de experiencia que son deseadas por el
hombre y en algún sentido “buenos” para su organismo (p. ej., los
elementos de la dieta alimenticia, las condiciones de vida, la tempe-
ratura, la diversión, la actividad sexual, etc.) nunca son tales que una
mayor cantidad de ellos sea siempre mejor qué una cantidad menor.
Más bien, para todos los objetos y experiencias hay una cantidad que
tiene valor óptimo. Por encima de esa cantidad, la variable se vuelve
tóxica; por debajo de ella, el ser humano siente privación.

12. A veces lo pequeño es hermoso (Bateson, 2011; p. 66)

Tal vez no haya ninguna variable que plantee de manera tan clara y
268
vívida para el analista los problemas del estar vivo como el tamaño.

13. La lógica es un modelo deficiente de la causa y el efecto (Ba-


teson, 2011; p. 71-72)
Utilizaremos las mismas palabras para referirnos a secuencias ló-
gicas y a secuencias de causa y efecto. Decimos: “Si se aceptan las
definiciones y postulados de Euclides, entonces dos triángulos que
tengan sus tres lados iguales son iguales entre sí”. Y también decimos:
“Si la temperatura desciende por debajo de 0º C, entonces el agua se
solidifica”.

Pero los “si... entonces...” de la lógica del silogismo son muy distin-
tos de los “si... entonces...”de la causa y el efecto.
Cuando las secuencias de causa y efecto se vuelven circulares (o ad-
quieren formas más complejas aún que la circular), la descripción o
trazado de esas secuencias en la lógica atemporal se torna auto-con-
tradictoria. Se generan paradojas que la lógica pura no puede tolerar.

Los “si... entonces...” de la causalidad contienen tiempo, mientras


que los “si... entonces...” de la lógica son atemporales. De esto se des-
prende que la lógica es un modelo incompleto de la causalidad.
14. La causalidad no opera hacia atrás (Bateson, 2011; p. 72-73)

La lógica a menudo puede ser invertida, pero el efecto nunca


precede a la causa. Esta generalización ha sido un escollo para las
ciencias de la psicología y de la biología desde la época de Platón
y Aristóteles. Los griegos se inclinaban a creer en los que luego se
denominó causas finales, pensaban que la pauta generada al final de
una secuencia de sucesos podía considerarse, de algún modo, cau-
sal respecto del derrotero seguido por esa secuencia. Esto condujo
269
a todo el asunto de la teleología (telos significa el fin o finalidad de
una secuencia de sucesos).

Lo cierto es que cuando los sistemas causales se tornan circulares,


un cambio en una parte cualquiera del círculo puede considerar-
se como causa de un cambio, en un momento posterior, en cual-
quier variable y en cualquier lugar del círculo. Así, un aumento de
la temperatura de una habitación puede ser considerado causa del
cambio en el encendido del termostato, y, alternativamente, puede
considerarse que la acción del termostato controla la temperatura
de la habitación.
15. Por lo común, el lenguaje sólo destaca uno de los aspectos de
una interacción cualquiera (Bateson, 2011; p. 73-74)
Siempre hablamos como si una “cosa” pudiera “tener” cierta carac-
terística. Una piedra, decimos, es “dura”, “pequeña”, “pesada”, “parda”,
“densa” “frágil”, “caliente”, “móvil”, “inmóvil”, “visible”, “comestible”,
“no comestible”, etc.

Así está hecho nuestro lenguaje: “La piedra es dura”. Etcétera. Y esa
manera de hablar basta para ir al mercado: “Esa es una nueva marca”.
“Las papas están podridas”. “Los huevos están frescos”. “El recipiente
está roto”. “El diamante está rajado”. “Un kilo de manzanas es sufi-
ciente”. Y así siguiendo.

Pero esta manera de hablar no es correcta para la ciencia o la episte-


mología. Para pensar correctamente, conviene suponer que todas las
cualidades y atributos, adjetivos, etc., se refieren al menos a dos con-
juntos de interacciones en el tiempo.

“La piedra es clara” significa: a) que cuando se quiere introducir un


objeto en ella resiste a la penetración, y b) que ciertas interacciones
continuas entre las partes moleculares de la piedra las mantienen de
270
algún modo unidas.

“La piedra está inmóvil” hace referencia al lugar en que está situada
la piedra respecto del lugar de la persona que habla y de otras posi-
bles cosas inmóviles. También hace referencia a cuestiones internas
de la piedra: su inercia, su falta de distorsión interna, su falta de fric-
ción superficial, etc.

El lenguaje afirma de continuo, mediante la sintaxis de sujeto y pre-


dicado, que las “cosas” de alguna manera “tienen” cualidades y atri-
butos. Una manera más precisa de hablar insistiría en que las “cosas”
son producidas, en que se las concibe separadas de otras “cosas”, y
en que sus relaciones internas y su comportamiento en relación con
otras cosas v con el hablante son lo que las torna “reales”..

Es preciso tener bien en claro esta verdad universal: sean lo que


fueren las “cosas” en su mundo pleromático y cosístico, sólo pueden
ingresar en el mundo de la comunicación y del significado merced a
sus nombres, sus cualidades y sus atributos (o sea, merced a informes
sobre sus relaciones internas y externas y sobre sus interacciones).

16. Las palabras “estabilidad” y “cambio” describen unas partes


de nuestras descripciones (Bateson, 2011; p. 74-77)
“Estable” suele aplicarse como un adjetivo aplicado a una cosa.
Se dice que un compuesto químico, una casa, un ecosistema o un
gobierno son “estables”. Si indagamos un poco más, se nos dirá
que el objeto estable no se modifica bajo el impacto o la tensión
derivados de  alguna variable interna o externa, o quizás que re-
siste el paso del tiempo.

Si empezamos a investigar qué hay detrás de este uso de la “estabi-


lidad”, hallaremos una amplia gama de instrumentos. En el nivel más
simple, tenemos la dureza o la viscosidad físicas, cualidades descrip-
271
tivas de las relaciones de impacto entre el objeto estable y algún otro.

De ello se infiere que nuestros enunciados acerca de la “estabili-


dad” de entidades vivas deben ser siempre rotulados con referencia
a cierta proposición descriptiva, de modo tal que la tipificación de la
palabra “estable” resulte clara.

Análogamente, todo enunciado acerca del cambio exige las mismas


precisiones.
En primer lugar, siempre que un científico tiene ante sí una lista
por un impulso natural empieza a clasificar u ordenar sus miem-
bros. Yo lo he hecho en parte, dividiendo la lista en cuatro grupos,
dentro de los cuales los miembros se vinculan de diversas maneras.
No sería un ejercicio trivial enumerar las maneras en que pueden
conectarse tales verdades o presupuestos. El agrupamiento que yo
he fijado es el siguiente:

Un primer grupo incluye los presupuestos 1 a 5, que parecen as-


pectos conexos del fenómeno necesario de la codificación. Aquí por
ejemplo, la proposición de que “la ciencia nunca prueba nada” se re-
conoce fácilmente como un sinónimo de la distinción entre mapa y
territorio; ambas derivan de los experimentos de Ames y de la gene-
ralización de la historia natural en el sentido de que “no hay expe-
riencia objetiva”.

Es interesante advertir que, en el aspecto abstracto y filosófico, este


grupo de generalizaciones debe depender muy estrechamente de algo
parecido a la “navaja de Occam” o regla de economía. Sin un crite-
rio supremo de esa índole, no hay una manera concluyente de elegir
entre una hipótesis y otra. El criterio que resulta indispensable es el
de la simplicidad versus la complejidad. Pero junto a estas generaliza-
ciones tenemos su conexión con la neurofisiología, los experimentos
de Ames, etc. Uno se pregunta de inmediato si el hecho de que el ma-
272
terial sobre la, percepción no acompañe al de carácter más filosófico
no se debe a que el proceso de la percepción contiene algo así como
un criterio de economía. El análisis de las totalidades y las partes en
la proposición 5 es una formulación de una clase común de trasfor-
mación que tiene lugar en los procesos que llamamos descripciones.

Las proposiciones 6, 7 y 8 forman un segundo grupo, que se ocupa


de las cuestiones referidas a lo aleatorio y lo ordenado. Observará el
lector que la idea de que lo nuevo sólo puede sacarse de lo aleatorio
está en casi total contradicción con la inevitabilidad de la entropía.

Por otro lado, desde 1975 hasta sus últimas obras, la labor de Capra
ha estado encaminada a sistematizar el paradigma ecológico. Para
la formulación de esta síntesis paradigmática ha incursionado en el
ámbito de diversas disciplinas, desde la física, su campo profesional,
hasta la química, la biología, pasando por la psicología, la economía,
las ciencias sociales, e incluso las teorías cognitivas. Su hipótesis, que
logra argumentar, sistematizar y desarrollar de manera enfática con-
siste en pensar y configurar un campo unificado del conocimiento,
donde los conceptos de red y vida sean los centrales.
Desde esta perspectiva, la vida en su totalidad, como atributo del
planeta, empieza a ser el centro de interés y no tanto el hombre, o
los objetos. Es importante señalar que Capra inaugura y promue-
ve un nuevo tipo de investigación, que se ajusta precisamente a
su visión en red de los procesos socio-humanos: la conversación,
como modalidad original y creativa de cooperar mediante el diá-
logo y el encuentro.

A lo largo de más de más de 30 años Capra ha ido estableciendo


las características del nuevo paradigma ecológico, que incorpora los
aportes del pensamiento sistémico y holístico pero va más allá. 
“La percepción desde la ecología profunda reconoce la interde-
273
pendencia fundamental entre todos los fenómenos y el hecho de
que, como individuos y como sociedades, estamos todos inmersos
en (y finalmente dependientes de) los procesos cíclicos de la na-
turaleza. (…) La ecología profunda no separa a los humanos -ni
a ninguna otra cosa- del entorno natural. Ve el mundo, no como
una colección de objetos aislados, sino como una red de fenómenos
fundamentalmente interconectados e interdependientes. La
ecología profunda reconoce el valor intrínseco de todos los seres
vivos y ve a los humanos como una mera hebra de la trama de la
vida.» (Capra, 2010; p. 28-29)
Características fundamentales del paradigma ecológico formulado
por Fritjof Capra:
• El paradigma ecológico y la conciencia
ecológica enfatiza en los principios y valores
de sostenibilidad,  interconexión, cooperación,
espiritualidad, intuición, originalidad, creatividad,
conservación, responsabilidad social, síntesis,
asociación,  experiencia de vida, no linealidad y
calidad.

• Se vincula con la totalidad de la vida y con la


conciencia y experiencia espiritual, por lo tanto, se
sitúan más allá de los paradigmas productivistas
y racionalistas, en un nivel más profundo y
trascendental.

• La visión ecológica global no sólo observa algo


como un conjunto, sino también el modo en que
ese conjunto se halla inserto en otros mayores. Es
una visión holística.

• La totalidad es lo primordial. No hay partes. Las


propiedades de lo que llamamos partes sólo pueden
ser entendidas a partir de la dinámica del conjunto.
Las partes no son más que un modelo de una red
inseparable de relaciones.
274
• La realidad es una red de relaciones y nuestras
descripciones forman parte de esa red
interconectada. La metáfora del conocimiento se
desplaza de la imagen de construcción hacia la
imagen de la red.

• Se enfatiza y está orientado hacia los procesos.


No existen estructuras fundamentales. Toda la
red de relaciones es intrínsecamente dinámica.
Cada estructura es la manifestación de un todo
subyacente.

• La epistemología está dentro de la vida, no fuera. Las


observaciones y descripciones no son independientes
del observador y del proceso de conocimiento.
La mente es intrínseca a la vida. Conocer es
una función primordial de los sistemas vivos.

• No hay un conocimiento absoluto, completo y


definitivo de la realidad. Los conceptos, teorías y
descubrimientos son limitados y aproximados.

Como puede apreciarse, Fritjof Capra, presenta una transforma-


ción en la visión del mundo contemporáneo. El desarrollo de la hu-
manidad ha producido abuso, exceso, desconcierto, desenfreno, vio-
lencia, factores que se han mezclado simbióticamente con una era
de desarrollo científico, grandes adelantos tecnológicos y alianzas
económicas estratégicas, entre otros. 

Esta no es más que la realidad de la convivencia general, conse-


cuencia de múltiples factores a través de la historia de la humanidad
y consecuencia inmediata del viejo paradigma mecanicista reduccio-
nista, basado en la idea de que la esencia natural de la materia se
encuentra en los objetos y no en sus interconexiones, que domina
ampliamente la organización política, económica y social y con ello
el pensamiento y las ideas de la mayoría de quienes dirigen los desti-
275
nos de la humanidad, tanto en naciones desarrolladas como en países
en vía de desarrollo.

Los criterios han cambiado y hoy se hace imposible analizar un


problema local o mundial en forma aislada, lo que pareciera acarrear
una serie de desaciertos en las políticas nacionales y mundiales.
Es precisamente aquí, en esta objetividad, en donde razonan y se
integran las distintas instituciones sociales. En la escuela convergen,
en espacio y tiempo, las virtudes y los defectos del conglomerado
social, como resultado inmediato de lo que es precisamente la educa-
ción: relación entre personas. 

Asimismo, dice Martínez (2008) que casi todos los problemas me-
todológicos tienen un fondo esencialmente epistemológico. Es por
ello que la epistemología actual deberá ir logrando una serie de me-
tas que puedan formar un conjunto de postulados generales, de alto
nivel, que parezcan irrenunciables y que pudieran presentarse como
los rieles de la nueva ciencia.

Estos postulados, o principios básicos, relacionándolos con sus au-


tores y proponentes, pudieran tomar la forma siguiente (Martínez,
2008; p. 55):

• “El ser no se da nunca a nadie en su totalidad,


sino sólo según ciertos aspectos y categorías”
(Aristóteles, Metafísica, Libro IV).

• Toda observación es relativa al punto de vista del


observador: es la teoría la que decide lo que se
puede observar (Einstein, 1905: véase Bronoswski,
1979, p. 249).

• Toda observación afecta al fenómeno observado


(Heisenberg, 1958).
276
• No existen hechos, solo interpretaciones (Nietzsche,
1972).

• Estamos condenados al significado (Merlau-ponty,


1975).

• Ningún lenguaje consistente puede contener los


medios necesarios para definir su propia semántica
(Tarski, 1956).

• Ninguna ciencia está capacitada para demostrar


científicamente su propia base (descartes, 1983).

• Ningún sistema matemático puede probar los


axiomas en que se basa (Godel, en Bronowski,
1978, p. 85).

• Hay tantas realidades como puntos de vista (Ortega


y Gasset).

• La pregunta ¿Qué es la ciencia? No tiene una


respuesta científica (Morín, 1983).

Estas ideas matrices conforman un proceso de racionalidad con pre-


tensión “científica” defendible hoy día epistemológicamente, pero coli-
den con los parámetros de la racionalidad científica clásica tradicional
y postulan un nuevo paradigma epistémico. (Martínez, 2008; p. 55)

La Configuralogía se sustenta en las concepciones de varios emi-


nentes científicos pertenecientes a distintas disciplinas:
• Wolfgang Köhler (1887-1967; Psicólogo)

• Gregory Bateson (1904-1980; Antropólogo)

• Ilya Prigogine (1917-2003; Químico)

• Edgar Morín (1921; Filósofo)


277
• Humberto Maturana (1928; Biólogo)

• Niklas Luhmann (1927-1998; Sociólogo)

• Frijof Capra (Físico)

• Fernando González Rey (Psicólogo)

• Homero Fuentes González (Pedagogo)

• Miguel Martínez Miguélez (Epistemólogo)

• Boaventura de Sousa Santos (Sociólogo)

• Marco Fidel Barrera Morales (Comunicador y


Periodista)

Precisamente, este último autor afirma que la expresión holística


alude a la “corriente de pensamiento que orienta sobre la necesi-
dad de apreciar los hechos, las situaciones, las cosas, las ideas y los
eventos......de la manera más amplia posible. Esa actitud propicia
un mejor conocimiento del evento en sí, de sus relaciones, con-
texto e identidad, y prepara al interesado en cuanto a la necesidad
de precisar criterios, categorías y recursos.....para el acercamiento
investigativo formal. La holística insiste en que la realidad es una,
en cuanto compleja..... Que los eventos son expresión de hechos,
circunstancias y evidencias más amplias, que pueden ser aprecia-
dos cada uno en su particularidad o en relación con el contexto,
teniendo en cuenta sus múltiples efectos y variadas vinculaciones.”
(Barrera, 2008; p.101)

La palabra “holística” procede del griego holos que significa “todo”,


“íntegro”, “entero”, “completo”. Por lo tanto, es un adjetivo calificativo
que se refiere al conjunto, al “todo” en sus relaciones con sus aspectos
o eventos que lo integran. (Weil, 1993).
278
Según Weil (1993), el término holismo designa una fuerza vital
responsable de la formación de conjuntos de gestalts, se diría; esa
misma fuerza sería la formadora de átomos y moléculas en el plano
físico, de células en el plano biológico, de ideas en el plano psicoló-
gico, y de la personalidad en el plano espiritual; el propio universo
sería un conjunto en constante formación.

Barrera (2010; p. 15) afirma que el holismo es una doctrina filosófi-


ca que tiene su origen en los planteamientos del filósofo sudafricano
Jan Christian Smuts (1870-1950), nacido en Malinesbury.
Smuts (1926) fue el primero en utilizar el término en su libro “Ho-
lismo y Evolución”, Alfred Adler descubrió éste aporte y lo expuso en
su propuesta filosófica.
Su raíz holos, procede del griego y significa “todo”, “íntegro”, “ente-
ro”, “completo”, y el sufijo ismo se emplea para designar una doctrina.
Es necesario distinguir holismo, como doctrina, de holística, como
práctica de la totalidad.

Smuts insiste en que cualquier mirada permitirá apreciar que el


mundo está lleno de conjuntos, y que los conjuntos están en relación
con los contextos u holos, y éstos a su vez están contenidos en otros
más, configurando el cosmos e integrando realidades y procesos de
manera constante, dinámica e interactiva.

Según Barrera (1999, citado en Fernández, 2007; p. 196-197), la


holística alude a la tendencia que permite entender la realidad desde
el punto de vista de las múltiples interacciones que la caracterizan;
corresponde a una actitud integradora como también a una teoría
explicativa que orienta hacia una comprensión contextual de los pro-
cesos, de los protagonistas y de sus eventos. La holística se refiere a
la manera de ver las cosas enteras, en su totalidad, en su conjunto, en
su complejidad, pues de esta forma se pueden apreciar interacciones,
279
particularidades y procesos que por lo regular no se perciben si se
estudian por separado los aspectos que conforman el todo.

Barrera (2008; p. 102) precisa que “la holística -no debe confundir-
se con el holismo que alude a la doctrina de la totalidad y se consti-
tuye un ontologismo epistémico de corte panteísta, que en oportuni-
dades deriva hacia un gnosticismo-, considera que todo evento debe
ser apreciado en su mayor complejidad y en su contexto para poder
obtener una visión más amplia y completa de dicho evento, sin que
dicha visión agote ni la comprensión ni el evento.”

En la perspectiva holista, el holos (hol, holo, significa entero, todo,


integro) se percibe -a la manera de Heráclito-, no en su totalidad sino
a partir de sus síntomas, vislumbres e indicios los cuales constituyen
evidencia de fenómenos, procesos, situaciones, acontecimientos y
eventos más complejos.

“La expresión evento -expresión que también se relaciona con la fí-


sica, como también con la organización de actividades-, corresponde
a hecho, circunstancia, cosa, ser o principio que en su debido mo-
mento es considerado para su estudio, visto como dinámico, que no
es una fracción única ni aislada de la totalidad sino que es produc-
to de ella (la noción de “parte” es relativamente equivocada); que el
evento se inscribe en complejus de relaciones donde tiene razón de
ser y en donde su estudio es más fructífero, pues se explica de mejor
manera.” (Barrera, 2008; p. 102)
De ahí que el conocimiento científico del evento se convierte en
una maravillosa oportunidad para continuar conociendo, profun-
dizando, valorando y, en muchas ocasiones, como afirma Barrera
(2008; p.102), para acceder a “procesos mediante los cuales se llega
a comprensiones que remiten a otros eventos, sinergias e indicios.”

Para esto se debe considerar que el evento es afectado y perturbado


280
de manera positiva o negativa, favorable o no, por el observador, se-
gún el principio de incertidumbre de Heisenberg.

El evento expresa la totalidad, hace evidente el holos, pero no es la


totalidad. “La holística alude a la comprensión epistémica según la
cual el conocimiento es variado y complejo y ha de apreciarse de ma-
nera amplia, interdisciplinaria y transdisciplinariamente hablando,
en el contexto en el cual se origina, de forma que puede ser apreciado
de mejor manera, de acuerdo a las sinergias y eventos que lo carac-
terizan y según las variadas interpretaciones que en el subyacen, a
fin de apreciar el sustrato común, los aspectos esenciales que deter-
minan el sentido tanto de la actividad de conocer como de lo que se
conoce. Para la holística lo uno es complejo y la realidad es integral,
multidimensional y trascendente. (Barrera, 2008; p. 103)

Por lo tanto, es necesario dar una mirada a la ciencia desde una


concepción holística, multidisciplinar y, por supuesto, asumir con-
cepciones epistemológicas que den cuenta de la complejidad del ob-
jeto de estudio, es decir, hacer entendible y operativa una teoría con-
figuracional de las ciencias.

Es por ello que el esfuerzo no puede sustentarse en ninguna disci-


plina particular, porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obli-
gan ineludiblemente a una transdisciplinariedad.
En palabras de Max-Neef (2006; p. 39), “la transdisciplinariedad es
una solución que, con miras a alcanzar un mayor entendimiento, va
mas allá de los ámbitos esbozados por disciplinas estrictas. Mientras
que el lenguaje de una disciplina puede limitarse a describir algo (un
elemento aislado, por ejemplo), puede resultar necesaria una activi-
dad interdisciplinaria para explicar algo (una relación entre elemen-
tos). Por la misma razón, para entender algo (un sistema como se lo
interpreta por otro sistema de mayor complejidad) se requiere una
participación personal que vaya más allá de las fronteras disciplina-
281
rias, convirtiéndola así en una experiencia transdisciplinaria.”

“La holística corresponde a la comprensión filosófica que propicia


una visión del mundo, de la vida y del sí mismo desde la integralidad,
con sentido de transcendencia. Pudiera ser interpretada como una
teoría explicativa pero, más que ello, es una manera compleja e inte-
grativa de saber, de conocer… puede ser vista como un movimiento
filosófico y cultural y una tendencia de la praxis y del conocimiento,
así como también como una actitud que valora la condición integra-
tiva del saber, que auspicia la vivencia de ideas y valores que orientan
lo humano hacia una vida con sentido.” (Barrera, 2010; p. 11)
Según Barrera (2010; p. 11), “ante las nociones reduccionistas del
conocimiento y de la ciencia –nociones de singular importancia pero
que condenan la totalidad antropológica, por ejemplo, a una expre-
sión binaria en oportunidades, o a una constatación fáctica de un
paradigma, en otros momentos-, la holística representa una opor-
tunidad para trascender la fragmentación y el reduccionismo hacia
experiencias en las cuales se aprecia como el efecto de totalidad de-
termina el sentido de las cosas.”
De ahí que sólo un enfoque configuracional nos permite compren-
der, por ejemplo, de qué manera la política científica de un país, la
economía, la educación y la salud convergen hacia una encrucija-
da. He conocido de casos cada vez más numerosos e impresionantes
donde la mala salud es el resultado de la mala política científica, al
igual que las fisuras en la economía, o las insuficiencias en la educa-
ción.

Si las políticas científicas diseñadas por los gobernantes, asesorados


por los más eminentes científicos de un país, afectan, como, de he-
cho, sabemos que así es- a la totalidad de una sociedad, los científicos
entonces ya no podemos pretender que nuestra única preocupación
son los problemas científicos de investigación. Tal pretensión sería
poco ética, puesto que implicaría asumir la responsabilidad por la
282
acción, pero no por las consecuencias de la acción.

Los científicos, cada día más, nos enfrentamos a situaciones des-


concertantes, donde cada vez entendemos menos, de ahí que las
cosas están realmente mal, y se volverán peores, a menos que dedi-
quemos mucha más energía de imaginación, originalidad y creati-
vidad al diseño de transdisciplinas coherentes, armónicas y signi-
ficativas. Vivimos una época de transición científica trascendental,
lo cual significa que los cambios de paradigma no sólo son necesa-
rios, sino que son imprescindibles y además improrrogables, como
lo ha demostrado Maturana (1976; 1992; 1994; 1995; 1996) en sus
investigaciones y publicaciones.

Este biólogo, nacido en Chile en 1928, obtuvo su doctorado en la


Universidad de Harvard trabajando sobre la filosofía de la visión de
la rana. En un momento de la investigación Maturana comprendió
que algo estaba ocurriendo mal en su investigación porque, a pesar
de trabajar rigurosamente, no podía organizar los datos obtenidos.

Sabía que no era un problema del modelo experimental que


había diseñado cuidadosamente, sino de la forma en que esta-
ba interrogando a la naturaleza. Fue así que se le ocurrió que la
pregunta que estaba haciendo tenía como supuesto subyacente la
idea de que la rana tenía que ver lo que hay en el mundo como si
fuera un espejo, es decir, que le estaba imponiendo al mundo un
esquema representacional.

“Todo el entendimiento científico se funda en reconocer, implí-


cita o explícitamente, que en nuestro explicar solo tratamos con
sistemas determinados en su estructura cualquiera sea el domi-
nio de explicar que consideremos, de modo que si no se cumple el
determinismo estructural, pensamos en error o en conocimiento
insuficiente. Ocurre además, que no siempre podemos conocer la
estructura de un sistema en el momento en que queremos compu-
283
tar sus cambios estructurales, ya sea porque no tenemos acceso a
ella, o porque en el intento de conocerla la destruimos, o porque la
dinámica estructural del sistema es tal, que cambia recursivamente
con sus cambios de estado, y cada vez que buscamos regularidades
en sus respuestas al interactuar con él, nos encontramos con que su
estructura ha cambiado y responde de manera diferente.” (Matura-
na y Varela, 2004; p. 25)

Las investigaciones de Maturana han tenido una gran influencia


en la historia de la filosofía de la percepción porque rompieron con
la idea tradicional existente que trataba al sistema nervioso como un
analizador pasivo de las dimensiones físicas del estímulo.

Si la visión de la rana no es pasiva ni puede asimilarse a la óptica espe-


cular, mucho menos lo es el fenómeno de observación humana, que in-
cluye muchas más dimensiones cognitivas y afectivas, y más complejas.
Maturana y otro biólogo chileno, que fuera alumno suyo, Francis-
co Varela (1946-2001), ampliaron el foco de sus investigaciones que,
desde entonces, implicaron el desarrollo de una concepción dinámi-
ca de la vida y del conocimiento.

“Puesto de otra manera, orden y caos son dos aspectos de los co-
mentarios explicativos que un observador puede hacer sobre lo que
pasa en la dinámica sistemática espontánea de constitución de un sis-
tema en un dominio de determinismo estructural desconocido para
él o ella, y no dos condiciones intrínsecas de lo que un observador
puede llamar el mundo natural.” (Maturana y Varela, 2004; p.27)

El impacto de sus trabajos en la reflexión epistemológica y en las


ciencias cognitivas contemporáneas ha sido muy importante. Sus
principales aportes están relacionados con las ideas siguientes (Ma-
turana y Varela, 2004; p. 45-46):
284
• El problema de la autonomía de lo vivo es central
y hay que cernirlo en su forma mínima, en la
caracterización de la unidad viviente.

• La caracterización de la unidad viva mínima


no puede hacerse solamente sobre la base de
componentes materiales. La descripción de la
organización de lo vivo como configuración o
pattern es igualmente esencial.

• La organización de lo vivo es, en lo fundamental,


un mecanismo de constitución de su identidad
como entidad material.

• El proceso de constitución de identidad es


circular: una red de producciones metabólicas
que, entre otras cosas, producen una membrana
que hace posible la existencia misma de la red.
Esta circularidad fundamental es por lo tanto una
autoproducción única de la unidad viviente a nivel
celular. El término de autopoiesis designa esta
organización mínima de lo vivo.

• Toda interacción de la identidad autopoiética


ocurre, no solo en términos de su estructura
físico-química, sino que también en tanto unidad
organizada, esto es, en referencia a su identidad
autoproducida. Aparece de manera explícita un
punto de referencia a las interacciones y por tanto
la emergencia de un nuevo nivel de fenómenos:
la constitución de significados. Los sistemas
autopoiéticos inauguran en la naturaleza el
fenómeno interpretativo.

• La identidad autopoiética hace posible la evolución


a través de series reproductivas con variación
estructural con conservación de la identidad. La
constitución identitaria de un individuo precede,
empírica y lógicamente, el proceso de evolución.
285
En los últimos años del siglo XX, y en la primera década del presen-
te siglo XXI, estamos asistiendo y participando de notables cambios
en la epistemología, que han acompañado y se han nutrido del inmi-
nente cambio paradigmático en las ciencias.

Así, nuevas categorías han ido dando forma a nuestra visión sobre
el mundo que nos rodea, entre las que se destaca la de “red”, que hoy
ocupa un lugar significativo en la construcción de sentido tanto en
las ciencias naturales como en las ciencias sociales.

Pensar en red significa e implica la posibilidad de tener en cuenta


el alto grado de interconexión de los fenómenos, eventos y procesos,
y “establecer itinerarios de conocimiento tomando en cuenta las di-
versas formas de experiencia humana y sus múltiples articulaciones.”
(Najmanovich, 2008; p. 172)

El sujeto es, en la mirada de Najmanovich (2008; p. 172), a


la vez, “tejedor y parte de la trama, configura el mundo y le da
sentido y, al mismo tiempo, él mismo va adquiriendo forma y
cambiando en las interacciones.”

El siglo XXI avanza a pasos agigantados “bajo el signo de la com-


plejidad [y de las nuevas teorías de sistema], tanto en la ciencia como
en la epistemología. Así como la ciencia clásica se caracterizó por
privilegiar la linealidad, la predicción y la conservación mecanicista;
los nuevos paradigmas pusieron el acento en los procesos dinámicos
y no lineales.” (Najmanovich, 2008; p. 173)

En este sentido, son destacables los aportes de Edgar Morín,


nacido en Francia en 1921, un hombre con intereses multidisci-
plinarios y actividad transdisciplinaria, que ha recorrido los ca-
minos del saber, como historiador, antropólogo, filósofo y sobre
todo, teórico de la complejidad.
286
Morín, al igual que Ilya Prigogine, pero profundizando más en
los aspectos epistemológicos, desarrolla una concepción del cono-
cimiento que disuelve las barreras impuestas por la tradición y pro-
pone un nuevo modo de diálogo con la naturaleza, la sociedad y el
propio pensamiento humano.

Precisamente, desde los enfoques en los que se sustenta y hacen


distinción a la complejidad, “el saber no se concibe como una repre-
sentación o producto de la mente de su sujeto aislado, sino como una
actividad configuradora en la que participamos los seres humanos
junto con nuestras producciones y tecnologías, en un intercambio
abierto con el medio ambiente.” (Najmanovich, 2008; p. 175)

Sobre el concepto básico de complejidad, afirma Luhmann:

“A través del trazado de unos límites y de una diferencia entre el


exterior y el interior van surgiendo ámbitos de varia complejidad. El
mundo es siempre más complejo que cualquier sistema en el mundo,
lo que significa que en el mundo son posibles muchos más sucesos
que en el sistema, que el mundo puede admitir más situaciones que
un sistema. En comparación con el mundo, todo sistema excluye
para sí más posibilidades, reduce la complejidad y forma de esta ma-
nera un orden con menos posibilidades en cuyo seno los fenómenos
vivenciales y la acción pueden orientarse mejor. La separación de lo
exterior y lo interior estabiliza, pues, una falla de la complejidad, y
ello, al objeto de acercar a los fenómenos vivenciales y a la acción un
limitado abanico de posibilidades. (Luhmann, s/f; p. 162)

La teoría de los sistemas, en el enfoque dado por el sociólogo ale-


mán Niklas Luhmann (1927-1998), es una ambiciosa propuesta para
analizar la sociedad de un nivel científico adecuado y que permita
encontrar solución a los problemas que se presentan en ella. Los an-
tecedentes de Luhmann se encuentran en Spencer, Durkheim, Mali-
nowski y Parsons quien fuera su mentor.
287
Es pertinente señalar que Luhmann toma el concepto de autopoie-
sis18, elaborado por Maturana y Varela. Sin embargo, el teórico ale-
mán lo generaliza al hacerlo aplicable a la conciencia y a los sistemas
sociales. Maturana considera a estos sistemas como alopoiéticos por
cuanto están subordinados en su accionar a la conservación de la
autopoiesis de los seres humanos. Para el epistemólogo chileno, por
otro lado, el sistema social está compuesto por comunicaciones.

“Una unidad autopoiética era simplemente el resultado de la or-


ganización espontánea de un elemento de conjuntos en una unidad
compuesta particular como consecuencia del operar de sus propie-
dades, sin que ninguna de estas permitiese predecir lo que iba a ocu-
rrir.” (Maturana y Varela, 2004; p. 22)

Según Luhmann, la comunicación, y no la acción como afirma


Maturana, es el elemento unitario de los sistemas sociales. De esta
manera, en la teoría de Luhmann la sociedad es un sistema sin refe-
rencia al hombre como tal.

Es extraño negar o no darse cuenta que en las ciencias humanas y


sociales el desarrollo está direccionado por las personas, no por los
objetos, y precisamente los objetos de estudio de éstas ciencias somos
los seres humanos, ya sea nivel individual (psíquico) o a nivel grupal
(social). El inicio, centro y final de un proceso científico social es un
ser humano. De ahí que se requiera una nueva epistemología para las
ciencias sociales, una epistemología socioconfiguracional.

Albert Einstein comúnmente afirmaba: “La relación recíproca en-


tre la Epistemología y Ciencia es notable. Ellas son dependientes una
18 Red de producciones de componentes, que resulta cerrada sobre sí misma porque los com-
ponentes que produce la constituyen al generar las mismas dinámicas de producciones que los pro-
dujo, y al determinar su extensión como un ente circunscrito a través del cual hay un continuo flujo
de elementos que se hacen y dejan de ser componentes según participan o dejan de participar en esa
red (Maturana y Varela, 2004; p. 15)
288
de la otra. La Epistemología sin contacto con la Ciencia se convier-
te en un esquema vacío. La Ciencia sin Epistemología es - en todo
cuanto sea concebible - primitiva y embrollada.”
Pues bien, en la actualidad constituye un imperativo la compren-
sión, desarrollo y consolidación de la nueva ciencia y la nueva episte-
mología, configuradas. De esta manera, la nueva ciencia y la episte-
mología que la sustenta, vienen a llenar el vacío de la ciencia y de la
epistemología actual.

Como se aprecia, una nueva filosofía germina, una nueva ciencia


nace, una nueva epistemología crece y se desarrolla, y como conse-
cuencia de lo anterior, un nuevo paradigma irrumpe en la gran esce-
na científica del planeta: el Paradigma Configuracional.

Como ya hemos precisado, la Configuralogía, representada en la


Teoría de las Configuraciones que propongo, sitúa su marco episte-
mológico general en varias teorías construidas en el pasado siglo XX
y en los primeros años de este siglo XXI, a saber:

• Psicología de la Gestalt, representada en Wolfgang


Köhler (1935)

• Ecología de la mente, esbozada por el eminente


antropólogo Gregory Bateson (1972; 1979)

• Teoría Holográfica desarrollada por Karl Pribram


(1978)

• Nuevas teorías sistémicas y de la complejidad


(Morín, 1976; 1990; Prigogine, 1976; 1983; 1991;
1999; Maturana, 1976; 1992; 1994; 1995; 1996;
Luhmann, 1987)

• Concepción sistémico-ecológica, propuesta por el


eminente físico Frijof Capra (1975; 1992; 1998)
289
• Propuesta de una nueva ciencia y un paradigma
emergente, formulada por Miguel Martínez
Miguélez (1997; 1998; 1999; 2006)

• Concepción epistemológica de los procesos sociales


y humanos, que se manifiesta en autores como
Fernando González Rey (1997) y Homero Fuentes
González (2004)

• Teoría Holística argumentada y desarrollada por


Marco Fidel Barrera Morales (2002; 2004; 2006)

• Teorías neurocientíficas (Llinás, 2003; Damasio,


Linden, Gazzaniga; 2010; 2012)

• Epistemología del Sur, propuesta esbozada por


Boaventura de Sousa Santos (2009; 2010)

Todos estos autores, mediante el esbozo de sus propuestas teóri-


cas, de una u otra manera reconocen los procesos humanos como
procesos biogenéticos, neuropsicológicos y socioculturales, procesos
dinámicos, sistémicos y complejos, de construcción de significados
y sentidos, desde donde es posible considerarlos como conscientes
y por tanto de naturaleza dialéctica, ecológica y holística. ¡Y por su-
puesto, configuracional!
Como se aprecia, la concepción configuracional de la ciencia reco-
noce, en la complejidad, en el enfoque holístico y en la nueva teoría
de sistemas, tres pilares insoslayables de su fundamento epistemoló-
gico y ontológico.

Nuestra concepción apunta a la definición de algunos aspectos que,


aunque ampliamente tratados por diferentes autores, desde diferen-
tes contextos sociohistóricos, culturales y teóricos, no han quedado a
nuestro juicio totalmente agotados, por cuanto constituyen aspectos
muy polémicos y por lo tanto requieren de un profundo análisis y
290
reflexión.

Desde esta perspectiva, las proposiciones que se presentan preten-


den disminuir cada vez más la distancia entre los modelos y las con-
cepciones teóricas y la práctica enriquecedora, lo que está avalado
por el hecho de que la mayoría de las cuestiones que se exponen,
no obstante ser enriquecidas con la inclusión de otras concepciones
científicas contemporáneas, son producto de numerosas investiga-
ciones y aplicaciones realizadas en el contexto de los procesos educa-
tivos infantiles y universitarios.
La Teoría Holístico Configuracional propuesta por Fuentes, Ál-
varez y Matos (2004) constituye una aproximación epistemológi-
ca, teórica y metodológica a los procesos sociales, interpretados
como procesos de desarrollo humano, que parte del reconoci-
miento de que estos procesos en tanto realidad objetiva constitu-
yen espacios de construcción de significados y sentidos, entre los
sujetos implicados.

En correspondencia con lo anterior, la Teoría de las Configuracio-


nes que se desarrolla en este libro incorpora una concepción de pro-
ceso que revela el carácter constructivo y de desarrollo humano de
los procesos sociales; el papel activo, consciente y participativo de
los sujetos implicados, en un contexto interactivo, donde la comu-
nicación, la motivación, la relación entre lo individual y lo social, lo
reflexivo y constructivo constituyen sustentos fundamentales en la
apertura de espacios al respeto, la confiabilidad, la responsabilidad y
el papel que desempeñan los sujetos implicados.
“Los procesos se desarrollan en el tiempo y el espacio a través
de una sucesión de eventos, los que al igual que el proceso mismo,
constituyen realidad objetiva. Entendemos por evento la existencia
del proceso en un espacio y un tiempo, en el que se alcanza un obje-
tivo y donde se desarrolla una actividad identificada. Los procesos
sociales se modelan como sistemas de procesos conscientes, lo que
291
implica reconocerles su naturaleza compleja, holística y dialéctica.
A ello se adiciona el hecho de que al ser estos entendidos como sis-
temas de procesos objetivos - subjetivos, se estructuran de diversas
formas en el curso de su desarrollo, se manifiestan en la actividad
y en la comunicación entre los sujetos implicados y se configuran a
través de las relaciones de significación que en los mismos se pro-
ducen. Lo anterior determina que el estudio y comprensión de las
regularidades que los caracterizan, requiera de métodos y enfoques
que respeten las estructuras de relaciones que emerjan en los mis-
mos.” (Fuentes, 2004; p. 2)
La Configuralogía pretende ser una ciencia, configurando un con-
junto de disciplinas científicas; pero es también un método y una
actitud intelectual hacia los procesos socio-humanos.
Los científicos socio-humanos hemos tomado conciencia de la ne-
cesidad de configurar una metateoría que tenga la posibilidad de asi-
milar e incorporar a su sistema categorial la diversidad de hallazgos
y construcciones de las ciencias humanas y sociales, los cuales han
conducido al desarrollo de múltiples mini teorías que, sin dudas, han
fragmentado la epistemología socio-humana aunque han servido de
base para una concepción más holística y configuracional

Pienso que, como afirma Laszlo (1989; p. 159), podríamos abrir-


nos paso hacia una comprensión integrada de todo lo que hay en la
corriente general de la experiencia. No lo haremos en detalle. Pero
quizá podamos explicar las pautas generales de la experiencia dentro
de una única teoría auto consistente. Cuando digo “única” no quiero
decir final. Toda teoría estará sujeta a cambios. Pero en cada momen-
to dado podemos buscar la serie más simple posible de explicaciones
o conceptos que describan el caso que tenemos ante nosotros.
Creo que todo lo que experimentamos es una evidencia posible, a
ser tenida en cuenta en nuestras teorías. Todo lo que se experimenta
requiere cierta explicación. Percibo diversidad en la realidad, lo que
292
los griegos llamaban la naturaleza múltiple de la realidad. Al mismo
tiempo, estoy constantemente preguntando si es posible encontrar
una pauta en la diversidad, lo que los griegos llamaban lo uno. Por
lo uno no entiendo una única clase de sustancia o una única entidad
privilegiada, como una célula o un átomo. Quiero decir, más bien, un
diseño arquitectónico, una trama que se repita en diversas clases de
transformaciones, una trama que revele algo acerca de la naturaleza
misma del universo en el que vivimos. (Laszlo, 1989; p. 159)

Precisamente, la Configuralogía es la Teoría de las Configuracio-


nes y representa un nuevo paradigma epistemológico para la cien-
cia del tercer milenio que, no sólo configura teorías diversas de la
complejidad, con enfoques holísticos, sistémicos, holográficos y
ecológicos, combinados con la neuro-epistemología y la etno-epis-
temología, sino que hace una apuesta epistemológica y ontológica
proponiendo la noción de Configuración como categoría, teleolo-
gía, lógica y método invariante para el estudio y comprensión de los
procesos humanos y sociales.
Ahora bien, esclarezco que la noción de configuración no es una
categoría omniepistémica, no es la clave mágica que permite solucio-
nar todos los problemas epistemológicos y ontológicos en el ámbito
científico, es más bien una noción a investigar, a analizar profunda-
mente, a cuestionar, comprender, argumentar y desarrollar.

No obstante, la configuración es una noción decisiva, sin embar-


go no es aún un concepto configurado completamente y de manera
total. Esta noción puede configurarse a partir de una complejiza-
ción y de una concretización del sistemismo, el holismo y el dia-
lectismo y, aun así aparecer todavía como un desarrollo, aún no
logrado, de la Teoría Configuracional; puede también decantarse
a partir del configuracionismo, con la condición de que haya un
cepillado epistémico y una modelación que hagan aparecer lo con-
figuracional en la configuración.
293
Abraham Maslow (1975; p. 30-31), al referirse a las explicaciones
multicausales en el dominio de las ciencias humanas, comenta:
“Es, de una manera particular, en los datos de la personalidad don-
de esta teoría se derrumba en la forma más completa. Resulta fácil
demostrar que dentro de cada síndrome de la personalidad existe
una relación diferente de la casual. Es decir, si usamos el vocabula-
rio casual tendríamos que decir que cada parte del síndrome es, al
mismo tiempo, una causa y un efecto de cada una de las otras partes,
como también lo es cada grupo formados por estas otras partes y,
aun mas, tendríamos que decir que cada parte es causa y efecto del
todo de que es parte. Tal absurda conclusión es la única posible si
usamos solamente el concepto de casualidad.”

La toma de conciencia de este grupo de realidades, llevo a la psi-


cología de la gestalt a concebir otro modo de pensar la ciencia, par-
tiendo de nuevas nociones y conceptos básicos, es decir, de un nuevo
paradigma científico: el paradigma configuracional.

La configuración es el punto de partida de todo proceso científico


socio-humano, es el problema científico, la intencionalidad, el méto-
do y la solución.
La configuración representa la teleología y lógica de los procesos
humanos y sociales, es medio y es fin, es proceso y es resultado, es
causa y efecto, es función, intención, sentido y significado de los
procesos socio-humanos; es la categoría científica que permite es-
tudiarlos y comprenderlos para poder transformarlos, constituye el
método de investigación de excelencia de los procesos humanos y so-
ciales, es la célula, reto y desafío de la epistemología configuracional,
representada en la Configuralogía como ciencia del tercer milenio.
Configuramos nuestra propuesta alternativa en la denominación
de Epistemología Configuracional, no sólo porque configura las co-
294
rrientes, doctrinas y modelos del paradigma cualitativo, sino porque
ninguna de ellas ratifica esta condición en la presentación de una
alternativa compleja, holística, dialéctica y sistémica que diferencie
el proceso de producción, construcción y configuración del conoci-
miento científico.

La ciencia es, en sí misma, una modelación y configuración de ob-


jetos de estudio, una producción humana con la historia y necesi-
dades propias como sistema complejo y dinámico. La ciencia no se
puede definir desde una razón trascendental y divina, ni tampoco
desde un mundo estático y pasivo que espera ser aprehendido de ma-
nera isomórfica por el ser humano. La ciencia es una forma de cons-
trucción del objeto definida desde las posibilidades y potencialidades
de su propia historia y desarrollo, construcción que tiene su propio
devenir y evolución en término de los múltiples y complejos deter-
minantes que se integran en la expresión del pensamiento científico,
el cual está lejos de representar una simple relación lineal y unilateral
sujeto-objeto en términos del conocimiento científico.

La ciencia es un proceso progresivo, multidimensional y abierto


que no aspira al establecimiento de verdades absolutas, completas
y terminadas en sus diferentes momentos parciales de desarrollo.
El conocimiento científico representa una herramienta más del ser
humano para vivir, expresarse, extenderse y trascender en sus rela-
ciones con el mundo que le rodea, sea humano o no, garantizando
de esta manera la continuidad de su vida, su supervivencia, la cual,
además de consolidarse como cultura, integra a la realidad en su de-
venir y desarrollo, expresándola de forma inteligible en los términos
de la cultura y del propio conocimiento científico. Esta relación entre
realidad y conocimiento es un proceso histórico, subjetivo, holístico,
sistémico, complejo, dialéctico y configuracional, que no se agota en
sus diferentes momentos actuales.

Bachelard (1934; p. 142) expresa que “el espíritu científico es esen-


295
cialmente una rectificación del saber, una ampliación de los cua-
dros del conocimiento. Su estructura es la conciencia de los errores
históricos. Científicamente la verdad es pensada como rectificación
de un largo error. (…) toda la vida intelectual de la ciencia juega
dialécticamente sobre este diferencial del conocimiento, en la fron-
tera de lo desconocido. Las ideas no baconiana, no euclidianas no
cartesianas, quedan resumidas en estas dialécticas históricas que
presenta la rectificación de un error, la extensión de un sistema, el
complemento de un pensamiento.”
La definición bachelariana de ciencia, orientada a verla como pro-
ceso permanente de ampliación, profundización, enriquecimiento y
complementación de lo actual, como rectificación y fertilización de
lo anterior, en un proceso permanente de modificación, cambio y
transformación, es un indicador del propio carácter dinámico, com-
plejo y holístico de la representación de objeto de estudio que subya-
ce en dicha definición.

Hay puntos esenciales en la comprensión de la ciencia expresada


por Bachelard: el énfasis e insistencia en el carácter procesal de la
ciencia, en el compromiso que la misma implica con una realidad
viva, dinámica y cambiante, que compromete al investigador con un
esfuerzo intelectual permanente.

De ahí que la ciencia deje de ser una acumulación sumativa de un


conjunto de resultados parciales, linealmente encadenados entre sí,
para ser considerada como un proceso productivo y creativo perma-
nente, que conduce a una continua ampliación y perfeccionamiento
que implica la construcción de nuevas modalidades del comporta-
miento de lo real dentro del conocimiento científico: la configura-
ción.

La comprensión configuracional de la ciencia considera el cono-


cimiento científico no sólo como un producto o un conjunto de sa-
296
beres obtenidos a partir de la comprobación empírica sino como un
proceso en desarrollo constante, en evolución y trascendencia. La
ciencia configuracional es como un proceso integrador de lo objeti-
vo y lo subjetivo, de la emoción y la razón, es decir, de lo consciente
y lo intuitivo, de la afectividad y la cognición humana, de lo general
y lo particular, de lo cualitativo y lo cuantitativo, de lo secuencial
lineal y lo simultáneo global, de lo fisiológico y lo psicológico, de
lo biológico y lo cultural, de la mente y el cuerpo, de la materia y la
conciencia, del pensamiento racional o analítico con el pensamien-
to intuitivo o sintético.
Según Capra (2009; p. 78), el hecho de que todos los conceptos y teorías
de la ciencia son aproximaciones a la auténtica naturaleza de la realidad,
válidos sólo para cierta gama de fenómenos, fue evidente para los físicos
a principios de este siglo, gracias a los espectaculares descubrimientos
que condujeron a la formulación de la teoría cuántica.

Desde entonces, los físicos han aprendido a ver la evolución del


conocimiento científico en términos de una secuencia de teorías, o
“modelos”, cada uno más preciso y de mayor alcance que el anterior,
pero sin que ninguno de ellos represente una versión completa y de-
finitiva de los fenómenos de la naturaleza.

Según Morín (2010b; p. 151), todos los grandes procesos de trans-


formación han comenzado con desviancias, como la desviancia mo-
noteísta en un mundo politeísta, las desviancia religiosa del mensaje
de Jesús en el seno del mundo judío, después, desviancia en la des-
viancia, su transformación por Pablo en el seno del imperio roma-
no; desviancia, el mensaje de Mahoma expulsado de La Meca que se
refugia en Medina. El nacimiento del capitalismo es desviante en sí
mismo en un mundo feudal.
El nacimiento de la ciencia moderna es un proceso desviante a par-
tir del siglo XVII. El socialismo es una idea desviante en el siglo XIX...
297
Dicho de otro modo, todos los procesos comienzan con desviancias
que, cuando no son ahogadas, exterminadas, son capaces entonces
de realizar transformaciones en cadena. (Morín, 2010b; p. 152).
Precisamente, el enfoque configuracional que propongo constituye
una desviancia epistemológica que debe contribuir a la configura-
ción de una cultura fundamental.
¿Por qué la palabra «cultura fundamental»? se pregunta Morín
(2010b; p. 164). Y él mismo se contesta: Porque eso es lo que falta.
De hecho, se trata de enseñar lo más vital, lo más importante para
afrontar la vida, cosa todavía demasiado ignorada por la enseñanza.

1. El conocimiento como fuente de error o de ilusión; en ninguna


parte se enseña las trampas del conocimiento que proceden del he-
cho de que todo conocimiento es traducción y reconstrucción.
2. La racionalidad, como si fuera algo evidente siendo que sabemos
que la racionalidad conoce sus perversiones, sus enfermedades in-
fantiles o seniles.
3. La cientificidad. ¿Qué es la ciencia, sus fronteras, sus límites, sus
posibilidades, sus reglas? Existe una literatura bastante abundante,
pero que nunca ha sido consultada por los científicos reclutados por
el CNRS, por ejemplo. La mayoría de las veces no saben nada de la
polémica entre Niels Bohr y Einstein, ni de los trabajos de Popper,
Lakatos, Kuhn, etc.

Para Morín, la ciencia es una forma crítica de ver el mundo,


incapaz de concebir lo que excede a su concepción de la raciona-
lidad. Es una forma simplificante de considerar al ser humano.
Morín piensa que la ciencia ha llegado a un momento evolutivo,
al mismo tiempo de crisis y de metamorfosis; pero esta crisis tiene
que ver con la ciencia clásica -con todos sus límites que Morín ha
criticado desde hace tanto tiempo-; pero la irrupción de la com-
298
plejidad en las ciencias debe transformar el conocimiento cientí-
fico. Y, en ese sentido “un conocimiento científico abierto debe
permitir superar el cientifismo y todas las ideologías del cientifi-
cismo.” (Morín, 2010b; p. 184)
Por otro lado, Chew considera que la ciencia del futuro podrá con-
sistir perfectamente en un mosaico de teorías y modelos entrelaza-
dos, al estilo “bootstrap”. Ninguno de ellos sería más fundamental
que los demás y todos ellos deberían darse consistencia mutuamente.
Este tipo de ciencia acabaría por ir más allá de las distinciones dis-
ciplinarias convencionales y se serviría del lenguaje más apropiado
para describir los distintos aspectos de la estructura polivalente e in-
terrelacionada de la realidad.
La visión que tengo de la ciencia del tercer milenio es la de una
configuración de modelos y teorías consistentes entre sí, cada uno
de ellos limitado y aproximado, y ninguno de ellos basado en fun-
damentos firmes, lo cual me ha ayudado enormemente a aplicar
el método científico de investigación socio-humana a una amplia
variedad de fenómenos.

Según Barrera (2010; p. 12), “el todo -la vida, el universo-, se ex-
presa como totalidad, pero se aprecia a través de múltiples y varia-
dos eventos, algunos grandes y otros pequeños, unos extraños y
otros familiares, en oportunidades, naturales y en otros insólitos. El
todo como todo es imposible de apreciar en su plenitud; por ello, se
revela como detalle, como signo, como particularidad… es a través
de las evidencias como el todo se da a conocer.” Precisamente, las
configuraciones son los eventos y procesos a través de los cuales se
aprecia el todo.
Si se reconoce la cualidad de complejidad, la comprensión de la
configuración se hace más nítida e inteligible, por cuanto dicha no-
ción prepara el camino para nuevas comprensiones más asequibles.
Como lo afirma Theilard de Chardin (1967; p. 132), dicha comple-
299
jidad corresponde a la “cualidad” de las cosas de estar formadas por
“un número mayor de elementos” “estrechamente organizados entre
sí”, aunque preciso que en nuestro enfoque la configuración no está
integrada por elementos sino por procesos y eventos dinámicos.
Por otra parte Morín (1998; p. 415), propone que la compleji-
dad “debe planearse correlativamente en el marco gnoseológico
(el pensamiento de la realidad) y en el marco ontológico (la natu-
raleza de la realidad)

Según Morín (2011; p. 58), “la idea de complejidad estaba mucho


más diseminada en el vocabulario común que en el científico. Lleva-
ba siempre una connotación de advertencia al entendimiento, una
puesta en guardia contra la clarificación, la simplificación, la reduc-
ción demasiado rápida. De hecho, la complejidad tenía también de-
limitado su terreno, pero sin la palabra misma, en la Filosofía: en un
sentido, la dialéctica, y en el terreno lógico, la dialéctica hegeliana,
eran su dominio, porque esa dialéctica introducía la contradicción y
la transformación en el corazón de la identidad.”
De ahí la importancia de tener en cuenta una noción de com-
plejidad sistémica y holística, con el fin de comprender el sentido
configuracional de la ciencia del tercer milenio, que cuestiona la
opción de la ciencia clásica occidental, sustentada en la idea rec-
tora del discurso del método de Descartes: “fragmentar todo pro-
blema en tantos elementos simples y separados como sea posible”,
y retoma la máxima holista de Aristóteles: “el todo es más que la
suma de sus partes”
Según Mind Bulletin (Citado en Pribram, 2008; p. 13), “nuestros
cerebros construyen matemáticamente la realidad “concreta” al in-
terpretar frecuencias de otra dimensión, una esfera de realidad pri-
maria significativa, pautada, que trasciende el espacio y el tiempo.
El cerebro es un holograma que interpreta un universo holográfico.”
300
Este neurocientífico dice que cuando la terapia va bien se da un
fuerte sentimiento de que emerge un modelo escurridizo, un pode-
roso tema central evidente en todos los niveles a la vez.
El terapeuta no dice nada nuevo al paciente, “pero razona con algo
que el paciente ya conoce y lo clarifica. El cambio se produce como
consecuencia de la expansión de los modelos configuracionales a lo
largo del tiempo”. (Pribram, 2008; p. 22)

Transcribo aquí la cronología de una idea, presentada por Mind


Bulletin (Citado en Pribram, 2008; p. 24-25) por cuanto constituye
un antecedente epistemológico significativo de la Teoría Configura-
cional que propongo:

1714 - Gottfried Wilhelm von Leibniz, descubridor del cálculo in-


tegral y diferencial, dijo que por debajo del universo material hay una
realidad metafísica que le sirve de base y lo genera. Espacio y tiempo,
masa y movimiento de la física y transferencia de energías son cons-
tructos intelectuales.

1902 - William James propuso que el cerebro filtra normalmente


una realidad mayor.
1905 - Albert Einstein publicó sus teorías.

1907 - Henri Bergson dijo que la realidad última es un impulso


vital que sólo es comprensible por intuición. El cerebro proyecta la
realidad mayor.
1929 - Alfred Whitehead, matemático y filósofo, describió la natu-
raleza como un gran nexo en expansión de acontecimientos que no
terminaban en la percepción sensorial. Dualismos de tipo de espíri-
tu/materia son falsos; la realidad es inclusiva y entrelazada.

1929 - Karl Lashley publicó su gran cuerpo de investigación en


301
donde demostraba que la memoria específica no se encuentra en
ningún sitio especial del cerebro sino que está distribuida por todo él.

1947 - Dennis Gabor empleo el cálculo de Leibniz para describir la


posible fotografía tridimensional: la holografía.
1965 - Emmertt Leith y Juris Upatnicks anunciaron que habían
construido hologramas con el recién inventado rayo láser.
1969 - Karl Pribram, que había trabajado con Lashley como neuro-
cirujano, propuso que el holograma constituía un poderoso modelo
para los procesos cerebrales.
1971 - El físico David Bohm, que había trabajado con Einstein,
propuso que la organización del universo podía ser holográfica.
1975 - Pribram sintetizó sus teorías y las de Bohm en una publica-
ción alemana sobre la psicología de la Gestalt.
1977 - Pribram especuló sobre las unificadoras implicaciones me-
tafísicas de la síntesis.
Cuando está cambiando un paradigma, indicó Pribram, la ciencia
se ve a menudo forzada a reexaminar conceptos anteriores.
Leibniz, el filósofo y matemático del siglo XVII, cuyo descubri-
miento del cálculo integral hizo posible la holografía, postulaba un
universo de mónadas, unidades que incorporan la información del
todo. Leibniz sostenía que el comportamiento delicadamente con or-
denado de la luz indicaba un subyacente orden radical, pautado, de
la realidad.

De modo semejante dijo Henri Bergson en 1907 que la realidad


última es una red subyacente de conexión y que el cerebro tamiza la
realidad mayor.
En 1929 Alfred north Whitehead, matemático y filósofo, describió
302
la naturaleza como un gran nexo expandente de acontecimientos
que están más allá de la percepción sensorial. Nosotros sólo imagina-
mos que la materia y el espíritu son diferentes, cuando, en realidad,
están entrelazados.
Dice Martínez (2011, p. 54) que las investigaciones de la neuro-
ciencia (que superan el medio millón por año) parecieran indicar
que el cerebro, al igual que algunos sentidos como la vista y el
oído, utilizan los principios holográficos para el almacenamiento
de información, de modo que, registrando únicamente la pauta
de difracción de un evento (no la imagen, sino el computo capaz
de reproducirla), conserva la información de la totalidad, y, así,
el todo está en cada parte y éstas en el todo, y el aprendizaje se
reduce a la organización jerárquica de estructuras de estructuras.
En general, los datos relacionados con la capacidad, la velocidad,
la sutileza y la complejidad del cerebro humano son tan fuera de
nuestras posible imaginación, que parecieran datos de fábula o,
como señala el eminente Neurofisiólogo Sherrington, datos que
constituyen “una trama encantada”.
Pribram (2008) reconoce que el modelo holográfico no se asimila
fácilmente; también trastoca radicalmente nuestros sistemas anterio-
res de creencias, nuestro entendimiento normal, de sentido común,
de las cosas del tiempo y del espacio. Crecerá una nueva generación
acostumbrada al pasamiento holográfico. Y para facilitarles el cami-
no, Pribram sugiere que los niños aprendan en la escuela primaria
acerca de la paradoja, puesto que los nuevos hallazgos científicos es-
tán siempre llenos de contradicciones.
El famoso físico Niels Bohr dijo que cuando aparece, la gran in-
novación parece confusa y rara. Su descubridor sólo la entenderá
a medias y para todos los demás será un misterio. No hay ninguna
esperanza para ninguna idea que no parezca extraña al principio.
Aplíquese esta máxima a la Configuralogía, teoría que se propone
en este libro.
303
En 1977 Pribram dijo que las ciencias humanistas de hoy serán el
núcleo de las ciencias exactas dentro de 10 a 15 años, lo mismo que
la psicología cognitiva, considerada antes humanista, tomó prece-
dencia sobre el conductismo. También predijo el nacimiento de un
holismo claro, de un cambio de paradigma que abarcaría a todas las
ciencias.

Y en realidad estamos asistiendo aún a este cambio paradigmático


en las ciencias.
Marilyn Ferguson (Citada en Pribram, 2008; p. 37-38) elogia al mo-
delo holográfico, argumentando que es una de esas teorías integrales
que abarca toda la vida salvaje de la ciencia y del espíritu. Quizá sea
el paradigma paradójico, sin límites, por el que ha estado clamando
nuestra ciencia.

Su poder explicativo, dice Ferguson, enriquece y amplía muchas


disciplinas, dando sentido a viejos fenómenos y planteando nuevas
y urgentes cuestiones. La teoría lleva implícita la asunción de que los
estados armónicos, coherentes, de la conciencia están más sintoniza-
dos con el nivel primario de la realidad, una dimensión de orden y
armonía. Esta sintonización se vería estorbada por la ira, la angustia
y el miedo, y facilitada por el amor y la empatía. Hay implicaciones
para el aprendizaje, los entornos, las familias, las artes, la religión y la
filosofía, la curación y la auto-curación.
Según Bob Samples, el regalo del modelo holográfico estriba en que
sus metáforas están más vinculadas con la ecología. Es decir, cada
persona adquiere experiencias que se codifica en el cerebro, se esta-
blece un campo de energía multidimensional. Este modelo de ener-
gía, es decir, el pensamiento, se genera simultáneamente por todo el
cerebro.

Otro investigador, Ralph Abraham, denomina macrones a estas


304
configuraciones de energía. El macron puede imaginarse como un
modelo sumamente específico de energía en tres dimensiones. Abra-
ham señala que el pensamiento es un generador de macrones. Más
aún, sugiere que los macrones establecen una especie de ecología
energética en el cerebro que favorece la fijación de ciertas configu-
raciones neuroquímicas. Si una persona repite un determinado ma-
crón de pensamiento establece lo que él llama memoria a largo plazo.
Si los macrones no se repiten se da entonces memoria a corto plazo.
Fuera de estas especulaciones, es interesante observar que los macro-
nes son sumamente regulares en su configuración geométrica básica.
(En Pribram, 2008; p. 166)

“El proceso de recordar puede perturbarse de manera general, o


incluso puede trastornarse algún aspecto del proceso general. Pero
nunca se pierde una sola huella de memoria de alguna experiencia
particular mientras se retiene todo lo recordable. Este hecho se ha
confirmado sobradamente tanto a través de la observación clínica en
el hombre como en los experimentos en animales. Así que, de una
manera o de otra, la memoria tiene que distribuirse, el input experi-
mentado procedente de los sentidos se reparte por una extensión su-
ficiente del cerebro para que el recuerdo de esa experiencia se resista
a la lección cerebral.” (Pribram, 2008; p. 48)

Ferguson afirma que el modelo holográfico ayuda también a expli-


car el extraño poder de la imagen, por qué los acontecimientos se ven
afectados por lo que imaginamos, por lo que visualizamos. Tal vez
pueda hacerse real la imagen retenida en un estado trascendental.

Y más adelante se pregunta: ¿Qué es lo que nos fragmenta?, ¿Qué


nos hace un todo?
Yo le puedo contestar a Marilyn Ferguson que lo que nos hace un
todo es la noción de configuración.
iv
ONTOLOGÍA Y
COMPLEJIDAD DE LA
CONFIGURACIÓN
308

4.1-Génesis y ontología de la configuración


Cuando surgen nuevos conocimientos que no se ajustan ni armo-
nizan con las categorías, modelos y esquemas de estas esferas y ám-
bitos, es más pertinente abandonar los campos y alimentar el nue-
vo conocimiento. Este es precisamente uno de los más espinosos y
trascendentales retos y desafíos del paradigma configuracional, en
su pretensión de elevarse altamente, en lo teórico, a la categoría de
ciencia de las ciencias.

La Configuralogía, en efecto, en tanto teoría de las configuraciones


está llamada a convertirse en el cimiento teórico, ontológico, episte-
mológico e incluso metodológico que permita analizar, comprender,
explicar y desarrollar las demás áreas del saber científico.

Ahora bien, el Paradigma Configuracional sugiere una dinámica


de vida que no es lineal, ni mecánica ni dogmática, de ahí que su
esbozo tampoco puede hacerse en esos términos lineales, por cuanto
no sería entonces una representación auténtica y lo más exacta po-
sible de la verdad y belleza reales de esta moderna y original teoría.

Además, como esta teoría tiene intrínseca una gran sensibilidad


para las formas no racionales de la experiencia y la expresión, aún es
mayor la dificultad para explicarla y comprenderla.
Podría servir de ayuda el recordar a Korzybski y hacer hincapié en
que cualquier cosa que digamos que es la configuración, no lo es. Es
más de lo que decimos, y es capaz de desplegarse de infinitas mane-
ras diferentes. Intentar atribuir la configuración solamente al objeto
(proceso social) o al sujeto (proceso humano) resulta demasiado li-
mitado. La configuración es algo más que eso. Es ambos y ninguno
a la vez, incluso algo que va más allá de todo esto: un proceso diná-
mico, sistémico y complejo, en el que se ven implicados el sujeto, el
309
objeto y el ciclo de percepción-comunicación que los une y relaciona.
Este enfoque sugiere que ninguna configuración es una verdad abso-
luta, ya que, en realidad, su capacidad para conducir a una actividad
coherente y consistente es siempre limitada.
Es por ello que, en este libro, no soy capaz de comunicar lo que es
la Configuralogía con diagramas, colores, dibujos, olores, sonidos,
temperaturas, vibraciones, tactos, tonos, gestos expresivos, fórmulas
matemáticas o sustancias químicas. Estoy obligado a hacer toda ex-
plicación mediante códigos, categorías, nociones y símbolos que tie-
nen un limitado alcance. No obstante, intentaré aproximarme a una
ontología lo más cercana de la configuración.

La ontología en Ferrater (2010; p. 265) se entiende de maneras di-


ferentes. Por un lado, se concibe como ciencia del ser en sí, del ser
último o irreducible, de un primer ente en que todos los demás con-
sisten, es decir, del cual depende todo los entes. En este caso, la onto-
logía es verdaderamente metafísica, esto es, ciencia de la realidad o la
existencia en el sentido propio del vocablo.

Por otro lado, la ontología parece tener como misión la determi-


nación de aquello en lo cual los entes consisten y de aquello en que
consiste el ser en sí. Entonces es una ciencia de las esencias y no de las
existencias. La ontología es aquella indagación que se ocupa del ser
en cuanto ser, pero no como una mera entidad formal, ni como una
existencia, si no como aquello que hace posible las existencias. Este es
el sentido de la ontología de la noción de configuración.

Un aspecto esencial en el Configuracionismo es el ideal o unas pro-


mesas de inteligibilidad intrínseca fundados en el postulado de que
una configuración es autosuficiente y no necesita recurrir a ninguna
clase de elementos ajenos a su esencia y naturaleza, para ser com-
prendida.

Por otra parte, unas realizaciones, en la medida en que se han lle-


310
gado a alcanzar efectivamente ciertas configuraciones y en que su
utilización pone en evidencia algunos caracteres generales y aparen-
temente necesarios que estas presentan a pesar de sus variedades.
En una primera aproximación, una configuración es un sistema
complejo de transformaciones dinámicas que entraña unos códigos
en tanto que sistema complejo (por oposición a las propiedades de
los elementos) y que se conserva o se enriquece por el mismo juego
de sus transformaciones, sin que éstas lleguen a un resultado fuera
de sus fronteras o reclame unos elementos exteriores. En una pala-
bra, una configuración comprende así los tres caracteres de totali-
dad, de transformaciones y de autorregulación, que Piaget (1980)
asigna a la estructura.
En una segunda aproximación, aunque se puede tratar tanto de una
fase ulterior como inmediatamente subsiguiente al descubrimiento
de la configuración, ésta debe poder dar lugar a una formalización.
Únicamente hay que comprender muy bien que esta formalización es
la obra del teórico, y que la configuración, aunque que aparentemen-
te es independiente de él, forma parte de sus sistema de creencias, en
tanto que ha sido configurada por él.

Existen, pues, diferentes grados posibles de formalización que de-


penden de las decisiones del teórico, mientras que el modo de exis-
tencia de un configuracionismo que este descubre debe precisarse en
cada terreno particular de investigaciones.

La noción de transformación nos permite en primer lugar delimi-


tar el problema, pues si fuera necesario englobar en la idea de confi-
guración todos los formalismos y todos los sentidos del término, el
configuracionismo cubriría de hecho todas las teorías filosóficas no
estrictamente empiristas que recurren a unas formas o a unas esen-
cias, de Platón a Husserl, pasando sobre todo por Kant, e incluso
ciertas variedades de empirismo, como el «positivismo lógico», que
311
apela a unas formas sintácticas y semánticas para explicar la lógica.

Ahora bien, en un sentido definido al momento, la lógica en sí


misma no siempre contiene «configuraciones», en tanto que confi-
guraciones de conjunto y de transformaciones: en múltiples aspectos
ha seguido siendo tributaria de un atomismo bastante resistente y el
configuracionismo lógico sólo está en sus inicios.

El carácter de totalidad propio a las configuraciones no puede dis-


cutirse, pues la única oposición sobre la cual todo científico debería
estar de acuerdo es la de las configuraciones y de los agregados, o
compuestos partiendo de elementos independientes del todo.

Una configuración está ciertamente formada de elementos, pero


éstos están subordinados a unos códigos que caracterizan al sistema
como tal; y éstas códigos, llamadas de composición, no se reducen
a unas asociaciones acumulativas, sino que confieren al todo, en su
calidad de tal, unas propiedades de conjunto distintas de aquellas de
los elementos. Por esta razón, los elementos inmanentes a las confi-
guraciones deberían ser considerados como operaciones o procesos
dinámicos y no como simples partes de una estructura.
En este punto Piaget (1980; p. 12) nos recuerda que cuando Augus-
te Compte quiso explicar al hombre por medio de la humanidad, y
no a la humanidad por medio del hombre, cuando Durkheim con-
sideraba el todo social como emergiendo de la reunión de los indi-
viduos como las moléculas de la de los átomos, o cuando los gestal-
tistas creían discernir en las percepciones primarias una totalidad
inmediata comparable a los efectos de campo en electromagnetismo,
tenían ciertamente el mérito de recordarnos que un todo es algo dis-
tinto de una simple suma de elementos previos, pero, consideran-
do al todo como anterior a los elementos o contemporáneo de su
contacto, se simplificaban la tarea a riesgo de fallar en los problemas
centrales de la naturaleza de los códigos de composición.
312
Ahora bien, más allá de los esquemas de asociación atomística y
los de las totalidades emergentes, existe una tercera posición, que es
la de los estructuralismos operatorios: es la que adopta desde el ini-
cio una actitud relacional, según la cual lo que cuenta no es el ele-
mento ni un todo imponiéndose como tal sin que se pueda precisar
cómo, sino las relaciones entre los elementos; dicho de otra manera,
los procedimientos o procesos de composición (según se hable de
operaciones intencionales o de realidades objetivas), el todo sólo es
la resultante de estas relaciones o composiciones cuyos códigos son
las del sistema. (Piaget, 1980; p. 13)

De hecho, este problema que plantea ya la misma noción de to-


talidad, se precisa desde que se toma seriamente la segunda carac-
terística de las «configuraciones», en el sentido contemporáneo del
término, y que consiste en ser un sistema de «transformaciones» di-
námicas y no una «forma» estática cualquiera.

En este sentido, una actividad configurante sólo puede consistir en


un sistema dé transformaciones dinámicas.
Ahora bien, aunque encontramos formas en todos los niveles del
comportamiento humano, hasta los esquemas sensoriales motores y
en sus casos particulares los esquemas perceptivos, eso no indica que
todo es «configuración». En un sentido quizá sí, pero solamente en el
sentido de que todo es configurable.

Pero la configuración en su calidad de sistema complejo autorregu-


lador y autopoiético de transformaciones dinámicas no se confunde
con una forma cualquiera: un montón de palomas volando presenta
para nosotros una forma, pero no puede llegar a ser una «configura-
ción» hasta que se le asigna una teoría refinada que haga intervenir el
sistema total de sus movimientos espontáneos y coherentes.

Según el propio Bateson, él no es un filósofo muy leído, y la filosofía


313
no es su oficio. No es un antropólogo muy leído, y la antropología no
es exactamente su oficio. Sin embargo, ha hecho algo que a Korzybski
le interesaba mucho hacer y que ha interesado a todo el movimiento
de la semántica; me refiero a que Bateson estudió un área de impacto
entre el pensamiento filosófico muy abstracto, por una parte, y la his-
toria natural del hombre y otros seres vivientes, por la otra.

Remontémonos al enunciado original, del cual deriva en primer


término la fama de Korzybski, el enunciado de que el mapa no es el
territorio. Este aserto surge de una gama muy amplia de pensamiento
filosófico que procede de Grecia y que serpentea a todo lo largo de la
historia del pensamiento europeo de los últimos 2000 años.

Todo comienza, supone Bateson (2010; p. 480), en el enfrentamien-


to de los pitagóricos con sus predecesores, y la disputa tomó la forma
de: “¿Tu pregunta es de qué están hechas las cosas, de tierra, fuego,
agua, etcétera o preguntas cuál es su patrón?” Pitágoras era partida-
rio de preguntar por el patrón y no por la sustancia. Esta controversia
se prolongó época tras época, y su mitad pitagórica fue, en conjunto,
hasta hace poco, la parte sumergida. Los gnósticos siguen a los pita-
góricos, y los alquimistas siguen a los gnósticos, etcétera. La disputa
llegó a un punto culminante a fines del siglo XVIII, cuando se cons-
tituyó una teoría de la evolución con fundamentos pitagóricos, que
luego fue descartada. Esta teoría asignaba un lugar a la Mente.

Esa teoría evolucionista, plasmada en las postrimerías del siglo


XVIII, la teoría lamarckiana (que fue la primera teoría transformista
organizada de la evolución), según (Bateson, 2010; p. 480), se cons-
truyó a partir de curiosos antecedentes históricos, descriptos por Lo-
vejoy en The Great Chain of Being. Antes de Lamarck, se creía que el
mundo orgánico, el mundo viviente, tenía una estructura jerárquica,
con la Mente en la cima. La cadena, o escala, descendía pasando su-
cesivamente por los ángeles, el hombre, los simios, hasta llegar a los
314
infusorios o protozoarios, y por debajo de éstos, hasta las plantas y
las piedras.

Lo que hizo Lamarck fue poner cabeza abajo esa escala, precisa Ba-
teson (2010; p. 480). Observó que los animales cambiaban cuando
se los somete a la presión del ambiente. Se equivocaba, por supuesto,
al creer que esos cambios eran heredados, pero de cualquier manera
esos cambios eran para él la prueba de la evolución. Cuando puso
cabeza abajo la escala, lo que había sido la explicación, es decir, la
Mente, se convirtió ahora en lo que debía explicarse. Su problema fue
explicar la Mente.
Según Bateson (2010; p. 480), Lamarck estaba convencido de la
evolución, y allí se detenía su interés al respecto. Por ello, si us-
ted lee la Phüosophie Zoologique (1809), observará que el primer
tercio de ella está consagrado a resolver el problema de la evolu-
ción y a poner cabeza abajo la taxonomía, y que el resto del libro
se dedica, en realidad, a la psicología comparativa, ciencia que él
fundó. Lo que realmente le interesaba era la Mente. Lamarck ha-
bía utilizado el hábito como uno de los fenómenos axiomáticos en
su teoría de la evolución, y eso, por supuesto, lo llevó al problema
de la psicología comparada.

Ahora bien, la mente y el patrón, en cuanto principios explicati-


vos que, en primer término, requieren investigación, según Bateson
(2010; p. 480) fueron expulsados del pensamiento biológico en las
teorías evolutivas posteriores desarrolladas a mediados del siglo XIX
por Darwin, Huxley, etcétera. Había aún algunos chicos malcriados,
como Samuel Butler, que decían que era imposible desentenderse así
de la mente, pero eran voces débiles, y, dicho sea de paso, nunca mi-
raron los organismos. No creo que Butler mirara jamás alguno que
no fuera su propio gato, pero a pesar de ello sabía más acerca de la
evolución que algunos de los pensadores más convencionales.
315
Ahora, por fin, con el descubrimiento de la cibernética, la teoría de
los sistemas, la teoría de la información y otros hechos comparables,
comenzamos a contar con una base formal que habilitó a Bateson
para pensar sobre la mente y sobre todos estos problemas de una ma-
nera que era totalmente heterodoxa desde alrededor de 1850 hasta la
Segunda Guerra Mundial.

Bateson (2010; p. 483) sostiene que la palabra “idea”, en su sen-


tido más elemental, es sinónimo de “diferencia”. En la Crítica del
juicio, Kant, si lo he entendido correctamente, afirma que el acto
estético más elemental es la selección de un hecho. Argumenta
que en un trozo de tiza existe un número infinito de hechos po-
tenciales. La Ding an sich [la cosa en sí], el trozo de tiza, no puede
entrar nunca en un proceso de comunicación o mental debido a
su infinitud. Los receptores sensoriales no pueden aceptarla; la
filtran y la excluyen. Lo que hacen es elegir y extraer del trozo de
tiza ciertos hechos, los cuales, luego, empleando una terminología
moderna, se convierten en información.

Lo que entendemos por información -la unidad elemental de infor-


mación- es una diferencia que hace una diferencia, y está en condi-
ciones de hacer una diferencia porque las vías nerviosas por las que
transita y en las que es continuamente transformada están, por su
cuenta, provistas de energía. Las vías están prontas para ponerse en
actividad. Podemos decir que la pregunta está ya implícita en ellas.
(Bateson, 2010; p. 484)

A pesar de estas excepciones, sigue siendo válido en términos ge-


nerales que la codificación y transmisión de las diferencias fuera del
cuerpo es muy diferente de la transmisión de diferencias dentro del
cuerpo, y esta diferencia tiene que mencionarse, porque podría lle-
varnos a un error garrafal de consecuencias extremadamente nocivas
para la ciencia.
316
Comúnmente pensamos el “mundo físico” externo como algo se-
parado de un “mundo mental” interno. Es mi creencia que esta divi-
sión se basa sobre el contraste en la codificación y la transmisión que
se dan dentro, y fuera del cuerpo. (Bateson, 2010; p. 485)

Para Bateson el mundo mental -la mente-, el mundo del procesa-


miento de la información, no está limitado por la piel.
Bateson retoma la concepción de que la transformación de una
diferencia que recorre un circuito es una idea elemental. Si esto es
correcto, preguntémonos qué es una mente. Decimos que el mapa
es diferente del territorio. ¿Pero qué es el territorio? Operacional-
mente, alguien salió con su retina o con un instrumento de medi-
ción e hizo representaciones que luego se dibujaron en el papel.
Lo que hay en el papel del mapa es una representación de lo que
hubo en la representación retiniana del hombre que hizo el mapa;
y a medida que retrocedemos preguntando, nos topamos con una
regresión al infinito, con una serie de mapas. El territorio no apa-
rece nunca en absoluto. El territorio es Ding an sich, y no podemos
hacer nada al respecto. El proceso de la representación siempre lo
filtrará, excluyéndolo, de manera que el mundo mental es sólo ma-
pas de mapas de mapas, al infinito.
Para Bateson todos las “fenómenos” son, literalmente, “apariencias”.

Bateson desarrolla más el punto, diciendo que en cada paso, a me-


dida que una diferencia se transforma y propaga por su vía, la ma-
terialización de la diferencia antes de ese paso es un “territorio”, del
que la materialización después del paso es un “mapa”. La relación
mapa-territorio se efectúa en cada paso.

Pero Bateson plantea que también podemos seguir la cadena hacia


adelante. Yo recibo varias clases de cartografías que denomino da-
tos o información. Una vez recibidos, actúo, Pero mis acciones, mis
317
confracciones musculares, son transformaciones de diferencias del
material de entrada. Y recibo nuevamente datos que son transfor-
maciones de mis acciones. Obtengo así un cuadro del mundo mental
que, de una manera u otra, ha escapado de un salto de nuestra ima-
gen tradicional del mundo físico.

El resultado se esa interacción recursiva, retroactiva y dinámica es


a lo que yo llamo configuración.
Según De la Garza, el concepto de configuración ha sido utilizado
sobre todo en la teoría del sistema actual que pone el acento en el
problema de los límites entre sistema y entorno, como diversos enfo-
ques o representaciones del objeto y a través de ella tener un sistema
de imágenes. También las configuraciones son vistas como racimos
o conjuntos de formas de representación de los objetos, engarzando
con la concepción conjuntista de la teoría (Shedrovisky, 1972), sin
embargo, estas concepciones si bien apuntan a la posibilidad de que
un objeto pueda ser pensado desde diversas perspectivas, tratan de
darle coherencia como si fuera esta coherencia una propiedad de los
objetos mismos y no de los enfoques.

De cualquier forma, estas nociones de configuración no remiten de


manera clara hacia la estructura de la teoría. Si quisiéramos revisar
el término de configuración con miras a su apertura frente a lo real
tendríamos que especificarlo de la siguiente manera (De la Garza):

1) Recuperando la idea del continuum entre inobservables y obser-


vables en la teoría y extendiéndolo al continuum entre términos teó-
ricos (sean observables o inobservables) y del lenguaje común. Una
configuración puede aceptar un rango de términos en su continuum.
Es decir, puede haber teorías con más densidad de inobservables que
otras pero también con mayor densidad de términos que otras.

2) En cuanto a la relación entre conceptos, estas pueden ser más


318
precisas o más ambiguas por niveles de claridad, de las más claras a
las más obscuras. La claridad extrema puede asimilarse a la deduc-
ción o bien a la casualidad, la ambigüedad puede implicar polivalen-
cia e incluso indefinición en la relación.
Bachelard había hablado de niveles de maduración entre los con-
ceptos de una teoría y de las relaciones entre estos. Sin embargo, la
noción de maduración de la idea de aceptación de significados y rela-
ciones no claras pero que en el futuro se madurarían o aclararían, lo
cual no corresponde con nuestra idea de configuración abierta. No
necesariamente la obscuridad conceptual o de relación es un defec-
to, puede ser una característica de la propia realidad.

3) El concepto de red conceptual puede también ser útil siempre


y que se especifiquen sus propiedades. Si una red no es sólo un
sistema, puede flexibilizarse a través de grados de claridad en la
relación y no excluyendo además de la obscuridad la posibilidad
de la contradicción, la disfuncionalidad o la discontinuidad. En el
fondo está la concepción de que en el lenguaje como en la realidad
no todo tiene que ser coherente, que la incoherencia no significa
la muerte súbita del organismo, también que la ontología del todo
articulado y funcional no puede sostenerse, que una imagen más
adecuada es la del descubrimiento de lo que está conectado y lo que
no, asi como de sus contradicciones.

En cuanto a lo no conectado puede asimilarse al concepto de incer-


tidumbre en la conexión, sin embargo una visión reconstructiva no
solo en el pensamiento sino en la realidad tiene que contemplar que
dentro de restricciones que hay que investigar, lo incierto puede ser
conectado a través de las prácticas. Es decir, el espacio de posibilida-
des para la acción no puede ser visto como una jaula de hierro para
la acción, de una dureza estructural tal que impida la creación. Por el
contrario, las articulaciones precisas frente a las ambiguas u obscuras
podrían ser más difíciles de alterar por las practicas, en cambio las
319
practicas pueden encontrar en los espacios de incertidumbre mejores
alternativas de reconstrucción de la realidad.

Al mismo tiempo, la introducción de este contexto flexible y abierto


de teoría a través de la noción de configuración permite pensar mejor
en posibilidades mayores de desarticulación conceptual en aquellas
configuraciones más ambiguas que en las más precisas. Finalmente,
la contradicción no puede ser asimilada al ser y no ser del objeto,
sino a aspectos contradictorios en la configuración de acuerdo con
las teorías de origen de los conceptos desarticulados o transportados.

En este punto, cabe abordar el problema de la relación de una re-


construcción en términos de configuraciones, según la concepción
de De la Garza, que muestre lo claro y lo ambiguo, lo preciso y lo
obscuro, la incertidumbre y la contradicción en la realidad dándose y
los sujetos involucrados. Este problema tiene dos formas. La primera
es la incorporación del sujeto, su subjetividad y su acción en la propia
construcción de conocimiento. La otra es la relación entre construc-
ción de conocimiento y transformación del sujeto. El primero resul-
ta capital dentro de la concepción sujeto-objeto, de actualización y
subversión de estructuras, de articulación entre objetividad y subje-
tividad es decir, el análisis de las configuraciones dándose no puede
reducirse a sus aspectos estructurales, estas tienen que articularse
con otras configuraciones prácticas de los sujetos y de capacidad de
dar sentido.
En esta línea, las transformaciones o actualizaciones de la estructu-
ra tendrían que ubicarse dentro del triángulo estructuras-subjetivi-
dades, acciones, identificado a los sujetos pertinentes, pero analizan-
do-articulando sus acciones y subjetividades, vistas estas también
como configuraciones con las propiedades ya enunciadas. Las inte-
racciones pueden estudiarse con más propiedad como periodización
de interacciones (conflictos, alianzas, negociaciones entre sujetos,
procesos de formación o destrucción de sujetos), en donde cada pe-
320
riodo estaría enmarcado por un viraje en la constitución del sujeto.
Dependiendo del problema y sus dimensiones temporales y espacia-
les, estos dos periodos pueden ser de mayor o menor duración.
Aquí es donde aparece con mayor propiedad la idea de proceso de
transformación como articulación de procesos de diversas tempora-
lidades y espacialidades, no todos ellos estructurales, una parte di-
rectamente de interacción y subjetivos. Si la subjetividad puede verse
como aparato de dar sentido y de decidir la acción, puede estudiarse
a partir de grandes campos no sistémicos o de sistematicidad limi-
tada entre aquellos cognitivos, valorativos, estéticos, sentimentales,
con formas de razonamiento cotidianos o bien lógico deductivas (De
la Garza, 1992).
En cada campo es posible identificar conceptos ordenadores, ini-
cialmente como variables libres, posteriormente mostrando sus fun-
cionalidades, contradicciones y discontinuidades, sin llegar nunca a
formar un gran sistema. Campos parcialmente coherentes, con po-
lisemia, capacidad de jerarquización, niveles de conciencia, estratos
fosilizados junto a elementos particulares superficiales o ideológicos.

De tal manera que las transformaciones de las estructuras, enten-


didas como configuraciones pueden dinámicamente articularse con
configuraciones subjetivas en diversos momentos de interacción
entre sujetos, conformando un periodo dinámico de configuración
de configuraciones en rearticulación, que en sus espacios de incer-
tidumbre, contradicciones polares y fuerza subjetiva de los actores
encuentra una definición el espacio de posibilidades para la acción
viable.
Siguiendo a De la Garza, nos falta un problema por esclarecer,
¿Cómo se valida esta forma configuracional del conocimiento? ¿Cuál
es el sentido del conocimiento objetivo frente a tanta intervención de
la subjetividad? No estamos asimilando completamente el conoci-
miento científico al ordinario, pero atendiendo a algunas de las dis-
321
cusiones más actuales de la filosofía de la ciencia, tampoco creemos
en un criterio rígido de demarcación, la idea de continuum puede ser
dotada con el añadido de uno que implica a su vez un perfil cognos-
citivo de términos teóricos y del lenguaje común dentro de la estruc-
tura de una teoría.

Las antinomias supuestas entre abstracto y concreto en el pensa-


miento, sistémico y asistémico, deducción e intuición, dato y argu-
mentación, generalidad y particularidad, observable e inobservable,
prueba y especulación, hemos mostrado que son más bien polos de
un continuum y que el llamado conocimiento científico implica un
perfil concreto, disciplinario, histórico y social, entre estas antino-
mias. El perfil dependerá del tipo de objeto, en esta medida la distin-
ción entre ciencia natural y social tampoco sería de dos naturalezas
diferentes pero si de objetos menos a más subjetivados.
Como se aprecia, la cosmovisión configuracional destaca la funda-
mental interrelación e interdependencia de todos los fenómenos y
la naturaleza intrínsecamente dinámica de la realidad que configu-
ramos. Para utilizar esta visión en la descripción de los organismos
vivos, debemos ir más allá de la física y adoptar un marco de referen-
cia que parece ser una extensión natural de los conceptos de la física
moderna. Este marco es la teoría holística-configuracional, a veces
llamada teoría gestáltica. En realidad, el término “configuracional” es
un poco resbaladizo, polisémico y engañoso. Más bien constituye un
enfoque particular, un lenguaje y una perspectiva específica.

La visión configuracional concibe al mundo en términos de rela-


ciones, integración, retroacción e interconexión. Las configuraciones
constituyen holos dinámicos y funcionales, son todos integrados cu-
yos procesos no se pueden reducir a las de unidades más pequeñas.
En vez de concentrarse en partes, elementos y componentes, el enfo-
que configuracional destaca los principios básicos de organización,
los subprocesos inmanentes al proceso dinámico, las funciones y los
322
significados.

Las configuraciones no son creaciones sino revelaciones de las in-


tenciones, sentidos y significados de la praxis del vivir, hasta ahora
no expresados.
La configuración no se refiere a una parte o a la unión de partes,
sino a la totalidad de un sistema funcional y dinámico. La configu-
ración da cuenta de las relaciones entre los procesos y no sólo del
proceso en sí.

Los procesos inmanentes a la configuración están en estado de con-


tinua fluidez, fluctuación y cambio permanente, manifestando pau-
tas cíclicas y oscilaciones continuas entre dichos procesos.
Las configuraciones operan con los procesos del azar y no pueden
consolidarse de otra manera, pero operan en un dominio de exigen-
cias rigurosas del que el azar es expulsado, a partir de la organización
armónica, coherente y sistémica de los procesos inmanentes, en un
proceso de mayor complejidad que evidencia su afán teleonómico.

De estas exigencias, y no del azar, las configuraciones develan sus


orientaciones ascendentes, sus complejidades configurativas y el des-
pliegue ordenado de interconexiones del que nos ofrece la imagen o
figura: la configuración.

La configuración, tal como la veo, puede asociarse, aunque no son


lo mismo, a lo que Heidegger llama constitución, o a los tipos ideales
de Weber, el arquetipo de Jung, la trama de Fritjof Capra, lo que Ja-
ques Monod llama simulación, o los tipos lógicos de Russell.

Los ejemplos de configuraciones abundan en la naturaleza y en los


sistemas vivos, psíquicos y sociales. Cada organismo es un todo inte-
grado, y por lo tanto, una configuración dinámica y funcional.
323
El cerebro humano, por ejemplo, es la configuración más compleja
que existe, en tanto es una configuración dinámica y funcional de
configuraciones complejas y sistémicas. Es una red compleja de rela-
ciones sistémicas igualmente complejas.

La red de relaciones inmanentes a una configuración es intrín-


secamente dinámica. Pero las configuraciones no se limitan a los
organismos individuales y sus partes. Los mismos procesos de la
totalidad se encuentran en configuraciones sociales tales como una
familia o una comunidad.

Todas las configuraciones son totalidades cuyos procesos especí-


ficos surgen de las interacciones e interdependencia de los mismos
procesos, es decir, las interconexiones entre procesos genera nuevos
procesos y, por consiguiente, nuevas funciones y significados.

Los procesos configurativos desaparecen cuando una configura-


ción se descompone en forma física o teórica en elementos aislados,
separados y fragmentados. Aunque en cualquier configuración po-
demos identificar procesos individuales, la esencia, carácter y natu-
raleza del todo es siempre diferente a la suma de sus partes, como lo
concebían los psicólogos de la Gestalt.

Las configuraciones son intrínsecamente dinámicas. Sus formas


no son estructuras rígidas, sino manifestaciones y expresiones
flexibles, funcionales y estables de procesos subyacentes. Pensar
configuracionalmente es pensar en procesos, interconexiones, fun-
ciones, sentido y significados.

Es muy probable que la noción de configuración cumpla una fun-


ción fundamental en el futuro desarrollo de la nueva visión holística
de la ciencia y del mundo en general.
La cuestión central sería, como afirman Maturana y Pörksen (2010;
324
p. 56), si uno está dispuesto a renunciar a las propias certezas si ocu-
rre algo inesperado. En ese caso, las desilusiones que uno sufre no
necesariamente desembocarán en frustración y enojo, sino que tam-
bién pueden fundamentar, sin ningún dramatismo, una nueva forma
de ver. Uno reconoce sin gran drama que las propias expectativas no
se cumplen, y entonces se reorienta.

Según el físico Frijof Capra (1992), la teoría cuántica demuestra


que todas las partículas se componen dinámicamente unas de otras
de manera autoconsciente, y, en ese sentido, puede decirse que con-
tienen la una a la otra, que se definen la una con la otra. De esta for-
ma, la física, la nueva física, es un modelo de ciencia para los nuevos
conceptos y métodos de otras disciplinas.

En el campo de la biología, Dobzhansky (1976) ha señalado que el


genoma, que comprende tanto genes reguladores como operantes,
trabaja como una orquesta y no como un conjunto de solistas.
También Köhler (para la psicología, 1967) solía decir que “en toda
estructura dinámica cada parte conoce dinámicamente a cada una
de las otras.”
Y Ferdinand de Saussure (1954), para la lingüística, afirmaba que
“el significado y valor de cada palabra esta en las demás”, que el siste-
ma es “una totalidad organizada, hecha de elementos solidarios que
no pueden ser definidos más que los unos con relación a los otros en
función de su lugar a esta totalidad”.

Martínez (2008; p. 75), por su parte, precisa que si la significación y


el valor de cada elemento de cada estructura dinámica o sistema está
íntimamente relacionado con los demás, si todo es función de todo, y
si cada elemento es necesario para definir los otros, no podrá ser vis-
to ni entendido “en sí”, en forma aislada, sino a través de la posición
y de la función o papel que desempeña en esa estructura dinámica o
sistema.
325
La naturaleza íntima de las configuraciones sistémicas dinámicas,
en efecto, su identidad esencial, está constituida por la relación en-
tre los subprocesos inmanentes, y no por éstos tomadas en sí, como
entidades independientes. La relación es un proceso emergente,
nuevo, otro proceso diferente a los procesos que lo constituyen y
que le dan origen.

El punto crucial y limitante de nuestra matemática tradicional, por


ejemplo, se debe a su carácter abstracto, a su incapacidad de captar
la entidad relacional. La abstracción es la posibilidad de considerar
un objeto o un grupo de objetos desde un sólo punto de vista, pres-
cindiendo de todas las restantes particularidades que pueden tener.
(Martínez, 2008; p. 75)

El enfoque integral ha demostrado que los organismos vivientes


son intrínsecamente dinámicos, pues sus formas visibles son mani-
festaciones estables de un proceso subyacente. Ahora bien, el proceso
y la estabilidad sólo son compatibles si los procesos forman modelos
rítmicos: fluctuaciones, vibraciones, oscilaciones y ondas. (Capra,
2008a; p. 349)

Nuestro universo, la sociedad, las relaciones humanas y todos los


seres vivos están conformados esencialmente por sistemas dinámi-
cos, no lineales, sistemas complejos, holísticos y configuracionales,
tanto en los ámbitos físico, químico, genético y biológico, como en
los ámbitos neurocientífico, psicológico, social y cultural.

En palabras de Aracil (1986, p. 13), si observamos nuestro entorno,


vemos que estamos inmersos en un mundo de sistemas. Al conside-
rar un árbol, un libro, un área urbana, cualquier aparato, una comu-
nidad social, nuestro lenguaje, un animal, el firmamento, en todos
ellos encontramos un rango común: se trata de entidades complejas,
formadas por partes en interacción mutua, cuya identidad resulta de
una adecuada armonía entre sus constituyentes, y dotadas de una
326
sustantividad propia que transciende a la de esas partes; se trata, en
suma, de lo que, de una manera genérica, denominamos sistemas.

En un “sistema” se da un conjunto de unidades interrelacionadas


de tal manera que el comportamiento de cada parte depende del es-
tado de todas las otras, pues todas se encuentran en una estructura
que las interconecta. La organización y comunicación en el enfoque
de sistemas desafía la lógica tradicional, remplazando el concepto de
energía por el de información, y el de causa-efecto por los de estruc-
tura y realimentación. En los seres vivos, y sobre todo en los seres
humanos, se dan estructuras de un altísimo nivel de complejidad,
las cuales están constituidas por sistemas cuya comprensión desafía
la agudeza de las mentes más privilegiadas. (Martínez, 2012; p. 133)

Si encuentro a alguien capaz de ver las cosas en su unidad y en su


multiplicidad. Ese es el hombre al que yo busco como a un Dios,
decía Platón, y por otro lado la teoría cuántica nos obliga a ver el uni-
verso, no como una colección de objetos físicos, sino más bien como
una red compleja de relaciones entre las distintas partes de un todo
unificado, como señala Frijof Capra.

Según Martínez (2012; p. 139), si analizamos de una manera mucho


más profunda la relación “partes-todo” y enfocamos más de cerca su
aspecto gnoseológico, diremos que hay dos modos de aprehensión
intelectual de un elemento que forma parte de una totalidad.

Polanyi (1966; p. 22-23) lo expresa de la siguiente manera:

…no podemos comprender el todo sin ver sus partes, pero pode-
mos ver las partes sin comprender el todo… cuando comprendemos
como parte de un todo una determinada serie de elementos, el foco
de nuestra atención pasa de los detalles hasta ahora no comprendi-
dos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la
atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que solo se
327
puede ver un todo viendo sus partes, pero cambia por completo la
manera como aprehendemos los detalles. Ahora los aprehendemos
en función del todo en que hemos fijado nuestra atención. Llamaré a
esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la apre-
hensión focal que emplearíamos para entender a los detalles en sí, no
como partes del todo.

En este campo Polanyi sigue de cerca las ideas de Merleau-Ponty


sobre el concepto de estructura.
En efecto Merleau-Ponty (1976; p. 204; 243) afirma que las estruc-
turas no pueden ser definidas en términos de realidad exterior, sino
en términos de conocimiento, ya que son objetos de la percepción y
no realidades físicas; por eso, las estructuras no pueden ser defini-
das como cosas del mundo físico, sino como conjuntos percibidos
y, esencialmente, consisten en una red de relaciones percibidas que,
más conocida, es vivida.

Como científico y filosofo, Polanyi (1966) trata de esclarecer en


múltiples estudios lo que estas ideas implican, y llega así a su teoría
del conocimiento tácito y a la lógica de la inferencia tacita. Estos son
poderes extraordinarios (usados ordinariamente) que posee el ser
humano, acerca de los cuales apenas tiene conciencia, precisamente
porque su dinámica es inconsciente o actúa a un nivel subliminal. En
efecto, la mayor parte del proceso mental es inconsciente.

El hecho de que los elementos subsidiarios de percepción pueden


ser inespecificables, según Martínez (2012; p. 140) muestra algo más
importante: que el conocimiento tácito puede ser adquirido sin que
seamos capaces de identificar lo que hemos llegado a conocer; hemos
llegado a conocer algo “invisible”, pero cierto.

De esta manera, en la estructura de este conocimiento tácito en-


contramos un mecanismo que produce descubrimientos mediante
328
pasos que no podemos especificar.

Este mecanismo podría explicar la intuición científica, para la cual


no se tiene ninguna otra explicación plausible. De esta manera, la
intuición científica, emergente, se podría explicar como el resultado
de un conocimiento tácito que emerge naturalmente cuando adop-
tamos una lógica dialéctica o un enfoque interdisciplinario o, dentro
de una sola disciplina, una perspectiva más amplia y rica en informa-
ción. (Martínez, 2012; p. 141)

Cuando analizamos el contexto en que se da la verdadera intuición,


constatamos que no es una simple conjetura y, menos aún, el resul-
tado de un acertijo o de intentos por ensayo y error. La verdadera
intuición es una visión intelectual de una relación, que puede ser el
significado, el alcance o la estructura e un problema o situación; es
espontanea, intima, inesperada, instantánea, intensamente clara (tal
como si esta idea o verdad estuviera a la vista) y no ocurre por vía
de razonamiento; simplemente, uno es “arrastrado” hacia la nueva
verdad. Y estos fuertes sentimientos de convicción, de la vivencia del
Eureka, son –según MacLean (1978)-, en gran parte, generados por
una tormenta que desencadena el sistema límbico, es decir, que tie-
nen una gran componente emotiva. (Martínez, 2012; p. 38)

Hace mucho tiempo Pascal dijo una frase que se ha hecho famosa:
“el corazón tiene razones que la razón no conoce”.
Pero no es al corazón físico a lo que se refiere pascal, y ni siquiera
a los sentimientos, sino a la función cognoscitiva de la intuición, que
es capaz de sintetizar y aprehender la totalidad de una realidad o si-
tuación dada.

Por supuesto, la intuición no es infalible. Ningún conocimiento hu-


mano es absoluto, omnipotente e infalible. Pero el proceso intuitivo,
que se desarrolla más allá del umbral de la conciencia, puede seguir
329
una lógica implícita, imposible de captar a nivel consciente debido
a la complejidad, dinamismo, fluidez y rapidez de las relaciones que
emergen de dicho proceso.
Esta posición sobre la lógica implícita es sostenida por autores
como Polanyi (1969), Kuhn (1978), Weimer (1979) y, sobre todo,
Henri Poincaré (1972, p. 84), quien, después de sus descubrimientos
matemáticos y astronómicos, refiriéndose al proceso inconsciente de
las intuiciones que le llevaron a esos hallazgos, afirma:

…el yo subliminal no es en forma alguna inferior al yo consciente;


no es meramente automático, es capaz de discernimiento; tiene tacto
y delicadeza; sabe cómo elegir y adivinar… conoce como adivinar
mejor que el yo consciente, ya que tiene éxito donde este ha fracasa-
do. En una palabra, ¿no es el yo subliminal superior al yo consciente?

Popper señala (1973; p. 31) que “el acto por el que se inventa o con-
cibe una teoría no requiere análisis lógico”
Y Martínez (2012; p. 39) asegura que quizá la falta mayor de nues-
tra educación haya consistido en cultivar, básicamente, un solo he-
misferio, el izquierdo, y sus funciones racionales conscientes, descui-
dando la intuición y las funciones holistas y gestálticas del derecho
e, igualmente, marginando la componente emotiva y afectiva y su
importancia en el contexto general.

De esta manera, mientras en un nivel llevamos una existencia que


parece racional y cuerda, en otro nivel estamos viviendo una exis-
tencia rabiosa, competitiva, miedosa y destructiva. La armonía entre
las tres partes del cerebro, entre las tres estructuras fundamentales
-hemisferio izquierdo, hemisferio derecho y sistema límbico-, su
equilibrio y sabia orquestación deberá ser un objeto fundamental de
nuestra educación moderna.

Hay además, otro aspecto de extremada significación y trascenden-


330
cia, y es el que se deriva de la función activa de la mente autocons-
ciente, la cual es capaz de provocar cambios en los acontecimientos
neuronales, formando y creando, así, su propio cerebro.
Cuando el pensamiento, dice Eccles (1980, p. 318), lleva a la acción,
como neurólogo, me veo obligado a conjeturar que, de algún modo,
mi pensamiento cambia los patrones operativos de las actividades
neuronales de mi cerebro. Así, pues, el pensamiento acaba por con-
trolar las descargas de impulsos de las células piramidales de mi cor-
teza cerebral, y finalmente las contradicciones de mis músculos y los
patrones de conducta que se derivan de ahí.

La conclusión a que llegan tanto Popper como Eccles (1980, p. 534)


es que la actuación de la personalidad y del yo van formando y es-
tructurando el cerebro y que, por ello, “está muy claro que nuestro
cerebro es, al menos en parte, el producto de nuestra mente”.

Estos autores hacen ver que aunque el yo y la mente consciente tie-


nen una base física que parecen centrarse en el cerebro, son algo muy
distinto de cualquier otra realidad existente o del mismo cerebro, lo
cual se demuestra por el hecho de que “podemos perder partes consi-
derables del cerebro sin que ello interfiera con nuestra personalidad”
(Popper, 1980, p. 130).

Una posición más o menor similar, había sostenido también Sperry


(1969):
En este esquema se considera que los fenómenos conscientes in-
teractúan con los aspectos fisicoquímicos y fisiológicos del cerebro,
gobernándolos en gran medida. Obviamente, también se produce la
relación inversa, por lo que se concibe una interacción mutua en-
tre las propiedades fisiológicas y mentales. Aún así, la interpretación
presente tendería a restaurar a la mente en su vieja posición presti-
giosa sobre la materia, en el sentido de que los fenómenos mentales
331
trascienden claramente los fenómenos de la fisiología y de la bioquí-
mica. (Citado en Martínez, 2012; p. 40)

Son muchos los autores e investigadores que han demostrado que


la falta de desarrollo estructural lleva a una incapacidad funcional.
Sperry lo especifica en los siguientes términos: “muchos elementos
internos de nuestro cerebro se activan solamente con operaciones
muy específicas y, si estas actividades no se realizan -de una mane-
ra particular durante las etapas del desarrollo cuando las neuronas
y sus sinapsis dependen mucho del uso- las neuronas involucradas
pueden sufrir un proceso regresivo, dejando profundas deficiencias
funcionales en su maquinaria integradora” (Bogen, 1976; citado en
Martínez, 2012; p. 41)
Como se aprecia, la neurociencia y las nuevas teorías de sistemas,
holísticas, ecológicas y de la complejidad cumplen la doble función
de educarnos en las nuevas formas de comprendernos a nosotros
mismos, a los contextos en los que vivimos y a todo el universo, así
como la de retarnos a explorar y cuestionar las creencias y concep-
ciones con las que crecimos y los comprendemos.

La información que se deriva del enorme interés que han desper-


tado estas teorías no constituye una excepción. En esta versión inci-
piente del universo y el ser humano reside una gran cantidad de in-
formación sobre la dinámica y la conciencia de la vida, pero hay que
comprenderla para poder apreciarla, valorarla y aquilatar realmente
en su justa medida su valía.

Una estrategia para comprender el paradigma configuracional es


utilizar un tipo de razonamiento que configura la deducción, induc-
ción, intuición, análisis, síntesis, abstracción, concreción, sensación,
reducción fenomenológica, emoción, sentimiento e introspección.
Como resultado de esta configuración, propongo que en el marco de
comprensión de este nuevo paradigma consideremos la creación de
332
una forma más completa de razonamiento que podemos denominar
“razonamiento configuracional”

También es importante señalar que el paradigma configuracional


no es específicamente psicológico, pedagógico, didáctico, filosófico,
matemático, químico, físico, sociológico, biológico o neurocientífico.
Es humildemente una teoría de la que emergen explicaciones y com-
prensiones de las diversas dinámicas, movimientos y actividades que
asociamos con la vida y el pensamiento humano.

Sin embargo, a la luz de este nuevo paradigma nos vemos obligados


a replantear muchas de las categorías y nociones científicas hereda-
das del siglo anterior y que hoy son improcedentes en este tercer mi-
lenio. En realidad no existen entes como la matemática, la biología,
la psicología, la química, la pedagogía o la física. Estos conceptos,
áreas, disciplinas o como quiera que se les llame, son puros construc-
tos elaborados por el ser humano para facilitar la comprensión, el
desarrollo, articulación y consolidación del conocimiento científico.
Por otro lado, como ha dicho Morín (2010a; p. 18), “los conoci-
mientos divididos no sirven más que para utilizaciones técnicas. No
llegan a conjugarse para alimentar un pensamiento que pueda con-
siderar la situación humana, en el seno de la vida, sobre la tierra, en
el mundo y que pueda hacer frente a los grandes desafíos de nuestro
tiempo. No llegamos a integrar nuestros conocimientos en orden a
conducir nuestras vidas.”

Según Martínez (2011, p. 31), Karl Bühler en Viena, uno de los


psicólogos más importantes de Europa en la década de los veinte y
treinta, y de gran fama mundial, al igual que los gestaltistas, trató de
mostrar que la construcción teórica -organización- era una función
básica de la mente humana al margen de asociaciones de las impre-
siones de los sentidos u otros “átomos del pensamiento”. La actividad
organizativa y teorizante de la mente gozaría de una cierta prioridad,
333
la cual determinaría los tipos de totalidades a las cuales uno trata
como “elementos” en el pensamiento. Bühler insistía en que sus ar-
gumentos contra el atomismo psicológico refutaban también el ato-
mismo epistemológico y filosófico.
Precisamente, el mundo en que hoy vivimos se caracteriza por sus
interconexiones a un nivel global en el que los fenómenos físicos,
biológicos, psicológicos, sociales y ambientales, son todos recíproca-
mente interdependientes. Para describir este mundo de manera ade-
cuada necesitamos una perspectiva más amplia, holista y ecológica,
que no nos pueden ofrecer las concepciones reduccionistas del mun-
do ni las diferentes disciplinas aisladamente; necesitamos una nueva
visión de la realidad, un nuevo paradigma, es decir, una transforma-
ción fundamental de nuestro modo de pensar, de nuestro modo de
percibir y de nuestro modo de valorar. (Martínez, 2011, p. 38)

Ludwig Wittgenstein, nacido en Viena en 1889 y fallecido en


Cambridge en 1951, afirma que generalmente, los problemas se so-
lucionan no con nueva información, sino ordenando lo que siem-
pre hemos conocido.

Wittgenstein es una figura central en la filosofía de la ciencia que,


por la evolución influencia de su pensamiento, ilustra muy apropia-
damente y en forma paradigmática la doctrina fundamental de las
dos orientaciones filosóficas básicas y la transición de una a otra, es
decir, del positivismo al postpositivismo.

Bartley (1987; p. 156) destaca que, para mejorar sus actividades edu-
cativas, Wittgenstein “leyó los escritos de los psicólogos de la gestalt
y quedó impresionado por ellos”, que incluso, fue estudiante de Karl
Bühler en Viena, uno de los psicólogos más importantes de Europa en
la década de los años veinte y treinta, y de gran fama mundial.

Como ya hemos expresado, Bühler, al igual que Köhler y otros


334
gestaltistas, trató de mostrar que la construcción teórica -configu-
ración- es una función básica de la mente humana al margen de
asociaciones de las impresiones de los sentidos u otros átomos del
pensamiento. La actividad organizativa y teorizante de la mente
goza de una cierta prioridad, la cual determina los tipos de totali-
dades a las cuales le llamamos procesos del pensamiento, es decir,
configuraciones cognitivas.

Bühler y Köhler insistían en que sus argumentos contra el ato-


mismo psicológico refutaban también el atomismo epistemológico
y filosófico. Parece que, inicialmente, Wittgenstein tuvo profundas
discrepancias y cerradas discusiones con Bühler, pero luego se puso
en frecuencia con éste.

Bartley (1987) puntualiza que las semejanzas entre lo que fue la se-
gunda filosofía de Wittgenstein y los gestaltistas emerge claramente
en varios puntos básicos.
En consecuencia, en mi discusión de la última filosofía de Witt-
genstein, afloran de vez en cuando referencias de Bühler, Köhler y
otros psicólogos de la gestalt, ya que hay, en efecto, sorprendentes
semejanzas entre algunas de ellas (Bartley, 1987; p. 157):

1. Su oposición al atomismo psicológico y lógico;

2. Contextualismo o configuracionismo en vez de atomismo;

3. Un convencionalismo lingüístico radical construido en oposi-


ción a las doctrinas esencialistas;
4. La idea de “pensamientos sin imágenes”

Paradójicamente, dice Morín, en la actualidad son las ciencias hu-


manas las que aportan la contribución más débil al estudio de la con-
dición humana, y precisamente porque están separadas, divididas y
335
compartimentadas. Esta situación oculta totalmente la relación indi-
viduo/especie/sociedad, y oculta al mismo ser humano.

Igual que el fraccionamiento de las ciencias biológicas aniquila la


noción de vida, el fraccionamiento de las ciencias humanas aniquila
la noción de hombre.
De este modo Levi-strauss pensaba que el objetivo de las ciencias hu-
manas no consiste en revelar al hombre sino disolverlo en estructuras.
Haría falta más bien considerar una ciencia antropo-social reestruc-
turada que considerara a la humanidad en su unidad antropológica y
sus diversidades individuales y culturales. (Morín, 2010a; p. 52)
La segunda revolución científica del siglo XX, comenzada en varias
áreas del saber en los años sesenta, desarrolló grandes reestructu-
raciones que conducen a integrar, contextualizar y globalizar unos
saberes que se concebían divididos y fraccionados, y que a partir de
ese momento permiten armonizar y articular entre sí las disciplinas
científicas de manera fertilizada.

El desarrollo anterior de las disciplinas científicas, tras haber di-


vidido y compartimentado cada vez más el campo del saber, había
roto las entidades naturales sobre las cuales han versado siempre los
grandes interrogantes humanos: el cosmos, la naturaleza, la vida, y
finalmente el ser humano. Las nuevas ciencias, ecología, ciencia de
la tierra, cosmología, son multi- o transdisciplinarias: tienen por ob-
jeto, no un sector o una parcela sino un sistema complejo que forma
un todo organizador. (Morín, 2010a; p. 32)
Según Morín, la idea sistémica comenzó progresivamente, en
nuestro último medio siglo, a minar la validez de un conocimien-
to reduccionista. Formulada por Bertalanffy en el curso de los años
cincuenta, la teoría general de sistemas, al partir del hecho de que
la mayoría de los objetos de la física, la astronomía, la biología, la so-
ciología, átomos, moléculas, células, organismos, sociedades, astros,
336
galaxias… formaba sistemas (es decir, conjuntos de partes diversas
que constituyen un todo organizado), reencontró la idea a menudo
formulada en el pasado de que en un todo es más que el conjunto de
las partes que lo componen.
En la misma época, la cibernética establecía los primeros princi-
pios de la organización de máquinas que disponen de programas in-
formacionales y de dispositivos de regulación, cuyo conocimiento no
podía reducirse al de sus partes constitutivas.

Como ha manifestado Morín (2010a; p. 32), la organización en sis-


tema produce unas cualidades o propiedades desconocidas por las
partes concebidas aisladamente: las “emergencias”. De este modo, las
propiedades del ser vivo son desconocidas a la escala de sus consti-
tuyentes moleculares aislados, emergen dentro y por fuera de esta
organización y retroactúan sobre las moléculas constitutivas de dicha
organización.

La tradición surgida y desarrollada de las disciplinas científicas era


tan enérgica y firme que el pensamiento sistémico quedo por mucho
tiempo desterrado fuera de las ciencias tanto fácticas como socio-hu-
manas, y pudiéramos decir que permanece relegado todavía en los
inicios del tercer milenio.

Estas ciencias sistémicas, según Morín, operan el restablecimien-


to de conjuntos constituidos a partir de interacciones, retroaccio-
nes, interretroacciones, y constituyen complejos que se organizan
de por sí. Al mismo tiempo, las mismas resucitan las entidades na-
turales: el universo (cosmología), la tierra (ciencias de la tierra), la
naturaleza (ecología), la humanidad (por medio de la apuesta en
perspectiva del proceso multimilenario de hominización gracias a
la nueva prehistoria).
De este modo, todas estas ciencias, según Morín (2010a; p. 33),
337
rompen el viejo dogma reduccionista de explicación por lo elemen-
tal: consideran unos sistemas complejos donde las partes y el todo se
introducen y se entre organizan y, en el caso de la cosmología, una
complejidad que se encuentra más allá de cualquier sistema.
Así, el estudio de la condición humana no depende sólo de la
iluminación que le presten las ciencias humanas. Tampoco de-
pende sólo de la reflexión filosófica y de las descripciones litera-
rias. También depende de las ciencias naturales renovadas y re-
estructuradas que son la cosmología, las ciencias de la tierra y la
ecología. (Morín, 2010a; p. 43)

En efecto, continúa Morín, estas ciencias no se limitan a presentar-


nos un tipo de conocimiento que organiza un saber anteriormente
dispersado de provocar la interrogación y la reflexión en la historia
de nuestra cultura, y suscitan con ello de un modo nuevo los pro-
blemas fundamentales: ¿Qué es el mundo, qué es nuestra tierra, de
dónde venimos? Nos permiten insertar y situar la condición humana
en el cosmos, la tierra, la vida.

Nos encontramos en un planeta minúsculo, satélite de un sol de


suburbio, astro pigmeo perdido en medio de miles de millones de
estrellas de la vía láctea, la cual es a su vez una galaxia periférica
dentro de un cosmos de expansión, carente del centro. Somos hijos
marginales del cosmos, formados de partículas, átomos, moléculas
del mundo físico. Y no sólo somos marginales, sino que estamos casi
perdidos en el cosmos, casi extraños precisamente por obra de nues-
tro pensamiento y nuestra conciencia que nos permiten examinarlo
asi…. (Morín, 2010a; p. 43-44)
Como se aprecia, existían ya ciencias multidimensionales, como
la geografía, que va desde la geología a los fenómenos económicos
y sociales. Hay ciencias que han pasado a ser periscópicas como
la historia, ciencias que lo eran ya antes como la ciencia de las ci-
vilizaciones (islam, india, china). Ahora han aparecido las nuevas
338
ciencias “sistémicas”: ecología, ciencias de la tierra, cosmología.
(Morín, 2010a; p. 33)

A fin de cuentas, puntualiza Martínez (2011, p. 45), eso es lo que


somos también cada uno de nosotros mismos: un “todo físico-quí-
mico-biológico-psicológico-social-cultural-espiritual”, que funcio-
na maravillosamente y que constituye nuestra vida y nuestra vida y
nuestro ser. Por esto, el ser humano es la estructura dinámica o siste-
ma integrado más complejo de todo cuanto existe en el universo. Y
cualquier área que nosotros cultivemos debiera tener en cuenta y ser
respaldada por un paradigma que las integre a todas.
Es de esperar, según Martínez (2011, p. 46) que el nuevo paradigma
emergente sea el que nos permita superar el realismo ingenuo, salir
de la asfixia reduccionista y entrar en la lógica de una coherencia
integral, sistémica y ecológica, es decir, entrar en una ciencia más
universal e integradora, en una ciencia verdaderamente interdiscipli-
naria y transdisciplinaria.

Las diferentes disciplinas deberán buscar y seguir los principios de


inteligibilidad que se derivan de una racionalidad más respetuosa
de los diversos aspectos del pensamiento, una racionalidad múltiple
que, a su vez, es engendrada por un paradigma de la complejidad.

Hasta donde conocemos, solamente en Pasos hacia una ecología de


la mente, de Gregory Bateson (1979), Edgar Morín en su obra ciencia
con conciencia (1984), Frijof Capra en la tercera edición de la obra El
tao de la física (1992) y la obra El paradigma emergente, de Miguel
Martínez Miguélez (1993,1997), han abordado la temática de lo que
pudiéramos llamar “postulados” de este paradigma emergente, sisté-
mico, ecológico, de la complejidad, que, a partir de una síntesis crea-
dora, una complementación hermenéutica y un enfoque dialéctico,
hoy yo llamo Paradigma Configuracional.
Según Martínez (2011, p. 50), estamos poco habituados todavía
339
al pensamiento “sistemico-ecológico”. El pensar con esta categoría
básica cambia en gran medida nuestra apreciación y conceptualiza-
ción de la realidad. Nuestra mente no sigue sólo una vía casual, li-
neal, unidireccional, sino también, y a veces sobre todo, un enfoque
modular, estructural, dialectico, gestáltico, interdisciplinario, donde
todo afecta e interactúa con todo, donde cada elemento no sólo se
define por lo que es, o representa en sí mismo, sino, y especialmente,
por su red de relaciones con todos los demás.

Sin lugar a dudas, como ya hemos expresado, la forma más espec-


tacular del configuracionismo sin lugar a dudas la ha proporcionado
la teoría de la Gestalt, nacida en 1912 de los trabajos convergentes de
W. Köhler y de M. Wertheimer, y por su prolongación en psicología
social debida a K. Lewin.

Es interesante señalar a este respecto que el primer intento de confi-


guracionismo explícito en biología, el «organicismo» de Bertalanffy,
se inspiró en los trabajos de la psicología experimental en el terreno
de las Gestalts o estructuras perceptivas y motrices.

La teoría de la Forma o Gestalt se desarrolló en el ambiente de la


fenomenología, pero solamente ha conservado de ésta la noción dia-
léctica de interacción fundamental entre el sujeto y el objeto, y se ha
comprometido en la dirección naturalista debida a la formación de
físico que había recibido Köhler y al papel que han desempeñado en
él y en otros los modelos de «campos».

Además, estos modelos han ejercido sobre la teoría configuracional


una influencia que Piaget (1980; p. 65) juzga en ciertos aspectos ne-
fasta, aunque fue estimulante en sus principios.
Efectivamente, dice Piaget (1980; p. 65) un campo de fuerzas, como
un campo electromagnético, es una totalidad organizada, es decir, en
donde la composición de las fuerzas toma una cierta forma según las
340
direcciones y las intensidades; solamente se trata ahí de una compo-
sición que se produce casi instantáneamente y, si se puede aún hablar
de transformaciones, estas son casi inmediatas.
Ahora bien, ya en el terreno del sistema nervioso y de los «cam-
pos» poli-sinápticos, la velocidad de las corrientes eléctricas es mu-
cho más lenta. Y si la organización de una percepción a partir de las
aferencias es rápida, no es una razón para generalizar este ejemplo a
todas las Gestalts.

Ahora bien, la preocupación de los efectos del campo condujo a


Köhler a ver un acto auténtico de inteligencia solamente dentro de la
«comprensión inmediata» (el insight), como si los titubeos que pre-
ceden a la intuición final no fueran ya inteligentes. Y sobre todo el
modelo de campo sin duda es responsable de la poca importancia
atribuida por los gestaltistas a las consideraciones funcionales y psi-
cogenéticas y, finalmente, a las actividades del sujeto. (Piaget, 1980;
p. 66)
Hoy no es posible hablar de configuración sin tener en cuenta a
Wolfgang Köhler, quien es el padre de la Psicología de la Gestalt, na-
ció en Reval, Estonia, en la costa Báltica, en 1887, y falleció el 11 de
junio de 1967, a los 80 años.

Estudió en la Universidad de Berlín, se doctoró en el año 1909 y


fue profesor en la misma hasta 1935. En esta fecha se trasladó a los
Estados Unidos, donde, hasta su retiro, practicó la docencia en el
Swarthmore College, dedicándose a la investigación en los campos
de la filosofía y la psicología. Fue una de las principales personali-
dades que dieron origen a la psicología de la Gestalt, junto con Max
Wertheimer y Kurt Koffka. De todas formas, Köhler hizo algunas de
las contribuciones más significativas. Köhler contribuyó a establecer
el concepto de aprendizaje por Insight: discernimiento repentino y
automático sobre una serie de estímulos.
341
Sin embargo, según José Germain, en su presentación al libro Psi-
cología de la Forma (Köhler, 1972), la teoría de la Gestalt se inicia
con Von Ehrenfels (1890), quien acuña el término Gestalt, que Spe-
arman traduce por “shape” y Parsons por “pattern”, que habla de un
grado mayor o menor de la Gestalt.

Posteriormente Wundt trató de manera incidental la cuestión en su


principio de “síntesis creadora”, como también lo hace Kruger, discí-
pulo de Wundt, en 1907.
Meinong y sus discípulos durante los años 1910-1914 continúan el
proceso de desarrollo de la teoría gestáltica, con su teoría de los com-
plejos y relaciones. Aborda el tema, y con más precisión sus discípu-
los Benussi (1914), Witasek (1910), que publica el libro Psychologie
der Raumwahrnemungen des Auges.

El término se precisa con Schuman (1902-1904), quien atribuye


la preeminencia de la forma a la distribución de la atención, hasta
que uno de sus discípulos, Wertheimer (1912), da el gran impulso
a la nueva teoría con un trabajo sobre la percepción visual de los
movimientos y a partir de aquí aparecen los trabajos de Köhler
(1918-1921) y Koffka (1924), que reelabora la teoría de Werthei-
mer y escribe el libro The growth of the mind, y posteriormente
su tratado de Psicología.
A estos trabajos hay que añadir los de G. E. Müller, que resume
su punto de vista en un libro: Komplex Theorie und Gestaltheorie,
publicado en 1923 y, finalmente, los trabajos de Rubin, Katz, Mcleod
y tantos otros.

Es decir, que desde Ehrenfels hasta Köhler, una evolución cons-


tante marca el desarrollo de esta teoría psicológica. Puede decirse
que la Gestalt-Theorie alcanza su mayoría de edad cuando Köhler es
nombrado profesor ordinario de la Universidad de Berlín en 1921, a
342
partir de su clásico libro Die Physischen Gestalten in Ruhe und sta-
tionaren Zustand, en 1921, dedicado a su maestro Stumpf.

Köhler (1972) a los psicólogos les dice que la impresión definida


de una figura visual, el carácter específico de un motivo musical y
el sentido de una frase inteligible, son indudablemente más que la
suma de sus partes o sensaciones, algo diferente, y a los físicos, que
hay que estudiar en qué condiciones un sistema físico logra un es-
tado independiente del tiempo, esto es, un estado de equilibrio, un
estado estacionario; en general podemos decir que este estado es el
alcanzado cuando una cierta condición es satisfecha para el sistema
como “todo”, la energía potencial ha de haber alcanzado un mínimo
y la entropía un máximo.

La idea central del configuracionismo gestaltista es la de totalidad.


Ya en 1890, Ehrenfels había demostrado la existencia de percepcio-
nes relativas a las cualidades de conjunto o de forma (Gestaltqualitát)
de los objetos complejos, tales como una melodía o una fisonomía;
efectivamente, si se traspone la melodía de un tono a otro, todos los
sonidos particulares pueden encontrarse cambiados, aunque, no
obstante, se pueda reconocer la misma melodía.

Solamente Ehrenfels vio en estas cualidades de conjunto unas reali-


dades perceptivas superponiéndose a las de las sensaciones. La origi-
nalidad de la teoría de la Gestalt no es la existencia de las sensaciones
en calidad de elementos psicológicos previos y a atribuirles solamen-
te el papel de elementos «configurados», pero no el de «configuran-
tes», sino la existencia de una totalidad como tal; aquí es donde inter-
viene la hipótesis de campo, según la cual las aferencias no afectarían
aisladamente al cerebro, sino que desembocarían, por mediación del
campo eléctrico del sistema nervioso, en unas «formas» de organi-
zación casi inmediatas. Pero según Piaget (1980; p. 67) quedan por
encontrar las leyes de esta organización.
343
Ahora bien, como que en un campo los elementos están constan-
temente subordinados al todo, cada modificación local entrañan-
do una modificación del conjunto, la primera ley de las totalidades
perceptivas, es, no solamente que existen unas propiedades del todo
como tal, sino, además, que el valor cuantitativo del todo no es de
ningún modo igual al de la suma de las partes. Dicho de otra manera,
esta primera ley es la de la composición no aditiva del todo, y Köhler
es muy explícito en este punto, puesto que, en su libro Psicología de
la Configuración, niega a la composición de las fuerzas mecánicas el
carácter de Gestalt a causa de su composición aditiva.

Sin embargo, ya en el terreno únicamente de las percepciones,


Piaget (1980; p. 69) se pregunta si la hipótesis del campo, con sus
diversas consecuencias anti funcionalistas, es suficiente para dar
cuenta de los fenómenos.

Con respecto al campo cerebral, Piéron demostró que si se mues-


tran a cada ojo por separado uno de los dos excitantes de una ex-
periencia habitual de movimiento aparente, este no se produce por
falta del circuito inmediato entre los dos hemisferios cerebrales que
supondría la teoría.

Desde el punto de vista psicológico se pueden someter las percep-


ciones a toda clase de aprendizajes, lo que no está muy de acuerdo
con la interpretación por un campo físico; E. Brunswick demostró la
existencia de lo que él llamó las «Gestalts empíricas» por oposición
a las «Gestalts geométricas»; por ejemplo, si presentamos en visión
rápida (taquistoscopia) una forma intermedia entre una mano y una
figura con cinco apéndices muy simétricos, solamente la mitad de
los adultos corrigen el modelo en esta dirección (ley de la buena for-
ma geométrica) y la otra mitad en el sentido de la mano (Gestalt
empírica); ahora bien, si las percepciones quedan modificadas bajo
la influencia de la experiencia y, como dice Brunswick, de las proba-
344
bilidades de ocurrencia (frecuencias relativas de los modelos reales),
es pues que su estructuración obedece a unas leyes funcionales y no
solamente físicas (leyes de campo), y el mismo Wallace, principal co-
laborador de Köhler, reconoció el papel de la memoria en las estruc-
turaciones perceptivas. (Piaget, 1980; p. 69)

Además, Piaget (1980; p. 69) ha demostrado por su parte que existe


una notable evolución de las percepciones con la edad, y que, además
de los efectos de campo (pero interpretados en el sentido de un cam-
po de centrado de la mirada), existen unas «actividades perceptivas»
o relaciones por exploraciones casi intencionadas, comparaciones ac-
tivas, etc., que modifican sensiblemente las Gestalts en el transcurso
del desarrollo; si se estudia en particular la exploración de las figuras
por el registro de los movimientos oculares, se comprueba que estos
están cada vez mejor coordinados y ajustados con la edad. En cuanto
a los efectos de campo, sus interacciones casi inmediatas parecen ser
debidas a unos mecanismos probabilistas de «encuentros» entre las
partes del órgano registrador y las de la figura percibida y, sobre todo,
de «acoplamientos» o correspondencias entre estos encuentros, y po-
demos sacar de este esquema probabilista una ley que coordine las
diversas ilusiones óptico-geométricas planas actualmente conocidas.
En fin, ya en el campo de la percepción, el sujeto no es el simple tea-
tro en las escenas del cual se representan unas obras independientes
de él y reguladas anticipadamente por los códigos de un equilibrio
físico automático: es actor y, a menudo, incluso el autor de estas con-
figuraciones, “que ajusta a medida que se van desarrollando median-
te una equilibración activa compuesta de compensaciones opuestas
a las perturbaciones exteriores, o sea, con una continua autorregula-
ción.” (Piaget, 1980; p. 70)
Como se aprecia, para Piaget (1980; p. 72), lo que es válido en el
campo perceptivo, se impone a fortiori en los de la motricidad y de
la inteligencia, que los gestaltistas querían subordinar a las leyes de
345
la composición de las Gestalts en general, especialmente perceptiva.

En un libro sobre la inteligencia de los monos superiores, admira-


ble por otra parte por los nuevos hechos que descubre, Köhler pre-
senta el acto de inteligencia como una reorganización repentina del
campo perceptivo en el sentido de las mejores formas; y Wertheimer,
por su lado, ha buscado reducir el juego de los silogismos o de los ra-
zonamientos matemáticos a unas reestructuraciones que obedezcan
a las leyes de la Gestalt.

Pero dos dificultades primordiales se oponen a estas interpreta-


ciones por la extensión de las hipótesis de «campo». La primera es
que las estructuras lógico matemáticas, aun presentando sin ningu-
na sombra de duda unas leyes de totalidades, no son unas Gestalts,
puesto que su composición es rigurosamente aditiva (2 y 2 suman
exactamente 4, aunque, o porque, esta adición participa de las leyes
de la estructura total de grupo). La segunda es que el sujeto senso-
rio-motor o inteligente es activo y construye él mismo sus estruc-
turas mediante unos procedimientos de abstracciones reflejas que,
excepto en casos bastante excepcionales, no tienen gran cosa que ver
con la figuración perceptiva. (Piaget, 1980; p. 72)

Sin embargo, al decir de (Köhler, 1967; p. 235), los procesos organi-


zados dependen de la totalidad de estímulos y de sus “interrelaciones
de características” de un modo que no puede ser analizado en efectos
independientes de los estímulos locales.

La configuración depende de las características y particularidades


de los eventos, situaciones y acontecimientos, y a sus relaciones in-
manentes. De ahí que, si la interrelación es el significado de la confi-
guración, deberá entonces depender de dichas características y par-
ticularidades. El aprendizaje, el conocimiento, y la conducta humana
constituyen el sentido y significado de la configuración.
346
Por esta razón, una fracción del conjunto original de estímulos no
puede establecer un proceso que está de hecho contenido en el tipo
primario. A lo que más bien da lugar una fracción así, es a una se-
cuencia que difiere en ciertos aspectos de la correspondiente parte
del acontecer original. En consecuencia, el proceso que se dé ahora
podrá no poseer contrapartida equivalente en la huella unitaria de
dicho acontecer y podrá ser esta razón no ser apto para evocar en el
recuerdo sus otras partes. (Köhler, 1967; p. 236)
Como se aprecia, los psicólogos Gestalt, liderados por Max Werthei-
mer y Wolfgang Köhler, veían la existencia de todos irreductibles como
un aspecto clave de la percepción. Los organismos vivos, afirmaban,
perciben no en términos de elementos aislados, sino de patrones per-
ceptuales integrados, conjuntos organizados dotados de significado,
que exhiben cualidades ausentes en sus partes. (Capra, 2010; p. 51)

Durante la república de Weimar de la Alemania de los años vein-


te, tanto la biología organicista como la psicología Gestalt formaron
parte de una corriente intelectual mayor que se veía a sí misma como
un movimiento de protesta contra la creciente fragmentación y alie-
nación de la naturaleza humana. Toda la cultura Weimar se caracte-
rizaba por su aspecto antimecanicista, por su «hambre de totalidad»
(Capra, 2010; p. 52)
La «trama de la vida» es, desde luego, una antigua idea que ha sido
utilizada por poetas, filósofos y místicos a través de los tiempos para
comunicar su percepción del entretejido y la interdependencia de to-
dos los fenómenos.

En otras palabras, la trama de la vida está constituida por redes


dentro de redes. En cada escala y bajo un escrutinio más cercano, los
nodos de una red se revelan como redes más pequeñas. Tendemos
a organizar estos sistemas, todos ellos anidando en sistemas mayo-
res, en un esquema jerárquico situando los mayores por encima de
347
los menores a modo de pirámide invertida, pero esto no es más que
una proyección humana. En la naturaleza no hay un «arriba» ni un
«abajo» ni se dan jerarquías. Sólo hay redes dentro de redes. (Capra,
2010; p. 54-55)
Como dije al inicio de este epígrafe, considero a Köhler el padre de
la Psicología de la Gestalt, y su formulación de la ley del isomorfismo
le otorga el pleno derecho a esa consideración excepcional.
Para Ehrenfels, las nuevas características, en sí, constituían objetos
sumamente interesantes. No reconoció el significado, mucho más ge-
neral, de la organización, o bien el hecho de que son los productos de
la organización los que, en su mayor parte, proporcionan sus mejores
ejemplos de gestaltqualitaten como atributos.

Ahora bien, en el idioma alemán (al menos desde los tiempos de


Goethe) el sustantivo Gestalt posee dos significados: aparte de de-
signar la forma, como atributo de cosas, tiene el significado de una
entidad concreta per se, que posee o puede poseer una forma como
una de sus características.

Desde los tiempos de Ehrenfels, el acento de mayor importancia se


ha deslazado de las cualidades de Ehrenfels a los hechos correspon-
dientes de la organización y así, pues, el problema de las entidades es-
pecíficas en campos sensoriales. En consecuencia, cuando hablamos
de psicología de la Gestalt usamos este término, en general, como
alusivo a su objeto específico y a la organización. (Köhler, 1967; p. 150)

Desde este punto de vista, incluso la segregación de entidades espe-


cíficas en campos sensoriales aparece como uno, aunque muy impor-
tante, de los varios aspectos que incluye la psicología de la configu-
ración. De hecho, el concepto de Gestalt puede ser aplicado mucho
más allá de los límites de la experiencia sensorial. De acuerdo con
la definición funcional y más general del término, los procesos de
aprendizaje, del recuerdo, volitivos, los correspondientes a las actitu-
348
des emocionales, al pensamiento, a la acción, etc., han de ser asimis-
mo incluidos en él.

Todo ello hace más evidente que Gestalt, en el sentido de forma,


ya no constituye el centro sobre el que se enfoca la atención del psi-
cólogo de la configuración, puesto que el término, en dicho sentido,
no es ya en absoluto aplicable a algunos de los hechos por los que se
interesa. En campos distintos a los de la psicología, los procesos de
desarrollo que tienen lugar en la ontogenia, así como algunos otros
temas biológicos, habrán de ser, probablemente, enfocados de un
modo análogo. Lo importante es que nos demos cuenta de que la
amplitud no supone falta de precisión. (Köhler, 1967; p. 151)
Las cosas que tenemos a nuestro alrededor son en su mayoría enti-
dades muy estables. En consecuencia, se perciben sus formas especí-
ficas, a no ser que interfieran condiciones casuales o bien un camu-
flaje intencionado. Por esta razón se deja tan fácilmente de tener en
cuenta el problema de la forma visual. (Köhler, 1967; p. 157)

Ehrenfels tenía razón al decir que la forma constituye una carac-


terística traslocal de ciertas áreas. En consecuencia, los procesos
subyacentes deberían poseer también una característica traslocal.
Ahora bien, la forma es un atributo exclusivo de entidades que están
destacadas dentro del campo visual. Así, pues, cuando hay procesos
que están relativamente segregados de totalidades funcionales más
amplias, adquieren al mismo tiempo la característica traslocal que es
responsable de la forma del objeto indicado.
Ya que la forma visual presupone la segregación de un objeto vi-
sual correspondiente, la existencia de forma específica depende de
los mismos factores de estimulación que determinan la organización
de cosas. Puede demostrarse fácilmente que ciertas relaciones formales
dentro del patrón de estímulos dado son decisivas. (Köhler, 1967; p. 158)

La forma experimentada va unida a la organización de las tota-


349
lidades y subtotalidades correspondientes (Köhler, 1967; p. 159), la
forma es un atributo visual (Köhler, 1967; p. 165)

Una frase que se asociaba frecuentemente con las propiedades úni-


cas de los conjuntos organizados, y que los psicólogos de la forma no
empleaban, les creó muchas dificultades: el todo es más que la suma
de las partes. Muchos psicólogos americanos se inclinaban a consi-
derar esta afirmación como el tema principal de la psicología de la
forma, y procedieron a atacarla con fuerza. Köhler, sin embargo, dijo
que lo que él había dicho realmente era que el todo es diferente de la
suma de las partes.
Pascal había formulado ya el imperativo de unión que conviene
introducir en el día de hoy en la ciencia, fundamentalmente en las
ciencias humanas y sociales: “dado que todas las cosas son causadas
y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y todas se
entretejen por un lazo natural e insensible que une las más alejadas
y las más diferentes, considero imposible conocer las partes sin co-
nocer el todo, igual que conocer el todo sin conocer particularmente
las partes…”
Por otro lado, Morín (2011; p. 125) lo describe y explica de la si-
guiente manera:
“La visión simplificada implicaría decir: la parte está en el todo. La
visión compleja dice: no solamente la parte está en el todo; ¡el todo
está en el interior de la parte que está en el interior del todo! Esta
complejidad se diferencia de la confusión del todo que está en el todo
y recíprocamente.

Lo dicho es válido para cada célula de nuestro organismo, que con-


tiene la totalidad del código genético presente en nuestro cuerpo.
Esto es válido para la sociedad: desde la infancia ella se imprime en
tanto todo en nuestro espíritu, a través de la educación familiar, la
educación escolar, la educación universitaria.
350
Estamos frente a sistemas extremadamente complejos en los que la
parte está en el todo y el todo está en la parte. Esto es válido para la
empresa que tiene sus reglas de funcionamiento y, en cuyo interior,
juegan las leyes de la sociedad en su totalidad.”

Por ejemplo, cuando se tocan a la vez las dos notas, “do” y “sol”, pro-
ducen un sonido que, en música, se llama una quinta. Esta cualidad
no está ni en el “do” ni el “sol”, ni depende de esas notas concretas.
Dos notas cualesquiera con la relación 2/3 se reconocerán inmedia-
tamente como una quinta, cualquiera que sea la parte de la escala en
que se toquen. La quinta es una Gestalt que difiere de cualquiera de
sus partes, y ni el mayor conocimiento de sus partes separadas nos
dará nunca la más remota idea de lo que es la quinta.
Köhler con frecuencia insistía que tanto los datos introspectivos
como los de la conducta son hechos fenoménicos y que establecer
diferencia entre ellos es o como un acertijo metafísico sin solución o
una diferencia bizantina.

En cualquier rama de las ciencias, los datos fenomenológicos son


puntos de partida, los primeros pasos para construir una estructura
conceptual dentro de la cual encaja los datos. Ellos en sí mismos no
tienen ni interés ni significación especial. Son importantes en la me-
dida en que sirven para probar una hipótesis, dar validez a una teoría
o ayudar a ulteriores especulaciones.

Las hipótesis y las teorías son construcciones lógicas, pero no ob-


servaciones, aunque la observación sea necesaria para su formula-
ción. El mundo de la física moderna está, en muchos grados, alejado
del mundo de los fenómenos, de donde partió, y al que siempre tiene
que ser capaz de volver. El mundo de los fenómenos es aquel en que
vivimos: casas, mesas, sillas, coches, rocas, montañas, ríos y lagos,
etc. Pero el mundo de la física es muy distinto, está continuamente
351
alejándose de nuestra vista, ya desde los tiempos de galileo y newton,
hasta que pronto consistirá en poco más que fórmulas matemáticas.

El conocimiento matemático no es más riguroso que el histórico-fi-


lológico; posee, tan solo, el carácter de “exactitud”, que no es equiva-
lente al de rigor. Exigir exactitud de la historia sería contravenir a
la idea del rigor específico de las ciencias del espíritu, la referencia
al mundo que impera en todas las ciencias, en cuanto tales, las hace
buscar el ente mismo, para hacer objeto de escudriñamiento y de
fundamentación, en cada caso, el “qué” de las cosas y su modo de ser.
En las ciencias se lleva a cabo -en idea- un acercamiento a lo esencial
de toda cosa. (Heidegger, 2006; p. 16-17)
Los hechos en sí mismos son importantes solamente por el papel
que juegan en la construcción de hipótesis científicas, por lo tanto,
cualquier discusión sobre qué hechos son materia para una u otra
ciencia, y cuáles no lo son, es completamente irrelevante. Cualquier
cosa que ayude a construir una hipótesis es de utilidad y puede to-
marse en cuenta.

En la página 43 del libro Psicología de la Forma, Carroll C. Pratt


afirma que “Titchener consideraba la percepción como un conjunto
de sensaciones y como algo que siempre tiene un sentido derivado
de la experiencia pasada. La percepción de la distancia, por ejemplo,
debe ser evidentemente el resultado de un aprendizaje. La retina es
bidimensional y así no puede haber ni estímulo para la distancia ni
sensación de distancia. Sin embargo, parece que vemos las distancias
clara e inmediatamente, dice Titchener. (A Beginner´s Psychology,
1918, p. 117) ¿Cómo sucede eso? Lo que pasa es que un contexto
de sensaciones e imágenes visuales y kinestésicas se acumulan en el
núcleo bidimensional y le confiere el significado de distancia. El ojo,
sin ayuda, no puede percibir la distancia, aunque la distancia parezca
evidente. La distancia es una ilusión aprendida.”

En el estudio de la percepción, la Psicología de la Forma asignó


352
un papel menor a las sensaciones y al significado; a las sensaciones
porque son más o menos abstracciones artificiales que aparecen ra-
ramente en observaciones; y al significado porque es considerado
con demasiada frecuencia como una papelera en la que cualquier
cosa que no encaja bien bajo la rúbrica de sensación e imagen se
arroja y se descarta.

Köhler formula el principio básico de la psicología de la forma: la ex-


periencia fenomenológica, sea cual sea su procedencia, está compuesta
primero y principalmente de Gestalten, y las cualidades terciarias de la
Gestalten existen, tanto en las impresiones visuales y auditivas como
en aquellas que provienen del interior de nuestro cuerpo.

No existen migraciones de unas vivencias a otras. Por ejemplo, un


ritmo auditivo es auditivo, de eso no cabe dudas, pero el mismo ritmo
-una Gestalt- puede ser también visual o táctil y la graciosa cadencia
del ritmo de un vals, en tanto cualidad terciaria, estará presente en
las tres modalidades. Las Gestalten y sus cualidades terciarias revelan
innumerables relaciones icónicas, o relativas a una imagen, y analo-
gías a través de las modalidades.

Según Carroll C. Pratt, las características más notables de la per-


cepción son: tridimensionalidad, curvatura, movimiento, inclinacio-
nes, agrupamientos (ser capaces de agruparse), toda clase de formas,
contorno, diversas constancias, cuerdas, acordes, melodías, lenguaje,
ritmos. Estos fenómenos son Gestalten, no sensaciones, y comportan
sus propias leyes y métodos de investigación que tiene poca semejan-
za con los principios y procedimientos de la ciencia clásica.

La cordialidad de la expresión es una cualidad terciaria que jun-


to con innumerables otras cualidades de la percepción se describen
mejor con palabras que también se usan para estados de ánimo. La
cordialidad de un rostro es más fácil de recordar que la anchura de
la nariz, la distancia entre los ojos, la raya del pelo, la forma de los
353
labios, el tamaño de las orejas o incluso el color de los ojos.

Por ejemplo, dice Köhler (1972; p. 64), las imágenes que vemos en
el cine nunca se mueven al ser proyectadas las distintas fotografías
en la pantalla. Una fotografía es sustituida rápidamente por otra; du-
rante el cambio no se proyecta luz en la pantalla. Por lo tanto, una
película consiste en una secuencia de distintas fotografías en reposo.
Los movimientos que el público ve son todos movimientos aparen-
tes o estroboscópicos. No sería fácil convencer a la gente de que no
ocurre de hecho, en la pantalla, ningún movimiento real y que los
movimientos que les parecen ver son el resultado de miles de errores
de juicio cometidos en unos minutos.

“Desde la primera infancia el ser humano advierte el hecho de que


ciertas regiones del mosaico perceptivo se mueven juntas, se las pue-
de manejar como unidades, y en ese sentido práctico se comportan
como si fuesen entidades unitarias. Estas experiencias prácticas se
imprimen en la memoria del niño; por consiguiente, cuando apa-
recen de nuevo las mismas regiones del mosaico se rememoran las
experiencias tempranas de su comportamiento unitario y, como re-
sultado, esas regiones aparecen ahora como si fuesen unidades per-
ceptivas morales.” (Köhler, 1972; p. 76)
Köhler (1972; p. 81-84) describe que ha encontrado otros hechos
interesantes en entidades morales segregadas y solamente en esas en-
tidades. Llamaré a estos hechos “cualidades parciales dependientes”,
porque deben su aspecto al papel que juegan en tales “todos”. En una
melodía, por ejemplo, un tono dado se llama la tónica. Se oye como
una especie de punto de reposo en la melodía. Claro está que esta pro-
piedad de un tono depende de su posición, dentro de la melodía. Por-
que si se transporta la melodía a otro nivel de la escala, adquiere otro
tono, y la tónica anterior pierde su carácter como punto de reposo.
En una simple percepción visual aparecen otras cualidades depen-
354
dientes. Por ejemplo, cuando miramos a una unidad molar llamada
cuadrado, cuatro puntos en el límite de su figura tienen el carácter de
“esquinas”. Precisamente los mismos puntos del límite de un circulo.
Por tanto, el ser una esquina no es una propiedad que adquieren den-
tro de un contexto espacial, más extenso.

Wertheimer había ampliado sus observaciones de forma radical. En


el campo visual (aunque también en otros campos de la percepción)
objetos unitarios individuales forman parte, con frecuencia, de uni-
dades perceptivas mayores a las que se le llama comúnmente “grupos”.
Cuando esto acurre, uno observa a menudo en este nuevo y más alto
nivel efectos de unificación, que son iguales que los que acabo de men-
cionar al examinar las propiedades de los objetos individuales.

Un ejemplo sencillo: cuando se coloca un amplio número de pe-


queños círculos en puesto equidistantes a cada uno, este conjunto de
figuras segregadas aparece como una figura cuadrangular; en otras
palabras, una de las cualidades de la Forma de Ehrenfels se ve ahora
como una propiedad de todo el grupo, formado por objetos separa-
dos en el espacio. Más todavía, dentro del grupo, ciertos elementos
adquieren además “cualidades parciales dependientes”, cualidades
que deben a su colocación dentro de la entidad mayor: así, cuatro
de los pequeños círculos aparecen como “esquinas” del grupo-cua-
drado. Por triviales que estos hechos puedan parecer al profano, han
sido importantes para el ulterior desarrollo de la Psicología de la For-
ma, especialmente después de que Wertheimer hubiese investigado
muchas formas de agrupamiento.

La formación de entidades unitarias mayores, es decir, los grupos


aparte de las unidades individuales segregadas, la aparición de cua-
lidades gestálticas y de cualidades parciales dependientes dentro de
esos grupos, pueden parecer otros tantos misterios.

Como se aprecia, la Psicología de la Gestalt, desde fines del siglo XIX,


355
establece de nuevo un viaducto ontológico y epistemológico con Aris-
tóteles y se instituye como una teoría epistemológica de la configura-
ción. Una gestalt es eso, un todo configurado compuesto de diferentes
procesos que derivan sus propiedades de la posición, movimiento y
función que tienen con respecto a la totalidad configurada.

En una configuración, es decir, en una totalidad organizada, según


Wertheimer, lo que ocurre en el todo no se deduce de los elementos
individuales, sino al revés, lo que ocurre en una parte de este todo lo
determinan las leyes internas de la estructura de ese mismo todo; es
decir, el todo no se explica por las partes, sino que son las partes las
que, por su inserción en el todo, reciben significado y explicación.

Por otro lado, en la introducción a su Tratado de electricidad y


magnetismo, Maxwell comparaba los métodos de Faraday con los
que entonces estaban en boga en la Física matemática.
Los métodos de Faraday, decía Maxwell (1873; p. X-XI, Citado en
Köhler, 1972; p. 88), recuerda aquellos en que uno empieza con un
“todo” dado, y sólo después llega a las partes por análisis, mientras
que los métodos corrientes se basan en el principio de empezar por
las partes y construir el todo, por síntesis.

Maxwell dejó claro que él prefería el sistema de Faraday, es decir,


partir del todo y de ahí transitar hacia sus partes.
En otro lugar del mismo tratado señala Maxwell (1873; p. 163):

“Estamos acostumbrados a considerar el universo como compues-


to de partes, y los matemáticos generalmente empiezan por consi-
derar una única partícula y después imaginar su relación con otra
partícula y así sucesivamente. Este ha sido considerado el método
más natural. Concebir una partícula requiere, sin embargo, un pro-
ceso de abstracción, puesto que todas nuestras percepciones están
relacionadas con cuerpos extensos, de forma que la idea de totalidad
356
que está en nuestra conciencia en un instante dado es quizá una idea
tan primitiva como la idea de cualquier cosa individual.” (Citado en
Köhler, 1972; p. 89).
Cuando Maxwell hizo estas manifestaciones no estaba, por supues-
to, influido por ningún psicólogo de la Forma. El párrafo que acabo
de citar fue escrito en 1873, casi cuarenta años antes de que los psicó-
logos de la Forma empezasen su trabajo.

Köhler leyó las conferencias que Max Planck había pronunciado


en Nueva York en 1909. En una de estas conferencias Planck expone
el concepto de los procesos irreversibles, un concepto que juega un
papel fundamental en lo que los físicos llaman el Segundo Principio
de la Termodinámica.

En relación con esto, Planck (1910; p. 96-97) hace la siguiente ma-


nifestación:
“En física tenemos la costumbre de intentar explicar un proceso
físico descomponiéndolo en sus distintos elementos. Consideramos
todos los procesos complicados como una combinación de simples
procesos elementales…, esto es, pensamos del todo que tenemos de-
lante como la suma de sus partes. Pero este procedimiento presu-
pone que la división de un todo no afecta el carácter de este todo…
ahora bien, cuando nos enfrentamos de esta manera con procesos
irreversibles, la irreversibilidad se pierde simplemente. No pueden
entenderse tales procesos si se presupone que todas las propiedades
de un todo pueden ser comprendidas estudiando sus partes.” (Citado
en Köhler, 1972; p. 90).

Planck añade la siguiente frase, extraordinaria, retomada por Köhler


(1972; p. 90): “me parece que la misma dificultad se presenta cuando
consideramos la mayor parte de los problemas de la vida mental”.
También Eddington (1929, p. 103) escribió:
357
“Hay una forma de examen ideal que estudiaría cada una de las
pequeñas divisiones del espacio, una por una, para ver que contie-
nen y, de esta forma, hacer lo que se consideraría como un completo
inventario del mundo. Pero este análisis falla delante cualquier rasgo
del mundo que no esté situado dentro de un minúsculo comparti-
miento.” (Citado en Köhler, 1972; p. 91).

Estas citas reveladas por Köhler demuestran que los primeros psi-
cólogos de la forma, en aquel tiempo no familiarizados aún con es-
tas notables afirmaciones de los grandes científicos, trabajaron de
un modo casi ingenuo, más no ilusorio, en una dirección que estaba
completamente de acuerdo con las tendencias que habían aparecido
ya en las Ciencias Naturales.

Por otro lado, Wilhem Wundt, quien es considerado el fundador


de la psicología experimental, afirma:
“Los procesos del cerebro y los hechos psicológicos correspondien-
tes se diferencian totalmente en cuanto a su naturaleza, a sus elemen-
tos y a las conexiones entre esos elementos.” (Citado en Köhler, 1972; p. 95).
Descartes se impacientaba con tales puntos de vista. Según él, el
cuerpo era una máquina, y por eso los conceptos psicológicos tenían
que dejarse de lado cuando se estudiaba simplemente esta máquina.
Sin embargo, todo esto no está tan claramente expresado en los
propios escritos de Descartes. En su tiempo, un filósofo que quería
continuar sus estudios sin ser molestado tenía que andar con mu-
cho cuidado. Recientemente habían sido quemados en público en las
afueras de París los escritos de Harvey, descubridor de la circulación
de la sangre. Según el punto de vista tradicional, una criatura de tanta
dignidad como el hombre no podía ser una morada de desasosiego
tan permanente como el que suponía la circulación de la sangre. Las
cosas perfectas, se creía, son siempre estables y sólidas.
También había que tener presente los muchos sinsabores a que Ga-
358
lileo se vio sometido por sus puntos de vista en Astronomía. Al usar
su nuevo telescopio para observar el sol y los planetas, se había en-
contrado con que aquí también había alguna complicación y cambio,
mientras que las autoridades sabían con seguridad que en el distin-
guido reino del más allá de la Luna todo ocurría de manera simple,
estable y armónica.

Aún más, otro filósofo, Giordano Bruno, había sido quemado en


la hoguera por sus originales ideas sobre el universo. Por esta razón,
y durante algún tiempo, Descartes guardó partes de sus manuscri-
tos clandestinamente y, a menudo, exponía sus opiniones como si se
tratase de las fantasías de otros y no de sus propias convicciones. La
interpretación del organismo humano como una máquina era algo
ofensivo. Por eso descartes disfrazo sus ideas diciendo que él estaba
interesado solo en un robot que se parecía al cuerpo humano de la
forma más sorprendente.
Köhler (1972; p. 100-101) cita unos cuantos párrafos de Descartes
(1664), de su tratado De l´Homme y de otra obra, Les passions de
l´Ame:
“Deseo que te des cuenta de que todas las funciones que atribu-
yo a esta máquina mía son consecuencia natural de la forma en que
sus “órganos” están conectados y dispuestos -exactamente como los
movimientos de un reloj u otra cosa automática se originan de la
disposición de ciertos pesos y ruedas-. Esto sirve para la manera en
que nuestra máquina digiere; para la forma en que laten su corazón
y sus venas, en que respira, esté despierta o dormida; sirve para la
estimulación de sus órganos sensoriales externos por la luz, el so-
nido, el olor, el sabor, el calor y similares; para la retención de tales
impresiones en la memoria, y también para las emociones internas
llamadas apetitos y pasiones. Finalmente, es válido también para los
movimientos externos de sus miembros. Hasta tal punto están estos
movimientos de la máquina de acuerdo con las acciones de los obje-
359
tos externos, y también con las pasiones e impresiones almacenadas
en la memoria, que “la imitación de un ser humano auténtico” es casi
perfecta. Evidentemente, para entender la máquina, no es necesario
referirse a un principio anímico especial vegetativo o sensitivo. Tene-
mos que referirnos solamente a la sangre y al espíritu animal, que son
agitados por el calor permanente del corazón. Y este ardor es, desde
luego, exactamente idéntico al calor que se encuentra en cualquier
objeto inanimado.”

Después, Descartes pasa a considerar el sistema nervioso. Aquí,


dice Köhler (1972; p. 102), Descartes afirma que tenemos un conjun-
to de receptáculos y tubos en los que este fluido, el espíritu animal, se
almacena o circula. ¿En dónde están estos receptáculos? Al llegar a
este punto, el autor expone una tesis singular. Aunque nosotros con-
sideramos el tejido del cerebro como fundamental, para Descartes
este tejido formaba principalmente las paredes que encerraban los
receptáculos realmente importantes, y estos receptáculos son lo que
llamamos los ventrículos, ciertos espacios rodeados por tejido cere-
bral y rellenos de líquido cerebroespinal cefalorraquídeo. Pero en la
neurología de Descartes estos ventrículos son de importancia pri-
mordial porque contiene el espíritu animal, la materia que hace que
la máquina humana funcione.
Köhler (1972; p. 102), cita de nuevo a Descartes:

“Hay poros en las paredes de los receptáculos cerebrales a través de


los cuales el espíritu animal pasa a los nervios, y según por qué poros
y por qué nervios entre en un caso dado, puede cambiar la forma de
los músculos en los que termina el nervio, de forma que los miem-
bros de la máquina se mueven, lo mismo que el aire de un globo hace
que el globo se dilate y se endurezca.”

Después de esta sorprendente interpretación aerodinámica de la


acción de los músculos, Descartes hace la siguiente afirmación:
360
“Tales cosas no son, desde luego, conocidas por las grutas artificia-
les y las fuentes de los jardines reales, en las que el simple poder del
agua, conforme escapa, basta para poner en acción un mecanismo u
otro, o incluso para hacer que ciertos instrumentos toquen música
u otros pronuncien algunas palabras -enteramente de acuerdo con
la disposición de las tuberías que conectan la fuente con estos me-
canismos. Ciertamente se pueden comparar los nervios de nuestra
máquina con tales tuberías, y sus músculos y tendones con los meca-
nismos y resortes de los artefactos que el agua acciona, y el espíritu
animal con el agua misma. Aún más: los objetos exteriores que en
nuestra máquina impresionan los órganos sensoriales, y así, indirec-
tamente, causan la actividad muscular, son como visitantes que se
aproximan a una de estas grutas o fuentes y, sin darse cuenta, pisan
cierta plancha escondida en el suelo, después de lo cual la estatua de
una Diana que se está disponiendo para el baño, se retira con sigilo a
los arbustos cercanos, y cuando tratando de seguirla pisan otra placa,
un Neptuno se aproxima, amenazador, con el tridente, o un mons-
truo marino les escupe en la cara un chorro de agua. Desde luego,
si se colocase un alma racional en nuestra máquina, en medio de su
cerebro, desempeñaría el papel del hombre responsable de tales fuen-
tes y, por lo tanto, debería estar en el centro mismo, el lugar desde el
que parten las diversas tuberías hacia los receptáculos especiales que
acabo de mencionar.” (Citado en Köhler, 1972; p. 103-104)

Como se aprecia, dice Köhler (1972; p. 104-105), Descartes no su-


pone que la transmisión en los nervios sea exclusivamente un que-
hacer del espíritu animal que se desplaza a través de estos conductos
como cañerías. Esto, cree él, sucede “sólo cuando nuestros músculos
son empujados a la acción; esto es, cuando la transmisión nerviosa
ocurre hacia la periferia. La transmisión en la dirección opuesta que
tiene por causa un estímulo periférico, sigue un principio diferente.
En medio de cada tubo nervioso hay un filamento que se prolonga
desde el órgano sensorial hasta el extremo central del tubo en el ce-
361
rebro. El estímulo de cualquier parte de un órgano sensorial significa
una ligera sacudida de esta fibra, sacudida que se transmite al cerebro
a través de la fibra, y como resultado, cierto poro de la pared de los
ventrículos se abre temporalmente. En este momento, claro está que
algo del espíritu animal se cuela por el tubo o cañería, viaja en direc-
ción opuesta y activa algún musculo, de forma que obtenemos lo que
ahora llamamos acciones reflejas, por ejemplo, la retirada automática
de un pie que se ha arrimado demasiado al fuego.”

Es curioso que extraño cuadro de la acción de los nervios fuese to-


talmente aceptado durante casi ciento cincuenta años, esto es, hasta
la última parte del siglo XVIII. La idea principal de Descartes, sin
embargo, era la del organismo una máquina, el sistema nervioso
como máquina, y, a este respecto, los puntos de vista actuales, con
frecuencia, son casi tan cartesianos como si el filósofo viviese entre
nosotros, cambiando únicamente aquellos detalles que estaban equi-
vocados en su obra original.
Volvamos ahora a la interpretación que hizo Descartes de las fun-
ciones del organismo humano y especialmente a su curiosa neurolo-
gía que Köhler denomina Teoría de la máquina porque Descartes de-
duce, de una manera obvia, “formas ordenadas de las disposiciones
anatómicas del cuerpo humano, las cuales no permiten otras formas
de acción.” (Köhler, 1972; p. 110)

Hemos visto que la neurología actual se diferencia de la neurología


de Descartes en muchos otros aspectos. Sin embargo, según Köhler
(1972; p. 111) “es todavía una premisa importante sobre el pensa-
miento de neurología que el curso verdadero y ordenado de los pro-
cesos neurológicos debe estar dictado en su totalidad por los ordena-
mientos anatómicos, es decir, por las limitaciones que implica.”

Una de las tareas que encomienda Köhler fue encontrar la estruc-


tura de los procesos físicos que ocurren en el cerebro. A veces, el tér-
362
mino “estructura” es empleado en un sentido puramente geométrico,
sobre todo en la vieja teoría de sistemas. Pero cuando Köhler usa el
vocablo en su conexión presente se refiere a “un aspecto funcional de
los procesos, a la distribución de tales procesos, una distribución que
ellos asumen (y pueden mantener también) como una consecuen-
cia de las interrelaciones dinámicas o interacciones entre sus partes.”
(Köhler, 1972; p. 127)

Aquí recuerdo la afirmación de Max Planck que ya había mencio-


nado: La naturaleza de los procesos irreversibles, puede entenderse
solamente cuando consideramos las situaciones físicas como “todos”
y no como la suma de sus partes locales.

Tiene que haber, en la opinión de Maxwell, de Planck, de Köhler, y en


la mía propia, conjuntos o todos, funcionales, estructurados, dinámicos
y relacionales, ya que “es la articulación, en el sentido de organización,
no en el número y tamaño de las similitudes individuales de la serie, de
la que depende el efecto de aislamiento19” (Köhler, 1972; p 170)

En efecto, tienen que existir configuraciones físico-químicas, bio-


genéticas, neuropsicológicas, socioculturales, que permitan carac-
terizar a nuestro universo, al ser humano como sistema biológico,
psíquico y cultural, y a los sistemas sociales.

Los psicólogos de la Gestalt, liderados por Max Wertheimer y


Wolfgang Köhler, veían la existencia de todos irreductibles como
un aspecto clave de la percepción. Los organismos vivos, afirmaban,
perciben no en términos de elementos aislados, sino de patrones per-
ceptuales integrados, conjuntos organizados dotados de significado,
que exhiben cualidades ausentes en sus partes.

Sin embargo, Köhler (1967; p. 136) ha subrayado el hecho de que


19 Esta afirmación se refiere a los experimentos que dirigió Kohler, pero que aún no había
preparado para su publicación
363
la organización sensorial constituye una realización característica
del sistema nervioso, porque ciertos autores parecen pensar que, de
acuerdo con la psicología de la configuración, las configuraciones
o Gestalten, es decir: las entidades segregadas o destacadas, existen
fuera del organismo y simplemente se extienden o se proyectan en el
sistema nervioso. Köhler insiste en que reiteradas ocasiones en que
este punto de vista es erróneo.

La configuración designa un conjunto de procesos solidarios en-


tre sí, o cuyos subprocesos son funciones y significados unos de
otros. Los procesos de una configuración están interrelacionados,
cada proceso o subproceso está relacionado con los demás y con la
totalidad. Una configuración está compuesta de miembros proce-
sales, no de partes; la configuración es un todo dinámico, no es una
suma de partes.

Los miembros de un todo de esta índole están enlazados entre sí


de tal forma que puede hablarse de no independencia relativas de
unos con otros, y de compenetración mutua. En la configuración hay
enlace y función, no hay adición y fusión. Es por ello que en la des-
cripción de una configuración salen a relucir vocablos tales como
articulación, compenetración funcional y solidaridad.

Mientras en psicología la estructura es una configuración, en Dil-


they aparece como una conexión significativa. Tal conexión es pro-
pia de los complexos psíquicos, de los objetos culturales y hasta del
sistema completo del espíritu objetivo. En esta idea de la conexión
significativa desempeña un papel fundamental el elemento temporal
e histórico, configuracionales subjetivamente, las totalidades estruc-
turales aparecen como vivencias, objetivamente, aparecen como for-
mas del espíritu. Las configuraciones, como conexiones significativas
no se pueden explicar, en vez de explicación hay descripción, com-
prensión e interpretación.
364
La configuración es una función de los sistemas relacionales, la
configuración común de dos o más de estos sistemas equivale a la
referencia de cada uno de los procesos inmanentes al sistema y de
cada uno de los de otro u otros.

4.2-Diferencias entre la configuración y las nociones de sistema,


complejidad, holos y sintagma.
A partir de la consideración de utilizar la noción de ‘configuración’
en nuestra propuesta epistemológica, resulta necesario establecer la
diferencia con las nociones de sistema, complejidad, holos y, sobre
todo, con la noción de ‘sintagma’ utilizada por Barrera (2008) en
el desarrollo de su Teoría Holística, y hacer una breve referencia a
la misma por su importancia gnoseológica, ontológica, teleológica,
epistemológica, teórica y metodológica.

Según Barrera (2008; p. 108) “el sintagma es una metáfora concep-


tual que en holística alude al proceso integrativo, de ideas y valores,
producto de las relaciones del conocimiento o de distintos modelos
epistémicos. Sintagma en su etimología alude a la resultante de un
proceso o actividad en donde convergen distintos aspectos, los cua-
les dan origen a procesos o eventos caracterizados por expresar in-
tegrativamente distintos aspectos allí contenidos. Dicho de otra for-
ma, sintagma se refiere al proceso dinámico e integrativo mediante
el cual distintos saberes se conjugan y se integran para dar origen a
nuevas formas de conocer, como también a variados modelos e inter-
pretaciones epistémicas.”

Sintagma, en su etimología griega significa coincidencia (de sin) y for-


ma, manera (tagma), es decir, coincidencia en alguna forma o manera.
“Los sintagmas se logran por convergencia de paradigmas; tam-
bién, mediante el desarrollo de presupuestos conceptuales y filosófi-
cos que de manera progresiva generan una matriz epistémica basada
365
en la riqueza conceptual de los eventos. El sintagma requiere inte-
gración teorética; pero para que esta ocurra se precisa comprensión
por parte del investigador de los distintos paradigmas y de los mode-
los epistémicos susceptibles de ser considerados en la investigación.”
(Barrera, 2008; p. 108)

Sin embargo, según el Diccionario Océano, (1999), la configura-


ción es: “Disposición de las partes o elementos que componen un
cuerpo u objeto y le dan su peculiar figura.”
En el Diccionario de Psicología, de Friedrich Dorsch (1985) se defi-
ne la configuración como, “forma, gestalt, ordenación espacial. Tam-
bién la trama de relación en el contenido de una percepción”.
El propio diccionario hace referencia a la configuración del cur-
so de la acción y significa que: “En el carácter y la personalidad,
no deben considerarse solamente el tipo y la estructura, sino tam-
bién su dinámica. El cómo del desarrollo de la existencia puede
considerarse como configuración del curso, característica de la
personalidad en su conjunto.”

Como se aprecia, una configuración no es lo mismo que un sintagma.

“En su desarrollo el sintagma cuenta con cuatro niveles de comple-


jidad. Si se toma como ejemplo el desarrollo de una investigación,
el primer nivel perceptual corresponde a la descripción de los pa-
radigmas. Un segundo nivel aprehensivo, está determinado por las
relaciones entre paradigmas, lo que propicia la interpretación. Un
tercer nivel comprensivo, expresado como fundamentación y desa-
rrollo argumental de la investigación. Y un cuarto nivel integrativo
que se manifiesta desde el núcleo sintagmático como fundamento
teorético de la investigación, como aporte reflexivo del investigador.”
(Barrera, 2008; p.110)

Para argumentar aún más las diferencias entre configuración y sin-


366
tagma, resulta útil referir las consideraciones de la psicología de la
Gestalt, de donde se ha traducido el término configuración.

Según el Diccionario Enciclopédico Quillet (1971), Gestalt es una


palabra alemana que en español, a pesar de ser de uso corriente, suele
traducirse por estructura, forma, configuración, figura. Designa una
totalidad psíquica integradas por elementos o miembros solidarios
entre sí, interdependientes, y cuyo sentido está dado por el de la tota-
lidad que integran. La Gestalt es un todo organizado y no una suma
de partes. Aplicada en psicología, constituye una corriente psicotera-
péutica de amplia aceptación.
Según Runes (1994) la psicología de la Gestalt fue una reacción
contra los elementos psíquicos de la psicología analítica o asociacio-
nista y los substituyó por el concepto de Gestalt o todo organizado,
por cuanto las partes no son anteriores al todo, si no que derivan su
carácter de la estructura del todo. El concepto de Gestalt se aplica
tanto a lo físico como a lo fisiológico, como a los niveles psicológicos,
y, en psicología, tanto para la organización sensible originaria como
para los procesos superiores intelectuales y asociativos de la mente.
En el diccionario Manual de Psicología, de Horace B. English (s/f)
se define: “Una Gestalt es un todo indivisible, articulado, que no pue-
de constituirse con una mera adición de elementos independientes”,
y se reconoce que “cada parte no es un elemento independiente, sino
un miembro de un todo, cuya naturaleza misma depende de su ca-
rácter de miembro del todo.”

“Para devenir saber propiamente dicho, o para engendrar el ele-


mento de la ciencia, que es su mismo concepto puro, tiene que avan-
zar penosamente por un largo camino. -Este devenir, tal como va
a presentarse en su contenido y en las configuraciones que en él se
muestran, no será lo que suele imaginarse como una conducción de
la conciencia no científica hacia la ciencia; será también algo distinto
de la fundamentación de la ciencia-.” (Hegel, 1994; p. 40)
367
“La categoría configuración la hemos utilizado para expresar la
constitución subjetiva de los distintos tipos de relaciones y activida-
des que caracterizan la vida social de la persona. Las configuracio-
nes son categorías complejas, pluridimensionales, que representan
la unidad dinámica sobre la que se definen los diferentes sentidos
subjetivos de los eventos sociales vividos por el hombre.” (González,
1997; p. 92)

Según Hegel (1994; p. 41), “el individuo particular es el espíritu in-


completo, una configuración concreta en cuya existencia entera do-
mina una determinación, y en la cual están presentes las demás sólo
con rasgos borrosos.”

A estos elementos teóricos el propio González (1997; p. 92-93),


adiciona:
“Las configuraciones son relaciones entre estados dinámicos diver-
sos y contradictorios entre sí, la que se produce en el curso de las
actividades y relaciones sociales del sujeto a través de las diferentes
emociones producidas en dichas actividades.

Las configuraciones subjetivas son verdaderos sistemas autorregu-


lados, con posibilidades imprevistas de cambio y reestructuración a
lo largo del tiempo, así como de integración y desintegración dentro
de otras configuraciones que, en cada momento del desarrollo, carac-
terizan los sentidos subjetivos dominantes en cada sujeto concreto.”

En cambio, según Barrera (2008; p. 113) “el núcleo sintagmático


constituye una condición epistémica, dinámica e integrativa. En el
núcleo sintagmático se puede producir un modelo teórico diferente,
producto de las interacciones con los distintos paradigmas. El Mt20
naciente puede a su vez ser postulado como nuevo paradigma. Los
sintagmas son exigentes en cuanto que requieren el conocimiento de
20 Se refiere a Modelo Teórico
368
los distintos paradigmas, cuando de precisar la matriz epistémica se
trata o cuando se desea profundizar en el estudio de los paradigmas
en aras de propiciar una forma de pensamiento distintivo. La sintag-
magrafía (infogramas que determinan las relaciones de paradigmas
y sintagmas) pueden servir de recurso para precisar aspectos rela-
cionados con paradigmas presentes en un evento (sea investigación,
contexto, empresa o situación).”

Por otro lado, para Fuentes, Álvarez y Matos (2004; p. 6), “las con-
figuraciones constituyen un reflejo subjetivo de la realidad objetiva,
cuyo fundamento en última instancia está en las propias regularida-
des objetivas de esa realidad estudiada, que al ser reflejada en el suje-
to y ser empleada conscientemente por éste, permite la comprensión
y transformación de esa realidad.”

Cinco años después Homero Fuentes afirma que con la categoría


configuración se identifican aquellas expresiones dinámicas del obje-
to, de naturaleza objetivo - subjetiva, que, al relacionarse e interactuar
dialécticamente, se integran en torno a los sentidos que el proceso va
adquiriendo para el sujeto, conforme a lo cual se va configurando
un proceso de investigación que asciende a niveles cualitativamente
superiores de organización y desarrollo. (Fuentes, 2009)
Como se aprecia, la categoría configuración se ha utilizado para
dar cuenta del carácter dinámico, complejo, dialéctico, sistémico, in-
dividual, irregular y contradictorio que tiene la organización de los
procesos humanos y sociales.

El filósofo Wittgenstein (2012; p. 62-64) hace un enunciado de


proposiciones, hilvanadas lógica y conceptualmente, que develan la
esencia de las configuraciones:

• Nos hacemos figuras de los hechos.


369
• La figura representa el estado de cosas en el espacio
lógico, el darse y no darse efectivos de estados de
cosas.

• La figura es un modelo de la realidad.

• A los objetos corresponden en la figura los


elementos de la misma.

• Los elementos de la figura hacen en ella las veces


de los objetos.

• La figura consiste en que se elementos se


interrelacionan de un modo y manera determinados.

• La figura es un hecho.

• Que los elementos de la figura se comporten unos


con otros de un modo y manera determinados,
representa que las cosas se comportan así unas con
otras.

• Esta interrelación de los elementos de la figura se


llama subestructura y la posibilidad de la misma, su
forma de figuración.

• La forma de figuración es la posibilidad de que las


cosas se interrelacionen al igual que los elementos
de la figura.

• La figura esta enlazada así con la realidad; llega


hasta ella.

• Es como un patrón de medida aplicado a la realidad.

• Sólo los puntos extremos de las marcas tocan el


objeto a medir.

• Así pues de acuerdo con esta concepción a la figura


370
pertenece también la relación figurativa que la
convierte en figura.

• La relación figurativa consiste en las coordinaciones


entre los elementos de la figura y los de las cosas.

• Estas coordinaciones son, por asi decirlo, los


tentáculos de los elementos de la figura con lo que
esta toca la realidad.

• Para hacer figura, pues, el hecho ha de tener algo en


común con lo figurado.

• En la figura y en lo figurado tiene que haber algo


idéntico en orden a que aquella pueda siquiera ser
figura de esto.

• Lo que la figura ha de tener en común con la


realidad para poder figurarla a su modo y manera
-correcta o falsamente- en su forma de figuración.

• La figura puede figurar cualquier realidad cuya


forma tenga.

• La figura espacial todo lo espacial, la cromática,


todo lo cromático, etc.

• Pero la figura no puede figurar su forma de


figuración; la ostenta.

• La figura representa su objeto desde fuera (su punto


de vista en su forma de representación); por ello
representa su objeto correcta o falsamente.

• La figura no puede, sin embargo, situarse fuera de


su forma de representación.

• Lo que cualquier figura, sea cual fuere su forma,


ha de tener en común con la realidad para poder
371
siquiera -correcta o falsamente- figurarla, es la
forma lógica, esto es, la forma de la realidad.

• Si la forma de la figuración es la forma lógica, la


figura se llama la figura lógica.

• Cualquier figura es también una figura lógica. (Por


el contrario, no toda figura es, pongamos por caso,
espacial)

• La figura lógica puede figurar el mundo con lo


figurado la forma lógica de la figuración.

• La figura, figura la realidad en la medida en que


representa una posibilidad al darse y no darse
efectivos de estados de cosas.

• La figura representa un posible estado de cosas en


el espacio lógico.

• La figura contiene la posibilidad del estado de cosas


que representa.

• La figura concuerda o no con la realidad; es correcta


o incorrecta, verdadera o falsa.

• La figura representa lo que representa,


independientemente de su verdad o falsedad, por
la forma de la figuración.

• Lo que la figura representa es su sentido.

• Su verdad o falsedad consiste en el acuerdo o


desacuerdo de su sentido con la realidad.

• Para reconocer si la figura es verdadera o falsa,


tenemos que compararla con la realidad.

• Por la figura sólo no cabe reconocer si ella es


372
verdadera o falsa.

• No existe una figura verdadera a priori.

Como se aprecia por medio del análisis detallado de estas propo-


siciones del filósofo del lenguaje, la configuración está formada por
agrupaciones, mutualidades o asociaciones, de un extraordinario alto
nivel de complejidad, que se relacionan de manera dialéctica y están
constituidas por sistemas de sistemas, cuyas funciones y dinámica son
muy difíciles de describir, interpretar, comprender, explicar y predecir.

Denomino configuración a la comprensión e interpretación holís-


tica de estos sistemas de sistemas y las relaciones dialécticas y di-
námicas entres sus procesos, funciones, regularidades, significados,
rasgos caracterológicos, y entre ellos mismos.

A pesar de que la configuración está integrada por sistemas, en ella


no aparecen componentes, ni elementos, ni estructuras. La configu-
ración constituye una organización dinámica de procesos relaciona-
les y funcionales que dan sentido a la configuración, que se desplie-
ga en una totalidad multidimensional de relaciones e interacciones,
dando cuenta así de su complejidad.

No es lo mismo una configuración que un sistema. Aunque ambos


están relacionados. En este sentido, todo sistema es una configura-
ción estática y toda configuración es un sistema dinámico. Es por
ello que podemos identificar configuraciones vivas, configuraciones
psicológicas y configuraciones sociales.

El ser humano es una configuración sistémica y compleja de configu-


raciones que autoconfigura las configuraciones vivas, las psicológicas
y las sociales. El ser humano, en su devenir histórico, muestra sus con-
figuraciones biogenéticas, neuropsicológicas, psicosociales y sociocul-
turales. El ser humano es una configuración biopsicocultural.
373
“Bajo una comprensión holística son importantes la tesis, la antí-
tesis y la síntesis, como también las distintas interacciones y zonas
de influencia común susceptibles todas de generar episteme, amén
de nuevas opciones para conocer. Las posturas excéntricas, bloquea-
doras y de enfrentamiento cerrado en nombre de la dialéctica son
opuestas, por supuesto, a la dialéctica (pues niegan la antítesis y la
síntesis). En holística se aprecia el proceso dialéctico desde la com-
plejidad en el contexto de múltiples sinergias e interacciones bajo el
principio de posibilidades abiertas: múltiples, fascinantes, complejas
opciones se pueden plantear.” (Barrera, 2008; p. 111)

Una configuración es una totalidad organizada, integrada por pro-


cesos dinámicos, funcionales y relacionados, internamente y exter-
namente, con otras configuraciones contextuales de un mismo o di-
ferente orden de complejidad, que tienen sentido y significado para
ella misma y para otras configuraciones relacionadas o no con ella.

Inherente al carácter configuracional del proceso está lo dinámico,


lo constructivo, lo procesal, de manera que las configuraciones no
existen como un hecho estático, no son un componente, ni un ele-
mento, sino que se construyen en su dinámica a través de las relacio-
nes que en éste se establecen.

De ahí que la configuración sólo puede ser reconocida si está or-


ganizada holísticamente, como un todo, incluyendo al proceso y al
contexto configurante. De esta manera, el proceso y el contexto con-
figurante están inextricablemente articulados y armonizados.

Denomino contexto configurante a aquellos procesos con potencialida-


des configuradoras.

Las potencialidades configuradoras son las posibilidades, perspectivas y


solvencias que tiene una configuración de configurarse con otras configu-
374
raciones y dar lugar así a configuraciones de orden superior, de compleji-
dades extraordinarias.

En este sentido, el contexto configurante constituye una configuración


que cuando se configura con otras configuraciones forman configuraciones
de orden superior, extraordinarias.
Los sistemas, procesos, contextos, relaciones, regularidades y ras-
gos caracterológicos de las configuraciones están conectados y arti-
culados, compenetrados mutuamente, armonizados, son solidarios
entre sí y mantienen relaciones armónicas y coherentes de interde-
pendencia, en el sentido de que cada uno de ellos constituye y sim-
boliza funciones y significados de otros. Son atributos y cualidades
inmanentes de la configuración. Constituyen su complejidad inma-
nente como cualidad que la caracteriza.

4.3-Niveles de complejidad configurativa


Según Morín (2011; p. 45), “la realidad está....tanto en el vínculo
como en la distinción entre el sistema abierto y su ambiente....Lógi-
camente, el sistema no puede ser comprendido más que incluyendo
en sí al ambiente, que le es a la vez íntimo y extraño y es parte de sí
mismo siendo, al mismo tiempo, exterior.”

Ese vínculo es absolutamente crucial desde el punto de vista epis-


temológico, metodológico, teórico, empírico, por cuanto en lo me-
todológico es muy difícil estudiar sistemas abiertos como entidades
aislables.

“Teórica y empíricamente, el concepto de sistema abierto abre la


puerta a una teoría de la evolución, que no puede provenir más que
de interacciones entre sistema y eco-sistema y que, en sus lazos orga-
nizacionales más notables, puede ser concebido como un desborde
del sistema en un meta-sistema. La puerta está....abierta hacia una
375
Teoría de Sistemas auto-eco-organizadores, por cierto abiertos ellos
mismos (porque lejos de escapar a la apertura, la evolución hacia la
complejidad la acrecienta), es decir, de sistemas vivientes.” (Morín,
2011; p. 45)
Finalmente, concluye Morín (2011; p. 45) “siendo la relación fun-
damental entre los sistemas abiertos y el eco-sistema de orden ma-
terial-energético y, a la vez, organizacional/informacional, se podría
tratar de comprender el carácter al mismo tiempo determinado y
aleatorio de la relación eco-sistémica.”

Es increíble que una idea tan valiosa tomo la de sistema abierto


haya emergido tan tarde, lo cual demuestra cuán difícil de percibir
es la evidencia. De hecho, esta concepción ella está presente....en al-
gunas teorías, “en Freud donde el Yo es un sistema abierto al mismo
tiempo sobre el ello y el superyo, no pudiendo constituirse más que a
partir de uno y otro, manteniendo relaciones ambiguas pero funda-
mentales con uno y otro; la idea de personalidad, en la Antropología
Cultural, implica igualmente que ésta sea un sistema abierto sobre la
cultura (pero desafortunadamente, en esa disciplina, la cultura es un
sistema cerrado).” (Morín, 2011; p. 45)

El yo, el ello y el superyo de Freud constituyen cada uno por se-


parado una configuración compleja. Y los tres unidos forman una
configuración compleja extraordinaria.
Asumo las configuraciones humanas como unidades constitutivas
que responden a una condición subjetiva. De ahí que, asumir una
concepción del ser humano como configuración compleja y sistémi-
ca, implica no darle sentido a la división entre la cognición y el afec-
to, pues estos constituyen una unidad funcional de lo afectivo y lo
cognitivo. No obstante, en el caso concreto de la mente humana, ésta
podría caracterizarse como una configuración de configuraciones,
por medio de la configuración afectiva o emocional, la configuración
376
cognitiva o intelectual y la configuración instrumental o praxiológica.

Cuando un observador produce una unidad compuesta en su


praxis de vivir [como es el caso de la mente humana], produce, en
criterio de Maturana (2009b; p. 127), una entidad en la cual la con-
figuración de relaciones entre los componentes que constituyen su
organización es un subconjunto de todas las relaciones reales que
tienen lugar entre sus componentes al realizar éstos su estructura
y constituirla como una totalidad en el dominio de existencia en el
cual se produjeron.
De esta forma, la organización de una unidad compuesta no agota
las relaciones y las interacciones en las cuales los componentes que la
realizan pueden participar en su dominio de existencia. El resultado
de esto es que la realización estructural de una unidad compuesta,
sus componentes, pueden participar, a través de otras propiedades
que no sean aquellas que las impliquen en la realización de su organi-
zación, en la realización de la organización de otras muchas unidades
compuestas que, por tanto, se intersectan estructuralmente con ella.
Más aún, cuando los componentes de una unidad compuesta son en
sí mismos unidades compuestas, aquélla puede participar en las in-
tersecciones estructurales que tienen lugar a través de los componen-
tes de sus componentes. En cualquier caso, cuando un observador,
u observadora, diferencia dos o más sistemas que se intersectan es-
tructuralmente, el observador, u observadora, diferencia dos o más
unidades compuestas distintas llevadas a cabo a través del mismo
cuerpo. (Maturana, 2009b; p. 128)

El ser humano, como todo ser vivo, no es un agregado de elementos


yuxtapuestos; es un todo integrado que constituye un supra sistema
dinámico, formado por muchos subsistemas perfectamente coordi-
nados: el subsistema físico, químico, biológico, psicológico, social,
el cultural, el ético-moral y el espiritual. Todos juntos e integrados
constituyen la personalidad, y su falta de integración o coordinación
377
desencadena procesos patológicos de diferente índole: orgánica, psi-
cológica, social, o varias juntas. (Martínez, 2008; p. 241)

Al decir de Morín (2011; p. 89) “el paradigma de simplicidad es un


paradigma que pone orden en el universo, y persigue al desorden. El
orden se reduce a una ley, a un principio. La simplicidad ve a lo uno y
ve a lo múltiple, pero no puede ver que lo Uno puede, al mismo tiem-
po, ser Múltiple. El principio de simplicidad o bien separa lo que está
ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción).”

Y para explicar lo anterior toma como ejemplo precisamente al


hombre.
“El hombre es un ser evidentemente biológico. Es, al mismo tiem-
po, un ser evidentemente cultural, meta-biológico y que vive en un
universo de lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero, a esas dos rea-
lidades, la realidad biológica y la realidad cultural, el paradigma de
simplificación nos obliga ya sea a desunirlas, ya sea a reducir la más
compleja a la menos compleja. Vamos entonces a estudiar al hombre
biológico en el departamento de Biología, como un ser anatómico,
fisiológico, etc., y vamos a estudiar al hombre cultural en los depar-
tamentos de ciencias humanas y sociales. Vamos a estudiar al cere-
bro como órgano biológico y vamos a estudiar al espíritu, the mind,
como función o realidad psicológica. Olvidamos que uno no existe
sin el otro; más aún, que uno es, al mismo tiempo, el otro, si bien son
tratados con términos y conceptos diferentes.” (Morín, 2011; 89)

Rogers (1989, p. 106) repitió muchas veces, especialmente en sus


últimos tiempos, que el “deseaba anteponer y valorar a la persona
por encima de todo”, el concepto de persona lo entiende tanto en
su singularidad sustancial, con sus características de unicidad, auto-
nomía, dignidad y responsabilidad, como en su carácter relacional
interpersonal de interacción con otras personas, pues toda persona
nace, vive, se desarrolla y muere estando en relación con otros seres
378
humanos, de los cuales depende continuamente.

Estos aspectos relacionales y sociales constituyen su propia esencia


y existencia y se viven, más o menos interesantemente, según las vici-
situdes de la vida misma; no se pueden dividir considerando, por un
lado, las experiencias vivenciales del asesor y, por el otro, las del ase-
sorado, pues ambos aparecen al inicio de la relación y se integran en
un “encuentro” interpersonal y experiencial de reflexión mutua que
forman una sola realidad configurada. En esa configuración pue-
den entrar, y de hecho lo hacen por vías inimaginables, los elementos
o estructuras dinámicas físicas, químicas, biológicas, psicológicas,
sociales, culturales y espirituales de cada persona. De todo ello, irá
surgiendo naturalmente una nueva persona con todos los signos de
salud y bienestar. (Martínez, 2008; p. 248)

Como ya hemos dicho, el gran biólogo y genetista Dobzhansky


(1967) ha señalado que el genoma, que comprende tanto genes re-
guladores como operantes, trabaja como una orquesta y no como un
conjunto de solistas.

Durante el primer mes, de manera específica, podemos decir que


tanto la madre como el bebé sufren los siguientes cambios:
Día 1: fecundación;

Día 4: el óvulo llega al útero;

Día 7: se inicia la implantación del ovulo en la cavidad uterina; se


forma el tubo neural, primitiva medula espinal; una extremidad se
abulta: es la cabeza;
Día 25: comienza a latir un diminuto corazón con 120 latidos por
minuto; se le conoce como embrión; mide 9 mm y pesa 0.5 gramos.
Durante el segundo mes: se perfila su cara; se forman sus ojos y
379
tiene parpados; crecen sus brazos y piernas; van desarrollándose sus
huesos largos, sus órganos internos y su cerebro; el embrión flota en
su saco lleno de liquido amniótico; mide 4 cm y pesa 5 g. y así en
adelante, en una sucesión de prodigiosas etapas, una tras otra.
El nivel de complejidad de este proceso es tan alto que su maravi-
lloso diseño requirió la división de sus funciones y compromisos en
dos sexos, cada uno de los cuales tiene su participación, y la buena
marcha de la creación de un nuevo ser, desde la concepción hasta la
adultez, requiere la armonía e integración de los dos. Es más, la na-
turaleza humana no está representada por ninguno de los sexos por
separado, sino por la integración de los dos. (Martínez, 2008; p. 313)

Ahora bien, inherente al carácter configuracional de un proceso


determinado está el movimiento, lo dinámico, lo creativo, lo fluc-
tuante, de manera que las configuraciones no existen como un he-
cho estático, no son un componente, son un proceso, y se construyen
en su dinámica a través de las relaciones de modificación, cambio y
transformación que en éste se establecen.

De acuerdo a esta concepción las configuraciones que permiten ca-


racterizar externamente un proceso constituyen rasgos caracteroló-
gicos que especifican el proceso considerado y lo distinguen de otros
procesos. Un ejemplo de ello pueden ser configuraciones como:
pensamiento, inteligencia, emociones, sentimientos, habilidades,
destrezas, creatividad, valores, actitudes, competencias, convivencia,
identidad, entre otras, que constituyen rasgos caracterológicos de la
personalidad de un sujeto.
Asimismo, cada una de estas configuraciones puede ser compren-
dida si la analizamos y caracterizamos mediante sus rasgos caracte-
rológicos inherentes, es decir, a través de sus configuraciones inma-
nentes.

Es preciso comprender que la configuración de una configura-


380
ción es posible si se da la recurrencia de interacciones cooperati-
vas definida por Maturana. Es decir, si hay recurrencia de interac-
ciones cooperativas entre dos o más procesos o entre un proceso
y un contexto configurante, el resultado podría ser una configu-
ración, siempre que la recurrencia de interacciones cooperativas
se convierta en un mecanismo mediante el cual dichos procesos y
contexto realicen su autopoiesis.

La recurrencia de interacciones cooperativas siempre es expre-


sión del movimiento y dinámica de los procesos presentes en una
configuración, en el que emergen sus relaciones preferenciales.
En efecto, la configuración de relaciones preferenciales denota la
identidad configuracional.

Estas relaciones preferenciales pueden darse entre procesos o al


interior de un proceso determinado, dando lugar a configuraciones
con diversos grados de complejidad.
Según Bateson (2010; p. 488), existe la jerarquía de diferencias que
los biólogos llaman “niveles”. Me refiero a diferencias como las que
median entre una célula y un tejido, entre un tejido y un órgano, un
órgano y un organismo, un organismo y la sociedad.

Son éstas las jerarquías de unidades o de Gestalten, en las cuales


cada subunidad es una parte de la unidad superior de extensión más
vasta. Y, como siempre sucede en la biología, esta diferencia o re-
lación que Bateson (2010; p. 489) denomina “parte de” es tal, que
ciertas diferencias en la parte tienen efecto informacional sobre la
unidad más extensa, y viceversa.

En efecto, existen diferentes niveles de complejidad de los contex-


tos, procesos y sistemas socio-humanos, operando (urdiendo, for-
jando, fraguando, tramando) en cada nivel otros contextos, procesos
y sistemas complejos y dinámicos.
381
En cada nivel sistémico de complejidad en orden ascendente se
manifiestan y revelan regularidades e interconexiones diferentes que
no se aprecian en complejidades inferiores. No es lo mismo una con-
versación con uno mismo, que entre dos personas, o entre varios su-
jetos en un grupo.

No es lo mismo las interrelaciones humanas del sujeto individual,


que un matrimonio, una familia, los ciudadanos de una región, o la
sociedad en general. En la medida en que aumenten los niveles de
complejidad en las relaciones, en esa misma medida aparecen otras
relaciones, interconexiones y regularidades que no estaban en las
configuraciones de orden inferior.

Ahora bien, las configuraciones socio-humanas no están formadas


por redes estructurales de componentes, sino por procesos dinámi-
cos relacionados entre sí y con el contexto configurante.
La función de cada componente de esa red consiste en transfor-
mar o sustituir a los demás, de modo que la red entera se genera a sí
misma de manera continua. Esta es la clave de la definición sistémica
de la vida: las redes vivas se crean y se recrean a sí mismas sin cesar,
mediante la transformación o la sustitución de sus componentes. De
este modo experimentan constantes cambios estructurales al mismo
tiempo que mantienen sus patrones de organización en forma de red.
(Capra, 2003; p. 33)
Configuración, por lo tanto, sugiere contexto, proceso, evento, re-
lación, complejidad, realidades objeto de estudio, signadas por la im-
bricación, la interconexión e interdependencia, armonía y coherencia.
La configuración, como totalidad, no se manifiesta plenamente,
hay que insistir, pues esta se reconoce a través de los detalles, de las
evidencias y referencias. Son los eventos, los procesos, los aconte-
cimientos y las situaciones las que revelan el sentido trascendente,
relacional, sistémico, complejo e integrativo de la configuración.
382
En el caso de la relación sujeto - sociedad, esta configuración es
dialéctica, compleja y configuracional, por cuanto cada sistema au-
torreferente (Niklas Luhmann), tanto el vivo como el psíquico y el
social son, a la vez, sistema y entorno.

Según Maturana (2009b; p. 127), cuando un observador produce


una unidad compuesta en su praxis de vivir, produce una entidad
en la cual la configuración de relaciones entre los componentes que
constituyen su organización es un subconjunto de todas las relacio-
nes reales que tienen lugar entre sus componentes al realizar éstos su
estructura y constituirla como una totalidad en el dominio de exis-
tencia en el cual se produjeron.

De esta forma, la organización de una unidad compuesta no agota


las relaciones y las interacciones en las cuales los componentes que la
realizan pueden participar en su dominio de existencia. El resultado
de esto es que la realización estructural de una unidad compuesta,
sus componentes, pueden participar, a través de otras propiedades
que no sean aquellas que las impliquen en la realización de su organi-
zación, en la realización de la organización de otras muchas unidades
compuestas que, por tanto, se intersectan estructuralmente con ella.
Más aún, cuando los componentes de una unidad compuesta son en
sí mismos unidades compuestas, aquélla puede participar en las in-
tersecciones estructurales que tienen lugar a través de los componen-
tes de sus componentes. En cualquier caso, cuando un observador,
u observadora, diferencia dos o más sistemas que se intersectan es-
tructuralmente, el observador, u observadora, diferencia dos o más
unidades compuestas distintas llevadas a cabo a través del mismo
cuerpo. (Maturana, 2009b; p. 128)
383

4.4-Tipología de configuraciones: macro, meso y microconfigura-


ción.
Según Laszlo (2009; p. 48), necesitamos alcanzar una compren-
sión más profunda de la dirección de la evolución a través de los
macro-cambios. Los conceptos procedentes de la teoría de sistemas
pueden proporcionamos el entendimiento necesario. Empecemos
con el concepto de “supra sistema”. La formación de sistemas de nivel
más elevado a través de la interconexión de sistemas anteriormente
más autónomos (que pasan a ser subsistemas del sistema emergente)
es una noción familiar en la teoría general de sistemas y evolutiva.
Los supra sistemas emergen a través de la creación de “hiperciclos”
en los que los subsistemas están vinculados mediante ciclos que los
catalizan mutuamente entre sí. El resultado es que los subsistemas se
tornan cada vez más interdependientes, y el supra sistema constitui-
do conjuntamente por ellos adquiere estructura y autonomía.

El universo es total e incesantemente coherente. El fenómeno de la


coherencia es bien conocido: tiene que ver con ondas lumínicas que
cuentan con una diferencia constante de fase. En una condición de
coherencia, las relaciones de fase permanecen constantes y los proce-
sos y ritmos están armonizados. (Laszlo, 2009; p. 133)

Las fuentes de luz normales, según Laszlo (2009; p. 134), son cohe-
rentes en unos cuantos metros; láseres, microondas y otras fuentes
lumínicas tecnológicas son coherentes a lo largo de distancias bas-
tante superiores. Pero el tipo de coherencia que está apareciendo en
varias ramas de las ciencias empíricas es más compleja e importante.
Indica una conexión casi instantánea entre las partes o elementos de
una cosa, tanto si esa cosa es un cuanto, un átomo, un organismo o
una galaxia. Este tipo de coherencia aparece en campos tan diversos
como la física cuántica, la biología, la cosmología y la investigación
cerebral y de la consciencia.
384
En este sentido, los acontecimientos que tienen lugar en el sistema
nervioso y que van acompañados por experiencias, constituyen sólo
subprocesos inmanentes a procesos dinámicos y funcionales más
amplios. En este sentido, dependen de situaciones a las que no tiene
acceso directo lo empírico.

Sobre esto Köhler (1967; p. 205) pregunta: ¿Es lícito pretender


establecer una teoría adecuada acerca de acontecimientos psico-
lógicos sobre la mera base de la experiencia, si los procesos sub-
yacentes a ésta no representan otra cosa que un sector dentro de
una totalidad funcional más amplia? Y él mismo responde con la
analogía de que nadie puede comprender una partida de ajedrez
si únicamente observa los movimientos que se verifican en una
esquina del tablero.
Para comprender los procesos humanos y sociales no debemos ver
solamente la totalidad separada de los microprocesos inmanentes,
pero tampoco debemos ver sólo las especificidades y particularida-
des. La comprensión macro exige el análisis micro, y la compren-
sión micro demanda de un análisis macro. Son inseparables. Están
interconectados. Lo macro y lo micro en los seres humanos, en sus
relaciones y en la sociedad, constituyen dos caras de una misma mo-
neda. Son dos momentos de un mismo filme. Condición, sentido y
significado a la vez.
Las configuraciones humanas no parten de la nada, y si toda con-
figuración es el resultado de una génesis, debemos admitir que una
génesis constituye siempre la transformación de una configuración
más simple a una configuración más compleja, y ello según una re-
gresión infinita.

Existen, pues, unos puntos de partida que debemos asignar a la


construcción de las configuraciones.
Piaget (1980; p. 75) designa estos datos de partida con el término
385
global de «coordinación general de las acciones», entendiendo con
ello los lazos comunes a todas las coordinaciones sensorio-motrices,
sin entrar en el análisis de los niveles que empiezan con los movi-
mientos espontáneos del organismo y los reflejos que sin duda son
sus diferenciaciones estabilizadas, o incluso con los complejos de re-
flejos y de programación instintiva, como la mamada del recién naci-
do, y que a través de las costumbres adquiridas conducen hasta el umbral
de la inteligencia sensorio-motriz o de las conductas instrumentales.

Ahora bien, en todos estos comportamientos cuyas raíces son inna-


tas y cuyas diferenciaciones son adquiridas, encontramos ciertos fac-
tores funcionales y determinados elementos estructurales comunes.
Los factores funcionales son la asimilación -o proceso según el cual
una conducta se reproduce activamente y se integra nuevos objetos
(por ejemplo, chuparse el pulgar integrándolo en el esquema de la
mamada) - y la acomodación de los esquemas de asimilación a la
diversidad de los objetos. (Piaget, 1980; p. 75)
En el caso de la construcción de las configuraciones cognitivas,
afectivas e instrumentales, es evidente que lo «vivido» no juega un
papel significativo, ya que tales configuraciones no se encuentran
en la conciencia de los sujetos, sino, lo que no es lo mismo, en su
comportamiento operatorio-instrumental, en su cotidianidad, en su
biopraxis, y que jamás han tomado conciencia de ellas en cuanto a
configuraciones holísticas.

Es evidente, en este caso, que si hay que acudir a las actividades del
sujeto para dar cuenta de las configuraciones precedentes, se trata de
un sujeto epistémico, configurado conceptualmente por el investiga-
dor, es decir, de los mecanismos comunes a todos los sujetos indivi-
duales del mismo nivel; dicho de otro modo, de un sujeto cualquiera.

La propia formalización de las configuraciones es una configura-


ción que en lo teórico conduce a una genealogía de las configuracio-
386
nes, mientras que en lo práxico, su progresiva nivelación engendra
las filiaciones psicogenéticas.

La función esencial que conduce a la formación de las configura-


ciones es la de la «configuración», por la que hemos sustituido la de
«asociación», propia de los esquemas atomísticos de las teorías no
estructuralistas, y la de «asimilación», propia de la teoría constructi-
vista, esencia y paradigma del estructuralismo de Piaget.

Efectivamente, la configuración es generadora de configuraciones.


Desde el punto de vista biológico, en cada una de sus interacciones
con los cuerpos o energías del medio, el organismo configura a éstos
con sus propias configuraciones, al mismo tiempo que se configura a
las situaciones, siendo pues la configuración el factor de permanen-
cia y de continuidad de las formas del organismo.

En el campo del comportamiento tiende a repetirse una acción


(configuración generativa u operación reproductora), y de ahí una
configuración que tiende a integrarse los objetos conocidos o nue-
vos de los que su ejercicio tiene necesidad (configuraciones recog-
noscitiva y generalizadora).

De esta manera, la configuración es fuente de procesos relacionales


e interconexiones, y en correspondencia, de «configuraciones», y en
el plano conceptual confluye en estos sistemas complejos y dinámi-
cos que son las configuraciones.

Pero la configuración como proceso generativo no es una configu-


ración, en el sentido conceptual o concreto, no es más que un aspec-
to funcional de las formaciones configuracionales, que interviene en
cada caso particular pero que, tarde o temprano, conduce a las confi-
guraciones recíprocas, es decir, a las interconexiones más esenciales y
profundas que articulan a las configuraciones unas con otras.
387
Cuando se unen un grupo de entidades separadas, la parte que des-
empeña en la unificación la igualdad (o bien la similitud) no puede
ser explicada en términos de aprendizaje. El mismo factor posee una
influencia unificadora en el caso de que se trate de áreas continuas, ya
representen o no objetos conocidos. (Köhler, 1967; p. 124)

Köhler (1967; p. 125) precisa que los grupos consistentes en


miembros separados poseen un especial interés desde el punto de
vista teórico, ya que demuestran que una determinada unidad pue-
da estar segregada y, sin embargo, pertenecer al mismo tiempo a
una unidad mayor.

Pero no es que haya nada peculiar en tal subordinación por parte


de las unidades, dice Köhler (1967; p. 125), y ejemplifica que en fí-
sica, una molécula constituye una totalidad funcional más amplia,
que contiene diversos átomos como totalidades subordinadas. Fun-
cionalmente, los átomos corresponden a la molécula unidad, pero en
esta unidad no pierden, sin embargo, su individualidad propia.

Wertheimer realizó múltiples observaciones casuales de otras per-


sonas, y fue el primero en reconocer la fundamental importancia de
la agrupación espontánea en campos sensoriales. Demostró, asimis-
mo, mediante múltiples ejemplos, los principios de tal agrupación.
La mayoría de sus ilustraciones se refieren a la agrupación de puntos
y líneas separados, ya que cuando se emplean tales figuras, en lugar
de objetos que muestran una continuidad, las demostraciones son
menos vulnerables a objeciones alusivas a un conocimiento previo,
también subrayaba que los mismos principios son válidos con res-
pecto a la formación de las otras totalidades sensoriales.

No conozco otra introducción mejor a este tema que la representa-


da por el trabajo de Wertheimer. Algunos de los principios son fáci-
les de comprender. Ya hemos considerado el que afirma que los obje-
388
tos iguales y similares tienden a constituir unidades y a separarse de
los objetos que se les asemejan menos. Allí donde este principio no
se aplica, la proximidad relativa es frecuentemente decisiva. (Köhler,
1967; p. 125)
Por otro lado, al igual que el físico acostumbra a decir que la tensión
superficial tiende a reducir el área de las superficies líquidas, Köhler
(1967; p. 126) afirma que en el campo sensorial, la agrupación tiende
más bien a establecer unidades de determinadas clases. Las totalida-
des sencillas y regulares -es decir: las áreas cerradas- se forman con
más facilidad y frecuencia que las totalidades irregulares y abiertas.
En este sentido, la ordenación de campos sensoriales muestra una
marcada predilección por modos particulares de organización, al
igual que la formación de moléculas y las tensiones superficiales que
estudia la física operan en direcciones específicas.

La índole elemental de las totalidades continúas está demostra-


da a través de observaciones acerca de las primeras reacciones de
ciegos congénitos adultos que comienzan a ver después de ser ope-
rados. Los problemas que más interesan al oftalmólogo en estos
casos son los relativos a la visión en profundidad y a la original
similitud entre las formas vistas y las formas percibidas mediante
el tacto. Los resultados se han enfocado de modos diversos, más
no se ha prestado la suficiente atención a uno de los aspectos de
los hechos observados. Durante los primeros test realizados tras la
intervención, se le muestra al paciente un objeto que conocía ya por
el tacto cuando estaba aún ciego, y rara vez puede proporcionar una
respuesta correcta. Con muy pocas excepciones, no reconoce las
respectivas formas cuando les son ahora ofrecidas sólo a su visión.
Pero en sus reacciones hay algo que es muy significativo: cuando se
le pregunta acerca de “esta cosa” que “está” ante él, comprende la
pregunta. Se da cuenta de que tiene ante él una entidad específica a
la que refiere la pregunta y a la que intenta denominar. Por tanto, si
el objeto posee una forma simple y compacta, el paciente no precisa
389
aprender que “agregado de sensaciones” ha de considerar como un
objeto. La organización visual elemental parece estar a su disposi-
ción de inmediato. (Köhler, 1967; p. 129)
En efecto, existen configuraciones dinámicas de interacciones intrapro-
cesales y configuraciones dinámicas de interacciones interprocesales. De
cualquier manera, el proceso es también una configuración, conformada
por subprocesos (procesos de orden inferior), que constituyen configura-
ciones de menor complejidad o microconfiguraciones.

La configuración de varios procesos y/o contextos configurantes, o sea,


de varias configuraciones, da origen o genera una macroconfiguración o
configuración de mayor complejidad, un macroproceso o proceso de orden
superior.

Las macroconfiguraciones forman complejidades de muchos ni-


veles configurativos: configuraciones de configuraciones. Como
muy bien ejemplifica Capra, el cuerpo humano contiene sistemas
de órganos compuestos de varios órganos y cada órgano está for-
mado por tejidos y cada tejido está compuesto por células. Todos
estos ejemplos constituyen configuraciones que evidencian nive-
les superiores e inferiores de complejidad que forman parte de
totalidades más amplias.
Dichos niveles son esencialmente niveles de complejidad, que no
están separados, sino interconectados interdependientes.
Bohm se refiere a la existencia de orden de órdenes: todo orden
tridimensional está ordenado a su vez en las tres dimensiones de la
otra partícula. Así que debe tratarse como de seis dimensiones, una
partícula corriente. Un objeto corriente con 1024 partículas de ener-
gía, pongamos por caso, debería tratarse como 3×1024 dimensiones,
etc. El universo se trataría como algo de dimensiones infinitas. Eso es
lo que se llama espacio de configuración o a veces espacios de fases, si
390
lo extendemos un poco. En la mecánica clásica este espacio de con-
figuración se ve como una abstracción. (En Pribram, 2008; p. 136)

Lo que los físicos llaman espacio de configuración es lo que yo llamo


macro, meso y microconfiguración, que son más bien niveles dife-
rentes de complejidad configuracional.
Si establecemos un nivel intermedio que sirva de eje articulador, puente,
cigüeñal o viaducto entre los microprocesos y los macroprocesos, es decir,
entre las microconfiguraciones y las macroconfiguraciones, podríamos ha-
blar de mesoprocesos o mesoconfiguraciones.

Una configuración de orden superior o de mayor complejidad, o sea,


una macroconfiguración surge al configurar otras configuraciones de orden
inferior o de menor complejidad, es decir, mesoconfiguraciones o micro-
configuraciones, lo cual podría generar cambios, modificaciones y trans-
formaciones en las configuraciones de orden inferior y viceversa.

Las microconfiguraciones expresan el movimiento y transforma-


ción del proceso (macroconfiguración) y como resultado de éstos, en
el mismo se desarrollan cualidades. Las transformaciones se expre-
san mediante mesoconfiguraciones y el resultado de las transforma-
ciones por las macroconfiguraciones.

Las macroconfiguraciones se expresan mediante la relación en-


tre configuraciones, como rasgos que en su relación dialéctica dan
significación y sentido al proceso, pero igualmente, diferentes con-
figuraciones que expresan movimientos coexistentes, se relacionan
dialécticamente y con ello se revela la existencia de nuevas transfor-
maciones, con lo que se va construyendo un conocimiento cada vez
más esencial del proceso.

Esta consideración permite comprender cómo la Configuralogía es


consecuente con el carácter infinito de la construcción del conoci-
391
miento sobre la realidad objetiva-subjetiva y el autodesarrollo de la
conciencia de los sujetos en ese mismo proceso.

Por ejemplo, el matrimonio como configuración tiene un orden


superior a la personalidad individual de los sujetos implicados en el
mismo, dada su mayor complejidad, y la personalidad de éstos su-
jetos implicados en el matrimonio constituyen configuraciones de
orden inferior respecto a éste, que podría generar, a partir de su di-
námica, cambios, modificaciones y transformaciones en la persona-
lidad de dichos sujetos.

Ahora bien, la personalidad de cada sujeto implicado constituye


una configuración de orden superior o mayor complejidad en rela-
ción con otras configuraciones humanas de orden inferior o menor
complejidad que configuran la personalidad individual, como por
ejemplo la configuración cognitiva, o la configuración afectiva.

En el ejemplo anterior, el matrimonio es una macroconfiguración


respecto a la configuración cognitiva y a la configuración afectiva,
que constituyen microconfiguraciones. La personalidad de cada su-
jeto puede caracterizarse como mesoconfiguración. Sin embargo, la
personalidad de cada sujeto puede caracterizarse como macroconfi-
guración respecto a las emociones, afectos, sentimientos, valores o
actitudes humanas, cada uno de los cuales sería una microconfigu-
ración. La afectividad humana, en este caso se comporta como una
mesoconfiguración.
Esta es la dialéctica hermenéutica configuracional de las ma-
cro, meso y microconfiguraciones, ejemplificadas en los proce-
sos humanos y sociales.
Si hacemos este mismo análisis pero enmarcado en el sujeto indi-
vidual y partimos de la teoría de los seres vivos (Maturana, 2002b),
podemos comprender y caracterizar la dinámica configuracional, a
partir de un análisis minucioso y detallado de sus interacciones con
392
el contexto configurante.

Este proceso más o menos se desarrolla de la siguiente manera:

1. Las interacciones del sujeto con el contexto configurante activan


en sus configuraciones psicológicas (micro) cambios procesales que
devienen en modificaciones en la dinámica configuracional del pen-
samiento, sentimientos y demás configuraciones psicológicas, que él
configura como configuraciones psicológicas.

2. Las modificaciones en la dinámica configuracional, como siste-


ma complejo cerrado de configuraciones, devienen en cambios en
sus configuraciones (meso) configuradas, que constituyen procesos
dinámicos e interactivos.

3. Los cambios en dichas configuraciones (meso) como sistema


configuracional cerrado devienen en cambios en su dinámica con-
figuracional y, por lo tanto, en las correlaciones configuracionales
(procesales) que constituyen las interacciones del sujeto con el con-
texto configurante.

4. El cambio en las correlaciones procesales del sujeto genera cam-


bios en la configuración de interacciones del sujeto con el contex-
to configurante, con lo que se modifica la configuración de cambios
configuracionales activados en éstas y su función como procesos
dinámicos e interactivos del sujeto como sistema configuracional,
emergiendo así configuraciones más complejas.

En esta dinámica circular en forma de espiral se regresa al punto


1 pero en un nivel superior de complejidad, desarrollo y configu-
ración, incluso emergen y articulan nuevas configuraciones, for-
mando un sistema complejo de procesos recursivos, autónomos,
originales y creativos.
393
Según Maturana (2002b; p. 203), al cambiar las correlaciones sen-
so-efectoras del organismo cambia la configuración de encuentros
de los sensores del organismo con el medio, con lo que cambia la
configuración de cambios estructurales gatillados en éstos y su parti-
cipación como componentes neuronales del sistema nervioso.

Es decir, el modo de vivir de un organismo modula el operar de


subsistema nervioso al modular su dinámica estructural, y el operar
del sistema nervioso modula el vivir del organismo al modular el
curso de sus interacciones al modular sus correlaciones senso-efec-
toras. (Maturana, 2002b; p. 204)

Lo anterior significa que los seres humanos, como organismos vi-


vos, somos sistemas cerrados determinados por nuestra estructura,
y nada externo al ser humano puede determinar su configuración
interna, aunque sí perturbarla. Precisamente las configuraciones
psicológicas del ser humano, no están localizadas en su interior, no
constituyen un ente físico que podemos encontrar en el cerebro o en
alguna otra parte de nuestro cuerpo, más bien constituyen un espa-
cio relacional, una configuración intersubjetiva.
Los entes psíquicos o mentales, así como los procesos espirituales
y las vivencias que a ellos se asocian, son dinámicas relaciónales del
ser vivo que no son tratables como entes materiales o localizables
en procesos orgánicos precisamente porque son entes relacionales.
(Maturana, 2002b; p. 210)

Es debido al carácter relacional de los entes y procesos psíquicos,


en criterio de Maturana (2002b; p. 211), que nuestros vivires humano
y fisiológico se entrelazan en una continua modulación recíproca, y
nuestra corporalidad fluye por cauces que se configuran en y con su
participación. Somos en cuerpo y relación (alma) como somos en
nuestra vida psíquica, mental o espiritual. Somos en cuerpo y rela-
ción (alma) lo que pensamos que somos, lo que queremos ser, lo que
394
no queremos ser, lo que lamentamos no haber sido y lo que nuestra
cultura es, tanto como lo que llegamos a ser al transformarnos en la
reflexión sobre nuestro ser y vivir.
Siguiendo a Maturana (2002b; p. 212), podemos decir que noso-
tros, los seres humanos, comenzamos a adquirir el espacio psíquico
humano desde el momento en que nuestra madre nos abre el cami-
no a la existencia humana en el momento del embarazo en que nos
acepta y desea. Somos, como humanos, el espacio psíquico que vivi-
mos, y éste lo llevamos en nuestra corporalidad, no como una cosa,
sino como un modo de ser.

Es decir, adquirimos nuestra vida mental, psíquica, y espiritual como


modos relacionales del vivir que configuran la dinámica de estados de
nuestro sistema nervioso. Y nuestro sistema nervioso se configura des-
de el útero en un sistema que da origen a la vida psíquica, espiritual
o mental como dominio relacional en el que su dinámica de estados
tiene sentido. Pero pasa algo más. La dinámica estructural del sistema
nervioso y, por lo tanto, su dinámica de estados, no es modulada por
los objetos o situaciones que un observador ve en el ambiente, sino por
las configuraciones sensoriales que admite el organismo en cada ins-
tante como perturbaciones según la estructura en ese instante de sus
sensores y sistema nervioso. Maturana (2002b; p. 213)

Como seres humanos somos lo que somos en el conversar, pero


en la reflexión podemos cambiar nuestro conversar y nuestro ser. Al
decir de Maturana (2002b; p. 214), esa es nuestra libertad, y nuestra
libertad pertenece a nuestro ser psíquico y espiritual.

En este sentido, la dinámica configuracional conlleva a que las


configuraciones psicológicas inmanentes al sujeto cambian de
manera contingente a la evolución de las interacciones del sujeto
con el contexto configurante, de manera tal que la propia dinámi-
ca configuracional como sistema cerrado de cambios de relacio-
395
nes configuracionales permanece generando correlaciones confi-
gurativas en el sujeto, que dan sentido a su existencia como sujeto
psicológico en su relación interactiva con el medio que le rodea y
los demás sujetos.
Puede comprobarse que la fórmula estímulo-respuesta resulta
aquí de nuevo equivocada, avanzamos junto a Köhler (1967; p.
168), ya que ignora el hecho de que entre el estímulo y la respues-
ta tienen lugar los procesos de organización y particularmente
la formación de grupos unitarios en los que las partes adquieren
características nuevas.

Para demostrar que el concepto de autodistribución dinámica expli-


ca la trasposición, Köhler considera la existente en los sistemas físicos.
Si todas las fuerzas correspondientes a una determinada distribu-
ción dinámica se equilibran unas con otras, su equilibrio no se rom-
perá, si la intensidad de todas ellas disminuye o aumenta en la misma
proporción. En consecuencia, tales estados dinámicos son amplia-
mente independientes de los hechos absolutos que prevalecen en sus
diversas partes. (Köhler, 1967; p. 169)

La forma es probablemente el atributo más importante de las cosas


segregadas, pero hay otras características estrechamente relaciona-
das con la presencia o con la ausencia de forma visual.
Por otro lado, a lo largo de los últimos 40 años, Chew, con la ayuda
de sus colaboradores, ha utilizado el enfoque “bootstrap” para desa-
rrollar una teoría global de las partículas subatómicas, junto con una
filosofía más general de la naturaleza.

Esta filosofía “bootstrap” no sólo abandona la idea de los bloques


fundamentales de materia, sino que no acepta ninguna entidad funda-
mental en absoluto: ninguna constante, ley, ni ecuación fundamental.
El universo físico se ve como una red dinámica de sucesos interre-
396
lacionados. Ninguna de las propiedades de cualquier parte de dicha
red es fundamental; todas se desprenden de propiedades de otras
partes y la consistencia global de sus interrelaciones determina la es-
tructura de la totalidad de la red. (Capra, 2009; p. 56)
Esta concepción de redes de relaciones es muy parecida a la con-
cepción configuracional que anima este libro.
No aspiro a un descubrimiento decisivo que demuestre de una vez
por todas mi teoría, sino que para mí el reto consiste en configurar,
con paciencia y lentitud, una configuración de conceptos, ninguno
de los cuales es más fundamental que cualquiera de los demás.

Conforme progresa la teoría configuracional, las interconexiones de


esta configuración adquieren cada vez una mayor precisión, y el con-
junto de la configuración está cada vez mejor enfocado y configurado.
En este proceso, la teoría configuracional se hace también cada vez
más emocionante a medida que la configuración incluye un mayor
número de conceptos; es decir, conforme éstos se explican mediante
la autoconsciencia global de la configuración conceptual.

El problema de la complementariedad como síntesis de integración


de lo individual y de lo colectivo, de la escala micro y la escala macro,
ha sido abordado por Simmel: “la existencia del hombre no es, en
parte social y, en parte, individual sino que se haya bajo la categoría
fundamental, irrepetible, de una unidad que sólo podemos expre-
sar mediante la síntesis o simultaneidad de las dos determinaciones
opuestas: el ser a la vez parte y todo, producto de la sociedad y ele-
mento de la sociedad; el vivir por el propio centro y para el propio
centro“. (Simmel, 1977; p. 46-51)
Nadie puede ser sujeto individual si no es como parte de un sujeto
colectivo, nadie puede ser sujeto autónomo si no es como elemento
que se relaciona en su entorno, “su autonomía (la del individuo-suje-
397
to) para escapar del solipsismo, debe conjugarse con la autonomía de
los otros individuos” (Ibáñez, 1990; p. 7)

Los seres humanos (como sistemas psíquicos, es decir, procesos),


tienen su identidad propia al mismo tiempo que participan de la
identidad del todo, si bien la identidad del todo no puede entenderse
sino como alteridad (reconocimiento de la presencia de otros sujetos,
de otras culturas, de otras formas de ser y estar).

La identidad del individuo se conforma, pues, en referencia a los


otros individuos, identidad y autonomía, no pueden entenderse sin la
alteridad que les deja participar del juego de la comunicación relacional.
Precisamente la clave de la complementariedad se encuentra aquí,
en la apertura-actividad sistémica con suficiente tolerancia, en la ap-
titud sistémica para proyectar la diversidad en unidad, sin anular la
diversidad, es decir en proyectar la unidad en diversidad, sin anular
la individualidad.

La realidad social, efectivamente, y gracias a la complejidad aporta-


da por los nuevos sistemas de comunicación-información, no puede
ser analizada de forma lineal ya que los cambios que se producen
son exponenciales y acelerados, múltiples y complejos, de tal manera
que hoy, ni la evolución ni en general ninguna situación social, se
desarrolla en base a cambios lineales sino en base a saltos, o bucles;
es decir, no se puede poseer una visión estable del mundo social, fru-
to de creencias tales como “las mismas causas producen los mismos
efectos”; hoy en día, los efectos modifican las causas, simplemente,
porque los procesos se dan en redes; no se sabe dónde se inicia y
donde concluye el fenómeno social, porque éstos se dan al unísono
en sistemas de redes inextricables y complejos que, efectivamente, el
discurso decimonónico no puede dotar de sentido porque sin duda
la realidad social era realmente diferenciada. (Ballester y Colom,
2012; p. 368)
v
CATEGORIZACIÓN
DE LA TEORÍA
CONFIGURACIONAL
400

5.1-Categorías que caracterizan las configuraciones


Iniciemos este epígrafe con una pregunta muy significativa. ¿Cuá-
les son los ejes problémicos significativos que emergen del paradig-
ma configuracional y cómo nos permiten estas regularidades epis-
témicas comprender e interpretar y, por tanto, explicar los procesos
humanos y sociales?

En este epígrafe me gustaría exponer algunas de mis más firmes


creencias y nociones acerca de la esencia, naturaleza, implicaciones y
perspectivas de este paradigma. Al hacerlo, pretendo revelar las pre-
cisiones más elementales en las que se sustenta la Configuralogía.

El problema de los atributos de la configuración se ha convertido


en un problema especial entre los muchos a los que debe enfrentarse
el científico socio-humano, quien necesita utilizar, en el estudio teó-
rico de las cualidades sociales y humanas, los conceptos funcionales
aplicados a la organización sensorial.

Con el fin de comprender y caracterizar la noción de configura-


ción, hemos identificado y argumentado teóricamente siete catego-
rías (quizá podrían ser más, o menos, eso no es lo más importante)
que permiten representar la noción de configuración que, como he-
mos explicado, es una noción compleja, espinosa y embarazosa, muy
difícil de describir, comprender, ilustrar y ejemplificar.

Estas categorías son:

1. Configuración sistémica

2. Holonimia21

21 Noción utilizada por Karl Pribram en su Teoría Holográfica


3. Holoedridad

4. Holoformidad

5. Proceso

6. Contexto configurante

7. Rasgos caracterológicos

A su vez, ha sido necesario revelar los cinco rasgos que caracterizan


a las configuraciones, los cuales permiten analizarlas, comprenderlas,
interpretarlas, describirlas, explicarlas, argumentarlas, caracterizar-
las e, incluso, direccionarlas, predecirlas y proyectarlas en el tiempo.

Estos rasgos caracterológicos son:

• Interconexiones

• Funciones

• Sentido y significado

• Regularidades

• Ritmo configurativo

A continuación paso a explicar cada una de las categorías que ca-


racterizan las configuraciones:
Configuración sistémica

Un sistema, para Bertalanffy (1976, 1978), es un conjunto de uni-


dades o de elementos entre los que existen relaciones pluriformes.
Todo sistema posee unidades (objetos o elementos), relaciones entre
ellos, un medio en el que se encuentra y una estructura aglutinadora.
402
La forma de funcionar en el medio tiende al equilibrio y al man-
tenimiento de la identidad. Los elementos no tienen sentido en sí
mismos sino en función del todo y están interrelacionados de tal for-
ma que una acción que produzca un cambio en una de las unidades
probablemente producirá cambios en el sistema.

Como dice Hegel (1994; p. 36), “el saber sólo es real como ciencia o
como sistema, y sólo puede ser expuesto como tal.”
Ahora bien, en la Teoría de la Configuración, un sistema está inte-
grado por procesos relacionados entre sí por alguna forma de inte-
racción que los identifica con determinada independencia, armonía
y coherencia, donde los procesos adquieren la identidad de otros
procesos inherentes (subprocesos) y sus relaciones e interconexiones
determinan el significado alrededor del cual se integran éstos, a la
vez que los subprocesos le aportan sentido al sistema.

En la determinación de la configuración sistémica se revelan las


relaciones e interconexiones entre los subprocesos y la dinámica del
todo: la totalidad y dinámica configuracional.
La configuración sistémica constituye el sistema de procesos y
subprocesos inherentes a una totalidad organizada, que pueden ser
identificados por medio de las relaciones de sentido y significación
dentro de los fines y funciones establecidas por la configuración.

Estas relaciones de sentido y significación determinan una configu-


ración y le aportan identidad, armonía y coherencia a los procesos y
subprocesos inmanentes. Toda unidad tiene una configuración espe-
cificable en términos de relaciones entre procesos o ambos.

La configuración sistémica representa las relaciones e interconexio-


nes entre los procesos que definen a una totalidad compleja, dinámica,
funcional y sistémica como una unidad de una determinada clase.
403
Por lo tanto, la configuración define y conserva su identidad de
clase al conservarse como un conjunto de relaciones invariantes. Si
cambia la configuración de la totalidad, cambia la identidad de clase
de ésta, y la unidad original se modifica, constituyendo otra configu-
ración.

Es frecuente, dice Maturana (2002b; p. 283), que se desvaloricen


las nociones generales. Es frecuente que se diga: “¡Ah, no!, es muy
general, no tiene aplicación práctica”. Cada vez que usted diga eso a
alguien es porque no sabe de qué está hablando, y lo mismo ocurre
si lo escucha decir de alguien. Esto por una razón muy simple: las
nociones generales son efectivamente las más potentes justamente
porque lo penetran todo, y es desde el adecuado entendimiento ge-
neral de los problemas que uno puede pararse para enfrentar las si-
tuaciones particulares que uno tenga que enfrentar.
Según Maturana (2002b; p. 286), todos los seres vivos somos siste-
mas dinámicos en continua interacción con nuestra circunstancia, y
el curso de los cambios estructurales que están teniendo lugar todo
el tiempo en nosotros, es contingente a nuestras interacciones en
nuestra circunstancia. Estas interacciones en nuestra circunstancia
corrientemente involucran a otros seres vivos, y en particular, a otros
seres humanos. El resultado es que, querámoslo o no, nuestra histo-
ria de cambio estructural sigue un curso contingente a la historia de
nuestras interacciones.
Y es precisamente en esas interacciones donde se manifiesta la di-
námica configuracional.
La configuración de una configuración es su conformación, los
procesos, interconexiones, funciones y significados que la hacen ser
una totalidad, una unidad total (holística) que representa un caso
particular de una clase determinada.

Por lo tanto, la combinación dinámica y funcional de una configu-


404
ración puede cambiar sin que ésta desaparezca mientras tales cam-
bios se dan con conservación de la organización que la define.

La teoría moderna de los sistemas de la vida considera los organis-


mos vivos en términos de múltiples fluctuaciones interdependien-
tes y yo utilizo el concepto de macro-configuración para describir
la pauta total que conecta dichos procesos múltiples de fluctuación.

La configuración no es una sustancia, ni tiene el significado pura-


mente cuantitativo del concepto científico de energía. Se utiliza de
manera constante en nuestra propuesta epistemológica para descri-
bir las diversas pausas de oscilación, fluidez y fluctuación en el orga-
nismo humano, así como los intercambios continuos entre el orga-
nismo y el contexto configurante.

La configuración no se refiere al flujo de ninguna substancia en


particular, sino que representa más bien el principio de dicho flujo
que, desde mi punto de vista es siempre cíclico y oscilántico.
Configuración significa expresión dirigida y organizada de movi-
miento; no es una expresión fortuita de movimiento.
El término configuración implica siempre una valoración y dicha
valoración es la definición de orientación. La configuración implica
direccionalidad, movimiento en una orientación determinada. Di-
cha orientación puede ser también explícita, aleatoria y/o desorde-
nada que conduce al orden, al todo.

Desde el punto de vista de los sistemas dinámicos, no lineales y


funcionales, un sistema vivo se caracteriza por múltiples fluctuacio-
nes. Dichas fluctuaciones tienen ciertas intensidades relativas, ade-
más de orientación y muchas otras pautas que podríamos describir.

En este sentido, la configuración tiene algo del concepto científico


405
de energía y del concepto común cotidiano de química, en cuanto a
que está asociado a un proceso. Pero no es cuantitativo, es cualitativo,
es una cualidad, un atributo, un proceso, es una descripción cualita-
tiva de una pauta dinámica, de una pauta de procesos.
La configuración la utilizo como medio para la descripción de pau-
tas dinámicas y funcionales, es un concepto teorico, no existe algo en
algún lugar que se llame configuración, y es en este sentido que digo
que configuración es una noción teórica.

Es un concepto evolucionado y racional en la psicología de la Ges-


talt y en la ciencia configuracional que propongo, pero en el lenguaje
cotidiano, evidentemente no lo es, por cuanto el término se utiliza
para designar la estructura de un objeto, por ejemplo, un computa-
dor o un software.

El aspecto cualitativo de configuración radica en su direccionali-


dad. Cualidad, en este sentido, corresponde a una direccionalidad
determinada, o determinable, la orientación del movimiento.
La cualidad hace referencia al movimiento, los procesos, las funcio-
nes, el significado, o al cambio, y especialmente a los cambios vitales
importantes en la vida humana, el espacio psíquico y el ambiente
sociocultural, es decir, el contexto configurante. De manera que la
orientación es el aspecto clave de la cualidad, el más importante, y
quizá podría decirse que es el único.

Cuando existen muchos movimientos formando un sistema diná-


mico interrelacionado, aparece una pauta dinámica y funcional, que
es lo que yo llamo configuración sistémica, porque configuración no
es el vacío, es la pauta organizada de interconexiones, definida de un
modo direccional y funcional.

La conformación de la configuración sistémica es su forma defini-


406
toria, la totalidad, el holos configurativo, las interconexiones que la
constituyen como unidad total y definen su identidad. Una configu-
ración conserva su identidad mientras conserva su conformación,
pero si sus procesos, funciones, significados e interconexiones cam-
bian, se modifica también la identidad de la configuración.

Por ejemplo, las células son estructuralmente entidades separadas,


pero funcionalmente son elementos constitutivos de los tejidos, y los
órganos son formas individuales de órdenes progresivamente supe-
riores, pero también tienen roles significativos como partes del orga-
nismo, y el desarrollo embriológico es un despliegue de su potencial
interno. Igualmente la encina podría verse como una bellota que ha
desplegado su potencial.

Según Grof (1998; p. 77), también podríamos seguir este proceso


en la dirección opuesta y profundizar en el microcosmos. Las célu-
las contienen orgánulos que están hechas de moléculas y están com-
puestas de átomos. Los átomos pueden dividirse en partículas suba-
tómicas y estas, a su vez, en quarks, que se consideran habitualmente
los elementos más pequeños de la materia. En ninguno de los ejem-
plos citados pueden entenderse las partes como entidades separadas
e independientes del sistema que constituyen. Sólo tienen sentido en
el contexto de totalidades más amplias y, en definitiva, como partes
de la totalidad de la creación.

Los organismos vivos –plantas, animales y seres humanos- per-


tenecen a diversos ecosistemas que se han desarrollado dentro de
la biosfera de nuestro planeta. En la compleja estructura dinámica
del universo, cada parte constituyente es una entidad separada y, al
mismo tiempo, es miembro de un todo más amplio. Individualidad
y participación en un contexto más amplio están dialécticamente
combinadas e integradas. (Grof, 1998; p. 82)

La nueva relación que la ciencia moderna ha descubierto entre el


407
todo y sus partes fue explorada y sistemáticamente descrita por el
escritor y filósofo británico Arthur Koestler. En su libro Janus, titu-
lado con el nombre del dios romano de dos caras, Koestler acuñó el
término holon para reflejar el hecho de que todo lo que existe en el
universo es simultáneamente un todo y una parte.

La raíz de esta palabra, hol, sugiere totalidad e integridad (del grie-


go holos: todo) y el sufijo on, que se utiliza habitualmente en los
nombres de partículas elementales, denota una parte o un elemento
constitutivo. Los holones son entidades de dos caras, como Jano, en
los niveles intermedios de cualquier jerarquía, que pueden ser des-
critas como totalidades o como partes, según como se les mire: desde
“abajo” o desde “arriba” (Koestler, 1978).

El concepto de holones ha sido recientemente más desarrollado de


una forma muy sofisticada y creativa por Ken Wilber (1995).
Los holones pueden acumularse en aglomerados más amplios. Las
bacterias, por ejemplo, pueden formar un cultivo, o las estrellas pue-
den formar una galaxia. Estos son holones sociales compuestos por
elementos del mismo orden. Estos holones también pueden crear
holones emergentes de un orden superior. Los átomos de hidrogeno
y los de oxigeno pueden combinarse en moléculas de agua, las ma-
cromoléculas pueden formar células y las células pueden organizarse
en organismos multicelulares. Estos son ejemplos de holones de un
orden progresivamente superior. Lo que es importante desde el pun-
to de vista de nuestra exposición es que en los estados holotrópicos
todos los holones, individuales o sociales, tienen sus estados subjeti-
vos correspondientes. Estos estados nos permiten identificarnos vi-
vencialmente, de una forma autentica y convincente, con cualquier
aspecto de la existencia que en nuestra conciencia cotidiana ordina-
ria sentimos con un objeto separado de nosotros. (Grof, 1998; p. 83)
De esta manera, siguiendo con Grof (1998; p. 83), podemos identi-
408
ficarnos conscientemente con átomos, moléculas o células concretas
del cuerpo, ya sea como entidades individuales, también podemos
atravesar la identificación existencial con grupos humanos enteros,
como, por ejemplo, todas las madres, todos los soldados o todos los
cristianos del mundo.

Ideas similares al concepto del holon de Koestler fueron expresadas en


el siglo XVIII en el trabajo filosófico y matemático Gottfried Wilhelm
von Leibniz. En su monadología, Leibniz (1951) describió el universo
como algo compuesto por unidades elementales llamadas mónadas.

Estas mónadas tienen muchas características de las jivas jainistas.


Lo mismo que en la visión del mundo jaimista, en la filosofía del
Leibniz todo el conocimiento del universo entero puede deducirse de
la información contenida en cada una de las mónadas.

Es interesante el hecho de que Leibniz originase la técnica mate-


mática que sirvió para el desarrollo de la holografía óptica, un nuevo
campo que proporcionó por primera vez una base científica sólida
al conflicto de la interpenetración mutua. Los hologramas ópticos
demuestran muy claramente las relaciones paradójicas que pueden
existir entre las partes y el todo, incluyendo la posibilidad de recupe-
rar la información del todo a partir de cada una de sus partes.

Es posible que al crear los mundos fenoménicos, la conciencia ab-


soluta esté utilizando los mismos principios que encuentran su ex-
presión material en la holografía óptica. En cualquier caso, el modelo
holográfico es el mejor marco conceptual de que disponemos hasta
la fecha para explicar el mundo de los fenómenos transpersonales.
(Grof, 1998; p. 86)

Abraham Maslow (1964), el psicólogo estadounidense ya fallecido,


que desempeñó un papel importante en la fundación tanto de la psi-
409
cología humanista como de la psicología transpersonal, entrevistó a
centenares de personas que habían vivido estados unitivos espontá-
neos, o “experiencias cumbre”, tal como él las llamó. Él fue capaz de
mostrar que las experiencias místicas no son síntomas de una pato-
logía ni pertenecen a los manuales de psiquiatría.

A menudo se producen en personas que no tienen problemas emo-


cionales graves y que, si no fuera por dichas experiencias, serian
consideradas “normales” según los criterios psicológicos corrientes.
Además, si estas experiencias se producen en un entorno compresivo
y son bien integradas, pueden tener consecuencias benéficas como
un mejor funcionamiento, una mayor creatividad o la “autorrealiza-
ción”. (Grof, 1998; p. 102)

La existencia de coincidencias extraordinarias de este tipo es difí-


cil de reconciliar con la comprensión del universo desarrollada por
la ciencia materialista. Es más fácil imaginar que estos sucesos tie-
nen un significado más profundo y que son creaciones lúdicas de la
inteligencia cósmica. Esta explicación es particularmente plausible
cuando contienen un elemento de humor, como es a menudo el caso.

Grof (1998; p. 119-120) utiliza como ilustración una verdadera his-


toria de la vida del astronauta americano Neil Armstrong, el primer
hombre que piso la luna. Si se combina la probabilidad astronómica
de que algo de este tipo sucede por azar con el exquisito humor de
esta historia, nos encontramos sin duda ante una de las “coinciden-
cias” más singulares de todos los tiempos.

Al descender del módulo lunar, justo antes de que sus pies tocasen la
superficie de la luna, Neil Armstrong pronuncio sus famosas palabras:
un pequeño paso para el hombre, un paso grande para la humanidad.
Mucho menos conocido es que, al subir de nuevo al módulo lunar
tras dejar la superficie de la luna, murmuró otra frase: ¡buena suerte,
410
señor Gorski!. Tras su regreso a la tierra, algunos periodistas intriga-
dos le preguntaron qué significaba aquella frase, pero Armstrong se
negó a revelarlo. Algunos pensaron que podría haber sido dirigida a
algún cosmonauta soviético, pero no había ninguno de este nombre.
Tras diversos esfuerzos frustrados por parte de los periodistas, se ol-
vidó todo el asunto.

En una fiesta en florida, alguien suscitó de nuevo la cuestión. En esta


ocasión, Neil Armstrong se sintió libre para desvelar el sentido de su
frase puesto que, entre tanto, señor Gorski y su esposa habían muerto.
Cuando Neil era niño, los Gorski eran los vecinos de la puerta de al
lado. Un día, Neil estaba jugando a la pelota en su jardín con sus ami-
gos. En algún momento, la pelota aterrizó en el jardín de los Gorski
bajo la ventana abierta de su dormitorio y a Neil le tocó recuperarla.
Los Gorski se hallaban en medio de una acalorada discusión. Cuan-
do Neil estaba recogiendo la pelota, oyó a la señora Gorski gritar:
¿sexo oral? ¿Quieres sexo oral? ¡Tendrás sexo oral cuando el niño de
al lado se pasee por la luna!.
¡Tanta coincidencia no puede ser casualidad!

Como se aprecia, asociado al concepto de configuración sistémica


se introduce el de niveles de complejidad, que reconoce la existencia
de órdenes y cualidades superiores e inferiores que representan dis-
tintos niveles de diferente complejidad, los cuales se manifiestan y
expresan por regularidades, donde cada nivel inferior está incluido
en el nivel superior y debe considerarse como un subproceso de éste,
lo que está relacionado con la noción de holoformidad y holonimia.

Holonimia

La importancia de los patrones rítmicos en la percepción visual ha


sido destacada por Karl Pribram con respecto a su modelo holográfico
del cerebro. Pribram también ha extendido la metáfora del holograma
411
sugiriendo que el todo está, de algún modo, contenido en cada una de
sus partes, lo cual podría ser una propiedad universal de la naturaleza.

El concepto de holonimia también se encuentra en dos teorías de


la física moderna: la teoría del “tirante” de partículas, de Geoffrey
Chew, y la teoría del orden entrelazado o implicado, de David Bohm.
La holonimia es una propiedad universal de la naturaleza, la socie-
dad y el pensamiento humano, es un atributo que caracteriza a los
sistemas autorreferentes, que Niklas Luhmann los clasifica en tres ti-
pos: los sistemas vivos, los sistemas psíquicos y los sistemas sociales.

Es una noción introducida por Karl Pribram en su Teoría Holográ-


fica, y expresa que el ser está de alguna manera contenido en cada
una de sus partes. En este sentido, podríamos afirmar que la confi-
guración está contenida en sus procesos inmanentes, es decir, en las
configuraciones de menor complejidad que la conforman. De esta
manera, la macroconfiguración está contenida en la mesoconfigura-
ción, y ambas están contenidas en la microconfiguración.

La importancia de las frecuencias en la percepción señalada parti-


cularmente por el neuropsicólogo Karl Pribram, le permitió desarro-
llar el modelo holográfico del cerebro en el que la percepción visual
se lleva a cabo a través de un análisis de modelos de frecuencia y la
memoria visual está organizada como un holograma. Según Pribram,
esto explica por qué a la memoria visual no la podemos localizar con
precisión en el interior del cerebro. Como en un holograma, el todo
está codificado en cada una de las partes.
Según Capra (2008a; p. 351), hasta ahora, la validez del holograma
como modelo para la percepción visual no ha sido establecida fir-
memente, pero al menos resulta útil como metáfora. Su importancia
principal puede consistir en su insistencia en el hecho de que el cere-
bro no almacena la información recibida en lugares bien definidos,
sino que la distribuye muy extensamente y, desde una perspectiva
412
más amplia, en el pasaje conceptual de estructuras a frecuencias.

Otro aspecto interesante de la metáfora holográfica es su posible


relación con dos ideas de la física moderna. Una de ellas es la idea,
expresada por Geoffrey Chew, según la cual las partículas subatómi-
cas están compuestas dinámicamente las unas por las otras, de suerte
que cada una de ellas comprende a todas las demás; la otra idea es la
noción, formulada por David Bohm, de un orden implícito, según la
cual toda la realidad estaría implícita en cada una de sus partes.

Todos estos enfoques tienen en común la idea de que la holonimia


el concepto de que todo el ser está de alguna manera contenido en
cada una de sus partes bien pudiera ser una propiedad universal de
la naturaleza. (Capra, 2008a; p. 351)

Por otro lado, Bohm comprende que el holograma es demasiado


estático como para utilizarlo como modelo del orden implicado a ni-
vel subatómico. Para expresar la naturaleza esencialmente dinámica
de la realidad subatómica, ha acuñado el término “holomovimiento”.
Según él, el holomovimiento es un fenómeno dinámico, del que flu-
yen todas las formas del universo físico.

El objetivo de su enfoque es estudiar el orden implicado en dicho


holomovimiento, no ocupándose de la estructura de los objetos, sino
de la estructura del movimiento, teniendo así en cuenta tanto la uni-
dad como la naturaleza dinámica del universo. (Capra, 2009; p. 72)

Esta idea la han expresado también muchas tradiciones místicas y


parece desempeñar un papel muy importante en las visiones místicas
de la realidad. Recientemente, la metáfora del holograma ha inspirado
a varios investigadores y se ha aplicado a distintos fenómenos físicos
y psicológicos. Desgraciadamente, no siempre se toman las precaucio-
nes necesarias, y en el entusiasmo general se pierden de vista las dife-
rencias que existen entre una metáfora, un modelo y el mundo real. El
413
universo claramente no es un holograma, pues presenta gran cantidad
de vibraciones de frecuencias diferentes, y por tanto el holograma sue-
le resultar útil sólo como analogía para describir los fenómenos rela-
cionados con este tipo de vibraciones. (Capra, 2008a; p. 352)
Bohm afirma que “el holomovimiento es un término indefinible.
En matemáticas existe la noción de lo indefinible, que, no obstante,
puede convertirse en fuente de relaciones definibles. Pues bien, el
holomovimiento es fundamentalmente un término indefinible que
tiene varios factores o aspectos, como luz, electrones, sonido, neutro-
nes, neutrinos, etc., y también pensamiento, deseo, voluntad, etc. Y
no podemos reducir necesariamente el uno al otro, aunque todo está
relacionado entre sí.” (En: Pribram, 2008; p. 115)
Según Bohm, somos parte del holomovimiento y por lo tanto no
podemos interactuar con él. La conciencia misma es un rasgo del
holomovimiento en esta concepción y, por eso, el contenido de la
conciencia se refiere al holomovimiento en su conjunto. Es un po-
quito como Leibniz, si quiere expresarlo asi: cada mónada se refiere
al todo, pero con distintos grados de compleción y perfección. (En:
Pribram, 2008; p. 125)

Finalmente, Bohm explica que si adoptamos ahora la concepción


del holomovimiento, con esa vasta reserva de energía y espacio vacío,
si decimos que la propia materia es esa pequeña onda en el espacio
vacío, podríamos decir mejor que el espacio (y partimos del espacio
general) es, como un todo, la base de la existencia, y que nosotros
estamos en él. Así que el espacio no nos separa, nos une. Por eso es
como decir que hay dos puntos separados y que cierta línea de pun-
tos los conecta, lo que revela cómo creemos que están relacionados, o
decir que hay una línea real y que los puntos son abstracciones. (En:
Pribram, 2008; p. 128)

Precisamente, la configuración constituye la unidad sistémica para


414
el estudio y comprensión de los eventos y procesos de la realidad
socio-humana, en un contexto de relaciones e interacciones multidi-
mensionales constantes, constitutivas del “orden implicado”, en tér-
minos de David Bohm.
El orden implicado debe extenderse con bastante frecuencia a una
realidad, es una totalidad no fragmentada, incluyendo el universo en-
tero con todos sus campos y partículas. Así que tenemos que decir que
el holomovimiento envuelve y despliega un orden multidimensional,
cuya dimensionalidad es, en efecto, infinita. (Bohm, 1998; p. 263).

Holoformidad

El holograma es un tipo especial de sistema de almacenamiento


óptico en el que cada parte individual contiene toda la imagen de la
forma condensada. La parte está en el todo y el todo está en cada par-
te, una especie de unidad en la diversidad y diversidad en la unidad.
El punto crucial es sencillamente que la parte tiene acceso al todo.
Así que, si el cerebro funcionase como un holograma, tendría acceso
a un todo mayor, a un campo o esfera de frecuencia holística que
trascendería los limites espaciales y temporales.
Y, según, Pribram (2008) este campo podría ser muy bien el domi-
nio de la unidad en la diversidad trascendental descrito (y experi-
mentado) por los grandes místicos y sabios del mundo.
Ken Wilber expone su punto de vista al respecto: se esté o no de
acuerdo con el (los) nuevo(s) paradigma(s), hay una conclusión cla-
ra: con mucho, la nueva ciencia requiere espíritu; como poco, deja
un amplio espacio para el espíritu. En cualquier caso, la ciencia mo-
derna ya no niega el espíritu. Y eso es lo que hace época. Como ha
observado Hans Küng, la respuesta normal a la pregunta de “¿Cree
usted en el espíritu?” solía ser “¡Claro que no, soy científico!”. Pero
muy pronto podría ser esta: “claro que creo en el espíritu. Soy cientí-
fico”. (En: Pribram, 2008; p. 11)
415
Ahora bien, cuando se habla de configuraciones como totalidades
identitarias y coherentes (macroconfiguraciones), se puede referir a todo
el universo, porque es en última instancia la mayor totalidad conocida.
Sin embargo, cuando se está analizando algún fenómeno social o huma-
no se necesita poner contornos en la configuración considerada.

Con basamento en la holoformidad se pueden determinar los pro-


cesos que constituyen una configuración reconocible, es decir, la ma-
croconfiguración, porque se identifican sus contornos, lo que permite
comprenderla, explicarla e interpretarla y con ello establecer regulari-
dades dentro del proceso o entre el proceso y su entorno configurante.

Dejemos que sea Hegel quien lo explique, en esta conceptualiza-


ción del desarrollo y evolución de configuraciones:
“Lo verdadero es el todo. Pero el todo tan sólo es la esencia que no
se completa sino por su desarrollo. Hay que decir del absoluto que es
esencialmente resultado, que solamente en final es lo que en verdad
es, y en ello consiste precisamente su naturaleza, en ser algo real, su-
jeto o mismificación.” (Hegel, 1994; p. 34)

Lo esencial es tener presente que la configuración es cualquier en-


tidad holoforme, que se muestra como independiente y coherente,
aunque se encuentre situada al interior de otra configuración (meso),
o aunque circunde y contenga a otras configuraciones (micro) de
menor alcance y complejidad.

La coherencia de la configuración se determina a través de com-


probar la holoformidad de la misma.
A la manera de un punto de holograma, llevamos en el seno de
nuestra singularidad, no sólo toda la humanidad, toda la vida, sino
también casi todo el cosmos, comprendiendo en él su misterio que
yace sin duda en el fondo del naturaleza humana.
416
He aquí pues los dones que una nueva cultura científica puede apor-
tar a la cultura humanista: la situación del ser humano en el mundo,
minúscula parte del todo pero que lleva la presencia del todo en esta
parte minúscula. Lo revela a la vez en su pertenencia y su alienidad
respecto del mundo. De este modo la iniciación a las ciencias nuevas
se convierte al mismo tiempo en iniciación, por medio de estas cien-
cias, en nuestra condición humana. (Morín, 2010a; p. 51)

Holoedridad

Toda configuración tiene una naturaleza orgánica, por lo tanto


una acción que produzca cambio en uno de sus procesos, con mu-
cha probabilidad producirá cambios en todos los otros procesos de
ésta. En otros términos, cualquier acción en un proceso de la con-
figuración afectará todos los demás procesos, debido a la relación
existente entre ellos.

El efecto total de esos cambios o alteraciones se presentará como


un movimiento de toda la configuración, que siempre reaccionará
como totalidad a cualquier estímulo producido en cualquiera de sus
procesos inmanentes. Las múltiples y diversas caras de la configura-
ción están integradas en un todo configuracional.

La configuración total (macroconfiguración) se representa por to-


dos los procesos y sus relaciones e interconexiones necesarias para
cumplir funciones que precisan las finalidades para la cual fueron
configurados los procesos y relaciones.

Las configuraciones, a diferencia de los sistemas, no tienen res-


tricciones ni limitaciones introducidas en su dinámica, no tienen
límites (fronteras) que delimiten condiciones bajo las cuales debe
existir, lo cual evidencia sus características holoédricas, autorre-
ferenciales y autopoieticas.
417
Una descripción pura abarcaría todos los hechos (o sea todas las
diferencias afectivas) inmanentes en los fenómenos descritos, pero
indicaría ninguna clase de conexión entre esos fenómenos que pu-
diera tornarlos más comprensibles.

En cambio, una explicación puede ser total sin ser descriptiva. (Ba-
teson, 2011; p. 95)
Una explicación tiene que ofrecer algo más de lo que ofrece una
descripción, y, a la postre, la explicación apela a la tautología, la cual,
según yo la he definido, es un conjunto de proposiciones de tal ma-
nera vinculadas entre sí que los nexos entre las proposiciones son
forzosamente válidos. (Bateson, 2011; p. 97)

La totalidad es mayor que la suma de sus partes a causa de que la


combinación de las partes no es una simple adición, sino que tiene la
índole de una multiplicación o un fraccionamiento, o la índole de la
creación de un producto lógico. (Bateson, 2011; p. 100)

Proceso

Según Zemelman (2009; p. 39), hay un problema de manejo del


concepto de estructura muy claro y que es perfectamente comprensi-
ble, porque éste es uno de los conceptos más fuertes que conforman
el paradigma de la racionalidad científica desde hace muchos siglos.

Diría que en el concepto de estructura se condensó, durante muchí-


simo tiempo, la gran aportación del paradigma de la explicación cien-
tífica desde el siglo XVII en adelante que implicaba buscar, a partir de
la regularidad, la estructura como la invariante. Esto se transformó,
por lo tanto, en el discurso de las variaciones en torno de un eje inva-
riante, lo que correspondía a una regularidad numérica o empírica.

Eso puede estar bien, el problema está cuando se transforma en una


418
categoría extrapolable a cualquier situación del pensamiento, ese es el
punto, entonces ya no estamos solamente ante la exigencia de la inva-
riante, estamos frente a la estructura transformada en una estructura
categorial, excluyente de cualquier otra concepción de cientificidad.

Zemelman (2009; p. 40) selecciona este problema debido a que es


uno de los puntos que está en la dificultad o en el obstáculo para
poder resolver algunas exigencias epistémicas de hoy, consistentes,
muchas de ellas, en cambiar el paradigma de lo que estamos llaman-
do de la ciencia o de la simplicidad. El problema no es tanto la causa,
a lo mejor ni siquiera el concepto de ley, el problema puede estar más
bien en el concepto de estructura que se vincula con la dificultad,
por ejemplo, de manejar la idea de proceso. Todos han pasado por la
dificultad enorme de manejar la idea de proceso.
No se trata de negar la determinación, se trata de complejizarla.
Para ponerlo en términos más exactos, se trata de complejizar el al-
cance que tiene la determinación. Pero, en todo caso, lo que sí está
muy claro es que el concepto mismo de determinación clásica ya no
puede seguir siendo el actual, entendiendo por concepto clásico de
determinación lo que todos sabemos, determinar es negar, vale decir,
es reducir la realidad a aquello que está dentro de la determinación y
olvidarse simplemente de todo aquello que está fuera de sus límites,
por eso la estoy negando, pero la estoy negando como realidad. (Ze-
melman, 2009; p. 42)

La articulación de niveles de realidad cumple la función de exigencia


de objetividad, y Zemelman (2009; p. 44) entiende este concepto de
objetividad como relación entre niveles y momentos de un fenómeno.
Esto tiene que ver con un tema que es casi de sentido común, si-
guiendo con Zemelman (2009; p. 46), tiene que ver con la naturaleza
compleja del objeto, con la naturaleza transdisciplinaria del mismo.
¿Por qué se está diciendo lo que se está diciendo, de la manera como
419
se está diciendo? Sin pretender hacer un diagnóstico, la cuestión que
subyace es que se exprese en los enunciados la complejidad del ob-
jeto. Cuando decimos que ya los objetos no son sólo sociológicos,
no son sólo económicos, no son sólo antropológicos, sino que son
socioantropológicos, políticos, culturales, en otro lenguaje más epis-
témico, es lo mismo que estoy diciendo aquí.

El problema es que ese otro lenguaje, ya no es simplemente una


constatación de una situación producida en el ámbito del conoci-
miento concreto, sino que apunta a la forma de razonamiento, que es
lo que interesa discutir. (Zemelman, 2009; p. 47)

Por otro lado, según Bateson (2011; p. 206), es menester explayarse


algo más sobre la relación entre forma como un análogo de lo que
he denominado tautología, y la de proceso como un análogo de lo
que he denominado tautología, y la de proceso como un análogo de
la suma de fenómenos que se quiere explicar. La tautología es con
respecto a la descripción lo que la forma es con respecto al proceso.

Esta dicotomía, que priva en nuestros espíritus científicos cuando


miramos “hacia” el mundo de los fenómenos, es también propia de
las relaciones entre los mismos fenómenos que procuramos analizar.
(Bateson, 2011; p. 206)

La dicotomía existe a ambos lados de la valla que nos separa de los


sujetos de nuestro discurso. Las cosas-en-si (las dingeansich), inacce-
sibles a nuestra indagación directa, mantiene entre sí relaciones com-
parables a las que existen entre ellas y nosotros. Ellas (aun las que están
vivas) tienen experiencia directa una de otra –cuestión esta que tiene
gran significación, y primer postulado necesario para toda compren-
sión del mundo viviente-. Lo decisivo es el presupuesto de que las ideas
(en un sentido muy lato de la palabra) tienen consistencia y realidad.
Ellas son las que podemos conocer, y no podemos conocer nada más.
420
Las “realidades verdaderas” son las regularidades o “leyes” que las ligan
entre sí. Y esa es la mayor proximidad a que podemos llegar con res-
pecto a la verdad última. (Bateson, 2011; p. 207)
Bateson (2011; p. 209) sostiene que las relaciones implícitas o in-
manentes en los sucesos de la historia personal, la secuencia del zig-
zag de pasos que llevan de la forma al proceso, y de nuevo a la forma,
suministran un paradigma muy eficiente para el cartografiado de
muchos fenómenos, algunos de los cuales ya han sido mencionados.

Bateson (2011; p. 210) afirmó que este paradigma no se limita a


una narración personal de como llego a construirse un fragmento
determinado de teoría, sino que reaparece una y otra vez siempre
que en la organización de los fenómenos predomina el proceso
espiritual. En otras palabras: cuando sacamos la noción de tipi-
ficación lógica del campo de la lógica abstracta y comenzamos a
cartografiar sucesos biológicos reales en las jerarquías de este para-
digma, de inmediato nos encontramos con que en el mundo de los
sistemas espirituales y biológicos la jerarquía no es solo una lista de
clases, sino que se ha convertido también en una (escala en zig-zag
de dialéctica entre la forma y el proceso)

Bateson (2011; p. 211) afirma además, que la misma naturaleza de


la percepción sigue este paradigma; que el aprendizaje debe mode-
larse sobre un paradigma en zigzag de esta misma índole, que en el
mundo social la relación entre el amor y el matrimonio, o entre la
educación y la posición social, necesariamente se atiene a un para-
digma semejante; que en la evolución, la relación entre el cambio
somático y el filogenético, y entre lo aleatorio y lo seleccionado, tiene
esta forma en zig-zag. Este autor sugiere que relaciones similares pri-
van, en un nivel más abstracto, entre la formación de nuevas especies
y la variación, entre la continuidad y la discontinuidad, y entre el
número y la cantidad.
421
Si un suceso cualquiera depende de cierta característica de una
muestra múltiple de alguna otra especie de sucesos, debe trascurrir
tiempo para la acumulación de esa muestra, y ese tiempo trascurri-
do interrumpirá a trechos el suceso dependiente produciendo una
discontinuidad. Pero, desde luego, en un mundo de causación pura-
mente física no habría tales “muestras”. Las muestras son creaciones
artificiales de la descripción, hijas del espíritu, y conformadoras del
proceso espiritual. (Bateson, 2011; p. 218)
No puede concebirse un mundo de los sentidos, de la organización
y la comunicación, sin discontinuidad, sin umbrales. Si los órganos
de los sentidos pueden únicamente recibir noticias acerca de la dife-
rencia, y si las neuronas o bien actúan o bien no actúan, el umbral
se convierte de suyo en uno de los caracteres de la configuración del
mundo viviente y espiritual.

El claroscuro está muy bien, pero William Blake nos asegura rotun-
damente que los hombres sabios ven contornos y por consiguiente
los trazan. (Bateson, 2011; p. 219)
Lo que resulta durante más tiempo verdadero, en criterio de Bate-
son (2011; p. 222), de hecho resulta verdadero durante más tiempo
que aquello que no resulta verdadero durante tanto tiempo.
Bajo la lente de un macroscopio suficientemente grande, ningu-
na idea puede ser errónea, ninguna finalidad puede ser destructiva,
ninguna disección puede estar descaminada. (Bateson, 2011; p. 223)
“Tú dijiste que las partes de una totalidad las hacemos nosotros”, le
dice a Bateson su hija, en uno de sus famosos metálogos.
“No, yo dije que las partes son útiles cuando queremos describir
totalidades” (Bateson, 2011; p. 223)
Precisamente, el término configuración es generalmente empleado
en el sentido de sistema total, holístico (macro-configuración). Ahora
422
bien, las configuraciones, a diferencia de los sistemas, no están integra-
das por elementos estructurales (componentes, partes) necesarios para
la operación del sistema total, llamados subsistemas; sino que el siste-
ma, en tanto configuración, se configura en procesos y subprocesos,
meso-configuraciones y micro-configuraciones, de manera respectiva.

Estos procesos están formados por configuraciones de orden inferior,


más detalladas, de menor complejidad. De manera que, tanto el nivel
de complejidad de las configuraciones como el nivel de complejidad
de los procesos dependen de la complejidad intrínseca de las configu-
raciones inherentes al sistema total (macro-configuración), holístico.

Luhmann (1998; p. 65) define el concepto de proceso, argumentan-


do que éstos se realizan de tal manera que acontecimientos concre-
tos, selectivos, se basan cronológicamente unos en otros, se suceden,
es decir, incorporan selecciones previas, respectivamente previsibles
como premisas de selección, en la selección individual.

Es comprensible entonces que la introducción de un tipo particular


de proceso constituya actualmente el principal propósito de la Confi-
guralogía. Los científicos sociales que deseen familiarizarse con esta
teoría deben concentrar su atención sobre situaciones, acontecimien-
tos o eventos extensos que se distribuyan, intercambien, fluyan, osci-
len y regulen a sí mismas como totalidades dinámicas y funcionales.

Como es lógico, estos procesos tienen ciertas particularidades que


sólo poseen como estados extensos, y lo mismo sucede con los sub-
procesos inmanentes.
Los procesos y las relaciones entre los procesos inmanentes a una
unidad sistémica determinada constituyen su configuración. Las re-
laciones que constituyen la configuración de una unidad total se reali-
zan como subprocesos de las relaciones que se realizan en el proceso,
que incluye más relaciones que las de los subprocesos subordinados.
423
El concepto de proceso se identifica con los límites entre la configu-
ración y su contexto configurante.
Contexto configurante

Según Bateson (2010; p. 182), la misteriosa y polimórfica relación


entre contexto y contenido predomina tanto en la anatomía como
en la lingüística; y los evolucionistas del siglo XIX, preocupados por
lo que entonces se llamaba las “homologías”, estaban, de hecho, es-
tudiando precisamente las estructuras contextuales del desarrollo
biológico. Todo el contenido de esta especulación se torna casi lugar
común cuando advertimos que lo mismo la gramática que la estruc-
tura biológica son productos de un proceso de comunicación y de
organización. La estructura de la planta es una transformación com-
pleja de instrucciones genotípicas, y el “lenguaje” de los genes, como
cualquier otro lenguaje, debe tener necesariamente una estructura
contextual. Además, en toda comunicación tiene que existir perti-
nencia entre la estructura contextual del mensaje y alguna estructu-
ración del recipiente. Los tejidos de la planta no podrían “leer” las
instrucciones genotípicas portadas por los cromosomas de cada cé-
lula si la célula y el tejido no existieran, en determinado momento, en
una estructura contextual.

Lo que hasta aquí se ha dicho servirá de suficiente definición


de lo que aquí entendemos por “forma y patrón”. El centro de la
discusión estuvo situado, más sobre la forma que en el contenido;
sobre el contexto más que en lo que ocurre “en” el contexto dado;
sobre la relación más que sobre las personas o hechos relaciona-
dos. (Bateson, 2010; p. 182)

Para Bateson (2010; p. 183) lo que evoluciona es el contexto. “Nada


tiene significado si no se lo ve en algún contexto”, solía decir. A esta
visión de Bateson se la llama trasferencia y es un fenómeno general
en las relaciones humanas.
424
Es una característica universal de toda interacción entre personas,
porque, después de todo, la conformación de lo sucedido ayer entre
tú y yo pasa a conformar nuestra manera de reaccionar hoy uno fren-
te al otro. Y esa conformación es, en principio, una “trasferencia” del
aprendizaje anterior. (Bateson, 2011; p. 25)

Lo que Bateson (2011; p. 149) afirma es que existe un aprendizaje


del contexto, aprendizaje diferente del que ven los experimentadores,
y que nace de una especie de descripción doble que va de la mano
con la relación y la interacción. Además, como todos los temas del
aprendizaje contextual, esos temas relacionales se auto-convalidan.
El orgullo se nutre de la admiración, pero siendo esta condicional -y
el hombre orgulloso teme el desprecio del otro-, de ello se desprende
que nada puede hacer el otro para disminuir el orgullo. Si muestra
desprecio, igualmente refuerza el orgullo.
El entorno se da en forma de sentido y los límites del entorno son
límites de sentido; por consiguiente, se remiten al mismo tiempo,
hacia afuera y hacia dentro. El sentido, en general, y los límites del
sentido, en particular, garantizan el nexo insuperable entre sistema
y entorno mediante la forma especial de sentido: remisiones redun-
dantes. Ningún sistema de sentido se puede perder definitivamente
en el entorno o en sí mismo, ya que siempre lleva implícito el sentido
que remite más allá de los límites. El proceso de diferenciación del
sistema con ayuda de los límites particulares del sentido articula un
nexo de remisiones del mundo universales, con la conciencia de que
para el sistema se señala que es lo que pretende consigo mismo y con
su entorno. (Luhmann, 1998; p. 79)

Pero, en palabras de Luhmann (1998; p. 80) el límite mismo está


determinado por el sistema, de tal manera que la diferencia del siste-
ma con el entorno puede concebirse como un resultado del sistema,
a saber, tematizado como un proceso autorreferencial.
425
En nuestra teoría configuracional, el contexto configurante es el
conjunto de todos los procesos que, dentro de una proximidad espe-
cífica, pueden tener alguna influencia sobre la dinámica de la confi-
guración. Las proximidades son las condiciones contextuales dentro
de la cual la configuración existe, opera, se despliega, se desarrolla y
se configura con otras configuraciones.

La configuración y el contexto configurante tienen un carácter re-


lativo, que se establece según los criterios con que se defina la propia
configuración. Por ejemplo, el universo está formado de múltiples
configuraciones que se interrelacionan, siendo posible pasar de una
configuración a otra más abarcadora (macro-configuración), como
también pasar a procesos inherentes a ella, es decir, a configuraciones
de menor complejidad (meso y micro-configuraciones).

Las configuraciones se desarrollan en un contexto configuran-


te en el que existen, se despliegan y son condicionadas por éste, no
existiendo configuraciones que estén fuera del contexto configurante,
ni viceversa, de manera que una configuración es, a la vez, un contexto
configurante, y un contexto configurante es, a la vez, una configuración.

Como dice Maturana (2002b; p. 203), al cambiar las correlaciones


sensoefectoras del organismo cambia la configuración de encuentros
de los sensores del organismo con el medio, con lo que cambia la
configuración de cambios estructurales gatillados en éstos y su parti-
cipación como componentes neuronales del sistema nervioso.

El modo de vivir de un organismo modula el operar de subsistema


nervioso al modular su dinámica estructural, y el operar del sistema
nervioso modula el vivir del organismo al modular el curso de sus
interacciones al modular sus correlaciones sensoefectoras. (Matura-
na, 2002b; p. 204)
426
Rasgos caracterológicos:

Como ya afirmamos, con el fin de comprender, analizar, describir,


explicar y argumentar las configuraciones, ha sido necesario revelar
los rasgos que las caracterizan, los cuales permiten, a su vez, direc-
cionarlas e, incluso, predecirlas y proyectarlas. Estos rasgos caracte-
rológicos son:

Interconexiones

A partir de la Segunda Guerra Mundial, se puso de moda la in-


vestigación “interdisciplinaria”. Y esto significa habitualmente, por
ejemplo, que un ecólogo necesitará de un geólogo que le informe de
las rocas y el suelo que forman el terreno que aquél está investigando.
Pero hay otro sentido en el cual la labor científica puede pretender
ser interdisciplinaria.

El hombre que estudia la disposición de las hojas y ramas cuando


crece una planta de flor puede observar una analogía formal entre las
relaciones formales que se dan entre las ramas, las hojas y los pimpo-
llos y las relaciones formales que existen entre diferentes clases gra-
maticales de palabras que integran una oración. Pensará en una hoja
no como algo plano y verde sino como algo relacionado de alguna
manera particular con el tallo del cual crece y con el tallo secundario
(o brote) que se forma en el ángulo que cae entre la hoja y el tallo pri-
mario. De manera similar, el lingüista moderno piensa en un “nom-
bre” no como el “nombre de una persona, lugar o cosa”, sino como
miembro de una clase de palabras definidas por su relación dentro
de la estructura de la oración, con los “verbos” y otras partes de ella.
(Bateson, 2010; p. 181)

Bateson (2010; p. 181) afirma que quienes piensan primero en las


cosas que son relacionadas (los relata) rechazarán por rebuscada
cualquier analogía entre la gramática y la anatomía de las plantas.
427
Después de todos una hoja y un sustantivo no se asemejan entre sí
por su apariencia externa. Pero si pensamos primero en las relaciones
y consideramos los términos relacionados como definidos exclusiva-
mente por sus relaciones, comenzamos a asombrarnos. ¿Es que existe
una analogía profunda entre la gramática y la anatomía? ¿Existe una
ciencia interdisciplinaria que se ocupe de tales analogías? ¿Cuál sería
el objeto formal de esa ciencia? ¿Y por qué deberíamos esperar que
tales analogías remotas tengan significado?

Al hablar de cualquier analogía, es importante definir con exacti-


tud qué es lo que pretendemos cuando decimos que la analogía es
significativa. En el ejemplo presente, no pretendemos que un sustan-
tivo tenga el mismo aspecto que una hoja. Ni siquiera pretendemos
que la relación entre hoja y tallo sea la misma que entre sustantivo y
verbo. (Bateson, 2010; p. 181)

Lo que Bateson (2010; p. 182) quiere decir es que lo que pretende-


mos es, primero, que, lo mismo en la anatomía que en la gramática,
las partes tienen que clasificarse de acuerdo con las relaciones que
median entre ellas. En ambos campos, las relaciones tienen que pen-
sarse como algo primario, y los términos relacionados como algo se-
cundario. Además de esto, se pretende que las relaciones son del tipo
generado por procesos de intercambio de información.
Bateson comenzó a pensar en esas cosas mucho tiempo atrás, y he
aquí dos nociones que elaboró antes de la segunda guerra mundial,
cuando estaba trabajando en lo que llamó la “dinámica” o la “mecáni-
ca” de la cultura Iatmul del rio sepik (nueva guinea). (2011; p. 147-148):

Una de esas nociones fue que a unidad de interacción y la unidad


de aprendizaje caracterológico (no la mera adquisición de la deno-
minada “respuesta” cuando suena el timbre, sino la adquisición de la
predisposición para tales automatismos) coinciden entre sí.
428
El aprendizaje de los contextos de la vida es una cuestión que debe
ser examinada, no internamente, sino como relación externa entre dos
seres. Y una relación es siempre un producto de doble descripción.
Es correcto (y constituye un gran avance) comenzar a pensar en
los dos bandos que participan en la interacción como dos ojos, cada
uno de los cuales da una visión binocular en profundidad. Esta doble
visión es la relación.

La relación no es interior a la persona individual. No tiene senti-


do hablar de “dependencia”, “agresividad”, “orgullo” etc. Todas estas
palabras tienen su raíz en lo que ocurre entre personas, no en tal-o-
cual-cosa presuntamente situada dentro de una persona.

Hay, sin duda, un aprendizaje en el sentido más restringido. Hay


cambios en A y hay cambios en B que corresponden a la dependencia-pro-
tección de la relación. Pero la relación viene primero: es precedente.
Sólo si uno se aferra de manera rigurosa a la primacía y prioridad de
la relación puede evitar las explicaciones dormitivas. El opio no contiene
un principio dormitivo, y el hombre no contiene un instinto agresivo.
El material de nueva guinea y muchas otras cosas que obtuve des-
pués me enseñaron que no iría a ninguna parte explicando la con-
ducta orgullosa, por ejemplo, mediante la referencia al “orgullo” de
un individuo. Tampoco se puede explicar la agresión por referencia
a la “agresividad” instintiva (o aun adquirida). Afirmo que esa expli-
cación, que desplaza la atención del campo interpersonal a un artifi-
cioso instinto interior (o tendencia, o principio, o lo que sea), es un
gran disparate que no hace sino ocultar los verdaderos interrogantes.
Si tú quieres hablar, digamos, del “orgullo”, debes tomar como refe-
rencia dos personas o dos grupos, y lo que acontece entre ellos. A es
admirado por B; la admiración de B es condicional, y puede trocarse
en desprecio, etc. Puedes entonces definir una especie particular de
429
orgullo por referencia a una pauta particular de interacción.

Lo mismo es válido para la “dependencia”, el “coraje”, la “conducta


pasiva-agresiva”, el “fatalismo”, etc. Todos los adjetivos caracterológicos
deben ser reducidos o ampliados a fin de derivar sus definiciones de
pautas de intercambio, o sea, de combinaciones de descripción doble.

Asi como la visión binocular ofrece la posibilidad de un nuevo or-


den de información (acerca de la profundidad), asi también la com-
prensión (consciente e inconsciente) de la conducta a través de la re-
lación ofrece un nuevo tipo lógico de aprendizaje. (En mi libro Pasos
hacia una ecología del espíritu, he llamado a esto “aprendizaje II” o
“deutero-aprendizaje”.)

La cuestión nos resulta un poco difícil de captar porque hemos sido


enseñados a pensar en el aprendizaje como un asunto entre dos uni-
dades: el maestro “enseña” –se nos decía- y el alumno (o el animal
experimental) “aprende”. Pero ese modelo lineal progresivo quedo
caduco cuando nos anoticiamos de los circuitos cibernéticos de inte-
racción. La unidad mínima de interacción contiene tres componen-
tes. (En esto los tres experimentadores estaban en lo cierto, pese a su
ceguera respecto de las diferencias en los niveles lógicos).
Llamemos a esos tres componentes “estimulo”, “respuesta” y “re-
fuerzo”. De ellos, el segundo es el refuerzo del primero y el tercero
es el refuerzo del segundo. La respuesta del que aprende refuerza el
estímulo del que enseña, etc.

El orgullo es: admiración condicional concedida por un especta-


dor, mas respuesta del actor, más una medida adicional de admira-
ción… (¡Córtese la secuencia donde se quiera!) Por supuesto, los
componentes de los contextos de aprendizaje pueden interconectarse
de centenares de modos distintos, y consecuentemente hay centena-
res de “rasgos” caracterológicos; lo extraño es que de esos centenares
430
los experimentadores han buscado alrededor de media docena.

En efecto, los científicos y las mentes científicas han considerado


una ilusión la sensación de la interconexión entre los seres humanos,
y la de éstos con la naturaleza. A partir de entonces empezaron a ma-
nifestarse las evidencias al respecto.

Bateson construyó una escala para pensar acerca de la pauta que


conecta.
Podemos ahora aproximarnos con palabras a su tesis central: La
pauta que conecta es una metapauta. Es una pauta de pautas. Es esa
metapauta la que define esta amplia generalización: que, de hecho,
son las pautas las que conectan. (Bateson, 2011; p. 21)

Bateson (2011; p. 23) decía que hemos sido adiestrados para pen-
sar en las pautas (a excepción de las de la música) como cosas fijas.
Eso es más cómodo y sencillo, pero, desde luego, carece de sentido.
En verdad, para comenzar a pensar acerca de la pauta que conecta
lo correcto es considerarla primordialmente (cualquiera sea el sig-
nificado de esta palabra) como una danza de partes interactuantes,
y sólo secundariamente fijada por diversas clases de límites físicos y
por los límites que imponen de manera característica los organismos.
Asimismo, según Laszlo (2009; p. 14), si consideramos nuestras
conexiones en el marco de las nuevas ciencias -sobre todo de la fí-
sica cuántica-, veremos que aparecen indicaciones acerca de que la
“unión” que la gente experimenta a veces no es ilusoria y que la ex-
plicación no está más allá del campo de la ciencia. Igual que los cuan-
tos, y los átomos y moléculas, pueden conectarse instantáneamente
a través del tiempo y el espacio, también los organismos vivos -sobre
todo el cerebro y sistema nervioso complejo y suprasensible de los
organismos evolucionados- pueden conectarse instantáneamente
con otros organismos, con la naturaleza y con el cosmos en su con-
431
junto. Se trata de algo vital, importantísimo, pues admitir la intuición
de las conexiones con nuestra consciencia cotidiana puede inspirar
la solidaridad que tanto necesitamos para vivir en este planeta para
vivir en armonía entre nosotros y con la naturaleza.
Los científicos saben ahora que las partículas están involucradas
-conectadas de forma no local- entre sí a través del espacio: cuentan
con una unidad previa que está activa y manifiesta. Las cosas vivas de
todo tipo están conectadas de manera no local a través de la biosfera;
la suya es una conexión sutil que también está activa y es real, aunque
lo hayamos descubierto recientemente. (Laszlo, 2009; p. 117)

En las vanguardias de la ciencia están apareciendo evidencias que


demuestran que a un nivel profundo todas las cosas del cosmos están
conectadas entre sí. Esta conexión, como Laszlo (2009; p. 203) sugie-
re, es válida respecto a los cerebros humanos: en estados cerebrales y
mentales alterados, las ondas cerebrales de distintos individuos, aun-
que estén separados por distancias finitas, se sincronizan y los ritmos
expuestos por uno de ellos son recogidos por los demás. El universo,
incluyendo a los seres humanos, es fundamentalmente coherente y,
según parece, también de manera no local.
La sorprendente coherencia no local de los cerebros y mentes de
distintos individuos produce cierto número de los denominados fe-
nómenos paranormales, incluyendo la telepatía, visión remota, cura-
ción a distancia, dolor de gemelos y conexión con independencia de
la distancia entre personas relacionadas emocionalmente. En estos
casos, la coherencia no local entre las mentes de los individuos está
intermediada por sus cerebros y cuerpos. (Laszlo, 2009; p. 203)

Asimismo, para Dilthey (2000; p. 121), el curso de la vida consta de


partes, de vivencias que se haya en una mutua conexión interna. Cada
vivencia individual está referida a un sí-mismo del cual es parte; por
la estructura, está vinculada a las otras partes en una conexión. En
todo lo espiritual encontramos conexión; de modo que la conexión
432
es una categoría que brota de la vida. Captamos la conexión en virtud
de la unidad de la conciencia. Esta es la condición bajo la que se halla
toda captación; y está claro que el que tenga lugar la conexión no es
algo que se siga sin más del hecho de que a la unidad de la conciencia
le haya sido dada una multiplicidad de vivencias. La conexión de la
vida nos es dada solamente porque la vida misma es una conexión
estructural, en la cual las vivencias se hallan en relaciones vivibles.
Esta conexión es concebida bajo una categoría abarcaste, la cual es
un modo de proposición acerca de toda realidad efectiva, a saber, la
relación del todo y las partes…
Por otro lado, en un universo Hamilton-Jacobi las cosas no son en-
tidades cerradas sino productos de una totalidad interconectada.
No hay ni causas simples ni efectos aislados, sino que todas las co-
sas causan y determinan a cada una de ellas. Y todo lo que ocurre,
no importa cuándo ni dónde, en criterio de Laszlo (1997; p. 50), es
resultado de todo lo que ha ocurrido anteriormente, y es -a su vez-
la base de todos los acontecimientos que sucederán a partir de ese
momento. La realidad es como un sistema de ondas interactuantes
y, más que cosas separadas y sucesos independientes, en este universo
hay ondulaciones moviéndose sobre otras ondulaciones, las cuales se
forman sobre olas que se desplazan sobre otras olas, propagándose -e
interpenetrándose- en un mar en el que no existen junturas ni límites.

Ha emergido, pues, una nueva visión panorámica del universo, una


visión en gran manera unificada. En ella, todas las partículas y fuerzas
del universo físico se originan a partir de una “fuerza unificada super
grande” y, aunque se separan en distintos acontecimientos dinámi-
cos, no por ello dejan de mantener interacciones. El espacio-tiempo
se ha convertido en un continuum dinámico del que las partículas
y fuerzas son elementos integrantes. Cada partícula y cada fuerza
afecta a todas las demás. No existen “cosas” y fuerzas separadas en
la naturaleza, sino sólo series de acontecimientos interactuantes con
433
características diferenciadas. (Laszlo, 1997; p. 94)

David Bohm trató de completar la teoría cuántica considerando


otra componente que pertenecería al campo de la física clásica. Se-
gún Laszlo (1997; p. 95), su factor Q funciona como una onda-piloto
que elimina la indeterminación probabilística del estado cuántico.
Bohm localiza este factor en un nivel fundamental del universo que
denomina “orden implicado”, en el que se generan todas las formas
de organización que emergen en el reino fenoménico (que constituye
el “orden desplegado”). El precio que la teoría de Bohm exige pagar
es la aceptación como artículo de fe, de la “realidad separada” del
orden implicado (por utilizar una terminología que ha populariza-
do Carlos Castañeda). El orden implicado es la dimensión primaria
de la realidad, pero resulta imposible conocerlo directamente pues-
to que todas nuestras observaciones y experimentos se refieren a la
“realidad secundaria” del orden desplegado.
Ahora bien, en éste último, el origen y las funciones que cumple la
onda-piloto no se ponen de manifiesto, debiendo quedar, por tanto,
como meras suposiciones ad hoc. Sucede que Bohm necesita el or-
den implicado precisamente para eliminar el carácter ad hoc de su
hipótesis de una “componente perteneciente al terreno de la física
clásica” que estaría presente en el nivel cuántico; y esto aunque dicho
orden aparezca, en su teoría, como una cosa que es preciso aceptar
como artículo de fe. (Laszlo, 1997; p. 96)
Según Stanislav Grof, la física moderna ha demostrado que no
existen objetos separados en el mundo y que el universo es una red
unificada de procesos subatómicos. Sin embargo, en nuestra vida
diaria tenemos un especial sentido de la propiedad sobre nuestras
vidas individuales, nuestros cuerpos y egos. Cuando el proceso de
la autoexploración abarca el inconsciente colectivo, todas las vidas
humanas que han existido en la historia se convierten en nuestras
vidas. Como decía antes, en mi última disquisición, todas ellas tie-
434
nen un único protagonista: la conciencia absoluta, Brahman, el Tao o
cualquier otro término que podamos emplear aquí. No obstante, las
vivimos con sentido de la propiedad, como si fueran “nuestras vidas
anteriores”. Aún no nos hemos desprendido de nuestro ego y ya nos
aferramos a lo que queda de nuestra identidad separada. (En: Laszlo,
Grof y Russell, 2008; p. 166)

Precisamente, en criterio de Capra (2009; p. 82), Gregory Bateson


será considerado como uno de los pensadores más influyentes de
nuestra época por los historiadores del futuro. Lo singular de su pen-
samiento se debe a su amplio alcance y a su generalidad. En una épo-
ca caracterizada por la fragmentación y la excesiva especialización,
Bateson desafió los supuestos básicos y los métodos de diversas cien-
cias, buscando pautas más allá de las pautas y procesos subyacentes
en las estructuras. Declaró que las relaciones deberían constituir la
base de toda definición y su objetivo principal era descubrir los prin-
cipios de organización en todos los fenómenos que observaba, o, en
sus propias palabras, “la pauta que los conecta”

El concepto de una pauta de relaciones, especula Capra (2009; p.


257), parece de algún modo más próximo a la idea de la calidad. Y él
tiene la sensación de que una ciencia cuyo interés primordial lo cons-
tituyan las redes de pautas dinámicas interdependientes, estará más
cerca de lo que Schumacher denomina “ciencia de la comprensión”

A continuación reproduzco un diálogo que Capra (2009; p. 85-86) re-


construye de memoria, una de estas conversaciones que tuvo con Bateson.
Un día estaban sentados en la terraza junto al pabellón de Esalen, y
Bateson hablaba de lógica:
- La lógica es un instrumento muy elegante -decía- y le venimos
sacando un buen rendimiento desde hace unos dos mil años. El pro-
blema, sin embargo, es que cuando la aplicamos a los cangrejos y las
435
marsopas, y a las mariposas y sus costumbres… a todo eso que es tan
bello -agregó después de que su voz se perdiera en la lejanía y hacer
una pausa mirando al océano-, la lógica no acaba de ser satisfactoria
-concluyó, mirando fijamente a Capra.
- ¿No?

- No lo es -prosiguió con brío-, porque esa gran estructura de seres


vivos no ha sido compaginada con la lógica. Fíjate en que, cuando te
encuentras con pautas circulares de casualidad, como siempre ocurre
en el mundo vivo, el uso de la lógica te hará caer en paradojas. Pien-
sa sólo en el termostato, un simple órgano sensorial, ¿de acuerdo?

Hizo una pausa, miró fijamente a Capra para comprobar que le se-
guía la conversación y prosiguió:
- Si está encendido, se apaga; si está apagado, se enciende. Si es sí,
es no; si es no, es sí.
Entonces dejó de hablar, para dejar que Capra reflexionara sobre lo
que acababa de decir. Su última frase le recordaba a Capra las para-
dojas clásicas de la lógica aristotélica, que era, evidentemente, lo que
se proponía. Por consiguiente, Capra se arriesgó a dar un salto.

- De modo que la pregunta sería: ¿mienten los termostatos?, pre-


guntó el físico.
- Sí, no, si, no -respondió Bateson, con un destello en la mirada- ¿Te
das cuenta? El equivalente cibernético de la lógica es la oscilación.
Hizo una nueva pausa y, en aquel momento, de pronto Capra tuvo
una visión relacionada con algo que le interesaba desde hacía tiempo.
Se emocionó y, con una provocativa sonrisa, exclamó:
- ¡Heráclito ya lo sabía!

- Heráclito ya lo sabía -repitió Bateson, devolviéndome la sonrisa.


436
- Y también lo sabía Lao Tzu –agregó Capra.

- Sí, definitivamente, como también lo saben esos árboles, la lógica


no les sirve de nada.
- En tal caso, ¿Qué utilizan en su lugar?, preguntó Capra.

- La metáfora.

- ¿La metáfora?

- Sí, la metáfora. Así es como esa gran estructura de interconexio-


nes mentales se mantienen unidas. La metáfora está en la propia raíz
de la vida, concluyó Bateson.
Poco después de Capra conocer a Bateson, éste le contó un chiste
que le encantaba, que repitió en muchas de sus conferencias, y que
creo puede ayudarnos a comprender su forma de pensar y de presen-
tar ideas. Así es como se lo contó a Capra (2009; p. 87-88):

Había un hombre que tenía un ordenador muy potente y quería


saber si los ordenadores podrían llegar a pensar. De modo que deci-
dió preguntárselo a la máquina en su mejor Fortran: “¿Será algún día
capaz de pensar como un ser humano?”, el ordenador hizo unos clics,
zumbidos y parpadeos, hasta que por fin imprimió su respuesta en
una hoja de papel, como suelen hacerlo esos aparatos. El individuo se
apresuró a coger la copia de la impresora y, meticulosamente impre-
sas sobre la misma, había las siguientes palabras: “Eso me recuerda
una historia”
Según comenta Capra (2009; p. 88), Bateson consideraba las his-
torias, parábolas y metáforas como expresiones esenciales del pen-
samiento humano, de la mente humana. A pesar de que era un
pensador muy abstracto, nunca trataba ninguna idea en términos
puramente abstractos, sino que le presentaba de un modo concreto,
a través de una historia.
437
La importancia de las historias en el pensamiento de Bateson está
íntimamente vinculada con la importancia de las relaciones. Si tuvie-
ra que describir el mensaje de Bateson en una sola palabra, el térmi-
no que utilizaría seria “relaciones”; era lo que siempre hablaba. Un
aspecto central del nuevo paradigma emergente, tal vez el esencial,
es el cambio de objetos o relaciones. Según Bateson, la relación de-
bería constituir la base de toda definición; la forma biológica es un
conjunto de relaciones, más que de partes, y así es también cómo
funciona el pensamiento humano; en realidad, solía decir, es nuestra
única forma de pensar. (Capra, 2009; p. 88)

A menudo Bateson hacía hincapié en que para describir con preci-


sión la naturaleza uno tendría que intentar hablar su lenguaje. Según
Capra (2009; p. 88), en una ocasión ilustró este punto con mucho
dramatismo, formulando la siguiente pregunta:

-¿Cuántos dedos hay en una mano?

- Cinco respondieron tímidamente algunos concurrentes, después


de una desconcertada pausa.
- ¡No! exclamo Bateson.
Entonces algunos respondieron “cuatro”, pero tampoco le pareció
aceptable. Por último, cuando todo el mundo se dio por vencido dijo:
- ¡No! La respuesta correcta es que uno no debe formular esta pre-
gunta; es una pregunta estúpida. Esta sería la respuesta que daría una
planta, porque en el mundo de las plantas y de los seres vivos en ge-
neral no existen los dedos, existen sólo las relaciones.

Dado que las relaciones constituyen la esencia del mundo vivien-


te, según Bateson sería preferible hablar un lenguaje de relaciones
para describirlo. Y ésto es lo que hacen las historias. Éstas, afirmaba
438
Bateson, constituyen el camino real del estudio de las relaciones. Lo
importante en una historia, lo verdadero de la misma no es el ar-
gumento, las cosas, ni sus personajes, sino las relaciones entre ellos.
Bateson definía la historia como “un conjunto de relaciones formales
dispersas por el tiempo” y esto era lo que se deponía en todas sus
conferencias, desarrollar una red de relaciones formales a través de
una colección de historias (Capra, 2009; p. 89). Es decir, desplegaba
una configuración conceptual.

Según Bateson (2010; p. 279), la diferencia entre el mundo new-


toniano y el mundo de la comunicación consiste simplemente en
esto: el mundo newtoniano adscribe realidad a los objetos y los
simplifica, excluyendo el contexto del contexto -excluyendo, en
realidad, todas las metarrelaciones- y excluyendo a fortiori una re-
gresión infinita de tales relaciones. Contrariamente, el teórico de la
comunicación insiste en examinar las metarrelaciones y las simpli-
fica excluyendo todos los objetos.
“En mi pensamiento, cualquier cosa vale tanto como otra de este
mundo, y una herradura servirá”, porque en el pensamiento y la ex-
periencia no hay cosas sino sólo mensajes y cosas equivalentes.
En este mundo, por cierto, yo, como objeto material, no tengo per-
tinencia y, en ese sentido, tampoco realidad. Pero “yo”, sin embargo
existe en el mundo comunicacional como elemento esencial de la
sintaxis de mi experiencia, y en la experiencia de otros, y las comu-
nicaciones de otros pueden lesionar mi identidad, hasta el punto de
destruir la organización de mi experiencia. (Bateson, 2010; p. 279)

Lo que Bateson (2010; p. 295) ha aportado a esta discusión es la


idea de que el contraste entre la parte y el todo, cada vez que este
contraste aparece en el dominio de la comunicación, es simplemente
un contraste en la asignación de tipos lógicos.

El todo se encuentra siempre en una metarrelación con sus partes.


439
De la misma manera como en lógica la proposición nunca puede de-
terminar la metaproposición, también en asuntos de control el contex-
to menor nunca puede determinar el mayor. (Bateson, 2010; p. 296)
Tal como Bateson (2010; p. 297) lo ve, el mundo está formado por
una red muy compleja (más que por una cadena) de entidades que
tienen entre sí este tipo de relación, pero con esta diferencia, que
muchas de esas entidades tienen sus propias provisiones de energías
y quizá sus propias ideas acerca de hacia dónde les gustaría dirigirse.

En un mundo como éste los problemas del control se tornan más


afines al arte que a la ciencia, no sólo porque tendemos a pensar en
lo arduo y en lo impredecible como contextos propios del arte, sino
porque los resultados de error probablemente sean alguna clase de
fealdad. (Bateson, 2010; p. 297)

Según Bateson (2010; p. 297) los especialistas en ciencias sociales,


haríamos bien en reprimir nuestra avidez por controlar ese mundo
que comprendemos de una manera tan imperfecta. No debemos
permitir que el hecho de nuestra comprensión imperfecta alimente
nuestra angustia y de esa manera incremente la necesidad de con-
trolar. Más bien, nuestros estudios podrían inspirarse en un motivo,
antiguo, pero que hoy goza de menos honor: la curiosidad respecto
del mundo del que formamos parte. La recompensa de tal tarea no es
el poder sino la belleza.
Como se aprecia, para Bateson (2010; p. 301) es obvio que en la
mente no existen objetos ni acontecimientos: ni cerdos, ni palme-
ras, ni madres. La mente sólo contiene transformaciones, perceptos,
imágenes, etcétera, y reglas para formar estas transformaciones, per-
ceptos, imágenes etcétera. De qué manera existen estas reglas, no lo
sé, pero presumiblemente están encarnadas en la maquinaria misma
que creó las transformaciones. Las reglas, por cierto, no son común-
mente explicitadas como “pensamientos” conscientes.
440
En cualquier caso, carece de sentido decir que un hombre fue ate-
morizado por un león, porque el león no es una idea. El hombre for-
ma una idea del león.
El mundo explicativo de la sustancia no puede invocar ninguna di-
ferencia y ninguna idea, sino sólo fuerzas e impactos. Y, per contra,
el mundo de la forma y la comunicación no invoca cosas, fuerzas o
impactos, sino sólo diferencias e ideas. (Una diferencia que hace una
diferencia es una idea. Es un “bit” o unidad de información.) Pero esto
lo aprendí sólo después: la teoría del doble vínculo me capacitó para
aprenderlo. Y sin embargo, por supuesto, está implícito en la teoría que
difícilmente podía haber sido creada sin ello. (Bateson, 2010; p. 301)
El trabajo original de Bateson sobre el doble vínculo contiene nu-
merosos errores debido simplemente a que no había aún examinado
articuladamente el problema de la reificación. Hablaba en ese trabajo
como si un doble vínculo fuera alguna cosa, y como si tales cosas
pudieran contarse.

Todos los sistemas biológicos (los organismos y las organizacio-


nes sociales o ecológicas de organismos) son capaces de cambios
adaptativos.
Pero, en criterio de Bateson (2010; p. 303), los cambios adaptativos
revisten muchas formas, tales como la respuesta, el aprendizaje, la
sucesión ecológica, la evolución Biológica, la evolución cultural, et-
cétera, de acuerdo con la dimensión y la complejidad del sistema que
elijamos considerar.

Para Martínez (2008; p. 124) la vida humana se presenta en “tota-


lidades dinámicas y estructuradas” orientadas hacia una meta. Las
acciones humanas no son entidades aisladas ni aislables. Tienen múl-
tiples relaciones con otros elementos con los cuales forman sistemas
dinámicos que persiguen un fin. Lo esencial de una estructura, así
entendida, es que es un sistema con gran interacción entre las par-
441
tes constituyentes, que puede crecer, diferenciarse progresivamente,
autorregularse y reproducirse, y que conserva su red de relaciones,
aún cuando se alteren, se constituya y, en algunos casos, incluso, se
eliminen partes. Una estructura psíquica (que es un complejo orga-
nizado de elementos aparentemente diferentes, como impulsos, sen-
timientos, recuerdos, percepciones, pensamientos, conductas, etc. Y
que se sobreponen, se entretejen e interactúan), cumple una función
dentro de la estructura total de la personalidad y, si de alguna ma-
nera es mutilada, coartada o inhibida, reaccionará protegiéndose y
buscando autopreservarse.
Las asociaciones y reciprocidad de la configuración expresan el ras-
go de ésta de alcanzar cualidades que son resultado de la integración
de los procesos y que no se manifiestan en éstos por separado.
Maturana y Varela (2004; p. 65) solían decir: “Lo que nos interesa
no son las propiedades de sus componentes, sino los procesos, y re-
laciones entre procesos.”
Jung intentó comprender la psique humana en su totalidad y se in-
teresaba particularmente por sus relaciones con el medio ambiente,
en su sentido más amplio. Especialmente su concepto del incons-
ciente colectivo supone un vínculo entre el individuo y el conjunto
de la humanidad incomprensible desde un marco mecanicista. Jung
utilizó también conceptos sorprendentemente parecidos a los de la
física cuántica. Interpretó el inconsciente como un proceso que in-
cluía “pautas dinámicas colectivamente presentes”, que denomino ar-
quetipos. Dichos arquetipos, según Jung, estaban arraigados en una
red de relaciones en las que todo arquetipo, a fin de cuentas, incluye
todos los demás. (Capra, 2009; p. 145)

A estos arquetipos yo los denomino Configuraciones Colectivas


Inmanentes.
Según Capra (2009; p. 166), Roland Fischer ha introducido una
442
nueva perspectiva, recordándonos que lo que percibimos es en gran
parte una creación de los procesos interactivos. Por ejemplo -expli-
có-, la dulzura que gustamos con el azúcar, no es una propiedad del
azúcar ni de nosotros mismos. Nosotros producimos la experiencia
de la dulzura en el proceso de interacción con el azúcar.

Este es exactamente el tipo de observación que hacia Heisenberg


acerca de los fenómenos atómicos, a los que en la física clásica se supo-
nía dotados de propiedades objetivas e independientes -afirma Capra.
Heisenberg demostró, por ejemplo, que un electrón puede mos-
trarse como partícula o como onda, según como se observe. Si se
plantea la pregunta a partir de la partícula, la respuesta correspon-
derá a la partícula, pero si se plantea a partir de la onda la respuesta
corresponderá a la onda. “Las ciencias naturales -escribió Heisen-
berg- no se limitan a describir y explicar la naturaleza, forman parte
de la interrelación entre la naturaleza y nosotros mismos”.

Si todo el universo es como lo dulce -reflexiona Laing-, que no per-


tenece ni al observador ni a lo observado sino a la relación entre am-
bos, ¿Cómo puede uno hablar del universo como si fuera un objeto
observado? Parece que hablamos como si existiera un universo que
evoluciona de algún modo.

Por otro lado, según Capra, es muy difícil hablar de la evolución


del universo en su conjunto, porque el concepto de evolución implica
una sensación de tiempo y cuando se habla del conjunto del univer-
so, hay que ir más allá del concepto convencional de tiempo lineal.

Por la misma razón no tiene mucho sentido decir “primero hubo


materia y a continuación conciencia” o “primero conciencia y des-
pués materia”, porque estas afirmaciones, a su vez implican un con-
cepto lineal del tiempo que no es apropiado al nivel cósmico. (Capra,
2009; p. 167)
443
Hay un hecho psicológico que juega un papel fundamental en el
pensamiento configuracional, que es la conciencia subjetiva de inter-
conexiones, es decir, “en un campo visual ordinario pueden apare-
cer cientos de relaciones, una vez que empecemos a interesarnos en
ellas y aislar pares de datos que muestran las relaciones en cuestión.
Hablando en términos generales, relaciones particulares sólo emer-
gen cuando nuestra atención está dirigida por el camino adecuado.”
(Köhler, 1972; p. 188)
De hecho, cuando aprehendemos una relación tenemos una visión
interior de su dependencia de la naturaleza de los datos relacionados.
“Para cada orden de acontecimientos, estas leyes deben ser dividi-
das en dos clases, según que vinculen por semejanza los que coexis-
ten, o -por filiación- los que se suceden. Esta indispensable distin-
ción corresponde esencialmente, en cuanto al mundo exterior, a la
que este nos ofrece siempre espontáneamente entre los dos estados
correlativos de existencia y de movimiento; de donde resulta, en toda
ciencia real, una fundamental diferencia entre la apreciación estática
y la apreciación dinámica de un asunto cualquiera. Ambas clases de
relaciones contribuyen igualmente a explicar los fenómenos, y llevan
paralelamente a preverlos, aunque las leyes de la armonía parezcan
destinadas sobre todo a la explicación, y las leyes de sucesión, a la
previsión. En efecto, trátese de explicar o de prever, todo se reduce
siempre a establecer vínculos: todo lazo real, sea estático o dinámico,
descubierto entre dos fenómenos cualesquiera, permite a la vez ex-
plicarlos y preverlos uno después de otro; pues la previsión científi-
ca corresponde evidentemente al presente, e incluso al pasado, tanto
como al futuro, puesto que siempre consiste en conocer un hecho
independientemente de su exploración directa, en virtud de sus rela-
ciones con otros ya dados.” (Comte, 2008; p. 36-37)

Como se aprecia, la categoría ‘interconexiones’ se refiere a que la


totalidad del proceso no es igual, sino diferente a la suma de sus sub-
444
procesos, de ahí que dicha totalidad implica una nueva cualidad, di-
ferente y superior, privilegiada, por lo que, si se investiga un proceso,
se tendrá que analizar no a sus subprocesos uno por uno, sino a la
integración de la configuración como la totalidad en su complejidad,
su organización y las relaciones que de ella surgen.

Una particularidad de la configuración es que está en relación con


otros eventos y procesos, con otras configuraciones, pues cualquier
denominación expresa múltiples relaciones, manifiesta una condi-
ción dinámica, en permanente interacción, y se evidencia de totali-
dad: es su evidencia, más no es la totalidad.

Además, la configuración se percibe como multidimensionalidad;


es variada en su composición y en sus manifestaciones y expresa rela-
ciones diversas continuas, a veces aparentemente insólitas y en otras
paradójicas, que le dan sentido y significado a la configuración.

Dejemos que sea Köhler (1972; p. 189-190) quien nos lo explique:

“Todos los problemas con los que podemos enfrentarnos, y tam-


bién las soluciones de tales problemas, los materiales en cuestión
muestran algunas relaciones; pero estas relaciones especiales son ta-
les que se tropieza con una dificultad. Sin embargo, podemos ahora
descubrir otras relaciones en el material dado que hagan desaparecer
la dificultad. En algunos casos, al principio, somos incapaces de ver
cualquier relación en la materia que sea de importancia para nuestro
cometido. Cuando sucede esto tenemos que inspeccionar la situa-
ción dada hasta que, por fin, muestre relaciones de las que se derive
una solución. De esta forma no solo nuestra comprensión del pro-
blema depende de hacernos conscientes de ciertas relaciones, sino
también podemos no resolver el problema sin descubrir ciertas nue-
vas relaciones. En su mayoría, estas relaciones no son tan simples y
tan inmediatamente accesibles como eran las relaciones de tamaño y
445
brillantes en mi ejemplo. Con frecuencia son de un tipo mucho más
abstracto y conceptual, y casi siempre tenemos que tratar no con una
relación, sino más bien con conjuntos de situaciones, y así, con rela-
ciones entre relaciones”, es decir, interconexiones
Por interconexión entiendo a la construcción de una relación cohe-
rente, armónica, holológica y consistente, de interdependencia equili-
brada entre procesos dados, y entre éstos y los contextos configurantes.
En efecto, las configuraciones, procesos y contextos configurantes
están en constante interconexión. Si se pierde la comunicación inte-
ractiva entre la configuración, los procesos y el entorno configuran-
te o existen insuficiencias en los niveles de correlación, interdepen-
dencia y articulación entre los procesos de una configuración (como
puede ser el pensamiento, los sentimientos, la personalidad de un
sujeto, una organización educativa, una sociedad, etc.) los significa-
dos se asimilan, se subjetivizan y se expanden, y la configuración se
va reduciendo a formas gradualmente más simples de complejidad,
desde lo macro hasta lo micro-configuracional, pudiendo llegar a la
dispersión, disolución, descomposición o desintegración de la confi-
guración por ausencia de correlaciones e interconexiones.

Según la comprensión configuracional “el todo y cada una de las


sinergias están estrechamente ligados con interacciones constantes y
paradójicas” (Weil, 1996).
Cada evento o proceso está relacionado con otros acontecimien-
tos, los cuales producen entre sí nuevas relaciones y eventos en un
proceso mayor que implica a la configuración. Cada circunstancia,
cada hecho, cada situación produce una serie de nuevas situaciones,
las cuales de alguna u otra manera influyen sobre sí y sobre los otros
eventos, en un contexto más amplio.

“Este proceso relacional, esta holopraxis natural y social, afecta el


todo en sus posibilidades y crea a su vez una aprehensión novedosa
446
en el campo de la investigación y de la vida misma ya que si el hu-
mano trata de determinar sus propios límites, la orientación holística
conduce a aceptar que le lindero de toda comprensión, vivencia y
razón de ser, está en las interacciones de cada evento, así como tam-
bién en el sentido de trascendencia.” (Barrera; 2010; p 18)

Una unidad total interactúa a través de la operación de sus proce-


sos y funciones.
Los entes psíquicos o mentales, por ejemplo, así como los proce-
sos espirituales y las vivencias que a ellos se asocian, son dinámicas
relacionales del ser vivo que no son tratables como entes materiales
o localizables en procesos orgánicos precisamente porque son entes
relacionales. (Maturana, 2002b; p. 210)

Es debido al carácter relacional de los entes y procesos psíquicos


que nuestros vivires humano y fisiológico se entrelazan en una con-
tinua modulación recíproca, y nuestra corporalidad fluye por cauces
que se configuran en y con su participación.

Según Maturana (2002b; p. 211), somos en cuerpo y relación (alma)


como somos en nuestra vida psíquica, mental o espiritual. Somos en
cuerpo y relación (alma) lo que pensamos que somos, lo que quere-
mos ser, lo que no queremos ser, lo que lamentamos no haber sido y
lo que nuestra cultura es, tanto como lo que llegamos a ser al trans-
formarnos en la reflexión sobre nuestro ser y vivir.

Cada vez que en un sistema o relación entre sistemas establecen


una relación que se conserva, se abre un espacio para que todo lo
demás cambie en torno a lo que se conserva. (Maturana, 2008; p. 40)
En la cultura matríztica pre-patriarcal europea, la vida humana
tiene que haberse vivido como parte de una red de procesos cuya
armonía no dependía exclusiva o primariamente de ningún proceso
447
particular. El pensamiento humano tiene que haber sido entonces
naturalmente sistémico, maneando un mundo en el que nada era en
sí o por sí mismo, y en el que todo era lo que era en sus conexiones
con todo lo demás. (Maturana y Verden-Zöller, 1993; p. 47)
Nosotros, los seres humanos, comenzamos a adquirir el espacio
psíquico humano desde el momento en que nuestra madre nos abre
el camino a la existencia humana en el momento del embarazo en
que nos acepta y desea. Somos como humanos el espacio psíquico
que vivimos, y este lo llevamos en nuestra corporalidad, no como
una cosa, sino como un modo de ser.

Para Maturana (2002b; p. 212) adquirimos nuestra vida mental,


psíquica, y espiritual como modos relacionales del vivir que configu-
ran la dinámica de estados de nuestro sistema nervioso.
Y nuestro sistema nervioso se configura desde el útero en un sis-
tema que da origen a la vida psíquica, espiritual o mental como do-
minio relacional en el que su dinámica de estados tiene sentido. Pero
pasa algo más. La dinámica estructural del sistema nervioso y, por lo
tanto, su dinámica de estados, no es modulada por los objetos o si-
tuaciones que un observador ve en el ambiente, sino por las configu-
raciones sensoriales que admite el organismo en cada instante como
perturbaciones según la estructura en ese instante de sus sensores y
sistema nervioso. (Maturana, 2002b; p. 213)
Como seres humanos somos lo que somos en el conversar, pero en
la reflexión podemos cambiar nuestro conversar y nuestro ser. Esa es
nuestra libertad, y nuestra libertad pertenece a nuestro ser psíquico y
espiritual. (Maturana, 2002b; p. 214)

Es casi imposible concebir a una persona, a un ser humano, desa-


rrollándose o existiendo ella sola en el universo. Como dijo una vez
el psicólogo W. Köhler “Un chimpancé solitario no es un chimpancé”;
y esto es mucho más evidente en el caso de un ser humano solitario.
448
Una copiosa bibliografía de psicología y de psiquiatría ofrece claro tes-
timonio de que los caracteres psicológicos humanos sólo se desarrollan
en las relaciones con otras personas. (LeShan y Margenau, 2002; p. 232)
En este dominio de múltiples seres humanos comprobamos
que se “manifiestan” tres clases de observables: “identidad
individual autoconsciente”, “comunicación” y “relaciones entre
personas” (LeShan y Margenau, 2002; p. 233)
Ninguna de las dos proposiciones es un epifenómeno del dominio
de la otra. Según LeShan y Margenau (2002; p. 248), el cerebro no
segrega la conciencia así como la conciencia no segrega al cerebro.
Diferentes dominios tienen diferentes observables.

No obstante, Laszlo (1989; p. 158) nos invita a relevar con sentido


común la realidad, que hoy tenemos en nuestra mente, la realidad de
los objetos, personas, árboles y piedras:
“Si queremos darle sentido a todo esto, tenemos que tener cierta
comprensión general de las relaciones entre los objetos. Damos por
sentado, por ejemplo, que entre ellos hay relaciones causales. Des-
pués, si estamos interesados en las razones más específicas por las
que ciertas clases de cosas acontecen, empezamos a experimentar
con ellas. Las pruebas pueden llevarnos a una comprensión de las
regularidades de las relaciones entre las cosas. Luego es posible desa-
rrollar teorías que expliquen esas regularidades. Estas teorías pueden
ser usadas no sólo para explicar las regularidades sino también para
predecirlas. Predecirlas se convierte así en un elemento básico para
la verificación o la invalidación de la teoría.”

En general, la ciencia teórica se ha movido dentro de los límites de


las disciplinas. En criterio de Laszlo (1989; p. 158), hay un intento de
integración, dentro de la física, con la teoría general de la relatividad,
las teorías de campo unificadas, las teorías de la gran unificación, etc.
Y existe también un intento de integración dentro de las ciencias de
449
la vida con las teorías de la macro evolución, la síntesis neo darwi-
niana y el resto. Pero hay también una necesidad de contemplar la
posibilidad de vincular entre sí a estas teorías ya integradas, dentro
de un marco conceptual que les dé coherencia y ponga en evidencia
la relación que existe entre ellas.

Esta era la tarea de los filósofos, pero ahora es posible dentro de las
nuevas ciencias de la evolución y la complejidad. (Laszlo, 1989; p. 158)
Incluso, según Grof (1998; p. 55), en la práctica espiritual y siste-
mática con estados holotrópicos de conciencia, podemos trascender
repetidamente lo limites ordinarios del ego corporal e identificarnos
con otras personas, animales, plantas o aspectos inorgánicos de la
naturaleza y también con diversos seres arquetípicos. En este proceso
descubrimos que cualquier límite del universo material y de otras
realidades es en última instancia arbitrario y relativo. Liberándonos
de las limitaciones de la mente racional y del corsé del sentido común
y de la lógica cotidiana, podemos romper las muchas barreras que
nos separan, expandir nuestra conciencia en dimensiones inimagi-
nables y experimentar posteriormente la unión y la identidad con la
fuente transcendente de todo ser.

Funciones
Según Laszlo (1997; p. 80), Prigogine fue uno de los primeros en
constatar las implicaciones transdisciplinares del estudio de los pro-
cesos evolucionados. Un sistema vivo, dice Prigogine, no es como
un mecanismo de relojería que puede explicarse totalmente sobre la
base de relaciones causales sencillas entre sus partes constitutivas; en
un organismo, cada órgano y cada proceso es función de la totalidad
global. Y añade que convendría adoptar una perspectiva similar en
las ciencias sociales.
La teoría de la evolución irreversible de sistemas abiertos desde un
450
punto de vista termodinámico, resulta de aplicación en química-fí-
sica, y se aplica igualmente a los sistemas biológicos y a los sistemas
humanos. (Laszlo, 1997; p. 81)
En criterio de Laszlo (1997; p. 84), la dinámica interactiva propues-
ta por Prigogine crea vínculos entre sistemas pertenecientes a todos
los campos de observación: físico, químico, biológico, ecológico e
incluso social. Proporciona un pasaporte, por así decir, que permite
pasar de la física y la química a la biología y la ecología, e internarse
incluso en las ciencias sociales. Pero, de todos modos, queda en pie la
pregunta esencial: ¿Suministra la dinámica de Prigogine una expli-
cación plenamente satisfactoria de las diversas formas de orden que
aparecen en la naturaleza como resultado de la auto-organización?
Llegados a este punto, Laszlo (1997; p. 84) constata que siguen sin
respuesta cuestiones muy importantes. En la dinámica de Prigogine,
el camino que concretamente sigue el desarrollo de un sistema en
evolución, queda también dominado por el juego del azar.

Los procesos de bifurcación pueden ser descritos por ecuaciones


aleatorias que establecen una cierta distribución probabilística en lo
que se refiere al resultado final. Ni la historia del sistema ni tampoco
las características del flujo de energía que llega a él procedente del
medio externo, deciden cuál -de entre todas las numerosas fluctua-
ciones posibles- será la que efectivamente se nuclee. Y esto no deja de
implicar una dificultad importante: si ni el pasado de un sistema ni
tampoco el medio que le rodea determinan el camino que va a seguir
una bifurcación evolutiva, entonces cada nuevo régimen dinámico
que adopte un sistema complejo quedará totalmente a merced de la
selección aleatoria que se lleva a cabo entre las múltiples fluctuacio-
nes que tienen lugar. Si las formas de evolución que despliega un solo
sistema se vuelven ya impredecibles, entonces las que se desarrollen
entrando en juego múltiples sistemas tendrán que implicar -con toda
verosimilitud- una diversidad realmente extraordinaria. De modo
451
que si la evolución de los sistemas estuviese guiada por dinámicas
estrictamente prigoginianas, los mismos tenderían necesariamente a
divergir y a diversificarse, mucho más que a converger y unificarse.
Incluso dos sistemas que partieran de un mismo estado y que con-
taran con condiciones iníciales idénticas, divergirían en el curso de
sus evoluciones respectivas, dado que cada uno de ellos se hallaría
expuesto a una serie distinta de influencias externas, aparte de res-
ponder a un modelo diferente de fluctuación interna. No cabe duda,
pues, de que Prigogine tenía sus buenas razones para referirse a una
cierta “pro-piedad de divergencia” que sería un rasgo fundamental
de los procesos evolucionarios. (Laszlo, 1997; p. 85)

Pero la cuestión no puede reducirse a esto. Si, de veras, lo que prin-


cipalmente hiciesen los sistemas en evolución fuese diversificarse
más y más a lo largo del tiempo, entonces, en criterio de Laszlo (1997;
p. 85), tendríamos que estar rodeados por un auténtico caos com-
pletamente descoordinado, en vez de encontrarnos con las formas
coherentes de orden que manifiestan tanto las macro estructuras que
estudia la cosmología como las microestructuras de la física, y que
igualmente vemos en la química y en las ciencias de la vida.
Así pues, para que esta teoría se adecúe a los hechos, está claro que,
además de dar cuenta de las dinámicas que conducen a la divergencia,
tendrá que describir las dinámicas de convergencia. (Laszlo, 1997; p. 86)
En efecto, toda configuración tiene una dinámica inmanente, fun-
ciones y finalidades que expresan el resultado de la integración de los
procesos, y las relaciones que entre éstos se establecen determinan
una organización a través de la cual se cumplen funciones y se alcan-
zan finalidades como aspiración.

Prigogine (2009; p. 260) recurre al lenguaje sociológico, y conside-


ra la función como la microestructura del sistema, mientras que la
organización a gran escala espacial o espacio-temporal corresponde
452
a la macro-estructura. “Una fluctuación origina una modificación lo-
cal de la microestructura que, si los mecanismos reguladores resultan
inadecuados, modifica la macro-estructura. Esto, a su vez, determina
el espectro de posibles fluctuaciones futuras. Por lo tanto, tenemos en
ello la expresión natural de la idea de que las sociedades funcionan
como una máquina, refiriéndonos a los períodos deterministas entre
las inestabilidades, y que la sociedad está regida por acontecimientos
críticos (por ejemplo, grandes hombres), que se producen en mo-
mentos de inestabilidad. Lejos de contraponer azar y necesidad, con-
sideramos que ambos aspectos son esenciales en la descripción de
sistemas no lineales inestables.”

El proceso de configuracionalización, es decir, la identificación, ti-


pificación y definición de la configuración, tiene un carácter relativo
y subjetivo, ya que depende de quienes la delimiten y establezcan,
por cuanto lo que para algunos puede ser considerado como una ma-
cro-configuración para otros sólo se trata de una meso o micro-con-
figuración o al contrario, ello depende del alcance y la precisión de
las funciones y finalidades, y de la extensión y alcance del problema
científico planteado, así como de su sentido y significados.
Sentido y significado
La noción de “contexto” se liga a otra noción tampoco del todo
definida: la de “significado”. Desprovistas de contexto, las palabras y
las acciones carecen de todo significado. Esto es válido no únicamen-
te para la comunicación humana a través de las palabras sino para
cualquier otra clase de comunicación, de proceso mental, de espíritu.
(Bateson, 2011; p. 26)

“Significado” puede considerarse un sinónimo aproximado de pa-


trón, redundancia, información y “restricción”, dentro de un paradig-
ma del siguiente tipo:
Se dice que cualquier agregado de acontecimientos u objetos (por
453
ejemplo, una secuencia de fonemas, una pintura, una rama o una
cultura) contiene “redundancia” o “patrón” si dicho agregado puede
dividirse mediante una “marca de corte” de tal manera que un ob-
servador que percibe sólo lo que está de un lado de la marca de corte
puede conjeturar con un éxito superior al previsible por el azar, qué
hay del otro lado de la marca de corte. (Bateson, 2010; p. 157)

Podemos entonces decir, según Bateson (2010; p. 158), que lo que


está de un lado de la marca contiene información o tiene significa-
do acerca de lo que se encuentra del otro lado. O, para emplear el
lenguaje de los ingenieros, el agregado contiene “redundancia”. O,
también, desde el punto de vista de un observador cibernético, la in-
formación disponible de un lado de la marca de corte restringirá (es
decir, reducirá la posibilidad de) las conjeturas erradas.

Según Martínez (2008; p. 124), el objeto de estudio de las ciencias


humanas no son los “actos físicos” realizados por el hombre, sino las
“acciones humanas” las cuales tienen un significado y un propósito y
desempeñan una función......el acto en sí no es algo humano: lo que
lo hace humano es la intención que lo anima, el significado que tiene
para el actor, el propósito que alberga, la meta que persigue; en una
palabra, la función que desempeña en la estructura de su persona-
lidad. La comprensión de la significación y función de las acciones
humanas es el objeto específico de estudio de las ciencias de la con-
ducta. Sin embargo, el significado y la función no son fenómenos que
puedan someterse a una observación empírica, y no siempre puede
recogerse a través de un cuestionario, ya que, a veces, ni siquiera son
conscientes para el sujeto.

El acceso a estas realidades no observables se logra a través de una


comprensión interpretativa. Esta comprensión descubrirá el sistema
o estructura subyacente que da sentido a los actos externos. Un acto
físico o conducta externa puede tener muchos sentidos, y actos di-
ferentes pueden tener el mismo significado: de aquí la improceden-
454
cia de las definiciones operacionales, base de toda investigación con
orientación positivista. Por esto, en pleno rigor, un acto físico en sí
no es ningún “dato”, es decir, algo dado; el verdadero dato lo constitu-
ye el acto físico con el significado que tiene en la estructura personal
del sujeto. En la orientación fenomenológica y hermenéutica, el sig-
nificado es el verdadero dato, la magnitud de un dato está dada por
su nivel de significación y este dato se da en un contexto individual
y en una estructura personal y social, que hay que conocer para in-
terpretarlo. Ningún procedimiento metodológico, por consiguiente,
deberá contextualizar los actos físicos, separándolos de la estructura
personal o social; de lo contrario, serán hechos muertos y no podrían
ser interpretados correctamente. (Martínez, 2008; p. 124)

Los significados están representados por la tendencia a la fluctua-


ción y oscilación que tienen las configuraciones, por la tendencia a la
variabilidad y modificabilidad de las mismas.
Prigogine (2009; p. 89) ha denominado “orden por fluctuaciones”
“al orden generado por el estado de no equilibrio. Efectivamente,
cuando, en vez de desaparecer, una fluctuación aumenta dentro de
un sistema, más allá del umbral crítico de estabilidad, el sistema ex-
perimenta una transformación profunda, adopta un modo de fun-
cionamiento completamente distinto, estructurado en el tiempo y en
el espacio, funcionalmente organizado. Lo que entonces surge es un
proceso de auto-organización, lo que hemos denominado “estructu-
ra disipativa”. Podemos decir que la estructura disipativa es la fluc-
tuación amplificada, gigante, estabilizada por las interacciones con
el medio; contrariamente a las estructuras en equilibrio, como los
cristales, la estructura disipativa sólo se mantiene por el hecho de que
se nutre continuamente con un flujo de energía y de materia, por ser
la sede de procesos disipativos permanentes.”
De esta manera, a medida que las perturbaciones del entorno con-
figurante aumentan, las configuraciones pueden transformarse a
455
procesos más simples o más complejos, de menor o mayor comple-
jidad, en dependencia del significado que tengan las perturbaciones
para la configuración.
Existen perturbaciones facilitantes, estimuladoras y potenciadoras
del desarrollo y perturbaciones que limitan, obstaculizan o presentan
barreras al desarrollo de la configuración. Por el contrario, cuando
disminuyen las perturbaciones del entorno configurante es probable
que, como consecuencia, exista una tendencia al orden y a la estabi-
lidad en el proceso configuracional, lo cual es símbolo de estanca-
miento, retroceso o desarrollo insuficiente del mismo.

Hemos de admitir, dice Köhler (1967; p. 162) que las entidades es-
pecíficamente dadas, junto con sus formas, adquieren fácilmente sig-
nificados, pero cuando esto sucede, tales entidades se dan en primer
término, y los significados se agregan ulteriormente a tales cosas do-
tadas de forma. No estoy informado acerca de todos los hechos en los
que se apoya la afirmación de que el aprendizaje es el que construye
cosas y formas. Cierto es que las situaciones deficientemente orga-
nizadas, en las que las entidades y formas específicas están apenas
aludidas, son susceptibles de percibirse claramente por el hecho de
ser dichas entidades bien conocidas.

En este caso, sin embargo, la cuestión principal es la relativa a qué


factores fueron los que establecieron estas entidades en la vida pre-
via. Está claro que las condiciones hubieron de ser entonces más fa-
vorables y probablemente lo fueron desde el punto de vista de la or-
ganización sensorial. En todo caso, tales observaciones están lejos de
demostrar que el aprendizaje transforma las así llamadas sensaciones
en cosas específicas. Lo que se observa realmente es sólo que una or-
ganización neta, que ha sido experimentada en el pasado, tiende a me-
jorar una organización inferior actualmente dada. E insistimos en que
la práctica previa no ejerce tal influencia si la situación presente está
fuertemente organizada de una manera distinta. (Köhler, 1967; p. 162)
456
Aquí es importante recordar el afán de Bateson por encontrar “la
pauta que conecta”. Una pauta es algo que nosotros construimos.
Pero no nos detenemos allí. Verificamos si esas pautas se adaptan
a nuestros mapas experienciales. La búsqueda de significado es un
atributo básico de la mente humana. Está incorporado a nuestro apa-
rato perceptual. En realidad, percibimos imágenes caóticas, caleidos-
cópicas de visiones y sonidos, texturas y sabores, que constantemente
convertimos en experiencias significativas.
El mundo del sentido común es un nivel del significado, del sen-
tido. El mundo científico es un segundo nivel. El mundo místico es
aún un nivel diferente. Cuando unamos todo esto estaremos en con-
tacto con el nivel más alto. Ese nivel más alto puede no sernos acce-
sible en el momento actual, pero no por ello debemos abandonar la
búsqueda. (Laszlo, 1989; p. 159)

Los sistemas psíquicos y sociales surgieron en el camino de la coe-


volución. Un tipo de sistema es entorno imprescindible del otro. Las
razones de esa necesariedad radican en la evolución misma que po-
sibilita ese tipo de sistemas. Las personas no pueden permanecer ni
existir sin los sistemas sociales, y viceversa. La coevolución condujo
hacia ese logro común que es utilizado por los sistemas tanto psíqui-
cos como sociales. Ninguno de ellos puede prescindir de ese logro
común, y para ambos es obligatorio como una forma indispensable e
ineludible de complejidad y autorreferencia. A este logro evolutivo le
llamamos sentido. (Luhmann, 1998; p. 77)

Según Luhmann (1998; p. 108), el concepto de sentido se introdu-


jo formalmente dentro de una teoría social de sistemas; destacamos,
sin embargo, que la referencia de sentido de todas las operaciones es
una necesidad indispensable para los sistemas tanto psíquicos como
sociales. Ambos sistemas surgieron en el camino de la coevolución.
Uno no es posible sin el otro, y viceversa. El proceso de diferencia-
ción tuvo lugar, si se puede decir así, frente al sentido, el cual es la
457
verdadera “sustancia” de este nivel emergente de evolución. De aquí
que sea falso (o dicho con más suavidad, es un antropocentrismo
incorrecto) conferirle a lo psíquico, es decir, a lo que está cimentado
a la medida de la conciencia, una especie de primacía ontológica de
lo social.

Es una equivocación buscar un “portador” del sentido. En criterios


de Luhmann (1998; p. 109) el sentido se soporta a sí mismo al posibi-
litar autorreferencialmente su propia reproducción, y sólo estas formas
de reproducción diferencian las estructuras psíquicas de las sociales.

Para los sistemas constitutivos de sentido todo tiene sentido, no


hay objetos libres de sentido. (Luhmann, 1998; p. 89)
Los cambios en el sentido y los significados del proceso están rela-
cionados con las perturbaciones en la configuración pues a medida
que aumenta la perturbación, proliferan, se diseminan y se expanden
los significados, dado que la perturbación positiva es la base de la
organización, el orden, la estabilidad y el desarrollo, permitiendo así
que emerjan las regularidades.

Tenemos que considerar que el sentido presupone sistemas auto-


poiéticos dinámicos -sistemas psíquicos que usan la conciencia como
el medio de sus operaciones o sistemas sociales que emplean como tal
la comunicación-. En ambos casos los elementos básicos no son uni-
dades estables (como células, átomos o individuos), sino eventos que
desaparecen tan pronto como aparecen. Su reproducción constante
continuamente nuevos elementos. No pueden acumular elementos
-acciones, por ejemplo-, porque la continua desaparición de los mis-
mos es una condición necesaria de la continuidad del sistema. Así,
la disolución y la desintegración se convierten en causas necesarias
de su reproducción. Sin la continua pérdida de sus elementos, estos
sistemas acumularían, después de un corto espacio de tiempo, dema-
siados elementos, lo que los incapacitaría para preservar su orden. El
458
sentido, por consiguiente, tiene que estar basado en la inestabilidad
de los elementos. Afirmar esto es solo otra forma de decir que el sen-
tido es privativo de los sistemas dinámicos. La precondición básica
para ello reaparece en lo que podríamos llamar la inestabilidad de la
actualidad. (Luhmann, 1998; p. 28)

El centro de la experiencia dotada de sentido actual no puede


quedarse donde está, tiene que moverse. La estructura del sentido,
basada como está en la diferencia entre actualidad y potencialidad,
en criterio de Luhmann (1998; p. 29), está relacionada con este pro-
blema. La función de su estructura dual es organiza la atención de
manera alternante entre la actualidad, que es cierta pero inestable,
y la potencialidad, que es incierta pero estable. En efecto, tenemos
que pagar por nuestro mundo, y lo hacemos con la inestabilidad
o con la incertidumbre. Esto significa que no tenemos acceso a la
certidumbre estable. Sin embargo, podemos mejorar esta situación
relacionando los problemas inversos de la certidumbre inestable y
de la incertidumbre estable. Esta relación puede mostrarse como
sentido y evolucionar con la variación y selección cultural de senti-
dos exitosos. Esta evolución del sentido parece dar como resultado
una complejidad creciente.
La conclusión de Luhmann (1998; p. 29) por tanto, puede ser ex-
presada diciendo que el sentido es una representación de la compleji-
dad. El sentido no es una imagen o un modelo usado por los sistemas
psíquicos o sociales, sino, simplemente, una nueva y poderosa for-
ma de afrontar la complejidad bajo la condición inevitable de una
selectividad forzosa.

Regularidades

Las regularidades de una configuración están dadas en las confi-


guraciones que la integran, en su propia organización, procesos y/o
contextos configurantes.
459
Las regularidades constituyen aquellos rasgos caracterológicos in-
variantes de la configuración, las características o cualidades más es-
tables y significativas, que dan cuenta de las principales relaciones e
interconexiones fundamentales.

Son los atributos relevantes y más pertinentes de la configuración,


los cuales se expresan y manifiestan en sus funciones determinantes,
revelando así sus significados extraordinarios que facilitan su confi-
guración con otras configuraciones, generando, forjando y organi-
zando así configuraciones de orden superior, de mayores niveles de
complejidad, incluso desconocidas para el propio ser humano: con-
figuraciones infinitas.

Valgan aquí estas palabras de Prigogine (2009; p. 133), expresadas


al finalizar la conferencia Tiempo, vida y entropía, pronunciada en el
Living State, Nueva Delhi, en diciembre de 1981:
“De mis estudios sobre sistemas complejos a una escala mucho más
modesta, he sacado la impresión firme de que es difícil siquiera llegar
a imaginar o enumerar todas las posibilidades que presentan los sis-
temas no lineales alejados del equilibrio. Y esto me resulta aún más
evidente si consideramos el universo como un todo con las sorpren-
dentes no linealidades descritas por la ecuación de Einstein y con
las enormes desviaciones del equilibrio que debieron predominar en
su fase pretérita de formación. Por consiguiente, finalizaré con una
apostilla optimista: la historia no tiene final.”
La configuración de la historia es imperecedera, cada vez encuentra
nuevas configuraciones creativas que se retroconfiguran en nuevas
configuraciones, proporcionando un perpetuo ritmo configurativo.
Ritmo configurativo

Los seres humanos somos sujetos intrínsecamente dinámicos, nues-


tras conductas son manifestaciones estables de los procesos neuropsi-
460
cológicos. Así, los procesos sociales son dinámicos por naturaleza.

Teniendo en cuenta que la historia como fenómeno es accesible al


observador sólo en el dominio de las descripciones, es sólo en este
dominio que la historia puede participar en la generación de la con-
ducta del observador, y de hecho esto ocurre.

De todo esto surge que una espiral es una figura que conserva su
forma (vale decir, sus proporciones) a medida que crece en una de
sus dimensiones por adición en el extremo abierto. No hay espirales
verdaderamente estáticas.

Pero los alumnos de Bateson se veían en dificultades. Buscaban to-


das las características formales que jubilosamente habían encontrado
en el cangrejo. Pensaban que lo que el profesor les pedía era simetría
formal, repetición de partes, repetición modulada, etc. Ahora bien: la
espiral no tiene simetría bilateral, ni está dividida en partes.

Según Bateson (2011; p. 22), sus alumnos tenían que descubrir:

a) que toda simetría y división era en cierto modo el resultado, el


saldo, del hecho de crecer;
b) que el crecimiento impone exigencias formales; y

c) que una de estas exigencias es satisfecha (en un sentido matemá-


tico, ideal) por la forma en espiral.
Cuando se combinan dos o más pautas rítmicas, tiene lugar inte-
resantes fenómenos, los cuales, en criterio de Bateson (2011; p. 92),
ilustran ampliamente el enriquecimiento de la información al com-
binar una descripción con otra.

En el caso de las pautas rítmicas, la combinación de dos de ellas


461
genera una tercera; se vuelve entonces posible investigar una pauta
desconocida combinándola con una segunda pauta conocida y exa-
minando la tercera pauta que entre ambas generan.
Esto “fenómenos del moaré” ilustra tres principios, según Bateson
(2011; p. 93):
Primero: dos pautas cualesquiera adecuadamente combinadas
pueden generar una tercera.
Segundo: dos cualesquiera de estas tres pautas pueden servir de
base para una descripción de la tercera.
Tercero: a través de estos fenómenos podemos aproximarnos al
problema de definir qué significa la palabra “pauta”.
En este sentido, nos dice Prigogine (2008; p. 93):

“Creo que la idea de un tiempo vinculado al nivel estadístico, y


más concretamente a la evolución de las correlaciones, tiene un cla-
ro alcance intuitivo. Cuando comparamos dos sociedades humanas
(como la sociedad del neolítico con la sociedad actual), no es que
los hombres, tomados individualmente, sean distintos, más o menos
inteligibles, sino que las relaciones entre individuos han experimen-
tado una enorme aceleración.”
“El futuro es incierto, más incierto aun lo que hacía presagiar la
mecánica cuántica tradicional con las relaciones de incertidumbre de
Heisenberg.” (Prigogine, 2008; p. 95)
Según Prigogine (2008; p. 19), “la aparición de los paradigmas evo-
lutivos hizo que la paradoja del tiempo volviera a entrar en el ámbito
de la ciencia, ya que, por un lado, en la ciencia newtoniana no había
flecha del tiempo, y por otro, el concepto de irreversibilidad es esen-
cial tanto en termodinámica como en biología.”

En efecto, “nos encontramos en un período de “bifurcación” al que


462
no se aplica el concepto de la ley clásica de la naturaleza” (Prigogine,
2008; p. 26), de esta manera, “la evolución se realiza a través de una
sucesión de estadios descritos por leyes deterministas y leyes proba-
bilistas. La probabilidad y el determinismo no se oponen ni siquiera
a escala macroscópica, sino que se complementan. La existencia de
bifurcación da un carácter histórico a la evolución de un sistema. La
historia se introduce entonces en los sistemas más simples de la quí-
mica y la hidrodinámica.” (Prigogine, 2008; p. 29)

“Una propiedad destacada de estas bifurcaciones es su sensibilidad,


el hecho de que pequeñas variaciones en la naturaleza del sistema
lleven a la elección preferente de una de las dos ramas. Para eso basta
con romper la simetría.” (Prigogine, 2008; p. 30)

Estos puntos de bifurcación revelan que incluso a escala macroscópica


la predicción que podemos hacer del futuro es una mezcla de determi-
nismo y probabilidades. “En el punto de bifurcación la predicción tiene
un carácter probabilista, mientras que entre los puntos de bifurcación
podemos hablar de leyes deterministas.” (Prigogine, 2008; p. 36)

Los ritmos configurativos están conformados por fluctuaciones,


incertidumbres y oscilaciones en las conductas humanas y en los
comportamientos de los sistemas sociales, que generan movimientos
transformacionales en su configuración.

Igual que en el proceso de la percepción, el ritmo también cumple


una función importante en las numerosas maneras de interacción y
de comunicación de los organismos vivientes. La comunicación hu-
mana, por ejemplo, tiene lugar hasta cierto punto a través de la coor-
dinación y sincronización de los ritmos individuales.

En unos documentales rodados recientemente se puede observar


como una conversación entre dos seres humanos implica una danza
463
sutil y casi invisible en la que la secuencia detallada de los modelos
de lenguaje está sincronizada a la perfección, no sólo con los movi-
mientos más íntimos de la persona que habla, sino también con los
movimientos correspondientes del que lo escucha.
Las dos personas que entablan una conversación están encerradas
en una secuencia de movimientos rítmicos, complejos y sincroniza-
dos, con precisión, que dura mientras permanecen atentos e intere-
sados en la conversación.

Una coordinación de ritmos análoga parece ser la causa del fuerte


vínculo que existe entre un recién nacido y su madre y, muy proba-
blemente, entre dos enamorados. En cambio, cuando los ritmos de
dos individuos no están sincronizados, surgirá la oposición, la anti-
patía y el desacuerdo. (Capra, 2008a; p. 352)

Los modelos rítmicos son un fenómeno universal, pero al mismo


tiempo permiten a los individuos expresar sus distintas personalida-
des. Según Capra (2008a; p. 350), la manifestación de una identidad
personal única es una característica importante de los seres humanos,
y parece que esta identidad, es, en esencia, una identidad de ritmo.
Los seres humanos pueden reconocerse por su modo de hablar, por
los movimientos de su cuerpo, por sus gestos, por su manera de res-
pirar y por muchas otras acciones que representan diferentes tipos de
modelos rítmicos. Además, hay muchos ritmos «congelados», como
las huellas digitales o la letra de un ser humano, que se relacionan
únicamente con cada individuo. Estas observaciones indican que los
modelos rítmicos típicos de un individuo son distintas manifestacio-
nes de un mismo ritmo personal, una «pulsación interna» que es la
esencia de la identidad personal.
El hecho de que estas categorías configurativas se presenten de ma-
nera separada se debe sólo a que es imposible hablar de todas al mis-
mo tiempo, sin embargo, por su esencia y naturaleza, se superponen,
464
se entretejen, se configuran y poseen una interconexión sólida, de tal
manera que al pensar en una hay que tener siempre presente la reali-
dad de las demás. En efecto, las categorías antes definidas se pueden
relacionar de manera armónica y coherente.
La configuración se identifica mediante su organización, proce-
sos y contexto configurante, pero las transformaciones y dinámica
de la configuración están determinadas por las relaciones, funciones
y significados, es decir, por sus rasgos caracterológicos. En el caso
concreto del ser humano, del sujeto humano individual dotado de
subjetividad, podemos considerar con precisión una categoría que
constituye un rasgo caracterológico invariante: la autoconfiguración.

5.2-Auto-configuración
Bateson (2010; p. 460) recuerda que el doctor Laing le hizo notar
que lo obvio puede resultar muy difícil de ver para la gente. Por eso las
personas son sistemas auto-correctivos. Son auto-correctivos contra
la perturbación, y si lo obvio no es de una clase que puedan asimi-
lar fácilmente sin perturbación interna, sus mecanismos correctivos
operan para desviarlo por una senda lateral, para ocultarlo, aun hasta
el punto de cerrar los ojos, si es necesario, o de excluir distintas par-
tes del proceso de percepción. La información puede ser modelada
como una perla en crecimiento, para que no resulte molesta; y esta
modelación se hará de acuerdo con la comprensión que el sistema
mismo tenga de qué es lo que puede resultar molesto. También esto
-la premisa respecto de qué puede causar perturbación- es algo que
se aprende y que luego se perpetúa o conserva.

Para Bateson (2010; p. 460) existen tres sistemas o circuitos conser-


vadores enormemente complejos. Uno es el individuo humano. Su
fisiología y neurología conservan la temperatura corporal, la quími-
ca de la sangre, la longitud, tamaño y forma de los órganos durante
el crecimiento y el período embriológico, como también todas las
restantes características del cuerpo. Este es un sistema que conserva
465
los enunciados descriptivos referentes al ser humano, cuerpo o alma.

Pero lo mismo es verdad en cuanto a la psicología del individuo,


donde tiene lugar el aprendizaje para conservar las opiniones y los
componentes del statu quo. En segundo lugar, tratamos con la socie-
dad donde vive ese individuo, y esta sociedad también es, otra vez,
un sistema de las mismas características generales. Y, en tercer lu-
gar, tratamos con el ecosistema, el contorno biológico natural de esos
animales humanos. (Bateson, 2010; p. 460)

Es decir, Bateson (2010; p. 471) considera tres sistemas cibernéticos


u homeostáticos: el organismo individual humano, la sociedad hu-
mana y el ecosistema más amplio. La conciencia la estudia como un
importante componente en el acoplamiento de estos sistemas.

Por otro lado, como ya precisamos, la autopoiesis es un neologis-


mo que se utiliza como noción fundamental en la Teoría de los Seres
Vivos del eminente biólogo y científico chileno Humberto Maturana.
La autopoiesis hace referencia a la “red de producciones de compo-
nentes, que resulta cerrada sobre sí misma porque los componentes
que produce la constituyen al generar las mismas dinámicas de pro-
ducciones que los produjo, y al determinar su extensión como un
ente circunscrito a través del cual hay un continuo flujo de elementos
que se hacen y dejan de ser componentes según participan o dejan de
participar en esa red.” (Maturana y Varela, 2004; p. 15)

En nuestra Teoría de Configuraciones la autopoiesis se introduce


como categoría que expresa el proceso que se produce en las configu-
raciones, el que (a pesar de ser un constructo teórico elaborado por
los sujetos conscientemente) tiende a cobrar ciertos niveles de auto-
nomía propia, independiente de quienes lo crearon y de los sujetos
que lo hacen realidad, como es el caso de mente humana, cognición,
afectividad, identidad, competencias, inteligencia, pensamiento,
466
conciencia, creatividad, entre otros procesos que representan confi-
guraciones humanas complejas y sistémicas.

Según Prigogine (2008; p. 49), tradicionalmente “se asociaba el orden


al equilibrio (caso de los cristales) y el desorden al no equilibrio (caso
de la turbulencia). Hoy sabemos que es inexacto: la turbulencia es un
fenómeno altamente estructurado, en el cual millones y millones de
partículas se insertan en un movimiento extremadamente coherente.”

Y más adelante agrega:

“Hoy día las experiencias de laboratorios (como las experiencias


numéricas con los ordenadores) muestran que cuando se afronta el
dominio del no-equilibrio, se establecen nuevas interacciones de lar-
go alcance: el universo del no-equilibrio es un universo coherente. Y
esto representa un hecho nuevo, que contradice todo lo que se pen-
saba hasta hace muy pocos años.” (Prigogine, 2008; p. 49)

Lo anterior significa que determinadas configuraciones fundamen-


talmente sociales y humanas, que son expresión de procesos de esa
realidad sociocultural, se generan continuamente a sí mismas en de-
terminadas condiciones o se trata de agencias o instituciones, que
según plantea el sociólogo británico A. Giddens, (citado en Matura-
na, 1994; p. 28 ) “producen y reproducen las condiciones de su pro-
pia existencia”, o bien, que “se levanta por sus propios cordones, y
se constituye como distinto del medio circundante por medio de su
propia dinámica, de tal manera que ambas cosas son inseparables”, lo
cual es comprensible a partir de un análisis minucioso de los rasgos
caracterológicos de las configuraciones.

Martínez (2009a; p. 171) ha señalado que cuando una realidad no


es un agregado o yuxtaposición de elementos, sino que sus “partes
constituyentes” forman una totalidad organizada con fuerte interac-
ción entre sí, es decir, cuando constituyen un sistema, su estudio y
467
comprensión requiere la captación de esa estructura dinámica inter-
na que lo define y caracteriza.

Köhler ( 1967; p. 115), por su parte, afirma que en las distribu-


ciones ordenadas, el patrón al que se ajustan las fuerzas es exac-
tamente tan regular como lo es la distribución del material, pero
está claro que, en los patrones regulares, las fuerzas se hallan más
concretamente equilibradas que en las distribuciones irregulares.
Así, pues, ya que la interacción no perturbada opera en el sentido
del equilibrio, debe operar hacia una distribución ordenada, tanto
de fuerzas como de materiales.
La auto-distribución dinámica en este sentido es el género de fun-
ción que la psicología de la configuración considera esencial en la
teoría neurológica y en la teoría psicológica. De modo más parti-
cular opina que el orden de los hechos existentes en un campo vi-
sual constituye en gran medida el resultado de la autodistribución
de procesos. Desde este punto de vista, un campo visual estacionario
corresponde a una distribución equilibrada de procesos subyacentes.
Cuando las condiciones cambian, el resultado evolucionará siempre
en el sentido del equilibrio. (Köhler, 1967; p. 115)
En los procesos auto-distribuidos, los acontecimientos locales tie-
nen lugar exclusivamente dentro de la distribución como totalidad.
Por ello, el estado de función totalmente extendido es una unidad. En
unidades socio-humanas tenemos en cuenta como sentido y signifi-
cado las relaciones dinámicas entre los subprocesos inmanentes que
mantienen íntegramente al proceso. Tales relaciones se extienden de
un modo continuo a través del proceso en su totalidad y es su geo-
metría dinámica y funcional la que está relacionada de manera iso-
mórfica con las características espaciales de los campos perceptivos.
Las relaciones dinámicas en cuestión operan en las células, fibras
y líquidos tisulares, los cuales ocupan ciertos volúmenes de espacio
físico; pero suponemos, continua Köhler (1967; p. 175) por lo que
468
concierne a nuestro problema, que sólo cuentan las relaciones diná-
micas, mientras que las distancias y áreas geométricas a través de las
cuales se extiende el orden dinámico no poseen significado directo
alguno. Cierto es que, en grado considerable, el orden dinámico de-
pende de la geometría del medio en el que tiene lugar. Así, por ejem-
plo, una gran distancia, en términos de geometría cerebral, equivale
al mismo tiempo a una gran distancia funcional, etc.

Tal dependencia, no obstante, se halla lejos de equivaler a una iden-


tidad, ya que, en primer término, las relaciones dinámicas dentro de
los procesos son relaciones funcionales, mientras que las relaciones
geométricas no son funciones en este sentido. Y, en segundo térmi-
no, la extensión funcional a la que me refiero no sólo depende de las
dimensiones geométricas del medio, sino también de las leyes de la
física que determinan la autodistribucion. (Köhler, 1967; p. 175)

Cuando el problema de la configuración fue planteado por primera


vez, nadie podía prever que iba a estar íntimamente relacionado con
el concepto de auto-distribución dinámica, ni tampoco aparecieron
en la posición central que hoy asumen los hechos correspondientes
a la organización sensorial. El punto de partida estuvo representado
por la observación de que los campos sensoriales muestran carac-
terísticas que son genéricamente distintas de las sensaciones de la
teoría tradicional.
Fue Christian von Ehrenfels el que, a partir de una observación de
Ernst Mach, llamó la atención de los psicólogos sobre el hecho de que
quizás los datos cualitativos más importantes acerca de los campos
sensoriales habían sido dejados completamente en el olvido por el
análisis habitual.

Mientras antes se suponía que una sensación ocupaba su lugar en el


campo independientemente -es decir: determinada exclusivamente
por su estímulo local-, lo más notable, con respecto a las cualidades,
469
que introdujo Ehrenfels en la psicología científica, fue su relación
con series de estímulos. Nada surge en virtud de la estimulación es-
trictamente local per se, sino que “la acción conjunta” de diversos
estímulos es lo que ejerce tales efectos específicos en un campo sen-
sorial. (Köhler, 1967; p. 147)

Si el valor de cada elemento de una estructura dinámica o siste-


ma está íntimamente relacionado con los demás, si todo es función
de todo, y si cada elemento es necesario para definir a los otros, no
podrá ser visto ni entendido “en sí”, en forma aislada o descontextua-
lizada, sino a través de la posición y de la función o papel que desem-
peña en la estructura. Más aún se evidenciará esta situación cuando
estos procesos se entrelazan, interactúan y forman un todo coherente
y lógico, como sucede con los valores, actitudes, intereses y creencias
de una persona, una familia, un grupo social o una cultura específica.
Todo esto exige un enfoque holista e interdisciplinario de la realidad.
(Martínez, 2009a; p. 171)

En este sentido, la noción de auto-configuración humana es com-


pleja, sistémica y dialéctica, y la autoconfiguración humana es un pro-
ceso complejo y sistémico que depende de condiciones biogenéticas,
neuropsicológicas y socioculturales. Para configurarnos a nosotros
mismos, nos hace falta configurar un saber, un hacer y un ser, vivir
en un lenguaje y una cultura, pero además, hace falta que esa misma
cultura sea suficientemente variada, rica y diversificada, como para
que podamos elegir y vivenciar nosotros mismos, las ideas, concep-
ciones, valores y normas sociales, y podamos reflexionar de manera
autónoma e independiente.

Esa autonomía es relativa y se nutre de una dependencia también


relativa, en el sentido de que dependemos de una formación, de un
proceso educativo por el que hemos transitado, de un lenguaje, de
unas normas sociales, de una cultura, de la sociedad en general; de-
470
pendemos, además, en cierta medida de nuestro cerebro, que a su vez
depende de un programa biogenético, y dependemos también, por
supuesto, de nuestros genes.
Nos dejamos influenciar por nuestro cerebro y de nuestros genes
y, hasta cierto punto, somos influenciados por nuestra configuración
neurogenética, por cuanto ellos, nuestro cerebro y nuestros genes,
orientan a nuestro organismo las premisas para continuar la vida.

Asimismo, con nuestra mente, dotada de cultura, reconfiguramos


nuestro cerebro y los genes que nos orientan, de ahí que seamos ca-
paces de elegir dentro de nuestra cultura, los universos conceptuales,
procedimentales y axiológicos que nos interesan y desarrollar nues-
tras propias ideas y concepciones, gracias precisamente a esos genes
y a nuestro cerebro, reconfigurados, socializados, culturalizados.

Según Allport (1973, p. 642), la memoria influye en la percepción


y el deseo en la intención, la intención determina la acción, la acción
forma la memoria y así indefinidamente”.
Es decir, todos estos procesos de la cognición humana están entre-
lazados e interactúan unos con otros, están configurados y cada uno
constituye condición, sentido y significado de los demás.
El elefante tiene un período de gestación de casi dos años (660 días).
Es decir, a veces los cambios y modificaciones configuracionales en el
ser humano no se manifiestan de inmediato sino que es necesario un
período de gestación e incubación significativo para que se produzca
lo que pudiéramos llamar aprendizaje.

Todo esto nos lleva a pensar que los fenómenos, situaciones y pro-
cesos humanos son individuales, particulares, únicos, auténticos e
irrepetibles, de ahí la necesidad de utilizar métodos especiales para
su estudio científico correcto.
471
Por otro lado, como afirma Martínez (2009b; p. 100), la vida psí-
quica no es atomística, sino dinámica; no es causada, sino motivada;
y no es mecánica, sino que actúa con un propósito. Esta realidad nos
obliga a buscar conceptos que la expresen y representen más cabal-
mente, y tales conceptos se conviertan, a su vez, en categorías de co-
nocimiento. Estos conceptos no serán tanto conceptos de contenido,
cuanto conceptos de proceso, concepto sobre realidades dinámicas.
La vida psíquica debe ser captada en su integridad, como se nos pre-
senta realmente. Si la fragmentamos, aún cuando sea de buena fe, y
con fines de estudio, no estaremos estudiando esa vida psíquica, sino
otra cosa y, por consiguiente, llegaremos a conclusiones falsas.

La vida psíquica se representa en “porciones” o “totalidades” di-


námicas y “estructuradas” que tienen un sentido y una meta, y son
como “complejos neuropsíquicos”, “sistemas orgánicos de fuerzas
activas” o “estructuras muy compactas e integradas”. Estas “totalida-
des organizadas” son las que hay que respetar para captar su peculiar
naturaleza y significación. Nos referimos a ellas con los nombres de
“estructuras o sistemas psíquicos”, apunta Martínez (2009b; p. 101).

En efecto, las distribuciones dinámicas son totalidades funcionales.


Köhler (1967; p. 119) nos da el ejemplo del circuito eléctrico, en el
que las diferencias de potencial y las intensidades de la corriente se
distribuyen por sí mismas a lo largo de los conductores de modo tal
que se establece y mantiene un estado constante o estacionario. Nin-
guna parte de esta distribución es autosuficiente; las características
del fluido local dependen por completo del hecho de que el proceso,
como una totalidad, asume la distribución constante.
Un proceso o sistema psíquico es, por consiguiente, un complejo
organizado de subprocesos aparentemente diferentes (como impul-
sos, sentimientos, recuerdos, percepciones, pensamientos, conduc-
tas, etc.) que se sobreponen, se entretejen, interactúan, expresan gran
interdependencia y tienen un significado, función o propósito común.
472
Cada uno de estos procesos psíquicos está, a su vez, compuesto por
subprocesos de menor amplitud y complejidad. Y todos los procesos
psíquicos de un individuo forman su “personalidad”, la cual consti-
tuye la configuración psíquica más amplia y expresa su filosofía de la
vida, su estilo personal o su modo peculiar de ser.

En realidad, lo que describo no son más que las configuraciones


psicológicas del ser humano como sistema dinámico, holístico y com-
plejo. Sin embargo, en nuestro enfoque configuracional, las estructu-
ras que Martínez menciona son configuraciones psíquicas (afectivas,
emocionales, cognitivas, intelectuales, conductuales, etc.) dotadas de
sentido y significado. Las estructuras nos remiten a elementos, los
cuales denotan estatismo, es por ello que la Configuralogía prefiere
utilizar las nociones de procesos y configuraciones, no de elementos
ni de estructuras, ya que éstas no dan cuenta del carácter dinámico y
complejo de la personalidad humana, en cambio las configuraciones
y los procesos psíquicos son dinámicos por esencia y naturaleza.

Ahora bien, entrando más a fondo en el fenómeno “partes-todo”,


Martínez precisa que hay dos modos de aprehensión intelectual de
un elemento que forma parte de una totalidad.
Polanyi lo expresa de la siguiente manera:
No podemos comprender un todo sin ver sus partes, pero podemos
ver las partes sin comprender el todo…. Cuando comprendemos
como parte de un todo una determinada serie de elementos, el foco
de nuestra atención pasa de los detalles hasta ahora no comprendi-
dos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la
atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que sólo se
puede ver un todo viendo sus partes, pero cambia por completo la
manera como aprehendemos los detalles. Ahora los aprehendemos
en función del todo en que hemos fijado nuestra atención. Llamaré a
esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la apre-
473
hensión focal que emplearíamos para atender a los detalles en sí, no
como partes de un todo (1966, pp. 22-23). (Martínez, 2009b; p. 102)

Al hablar de partes y de elementos de una totalidad, tanto Martínez


como Polanyi fraccionan al ser humano, lo cual no permite compren-
derlo en su verdadera esencia y naturaleza. Aunque estos autores, en
otros apartes de sus escritos, advierten del peligro de fragmentar al
ser humano, sin embargo, el lenguaje los traiciona. Proponen que no
se debe fragmentar al ser humano como objeto de estudio, pero en los
términos que utilizan (elementos, partes, estructura) lo fragmentan.

El ser humano es una unidad holística irreductible; cada uno de sus


procesos inmanentes está interconectado con todos los demás. La
conexión e interacción armónica y coherente entre los procesos que
definen y caracterizan al ser humano no permite separarlos porque
perderían su esencia y naturaleza, su notabilidad, sentido y significado.

Si separamos los procesos inherentes al ser humano obtendríamos


otra cosa, pero no a un ser humano, en toda su identidad. Es por ello
que debemos tener en cuenta los aportes de la psicología de la con-
figuración: “el todo es diferente a las partes y a la suma de ellas”, es
decir, el todo contiene atributos y cualidades que no están en la suma
de las partes, ni en cada una de ellas por separado. De aquí, la nece-
sidad de una metodología configuracional, que sea científica, pero a
la vez respetuosa de la esencia y naturaleza humana.
La relación de las configuraciones biogenética, neuropsicológica y
sociocultural es una relación tríadica configuracional. Cuántas veces
hemos tenido la impresión de ser libres sin serlo en realidad. Pero,
al mismo tiempo, nos sentimos con libertad, del mismo modo que
somos capaces de analizar hipótesis de comportamiento, de hacer
elecciones, de tomar decisiones, de optar.

Somos una configuración de autonomía, libertad y potencias ocul-


474
tas que no son simplemente las fuerzas del inconsciente descubiertas
por el psicoanalista Simon Freud. He aquí una de las complejidades
propiamente humanas.
Pero según Morín (2011; p. 100) “la complejidad es diferente de la
completud. Creemos, a menudo, que los que enarbolan la compleji-
dad pretenden tener visiones completas de las cosas. ¿Por qué lo pen-
sarían así? Es verdad que pensamos que no podemos aislar los obje-
tos unos de otros. En última instancia, todo es solidario. Si tenemos
sentido de la complejidad, tenemos sentido de la solidaridad. Más
aún, tenemos sentido del carácter multidimensional de toda realidad.”

En algunas reflexiones de este libro he aplicado el concepto de con-


figuración a experiencias exteriores y también a procesos biogenéti-
cos o cerebrales inmanentes al ser humano como sistema vivo.
Sin embargo, por mi propia experiencia cotidiana y por nuestro pa-
radigma acerca de la ciencia y de la vida en general, puedo decir que
la configuración se refiere a la totalidad del proceso, lo cual significa
que uno mismo está incluido.

Es decir, puedo sostener que ciertos principios generales de la dinámi-


ca configuracional pueden aplicarse tanto al yo como a contextos con-
figurantes en general, y a ambos configurados en sólo una unidad total.
Cuando usemos el concepto de configuración debemos aplicarlo
tanto al sujeto como a otros procesos del contexto configurante.
Esto es lo extraordinariamente notable de la cosmología de Ma-
turana, el fundamento operacional en que se basa para demostrar
justamente que la condición última de nuestra naturaleza es precisa-
mente este “ser humano” que se hace (nos hacemos) continuamente
a sí mismo, en un operar recursivo, tanto de procesos autopoiéticos
como sociales (lenguaje), con los cuales se genera continuamente la
auto-descripción de lo que hacemos. No es posible conocer sino lo
475
que se hace. Nuestro ser humano es, pues, una continua creación humana.

Por tanto, dice Behncke, si el desarrollo individual depende de la


interacción social, la propia formación, el propio mundo de signifi-
cados en que se existe, es función del vivir con los demás. La acepta-
ción del otro es entonces el fundamento para que el ser observador o
auto-consciente pueda aceptarse plenamente a sí mismo. Sólo enton-
ces se redescubre y puede revelarse el propio ser en toda la inmensa
extensión de esta interdependiente malla de relaciones que conforma
nuestra naturaleza existencial de seres sociales, puesto que, al reco-
nocer en los demás la legitimidad de su existencia (aun cuando no la
encontremos deseable en su expresión presente), se encontrará el in-
dividuo libre también para aceptar legítimamente en sí mismo todas
las dimensiones que al presente puedan darse en su ser y que tienen
precisamente su origen en el todo social.

En el fondo, lo que hace el niño es adquirir un patrón de relación


[configurar una configuración], lo que hace es transformarse en la
convivencia en una cierta manera de modo que va surgiendo un ser
de una cierta clase, dice Maturana. Es por eso que su biología se llama
ontogenia, el ser se va generando, va surgiendo este ser, que en el pre-
sente continuo se va transformando en un proceso onto-configurativo.

La auto-configuración es la expresión dinámica de las inter-re-


tro-configuraciones vivenciadas por el ser humano en su devenir
sociohistórico. En este sentido, es preciso definir una entidad gno-
seológica nueva: la configuración transpersonal.

En sí mismo se trata, no de un señalar algo, sino de un configu-


rar productivo del propio orden; se configura por sí misma y para sí
misma la posibilidad de un proceso universal. Resultado de ello es
ese atravesar universal de la trama de relaciones absoluta, trama en-
cerrada ella misma en sí misma, y que constituye el orden válido en
sí. Las determinaciones relacionales de la ordenación no son meras
476
yuxtaposiciones del tipo de «uno y otro y otro más, etc.», sino que
el uno viene determinado en cuanto el uno del otro. En sí mismo es
tanto él mismo como también otro, es decir, todos los otros (¿cuál es
el haber previo? ¡El mirar para otro lado!) El tanto... como también...,
especialmente por lo ilimitado de su universalidad, proporciona la
estructura categorial formal fundamental de la trama de objetos en
su ordenación absoluta. (Heidegger, 2011; p. 83)

La configuración de ésta, es decir, la actuación adecuada para la


formación del sistema, es para Heidegger (2011; p. 83), el universal
estar en movimiento del determinar, el fundamental estar en todas
partes y en ningún sitio del actuar cognoscitivo. Por cierto, que ese
estar en todas partes y en ningún sitio es algo pero que muy señala-
do, nada del estilo de simplemente centrarse en un sector de objetos
predeterminado, de dejarse atraer por él por aquello de que es fácil
de encontrar, sino un determinar cognoscitivo que continuamente
se configura su posibilidad propia en tanto configura el proceso de
ordenación, que por sí mismo dirige sus esfuerzos a que pueda dar-
se una movilidad universal y continua. Mientras la trama de clasi-
ficación sea de tal modo que en ella se dé un tener que mantenerse
parado, estará sin acabar, es decir, no habrá llegado a sí misma, a su
posibilidad más íntima.
Según Maturana, todos los seres vivos se van transformando...
La genética constituye un punto inicial, un espacio de posibili-
dades, entonces todo lo que va pasando, ocurre en la epigénesis,
la transformación en el espacio relacional en el cual la transfor-
mación que ese organismo sufre es contingente a su fluir en ese
espacio relacional o auto-configurativo.

El caso de las esponjas es particularmente notable. Estos primitivos


animales, nos explica Laszlo (1997; p. 145), son verdaderos organis-
mos pluricelulares que cuentan con varias clases de células distintas,
estrechamente coordinadas en la realización de sus funciones espe-
477
cializadas. Cuando una esponja se parte en trozos muy pequeños, y
se hacen pasar estos por un tamiz lo bastante fino como para obtener
un puré de células vivas separadas, resulta que las células en cuestión
pueden volver a juntarse para formar un organismo completo. Parece
como si dichas células estuvieran guiadas por un sistema de orienta-
ción que funciona incluso cuando se hallan separadas unas de otras.

Las esponjas no son los únicos organismos capaces de llevar a cabo


semejantes proezas regenerativas; los erizos de mar hacen cosas pa-
recidas. En este caso se trata de organismos más complejos, con apa-
rato digestivo, sistema vascular, un sistema locomotor formado por
pedúnculos tubulares y un anillo de placas que rodea su exoesquele-
to. Cuando se quedan sin el calcio que necesita dicho exoesqueleto
para su mantenimiento, sus partes se separan y se disuelven en una
masa de células separadas, pero tan pronto como vuelve a introducir-
se el nivel requerido de calcio, esas células se reorganizan formando
erizos de mar completos. (Laszlo, 1997; p. 145)

En especies todavía más complejas, estas formas de regeneración


son imposibles, pero se dan casos de reconstrucción parcial casi tan
impresionantes como las anteriores. Valgan unos pocos ejemplos
ofrecidos por Laszlo (1997; p. 145): cuando los científicos parten por
la mitad un huevo de libélula y destruyen una de las dos mitades, la
que queda origina de todos modos una libélula completa. Si corta-
mos un gusano del género planaria en varios trozos, observaremos
cómo se regenera un individuo completo a partir de cada segmento.
Si se le amputa una pata a un tritón, al animal le crece una pata nue-
va, cosa que, sin embargo, no le ocurre a una rana pese a su afinidad
con el tritón. Este mismo anfibio es capaz de regenerar el cristalino
de uno cualquiera de sus ojos: si, mediante una operación quirúrgica,
se le quita, en seguida los tejidos del borde del iris se reorganizan y
producen un cristalino nuevo.
Los seres humanos generamos el espacio interaccional en que vivimos.
478
El amor al prójimo comienza a aflorar entonces, en el entendimien-
to de los procesos que generan el fenómeno existencial de la concien-
cia de sí mismo, en una expansión de los impulsos naturales de al-
truismo comunitario, precisamente como la condición necesaria de
lo social, y no como un mandato de una supra-naturaleza diferente
de la nuestra. (Maturana y Varela, 2003; p. XXVII)
vi
LA CONFIGURACIÓN
EN LOS PROCESOS
SOCIO-HUMANOS
482

6.1- Teoría Configuracional de la Personalidad (Fernando


González Rey)
Analizar la personalidad como sistema de configuraciones, según
González (1997; p. 112), representa un paso adelante en su defini-
ción como sistema complejo, ello implica que el desarrollo de formas
metodológicas alternativas para su estudio, por su carácter complejo
y cualitativo, represente una verdadera ruptura epistemológica en re-
lación con los procesos, instrumentos y categorías, utilizados por la
investigación y las diferentes formas de construcción teórica que han
caracterizado su estudio en la historia de la psicología.
La personalidad en esta definición, dice González (1997; p. 112),
se nos presenta como una organización compleja de configuracio-
nes, formaciones, niveles de integración y síntesis diferentes que co-
existen en complejas relaciones dialécticas dentro de su organización
general, constituida de forma diferencial en cada sujeto concreto. El
sujeto psicológico concreto se expresa en sus diferentes funciones
psicológicas a través de sus recursos y motivaciones diversas, las que
simultáneamente se reorganizan en su propia expresión y no actúan
como atributos rígidos que definen a priori su expresión individual.
Como sistema complejo, la personalidad no puede ser conocida de
forma directa por el significado lineal de ningunas de las expresio-
nes parciales del sujeto. El conocimiento sobre la personalidad es de
franca naturaleza constructiva e interpretativa, lo cual supone tener
en cuenta al sujeto como realidad diferenciada, que se expresa en
una situación existencial única, mediatizada de forma general por la
cultura y las características del ambiente social de los que todo somos
parte. (González, 1997; p. 112)
En la medida en que la construcción teórica de González (1997) y el
desarrollo de su trabajo de investigación lo acercaban más a una de-
finición de la personalidad como construcción teórica de las formas
483
más complejas de organización de la subjetividad individual, se iba
complejizando su propia representación teórica sobre ella, así como
sus definiciones metodológicas para su estudio. Es así que, en el pla-
no metodológico asumió desde los inicios de sus investigaciones, una
orientación cualitativa, definida más por la naturaleza de los proble-
mas a enfrentar, que por una reflexión de carácter epistemológico.

En la mayoría de estas investigaciones pedagógicas se aborda el


estudio de los aspectos cognitivos y/o de los componentes motiva-
cionales de la personalidad, pero, aun cuando se trata de lograr una
unidad entre ambos, esto no siempre se alcanza, o no se alcanza
totalmente, ya sea por el enfoque conceptual de partida, o por los
procedimientos metodológicos utilizados. No obstante ha habido
intentos fructíferos de integración de lo cognitivo y lo afectivo al
abordar el estudio de aspectos específicos de la personalidad.
En el área del aprendizaje, los trabajos experimentales logran la
apropiación de los conocimientos y habilidades necesarios en las
materias de estudio, lo que eleva la eficacia de lo aprendido,
pero, aunque logran influir en el desarrollo intelectual y mo-
tivacional de los alumnos no se han encontrado los mecanismos
y condiciones esenciales para contribuir realmente a la forma-
ción y desarrollo integral de la Personalidad de los escolares y a
su crecimiento personal.
Estas limitaciones indican que las metodologías utilizadas y los
postulados de partida no bastan para alcanzar ese propósito. En
los últimos años se han elaborado algunos sistemas conceptuales y
metodológicos autóctonos latinoamericanos que, tomando lo mejor
de lo foráneo e incorporándolo a las experiencias del continente han
permitido el desarrollo de algunas teorías y metodologías propias
más integrales.

Dentro de estos enfoques se destaca la Teoría de la Perso-


484
nalidad de Fernando González Rey (1985), en la que concibe a este
sistema no sólo como un conjunto de contenidos, sino como un sis-
tema de contenidos y funciones psicológicas que participan activa y
conscientemente en la regulación del comportamiento.
Sus investigaciones en esta área, en sujetos adolescentes, jóvenes
y adultos, sanos y enfermos, le han permitido concluir la importan-
cia de los aspectos funcionales de la personalidad en la salud de los
seres humanos y plantear la necesidad de tener en cuenta, en la
educación, la formación y desarrollo de una personalidad sana,
capaz de enfrentar las contingencias de la vida con recursos perso-
nológicos funcionales efectivos.

González (1985) concede un papel relevante a la comunicación en


la formación y desarrollo de la personalidad. Ha planteado inte-
resantes ideas acerca del proceso educativo y de las fuerzas motrices
del desarrollo de la personalidad.

Para este autor, tradicionalmente se ha hecho excesivo énfasis en


los aspectos procesales y en el resultado del aprendizaje. Con esto,
según él, se ha olvidado que el aprendizaje se da, básicamente,
en un proceso interactivo profesor-alumno, por lo que en él influye
de manera destacada la comunicación.

Para González (1985), la interacción profesor-alumno rebasa el


momento meramente cognitivo de construcción del conocimiento.
Lo primero que el profesor debe lograr es la formación de una
verdadera relación maestro-alumno, caracterizada por la segu-
ridad, el respeto y la motivación hacia la actividad.

Ubicar el aprendizaje en un marco interactivo implica, para él,


reconocer:
• El carácter necesario de la comunicación en el
proceso de construcción del conocimiento.
485
• El papel de una atmósfera institucional sana en el
desarrollo de las potencialidades del sujeto para el
aprendizaje.

• El aprendizaje como proceso cooperativo y de


integración.

• El sentido que tiene el bienestar emocional del


sujeto en sus distintos sistemas de relaciones, para
el aprendizaje.

El aprendizaje, entonces, es un proceso activo e integral del su-


jeto en la construcción del conocimiento y no puede verse como
la simple reproducción de una información elaborada fuera de él y
trasmitida mecánicamente, tampoco es una construcción meramen-
te cognitiva. Considerar el aprendizaje de este modo es, según este
autor, tener en cuenta su carácter desarrollador.

En su criterio, entender el aprendizaje como proceso de


comunicación implica la utilización del diálogo y del trabajo
conjunto profesor-alumno y alumno-alumno en el proceso de
construcción del conocimiento.

Por otro lado, enfatiza en la necesidad de recontextualizar el error


dentro del proceso de construcción del conocimiento y despojarlo
de los elementos negativos que se le asignan en los sistemas tradiciona-
les, ya que esto último provoca sentimientos de frustración que inciden
de una manera directa en la autoestima del escolar, disminuyéndola,
lo que tiene un efecto negativo sobre su desarrollo personal.

En este sentido, González (1985; p. 13) expresa: “A través de este


prisma, toda conducta o actividad conscientemente asumida por el
hombre es portadora de una determinada carga emocional, proce-
dente del sistema de motivos de la personalidad, que se materializa,
mediante una compleja elaboración cognitiva, en una estrategia con-
486
creta de acción.”

La personalidad se adquiere mediante un proceso de desarrollo


condicionado histórico y socialmente, gracias a la actividad que rea-
liza el sujeto en el proceso de comunicación con los demás. El ser
humano, al nacer, es simplemente un individuo perteneciente a la
especie humana y solamente mediante un proceso de desarrollo, a
través de la interacción con la realidad y de sus relaciones sociales,
deviene personalidad.

La personalidad está integrada por un conjunto de elementos que


abarcan los aspectos de contenido psicológico y funciones estrecha-
mente relacionados entre sí, por lo que el funcionamiento psicológi-
co de ella depende de la interacción entre dichos aspectos.

Constituyen contenidos psicológicos de la personalidad aquellos


que son esenciales para el individuo, que resultan significativos en
su vida. Esto indica que no todos los contenidos de la psiquis son
contenidos de la personalidad. La personalización de un determina-
do contenido, implica la acción activa del individuo en el proceso de
configuración individual del mismo.

Dentro de la estructura de la personalidad, los contenidos respon-


den al qué, o sea, qué contiene la personalidad, qué contenidos psí-
quicos regulan la personalidad, de qué manera se organizan y estruc-
turan los mismos, y cuáles son los mecanismos y leyes que participan
en su función reguladora.

Además, todo contenido de la personalidad representa un determi-


nado nivel de unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, precisamente,
su estructura se fundamenta entre el vínculo existente entre el afecto
y la cognición.

En sus estudios, González Rey (1985) ha definido tres niveles de


487
integración de los contenidos psicológicos. Estos son:

a) Las unidades psicológicas primarias. Este nivel se define como


una integración cognitivo-afectivo relativamente estable que actúa
de manera inmediata sobre el comportamiento ante situaciones co-
tidianas.

Estos contenidos se caracterizan, además de por su significación


(son importantes para el sujeto), por poseer una estabilidad relativa,
una insuficiente reflexión, una fuerte carga emocional y actuar de
forma rápida, su acción reguladora es directa e inmediata sobre la
regulación del comportamiento. Entre ellos tenemos a: los motivos,
las actitudes, los estereotipos, las cualidades de la personalidad, los
rasgos del carácter, las normas, los valores, etc.

b) Las formaciones psicológicas: Son sistemas de contenidos psico-


lógicos elaborados de maneras activas por el sujeto, significativas y
personalizadas, que regulan su comportamiento presente en función
de objetivos futuros.

Sus características más importantes vienen dadas por: ser plurimo-


tivadas, relativamente estables, estas mediatizadas por las operacio-
nes cognitivas de la personalidad, sus contenidos aparecen siempre
elaborados por el sujeto y están asimilados a regular el comporta-
miento a partir de objetivos y estrategias a largo plazo.

Contenidos de este nivel son las formaciones motivacionales com-


plejas, las que poseen las características antes mencionadas en un
alto grado de desarrollo. Las más estudiadas hasta ahora son: las in-
teracciones profesionales, las ideales, los intereses, la autovaloración,
la concepción del mundo y el carácter.

Esto no quiere decir que se haya agotado su estudio; realmente aún


488
es necesario un trabajo investigativo profundo para determinar otras
formaciones psicológicas, además de seguir abordando y profundi-
zando en las ya conocidas.
c) Las síntesis reguladoras, configuraciones o subsistemas integra-
dores: Constituyen integraciones de alto nivel de complejidad, que
integran de modo personalizado contenidos de niveles inferiores, de
modo que regulan el comportamiento del sujeto, con una alta me-
diatizaron.

Entre sus características más relevantes se encuentran el que inte-


gran de modo simultáneo otros contenidos o formaciones, además
estas integraciones aparecen en estructuraciones diversas y comple-
jas, diferentes para cada sujeto, jugando un papel destacado en toda
la regulación de su comportamiento.

Según González (1997; p. 112), analizar la personalidad como siste-


ma de configuraciones representa un paso adelante en su definición
como sistema complejo; “ello implica que el desarrollo de formas me-
todológicas alternativas para su estudio; por su carácter complejo y
cualitativo, represente una verdadera ruptura epistemológica en re-
lación con los procesos instrumentos y categorías, utilizados por la
investigación y las diferentes formas de construcción teórica que han
caracterizado su estudio en la historia de la psicología.”
“La personalidad en esa definición se nos presenta como una or-
ganización compleja de configuraciones, formaciones, niveles de in-
tegración y síntesis diferentes que coexisten en complejas relaciones
dialécticas dentro de su organización general, constituida de forma
diferencial en cada sujeto concreto. El sujeto psicológico concreto se
expresa en sus diferentes funciones psicológicas a través de sus recur-
sos y motivaciones diversas, las que simultáneamente se reorganizan
en su propia expresión y no actúan como atributos rígidos que defi-
nen a priori su expresión individual.” (González, 1997; p. 112)
489
Como sistema complejo, la personalidad no puede ser conocida
de forma directa por el significado lineal de ninguna de las expre-
siones parciales del sujeto. “El conocimiento sobre la personalidad
es de franca naturaleza constructiva e interpretativa, lo cual supone
tener en cuenta al sujeto como realidad diferenciada, que se expresa
en una situación existencial única, mediatizada de forma general por
la cultura y las características del ambiente social de los que todos
somos parte. En determinado momento, tanto la cultura como as-
pectos políticos, o de otro tipo, pueden devenir relevantes para la
construcción teórica sobre la personalidad, de acuerdo con el tipo de
problema dentro del cual su conocimiento adquiera relevancia para
la investigación” (González, 1997; p. 112)

Ahora bien, González Rey no considera a la personalidad solamen-


te como un conjunto de contenidos psicológicos con un mayor o me-
nor nivel de integración o estructuración, sino que también insiste en
que hay que tomar en cuenta el funcionamiento de estos contenidos,
o sea, el elemento procesal o funcional de la personalidad.

El aspecto funcional de la personalidad se refiere al cómo, o sea,


cómo los contenidos operan en el comportamiento, cómo ejerce la
personalidad su función reguladora.
La función reguladora de la personalidad no puede ser estudiada
o valorada de una dimensión cuantitativa (por lo menos, no en lo
fundamental), sino que requiere de un abordaje cualitativo, holístico,
complejo, sistémico, dialéctico y configuracional, para lo cual resulta
importante la determinación de indicadores, que permitan su estu-
dio y valoración.

En sus investigaciones, González (1985) ha encontrado seis par-


ticularidades que distinguen cualitativamente, en su integración,
el ejercicio de dicha función reguladora. De ahí que considere que
constituyen indicadores funcionales de la regulación de la personali-
490
dad. Estos indicadores son:

a) Rigidez-flexibilidad: Expresa la mayor o menor capacidad del


sujeto para cambiar y reorganizar decisiones y proyectos y adecuar-
los a algunas exigencias y situaciones que puedan presentarse, así
como cambiar alternativas y estrategias de conducta concretas, sin
aferrarse a un mismo camino o vía de acción.

b) Estructuración temporal de los contenidos psicológicos. Se re-


fiere a la existencia de una perspectiva futura que se expresa en un
sistema de objetivos mediatos que regulan la conducta actual del
sujeto, el cual muestra que es o no capaz de proyectar, de plantearse
aspiraciones y metas a largo plazo y de regular su comportamiento
presente en función de estos objetivos o aspiraciones futuras.

c) Capacidad de reestructurar el campo de acción. Tiene que ver


con la mayor o menor capacidad del sujeto para reestructurar su
vida y actuación, su futuro, cuando las condiciones lo exijan. Es
capaz de utilizar de modo afectivo la información de que dispo-
ne, reflexionar sobre la situación en la que se encuentra (campo de
acción) y organizar comportamientos que varían su conducta o su
vida. El que el individuo posea o no esta capacidad determina que
pueda enfrentar las contingencias críticas de su vida con mayores
recursos o con estos muy limitados.
d) Mediatización de las operaciones cognitivas en las funciones
reguladoras. Con este indicador se explica la capacidad de utilizar
de forma consciente y activa las operaciones intelectuales (análisis,
síntesis, comparación, abstracción, generalización) en la regulación
de su comportamiento, o sea, si el sujeto es capaz de reflexionar, va-
lorar y elaborar de modo personal la información que obtiene y de
integrarla a la que ya posee, así como de utilizar estas operaciones en
la elección de alternativas de comportamiento, así como de la estruc-
turación de las respuestas a las distintas situaciones y exigencias de su
491
medio. Cuando esto no ocurre, el sujeto no puede resolver adecuada-
mente los problemas que la vida le plantea.

e) Esfuerzo consciente por explicar sus interrelaciones con la rea-


lidad. Este indicador expresa el mayor o menor esfuerzo estable y
consciente del sujeto por comprender y explicar sus interrelaciones
con el medio, o sea, sus vivencias, ideas, criterios (condiciones in-
ternas) y sus relaciones con las situaciones, personas, condiciones y
exigencias del medio (condiciones externas), lo que le permite es-
tructurar y regular mejor su comportamiento.

Cuando el individuo no intenta ser consciente de estas relaciones


mutuas, no puede explicarse con absoluta claridad lo que ocurre y el
por qué ocurre, lo que afecta la decisión que tome.
f) Esfuerzos volitivos en la consecución de los objetivos. Esto se
refiere a los esfuerzos sistemáticos por vencer los obstáculos que
pueden aparecer en el camino del sujeto y entorpecer el logro de los
objetivos propuestos, de tal modo que lucha establemente por alcan-
zar lo que quiere y su comportamiento hacia la consecución de sus
propósitos.

Expresa no solo la voluntad del sujeto para lograr sus objetivos en


la vida, también la fuerza y significación que esos objetivos tienen
para él.
Ahora bien, en cada sujeto estos indicadores funcionales y los con-
tenidos psicológicos se integran de modo particular y específico en el
ejercicio de la regulación y autorregulación. A este modo específico
de integración el autor le llama nivel de regulación.

En sus investigaciones empíricas, F. González Rey encontró dos ni-


veles de regulación de la personalidad: a uno le llamo nivel conscien-
te volitivo y al otro le llamo nivel de estereotipos, normas y valores.
En el primero los indicadores funcionales se manifiestan en su expre-
492
sión de máximo desarrollo, en el segundo estos aparecen en su expre-
sión mínima. En el consciente volitivo los contenidos se integran, por
lo general, a nivel de formaciones psicológicas o síntesis reguladora; en
el otro, por lo general predominan las unidades psicológicas primarias.

6.2-Configuración de los procesos socio-humanos


Si la configuración es un sistema complejo de transformaciones di-
námicas que como totalidad contiene sus códigos, y unos códigos
que garantizan su autopoiesis, entonces todas las formas de inves-
tigaciones concernientes a la sociedad y a los seres humanos, por
variadas que sean, conducen a configuraciones, puesto que los con-
juntos o subconjuntos sociales y humanos se imponen de entrada
en tanto que totalidades, ya que estas totalidades son dinámicas y en
consecuencia sedes de transformaciones dinámicas.
En Durkheim la totalidad todavía no es más que emergente, por-
que surge de sí misma de la reunión de los componentes y constituye
así una noción primera y, como tal, explicativa; por el contrario, su
más íntimo colaborador, Marcel Mauss, es considerado por Claude
Lévi-Strauss como el iniciador del estructuralismo antropológico
porque, particularmente en sus estudios referentes al don, ha busca-
do y descubierto el detalle de las interacciones transformadoras.
La configuración no pertenece a la conciencia, sino al comporta-
miento, a la cotidianidad, a la biopraxis, y el ser humano adquiere
de ella sólo un conocimiento limitado a través de tomar conciencia
de manera incompleta, proceso que se efectúa en determinados mo-
mentos de no adaptación vital.

En el discurso, en las explicaciones, en las ideologías, traemos a la mano


mundos, dominios operacionales en coordinación conductual consen-
sual recursiva, que constituyen ámbitos sociales de realización epigénica
en que nos configuramos como seres humanos. (Maturana, 2003; p. 60)
493
El organismo es un sistema determinado estructuralmente y, por lo
tanto, en la interacción del organismo con el medio, es el organismo el
que determina cuál es la configuración estructural del medio que gati-
lla en él un cambio estructural. Debido a esto, el observador no puede
caracterizar tal configuración estructural con independencia de lo que
le pasa al organismo como consecuencia de la ocurrencia de una inte-
racción. Por esto, es sólo mediante los cambios conductuales del orga-
nismo que un observador puede caracterizar al medio en términos de
configuraciones estructurales que actúan como agentes perturbantes
(perturbaciones) en la interacción. (Maturana, 2003; p. 64)

Esta modelación de la realidad es un proceso que afecta profunda-


mente al modelador. Por ejemplo, en nuestra configuración de la rea-
lidad está incluida una definición de “ser humano” y de la relación de
esta entidad con el resto del cosmos. Y en la definición están también
incluidas respuestas a preguntas tales como “¿Es bueno el universo?”
y “¿Es regido por leyes?” Esas respuestas definen el cosmos de cada
individuo y, por lo tanto, la manera en que el individuo se modela a
sí mismo para ajustarse a su cosmos. Ornar preguntaba “¿Cuál es la
arcilla del alfarero y cuál es el cacharro?” Más recientemente Jung
observaba que no sólo Goethe había creado a Fausto, sino que tam-
bién Fausto había creado a Goethe. Se trata de un sistema circular y
cibernético. Cuando el sistema se deforma y cuando el modelador y
el universo ya no se corresponden recíprocamente, sobreviene esa
abrumadora “ansiedad catastrófica”. El individuo queda profunda-
mente perturbado. (LeShan y Margenau, 2002; p. 38)
En otras palabras, continúa Maturana (2003; p. 65), es sólo a tra-
vés de los cambios conductuales que el observador distingue en un
organismo en la contingencia de una perturbación dada, que el ob-
servador puede caracterizar tal contingencia como un “objeto per-
turbante” y describirla como un objeto (algo independiente de) para
el organismo. Finalmente, es esta asociación que el observador hace
entre el “objeto perturbante” caracterizado por la conducta del or-
494
ganismo que lo configura, y tal conducta distinguida por él o ella de
manera independiente, lo que constituye el fenómeno que en el vivir
cotidiano se connota con la palabra percepción.
El fenómeno connotado con la palabra percepción consiste en la
configuración que el observador hace de objetos perceptuales me-
diante la distinción de clivajes operacionales en la conducta del or-
ganismo, al describir las interacciones de éste en el fluir de su corres-
pondencia estructural en el medio. La armonía entre organismo y
medio que se quiere rescatar con la noción usual de percepción, por
lo tanto, es propia de este fluir de cambios estructurales del organis-
mo en conservación de la adaptación, y fracasa cuando esta corres-
pondencia estructural se pierde. (Maturana, 2003; p. 65)
Por otro lado, como se aprecia en sus últimos trabajos, González
(1997; p. 92) presentó entre las categorías esenciales para la construc-
ción teórica de la personalidad, la categoría configuración, la que ha
utilizado para expresar la constitución subjetiva de los distintos tipos
de relaciones y actividades que caracterizan la vida social de la persona.
Las configuraciones son categorías complejas, pluridimensionales, que
representan la unidad dinámica sobre la que se definen los diferentes
sentidos subjetivos de los eventos sociales vividos por el ser humano.
González (1997; p. 92) afirma que las configuraciones son pluridi-
mensionales, en el sentido que ellas expresan la integración necesaria
de diferentes elementos que, por una u otra vía, se han convertido
en estados dinámicos, es decir, estados portadores de un valor emo-
cional estable que constituyen verdaderas necesidades para el sujeto.
Estos estados, sin embargo, tendrán un sentido subjetivo solamente
dentro de su interrelación necesaria con otros estados constituidos
en las configuraciones subjetivas a las que se integre.
González (1997; p. 92) ha definido las configuraciones como la in-
terrelación entre estados dinámicos diversos y contradictorios entre
sí, la que se produce en el curso de las actividades y relaciones so-
495
ciales del sujeto a través de las diferentes emociones producidas en
dichas actividades. Tales estados dinámicos, al constituirse en sen-
tidos subjetivos dentro de una configuración, pueden generalizarse
a otras configuraciones en dependencia de su fuerza y sentido en la
constitución subjetiva actual de la personalidad. Las configuraciones
existen en permanentes vínculos entre sí, que tienen mucho que ver
con las situaciones actuales que el sujeto enfrenta. Las configuracio-
nes se modifican ante las emociones que aparecen en los diferentes
momentos de la vida del sujeto, a la vez que son parte de los determi-
nantes de dichas emociones.
La categoría configuración la hemos diseñado para dar cuenta del
carácter dinámico, complejo, individual, irregular y contradictorio
que tiene la organización de la personalidad. Las configuraciones se
constituyen a nivel psicológico, pero simultáneamente expresan la
calidad de las diferentes actividades y relaciones sociales desarrolla-
das por el sujeto. (González, 1997; p. 92)

González (1997; p. 93) precisa que las configuraciones no se cons-


tituyen como expresión de una lógica de lo interno y lo externo, sino
como expresión de una lógica donde lo interno y lo externo se integran
y dan lugar a un nuevo proceso, en el que lo interno se externaliza per-
manentemente y viceversa. Las configuraciones son unidades consti-
tutivas de la personalidad que responden a su condición subjetiva.

La constitución de una configuración a nivel subjetivo no es ex-


presión directa de una lógica externa que se impone desde afuera y
define lo subjetivo meramente por el reflejo de lo acontecido fuera.
En la constitución de una configuración, lo externo aparece definido
dentro del propio proceso de externalización del mundo subjetivo
del sujeto, quien al actuar sobre el medio, produce nuevos hechos y
situaciones que, en su novedad, aparecen como externos al proceso
que los engendró, y devienen internos en el proceso de formación de
su sentido subjetivo. (González, 1997; p. 93)
496
Avanzando tras González (1997; p. 93), podemos afirmar que el
sentido subjetivo de una nueva experiencia no aparece de forma di-
recta como expresión del carácter interactivo de la experiencia y el
sujeto, sino que es resultado de una compleja mediatización de la
organización personológica, en la que interviene activamente el pro-
pio sujeto en su acción constructiva, aún cuando el sentido de esta
acción no va a depender de su intención.

Lo social, por tanto, en criterio de González (1997; p. 93) representa


de forma permanente una combinación dialéctica entre lo externo y
lo interno: es externo, pues lo social como forma de la realidad no se
agota en aquellos aspectos que tienen una significación para el sujeto
individual; y es interno, porque su significación siempre va a depen-
der de un proceso de constitución de sentido, en el cual lo interno
y lo externo pierden su condición como antinomia y se integran en
una compleja relación dialéctica dentro de su definición subjetiva.
El concepto de configuración representa una construcción teórica
en la que pierde sentido la división entre la cognición y el afecto, pues
éstas constituyen una unidad funcional de lo afectivo y lo cognitivo.
En las configuraciones se constituye subjetivamente lo afectivo, pues
en ellas las emociones diversas, asociadas a los estados dinámicos
que la constituyen, se convierten en sentidos subjetivos estables del
sujeto. Este es un proceso cuyo carácter dinámico no se define sólo
por componentes de naturaleza afectiva de la personalidad, sino por
el propio sentido subjetivo de las operaciones y capacidades intelec-
tuales organizadas alrededor de las relaciones y actividades que se
constituyen a nivel subjetivo en las diferentes configuraciones de la
personalidad. (González, 1997; p. 93)

Con frecuencia el fenómeno de las emociones es tratado desde su


naturaleza biológica, como también desde su carácter social; ambos
aspectos han sido considerados en una relación dialéctica por dife-
rentes autores, como por ejemplo, Wallon (1971), cuya teoría de las
497
emociones representó un importante paso de avance en la psicología
de su época.

La subjetividad como forma de lo real se expresa en la organización


y desarrollo de los procesos y estructuras simbólicas, así como en la
constitución de los sentidos subjetivos asociados o no al desarrollo
simbólico. Las emociones constituyen complejos procesos de signifi-
cación, pero de una significación afectiva no necesariamente deriva-
da de la mediatización simbólica. (González, 1997; p. 93)

Coincido con Sartre (1967; p. 29) cuando escribe: “Resulta, pues,


imposible considerar la emoción como un desorden psicofisiológico.
Tiene su esencia, sus estructuras particulares, sus leyes de aparición,
su significación. No puede proceder desde fuera de la realidad huma-
na. Es el hombre, por el contrario asume su emoción; por consiguien-
te la emoción es una forma organizada de la existencia humana”.

Los diferentes estados dinámicos que se interrelacionan entre sí en


la constitución de las distintas configuraciones subjetivas resultan de
las emociones que aparecen asociadas en las diferentes necesidades
del sujeto características de sus formas de relación con la realidad, las
cuales se integran en motivos diversos en lo que adquieren su sentido
subjetivo. Estos motivos, como categoría sicológica concreta, tienen
una naturaleza configuracional. (González, 1997; p. 94)

González (1997; p. 94) conserva el término configuración subjetiva


para los motivos más complejos de la personalidad, los que integran
en un mismo sistema diferentes elementos dinámicos procedentes de
necesidades diversas.

En palabras de González (1997; p. 96):

“Los estados dinámicos que integrasen las configuraciones subjeti-


vas no corresponde a una taxonomía rígida de elementos separados,
498
conformada de una vez y por todas como definitoria de la organiza-
ción intrapsíquica del sujeto, sino que representa tendencias relati-
vamente estables asociadas a la producción de un tipo particular de
emociones relacionas con la manera en que una o varias necesidades
específicas aparecen constituidas en los motivos integrados a cada
configuración subjetiva particular.”

Las configuraciones subjetivas de la personalidad no actúan corno


unidades dinámicas aisladas, sino que se integran permanentemente
de forma total o parcial, a través de algunos de sus estados dinámi-
cos dentro de otras configuraciones en relaciones que, como ya se-
ñalamos, pueden ser muy rápidas o transitorias y que se relacionan
estrechamente con el estado actual del sujeto. El momento actual de
las relaciones del sujeto es uno de los elementos que intervienen en la
compleja determinación de estos procesos de la personalidad. El de-
sarrollo de la personalidad en ningún momento se separa de lo que
ocurre en la trama de las relaciones del sujeto. (González, 1997; p. 98)

Como se aprecia, las configuraciones se integran de diferentes for-


mas entre sí, precisadas por González (1997; p. 98): por complemen-
tación, contradictoriamente, e incluso coexisten de forma irreconcilia-
ble, aunque a nivel personológico se organicen jerárquicamente y sean
unas más influyentes y dominantes que otras. Los conflictos entre las
configuraciones pueden ser de diferente naturaleza; éste es un aspecto
que aún necesita investigarse en esta representación configuracional
de la personalidad, la que se encuentra en un momento inicial de su
construcción teórica. En nuestra opinión, los conflictos de la perso-
nalidad se expresan a nivel emocional en las vivencias del sujeto, ante
las cuales este emprenderá acciones y desarrollará construcciones que
pasarán a ser elementos esenciales en el curso del conflicto.

En fin, el poderoso desarrollo y el uso intensivo de la función de


configuración es lo que parece que caracteriza las propiedades úni-
499
cas del cerebro humano. Esto al nivel más profundo de las funciones
cognitivas, aquel en el que se apoya el lenguaje y que, sin duda, éste
explicita sólo en parte.
El niño que manifiesta su alegría preparándose para el paseo, ima-
gina evidentemente, es decir, configura por anticipación, los descu-
brimientos que hará, las aventuras que le esperan, los espantos de-
liciosos que experimentará, sin peligro, gracias a la tranquilizante
presencia de su protector. Más tarde, configura todo ello de nuevo en
sueños, confusamente mezclado.

En el niño pequeño, la configuración subjetiva parece sólo parcial-


mente disociada de la actividad neuromotriz. Su ejercicio se traduce
en el juego.
Pero en el hombre, la configuración subjetiva se convierte en la
función superior por excelencia, la función creadora. Es la reflejada
por la simbólica del lenguaje que la explicita transponiendo y resu-
miendo sus operaciones.

De ahí el hecho, subrayado por Chomsky, de que el lenguaje, incluso


en sus más humildes empleos, es casi siempre innovador: traduce una
experiencia subjetiva, una configuración particular, siempre nueva.
El ser humano sabe explicar sus experiencias subjetivas: la expe-
riencia nueva, el encuentro creador no perece ya con aquel en el que
habrá sido configurado por primera vez.
Todos los hombres de ciencia han debido, pienso yo, darse cuenta de
que su reflexión, a nivel profundo, no es verbal: es una experiencia ima-
ginaria, simulada con la ayuda de formas, de fuerzas, de interacciones
que apenas componen una «imagen» en el sentido visual del término.
No teniendo nada más en el campo de la conciencia, a fuerza de centrar
la atención en la experiencia imaginaria, yo mismo me he sorprendido
al identificarme con una molécula de proteína. (Monod, 2007; p. 161)
500
Sin embargo, no es en este momento cuando aparece la significa-
ción de la experiencia configurada, sino solamente una vez explicita-
da simbólicamente. No creo en efecto que haga falta considerar como
símbolos las imágenes no visuales sobre las que opera la configura-
ción, sino más bien, si me atrevo a decirlo, como la «realidad» sub-
jetiva y abstraía, directamente ofrecida a la experiencia imaginaria.

En cualquier caso, en el uso corriente el proceso de configuración


está enteramente enmascarado por la palabra que le sigue casi inme-
diatamente y parece confundirse con el mismo pensamiento.
Pero se sabe que numerosas observaciones objetivas prueban que en
el hombre las funciones cognitivas, incluso complejas, no están inme-
diatamente ligadas a la palabra (o a cualquier otro medio de expresión
simbólica). Se pueden citar principalmente los estudios hechos sobre
diversos tipos de afasias. Quizá las experiencias más impresionantes
son las recientes de Sperry, en sujetos cuyos dos hemisferios cerebrales
habían sido separados por sección quirúrgica del «corpus callosum».
El ojo derecho y la mano derecha, en estos sujetos, sólo comunican
información al hemisferio izquierdo, y recíprocamente. Así un objeto
visto por el ojo izquierdo, o palpado por la mano izquierda, es reco-
nocido sin que el sujeto pueda nombrarlo. O en ciertos tests difíciles
donde se trataba de emparejar la forma (tridimensional) de un objeto,
sostenido en una de las dos manos, al desarrollo en el plano de esta
forma, representada en una pantalla, el hemisferio derecho (afásico)
se mostraba, con mucho, superior al hemisferio «dominante» (izquier-
do), y más rápido en la discriminación. (Monod, 2007; p. 162)

Resulta tentador especular sobre la posibilidad de que una parte


importante, quizá la más «profunda» de la configuración objetiva,
sea realizada por el hemisferio derecho.
Si es legítimo considerar que el pensamiento reposa sobre un proce-
so de configuración subjetiva, para Monod (2007; p. 163) “es preciso
501
admitir que el alto desarrollo de esta facultad en el ser humano es el
resultado de una evolución en el curso de la cual, en la acción concreta,
preparada por la experiencia imaginaria, es en lo que la eficacia de este
proceso, su valor de supervivencia, ha sido probado por la selección.”
Así pues, por su capacidad de representación adecuada y de previ-
sión exacta confirmada por la experiencia concreta, el poder de con-
figuración nervioso central, en nuestros antepasados ha sido llevado
hasta el estado alcanzado en el Homo sapiens. (Monod, 2007; p. 163)

El configurador subjetivo “no tenía derecho a equivocarse cuando


se trataba de organizar una cacería de panteras con las armas de que
disponía el Australántropo, el Pitecántropo o incluso el Homo sa-
piens de Cro-Magnon.” (Monod, 2007; p. 163)

La herramienta lógica innato, heredada de nuestros antepasadas, no nos


engaña y nos permite «comprender» los acontecimientos del universo, es
decir, describirlos en lenguaje simbólico y preverlos, con tal que los ele-
mentos de información necesarios sean suministrados al configurador.

Herramienta de anticipación enriqueciéndose sin cesar con los re-


sultados de sus propias experiencias, la configuración “es la herra-
mienta del descubrimiento y de la creación. El análisis de la lógica
de su funcionamiento subjetivo es el que ha permitido formular las
reglas de la lógica objetiva y crear nuevos instrumentos simbólicos,
tales como las matemáticas.” (Monod, 2007; p. 163)

Grandes pensadores, como por ejemplo Albert Einstein, a menudo


se han maravillado, con razón, del hecho de que los entes matemá-
ticos creados por el hombre puedan representar tan fielmente a la
naturaleza sin deberle nada a la experiencia.

Nada, es cierto, a la experiencia individual y concreta, pero todo a


502
las virtudes de la configuración forjado la experiencia innumerable y
cruel de nuestros humildes antepasados.

Confrontando sistemáticamente la lógica y la experiencia, según


el método científico, confrontamos de hecho toda la experiencia de
nuestros antepasados con la experiencia actual. (Monod, 2007; p. 163)
Si bien podemos adivinar la existencia de esta maravillosa herra-
mienta (la configuración), también sabemos traducir, mediante el
lenguaje, el resultado de sus operaciones, no tenemos ninguna idea
de su funcionamiento, de sus procesos inmanentes.

“La experimentación fisiológica es, en este aspecto, casi impoten-


te todavía. La introspección, con todos sus peligros, nos ha dicho
pese a todo un poco más sobre ello.” Queda el análisis del lenguaje
que, sin embargo, revela el proceso de configuración “sólo a través
de transformaciones desconocidas y no aclara, sin duda, todas sus
operaciones.” (Monod, 2007; p. 164)

El carácter vivo, contradictorio y multidimensional de las propias


relaciones humanas, según González (1997; p. 98), aparece de forma
mediatizada y como parte de un proceso que mantiene su continui-
dad dentro de la propia subjetividad, en las configuraciones donde
estas relaciones se constituyen. Así, por ejemplo, un padre puede ser
muy cariñoso con su hijo, pero intolerante con sus errores y fraca-
sos, lo que provocará una reacción emocional profunda e intensa por
la propia significación afectiva del padre, definida en gran medida
por la calidad de la relación afectiva general con el hijo. Esto puede
acontecer por el carácter contradictorio de la relación, así como por
la incapacidad de ambos para construir con otros sentidos las con-
tradicciones generadas en ella, situación que puede conducir a otra
configuración subjetiva de la relación en ambos.

Por otro lado, un proceso tiene significación distinta cuando está


503
aislado o cuando está integrado a otro proceso, ya que su posición,
movimiento o su función le confieren propiedades diferentes. Es
más, una modificación que afecte a uno de los procesos modifica
las propiedades de la configuración, pero éstas pueden permanecer
idénticas cuando cambian todos los procesos si conservan entre ellos
la misma configuración, que conserva la gestalt, es decir, la red de
relaciones configuradas.

En este sentido, Merleau-Ponty (1976; p. 243) afirma que las es-


tructuras no pueden ser definidas en términos de realidad exterior,
sino en términos de conocimiento, ya que son objetos de la percep-
ción y no realidades físicas; por esto, las estructuras no pueden ser
definidas como cosas del mundo físico, sino como conjuntos perci-
bidos y, esencialmente, consisten en una red de relaciones percibidas,
que, más que conocida, es vivida.

La configuración no es sólo una determinada estructuración física


de elementos; más bien, la configuración es la organización de proce-
sos con su dinámica y significado. “Así como la trama de una novela
no es simplemente un conjunto de palabras, ni la armonía de una
sonata consiste en un conjunto de notas, ni el diseño arquitectónico
de un edificio se reduce a la mera suma de más o menos ladrillos”
(Martínez, 2011; p. 31), igualmente, cada proceso se transforma al
entrar en una interconexión sistémica.
Cada proceso, al formar una nueva configuración, toma en sí mis-
mo algo de la esencia de las otras, cede algo de sí mismo y queda
modificado. “Esto es lo que le sucede a cada ser humano al entrar a
formar parte de un grupo social, ya sea un partido político, una ins-
titución, un club social, un equipo deportivo o cualquier otro grupo
humano.” (Martínez, 2011; p. 31)

Por consiguiente, la identificación de una estructura humana, ya


sea psíquica o social, con determinado grado de generalización, exi-
504
ge considerar al ser humano como una configuración compleja, por
lo tanto, debemos localizar primero las configuraciones individuales
en seres humanos o situaciones particulares, acontecimientos, even-
tos, procesos, etc., mediante el estudio científico y la configuración
de lo que esencial o universal, lo cual se denota por lo necesario,
imprescindible, esencial o invariante.

En este caso lo universal y general no es lo que se repite muchas


veces, sino aquellas propiedades y atributos de la configuración, que
están presentes por esencia e invariabilidad. La configuración de esa
esencia o invariante depende de la perspicacia, ingenio, intuición y su-
tileza intelectual más que del empleo de técnicas científicas, lo cual no
quiere decir que las técnicas no sean necesarias y pertinentes sino que
la originalidad, la creatividad humana, el trabajo y esfuerzo intenso,
son los mecanismos esenciales para identificar configuraciones.
Por su parte, Allport (1973), un eminente estudioso de la persona-
lidad, nos señala varias ideas excelentes para la comprensión de las
configuraciones y expresiones de la vida de otras personas. Este au-
tor considera la personalidad como un sistema y producto complejo
formado por la dotación biológica, la modelación cultural, el estilo
cognoscitivo y el tanteo espiritual.

Es decir, para comprender a otra persona tenemos que entender un


sistema neuropsíquico, biogenético y sociocultural.
El esquema multipolar que hemos delineado nos permite, com-
prender, no sólo el proceso de humanización, sino todo aquello que
es humano. Entre otras muchas cosas, esta proposición general sig-
nifica que toda unidad de comportamiento humano (práxica) es a un
mismo tiempo genética-cerebral-social-cultural-eco-sistémica (lo
que no impide, según las necesidades de cada estudio particulariza-
do, despreciar tal o tal otro aspecto por hallarse implicado de forma
escasamente acusada). (Morín, 2008; p. 230)
505
Significa asimismo que el fundamento de la ciencia del hombre es
policéntrico; el hombre no tiene una esencia particular estrictamente
genética o cultural, no es una superposición cuasi-geológica del es-
trato cultural sobre el estrato biológico. Su naturaleza cabe buscarla
en la interrelación, la interacción y la interferencia que comporta di-
cho policentrismo. (Morín, 2008; p. 231)

En este sentido, las Ciencias Sociales se configuran sobre la base de


las relaciones de significación y su objeto lo constituyen los procesos
que de modo consciente se desarrollan en la sociedad a través de las re-
laciones de carácter social entre los sujetos implicados, y en los cuales
se preserva, se desarrolla y difunde la cultura acumulada por la huma-
nidad y se da solución a las necesidades de la propia sociedad.

Por configuración de los procesos sociales se entiende aquellos ras-


gos (conceptuales) y cualidades, que (en tanto expresiones dinámicas
de los mismos, al relacionarse dialécticamente con otras de la misma
naturaleza) se integran en un todo que va adquiriendo niveles cuali-
tativamente superiores de comprensión, más esenciales y que consti-
tuyen a su vez configuraciones de orden superior. (Fuentes, Álvarez
y Matos, 2004; p. 6).

Estos autores afirman que las configuraciones constituyen un reflejo


subjetivo de la realidad objetiva, cuyo fundamento en última instancia
está en las propias regularidades objetivas de esa realidad estudiada,
que al ser reflejada en el sujeto y ser empleada conscientemente por
éste, permite la comprensión y transformación de esa realidad.

Esto es muy discutido y controversial, por cuanto, como ya explica-


mos, en la actualidad existen otras concepciones basadas en la com-
plejidad y en el nuevo enfoque sistémico, que muestran tendencias
incompatibles con esta posición, en el sentido de que el ser humano
no fotografía el mundo que le rodea, sino que lo construye, lo confi-
gura, a partir de su evolución biogenética, espontánea, y de las inte-
506
racciones recursivas que tiene con el entorno interno y externo, que
son oscilantes, imprevisibles e impredecibles, donde lo inesperado,
el caos, el desorden, la probabilidad y/o la incertidumbre, e incluso
la catástrofe, revelan la irreductibilidad, diversidad, multiplicidad y
pluralidad de los procesos sociales y humanos.

“La irreversibilidad presupone un universo en el que hay limitaciones


para la predicción del futuro,.... la irreversibilidad no es una propiedad
universal. Sin embargo, el mundo en conjunto parece permanecer a
esos complejos sistemas de azar intrínseco para los que la irreversibi-
lidad es significativa, y es a esta categoría de sistemas con ruptura de
simetrías temporales a la que pertenecen todos los fenómenos vitales y,
por consiguiente, la existencia humana.” (Prigogine, 2009; p. 33)

6.3-Comprensión configuracional de los procesos humanos y sociales


La compresión de las realidades humanas y sociales, que constitu-
yen procesos sistémicos, holísticos, complejos, dinámicos, no linea-
les y configuracionales, requiere de interacciones dialécticas, heurís-
ticas y hermenéuticas sujeto-sujeto y sujeto-objeto, para comprender
el carácter transdisciplinar de dichos procesos.

Todos los fenómenos socio humanos están interconectados y para


explicar cualquiera de ellos necesitamos comprender todos los de-
más, lo que es evidentemente imposible. Lo que hace que la ciencia
tenga sentido y pertinencia es el hecho de que sean posibles las apro-
ximaciones científicas.

Si el investigador se satisface con una comprensión aproximada de


la esencia, carácter y naturaleza humana entonces puede describir de
ese modo determinados grupos de fenómenos, eventos y aconteci-
mientos, ignorando otros objetos de estudio de menor significación.

De esta manera, el científico puede explicar muchos problemas a


507
partir de subproblemas y problemas auxiliares relacionados y, por
consiguiente, comprender distintos aspectos de la naturaleza huma-
na de un modo aproximado, sin tener que comprenderlo todo al mis-
mo tiempo, de manera simultánea.
Por consiguiente, las teorías científicas socio-humanas son des-
cripciones aproximadas de los fenómenos sociales y humanos y, se-
gún Chew, cuando se descubre que cierta teoría funciona, siempre
es esencial preguntarse: ¿Por qué? ¿Cuáles son sus límites? ¿De qué
modo preciso es una aproximación?

Para Chew estas preguntas constituyen un primer paso hacia un


mayor progreso y la idea de progresar mediante sucesivos pasos
aproximativos es para él, el elemento clave del método científico.
Para Capra (2009; p. 77), la mejor ilustración de la actitud de Chew
fue una entrevista que ofreció a la televisión británica hace algunos
años. Cuando le preguntaron cuál sería para él el mayor descubri-
miento de la ciencia durante la aproximada década, no mencionó
ninguna gran teoría unificadora ni descubrimientos emocionantes,
sino que respondió simplemente: “la aceptación del hecho de que
todos nuestros conceptos son aproximaciones”.

Este es un hecho probablemente aceptado en teoría por la mayo-


ría de los científicos en la actualidad, pero ignorado por muchos de
ellos en su trabajo y todavía más desconocido fuera del campo de la
ciencia.

En los seres vivos se da una organización de sistemas de sistemas


de sistemas imbricados en varios niveles (físicos, químicos, neurofi-
siológicos, psicológicos, etc.) cuya comprensión requiere el descu-
brimiento de un paradigma epistemológico adecuado que, evidente-
mente, no será nada simple. (Martínez, 2009a; p. 136)

Sólo un paradigma configuracional será pertinente y tendrá el po-


508
tencial necesario para analizar con amplitud y profundidad, com-
prender, interpretar y explicar de manera científica la organización
compleja de los seres humanos y su relación con los procesos y suje-
tos con los que interactúa.
Morín (1983), trata de una auto (geno-feno-ego) -eco-re-organiza-
ción y explica el aporte y significado, en la organización vital, de cada
uno de estos factores: autonomía (en el nivel genotípico, fenotípico e
individual), unidad ecológica y capacidad de renovación.

La persona es considerada, hoy día, por las ciencias humanas, como


una superestructura sumamente compleja, cuya riqueza existencial y
vivencial desborda los alcances de una sola o unas pocas ciencias o
disciplinas académicas. En realidad, el ser humano es un todo “físi-
co-químico-biológico-psicológico-ético-moral-espiritual”, que tiene
existencia propia, independiente y libre.

Cada una de estas estructuras es dinámica y está ya compuesta por


una serie compleja de otras subestructuras o subsistemas, y todas
juntas, supeditadas unas a otras en el orden y jerarquía señaladas,
forman una superestructura dinámica de un altísimo nivel de com-
plejidad, que es la persona humana. (Martínez, 2009a; p. 86)

“Los procesos sociales no son hechos estáticos, predeterminados


de por sí, sino que se desarrollan en el espacio y el tiempo; se van
construyendo paulatinamente por los sujetos implicados a través de
sus interacciones e implicaciones en diferentes situaciones, mediante
la comunicación y la realización de actividades en las que despliegan
sus recursos personales, emociones, sentimientos, afectos, conflictos.
Son procesos en los que en función de los sentidos que adquieran
para cada sujeto, serán personalizados; por lo que podrán ser expli-
cados como procesos diferenciados al nivel individual, resultado de
la integración de lo cognitivo y lo afectivo, y como la integración de
múltiples procesos subjetivos. Entonces siendo así, el proceso anali-
509
zado puede ser entendido, como un proceso que se configura en su
propio desarrollo, es decir, va revelando nuevos rasgos y cualidades
que son síntesis de relaciones dinámicas que pueden subjetivizarse,
en virtud y a través de los sentidos que las mismas adquieren.” (Fuen-
tes, Álvarez y Matos, 2004; p. 4).

En el desarrollo del proceso las relaciones dialécticas que se esta-


blecen son capaces de configurarse formando relaciones de significa-
ción que al sintetizarse se constituyen, no en partes, componentes o
agregados de la totalidad, sino en expresiones configuracionales de
ésta.

Estas relaciones dialécticas que se dan en el proceso configuran


rasgos, cualidades, relaciones, funciones y significados, que explican
formas particulares de ritmo configuracional en los movimientos del
proceso, como lógica interna del mismo, donde se van configurando
las diferentes síntesis que, en su configuración necesaria, definen la
relevancia de cada relación procesal.

Por lo tanto, considerar el carácter configuracional de un proceso


significa comprenderlo como totalidad compleja y en desarrollo, a
partir del estudio de sus diferentes niveles de síntesis de las relaciones
que se dan en su interior y, consecuentemente, configurarlas.

Comprender de manera configuracional un proceso implica obser-


var holísticamente, de manera sistémica, dialéctica y compleja, pres-
tar atención a todo el contenido y movimiento del proceso o evento.
Casi siempre los seres humanos miramos las cosas de manera par-
cial, conforme a nuestro placer, o a nuestro condicionamiento, o se-
gún algún punto de vista ideal; siempre miramos las cosas fragmen-
tariamente (Krishnamurti, 1984; p. 208)

Como seres humanos que utilizamos lenguajes complejos, somos


510
capaces de analizar, identificar, comparar, diferenciar, clasificar, des-
cribir y explicar situaciones, procesos, circunstancias, fenómenos,
eventos y procesos, como resultado de algunos conocimientos espe-
ciales adquiridos.
Sin embargo, lo que parece que no nos percatamos en nuestra co-
tidianidad, es que describir y explicar no implican comprender. La
comprensión es algo más; es algo diferente, especial y bello.
Dejemos que sea Max-Neef (2006; p. 126) quien lo exprese:

“El describir y el explicar se vinculan al conocimiento que es mate-


ria de la ciencia. El comprender, en cambio, es forma de iluminación
respecto de la esencia y del sentido de las cosas y, por lo tanto, más
que contribuir al incremento del conocimiento, es generador de sa-
biduría. Así acotados los conceptos, es posible constatar que hemos
alcanzado una etapa de nuestra historia que se caracteriza por el he-
cho de que sabemos mucho pero comprendemos muy poco. Es aquí
donde, a mi juicio, radica el meollo del problema.”
En efecto, comprender los procesos socio-humanos de manera
configuracional significa literalmente ubicarlos en un contexto histó-
rico y cultural, y establecer la esencia y naturaleza de sus relaciones,
funciones, significados y demás rasgos caracterológicos.

“Resulta evidente que una sociedad es un sistema no lineal en el


que lo que hace cada individuo repercute y se amplifica por efecto
del socius. Esta no linealidad característica ha aumentado especta-
cularmente como consecuencia de la intensificación de intercambios
de todo tipo.....el trinomio del flujo, la función y la estructura, que se
observa en todos los sistemas, desde los más elementales hasta los
más complejos, con la salvedad de que, en sistemas complejos como
los sistemas humanos, el flujo no es algo establecido, sino que alterna
y lo relanza la sociedad, por lo tanto, está contenido en el proceso de
humanización de la naturaleza.” (Prigogine, 2009; p. 56-57)
511
Al decir de Prigogine (2009; p. 59) “el trinomio flujo/función/es-
tructura implica una retroalimentación (feed-back) evolutiva: pue-
den surgir nuevas estructuras que, a su vez, modifiquen el flujo, lo
que, a su vez, posibilitaría la emergencia de nuevas estructuras. Por
lo visto nos hallamos en una coyuntura en la que las estructuras crea-
das en un período precedente han generado nuevos flujos, sin que
estos hayan encontrado su inserción social en forma de estructuras
adecuadas para procesarlos. De ahí el malestar y la angustia que se
observa a todos los niveles. Lo que ha construido la generación an-
terior aparece por todas partes en forma de nuevos flujos de inter-
cambio, los cuales inducen a reanudar las construcciones históricas
precedentes.”

La realidad sociocultural y humana es compleja, dialéctica, poli-


sémica y polilémica, por cuanto sus proposiciones son disyuntivas,
asimétricas y estocásticas, dada su diversidad, heterogeneidad y con-
tradicciones inherentes. En este sentido, el principal problema de las
ciencias humanas y sociales es la mente humana, en tanto que ésta se
convierte en sujeto y objeto del conocimiento científico.

“Una mente simplista es una mente llena de respuestas. También


es una mente que no se percata del hecho de que las respuestas de-
ben estar precedidas por preguntas pertinentes. La persona de mente
simplista busca inspiración y conocimientos en teorías simplistas.
Más aún, se trata de personas que suelen ser muy activas y, por lo
tanto, doblemente peligrosas.” (Max-Neef, 2006; p. 129)

Ya mencionamos que la mente humana, considerada como una


configuración compleja, puede comprenderse, analizarse y caracte-
rizarse mediante la configuración afectiva, la cognitiva y la instru-
mental. La comprensión de la sociedad debe seguir también éstos
complejos derroteros.

Para Max-Neef (2006; p. 129), “lo que resulta serio y preocupante es


512
que mientras nuestras sociedades se tornan cada vez más complejas,
nuestras teorías destinadas a interpretarlas, se tornan crecientemente
simplistas. Esto es peligroso, ya que se sabe que los parámetros de
un sistema sólo pueden ser controlados desde un sistema de mayor
complejidad. Ello equivale a decir, en otras palabras, que a través de
teorías y modelos simplistas no podemos pretender comprender el
comportamiento de sistemas sociales como aquellos que nos preocu-
pan y de los que formamos parte.”

Esto tiene un extraordinario significado porque “para una men-


te simplista, todo lo que es importante es precisamente aquello que
puede ser medido” (Max-Neef, 2006; p. 129), pero las configuracio-
nes humanas y sociales son inconmensurables, incontrolables e im-
predecibles.

Además, el ser humano es esencialmente afectivo. La afectividad


humana es base y cimiento de la cognición. Sin afectos y emociones
no hay desarrollo humano. Los afectos, emociones, sentimientos, ac-
titudes y valores son configuraciones dinámicas que configuran la
afectividad y la cognición humana y, por lo tanto, participan de ma-
nera activa y protagónica en la construcción de conocimientos cien-
tíficos. La cognición es inmanente a la afectividad.
Lo anterior es imprescindible para la comprensión de los procesos
socio-humanos por cuanto en las ciencias sociales y humanas el ob-
jeto de estudio es configurado por el sujeto de investigación, y en este
sentido todo objeto socio-humano es subjetivo. El ser humano vive
subjetivamente.

En los procesos socio-humanos, ya sean individuales o grupales, se


dan relaciones comunicativas muy difíciles de revelar por el inves-
tigador, dadas las propias limitaciones de nuestro lenguaje, nuestro
pensamiento y nuestra creatividad.
513
De ahí que “la solución a los peligros derivados de la utilización de
teorías simplistas consiste en idear métodos que, ya sea por nuestra
participación directa o nuestra vinculación intelectual comprome-
tida, nos permitan realmente ser parte, o sentirnos realmente iden-
tificados con aquello que pretendemos comprender. Es imposible la
comprensión si nos separamos del objeto al que pretendemos com-
prender. La separación sólo puede generar conocimiento, pero no
comprensión.” (Max-Neef, 2006; p. 133)
Es necesario por tanto un proceso conversacional heurístico que
permita analizar, profundizar, describir, argumentar y, por tanto,
comprender, lo que estamos observando y escuchando, en las pro-
pias palabras o estados de los sujetos implicados y, aún así, es preciso
ser conscientes de que toda interpretación será aproximativa, dado
el peso y poder de la subjetividad humana en cualquier proceso her-
menéutico.

Nunca podemos predecir un suceso humano o social con certeza,


sólo podemos decir que es probable que ocurra, pero en realidad no
tenemos la seguridad de que así será.
Los procesos socio-humanos no están integrados por entidades
aisladas, sino por configuraciones relacionales de orden inferior que,
a su vez, están configuradas con el investigador (sujeto observador),
con sus creencias y concepciones, vivencias, experiencias, emocio-
nes, valores, actitudes, afectos, sentimientos e incluso ideologías,
dando lugar así a configuraciones de orden superior, con niveles de
complejidad asombrosos, admirables y sorprendentes.

En otras palabras, la comprensión de las situaciones, contextos


o procesos socio-humanos, debe ocurrir desde la posibilidad más
plausible: la configuración, ya que en su dinamismo, en las relacio-
nes, en los eventos, surgen sinergias, ocurren relaciones y se generan
acontecimientos. Es la configuración lo determinante, aún cuando
este reconocimiento no impide que se aprecie cada caso en particu-
514
lar, apreciación que es más provechosa cuando ocurre dentro de una
comprensión configuracional de la realidad.

La configuración es un proceso holístico, multidimensional y trans-


disciplinar, donde se interrelacionan diversos procesos complejos de
diversas áreas, con la participación de factores propios de la condi-
ción bio-psico-social de los seres humanos implicados.

Además, dichos procesos se amplían a las relaciones con otros seres


humanos, a los procesos sociales de mayor complejidad, a nivel de la
familia, de la comunidad, de la sociedad y a las condiciones sociocul-
turales y contextuales en que se desarrolla.

Cada uno de sus eventos está presente en los que le preceden y en


los que le sucederán, siendo cada uno de estos procesos expresión del
todo, comportándose como una compleja totalidad inseparable en su
esencia, que conduce a la consideración del carácter configuracional
del mismo, al analizar la complejidad de los rasgos del proceso.

El carácter complejo se evidencia por los múltiples movimientos y


transformaciones que se suscitan en su desarrollo y dan cuenta de las
cualidades del proceso como un todo, y que en su integración deter-
minan el comportamiento dialéctico del mismo.

El carácter dialéctico del proceso implica reconocer lo contradic-


torio de las relaciones que en éste se producen y que constituyen su
fuente de desarrollo y transformación y hacen de éstas la base del
estudio de la realidad objetiva-subjetiva.

“En todos los procesos sociales, tienen lugar diversas contradic-


ciones que deben ser asumidas por los sujetos implicados. De hecho
su carácter objetivo se desarrolla simultáneamente con un profundo
sentido personal y subjetivo para los sujetos implicados, lo cual no
515
se puede separar de su valor social. Es un proceso donde dialéctica-
mente se relacionan, entre otros: lo individual y lo social; la gestión y
el desarrollo, lo objetivo y lo subjetivo, lo cognitivo, lo axiológico y lo
afectivo; lo externo y lo interno; en palabras de Vigotsky, lo intersub-
jetivo y lo intrasubjetivo; la regulación externa y la autorregulación.
Todas expresadas en innumerables formas que no son ajenas a la vo-
luntad y actitud de los individuos y grupos humanos, condicionan-
do los avances y retrocesos del proceso.” (Fuentes, Álvarez y Matos,
2004; p. 3).
Según estos autores (Fuentes, Álvarez y Matos, 2004; p. 3), la con-
cepción dialéctica del proceso como una totalidad, frente a la cual se
reconoce lo particular, lo singular de los hechos, como abstracciones
en un tiempo y un espacio, determina una lógica y un método dia-
léctico y holístico para construir una representación de éste, basada
en sus contradicciones, en la cual, lo más importante es partir de los
cambios cuantitativos que conducen a cualitativos, de las relaciones
contradictorias, de las tendencias de los procesos, de las interaccio-
nes de todos los aspectos de la totalidad que se construye y recons-
truye en un proceso en constante desarrollo.

Por otro lado, Arnold Toynbee dedicó toda su vida a intentar com-
prender las fuerzas y fibras que configuran la historia humana.
Prigogine (2009; p. 286) utiliza una cita extraída de su Study of
History, revisada y resumida por A. Toynbee y J. Caplan, en el que
habla de su búsqueda de un “factor positivo”, responsable de la “dife-
renciación de la historia”:

“El efecto de una causa es inevitable, invariable e imprevisible. Pero


la iniciativa que adopta cualquiera de las partes vivas en un encuentro,
no es una causa: es un reto. Su consecuencia no es un efecto: es una
respuesta. Reto y respuesta parecen causa y efecto sólo en tanto que
representan una secuencia de acontecimientos. Pero es una secuen-
516
cia de distinto cariz. A diferencia del efecto de una causa, la respuesta
a un reto no está predeterminada, no es necesariamente uniforme
en todos los casos y, por lo tanto, es intrínsecamente imprevisible. A
partir de ahora, considerare el problema con una nueva visual. Veré
a personas allí donde, hasta ahora, he visto fuerzas. Describiré las
relaciones entre personas como retos que suscitan respuestas.”

Es imprescindible integrar en un marco científico las nociones o


mecanismos de retos y respuestas.
“Creemos que la interacción entre función-estructura-fluctuación
es fundamental para entender las estructuras sociales y su evolu-
ción....La complejidad resulta limitada por la estabilidad que, a su
vez, está limitada por la potencia de imbricación sistema-ambien-
te...... la idea de progreso o de aumento continuo de complejidad dis-
ta mucho de ser sencilla.” (Prigogine, 2009; p. 287-288)

En palabras de Leach (1967, citado en Prigogine, 2009; p. 296):

“Las ideas de Darwin pertenecen al mismo periodo del siglo XIX


de la economía del “laisser faire”, la doctrina de que, en la libre com-
petencia, el mejor siempre triunfa. Pero, si los procesos naturales de
la evolución deben siempre conducir a la supervivencia del mejor,
¿Por qué preocuparse? La observación consciente de un hombre in-
teligente sólo serviría para empeorar las cosas. Es mucho mejor, sin
duda, mantenerse al margen y ver lo que acontece”.

Leach es partidario, sin embargo, de una actitud distinta, y afirma:


“El cambio no es algo que nos da la naturaleza, sino algo que nosotros
podemos decidir provocar en la naturaleza, ¡y en nosotros mismos!”
Está claro que, dice Prigogine, según esta perspectiva, uno de los
principales objetivos de la ciencia moderna es comprender la diná-
mica del cambio.
Ahora bien, el espíritu de toda esta orientación epistemológica no
517
es nuevo, pues nos viene desde finales del siglo XIX, cuando Dilthey,
Weber, Jaspers y otros teóricos germánicos distinguieron claramente
entre explicar y comprender; sin embargo, en el siglo XX, los teóri-
cos de la escuela de Frankfurt (Adorno, Horkheimer y especialmente
Habermas) le dieron un enfoque original y novedoso.

La explicación se centra en el análisis y la división para buscar las


causas de los fenómenos y su relación y semejanza con otras reali-
dades, con las cuales es comparada, referida y relacionada, es decir,
“insertada en las leyes más amplias y universales”, y tienen más apli-
cación en las ciencias de la naturaleza.

Las relaciones que establece pueden permanecer, sin embargo, ex-


teriores a los objetos analizados; no conducen a su naturaleza. La
comprensión, por el contrario, es la captación de las relaciones inter-
nas y profundas mediante la penetración en su intimidad, para ser
entendida desde adentro, en su novedad, respetando la originalidad
y la indivisibilidad de los fenómenos y tratando de entender, a través
de la interpretación de su lengua y gestos, el sentido que las personas
dan a sus propias situaciones.
En lugar de parcelar lo real, como hace la explicación, la compren-
sión respeta su totalidad vivida; así, el acto de comprensión reúne las
diferentes partes en un todo comprensivo y se nos impone con mayor
y más clara evidencia. Evidentemente, la comprensión se vuelve in-
dispensable en las ciencias humanas. (Martínez, 2008; p. 39-40)

6.4-Configuraciones socio-humanas y “realidad objetiva”


Como se aprecia, las configuraciones socio-humanas constituyen
configuraciones potencialmente infinitas de procesos humanos y/o
sociales individuales y/o colectivos que se define por interacciones
recursivas y oscilánticas de circularidad espirálica en las relaciones
procesales generales en la configuración.
518
Mientras que una configuración no cambie o se automodifique
existe la posibilidad de que la recurrencia de otras configuraciones
dé origen a procesos configuracionales.
Por ejemplo, sabemos por Maturana que el sistema nervioso del
organismo vivo genera las configuraciones psicológicas a través de
sus estados referenciales.
Maturana y Varela (2004; p. 127-128) aseguran que existen “esta-
dos del sistema nervioso que, como estados referenciales, definen los
subdominios de los posibles estados que el sistema nervioso (y el
organismo) pueden adoptar bajo perturbaciones, como matrices de
relaciones internas posibles. Como resultado, cuando el sistema ner-
vioso está en estados referenciales diferentes, compensa las mismas
perturbaciones (caracterizadas como configuraciones del ambiente)
siguiendo modos de cambio diferente. Las emociones, el sueño, la vi-
gilia, son estados referenciales. En la dinámica del sistema nervioso,
los estados referenciales se definen, como cualquier otro estado del
sistema nervioso, por relaciones de actividad neuronal, y como tales
son generados por cambios de actividad neuronal, y causan cambio
de actividad neuronal. Lo peculiar de ellos es que constituyen estados
sobre los cuales otros estados pueden insertarse como subestados en
el proceso de generación de la autopoiesis del organismo. Por tanto,
su distinción solo pertenece al dominio de observación; para el siste-
ma nervioso son parte de su dinámica estado-determinada.”

Las configuraciones psicológicas en particular y las socio-humanas


en general existen en la realidad objetiva independiente del ser hu-
mano que las analiza u observa en tanto que el acto de enunciación
del término que las designa forma parte de esa realidad. Sin embar-
go, no existe la realidad objetiva independiente del ser humano, por
cuanto la realidad objetiva es creada subjetivamente por el investi-
gador o sujeto que observa con el fin de comprender de una mejor
manera los complejos procesos socio-humanos.
519
La distinción que hacemos de los procesos socio-humanos a me-
dida que interactuamos con ellos de manera recursiva, constituye la
generación de configuraciones como categorías o dimensiones des-
criptivas, comprensivas, explicativas y/o proyectivas.

De ahí que el pensamiento, las emociones, los valores, los senti-


mientos, las actitudes, la memoria, la imaginación, la inteligencia,
la creatividad, la convivencia, la identidad, las competencias, entre
otras, constituyen configuraciones psicosociales y, en tal sentido, son
dimensiones descriptivas, comprensivas, explicativas y/o proyec-
tivas, por cuanto son procesos existentes en la realidad lingüística-
mente configurada por el sujeto, en el sentido de que nuestras des-
cripciones y explicaciones forman parte de esa realidad, que es a su
vez, una configuración sistémica, compleja y holística, configurada
por nosotros los seres humanos.

O sea, no existe una realidad objetiva ni una realidad subjetiva sino


sólo una realidad: la realidad lingüísticamente configurada.
“Las descripciones como conducta lingüística constituyen fuentes
de perturbaciones del sistema nervioso y, por lo tanto, parte de su am-
biente. En consecuencia, la fenomenología de transformaciones del sis-
tema nervioso....también se aplica a las interacciones del organismo en
el dominio de descripciones, y la organización del sistema nervioso es
también función de la historia de interacciones del organismo en este
dominio. Las implicaciones son obvias. El operar del sistema nervioso
no hace distinciones entre sus diferentes fuentes de perturbación y, en
consecuencia, no hace ninguna diferencia con respecto a esta opera-
ción el que los agentes perturbadores sean características del ambiente
físico o interacciones conductuales con organismos acoplados. Por lo
tanto, aunque el sistema nervioso opera de una manera determinista
de estado en estado, el tiempo como un modo de comportamiento en-
tra en la determinación de sus estados a través del dominio descriptivo
520
como un componente en el dominio de la conducta del organismo. Lo
mismo ocurre con cualquier otro componente del dominio de las des-
cripciones que, aunque no representan estados del sistema nervioso,
constituyen componentes causales en el dominio conductual; tal es el
caso por ejemplo con nociones como belleza, libertad y dignidad. Ellas
surgen como dimensiones en el dominio del comportamiento del or-
ganismo a través de distinciones referidas a él mismo, como resultado
del acoplamiento de la fenomenología del sistema nervioso como una
red neuronal cerrada y el dominio de interacciones del organismo.”
(Maturana y Varela, 2004; p.131)
En este majestuoso despliegue de la vida, todos los organismos res-
pondían continuamente con cambios estructurales a la influencias
del entorno, y lo hacían de forma autónoma según sus respectivas
naturalezas. Desde los albores de la vida las interacciones de esos
organismos vivos, tanto entre sí como el medio no vivo, fueron inte-
racciones cognitivas. A medida que sus estructuras iban creciendo en
complejidad, lo hacían también sus procesos cognitivos, lo que aca-
baría por conducir a la percepción consciente, el lenguaje y el pensa-
miento conceptual. (Capra, 2003; p. 99)
Según Capra (2010; p. 99) el estudio del patrón es crucial para la
comprensión de los sistemas vivos, puesto que las propiedades sis-
témicas -como hemos visto- emergen de una configuración de rela-
ciones ordenadas. Las propiedades sistémicas son propiedades de un
patrón. Lo que se destruye cuando un sistema vivo es diseccionado,
es su patrón. Sus componentes siguen ahí, pero la configuración de
las relaciones entre ellos -el patrón- ha sido destruida y en conse-
cuencia el organismo muere.
La mayoría de científicos reduccionistas no pueden comprender las
críticas al reduccionismo porque no llegan a entender la importancia
del patrón. Afirman que todos los organismos vivos están hechos en
última instancia de los mismos átomos y moléculas que componen
la materia inorgánica y que, por tanto, las leyes de la biología pueden
521
ser reducidas a las de la física y la química. Si bien es cierto que todos
los organismos vivos están hechos en última instancia de átomos y
moléculas, son «algo más» que átomos y moléculas. Existe algo más
en la vida, algo inmaterial e irreducible: el patrón de organización.
El observador humano constituye el nexo final en la cadena de los
procesos de observación, y las propiedades de cualquier objeto ató-
mico sólo se pueden comprender en términos de la interacción que
tiene lugar entre el objeto observado y el observador. Esto significa
que el ideal clásico de una descripción objetiva de la naturaleza ha
dejado ya de tener validez. (Capra, 2007, p. 99-100)

En el caso de la psicología [y de las ciencias humanas y sociales en ge-


neral], estamos ante una definición esencial, al plantear la subjetividad
como objeto de estudio, o al reconocer lo subjetivo como una forma
de lo real constitutiva del ser humano, la cual se constituye en el sujeto
psicológico por complejos procesos de construcción y asimilación que
caracterizan su vida social. Tales procesos son vivenciales de forma
continua, dando lugar a las configuraciones subjetivas que caracteri-
zan las organizaciones individualizadas de la personalidad humana.
Esta subjetividad, sin embargo, no constituye una esencia intrapsíqui-
ca que determine linealmente el comportamiento desde “dentro” hacia
afuera, sino que es parte esencial de la configuración de elementos di-
ferentes, sobre lo que el sujeto organiza su expresión individual como
momento vivo permanente de su propia subjetividad. La subjetividad
no es una realidad cosificada, sino un proceso vivo del individuo como
sujeto psicológico concreto. (González, 1997; p. 7)
Sobre el lugar de lo social en la vida psíquica del ser humano, Ru-
binstein (1949; p. 19) afirmó:
La dimensión social no se mantiene como hecho externo con res-
pecto al sujeto; ella penetra dentro y desde dentro determina su con-
ciencia, por medio de:
a) El lenguaje, el habla, esta forma social del conocimiento;
522
b) El sistema del saber, que es el fruto teóricamente concientizado
y formalizado de la práctica social;
c) La ideología, que en la sociedad de clases representa los intereses
clasistas; y, por último,
d) La correspondiente organización de la práctica individual, la so-
ciedad va configurado tanto el conocimiento como la forma de la
conciencia individual de cada persona.
La subjetividad, de constituida, pasa a tener carácter constituyente de
cada nueva adquisición que aparece a lo largo de su desarrollo. Toda
nueva adquisición será el resultado de la mediatización subjetiva de lo
actual, proceso en el que una experiencia externa por su origen, se con-
vierte en interna por su naturaleza. Este paso no es una transposición
de planos, sino la transformación cualitativa que implica el tránsito de
una experiencia de un sistema a otro. (González, 1997; p. 52)

Con relación a lo anterior, significando el carácter activo del sujeto


y de la personalidad en el proceso de su desarrollo y configuración,
Wallon (1971; p. 288) asevera:
...Entre el organismo y el medio existe una continuidad o más
exactamente una unidad. No son dos entidades que deban ser es-
tudiadas separadas y posteriormente ensambladas. No hay ninguna
dependencia mecánica de una respecto a la otra. Se manifiestan si-
multáneamente, en todos los niveles de la evolución, por acciones
recíprocas del sujeto y el medio. El entorno más importante para la
formación de la personalidad no es el entorno físico, sino el social.
De manera alternativa, la personalidad se confunde con él y se diso-
cia. Su evolución no es uniforme, sino hecha de oposiciones e identi-
ficaciones: es dialéctica.

Según González (1997; p. 53), la consideración del tema de la per-


sonalidad como expresión compleja del desarrollo de la subjetividad,
523
fue colocada prácticamente por todos los pioneros de la introduc-
ción del pensamiento materialista dialéctico en la psicología, para
quienes la acción de lo social, como claramente se expresa en la cita
del pensamiento de Wallon (1971), era inseparable de la acción del
sujeto y de la expresión de la personalidad.

La personalidad es considerada por estos autores, como un sistema


complejo, holístico, sistémico y dialéctico; yo la veo como una configu-
ración dinámica y compleja, que se expresa simultáneamente como pro-
ceso y como organización en su carácter constitutivo del sujeto, quien a
su vez es parte de otra configuración, la configuración social, condición
que forma parte de su naturaleza contradictoria y configuracional.

En relación con el tema de la personalidad, Vygotski (1995; p. 14)


expresó:
No sólo la personalidad en general sino también sus diferentes aspec-
tos, al investigarse atentamente, ponen de manifiesto la misma unidad
en la variedad, la misma estructura compleja y la misma interrelación
de sus diferentes funciones. (...) La personalidad se desarrolla como un
todo único, como un todo único reacciona ante la deficiencia, ante la
alteración del equilibrio originado por ella y forma un nuevo sistema
de adaptación y un nuevo equilibrio en lugar del alterado.
Como se aprecia, Vygotski (1995) tiene una representación compleja,
holística, sistémica, dialéctica y dinámica de la personalidad, ubicando
en ella la capacidad de respuesta integral del sujeto ante un problema
que, como la deficiencia, afecta el equilibrio general del sujeto.

En su representación sobre las potencialidades funcionales de la


personalidad expresa:
...debido a que la personalidad representa una unidad y actúa como
un todo único, ésta, en el desarrollo, hace avanzar de forma despro-
524
porcional unas u otras funciones diversas y relativamente indepen-
dientes unas de las otras. Estos postulados, es decir, la variedad de las
funciones relativamente independientes en el desarrollo y la unidad
de todo el desarrollo de la personalidad, además de no contradecirse
unos a los otros, también, como demostró Stern, se condicionan re-
cíprocamente. (Vygotski, 1995; p. 14)

El carácter dinámico, holístico, complejo, sistémico y dialéctico que


Vygotski otorga a la categoría personalidad, confiere a ésta un valor fun-
cional en la integración de lo psíquico, que tendrá profundas implicacio-
nes epistemológicas para la psicología, particularmente para la configu-
ración del conocimiento sobre sus formas más complejas de expresión.

Por otro lado, Rubinstein (1949) también le asigna un gran signifi-


cado a la categoría personalidad, respecto a ella destaca:
“Cada una de estas concepciones psicológicas (se refería a la psico-
logía de la conciencia y al conductismo) seccionaba la personalidad,
al haber separado, primero, su conciencia de su actividad, para luego,
por un lado, disgregar la conciencia en procesos y funciones imper-
sonales, y por otro, desarticular la conducta en hábitos y reacciones
sueltas.” (Citado en Abuljanova, 1973; p. 126)

Rubinstein (1949) enfatiza la unidad de la conciencia y la actividad,


principio a través del cual pretende mantener la relación dialéctica
entre lo externo y lo interno, sobre los cual afirma que “los fenóme-
nos psíquicos intervienen en la vida del hombre no sólo como con-
dicionados sino también, y a la par con ellos, como condicionantes;
siendo determinados por las condiciones de vida del hombre, los fe-
nómenos psíquicos condicionan su comportamiento y su actividad.”

Según González (1997; p. 54), el desarrollo del pensamiento de


Vygotski después de su muerte, tuvo tres direcciones principales: la
encabezada por Leontiev, a la que se adscribieron una gran cantidad
525
de las principales figuras de la psicología soviética de entonces; la
desarrollada por Bozhovich quien desarrolló las ideas de Vygotski
en el campo de la personalidad y la motivación humana, vía en que
continuó la tradición orientada a la construcción compleja de la psi-
que en términos de la integración de lo afectivo y lo cognitivo dentro
de la estructura de la personalidad (esta autora fue particularmente
crítica con las posiciones desarrolladas por Leontiev). Finalmente, la
línea representada por Luria, orientada al desarrollo de las ideas de
Vygotski en el campo de la neuropsicología.
Vygotski (1968) siempre enfatizaba el carácter de reconfiguración
de lo externo que implicaba el proceso de internalización, sobre ello
precisaba: “llamamos interiorización (…) a la reconstrucción interna
de una oración externa.” (Vygotski, 1968; p. 162)

González (1997; p. 56) hace una valoración en la que considera in-


teresante la propia preocupación de Vygotski de que la analogía entre
el instrumento y el signo no es más que eso, una analogía, recha-
zando toda pretensión de identidad entre ellos. Sin dudas que, en el
proceso de búsqueda del mecanismo que al nivel psicológico pudiera
expresar el paso de lo social a lo interno, lo psicológico, Vygotski ape-
ló al concepto de internalización con el fin de resolver el problema,
asociando la interiorización con la formación del signo, el cual es un
concepto clave de toda su construcción teórica. El signo represen-
taba una categoría clave en la definición de las funciones psíquicas
superiores, construcción compleja que explicita la organización del
mundo psíquico, aunque con ella no logra la integración que tanto le
interesó de lo cognitivo y lo afectivo.

Vygotski (1968; p. 162) afirma que “…todo aquello que es interno


en las formas superiores haya sido antes interno, es decir, haya sido
para otro lo que ahora es para uno mismo”.
Como se aprecia, en su énfasis en la universalidad del principio
526
desarrollado en el concepto de internalización, Vygotski intenta ma-
terializar el desarrollo cada vez más complejo de sus ideas respecto a
la subjetividad del ser humano, lo cual constituye el sello histórico de
la época en que se desenvolvió.
Metarreflexión

El concepto de enfoque científico nos permite tener en cuenta una


noción hondamente profunda: la configuracionalidad, en el sentido
de que, si cada enfoque plantea una mirada diferente de la realidad y
una argumentación muy particular de la misma desde su concepción
ontológica y epistemológica, entonces varios enfoques integrados, y
el diálogo armónico y coherente entre ellos, nos deben dar un patri-
monio conceptual y metodológico mucho más sustancioso.

En la física se ha introducido el concepto de complementariedad,


que podría considerarse básico para la configuracionalidad, aunque
no significan lo mismo. Niels Bohr (1958) explica que la luz se com-
porta como una partícula en determinadas condiciones de observa-
ción, y como una onda en otras, por lo cual se llega a conclusiones
que resultan conceptualmente incompatibles, pero que, con una base
epistemológica más rigurosa, son complementarias.

De este modo, Bohr estableció su famoso principio de complemen-


tariedad para la física. Al aplicar este principio a la comprensión de
otros objetos de estudio se podría concretar en los invariantes episte-
mológicos (Ornstein, 1973; p. 31):

• Un determinado fenómeno se manifiesta al


observador en modos conflictivos.

• La descripción de este fenómeno depende del


modo de observarlo.

• Cada descripción es racional, es decir, tiene una


lógica consistente.
527
• Ningún modelo puede subsumirse o incluirse
en otro, ya que, supuestamente, se refieren a una
misma realidad.

• Las descripciones complementarias no son


independientes una de otras.

• Los modos alternos de descripción nunca llevan a


predicciones incompatibles.

• Ninguno de los modelos complementarios de un


determinado fenómeno es completo.

Una consecuencia del principio de complementariedad, de gran


trascendencia epistemológica, es la posibilidad de superar los con-
ceptos de “objetividad” y “subjetividad” con uno más amplio y racio-
nal, que es el de “enfoque”. El enfoque es una perspectiva mental, un
abordaje, o una aproximación ideológicos, un punto de vista desde
una situación personal, que no sugiere ni la universalidad de la obje-
tividad ni los prejuicios personales de la subjetividad; sólo la propia
apreciación. (Martínez, 2009a; p. 92)
La Teoría de las Configuraciones reconoce al proceso socio-huma-
no como un área de construcción de significados y sentidos entre
sujetos implicados, lo cual se expresa como un sistema de procesos
conscientes, y por tanto de naturaleza compleja, holística y dialéctica,
es por ello que se le concede un papel esencial al sujeto en la configu-
ración del proceso en el cual está implicado.

La Configuralogía ofrece una perspectiva epistemológica, ontoló-


gica, teórica y metodológica que permite explicar la configuración de
los procesos sociales y humanos a partir de las relaciones dialécticas
entre configuraciones: macro, meso y micro, que constituyen las re-
gularidades que se manifiestan en las relaciones entre éstas, por lo
que sirven de soporte teórico al diseño de los instrumentos que con
carácter metodológico conducen a la configuración praxiológica del
528
proceso.

El existir científico se identifica como una conducta peculiar con


respecto al ente: está referido de una manera muy especial al ente
y nada más....Esto hace que la ciencia renuncie a la pregunta por la
nada: ya que ella sería, desde su punto de vista, la negación del ente.
Pero de la pregunta por la nada resulta que esta remisión al ente se
debe a la nada misma: “sólo porque la nada se hace patente puede la
ciencia convertir al ente mismo en objeto de investigación”.

Pero además “sólo cuando la ciencia existe a partir de la metafísica


[transcendencia] puede ella ganar siempre de nuevo su tarea esencial
la cual no consiste en coleccionar y ordenar conocimientos, sino en
el descubrimiento siempre renovado del ámbito global de la verdad
de la naturaleza e historia”.....Y la existencia del científico consiste en
esto: en investigar fundamentos, no en el simple coleccionar y orde-
nar conocimientos. (Heidegger, 2006; p. 75)

La Teoría de las Configuraciones que propongo no es una receta in-


falible que yo aporto, no es una camisa de fuerza ni una fórmula má-
gica para resolver cualquier problema científico que enfrentemos. Es
más bien una exhortación al diálogo complejo y holístico, un llama-
do a la evolución dialéctica de las ideas de la ciencia, una aclamación
para que las teorías científicas aprendan a convivir unas con otras,
de tal manera que, en últimas, nosotros, los humanos, por medio de
la coexistencia pacífica de las teorías, podamos aprender a convivir
en el plano de las ideas, y convivir de manera plácida y apacible, una
verdadera convivencia, una convivencia digna, basada en el amor, en
la aceptación del otro, de lo múltiple y lo plural, en el reconocimiento
legítimo identitario de los demás seres humanos.

En un momento de su vida, Carl Rogers cambió su práctica en la forma-


ción de terapeutas y comenzó a usar el lema “actitudes más que técnicas”.
Ya san Agustín había señalado esta realidad y la expresó frecuente-
529
mente en sus escritos: ama y haz lo que quieras -decía él-; es decir, él es-
taba seguro que cuando se ama, se podrá hacer “cualquier cosa”, porque
esa cualquier cosa estará guiado por el amor y, por tanto, será bueno.
Es claro que la actitud personal o el espíritu con que “se realizan las
operaciones” las impregna de una realidad invisible pero auténtica
que juega el papel principal y decisivo. (Martínez, 2009a; p. 162)
Cada uno de nosotros carga con toda una trama relacional, dentro
de la cual nuestro modo de pensar, hablar y actuar tiene su senti-
do. Eso significa que a pesar de que nuestro encuentro pueda ser de
naturaleza netamente personal, ambos inevitablemente formamos
parte de una dinámica sistémica. Sin la conciencia de la fuerza deter-
minante de la cultura, nos falta la capacidad de reflexión que nos per-
mita determinar lo que hacemos (por nuestras propias decisiones)
y lo que sólo pasa a través de nosotros (por nuestro origen). Recién
la conciencia de estas improntas crea la oportunidad de liberación.
(Maturana y Pörksen, 2010; p. 141)

En este sentido, Maturana propone un pensamiento autopoiético


cuando afirma que “uno inevitablemente participa en la creación del
mundo en el que vive.” (Maturana y Pörksen, 2010; p. 205)
Sin lugar a dudas, nuevos paradigmas epistemológicos emergen en
los albores del siglo XXI, una nueva concepción de la ciencia se está
gestando para el tercer milenio, espero haber persuadido al lector de
lo importante que resulta esta afirmación. Si lo he logrado, se debe a
que su pensamiento está transitando de fases lógicas concretas a fases
reflexivas, creativas, críticas y configuracionales. El lector está mos-
trando el alto grado de configuración y desarrollo de su pensamiento
configuracional.
530
Post-scriptum

La Configuralogía, teoría de las configuraciones (o configuracio-


nal), no pretende ser la única opción posible para la investigación
socio-humana actual, ni siquiera su intención es ser la mejor de to-
das, es solamente una propuesta más, otra de las tantas existentes,
que constituye una alternativa viable y pertinente, en tanto dispone
de aptitudes solventes y especiales para esta función debido a la posi-
ción central que le asigna al concepto de autoconfiguración.

A una teoría epistemológica que concibe a sus objetos de estudio


como sistemas auto-configurativos le resulta mucho más fácil pre-
sentar su propia auto-configuración. Este y no otro resultado debe
esperarse cuando la teoría se reconoce a sí misma en su propio cam-
po de investigación como uno de entre muchos otros objetos de es-
tudio. La propia teoría configuracional es auto-configurativa y, por
consiguiente, se estudia a sí misma.

Una investigación orientada por esta teoría de las configuraciones


puede ser sólo una configuración, es decir, una entre muchas, pero
no la única; una micro-configuración, o sea, la configuración de una
configuración de una configuración de la investigación socio-huma-
na, en tanto macro-configuración. En verdad es una configuración
de muy poco alcance e influencia en relación al nivel global de las
ciencias humanas y sociales.

Si la teoría de las configuraciones generalmente funciona, hay mu-


chas probabilidades de que también en este caso funcione. Cuanto más
elaborada sea la teoría general, más ricas serán las consecuentes res-
tricciones para una teoría epistemológica. De ahí que, la epistemología
socio-humana podría sacar provecho sobre todo del conocimiento de
que también su propia auto-configuración tiene una disposición par-
ticular hacia la contingencia, y que la contingencia se condiciona a sí
misma y configura así una complejidad configurada, con el resultado
531
de que la configuración, respecto al entorno configurante, es capaz de
configurar una alta indolencia con una delimitada comprensión.

Por consiguiente, antes de iniciar una investigación configuracio-


nal en el campo de las ciencias humanas y sociales, es necesario acla-
rar los problemas lógicos y teóricos de la misma; es necesario decidir
previamente por el planteamiento científico-teórico de partida, para
que haya claridad sobre los fundamentos epistemológicos del propio
método de investigación y las técnicas a emplear.
533

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