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Hatun Willakuy Version Abreviada Del Informe CVR PDF
Hatun Willakuy Version Abreviada Del Informe CVR PDF
PERÚ
Hatun Willakuy
Versión abreviada del Informe Final
de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Perú
En virtud de lo dispuesto por las leyes 27806 y 27927, el presente texto titulado Hatun
Willakuy es de carácter público. Se autoriza la reproducción total o parcial de su contenido,
siempre y cuando sea fiel al original y se cite adecuadamente la fuente: Comisión de Entrega
de la CVR. Hatun Willakuy. Lima, 2008.
El presente texto constituye una versión abreviada del Informe Final de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación. A él debe remitirse el lector en busca de información más completa cuando la
requiera. Esta versión fue elaborada por la Comisión de Entrega de la CVR por encargo del pleno
de comisionados en su última sesión del 31 de agosto de 2003.
ISBN: 9972-9816-4-9
PREFACIO I
SALOMÓN LERNER FEBRES
PREFACIO XI
BEATRIZ MERINO LUCERO
PREFACIO XIII
JOSÉ SAYER
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN 9
CAPÍTULO 1
LOS HECHOS: LA MAGNITUD Y EXTENSIÓN DEL CONFLICTO 17
«PUEBLOS AJENOS DENTRO DEL PERÚ» 20
LA DIMENSIÓN JURÍDICA DE LO OCURRIDO 27
MAGNITUD Y COMPLEJIDAD DE LOS CRÍMENES Y VIOLACIONES 38
DE LOS DERECHOS HUMANOS
LOS PERÍODOS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO 60
EL CONFLICTO ARMADO INTERNO Y LAS REGIONES 77
CAPÍTULO 2
LAS ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS 97
EL PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ SENDERO LUMINOSO 97
EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO TÚPAC AMARU 191
CAPÍTULO 3
GOBIERNOS CIVILES EN LA PRIMERA DÉCADA DE LA VIOLENCIA 207
EL GOBIERNO DE ACCIÓN POPULAR 207
EL GOBIERNO DEL PARTIDO APRISTA PERUANO 223
CAPÍTULO 4
LAS FUERZAS DE SEGURIDAD DEL ESTADO 243
LOS CUERPOS POLICIALES 243
LAS FUERZAS ARMADAS 260
CAPÍTULO 5
LOS GOBIERNOS DE ALBERTO FUJIMORI 309
CAPÍTULO 6
LOS FACTORES QUE HICIERON POSIBLE EL CONFLICTO 333
CAPÍTULO 7
LAS SECUELAS DEL CONFLICTO 353
LAS SECUELAS PSICOSOCIALES 353
LAS SECUELAS SOCIOPOLÍTICAS 372
LAS SECUELAS SOCIECONÓMICAS 384
CAPÍTULO 8
PROPUESTAS DE LA CVR. HACIA LA RECONCILIACIÓN 411
BIBLIOGRAFÍA 467
AGRADECIMIENTOS 473
ANEXOS 479
PREFACIO
II
ción peruana de los años 2000 y 2001 no fue del todo diferente: una coreografía de
actores autoritarios que se hallaban de salida, intentando guardarse las espal-
das lo mejor posible, y de actores civiles y democráticos que procuraban que se
restableciera la competencia electoral por el poder. Sin embargo, en ciertos con-
textos una transición puede adquirir un significado más rico: puede abrir el
camino a un saneamiento legal de la sociedad y ser ocasión, entonces, de la
restitución de instituciones políticas democráticas. En el caso peruano, eso
significó limar —aunque no revocar del todo— una legislación autoritaria que se
había ramificado bajo el pretexto de combatir la amenaza armada al Estado. Por
último, cuando las oportunidades de cambio son asumidas con mayor
profundidad, una transición es también el punto de inicio de una cierta
democratización; esto es, de una transformación de la sociedad, pero no solamente
en lo relativo al trance autoritario precedente, sino también, y sobre todo, en lo
que atañe a las fallas colectivas que preexistían al autoritarismo y a la violencia.
El momento de la transición peruana poseía, pues, una valencia superior. El
período 2001-2003 fue o pudo ser, también, una de esas circunstancias, no muy
frecuentes en la vida de una sociedad, en las cuales la política se revela como una
potencia de creación de lo inexistente y lo deseable, distinta de un entendimiento
de ella como simple tramitación de lo existente y lo posible. El trabajo de la Co-
misión se situaba, precisamente, dentro de una comprensión de la transición como
kairós, como situación carismática; un tiempo y un espacio emancipados de la
rutina burocrática, de los rigores paralizantes del cálculo, de una normatividad
vacía de sentido y convertida en su propia finalidad. No se necesitaba menos, por
otra parte, para afrontar cuestiones tan graves como las que se hallaban en juego
en el Perú en lo que respecta a la violencia. Por ello, en la Comisión entendimos
que si se quería construir paz con justicia en el país, los peruanos debían marchar
a contracorriente de los viejos y malos hábitos políticos; es decir, que se precisaba
un verdadero espíritu de ruptura.
Emprendimos y desarrollamos nuestro trabajo con esa esperanza; al mismo
tiempo, lo emprendimos sabiendo que las energías democratizantes y
transformadoras liberadas por la transición requerían, para sostenerse y rendir
frutos tangibles, que se cumpliera una condición paradójica: que ese ímpetu
creativo y transformador hallara, sin dejar de serlo, sus vías de realización en una
cierta institucionalidad estatal y social; que ésta le brindara canales formales por
los cuales desplegarse y concretarse hasta convertirse en decisión pública y en
acción del Estado. Esa estructura institucional para el cambio —y no para la con-
servación de las injusticias— no existía en el Perú en ese entonces y no existe por
desgracia todavía. Bien mirado, nos animaba una esperanza apoyada, como toda
esperanza, en bases inciertas: mantener el espíritu de refundación, de transfor-
mación, de reforma radical aunque, por la debilidad institucional del país, y en
especial aquella que agobia a nuestro sistema político, ese espíritu pareciera con-
denado a ser efímero y, por ello, en última instancia, ineficaz.
Esa difícil realidad no atenuó la pasión y la convicción con la que cumplimos
nuestro trabajo. Sabíamos también que, si las tendencias creativas de un país son
III
débiles cuando las instituciones están ausentes, la verdad y la memoria colectiva
podían ser, ellas mismas, suficiente acicate para mantener y darle un impulso
nuevo y una dirección más precisa —pero al mismo tiempo más ambiciosa— a
la transición. En efecto, las transiciones son oportunidades siempre inciertas de
cambio estructural, hipotecadas en fuerte grado a la agilidad de las respuestas
institucionales de la sociedad. Pero sucede que la memoria que se libera durante
esas transiciones no es un factor pasivo y enteramente dependiente de las institu-
ciones preexistentes; ella misma, por la fuerza simbólica que condensa, puede ser
creadora de oportunidades si es que llega a tomar la forma de una cierta energía
social. Así, la memoria de la violencia en el Perú podría haber sido la sustancia
simbólica del cambio institucional que se debía realizar.
Fue bueno hacer el trabajo y hacerlo a cabalidad, aunque hoy podamos cons-
tatar que las promesas de la memoria histórica aún se hallan lejos de haberse
realizado. Terminó por imponerse —no era imposible preverlo— la realidad po-
lítica en su acepción más cínica y desencantada: la gris concepción de la política
como el arte de lo posible, la política como administración y conservación de lo
existente, y por último, la política como simple voluntad de poder. Su primer
síntoma de agotamiento se había expresado ya, en realidad, durante nuestro tra-
bajo. El gobierno y las fuerzas políticas con gravitación nacional exhibían poca fe
en el papel regenerador de la verdad y la memoria. Esto es sólo una forma delica-
da de decirlo; más exacto sería afirmar que las fuerzas que presionaron a favor de
la transición y de la reforma se convirtieron en firmes defensoras del statu quo tan
pronto tuvieron una cuota de poder que defender o que acrecentar. Los demócra-
tas del 2000 decían, ya en el 2003, que el país no estaba preparado para conocer la
verdad sobre las violaciones de derechos humanos y exigían la presentación de
documentos nacionales de identidad para reconocer la existencia de las víctimas.
Ésa y otras conductas abyectas en la esfera política indicaban los escasos recursos
internos que la democracia peruana tiene para transformarse, o, de hecho, para
devenir en verdadera democracia.
Ya en ese entonces era claro —pero nunca hubo lugar a engañarse al respec-
to— que la realización del programa de paz con justicia (es decir, el cumplimien-
to de los derechos de las víctimas a verdad, justicia y reparaciones; así como la
reforma institucional del país en obediencia a las lecciones históricas que brinda-
ba la memoria) seguiría un camino cuesta arriba. Desde entonces la situación no
ha cambiado en lo sustancial. Sería erróneo omitir que se han decidido algunas
medidas a favor de los derechos de las víctimas tales como la ley que regula la
ausencia por desaparición forzada durante el período 1980-2000 y la que crea un
Plan de Reparaciones; la constitución de un Consejo Multisectorial de Alto Nivel
para ocuparse de las recomendaciones de la Comisión y el establecimiento de un
Consejo de Reparaciones encargado de determinar un registro único de víctimas.
No obstante, el signo vital más perturbador de la democracia peruana de hoy
debiera recibir el nombre de restauración. Y ello porque, en verdad, presencia-
mos una indisimulada restauración conservadora. Por encima de banderías parti-
darias específicas, ha existido a lo largo de la historia peruana, en diversos secto-
IV
res de la sociedad, una cierta mentalidad política y social que se expresa en cierta
forma de percibir, valorar y vivir la realidad colectiva. Es una mentalidad que
considera legítimos, cuando no naturales, el privilegio y la exclusión, y que se
complace en el inmovilismo de la sociedad —de sus jerarquías, de sus valores, de
sus prejuicios— al tiempo que estigmatiza como irrazonable y antipatriótica
toda iniciativa de cambio verdadero. Ese talante conservador que había experi-
mentado cierto retroceso en los últimos tiempos, y que es hostil a una genuina
democratización del país, está de regreso ahora.
En términos generales y profundos a la vez, en estos tiempos —a ocho años
de la transición y a cinco de la presentación de nuestro Informe Final— se experi-
menta el afianzamiento de un viejo modo de obrar en política. Los actores varían;
incluso la naturaleza de las organizaciones que se disputan el poder experimenta
algunos cambios. Pero el diseño cultural de fondo permanece inalterable: la polí-
tica peruana no es hoy en día un asunto de creación y de transformación sino una
cuestión de administración de las desigualdades existentes y de gestión de los
privilegios de ciertos sectores de la sociedad en detrimento o sobre la base de la
postergación de otros.
Y así, a cinco años de ese ejercicio de memoria histórica, el mensaje que se
impone es que el Perú ha vivido una transición inacabada, una transición sofoca-
da por la trivialidad institucional y por la inadecuación de los líderes de esas
instituciones. La tarea pendiente es, entonces, muy clara: debemos recuperar una
cierta dimensión creativa de la política.
Ahora bien, esa recuperación de la política como actividad transformadora y
enriquecedora de la vida humana, sólo es concebible en la medida en que se en-
cuentre vinculada con una transformación cultural. La política, en esta concep-
ción, jamás se explica por sí misma. Ella es tributaria de valores y representacio-
nes simbólicas colectivas. Recoge de ella la sustancia de sus futuras instituciones;
cosecha en el campo de la cultura las formas de actuar y los propósitos de los
sujetos que inevitablemente compiten por los puestos de autoridad pública. Es,
posiblemente, en ese sentido que la memoria que se intentó propiciar desde la
Comisión resultaba especialmente necesaria; ella estaba llamada a ser el nexo
entre cultura y política en el nuevo Perú democrático que tuvimos la oportunidad
de construir. Los resultados de nuestro trabajo fueron también, en efecto, un co-
mentario sobre la cultura o las culturas de la nación.
¿Qué mostraban esos resultados? El Informe Final de la CVR presentó un diag-
nóstico de la violencia que tuvo pretensiones abarcadoras. Demostramos la mag-
nitud fáctica de la violencia y las desigualdades sociales que se expresan, de una
manera casi obscena, en la repartición demográfica de la muerte. Hicimos un
cálculo del total de víctimas, y ése ha sido uno de los temas que más controversia
ha suscitado en estos cinco años. Los argumentos en contra de la estimación del
número total de víctimas —casi setenta mil— han oscilado desde la simple peti-
ción de principio hasta las tergiversaciones del método que se empleó. No ha
habido hasta el momento ni una sola argumentación de buena fe y con solidez
científica que nos obligue a rectificar esa afirmación que es una de las piezas
claves de la verdad que reconstruimos.
V
En relación con esto último, hay que señalar algo más: algunos contradictores,
tal vez demasiado perezosos para organizar un argumento técnico, han optado
por refugiarse en un razonamiento que puede ser, según como se lo considere, o
una inatacable verdad moral o una rotunda falacia: se dice que es inconducente
y hasta inmoral centrar el debate en una estimación cuantitativa dado el valor
absoluto de cada vida humana singular. Eso es, desde luego, muy cierto en el
plano de la axiología. Pero cuando discutimos sobre el pasado y el futuro de una
sociedad democrática, es cierto asimismo, desde los horizontes de la lógica y de
la moral, que los números también importan, y más aún cuando se habla de
vidas humanas, pues lo que aquí está en cuestión es, precisamente, el
desvelamiento de la inhumanidad de los actores, de las políticas y de los valores
que hicieron factible los crímenes en tan enorme escala. Los números marcan, de
alguna manera, la diferencia entre lo accidental y lo deliberado, entre el simple
error o exceso y el cálculo estratégico. Por último, la escala de la que hablamos,
bien mirada, es una incitación a la reflexión moral en sí misma, al mismo tiempo
que una renovada exigencia de profundas reformas políticas e institucionales.
El Informe Final de la CVR mostró también las implicancias legales de los he-
chos descritos, esto es, los crímenes contra la humanidad cometidos por las orga-
nizaciones subversivas, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru (MRTA), y también por los actores armados estatales y paraestatales.
Mucho se podrá debatir —por desconocimiento o por obstinación; también, cier-
tamente, por interés científico— sobre las cifras globales que presentamos al país.
Pero ningún argumento podría negar que, sea que empleemos las estimaciones
producidas, sea que usemos la cifra de los nombres registrados, encontramos una
misma realidad: crímenes que por su recurrencia sólo pueden ser descritos como
voluntariamente perseguidos. Eso implica una desautorización y una condena
sin ambages a proyectos autodenominados revolucionarios como el de Sendero
Luminoso o el del MRTA; también trae consigo una censura sin tibiezas a la ra-
zón de Estado cuando ella es concebida como principio superior a la vida huma-
na y a la vigencia de los derechos fundamentales.
Sobre la criminalidad de Sendero Luminoso y del MRTA nunca hubo lugar a
ambigüedades. Sin embargo, la Comisión hizo a este respecto algo distinto y que
debe ser más eficaz, para nuestra cultura democrática, que emitir simples epíte-
tos. La CVR demostró minuciosamente la naturaleza de esos delitos y su cuali-
dad de crímenes contra la humanidad. En cuanto a las violaciones de derechos
humanos perpetradas por agentes del Estado, todavía hay quienes quieren verlas
con benevolencia. La Comisión, que siempre reconoció y afirmó el derecho y la
obligación del Estado de defenderse de la agresión armada, se negó sin embargo
a medir con doble rasero los crímenes en cuanto tales. Las actuales investigacio-
nes forenses sobre los casos del cuartel Los Cabitos y las matanzas de Putis nos
dan la razón.
El Informe documentó esos hechos y sobre la base de ellos realizó una inter-
pretación. Sin atenuar un ápice las responsabilidades concretas, esa interpreta-
ción llamaba la atención sobre rasgos históricos e institucionales de la sociedad
peruana que constituyeron el telón de fondo del proceso: la subsistencia de la
VI
discriminación y la exclusión de base étnica y de género, el tema de la endeble y
deforme presencia de la autoridad y los servicios estatales en el territorio, la
profundas fallas del sistema educativo nacional y las persistentes desigualdades
socioeconómicas, entre varios otros factores.
A partir de esos mensajes, se realizó una propuesta que hoy cabe reiterar.
Podríamos describirla en términos de tres círculos concéntricos. En el centro se
encuentra el cumplimiento de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia
y las reparaciones. Ése es el primer e indispensable paso para construir una
democracia, pues ahí está en juego la realidad de un Estado que cumple sus
deudas con sus ciudadanos, sin hacer distinciones de clase o de cualquier otra
forma de poderío social.
Ese primer círculo, el de la paz con justicia, se halla contenido dentro de un
círculo más amplio cuya dimensión temporal es el largo plazo y cuyo horizonte
es la perdurabilidad futura de la democracia. Se trata de las reformas
institucionales. Mediante ellas, tradujimos al lenguaje de la política la problemá-
tica compleja e inagotable de la reconciliación tal como la entendió la Comisión:
una sutura de las brechas de desigualdad de muy diverso signo que hacen tan
vulnerable la vida en el Perú. Sin embargo, traducir no equivale a reducir ni mucho
menos a banalizar. Hay dimensiones, circunstancias, urgencias del problema de la
reconciliación que desbordan esa propuesta institucional. Nos referimos a una
realidad rotundamente vivida en tantas aldeas de los andes: la inevitable coexis-
tencia de víctimas con perpetradores y las formas en que éstas, obligadas por un
presente acuciante, asistidas por ciertas tradiciones de reintegración readapta-
das, redinamizadas, hacen las cuentas pacíficamente para restaurar su tejido so-
cial y su institucionalidad política local. Se trata de soluciones de emergencia e
incompletas, pues la justicia queda pendiente; es un tributo que dichas poblacio-
nes, todavía ignoradas por el Estado y por sus órganos de administración de
justicia, deben rendir a sus necesidades impostergables de seguir adelante con
sus vidas. Nos toca reflexionar seriamente sobre nuestras demoras y negligencias
en la atención a ese problema.
Las reformas institucionales que propuso la Comisión de la Verdad han sido
desatendidas. Ni el sistema educativo ni la presencia de la autoridad democrática
en el territorio nacional ni, mucho menos, la organización de las fuerzas armadas
han experimentado cambio alguno relacionado con las lecciones dejadas por la
violencia. Ello es explicable. Hacer reformas institucionales del tipo que se pro-
puso implica no solamente pericia normativa y sabiduría técnica, sino, en primer
lugar, toma de decisiones políticas. El Perú de hoy no tiene recursos institucionales
para que tales decisiones políticas sean tomadas. Quienes hacen política en nues-
tro entorno actual carecen en su mayoría de la necesaria idoneidad profesional y
ética para ello. Pero eso no tendría que ser un impedimento para que se tomaran
decisiones democráticamente constructivas. El segundo cerrojo que impide el
cambio que necesitamos es la inexistencia de reglas de juego y de una arquitectu-
ra organizativa e institucional que incentiven y obliguen a los que toman decisio-
nes a comportarse leal y honradamente, aunque ello signifique marchar en contra
de sus deseos y ambiciones personales.
VII
Un tercer y último círculo encierra y supera a las esferas de la reforma
institucional y del cumplimiento de los derechos de las víctimas. El derecho y la
política nunca dejan de ser tributarios de la cultura, de los valores, de las repre-
sentaciones del mundo, de las orientaciones y motivaciones prevalecientes en
una sociedad como realidad colectiva intersecada con los millones de realidades
individuales que componen la nación. Ese círculo exterior tiene, por ello, el nom-
bre de memoria. Las batallas por la memoria no empezaron en el 2003, cuando la
Comisión presentó su Informe Final. Es más antigua esa lucha por sustituir una
memoria militarista, negadora de víctimas, legitimadora de la violación de de-
rechos humanos, por una memoria incluyente, compasiva y, al mismo tiempo,
enérgica en la defensa de los derechos fundamentales. Podríamos decir que esa
batalla comenzó cuando un grupo de madres campesinas se decidió a recorrer
comisarías, cuarteles, bases militares, campos de concentración en busca de sus
hijos. Estos fueron desaparecidos; ellas preservaron su recuerdo. Esa batalla
comenzó, también, por los mismos años, en las comunidades andinas que se
resistieron y opusieron al proyecto de Sendero Luminoso tan pronto quedó claro
que éste no tenía nada que ver con la reivindicación de sus derechos y de sus
historias sino con la imposición de una sociedad totalitaria y más jerárquica aun
que la que los mantenía excluidos desde siglos atrás. Así, se podría decir que el
Informe Final de la CVR no es sino un heredero de ese espíritu de resistencia
simbólica contra las imposiciones sordas de la violencia, espíritu que se mantuvo
vivo y se robusteció gracias a un valiente movimiento de derechos humanos y a
la labor de los sectores más lúcidos —por desgracia, no los mayoritarios— de la
prensa nacional.
Un informe como el que presentamos, como los que han elaborado las diver-
sas comisiones que precedieron a la nuestra alrededor del mundo, puede ser con-
fundido fácilmente con un proyecto editorial: un libro o una colección de libros.
No lo es. Su forma editorial es eso: un envoltorio de una realidad que lo desbor-
da. En nuestro caso, 17 mil voces y numerosas piezas de evidencia y análisis. Por
último, un documento de esta índole es una herramienta para la restitución y
salvaguarda de la memoria que es puesta en manos de la sociedad, que es el
agente de la memoria: su creadora y su difusora; su sujeto y también su objeto.
Es preciso, en honor a la verdad, indicar que si bien esa memoria histórica ha
conocido algunos avances, estos han sido fragmentarios, esporádicos y no defini-
tivos. Todavía es necesario que el sentido común autoritario ceda el espacio a
otro sentido común democrático e incluyente, un sentido común que se rebele
contra el ejercicio de la atrocidad en nombre del orden estatal o de cierta concep-
ción totalitaria del cambio social. En efecto, la memoria autoritaria todavía no ha
sido derrotada. Ella subsiste en más de una columna periodística y lo hace con
altanería, casi con orgullo. Y tiene asiento, aun, en la política nacional en los ám-
bitos simbólicos y de decisión más importantes. Es cierto que uno de los princi-
pales responsables en lo que toca al Estado se encuentra ante los tribunales espe-
rando el veredicto de la justicia. Pero también es verdad que muchos culpables de
graves crímenes gozan de impunidad y que autoridades de los pasados gobier-
nos que también fueron responsables por acción u omisión están lejos de haber
VIII
respondido por sus conductas. Así, la memoria puede ser manipulada y condu-
cirnos a deformaciones de nuestro pasado reciente y a una atrofia de la sensibi-
lidad pública. Son lastres con los que hay que contar —para saber lidiar con
ellos— cuando abordemos seriamente un futuro proyecto democrático.
Examinando los tres círculos concéntricos mencionados, nos topamos con el
mundo de la cultura, que es el núcleo de muchos problemas seculares de nuestra
sociedad. En la esfera de la cultura se entrecruzan las formas como nos imaginamos
a nosotros mismos, nuestras ideas sobre aquello a lo cual podemos aspirar, las
maneras en que nos representamos la humanidad de nuestros compatriotas, y las
figuraciones de nuestra historia. El futuro de nuestra democracia se encuentra cifrado
en la movilidad o la inamovilidad de estas representaciones simbólicas de nuestra
vida. Nuestras instituciones políticas y nuestra coexistencia institucional y jurídica
no podrán ser sustancialmente distintas de aquellas imaginaciones que hoy ocupan
nuestras conciencias. Una imaginación moral limitada dará siempre como resultado
decisiones políticas de corto alcance, abocadas a la preservación de lo existente
antes que a la construcción de lo deseable. Probablemente, no tengamos hoy una
muestra más rotunda de ello que el proceso económico que vivimos desde hace
algunos años. Las promesas del deseable crecimiento económico se traducen, en
ausencia de resortes culturales de contenido ético, en soberbia, triunfalismo, altanería.
Y también en autoritarismo. A pocos años de iniciado un nuevo tránsito a la
democracia, parece no ser motivo de escándalo que el poder lleve adelante su agenda
con una retórica soez y denigrante de la gente más pobre, o que practique una poco
velada persecución de las organizaciones de defensa de los derechos humanos que le
resulten incómodas por sus denuncias. El autoritarismo, hay que recordarlo,
comienza normalmente por una degradación del lenguaje público. En el Perú de hoy,
esa corrupción de las palabras encuentra su mejor aunque involuntario aliado en la
trivialidad, la impudicia y el pobre nivel intelectual de ciertos sectores de la prensa,
esto es, de quienes debiendo informar y orientar se prestan con entusiasmo a servir
de coro a las rudezas y simplezas verbales del poder político.
Corromper las palabras con las que nos comunicamos equivale, en efecto, a
debilitar el espacio público, esa arena de discusión en la cual se halla la bisagra que
conecta a lo social con lo político. ¿Podemos tener democracia si no hay discusión
pública de calidad? Evidentemente, no. Por ello, una de nuestras mayores urgencias
consiste en conquistar cada vez más espacios para la expresión colectiva, para el
debate de ideas razonables y animadas de una aspiración honesta hacia la verdad.
Desde el espacio público generado en la sociedad es factible —es, por lo menos,
teóricamente posible— reconstituir una vida política deliberativa y relevante, una
política que no se resuelva únicamente, como hasta hoy, en un cinismo soberbio y
autosatisfecho. En un espacio como ése, todavía por construir, tendrían mejores
oportunidades de cumplimiento ciertas propuestas como las realizadas por la CVR,
recomendaciones que fueron hechas desde una opción ética radicalmente afincada
en el respeto al otro que es diferente, pobre, discriminado, in-significante. Hay algunos
signos de la ampliación de esa sensibilidad en sectores que tiempo atrás hubieran
negado que algo así fuese necesario. Existe por tanto, y a pesar de todo lo mencionado,
terreno fértil donde trabajar y lograr frutos. Pero ello requiere emprender acciones
IX
decididas y prontas, tales como una transformación sustantiva de la educación
que contribuya a cambiar radicalmente la mentalidad y la manera de entender
nuestra sociedad y que posibilite que niños y jóvenes se acerquen al Perú y lo
peruano con una perspectiva de vida más generosa, solidaria y justa.
A pesar de todo, en la sociedad peruana hay señales de una cierta moviliza-
ción, de ciertas transformaciones. No es un panorama generalizado, pero hay
razón para abrigar cierta expectativa. Las organizaciones de víctimas de violacio-
nes de derechos humanos se han multiplicado; el silencio impuesto durante años
ha sido sustituido por la demanda ciudadana. Lo que se debe a las víctimas,
aquello a lo cual tienen derecho, es muy grande, comenzando por sus ansias de
justicia. Mirando retrospectivamente nuestro trabajo, es inevitable sentir alguna
insatisfacción porque la CVR no tuvo tiempo y recursos para apoyarlas más en
aquel entonces. Tampoco eran esos los términos de su mandato. Se pudo, sí, re-
construir sus historias y ofrecerles una plataforma en la cual sustentaran sus
demandas con mayor fuerza. Estas demandas todavía se hallan insatisfechas y es
evidente que el Perú democrático no puede permitirse ignorarlas por más tiempo.
Es bueno también anotar que, por otra parte, numerosas organizaciones so-
ciales —entre ellas, organizaciones juveniles— llevan adelante valiosas iniciati-
vas para impulsar los cambios que el Estado aún no toma a su cargo. Somos
testigos, finalmente, de una prometedora apertura a la búsqueda de la memoria
en los Andes. En muchas modestas localidades, en diálogo con lo señalado por la
CVR, la nación está recreando su historia desde abajo. Nos estamos reapropiando
de nuestro pasado, y ello, a la larga, tendrá impacto sobre las decisiones que se
puedan tomar a escala nacional, regional, provincial o distrital.
Los cinco años transcurridos desde que finalizó el trabajo de la CVR y desde
que fueron presentadas sus conclusiones y sus recomendaciones, pueden ser vis-
tos, alternativamente, como un período demasiado largo o como un lapso dema-
siado corto. Es mucho tiempo el transcurrido sin que algunas decisiones sustan-
ciales hayan sido consideradas ni mucho menos adoptadas. El pronto olvido del
Plan Nacional de Derechos Humanos así como la falta de decisiones de reforma
educativa que sean proporcionales a la magnitud del problema son algunos ejem-
plos de esas omisiones inexcusables. Pero cinco años son poco tiempo cuando se
trata de cambiar la textura mental de un país. El Perú ha sido históricamente una
sociedad jerárquica. La memoria de la violencia que reconstruyó la CVR tiene,
como supuesto, el rechazo en lo esencial al principio de jerarquía, puesto que
afirma que todas las vidas humanas valen por igual y que todos los crímenes son
condenables sin importar cuáles fueron sus propósitos y quiénes sus víctimas.
Es, pues, pronto para dar por finalizado y fallido el peregrinaje de la memoria
histórica de la violencia. Esa andadura comenzó hace un lustro y desde entonces
se ha avanzado poco, pero ese tramo conquistado podría volverse irreversible y
constituir un renovado punto de partida. Es trabajo de todos quienes creemos en
la posibilidad de una democracia futura en el Perú entender, asir y multiplicar los
signos que nos indiquen que el cambio no solamente es deseable sino también
posible y que aún puede afirmarse entre nosotros la esperanza.
X
PREFACIO
XII
PREFACIO
José Sayer
Director General de Misereor
XIV
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN
A LA PRIMERA EDICIÓN
versos que se apartaban, así, de las normas de sus organizaciones. Nuestras in-
vestigaciones de campo, sumadas a los testimonios ya mencionados y un
meticuloso análisis documental, nos obligan a denunciar en términos categóri-
cos la perpetración masiva de crímenes coordinados o previstos por las organi-
zaciones o instituciones que intervinieron directamente en el conflicto.
PREFACIO
Mostramos en estas páginas de qué manera la aniquilación de colectividades
o el arrasamiento de ciertas aldeas estuvo previsto en la estrategia del PCP-SL.
Junto con ello, el cautiverio de poblaciones indefensas, el maltrato sistemático, el
asesinato como forma de impartir ejemplos e infundir temor conformaron una
metodología del horror puesta en práctica al servicio de un objetivo —el poder—
considerado superior al ser humano.
El triunfo de la razón estratégica, la voluntad de destrucción por encima de
todo derecho elemental de las personas, fue la sentencia de muerte para miles de
ciudadanos del Perú. Esta voluntad la hemos encontrado enraizada en la doctri-
na del PCP-SL, indistinguible de la naturaleza misma de la organización en esos
veinte años. Nos hemos topado con aquella razón estratégica en las declaraciones
de los representantes de la organización, que transparentan una disposición ma-
nifiesta a administrar la muerte y aun la crueldad más extrema como herramien-
tas para la consecución de sus objetivos. Por su carácter inherentemente criminal
y totalitario, despectivo de todo principio humanitario, el PCP-SL es una organi-
zación que, en cuanto tal, no puede tener cabida en una nación democrática y civi-
lizada como la que deseamos construir los peruanos.
Frente a un desafío tan desmesurado, era deber del Estado y sus agentes de-
fender a la población —su fin supremo— con las armas de la ley. Debe quedar
claro que el orden que respaldan y reclaman los pueblos democráticos no es el de
los campos de concentración, sino aquél que asegura el derecho a la vida y la dig-
nidad de todos. No lo entendieron así los encargados de defender ese orden. En
el curso de nuestras investigaciones, y teniendo a mano las normas de derecho in-
ternacional que regulan la vida civilizada de las naciones, hemos llegado a la con-
vicción de que, en ciertos períodos y lugares, las fuerzas armadas incurrieron en
una práctica sistemática o generalizada de violaciones de derechos humanos y que
existen fundamentos para señalar la comisión de delitos de lesa humanidad, así
como infracciones al derecho internacional humanitario.
Como peruanos, nos sentimos abochornados por decir esto, pero es la verdad
y tenemos la obligación de hacerla conocer. Durante años, las fuerzas del orden
olvidaron que ese orden tiene como fin supremo a la persona y adoptaron una
estrategia de atropello masivo de los derechos de los peruanos, incluyendo el
derecho a la vida. Ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, torturas, masacres,
violencia sexual contra las mujeres y otros delitos igualmente condenables confor-
man, por su carácter recurrente y por su amplia difusión, un patrón de violacio-
nes de los derechos humanos que el Estado peruano y sus agentes deben reconocer
para subsanar.
12 Tanta muerte y tanto sufrimiento no se pueden acumular simplemente por el
funcionamiento ciego de una institución o de una organización. Se necesita, como
complemento, la complicidad o al menos la anuencia de quienes tienen autoridad
HATUN WILLAKUY
y por lo tanto facultades para evitar una desgracia. La clase política que gobernó
o tuvo alguna cuota de poder oficial en aquellos años tiene grandes explicaciones
que dar al Perú. Hemos reconstruido esta historia y hemos llegado al convenci-
miento de que ella no hubiera sido tan grave si no fuera por la indiferencia, la
pasividad o la simple ineptitud de quienes entonces ocuparon los más altos car-
gos públicos. Este informe señala, pues, las responsabilidades de esa clase polí-
tica que, debemos recordarlo, no ha realizado todavía una debida asunción de sus
culpas en la desgracia de los compatriotas a los que quisieron, y tal vez quieran
todavía, gobernar.
Es penoso, pero cierto: quienes pidieron el voto de los ciudadanos del Perú para
tener el honor de dirigir nuestro Estado y nuestra democracia; quienes juraron
hacer cumplir la Constitución que los peruanos se habían dado a sí mismos en ejer-
cicio de su libertad, optaron con demasiada facilidad por ceder a las fuerzas arma-
das esas facultades que la Nación les había dado. Quedaron, de este modo, bajo
tutela las instituciones de la recién ganada democracia; se alimentó la impresión
de que los principios constitucionales eran ideales nobles pero inadecuados para
gobernar a un pueblo al que —en el fondo— se menospreciaba al punto de igno-
rar su clamor, reiterando la vieja práctica de relegar sus memoriales al lugar al que
se ha relegado, a lo largo de nuestra historia, la voz de los humildes: el olvido.
A LA PRIMERA EDICIÓN
una autocracia, está llamada ahora a demostrar su poderío, purificando nuestra
República.
Esa purificación es el paso indispensable para llegar a una sociedad reconcilia-
da consigo misma, con la verdad, con los derechos de todos y cada uno de sus inte-
grantes. Una sociedad reconciliada con sus posibilidades.
PREFACIO
En el Informe Final se habla de vergüenza y de deshonra; sin embargo, hablan
también por sí solos, en sus páginas, actos de coraje, gestos de desprendimiento,
signos de dignidad intacta que nos demuestran que el ser humano es esencialmen-
te magnánimo. Ahí se encuentran quienes no renunciaron a la autoridad y la res-
ponsabilidad que sus vecinos les confiaron; ahí se encuentran quienes desafiaron
el abandono para defender a sus familias convirtiendo en arma sus herramientas
de trabajo; ahí se encuentran quienes pusieron su suerte al lado de los que sufrían
prisión injusta; ahí se encuentran los que asumieron su deber de defender al país
sin traicionar la ley; ahí se encuentran quienes enfrentaron el desarraigo para de-
fender la vida. Ahí se encuentran: en el centro de nuestro recuerdo.
Presentamos este relato corno un homenaje a todos ellos y a todas ellas. Lo pre-
sentamos, además, como un mandato de los ausentes y de los olvidados a toda la
Nación. La historia que aquí se cuenta habla de nosotros, de lo que fuimos y de
lo que debemos dejar de ser. Esta historia habla de nuestras tareas. Esta historia
comienza hoy.
LOS
LOS HECHOS: LA MAGNITUD Y EXTENSIÓN DEL CONFLICTO
1
El número calculado es 69,280 víctimas fatales, en un intervalo de confianza al 95%, cuyos límites
inferior y superior son 61,007 y 77,552 personas respectivamente.
18 Los datos mencionados no exponen solamente la intensidad de la violencia.
Ellos muestran, también, la gravedad de las desigualdades de índole étnico cultural
que aún prevalecen en el país. La violencia, en efecto, no golpeó de manera similar
RESPONSABLES
a todos los peruanos, sino que impactó desigualmente diferentes espacios geográ-
ficos y diferentes estratos de la población.
La causa inmediata y fundamental del desencadenamiento del conflicto arma-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
do interno fue la decisión del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-
SL) de iniciar una «guerra popular» contra el Estado peruano. Esta decisión se
tomó en un momento en el cual, luego de doce años de dictadura militar, la socie-
dad peruana iniciaba una transición democrática ampliamente respaldada por la
ciudadanía y por los principales movimientos y partidos políticos nacionales.
A diferencia de otros conflictos armados internos en América Latina donde los
agentes estatales resultaron ser los principales responsables de la pérdida de vi-
das humanas2 —especialmente de civiles desarmados—, en el caso peruano fue el
principal grupo subversivo, el PCP-SL, quien provocó el mayor número de vícti-
mas fatales, sobre todo entre la población civil. De acuerdo con los testimonios
recibidos, el 54% de las víctimas fatales reportadas a la CVR fueron causadas por
el PCP-SL.3 La estrategia de esta agrupación implicó el uso sistemático y masivo
de métodos de extrema violencia y terror, y desconoció deliberadamente las nor-
mas básicas de la guerra y los principios de los derechos humanos.
Frente a la guerra desatada por el PCP-SL, el Estado tenía la obligación de
defender el orden constitucional y a sus ciudadanos en el marco del respeto incon-
dicional de las leyes y de los derechos fundamentales de las personas. Así pues, la
CVR ha constatado que, paradójicamente, las etapas más intensas del conflicto, en
las cuales murieron la mayoría de las víctimas y en las que los agentes del Estado
cometieron la mayor cantidad de violaciones de los derechos humanos, corres-
ponden a períodos en los que el país estaba gobernado por regímenes civiles elec-
tos democráticamente.
El Estado no tuvo capacidad para contener el avance de la subversión armada,
que se expandió en pocos años a casi todo el país.4 Los gobernantes civiles acepta-
ron la militarización del conflicto y, abandonando sus fueros, dejaron la conduc-
ción de la lucha contrasubversiva en manos de las Fuerzas Armadas. Si bien, dada
la gravedad de los hechos, era inevitable y legítimo que los gobiernos constitucio-
nales recurrieran a declarar estados de excepción y utilizaran la fuerza militar para
hacer frente a la subversión armada, la CVR ha que ello se hizo sin tomar las
previsiones necesarias para impedir que los derechos fundamentales de la pobla-
ción fueran atropellados. Peor aun, la autoridad civil desatendió durante mucho
tiempo las miles de denuncias de violaciones de los derechos humanos cometidas
2
Por ejemplo en los casos de las dictaduras militares de Argentina, Chile o los conflictos internos de
América Central (Nicaragua, El Salvador, Guatemala).
3
Del mismo modo, es importante mencionar que, respecto de la estimación estadística del total de
víctimas realizada por la CVR, la responsabilidad de muertos y desaparecidos que se atribuye al
PCP-SL es 46%.
4
La CVR ha recibido testimonios de muertes y desapariciones como producto del conflicto armado
interno en todos los departamentos, salvo Moquegua y Madre de Dios. Sólo en Tacna (1) y en Tumbes
(4) la cifra de víctimas reportadas a la CVR es de un dígito.
por las fuerzas del orden en las zonas más afectadas por el conflicto. Incluso, en 19
varios casos, se facilitó y garantizó la impunidad a los responsables de las mismas.
Los agentes del Estado —Fuerzas Armadas y Policía—, los comités de autodefensa
LOS
de derechos humanos que se estaban produciendo. Contribuyeron a ello la exis-
tencia de una prensa libre —si bien ésta fue hostigada en ciertos lugares y en cier-
tos períodos del proceso—, la actividad de las organizaciones defensoras de los
derechos humanos y diversas investigaciones parlamentarias y judiciales. Debe
decirse, sin embargo, que éstas tuvieron poco éxito en cuanto a la sanción efectiva
de los responsables.
La CVR ha constatado, no obstante lo dicho, que existió un sesgo en la recolec-
ción de dicha información y la realización de investigaciones, pues no se
sistematizaron adecuadamente las denuncias ni se documentó e identificó sufi-
cientemente a las víctimas de hechos cuya responsabilidad era atribuida a los gru-
pos subversivos.5 Debido a ello, antes de las investigaciones realizadas por la CVR,
dentro del grupo de víctimas que se había logrado identificar hasta entonces6 menos
del 5% de los casos correspondían a personas asesinadas o desaparecidas por miem-
bros del PCP-SL, lo que provocó que las proyecciones realizadas anteriormente
por otras instituciones, oficiales o particulares, subestimaran en gran medida la
responsabilidad de dicha organización subversiva en lo que se refiere al número
de víctimas fatales.
Es importante analizar las dos décadas de violencia de origen político como un
proceso que alcanzó diversos grados de intensidad y de extensión geográfica y
que afectó principalmente a zonas y estratos lejanos del poder político y económi-
co del país. En varios lugares, una vez controlada la amenaza subversiva armada,
las poblaciones quedaron bajo dominio militar por extensos períodos. La lejanía
del poder y de los ámbitos de decisión, en un país fuertemente centralizado, per-
mitió que el «problema de la violencia», crucial y cotidiano para cientos de miles
de peruanos, quedara relegado entre las prioridades públicas y privadas del país
por varios años.
5
Se debe precisar que ese sesgo obedecía a la definición institucional de las organizaciones que
documentaban la violencia, cuyos objetivos eran registrar e investigar violaciones de derechos humanos
por parte del Estado.
6
Es decir, el grupo de víctimas cuyos nombres y casos habían sido documentados por alguna institución
y sistematizados en una base de datos (Defensoría del Pueblo 2001).
20 El estudio de este período de violencia debe considerar, por otro lado, ciertos
elementos centrales de la historia nacional de fines del siglo XX. Cabe citar entre
ellos una severa crisis económica que desembocó, a fines de la década de 1980 e
RESPONSABLES
inicio de los años 1990, en una hiperinflación inédita en la historia peruana.7 Asi-
mismo, el país experimentó momentos de aguda crisis política que debilitaron el
sistema de partidos y propiciaron la aparición de liderazgos informales —deno-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Entre los miles de testimonios recopilados por la CVR, es común encontrar frases
que dan cuenta del sentimiento de exclusión e indiferencia que experimentaron las
personas y comunidades que fueron las víctimas mayoritarias del conflicto arma-
do interno. Muchos de ellos sintieron que para el resto del país, en especial para
los principales centros del poder político y económico, lo ocurrido en sus pueblos,
casas y familias sucedía en «otro país».
Durante muchos años, el Perú moderno, urbano y limeño, trató con indiferen-
cia a las regiones más afectadas por la violencia, las más alejadas y pobres. Incluso
cuando el conflicto armado arremetió con fuerza en el corazón de las principales
ciudades a finales de la década del 80 e inicios de la del 90, fue difícil unificar las
experiencias y la memoria de la violencia de mundos tan distintos, a un punto tal
7
La tasa de inflación anual en 1990 fue de 7,658%.
8
CVR. Audiencia pública de casos en Ayacucho. 8 de abril de 2002. Testimonio de Primitivo Quispe.
que, cuando la televisión dio su mayor atención a la tragedia, la imagen 21
emblemática de las víctimas que apareció en las pantallas no fue la de los
campesinos quechuas sino la de los habitantes hispanohablantes de las urbes.
LOS
Apurímac y San Martín, la CVR ha registrado cerca del 85% de las víctimas que le
fueron reportadas en los testimonios. De acuerdo con el Programa de las Nacio-
nes Unidas para el Desarrollo (PNUD), quienes vivían en esos departamentos en
el año 2002 concentraban tan sólo el 9% del ingreso reunido de todas las
familias peruanas (PNUD 2002).
GRÁFICO 1
9
Las víctimas fatales incluyen también a las personas que se encuentran desaparecidas en el momento
de la elaboración del Informe Final a consecuencia del conflicto armado interno.
22 Existió una evidente relación entre exclusión social e intensidad de la violen-
cia. No fue casual que cuatro de los departamentos más afectados por el conflicto
armado interno (Huancavelica, Ayacucho, Apurímac y Huánuco) sean ubicados
RESPONSABLES
por diferentes estudios (INEI 1994a; PNUD 2002) dentro de la lista de los cinco
departamentos más pobres del país. Tal y como se aprecia en el gráfico 2, más del
35% de las víctimas fatales se cuentan en distritos que se ubicaban, según el censo
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
de 1993, entre el 20% de distritos más pobre del país, mientras que menos del 10%
de ellas murieron o desaparecieron en distritos que se ubicaban en el quintil me-
nos pobre. Ello no significa que la pobreza sea la causa principal del conflicto
armado interno; sin embargo, sí es posible afirmar que cuando se desata un proce-
so de violencia armada, los sectores sociales menos favorecidos resultan los más
vulnerables y afectados.
GRÁFICO 2
GRÁFICO 3
LOS
Sin embargo, son las distancias culturales entre las víctimas y el resto del país
las que aparecen como las más dramáticas. Mientras que, de acuerdo con el censo
de 1993, sólo para un quinto del país el quechua u otras lenguas nativas era su
idioma materno, esa proporción supera el 75% entre los muertos y desaparecidos
reportados a la CVR. En los tres departamentos más afectados, la proporción de
personas que hablaban quechua u otra lengua nativa fue siempre mayor entre las
víctimas fatales reportadas a la CVR que en el conjunto de la población (véase el
gráfico 4). Asimismo, las víctimas fatales reportadas a la CVR tenían niveles edu-
cativos muy inferiores al promedio nacional: mientras que, de acuerdo con el cen-
so nacional de 1993, cerca del 40% de la PEA mayor de 15 años tenía niveles infe-
riores a la secundaria, en el caso de las víctimas fatales documentadas por la CVR
esa proporción se elevó al 68%.
24 GRÁFICO 4
RESPONSABLES
LOS
El gráfico 6 compara la intensidad de la violencia con su expansión hacia
diferentes ámbitos geográficos.l0 Se observa cómo, a partir de 1987, luego del
descenso experimentado entre 1985 y 1986, no sólo se incrementó el número de
muertos o desaparecidos reportados a la CVR, sino también los lugares donde
ocurrieron los hechos. Como se ve, el año más intenso en términos de víctimas fue
1984, pero entre los años 1989 y 1992 más localidades experimentaron el conflicto
armado interno.
10
Los indicadores empleados son número de muertos y desaparecidos reportados a la CVR para la
intensidad de la violencia (escala del eje vertical izquierdo) y número de distritos donde los hechos
que provocaron esas víctimas tuvieron lugar (escala del eje vertical derecho).
26
GRÁFICO 6
GRÁFICO 7
LOS
Señores chaymi ñuqa munani kachun respeto, kachunyá manchakuy, masque
imayrikulIa kaptiykupas, wakcha pobri kaptiykupas, campesino totalmente
ñuqañaykuchu kaniku, huk real llapas killapi ganaq, mana ni pipas kanikuchu.
Señores, chayta ya justiciyata mañakuykiku. [Señores, por eso yo quiero que haya
respeto. Que haya pues temor de Dios, aunque sólo seamos muy humildes. Aunque
seamos huérfanos y pobres. Campesino puro podemos ser; que ganamos sólo un
real por mes y, aunque no seamos nadie, señores, ésta es la justicia que le pedimos.l2
11
Los dos apellidos más frecuentes entre las personas muertas y desaparecidas registradas en la base de
datos de la CVR son Quispe y Huamán.
12
CVR. Audiencia pública de casos en Huanta. 11 de abril de 2002. Testimonio de la señora Sabina
Valencia.
28 Este núcleo inderogable de derechos deriva y se funda en la dignidad de la persona
humana.
Conforme a la Cuarta Disposición Final y al artículo 3 de la Constitución Polí-
RESPONSABLES
tica del Estado vigente desde 1993 este núcleo de derechos inderogables determi-
na el sentido en que debe ser interpretado el contenido y alcance de todos los
derechos reconocidos por la Constitución e integran además la relación de dere-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
chos fundamentales específicos a los que cabe reconocer rango constitucional como
parte de nuestro ordenamiento jurídico.
El Estado peruano ha ratificado los más importantes tratados universales y
regionales que conforman hoy en día el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos a nivel mundial e interamericano.
El cuerpo jurídico existente en materia de derechos humanos tiene implicancias
precisas para el Perú. En primer lugar, en virtud de principios de derecho interna-
cional, ningún Estado podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como
justificación del incumplimiento de un tratado o de normas imperativas de dere-
cho internacional general (jus cogens). En segundo lugar, que los tratados de dere-
chos humanos difieren de los otros tratados en un punto central: su objeto es la
«protección de los derechos fundamentales de los seres humanos» (Corte I.D.H.,
OC-2/82, N° 29). En tercer lugar, las violaciones a los derechos humanos perpetra-
dos por un Estado dejan de ser materia interna y competencia exclusiva de dicho
Estado.
A las implicancias de alcance general antes señaladas debemos añadir otras de
carácter específico que recaen sobre todo Estado en virtud del Derecho Internacio-
nal de los Derechos Humanos. Estas son las obligaciones de respetar y de garanti-
zar —hacer respetar— los derechos y libertades reconocidos por los tratados de
derechos humanos y humanitarios en general. Como consecuencia de la obliga-
ción de garantizar los derechos establecidos en los tratados precitados, el Estado
debe «prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos
y procurar, además, el restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en
su caso, la reparación de los daños producidos por la violación de los derechos
humanos». En este caso, la acción penal que el Estado debe promover va dirigida
contra todo individuo, funcionario público o particular, sin excepción alguna, res-
ponsable de la violación alegada.
Se ha discutido en el terreno jurídico sobre si los agentes no estatales violan o
no derechos humanos. Al respecto, se ha indicado que las conductas de estos últi-
mos se regulan por las normas del Derecho Internacional Humanitario, pues es
prerrogativa sólo del Estado suscribir y ratificar tratados internacionales.
La CVR considera que este debate no es, ni debe ser, exclusivamente jurídico.
La objeción basada en el contenido de los instrumentos y la competencia de los
órganos no tiene ningún valor en el plano social, es decir, no crea reglas que repre-
senten nada para observadores que no están preocupados por problemas vincula-
dos a las competencias de los órganos, sino que se preocupa por los criterios con
los que debe considerarse, para fines éticos, los comportamientos terroristas. Pre-
tender hacer esto equivale a esperar que las razones jurídicas puedan resolver un
problema ético.
En este sentido, la CVR sostiene que los actos terroristas no pueden ser califi- 29
cados como violaciones de los instrumentos internacionales sobre derechos hu-
manos porque estos últimos son tratados y en tanto tales sólo versan acerca de la
LOS
no militar.
El Perú ha ratificado los tratados internacionales centrales que conforman
hoy en día el soporte convencional del Derecho Internacional Humanitario. Nos
referimos a los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 y a sus dos
Protocolos Adicionales del 8 de junio de 1977.
De acuerdo con la reiterada jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia
y, más recientemente, de los Tribunales Penales Internacionales para la antigua
Yugoslavia y Ruanda, confirmatorias ambas de la ejecutoria del Tribunal Interna-
cional de Nuremberg (1945-1946), los crímenes de guerra o infracciones graves al
DIH, así como en las disposiciones del artículo 3 común, están sancionados tam-
bién por normas imperativas de derecho internacional general de obligatorio cum-
plimiento para los Estados y los individuos sin excepción alguna.
Los derechos y prohibiciones enunciados por el artículo 3 común —cuyo ám-
bito de aplicación comprende cualquier tipo de conflicto armado interno— obli-
gan a los agentes estatales y no estatales en todo tiempo y lugar. Además, debe
precisarse que las normas del Derecho Internacional Humanitario no justifican ni
autorizan en ningún caso el uso de actos o métodos terroristas ni la organización
de grupos armados destinados a cometer actos de esta naturaleza, ni justifican en
ningún caso ni bajo ninguna circunstancia las muertes o demás daños o lesiones
que este tipo de agrupaciones puedan provocar.
Dos precisiones importantes son necesarias aquí. La primera se refiere a la
«aplicabilidad automática» del artículo 3 común y, en general, de las normas que
rigen todo tipo de conflicto armado. Como lo ha señalado el comentario autoriza-
do del Comité Internacional de la Cruz Roja, no es necesario para ello que, como
requisito previo, exista una declaración especial del Estado concernido.
La segunda precisión se refiere a que la aplicación del Derecho Internacional
Humanitario durante un conflicto armado interno no afecta el estatuto jurídico
nacional o internacional de los grupos insurgentes o grupos armados ni tampoco
el de sus miembros.13
13
El último párrafo del artículo 3 común de los Convenios de Ginebra establece: «La aplicación de las
anteriores disposiciones no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las Partes en conflicto».
30 En este orden de ideas, la CVR considera imprescindible para la calificación de
ciertos actos como crímenes y violaciones a los derechos humanos la aplicación
concurrente del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho
RESPONSABLES
Internacional Humanitario.
Una fuerza armada o un grupo armado se descalifican moralmente por la for-
ma en que luchan si cometen, por ejemplo, actos terroristas o cualquier otro cri-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
men de lesa humanidad; pues anuncian con ello que su propósito no es terminar el
conflicto sino exterminar al enemigo. Por otro lado, en los Estados que garantizan
libertades mínimas a la población, la subversión armada no tiene justificación moral;
ya que destruyen espacios públicos existentes que, por enmarcarse en el respeto
de los derechos humanos, conceden efectividad a las estrategias no violentas a
favor de cambios racionalmente aceptables.
Adoptado por la comunidad internacional en Roma (1998), al término de la
Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas, el Estatuto
de la Corte Penal Internacional ha entrado en vigor para los Estados parte —entre
los cuales se cuenta el Estado peruano — desde el 1 de julio de 2002. Como es
sabido, el Estatuto no tiene aplicación retroactiva.
A pesar de que la Corte Penal Internacional no es competente respecto de los
hechos ocurridos antes de la entrada en vigor de su Estatuto, éste tiene una singu-
lar importancia para la comunidad internacional. En efecto, las definiciones apor-
tadas sobre diversos crímenes internacionales codifican en gran parte normas in-
ternacionales consuetudinarias o imperativas, contribuyendo así a una mayor pre-
cisión jurídica respecto, por ejemplo, de los crímenes de lesa humanidad.
El Estatuto de Roma reafirma, también, en sus aspectos medulares, lo expresa-
do por la jurisprudencia de los Tribunales Penales Internacionales para la antigua
Yugoslavia y Ruanda respecto de la calificación de ciertas transgresiones del Dere-
cho Internacional Humanitario, durante los conflictos armados internos, como
crímenes de guerra.
Sin afirmar en modo alguno la competencia de la Corte Penal Internacional
respecto de los hechos pasados en el Perú, o pretender aplicado directamente a los
hechos que son materia de su mandato, la CVR utilizará las definiciones aporta-
das por el Estatuto de Roma en la medida que ello ayude a una mejor compren-
sión del contenido de ciertos crímenes internacionales.
LOS
riedad donde todo está permitido, no como la negación del estado de derecho
sino como una forma especial del mismo.
14
Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia de fondo, caso Barrios Altos (Chumbipuma
Aguirre y otros vs. Perú), expedida el 14 de marzo de 2001, párrafo 51, numeral 3.
15
15 Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia de interpretación de la sentencia de fondo,
Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia de interpretación de la sentencia de fondo,
caso Barrios Altos (Chumbipuma Aguirre y otros vs. el Perú), 3 de septiembre de 2001.
caso Barrios Altos (Chumbipuma Aguirre y otros vs. el Perú), 3 de septiembre de 2001.
32 Por las mismas razones que han llevado a no aceptar como válidas las amnis-
tías mencionadas, hay una tendencia en el Derecho Internacional a considerar in-
compatible con las obligaciones de los Estados la extinción (prescripción) de la
RESPONSABLES
acción penal en razón del tiempo transcurrido. En el caso Barrios Altos la Corte
Interamericana de Derechos Humanos declaró «que son inadmisibles las disposi-
ciones de amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de exclu-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
16
Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia Barrios Altos, 14 de marzo de 2001, parte
resolutiva, párrafo 41.
tortura y la desaparición forzada de personas, respectivamente, en los períodos 33
analizados en nuestro país no son hechos aislados sino una practica sistemática.
Asimismo, las referencia a torturas y desapariciones forzadas no impide que la
LOS
del Derecho Penal Internacional en concordancia con las normas del Derecho
Internacional Humanitario.
Los crímenes de lesa humanidad hacen referencia a actos contra la vida y la
integridad personal, actos de tortura y actos contra la libertad individual, entre
otros, que para ser tales deben ser perpetrados contra la población civil y haberse
practicado de una manera sistemática o reiterada en tiempo de paz o en el curso
de un conflicto armado de cualquier índole.
El término sistemático, de acuerdo con la jurisprudencia internacional y la Co-
misión de Derecho Internacional, se define corno «un plan o política» del cual
«podría resultar la comisión repetida o continua de actos inhumanos».17
El calificativo de «generalizada» califica a la conducta y no al agente; es decir,
la comisión generalizada de una conducta de ninguna manera implica que todos
los agentes individuales están implicados en ella. El término generalizado, según
las mismas dos fuentes antes citadas, indica «que los actos estén dirigidos contra
una multiplicidad de víctimas. Este requisito excluye un acto inhumano aislado
cometido por un perpetrador que actúa por su propia iniciativa y dirigido contra
una sola víctima.18
17
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, sentencia Tadic, 7 de mayo de 1997, párrafo
648. También, Comisión de Derecho Internacional, Proyecto de Código de Crímenes contra la Paz
y la seguridad de la Humanidad, 1996, párrafos 94 y 95. En el mismo sentido, el Tribunal Penal
Internacional para Ruanda declaró: «El concepto sistemático puede ser definido como un acto
concientemente organizado y que sigue un patrón determinado, basándose en una política común
que utiliza recursos públicos o privados. No es requisito que esta política se deba adoptar
formalmente como una política de Estado. Sin embargo, debe haber una cierta clase de plan o
política preconcebida», en sentencia del caso Akayesu, ICTY-96-4, 2 de septiembre de 1998.
18
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, sentencia Tadic, 7 de mayo de 1997, párrafo 648.
También, Comisión de Derecho Internacional, Proyecto de Código de Crímenes contra la Paz y la
seguridad de la Humanidad, 1996, párrafo 94 y 95. En el mismo sentido, el Tribunal Penal Internacional
para Ruanda afirmó al respecto: «El concepto de reiterado puede ser definido como masivo, frecuente,
una acción a gran escala realizada colectivamente con una considerable gravedad y dirigido contra una
multiplicidad de víctimas», en sentencia del caso Akayesu, ICTY-96-4, 2 de septiembre de 1998.
34 La CVR llegó al pleno convencimiento de que los crímenes y violaciones de
derechos humanos perpetrados por las organizaciones subversivas y por las fuer-
zas de seguridad del Estado estuvieron lejos de ser simples excesos, es decir,
RESPONSABLES
gias de guerra que asumieron muchas veces como un costo necesario la perpe-
tración de actos que constituían graves infracciones al Derecho Internacional
Humanitario, crímenes de lesa humanidad, y violaciones al ordenamiento legal
y constitucional del Perú.
Del lado del PCP-SL, su ideología lo condujo a aplicar tácticas sumamente
violentas y brutales y lo hizo impermeable no sólo a elementales valores humani-
tarios sino, incluso, a los mismos datos de la realidad. Se negó a cambiar los
lineamientos esenciales de la estrategia que había elegido suponiendo que un con-
flicto cada vez más expandido e intenso era favorable a su causa.
Del lado de los agentes del Estado, estos percibieron el reto de reprimir a la
subversión en democracia y respetando los derechos humanos como un obstácu-
lo, y no como una forma de legitimidad. La abdicación del poder civil hizo posible
que el peso del diseño y ejecución de la estrategia contrasubversiva cayera, fun-
damentalmente, en las Fuerzas Armadas, a las que se garantizó de diversas formas
mecanismos de impunidad que, una vez perdida la democracia, se institucionalizaron
en la forma de una amnistía general.
Sin embargo, el costo político de prácticas como las ejecuciones arbitrarias y las
desapariciones forzadas, así como la necesidad de una mayor eficiencia en la lucha
contrasubversiva produjeron en las fuerzas del orden revisiones estratégicas que
variaron el patrón de violaciones de los derechos humanos existentes, pero que de-
jaron graves problemas sin resolver en la situación carcelaria y judicial.
La CVR ha identificado, pues, patrones de crímenes y violaciones de los dere-
chos humanos perpetrados por las organizaciones subversivas y por las fuerzas
contrasubversivas como parte de sus respectivas estrategias. Los tipos hallados y
documentados son los siguientes: desapariciones forzadas; ejecuciones arbitrarias;
asesinatos y masacres; torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes; violen-
cia sexual contra la mujer; violación del debido proceso; secuestros y tomas de
rehenes; violencia contra niños y niñas, y violación de derechos colectivos.
LOS
La naturaleza específica de la violencia en el Perú debe ser tomada en conside-
ración al tratar sobre las responsabilidades. A diferencia de otras comisiones de la
verdad, la peruana ha confrontado una cantidad considerable de crímenes cometi-
dos por miembros de grupos no estatales, vale decir, el PCP-SL y el MRTA. Esto
planteó distintos desafíos técnicos que fueron resueltos por la CVR tomando en
consideración lo siguiente:
• Los casos forman parte de un todo más amplio y complejo que incluye, allí
cuando se ha establecido, patrones consistentes de crímenes y violaciones,
sistemáticos y generalizados. En tanto tales, cada uno de estos hechos debe
ser considerado como un crimen de lesa humanidad a la luz del Estatuto de
la Corte Penal Internacional.
• En particular, la desaparición forzada de personas constituye un delito conti-
nuado, lo que implica que su tipificación debe atender la vigencia de la ley al
momento en que se formula la denuncia y no necesariamente con aquélla
que está vigente al momento de su comisión. No resulta ni moral ni legal
36 reducir la entidad de una desaparición a la categoría de un secuestro sim-
ple, aún cuando se hubiera producido antes de 1991.
• La judicatura deberá tomar en cuenta los agravantes contemplados en el
RESPONSABLES
Las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado peruano ocu-
rrieron, por lo general, durante regímenes democráticos, con elecciones periódi-
cas, libertad de expresión y derechos constitucionales vigentes. La aplicación de la
teoría no puede ser mecánica ni puede justificar por sí sola la responsabilidad del
poder político sobre los actos que implican graves violaciones a los derechos hu-
manos. Salvo el período instaurado por el golpe de estado del 5 de abril de 1992, la
aproximación general del Informe Final detalla cómo en contextos democráticos se
produjeron patrones consistentes de violaciones de los derechos humanos cometi-
dos por agentes del Estado. La combinación de democracia constitucional y viola-
LOS
ciones de los derechos humanos obliga a un análisis más detallado de la relación
entre la violación específica y la cadena de mando. Los patrones de violaciones de
los derechos humanos determinados en el Informe Final corresponden, en numero-
sos casos, a estos comandos político-militares o los jefes militares de una zona o
subzona de seguridad nacional. Se ha señalado en reiteradas ocasiones en el Infor-
me Final y en otras fuentes, cómo en las zonas declaradas en estado de emergencia
se suspendió, fácticamente, el estado de derecho y la constitucionalidad. En suma,
cabe presumir que en reiteradas ocasiones estas estructuras regionales o locales
actuaron al margen de la Constitución y de la ley.
Siguiendo esta línea de razonamiento, las situaciones del PCP-SL y del MRTA
son distintas entre sí y, ambas, diferentes de la de los agentes del Estado. El PCP-SL
era un aparato organizado de poder, sus ejecutores eran intercambiables y, evi-
dentemente, el PCP-SL se colocó al margen de la ley. Su objetivo era destruir el
Estado que sustenta el Derecho. No se trató de ninguna manera de una guerrilla
que luchó contra un régimen totalitario en una guerra de liberación nacional. Sus
actos, además, profundizaron la ilegalidad de la organización, aun cuando se re-
conozca las motivaciones políticas que la sustentaron. Por ello, los órganos juris-
diccionales deberán tomar en cuenta la teoría del dominio del hecho para evaluar
la responsabilidad penal de los mandos senderistas.19 El caso del MRTA tiene si-
militudes y diferencias con el del PCP-SL. Las diferencias radican, más bien, en el
sustento estratégico de sus acciones, la entidad de las mismas y las consecuencias
que produjeron. Por ello, la teoría del dominio del hecho podrá ser aplicable con
más facilidad a los secuestros que a otros hechos. En estos casos, como ha sido
señalado ya, se han reunido elementos de juicio que permiten afirmar que la direc-
ción central del MRTA planificó, ideó y organizó el crimen de manera directa.
Con relación a los comités de autodefensa, la atribución de responsabilidad
alcanza a los hechos materiales, así como a los superiores de dichas organizacio-
19
La responsabilidad alcanza al presidente del PCP-SL, al Comité Central y a los Comités Regionales,
así como al Metropolitano.
38 nes. Dependiendo del caso específico, esta responsabilidad puede alcanzar a los
jefes militares de la zona en cuestión, cuando existan elementos de juicio que per-
mitan inferir una relación efectiva de subordinación de dichos comités a las cita-
RESPONSABLES
GRÁFICO 8
LOS
tanto, no tienen ningún valor para orientar sus acciones. El PCP-SL negaba que los
individuos tuvieran realmente derechos por el hecho de ser seres humanos y afir-
maba que toda consideración humanitaria debía ceder ante la exigencia de tomar
el poder para los sectores sociales oprimidos, a quienes decía representar.
El objetivo estratégico central de la acción senderista era la destrucción total de
las estructuras políticas existentes y su reemplazo por organismos sujetos al con-
trol directo del PCP-SL, como gérmenes de un régimen político alternativo en el que
esta organización ejercería un control total de los poderes del Estado. La estrategia
preveía la acción restablecedora del orden de parte de las Fuerzas Armadas, que
destruiría violentamente muchas de las iniciales bases senderistas, y anticipaba
una sangrienta y prolongada confrontación para dirimir superioridades.
Con el objetivo de destruir total y radicalmente el poder local, ya fuera estatal o
tradicional, y construir «bases de apoyo», el PCP-SL optó por una política de
aniquilamientos selectivos; y, para reprimir toda resistencia, aplicó consistentemente
una política de represalias desproporcionadas. Los aniquilamientos fueron consa-
grados como una «forma de lucha» indesligable de otras tácticas normalmente
utilizadas en los conflictos armados internos, como los sabotajes, la propaganda
armada y las emboscadas contra unidades militares aisladas o pequeñas.
Del mismo modo, el PCP-SL optó por construir aceleradamente, en aquellos
lugares donde lograba sustituir a las autoridades locales, unidades armadas; para
ello, no vaciló en recurrir al reclutamiento forzoso, incluso de menores de edad.
Alrededor de esta forma de violencia, que explica la gran cantidad de secuestros y
desapariciones atribuidas al PCP-SL se generaron una serie de violaciones colate-
rales como la violencia sexual, la servidumbre, la tortura y los tratos crueles, inhu-
manos o degradantes.
Sin embargo, las unidades armadas que el PCP-SL organizaba no tenían como
objetivo defender las «bases de apoyo» creadas, puesto que para su concepción
estratégica era deseable provocar una represión desproporcionada de las fuerzas
del orden y que esa represión produjera fuertes daños. Suponía que el consiguien-
te rechazo de la población se traduciría en apoyo a su causa.
40 Cuando se hacía urgente mantener a la población como apoyó logístico de
unidades militares importantes, se optaba por una política de desplazamiento for-
zoso y servidumbre que obligaba a la población civil (considerada como «masa»)
RESPONSABLES
GRÁFICO 9
LOS
Luego de una violenta represión por parte de las fuerzas del orden que, ade-
más de causar miles de víctimas inocentes en Ayacucho, golpeó duramente al apa-
rato político y militar del PCP-SL. Esta organización subversiva entró en una eta-
pa de repliegue —prevista en sus planes que anticipaban una respuesta violenta
del Estado— y de penetración en otros espacios sociales y geográficos distintos al
escenario ayacuchano. Entre 1985 y 1987, el PCP-SL buscó generar «bases de apo-
yo» y ampliar su radio de acción a las regiones central, nororiental, sur andina y
las ciudades, en un intento por vincularse con diferentes sectores como el campe-
sinado cocalero del valle del Huallaga, las comunidades campesinas de Junín,
Huancavelica y Apurímac, a la vez que intensificaba un trabajo de proselitismo
político entre sectores juveniles radicalizados en las universidades de Lima y
Huancayo, principalmente.
Hacia 1988 se desencadenó otro ciclo de intensa violencia en estos nuevos
escenarios. La magnitud de los crímenes y violaciones de los derechos humanos
cometidos por la organización subversiva en este período se explica por causas
similares a las del primer ciclo. Sin embargo, en este período la resistencia de la
población, de sus autoridades y de los dirigentes sociales fue mucho más temprana
42 y decidida, como lo demuestra el caso de la exitosa resistencia de las comunidades
campesinas puneñas, la expansión de las rondas campesinas y de los comités de
autodefensa. Por otro lado, en esta nueva etapa, el Estado y las fuerzas del orden
RESPONSABLES
CUADRO 1
20
Una correlación estadística indica cuán asociadas están dos variables; es decir, el grado en que
los cambios en una variable influyen en otra. El coeficiente «r» de Pearson es una manera de medir
dicha asociación: mientras más cercano sea ese coeficiente a la unidad (+1 ó -1) mayor asociación
existe entre dos variables. Una asociación positiva muy cercana a la unidad indica que dos
variables se influyen directamente; por ejemplo, la práctica del secuestro está muy vinculada al
asesinato. Una asociación negativa indica una relación inversa; por ejemplo, a mayor práctica de
las detenciones legales, menor práctica de la tortura.
enfrentamientos internos, ninguna de las cuales ha atribuido más del 5% de las 43
víctimas fatales a la acción de grupos insurgentes.
De acuerdo con la ideología y la práctica establecida por los líderes principales
LOS
La magnitud de los crímenes causados por el PCP-SL no puede opacar la revisión
de la forma de proceder del otro grupo armado activo en el período investigado,
el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). En efecto, surgido con la
intención de convertirse en una suerte de «brazo armado» de las organizaciones
populares, el MRTA intentó llevar a cabo una estrategia insurreccional compara-
ble a las de otras experiencias latinoamericanas, con algunas de las cuales mantu-
vo contactos.
La estrategia militar del MRTA combinaba agitación armada urbana con em-
boscadas y organización de columnas militares en el campo. Sin embargo, al estar
desligado del movimiento social al que decía representar, enfrentaba permanen-
tes dificultades económicas que pretendía resolver aplicando tácticas utilizadas
por otros movimientos armados en América Latina como los secuestros, pese a
que se trataba de un recurso específicamente proscrito por el Derecho Internacio-
nal Humanitario al que proclamaban respetar.
Ante su escaso crecimiento y el aumento de violencia y militarización, el MRTA
encontró cada vez menos espacio para desarrollar su propia estrategia armada.
Empezó a adoptar tácticas utilizadas por el PCP-SL, como el asesinato de perso-
nas que no tenían ninguna función militar en el Estado, crímenes cuya sola inten-
ción era dar lecciones ejemplares a la población. Así, asesinaron a un dirigente
asháninka por supuestos actos contra la guerrilla del MIR en 1965, a funcionarios
retirados sin rol alguno en el gobierno, a particulares que representaban intereses
empresariales, a personas secuestradas y a individuos considerados «de mal vi-
vir». Esta conducta terminó por envolver a la propia organización y, hasta poco
antes de la captura de sus principales dirigentes, los asesinatos se convirtieron en
una manera de resolver sus luchas internas.
Por otro lado, el interés del MRTA por abrir frentes en zonas campesinas le
llevó inevitablemente a confrontar al PCP-SL, lo que hizo el conflicto aun más
complejo, creó nuevos riesgos para la población civil y contribuyó a aumentar el
número de víctimas.
44 Aunque la participación del MRTA como responsable de víctimas fatales del
conflicto es proporcionalmente escasa (el 1.5% de los muertos y desaparecidos
reportados a la CVR), es innegable que su actividad armada sólo contribuyó a
RESPONSABLES
LOS
La política indiscriminada de los primeros años fue reexaminada durante los
momentos iniciales del gobierno encabezado por el presidente Alan García Pérez,
partiendo de un análisis crítico de lo realizado por su antecesor, el arquitecto Fer-
nando Belaunde Terry. Quizá lo más relevante para ello fue, en 1985 y 1986, el
funcionamiento de una Comisión de Paz y una inicial voluntad de hacer frente a
las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por miembros de las
Fuerzas Armadas. Este interregno se quebró luego de la matanza de los penales
en junio de 1986, que restó credibilidad a la posibilidad de una alternativa demo-
crática a la lucha contrasubversiva y jugó a favor de la estrategia de provocación
y mayor polarización preconizadas por el PCP-SL. De este modo, el conflicto no
sólo no se solucionó, sino que se expandió a otras zonas y se hizo más complejo
hasta llegar a ser un fenómeno que —para muchos— ponía en entredicho la viabi-
lidad estatal del Perú y que tenía un alto costo en violaciones de los derechos
humanos y acciones terroristas.
Es cierto que hubo desde el Poder Legislativo meritorios esfuerzos por reorien-
tar la forma en que se hacía frente al problema subversivo, además de que se
realizaron investigaciones de las violaciones a los derechos humanos perpetradas.
Lamentablemente, se trató de iniciativas llevadas a cabo por una minoría que no
logró cambiar de manera significativa la forma en que la autoridad civil asumía
sus responsabilidades en el conflicto.
En la práctica, fueron las mismas Fuerzas Armadas y Policiales las que evalua-
ron y reorientaron su estrategia a partir del reconocimiento de que muchas pobla-
ciones estaban entre dos fuegos y que debían ser ganadas para el lado del Estado.
Con un mayor énfasis en acciones de inteligencia y en establecer alianzas con los
sectores sociales donde el PCP-SL pretendía ganar adeptos, se desarrollaron ac-
ciones menos indiscriminadas. No se usaron, sin embargo, métodos legales para
su detención y procesamiento, y se continuó recurriendo a las ejecuciones
extrajudiciales y, de modo más selectivo, a las desapariciones forzadas.
Luego de la captura de los principales dirigentes senderistas, del uso de nuevas
leyes que buscaban romper la lealtad interna de los grupos subversivos y del cre-
ciente cuestionamiento nacional e internacional a prácticas como las ejecuciones
extrajudiciales y la desaparición forzada, se produjo un nuevo ajuste en la estrate-
46 gia contrasubversiva. Las violaciones de los derechos humanos más recurrentes
desde ese momento en adelante estuvieron vinculadas a la detención arbitraria, a
la violación de las garantías del debido proceso y a la masiva condena de inocen-
RESPONSABLES
GRÁFICO 10
PERÚ 1980-2000: MÉTODOS EMPLEADOS POR AGENTES DEL ESTADO EN LA LUCHA CONTRASUBVERSIVA
Distribución porcentual de los casos según año
(cada línea punteada representa un acumulado de 6% de los casos reportados a la CVR)
En la primera etapa comprendida entre los años 1983 y 1984, cuando se delegó
en las Fuerzas Armadas el control del orden interno y el combate a la subversión
en el departamento de Ayacucho, se aprecia una importante concentración de los
casos reportados a la CVR en referencia a ejecuciones arbitrarias, desaparición
forzada y torturas. Esta etapa se caracterizó por la aplicación por parte de agentes
del Estado de una estrategia de represión masiva e indiscriminada, especialmente
en las zonas rurales del departamento de Ayacucho. En esos años, los miembros
de las fuerzas del orden golpearon a un cierto perfil de población con el objeto de
eliminar a los militantes del PCP-SL. Se eliminó a los sospechosos, a los presuntos
colaboradores y en no pocos casos a su entorno social y familiar, buscando hacer
evidente ante la población campesina los costos de colaborar con el grupo subver-
21
Los datos sobre ejecuciones arbitrarias, desapariciones y torturas provienen de los testimonios
analizados por la CVR. La información sobre detenciones oficiales efectuadas por las fuerzas del
orden tiene las siguientes fuentes: los datos para los años 1983-1992 han sido proporcionados por
la Dirección Nacional contra el Terrorismo (oficio 55-DIRCOTE-COMASE del 13 de marzo de 2003);
los datos para los años 1993-2000 provienen del Registro Nacional de Detenidos y Sentenciados a
pena privativa de la libertad efectiva a cargo del Ministerio Público (oficio 106-2003-MP-FN-
RENADESPPLE).
sivo. Algunas de estas prácticas se generalizaron y constituyen crímenes de lesa 47
humanidad, infracciones al Derecho Internacional Humanitario y violaciones al
orden constitucional y legal del Estado Peruano.
LOS
La actuación de grupos como los comités de autodefensa que, aunque no eran
agentes del Estado, actuaban bajo su dirección o cuando menos bajo su aquiescen-
cia, produjo una significativa cantidad de violaciones de los derechos humanos.
Lo mismo puede decirse de grupos paramilitares cuyo ejemplo más conocido fue
el mal denominado Comando «Rodrigo Franco».
Como resultado de los cambios estratégicos de la segunda etapa, se observa
una disminución relativa y absoluta de los casos de ejecuciones arbitrarias (respec-
to de 1983-1985); sin embargo, aumentan los casos de desaparición forzada de
personas, especialmente a partir de 1989 hasta 1992. El cambio de estrategia está
también relacionado con los nuevos escenarios del conflicto, abiertos por el proce-
der de las organizaciones subversivas, especialmente en las zonas urbanas donde
los operativos de eliminación de presuntos subversivos se realizaban de manera
más encubierta a través del recurso a la desaparición forzada. Esta práctica tam-
bién está asociada a la tortura como método de obtención de información sobre
los planes y la composición de las organizaciones subversivas.
Uno de los hitos culminantes de esta etapa fue la captura de los principales
líderes de las organizaciones subversivas, entre ellos el jefe máximo del PCP-SL,
Abimael Guzmán Reinoso, en septiembre de 1992, como resultado de tácticas de
inteligencia aplicadas por la Policía Nacional. Dicha captura desembocó luego en
la capitulación estratégica del líder senderista, la desmoralización de muchos de
sus seguidores y el éxito cuantitativo de estrategias de desarme de personas pre-
suntamente vinculadas a la subversión a través del mecanismo del «arrepentimien-
to» legalmente reconocido.
La tercera etapa en la lucha contrasubversiva de los agentes del Estado estuvo
caracterizada, pues, por un incremento sustancial de los detenidos como presun-
tos subversivos y la disminución de los casos de ejecuciones arbitrarias y desapa-
riciones forzadas, aunque aumentó notoriamente el número de casos de violación
al debido proceso de los detenidos.
La información obtenida en la captura de los principales dirigentes subversi-
vos, así como la proporcionada por los miembros de dichas organizaciones que se
acogieron a las leyes de «arrepentimiento» dictadas por el gobierno del ex presi-
48 dente Alberto Fujimori, llevaron a la detención de miles de personas acusadas de
formar parte del PCP-SL y del MRTA. 22 Muchas de ellas fueron procesadas sin
que se respetaran principios elementales del debido proceso y en varios casos con
RESPONSABLES
Estado a establecer el mecanismo del indulto por el que se debió liberar en muy
poco tiempo a cientos de sentenciados que eran inocentes.23 Asimismo, esos erro-
res provocaron que, a la larga, ante los fallos de la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos sobre violaciones al debido proceso en el Perú, el Tribunal Consti-
tucional declarara nula, en el 2002, gran parte de la llamada «legislación
antiterrorista» promulgada por el gobierno de Alberto Fujimori.
A lo largo de estos tres grandes ciclos estratégicos, la tortura fue una práctica
sistemáticamente utilizada por las fuerzas del orden como técnica de interrogato-
rio para obtener información de presuntos subversivos capturados o como forma
de castigo e intimidación. Como se aprecia en el gráfico 10, el patrón de tortura a
lo largo de todo el período investigado es una constante que acompaña los picos
estadísticos de ejecuciones, luego las desapariciones forzadas de 1984 y 1989, y,
por último, el período de mayores detenciones legales.
De acuerdo con los resultados mostrados en el cuadro 2, existen significativas
correlaciones entre la distribución de los casos reportados a la CVR de ejecuciones
arbitrarias, desapariciones forzadas y torturas cometidas por agentes del Estado
entre 1980 y 2000. Por otro lado, existen débiles correlaciones entre los casos de
detenciones con los de ejecuciones y desapariciones, así como también muestran
una débil correlación con los casos de tortura.
CUADRO 2
22
Según el Ministerio Público, los años con mayor número de detenciones oficiales realizadas por fuerzas
del orden son 1993 (4,085 detenciones) y 1994 (4,948 detenciones).
23
Sólo entre 1996 y 1999 se debió liberar, por el trámite del indulto a 502 personas injustamente
condenadas, lo que no cubrió el total de casos (Defensoría del Pueblo, 2000).
Las fuerzas de seguridad del Estado tenían, como es natural, una ventaja de 49
partida sobre las organizaciones subversivas: contaban con todos los mecanismos
de control del Estado de Derecho. Sin embargo, no se apoyaron en ellos, sino que,
LOS
nales militares, abandonó sus atribuciones constitucionales y cedió los casos a la
justicia militar. Lo hacía aceptando la tesis según la cual crímenes como la tortura,
la desaparición de personas y la ejecución arbitraria eran «delitos de función». En
los tribunales militares, los casos fueron usualmente archivados o, en un puñado
de ocasiones, tipificados y penados con gran lenidad. Por último, el gobierno de
Alberto Fujimori encontró la manera de prescindir incluso de las autoridades judi-
ciales obsecuentes al hacer aprobar una ley de amnistía en el llamado «Congreso
Constituyente Democrático».
Durante el gobierno de Alberto Fujimori la abdicación de la autoridad civil ya
señalada cobró otro cariz; ésta se plegó, o se subordinó, de hecho a la visión estra-
tégica y política de las Fuerzas Armadas. La alianza entre el gobierno de Fujimori
y un sector de las Fuerzas Armadas cerró las puertas a toda fiscalización y abrió el
paso a la más amplia impunidad tanto en lo que concierne a las violaciones de
derechos humanos como en lo relativo a la corrupción a gran escala.
La estrategia militar del PCP-SL, pese a la fascinación que ejercía sobre sus
seguidores y a la mistificación ideológica que intentó consagrarla como un su-
puesto avance científico de validez universal, fue bastante unívoca y poco varia-
ble. El PCP-SL no tenía que responder al control de ninguna instancia porque no
reconocía ideológicamente ningún valor a los derechos humanos, ni siquiera como
un asunto de imagen pública.
Por el otro lado, la complejidad de los giros estratégicos adoptados por el
Estado a lo largo de la lucha contrasubversiva sugiere la existencia de dos gran-
des orientaciones y prioridades excluyentes, cada una de las cuales se asocia a un
cierto tipo de patrones de violación de los derechos humanos, con diferentes
niveles de gravedad:
CUADRO 3
24
Se utiliza el análisis factoríal. Ésta es una herramienta que busca determinar los factores generales
que subyacen a la evolución de múltiples variables.
Como paso final de este análisis se presenta un diagrama de dispersión con la 51
finalidad de observar en qué años o períodos ambas orientaciones tuvieron mayor
incidencia. En el gráfico 11 se muestra la distribución de los años que ha investiga-
GRÁFICO 11
LOS
El cuadrante A representa, por un lado, la ausencia de estrategias. Es decir,
aquellos períodos en donde los agentes del Estado ni capturaron ni eliminaron, lo
que indica que no han definido claramente de qué forma se debe enfrentar la sub-
versión armada (1980, 1981 y 1982). Por otro lado, este cuadrante también repre-
senta aquellos años donde la amenaza subversiva ha decrecido considerablemen-
te y el estado no realizó acciones importantes de represión a la subversión armada
(1998, 1999, 2000).
El cuadrante B representa aquellos años donde se eliminó a grandes cantida-
des de presuntos subversivos, pero se reportaron pocas capturas. En estos años, la
estrategia contrasubversiva implicó graves violaciones de los derechos humanos y
25
Los valores de cada eje fueron calculados mediante el método de regresión. Representan valores
estándar de la ubicación de cada caso (la práctica de cada año) a lo largo de los ejes.
52 los agentes del Estado desarrollaron operativos que privilegiaban la eliminación
de presuntos subversivos, personas que eran consideradas colaboradoras o sim-
patizantes de la subversión, así como en ciertos casos su entorno social o familiar.
RESPONSABLES
Se aprecia que 1984 es el año que tiene el mayor puntaje en el eje representado por
la orientación de eliminación, seguido de 1983. Como ha sido señalado, esos fue-
ron los años durante los que se han reportado a la CVR el mayor número de vícti-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Los testimonios recogidos por la CVR indican que los principales actores del
conflicto armado interno desarrollaron un conjunto de prácticas de selección de
sus víctimas al interior de determinados grupos de población.
Tal y como se aprecia en el gráfico 12, la violencia no afectó a hombres y muje-
res en forma similar ni estuvo distribuida uniformemente en todos los grupos de
edad. Fueron los hombres entre 20 y 49 años quienes conformaron el grueso de las
víctimas fatales reportadas a la CVR (más del 55%), mientras que las mujeres de
todas las edades suman poco menos del 20% de las víctimas.
GRÁFICO 12 53
LOS
Al comparar la distribución de edades de las víctimas con la de edades de la
población peruana estimada para 1985, la concentración de víctimas en los grupos
antes mencionados se hace más evidente (véase el gráfico 13).
GRÁFICO 13
además, se considera que más del 75% de las víctimas fatales mayores de 15 años
estaban casadas o eran convivientes, es posible afirmar que, donde tuvo lugar, el
conflicto armado interno afectó principalmente a hombres jefes de hogar, es decir,
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
GRÁFICO 14
26
Como referencia, se empleó la distribución por edades de la proyección realizada por el INEI
para la población peruana de 1985.
En el Perú, y en el caso de los agentes del Estado en particular, el trabajo de 55
selección de víctimas se refleja también en la importancia que adquirió la práctica
de la desaparición forzada. Ésta supone extraer a una persona específica del con-
LOS
bién aumenta ligeramente la proporción de mujeres y de niños menores de 15
años de edad: en el caso de asesinatos o ejecuciones individuales la proporción de
mujeres es de 14% y de menores de 15 años es de 2%; cuando los asesinatos o
ejecuciones tienen como blanco grupos de 10 o más personas, la proporción de
víctimas mujeres aumenta al 31% y la de menores a 21%.
Es importante tener en cuenta que, de manera similar a otras investigaciones
sobre conflictos armados internos (Ball y otros 1999: 94-98), en la información
presentada existe un importante subregistro de niños debido a que solamente se
incluyen las víctimas identificadas. Dentro de las víctimas de asesinatos masivos,
los niños resultan ser, generalmente, los menos identificados por los sobrevivien-
tes que dieron sus testimonios, puesto que son menos conocidos en sus comunida-
des en comparación con los adultos.
La práctica de selección de víctimas por parte de los principales actores del
conflicto armado interno supone que éstos contaban con un perfil o una caracte-
rización de quiénes eran considerados blanco de la acción violenta. Este perfil
está estrechamente vinculado con los objetivos y las estrategias de los actores.
Como ha sido mencionado, la CVR ha concluido que el conflicto armado inter-
no se inició por la decisión del PCP-SL de conquistar el poder mediante la lucha
armada con el fin de destruir las instituciones del Estado peruano e instaurar un
régimen totalitario.
Dentro de su estrategia de conquista del poder mediante la lucha armada, el
PCP-SL atacó a quienes, según su ideología, representaban el «viejo estado». En la
práctica, ello significó que las personas que tenían responsabilidades relativamen-
te más importantes o desempeñaban un cierto liderazgo social o político en sus
respectivas comunidades fueran vistas como potenciales enemigos y víctimas de
sus acciones.
Un indicador contundente de esto último es que, después de los campesinos, el
segundo grupo ocupacional más golpeado por la violencia del PCP-SL fue el de
las diversas autoridades locales y dirigentes sociales que existían en las zonas»
donde el conflicto armado interno tuvo lugar (alcaldes, regidores, subprefrectos,
gobernadores, tenientes gobernadores, jueces de paz, dirigentes locales, etcétera).
De acuerdo con los testimonios recibidos, aproximadamente 1503 personas, es decir,
56 el 23% de las víctimas fatales provocadas por el PCP-SL reportadas a la CVR
fueron autoridades o dirigentes de este tipo.
El asesinato de un número tan grande de autoridades locales, la mayoría de
RESPONSABLES
LOS
el contrario, aquellas comunidades en las que el PCP-SL no podía captar la adhe-
sión voluntaria de los jóvenes, los obligaba a participar de sus acciones mediante
el reclutamiento forzado.
Al definir el escenario del conflicto en sus propios términos, el PCP-SL confi-
guró los perfiles de las víctimas, tanto de su acción armada como de aquella desen-
cadenada por la represión de las fuerzas del orden. En la medida en que el conflicto
armado interno tuvo un carácter no convencional y que los militantes del PCP-SL
se mimetizaban con la población local, las fuerzas del orden seleccionaban a sus
víctimas de acuerdo con las características generales de quienes podían ser más
propensos a integrarse al grupo subversivo, tal y como narra un joven
universitario detenido por terrorismo en 1991 y posteriormente absuelto:
27
CVR. Testimonio 100191.
58 GRÁFICO 15
RESPONSABLES
Tomando en cuenta este perfil de edades, es posible afirmar que, hasta cierto
punto, el conflicto armado interno provocado por el PCP-SL fue también una lu-
cha generacional, en donde los jóvenes de origen campesino, relativamente más
educados que sus padres y atraídos por la ideología subversiva, buscaban despla-
zar violentamente a las personas mayores de las posiciones de poder y prestigio
en sus propias comunidades. De las víctimas fatales reportadas a la CVR que te-
nían entre 20 a 29 años, la proporción de personas que tenían educación secunda-
ria es algo mayor entre las víctimas provocadas por los agentes del Estado que
entre aquéllas causadas por el PCP-SL (35% versus 22%).
Una confirmación de este perfil del militante o simpatizante del PCP-SL puede
encontrarse en las características sociodemográficas de aquellas personas que ac-
tualmente se encuentran detenidas por cargos de terrorismo en los diferentes es-
tablecimientos penitenciarios del país.
La CVR ha entrevistado a poco más de mil personas actualmente detenidas
por delito de terrorismo. Como se aprecia en el gráfico 16, más de la mitad de ellos
tenían entre 20 y 29 años al momento de ser detenidos. Por otro lado, cerca del
45% de los detenidos por delito de terrorismo que han dado su testimonio a la
CVR tienen algún nivel de instrucción superior.
GRÁFICO 16 59
LOS
Más allá de las coincidencias entre los perfiles de las personas ejecutadas o
desaparecidas por los agentes del Estado y aquéllas que actualmente están en
prisión por delito de terrorismo, es evidente que una estrategia de selección de
blancos de la represión basada en categorías tan generales (grupo de edad y nivel
educativo), aplicada en forma masiva y sistemática, conduce inevitablemente a
graves violaciones de los derechos humanos. Por otro lado, independientemente
de que las víctimas se ajusten al perfil mencionado, ello no implica que necesaria-
mente sean miembros del PCP-SL y, aunque ése haya podido ser el caso de varias
de las personas ejecutadas o desaparecidas por las fuerzas del orden, ni la ejecu-
ción extrajudicial sumaria ni la desaparición forzada están previstas como sancio-
nes legales en el ordenamiento jurídico peruano.
Si bien queda claro que el ser joven y tener niveles educativos relativamente
mayores al promedio constituyen un elemento central del perfil de aquellas perso-
nas que fueron objeto de la represión estatal en la lucha contrasubversiva, la forma
en que esa represión fue ejercida está asociada a otro tipo de variables.
Como se observa en el gráfico 17, Ayacucho es el departamento de nacimiento
de la mayoría de personas ejecutadas o desaparecidas por los agentes del Estado.
Sin embargo, la mayoría de personas que se encuentran en la cárcel por delito de
terrorismo provienen de Lima o del conjunto de departamentos menos afectados
por el conflicto armado interno.
60 GRÁFICO 17
RESPONSABLES
Por otro lado, mientras que más del 70% de los ejecutados y detenidos tenían
al quechua u otras lenguas nativas como idioma materno, sólo el 24% de los
actualmente detenidos por terrorismo comparten esa característica.
La probabilidad de que la acción contrasubversiva del Estado deviniera en una
violación grave de los derechos humanos o en una aplicación de la legislación
antiterrorista no era uniforme en todos los grupos sociales. Las consecuencias re-
sultan ser más graves y los errores menos reversibles en los sectores más margina-
dos de la sociedad peruana.
Para construir una explicación más detallada del conflicto armado interno, la CVR
analizó la intensidad y la extensión de la violencia en relación con la lógica interna
de los acontecimientos y las estrategias de los actores directos implicados en el
proceso, así corno las diversas posiciones frente al mismo asumidas por otros
actores políticos y sociales. En dicha explicación, se reconstruyen los contextos de
las principales acciones y decisiones, y se consideran las distintas opciones al al-
cance de los actores, de esta forma se busca evitar anacronismos al interpretar
hechos del pasado a partir de un conocimiento no disponible en el momento de su
ocurrencia.
Siguiendo este enfoque, el conflicto armado interno se puede organizar en
cinco períodos definidos por puntos de inflexión que no coinciden necesariamente
con las fechas de inicio y culminación de los gobiernos que tuvo el país entre mayo
de 1980 y noviembre de 2000.28 En efecto, el proceso analizado no siempre sufrió 61
modificaciones sustanciales al producirse los relevos presidenciales; por el con-
trario, en varias oportunidades, las decisiones adoptadas por alguna
LOS
ingeniero Alberto Fujimori para consolidar su programa político en contra de los
que denominaba «partidos tradicionales».
Si bien todo esfuerzo de organización temporal supone un grado de libertad en
la selección de los criterios para definir las etapas, la CVR ha optado por construir
una periodización que refleje lo ocurrido como parte de un proceso nacional y
recupere la secuencia de acontecimientos basados en sus propios hallazgos e in-
vestigaciones. De esta manera, se han establecido los siguientes períodos:
28
El proceso analizado por la CVR comprende los gobiernos del general Francisco Morales Bermúdez
en su fase final (del 17 de mayo al 28 de julio de 1980), del arquitecto Fernando Belaunde Terry (del
28 de julio de 1980 al 28 de julio de 1985), del doctor Alan García Pérez (del 28 de julio de 1980 al 28
de julio de 1990) y del ingeniero Alberto Fujimori Fujimori (del 28 de julio de 1990 al 5 de abril de
1992; del 5 de abril de 1992 al 28 de julio de 1995; del 28 de julio de 1995 al 28 de julio de 2000; y de
esta fecha al 20 de noviembre del mismo año).
62 captura en Lima de Abimael Guzmán Reinoso y de los principales dirigen-
tes de su organización por parte del GEIN.
• Declive de la acción subversiva, autoritarismo y corrupción (septiembre de
RESPONSABLES
El conflicto armado interno que padeció el Perú se inició con la decisión del PCP-
SL de declarar la guerra al Estado peruano. La acción simbólica que marcó el co-
mienzo de la lucha armada senderista fue la quema pública de las ánforas electo-
rales en el distrito de Chuschi (Cangalla, Ayacucho) el 17 de mayo de 1980, con
ocasión de las elecciones generales. Con ello, el PCP-SL se automarginó del proce-
so democrático abierto con los comicios celebrados ese día, y dio inicio a una
violenta campaña cuyo objetivo era destruir el Estado peruano y someter a la so-
ciedad peruana a un régimen autoritario y totalitario.
En un principio, el PCP-SL realizó atentados esporádicos contra la propiedad
pública y privada, y acciones de propaganda armada. La gravedad de sus actos
fue aumentando paulatinamente hasta llegar al asesinato sistemático y a los ata-
ques contra las fuerzas policiales que buscaban provocar una represión estatal
cada vez más dura en su contra; su objetivo era que se definiese una situación de
conflicto armado interno.
Las primeras acciones senderistas fueron percibidas inicialmente como hechos
marginales y de poca repercusión nacional. Se las evaluaba con una actitud que
combinaba la subestimación y el desconcierto, lo que permitió el crecimiento de la
presencia senderista en ciertas áreas del departamento de Ayacucho y Huancavelica.
Entre 1980 y 1981, la atención de la opinión pública estuvo enfocada en el proceso
de transferencia del poder a los civiles después de doce años de dictadura militar,
así como en las primeras medidas del nuevo régimen político. Entre los círculos
de la izquierda legal las acciones iniciales del PCP-SL eran vistas con extrema sus-
picacia, llegando incluso a ser consideradas como operativos encubiertos de las
fuerzas del orden destinados a desprestigiar o sabotear la presencia y participa-
ción de organizaciones políticas izquierdistas en la escena oficial tal y como había
sucedido en otros países de América Latina.
Aunque en años anteriores no se descartaba el alzamiento en armas de algunos
grupos radicales de izquierda, el fenómeno particular iniciado por el PCP-SL des-
concertó a las fuerzas del orden. En general éstas hubieran esperado la repetición
de un proceso guerrillero similar al ocurrido en 1965. La formación contrasubversiva
que habían recibido las preparaba únicamente para fenómenos de este tipo o, en
el mejor de los casos, para enfrentar a grupos armados semejantes a los que por
esos años actuaban en otros países de América Latina. Al no poder definir con
claridad el tipo de adversario que enfrentaban, los trabajos de inteligencia del
período previo e inicial estuvieron erróneamente dirigidos. Las posibilidades de
evitar el curso de los acontecimientos a partir de este tipo de trabajo fueron esca-
sas debido al muy reducido tamaño de la organización, a su similitud con muchas
otras agrupaciones de izquierda radical que postulaban la lucha armada y a su 63
mínimo equipamiento militar antes de 1980. Sin embargo, incluso en el 2003, el
debate en torno a la supuesta «falta de inteligencia» era un asunto importante
LOS
llega el gobierno constitucional no (se) encuentra nada […].29
Interrogado sobre estos temas, Morales Bermúdez respondió:
Fueron detectados determinados elementos de Sendero como personas de
cierta tendencia, pero en ningún momento hubo [en 1979 y en 1980] una infor-
mación de Inteligencia que dijera «cuidado, aquí ya tenemos un problema».
Eso nunca, nunca hubo eso, en la vida. [...] Entonces sí había ese sistema [de
Inteligencia] así montado y los comandantes generales que me habían servido
a mí fueron comandantes generales de Belaunde, ¿cómo el gobierno podía no
disponer de la Inteligencia para acabar el problema? Era imposible. Yo a
Belaunde lo llamo, a los tres comandantes generales y su servicio de Inteligen-
cia no tiene esta información. ¡Caramba! Todos los servicios de Inteligencia
tienen sus informaciones porque eran informaciones cruzadas.30
En los dos años y medio que duró la fase inicial del conflicto estudiado por la
CVR, el PCP-SL tuvo un terreno inmejorable para desarrollar sus planes y corregir
sus errores. El tratamiento exclusivamente policial que dio el presidente Belaunde
a las primeras acciones senderistas correspondía, en buena medida, a la respuesta
de un gobierno civil que no podía delegar inmediatamente el problema a las Fuer-
zas Armadas sin dar una imagen de debilidad y sin ceder prerrogativas constitu-
cionales propias de un régimen democrático.
El PCP-SL inició su autodenominada guerra popular contra el Estado peruano
mediante una serie de atentados con explosivos contra instalaciones públicas en
diversas partes del país, aunque desplegando más recursos en Ayacucho. Si bien la
quema de ánforas en Chuschi fue vista como un hecho aislado, debe precisarse
que hubo acciones menores en otras partes del país como Lima y La Oroya.
En las semanas que siguieron al ataque del 17 de mayo de 1980, grupos de
senderistas arrojaron bombas incendiarias contra la tumba del general Velasco y
contra el local de la municipalidad de San Martín de Porres. Hasta el 28 de julio,
día del cambio de gobierno, hubo diversas acciones de propaganda, robo de car-
29
CVR. Entrevista con Luis Pércovich, Ministro del Interior durante el gobierno de AP. Lima, 28 de
agosto de 2002.
30
CVR. Entrevista a Morales Bermúdez. Lima, 3 de octubre de 2002.
64 tuchos de dinamita y armas. No hubo, en ese lapso, una respuesta estatal directa
contra el PCP-SL de parte del gobierno militar. El mismo día de la juramentación
de Fernando Belaunde Terry en su cargo de presidente se produjo un apagón par-
RESPONSABLES
cial por el derribo de una torre en Huancavelica y un ataque con explosivos al local
de Acción Popular en Pasco. En general, los medios de comunicación cubrieron
escasamente las primeras acciones de propaganda armada senderista, práctica-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
tradujeron en una confrontación directa con las Fuerzas Armadas. Conscientes
de la tradicional rivalidad entre el PAP y el estamento militar, los dirigentes de
ese partido obraron con discreción en estas circunstancias para evitar un enfren-
tamiento con el sector castrense.
Dos eventos asociados al PCP-SL proporcionaron una nueva dimensión al con-
flicto. En marzo de 1982, en una operación inédita hasta el momento y planeada
por su dirección central, un comando senderista asaltó el centro penitenciario de
Huamanga y rescató a sus presos; lograron escapar sin que hubiese una adecuada
respuesta de las fuerzas policiales y sin que los miembros del Ejército acantona-
dos en el cuartel de la ciudad interviniesen por no contar con órdenes de Lima
para hacerlo. El asalto a la cárcel de Huamanga obligó a distintos observadores a
considerar al PCP-SL como una amenaza mayor de la que sugerían los atentados
terroristas o los asesinatos aislados iniciales. Para algunos generales del Ejército,
como Sinesio Jarama, a partir de ese momento la situación se volvía seria; entre
tanto, el general Noel empezó a desarrollar una labor de inteligencia en el terreno
desde su base en Huancayo. En la orilla opuesta, izquierdistas radicales, que pos-
teriormente constituyeron el MRTA, señalaron a la CVR que el asalto a dicho pe-
nal los convenció de que se había producido un avance del conflicto del que ya no
había marcha atrás.
Horas después de consumado el ataque y la liberación de los internos
senderistas, un grupo de miembros de la Guardia Republicana (la institución
policial hasta entonces encargada de la custodia de los establecimientos penales)
ingresó al hospital de Huamanga y, en represalia, ejecutó a tres presos senderistas
que estaban heridos y bajo custodia policial. La combinación de ambas acciones,
el ataque al penal y la ejecución de miembros del PCP-SL hospitalizados, propor-
cionó una primera victoria mediática al PCP-SL; pues fue presentado por los me-
dios de prensa nacionales, aun si lo condenaban, como una fuerza guerrillera y
víctima a la vez de la inocultable brutalidad policial.
Precisamente, el tema de los abusos cometidos por las fuerzas policiales destaca-
das en Ayacucho para las operaciones contrasubversivas fue capitalizado por el
31
CVR. Entrevista.
66 PCP-SL en circunstancias particulares meses después. En septiembre, a raíz de
la muerte de Edith Lagos (una de las senderistas evadidas del penal de
Huamanga) en un choque con miembros policiales, hubo manifestaciones masi-
RESPONSABLES
vas de respaldo que incluyeron una misa de cuerpo presente celebrada por el
obispo de Ayacucho, además de un entierro multitudinario en el que no faltaron
símbolos senderistas. Luego de su muerte, Edith Lagos fue convertida por la
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
opinión pública en la figura más conocida del senderismo y, si bien nunca fue
una dirigente partidaria importante, su imagen de joven rebelde (murió a los 19
años) dio un rostro al desconocido PCP-SL. Así, hubo congresos de la juventud
aprista ayacuchana que llevaron su nombre y dirigentes connotados del PAP
como Armando Villanueva del Campo, recibieron muy fuertes críticas en la prensa
a fines de los ochenta por haber visitado, supuestamente, su tumba en el cemen-
terio huamanguino.
Desde esta etapa inicial del conflicto, el tema de las violaciones de los derechos
humanos fue considerado en la discusión política nacional. Uno de los primeros
debates al respecto fue motivado por la protesta de prominentes miembros de la
Iglesia Católica que denunciaban las torturas sufridas por Edmundo Cox Beuzeville
en manos de la policía después de su captura, realizada el 6 de julio de 1981 en
Cusco. Cox, miembro del PCP-SL era sobrino de un respetado obispo de entonces
que denunció los hechos. Ello propició fuertes críticas de los representantes del
gobierno que reclamaron a los obispos no haber protestado de igual modo duran-
te la dictadura militar. Dos puntos quedaron muy claros a raíz de dichos eventos.
El primero fue que los miembros del PCP-SL preservaron al máximo la clandesti-
nidad de su organización al negar su militancia (su llamada «regla de oro») y, al
mismo tiempo, aprovecharon espacios democráticos en los que no creían, como el
de la defensa de los derechos humanos, para debilitar la imagen de las fuerzas de
orden. El segundo, que las denuncias sobre violaciones de derechos humanos se-
rían vistas como parte de una estrategia de la oposición y no como un problema
que el gobierno debía encarar.
A lo largo de 1982 se hizo patente que las fuerzas policiales eran incapaces de
controlar la expansión del PCP-SL en las zonas rurales de Ayacucho y de corre-
gir su mala imagen pública. Todo ello se tradujo en una demanda constante al
gobierno de turno para que actuase con mayor rigor ante el avance y las provo-
caciones del PCP-SL. El 27 de diciembre de 1982, el presidente Belaunde dio un
ultimátum de 72 horas al PCP-SL para que depusiera las armas. El 30 de diciem-
bre el gobierno entregó a las Fuerzas Armadas el control de la zona de emergen-
cia de Ayacucho. El general de brigada EP Roberto C. Noel Moral, quien había
sido Prefecto de Lima en 1979 y jefe del SIE dos años después, asumió la jefatura
del nuevo comando político-militar. El general Noel recuerda así los términos
del encargo recibido:
LOS
A partir del ingreso de las Fuerzas Armadas a la lucha directa contra el PCP-SL,
el conflicto entró en un nuevo curso. La presencia militar en varias regiones del
país duraría más de quince años; el giro adoptado significó la «militarización del
conflicto». En ningún momento anterior del siglo XX se había producido un fe-
nómeno similar de constitución de instancias político-militares de conducción
de la respuesta estatal al fenómeno subversivo. Asimismo, en esta etapa el PCP-
SL creó su autodenominado «Ejército Guerrillero Popular» y realizó acciones
guerrilleras como ataques a puestos policiales y emboscadas a patrullas milita-
res, sin abandonar su actividad terrorista expresada en asesinatos selectivos y
atentados con explosivos.
El asesinato de ocho periodistas en Uchuraccay, cuatro semanas después del
ingreso de las Fuerzas Armadas a la lucha contra el PCP-SL, produjo un quiebre en
el conflicto al difundirse ampliamente en los medios de comunicación nacionales
imágenes terribles de la violencia que se estaba produciendo en la sierra de
Ayacucho y los departamentos vecinos. En los meses siguientes, al consolidarse el
predominio de la lógica de las acciones armadas no convencionales, las cifras de
víctimas y de violaciones de derechos humanos crecieron exponencialmente; éste
fue el período con la mayor cantidad de víctimas del conflicto.
Al ingresar en la lucha contrasubversiva, las Fuerzas Armadas no contaban
con una adecuada comprensión del PCP-SL y de su estrategia; vieron a esta or-
ganización como parte de una gran conspiración comunista que atacaba al país.
Según esta concepción, todos los izquierdistas eran igualmente responsables de
las acciones del PCP-SL y no había mayor diferencia a partir de alineamientos
internacionales. De esta manera, por ejemplo, el general EP Noel pudo señalar,
en una entrevista con la CVR en el año 2003, que veinte años atrás había desba-
ratado un plan de ataque senderista preparado para el 26 de julio de 1983 en
homenaje al trigésimo aniversario del asalto al cuartel de Moncada en Cuba.33
Ésta era una acción impensable para una organización maoísta como el PCP-SL
32
CVR. Entrevista, 18 de marzo de 2003.
33
El asalto al Cuartel Moncada conducido por Fidel Castro en 1953 es uno de los hitos históricos de la
revolución cubana.
68 que jamás celebró dicha fecha y no concedía un carácter revolucionario a la expe-
riencia cubana.
El general Noel tuvo serias disputas con los medios de comunicación, en espe-
RESPONSABLES
cial después de los sucesos de Uchuraccay, a los que reprochaba el que hicieran
críticas a las Fuerzas Armadas y, de ese modo —según su interpretación—, alen-
taran a la subversión.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
los diarios, ¿no? 34
La idea central del gobierno de García era derrotar a la subversión sustrayéndo-
le el posible apoyo campesino mediante el desarrollo de políticas dirigidas a este
sector y a zonas de extendida pobreza. El gobierno aprista entendió con exagerado
optimismo que el crecimiento económico de sus dos primeros años había terminado
con el PCP-SL al registrarse un descenso de sus acciones entre 1985 y 1986. Por
último, asumió que el carácter «popular» del PAP cerraría los espacios sociales para
un eventual crecimiento del PCP-SL. Inicialmente, esta política pudo parecer
exitosa por el repliegue del PCP-SL tras la ofensiva de las Fuerzas Armadas de
1983 y 1984, y por la tregua unilateral que le dio el MRTA al gobierno aprista.
Las relaciones con las Fuerzas Armadas fueron tirantes al principio, pero este
impulso inicial quedó relegado ante casos posteriores en los que las denuncias de
violaciones de los derechos humanos no encontraron igual eco. Este fue el caso de la
muerte de internos en el motín del penal de Lurigancho, ocurrido en octubre de 1985
en Lima, en el que el gobierno aprista no asumió responsabilidad alguna. El punto
culminante de este proceso fue la masacre de los penales (18 y 19 de junio de 1986)
que marcó considerablemente a todos los actores del conflicto y trajo a Lima las
imágenes de matanzas hasta entonces lejanas. En términos prácticos, con esta ma-
tanza terminaron los intentos del gobierno aprista por desarrollar una política
propia de seguridad interior.
Luego del proceso de militarización creado por el incremento de las acciones del
PCP-SL, el ingreso de las Fuerzas Armadas al combate contra la subversión y el
inicio de las acciones del MRTA, se creó un contexto de actores armados que desa-
rrollaban sus propias estrategias en el terreno. A partir de 1986, sin embargo, fue
evidente que el conflicto armado interno había salido de los departamentos inicia-
les en los que se produjeron las maniobras de los primeros años y había alcanzado
una extensión nacional.
34
CVR. Entrevista. 7 de mayo de 2003.
70 Luego de la matanza de los penales, el PCP-SL incrementó gradualmente su
ofensiva, acentuando su presencia en distintos frentes fuera de Ayacucho como
Puno, Junín y el valle del Huallaga. Se encontraba en la fase de «desarrollar la
RESPONSABLES
guerra de guerrillas y conquistar bases de apoyo» en las áreas rurales para ex-
pandir su «guerra popular». En las zonas urbanas, principalmente Lima, el PCP-
SL optó por una política de asesinatos selectivos de autoridades para sembrar
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
institutos armados.
Con la hiperinflación y, en general, el descontrol del manejo macroeconómico,
el gobierno perdió la iniciativa política que pasó a manos de la oposición de dere-
cha luego del intento de estatización del sistema financiero. Del mismo modo,
abandonó sus intentos por controlar la política contrasubversiva, con lo que dejó
el terreno libre a las Fuerzas Armadas en las zonas de emergencia. Sin embargo,
mantuvo un trabajo especializado de inteligencia e investigación policial, princi-
palmente en Lima y otras ciudades, que tuvo logros como la captura ya menciona-
da de Osmán Morote. La situación se hizo más difícil al iniciarse un ciclo de huel-
gas de diversa índole.
La división del frente Izquierda Unida en 1989 cerró el ciclo de la gran presen-
cia electoral de la izquierda en el país iniciado en 1978. Esto afectó seriamente a
los partidos que la conformaban y dejó sin representación, dentro del sistema
democrático, a importantes sectores radicales que no apoyaban a las organizacio-
nes armadas; pero que tampoco se sumaban a la política contrasubversiva del
gobierno, pues desconfiaban de las Fuerzas Armadas.
El ataque a la base policial de Uchiza en marzo de 1989 fue una de las mayores
operaciones militares realizadas por el PCP-SL, aun cuando fuese en alianza con
narcotraficantes. La falta de una respuesta estatal para apoyar a los policías sitia-
dos debilitó todavía más la imagen del gobierno de García y lo obligó a crear un
comando político-militar en la zona a cargo del general de brigada Alberto
Arciniegas, quien puso en práctica una nueva estrategia del Ejército para aislar al
PCP-SL de los campesinos.
72 CRISIS EXTREMA, OFENSIVA SUBVERSIVA Y CONTRAOFENSIVA ESTATAL (MARZO DE 1989 - SEPTIEMBRE
DE 1992)
RESPONSABLES
El año 1989 fue uno de los más difíciles de nuestra historia republicana, pues sig-
nificó el clímax de una crisis económica casi sin antecedentes y marcó el inicio de
un período de extrema agudización del conflicto armado interno. Ese año se pro-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
planteadas al Estado por el PCP-SL y el MRTA. Las elecciones se celebraron en
todo el país, un éxito si se tiene en cuenta la crítica situación existente; los miem-
bros del PCP-SL fracasaron en su intento de boicotearlas.
En marzo de 1990, mientras las elecciones generales estaban en su máximo
punto de confrontación, se formó el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) en la
Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE). Mientras que los Grupos Operativos
«Delta» de la DIRCOTE continuaban abocados a la tarea legal de investigación de
atentados y acciones terroristas en Lima, el GEIN se dedicó a trabajar exclusiva-
mente en el desarrollo de operaciones encubiertas: de inteligencia (seguimientos y
vigilancia) para la captura de los principales líderes subversivos. Antes del cambio
de gobierno, el primero de junio, el GEIN dio su primer y gran golpe al allanar una
casa donde hasta pocos días antes se alojaba Abimael Guzmán y donde encontra-
ron información que resultaría muy valiosa. La intervención significó «el principio
del fin de Sendero Luminoso» (Jiménez 2000: 721).
En sentido estricto, e1 nuevo gobierno no ideó una nueva estrategia
contrasubversiva. Más bien, Alberto Fujimori mantuvo la estrategia integral de las
Fuerzas Armadas e impulsó iniciativas legales para complementarla. Había asu-
mido también el plan político-militar de un sector de las Fuerzas Armadas y, con
ello, la necesidad de instalar un sistema de democracia dirigida que se ajustase a
las necesidades de la contrasubversión.
El PCP-SL, muy golpeado en las áreas rurales, creció sorprendentemente en
Lima en medio de la crisis reinante. El MRTA intentó un diálogo con el gobierno,
luego de la fuga de sus dirigentes del penal Castro Castro en junio de 1990, me-
diante el secuestro de un diputado fujimorista pero fue rechazado. En 1991 más de
la mitad de la población peruana vivía en estado de emergencia. Ese mismo año se
da una ofensiva del MRTA en diversas zonas del país, con lo que consiguió dar
una imagen de recomposición luego de la fuga. En noviembre, el Ejecutivo pro-
mulgó un paquete de decretos legislativos que motivó su debate en el Congreso;
con ello se inició la cuenta regresiva para la justificación del próximo golpe de
Estado.
El 5 de abril de 1992, mediante el golpe de Estado que quebró el orden constitu-
cional, el gobierno de Fujimori promulgó una serie de disposiciones que endure-
74 cieron la legislación antiterrorista (decretos legislativos 25475, 25499, 25659,
25744) sin contemplar el respeto de garantías mínimas al debido proceso.
Asimismo, se encargó de extender, a través de la promulgación de varios decretos
RESPONSABLES
LOS
núcleos de guerrilla urbana. Aun cuando parecían menos golpeados que el PCP-
SL, no pudieron recuperarse de las graves disputas internas, la inexperiencia de
sus cuadros35 y los efectos de la ley de arrepentimiento. Externamente, la organi-
zación fue afectada por el debilitamiento de la izquierda, y la ofensiva estatal y
mediática contra las organizaciones subversivas. En ese escenario concluyeron que
su prioridad organizativa debía ser la de recomponer su dirección nacional me-
diante la liberación de los dirigentes presos. Al no poder replicar la experiencia
del túnel del penal Canto Grande, optaron por preparar alguna acción de toma de
rehenes para exigir luego un canje de prisioneros.
Paralelamente, el gobierno de Fujimori continuó resaltando su imagen de régi-
men de mano dura que no realizaba ninguna concesión a la subversión mediante
el nuevo marco legal aprobado que, a su vez, destacaba su estrecha relación con
las Fuerzas Armadas. A pesar del evidente declive en las acciones subversivas,
resaltado por la misma propaganda oficial, el régimen no disminuyó el número de
zonas de emergencia sino que mantuvo un esquema de contrasubversión sin sub-
versión.
En términos estrictos, la política de pacificación consistió en mantener en pri-
sión a la mayor cantidad posible de subversivos bajo condiciones extremas en
penales de máxima seguridad y en aislar a los núcleos armados. La propuesta de
acuerdo de paz hecha por Guzmán y la dirigencia senderista brindó réditos políti-
cos a Fujimori y rebajó la tensión en los penales, pero no liquidó a la organización.
Vladimiro Montesinos tuvo a su cargo la conducción personal de las conversacio-
nes y tratos con Guzmán, Iparraguirre y demás dirigentes senderistas en tanto
«interlocutor académico». Estas conversaciones, enmarcadas por intereses políti-
cos circunstanciales, se interrumpieron hacia 1995. Debe recalcarse que ni Fujimori,
ni el general Hermoza Ríos (entonces la figura de mayor poder en las Fuerzas
Armadas) se reunieron con los jefes senderistas. Tampoco se promovió reunión
alguna con miembros de la DINCOTE, en buena parte desarticulada después de la
35
En la tradición de las organizaciones revolucionarias, el término «cuadro» denota un tipo calificado
de militante.
76 captura de Guzmán, o con expertos de inteligencia del Ejército que trabajaban en
el SIN, como el general Eduardo Fournier.
Las incansables denuncias sobre violaciones de los derechos humanos tuvieran
RESPONSABLES
un nuevo impulso a partir del hallazgo de las fosas donde se encontraban los
restos de un profesor y nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta en julio de
1993. El gobierno de Fujimori no asumió responsabilidades; por el contrario, optó
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
ra, transformó la vida cotidiana de sus pobladores e impuso largos períodos de
horror, sufrimiento e incertidumbre. Además, entre las regiones de alta incidencia
de acciones violentas, el desarrollo del conflicto siguió también cronologías dis-
tintas en lo relativo a las estrategias desplegadas por los actores, y a la forma y
espacios en los que los pobladores se vieron involucrados.
Esta diversidad de historias regionales golpeadas por la violencia está rela-
cionada con las características particulares de cada contexto regional antes del
conflicto, así como con los objetivos y estrategias que los grupos levantados en
armadas buscaban conseguir y desarrollar en cada uno de los territorios donde
actuaron.
La CVR definió cinco grandes regiones en las cuales el conflicto armado inter-
no tuvo mayor intensidad:
GRÁFICO 18
LOS
diseñaron grandes planes modernizadores para el país. Así, las grandes irrigaciones
de la costa en los últimos cuarenta años cambiaron el paisaje social, económico y
demográfico de la región. La carretera marginal de la selva, que empezó a
construirse en la década del sesenta, ha tenido efectos semejantes. En gran parte
de la sierra, la promesa de una sociedad más moderna no tuvo inversiones ni ejes
viales ni gigantescas represas; allí, la modernización, o sus pedazos, se manifestaron
a través de la Reforma Agraria y la ampliación de la cobertura educativa.
En gran medida, estos cambios significaron un proceso de modernización y
desarrollo que tuvo manifestaciones y efectos desiguales en los diferentes espa-
cios regionales del país. Si bien se introdujeron importantes alteraciones en las
condiciones de vida y en las expectativas de la mayoría de la población, las limita-
ciones del proceso de modernización peruano dejaron abiertos nuevos y viejos
conflictos sociales sin resolver, así como aspiraciones de progreso individual o
colectivo frustradas. La violencia que se inició en 1980 encontró en los espacios
donde los límites de la modernización habían generado los conflictos o frustracio-
nes más importantes, un lugar privilegiado donde los proyectos de los grupos
subversivos podían enraizarse y desarrollarse.
Sin embargo, durante la década del 70, la creciente población colona, prove-
niente de provincia, con orígenes étnicos diversos y sin grandes recursos económi-
cos propios pero con el empeño de salir de la pobreza de donde provenían, fue
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
en función de la guerra.
La compleja relación entre el MRTA y la población nativa asháninka en la
zona de Oxapampa, que terminó en un fuerte enfrentamiento abierto, dio lugar al
único caso en la selva central en el que el conflicto asháninkas-colonos se mezcló
con el conflicto armado interno.
que las dos únicas movilizaciones relevantes de la región tuvieron que ver con
ellas: la lucha contra el intento del gobierno en 1966 de recortarle el presupuesto
—que dio origen al Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho— y la lucha en
Huamanga y Huanta, violentamente reprimida, contra un decreto dado por el
gobierno militar en junio de 1969 que intentaba recortar la gratuidad de la ense-
ñanza escolar.
La Universidad fue un centro que acogió, como en el resto de las universidades
del país, las ideas radicales de las décadas del sesenta y setenta. Sin el contrapeso
de otras instituciones u otros focos de influencia cultural, ejerció casi un monopo-
lio sobre la opinión pública y modeló el sentido común local. Su influencia, como
casa de estudios moderna —cuando menos en el discurso—, llegó hasta la
Universidad Nacional del Centro del Perú en Huancayo, donde profesores de
Huamanga, y luego dirigentes del PCP-SL, fueron invitados en los años setenta a
dar charlas a los estudiantes y a los sindicatos.
Éste fue el espacio del surgimiento del Partido Comunista del Perú Sendero
Luminoso y de su líder Abimael Guzmán Reinoso. Su permanencia en la UNSCI
tras su ruptura con el PCP Bandera Roja se dio precisamente en momentos en que
la Universidad pasa de tener casi 1,500 estudiantes en 1968 a 3,319 en 1971. La
fuerte presencia del PCP-SL en la Facultad de Educación de la UNSCH se amplió
hacia los planteles de aplicación Guamán Poma de Ayala, lo que le permitió influir
en el SUTE-Huamanga y copar las nuevas plazas de maestros creadas por el pau-
latino crecimiento de la cobertura educativa en la región, particularmente en las
áreas rurales.
Otras regiones de la sierra donde la violencia estuvo presente, aunque no con
la intensidad de Ayacucho, también vivieron en los años cincuenta y sesenta pro-
cesos de cierta urbanización, sin fuertes entornas de desarrollo económico, así
como de modernización de sus universidades. Un ejemplo de ello es la ciudad d
Cusco y su universidad, la Universidad Nacional San Antonio Abad. Como en el
caso anterior, fueron los sectores rurales y urbanos pobres quienes lograron acceso
a la universidad durante este crecimiento, que se desarrolló al mismo ritmo que el
deterioro de sus servicios. Asimismo, se intentó realizar en Cusco una difusión de
ideas radicales semejante al producido en Ayacucho.
Pero, a diferencia de Huamanga, Cusco era una sociedad más compleja y en-
contró un enlace con el dinamismo moderno por medio del turismo. Mientras en
1954 se registró la presencia de 6,903 turistas, llegaron a la ciudad 176,000 en 1975.
La industria hotelera, la de la restauración y la de la artesanía se ampliaron a ese
ritmo.
Cusco también fue un caso de urbanización en pobreza y en un entorno regio-
nal deprimido. Sin embargo, si bien la queja de dirigentes y autoridades fue que el
turismo no beneficiaba a la ciudad y sólo permitía grandes beneficios a empresas 83
de Lima o del exterior, es probable que la presencia de una actividad dinámica,
que movilizaba las ideas y los servicios en torno a una población foránea muy
LOS
En este afán de modernización, la creación de una universidad en Puno apare-
ció como un síntoma de progreso. En 1961, la Universidad Nacional Técnica del
Altiplano abrió sus puertas y, durante los años 70, se masificó y acogió las expec-
tativas de movilidad social de sectores mestizos o de hijos de campesinos.
Pero la ciudad de Puno, en realidad, no era ni el único ni el más dinámico
espacio urbano del departamento. Bajo la influencia del ferrocarril y, desde 1963,
año de la instalación de la fábrica de cemento de Caracoto, la ciudad de Juliaca
se convirtió en la expresión moderna de sectores provincianos vinculados al
mundo campesino. Esto propició la formación de una burguesía comercial mes-
tiza e indígena, que logró sustituir a la declinante clase terrateniente. Igualmen-
te, las provincias del sur, cuya población predominante eran campesinos aymaras
organizados por medio de una antigua red de ciudades menores hasta la fronte-
ra con Bolivia y con un mayor dinamismo comercial, fueron reacias al discurso
radical. En suma, la presencia de la subversión en Puno fue esporádica en las
ciudades y se asentó básicamente en la zona rural de las antiguas grandes ha-
ciendas ganaderas.
La región central, por su parte, era de importancia fundamental. Situada entre
Ayacucho y Lima, abastecedora de alimentos y de energía para la capital y su
aparato industrial, esta región estaba conformada por una red urbana (las ciuda-
des de Huancayo, La Oroya, Cerro de Pasco, Tarma y Jauja), por una actividad
minera (grandes empresas públicas, sindicatos y depósitos de explosivos) y por
un entorno rural altamente diferenciado: comunidades urbanizadas y vinculadas
a los mercados en el valle del Mantaro. Además, estaba constituida por zonas
altas ganaderas muy pobres, como en Pasco, o en conflicto con empresas
asociativas. Para ambas agrupaciones subversivas, el PCP-SL y el MRTA, contro-
lar la región central fue un objetivo estratégico. Mientras fracasaron en las zonas
de comunidades de valle, exitosamente integradas al mercado, ambas se desarro-
llaron en las zonas altas y en las ciudades, particularmente en Huancayo, cuya
universidad, fuertemente radicalizada, fue incluso escenario de enfrentamientos
entre estas dos agrupaciones subversivas.
Las ciudades mineras —La Oroya y Cerro de Pasco— fueron objeto de atenta-
dos frecuentes. En ambos casos buscaron aprovechar los conflictos sindicales de
84 mineros y metalúrgicos; pero, como ocurrió en los diferentes intentos de captar
organizaciones sindicales, fracasaron. Sin éxito en el movimiento gremial, el PCP-SL
amedrentó y asesinó a dirigentes mineros importantes, los cuales, por otro lado,
RESPONSABLES
también fueron víctimas del mal llamado Comando Rodrigo Franco. El espacio
minero y gremial fue asediado y golpeado, pero no capturado políticamente. En
contraste, en las universidades de la región, el discurso de confrontación tuvo
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
éxito entre los jóvenes, muchos de origen rural. En Cerro de Pasco, donde la pre-
sencia del PCP-SL se registró desde los primeros años del conflicto armado, la
Universidad Daniel Alcides Carrión (UNDAC) fue un espacio político excepcional
para la difusión y discusión de los lineamientos del PCP-SL, así como para el
reclutamiento de futuros militantes. En la Universidad Nacional del Centro del
Perú, en Huancayo, la presencia del PCP-SL y del MRTA fue menos prolongada,
pero extremadamente violenta.
Lima, la sede del poder político y económico del país, fue uno de los espacios de
mayor violencia. Muchas de las acciones subversivas desarrolladas en la capital
—como el asesinato de altos funcionarios estatales, dirigentes políticos, oficiales
del Ejército y empresarios, así como el estallido de coches bomba, voladura de
torres, ataques a centros comerciales y financieros— estuvieron motivadas por
la notoriedad que podían alcanzar. A través de este tipo de actos terroristas, las
organizaciones subversivas, y en especial el PCP-SL, utilizaron a la capital como
«caja de resonancia» con el objetivo de magnificar su capacidad de acción y crear
la sensación de zozobra y descontrol por parte de las fuerzas de orden.
Lima Metropolitana fue también la sede de la principal instalación industrial
del país y de su mayor población obrera. Fue, igualmente, el destino de la gran
emigración rural, la depositaria de las esperanzas y, luego, de las frustraciones de
millones de peruanos pobres que abandonaron sus comunidades de origen. De
este modo, además de ser un lugar de asedio externo por su visibilidad, fue uno de
los espacios de intensa agitación y proselitismo subversivo en sus asentamientos
populares periféricos. Captar a una población obrera —el sujeto de la revolución
en la ideología comunista— y a los habitantes de los «cinturones de pobreza» que
rodean el centro del poder nacional fue un objetivo político y militarmente estra-
tégico de los grupos alzados en armas.
La modernización de Lima Metropolitana fue simultáneamente un proceso de
industrialización, alentado por políticas de protección de la industria local, y un
descomunal proceso de urbanización. Este último desbordó la capacidad de asi-
milar la mano de obra en los sectores formales de la economía y fue incapaz de
integrar el rápido crecimiento poblacional a la estructura urbana y de servicios
preexistentes. Además de ello, es necesario recordar que en la década de los años
80 entró en crisis el modelo industrial de sustitución de importaciones. Esto gene-
ró secuelas importantes de desempleo y deterioro de la legitimidad sindical. En
este contexto se desarrolló la violencia en la región metropolitana.
Las organizaciones alzadas en armas desplegaron una sistemática labor de
penetración entre pobladores de asentamientos humanos populares con el objeti-
vo de captar a los directivos (o directamente la dirección) de las organizacio- 85
nes sindicales, barriales y de subsistencia. Estos asentamientos populares -or-
ganizados en torno a las tres grandes vías de ingreso a Lima: la Carretera Cen-
LOS
construcción, con servicios insuficientes, el papel de las municipalidades y de la
lucha política por llegar al gobierno local fue muy importante. En los distritos
populares de Lima, la izquierda pasó de su tradicional espacio en el movimiento
obrero y barrial a tener funciones de gobierno local. En 1980 y 1983, prácticamente
todos los distritos de los conos norte, sur y este tuvieron alcaldes de izquierda.
Tanto su estrategia de lucha contra las autoridades locales como de control del
movimiento sindical y barrial llevaron a las organizaciones subversivas a un direc-
to enfrentamiento con la izquierda legal y los demás líderes políticos y de las
organizaciones sociales en la medida en que éstos se erigieron como contrapeso a su
influencia. Por su lado, la acción contrasubversiva, al intentar eliminar organiza-
ciones y potenciales focos de demandas populares, también golpeó significativamente
a la izquierda y a las organizaciones existentes.
La Lima conformada por inmigrantes, con ciudades marginales y con una eco-
nomía evidentemente informal, fue un escenario del conflicto armado menos visi-
ble que la de los atentados y asesinatos selectivos en contra de símbolos y repre-
sentantes del poder y del Estado. No obstante, ambas estrategias involucraron la
vida cotidiana de millones de personas y aportó cifras considerables a la dramáti-
ca estadística de muertos por el conflicto armado interno.
Las historias regionales analizadas por la CVR muestran que el éxito en la in-
serción rural de la principal fuerza subversiva, el PCP-SL, se produjo en los espa-
cios rurales de población campesina muy pobre -mal vinculada al mercado- don-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
sierra norte del país, como Santiago de Chuco, Huamanchuco, Cajabamba y San
Marcos, en los departamentos de La Libertad y Cajamarca.
En el norte del departamento de Puno, particularmente en las provincias de
Azángaro y Melgar, el conflicto armado interno se desarrolló alrededor del mis-
mo problema sobre el control de tierras en las áreas ganaderas; pero en un contex-
to diferente: el de las movilizaciones campesinas por su reestructuración. Allí, sin
embargo, el escenario social era más complejo; una organización campesina como
la Federación Departamental de Campesinos de Puno, los partidos de la izquierda
legal y las organizaciones de apoyo al campesinado de la Iglesia Católica fueron
otros tantos de los actores locales con los que se enfrentaron las fuerzas subversi-
vas, además de la acción de la Policía y de las Fuerzas Armadas. A mediados de
los años 80, el PCP-SL trató de aprovechar y militarizar el conflicto por la reestruc-
turación de la propiedad de la tierra de las empresas asociativas que enfrentaba a
las comunidades campesinas con los directivos de las empresas y el gobierno cen-
tral. Si bien no tuvo éxito en su intento por captar a las organizaciones campesi-
nas, la situación de conflicto, la represión de las fuerzas del orden de la moviliza-
ción campesina y de la propia izquierda enfrentada al PCP-SL crearon un ambien-
te en el que la subversión logró conquistar algunas bases de apoyo. En 1989, el
departamento se convirtió en otro de los escenarios de violencia, aunque de me-
nor intensidad que en la sierra central.
Un caso particular de conflicto en torno a la Reforma Agraria fue el de
Andahuaylas en el departamento de Apurímac. Allí la cuestión de tierras estaba
resuelta desde 1980, al inicio del conflicto armado interno. Sin embargo, la solu-
ción -la tierra de las antiguas haciendas estaba en manos de los campesinos-
había sido fruto de un fuerte conflicto entre las comunidades y el Estado. Por
razones burocráticas, de pequeñas influencias y poca resonancia política, el pro-
ceso de la Reforma Agraria había sido extremadamente lento. Aún en 1974, lue-
go de cinco años de promulgada la ley de la Reforma Agraria y en un entorno de
creciente descontento, los hacendados seguían en posesión de las tierras. En 1974,
la Federación Provincial de Campesinos de Andahuaylas llamó a sus bases a
aplicar directamente la Reforma, tomando las tierras y sacando a los hacenda-
dos. El resultado fue que 68 de las 118 haciendas de la provincia fueron simul-
88 táneamente tomadas por miles de campesinos. El intento de reprimir la movi-
lización fracasó y se abrió un largo y conflictivo proceso en el cual las autorida-
des responsables de realizar la Reforma Agraria intentaban aplicar
RESPONSABLES
rras. Esta situación propició que los dirigentes de la Federación y de las tomas
de tierras, como Julio César Mezich y Lino Quintanilla, con el respaldo de una
lucha exitosa, se radicalizaran e ingresaran al PCP-SL a inicios de 1980 y fueran
los impulsores de su desarrollo en la zona.
LOS
Huancasancos y Vilcashuamán) y en las provincias del norte (Huanta, Huamanga,
La Mar), predominó un régimen tradicional de haciendas de mediados del siglo
XX. En la mayoría de los casos, sin embargo, estas haciendas, muy poco rentables
en una economía que se modernizaba, estaban en decadencia. En los años 70, en
un contexto de mayor movilidad y migración temporal de los campesinos, mu-
chas haciendas fueron compradas por las comunidades del entorno o por sus
feudatarios, constituidos luego de la compra en nuevas comunidades. En
Vilcashuamán, muchas comunidades tienen este origen. En Víctor Fajardo, la úni-
ca hacienda que existía al momento de la Reforma Agraria estaba desde hacía
tiempo en manos de los campesinos. Así, desde mediados del siglo XX, se había
producido un proceso de ampliación de los recursos de las familias comuneras
por adquisición de pedazos de haciendas en decadencia. Esta ampliación, sin em-
bargo, había sido conflictiva entre las comunidades y desigual en su interior, de-
pendiendo del mayor o menor acceso a recursos monetarios y a diversas relacio-
nes de cercanía con el antiguo hacendado. El viejo poder del hacendado, con su
consiguiente control de los cargos de autoridad y de justicia, fue precariamente
sustituido por estos nuevos campesinos acomodados.
Como antes con los hacendados, cuyo poder personal no fue sustituido por
un aparato burocrático moderno, salvo en el corto período entre 1970 y 1975 en
que el Estado construyó el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS)
—una red de funcionarios que llegaba a todos los pueblos del país—, el poder
estatal estaba en manos de agentes locales, muchas veces utilizado para sus pro-
pios fines.
Sobre los conflictos de esta nueva desigualdad36 en el acceso a los recursos y en
su vinculación con mecanismos locales de poder, se insertó y se enraizó la prédica
36
Probablemente irrelevante para un observador externo para el que una persona considerada como
«rica» en este contexto se ubicaría tanto como una pobre en el quintil inferior de la distribución de
ingresos del país.
90 y la práctica del PCP-SL. La débil presencia del Estado, representada en los dis-
persos puestos policiales —insuficientes para combatir los robos y el abigeato— y
RESPONSABLES
En muchos lugares se repitió este esquema: en Pasco, desde los primeros años;
en el Tulumayo, más tarde; en las provincias altas de Cusco y Apurímac. Así pues,
el circuito educativo como promoción y diferenciación social, el abuso de poder
local y el abigeato como legitimación abrieron estos espacios a la subversión en la
segunda mitad de la década del 80.
Diversas situaciones de conflicto y descontento fueron la puerta de entrada del
PCP-SL. Por un lado, antiguos conflictos entre anexos y capitales de distrito, que
monopolizaban el poder local y eran sedes de pobladores con más recursos, susci-
taron ataques y asesinatos (juicios populares) que tuvieron la adhesión de los más
pobres. En otros casos, la poca aceptación de los comuneros del discurso y la
práctica del «nuevo poder» senderista llevó a un conflicto más bien generacional
de enorme violencia: el de jóvenes con mayor educación, pero aún sin acceso a
recursos, radicalizados por la prédica del PCP-SL, contra los adultos (sus padres)
tildados de «reaccionarios».
El «nuevo poder» senderista en el campo fue respondido por una implacable
labor contrasubversiva indiscriminada. Esto sucedió en particular cuando, en
1983, las Fuerzas Armadas se hicieron cargo de la lucha contrasubversiva y
buscaron destruir las «bases de apoyo» y los «comités populares» organizados
por el PCP-SL. Sin embargo, desde antes, la población campesina que vivía en las
zonas controladas por esta organización subversiva, mostraba signos de
resistencia al proyecto totalitario y autárquico que se le quería imponer a sangre
y fuego. Cuando el Estado cambió su táctica de represión indiscriminada por una
estrategia más selectiva y orientada a conquistar el apoyo de la población local,
se fueron constituyendo los comités de autodefensa que terminaron por eliminar,
en alianza con las fuerzas del orden, la presencia del PCP-SL en el campo andino
y lo obligaron a desplazarse hacia las ciudades y hacia la selva.
LOS
GRÁFICO 19
LOS
del conflicto en este período fueron la región central, el nororiente y la ciudad de
Lima. Como ha sido previamente indicado, este período también marcó un cam-
bio en la estrategia contrasubversiva del Estado, la cual pasó a ser más focalizada
y selectiva, y se orientó a ganar el apoyo de la población en las regiones donde se
manifestó la presencia subversiva.
En la región central, la intensidad del conflicto durante esta etapa está relacio-
nada con tres dinámicas diferentes. Por un lado, hacia 1989 culminó un proceso de
ofensiva senderista en contra de las SAIS de las cuencas del Alto Cunas y del
Canipaco, en las zonas altas de las provincias de Concepción y Huancayo, respec-
tivamente. El resultado fue la destrucción de estas empresas, llevada a cabo con la
participación de las comunidades menos favorecidas por el esquema asociativo
impuesto por la Reforma Agraria. Se inició entonces en la región un breve período
de hegemonía senderista que duró unos cuantos meses y que fue duramente com-
batido por las fuerzas del orden y por las rondas campesinas recientemente orga-
nizadas.
En segundo lugar, en la ciudad de Huancayo, el PCP-SL logró imponerse como
la principal fuerza hegemónica en su lucha contra el MRTA y las demás organiza-
ciones políticas (fundamentalmente de izquierda) por el control de la Universidad
Nacional del Centro del Perú (UNCP). Ello fue acompañado por una ola de asesi-
natos y atentados terroristas en la ciudad y las zonas aledañas. Frente a esta situa-
ción, entre 1991 y 1992, las fuerzas del orden iniciaron una vasta campaña de re-
presión selectiva, que se expresó en la desaparición y ejecución arbitraria de dece-
nas de estudiantes y trabajadores de la UNCP sospechosos de estar vinculados
con las agrupaciones subversivas.
El tercer proceso en la región central tuvo que ver con la presencia de las orga-
nizaciones subversivas en la selva central y su intento de ejercer su control en las
comunidades nativas (esencialmente asháninkas) y en las poblaciones de colonos.
Entre 1989 y 1990 tuvo lugar una confrontación directa entre el MRTA y el
pueblo asháninka. A mediados de la década del 60, la zona de Oxapampa había
sido escenario de una experiencia guerrillera inspirada en la revolución cubana y
en la que participaron miembros del entonces Movimiento de Izquierda Revolu-
94 cionaria (MIR) que luego formaron parte del MRTA. En aquella oportunidad,
uno de los principales líderes del pueblo asháninka, Alejandro Calderón, había
colaborado con el Ejército Peruano en la captura de los guerrilleros del MIR.
RESPONSABLES
Veinticinco años después, en 1989, el MRTA decidió «ajustar cuentas» con Ale-
jandro Calderón, quien fue asesinado junto con otros dos dirigentes asháninkas.
Ello desató una guerra entre la nación asháninka y el MRTA en la provincia de
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
la organización de comités de autodefensa. Entre 1989 y 1993 se registraron
importantes enfrentamientos entre fuerzas del orden y grupos subversivos. De
acuerdo con la lista de bajas proporcionada por las Fuerzas Armadas a la CVR,
cerca del 45% de los militares muertos durante todo el conflicto armado, se dieron
en operativos realizados en la región Nororiental.37
Sin embargo, la estrategia contrasubversiva aplicada en la zona, al igual que en
otras regiones, también implicó actos sistemáticos de violaciones de los derechos
humanos, especialmente la práctica de la tortura y de la desaparición forzada.
Como se aprecia en el gráfico 20, a diferencia de las demás regiones donde se
registran picos en años específicos (1984 o 1989), en la región nororiental los nive-
les de intensidad del conflicto se mantuvieron relativamente constantes y eleva-
dos entre 1989 y 1993. Cientos de testimonios recopilados por la CVR dan cuenta
de la intensidad de la violencia que se vivió en la zona. Probablemente el río
Huallaga sea la fosa común más grande del país.
Si bien la región sur central no fue el principal escenario del conflicto entre los
años 1989 y 1992, la violencia no dejó de manifestarse con crudeza, especialmente
en las provincias de Huanta, La Mar y el valle del río Apurímac. En esa zona se
desplegó una intensa actividad de los comités de autodefensa, quienes en combi-
nación con las fuerzas del orden, obligaron al PCP-SL a replegarse cada vez más
hacia el monte y hacia las zonas más agrestes de la selva de Ayacucho, Cusco y
Junín.
A inicios de la década de 1990, la nueva estrategia contrasubversiva del Esta-
do, su acercamiento a la población local y las maniobras de los comités de
autodefensa provocaron que los grupos subversivos se encontrasen en una situa-
ción defensiva y cada vez más precaria en las zonas rurales de la mayoría de
regiones del país. En ese contexto, la dirección central del PCP-SL decidió
intensificar sus acciones en las zonas urbanas, particularmente en la capital, con
37
En contraste con ello, menos del 20% de las bajas militares del conflicto ocurrieron en acciones en la
región sur central, a pesar de que es en esa región donde se reportaron la mayor cantidad de muertos
y desaparecidos a la CVR.
96 el fin de crear una situación de zozobra y de crisis extrema del Estado político
peruano, ya debilitado por el proceso de hiperinflación desencadenado a finales
de los años 80. La ofensiva senderista en Lima llegó a su clímax en 1992 con una
RESPONSABLES
importante ola de atentados; pero también culminó con la caída de sus principales
líderes.
En 1993, profundamente debilitados, los últimos remanentes del PCP-SL que-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
daron focalizados en espacios bastante delimitados, pero no por ello menos com-
plejos. El escenario principal del conflicto en esta última etapa fue la región
nororiental. Entre 1993 y 1994, los efectos de la «ley de arrepentimiento» junto
con operativos de «limpieza» realizados por las Fuerzas Armadas en la margen
izquierda del río Huallaga, en la zona conocida como Venenillo (donde además de
registrarse varios enfrentamientos, existen indicios de que se cometieron ejecucio-
nes arbitrarias) provocaron un mayor debilitamiento de las fuerzas senderistas en
la región.
Luego de la capitulación de Abimael Guzmán en 1993, las facciones del PCP-SL
que estaban a favor de continuar la lucha armada continuaron manteniendo
«bases de apoyo» en zonas aisladas del Huallaga, la selva Central (provincia de
Satipo) y el valle del río Apurímac al norte de Ayacucho. Esporádicamente
realizaron operaciones de propaganda y acciones armadas a una escala muy
reducida. Estas zonas de refugio aisladas constituyen espacios propicios para
una resistencia prolongada; pero, al mismo tiempo, plantearon serias dificultades
para coordinar una estrategia de alcance nacional y acciones de mayor
envergadura.
En la actualidad, los grupos que propugnan la subversión armada están muy
debilitados y no parecen constituir, salvo en zonas muy localizadas, una amenaza
seria a la estabilidad del Estado peruano. Por otro lado, el gran costo en vidas
humanas que significó el conflicto en las zonas donde éste se vivió con mayor
intensidad, ha provocado que las propuestas de transformación social por medio
de la violencia pierdan gran parte del atractivo que en algún momento pudieron
tener entre ciertos sectores de la sociedad. Sin embargo, todavía continúan vigentes
en nuestro país muchos de los conflictos regionales y locales relacionados con procesos
de modernización y de integración nacional y social inacabados, truncos o limitados,
que fueron manipulados y aprovechados por las organizaciones subversivas para
justificar la imposición de un cambio social y de un proyecto político totalitario a
miles de nuestros compatriotas.
97
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
CAPÍTULO 2
LAS
LAS ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
1 En un intervalo de confianza al 95%, cuyos límites inferior y superior son 24,823 y 37,840 personas, lo
que representaría por lo menos el 46% del total de víctimas fatales del conflicto armado interno.
98 LOS ORÍGENES DEL PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ-SENDERO LUMINOSO
2
Popularizada por los manuales de marxismo publicados en la Unión Soviética.
3
En estos casos, el campesinado era considerado como «fuerza principal» y el proletariado, hasta
entonces el protagonista central de las revoluciones en la tradición marxista, se circunscribía a un
papel de «fuerza dirigente» de la revolución.
Partido Comunista del Perú-Patria Roja. Guzmán se mantuvo en el grupo enca- 99
bezado por Saturnino Paredes; sin embargo, hacía ya tiempo que había formado
su propia «fracción roja» en Ayacucho.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Muy pronto se produjo un enfrentamiento entre Guzmán y Paredes y entre
fines de 1969 y febrero de 1970 la nueva división estaba consumada. En el corto
plazo había ganado Paredes, quien se quedó con la mayor parte de las áreas de
influencia del PCP-Bandera Roja y dejó a Guzmán aislado en su reducto del comi-
té regional ayacuchano. Incluso allí, la facción de Guzmán había perdido buena
parte de las bases establecidas entre el campesinado, en teoría lo más preciado
para un partido maoísta. En 1970, sobre la base del Comité Regional José Carlos
LAS
Mariátegui de Ayacucho surgió el PCP-SL, llamado así por el eslogan del frente
estudiantil huamanguino sobre el cual tenía influencia: «Por el sendero luminoso
de Mariátegui».
Según Guzmán, eran sólo doce militantes en Ayacucho en el momento de la
ruptura con Paredes, y 51 en todo el país. Sin embargo, el nuevo partido logró
sobrevivir replegado en la Universidad de Huamanga; así, a lo largo de la década
del 70, fue uno de los muchos pequeños partidos de izquierda radical que pugna-
ban por liderar la «reconstitución» o la «reconstrucción» del Partido Comunista y,
en algunos casos, por emprender la preparación de la lucha armada.
La ideología al mando
fundir en las aulas universitarias un marxismo de manual, una visión del mundo
simplista y fácilmente transmisible a los estudiantes. Fue entonces cuando el PCP-
SL se desarrolló también como proyecto pedagógico. Sus principales luchas estuvie-
ron orientadas a controlar la Federación de Estudiantes de la UNSCH, a ampliar
los planteles de aplicación Guamán Poma de la propia Universidad y a lograr
participación en la huelga magisterial de 1973. Así, el PCP-SL se expandió por la
región conforme los estudiantes se graduaban y eran enviados como maestros a
los colegios secundarios de diversas capitales provinciales y distritales. Paralela-
mente, el PCP-SL trató de afianzar sus conexiones nacionales, principalmente en
Lima a través de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y en
Huancayo a través de la Universidad del Centro.
4
Entre los temas de estudios se encuentran: «Esquema para el estudio de la filosofía marxista»,
«Esquema para el estudio del socialismo científico», «Aplicación de la dialéctica materialista a la
sociedad», «La guerra popular», «Esquema para el estudio del pensamiento de José Carlos Mariátegui»
(Centro de Trabajo Intelectual Mariátegui. Ayacucho, 1973).
LA GRAN RUPTURA: RECONSTITUCIÓN Y LUCHA ARMADA 101
Entre 1977 y 1979 el PCP-SL llevó a cabo una ruptura radical con la dinámica
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
social y política predominante en el país y se transformó en un proyecto
fundamentalista, de potencial terrorista y genocida. Para los senderistas, se trata-
ba de culminar la «reconstitución del partido [comunista]» y de decidir el inicio de
la lucha armada. El tema de la «reconstitución» tuvo particular importancia en la
definición ideológica del PCP-SL en esta época. Ya en 1975 habían asumido que
[...] retomar el Camino de Mariátegui es Reconstituir el Partido Comunista, su
LAS
Partido; es trabajar por su construcción ideológico-política, desarrollando los fun-
damentos que le diera su fundador y es, simultáneamente, pugnar por su cons-
trucción organizativa reajustando lo orgánico a lo político. Reconstituir el Partido
es hoy, en síntesis, impulsar su reconstitución Retornando a Mariátegui y apun-
tando al desarrollo de la guerra popular. (PCP-SL 1975)
En marzo de 1977 el Comité Central del PCP-SL realizó la II Reunión Nacional
de Organismos Generados y abordó el tema de la construcción del partido bajo la
consigna de «Construir la Lucha Armada». El PCP-SL consideró que la reconstitu-
ción del partido había avanzado lo suficiente y que tenía un elenco de cuadros
bastante afiatados para iniciar su «guerra popular». La responsabilidad de la ela-
boración del Plan Nacional de Construcción recayó en un Comité Coordinador
Nacional.
Sin embargo, antes de iniciar su «guerra popular», el PCP-SL afrontó intensas
luchas internas, pues un sector de sus dirigentes se sentía más atraído por el clima
de agitación social y apertura política que caracterizaba la transición a la democra-
cia tras doce años de dictadura. Guzmán debió derrotar esa inclinación para
moldear definitivamente su proyecto. Para hacerlo, impuso al «partido» ciertas
definiciones radicales: a) convertir la ideología en una suerte de religión; b) conce-
bir la militancia como purificación y renacimiento; c) identificar la acción revolu-
cionaria con la violencia terrorista. El extremismo de esas posiciones se manifestó
en cuatro textos cruciales producidos entre 1979 y 1980.5 Lo primero que impacta
en ellos es el giro que el propio Guzmán imprime al tono de sus documentos.
Ahora utiliza un discurso de resonancias religiosas, específicamente bíblicas, tanto
para aplastar a sus opositores internos como para insuflar fe y esperanza en sus
seguidores, mayoritariamente jóvenes. «Por la nueva bandera» se inicia con una
frase bíblica: «Muchos los llamados y pocos los escogidos». Y luego continúa: «El
viento se lleva las hojas, pero va quedando el grano [...] ¿Cómo los granos podrían
5
El primer texto se llama «Por la nueva bandera» y fue leído como discurso el 7 de junio de 1979 en el
IX Pleno Ampliado del Comité Central del PCP-SL. Precisamente, en esa fecha se celebra en el Perú el
Día de la Bandera, de tal modo que el acto fue un explícito desafío al Estado y sus símbolos once
meses antes del «inicio de la lucha armada». El segundo texto se titula «Sobre los tres capítulos de
nuestra historia», y fue un discurso pronunciado el3 de diciembre de 1979 en la 1 Conferencia Nacional
Ampliada del PCP-SL con ocasión de «forjar en los hechos» la Primera Compañía de la Primera
División del «Ejército Guerrillero Popular». El tercer documento se titula «Comenzamos a derrumbar
los muros y a desplegar la aurora». Fue un discurso pronunciado el28 de marzo de ]980 en la II Sesión
Plenaria del Comité Central. El cuarto y último texto, el más importante, se titula Somos los
iniciadores». Éste fue un discurso pronunciado al clausurarse la 1 Escuela Militar de PCP-SL el19 de
abril de 1980, a menos de un mes del inicio de las acciones armadas.
102 detener las ruedas de molino? Serían hechos polvo». Pero, afirmaba Guzmán, el
dios de esta Biblia es la materia, que avanza de manera ineluctable hacia el co-
munismo. A través de un hábil discurso retórico, Guzmán aparece encarnando
RESPONSABLES
ese movimiento:
[...] quince mil millones de años lleva la Tierra para generar el comunismo.
¿Cuánto dura un hombre? Mucho menos que el simple parpadeo de un sueño;
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
no somos sino una pálida sombra y pretendemos levantarnos contra todo ese
proceso de la materia [...] burbujas ensoberbecidas, ¿eso queremos ser? ¿Una
parte infinitesimal que quiere levantarse contra quince mil millones de años?
¡Qué soberbia, qué putrición!
En esta exhortación, los rivales de Guzmán aparecen no sólo como insubordi-
nándose al jefe, sino contrariando al universo todo.
En el discurso de Guzmán, el surgimiento del partido resulta un hecho cósmi-
co. Así, a principios del siglo XX, «comenzó a surgir una luz más pura, una luz
resplandeciente, esa luz la llevamos nosotros en el pecho, en el alma. Esa luz se
fundió con la tierra y ese barro se convirtió en acero. Luz, barro, acero, surge el
PARTIDO en 1928 [ ... ]» (mayúscula en el original). La militancia en él se convier-
te en una experiencia religiosa, que implica una ruptura colectiva, pero también
individual: «Dos banderas [luchan] en el alma, una negra y otra roja. Somos iz-
quierda, hagamos holocausto con la bandera negra». Para ello, es necesario «[...]
lavarnos el alma, lavarnos bien [...] Basta de podridas aguas individuales, estiércol
abandonado». Se trata de una purificación que posibilita el renacimiento a un
mundo privilegiado, pero lleno de asechanzas. El enemigo está dentro; por eso,
conforme se suceden las luchas internas y se acerca el momento de iniciar la lucha
armada, el tono se vuelve frenético:6
Desarraiguemos las hierbas venenosas, eso es veneno puro, cáncer a los huesos,
nos corroería; no lo podemos permitir, es putrición y siniestra pus, no lo podemos
permitir, menos ahora [...] desterremos esas siniestras víboras [...] no podemos
permitir ni cobardía ni traición, son áspides [...] Comencemos a quemar, a
desarraigar esa pus, ese veneno, quemarlo es urgente. Existe y eso no es bueno,
es dañino, es una muerte lenta que nos podría consumir [...] Los que están en esa
situación son los primeros que tienen que marcar a fuego, desarraigar, reventar
los chupos. De otra manera la ponzoña sería general. Venenos, purulencias hay
que destruirlas [...]. (PCP-SL 1980b)
El tono da un indicio de lo que serán en el futuro la «lucha entre las dos líneas»
dentro del PCP-SL y los «acuchillamientos» verbales entre militantes para poder
mantenerse dentro de la estructura partidaria donde el vértice único es, más que
nunca a partir de estos años, Abimael Guzmán.
Los opositores que piensan que iniciar la lucha armada no es la mejor opción
aparecen, además, como descreídos: «Algunos qué poca fe tienen, qué poca cari-
dad, qué poca esperanza [...] hemos tomado las tres virtudes teologales para inter-
pretarlas. Pablo dijo «hombre de fe, esperanza y caridad». Se trata de un proceso
argumentativo en el que el orador va venciendo todas las resistencias de su audi-
6
El tono permite entender por qué, para Guzmán, «la esencia de la revolución cultural era cambiar el
alma» (PCP-SL 1991a: 2-3).
torio y lo va moldeando a su imagen y semejanza, más como el herrero que como 103
el alfarero, porque, como repetirá en los años siguientes refiriéndose a quienes no
han visto la luz del partido: «No va a ser fácil que acepten [...] requerirán hechos
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
contundentes [...] que les martillen en sus duras cabezas, que les hagan saltar a
pedazos sus especulaciones, para que en sus almas también anide la realidad de
esta patria nuestra».
El discurso anuncia la metodología que el PCP-SL empleará con las denomina-
das «masas». Para los «enemigos de clase», la perspectiva es todavía peor:
El pueblo se encabrita, se arma y alzándose en rebelión pone dogales al cuello
LAS
del imperialismo y los reaccionarios, los coge de la garganta, los atenaza; y,
necesariamente los estrangula, necesariamente. Las carnes reaccionarias las
desflecan, las convierten en hilachas y esas negras piltrafas las hundirá en el
fango, lo que quede lo incendiará [...] y sus cenizas las esparcirá a los vientos
de la tierra para que no quede sino el siniestro recuerdo de lo que nunca ha de
volver porque no puede ni debe volver. (PCP-SL 1980b)
La virulencia del lenguaje anuncia la violencia que vendrá, porque, después de
la reunión denominada «Inicio de la lucha armada» (ILA), «la destrucción [del
partido] ha sido conjurada». La reconstitución del partido ha culminado y los mi-
litantes se convierten en alquimistas de luz:
Somos un torrente creciente contra el cual se lanza fuego, piedras y lodo; pero
nuestro poder es grande, todo lo convertiremos en nuestro fuego, el fuego negro lo
convertiremos en rojo y lo rojo es luz. Eso somos nosotros, ésa es la Reconstitución.
Camaradas, estamos reconstituidos. (PCP-SL 1980b)
Lo que viene luego es el Apocalipsis. Los participantes de la I Escuela Militar,
que hoy sabemos que se realizó en Lima y no en Chuschi, como afirmó por mucho
tiempo la historia oficial del PCP-SL, firmaron un compromiso:
Los comunistas de la I Escuela Militar del Partido, sello de los tiempos de paz y
apertura de la guerra popular, nos ponemos en pie de combate como sus iniciado-
res, asumiendo bajo la dirección del Partido y ligados al pueblo, la forja de las inven-
cibles legiones de hierro del Ejército Rojo del Perú. ¡El futuro está en el cañón de los
fusiles! ¡La revolución armada ha comenzado! ¡Gloria al marxismoleninismo —pen-
samiento Mao Tsetung!— Viva el Partido Comunista del Perú! ¡Por el camino del
camarada Gonzalo, iniciemos la lucha armada! (Gorriti 1990: 67)
Lo que Guzmán define como «reconstitución del Partido Comunista» y su mi-
litarización no sólo precipitó el «Inicio de la Lucha Armada», sino que constituyó
un paso decisivo hacia el culto a la personalidad de Abimael Guzmán. Mariátegui
fue quedando en el olvido y el «desarrollo» de su pensamiento realizado por el
líder se transformó en «pensamiento guía» de Guzmán, quien todavía no se
autodenominaba «presidente».
De entre todas las reuniones que se acaban de reseñar, destaca con nitidez el IX
Pleno Ampliado del Comité Central, celebrado entre mayo y julio de 1979. En el
IX Pleno se reconoció a Guzmán como «jefe del partido y la revolución», reconoci-
miento mucho más importante que el cargo de «secretario general», que siempre
despreció. En ese mismo pleno, a semejanza de Mao en la Revolución Cultural,
Guzmán depuró el Comité Central y conformó el Comité Permanente Histórico,
104
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
siguiente concretó el ILA.
LAS
denominado Comité Regional 14 de Junio para construir los organismos genera-
dos entre los trabajadores de las distintas ramas de la producción. Luego, en su
tercera sesión plenaria de febrero de 1973, el Comité Metropolitano decidió desa-
rrollar un trabajo de «frente» entre sectores de la «pequeña burguesía» y aparecie-
ron así la filial limeña del Centro de Trabajo Intelectual Mariátegui; el Comité
Femenino Popular, que pasó a llamarse Movimiento Femenino Popular desde mayo
de 1973; y, además, el Centro de Autoeducación Obrera.
Ante la ausencia de directivas claras sobre el trabajo partidario en Lima, éste
adquirió lo que Guzmán consideró luego, con desaprobación, «claros matices
obreristas». De este modo, en junio de 1975, Guzmán, ya para entonces en Lima,
decidió que el trabajo urbano del partido estuviese guiado por la formación de un
amplio frente de «masas»: «obrero como dirigente y barrios como masa». Un sec-
tor insistió en que debía profundizarse la presencia del partido en el movimiento
sindical —«darle más ideología a la clase obrera»— para que fuera el motor
principal de la revolución, en desacuerdo con los dogmas maoístas. La polémica
interna fue tomando forma en el contexto de auge sindical que se vivía por enton-
ces y que se expresó pocos años después con gran fuerza en los paros nacionales
de 1977 y 1978, de los cuales la dirección del PCP-SL tomó distancia por conside-
rarlos «revisionistas».
En noviembre de 1975, durante el desarrollo de la quinta sesión plenaria del
Comité Central correspondiente a la VI Conferencia Nacional, la corriente liderada
por Guzmán expulsó a la «facción bolchevique» de Lima por considerarla
«liquidacionista de izquierda».7 En los años siguientes, el PCP-SL desarrolló un
trabajo muy pequeño en Lima. El 11 de mayo de 1976, la primera célula obrera del
PCP-SL repartió clandestinamente volantes en diversos distritos de Lima. Ese mis-
mo año, en medio de una atmósfera de pugnas internas, se realizó la XIII Conven-
ción de la Coordinación Metropolitana, en la que acordaron que el Movimiento
Femenino Popular y el Frente Estudiantil Revolucionario, así como el Comité de
Autoeducación Obrera, se convirtieran en los pilares de la reconstrucción del parti-
do en Lima en función de la guerra popular. De esa manera, empezaron a crear
puntos de apoyo para el trabajo zonal y se reforzó el trabajo en algunas universida-
des, especialmente en San Marcos y en La Cantuta. Asimismo, se volvió a analizar el
papel que cumplirían las ciudades en la «guerra popular».
7
Es decir, utilizaban un lenguaje ultraizquierdista pero sin ninguna aplicación práctica que permi-tiera
avanzar al partido. Véase la explicación de este proceso en PCP-SL 1986a.
106
1
CVR. BDI-I-P627. Chungui, Chungui. Mujer de 40 años.
Pero, a diferencia de lo que sucedía en Ayacucho, en Lima, el liderazgo de 107
Abimael Guzmán no era reconocido unánimemente. Algunos consideraban que
era necesario desarrollar más trabajo organizativo y discrepaban de la propuesta
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
de iniciar la lucha armada en un corto plazo. Ellos eran los que, según Guzmán,
enarbolaban la «bandera negra» en el histórico IX Pleno Ampliado de 1979. Así,
los dirigentes limeños fueron parte de «la línea oportunista de derecha» opuesta a
la preparación de la lucha armada, línea que al cabo resultó vilipendiada y expul-
sada.
Luego del IX Pleno Ampliado del Comité Central, el PCP-SL acordó intensi-
ficar el trabajo para captar nuevos trabajadores. Poco después, durante la I Con-
LAS
ferencia Nacional Ampliada del Comité Central llevada a cabo entre noviembre
y diciembre de 1979, el Comité Metropolitano empezó a ejecutar su plan de
desarrollar «grupos armados sin armas». Finalmente, del 2 al 19 de abril de 1980,
se llevó a cabo la Primera Escuela Militar en la zona este de Lima, dirigida per-
sonalmente por Guzmán. Al final del evento, se acordó ejecutar el primero de
los seis planes militares que desarrolló el PCP-SL entre mayo de 1980 y noviem-
bre de 1999. 8 Estos planes militares fueron:
8
El Partido en la II Sesión Plenaria del Comité Central ha definido «Desarrollar la Militarización del
Partido a través de acciones»; sanciona que a través de acciones bélicas el Partido devendrá la pode-
rosa y reconocida vanguardia de la clase obrera del Perú, el reconocido centro de la revolución perua-
na. La II Sesión Plenaria ha sancionado un «plan de inicio de la lucha armada» que soluciona un
problema no resuelto hasta hoy: el inicio de la lucha armada» (PCP-SL 1980a).
9
El sexto plan militar fue mencionado por Guzmán en la arenga que pudo pronunciar cuando fue
presentado a la prensa el 24 de septiembre de 1992 después de su captura realizada el día 12 del
mismo mes. En esa ocasión, Guzmán llamó a su organización a «proseguir» el plan. Se fija corno
término de este sexto plan el mes de noviembre de 1999, por ser entonces cuando se capturó a Óscar
Ramírez Durand, Feliciano, lo que impidió definitivamente la continuación del mismo.
108
asamblea. Los supuestos policías —que, en realidad, eran miembros del PCP-SL—,
separaron a las mujeres de los varones en dos aulas distintas y les preguntaron
«[...]quiénes eran las personas que estaban haciendo la ronda campesina, porque esas
personas iban a ser premiadas».3 Aquéllos que fueron señalados como responsables
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Una semana más tarde, el 15 de diciembre, apareció otro grupo de doce personas
uniformadas cuando los pobladores de la comunidad campesina de Santa Rosa (un anexo
de Santa Carmen de Rumichaca) estaban en asamblea. Estas personas igualmente separa-
ron a varones de mujeres en la escuela y los encerraron. A las ocho de la noche, «[...]
victimaron a mi padre sin explicación alguna con un cuchillo en la cabeza, sacándoles
fuera de la escuela. De igual manera asesinaron a mi hermana».5 En una tercera incur-
sión, los subversivos mataron a más de treinta personas, incluidos niños y bebés, y
«obligaron a la gente a que se refugie en el monte, ya no querían que vivan en sus casas.
Era necesario que abandonen, porque les decía que la represión iría a la zona y ellos
también iban a sufrir».
2
CVR. Testimonio 201316. Chungui, La Mar, 24 de junio de 2002.
3
CVR. Testimonio 201316. Chungui, La Mar, 24 de junio de 2002.
4
CVR. BDl-I-P641. Entrevista en profundidad. Oronqoy, Chungui. Mujer de 37 años,
testigo de la matanza de Santa Carmen.
5
CVR. Testimonio 201316. Chungui, La Mar, 24 de junio de 2002.
EL DESARROLLO DE LA DENOMINADA «GUERRA POPULAR» DEL PCP-SL 109
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Los inicios
LAS
mera fase del Plan de Inicio de la Lucha Armada mencionado líneas arriba, que
incluiría una segunda fase: Impulsar la Guerra de Guerrillas.
Desde el ataque en Chuschi hasta el 29 de diciembre de 1982, día en que las
Fuerzas Armadas ingresaron a combatir la subversión en Ayacucho, se desarrolló
una primera etapa de la «guerra» desencadenada por el PCP-SL. Como se verá, si
bien se realizaban acciones en diferentes partes del país, en esta primera etapa el
conflicto armado se concentró en lo que el PCP-SL denominaba su Comité Regio-
nal Principal, que abarcaba las provincias del norte de Ayacucho, así como
Andahuaylas, en Apurímac, y el departamento de Huancavelica, salvo la provin-
cia de Tayacaja.
Esta fue una etapa de avance militar del PCP-SL. Se inició con los denomina-
dos «grupos armados sin armas», que en un primer momento conseguían su ar-
mamento robando dinamita en alejadas minas o asaltando policías. Su objetivo
era formar «destacamentos guerrilleros». Hacia mediados de 1981 incrementaron
sus acciones y comenzaron a asaltar algunos puestos policiales, hasta que el 3 de
marzo de 1982 concretaron el asalto a la cárcel de Huamanga, la acción militar
más importante en este período, en la que participaron los principales destaca-
mentos que había logrado formar el PCP-SL en su Comité Regional Principal. En
los meses siguientes, se multiplicaron los asaltos a puestos policiales, primero en
capitales distritales alejadas y luego en pueblos importantes como Vilcashuamán,
atacado por segunda vez el 22 de agosto de 1982 con un saldo de siete policías
muertos. El 3 de diciembre de ese año, cumpleaños de Abimael Guzmán, el PCP-SL
hizo oficial el nacimiento del denominado «ejército guerrillero popular» (EGP).10
Poco después, las Fuerzas Armadas se hicieron cargo de la lucha contrasubversiva
en Ayacucho.
En el plano político, después de los acuerdos del IX Pleno Ampliado y de la
concreción del ILA, la decisión más importante fue la aprobación del segundo
plan militar, Desplegar la Guerra de Guerrillas, que se extendió de enero de 1981 a
enero de 1983 y que constó de las campañas denominadas Conquistar Armas y
Medios, Remover el Campo con Acciones Guerrilleras y Batir para Avanzar hacia
las Bases de Apoyo. Dentro de este plan, existen dos decisiones que son indispen-
10
El «ejército guerrillero popular». estuvo conformado por tres tipos de fuerzas: principal, local y de
base. «Una situación muy importante es cómo el Presidente Gonzalo concibe el Ejército Guerrillero
Popular incorporando a las milicias populares, conformado por tres fuerzas: principales, locales y de
base, que actúa en campo principal y en ciudad como complemento; esto es un gran paso hacia el mar
armado de masas». (PCP-SL 1988c).
110
6
CVR. Testimonio 202695. Chungui, La Mar, 22 de julio de 2002.
7
CVR. BDI-I-P61O. Entrevista en profundidad. Chungui, Chungui. Varón de 30 años.
8
CVE. Testimonio 202660. Chungui, La Mar, 24 de septiembre de 2002.
9
CVR. Testimonio 202695. Chungui, La Mar, 22 de julio de 2002.
10
CVR. Testimonio 202660. Chungui, La Mar, 24 de septiembre de 2002.
sables de destacar, pues señalan el rumbo extremadamente sangriento que iba a 111
seguir la «guerra popular» senderista.
La primera fue el acuerdo de mayo de 1981 sobre la denominada «cuota» (de
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
sangre) necesaria para el triunfo de la revolución. Guzmán incitó a sus militantes a
«llevar la vida en la punta de los dedos» y a estar dispuestos a morir, pero, sobre
todo, a matar por la revolución, y hacerlo de los modos más brutales. La vesania
comenzó a manifestarse pronto en los ataques a los puestos policiales—por ejem-
plo, arrojaron ácido en la cara de los guardias que defendían el puesto de Tambo,
en la provincia ayacuchana de La Mar— y, sobre todo, en los dirigidos a las auto-
ridades estatales y a los dirigentes comunales.
LAS
La segunda fue la decisión de «batir el campo» (y batir significa para el PCP-SL
«arrasar y no dejar nada»), crear vacíos de poder y conformar los comités popu-
lares que constituían el germen del «nuevo poder» senderista. Fue en este preciso
momento, al dirigir su violencia contra la sociedad campesina sobre la que pre-
tendía asentarse, cuando el PCP-SL activó una fuente de descontentos que después
no pudo controlar y sembró semillas de rebelión entre quienes quería que fueran
sus aliados principales: los campesinos pobres de Ayacucho.
A la «retirada» salíamos, por ejemplo, los que vivíamos en Orongoy a la parte baja junto
con los que vivían ahí. Estábamos organizados en cuatro grupos y cada uno estaba en un
sitio diferente, porque antes vivíamos todos separados en nuestros hatos en Puquiora,
Jabas Huayco, Jerona, Sarachacra y Ccanjahua. Pero de todos también teníamos casa en el
mismo pueblo. Entonces, en la «retirada» hemos estado así separados en cada sitio, está-
bamos en cuatro grupos que estaban en Sarachacra, Ccanjahua, Puquiora y Accopampa,
junto con el pueblo mismo y en cada grupo había un mando político y otro militar.12
11
CVR. BDI-I-P638. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Varón de 58 años.
12
CVR. BDI-I-P657. Entrevista en profundidad. Oronqoy, Chungui. Varón.
13
CVR. BDI-I-P606. Entrevista en profundidad. Chungui, Chungui. Varón de 30 años.
Tres meses después de Chuschi, en una reunión iniciada el 8 de agosto, la 113
dirección del PCP-SL evaluó el desarrollo de los primeros meses de la «lucha
armada». Guzmán derrochaba entusiasmo mientras subrayaba el éxito de las
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
acciones realizadas:
El Plan de Inicio, su aplicación y el remate de las primeras acciones son brillantes
y rotundo éxito de trascendencia y gran repercusión […] la aplicación del Plan de
Inicio de la lucha armada, [...] ha estremecido al país poniendo al Partido en el
centro de la lucha de clases, en el centro de la contienda política [...] hemos entra-
do a la forma superior de lucha, lucha armada para destruir el viejo orden y cons-
truir la nueva sociedad. (PCP-SL 1980c)
LAS
Su tono adquiría matices mesiánicos al hablar del futuro de su guerra:
Larga ha de ser pero fructífera; cruenta ha de ser pero brillante; dura ha de ser
pero vigorosa y omnipotente. Se ha dicho que con fusiles se transforma el mundo,
ya lo estamos haciendo [...] Para todo Partido Comunista llega un momento que
asumiendo su condición de vanguardia del proletariado en armas rasga los siglos;
lanza su rotundo grito de guerra y asaltando los cielos, las sombras y la noche,
comienzan a ceder los viejos y podridos muros reaccionarios, comienzan a crepi-
tar y crujir como frágiles hojas ante tiernas y nuevas llamas, ante jóvenes pero
crujientes hogueras. La guerra popular comienza a barrer el viejo orden para des-
truirlo inevitablemente y de lo viejo nacerá lo nuevo y al final como límpida ave
fénix, glorioso, nacerá el comunismo para siempre. (PCP-SL 1980c)
La respuesta del Estado fue desordenada, en gran medida debido a la carencia
de un diagnóstico adecuado del problema. Mientras que algunos miembros de las
Fuerzas Armadas culpaban a movimientos de izquierda incorporados a la legali-
dad, parlamentarios de izquierda acusaban al presidente del Comando Conjunto
de las Fuerzas Armadas y al jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército de orquestar
una campaña de persecución aprovechando los atentados dinamiteros. El partido
de gobierno insistía en la tesis de la conspiración internacional.
El nuevo año, 1981, comenzó con la intensificación de las acciones del PCP-SL,
que incluían robos de armas. La sensación de urgencia en la policía se reforzó
desde comienzos de año cuando se advirtió que los puestos policiales iban camino
de convertirse en el principal objetivo senderista. Para entonces, el PCP-SL conta-
ba con una organización disciplinada, un sistema eficaz de comunicaciones y una
dirección centralizada.
El PCP-SL ejecutaba desde enero de 1981 su segundo plan militar, Desplegar
la guerra de guerrillas.ll Conocido también como La Gran Ola, este plan tendría
dos momentos. La primera ola del segundo plan militar fue Abrir Zonas Guerri-
lleras en Función de las Bases de Apoyo, mientras que la segunda se llamó Des-
plegar la Guerra de Guerrillas. En abril de 1981 culminó la primera ola. Los aten-
tados habían pasado de pequeñas acciones contra oficinas estatales en poblados
del interior a la voladura de torres de alta tensión del sistema interconectado de la
11
En la bibliografía existente, se encuentran ciertas divergencias sobre el nombre de este plan. «Des-plegar
la guerra de guerrillas» es el nombre empleado por Guzmán en una entrevista con la CVR realizada
en la Base Naval del Callao, el21 de octubre de 2002.
114
del PCP-SL se conoció como la «masa», que tenía como objetivo formar la base del
gobierno del PCP-SL. Asimismo, estas familias proveían a la «fuerza local» de mi-
litantes.
Todos en la masa eran tratados y atendidos por igual, sin que existieran dife-
rencias. Las parejas, viudas y madres solteras dormían juntas con sus hijos cuando
éstos aún eran pequeños y no habían pasado todavía a formar parte de la «fuerza
local». En las mujeres recaía el cuidado de los niños huérfanos: «Igual que en otros
pueblos, teníamos niños abandonados. Cuando morían sus padres, nosotros les
dábamos alimentación y ropa».14
La «fuerza principal» era un grupo itinerante que transitaba por toda la zona y
supervisaba las acciones tanto de la «fuerza local» como de la «masa». La composi-
ción de este grupo era también de jóvenes, pero los mandos no eran de la zona. Eran
desconocidos como dicen los pobladores de Chungui. En términos generales, su
armamento era bastante precario y no estaban uniformados. Solían llegar con víveres
y ropa para la «masa», producto de sus patrullajes y tomas de comunidades. Repartían
estos bienes cuando llegaban para supervisar el desarrollo del conflicto armado en la
zona:
Utilizábamos la poca ropa que ya teníamos y un poco de ropa que nos traía el grupo que
venía con el camarada Aurelio. Ellos nos entregaban algunas ropas y sandalias. El cama-
rada Aurelio se las entregaba al mando de nuestro grupo y él hacía la entrega de acuerdo
a la necesidad.15
14
CVR. BDI-I-P608. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Varón de 35 años.
15
CVR. BDl-I-P606. Entrevista en profundidad, Chungui, Chungui. Varón de 30 años.
16
CVR. BDI-I-P613. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Varón de 60 años.
17
CVR. BDI-I-P616. Entrevista en profundidad. Chungui, Chungui. Mujer de 50 años.
Central Hidroeléctrica del Mantaro en la sierra central, la mayor proveedora de 115
energía del país.
Por entonces, el PCP-SL se dispuso a iniciar la segunda ola, que duró de mayo
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
a julio de 1981 y que tuvo tres momentos correspondientes a otros tantos objeti-
vos: primero, «conquistar armas y medios»; segundo, «remover el campo con ac-
ciones guerrilleras»; y, tercero, «batir al enemigo». Según Guzmán, fue una enor-
me sorpresa la facilidad con que se creó el vacío de poder en vastas zonas donde
actuaban. Pero este «éxito» los obligó a tomar una decisión no considerada origi-
nalmente en el Plan de Inicio de la Lucha Armada, y que se alejaba de la experien-
cia maoísta, como fue la de iniciar la construcción del «nuevo estado» mediante
LAS
«comités populares» en las zonas donde habían creado «vacío de poder». En agos-
to se inició la tercera ola, que duró hasta septiembre de 1981, básicamente con
características semejantes a las anteriores.
La cuarta sesión plenaria del Comité Central realizada en mayo de 1981 preci-
só los planes iniciales para el desarrollo de la «guerra de guerrillas» y acordó in-
tensificar la violencia. Si lo que se buscaba era crear vacío de poder, entonces era
necesario aplicar el aniquilamiento selectivo. De otro lado, si el número de accio-
nes debía aumentar, era necesario que sus seguidores fueran más audaces y asu-
mieran mayores retos. A esto último se le denominó «la cuota» que tenía que pa-
garse; así, también se incitaba al Estado a replicar de manera desproporcionada a
fin de que «muestre su faz antidemocrática».
Al acercarse el fin de 1981, los integrantes de los destacamentos del PCP-SL
habían acumulado ya una cierta experiencia militar. El 11 de octubre, cincuenta
personas conducidas por un grupo de subversivos armados arrasaron el puesto
policial de Tambo, en la provincia de La Mar, Ayacucho, mataron a tres policías y
se apoderaron de dos metralletas y tres revólveres. La consigna de conseguir ar-
mas «batiendo» a las Fuerzas Policiales se cumplía en el campo y en la ciudad,
donde se asesinaba a guardias civiles para arrebatarles sus revólveres.
El 12 de octubre el gobierno declaró en estado de emergencia cinco de las siete
provincias de Ayacucho (Huamanga, Huanta, Cangallo, La Mar y Víctor Fajardo),
suspendió por sesenta días las garantías constitucionales relativas a la libertad y la
seguridad individual, y envió al destacamento policial contrasubversivo de los
sinchis a Ayacucho. La desinformación de los funcionarios estatales seguía siendo
muy grande. El viceministro del Interior, Héctor López Martínez, sostuvo por en-
tonces que los grupos terroristas tenían apoyo internacional y señaló como res-
ponsables de las acciones subversivas, además del PCP-SL, al PCP Pukallacta y al
MIR IV Etapa, organización que había dejado de existir en 1979.
En el siguiente balance de febrero de 1982, Abimael Guzmán señalaba como
grandes logros de la «guerra popular» haber forjado el temple del partido, haber
permitido la formación y construcción de una fuerza armada dirigida por el parti-
do y la cantidad grande y la calidad cada vez más alta» que alcanzaban sus accio-
ne armadas.
El país tomó conciencia de la magnitud del problema a raíz de la fuga del
centro penitenciario de Huamanga, el 12 de marzo de 1982. Según Guzmán, la
idea original era llevar a cabo un plan de fuga de alcance nacional, pero no les fue
posible coordinar un proyecto de esa envergadura. Sin embargo, lograron la fuga
116
Los niños que tenían entre ocho y diez años eran designados «niños pioneros».
RESPONSABLES
Sí, estaba con los niños y niñas pioneros. Nos enseñaban canciones y nos decían
constantemente que íbamos a llegar al poder y que, si escapábamos, los militares
nos iban a matar.18
No nos enseñaban a leer o a escribir, todo era verbalmente. Sólo ellos [los mandos
subversivos] tenían un cuaderno para poder dibujar: graficaban cómo debíamos de
escapar de los militares, cómo esquivar las balas y todo eso. 19
Desde pequeños los formaban en una ideología de enfrentamiento con las fuer-
zas del orden. El PCP-SL se convertía para ellos en una especie de manto protec-
tor. Al cumplir los doce años, los niños y niñas eran separados de sus padres y
llevados a la «fuerza local», donde eran entrenados para convertirse en militantes
de la «fuerza principal». Solamente los más listos y fuertes eran reclutados y pre-
parados para soportar las duras condiciones de vida que iban a enfrentar como
parte de la «fuerza principal». Este grupo estaba compuesto de jóvenes, adoles-
centes y, en muchos casos, de niños de 12 años, tanto varones como mujeres. Ca-
minaban por los montes con un mando político y uno militar, y pernoctaban en los
campamentos, donde eran atendidos por la «masa». Dormían aparte de la «masa»,
varones y mujeres juntos, intercalados por sexo. A esta forma de dormir le llama-
ban acuchillarse: «Debíamos dormir pegados, nos intercalaban hombre, mujer,
hombre, mujer y, entonces, a eso le llamaban ellos “acuchillarse”».20
Cuando las mujeres quedaban embarazadas, no recibían ningún trato espe-
cial. Sólo cuando estaban a punto de dar a luz eran separadas y llevadas a una
cueva para que los niños nacieran. Luego, regresaban a la «masa». En el caso de
que se tratara de una mujer de la «fuerza local», durante su embarazo pasaba a la
«masa»; luego regresaba a la «fuerza local»: «Muchas veces, a causa de la desnu-
trición, nosotras las mujeres en los montes dábamos a luz en las cavernas, a niños
retrasados o no sobrevivían».21
La violencia recrudecía y la comunicación entre las tres fuerzas del PCP-SL se
deterioró, especialmente entre la «fuerza principal» y la «fuerza local». Mientras
pasaba el tiempo, las supervisiones de la «fuerza principal» se iban haciendo cada
vez más esporádicas, lo cual permitía que tanto la «fuerza local» como los mandos
de la «masa» fuesen adquiriendo mayor autonomía y poder. Los entrevistados
señalan que la mayor parte de los abusos provenían de la «fuerza local», abusos
contra sus propios paisanos a los que castigaban y, en muchos casos, ejecutaban
con armamentos rústicos, granadas o carabinas. Muchas veces también las renci-
llas personales y familiares se convertían en los móviles de las ejecuciones a nom-
18
CVR. BDI-I-P667. Entrevista en profundidad. Oronqoy, Chungui. Varón de 38 años.
19
CVR. BDI-I-P606. Entrevista en profundidad. Chungui, Chungui. Varón de 30 años.
20
CVR. BDI-I-P665. Entrevista en profundidad. Oronqoy, Chungui. Varón de 33 años.
21
CVR. BDI-I-P643. Grupo focal con mujeres. Oronqoy, Chungui. Mujer de 60 años.
de 304 presos, (de los cuales aproximadamente setenta eran senderistas), entre 117
los que se encontraban Hildebrando Pérez Huarancca y Edith Lagos. Fue la acción
militar más grande emprendida por el PCP-SL hasta esa fecha y se realizó con una
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
eficacia sorprendente. Mientras se realizaba el ataque, las fuerzas militares perma-
necieron en el cuartel Los Cabitos, a las afueras de la ciudad de Huamanga, espe-
rando de Lima la orden de intervenir, orden que nunca llegó.
Las fuerzas del orden respondieron con gran violencia. Agentes de la Guardia
Republicana (GR) asesinaron a tres senderistas detenidos, que se encontraban he-
ridos e internados en el hospital de Huamanga. Por otro lado, en abril de 1982 se
inició el traslado de los presos acusados de terrorismo a la costa, al reabierto penal
LAS
situado en la isla El Frontón, para prevenir nuevos asaltos como el de Huamanga.
bre del PCP-SL. Asimismo, las violaciones sexuales, teóricamente prohibidas y cas-
RESPONSABLES
todos están comiendo igual, a ver qué errores cometíamos y, a los que cometían errores,
los han amarrado y los han matado.22
Yo estaba preocupada porque los compañeros llamaban a asamblea y los que no asistían
iban a morir. De mucho miedo fui a la asamblea. A mi esposo y a mi papá, como no fueron,
les dieron mil látigos hasta que se enfermen. Luego cocinábamos juntos porque, cuando
nos encontraban cocinando individualmente, se molestaban y nos castigaban.23
Las mujeres con niños no podían esconderse y escapar tan rápidamente: «Escapar
con niños era más difícil, te alcanzaba entre dos y te mataban».25 La situación de las
«retiradas» empeoró cuando entraron los militares a eliminarlos:
Cuando empezaban con esta búsqueda, nosotros nos escondíamos en los montes, en los
huecos, las cavernas, en las aguas, etc. Nosotros pasamos todo tipo de peripecias; después
de todo esto, sólo hemos podido sobrevivir unos cuantos nada más y retornamos a nuestro
pueblo a pesar de estar buscados, perseguidos y después tuvimos que huir a las ciudades
y, conforme van pasando los años, sólo pudimos volver a nuestro pueblo sólo pocas
personas. En estas caminatas que realizábamos, muchos de nosotros murieron por hambre,
disparados con bala que a muchos de nosotros nos llegaba en la cabeza, en la mano, en el
cuerpo, etcétera. Algunos en la fuga se rompían los pies y de otros modos diferentes más,
pues, fallecieron y otros a causa de ellos quedamos sin brazo, sin manos, perforados por
la bala pues no estuvimos ilesos sino dañados, desnutridos. Te diré que hasta el día de
hoy yo me encuentro desnutrida, con poca sangre porque no tenemos para alimentarnos
22
CVR. BDI-I-P633. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Mujer de 60 años.
23
CVR. BDI-I-P608. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Mujer de 35 años.
24
CVR. Testimonio 202014. Chungui, La Mar, 22 de marzo de 2003.
25
CVR. BDI-P633. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Mujer de 60 años.
de 1983, el PCP-SL llevó adelante su segunda campaña de Batir el Campo (Batir 2), 119
en la cual impulsó las siembras y cultivos colectivos, así como el reparto de tierras
confiscadas.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Las acciones de los subversivos, en especial los ataques a puestos de la Guardia
Civil, provocaron un repliegue del Estado en vastas zonas del campo ayacuchano
y, en menor medida, también en Huancavelica y Apurímac. El PCP-SL empezaba
a presentarse ahí como un nuevo poder local.
Entre 1980 y 1982, el PCP-SL había logrado conformar numerosos comités po-
pulares, «germen del Nuevo Estado», que organizaban la vida social y económica
de las comunidades e intentaban imponer una economía autárquica. A partir del
LAS
año 1982, el PCP-SL prohibió que la población comerciara sus productos y cerró
algunas ferias como la de Lirio en Huanta o la de Huancasancos. En su 11 Confe-
rencia Nacional, el año 1982, el PCP-SL planteaba que
[ ... ] con la formación de los comités populares, damos otro paso para establecer
nuevas relaciones de producción, siembra colectiva, trabajo colectivo, cosecha
colectiva. Una cosa es repartir tierras y otra el trabajo colectivo y en el país hay
tradición, el ayni y con eso se introduce la ayuda mutua y es sembrar socialismo.
El reparto de la tierra es cuando hay cierta consolidación de la base de apoyo.
Luego hemos planteado organizar todo un pueblo en el trabajo colectivo a partir
del convencimiento. Hay tierras particulares y comunes, en ambas se trabaja
colectivamente pero quien tiene más tierra debe dar una especie de impuesto y
juntar una parte para los más pobres y otra parte quedaba como fondo para la
manutención del ejército. Luego nos hemos planteado cómo mejorar la producción,
porque el campesino tiene que ver que la revolución le da beneficio, sembrar tunas,
buscar mejorar semillas, la cochinilla, el abono. Por eso hay Comisario de
Producción que se preocupe de esos problemas. Comercio, trueque, arrieraje,
mejorar la alimentación con el cuy. Hemos planteado que las Bases de Apoyo sean
autosuficientes y en el campo hay todo para vivir, lo que falta es el fósforo y el
kerosene, apuntar a economía autárquica. Tomar la agricultura y la pecuaria. En
falta de tierras abrir nuevas tierras, hacer andenes. Nosotros sí podemos hacer
una economía y sostener el Nuevo Estado basándonos en nuestras propias fuerzas.
Política directamente ligada a la guerra.
Los comités populares estaban conformados por varios comisarios. El comi-
sario secretario «dirige el Co.Po., se reúne con los otros 4 estableciendo el plan
de gobierno y cada uno plasma los acuerdos». El comisario de seguridad «plani-
fica y propone [el] plan de defensa de los Co.Po., la vigilancia se organiza y se
cumple día y noche con hombres, mujeres y niños [...]». El comisario de produc-
ción «se encarga de planificar y organizar las siembras colectivas y distribuye las
semillas.» El comisario de asuntos comunales aplica la «justicia muy elemental
pero la ejercen para resolver daños, litigios, poner sanciones» y el comisario de
organizaciones populares, «organiza los organismos generados en los pueblos»
(PCP-SL 1989a).
120
bien, muchas veces por causa de la desnutrición nosotras las mujeres en los montes
RESPONSABLES
dábamos, en las cavernas, a luz niños retrasados y, si muchas veces estos niños
sobrevivían, hasta ahora sufren una desnutrición y estos niños no se encuentran
bien. Los hijos de muchas personas han muerto agujereado por bala, y otros en
manos de los soldados y nuestros padres muchas veces asesinados por los
subversivos; otros murieron arrastrados por el cauce del río cuando estuvimos
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
escapando, arrastrados por las piedras, etcétera. Nosotros nos fuimos a los diferentes
pueblos en completo abandono sin prendas, con las justas llevábamos nuestra
ropa encima, ni siquiera teníamos una manta, ni una ropa, así nos íbamos del lugar
y aquéllos que retornaban nuestro pueblo mucho más antes que nosotros
aprovechaban de nuestros animales y de las cosas que quedaban. 26
Los niños estaban desnutridos y lloraban de hambre, por lo que los mandos de
la «masa» y de la «fuerza local» decidieron ejecutarlos. En varios de los campa-
mentos de Oreja de Perro, obligaban a las madres a matar a sus propios niños.
Algunas los ahogaban en su pecho; pero, cuando la madre no quería acatar la
orden del mando político del campamento, éste tornaba a los niños pequeños por
los pies y les golpeaba la cabeza contra una piedra. Otras veces les amarraban una
soga alrededor del cuello y los ahorcaban. El argumento para asesinar a estos ni-
ños era que los llantos los delataban frente a las patrullas militares:
26
CVR BDI-I-P643.Grupo focal con mujeres. Oronqoy, Chungui.
27
CVR. BDI-I-P606. Entrevista en profundidad. Chungui, Chungui. Varón de 30 años.
28
CVR. Testimonio 204052.
En la zona de Huancasancos, el comisario de producción dirigía los arrasa- 121
mientos12 y distribuía los bienes y animales saqueados, que era obligatorio recibir:
[ ... ] eso también era obligatorio [asistir a la repartición] si nadie iba a recoger
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
carne, ya era marcado. Entonces de miedo íbamos mujeres y varones, también los
hijos, todos recibían pero era según, por ejemplo el que tenía menos oveja le daban
dos kilos de carne, ya sabían todo eso ellos, a los otros un kilo, medio kilo.13
En julio de 1982 se vivió la mayor ofensiva senderista desde el inicio de la lucha
armada: 34 acciones terroristas y cinco incursiones masivas en pequeños pobla-
dos, ataques a municipalidades en Ayacucho y el asesinato del alcalde y de un
LAS
comerciante de Hualla, en Víctor Fajardo, a los que se acusó de «soplones». El 22
de agosto fue atacado el puesto de la GC en Vilcashuamán y, tras cinco horas de
enfrentamientos, el saldo fue de siete policías muertos. El 2 de septiembre murió
Edith Lagos en Umacca, departamento de Apurímac, en un enfrentamiento con la
Guardia Republicana. El obispo auxiliar de Ayacucho realizó una misa de cuerpo
presente y acudieron al sepelio alrededor de diez mil personas. Durante los años
siguientes, la senderista, muerta a los 19 años de edad se convirtió en una suerte
de ícono en la región del sur central del país.
La creciente sensación de desgobierno suscitada por el asesinato de funciona-
rios públicos y los continuos asaltos a puestos policiales en Ayacucho, precipita-
ron la decisión del ingreso de las Fuerzas Armadas en la lucha contrasubversiva.
El 27 de diciembre 1982, el ex presidente Fernando Belaunde dio un ultimátum de
72 horas «para que los terroristas entreguen las armas» antes de que las Fuerzas
Armadas tomaran el control de la zona de emergencia. De esta forma, el general
Roberto Clemente Noel Moral fue nombrado jefe del comando político-militar de
la zona de emergencia y, el 31 de diciembre, dos mil miembros de las Fuerzas
Armadas tomaron posesión de las provincias en emergencia. Las provincias de
Huanta y La Mar fueron asignadas a la Infantería de Marina bajo la dirección del
comandante Vega Llona. Comenzaba la etapa más cruenta del conflicto armado
interno en la sierra del sur central.
Los dos primeros planes militares del PCP-SL —Plan de Inicio de la Lucha Armada
y Plan de Desplegar la Guerra de Guerrillas— transcurrieron, en conjunto, desde
mayo de 1980 hasta enero de 1983. En dos años, el PCP-SL se había instalado
sólidamente en las zonas rurales de Ayacucho, contando para ello con su carácter
radicalmente autárquico pero, sobre todo, con la aceptación o la neutralidad de
sectores sociales significativos, especialmente campesinos, persuadidos por el dis-
curso de justicia e inclusión propuesto por los subversivos, sin imaginar los estra-
gos que la violencia iba a producir en sus vidas en los años siguientes.
La Infantería de Marina tomó a su cargo el control de la provincia de Huanta
el 21 de enero 1983. Una de las primeras medidas que la Marina de Guerra aplicó en
12
«En Batir —señala un documento senderista— la clave es arrasar. Y arrasar es no dejar nada»
(PCP-SL 1982).
13
CVR. Testimonio de una comunera de Sacsamarca de 45 años.
122
tipo de responsabilidad y culpan de todas las acciones a los militares y a quienes están
RESPONSABLES
muertos:
Entonces el capitán nos inculpó y, como castigo, me mandaron con dos terrucos [miem-
bros del PCP-SL]. Ahí es que lo han colgado de un árbol y empezamos a quemar con
chamizos, con todo desperdicio, con tronquitos y empezaron a quemarlo y no se moría.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Calatito nomás estaba, con las manos atadas. Eso fue nuestro castigo porque se nos esca-
paron terrucos [subversivos].29
29
CVR. BDI-I-P602. Entrevista en profundidad. Chungui, Chungui. Varón de 60 años.
30
CVR. BDI-I-P619. Entrevista en profundidad. Hierbabuena, Chungui. Varón de 38 años.
31
CVR. Testimonio 202678.
32
CVR. Testimonio 202678. Chungui, La Mar, 5 de noviembre de 2002.
Huanta fue agrupar a los campesinos en núcleos poblados y organizados en Co- 123
mités de Defensa Civil, al estilo de las Aldeas Estratégicas organizadas por el
ejército estadounidense en Vietnam y las Patrullas de Autodefensa Civil de Guate-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
mala. En la mayoría de los casos, la medida provocó resentimientos y una resis-
tencia pasiva entre los comuneros de estos pueblos, debida no solamente a la in-
certidumbre económica que implicaba su mudanza, sino también a la profunda
rivalidad que desde tiempo atrás existía entre algunas comunidades que ahora
estaban obligadas a convivir.
A pesar de la cruenta actividad contrasubversiva desplegada por los militares,
el PCP-SL no se replegó. Por el contrario, decidió dar un paso adelante, pues
LAS
Guzmán consideraba que en los primeros dos años de su lucha armada habían
ganado una sólida base social entre el campesinado:
¿Cómo se explica que no nos han podido golpear seriamente, incluso con
semejante genocidio? El de 1983, 1984, ¿cómo explican esto? [...] Habría que ver
las relaciones que hay con la gente, ese tipo de relaciones que hay. 14
En marzo de 1983, el PCP-SL realizó una reunión de Comité Central Ampliado
en la cual se acordó llevar a cabo el tercer plan militar, Conquistar Bases de
Apoyo. Se establecieron cuatro tareas políticas: la reorganización general del par-
tido, la formación del «ejército guerrillero popular», la formación del comité orga-
nizador de la República Popular de Nueva Democracia y la formación del Frente
Revolucionario de Defensa del Pueblo. En otras palabras, el PCP-SL decidió ini-
ciar la construcción de su «nuevo estado»:
En el Comité Central Ampliado de marzo 83, el Presidente Gonzalo desarrolla
más la línea de construcción del Frente-Nuevo Estado. Plantea los niveles en que
se organiza el nuevo Estado: Comités Populares; Bases de Apoyo y República
Popular de Nueva Democracia. Las funciones de las Bases de Apoyo y del Comité
Organizador de la República Popular de Nueva Democracia son de dirección,
planificación y organización; y cada Base debe elaborar su propio Plan específico.
Establece que los Comités Populares son concreciones del nuevo Estado, son
Comités de Frente Único; dirigidos por Comisarios que asumen funciones estatales
por encargo, elegidos en las Asambleas de Representantes y sujetos a remoción.
Son hasta hoy, clandestinos, marchan con Comisiones, dirigidos por el Partido
aplicando los «tres tercios»: un tercio de comunistas, un tercio de campesinos y
un tercio de progresistas y sostenido por el Ejército; aplican la dictadura popular,
la coerción y la seguridad ejerciendo con firmeza y decisión la violencia a fin de
defender al nuevo Poder contra sus enemigos y proteger los derechos del pueblo.
14
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 29 de octubre de 2002.
124
La misión central de las fuerzas del orden ya no era ejecutar a todo el que
RESPONSABLES
encontraran a su paso en las «retiradas». Ahora la consigna era salvar a los pobladores
y recuperarlos.33
Los militares habían venido de Chungui, Mollebamba y también vinieron los civiles [la
patrulla de Defensa Civil), también de los mismos lugares y otros anexos. Nos captura-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
ron a todos, pero ya nos tenían de forma normal. Nos dijeron: «¡Alto! Ya no escapen que
no los vamos a matar». Y después nos llevó hacia los sembríos de papa, que ya estaban
buenos para comer y, aliado de este sembrío, teníamos un local que habíamos construido
y ahí se pusieron a cocinar las señoras para que pudiéramos comer papa. Ahí es
cuando nos pusimos a recuperar del hambre y después de esto nos condujo hacia
Chapi. Ahí en Chapi sólo habían helicópteros que transportaban a los militares. Después
de esto ya estuvimos contentos porque ya no mataban. A los mandos subversivos les
tomaban su manifestación y después se los llevaron en helicópteros. Los llevaron
presos y ellos estuvieron presos en diferentes lugares. 34
A partir de 1987 confluyeron varios factores que determinaron el fracaso del PCP- SL en
la zona. La población que se encontraba viviendo en las «retiradas» con PCP-SL,
tanto la «masa» como la «fuerza local», empezó a desertar y se presentó a las
distintas bases militares existentes. Las condiciones de vida en la selva se tornaron
insoportables. Los niños morían de hambre y de sed; comían semillas de calabaza,
maíz crudo y no tenían sal. Por lo tanto, la desnutrición se hacía más crónica y las
muertes más frecuentes. Asimismo, fueron importantes las intervenciones que el Ejército
comenzó a realizar. Capturaban a lo pobladores que encontraban en la selva y los
protegían de las rondas campesinas, ya que, en muchos casos, éstas reclamaban que
los ejecuten por ser subversivos. Las autoridades militares prohibieron estas
acciones.
33
CVR. Testimonio 202660. Chungui, La Mar, 24 de septiembre de 2002.
34
CVR. BDI-I-P606. Entrevista en profundidad. Chungui, La Mar. Mujer de 30 años.
35
CVR. Testimonio 201316. Chungui, La Mar, 24 de junio de 2002.
vo de mantener la presencia del PCP-SL en las zonas donde las Fuerzas Armadas 125
asumían el control de la población. Se definió, asimismo, las «4 formas de lucha y
los 11 procedimientos» y se acordó «defender, desarrollar y construir el nuevo
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
poder».15 Se contempló, además, los planes de expansión del trabajo partidario, se
abrió el trabajo en la zona del Huallaga y se impulsó la ampliación de la lucha en
las ciudades.
Mientras se desarrollaba una enérgica campaña contrasubversiva con el in-
greso de las Fuerzas Armadas a la zona de Ayacucho, Guzmán decidió el despliegue
de los «comités populares», que reemplazaban a las autoridades locales por los
comisarios, como la base de una vasta propuesta de creación de un nuevo poder.
LAS
Los «comités populares» de un área formaban una «base de apoyo» y el conjunto
de éstas debían formar la «República Popular de Nueva Democracia en forma-
ción». Como puntualizaba Guzmán, se trataba de estructuras clandestinas que
permitirían proteger a sus militantes.
Se ha abatido a la policía no preparada para esas condiciones. Incluso los
operativos que ha realizado la policía contra nosotros la primera vez, fue un
operativo de intervalo, condenado al fracaso debido a la extensión del territorio
y a la reducida cantidad de fuerzas que tenía. Esto obligó a que la policía fuera
dejando zonas. [...] ¿Qué sucedió entonces? Vacío de poder. ¿Qué hacemos?
Está discutido en un evento partidario, porque todas las cosas se determinaron
así, como corresponde a una agrupación como la nuestra. Entonces se planteó
la creación de una modalidad estatal. [...] Pero como no había fuerzas suficientes
para atender este poder, porque es un ejercicio amplio, de alrededor de una
jurisdicción departamental, entonces ese poder era clandestino. Es un comité
clandestino, no es un poder que esté así nomás instalado, no es así, así es como
se ha comenzado. Y con determinadas funciones, también especificadas. Fue
una necesidad de las circunstancias.16
En algunos casos, las autoridades impuestas por el PCP-SL tenían que preparar
a la población para la respuesta militar que preveían los mandos senderistas, lo cual
suponía construir la infraestructura donde los comuneros deberían instalarse
cuando se replegaran hacia las zonas de refugio.
La decisión de formar un «comité organizador de la República Popular de Nueva
Democracia» indica que el PCP-SL no creía estar ante una ofensiva irresistible del
Estado. Por el contrario, ésta fue la ocasión para convertir a Guzmán en el «presi-
dente Gonzalo», nombre con el cual sería conocido en adelante por sus seguidores y
que utilizaría en todos los documentos partidarios. El PCP-SL se lanzaba a construir
su «nuevo Estado» y el «presidente Gonzalo» era ungido corno el líder indiscutible
de la nueva república en formación. 17 Adicionalmente, Guzmán fue nombrado
15
En una sesión plenaria de 1984 se señalaron los once procedimientos: acción guerrillera,
contra-restablecimientos, levantamientos de cosechas, arrasamientos, emboscadas, sabotaje al siste-
ma vial, invalidación de troncales, invalidación de aeropuertos, guerra psicológica, hostigamiento
para quebrar movimientos y terrorismo selectivo. Las cuatro formas de lucha son agitación y
propagan-da, sabotaje, aniquilamiento selectivo y combates guerrilleros.
16
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 27 de enero de 2003.
17
Según diversos testimonios, fue su esposa, Augusta la Torre, Nora, quien defendió la propuesta de
encumbrarlo como «presidente» del nuevo estado en formación.
126
1
En 1995, la Coordinadora acional de Derechos Humanos publicó un informe sobre
la desaparición de estas comunidades.
presidente del partido y presidente de su Comisión Militar. La centralización del 127
poder partidario se hacía absoluta.
Esta concentración muestra la imagen que Abimael Guzmán tenía de sí
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
mismo cuando luchaba por imponer esta decisión e ilustra sobre el papel que
pensaba que estaba destinado a jugar en la historia. En una reunión partidaria,
Guzmán recordó ciertos atributos de Mao Zedong que pueden dar luz sobre
sus motivaciones:
No olvidemos que el Presidente Mao fue Presidente de ochocientos millones
de habitantes y la repercusión de sus ideas fue mayor que las de Lenin; y él
LAS
cumplió tres funciones: como Presidente [del Partido Comunista Chino], en el
Ejército como Presidente de la Comisión Militar y como Jefe de Estado; por ello
manejaba a cincuenta mil hombres para resguardo de la Dirección.18
Esta visión del papel histórico que Abimael Guzmán se sentía llamado a cum-
plir alimentaría un desaforado culto a la personalidad durante los años siguientes.
A comienzos de 1983 había conseguido, pues, emular a la «Tercera Espada del
Marxismo», al menos en el esquema orgánico del PCP-SL. La preocupación por la
resonancia universal de sus ideas creció continuamente en los años siguientes.
A partir de 1983, cuando se inició el tercer plan militar, Conquistar Bases de
Apoyo, los grupos senderistas adoptaron una actitud mucho más coercitiva frente
a los campesinos; en consecuencia, aumentaron los asesinatos de quienes se mos-
traban en contra, y se multiplicaron los asesinatos de autoridades comunales y
campesinos acomodados identificados como «enemigos del pueblo». Ello impli-
caba el aniquilamiento selectivo de los «notables» y la imposición de jóvenes sin
formación política como mandos locales. Con frecuencia, éstos empezaron a mez-
clar la lucha por el «nuevo poder» con intereses personales o familiares. Su prepo-
tencia provocó casi de inmediato el rechazo de la población.
También como nombraban así muy muchachos, estudiantes que nada de
experiencia de la vida tienen, a veces con cuentos también hacían sus propios
canibalismos, entonces la gente ya no quería saber nada, y ya ahí empezó.19
Las comunidades de la provincia de Huancasancos —Sancos, Lucanamarca y
Sacsamarca— constituyeron una de las primeras «zonas liberadas» del PCP-SL,
que, desde octubre de 1982, había comenzado a construir allí su «nuevo poder»
obligando a todas las autoridades a renunciar bajo amenaza de muerte. El PCP-SL
fue aceptado por sectores de la población porque proponía un nuevo orden, donde
todos eran «iguales»:
¡Carajo! Esas gentes de plata a barrer las calles, bien ordenaditos, nada de
sacavueltera, a esos que eran waqras, no había eso, a esos al toque castigo […], todo
bien limpiecito era pues esas veces.20
En la memoria de los comuneros quedan el castigo a los poderosos que habían
cometido abusos y la aparente abolición de las diferencias entre pobres y ricos. El
18
Estas declaraciones las hizo Guzmán en una reunión preparatoria de una Reunión Nacional de Diri-
gentes y Cuadros.
19
CVR. Testimonio de un rondero de Chupacc.
20
CVR. Testimonio de un comunero de Saneas de 70 años.
128
Desde la década de 1960, muchas familias asháninkas bajaron por el río Apurímac
hacia el Ene, huyendo de la presión de los colonos sobre sus tierras en la selva de
Ayacucho. Años después, llegaron también colonos que se dedicaron al cultivo de
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
HP, líder de Otica, destacaba como promotor de salud y como laboratorista. Por
ello, viajaba frecuentemente a distintas comunidades de los ríos Tambo y Ene. A
mediados de la década del 80, HP fue captado por el PCP-SL. Gracias a su credibilidad
en Otica, HP ganó la simpatía de los comuneros hacia el PCP-SL: «HP nos hablaba que
había esa política para los pobres, que todo podía ser diferente […]».2
El 29 de octubre de 1987 se produjo la primera incursión del PCP-SL en Otica.
Saquearon la posta y la casa de los trabajadores de dos ONG. Inicialmente, Otica
rechazó estas acciones. Sin embargo, HP los convenció de que había sido un «error»
del PCP-SL.
Ese mismo año, HP fue elegido presidente de la comunidad. A partir de entonces,
Javier, mando político del PCP-SL y compadre de HP, comenzó a visitar Otica. Ambos
realizaban un trabajo de «politización» en cada clan familiar. Luego comenzaron a
llegar otros dos mandos colonos, que daban charlas. Después de unos meses, HP
informó a las familias que el PCP-SL iba a crear un «nuevo estado» y que la comunidad
tenía que aceptarlo. «Él era el jefe, él decía, uno tenía que aceptar. ¡Cómo no vas a
aceptar si es el jefe!».3
No todos los asháninkas aceptaron la presencia del PCP-SL. Muchos no enten-
dían su ideología. Algunos, que habían vivido en las ciudades, dudaban de sus
promesas. Otros, que se habían enterado de los asesinatos cometidos por el PCP-SL en
2
CVR. Entrevista a Carlos. Otica, septiembre de 2002.
3
CVR. Reunión con mujeres. Otica, noviembre de 2002.
orden que traía el PCP-SL aparece simbolizado en la obligación de hacer la lim- 129
pieza del pueblo, que se impuso a los viejos notables de la comunidad.
Los comités populares en Huancasancos estaban integrados por jóvenes de entre
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
12 y 30 años, quienes mantenían el orden y controlaban los movimientos de la
población. Fueron captados por un discurso que les ofrecía el poder y la igualdad.
Estos jóvenes, varones y mujeres, empezaron a sentir el enorme poder que les había
conferido el partido; la ilusión de ser siempre escuchados los fascinaba.
Las nociones de jerarquía tradicionales fueron reemplazadas por un discurso
igualitario: «Sí, ellos [los jóvenes] estaban contentos con eso, «compañero» nomás.
Nunca señor, ni padrino, nada. «Compañero»».21 El «nuevo orden» implicaba una
LAS
fuerte transgresión de las estructuras andinas tradicionales, donde el poder es
ejercido por las personas mayores, quienes tienen el respeto de toda la población.
Ahora jóvenes, mujeres y niños emplazaban a los mayores:
[...] el nuevo poder, todo el mundo con temor porque los alumnos decían a uno lo
van a matar por defraudar, con las armas uno tiene que obedecer, el pueblo ya
no tenía autoridad frente a ellos [...] los alumnos eran pues las autoridades. Se
han convertido en activistas, trabajadores, bastante lenguaje intervencionista.22
«Su palabra era la ley... ¡era insoportable!», afirma otro comunero.
El descontento con esta política se fue agravando cuando el PCP-SL restringió la
movilidad de la población y prohibió los ingresos y salidas de la comunidad. Ello no
solamente ocurrió en Huancasancos, sino también en otras zonas donde el PCP-SL
había tomado el control:
Ellos se comportaron, al inicio, de maravilla, pero no pasó ni tres meses creo,
empezaron a sujetarnos y no podíamos ni movilizarnos, ni irnos a Ayacucho siquiera,
ni a Vinchos, ni a visitar a nuestra familia. Tampoco querían que vengan de otros
sitios. Todo eso pues a uno le imposibilita la vida. Los campesinos somos libres y a
cualquier sitio nos movilizamos, y eso es lo que les ha dolido a los demás. 23
Una práctica generalizada y sistemática del PCP-SL desde el comienzo de su
«guerra popular», y que se hizo más aguda a partir de 1983, fue la utilización forza-
da de niños y niñas en las hostilidades:
Hacer que los niños participen activamente en la guerra popular, pueden cumplir
diversas tareas a través de las cuales vayan comprendiendo la necesidad de
transformar el mundo [...] cambiar su ideología y que adopten la del proletariado.
(PCP-SL 1988a)
En su mayoría, el reclutamiento se realizó mediante coacción, engaños y violen-
cia. Muchos participaban bajo presión y por temor a las represalias. Cuando las
comunidades o las familias se negaron a entregar voluntariamente la «cuota» de sus
hijos, los senderistas enrolaron a los jóvenes a la fuerza después de amenazar o
asesinar a los que se oponían.
El secuestro de jóvenes, la interrupción de la vida cotidiana del campesinado,
el ataque a su economía familiar y a la economía local, la obligación de asistir a
21
CVR. Testimonio de un comerciante de Saneas.
22
CVR. Testimonio de un comunero de Saneas de 68 años.
23
CVR. Testimonio de un comunero de Paqcha, Vinchos, Huamanga.
130
acceso fluvial.
Para controlar a las comunidades, el PCP-SL usó diversos mecanismos. Uno de
los principales fue el miedo: «[...] el que no quiere estar con el partido le vamos a
matar».4 Los «mandos» y los simpatizantes actuaban como los «mil ojos y mil oí-
dos del partido». Un clima de desconfianza se expandió dentro de las comunida-
des, e incluso dentro de las familias. Además, el PCP-SL convenció a los asháninkas
de que los militares iban a matarlos. De esa manera, logró aislarlos física y psicológi-
camente. Luego, comenzó a reclutar niños entre 10 y 15 años. Hacia 1989, el PCP-SL
ya había conformando dos comités populares en Otica:
La gente no se trataban, nosháninka, 5 sino como «compañero». Cuando a mí me
llamaron compañero, me enojé, pero la gente se acostumbraba a decir así. Uno dijo
así: estamos en el nuevo estado.6
EL ÉXODO DE CUTIVIRENI
Desde 1988, el PCP-SL adoctrinaba a la población y reclutaba jóvenes en Cutivireni.
Las incursiones, saqueos, secuestros de jóvenes y asesinato de opositores se multi-
plicaron, hasta que los asháninkas que no se habían plegado al PCP-SL huyeron al
monte, a una parte alta llamada Tzibokiroato. Sin embargo, allí también fueron
atacados en varias ocasiones. El 14 de noviembre, el PCP-SL asesinó a seis comu-
neros en Cutivireni.
En septiembre de 1991, 169 asháninkas, con el apoyo del padre franciscano
Mariano Gagnon, párroco de la misión, fueron trasladados por vía aérea al otro
lado de la cordillera del Urubamba, a territorio matsiguenga. Allí encontraron re-
fugio en la comunidad de Kiriketi, donde posteriormente crearon una nueva co-
munidad autónoma. Actualmente, un grupo sigue viviendo allí, mientras que otro
se ha reubicado en el río Tambo.
Del mismo modo, en 1991, el Ejército instaló en Cutivireni una base militar
y se formó un comité de autodefensa. Cutivireni se convirtió en lugar de refu-
gio o «núcleo poblacional», llegando a recibir a más de dos mil asháninkas
desplazados.
4
CVR. Entrevista a Ernestina. Puerto Ocopa, noviembre de 2002. Mujer de 30 años
aproximadamente.
5
Nosháninka significa amigo, hermano asháninka.
6
Varón 36 años. Testimonio recogido por el CAAAP. Puerto Ocopa, 2000.
asambleas y descuidar la atención de sus animales, la falta de libertad para mo- 131
vilizarse, todo ello suscitó un malestar general entre la población. A esto se sumó
el creciente resentimiento por la ejecución de las antiguas autoridades, el cierre
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
de ferias mercantiles, la obligación de producir sólo para el autoconsumo y la
conversión de los comuneros en «masa» administrada por el partido.
Desde fines de 1982 se produjeron las primeras reacciones violentas de las
comunidades. Probablemente la primera fue la de los comuneros iquichanos en
las alturas de Huanta, quienes en enero de 1983 mataron a siete senderistas en la
comunidad de Huaychao en represalia por el asesinato de autoridades comuna-
les. Los testimonios recogidos por la CVR en esa comunidad muestran que la pro-
LAS
puesta de construir un «Nuevo Estado», al menos en la zona altoandina de Huanta,
no fue bien recibida por el campesinado. Las autoridades de Huaychao, como el
teniente gobernador, el varayocc y el agente municipal, empezaron a discutir [con
los senderistas], diciéndoles que ellos eran miembros del gobierno y no podían
estar en contra de éste.24
Días después, el país fue remecido por el asesinato, en la comunidad vecina de
Uchuraccay, de ocho periodistas que se dirigían a investigar los sucesos de
Huaychao.
En febrero del mismo año se produjo la sublevación de Sacsamarca, con la cual
se inició el fin del poder del PCP-SL en la provincia de Huancasancos. Fatigados
por los abusos de los mandos senderistas, algunos comuneros los emborracharon
y los mataron a puñaladas y pedradas. En las semanas siguientes, se manifestaron
reacciones similares de la población en las comunidades de Huancasancos y
Lucanamarca, en donde la población también dio muerte a los jefes locales del
PCP-SL.
Estas rebeliones tempranas contra el PCP-SL, sin embargo, eran reacciones ais-
ladas, locales y no coordinadas, y siempre provocaron una respuesta violenta por
parte de los senderistas. Así, en los meses posteriores a la matanza de los periodis-
tas, el PCP-SL se ensañó con Uchuraccay, donde incursionó en tres oportunidades:
el 20 de mayo, el 16 de julio y el 24 de diciembre de 1983. En total, de los 470
comuneros registrados en Uchuraccay en el censo de población de 1981, 135 resul-
taron muertos en las incursiones punitivas del PCP-SL. Es decir, la tercera parte de
la población fue aniquilada, principalmente, por la acción violenta del PCP-SL,
pues también los embates de las rondas campesinas y de pueblos vecinos.
El 3 de abril de 1983, un número aproximado de ochenta senderistas, entre
hombres y mujeres, arremetió de la manera más despiadada contra Lucanamarca.
Conforme la columna descendía de las estancias, iba asesinando campesinos,
mujeres y hombres, niños y ancianos. Hubo en total 69 muertos. Algunas personas
que habían logrado escapar de la masacre acudieron a Huancasancos a pedir auxi-
lio al Ejército, mientras que, al día siguiente, otros sobrevivientes irrumpieron vio-
lentamente en el domicilio de los padres del líder senderista local al que habían
dado muerte anteriormente y los asesinaron.
24
CVR. Testimonio 201700.
132
Hacia fines de 1990, el PCP-SL controlaba todo el río Ene y la parte alta del río
Tambo, hasta el codo que forma el río frente a la comunidad de Poyeni. A esa zona
se le comenzó a llamar «la frontera», porque allí se formó el denominado «ejército
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Desde fines de 1989, un grupo de dirigentes de la Central Asháninka del Río Tam-
bo (CART) tenía la idea de formar un «ejército asháninka» para oponerse al PCP-SL,
pero no lograban concretarlo pues HP, también dirigente de la CART, era mando
senderista.
En 1990, el VI Congreso de la CART expresó oficialmente su rechazo al PCP-SL.
En pleno Congreso, un contingente de sesenta senderistas, entre colonos y
asháninkas al mando de HP, ingresó a la comunidad de Mayapo donde se realiza-
ba el evento. La mayoría de delegados logró escapar, con la excepción de Pablo
Santoma y de dos dirigentes invitados: Oscar Chimanca (de la Confederación
Nomatsiguenga y Asháninka del Pangoa, CONOAP) y Dante Martínez (de la Con-
federación de Nacionalidades de la Amazonía Peruana, CONAP). El PCP-SL los
capturó y llevó río arriba, a la comunidad Anapati, donde fueron ejecutados. Cuen-
tan que: «Pablo Santoma estaba tranquilo, tornaba masato y cantaba; mi suegro Andrés
Torres le dice: «Por qué no te escapas, nadie te vigila». Pablo le responde: si me
escapo te culparán a ti de haberme dejado escapar y te podrían matar a ti y a tu familia.
Si voy a morir, debo hacerlo solo, por mi pueblo». Así, Santoma, Chimanca y Martínez
se convirtieron en los mártires asháninkas de la lucha contra el PCP-SL. Sus nombres
son recordados en todos los congresos.
Estos hechos precipitaron la formación de un ejército asháninka bajo el liderazgo
de la comunidad de Poyeni, que se convirtió en refugio para los asháninkas que
buscaban protección. El 23 de septiembre de 1990 se creó el Comité Central de
Autodefensa y Desarrollo Asháninka n.o 25, reconocido por el Ejército. El primer
presidente fue Emilio Ríos, quien adoptó el nombre de combate Kitóniro (Escor-
pión). Durante cuatro años, el Comité jugó un papel importante en la organiza-
ción y liderazgo de las comunidades del Bajo Tambo.
Durante 1990, los asháninka atacaron varias veces a la «fuerza principal» del
PCP-SL, pero los senderistas se replegaban hacia el monte, llevando compulsivamente
consigo a sus «comités de base». Desaparecieron así 14 de las 35 comunidades
asháninkas de la zona del alto Tambo y todas las 30 comunidades del río Ene.
Cerca de 10 mil asháninkas fueron conducidos al monte por el PCP-SL o
huyeron.
7
Nombre dado a las rondas en el Pangoa por la organización indígena Kanuja.
La matanza de Lucanamarca fue reivindicada como acto del PCP-SL, por 133
Abimael Guzmán en 1988, en la denominada «Entrevista del Siglo», en la que
declaró que se trató de una decisión de la dirección central del PCP-SL25 frente a la
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
rebelión campesina:
Frente al uso de mesnadas y la acción militar reaccionaria respondimos
contundentemente con una acción: Lucanamarca. Ni ellos ni nosotros la olvidamos,
claro, porque ahí vieron una respuesta que no se imaginaron, ahí fueron aniquilados
más de 80, eso es lo real; y lo decimos, ahí hubo exceso, como se analizara en el año
83, pero toda cosa en la vida tiene dos aspectos: nuestro problema era un golpe
contundente para sofrenarlos, para hacerles comprender que la cosa no era tan
LAS
fácil; en algunas ocasiones, como en ésa , fue la propia Dirección Central la que
planificó la acción y dispuso las cosas, así ha sido. Ahí lo principal es que les
dimos un golpe contundente y los sofrenamos y entendieron que estaban con otro
tipo de combatientes del pueblo, que no éramos los que ellos antes habían
combatido, eso es lo que entendieron; el exceso es el aspecto negativo. Entendiendo
la guerra y basándonos en lo que dice Lenin, teniendo en cuenta a Clausewitz, en
la guerra la masa en el combate puede rebasar y expresar todo su odio, el profundo
sentimiento de odio de clase, de repudio, de condena que tiene, ésa fue la raíz;
esto ha sido explicado por Lenin, bien claramente explicado. Pueden cometerse
excesos, el problema es llegar hasta un punto y no pasarlo porque si lo sobrepasas
te desvías; es como un ángulo, hasta cierto grado puede abrirse, más allá no. Si a
las masas les vamos a dar un conjunto de restricciones, exigencias y prohibiciones,
en el fondo no queremos que las aguas se desborden; y lo que necesitábamos era
que las aguas se desbordaran, que el huayco entrara, seguros de que cuando entra
arrasa pero luego vuelve a su cauce. Reitero, esto está explicado por Lenin
perfectamente; y así es como entendemos ese exceso. Pero, insisto, ahí lo
principal fue hacerles entender que éramos un hueso duro de roer, y que
estábamos dispuestos a todo, a todo. (Guzmán 1988)
Dispuestos a todo contra civiles desarmados. Veinte años después, la CVR no
ha encontrado signos de remordimiento entre los máximos dirigentes senderistas.
Para ellos, «esas son las cosas que decimos que son errores, excesos que se come-
ten. Pero no son problema de línea».
Lucanamarca constituye un hito en la denominada «guerra popular», pues es
la primera de las matanzas masivas e indiscriminadas que, a partir de entonces,
caracterizarían las acciones del PCP-SL y lo convertirían en el grupo sedicioso más
sanguinario de la historia latinoamericana.
En abril de 1984, cuando todavía se estaba desarrollando el tercer plan militar,
Guzmán dispuso el inicio del Plan del Gran Salto, «cuya estrategia política es con-
cretar y desarrollar bases de apoyo», por medio de cuatro campañas. «Poner en
marcha la guerra de guerrillas generalizada, extender nuestras zonas, movilizar a
las masas; golpear a mesnadas para quitar base social al próximo plan reacciona-
rio y quebrado» (PCP-SL 1984).
25
Según Óscar Ramírez Durand, Feliciano, fue una decisión del mismo Guzmán. «Él dispuso, para mí
hubiera sido lo correspondiente un ataque a las Fuerzas Armadas, porque con Lucanamarca fue la
señal para todos nosotros al atacar a la población civil, lo que comienza a divorciarnos, a quitar-nos
apoyo» (CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 4 de octubre de 2002).
134
formaba una especie de círculo. Los pelotones contaban con un ambiente para
centralizar los alimentos y una especie de cancha donde se realizaban reuniones y
ejercicios. A unos quince minutos de camino se ubicaba un puesto de vigilancia. Cada
semana se cambiaban las claves de identificación que permitían el ingreso o la salida
del pelotón.
El día comenzaba a las 3:00 a.m. Los mandos despertaban a la «masa» que se
aseaba y arreglaba sus pertenencias en canastas: «listos para escapar si venían los
miserables [del Ejército]». Luego, las mujeres preparaban la comida. Estaba prohi-
bido hacer fuego durante el día, para evitar ser detectados. La comida era servida
a las 5:00 a.m. Primero comían los mandos: «Cuando [los mandos] comen una
cucharada, dicen «¡viva Gonzalo!» y recién vienen los demás [la masa] a servir-
se»8. Los «mandos» se servían lo mejor, mientras la «masa» comía en muchos ca-
sos: «sopa aguada nomás, hoja de chalanca nomás comían, tierra, hasta culebra».
Desde las 8:00 a.m. hasta las 3:00 p.m. la «masa» trabajaba en las chacras y regre-
saba hacia las 5:00 p.m. Mientras tanto, los enfermos y ancianos fabricaban púas o
armas. Los productos de la jornada —yuca, pescado— eran entregados a los man-
dos para ser centralizados y posteriormente distribuidos.
Para los niños de ocho a diez años, funcionaba durante una hora diaria una
«escuela popular», donde les enseñaban: «la sujeción y respetar al Presidente Gon-
zalo, [la] autocrítica y sujetarse al partido y Presidente Gonzalo, osheki [bastante]
canciones». Los niños mayores o «pioneros» tenían una hora diaria de entrena-
miento militar. Tenían armas rudimentarias, generalmente arcos y flechas. En el
mejor de los casos, tenían escopetas viejas. Sólo los «mandos» poseían revólveres,
fusiles FAL y ametralladoras AKM.
Al terminar la jornada, comían y se bañaban. A las mujeres las obligaban a
trenzarse el cabello, a la usanza de las colonas de la sierra. Todos debían usar
ropas limpias: «harapientas, no importa, pero limpio». En los primeros meses, la
jornada terminaba con una reunión de la familia. A veces cantaban huaynos de la
sierra con letras en castellano, enseñados por los senderistas. Conforme la situa-
ción en los comités se fue deteriorando, se restringieron las reuniones familiares y
las visitas. Incluso las manifestaciones de tristeza o la falta de apetito eran reprimi-
das: «[...] cuando están pensativo, te dice: «¡en qué estás pensando, seguro piensas
escapar!»».9
Durante las reuniones semanales convocadas por la «fuerza local», los presen-
tes «acusaban» las faltas cometidas por otros miembros del pelotón, incluso de su
propia familia. Todos sabían hacer la «autocrítica»:
Aprendimos a la fuerza. Hacía saludar a su presidente, sujeción única al presidente
Gonzalo: «Pido la palabra, compañeros. Partiendo con mi más alta sujeción al
maestro y guía, querido y respetado presidente Gonzalo, que es el jefe de nuestro
8
CVR. BDl-P737. Entrevista en profundidad. Varón, poblador de Quempiri.
9
Testimonio recogido por el CAAAP. Puerto Ocopa, 1994.
El aumento de las acciones senderistas fue respondido con dureza por las 135
fuerzas del orden. Entre los casos más conocidos se encuentran el asesinato de
seis jóvenes pertenecientes a la Iglesia Evangélica Presbiteriana, en el pago de
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Callqui, el 1 de agosto de 1984; al día siguiente, 2 de agosto, el secuestro y
desaparición, en la base de la Infantería de Marina acantonada en el Estadio
Municipal, del periodista huantino Jaime Ayala Sulca, corresponsal del Diario La
República; y, algunos días después, el 23 de agosto, el descubrimiento de 49 cadáveres
enterrados en fosas en Pucayacu, algunos kilómetros al norte de la ciudad de
Huanta, todos ciudadanos detenidos previamente en el Estadio de Huanta por la
Infantería de Marina y luego trasladados en una suerte de «caravana de la muerte»
LAS
a territorio perteneciente a la provincia de Acobamba, Huancavelica, donde fueron
asesinados entre el 16 y 19 de agosto de 1984.
En septiembre de 1984, fueron muertas 117 personas —hombres, mujeres, ni-
ños— en la comunidad de Putis, en el distrito de Santillana, provincia de Huanta,
presuntamente en manos de los militares. Como antecedente de esta masacre se
debe señalar que la mayoría de los pueblos de la zona habían sido obligados por el
PCP-SL, que actuaba en la zona desde 1983, a «tomar retirada» hacia los cerros
para eludir a las patrullas de militares que se acercaban más y más. Bajo la custo-
dia de columnas senderistas, fueron asentados por grupos en puntos estratégicos
de los cerros. «Cuidaban para que la gente no saliera y avisara a los militares de
San José de Secce. Si se enteraban que alguien estaba planeando escapar, inmedia-
tamente le cortaban el cuello».26 Así permanecieron alrededor de seis meses. Cuando
se instaló la Base Militar en Putis, un grupo de comuneros decidió entregarse y
bajó a la comunidad. Los militares los hicieron cavar sus propias tumbas y los
fusilaron. Hasta el momento en que se escribe este Informe Final, en Putis se en-
cuentra una de las fosas comunes más grandes de Ayacucho y probablemente de
todo el país.
Los documentos senderistas que circulaban en el territorio nacional, así como
los golpes recibidos por la cruenta estrategia de las Fuerzas Armadas, daban cuen-
ta de esta compleja realidad. Guzmán minimizaba estos reveses hablando de «una
inflexión» en el trabajo del partido. Como se supo posteriormente, la estrategia
del PCP-SL consistía en dejar desprotegida a la población frente a la represión:
contaban con que los abusos perpetrados por los agentes del orden provocarían
un profundo resentimiento entre los afectados, lo cual podría ser aprovechado
después por los destacamentos armados cuando retornaran.
La macabra dinámica de matanzas iniciada en 1983 corresponde a la estrategia
diseñada por Abimael Guzmán de «oponer al restablecimiento el
contrarrestablecimiento».
Cuando ingresó la fuerza armada, tuvimos que desarrollar una dura lucha: ellos aplicaron
el restablecimiento del viejo poder, nosotros aplicamos el contrarrestablecimiento para
volver a levantar el Nuevo Poder. Se produjo un genocidio altamente cruento e
inmisericorde; hemos peleado ardorosamente. La reacción y las Fuerzas
Armadas en concreto, creyeron que el 84 ya nos habían derrotado [...] pero el
resultado cuál ha sido, que los comités populares y las bases de apoyo se
26
CVR. Testimonio 200919.
136
uno mismo se critica: «soy vago, ocioso, ¡qué diablos, a veces pienso! Eso es toda mi
palabra». Tres veces nomás puedes hacerlo, a la tercera aplican violencia. 10
10
Informante mujer de 48 años. Testimonio recogido por Leslie Villapolo (CAAAP).
Puerto Ocopa, 1995.
11
CVR. Entrevista a Carlos. Otica, septiembre de 2002.
12
CVR. BOL-P. Entrevista en profundidad. Mujer, pobladora de Quempiri.
13
El PCP-SL denominó «individualistas» a los que no cumplían con la norma de
«centralizar» todo el fruto de su trabajo en la chacra, pesca u otras actividades de
recolección para luego ser redistribuido a la «masa». También era «individualista»
aquél que no quería participar en las faenas grupales encomendadas por los mandos.
14
CVR. BDI-P737. Entrevista en profundidad. Quempiri, septiembre de 2002. Varón de
40 años aproximadamente.
15
CVR. Entrevista a Ernestina de 32 años aproximadamente. Puerto Ocopa, noviembre
de 2002.
16
Mujer de 28 años. Testimonio recogido por el CAAAP. Puerto Ocopa, 2000.
17
Varón de 41 años. CN. Testimonio recogido por el CAAAP. Puerto Ocopa, 2000.
multiplicaron, eso nos ha llevado posteriormente ya a desarrollar las bases, 137
eso es en lo que estamos hoy. (Guzmán 1988)
Los «contrareestablecimientos» dispuestos por Guzmán consistieron en in-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
tentos de recuperar las «bases de apoyo» en las zonas cercanas donde se habían
establecido bases militares. Esta decisión, como era previsible, intensificó la
violencia y dejó a la población expuesta a arrasamientos practicados
alternadamente por los actores armados. Curiosamente, para Guzmán esta
particularidad era considerada como «aporte creador» al pensamiento militar
revolucionario. Fue en esta época cuando en las provincias de Huanta y La Mar, al
LAS
norte del departamento de Ayacucho, se produjo la misma cantidad de muertos
que en todos los años restantes del ciclo de violencia en la región.
A mediados de los años 80, cada vez más campesinos se vieron involucrados
en la guerra con un alto costo social. Desde el comienzo, el PCP-SL había buscado
acabar con la neutralidad de la población y los militares respondieron de igual
modo; los campesinos ya no podían mantenerse al margen y sólo les quedó deci-
dir por qué bando tomar partido.
Sin embargo, las respuestas campesinas al endurecimiento de la guerra fueron
diversas. Por un lado, la estrategia de «restablecimiento y contrarrestablecimiento»
decidida por la dirección del PCP-SL provocó la fuga de decenas de miles de po-
bladores que huyeron abandonando sus hogares y sus posesiones para salvar sus
vidas. Quienes no tenían recursos ni contactos que les permitieran irse, quedaron
convertidos en víctimas de las incursiones y los abusos del PCP-SL y de las Fuer-
zas Armadas. El sentimiento de estar a merced de los acontecimientos, sometidos
a la arbitrariedad de los actores armados, es expresivamente rememorado por los
pobladores al hablar de este período: «Viday carajo valenñachu, quknin qamun
wañuchin, quknin qamun payakun» («Mi vida no vale nada, carajo. Viene uno te
mata. Viene el otro, te pega»).27 Era una especie de pesadilla atroz de la cual, por
desgracia, no era posible despertar: «¿Acaso éramos como gente? Allí estábamos
como en nuestros sueños [...] Los de SL nos mataban, los militares nos mataban,
quién ya pues nos miraría [todos recuerdan y lloran]».28
Por otro lado, a partir de 1984 se formaron —por presión de los militares o por
voluntad propia de los campesinos— las primeras rondas contrasubversivas en la
provincia de Huamanga y en el valle del río Apurímac, que muy pronto ganaron
protagonismo en la lucha contra el PCP-SL y lograron en cierta medida neutrali-
zar a los subversivos. Éstos reconocen el «rol nefasto» que las rondas desempeña-
ron para los intereses de la «guerra popular». Según el PCP-SL, las «mesnadas»
expresaban el correlato de la estrategia de «restablecimientos» desarrollada por
los militares, de «utilizar masas contra masas».
A partir de la imagen del campesinado que tenía el PCP-SL, no cabía pensar
que los campesinos pudieran actuar contra ellos por cuenta propia. Si acaso se
levantaban, esto debía atribuirse únicamente a la influencia de los militares y de
los «agentes del podrido orden feudal».
27
CVR. BDI-P17. Notas de campo. Informante anónimo.
28
CVR. BDI-P30. Grupo focal en Loqllapampa. Accomarca, Vilcashuamán, junio de 2002.
138
hombres que hagan las balsas y que las oculten en el monte... y les dijimos que no
cuenten ni a sus mujeres ni a los niños, a nadie [...]».18
La noche en que habían decidido fugarse llegó la «fuerza local» al mando de
Jesús, hermano de Javier. El senderista se dio cuenta de las intenciones de su her-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
mano y lo quiso acusar. Ante este peligro, Javier ató a una mujer ayacuchana que
llegó con la «fuerza local», mientras otro grupo se llevaba a Jesús. Cuando Javier
llegó a la playa encontró a su hermano muerto: «Lo miré y tuve que seguir adelan-
te nomás... Nos escapamos y ya no pensé hasta después».19
La comunidad recuerda este hecho de otra manera: Javier mató a su hermano
para que puedan escapar. Por ello es visto como el «salvador» del grupo: «Jesús
llegó a la playa, y Javier tuvo que matarlo para que no nos delate [...]».20 La noche
anterior habían soñado con el color blanco, que era una buena señal. Escaparon
aproximadamente 187 personas hacia Poyeni. «Tuvimos suerte porque ese día co-
rrió viento y empujó las balsas [...] llegamos a Poyeni [...]».21 Los que no huyeron
fueron unos 147, entre adultos y niños.
Ante las fugas, los mandos senderistas comenzaron a separar a los miembros
de las familias, de modo que si alguno intentaba escapar, tomaban represalias contra
los que quedaban. Se multiplicaron los ajusticiamientos. Paralelamente, entre 1991
y 1993 se incrementaron los operativos conjuntos entre el Ejército y los ronderos
en los valles del Tambo y del Ene. A través de esos operativos se fue recuperando
de manera paulatina a numerosos asháninkas secuestrados por el PCP-SL. Sólo en
1993 fueron rescatados cerca de tres mil asháninkas en el valle del Ene.
18
CVR. Entrevista a Javier. Camino de Puerto Ocopa a Satipo, diciembre de 2002.
19
Ibídem.
20
CVR. Entrevista a Carmen. Otica, septiembre de 2002.
21
CVR. Entrevista a Máximo. Otica, septiembre de 2002.
22
El término «núcleo poblacional» fue acuñado por algunos estudiosos debido a que
la legislación internacional no reconoce la existencia de «refugiados internos» sino
tan solo de «desplazados».
A diferencia de lo ocurrido en la provincia de Huamanga y en el valle del río 139
Apurímac, la creación de comités de defensa civil que impulsaban las Fuerzas
Armadas no prosperó en el valle de Huanta en 1984. Esto se debió al rechazo que
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
causaba la represión indiscriminada de los militares. Ante la presión para formar
rondas, los jóvenes prefirieron migrar masivamente a la ciudad de Huanta, a la
selva o a Lima. Los pueblos de las provincias del centro sur —Cangallo, Víctor
Fajardo, Vilcashuamán— se mostraron igualmente reacios a organizarse contra
el PCP-SL.
Las diferencias entre las respuestas de los campesinos de Ayacucho al PCP-SL
se explican, entre varios factores, por los diversos comportamientos de los grupos
LAS
senderistas y de los militares respecto de la población. En general, la agresión del
PCP-SL contra el campesinado fue mucho más brutal en el norte del departamen-
to, mientras que en el centro del departamento las matanzas más feroces fueron
las cometidas por los militares (Umaro y Accomarca en 1985, Cayara en 1988).
Así, no obstante lo señalado en el párrafo anterior, el acercamiento entre la pobla-
ción campesina y el Estado fue, a la larga, mucho mayor en Huanta y Huamanga
que en Cangallo y Víctor Fajardo.
Los datos disponibles indican que el PCP-SL invirtió más esfuerzo en la pre-
paración de su guerra en las provincias centrales del departamento utilizando
para ello, sobre todo, la cuestión del acceso al sistema educativo, que figuraba
desde décadas atrás entre las demandas más importantes del campesinado. El
PCP-SL tuvo su laboratorio de cuadros en los dos colegios más importantes de la
zona centro-sur de Ayacucho: el colegio General Córdova, en Vilcashuamán, y el
colegio Los Andes, en Sancos. También en el valle de Huanta, la otra zona donde el
PCP-SL se mantuvo hasta fines de los años 80, logró construir una base sólida
entre los «colegiales». Por el contrario, en zonas como la puna de Huanta o la
provincia de La Mar, donde la cobertura escolar era menos densa, los lazos entre
campesinos y subversivos se rompieron más tempranamente.
140
Cuando los refugiados de Otica llegaron a Poyeni, los ronderos dejaron entrar al
grupo porque entre ellos tenían conocidos. «Cuando llegamos ya estaba ahí mi
compadre, él me reconoció y me defendió de los ronderos [...]. Por eso nos dejaron
entrar».23 De no ser así, «[...] los ronderos hubieran dado muerte a los hombres y
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
mujeres mandos, como lo hicieron con los refugiados que llegaron de otras comu-
nidades [...] nosotros veíamos pasar después los cuerpos flotando en el río […]».24
La base de la Marina en Atalaya envió un destacamento que interrogó al gru-
po de Otica y lo ubicó en diferentes «sectores» de la comunidad, aunque algunas
personas rotaban periódicamente para ser vigiladas. Los huérfanos fueron repar-
tidos en diferentes casas y muchas veces fueron maltratados, presentándose in-
cluso casos de violación sexual.
Los otiqueños recibían un trato discriminatorio en el reparto del apoyo recibi-
do de instituciones públicas o privadas. La gente de Poyeni los estigmatizaba como
terroristas y sentía temor de que Otica se organizara para atacarlos, pues sospechaban
que éstos seguían con el PCP-SL. Ese temor persistió aun después de que la población
de Otica retornó a sus propias tierras.
El conflicto armado interno produjo trastornos demográficos. Creció la pro-
porción de mujeres y niños, pues muchos varones murieron en enfrentamientos.
Muchos ancianos murieron en las «bases de apoyo» o en los «núcleos pobla-
cionales», reduciendo la ya escasa expectativa de vida. Algunas tareas agrícolas
propias de los varones adultos tuvieron que ser asumidas por las mujeres, recar-
gando sus tareas en la familia y en la comunidad. Los varones adultos también
vieron su trabajo recargado por sus tareas como ronderos. Por la mortandad sufri-
da, el número de ronderos era reducido. Hacia 1993, había en el Ene unos quinien-
tos ronderos, mientras que en el valle del Tambo superaban los mil, número relati-
vamente pequeño para una población de aproximadamente 20 mil personas. Sin
embargo, toda la comunidad colaboraba en las tareas de autodefensa.
En muchos casos, la población civil tuvo que pagar un alto precio por el apoyo
militar. La mayoría de militares provenía de la costa o de la sierra y desconocía las
costumbres de la selva. Muchos abusos se cometieron por razones de intolerancia
cultural. Con frecuencia, algún militar se aprovechaba de las mujeres o de los re-
cursos y bienes de la comunidad. Por la existencia de guarniciones militares den-
tro de algunos «núcleos poblacionales», las fronteras entre la vida civil y la militar
se volvieron difusas. Así, los ronderos tenían que formarse, izar la bandera y can-
tar el himno nacional todos los días, a las 6 a.m. y a las 5 p.m. Esta militarización se
aprecia incluso en el lenguaje utilizado por los ronderos, docentes y autoridades,
así como en la formas de resolver conflictos.
23
Testimonio del mando político del Comité de Base Wacapú. Otica, noviembre de 2002.
24
Información proporcionada por una profesional que trabajó en la comunidad en la
década del 90. Lima, noviembre de 2002.
MAPA 141
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
REPORTADOS A LA CVR, SEGÚN AGENTES PERPETRADORES,
POR PROVINCIA
LAS
EL RETORNO
RESPONSABLES
Hacia 1995, el PCP-SL se replegó hacia el río Ene. En el río Tambo, conforme crecía
el clima de tranquilidad, se inició el proceso de retorno desde los «núcleos
poblacionales» hacia los lugares de origen. En muchos casos, los que volvían no
eran los mismos que habían huido en años anteriores. Muchos habían muerto,
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
otros habían huido al monte o hacia comunidades más lejanas. Algunos decidie-
ron quedarse en las comunidades que los habían acogido y otros, en fin, decidie-
ron seguir a sus nuevas parejas o familias.
En algunos casos se trasladaron comunidades enteras sin contar con recursos
adecuados para su subsistencia y su reasentamiento; en otros, se produjo un retor-
no gradual, asegurando condiciones mínimas para el reasentamiento; varias co-
munidades contaron con el apoyo de instituciones externas. El más eficaz ha re-
sultado el retorno gradual liderado por la misma comunidad retornante.
Las casas y chacras de las comunidades originales habían sido destruidas por
el PCP-SL o por el paso del tiempo. En muchos lugares, el bosque había devorado
las áreas de cultivo. En 1994, la CART se reactivó y organizó su VII Congreso.
Recién en ese momento, las rondas de Poyeni y Puerto Ocopa se conocieron y
unificaron. A partir de 1995 se comenzó a normalizar el tránsito terrestre y fluvial.
Hacia fines de la década, algunas familias pudieron retomar sus cultivos orienta-
dos al mercado como el café e incipientes actividades de comercialización. Retor-
naron ONG, pero también empresas madereras y petroleras, y grupos de colonos.
En muchos casos, estos procesos han reabierto antiguos conflictos y han generado
nuevos.
A mediados de los años 80 se presentan, por tanto, diferentes escenarios de la 143
guerra en Ayacucho. En las cuencas de los ríos Pampas-Qaracha, donde el PCP-SL
había logrado consolidar numerosas bases de apoyo a través de un trabajo de
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
adoctrinamiento temprano, mantuvo una presencia, aunque sumamente debilita-
da, hasta los años 90.
De otro lado, en la zona altoandina de la provincia de Huanta, una de las
primeras que se había levantado contra el PCP-SL, se establecieron algunas «ba-
ses antisubversivas multicomunales». Ccarhuahurán, centro histórico de los
iquichanos, fue una de ellas. Cuando la Infantería de Marina llegó a la comuni-
LAS
dad en agosto de 1983, logró instalar un comité de defensa civil sobre la base de
los grupos de autodefensa que habían surgido a fines de 1982, poco antes del
asesinato de los siete senderistas en Huaychao. Los «navales» instalaron un des-
tacamento de 36 hombres en el pueblo, donde se agruparon ocho anexos —en
este caso por voluntad propia— con un total de 600 familias (Coronel 1996: 51).
Otra localidad resistente fue la ex hacienda de Chaca, situada en el distrito
huantino de Santillana, donde se congregaron siete comunidades vecinas. Mien-
tras unos se concentraron en estos centros multicomunales, otros se desplazaron
a los valles de Huanta, Tambo y el río Apurímac y a las ciudades de Ayacucho y
Lima. Hacia mediados de 1984, las punas de la provincia de Huanta habían que-
dado desoladas. El desplazamiento involucró comunidades enteras y desapare-
cieron alrededor de 68 de ellas.
En noviembre de 1983, familias de diez comunidades, a las que más tarde se
unirían otras de Uchuraccay o Iquicha, se concentraron en Ccarhuapampa, en las
afueras de la ciudad de Tambo, y formaron la primera aldea multicomunal de
desplazados. Desde el comienzo, Ccarhuapampa se organizó alrededor de su co-
mité de defensa civil según una lógica militar: dicho comité estableció un rígido
sistema de vigilancia con restricciones a la movilidad de la población; se expedían
pase de tránsito y se sancionaban con castigos físicos las trasgresiones a las nor-
mas. Cada vez más pueblos en el norte de la sierra ayacuchana empezaron a orga-
nizarse de la misma manera.
En el valle del río Apurímac avanzaron las milicias de Defensa Civil
Antisubversiva (DECAS), como se han denominado a las rondas campesinas con-
tra subversivas de la zona. Las DECAS fueron la primera milicia campesina que
logró constituir una red de organizaciones que abarcaba toda una región, en este
caso el valle del río Apurímac. Hacia mediados de 1985, las Fuerzas Armadas y la
DECAS habían hecho retroceder a las columnas senderistas del valle.
Uno de los refugios del PCP-SL en la zona fue el «comité popular» denomina-
do Sello de Oro, en la localidad de Simariva del distrito de Santa Rosa. Allí, el
PCP-SL organizó «la masa» campesina según su concepción de «nuevo estado».
Sin embargo, era un cerco humano cuya permanencia se sostuvo bajo el ejercicio
autoritario de su poder.
El temor a quedarse sin bases sociales, tanto por el descontento de la población
como por la presión que ejercían las fuerzas del orden y las DECAS, hizo que el
PCP-SL optara por oprimir aun más a la población que se encontraba como «masa»
en los «comités populares» del valle del río Apurímac:
144 Las familias vivían en carpas de plástico, expuestas a la intemperie y sin ropas
de vestir. La alimentación era todavía un problema mayor. En los últimos años
casi dejaron de probar sal, azúcar, verduras, menestras. En los diez años,
RESPONSABLES
habrían muerto alrededor de 100 niños y adultos por falta de alimentos. (Del
Pino 1999: 178)
Cuando, el 24 de octubre de 1993, la «masa» de Sello de Oro mató a los mandos
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
senderistas y se entregó a la Base Militar de Santa Rosa, «el 100% padecía de ane-
mia, muchos tenían tuberculosis, bronquitis aguda, paludismo. Muchos niños, por
la desnutrición, a los dos, tres años aún no podían caminar» (Del Pino 1999).
Una forma similar de controlar a la población fueron las «retiradas» en la zona
denominada Oreja de Perro, en el distrito de Chungui, departamento de Ayacucho.
Las «retiradas» consistían en el desalojo forzoso del centro poblado, cuyos habi-
tantes eran llevados a refugiarse en los cerros y en el monte de la ceja de selva, en
zonas de difícil acceso. Esto significó que el PCP-SL trasladaba sus «bases de apo-
yo» para sustraerlas a la acción de las Fuerzas Armadas. Debe recordarse que el
PCP-SL llamaba «bases de apoyo» a la reunión de varios «comités populares», es
decir, poblaciones en las que había desplazado o aniquilado a las autoridades lo-
cales y había implantado sus «comisarios». En el lugar de «retiro» la organización
subversiva implantaba un férreo orden y un control total que convertía la vida en
las «retiradas» en un tormento colectivo:
Tuve mucha pena. En mi base quedamos pocos y escapamos hacia la puna
donde comimos papas. Al enteramos que los sinchis se fueron, volvimos los que
quedamos de mi base al sector de Achira, donde volvieron a venir los senderistas
para organizarnos nuevamente. Nos dijeron: nosotros somos bastantes, como la
arena del río y los militares son como las piedras grandes del río. La organización
de las masas en mi base era: las señoras se ocupaban en cocinar y si los adultos
trabajaban en la chacra, llevar la comida. Los adultos y jóvenes participaban en
la fuerza principal y a la vez eran agricultores. Todos trabajaban para todos. No
había individualismo. Los niños mayorcitos ayudaban en lo que podían y a los
más pequeños, el senderista SF nos enseñaba a leer, escribir, nos hacían cantar
y jugar. Yo tenía siete años en ese entonces. Lo que me duele recordar es cómo
las masas morían porque no podían escapar de los ataques que hacían los
militares. La Fuerza Local y Principal casi nunca caía. Eran jóvenes a partir de los
12 años y los adultos hasta los 40 años de edad, quienes podían escapar fácilmente
de los militares, pero no podían enfrentarse, porque sólo eran veinte combatientes
y estaban armados con palos, hondas, dos escopetas y dos fusiles. Así iban
muriendo muchas masas y quedábamos pocos.29
Durante los años 1983-1985, Ayacucho siguió siendo la zona más convulsio-
nada; sin embargo, no fue la única región donde se sintieron las consecuencias de
la «guerra popular». También en Huancavelica, sobre todo en las provincias de
Angaraes y Acobamba, el PCP-SL aplicó la estrategia de crear vacío en el campo:
asesinato de autoridades que no habían renunciado y hostigamiento a los puestos
policiales, así como intimidación a poblaciones y asesinato de quienes eran sos-
pechosos de ser «soplones», aunque no se registraron «arrasamientos» de comu-
29
CVR. Testimonio 202014.
nidades. Sin embargo, las fuerzas del orden enfrentaban más directamente a las 145
columnas senderistas y les ocasionaban numerosas bajas.
En Paseo, particularmente en la provincia de Daniel Alcides Carrión, el PCP-SL
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
llegó a tener numerosas «bases de apoyo». En 1983, la zona no había sido declara-
da en estado de emergencia y el PCP-SL continuaba la estrategia de «batir al
enemigo» asesinando autoridades locales y propietarios de tierras. En mayo de
ese año, un contingente de 200 campesinos conducidos por un pelotón de
senderistas armados ingresó al distrito de Páucar, arengó a la población y amenazó
a las autoridades. Un mes después, en un nuevo asalto al pueblo, fueron asesinadas
las autoridades y el director del colegio por no haber renunciado. Luego, cuatro
LAS
autoridades más fueron asesinadas en el vecino caserío de San Juan de Yacán. Los
testimonios hablan de niños y adolescentes en el contingente del PCP-SL que
desfilaban con cintas rojas y daban vivas al «presidente Gonzalo». El distrito
quedó en manos del PCP-SL, cuya fuerza principal era encabezada por Óscar
Ramírez Durand, Feliciano. Recién en julio de 1984 la provincia de Daniel Alcides
Carrión fue declarada en emergencia y quedó bajo control militar.
Otra zona de expansión en este período fue el valle del Mantaro, tanto por la
realización de acciones de sabotaje como por la penetración en la universidad. El
20 de enero de 1983, se produjo allí la primera aparición pública de militantes
armados del PCP-SL: cuatro senderistas irrumpieron en el comedor universitario
y pidieron colaboración económica. Irrupciones de ese tipo se hicieron frecuentes
en los años sucesivos en el campus universitario.
El gobierno municipal y los partidos políticos fueron también objeto de atenta-
dos. Saúl Muñoz Menacho, alcalde de Izquierda Unida (IU) en Huancayo, fue
asesinado el 16 de julio de 1984. En marzo y abril de 1985 se produjeron atentados
dinamiteros contra los locales partidarios de Acción Popular, del Partido Popular
Cristiano, del PAP y de IU, y contra el Registro Electoral Provincial. Las acciones
subversivas continuaron aumentando durante todo el año.
En la selva central, los testimonios de asháninkas del río Ene señalaron que se
recibieron noticias de la presencia del «partido» desde 1982. En 1984, el PCP-SL
inició un trabajo sistemático de penetración y captación de líderes de comunida-
des nativas y de jefes de clanes familiares. En octubre de 1984 se produjo un aten-
tado: el incendio de la misión franciscana de Cutivireni, en el distrito de Río Tam-
bo de la provincia de Satipo, así como de una granja y viviendas aledañas. El
hostigamiento con métodos terroristas a la misión de Cutivireni sería exaltado
por el PCP-SL en un documento de 1991:
Otra situación de similar repercusión y que ha sido muy usada por la reacción
peruana como parte de la acción sicológica de la guerra de baja intensidad que
están aplicando es la propagandización de la acción del religioso de la Misión de
Cutivireni, el franciscano Magnon, en el valle del Ene, con los nativos asháninkas.
Trabajaba desde los 70 en la región pero desde el ILA 80 adoptó una posición
contraria, particularmente desde el 85 cuando el Partido instaló una de sus Bases
de apoyo en el lugar y sus feligreses se iban incorporando a nuestras filas; llegó
a pedir por escrito la presencia del ejército reaccionario hasta que llegaron a
instalar una base contrasubversiva. La política de nuestro Partido fue la de invitado
a través de muchas formas y requerimientos a que se sujete al Nuevo Poder y se
146 limite a labores estrictamente religiosas y se abstenga de acciones
contrarrevolucionarias; se realizaron varias incursiones de sabotaje y
arrasamiento hasta que lo obligamos a salir del lugar. (PCP-SL 1991c)
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
LAS
El Gran Salto
En la III Conferencia del Comité Central de 1983 se aprobó la fase El Gran Salto,
correspondiente al tercer plan militar, Conquistar Bases de Apoyo, que duraría
hasta septiembre de 1986. Esta fase debía cumplirse a partir de junio de 1984.
Tuvo cuatro campañas:
A pesar de los golpes recibidos entre 1983 y 1985, el PCP-SL no sólo mantuvo su
presencia en lo que consideraba su frente principal, Ayacucho, sino que se proyec-
tó sobre otros espacios en la sierra peruana y, con renovada confianza en sus fuer-
zas, desplegó a partir de 1986 una expansión que puso en situación de alarma al
Estado peruano.
Con el cambio de gobierno del 28 de julio de 1985, cuando Alan García asumió
el mando, hubo expectativas de que se modificara la política contrasubversiva del
Estado. Pero Abimael Guzmán no tenía intención de otorgar ninguna tregua al
régimen entrante y quería, más bien, deslegitimarlo en el plazo más corto. Defi-
nió, por eso, como la tarea partidaria fundamental «desenmascarar» al Partido
Aprista Peruano (PAP), «quitarle la careta progresista», para seguir expandiendo
la guerra popular.
El Perú está ardiendo, así en CR principal, en el Sur, Centro, Norte, Lima y
Norte y Sur Chico. Ese conjunto de acciones unidas a una acción militar, el
incendio de Maruy, es lo que forzó la mano al APRA como planteáramos al
obligarlo a poner la capital en estado de emergencia y lo ha hecho y más allá
de lo que esperábamos al poner toque de queda.
Guzmán no se proponía esperar a que el PAP mostrara su «entraña represiva»,
Él estaba decidido a obligarlo a exhibirla. A pesar de la inicial voluntad mostrada
por el gobierno de investigar las masacres de Accomarca, Umaro y Bellavista y de
sancionar a los responsables, quería provocar una represión sangrienta: «Hay que
inducir al genocidio al APRA», ése es el acuerdo de la IV Plenaria; «eso es parte de
forzarle la mano al PAP, y no es propiciar la muerte porque es la reacción la que
lleva todos los días una constante guerra civil como dijo Marx»(PCP-SL 1986b).
En junio de 1986, un amotinamiento de presos senderistas en los centros pena-
les en Lima desembocó en una masacre que echó por tierra la posibilidad de una
estrategia contrasubversiva respetuosa de los derechos humanos como la que ha-
bía ofrecido el presidente García. La acción, por otra parte, resultó nuevamente
contraproducente en relación con el PCP-SL, pues la masacre no sólo coincidía
con su estrategia de «inducir genocidio», sino que fortaleció, más bien, su volun-
tad de lucha y justificó el papel de las «luminosas trincheras de combate» dentro
de la estrategia del PCP-SL. A pesar de las críticas internas sobre lo excesiva que 149
había sido la «cuota», Guzmán se ratificó en que la matanza de los presos era una
derrota política del gobierno aprista y, por lo tanto, una victoria del PCP-SL.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
La evaluación que Guzmán hacía de la situación estaba en las antípodas de lo
que opinaban sus opositores en el PCP-SL. Para él, la aplicación de la línea había
sido «un gran éxito, rotundo, notable y resonante», pero había quienes se negaban
tozudamente a ver la situación corno él la veía: «hay informes que tienen una
opinión contraria, que presentan no un éxito sino una situación minimizada [sic] y
hasta negra, negativa. Es el caso de N. en el Norte y de H. en Cangallo expresan
criterio negativo; en el del Sur también hay apreciación pesimista similar en
LAS
Huancavelica, en ellos se expresa desconcierto y no saben cómo manejar» (PCP-SL
1986c).
Guzmán estaba decidido a consolidar la concentración del poder lograda en el
IV Pleno del Comité Central y acusó a los disidentes de colocarse al margen y en
contra de las decisiones partidarias: «El IV Pleno definió el contenido político es-
pecífico de la I Campaña: socavar el montaje del nuevo gobierno aprista, de ahí
que ambos, N. y H., no reconocen la IV Plenaria» (PCP-SL 1986c). Lo que, según
Guzmán, expresaba la posición de los enjuiciados era el miedo al PAP, que les
llevaba a volverse en contra de la dirección.
Las discrepancias de los disidentes terminaron convertidas repentinamente
en una grave amenaza al partido: «Nuestros errores redundan golpeando al
Partido del que somos parte y que nos permite participar en la gloriosa tarea de
transformar nuestra patria» (PCP-SL 1986c). Pero allí no quedaba la
responsabilidad de quienes habían resultado sorpresivamente convertidos en
enemigos; su actitud constituía, además, una amenaza de dimensiones planetarias:
«Nuestros errores también dificultan a la revolución peruana, a la emancipación
del proletariado y eso también daña al desarrollo de la revolución mundial». Los
disidentes fueron apabullados y obligados a autocriticarse tres veces. El Comité
Central acordó «llamar la atención a la c. [camarada] Noemí y que saque lección y
no vuelva a repetir esas situaciones que dificultan». Se atribuyó el incidente a
«situaciones de poder personal» (PCP-SL 1986c); el Buró Político acordó no abrir
debate, «sólo sacar lección de que incidentes como esos generan una separación
entre Bases-Dirección que ponen a la revolución en gravísimo riesgo, sacar lección y
nunca generar acciones que separen bases de Dirección, pues llevan a la derrota».
CUADRO 4
150 Despliegue nacional 1986-1989
regionales y locales, debe ser matizada por las conductas concretas que cada realidad
regional y local imponía a los mandos locales.
La ideologización extrema impedía a los dirigentes del PCP-SL entender los
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
La actividad de las rondas se incrementó en la selva del valle del río Apurímac,
donde el PCP-SL ensayaba sus «retiradas» para enfrentar el permanente asedio de
los comités de autodefensa, fortalecía sus «campamentos», se movilizaba conti-
nuamente y aumentaba su presión sobre la «masa» y su violencia contra la mayo-
ría de la población del valle.
En las provincias de Huancavelica que se ubican en el área del sur central, la
pacificación parcial lograda con la instalación de bases contrasubversivas en el
LAS
área rural reflejó una situación similar a la de Ayacucho. En el informe de balance
de los comités del PCP-SL ya mencionado, Guzmán escribió que la base principal
de Huancavelica «está rodeada, ver cómo recuperada».
Un ejemplo de cómo Guzmán engañaba a sus dirigentes intermedios es el in-
forme que dio al comité zonal de Huancavelica después de lo sucedido en Cayara:
«Erusco es la más grande emboscada hasta hoy, 30 muertos de las Fuerzas Arma-
das, de ahí su respuesta siniestra de impotente rabia que los lleva a echarse en las
masas».30 En realidad, en esa emboscada murieron cuatro miembros del Ejército.
En resumen, en 1986 la guerra ya no tenía como único escenario la región del
sur central, sino también otras zonas del país, particularmente la región central, el
Huallaga y Puno.
Abimael Guzmán había impartido instrucciones claras al Comité Regional del
Centro en 1985:
[...] debemos retomar todo este eje principal [...] Desarrollar el trabajo minero;
desarrollar las invasiones campesinas rompiendo las cercas y que metan su ganado;
destruir sus unidades de producción, las SAIS arrasadas para que no tengan
capitales y no puedan volver a parar su sistema, eso nos permitiría mover gran
cantidad de masas campesinas. Si no pueden meter su ganado rompiendo cercas
y concretando la invasión entonces podemos quemar los pastos. (PCP-SL 1985b)
A partir de 1987 se nota un brusco crecimiento de la violencia en la región
central, que supera lo registrado en Ayacucho en esos años. Las zonas altoandinas
del Canipaco y el Cunas y la cuenca del Tulumayo en la vertiente oriental, hacia
Satipo, se convirtieron en escenario principal de «destrucción del viejo estado» y
se intensificó el hostigamiento a puestos policiales y las amenazas y asesinatos de
las autoridades locales. En enero de 1988, se instaló el primer «comité popular» en
Chongos Altos (Canipaco) y el ejemplo se expandió en esta zona altoandina. En el
Alto Cunas, se concretó la destrucción de la SAIS y locales públicos, así como del
PROCAD en San Juan de Jarpa. El asesinato de autoridades y funcionarios, y de
pobladores calificados como ricos o abusivos se hizo frecuente.
En la vertiente oriental, en Tulumayo, el PCP-SL también pudo constituir en
1988 «comités populares» en los tres distritos; pero, a inicios de 1989, la presencia
itinerante de la «fuerza principal» se hizo cada vez más violenta y prepotente. La
exigencia de alimentos se hace más frecuente y la imposición más drástica. Co-
menzaban a esbozarse así las condiciones para la pérdida de control del PCP-SL.
30
Reunión con el comité zonal de Huancavelica del 21 de septiembre de 1988.
152 En el valle del Mantaro, donde se encuentran las principales ciudades, y en la
zona minera del departamento de Junín, el conflicto tuvo signo diferente. Ahí no
se logró instalar «comités populares», probablemente por ser una zona con una
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
de apoyo» para sus incursiones. Amplió su presencia a los distritos de Río Tambo,
Pangoa y Mazamari; instaló registros en lugares clave del tráfico fluvial, las inme-
diaciones de Puerto Ocopa, capital del distrito de Río Tambo, zona de ingreso a los
tres grandes valles (Ene, Tambo y Perené). El PCP-SL estuvo presente prácticamente
en toda la provincia de Satipo. Si bien su primer asentamiento estuvo vinculado a la
población colona,31 el PCP-SL se hizo fuerte en algunas comunidades nativas,
especialmente asháninkas, donde enroló población, a veces compulsivamente, y
LAS
arrasó los poblados donde no era aceptado.
En la región nororiental, y en particular en el Huallaga, la historia del PCP-SL
muestra las particularidades del vínculo con la población cocalera, en el contexto
del auge de precios de derivados ilícitos de la hoja de coca. El Alto Huallaga es
uno de los pocos lugares donde el PCP-SL logró controlar un territorio extenso
por un largo período de tiempo, entre ocho y doce años. Es también la zona donde
se ha registrado la mayor cantidad de muertos después de Ayacucho, particular-
mente en las provincias de Leoncio Prado (Huánuco) y Tocache (San Martín).
La presencia de las organizaciones dedicadas al narcotráfico en la región obli-
gó a los mandos senderistas a desarrollar una política de coexistencia que incluía
el cobro de cupos por las avionetas que salían con cargamentos de droga, la pro-
tección del traslado de la droga y eventuales alianzas para controlar territorios. A
partir de 1987, el PCP-SL empezó a «liberar zonas» expulsando a la policía de sus
cuarteles. Impuso a los narcotraficantes la disolución de sus pandillas de sicarios
y los obligó a una alianza para regular el tráfico de droga y garantizar a los pro-
ductores de hoja de coca un precio de venta que les resultara provechoso.
Con el crecimiento del narcotráfico, a partir de 1987, el PCP-SL impulsó una
segunda fase, en la cual, además de asesinar dirigentes políticos, alcaldes, dirigen-
tes comunales y funcionarios públicos, destruyó locales municipales, puentes, edi-
ficios públicos, y tornó numerosos pueblos y ciudades. Además, realizó atroces
«juicios populares» que culminaron en el asesinato de quienes se oponían a la
organización terrorista. En el último período de esta fase, las acciones subversivas
se extendieron hasta dos provincias del departamento de Loreto. En Ucayali, la
capital de la provincia de Padre Abad, Aguaytía, se convirtió también en centro de
operaciones del PCP-SL. Hacia comienzos de la década del noventa, se estimaba
que aproximadamente la tercera parte de las fuerzas principales y locales del «ejér-
cito guerrillero popular» estaban actuando en la región.
En el sur andino se abrió desde 1986 otro espacio de guerra en el altiplano
puneño, superpuesto a la tensión entre las comunidades y las empresas asociativas
creadas por la Reforma Agraria. Tales tensiones se agudizaron al iniciarse el go-
bierno de García Pérez. Los obispos de Puno se reunieron con Alan García y le
31
En este contexto, el término colono se refiere a la población no nativa, principalmente andina, que
había fluido a la zona desde los años 60, cuando el Estado impulsó la «colonización» de la selva
proveyendo, entre otros incentivos, rutas de acceso como la Carretera Marginal y otras vías.
154 demandaron una solución al problema de la tierra para evitar que en ese depar-
tamento se replicara la tragedia de Ayacucho. En 1986, el gobierno promulgó el
decreto supremo de Reestructuración de las Empresas Asociativas, que ordenaba
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
segundo, el apagón seguido de acciones de sabotaje, especialmente el estallido de
coches bomba por las inmediaciones de Palacio de Gobierno y Palacio de Justicia,
además del incendio de varios centros comerciales, cuando el presidente argenti-
no Raúl Alfonsín era agasajado por su colega peruano Fernando Belaunde, el 7 de
junio de ese año. Fue la primera oportunidad en que el PCP-SL utilizó la modali-
dad de coches bomba para realizar sus acciones.
Como se ha señalado antes, en estas circunstancias, Socorro Popular creció en
LAS
importancia en el conjunto de la actividad senderista en Lima. Además de la diná-
mica empleada por los encargados de Socorro Popular, ocurrió un hecho impor-
tante que remeció al Comité Metropolitano y que, finalmente, lo dejó en segundo
lugar respecto de Socorro Popular: los sucesos de los penales.
En junio de 1986, se produjeron motines sincronizados de los presos acusados
de terrorismo en los penales de Lurigancho, El Frontón y Santa Bárbara. Éstos
concluyeron con la intervención de las fuerzas del orden que produjo una gran
cantidad de internos muertos.
En realidad, la historia de este hecho había empezado el año anterior. A medi-
da que fueron realizándose las campañas del Gran Salto, los internos de los
penales limeños, sujetándose a las directivas de militarización del aparato, con-
virtieron sus centros de reclusión en «luminosas trincheras de combate». En
estas circunstancias, el 13 de julio de 1985, los presos de El Frontón, Lurigancho
y Callao iniciaron motines simultáneos para ser considerados «presos
especiales», presionando, desde entonces, a las autoridades para adquirir más
ventajas. Sin embargo, el motivo principal era oponerse al inminente traslado
de internos hacia el nuevo penal de Canto Grande y, de ese modo, impedir que se
desbarate el aparato de dirección y el tejido de comunicaciones con el exterior
que habían organizado en las cárceles. El 4 de octubre de ese año, la tensión
acumulada dio lugar a una intervención de las fuerzas del orden que terminó
con 32 acusados de terrorismo muertos en el penal de Lurigancho.
Siguiendo la consigna de provocar al Estado para «inducir el genocidio» y así
desenmascarar al gobierno fascista de García Pérez», los senderistas recurrieron al
asesinato selectivo. El 24 de octubre de 1985, fue asesinado Miguel Castro Castro,
director del penal de El Frontón. El 15 de enero de 1986, un enfrentamiento entre
familiares de presos por terrorismo y la Guardia Civil, cuando se inauguraba el
penal de Canto Grande, dio corno resultado un muerto y catorce heridos. El 31 de
enero fue asesinado un capitán de la Guardia Civil, y el 5 de febrero, el comandan-
te (r) EP Rubén Izquierdo, que perteneció a los servicios de inteligencia.
Ante la gravedad de los acontecimientos, el 7 de febrero se declaró el estado de
emergencia en Lima y El Callao.
Esta decisión gubernamental fue vista corno un «éxito» por los líderes del
PCP-SL, quienes proclamaron: «hemos obligado a que ponga [el presidente García]
en emergencia a la propia capital de la República» (PCP-SL 1986c). Según sus
cálculos, el ansiado genocidio realizado por el Estado estaba a punto de llevarse a
cabo pues «van a tener que imponer el terror en los barrios pobres, porque en Las
156 Casuarinas no tocan ni las puertas, allí lamen. Si realizan un plan así, esto impli-
caría [...] una situación más favorable para nosotros» (PCP-SL 1986c).
Luego de este hecho, los asesinatos se hicieron más frecuentes. Entre enero y
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
proclamaba públicamente su admiración. Los aparatos de propaganda del PCP-SL
se referían al «presidente Gonzalo» sólo utilizando superlativos: «el más grande
marxista viviente sobre la Tierra», «la Cuarta Espada del marxismo».32
Por otra parte, el estilo de debate partidario, basado en la «lucha entre las dos
líneas», de la cual debía salir la «línea correcta», proletaria, previo aplastamiento
de la «línea errónea», burguesa, y la pública humillación de sus portavoces, obli-
gados a realizar autocríticas que alcanzaban niveles abyectos, constituía otra fuen-
LAS
te de su legitimidad como dirigente superior.
La lucha de dos líneas es trascendental, es la lucha de clases en el Partido, es
motor del Partido porque es la contradicción en el Partido [...]
32
Los tres primeras «espadas» eran Marx, Lenin y Mao; el «doctor» Guzmán (el título era igualmente
subrayado por su propaganda partidaria) era su digno sucesor. Aunque Guzmán sostiene que no hay
un documento partidario que hable de la «cuarta espada», esta denominación era ampliamente utili-
zada por la militancia senderista y en los panfletos propagandísticos de entonces, incluido El Nuevo
Diario.
158 Militar y presidente de la Comisión Organizadora de la República Nueva Demo-
cracia. El «presidente Gonzalo» calcó con ello la terminología del Partido Comu-
nista chino, del cual Mao Zedong fue presidente desde antes de capturar el poder.
RESPONSABLES
33
Durante los años previos al inicio de su lucha armada, Abimael Guzmán reivindicó para sí el mérito
de haber conferido al PCP-SL una identidad ideológica, una estrategia y una táctica como producto
de la aplicación creadora del marxismo-leninismo-maoísmo a las condiciones concretas de la revolu-
ción peruana, a la que tipificó como «el camino de Mariátegui y su desarrollo». Posteriormente, ya se
comenzó a hablar del «pensamiento guía».
De los documentos del I Congreso del PCP-SL se deduce que fue un objetivo 159
fundamental de esa reunión reafirmar la sujeción plena al liderazgo de Guzmán
e instituir el «pensamiento Gonzalo» como dogma partidario, propuesta que pro-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
dujo una importante discusión entre los asistentes al Congreso. El propio Guzmán,
hablando de sí mismo en tercera persona, se encargó de sustentar la tesis de que él
era portador de un nuevo tipo de pensamiento que permitía comprender «cientí-
ficamente» los fenómenos sociales y políticos, así como del desarrollo de la lucha
revolucionaria en el país, cuya propuesta podría ser útil también a otros países.
Las tesis centrales de Guzmán sobre el «pensamiento Gonzalo», es decir, sobre su
propio pensamiento, fueron expuestas en la presentación de la primera sesión del
LAS
Congreso partidario. No deja de llamar la atención que haya sido él mismo quien
sustentó la propuesta del «pensamiento Gonzalo» y quien propuso a todos lo de-
más asistentes su aceptación como continuación de lo que había sido el «pensa-
miento guía» utilizado anteriormente.
Cuando el documento sobre línea política general fue redactado y tratado en el
CP he sostenido que el problema principal de este documento es el Pensamiento
Gonzalo, me reafirmo, ustedes han chocado abiertamente, la mayor parte de los
presentes [...] el pensamiento Gonzalo es la integración creadora (no he venido a
hablar de afanes, quien vea en esto afán personal es bastardía), es fusión de la
verdad universal que hoy y en perspectiva es el maoísmo por el cual bregamos,
chocan con el maoísmo. Nada es azar todo tiene su causa. De ahí que han chocado
hasta con maoísmo, eso es el colmo de la mezquindad, de la estupidez de clase.
¿Por qué? Porque Marx, Lenin, Mao: «Son jefes de la revolución mundial, el que
lo sean también de su partido es subsidiario».
Jefe es una necesidad [...] las jefaturas son recordadas en intensas luchas [...]
pero un jefe deviene hasta un símbolo de una revolución o de la revolución
mundial. Un ejemplo: los prisioneros de guerra en la Guerra Civil española
reforzaban su optimismo viendo una imagen de Lenin, son cosas que debemos
entender.
El I Congreso permitía, así, pasar del «pensamiento guía» ya aceptado —es
decir la continuación superadora de «el pensamiento de Mariategui y su desarro-
34
Intervención de Guzmán en la primera sesión del 1 Congreso, 1989.
160 llo»— a «pensamiento Gonzalo», no sin recibir críticas que fueron lapidadas por
Guzmán: 35
RESPONSABLES
35
«Si tomamos, por ejemplo, la Entrevista [del Siglo] el debate puede centrarse inicialmente en la pri-
mera parte y que todos opinen; surgen las ideas que chocan, se separa a los implicados, se centra en
ellos y se les diferencia; apuntando a aislar se aspira a reducir el punto de ataque y ampliar el radio
de educación; deben autocriticarse tantas veces como la asamblea lo demande, hacer que vean la raíz
ideológica, histórica, social buscando el contenido del error, sus derivaciones y cómo corregido; tam-
bién los que critican, en su momento deben autocriticarse y diferenciarse de lo, implicados; pensemos
que de atarse los implicados puede irse generando una LOD (línea oportunista de derecha), pues
cada uno aportaría una parte hasta estructurada.
No es una simple lucha de dos líneas sino una forma desarrollada de librada, se apunta a las ideas, al
remodelamiento de los militantes a la vida partidaria en general; uno tiene que hacer un ajuste de sus
propias ideas, ver con qué de la BUP (base de unidad partidaria) choca, considerar la, circunstancias
en que se yerra, ver [el] contenido del error y encontrar [sus] raíces sociales, históricas, de clase;
[analizar] cuál es la actitud, cuál es el propio desenvolvimiento en la lucha de clase, no verse como
individuo sino como parte de una clase. Aplicar lo que el presidente Mao nos enseña: es un ajuste de
ideas». Intervención de Guzmán en la segunda sesión del I Congreso, 1989.
36
Guzmán en la primera sesión del I Congreso, 1989.
sión, pues lo que él dice es irrebatible. Convertido su pensamiento en dogma parti- 161
dario, sólo queda permitido repetir lo que el así llamado «presidente Gonzalo» dice.
El PCP-SL culminó en el Congreso de 1988 un largo proceso de generación de
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
un liderazgo omnímodo basado en una dictadura interna. En adelante los dirigen-
tes se seleccionarían y el «presidente Gonzalo» sería el único con potestad para
hacer esta selección, independientemente de cualquier formalidad.
En la primera sesión del Congreso y luego de recibir los informes de todos
los comités y las bases, quedó definida la jefatura. Ésta trascendía las estructuras
del partido, pues Guzmán se consideraba, además de jefe, portador de un pen-
samiento que es la concreción de todas las prácticas que los millones de comu-
LAS
nistas hicieron en el mundo y que revela las leyes que rigen el desarrollo de la
naturaleza, de la sociedad y del pensamiento de todos los demás. Gonzalo es el
líder absoluto del PCP-SL y, veladamente, se postula como referente para los
verdaderos comunistas del mundo, que se habían quedado sin liderazgo des-
pués de la muerte de Mao.
Algunos mandos de provincia presentes en el Congreso señalaron que, con la
propuesta de Guzmán, se negaba a Mariategui, al pretender ponerse por encima
de él, de la misma forma que Mao quedaba relegado. El Congreso fue escenario
de un debate fundamental en el cual quienes se atrevieron a oponerse a la pro-
puesta de Guzmán, que venía camuflada como iniciativa del Buró Político, se les
exigió una autocrítica según el «método del acuchillamiento»; esto es, la crítica
feroz para que ellos mismos «reconozcan» que había sido un error cuestionar la
canonización del «pensamiento Gonzalo».
Por lo demás, los otros puntos significativos aprobados en el Congreso indican
un alejamiento cada vez mayor de la realidad. Si la realidad hubiera sido tenida en
cuenta, Guzmán habría tenido que reconocer dos obligaciones: primero, la obliga-
ción de irse al campo, pues «es la dirección la que tiene que conducir la guerra», y
ésta se estaba dando en el campo (baste recordar a Mao en Yenan); segundo, el
deber de presentar un programa que permitiera una alianza de fuerzas suficiente
como para gobernar el país una vez capturado el poder.
Es cierto que en el I Congreso del PCP-SL se aprobó un programa. Pero éste fue
absolutamente general y repetitivo de propuestas anteriores: «luchar contra la gran
burguesía», «destruir total y cabalmente las Fuerzas Armadas del enemigo», des-
truir el Estado terrateniente burocrático». Asimismo, el acuerdo final de lograr el
«equilibrio estratégico» quedó como el lanzamiento de una mera ofensiva militar,
con fuerzas escasas y sin horizonte.
Luego del I Congreso se añadió a la denominación oficial de «Partido Comu-
nista del Perú, marxista-leninista-maoísta, pensamiento Gonzalo» la precisión
de principalmente pensamiento Gonzalo»
Toma de posición:
Los miembros del I Congreso del Partido Comunista del Perú asumen la toma
de posición:
37
Tercera sesión del I Congreso, 1989.
De esta manera, tenía que aprovecharse las luchas reivindicativas de la pobla- 163
ción para teñirlas con los objetivos políticos del PCP-SL: «Así, hay que desarrollar
la lucha reivindicativa en función del Poder, éste es un principio político del traba-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
jo de masas» (PCP-SL 1988a).
A continuación, el mismo documento destacaba el papel del proletariado y el
objetivo político inmediato que debía conseguirse con este sector: «no podemos
dejarlo en manos del revisionismo ni del oportunismo». Había que «barrer el
colosal montón de basura». Asimismo, subrayaba que las barriadas eran
importantes para el PCP-SL desde años atrás, lo que se veía reflejado en la directiva
emanada en 1976 que decía: «tomar barrios y barriadas como base y proletariado
LAS
como dirigente».
Se debía «movilizar, politizar, organizar y armar» como un complemento de
«combatir»; es decir, las masas debían ser educadas para la «guerra popular». En
cuanto a las ciudades se señaló:
En las ciudades el trabajo de masas se cumple igualmente a través del Ejército y
lo principal es la lucha por el Poder a través de la guerra popular, siendo la lucha
reivindicativa en función del Poder necesario complemento; obviamente, con acciones
armadas diversas a fin de concretar las formas nuevas de organización. Plasmamos
el Movimiento Revolucionario de Defensa del Pueblo (MRDP), aglutinando masas
obreras, campesinas, barriales, pequeñoburguesas; neutralizando a la burguesía
media, apuntando a las fuerzas democráticas que estén por la guerra. El objetivo es
llevar a las masas a la resistencia y a la elevación de sus luchas en guerra popular,
para entrabar, socavar y perturbar al viejo Estado y servir a la futura insurrección
preparando a las ciudades con guerra popular especificada como complemento.
Usamos la doble política de desarrollar formas propias que es lo principal y penetrar
todo tipo de organizaciones. Aplicamos Combatir y Resistir. (PCP-SL 1988a)
Según los indicios, hubo una clara conexión entre la acelerada campaña en la
sierra y el desempeño senderista en la capital. Se debe considerar que, por lo seña-
lado líneas arriba, el PCP-SL estaba aún demasiado debilitado en la ciudad como
para sostener una campaña de alta intensidad; no obstante, su habilidad para
movilizarse por objetivos políticos específicos pareció ser más grande en ese pe-
riodo que en cualquier momento pasado.
Así empezaron a hacerse visibles en sindicatos, asociaciones barriales, organi-
zaciones estudiantiles, clubes deportivos y otras organizaciones. De la misma
manera, fortalecieron los organismos generados siempre con la consigna de «com-
batir y derrotar al revisionismo y reformismo que se opone a la guerra popular».
Esto fue particularmente evidente en la zona industrial de la Carretera Central.
PCP-SL buscó influir en el movimiento sindical; intentó, para ello, ganar eleccio-
nes en lo gremios a través de organismos generados, pero fracasó por la fuerte
presencia de la Confederación General de Trabajadores del Perú y la Izquierda
Unida entre los trabajadores de la zona.
Desde mediados de 1987, tras una fase de captación de militantes por medio de
una campaña de descrédito de las dirigencias sindicales, a las que atribuía un
«revisionismo conciliador», el PCP-SL desarrolló acciones más directas que iban
desde un intensivo reparto de volantes y otros actos de propaganda en las puertas
de las fábricas hasta el sabotaje a las instalaciones de las mismas (caso de Nylon,
164 Rayón, Bata, Nissan y otras localizadas en la Carretera Central) y el asesinato de
empresarios y dirigentes calificados de «traidores». Igualmente, buscó desarrollar
la confrontación del movimiento sindical con las fuerzas del orden infiltrándose
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Esta realidad era imperceptible para la dirección senderista, para la que el
PCP-SL era el único representante auténtico de los intereses objetivos del
proletariado y del campesinado. Para Guzmán y su cúpula, si los campesinos se
levantaban contra el PCP-SL ello era consecuencia de la intervención de agentes
externos, los Yanaumas («cabezas negras»), encuadrados a la fuerza por los
militares y bajo la instigación de las mesnadas.38
Según Guzmán, el PCP-SL había arribado al «equilibrio estratégico» gracias a
LAS
que siempre había mantenido la iniciativa y había cumplido sus planes políticos y
militares. Guzmán era incapaz de ver todo lo que contradijera sus apreciaciones,
hasta el extremo de no comprender que la eliminación selectiva de los militantes y
simpatizantes de su organización emprendida por los militares implicaba un cam-
bio en la estrategia contrasubversiva. Para Guzmán, se trató simplemente de un
recurso desesperado del Estado para tratar de contener el victorioso despliegue
del «nuevo Poder».
Luego del I Congreso de puso en práctica el plan de alcanzar el «equilibrio
estratégico» a través del incremento de las acciones subversivas, pero paradójica-
mente esta reactivación condujo al PCP-SL a su derrota. En palabras de Feliciano:
«salimos del Congreso y teníamos que hacer operaciones, operaciones, operacio-
nes», es decir, emboscadas a patrullas militares y asaltos a puestos militares, lo
que aumentaba los enfrentamientos. Obviamente, el PCP-SL no tenía capacidad
para enfrentar a las fuerzas del orden en cada comité regional. Mientras las bases
y comités del PCP-SL no se movilizaran, o lo hicieran sólo incursionando a otras
comunidades para sojuzgarlas o hacer proselitismo, tenían mayores posibilidades
de subsistir; pero para alcanzar el «equilibrio estratégico», las columnas armadas
del ejército guerrillero popular» se vieron obligadas a mantener la iniciativa
bélica de manera permanente, lo que se tradujo en fuertes pérdidas de personal y
medios de la Fuerza Principal de cada región. Esta dinámica diferente obligó
posteriormente a Feliciano a refugiarse en el río Ene hacia 1992 para subsistir.
En resumen, Guzmán introdujo un cambio de grandes consecuencias en la lí-
nea política en el preciso momento en que la actividad del PCP-SL ingresaba en
una etapa crítica de la que no logró recuperarse.
Es relevante señalar que entre las tesis de Mao Zedong sobre la «guerra popu-
lar», que suman más de un centenar, sólo una se refiere al «equilibrio estratégico»,
definido simplemente como el período de transición de la defensiva a la ofensiva.
En cambio, para Guzmán, el «equilibrio estratégico» se convierte en un punto
central de discusión y de convencimiento de todo el PCP-SL. ¿Qué existía tras esta
38
Obsérvese la semejanza entre esta situación y la existente a comienzos de la guerra, cuando el arqui-
tecto Belaunde atribuía la violencia a la presencia de agentes de potencias extranjeras decididas a
desestabilizar al Perú. En una entrevista en la Base Naval del Callao, Abimael Guzmán, preguntado
acerca de la utilización de la coerción contra las masas y la precariedad de las adhesiones así conse-
guidas, afirmó que, según el presidente Mao, el apoyo activo de las masas se buscaba, sólo en la frase
final del asalto de las ciudades desde el campo, en el momento inmediatamente, anterior a la toma
del poder. Preguntado sobre el autoritarismo, afirmó que éste consiste en no saber Interpretar los
intereses objetivos de las «masas».
166 afirmación? Según el mismo Guzmán señala, debería producirse en Ayacucho un
tipo de acción militar distinto al desarrollado hasta entonces; es decir, debería
buscarse el asalto y la toma de ciudades como Huanta y Ayacucho, a la vez que
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
mos construyendo la conquista del Poder, ¿por qué surgió esta exigencia con más
urgencia? Ya hemos pasado 4 hitos en el salto de guerra de guerrillas a guerra de
movimientos y éstos demuestran cómo el proceso se desenvuelve» (PCP-SL 1993a).
Esto suponía asumir que la organización subversiva contaba con fuerzas regulares
(es decir, con un ejército) capaz de pasar de las acciones irregulares, características
de la «defensiva estratégica» (acciones de propaganda armada, sabotaje, atenta-
LAS
dos, terrorismo, guerra de guerrillas), a la primera forma de guerra regular, la
guerra de movimientos, donde ya es posible desarrollar enfrentamientos regulares
con profesionales de la guerra organizados en ejércitos basados en división de
armas y cuerpos (artillería, caballería, ingeniería, logística, etcétera) aunque las
fuerzas subversivas aún no estén en condiciones de defender territorios y deban
combinar la guerra de movimientos con acciones de «guerrilla». «Otro de los cam-
bios actuales es que de la guerra de guerrillas se pasa a guerra de movimientos que
devendrá principal, pero no exclusiva, pues, la guerra de guerrillas seguirá desen-
volviéndose como fundamental en lo inmediato» (PCP-SL 1993a). Éste sería el
preludio de la fase final de la guerra revolucionaria, la «ofensiva estratégica», en la
que las acciones bélicas adquieren las características de una guerra de posiciones y
en la que los subversivos están en situación de defender territorios.
Para Mao Zedong, el tránsito del campo a la ciudad como escenario principal
de la guerra está asociado a un desarrollo del trabajo político y militar muy eleva-
do en el campo: el «cerco de las ciudades» y su caída son la fase final de la guerra,
el preludio de la victoria final. Como es evidente, tampoco se daban tales condi-
ciones en el Perú a fines de la década del 80; por el contrario, el enorme despliegue
de los comités de autodefensa en gran parte del territorio nacional y la rebelión
campesina contra las imposiciones del «poder popular» senderista significaban
un claro retroceso del PCP-SL respecto de la situación de mediados de la década
del 80.
La proclamación del «equilibrio estratégico» por Abimael Guzmán representó,
pues, una especie de huida hacia delante. El PCP-SL debía afrontar la pérdida de
presencia en el campo, a medida que los «escarmientos», es decir, las masacres de
poblaciones campesinas resultaban inútiles para impedir la rebelión organizada
y en armas del campesinado contra el senderismo. La respuesta de Guzmán fue
intensificar las acciones armadas en la ciudad.
En 1993, ya en prisión, Guzmán reinterpreta la «ofensiva» de Lima —expresa-
da en numerosos coches-bomba entre febrero y julio de 1992— como un intento
de precipitar la intervención de los Estados Unidos en el Perú; con ese objetivo, se
imbuía a los militantes del PCP-SL de falsas expectativas y se los animaba a conti-
nuar con sus acciones en el entendido de que «el poder estaba a la vuelta de la
esquina».
En su elaboración fantasiosa, Guzmán tenía, antes de caer, la propuesta de
cambiar los nombres de organismos y estructuras fundamentales del PCP-SL: el
EGP devendría Ejército Popular de Liberación Nacional, listo para combatir la
168 inexorable invasión estadounidense; la República de Nueva Democracia dejaría
paso a la República Popular del Perú, puesto que el Frente Único que se constitui-
ría durante el supuesto enfrentamiento con el ejército imperialista incorporaría
RESPONSABLES
también a la burguesía nacional. Por esta última razón, según Guzmán, fue un
error el posterior y feroz atentado en la calle Tarata, en el distrito limeño de
Miraflores, en tanto que afectó el interés senderista de ganar la adhesión de la
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
burguesía nacional.
GRÁFICO 2
39
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 28 de mayo de 2002.
Lima dados los reveses sufridos en el campo. A partir de 1988 y 1989 se iban 169
generalizando las rondas campesinas y los comités de autodefensa a lo largo y
ancho del país para enfrentar al PCP-SL. Así, éste halló su avance en el campo
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
bloqueado por una masiva resistencia que no pudo quebrar con arrasamientos
de comunidades ni asesinatos de los campesinos que no aceptaban sus imposiciones.
Los campesinos establecieron alianzas con los militares y, en muchos casos, acudie-
ron a pedirles apoyo e instrucción para combatir al PCP-SL.
La segunda razón fue el agravamiento de la crisis social y los evidentes signos de
descomposición del Estado peruano, que fueron vistos como condiciones propicias
para provocar un colapso del sistema estatal, lo que, según las previsiones de
LAS
Guzmán, desencadenaría una intervención militar norteamericana. Esa hipotética
intervención, finalmente, permitiría al PCP-SL convertir su «guerra popular» en
una «guerra de salvación nacional».
En tercer lugar, se pueden mencionar, entre los factores que empujaron a la direc-
ción nacional a proclamar el equilibrio estratégico, las expectativas ya generadas en
las filas senderistas y en su entorno por la campaña propagandística según la cual «el
Partido» tomaría el poder en los primeros años de la década de los 90.
El colapso de la economía y la aguda descomposición social que marcaron la
segunda mitad del período gubernamental del PAP —expresada en la
hiperinflación, la profunda crisis moral resultante de la corrupción y la ruina
del aparato estatal—, hicieron concebir a Guzmán la ilusión de que, en algún
momento, era posible asaltar el poder. Cuando se dio cuenta de lo erróneo de su
plan, trató de provocar la intervención norteamericana; de allí que proclamara
que el quinto plan militar que estaban desplegando, Desarrollar Bases en función
de la Conquista del Poder, era el penúltimo antes del triunfo de la revolución y
que la tarea que debía desarrollarse de inmediato era Construir la Conquista del
Poder, que sería el sexto plan militar.
Conforme se constata en las cifras de víctimas del conflicto armado, el segun-
do «pico» en la cantidad de muertos coincidió con la decisión de Guzmán de
ordenar el avance hacia el «equilibrio estratégico» como paso previo a la «ofensiva
estratégica» y a la insurrección general que lo llevaría al poder. En ese momento,
las columnas del PCP-SL hicieron más duro su trato con la población rural en las
zonas donde se había expandido antes, particularmente en la región central y
del sur andino, y se hicieron más exigentes, intolerantes y violentas. El ciclo se
repitió con un alto saldo de muertes (aunque menor que en 1984 y 1958) y el PCP-
SL fue expulsado, si no derrotado, en esas regiones.
En síntesis, el conflicto abandonó paulatinamente los espacios rurales de la
sierra y se concentró en las ciudades y también en la selva de los ríos Huallaga y
Ene. Significativamente, el acontecimiento que cerró el período, la captura de
Abimael Guzmán, se realizó en Lima, la ciudad que el jefe del PCP-SL no había
abandonado durante todo el conflicto.
siete personas.
En las zonas rurales del norte (Huanta, Huamanga, La Mar), el PCP-SL intentó
recuperar espacios, por lo cual las rondas campesinas vivieron un segundo mo-
mento de enfrentamientos constantes entre 1989 y 1990.
En enero de 1990, se produjo una de las peores masacres: 48 comuneros fueron
asesinados por el PCP-SL en Acosvinchos. Se registraron otras dos masacres pro-
ducidas por incursiones del Ejército: en mayo de 1990, el Ejército arrasó la locali-
dad de Yahuar Machay (Ayahuanco) con un saldo de 47 personas muertas; y, en
enero de 1991, se encontraron 18 cadáveres tras la incursión del Ejército en San
Pedro de Cachi. Pero ésos son ya los últimos arrasamientos en la región. La violen-
cia en el norte de Ayacucho se desarrolló después en escenarios principalmente
urbanos.
En el valle del río Apurímac y Ene, aproximadamente desde 1992, los cuadros
senderistas de Ayacucho se refugiaron en Viscatán y el río Ene para escapar a la
ofensiva militar. Desde allí realizaron esporádicas acciones en localidades cerca-
nas. Esta zona fue el refugio de Feliciano. El acercamiento a los narcotraficantes de
la zona permitió al PCP-SL obtener los recursos económicos para subsistir en los
años posteriores.
En la región central, en las zonas altas de Cunas y Canipaco, así como en el
Tulumayo, se desarrolló un ciclo de violencia similar al vivido en la zona rural de
Ayacucho en los años 1984 y 1985: comunidades que inicialmente acogieron con
entusiasmo al PCP-SL y que estaban bajo su control, se adhirieron crecientemente
a las Fuerzas Armadas. En 1989 se produjo la mayor cantidad de muertos y des-
aparecidos sufridos por la región central en toda la historia del conflicto armado.
En ese contexto se dio la lucha por la captura del valle del Mantaro.
En la red urbana del valle del Mantaro, y especialmente en la ciudad de
Huancayo, el período fue extremadamente violento: el 82% de las muertes repor-
tadas a la CVR en el ámbito del valle del Mantaro se produjo en estos años. Las
columnas senderistas expulsadas de las zonas altas incrementaron el contingente
en las ciudades. Durante el segundo semestre de 1989 se multiplicaron las accio-
nes de sabotaje y propaganda armada.
La Universidad Nacional del Centro siguió siendo centro de las acciones de la
violencia, con todos sus actores. Los integrantes de la comunidad universitaria
presuntamente vinculados al PCP-SL empezaron a ser objeto de desapariciones y
ejecuciones extrajudiciales perpetradas también por paramilitares.
En 1989, el PCP-SL desplegó una gran ofensiva que se proponía el descabeza-
miento de los sindicatos mineros de la región, cuyo control le era esquivo. Pero el
principal objetivo del PCP-SL en la región central fue la destrucción de las SAIS.
Así, impulsó la destrucción de la SAIS Cahuide y el reparto de la tierra y el ganado
entre los campesinos de las comunidades socias.
La visión idealizada de Guzmán de un campesinado autárquico, ajeno a los 171
mecanismos de mercado y dedicado a la producción de autosubsistencia, no se
correspondía con la realidad ni siquiera en las zonas más atrasadas de Ayacucho y,
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
definitivamente, estaba en las antípodas de la situación existente en la sierra cen-
tral, una de las regiones cuyo campesinado estuvo más fuertemente vinculado con
el mercado.
El resultado real fue que, en 1990, las diecisiete comunidades del Alto Cunas
hicieron un pacto con los militares y se comprometieron a organizar rondas cam-
pesinas. Algún tiempo después figuraron entre las primeras comunidades del país
que recibieron una donación de armas entregadas personalmente por el presiden-
LAS
te Alberto Fujimori.
Los comités de autodefensa tomaron paulatinamente control de la zona y
terminaron por expulsar al PCP-SL. En 1992, el Ejército tenía registrados 1,568
ronderos sólo en el Alto Canipaco, con organización y disciplina militar. El orden
social se restableció poco a poco y, nuevamente, las comunidades eligieron
autoridades propias. La guerra había terminado.
En la selva central, el conflicto armado se expandió al territorio asháninka de
los ríos Ene y Tambo. A lo largo de 1989, el control que venía ejerciendo el PCP-SL
en esta zona dio paso al arrasamiento de comunidades nativas y pueblos de colo-
nos. Entre 1989 y 1992 se produjo el 62% del total de muertos o desaparecidos
reportados a la CVR en la selva central. Para el PCP-SL la región tenía importancia
estratégica. Los ríos Tambo, Ene y Pichis constituían un corredor natural que
permitía vincular el trabajo desarrollado en la selva ayacuchana y en el río Apurímac
con la región del Huallaga. Esa zona era, además, la retaguardia natural para el
despliegue senderista desde la sierra central. Pero el asentamiento del PCP-SL en
la región no se basó únicamente en la coerción y el terror ejercidos contra los
nativos. Como había sucedido en las otras regiones, también hubo numerosos
asháninkas que se incorporaron a las filas senderistas voluntariamente, lo cual
no es extraño si consideramos que muchos de ellos estaban acosados por la
creciente presencia de colonos y creyeron encontrar en el PCP-SL el instrumento
eficaz para la defensa de sus intereses contra el asedio externo. Como en otras
regiones donde el PCP-SL ejerció plenamente el poder, la utilización de la población
incluyó hasta a los niños más pequeños, a los cuales se utilizaba en tareas riesgosas,
al mismo tiempo que se les formaba como futuros combatientes.
Entre los años 1989 y 1990, se alcanzó el punto más elevado en el desarrollo
del asentamiento senderista en la región. La decadencia vendría con la caída de
Abimael Guzmán y el posterior debilitamiento de las estructuras partidarias.
Los crecientes abusos del PCP-SL provocaron la reacción de los nativos. Pero los
subversivos estaban decididos a permanecer en la región sin reparar en los cos-
tos sociales que ello acarreara. Comenzaron a impartir escarmientos a las comu-
nidades nativas. El 18 de agosto de 1993, en una incursión que se extendió por
los pequeños poblados a orillas del río Sonomoro, fueron asesinados hombres,
mujeres y niños. El saldo fue de 62 asháninkas muertos y aproximadamente 2,500
damnificados.
La violencia ejercida contra la población tanto por el PCP-SL como por las
fuerzas de seguridad del Estado tuvo un rasgo en común: el grado de brutalidad
172 de las intervenciones era directamente proporcional al grado de aislamiento de
las localidades y a la distancia que las separa, física y simbólicamente, de los
centros de poder. En la selva central, los nativos están tan aislados de esos cen-
RESPONSABLES
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Ucayali, fue la Marina quien enfrentó la subversión desde la instalación de la base
de Aguaytía.
En el sur andino el conflicto siguió un curso distinto. En las provincias altas
del Cusco (Canas, Canchis, Chumbivilcas) y del departamento de Apurímac, luego
de que el número de víctimas reportadas alcanzara un pico en 1988, empezó a
disminuir; el PCP-SL tendió a replegarse, particularmente luego de la instalación
de bases contrasubversivas en Antabamba y Haquira.
LAS
La organización subversiva mantuvo su línea de ataques selectivos dirigidos
contra miembros de las rondas campesinas. Aunque éstas eran originalmente en-
tidades dirigidas contra los abigeos, fueron consideradas enemigas por el PCP-SL.
Éste prosiguió perpetrando, también, asesinatos de autoridades locales y, como
correlato de ello, continuó creando comités populares abiertos, autoridades del
«nuevo estado».
En Puno, la actividad subversiva era creciente. En el período se produjo el 65%
de las muertes de los veinte años de conflicto armado. La fuerza principal del
PCP-SL se ubicaba en el centro de la provincia de Azángaro y, desde allí, se des-
plazaba hacia Melgar, Carabaya y Lampa. Pero, a pesar de los asesinatos y actos
de intimidación contra las autoridades, el PCP-SL no llegó a controlar el ámbito
rural donde tenía que enfrentar a la Federación de Campesinos, los partidos de
izquierda y la acción de promoción de la Iglesia Católica. Ello le impidió asentarse
en «comités populares», que pudo instalar en Puno, y lo obligó a depender de una
red de simpatizantes que, si bien definen un amplio territorio, manifestaron la
misma debilidad que la estructura central: caído el mando principal, la red des-
apareció. Esta red, sin embargo, fue apoyo suficiente para la serie de atentados
que perpetró el PCP-SL en mayo de 1989.
En enero de 1990, la columna principal del PCP-SL sufrió un revés decisivo: el
fracaso de su ataque a las instalaciones de la SAIS Sollocota, fiasco que significó el
desbaratamiento de la columna principal y, sobre todo, de la red de contactos de
apoyo. A este tipo de reveses militares se sumó la acción de inteligencia policial,
que permitió desarticular redes mediante la detención de simpatizantes que apo-
yaban al PCP-SL.
La resolución final de la lucha por las tierras a favor de las comunidades cam-
pesinas contribuyó al aislamiento del PCP-SL: 1,274 comunidades de Puno reci-
bieron cerca de dos millones de hectáreas de pastos. Como resultado de ello, las
comunidades estuvieron más ocupadas en inscribir las tierras en los registros pú-
blicos que en tomar partido en disputas políticas.
En Lima Metropolitana la consigna de luchar por el equilibrio estratégico tuvo
especial relevancia, pues ella condujo a convertir la ciudad capital en un eje prin-
cipal de la actividad subversiva. Según diversos documentos del PCP-SL, Lima
nunca fue considerada su frente principal; pero el mismo Guzmán señala en algunos
documentos su incapacidad para controlar la actividad de sus propias bases. Aun-
que Gonzalo estaba en Lima, en ciertas ocasiones transcurrían varios meses sin que
tuviera contacto con la estructura partidaria regional, y se enteraba de lo que suce-
174 día en Lima... a través de la televisión. La ofensiva del PCP-SL en Lima, en cumpli-
miento de los planes del equilibrio estratégico, escapaba, entonces, de sus manos
y, al parecer, él tenía conciencia de ello.
RESPONSABLES
Poder. Durante esa campaña, llamada Impulsar el Desarrollo de las Bases de Apo-
yo, el Movimiento Revolucionario de Defensa del Pueblo organizó un paro arma-
do en Lima bajo la consigna de «desarrollar el boicot contra las elecciones genera-
les de 1990». Fue el inicio del mayor despliegue terrorista sobre la ciudad.
Tres escenarios —los sindicatos, las universidades y los asentamientos huma-
nos— y una modalidad —los paros armados— fueron ejemplos de la acción del
PCP-SL en Lima a partir de 1989.
En el primero de ellos, la organización subversiva intentó tomar control de las
huelgas sostenidas por sindicatos en conflicto con el objetivo de imprimirles un
radicalismo que no estaba dirigido a obtener satisfacción a los reclamos plantea-
dos, sino a crear circunstancias «alimentadoras» de la «guerra popular». Con ese
propósito, los senderistas no dudaron en asesinar a diversos funcionarios y geren-
tes de las empresas involucradas. El resultado fue la destrucción de las organiza-
ciones obreras sin haber obtenido respuesta positiva a las demandas de sus afilia-
dos.
En las universidades, especialmente en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, hubo un intenso trabajo de captación de activistas que debían servir como
propagandistas y que, eventualmente, podrían incorporarse en los destacamentos
militares. En la universidad de La Cantuta, por otro lado, la organización local
dependió de la estructura zonal del PCP-SL y por esa razón estuvo dedicada a
tareas militares.
La actividad senderista se expandió también a los barrios de los extremos de
la ciudad capital denominados «conos». El principal de ellos, el cono este, fue
escenario de un intenso trabajo proselitista, correlato de la sistemática penetración
que realizaron en los años anteriores en los asentamientos humanos de la zona. El
punto más crítico de esta actividad fue en 1990, cuando se formó el Comité de
Lucha Popular de Raucana, una invasión promovida por el PCP-SL para instalar
allí un comité popular abierto que debía anunciar al mundo la presencia del nuevo
poder senderista en la ciudad y la inminencia de su triunfo. En Villa El Salvador, en
el cono sur, también se intensificó la presencia senderista y, a inicios de los años 90,
era evidente que la organización maoísta había conquistado un significativo grado
de influencia e incluso control en organizaciones tradicionales del distrito tales como
la Comunidad Urbana Autogestionaria (Cuaves), la Federación Popular de Mujeres
(Fepomuves) y la Asociación de Pequeños y Medianos Empresarios (Apemipe). El
objetivo del PCP-SL en Villa El Salvador fue demostrar la ineficacia de las
estrategias pacíficas de cambio social, con lo cual se pretendía desprestigiar a
los partidos de izquierda que el PCP-SL consideraba sus principales rivales y
enemigos, así como conducir las luchas populares a una lógica de enfrenta-
miento radical con el Estado. En el cono norte, el PCP-SL aprovechó los
asentamientos humanos formados por pobladores desplazados debido a la vio-
lencia política en el campo para insertarse entre ellos y utilizados como «masa» 175
para sus fines políticos.
Los paros armados eran planificados, organizados y ejecutados por los orga-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
nismos que conformaban el Movimiento Revolucionario de Defensa del Pueblo,
del cual Socorro Popular era el organismo básico. Días antes del paro, se prepara-
ba el terreno mediante la intimidación de los choferes de transporte público que
se traducía en sabotajes e incendios a los omnibuses.
En 1992, la violencia estaba en auge. Pero, para el equilibrio estratégico del
PCP-SL, era crucial el asedio y la generalización del clima de terror en Lima, cen-
tro del poder económico y político, y punto más visible del territorio nacional. Tal
LAS
asedio debía producirse desde el llamado «cordón de hierro» de los asentamientos
humanos marginales. El terror debía generalizarse en el centro y en los barrios
medios y comerciales.
En los barrios de los conos de expansión de Lima, el PCP-SL no sólo incrementó
sus acciones de propaganda y ataque de lugares públicos, sino que desarrolló tam-
bién una fuerte presión sobre las dirigencias barriales (amedrentamiento, asesina-
to) buscando lo que no logró antes con las organizaciones gremiales: copar las
organizaciones barriales. Los estudios de los tres conos de Lima realizados por la
CVR mencionan la presencia nueva del PCP-SL, o de sus organizaciones de facha-
da, en las asambleas de los barrios, con el fin de incidir en conciencias y dirigir
acciones con su discurso de extrema radicalidad. En el cono norte intentaron infil-
trarse en los nuevos asentamientos presentándose como parejas o familias en los
repartos de lotes. La mayor presencia senderista en las organizaciones barriales,
combinando la prédica con acciones violentas y asesinatos de dirigentes opuestos,
tenía un contexto favorable: la hiperinflación de los últimos años del gobierno del
presidente García y el ajuste impuesto por el nuevo presidente, Alberto Fujimori.
Su intento de infiltración en las organizaciones barriales tuvo más éxito en
Villa El Salvador que, por ejemplo, en Huaycán, las dos comunidades
autogestionarias de intensa dinámica organizativa. En Villa El Salvador, el PCP-
SL incrementó sus actividades a lo largo de 1989 y 1990 con actos de sabotaje y de
propaganda: quema de buses; atentados contra la Comisaría, el local del partido
de gobierno y la infraestructura de luz y agua; intensa propaganda mediante
volantes en mercados y colegios; intercepción de camiones con comestibles y
reparto de su carga. El 14 de febrero, día en que el PCP-SL había convocado un
«paro armado», María Elena Moyano, presidenta de la federación de mujeres,
convocó a una marcha por la paz. Asistieron pocas personas, pero el PCP-SL
respondió: esa noche hizo estallar 500 gramos de dinamita en la casa del ex alcalde
Michel Azcueta. Al día siguiente, un comando de aniquilamiento asesinó a balazos
a María Elena Moyano y dinamitó su cuerpo.
¿Por qué se aniquiló a la Moyano? Está muy bien que se la desenmascare a
esta reaccionaria. Fue aniquilada no por ser dirigente popular, sino por ser
declarada y probada agente del imperialismo. (PCP-SL 1992)
En el Asentamiento Humano de Huaycán, en el cono este, creado como comu-
nidad autogestionaria durante el gobierno municipal de la Izquierda Unida, el
PCP-SL tuvo inmensas dificultades para enraizarse entre la población y legitimar
176 su presencia. Ello, a pesar de su permanente presión con acciones de propaganda
y otras orientadas a generar temor y proyectar una imagen de fuerza: marchas
relámpago, repartos de volantes y, esporádicamente, captura y uso de los altopar-
RESPONSABLES
La captura de Guzmán
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
esforzaba en mostrar, con acciones frecuentes, que no estaba debilitado, lo cierto
es que los golpes que le daba la policía eran contundentes.
El 1 de junio de 1990, el GEIN obtuvo su primer logro importante al allanar una
casa ubicada en el barrio limeño de Monterrico Norte donde se incautó de una
biblioteca, archivos, una maqueta de El Frontón y otros documentos del PCP-SL. En
la casa, que aparentemente servía como «museo», la policía detuvo a 31 miembros
del PCP-SL, entre ellos a Sybila Arredondo. Luego se supo que en ese lugar se había
LAS
realizado el I Congreso del PCP-SL entre 1988 y 1989. Entre los documentos
confiscados se encontró una lista de cinco seudónimos, más los puntos de contactos
y teléfonos de dirigentes de los aparatos centrales. Entre éstos se identificó a Luis
Arana Franco, Manuel, quien era director de la academia de preparación
preuniversitaria César Vallejo, con cuyos recursos económicos se sostenía la direc-
ción partidaria. También se identificó a Yovanka Pardavé, Olga, y a Jenny Rodríguez,
Rita. Todos ellos se «movieron» al enterarse del allanamiento, pero no lo hizo un
subversivo que usaba el nombre de Ricardo y fue através de él que la policía ubicó
a Arana Franco.
Mediante Arana Franco la policía detectó a Angélica Salas, Lucía, así como a
Nelly Evans. A través de Angélica Salas se ubicó una casa del PCP-SL en la aveni-
da Buenavista, en la urbanización Chacarilla del Estanque, en el distrito de San
Borja, así como otro inmueble situado en la urbanización Balconcillo, en el distrito
de La Victoria. El 19 de septiembre la policía desbarató el departamento de propa-
ganda de la organización subversiva mediante la captura de Deodato Juárez Cruzatt.
Éste ya había sido detenido en marzo de 1985 junto con Tito Valle Travesaño,
Sybila Arredondo y otros miembros del PCP-SL, pero en aquella ocasión todos
salieron en libertad por falta de pruebas.
El 31 de enero de 1991 la policía allanó diversos inmuebles que servían de refu-
gio a los dirigentes del PCP-SL, entre ellos el ya mencionado de la avenida
Buenavista. En él se detuvo a Nelly Evans y se incautaron las grabaciones de video
en las que Guzmán aparece bailando, imágenes que después serían presentadas
públicamente por el presidente Fujimori en la televisión nacional. Todas estas
intervenciones e incautaciones permitieron a la policía ir identificando a los miem-
bros del Comité Central del PCP-SL.
El 8 de mayo de 1991 fue desarticulado el denominado Grupo Intelectual Po-
pular y el 1 de junio de 1991 se capturó, en un inmueble ubicado en el jirón Casma,
en el distrito del Rímac, a un grupo de personas consideradas como el núcleo del
Comité Metropolitano, entre ellas, los hermanos Mariela y Juan Carlos Rivas
Laurente, Rosa Carmen Paredes Laurente, Pastor Cocha Nevado, Rosaura Laurente
Ochoa y Juan Manuel Yáñez Vega.
El 22 de junio de 1991 la policía golpeó nuevamente a la organización del PCP-
SL al detener a Tito Valle Travesaño, cuya llegada desde Ayacucho se venía espe-
rando desde hacía seis meses. Junto con él, cayó Yovanka Pardavé. El 23 de junio
fue capturado Víctor Zavala Cataño, en la urbanización de Santa Luzmila, en el
distrito de Comas. Con estos arrestos quedó desbaratada la dirección de Socorro
178 Popular. El 27 de noviembre de 1991, fue desarticulado también el departamen-
to de Defensa de este organismo por la detención de cuatro de sus dirigentes.
Meses después, el 26 de febrero de 1992, ocurrió lo mismo con el departamento
RESPONSABLES
Marcos.
El 14 de abril de 1992 se lanzó una ofensiva policial para desmantelar la red que
editaba la publicación senderista El Diario. En esos operativos se allanaron locales
en Lima, San Juan de Miraflores y Surquillo, y se detuvo a 23 senderistas, entre los
cuales estuvieron Jorge Luis Durand Araujo y Danilo Blanco. Luego, el 21 de junio
de 1992, quedó desintegrado el aparato de logística y economía cuando la policía
intervino la academia César Vallejo y detuvo a once profesores y siete trabajado-
res administrativos, entre ellos al ya mencionado Luis Alberto Arana Franco, Ma-
nuel, encargado del aparato logístico del PCP-SL. Previamente, un motín en el
penal de Canto Grande, en mayo de 1992, fue controlado por las fuerzas del orden
y allí murieron los dirigentes Yovanka Pardavé, Tito Valle Travesaño, Janet Talavera
y Deodato Juárez Cruzatt, entre otros presos.
El epílogo de esta secuencia fue la captura de Abimael Guzmán, en septiembre
de 1992, junto con Elena Iparraguirre y Laura Zambrano.
40
Según las declaraciones de Guzmán en la base naval del Callao, sí existía tal fuerza de seguridad.
La falla radicó en que era necesario llamarla por teléfono para que actuara, lo que no pudieron
hacer al ser tomados por sorpresa.
a la militancia senderista a la que llamó a proseguir la guerra revolucionaria de 179
acuerdo con lo previsto:
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
[...] seguiremos aplicando el IV Plan de Desarrollo Estratégico de la Guerra
Popular para Conquistar el Poder, seguiremos desarrollando el VI Plan Militar
para Construir la Conquista del Poder.
LAS
Es relevante considerar que en el momento de la captura de Guzmán, habían
pasado poco más de cuatro años desde la adopción del «pensamiento Gonzalo»
como ortodoxia doctrinaria del PCP-SL. Esa circunstancia hizo más fuertes las
consecuencias del arresto del líder senderista, pues para el PCP-SL era indispensa-
ble remitirse a una ortodoxia que permitiera distinguir la «línea correcta», proleta-
ria, de la «línea incorrecta», burguesa, y así «separar el grano de la paja». Desde el
I Congreso de 1988-1989 esa ortodoxia era, oficialmente, el «pensamiento Gonza-
lo». Así, la captura de Guzmán privó al PCP-SL del guía ideológico que considera-
ban infalible y lo dejó condenado a remitirse, como fuente de ortodoxia, a un
«pensamiento» cuyo creador estaba en cautiverio y aislado. Pero el golpe definiti-
vo vino con la decisión de Guzmán de solicitar al gobierno del presidente Fujimori,
apenas un año después de su captura, abrir negociaciones de paz.
La nueva dirección del PCP-SL en actividad no cambió sus métodos de acción,
pero sus acciones terroristas perdieron efectividad. Para lograr los resultados de
antes requería practicar una violencia y un autoritarismo más intensos. Ello pro-
fundizó el aislamiento del PCP-SL y lo obligó a confinarse en las zonas más aleja-
das de los centros de poder. Adicionalmente, al prodigarse en acciones terroristas
favoreció la unificación de la población que, en lugar de sentirse paralizada, se
movilizó en contra del terrorismo. Asimismo, se impulsó la deserción de los mili-
tantes menos firmes. Todos estos resultados se produjeron durante los años si-
guientes. Adicionalmente, como se ha señalado ya, la llamada ley de arrepenti-
miento golpeó el aparato partidario senderista y favoreció la deserción de muchos
militantes.
El cambio de estrategia de Guzmán, quien renunciaba a continuar la guerra en
las nuevas condiciones dadas y llamaba a luchar por la firma de un acuerdo de
paz, tomó por sorpresa a la dirección partidaria. Apenas dos meses antes de que
su viraje se hiciera público, los miembros del Comité Central del PCP-SL en liber-
tad habían emitido un pronunciamiento en que reafirmaban su «sujeción plena,
consciente, voluntaria e incondicional a su justa, correcta y magistral dirección y
empuña firmemente su llamamiento hecho en su glorioso, histórico y trascenden-
tal Discurso del 24-IX-92» (PCP-SL 1993b). Se reafirmaban, asimismo, «en el III
Pleno del CC dirigido personalmente por el Presidente Gonzalo cuya victoriosa
aplicación muestra su carácter de glorioso, histórico y trascendental; de segundo
Hito en importancia, después del Congreso» (PCP-SL 1993b).
Las decisiones de la dirección senderista en libertad de proseguir impulsando
la expansión de la guerra popular eran simplemente el cumplimiento de las ins-
180 trucciones impartidas por el «presidente Gonzalo» desde «la jaula». De allí que
decidieran:
RESPONSABLES
que armados con el poderoso pensamiento Gonzalo la han aplicado contra viento
y marea. (PCP-SL 1993b)
La dirección senderista en libertad no tenía cómo saber que esta posición, he-
cha pública ante el mundo, no expresaba lo que pensaba realmente el «presidente
Gonzalo». Cuando Guzmán lanzó la arenga a sus bases desde «la jaula» llamándo-
las a continuar desarrollando la guerra popular ya había cambiado completamen-
te esa posición por una nueva línea que negaba todo lo que había sostenido ante-
riormente, tal como se desprende de testimonio de Elena Iparraguirre:
La presentación pública en DINCOTE apuntó a mantener la acción, la moral debía
ser elevada y conjurarse la dispersión. En la Isla San Lorenzo, ya en custodia de la
Marina de Guerra del Perú y separados [con Elena Iparraguirre], desde su celda el
20 de octubre de 1992 el Presidente Gonzalo llamó a las autoridades a conversar
para llegar a una solución. (PCP-SL 2003)
Según el documento citado, a sólo un mes de su detención Guzmán pidió al
gobierno negociar la terminación de la guerra y sostener conversaciones para la
firma de un «acuerdo de paz». Los militantes de su organización, ignorantes de lo
que se proponía hacer su máximo dirigente, caracterizaron su llamado a continuar
con la guerra como «un grandioso triunfo político, militar y moral del Partido y la
Revolución, asestando un contundente golpe al imperialismo yanqui y a la dicta-
dura genocida-vendepatria de Fujimori» (PCP-SL 1993b). Durante los años siguien-
tes, mientras Guzmán desarrollaba conversaciones con el gobierno para tratar de
concretar el acuerdo a través de Vladimiro Montesinos, nombrado «interlocutor
académico» para tales efectos, la retórica de la dirección senderista en libertad
hablaría de gloriosos triunfos de la guerra popular y del indetenible ascenso de la
revolución peruana, en el mismo momento en que la organización creada por
Abimael Guzmán entraba en su fase de declinación total.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
[...] en las reuniones diplomáticas sólo se firma en la mesa lo que está
refrendado en el campo de batalla, porque nadie entrega lo que no ha perdido
obviamente, eso se entiende. Bien, uno se preguntaría ¿ha llegado ese momento
en el Perú? No ha llegado ese momento, entonces ¿qué razón tiene plantear el
diálogo?, el diálogo apunta simplemente a frenar, a socavar la guerra popular,
a eso apunta, a nada más, insisto [...] ésa es nuestra condición: la rendición
cabal, completa y absoluta [del estado] ¿están dispuestos a eso? Lo que están
tramando es nuestra destrucción, así que el diálogo es una demagogia barata.
LAS
(Énfasis añadido) (Guzmán 1988)
Los aparatos de propaganda senderista intentaron minimizar la magnitud
del golpe recibido proclamando «¡El pensamiento Gonzalo está libre!». En apa-
riencia, se trataba simplemente de poner en práctica las órdenes que dio Guzmán
desde la jaula. A ese mandato se aferraron los organismos senderistas hasta que
apareció Guzmán en la televisión solicitando al Gobierno iniciar conversaciones
para poner término a la guerra. En octubre de 1993, el impacto de este hecho fue
enorme y sembró la confusión entre los militantes senderistas.
El desbaratamiento de la dirección nacional y el consiguiente desplome del
PCP-SL fue posible por gruesos errores de la organización terrorista. El primero,
ya señalado, fue la proclamación del «equilibrio estratégico» — lo que implicaba
una paridad de fuerzas con el Estado — cuando la realidad era muy distinta. El
segundo elemento fue el crecimiento de la organización, con el consiguiente incre-
mento del riesgo de que hubiera infiltrados, lo que efectivamente sucedió. En ter-
cer lugar, cabe mencionar la decisión de enviar al terreno militar a los aparatos
partidarios y de apoyo, lo cual hizo factible las detenciones de algunos dirigentes
y la incautación de documentos con información valiosa para los órganos de segu-
ridad del Estado desde mediados de 1990. De hecho, la captura de la grabación de
video sobre la clausura del I Congreso del PCP-SL no sólo permitió identificar a
los miembros del Comité Central que hasta entonces eran desconocidos, sino que
también aportó imágenes actualizadas de los dirigentes cuya identidad era cono-
cida, incluyendo a Abimael Guzmán. Por último, la ya mencionada escena del
baile del máximo jefe fue muy útil, también, para las campañas psicosociales
desarrolladas por el Gobierno como parte de la estrategia contrasubversiva.
Pero se debe destacar que la captura de Abimael Guzmán no solamente fue
resultado de los errores del PCP-SL. Coincidió con un cambio significativo en la
estrategia contrasubversiva desarrollada por la DINCOTE y, particularmente, con
el exitoso trabajo de inteligencia operativa del GEIN, que en lugar de concentrarse
en mostrar pequeños logros mediante la exhibición de detenidos ante las cámaras
de televisión, optó por hacer un seguimiento paciente de los senderistas identifi-
cados con la intención de llegar al corazón de la dirección. En este trabajo del
GEIN tuvieron un papel destacado los comandantes Marco Miyashiro y Benedicto
Jiménez. El general Antonio Ketín Vidal facilitó el trabajo del equipo alentándolo
y dándole los medios para desarrollar sus actividades con los resultados conoci-
dos. Los hechos del 12 de septiembre de 1992 fueron la culminación de esta
reorientación de la lucha contrasubversiva (no obstante, según Abimael Guzmán,
182 su captura no fue tanto un resultado del trabajo policial de inteligencia cuanto de
una delación del director de la academia César Vallejo —es decir, Luis Arana
Franco, Manuel—, de cuyos recursos económicos, como se ha señalado ya, dependía
RESPONSABLES
La caída de Abimael Guzmán dejó al PCP-SL privado del gran dirimente en las
polémicas político-ideológicas. «Es a través de una persistente, firme y sagaz
lucha de dos líneas, defendiendo la línea proletaria y derrotando líneas contra-
rias, como se ha forjado el “pensamiento Gonzalo”», afirma un texto partidario
anteriormente citado. La convicción de estar armado de un pensamiento inven-
cible garantizaba al PCP-SL la absoluta unidad de mando y constituía un pode-
roso seguro contra eventuales escisiones: las únicas opciones para los disidentes
eran la autocrítica extrema o la desaparición. La opinión de Óscar Ramírez
Durand, Feliciano, al respecto es muy dura: «Guzmán [...] impuso dentro de Sen-
dero una dictadura totalitaria y el llamado “pensamiento único de Gonzalo”,
que no admitía ninguna crítica, so pena de sufrir, quien lo hiciera, sanciones muy
severas e incluso la muerte si uno se apartaba de la organización. Así, sólo él
podía ser el “teórico” [dar la línea) y los demás tenían que “aplicarla”» (Ramírez
Durand 2003).
Guzmán sobrestimaba su capacidad de convencimiento. El viraje que exigía a
sus militantes al plantear la tesis del acuerdo de paz era demasiado grande para
ser aceptada unánimemente. Es muy probable que esta falta de objetividad para
juzgar la situación haya sido inducida en él por el culto a su propia persona que
previamente había promovido con éxito en la organización, culto que terminó por
hacerle creer que su palabra tenía un poder casi demiúrgico.
Aunque al caer Guzmán cayó casi simultáneamente una porción considerable
de la dirección política del PCP-SL, el aparato militar de la organización quedó
hasta cierto punto indemne. Con anterioridad, la DINCOTE había conseguido la
desarticulación de El Diario, la Asociación de Abogados Democráticos y Socorro
Popular, «órganos generados por el Partido». La desintegración de este último fue
un golpe decisivo para Guzmán, quien, como se ha visto ya, daba a este aparato
mayor importancia que al Comité Metropolitano de Lima en sus manejos políti-
cos en la capital.
En mayo de 1992 fueron muertos en el centro penal de Canto Grande, como ya se
ha señalado, Yovanka Pardavé, Tito Valle Travesaño y Deodato Juárez Cruzatt.
Guzmán comentaría después al general Antonio Ketín Vidal que en esa acción ha-
bían matado a sus «mejores hijos», refiriéndose a los dos últimos. Con Guzmán fue
capturada Elena Iparraguirre, Miriam, integrante del Comité Permanente junto con
el propio Guzmán y Óscar Ramírez Durand, Feliciano. Fue detenida también Laura
Zambrano. Ramírez Durand afirma que su incorporación en el Comité Permanente,
como sustituto de la fallecida Augusta La Torre, esposa de Guzmán, fue puramente
formal puesto que, estando él en el campo, no podía asistir a las reuniones para
tomar decisiones. Así, el Comité Permanente, máxima instancia de dirección del
PCP-SL, era conducido únicamente por Abimael Guzmán y su compañera, Miriam.
Poco después de la captura de Guzmán, cayó Martha Huatay, la encargada de 183
reorganizar la dirección senderista. También fueron capturados los responsables
del Comité Zonal Sur (Arequipa) y del Comité Regional Norte.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Durante los meses que siguieron, el PCP-SL trató de demostrar que el golpe no
había sido muy importante desplegando sangrientas ofensivas en el interior del
país, pero no pudo realizar la anunciada gran ofensiva con motivo del V Centena-
rio del Encuentro de Dos Mundos. La captura de Abimael Guzmán y de una parte
significativa de la dirección senderista fue acompañada de la confiscación de va-
rias computadoras y abundante material partidario. Así, el PCP-SL tuvo que reor-
LAS
ganizarse urgentemente para evitar daños mayores. Óscar Ramírez Durand reor-
ganizó su dirección con los cuadros que permanecían en libertad. Pero en los años
siguientes el PCP-SL siguió recibiendo duros golpes y sus acciones disminuyeron
notoriamente a pesar de que todavía quedan dos reductos senderistas, uno en el
Alto Huallaga y otro en el valle del río Ene. Feliciano fue capturado en 1999 y Artemio,
jefe en el Huallaga, se plegó a la tesis del acuerdo de paz. El equilibrio estratégico
había sido sólo una ilusión: «ya la línea política de Guzmán —afirma Feliciano—
había llevado al PCP-SL a un callejón sin salida. Eso es lo que ni él ni sus ayayeros
quieren reconocer, que su propia política sectaria y ultraizquierdista llevaron a la
captura de sus dirigentes y al fracaso de su proyecto» (Ramírez Durand 2003).
Las cartas que Abimael Guzmán dirigió al presidente Fujimori para negociar un
acuerdo de paz fueron manejadas de acuerdo con las conveniencias circunstanciales
del Gobierno, que las aprovechó para asegurar su triunfo en el referéndum sobre
la constitución elaborada después del golpe de Estado de abril de 1992. La prime-
ra carta, que Fujimori hizo pública en su alocución en la sede de las Naciones
Unidas en Nueva York el 1 de octubre de 1993, tuvo un fuerte impacto y pareció
garantizar una aplastante victoria electoral. Pero la publicación de una segunda
carta, el 8 de octubre, resultó contraproducente. En ella, Abimael Guzmán elogia-
ba abiertamente al régimen que lo había capturado, lo cual, lejos de estimular el
apoyo al gobierno, generó dudas sobre si había razones ocultas tras este operati-
vo. Hasta el diario Expreso, el más firme defensor del régimen, manifestó su ma-
lestar por la forma como se estaban manejando las negociaciones:
Guzmán accedió a poner en su carta algo que no es esencial al Propósito
declarado de la misma. No se necesita ser muy suspicaz para percatarse de
que, colgado del objetivo principal, hay otro: consolidar la campaña por el «Sí».
Guzmán termina legitimando, desde un esquema marxista —lo que es casi
ridículo—, el golpe del 5 de abril. Evidentemente, Fujimori no necesita de la
aprobación de Guzmán a esa decisión. Tampoco es necesaria la aprobación de
Guzmán a la acción del Servicio de Inteligencia. Porque el pudor aconseja,
también, reconocer que la autodefensa comunera y la resistencia de la
población —que al cabo decidieron la guerra— ya se hallaban en marcha cuando
Fujimori llegó al poder. (Expreso 1993)
Abimael Guzmán debió expresar su reconocimiento no sólo al presidente
Fujimori sino también a Vladimiro Montesinos para convertirse en un interlocu-
184 tor reconocido. En un texto manuscrito redactado el 7 de febrero de 1993, en la
Base Naval del Callao, Guzmán calificaba a Montesinos como «persona de
versátiles inquietudes convergentes, mente aguda e inquisitiva urgida de resul-
RESPONSABLES
41
Esta carta, del 13 de septiembre de 1993, reitera el reconocimiento firmado por Guzmán y Elena
Iparraguirre a Montesinos, a nombre del PCP-SL. Según Guzmán e Iparraguirre, este testimonio fue
grabado y filmado por el SIN.
42
Este texto fue reseñado en diversos diarios de circulación nacional el 29 de octubre de 1993.
taban de acuerdo. El 20 de octubre de 1992, desde el centro penal de la isla de El 185
Frontón, Guzmán solicitó a los oficiales de la Marina que lo custodiaban que
comunicaran al Gobierno su pedido de iniciar negociaciones de paz.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
¿Qué razones llevaron a Guzmán a pedir esas conversaciones? En un «Llama-
miento» dirigido a los «Camaradas del Partido, Combatientes del Ejército Popu-
lar, Compañeros de masas», fechado el 22 de septiembre de 1992, que no llegó a
circular y en el que aparecen elementos de las cartas que enviaría al presidente
Fujimori, Guzmán reivindicaba los logros que, según su evaluación, habían dejado
trece años de guerra. Elogiaba después al gobierno por sus logros, «especialmente
después de los sucesos del 5 de abril de 1992». Llamaba, a continuación, a sus
LAS
militantes a analizar la situación que enfrentaban y su futuro previsible y exponía
las razones por las cuales se debía negociar la paz:
Nuevos, complejos y muy serios problemas han surgido en la política mundial, en
la situación del país y en la guerra que en él se desenvuelve, cuestiones todas
que plantean fundamentales problemas de dirección al Partido Comunista del
Perú, sin embargo, es precisamente en la dirección donde el Partido ha recibido
el más duro golpe [...] en esencia, la guerra popular es cuestión de dirección
política. La cuestión de dirección es decisiva y ella en nuestro caso no podrá ser
resuelta en buen tiempo. En consecuencia, los hechos muestran que la perspectiva
de la guerra popular no sería el desarrollo sino simplemente su mantenimiento.
tu vida no es más que un poco de materia bellamente organizada, sí, pero sólo
eso; materia y más aún en pequeñísima cantidad, si se le compara con la
inmensa eterna materia en movimiento, pon, pues, con libertad tu vida al servicio
de la necesidad del Partido [...] esa es posición de la clase, no la otra que centra
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Luego de que Fujimori ganara el referéndum, Montesinos suspendió las con-
versaciones: «Desde ahí entramos a un compás de espera o congelamiento».43 En
diciembre, Guzmán solicitó retomarlas con una discusión de su propuesta; hacer-
lo así «mostraría fehacientemente [...] que en modo alguno se trata, como preten-
de la oposición, de simples afanes electorales o transitorios [del Gobierno] [sic]».
Proponía, además, difundir un llamamiento para suspender las acciones militares
LAS
y, lo más importante, «Destacar camaradas a diferentes trincheras [prisiones] del
país comenzando por las de Lima para impulsar el acuerdo de paz, movilizando a
prisioneros y familiares para obtener pronunciamientos, y apuntar a que el Parti-
do y las masas asuman ¡Luchar por un Acuerdo de Paz!».
El único punto concedido por Montesinos fue facilitar el desplazamiento de
dirigentes senderistas por las prisiones para conseguir alinear a los militantes con
la propuesta de Guzmán. Su evidente propósito era lograr la escisión del PCP-SL,
objetivo que consiguió y que constituye su logro más importante.
El resultado final de las conversaciones sólo sorprendió a Guzmán y a quienes
se plegaron a su posición: «finalmente, luego de sucesivos llamados de Fujimori a
rendición y arrepentimiento, de varias campañas de las Fuerzas Armadas con vo-
lantes en las zonas de emergencia con «¡Gonzalo se rindió, entrégate!» entre otros,
más el desprestigio constante ante la opinión pública, Fujimori en diciembre 1993
declaró «Guerra al terrorismo» como respuesta». La respuesta de Fujimori se pro-
dujo el mismo mes en que Guzmán pretendía reiniciar las conversaciones. En los
hechos, allí terminaron las negociaciones: «Esto llevó a un congelamiento de las
conversaciones todo el 94».
Montesinos retornó brevemente las conversaciones a mediados de 1995 para
conseguir que variaran su posición Margie Clavo Peralta, una de las dirigentes
más importantes de la tendencia «Proseguir», y otros dos miembros de esa direc-
ción que habían sido detenidos. Guzmán e Iparraguirre consiguieron ese resulta-
do y trataron de aprovecharlo para reiniciar las conversaciones de paz y fortalecer
sus posiciones dentro del PCP-SL. Propusieron, «a fin de llegar al objetivo pro-
puesto aún pendiente», que Margie Clavo y los otros dos detenidos salieran «a
autocriticarse públicamente de haber sostenido «proseguir» y asumir «terminar»
la guerra popular [...] mediante un Acuerdo de Paz».44 Proponían, asimismo, salir
ellos y los demás dirigentes en prisión a dar un mensaje públicamente, suscribir
una declaración oficial en que se proclamara el término de la guerra y volver a
reunir a los miembros de la dirección de su tendencia. A continuación, Guzmán
envió un mensaje a su militancia por medio de su suegro radicado en Suecia en el
que proclamó el giro de Margie Clavo como «un éxito del Partido, de la línea
43
Ésta y las siguientes citas provienen del texto de 1993 «Derrotero sobre las conversaciones para un
Acuerdo de Paz» incluido en PCP-SL 2003.
44
«Carta de Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre al Doctor Vladimiro Montesinos. Penal Militar Base
Naval del Callao, 5 de septiembre de 1995» (PCP-SL 2003).
188 proletaria dirigida por el Presidente Gonzalo y la Dirección Central» y llamó a
que «el Partido oficial y públicamente pida al Gobierno entablar directamente
conversaciones».45 Montesinos sólo concedió el primer punto. Una vez que los
RESPONSABLES
tres dirigentes que habían terminado alineados con el acuerdo de paz salieron
entrevistados en la televisión renegando de su posición de continuar la guerra, se
desentendió del tema definitivamente.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Resulta claro de lo expuesto que la «Lucha por el Acuerdo de Paz» había naci-
do muerta. No obstante, lejos de reconocer que había sido engañado, Guzmán
insistió en embarcar a su organización en su línea, «abocándonos a librar la lucha
de líneas [entre 1993 y 1999] para que la Nueva Estrategia la asumiera todo el
Partido». Esto llevó a la escisión del PCP-SL entre quienes estaban por el «Acuer-
do de Paz» y quienes decidieron continuar la guerra: la tendencia denominada
«Proseguir». Óscar Ramírez Durand, el más importante líder de la tendencia disi-
dente, es lapidario en sus apreciaciones:
Sobre el «acuerdo de paz», usted sabe que nunca hubo tal; Montesinos engañó
a Guzmán como a un bebé de pecho. Éste se vendió a la dictadura a cambio de
que le permitieran vivir con su mujer en la cárcel [...] La dictadura nunca quiso
dialogar con quienes seguían en armas porque les convenía tener un pretexto
para seguir saqueando las arcas del Estado y mantener la legislación
antiterrorista para reprimir al pueblo. (Ramírez Durand 2003)
Como logros de las negociaciones desarrolladas durante esos meses, Guzmán
e Iparraguirre señalan que se introdujeron algunos cambios en el régimen carcela-
rio de los senderistas, «y cierto margen para que se reunieran los militantes en los
demás penales». A ellos se les permitió reunirse para «trabajar juntos unas horas
durante el día» una historia de su organización, para lo que se les otorgó acceso al
archivo de documentos partidarios que les había confiscado la DINCOTE y a
textos marxistas de su biblioteca. El «interlocutor», es decir Montesinos, les llevaba
periódicos y revistas del día cuando iba a verlos y también les dejaba ver noticie-
ros de la televisión. Este régimen, suspendido en 1994, fue retornado en 1995 y, a
partir de 1997, dispusieron de un radio y las publicaciones Le Monde y Newsweek.
Posiblemente Montesinos optó por mantener estos privilegios como una manera
de evitar que Guzmán rompiera el statu quo, lo cual fue conseguido (PCP-SL 2003).
Para Guzmán, el logro principal de la ronda de conversaciones que sostuvo con
Montesinos fue «haber difundido una nueva gran estrategia para la futura IV eta-
pa del Partido […] Y los documentos que la fundamentaban pudieron salir; de esa
nueva gran estrategia se derivaron una nueva línea política, nueva política gene-
ral, táctica y políticas específicas» (PCP-SL 2003). Él confiaba en que los militantes
en libertad se plegarían a su propuesta de paz, pero, según afirma,
[...] nunca enviaron ni hicieron pública respuesta alguna, salvo imputar superficial
y subjetivamente que se trataba de una «patraña» y [...] prohibieron leer los
documentos que salían de las prisiones, no discutieron ni las cartas difundidas
[...] Posteriormente en un espúreo [sic] evento acordaron que todos los que
45
«Sobre autocrítica de la camarada Nancy y otros dos camaradas que sostenían «Proseguir». Penal
Militar Base Naval del Callao, 25 de noviembre de 1995. PCP-SL» (PCP-SL 2003).
sustentaban Acuerdo eran unos «capituladores», «que se habían puesto al 189
margen» que no podían ser ni el camarada Gonzalo ni Miriam porque en la
Base Naval los habrían «enloquecido», «descerebrado». (PCP-SL 2003)
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
Para Guzmán, ésos fueron simples pretextos de los dirigentes en libertad para
rechazar la propuesta enviada por la dirección partidaria desde la cárcel:
[...] preguntamos si creían era patraña ¿por qué pues no desenmascararon
políticamente tal engendro supuestamente montado por el SIN?, luego, si era
capitulación ¿por qué no expulsaron a los capituladores y «soplones» como decían?
y si habían atentado contra la salud de los dirigentes ¿por qué no denunciaron y
LAS
exigieron que organismos de salud y defensa nacionales o extranjeros lo
confirmaran, verificaran o al menos averiguaran con la Cruz Roja Internacional?
(PCP-SL 2003)
En la interpretación de Guzmán, tal conducta de los dirigentes de la tendencia
«Proseguir» muestra que éstos «conformaron una línea oportunista de derecha
que perseguía cambiar la dirección, la línea, el Partido y el carácter de la guerra; la
usurpación del nombre del P. Gonzalo y del PCP [que] engendró un Bloque
Escisionista que llevó a la división del 93 y desenvolvió un plan de desconocimien-
to encubierto a dirección que venia esperando el momento y las condiciones para
aplicarlo» (PCP-SL 2003). Así, conforme la tradición estalinista, resulta que los
disidentes eran derechistas encubiertos desde siempre, que aprovecharon la opor-
tunidad y «se desbocaron» (PCP-SL 2003).
Una vez que Montesinos consiguió que Guzmán suscribiera las dos cartas para
Fujimori y que la dirección en cautiverio se plegara a su «gran decisión defini-
ción», los demás miembros de la dirección fueron devueltos a sus centros penales
de procedencia para que impusieran la nueva línea partidaria. Guzmán y su com-
pañera quedaron en la Base Naval preparando sus documentos. No obstante, en
noviembre de 1999 fue detenido Óscar Ramírez Durand, Feliciano, lo que significó
en la práctica la anulación de la acción armada del PCP-SL. Guzmán consideró,
entonces, que el «Acuerdo de Paz» ya era inviable y formuló la nueva línea, vigen-
te desde el año 2000: «Por una solución política a los problemas derivados de la
guerra». Esta posición reconoce que no existe una correlación de fuerzas que per-
mita pedir al Gobierno que firme un tratado. Plantea, pues, una propuesta abierta
a diversas alternativas que pueda asumir tal salida, afirmando que ellas pueden
inclusive prescindir de él.
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
los próximos cincuenta a cien años serán del barrimiento del dominio del imperialismo y todos los
explotadores» (énfasis añadido) (PCP-SL 1979d). El inicio de la lucha armada se
inscribía, pues, en una ofensiva revolucionaria de dimensión planetaria. Esta
posición se mantuvo hasta que Guzmán fue detenido. Diez años después aún
sostenía que
[...] en el plano económico [el revisionismo, el imperialismo y la reacción mundial]
LAS
sostienen que el capitalismo ha encontrado la solución a sus problemas y, en
consecuencia, no marcha a su hundimiento; quieren hacer consentir a los pueblos
de la Tierra, al proletariado, que el capitalismo es eterno. Políticamente también
quieren entontecemos, hacemos creer, ¡estúpidos!, que la dictadura burguesa no
es un sistema que marcha a su ruina, que la burguesía no es caduca sino que ha
entrado a su reverdecimiento, a la perpetuación de la dictadura burguesa. (PCP-
SL 1989c)
Tras ser capturado, Guzmán cambió su posición. El documento que suscribió
en la Base Naval junto con sus seguidores muestra que hubo un error en su carac-
terización de la coyuntura mundial medida en una perspectiva secular, pues, con-
tra lo que sostenían los documentos partidarios anteriores, la «oleada revolucio-
naria» en la que el PCP-SL consideraba que se inscribía su «guerra popular» había
concluido con la derrota de la revolución cultural china en 1976, antes del inicio de
la lucha armada por Guzmán. En 1980 empezaron, pues, la «guerra popular) en
plena fase de reflujo y no en la «ofensiva estratégica de la revolución mundial» de
la que hablaba el «presidente Gonzalo» (PCP-SL 1993a).46
Aunque en una escala notoriamente más pequeña que el PCP-SL, el Movimiento Re-
volucionario Túpac Amaru (MRTA) fue también, indudablemente, responsable de la
violencia sufrida por la Nación peruana en las dos últimas décadas del siglo XX.
La organización subversiva denominada MRTA desató una «guerra revolucio-
naria» en 1984, cuando el Perú llevaba cuatro años de haber retornado a la demo-
cracia y cuando las principales organizaciones de izquierda, no obstante su discur-
so revolucionario, se habían adherido a ese régimen político y participaban él
mediante los comicios e incluso ocupando cargos electos.
Para emprender su proyecto subversivo, el MRTA organizó el denominado
Ejército Popular Tupacamarista que, a diferencia de los grupos armados del PCP-
SL, estaba conformado por columnas de combatientes provistos de armas de
guerra, uniformados y concentrados en campamentos fuera de las áreas pobla-
46
El documento citado (PCP-SL 1993a) considera que esta etapa de reflujo se prolongará por unas tres
décadas y que, hacia el año 2010, se dará una reactivación del movimiento revolucionario mundial; de
allí que sea necesario replegarse. En este marco de interpretación se planteó el «Acuerdo de Paz»
192
detenidos en diversos penales del país, este grupo subversivo llevó a cabo el que
sería su último secuestro, con la intención de liberar a sus compañeros.
En el período comprendido entre 1988 y 1995, el secuestro se configura como
una práctica sistemática.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
1
«12 apóstoles» es la expresión utilizada por los medios de comunicación para denominar
al grupo de empresarios más adinerados del país que mantenían una permanente rela-
ción con miembros del gobierno.
2
CVR. BDI-II-P461. Entrevista en profundidad, septiembre de 2002. Mando del MRTA,
ex estudiante de la UNCP, preso en un penal de máxima seguridad.
3
EL 3 de febrero de 1989, Víctor Polay Campos, jefe del MRTA, fue capturado en el Hotel
de Turistas de Huancayo, Junín, sentenciado a 20 años de prisión y recluido en el penal
Castro Castro.
das. En sus acciones armadas y en el trato dispensado a los «prisioneros», el 193
MRTA proclamó guiarse por las Convenciones de Ginebra. Pese a ello, la CVR ha
encontrado que dicha organización cometió graves crímenes y violaciones de los
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
derechos humanos, especialmente asesinatos y secuestros. El MRTA es responsa-
ble del 1.8% de víctimas mortales producidas durante el conflicto armado interno.
ANTECEDENTES
Los orígenes del MRTA se remontan a una escisión sufrida por el PAP a fines de
la década de 1950, cuando un núcleo de jóvenes militantes encabezados por Luis
LAS
de la Puente se alejaron de ese partido político. Disconformes con el abandono
de las tesis radicales primigenias del partido y con la alianza concertada con el
gobierno conservador de Manuel Prado (1956-62), los disidentes conformaron el
APRA Rebelde.
El triunfo de la revolución cubana en 1959 favoreció la radicalización juvenil en
todo el continente e influyó también en el APRA Rebelde, que en 1962 adoptó el
nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y se adhirió a una co-
rriente continental que propugnaba la revolución socialista por la vía de la lucha
armada. En junio de 1965, el MIR desarrolló una breve experiencia guerrillera, que
terminó con la muerte de Luis de la Puente y sus principales dirigentes en los
meses siguientes.
En los años posteriores, los sobrevivientes se dispersaron en una serie de pe-
queñas organizaciones que conservaron las siglas del MIR. A lo largo de la década
posterior, esas agrupaciones evolucionaron con distintos matices pero mantuvie-
ron en común el objetivo de «reiniciar la lucha armada». Dos de ellas, el MIR-Voz
Rebelde (MIR-VR) y el MIR - IV Etapa (MIR-IV) lograron tener presencia en dife-
rentes organizaciones y movimientos sociales hacia fines de los años 70. Sin em-
bargo, fue otro núcleo bastante más pequeño y marginal, el MIR - El Militante
(MIR-EM), una de las dos organizaciones que conformarían pocos años más tarde
el MRTA.
El otro núcleo surgió del Partido Socialista Revolucionario (PSR), fundado en
1976 por jóvenes radicalizados de la Democracia Cristiana y militares que reivin-
dicaban el nacionalismo y las reformas del gobierno del general Juan Velasco
Alvarado (1968-1975). El PSR se organizó en dos niveles: uno público que incursionó
con éxito en los procesos electorales que se abrieron a partir de 1978; y otro clan-
destino conocido como la «Orga», que se encargaba de las actividades conspirativas
y de la conducción del aparato partidario. En 1978, estos últimos abandonaron el
PSR acusando a los «públicos» de privilegiar el trabajo legal en desmedro del tra-
bajo insurreccional del partido. Poco después, los disidentes fundaron el PSR Mar-
xista-Leninista (PSR ML).
En 1979, el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en
Nicaragua dio un nuevo aliento a la izquierda guerrillera latinoamericana, y
causó un gran impacto en la izquierda peruana, que precisamente entonces
enfrentaba un arduo dilema. Hasta 1978 casi todos los partidos de izquierda
consideraban que la lucha armada era un medio legítimo para acceder al poder y
la mayoría veía la participación electoral como sinónimo de «reformismo» y
194
Porque para hacer la guerra, nosotros teníamos la concepción de que hay que reunir
RESPONSABLES
fondos de guerra y hemos hecho grandes asaltos a bancos, hay muchos combatientes
han pasado como delincuentes comunes y también secuestros. Los secuestros sí hay
bastante de ésos, es un tema muy sencillo, pero se ha hecho además que en otros
países también se han hecho. Esa fuente de ingreso ha permitido solamente comprar
armas, el mercado negro es infinito, es fácil. Hay tiempos que la vimos un poco mal,
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
pero hay tiempos que si teníamos un poco más para que los combatientes, los cuadros
puedan tener comodidad a pesar de la situación difícil que se vive en el medio monte,
en la sierra el frío, es bastante difícil, utilizando las vías guerrilleras, las zonas.4
UN ORGANISMO ESPECIALIZADO
La organización del MRTA tenía como uno de sus componentes a la «Fuerza Mili-
tar Revolucionaria»,5 la cual incluía a las «Fuerzas Especiales».6 Éstas eran «[…]
unidades de élite que están compuestas por oficiales y combatientes destacados
para cumplir actividades en la retaguardia del enemigo».7
Las «Fuerzas Especiales» operaban tanto en las áreas rurales como urbanas y
se caracterizaban por su destreza y por realizar operaciones «tipo comando»8
(MRTA 1988: 17).
El reglamento interno del MRTA, en su artículo 32, señala que la estructura interna
de esta organización estaba conformada por diversos compartimentos, cada uno de
los cuales poseían su propio mando y estructura, y dependía directamente de la
Comandancia General9 (MRTA 1988: 60). Tal como lo expuso un ex militante del
MRTA:
En el caso de los comandos, el tipo de estructuras [eran] de la SAS inglesas. Tipos de
operaciones especiales que funcionan de manera autónoma, no ligados a la estructura del
ejército. Es como [...] bajo la dirección política. Eso tenía varias cosas: Equipos de Recupe-
4
CVR. BDI-II-P532. Entrevista en profundidad, septiembre de 2002. Militante del MRTA
actualmente preso en un penal de máxima seguridad.
5
El reglamento del MRTA, aprobado en su II Comité Central de agosto de 1988, señalaba
en su artículo 6 que la «Fuerza Militar Revolucionaria» era una estructura político-militar
cuyo objetivo era el enfrentamiento directo y la derrota de las Fuerzas Armadas (MRTA
1988: 59).
6
Al enumerar los órganos que conforman la «Fuerza Militar Revolucionaria», el reglamento
del MRTA no menciona expresamente a las «Fuerzas Especiales»: «La Fuerza Militar del
MRTA está compuesta por el Ejército Popular Tupacamarista, los Comandos urbano y rura-
les, las milicias tupacamaristas en el campo y la ciudad, y los grupos de autodefensa urba-
nos y rurales» (artículo 5). No obstante, en un documento denominado «Línea Militar» que
también fue elaborado en su II Comité Central, se señala que las «Fuerzas Especiales» tam-
bién son un componente de la «Fuerza Militar Revolucionaria» (MRTA 1988: 57-59).
7
MRTA. Reglamento del MRTA, artículo 21 (MRTA 1988: 59).
8
El artículo 22 del Estatuto del MRTA define los comandos como «[...] la unidad básica de
combate a nivel táctico dentro de la fuerza militar revolucionaria [...] son unidades milita-
res con un alto grado de profesionalismo y combatividad. Su línea de trabajo es el enfren-
tamiento directo con el enemigo. Los comandos se dedican exclusivamente a la actividad
militar. Poseen un alto grado de preparación técnico-militar que les asegura una gran
movilidad, rapidez y contundencia en la acción [...]» (MRTA 1988: 52).
9
Según el artículo 23 del Estatuto del MRTA: «La Comandancia General es el organismo
de dirección político-militar permanente dentro de la F. M. [Fuerza Militar] del MRTA»
(MRTA 1988: 52).
abdicación de sus postulados revolucionarios. La convocatoria a elecciones para 195
una Asamblea Constituyente en 1978 y luego a elecciones generales en 1980 llevó
a la mayoría de partidos de izquierda a una suerte de transacción. Ellos decidieron
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
participar en las elecciones, pero afirmando que esa participación formaba parte
de una estrategia revolucionaria mayor: «[...] un mecanismo táctico de
acumulación de fuerzas en función del gran objetivo que era la revolución».47
Entre 1978 y 1980, tanto el PSR-ML como el MIR-EM participaron en diversos
intentos de unificación izquierdista, incluyendo la conformación de Izquierda
Unida (IU). Sin embargo, el 18 de mayo de 1980, fecha de las elecciones
LAS
presidenciales, ambas organizaciones emitieron un pronunciamiento conjunto
en el cual sostenían que: «la situación pre-revolucionaria de carácter prolongado
[...] no había cambiado porque sus causas eran estructurales [e] implicaba la
preparación para la guerra revolucionaria» (MRTA 1990: 15). El comunicado no
tomaba en cuenta que la mayoría del electorado había optado por opciones
moderadas y no por las radicales.
En junio —semanas después del Inicio de la Lucha Armada del PCP-SL— el
PSR-ML y el MIR-EM acordaron unificarse para preparar «las condiciones para el
desencadenamiento de la guerra revolucionaria» (MRTA 1990: 67). Una de esas
condiciones era lograr «la más amplia unidad con otros partidos y organizaciones
de izquierda». Para ello, en los dos años siguientes intentaron convencer a otros
grupos, especialmente a los dos MIR con mayor anclaje social (MIR-VR y MIR - IV
Etapa) —que para entonces se habían unido para formar el MIR Confluencia
(MIRC)— para coordinar esfuerzos con el objetivo de «reiniciar la lucha armada».
Sin embargo, tanto el MIR-C como Vanguardia Revolucionaria (VR) se mos-
traron renuentes a un trabajo conjunto y terminaron conformando en 1984 el
Partido Unificado Mariateguista (PUM). Para el PSR-ML y el MIR-EM aquella
reticencia confirmaba la ausencia de un «claro proyecto revolucionario», que
había «teñido fuertemente de reformismo a la izquierda» (MRTA 1990: 25).
47
CVR. Entrevista a Alberto Gálvez Olaechea, ex dirigente del MRTA. Penal de Huacariz, Cajamarca,
19-20 de julio de 2002
48
CVR. Entrevista a Peter Cárdenes Schulte. Base Naval del Callao, 27 de agosto de 2002.
196
Policiales —si fuera el caso—. Eso tenía una ramita que era la suburbana, la cual
era una mezcla de Milicia Urbana con Estructura de Comando. 10
permanente, entre las que se encontraba el «Comité Central».11 Éste estaba compuesto
por el «Comité Ejecutivo Nacional» —también denominado «Dirección Nacional»—
y otros miembros designados para tal fin.12 Al respecto, un ex miembro del «Comité
Central» del MRTA señaló lo siguiente
Las acciones de gran envergadura como el asesinato del general EP Enrique López Albújar,
secuestro a Delgado Parker, así como la toma de pueblos y puestos policiales son decidi-
dos a nivel de la Dirección Nacional del MRTA y cada Dirección Regional se encarga de
materializarlo de acuerdo con sus posibilidades; asimismo, los objetivos políticos y las
campañas son trazadas y delineadas por el Comité Central.13
10
CVR. BDI-II-P532. Entrevista en profundidad, septiembre de 2002. Militante del MRTA
actualmente preso en un penal de máxima seguridad.
11
El reglamento del MRTA, en su artículo 21, señala que «las máximas instancias partida-
rias de dirección política y militar a las que se subordina la Fuerza Militar del MRTA son:
El Congreso Nacional, la Convención Nacional y el Comité Central» (MRTA 1988: 60).
12
MRTA. Estatuto del MRTA, artículo 30 (MRTA 1988: 53).
13
Manifestación policial de Alberto Gálvez Olaechea, tomada el 10 de julio de 1991 en
la oficinas de la DIRCOTE (atestado policial 119-D1-DINCOTE del 14 de junio de
1991).
evento del PSR ML - MIR EM. La reunión acordó que la organización asumiera 197
como tarea central el desarrollo de la lucha armada (MRTA 1990: 39). Asimis-
mo, adoptó el nombre de Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, dispo-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
niendo «guardar en reserva dicho nombre hasta que la nueva estructura parti-
daria esté en condiciones de respaldar al MRTA con las armas en la mano»
(MRTA 1990: 40).
Durante 1983 el MRTA realizó tareas de «acumulación de fuerzas», incluyendo
asaltos para conseguir fondos y armas; escuelas de «homogenización políticomilitar»
y traslado de militantes a diversas zonas del país. Luego inició acciones de
«propaganda armada», como el ataque con explosivos contra una casa de marines
LAS
norteamericanos en Lima, en protesta por la invasión de EE UU a Granada.49 De otro
lado, acordó iniciar «la construcción de un movimiento de masas que se incorpore
al proceso de guerra revolucionaria» (MRTA 1990: 43-44).
En enero de 1984, se llevó a cabo el I Comité Central del MRTA en Lima. La
reunión acordó desarrollar «acciones guerrilleras urbanas» y conformar un «ejér-
cito guerrillero» en el campo. Asimismo, dar a conocer la organización a través de
la «propaganda armada». Con ese fin, el 22 de enero de 1984, un grupo de miem-
bros del MRTA atacó el puesto policial de Villa El Salvador, en Lima. Los medios
de la época dieron una amplia cobertura a la aparición del nuevo grupo subversi-
vo. Conforme se sucedieron las acciones armadas, el MRTA fue ganando cierta
presencia en fábricas y barrios populares de Lima. En Junín, su actividad comenzó
a sentirse en la Universidad Nacional del Centro y en algunos barrios de Huancayo
y Jauja. A fines de 1983, unos 20 miembros del MRTA se trasladaron a Paucartambo,
en Cusco, para organizar una columna armada. Sin embargo, el 27 de noviembre
de 1984 la columna fue desbaratada, revés que puso en evidencia cuán ajeno a la
población era ese proyecto subversivo.
En febrero de 1985, el 11 Comité Central del MRTA reafirmó que el Perú vivía
un período «pre-revolucionario». Esta visión no concordaba con lo que acontecía
en el país. IU conducía para entonces la alcaldía de Lima y otras importantes
capitales provinciales. El PUM se había convertido en una de las organizaciones
más fuerte de IU con presencia en diversas organizaciones sociales y, a pesar de
su discurso radical, no mostraba intenciones de plegarse a la lucha armada. Por
último, el PAP se perfilaba como ganador de las elecciones generales de 1985. Así,
mientras la voluntad de cambio de amplios sectores de la población se expresaba
a través de opciones políticas que actuaban dentro de los marcos democráticos, el
MRTA pretendía «madurar» el «período pre-revolucionario» hacia una «situación
revolucionaria».
En el contexto electoral de abril de 1985, el MRTA propuso una plataforma de
lucha mínima: ruptura con el Fondo Monetario Internacional, aumento del sueldo
mínimo vital, amnistía para todos los «presos políticos» y cese de los estados de
emergencia (MRTA 1990: 71). Asimismo, llamó al electorado a viciar su voto.
49
El ataque tuvo lugar el 16 de noviembre de 1983. Este tipo de acciones fue característico del MRTA
y no siempre tuvo relación directa con el conflicto armado interno que vivía el país. Así, por
ejemplo, el 21 de abril de 1986, en solidaridad con Libia, que había sido bombardeada por los
Estados Unidos, colocaron un coche-bomba en la residencia del embajador norteamericano.
198 Estas propuestas fueron acompañadas de atentados contra la casa del entonces
Ministro de Trabajo Joaquín Leguía y la colocación de explosivos en los locales de
la firma Kentucky Fried Chicken en marzo de 1985, en Lima. Un mes después, en
RESPONSABLES
50
CVR. Entrevista. Mateo es el pseudónimo de un ex dirigente del MRTA recluido en un penal de máxi-
ma seguridad. Agosto de 2003.
acciones permitió al MRTA reiniciar sus exploraciones para asentar una columna 199
guerrillera. Asimismo, a fines de 1985 enviaron a un grupo de militantes a Co-
lombia. Este contingente, junto a militantes de Alfaro Vive ¡Carajo! del Ecuador y
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
del M-19, formaron el Batallón América y participaron en acciones guerrilleras
en Colombia (MRTA 1990: 89-91).
Entre el 9 y el 14 de febrero de 1986, el MRTA realizó su III Comité Central en
Lima con un balance positivo de su actuación durante 1985 al considerar que ha-
bían «conquistado un espacio político importante en la escena nacional y aun in-
ternacional». Sin embargo, pese a su visible presencia en los medios masivos de
LAS
comunicación, el MRTA no había logrado influir de manera significativa en el es-
cenario político ni mucho menos conducir importantes movimientos sociales. Más
aun, pocos meses después, el 18 y el 19 de junio, se produjo la masacre de los
penales. El 7 de agosto, en una segunda conferencia de prensa con Polay encapu-
chado, el MRTA anunció a los periodistas el fin de la tregua: «El Movimiento Re-
volucionario Túpac Amaru, a partir del día de hoy, considera al gobierno del señor
Alan García como un enemigo del pueblo» (MRTA 1990: 105). El «reinicio de las
hostilidades» fue acompañado con el llamamiento a la formación de un «frente
por la democracia, la justicia y la paz», que convocara a «demócratas, patriotas,
progresistas, sectores populares del APRA, de IU, que las organizaciones alzadas
en armas» con el objetivo de enfrentar y derrotar a la «militarización» del régimen
(MRTA 1990: 107). El frente nunca se formó.
UNIDAD CON EL MIR, DESPLIEGUE DE ACCIONES MILITARES Y DEL TRABAJO POLÍTICO (1986-1988)
Los 18 meses que siguieron al fin de la tregua, fueron considerados por el MRTA de
avance en diferentes ámbitos: por un lado, el proceso de unidad con el MIR VR y la
apertura del primer frente guerrillero en San Martín; por otro, la realización de una
Asamblea Nacional Popular, reunión de gremios y organizaciones sociales en la que
tuvieron activa presencia agrupaciones cercanas al MRTA.
Las conversaciones iniciales con el MIR Confluencia habían fracasado hacia 1982,
pero en 1983 dicha organización entró en crisis. Mientras un sector se incorporaba
al PUM, otro, compuesto principalmente por militantes del MIR-Voz Rebelde,
armaban tienda aparte insistiendo en reiniciar la lucha armada. En 1985, este grupo
organizó los Comandos Revolucionarios del Pueblo (CRP), que realizaron algunas
acciones de propaganda armada. Alberto Gálvez Olaechea, cabeza del MIR-VR,
reconoce que el avance del PCP-SL fue uno de los elementos que precipitó estas
decisiones:
Nosotros, militantes del MIR, grupo con antecedentes guerrilleros y rituales de
homenaje a sus héroes, no quedamos inmunes a un proyecto que nos interpelaba
y nos forzaba a definiciones. El discurso se tornó obsoleto: eran los hechos los
que tenían que hablar. A quienes convergimos después en la formación del MRTA,
en cierta medida, SL nos empujó al camino. (Gálvez 2003: 23)
En 1986, las conversaciones entre el MRTA y el MIR-VR finalmente dieron sus
frutos. El 9 de diciembre, luego de un I Comité Central Unitario, anunciaron su
200 unificación. Si bien el MRTA tenía un mayor desarrollo militar, el MIR-VR aporta-
ba su trabajo político en San Martín, Lambayeque, Ancash y La Libertad; y
una inicial experiencia militar con los CRP. Los dirigentes del MIR-VR acepta-
RESPONSABLES
para abrir su primer frente guerrillero; pues desde mucho tiempo atrás, en el
norte del departamento, el MIR- VR había desarrollado un trabajo proselitista y
organizativo entre los gremios de campesinos arroceros y maiceros, los maes-
tros del SUTE y del Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo (FEDIP-SM).
Sesenta hombres formaron el frente guerrillero, conocido desde entonces como
Nororiental: 30 del MIR-VR y 30 del MRTA. La responsabilidad del frente
Nororiental fue asumida por Víctor Polay, lo que generó las primeras fricciones
con el MIR-VR.
El 8 de octubre de 1987, la toma de Tabalosos (Lamas) marcó el inicio de la
campaña político-militar «El Che vive». Diez días más tarde una columna del MRTA
tomó Soritor (Moyobamba). Sin embargo, tales acciones no alcanzaban repercu-
sión nacional. Se proyectó entonces la campaña «Túpac Amaru libertador». El 6
de noviembre, 60 hombres tomaron Juanjuí (Mariscal Cáceres). Al día siguiente, la mis-
ma columna tomó San José de Sisa (El Dorado) sin encontrar resistencia. Por el contrario,
hallaron la buscada resonancia nacional por medio de una entrevista al jefe subversivo
Víctor Polay hecha por un reportero de televisión. El gobierno reaccionó al poco
tiempo: instauró el estado de emergencia en San Martín y envió un elevado número
de fuerzas militares tras el destacamento del MRTA, que llegó a huir.
El 9 de diciembre el MRTA dio por concluida la campaña «Túpac Amaru liber-
tador» y acordó la desconcentración de sus fuerzas. Un grupo fue enviado a la
Región Oriente y otro a la Región Central. 37 quedaron en San Martín. Según
relata Sístero García, Ricardo,51 éstos últimos fueron detectados por el Ejército,
cuya ofensiva provocó el colapso del destacamento en las semanas siguientes. La
reconstitución del Frente Nororiental fue lenta. Recién a principios de 1990 los
subversivos estuvieron en condiciones de realizar otra vez acciones de envergadu-
ra. Hacia 1991, el Frente Nororiental se encontraba totalmente reconstituido y
contaba con una fuerza militar de aproximadamente 400 hombres completamente
armados.
A pesar de esos reveses, el MRTA evaluó positivamente las campañas «El Che
vive» y «Túpac Amaru libertador», que confirmaban su conversión en una «op-
ción de poder» real (MRTA 1990: 136). Esta evaluación sobreestimaba sus fuerzas
militares y subestimaba tanto el poder del Estado como la presencia adquirida
por el PCP-SL. Más aun cuando, poco antes de esas campañas, habían caído presos
Gálvez Olaechea y luego Lucero Cumpa, responsable de Lima Metropolitana y
miembro del Comité Central. En pleno apogeo, el MRTA comenzaba a mostrar
una de las características que iba a marcar su actuación en los próximos años: la
fluctuación entre avances y reveses; la incapacidad de lograr un avance sosteni-
51
Ex dirigente del MRTA acogido a la ley del arrepentimiento.
do en alguna zona del país o línea de trabajo; la imagen de un grupo armado que 201
se sostenía básicamente sobre el voluntarismo, las apuestas audaces y la confian-
za en las repercusiones mediáticas de sus acciones como forma importante de
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
acumulación de fuerzas políticas.
Por la misma época en que el Frente Nororiental desencadenaba sus acciones,
tuvo lugar en Villa el Salvador el I Congreso de la Asamblea Nacional Popular
(ANP), en la que participaron un conjunto de organizaciones gremiales, así como
los sectores radicales de ID-UNIR, PUM, PCP-Unidad y la UDP, organización para
entonces cercana al MRTA. Como lo expresa Miguel Rincón:
LAS
Junto con los compañeros del PUM encabezamos las corrientes que buscaban
que la ANP fuera una instancia de centralización real [...] que tuviera un
programa que además de las reivindicaciones más sentidas del movimiento
popular incorpore objetivos revolucionarios, que abriera el camino a la lucha
por el poder por parte del pueblo. (2002: 15-16)
Desde 1986, integrantes del MRTA habían participado en los Encuentros
Preparatorios de la ANP, tratando de vincular la movilización de los sectores
representados en la ANP con su lucha armada. La paradoja es que su presencia
en estas instancias crecía conforme las organizaciones gremiales perdían im-
portancia en el escenario nacional. Golpeadas por la crisis de la industrializa-
ción por sustitución de importaciones y por la violencia que el propio MRTA
ayudaba a atizar, las organizaciones presentes en la ANP de 1987 eran sólo un
pálido recuerdo de las que en 1977 y 1978 habían conmocionado el país con
importantes paros nacionales.
Sin una evaluación clara de esas debilidades, en agosto de 1988 se llevó a cabo
el II Comité Central Unificado del MRTA. La reunión repitió las evaluaciones
apocalípticas sobre la situación nacional y, marcada por las victorias del frente
Nororiental, acordó abrir otros frentes guerrilleros porque: «[...] en Juanjuí nos
dimos cuenta que teníamos que tener la audacia y la decisión de levantar una
propuesta nacional con las armas en la mano, porque no había otra forma».52 Así,
el MRTA procedió a reestructurar el frente Nororiental y a abrir dos más: el Orien-
tal (Ucayali, Pasco y Huánuco) y el Central (Junín y la selva de Pasco). Al mismo
tiempo, se enviaron algunos cuadros a explorar la reapertura de un frente en el Sur
del país y fortalecer el trabajo en las ciudades. Para todo ello consideraron indis-
pensable afiatar la organización y financiar sus «gastos de guerra» optando por
los secuestros bajo el criterio de que «los costos de la guerra» los paguen «los
grandes burgueses y [el] imperialismo» (Desco 1989: 244).
Los secuestros fueron realizados en Lima por las llamadas «fuerzas especiales»
Durante su cautiverio, los empresarios permanecían ocultos en las llamadas cárce-
les del pueblo» —espacios de reducidas dimensiones e insalubres— donde eran
vigilados constantemente. El primero de estos secuestros se realizó en septiembre
de 1987 (Jiménez 2000: 868). Meses antes, se había producido el primer «ajuste de
cuentas» con ex militantes del frente nororiental, donde cuadros provenientes del
MIR-VR, disconformes con la unificación, habían emprendido la creación de su
52
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 2002.
202 propio proyecto militar. Un «tribunal revolucionario» del MRTA los consideró
«traidores», ubicó y fusiló a su jefe el 30 de octubre de 1988. Por la misma época,
fueron ejecutados los hermanos Cusquén Cabrera, acusados de graves crímenes
RESPONSABLES
53
En julio de 1990, Víctor Polay reconoció el «error» cometido (MRTA 1990: 19).
54
CVR. Entrevista. Lucas es el pseudónimo de un dirigente del MRTA actualmente encarcelado. Agosto
de 2003.
55
Según la información proporcionada por el Ejército, murieron seis de sus miembros. Además, siete
pobladores que residían en lugares aledaños fueron detenidos y desparecidos; otros tres, que fueron
detenidos por el Ejército, aparecieron muertos, lo que hace presumir que fueron ejecutados
extrajudicialmente.
concreto es que el golpe había sido tan grande que nos privó de muchas cosas» 203
(Mateo). Para Gálvez Olaechea, lo sucedido en Molinos mostró una tendencia en el
MRTA que «priorizaba el protagonismo coyuntural sobre el trabajo más consis-
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
tente y a más largo plazo» (2003: 36). Como respuesta a lo acontecido en Molinos,
el 9 de enero de 1990 comando del MRTA asesinaron al general (r) Enrique López
Albújar, ex Ministro de Defensa, acribillándolo cuando manejaba su auto sin per-
sonal de seguridad. Víctor Polay sostuvo que la «ejecución»: «[...] fue acuerdo y
decisión de un tribunal revolucionario como respuesta al asesinato de prisioneros
y repase de heridos y combatientes del MRTA en Los Molinos» (1990: 19). La
acción pareció corroborar lo afirmado por Manrique (1989: 175-80) sobre la proba-
LAS
ble «senderización» del MRTA, cuya evidencia se encontraba en los ajustes de
cuentas entre integrantes de esa organización en Chiclayo, Tarapoto y Lima.
También en el frente central se inició entonces una etapa de reconstrucción con
el traslado al campo de grupos pequeños provenientes del trabajo urbano, en un
contexto desfavorable por el levantamiento campesino contra el PCP-SL y la pre-
sencia creciente del Ejército. A inicios de 1991, algunos destacamentos comenza-
ron a operar allí nuevamente.
56
Recuérdese que en agosto de 1987 había sido capturado Gálvez Olaechea y, en febrero de 1988, Peter
Cárdenas y Hugo Avellaneda, en el aeropuerto Jorge Chávez (Lima).
57
Para Gálvez Olaechea, la decisión de Polay de abstenerse tuvo como objetivo «asegurarse la adhesion
de los sectores ideológicamente más duros [como] Cerpa y Rincón, y desplazar a la vertiente del MIR-
VR» (2003: 39).
204 crecientemente por la población. Sostenían, además, que la victoria de Ricardo
Belmont en las elecciones municipales de 1989 y la de Alberto Fujimori en las
presidenciales de 1990 mostraban «el desprestigio de los partidos y de los políti-
RESPONSABLES
[el repliegue] no era lo más adecuado porque implicaba dejar el campo abierto a
los de SL, y mientras ellos siguieran operando con más agresividad en la ciudad
era dejar el campo libre a Sendero».58 Por tanto, había que: «[...] imponer un
diálogo con el gobierno, convertimos en una fuerza dialogante, beligerante. Hacer
ver a la opinión pública que el MRTA había logrado tal desarrollo que era necesario
que se siente a una mesa de diálogo con el gobierno».59
Entonces, el III Comité Central acordó reforzar el frente nororiental, el del
oriente y el central; y abrir los frentes norte y sur: «[...] para que sea inevitable
conversar con el MRTA».60 Con ese objetivo, varios de los subversivos que se
fugaron del penal Miguel Castro Castro fueron enviados a distintas zonas del
país; numerosos militantes de sus estructuras políticas y simpatizantes fueron
incorporados a las estructuras militares. En el corto plazo, esto permitió que la
presencia del MRTA se consolidara en los frentes nororiental y central.
Pero las discrepancias en la dirección se habían acentuado con la elección del
nuevo Comité Ejecutivo Nacional (CEN). De sus seis integrantes, cuatro prove-
nían del MRTA originario (entre ellos Polay Campos y Cerpa Cartolini) y dos del
MIR-VR (Gálvez Olaechea y Rodolfo Klein Samanez). Esto rompió un acuerdo
entre ambas organizaciones referido a la composición paritaria del CEN. Por
último, tanto las responsabilidades regionales como las de los frentes militares
fueron asumidas por cuadros provenientes del MRTA. Así, la conducción del
frente nororiental estuvo a cargo de Néstor Cerpa, quien desplazó a Sístero García,
Ricardo, proveniente del MIR-VR. Lo mismo sucedió en los frentes sur y central.
A pesar de las discrepancias, en los meses siguientes las acciones del MRTA se
incrementaron en diferentes partes del país, con un renovado contingente de
militantes, hasta culminar el 24 de diciembre del 2001 con la segunda toma de
Juanjuí. De acuerdo con los dirigentes de esa organización subversiva, en los
diferentes frentes la solicitud de incorporación a sus filas superaba sus posibili-
dades. Como relata Francisco: «[...] faltaba dirigir; habían masas, habían comba-
tientes, pero un solo dirigente no podía dirigir 100 personas y habían varios cientos
de personas, entonces ¿cómo hacer?». Esa carencia de «cuadros» de dirección llevó a
que algunos militantes asumieran cargos de responsabilidad sin un mínimo de
preparación lo que favoreció iniciativas como el cobro de cupos a narcotraficantes
en San Martín, el reinicio de los ajustes de cuentas, el desborde de la crueldad en
los secuestros y, en general, la acentuación de una línea militarista.
58
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 13 de marzo de 2003.
59
Ibídem. Sin embargo, mediante el congresista oficialista Gerardo López (Cambio 90), a quien habían
secuestrado y posteriormente liberado a fines de septiembre de 1990, hicieron llegar a Alberto Fujimori
una propuesta de diálogo que fue desestimada.
60
CVR. Entrevista a Víctor Polay. Base Naval del Callao, 13 de marzo de 2003.
Así, en agosto de 1991 un comando subversivo asesinó a Orestes Dávila 205
Torres, Germán, quien había sido el brazo derecho de Cerpa Cartolini. Meses
después, en enero de 1992, también fue asesinado Andrés Sosa Chanamé, ex
ORGANIZACIONES SUBVERSIVAS
militante del MRTA proveniente del PCP-Unidad. Estas venganzas precipita-
ron la renuncia de Gálvez Olaechea al MRTA a principios de 1992. Como él
recuerda: «[...] los Robin Hood de los inicios fueron endureciéndose con los gol-
pes de la guerra y la ley del Talión fue una tentación demasiado poderosa»
(2003: 52). Sin embargo, según Polay, la imagen de que en el MRTA «se están
matando» fue consecuencia de la utilización de los medios de comunicación por
los servicios de inteligencia y de declaraciones de ex militantes magnificadas
LAS
por la prensa pero que, según su punto de vista, no guardaban correspondencia
con la realidad, «[...] es más, en el caso de Beto Gálvez [Olaechea], él cae y en la
cárcel, después de unos meses, plantea su renuncia».61
En esta etapa, los secuestros perpetrados por el MRTA se volvieron más bruta-
les. Así, Pedro Antonio Miyasato apareció muerto el 22 de abril de 1992. El cuerpo
de David Ballón Vera fue encontrado sin vida el 23 de febrero de 1993.
Para entonces, las desavenencias entre los militantes y dirigentes del MIR-VR y
el MRTA se habían vuelto irreversibles. A la renuncia de Gálvez en enero de 1992,
siguió la de Sístero García junto a unos 120 combatientes del frente nororiental. La
dirección Nacional del MRTA ordenó la captura de Sístero García, pero el ejército
logró rescatarlo. Se estima que durante estos enfrentamientos con los disidentes
y también con los militares, el MRTA perdió parte importante de su fuerza militar,
calculada en 400 hombres. Además, perdió el control militar que había logrado
en algunas zonas de San Martín.
Luego del golpe de Estado del 5 de abril de 1992, muchos miembros del MRTA,
sobre todo en el frente nororiental, se acogieron a la ley de arrepentimiento y
empezaron a denunciar a otros militantes. El golpe de Estado también reabrió la
discusión sobre la viabilidad de la lucha armada. Algunos insistieron en cesar la
guerra, pero se impuso otra vez la idea de hacerlo «[...] desde una posición de
fuerza». Según Miguel Rincón, «[...] ese repliegue debía ser paulatino, dando gol-
pes en profundidad para demostrar al país y al mundo que la lucha persistía [...]
demostrar que la dictadura no estaba avanzando con las manos libres, y a partir
de eso organizar el repliegue propiamente dicho».62
Esa estrategia fue difícil de llevar a cabo, puesto que a la segunda captura de
Gálvez Olaechea a fines de 1991 habían seguido otras. El 9 de abril de 1992 fue
capturado Peter Cárdenas Schulte. Dos meses después, el 9 de junio, Víctor Polay
fue recapturado por la policía en el distrito limeño de San Borja. A mediados de
ese año, sólo dos integrantes del CEN se encontraban en libertad: Néstor Cerpa y
Miguel Rincón. En consecuencia, Néstor Cerpa asumió la conducción del MRTA.
Después de la captura de Lucero Cumpa el 1 de mayo de 1993 en Tarapoto, los
últimos responsables de los destacamentos que operaban en San Martín se aco-
gieron a la ley de arrepentimiento, con lo cual el frente nororiental desapareció.
61
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 2003.
62
CVR. Entrevista. Base Naval del Callao, 25 de marzo de 2003.
206 Las acciones del MRTA se concentraron en el frente central a la par que dismi-
nuían en la ciudad de Lima.
RESPONSABLES
EPÍLOGO
El resto fue un epílogo. Según Gálvez Olaechea, «el conflicto devino en una guerra
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
entre aparatos, en la que era inevitable que venciera el aparato más poderoso: el
Estado». (2003: 53). En situación extrema, el MRTA comenzó a planificar una ac-
ción de envergadura que los ubicara nuevamente en la escena nacional. Cerpa y
Rincón eran conscientes de que la conquista del poder era inviable, más aun cuan-
do el jefe del PCP-SL, Abimael Guzmán, se pronunciaba, desde su reclusión penal,
a favor de un acuerdo de paz. Optaron entonces, una vez más, por crear una «si-
tuación de fuerza» que les permitiera negociar la excarcelación de sus militantes y
eventualmente la suspensión de hostilidades y su incorporación a la vida política
legal. Según Miguel Rincón: «[...] era necesario rescatar a los cuadros revoluciona-
rios para continuar con la lucha revolucionaria, pero el gobierno había cerrado
todos los márgenes de resolución política o legal». Por eso, la excarcelación «sólo
se podía a partir de una posición de fuerza».63
Con ese fin, se planeó tomar por asalto el Congreso de la República, pero el
operativo se frustró en noviembre de 1995 por la captura de Rincón y 17 subversi-
vos más. Sin embargo, el 17 de diciembre de 1996, Néstor Cerpa Cartolini, último
dirigente nacional en libertad, a la cabeza de un comando integrado por 14 miem-
bros, asaltó la residencia del embajador de Japón en Lima, donde se realizaba una
recepción, y secuestró a más de seiscientos invitados. En los días siguientes fue
liberada la mayoría de rehenes, pero 72 personas sufrieron cautiverio durante 136
días.
Finalmente, tras cuatro meses y medio de contactos y tensiones entre el go-
bierno y los secuestradores, las fuerzas de seguridad del Estado ejecutaron, el 22
de abril de 1997, una operación de rescate denominada «Chavín de Huántar».
Como resultado de la operación fueron rescatados todos los rehenes excepto uno
de ellos, que perdió la vida. Murieron también dos miembros del equipo de rescate
y todos los integrantes del comando del MRTA. Este episodio marcó el final de esa
organización subversiva.
1
De acuerdo con la Constitución de 1979, el Congreso de la República constaba de una Cámara de
Senadores, compuesta por 60 miembros, y una Cámara de Diputados, integrada por 180 representantes.
La mayoría relativa obtenida por el partido de gobierno en la Cámara de Senadores se hacía absoluta
por la alianza establecida con el Partido Popular Cristiano.
principalmente, en lo relativo a su participación en el control de la riqueza na- 209
cional y en las dimensiones de su aparato burocrático.2 Debe señalarse, también,
que en ese mismo intervalo se produjo un proceso de reformas que transformó
2
La población laboral empleada en el sector público pasó de 225,714 a 424,611 empleados entre 1969 y
1978. Sobre el modelo económico de la dictadura militar y el crecimiento del Estado consúltese Wise
(2003: 119-158).
3
Durante los años del gobierno militar, Acción Popular realizó dos congresos nacionales para elegir
secretarios generales.
210 A estos datos se suman, para completar una adecuada comprensión del pe-
ríodo, las consecuencias del conflicto bélico con Ecuador en 1981, las elevadas
pérdidas económicas derivadas del fenómeno El Niño en 1983 y, finalmente, la
RESPONSABLES
4
La alternativa entre la opción policial y la opción militar se presentó paralelamente a otra
disyuntiva más general en el gobierno de Acción Popular. Se trata de la tensión entre dos
corrientes partidarias. Una de ellas, la liderada por el senador Javier Alva Orlandini, procura-
ba incrementar la influencia del partido en el manejo del gobierno mediante el control de
prefecturas, subprefecturas, gobernaciones y cargos burocráticos de segundo orden, así como
haciendo sentir su fuerza en el Parlamento. La otra corriente, encabezada por el presidente
del Consejo de Ministros y primer ministro de Economía, Manuel Ulloa Elías, se inclinaba más
a asegurar los equilibrios macroeconómicos, favorecer un manejo tecnocrático del gobierno y
atender prioritariamente las pautas de los organismos económicos multilaterales.
5
Existe un debate acerca de si el gobierno de Morales Bermúdez dejó archivos de inteligencia sobre la
incipiente actividad del PCP-SL. La CVR considera que ese dato no es decisivo para comprender el
proceso general, dada la escasa información existente por entonces sobre la organización subversiva
y sus intenciones de iniciar una «lucha armada».
El primer obstáculo para un enfoque eficaz de la subversión fue el deficiente 211
diagnóstico del problema y la confusa caracterización de la organización respon-
sable de los actos de terrorismo y sabotaje. Se ha encontrado que el gobierno
Algunos miembros del gobierno interpretaban la aparición del PCP-SL como parte
de la expansión del comunismo internacional. Tal interpretación, influida por el
contexto de Guerra Fría todavía vigente, veía el comunismo como una extensa
red mundial, muy bien financiada y organizada, capaz de poner en práctica estra-
tegias revolucionarias de alcance internacional. Así, el ministro de Relaciones
Exteriores, Javier Arias Stella, aseguró que aunque no había pruebas, «hay evi-
dencias altamente sospechosas de que existe algún tipo de intervención foránea
en los actos de sabotaje».7 El presidente Belaunde, por su parte, afirmaba a más
de un año de iniciadas las acciones del PCP-SL, que los atentados obedecían a un
«plan dirigido, organizado y financiado desde el exterior»8 posteriormente, reite-
ró que «[...] esta es una lucha entre la democracia y el totalitarismo. Quieren des-
prestigiar y anular la democracia y cuentan para ello con respaldo internacio-
nal».9
Estas aseveraciones no fueron respaldadas por pruebas convincentes. Incluso,
según información obtenida por la CVR, los propios miembros del gobierno re-
conocían en privado lo poco fundado de sus afirmaciones.10
Otro sector del gobierno afirmaba que existía cierta relación entre la ola de mo-
vilización social, en la que las organizaciones de izquierda tenían gran influencia,
y los actos de violencia. A fines de la década del 70 e inicios de los años 80, se
produjo, en efecto, una creciente movilización social, no confinada a las manifes-
taciones de protesta de sindicatos obreros, sino extendida también a la población
organizada de la periferia urbana. Esta ola de manifestaciones populares era con-
vergente con los lineamientos de acción política de un significativo sector de las
organizaciones de izquierda que había optado por participar en el sistema demo-
6
Es importante tomar en cuenta como telón de fondo de estas hipótesis que el arquitecto Belaunde
y su partido enfrentaron en su primer gobierno (1963-1968) un brote guerrillero en los Andes, que
fue derrotado en pocos meses por las Fuerzas Armadas. Esto ocurrió en el año 1965. En 1968
Fernando Belaunde fue derrocado y deportado por el golpe militar que dio inicio a la dictadura de
doce años mencionada en este capítulo.
7
El Comercio, 15 de diciembre de 1980. En Desco 1989: 371.
8
El Comercio, 16 de septiembre de 1981. En Desco 1989: 377.
9
El Comercio, 6 de septiembre de 1982. En Desco 1989: 383.
10
«Another widespread claim, both in official and media circles, is that Peruvian terrorists are receiving
support from foreign countries. Cuba is most prominently hinted at, but officials decline to be specific
in public, and in private admit that they have no convincing evidence. In fact, Peru’s terrorists show
few signs ofbeing particularly well-equipped». Documento desclasificado de la CIA, n.o 344, 20
de abril de 1982.
212 crático institucional y por promover la movilización de masas como una vía a la
«democracia social».11
Desde el gobierno, hubo quienes vincularon —sin precisar la naturaleza del
RESPONSABLES
vínculo— la protesta sindical con los atentados terroristas. El ministro del Inte-
rior, José María de la Jara, señaló que el nuevo jefe de Seguridad del Estado, el
general PIP Edgar Luque, tenía «la misión de deslindar si existe un nexo entre la
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
11
En Desco 1981 véase un panorama del pensamiento de izquierda referido a la importancia de la
movilización social.
12
El Comercio, 15 de septiembre de 1981. En Desco 1989: 377.
13
La República, 22 de septiembre de 1982. En Desco 1989: 382.
14
Expreso, 28 de septiembre de 1982. En Desco 1989: 387.
15
El Comercio, 6 de septiembre de 1980. En Desco 1989: 367.
Orlandini —quien asumió el Ministerio de Gobierno y Policía del primer gobier- 213
no del arquitecto Belaunde en el momento final de las guerrillas de 1965— pro-
puso el 17 de diciembre la declaración de una zona de emergencia y la participa-
16
El Peruano, 25 de noviembre de 1980. En Desco 1989: 370.
17
El Comercio, 21de junio de 1981. En Desco 1989: 374.
18
El Diario, 11 de noviembre de 1980. En Desco 1989: 368.
19
La Prensa, 17 de diciembre de 1980. En Desco 1989: 371.
20
El Comercio, 24 de septiembre de 1981. En Desco 1989: 376.
214 octubre, tras una reunión del Consejo de Ministros, el presidente Belaunde declaró
en estado de emergencia cinco de las siete provincias del departamento de Ayacucho.21
Reportes de prensa de la época informan que el ministro De la Jara y el viceministro
RESPONSABLES
21
Huamanga, Huanta, Cangallo, La Mar y Víctor Fajardo.
22
Fue nombrado ministro del Interior el general en retiro José Gagliardi, quien mantuvo a
grandes rasgos la política de De la Jara de reivindicación del trabajo policial contra la subversión.
En septiembre de 1982, el ministro Gagliardi planteó, sin obtener ningún eco en el gobierno, la
posibilidad de un diálogo con el PCP-SL. Gagliardi dejó el ministerio a fines del año 1982.
GRÁFICO 1 215
23
Se debe tener presente, sin embargo, que, durante los primeros tiempos de la intervención de las
Fuerzas Armadas, la policía siguió realizando la mayor parte de las acciones armadas en la zona
declarada en emergencia.
24
La Crónica, 25 de abril de 1983.
25
Caretas, 9 de mayo de 1984.
216 la agitación social del momento. Finalmente, lo sucedió en el cargo un militar, el
general Óscar Brush Noel, quien venía de dirigir el Ministerio de Guerra.
En síntesis, la CVR ha encontrado que tras el ingreso de las Fuerzas Armadas
RESPONSABLES
Desde el primer día de enero de 1983 hasta el final del gobierno del arquitecto
Fernando Belaunde Terry, las Fuerzas Armadas tuvieron a su cargo la lucha
contrasubversiva en la zona declarada en emergencia en los Andes centrales. Esto
se dio dentro de un marco legal poco definido en lo que se refiere a la acotación
de las facultades de los jefes militares en la zona y sin que las autoridades políti-
cas pusieran en práctica mecanismos adecuados de protección de los derechos
humanos de la población que quedaba bajo control militar.
Si bien la actividad de los comandos político-militares, según ha constatado la
CVR, golpeó duramente a la organización subversiva PCP-SL, no llegó a reprimir
sus actos terroristas ni a erradicarla y, en cambio, acarreó prácticas generalizadas
de violación de los derechos humanos de la población civil de Ayacucho, Apurímac
y Huancavelica en ciertos períodos y lugares específicos.
El decreto supremo 068-82-IN, que estableció el estado de emergencia por
sesenta días en algunas provincias de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica, no
precisó las funciones adscritas al comando político-militar. Señalaba que «las
Fuerzas Armadas asumirán el control del orden interno» en las provincias en
cuestión para lograr el «restablecimiento del orden público». La orden dada por
el presidente Belaunde, si bien amplia, no incluyó previsiones sobre el comple-
mento de la acción del gobierno civil constitucional a las actividades militares. El
equipo de gobierno, en un contexto de agresiones criminales del PCP-SL a las
autoridades civiles locales, y también en consonancia con el diagnóstico incipien-
te del problema antes reseñado, optó por dejar el asunto en manos del sector
militar sin diseñar una estrategia propia de defensa o restauración de la autori-
dad civil.
Hasta el final del período gubernamental, hubo tres jefes militares en la zona
en emergencia.
TABLA 1 217
26
El Comercio, 1 de enero de 1983. En una entrevista ofrecida a la CVR, el general en retiro Noel Moral
negó dichas afirmaciones: «Yo nunca he dicho optimistamente que iba a terminar en dos meses o tres
meses [con la subversión], lo que pasa es que había períodos de calma» (CVR. Entrevista. 18 de
marzo de 2003).
27
El Comercio, 17 de enero de 1983. En Desco 1989: 571.
218 me dice: «General, usted combata con toda energía y tiene el apoyo del Gobierno
Constitucional». «Gracias».28
El general Noel afirma también que informaba de sus actividades periódica-
RESPONSABLES
mente:
Yo normalmente venía cada dos meses, tres meses y coordinaba con el presidente
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
del Comando Conjunto; yo iba a Palacio porque iba al acuerdo [sic] de guerra con
el Ministro de Guerra y con el comandante general del Ejército. Y de ahí [...] en el
Consejo de Defensa Nacional donde el Presidente impartía órdenes con cosas con
las que se le informaba.29
Otros testimonios, procedentes de colaboradores cercanos del arquitecto
Belaunde en aquel período, han negado la veracidad de las declaraciones citadas.
Durante el desempeño del general Noel se produjeron críticas y denuncias de
sectores políticos y de la prensa sobre violaciones de derechos humanos. Éstas
fueron interpretadas por el gobierno como una estrategia de oposición y no como
una advertencia seria sobre la situación de violencia que crecía en el país. El 1 de
julio de 1983 el diputado de izquierda Javier Diez Canseco denunció al general
Noel ante el Ministerio Público por delitos de asesinato, secuestro, detenciones
ilegales y abuso de autoridad, denuncia que no prosperó.
28
CVR. Entrevista. 28 de agosto de 2002.
29
CVR. Entrevista. 18 de marzo de 2003.
30
Desco. Resumen Semanal, 19 de marzo de 1984.
que han reclamado ciento sesenta años y nadie les ha hecho caso y ahora 219
estamos cosechando ese resultado [...] la solución para mí es corregir la situación
que existe, por decir, que la cárcel no esté llena de inocentes sin juicio, que los
CUADRO 1
Junto con el incremento de los atentados y crímenes del PCP-SL, las fuerzas
del Estado acentuaron sus actividades represivas; pero, lamentablemente, tam-
bién ocurrieron numerosas violaciones de derechos humanos. En 1984 se produjo
el 20% de las desapariciones perpetradas durante los veinte años de violencia.
En agosto de 1984 salieron a la luz denuncias sucesivas de violaciones de dere-
chos humanos: el asesinato de evangelistas en Callqui-Nisperocniyoc, la desapa-
rición del periodista Jaime Ayala, la aparición del cadáver del dirigente campesi-
no Jesús Oropesa (Puquio) 33 y el hallazgo de fosas comunes en Pucayacu.
31
La República, 27 de agosto de 1984.
32
El Peruano, 8 de julio de 1984.
33
Este hecho ocurrió fuera de la zona de emergencia.
220 Durante la jefatura político-militar del general Huamán Centeno se siguieron
produciendo también numerosas violaciones de derechos humanos en el cuartel
Los Cabitos.
RESPONSABLES
34
El Peruano, 29 de agosto de 1984.
del lugar de residencia (artículo 2, inciso 9), la reunión pacífica sin armas (artículo 221
2, inciso 10) y la imposibilidad de ser detenido sino por mandamiento escrito y
motivado del Juez o por las autoridades policiales en caso flagrante delito (artí-
Impunidad
La estrategia contrasubversiva puesta en práctica con las Fuerzas Armadas en
el escenario de la violencia resultó ser muy costosa en vidas humanas. Para
cierto sector de éstas, era inevitable, punto de vista que incluso se hizo público.
El general Luis Cisneros Vizquerra, quien fue Ministro de Guerra, afirmaba en
septiembre de 1984:
[...] no podemos entender cómo en una zona de guerra, una zona prácticamente
extraterritorial, pretendamos mantener el estado de derecho. Le encargamos a la
fuerza armada que elimine a Sendero y cuando va a apretar el gatillo aparece el
Fiscal de la Nación para ver si al hombre lo vamos a matar de frente, y se presenta
el abogado, el periodista [...]. Hay una inclinación a criticar todo lo que la fuerza
armada hace en Ayacucho [...] da la impresión que se piensa que quienes deben
ser eliminadas son las fuerzas del orden [...] hablamos de derechos humanos de
manera unilateral. En la guerra no hay derechos humanos.35
Las múltiples violaciones de derechos humanos fueron conocidas por denun-
cias diversas. El gobierno de AP trató dichas denuncias como elementos de la
pugna política de la oposición. La prensa favorable al gobierno alentaba tal enfo-
que. Por ejemplo, el comentarista político Manuel D’Ornellas consideró el descu-
brimiento de fosas comunes como un «verdadero regalo político para la extrema
izquierda» y añadía que «la guerra que quisiéramos limpia, pero que es obvia-
mente sucia, la declaró oficialmente el grupo que comanda Guzmán».36
De acuerdo con Javier Alva Orlandini37 el arquitecto Belaunde era conciente
de la gravedad de los hechos y compartía con el ministro José María de la Jara las
35
Caretas, n. o 817, septiembre de 1984. En Desco 1989: 378.
36
Expreso, 25 de agosto de 1984.
37
CVR. Entrevista. 16 de agosto de 2002.
222 dudas sobre la conveniencia de establecer el estado de emergencia y de ordenar
la intervención militar.
Sin embargo, la CVR encuentra, que a partir del establecimiento del comando
RESPONSABLES
38
Deseo. Resumen Semanal, 19 de agosto de 1983.
públicos, corporaciones departamentales y demás instituciones del sector pú- 223
blico, solicitar el nombramiento o traslado de las autoridades políticas y admi-
nistrativas de su jurisdicción en caso de negligencia, abandono, vacancia o
39
Desco. Resumen Semanal, 26 de agosto-1 de septiembre de 1983, n. o 231, p. 2.
226 LOS PRIMEROS AÑOS DEL GOBIERNO APRISTA
una sólida situación política. No solamente había obtenido una votación clara-
mente mayoritaria, sino que su partido había conquistado mayoría en las dos
cámaras del Congreso de la República. En su discurso inaugural anunció, entre
otros puntos, su decisión de emprender una estrategia de base socioeconómica
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
40
CVR. Entrevista a Armando Villanueva. 30 de octubre de 2002.
41
Desco. Resumen Semanal. 26 de julio-l de agosto de 1985, año VIII, n.o 327.
42
El 6 de agosto la Cámara de Diputados aprobó un proyecto que facultaba al gobierno a promulgar la
Ley Orgánica y la Ley de Bases del Ministerio del Interior, las Leyes Orgánicas de cada cuerpo de las
Fuerzas Policiales y la Ley Orgánica del Sistema de Inteligencia Nacional. Desco. Resumen
Semanal, 26 de julio-l de agosto de 1985, año VIII, n.o 327, p. 3.
43
CVR. Entrevista a Agustín Mantilla. 24 de octubre de 2002.
Un problema de fondo enfrentado por el gobierno aprista fue la historia de 227
tensas relaciones y desconfianza entre el PAP y las Fuerzas Armadas.44 En parte
ello había sido superado a fines de los años 60, cuando Haya de la Torre presidió
44
Estas tensiones tienen sus orígenes en la brutal represión militar de la insurrección encabezada
por el PAP en julio de 1931 en la ciudad de Trujillo, en la costa norte del país. Cuando era obvio que
los militares habían logrado aplastar la rebelión y retomar el control de Trujillo, militantes apristas
ejecutaron a algunos oficiales del Ejército que tenían como prisioneros. Este hecho, así como los
fusilamientos masivos de rebeldes apristas luego de sofocada la insurrección, alimentaron un
profundo resentimiento entre el PAP y las Fuerzas Armadas en los años posteriores.
45
CVR. Entrevista a Agustín Mantilla. 24 de octubre de 2002.
46
CVR. Entrevista a Alberto Valencia. 11 de septiembre de 2002.
228 problema militar, era la verdad, si los militares pueden solucionar esto, la Policía,
la DINCOTE que lo hagan, nosotros no sabemos [...]».47
A pesar de las carencias estratégicas señaladas, el descenso del número de
RESPONSABLES
víctimas durante el primer año de gobierno aprista dio la impresión de que esta-
ba ocurriendo un cambio mayor, a lo cual se sumó el anuncio de la tregua unilate-
ral dada al gobierno por el MRTA. En ese período también se registró una reduc-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
ción del número de atentados. A pesar de ello, las acciones subversivas fueron
expandiéndose más allá del escenario ayacuchano para afectar a nuevas zonas
del territorio nacional. Así por ejemplo, en mayo de 1985, poco después del triun-
fo electoral del PAP, fue asesinado el diputado electo por Pasco, y alcalde aprista
en ejercicio, Luis Aguilar Cajahuamán. Su muerte marcó el inicio de una campaña
senderista de asesinatos de diputados, gobernadores, alcaldes y concejales del
PAP en todo el país, que duraría varios años. En la práctica, el PCP-SL declaraba
la guerra al gobierno aprista y respondía con muertes a la posibilidad de un diá-
logo para obtener la paz.48
cando que también les respondan con un «genocidio». De esta manera, asesina-
ron al contralmirante Carlos Ponce Canessa, miembro del Estado Mayor de la
Marina de Guerra, en mayo de 1986. Ante el crimen, el ministro de Marina hizo
un pedido público por la reimplantación de la pena de muerte y el Comandante
General de la institución fustigó a quienes llamó «instituciones seudo defensoras
de los derechos humanos».49 Poco después, miembros del PCP-SL atentaron con-
tra el secretario de organización del PAP Alberto Kitasono, quien resultó ileso
aunque en la acción fallecieron tres militantes apristas y un transeúnte.
Otro escenario en el que el PCP-SL había empezado a actuar con mucha fuer-
za eran las cárceles, consideradas «luminosas trincheras de combate», es decir,
espacios de lucha en los que continuaba desarrollándose su denominada guerra
popular y, por tanto, se seguía la consigna de «inducir al genocidio al APRA». Por
otro lado, existían precedentes de motines que habían terminado con varios muer-
tos, como el de detenidos por delitos comunes del penal de El Sexto en Lima en
1984 y, sobre todo, el del llamado «Pabellón Británico» del penal de Lurigancho
en Lima. Los senderistas sacaron ventaja, además, de los espacios que les brinda-
ba la situación de abandono estatal en que se encontraban los penales del país, al
punto de que empezaron a controlar lo que sucedía al interior de varias zonas de
los mismos.
La situación de los centros penitenciarios, que ya era crítica cuando García
asumió el gobierno, se había agravado luego de que el 4 de octubre de 1985 la
Guardia Republicana debeló con gran violencia un motín de reclusos acusados de
terrorismo que ocupaban el Pabellón Británico del penal de Lurigancho. Murie-
ron treinta internos pero no hubo mayores investigaciones y el gobierno no asu-
mió la responsabilidad de los hechos. En los meses siguientes, los reclusos
senderistas comenzaron a pedir garantías para sus vidas ante las autoridades
judiciales y en junio de 1986 plantearon recursos de amparo aduciendo amenazas
en contra de su seguridad. Poco antes de comenzar su interrogatorio en el Quinto
Tribunal Correccional, el dirigente senderista Antonio Díaz Martínez, denunció
«[...] el nuevo plan genocida que prepara el gobierno en todo el país, para aplicar-
lo contra los reclusos de las diferentes cárceles».50 La táctica del PCP-SL consistía
entonces en provocar al gobierno aprista e «inducirlo al genocidio» mientras que,
al mismo tiempo, lo denunciaba públicamente por prepararlo.
El motín senderista que motivó la matanza de los penales de Lima y Callao se
inició el 18 de junio de 1986 con la toma de rehenes en los establecimientos peni-
tenciarios de Lurigancho, El Frontón y Santa Bárbara. En esas mismas fechas se
49
La República, 7 de mayo de 1986; Hoy, 7 de mayo de 1986.
50
Desco. Resumen Semanal, 13-20 de junio de 1986, año IX, n. o 371.
celebraba en la capital un evento de la Internacional Socialista. Luego de intentar 231
controlar la situación a través de la mediación de funcionarios del Instituto Na-
cional Penitenciario (INPE), del Poder Judicial y de la Comisión de Paz, el Conse-
51
Informe de la Comisión Ames, p. 245.
52
Acta del Consejo de Ministros del 18 de junio de 1986.
232 de los amotinados. Sin embargo, el gobierno procedió más bien a avalar la actua-
ción de los miembros de las fuerzas del orden y, en la sesión del Consejo de
Ministros del 19 de julio, felicitó al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas
RESPONSABLES
ción de las Fuerzas Armadas. Por su parte, los mandos militares optaron por
prescindir cada vez más del gobierno civil en la toma de decisiones sobre la estra-
tegia aplicada contra la subversión.
A pesar de la gravedad de los sucesos de los penales, y como dato significativo
de las reacciones de la opinión pública en Lima, el presidente García mantuvo, e
incluso incrementó, su popularidad entre diversos sectores que reclamaban mano
dura frente al senderismo. Al mismo tiempo, el mandatario intentaba proyectar
una imagen de intransigencia frente a las violaciones de derechos humanos. Pro-
metió sanciones a los responsables y remarcó su ofrecimiento con una frase
impactante: «o se van ellos, o me voy yo».
El PCP-SL se dedicó, por su lado, a explotar el sangriento episodio que se
adecuaba bastante bien a su propósito de inducir al Estado a cometer violaciones
de derechos humanos. Exaltó la imagen de las víctimas, a las que publicitó como
mártires de su causa, e hizo de la fecha de la masacre una efeméride partidaria: el
«Día de la Heroicidad».
Las explicaciones del Ejecutivo sobre los sucesos de los penales fueron pre-
sentadas en septiembre, durante la interpelación al gabinete por la Cámara de
Diputados. El Congreso nombró una comisión investigadora, aunque ésta no fun-
cionó durante el primer año, pues el senador de Izquierda Unida al que se enco-
mendó la presidencia del grupo, el general retirado Fernández Maldonado, decli-
nó el encargo. La comisión entró en funciones recién en 1987 bajo la presidencia
del senador Rolando Ames, también de Izquierda Unida.
El informe de dicha comisión señaló que las fuerzas encargadas del develamiento
realizaron ejecuciones extrajudiciales en Lurigancho, mientras que en El Frontón la
Marina voló el Pabellón Azul a sabiendas de que en su interior se encontraban aún
internos con vida. El informe señalaba, también, intentos de encubrir los delitos de
las fuerzas del orden durante las acciones de develamiento de los motines y propo-
nía que el Congreso realice antejuicios constitucionales a los ministros implicados
en los hechos y al propio presidente García Pérez cuando concluyera su mandato.
Aunque dicho informe fue suscrito solamente por la minoría de la comisión, pues
los miembros del PAP no lo avalaron, sí conquistó el respaldo de toda la oposición
en el Legislativo y obtuvo amplia difusión nacional.
Luego de los sucesos de los penales, el PCP-SL siguió con su campaña de
asesinatos selectivos. En octubre de 1986, un comando senderista hirió mortal-
mente al vicealmirante Gerónimo Cafferata, ex comandante general de la Mari-
na. Luego fueron asesinados dos dirigentes apristas en los asentamientos de
Huaycán y Horacio Zevallos, en Lima. Desde el gobierno y el PAP, hubo reaccio-
nes como el retorno del senador Armando Villanueva a la secretaría general del
partido para organizar un «plan antiterrorista».
De otro lado, el gobierno propuso un proyecto de ley para la creación de 233
tribunales especiales que se encargaran de los casos de terrorismo y otro proyecto
que excluía de los delitos de función los «excesos» que cometiesen las fuerzas del
53
Desco. Resumen Semanal, 16-22 de enero de 1987, año X, n. o 402, p. 1.
54
Desco. Resumen Semanal, 27 de febrero-5 de marzo de 1987, año X, n.o 408, p. 1.
234 Franco pareció endurecer las posiciones del gobierno y del partido, y reforzó la
opinión partidaria a favor de una guerra que comprometiera a toda la pobla-
ción contra la subversión. Un mes más tarde otro dirigente, el subsecretario
RESPONSABLES
nacional de organización del PAP, Nelson Pozo, fue también abatido por miem-
bros del PCP-SL. En este contexto, el gobierno buscó un acercamiento a las
Fuerzas Armadas para restaurar los vínculos deteriorados por la creación del
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
La toma de Juanjuí
Aunque había anunciado en 1986 el fin de su «tregua» al gobierno y al PAP, la
aparición de columnas guerrilleras del MRTA en San Martín en noviembre del
año siguiente sorprendió a la policía. La Dirección de Operaciones Especiales de
la policía se había creado recién tres meses antes y no estaba lista para entrar en
acción. Después de conocida la toma de la ciudad de Juanjuí, el 6 de noviembre
de 1987, la prensa cubrió ampliamente los sucesos. El presidente García pidió a
los medios de comunicación «[...] asumir una gran responsabilidad, porque si se
55
Deseo. Resumen Semanal, 1-7 de julio de 1988, año XI, n.º 475, p. 1.
le va a conceder la importancia que los terroristas buscan, entonces serán sus 235
primeros colaboradores —para señalar luego que— la guerra será severa y va a
durar buen tiempo». El Ministro del Interior, José Barsallo, minimizó la incursión
56
Desco. Resumen Semanal, 22 de julio-4 de agosto de 1988, año XI, n.o 478-479, p. 2.
El Senado aprobó el informe pero no impulsó la concreción de las propuestas 237
de la Comisión. El senador Bernales, que presidió la Comisión, comentó en un
estudio posterior:
(*) Exceptuando los distritos de Lima metropolitana (42), el resto de provincias sumaba 128 distritos
Fuente: Pareja, 1990, pp. 8-16
Los miembros de los diferentes cuerpos de la policía fueron los primeros blancos
de los métodos terroristas del PCP-SL. Poniendo en práctica su proyecto de des-
alojar a los representantes del Estado en las zonas rurales de los andes para crear
el «nuevo poder», el PCP-SL se encarnizó desde el llamado Inicio de la Lucha
Armada en el personal de los puestos policiales de las pequeñas localidades del
interior, puestos por lo general mal equipados y escasamente preparados para
afrontar a una organización que atacaba por sorpresa y casi nunca presentaba un
combate franco.
El Estado respondió tempranamente a esa agresión modificando el tipo de
presencia policial en las zonas donde se manifestaba el PCP-SL. La policía pre-
ventiva y de vigilancia fue cambiada por patrullas contrasubversivas entrenadas
244 para destruir a un enemigo y amedrentar a sus colaboradores y no para proteger
a la población y sus derechos: persecución, captura e interrogatorio fueron las
formas de actuar del nuevo personal policial.
RESPONSABLES
1
Una jefatura de línea es un puesto policial que tiene a su cargo varias guarniciones o puestos menores.
quier momento podían ser víctimas del PCP-SL. Así, cometer violaciones de 247
derechos humanos —calificadas de excesos— era también una manera de tomar
venganza por la violencia de la que eran víctimas.
La relación entre las Fuerzas Policiales y las Fuerzas Armadas ha sido tradicio-
nalmente de emulación, por un lado, y desdén, por el otro. El trato desdeñoso que
los militares dirigían a los policías se acentuó a inicios de los 80 por los traspiés
de éstos en la lucha contrasubversiva y la indisciplina de que daban muestras en
la zona de emergencia. Así, cuando el presidente Belaunde Terry encargó a las
Fuerzas Armadas, mediante la instauración de comandos político-militares, el
control de los territorios en emergencia, los militares asumieron su tarea con la
seguridad de que podrían exhibir en poco tiempo los éxitos que los policías no
habían conquistado. Se iniciaba así la fase que la CVR ha denominado como «mi-
litarización del conflicto» y que duraría desde el 29 de diciembre de 1982 hasta el
19 de junio de 1986.
Las nuevas disposiciones del gobierno formalizaban la subordinación de la
policía a los militares. Ejerciendo sus atribuciones, el primer jefe del comando
político-militar en Ayacucho se reunió con los mandos de la policía para que
enfatizaran sus funciones preventivas. En el nuevo esquema, los institutos policiales
debían compartir su información calificada y participar en patrullas mixtas con
militares, siempre al mando de un oficial del Ejército.
De otro lado, según se expandía la actividad del PCP-SL, los militares empe-
zaron a realizar con mayor frecuencia capturas de gente que definían como pre-
suntos subversivos. Los detenidos eran llevados a cuarteles como el de Los Cabitos,
en Huamanga, donde eran interrogados con la participación de miembros de la
PIP de la zona.
No obstante, en los primeros tiempos de actividad del comando político-mili-
tar las intervenciones armadas estuvieron principalmente a cargo de la policía.
Ésta sintió la necesidad, por tanto, de reclutar más personal y de brindar una
capacitación específica a quienes iban a ser enviados al teatro de operaciones.
248 El entrenamiento reproducía los métodos de la Escuela de las América, basa-
da en Panamá, y otras bases estadounidenses: matar animales y arrancar sus
entrañas con los dientes, lacerar el propio cuerpo y resistir el dolor sin chistar, y
RESPONSABLES
El trabajo de la DIRCOTE
Mientras los militares ingresaban a Ayacucho, la DICOTE proseguía sus labores
en Lima sin ser ajena a los conflictos institucionales. El cambio anual de oficiales
modificó la situación de esa unidad. La resolución ministerial del 5 de julio de
1983 dispuso que la Dicote adoptara la categoría y denominación de Dirección
Contra el Terrorismo (DIRCOTE). La dirección llegó a contar en el transcurso del
año con 150 agentes, aproximadamente. El trabajo esencial de la unidad estuvo a
cargo de cinco grupos operativos llamados Delta e integrados por un contingente de
diez a quince miembros por grupo.
Durante este año, el trabajo de la unidad rindió sus primeros frutos de trascen- 249
dencia. Los detectives habían logrado conocer mejor cómo funcionaba y actuaba el
PCP-SL, por lo menos en Lima Metropolitana. DIRCOTE enfocó, por tanto, sus
En los últimos meses del gobierno del PAP se creó en la DIRCOTE el Grupo Especial
de Inteligencia (GEIN) que logró lo que parecía imposible: la captura de Abimael
Guzmán Reinoso.
Este grupo pertenecía formalmente a la DIRCOTE, pero empezó a trabajar
independientemente de las labores cotidianas de dicha dirección. De hecho, el
grupo fue constituido para dar una salida a las discrepancias suscitadas entre el
nuevo jefe de la DINCOTE, Edgar Suclla Flores, y Benedicto Jiménez, el hábil
analista de esa unidad. En los meses siguientes se gestionó la obtención de recur-
sos para el nuevo grupo. El gobierno norteamericano, a través de la CIA, fue uno
de sus soportes más importantes. Lo mismo ocurrió con otros grupos de la
DIRCOTE más adelante.
El objetivo del grupo suponía un salto en lo hecho hasta el momento para
encarar al PCP-SL: pasar de golpear el aparato militar a desbaratar el aparato
político. Quedaba a cargo del resto de grupos operativos (Deltas) la labor de con-
trarrestar las acciones armadas del PCP-SL.
El GEIN inició sus operaciones de inteligencia el 5 de marzo de 1990 utilizando
para ello datos —una dirección y un teléfono— guardados por casi cinco años. El
primero de junio obtuvo su primer logro al allanar una casa en la urbanización de
Monterrico, en Lima, donde hasta pocos días antes estuvo alojado Abimael Guzmán.
En dicha casa funcionaba el Departamento de Apoyo Organizativo (DAO), aparato
central que tenía como misión principal organizar los eventos partidarios y
retrasmitir las directivas de la Dirección Central hacia los comités y aparatos
partidarios. En la casa se halló también una lista de contactos con miembros de los
aparatos centrales del PCP-SL: seudónimos, teléfonos y direcciones.
El GEIN trabajaba aún con varias limitaciones logísticas; su fortaleza estaba
en los conocimientos de lucha contrasubversiva que sus agentes habían acumula-
do. Así, la información recabada iba siendo aprovechada para averiguar las iden-
tidades, funciones y paraderos de los dirigentes del PCP-SL. Era un trabajo meti-
culoso y que requería gran paciencia. Sólo meses después —en 1991— y luego de
un arduo trabajo, llegó a conocer quiénes eran los miembros del Comité Central
del PCP-SL.
Mientras se daban estos avances, progresaba también una dura polémica
sobre la aparente politización de la policía durante el gobierno del PAP. Basándose
en ella, y en medio de investigaciones sobre la vinculación del ex ministro del
Interior con el llamado «Comando Rodrigo Franco», el gobierno de Alberto
Fujimori adoptó como una de sus primeras decisiones la de hacer una enorme
purga en la PNP. Hoy se sabe que esa decisión tenía ya una segunda intención: el
256 asesor Vladimiro Montesinos estaba interesado en poner coto a la investigación
sobre la organización de traficantes de drogas de Rodríguez López ya menciona-
da, la que hubiera echado luces sobre los vínculos de Montesinos con grupos de
RESPONSABLES
narcotraficantes.
Con el gobierno de Alberto Fujimori las Fuerzas Armadas regresaron más
claramente a la posición de supremacía que se había tratado de contrapesar en
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
los años anteriores. Junto con ello, como se reveló en los años posteriores, se
abría paso una extensa red de corrupción organizada desde los más altos niveles
del Estado, redes a las que tampoco sería ajeno el manejo de la institución poli-
cial. El Ministerio del Interior fue puesto en manos de sucesivos generales del
Ejército y ello implicó, naturalmente, el control sobre la Policía Nacional del Perú.
Además de ellos, oficiales de las Fuerzas Armadas tomaron posesión de toda la
estructura del ministerio, especialmente de los puestos de alta dirección.
A pesar de las dificultades iniciales, la labor del GEIN prosiguió. La infor-
mación recabada permitió nuevas operaciones de seguimiento de dirigentes
senderistas. En diciembre de 1990, el general PNP Héctor Jhon Caro fue nom-
brado director de la DIRCOTE. En ese puesto, brindó mayor apoyo al conjunto
de los grupos operativos y propuso a Javier Palacios conformar un grupo espe-
cial similar al GEIN, para fortalecer el trabajo de búsqueda de los dirigentes
principales de los grupos subversivos. Dicho grupo sería bautizado por Pala-
cios como Brigada Especial de Detectives (BREDET) en 1991, cuando fue a pe-
dir apoyo económico a representantes del Departamento de Estado de los Esta-
dos Unidos.
Palacios fue removido de su puesto en DINCOTE ese mismo año después de
que rehusó cumplir una orden de Montesinos: éste pretendía que BREDET elabo-
rara atestados para aprehender por terrorismo a personas que, salvo en un caso,
no presentaban antecedentes que justificaran la captura. Por su parte, en enero de
1991 el GEIN seguía trabajando; ya contaba para ello con veinte agentes. Mien-
tras que el comandante Marco Miyashiro dirigía el grupo, el mayor Jiménez esta-
ba a cargo del departamento de operaciones. Poco después el GEIN se incautó de
importante material del PCP-SL, incluyendo una videgrabación donde se obser-
vaba a todo el comité central del PCP-SL. Asimismo, se encontró información
detallada sobre el I Congreso Nacional del PCP-SL.
Después de este importante golpe a la organización subversiva, los servicios de
inteligencia tomaron mayor interés en el trabajo del GEIN. A la cooperación inicial
de la Marina, se sumó la contribución económica del Servicio de Inteligencia Na-
cional. No obstante, a cambio del apoyo ofrecido, Montesinos solicitó a la DIRCOTE
que permitiese que un grupo de analistas del SIN entrasen a trabajar con la docu-
mentación incautada. Los analistas del SIN (militares) entrarían supuestamente a
apoyar el trabajo de inteligencia del GEIN y BREDET. Pasados unos años, varios de
los analistas colocados en el GEIN por Montesinos fueron señalados como miem-
bros del escuadrón de la muerte denominado Grupo Colina.
Desde mediados de 1991, la convivencia en las instalaciones de la DIRCOTE
entre policías y militares era fuente de tensiones crecientes. Se evidenciaban celos
y una ardua competencia entre los servicios de inteligencia por capturar a los
dirigentes subversivos, en especial a Guzmán Reinoso.
A un año de iniciado el nuevo gobierno, era evidente que éste no contaba con 257
una política de Estado clara en materia de seguridad. La decisión de dar de baja
a policías no había sido acompañada por otras propuestas integrales. Además de
DINCOTE), fue fruto de decisiones sucesivas de los jefes de los distintos grupos
operativos y especiales con los que esta unidad ha contado a lo largo de su exis-
tencia.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
Al mismo tiempo que reconoce sin reservas los méritos de la labor policial du-
GRÁFICO 1
dades estratégicas del gobierno militar, son ínfimas las sumas destinadas a la
campaña contrasubversiva durante el período 1983-1985, incluidos los proyectos
de desarrollo local y la «acción cívica». Ni siquiera avanzado el conflicto se reca-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
La Universidad Nacional del Centro fue escenario de la cruenta lucha entre los
grupos subversivos —el PCP-SL y el MRTA—, y las fuerzas del orden. Las prime-
ras violaciones de los derechos humanos correspondieron a las organizaciones
subversivas, en especial el PCP-SL, que virtualmente logró controlar toda la vida
institucional de ese centro de estudios.
Durante la década del 80, a través de un trabajo silencioso, primero,
y mediante mortales enfrentamientos, después, el PCP-SL controló la
Universidad administrativa y académicamente, «monitoreando» la
elección de dirigentes estudiantiles, autoridades universitarias y el acceso
a la docencia, así como liquidando en la práctica los sindicatos de
trabajadores y docentes. En 1989, el PCP-SL realizó los primeros
«ajusticiamientos», algunos incluso dentro del campus universitario.
La presencia del MRTA fue menor y más breve; se hizo patente en algunas
facultades como las de Educación, Agronomía, Economía y Trabajo Social, en las
que algunos estudiantes fueron captados para formar parte de sus «milicias urba-
nas» o de las columnas armadas en el campo. Algunos de los episodios más san-
grientos de esa época se debieron a los enfrentamientos que el MRTA sostuvo con
Sendero.
Ante el incremento de las acciones subversivas dentro de la Universidad, los
miembros de las fuerzas del orden, que ejercían el control político de la zona a
través de un comando político-militar, comenzaron a aplicar una política de de-
tenciones, ejecuciones y desapariciones forzadas, que comenzó a intensificarse
en 1990 y alcanzó su punto más alto en 1992.
En junio de 1991, tras la visita del ex presidente Alberto Fujimori al recinto
universitario, el gobierno decidió ejercer un control más riguroso, por lo que se
incrementó el número de intervenciones militares. Existen indicios sobre la parti-
cipación del Grupo Colina en las ejecuciones y desapariciones de los estudiantes,
catedráticos y trabajadores de la Universidad Nacional del Centro.
Si bien el alto mando político-militar de la zona no habría realizado personal-
mente las ejecuciones extrajudiciales y desapariciones, sí habría dado las políticas
u órdenes para realizar acciones militares sistemáticas, que fueron transmitidas
hasta los ejecutores materiales a través de la jerarquía militar. Sobre la identidad
de los responsable directos, la CVR no tuvo posibilidad de ahondar en sus inves-
tigaciones al no recibir, por parte del Ministerio de Defensa, información referida
al personal del Ejército que prestó servicios entre los años 1992 y 1993 en el Cuar-
tel 9 de Diciembre, la Base CS Carhuamayo y el Destacamento Militar de la Uni-
versidad Nacional del Centro.
En octubre de 1992, ante las constantes denuncias (en su mayor parte contra
efectivos militares) por desapariciones y ejecuciones extrajudiciales de estudian-
tes, catedráticos y trabajadores de la universidad ocurridas en la ciudad de
Huancayo, la Fiscalía de la Nación decidió investigar los hechos designando para
difícil, era poner las condiciones para el surgimiento de un estado de derecho allí 265
donde no las había, es decir, posibilitar que se genere en la población la concien-
cia de tener derechos básicos y de pertenecer a un Estado que los garantiza y,
2
«En los primeros años, se tomaron algunas decisiones equivocadas al considerarse a la
subversión como un problema meramente policial o militar, más que una guerra política»
(Ministerio de Defensa 2000.)
266
(1983-1985)
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
3
CVR. Entrevista al general (r) Roberto Noel Moral. 10 de marzo de 2003.
4
CVR. Entrevista al general (r) Luis Pérez Documet.
5
CVR. Entrevista al general (r) Adrián Huamán Centeno.
270
después y a apostar por una victoria rápida sin importar los costos, sin mayor
alteración de la agenda política y de los planes económicos.
Mientras el oficialismo negaba que hubiera violaciones de los derechos hu-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
agrupaciones de la izquierda legal, los sindicatos (salvo los apristas) e incluso los
sectores «progresistas» del clero tienden a apoyar a la subversión conforme se
agudizan las contradicciones.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
explica en el amplio contexto de los cambios políticos que ocurrían en ese mo-
mento. La zona estaba en estado de emergencia, pero, excepcionalmente, no bajo
comando político-militar, probablemente porque cerca de allí, en Santa Lucía,
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
6
Oficio 289 C. o/07.00. Huancayo, 21 de diciembre de 1990. Ref: RG Nº 050856- EMFA/PM-PH del 5 de
diciembre de 1990.
284 forzado. Y, en dirección nororiental, las operaciones alcanzaron las «zonas rojas»
y cocaleras de Huánuco, San Martín y Ucayali.
En los frentes Huallaga y Ucayali la contrasubversión enfrentó también al
RESPONSABLES
la defección de uno de sus líderes, Sístero García, quien colaboró con las Fuerzas
Armadas para desactivar al resto del MRTA.
Un Batallón Contrasubversivo del Ejército operaba en Padre Abad, sobre la
margen oriental del Huallaga, en 1989, mientras dos Batallones Ligeros de Com-
bate (BALICOS) de la Marina se hacían cargo de todo el resto de Coronel Porti-
llo. La iniciativa la tuvo el Ejército, pero la Marina compartió las tácticas. Tam-
bién hubo ataques indiscriminados contra poblaciones bajo control del PCP-SL;
se les disparaba a lo largo del río desde helicópteros equipados con artillería
pesada. En unos pocos segundos, decenas de personas ocultas tras la vegetación
ribereña eran acribilladas sin que artilleros ni pilotos pudieran ver exactamente
de quién se trataba. En el asalto a la localidad de Bellavista, los helicóperos llega-
ron a lanzar cohetes a las viviendas.
La situación en el Ucayali cambió a partir de 1990 cuando el Ejército dejó la
base Alexander von Humboldt para concentrar su actividad en la zona de Tingo
María y la Marina se hizo cargo de la margen oriental del Huallaga. Los BALICOS
de la Marina lanzaron una campaña de acciones cívicas y organización de colabo-
radores que les permitió instalar en los pueblos de la carretera Federico Basadre
una serie de comités de autodefensa. Los dos indicadores positivos de esta cam-
paña de la Marina en Ucayali a partir de 1990, disminución de la violencia y del
narcotráfico, están ausentes en Huánuco y San Martín en ese mismo período has-
ta 1994. Es importante mencionar aquí que se produjeron diversos actos de viola-
ciones de los derechos humanos producidos en campañas guiadas por la estrate-
gia integral. Estamos hablando de una nueva estrategia centrada supuestamente
en la obtención del apoyo de la población y en la selectividad de sus acciones,
permitida por el trabajo de inteligencia. Esa era sin duda la intención, pero tene-
mos que evaluar si se aplicó realmente, si la derrota estratégica del MRTA y del
PCP-SL se obtuvo como estaba previsto. Más bien, parece que las campañas de
los frentes nororientales dejaron efectos secundarios que influyeron en las actitu-
des políticas de los altos mandos militares en los años siguientes.
A inicios de 1990, en Tingo María (Huánuco), Juan Ayala Almeida fue deteni-
do por miembros del Ejército por haber sido denunciado como militante del
PCP-SL. Fue torturado y estuvo cuatro días sin alimentos, cuando agonizaba fue
lanzado de un helicóptero en la selva.7 El 6 de enero, en Angashyacu, Leoncio
Prado, El PCP-SL había decretado un paro armado, bloqueado las pistas e insta-
lado trampas explosivas para cuando llegara el Ejército. Dejaron una de ésas en-
terrada en la puerta de la casa de Anatolio, Rumo y Shana Trujillo, de la cual
colgaba una bandera roja. Al retirar la bandera, la bomba explotó y dejó herido a
un militar. Los militares entraron disparando a la casa de Anatolio y lo mataron
7
Evento 1003908.
de un disparo en la cabeza, también a Rumo, y la hija de Anatolio fue arrastrada 285
de los cabellos, golpeada y violada.8 A inicios de 1991, soldados de la base militar
de Aucayacu detuvieron y luego dieron muerte a 18 pobladores del caserío Pri-
8 Evento 1004165.
9 Evento 1006272.
286 quedó bloqueada. Luego de la reinserción en el sistema financiero mundial, a
inicios de los 90, la idea de prestar ayuda económica al Perú volvió a los Estados
Unidos, impulsada sobre todo por el hecho de que el PCP-SL y el MRTA se
RESPONSABLES
no que asumiera metas de justicia social y pudiera subsanar con auténtico liderazgo
los graves problemas de legitimidad que afectan a los Estados pobres. Este go-
bierno tendría que adoptar un riguroso control del uso de la fuerza y al mismo
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
EJEMPLOS
• Agentes enemigos conocidos o sospechosos, personas envueltas en espionaje,
sabotaje, política, y personas subversivas.
• Líderes Políticos conocidos o sospechosos como hostil hacia las Fuerzas
Armadas o los intereses políticos del Gobierno Nacional.
• Colaboradores y Simpatizantes enemigos, conocidos o sospechosos, cuya presencia
en el área de operaciones representa una amenaza para la Seguridad Nacional.
• Colaboradores y Simpatizantes enemigos, conocidos o sospechosos de haber
participado en actividades de Inteligencia, Contrainteligencia, Seguridad, Policía
o Indoctrinación política en las tropas o los civiles.
• Otras personalidades identificadas por el G2 como de detención inmediata.
Esto puede incluir personalidades políticas locales, Jefes de Policía, y líderes
municipales o de departamentos del gobierno enemigo. (Contrainteligencia: 237)
Éstos son los grupos o tipos de personas que una «lista negra» debe señalar.
Se trata de colaboradores directos del enemigo que deben ser detenidos de inme-
diato, es decir, ser objeto de una operación de contrainteligencia. Las «listas gri-
ses» contienen blancos de colaboradores potenciales o eventuales del enemigo;
las «listas blancas», personas de lealtad comprobada a la contrasubversión. Es un
principio general de las operaciones de inteligencia y contrainteligencia que los
«blancos» no están para ser eliminados, sino para ser «explotados». Explotar sig-
nifica aquí obtener información. La lista blanca es en este sentido tan importante
como la gris y la negra. El principio fundamental de la contrainteligencia es,
pues, hacer el uso de la fuerza mínima imprescindible para desactivar la amenaza
a nuestra capacidad operativa sin hacer mayor daño a la red de obtención de
información.
El empleo de la inteligencia militar en la contrasubversión introduce pues un
criterio de restricción de la violencia alternativo al criterio legal. El criterio legal
es, en las acciones policial es y de persecución penal, el estado de derecho y, en las
acciones militares, las leyes de la guerra establecidas por el Derecho Internacio-
nal Humanitario. No es por estas razones que la inteligencia operativa, estraté-
gica o táctica, impone un control estricto del uso de la fuerza. Lo hace para situar
a la fuerza militar en una posición definitivamente ventajosa con respecto al
accionar del enemigo mediante la obtención de información sobre el
comportamiento de este último. Este principio utilitarista introduce en las
acciones militares un proceso de complejización y especialización funcional que
compite con el proceso del estado de derecho. Mientras el estado de derecho y el
orden jurídico internacional autorizan el empleo de la fuerza según normas de
derecho, de forma que todos sepan a qué atenerse, las acciones de contrainteligencia
dosifican la violencia según planes operativos, de forma que sólo las fuerzas
propias sepan a qué atenerse y el enemigo no sepa a qué atenerse.
Sabiendo esta diferencia, se puede demostrar que las menciones de los dere- 291
chos humanos en el contexto de estos manuales contrasubversivos —y de la
instrucción norteamericana a oficiales latinoamericanos en los años 80— los
nio político se alcanza mediante el uso de todos los medios disponibles del Esta-
do a fin de someter o eliminar las actividades enemigas, porque esto es precisa-
mente una guerra política.
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
que avanzaba en ese momento en las Fuerzas Armadas. Queda claro, primero, que
la afirmación del derecho de los oficiales de las Fuerzas Armadas a tomar el poder
inconstitucionalmente, usando para ello las mismas armas que la Nación puso en
sus manos, era en ese momento ya una doctrina indecente e inconfesable, mera-
mente conspirativa, hecha para cohesionar a las Fuerzas Armadas. En segundo
lugar, es notorio que el énfasis puesto en la «eliminación de excedente poblacional
indeseable» responde al mismo propósito, poner a las Fuerzas Armadas en una
postura ideológica contraria a la cultura de los derechos humanos que ya en ese
momento era patrimonio común de los partidos que participaban en la contienda
democrática. Estas forzadas posturas ideológicas respondían, en tercer lugar, a la
pretensión de adueñarse de los dos grandes logros que estaban abriéndose paso en
ese momento en el país, la victoria estratégica sobre el terrorismo y la reforma
estructural de la economía. Los altos oficiales golpistas no estaban dispuestos a
permitir que la democracia superase los mayores problemas del país, tras lo cual
muchos de ellos, además, quedarían en el banquillo de los acusados por las viola-
ciones de los derechos humanos cometidas a lo largo del conflicto.
Dos procesos interfirieron y transformaron los planes golpistas que se urdían
dentro de las Fuerzas Armadas, la victoria electoral de Fujimori y las condiciones
que pusieron los Estados Unidos para prestar ayuda económica a la lucha
antisubversiva y antinarcóticos. Ciertamente, el Plan Político-Militar había subes-
timado ambos factores. Aunque sabían que ya no podrían gobernar de nuevo
abiertamente como en los años 70, los golpistas no calcularon que esto significa-
ba estar sometidos a la voluntad de un líder popular que sacaba su poder de la
misma dinámica política que ellos se proponían neutralizar. Sobre los Estados
Unidos su confusión era también profunda, pues habían perdido de vista qué
significa ser parte del mundo libre.
Luego de las elecciones de 1990, los golpistas quedaron obligados a recompo-
ner su diagnóstico de la coyuntura y, en consecuencia, sus planes operativos.
Apenas siete semanas antes, en su apreciación de inteligencia del 20 de febrero
de 1990, habían concluido que «las previsiones sobre un proceso electoral, trans-
ferencia de gobierno y los próximos meses de la nueva administración del país
dentro de un marco ordenado carecen de realismo y podrían conducir a la Repú-
blica al desencadenamiento de una convulsión social generalizada. En estas con-
diciones sólo las fuerzas del orden en la conducción política del Estado pueden
garantizar la unidad de la mayoría de la población y la iniciación de un proceso
de construcción nacional, al margen del sistema democrático establecido en la
Carta Magna.» Pero al día siguiente de las elecciones, en una nueva apreciación
de inteligencia fechada el 9 de abril, se explica lo sucedido así: «Existe una natural
tendencia de la Ciudadanía en los períodos de inestabilidad social, política y eco-
nómica, de orientarse a posiciones moderadas y no confrontacionales». Afirman
al mismo tiempo que el resultado expresa «las condiciones anormales por las 295
que atraviesa el Estado peruano».
Entre el 10 de junio, día de la segunda vuelta electoral, y el 28 de julio, día en
Perú firmó con los Estados Unidos en el mismo mes de mayo un convenio
antidrogas. El borrador de este convenio había sido revisado a la luz de los resul-
tados de la Conferencia Internacional «Narcotráfico, a un año de Cartagena» que
tuvo lugar en abril. De todos modos, la firma del convenio se realizó sin consultar
al Congreso peruano.
Por parte de los Estados Unidos había una expectativa llena de dudas y deba-
te entre el Congreso y la Administración. Mientras este último estimaba que eran
posibles algunos avances básicos en respeto a los derechos humanos e importan-
tes avances en la lucha antinarcóticos, el Congreso ponía énfasis exclusivamente
en la cuestión de los derechos humanos, convencido de que la situación es suma-
mente grave. Nuevos informes de la embajada en Lima llamaron la atención so-
bre el mérito especial de la lucha del gobierno de Fujimori contra el PCP-SL y el
MRTA, y atribuyeron parte de la responsabilidad de la corrupción a la debilidad
del poder judicial y la administración pública. Estos factores atenuantes de un
juicio crítico severo sobre el gobierno de Fujimori en materia de derechos huma-
nos no tuvieron mayor efecto en la posición del Congreso norteamericano. A los
datos sobre la magnitud de estas violaciones se añade el hecho de que en el Perú
se impidió sistemáticamente la investigación de los casos por agencias interna-
cionales pertinentes.
La reacción de la Administración norteamericana a este ataque frontal a sus
negociaciones con el Perú fue un contraataque igualmente frontal. Sobre la base de
la resolución presidencial 91-20, el Secretario de Estado estadounidense procedió a
constatar por su cuenta que el Perú sí satisfacía los criterios puestos por la INCA y
así lo expresó en carta del 30 de julio dirigida al Congreso, donde se da fe de ello,
repitiendo punto por punto los criterios de la INCA como ya satisfechos por el
Perú, y expresando su confianza en el compromiso asumido por Fujimori tanto en
la lucha contra el narcotráfico como en el respeto a los derechos humanos. El 31, un
memorándum elaborado por los agregados militares de la embajada de los Esta-
dos Unidos afirmaba que las violaciones de los derechos humanos cometidas en el
Perú, a su juicio, no eran una política del alto mando militar peruano.
La respuesta del Congreso de los Estados Unidos fue establecer una serie de
condiciones precisas para otorgar la ayuda gradualmente, conforme las condicio-
nes se cumplan. Una primera parte se pagaría cuando el personal de la Cruz Roja
y de la Fiscalía obtuviese libre acceso a todas las instalaciones de detención. Esta
primera parte estaría destinada a los repuestos urgentemente requeridos por la
Fuerza Aérea para los patrullajes aéreos antidrogas. La segunda quedó condi-
cionada a que el Perú demuestre eficiente control de aeropuertos para prevenir
el paso de drogas por ellos y cuando haya hecho progresos para cumplir con los
acuerdos de la Cumbre de Cartagena sobre estos temas. La tercera parte sería
entregada cuando (a) esté operativo un registro nacional de detenidos, (b) cuan-
do las Fuerzas Armadas y policiales estén en condiciones de operar conjunta- 297
mente en operaciones antinarcóticos y (c) cuando se hayan hecho progresos avan-
zados en el cumplimiento de los acuerdos de Cartagena. Exigen que el Ejecutivo
1992-2000: EL PAPEL DE LAS FUERZAS ARMADAS DESDE EL GOLPE DE ESTADO DE 1992 HASTA LA
SALIDA DE ALBERTO FUJIMORI FUJIMORI
No corresponde referir aquí los acontecimientos del golpe de Estado del 5 de abril
de 1992, pero sí destacar que se trató de un amplio operativo militar, de la misma
naturaleza y dimensiones que el operativo previsto en el Plan Político-Militar.
El domingo 5 de abril de 1992 las operaciones golpistas se concentraron en
Lima, porque en el Perú el poder político está centralizado (mientras que el pode-
río militar no). Las fuerzas de Lima ejecutaron pues las operaciones, las de las
regiones y frentes se limitaron a prestar su respaldo. Ese día, en horas de la tarde,
fueron llamados por teléfono todos los comandantes de unidades operativas,
para indicarles que debían ver por televisión el mensaje presidencial que se
propalaría esa noche y luego llamar por teléfono a su comandancia general. Los
jefes regionales llamaron esa misma noche para expresar su respaldo al golpe de
Estado. La CVR sólo ha tenido noticia de una honrosa excepción, pero no podemos
descartar que haya habido más de una.
La desobediencia civil protagonizada en los días siguientes al golpe de Estado
por muchos congresistas y líderes de la sociedad civil en verdad no tenía objeto,
pues le hacía frente a una fuerza resuelta a emplear las armas y a violar todas las
libertades fundamentales para consumar sus propósitos. Por ello, fue breve y
simbólica. Pero lo más característico de ese operativo militar, y del régimen que
así nacía y que las Fuerzas Armadas apoyaron institucionalmente durante ocho
años, fue el uso insidioso de operaciones encubiertas y psicosociales para contro-
lar el proceso político. La técnica fundamental de este control está bien explicada
en la doctrina de la «guerra política» de la escuela de Taiwán. Las masas son
controladas mediante información y desinformación propagandística.
Como se verá con más detalle en el capítulo siguiente, desde el golpe de Estado
hasta que se instaló el Congreso Constituyente Democrático (CCD), Fujimori
legisló profusamente usurpando la función del Poder Legislativo. Luego el CCD
300 se encargó de convalidar esa legislación y adecuar a ella la Constitución, de lo
cual resultó la Constitución de 1993. Así consiguió Fujimori todos los cambios
legislativos que había planteado en noviembre de 1991 y que el Congreso no
RESPONSABLES
ratificó.
Junto al «arrepentimiento», el dispositivo que más influencia tuvo en el avance
de la contrasubversión, estuvo el del reconocimiento y organización de las rondas
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
EP Ríos Araico, quien llegó a admitir, cuando fue procesado por narcotráfico
junto con la mayoría de sus oficiales, que el rancho y otros gastos semejantes se
mejoraban con esos dineros.
El dinero del narcotráfico empezó a fluir más alto en la cadena de mando y en
mayores cantidades cuando el Comando Conjunto y el SIN, en cooperación con
la Drug Enforcemente Agency (DEA) —que nunca dejó de operar en la base de
policía aerotransportada en Santa Lucía— emprendieron operaciones represivas.
Las formas de apropiarse del dinero del narcotráfico se vuelven más arriesgadas
y audaces a inicios de 1993, cuando los vuelos de interdicción de la FAP, la des-
trucción de pistas ordenada desde Lima y la inteligencia obtenida por el personal
de la DEA comienzan a hacer estragos. Hay casos de asalto a narcoterroristas con
el propósito de apropiarse de la droga, casos de arreglo posterior con los familia-
res de los narcotraficantes incautados o detenidos, declaración de sólo una pe-
queña parte de la droga incautada, incluso un caso de liberación de un mando del
PCP-SL, Chatín, que administraba la logística de la zona de Tocache. Según testi-
monio del ex informante de la DEA, Óscar Benítez Limares, algunas firmas que
operaban en Campanilla le encargaron a él arreglar la salida, en helicópteros del
Ejército, de 20 toneladas de droga que habían quedado enterradas. A través de
oficiales del Ejército, Benítez consiguió reunirse en Lima con Vladimiro
Montesinos, quien autorizó los vuelos en helicóptero hacia el centro de procesa-
miento en Palmapampa, Ayacucho, y de allí hacia Colombia, a cambio de alrede-
dor de un millón de dólares. También el narcotraficante Manuel López Paredes
usó los helicópteros del Ejército para trastear la droga. Esto último fue compro-
bado mediante un operativo encubierto de la policía antidrogas, organizado con
cobertura de la DEA.
A fines de 1993, las bases militares contrasubversivas estaban hundidas en
la inacción y la falta de recursos como consecuencia del predominio de las opera-
ciones planeadas y dirigidas desde Lima o desde la base policial apoyada por la
DEA en Santa Lucía. Las operaciones especiales, fueran para reprimir a
narcotraficantes aliados con el PCP-SL o para favorecer a algunas firmas del
narcotráfico, concentraban la acción y el dinero en manos de grupos de coman-
dos aerotransportados que respondían a órdenes directas del SIE, la DINTE, el
Comando Conjunto y, en último término, el SIN. Montesinos había desalentado y
desorganizado esa forma de hacer inteligencia al darle prioridad a una estructura
paralela de operaciones especiales dependiente directamente de él y desvinculada
de los demás eventos en los teatros de operaciones de los frentes.
El cambio de la estrategia militar está registrado en el manual del Ejército
Contrasubversión - Doctrina y procedimientos - Aplicación contra los movimientos sub-
versivos en el Perú (ME 41-1-B), aprobado por Nicolás Hermoza Ríos, que conoce-
mos en una edición del Comando de Instrucción de enero de 1996. No es difícil
reconocer que este manual expresa la estrategia aplicada en la operación Aries y otras de 303
la última etapa del conflicto. El estudio de la ideología revolucionaria es prácticamente
nulo y la parte sobre desarticulación de su organización político-administrativa
Hermoza Ríos, lo que causó una desunión que hizo recrudecer el viejo problema
del sometimiento de las Fuerzas Armadas a Fujimori. En octubre de 1987 Hermoza
Ríos reclamó la autoría de la operación en un libro que fue presentado en la Uni-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
LOS GOBIERNOS DE ALBERTO FUJIMORI
El ingeniero Alberto Fujimori Fujimori gobernó el Perú entre los años 1990 y 2000.
Elegido en comicios libres, el presidente Fujimori se convirtió en gobernante de
facto el 5 de abril de 1992, cuando, apoyado en las Fuerzas Armadas, dio un golpe
de Estado contra el Poder Legislativo y el Poder Judicial y asumió facultades que la
Constitución Política de 1979 no le otorgaba. Aunque reelegido en 1995, su gobier-
no tuvo durante todo el período un carácter autoritario y transgresor del estado de
derecho. Esos rasgos se acentuaron aun más cuando impuso su candidatura para
una segunda reelección en el año 2000, contrariamente a lo prescrito en la Constitu-
ción de 1993 que el propio gobierno había hecho aprobar. Finalmente, declarado
triunfador en unos comicios signados por fraudes, irregularidades y abusos, el in-
geniero Fujimori no pudo consolidar un tercer período presidencial. Su gobierno se
desplomó al revelarse escandalosamente que se trataba de un régimen corrupto en
un grado pocas veces visto antes en la historia de la República.
Sin embargo, los años de gobierno del presidente Fujimori fueron también
aquéllos en que las organizaciones subversivas sufrieron una derrota estratégica.
La captura de sus más altos jefes y la destrucción de sus organismos de dirección
fueron los hechos más ostensibles de esa derrota. El triunfo sobre la subversión,
traducido en una sensación colectiva de seguridad y orden después del caos, fue
uno de los principales factores de la aceptación ciudadana de la que gozó el go-
bierno a pesar de los atropellos ya mencionados. El propio gobierno y, de manera
señalada, el asesor presidencial Vladimiro Montesinos se encargaron de montar
tácticas de propaganda en las que se atribuían a sí mismos, al Servicio de Inteli-
gencia Nacional y a las Fuerzas Armadas el mérito de la victoria sobre el PCP-SL
y el MRTA, y sustentaban en ese mérito su legitimidad, a despecho de numerosas
ilegalidades patentes.
La CVR ha encontrado sin embargo que, como se ha explicado en los dos
capítulos precedentes, la verdad sobre la derrota de las organizaciones subversi-
310 vas es diferente de la «verdad oficial» construida en la década del 90. Aunque
hubo aciertos significativos que se señalan en el Informe Final de la CVR y en este
volumen, las acciones decisivas para desactivar la amenaza de la subversión fue-
RESPONSABLES
colaboración con Vladimiro Montesinos y con un dominio muy férreo de los apa-
ratos del Estado, son responsables de graves violaciones de derechos humanos.
El final de la década y del segundo gobierno de Fujimori mostró que, por privile-
giar objetivos estrictamente políticos, ya pesar de las proclamas de dureza frente
al terrorismo que siempre hicieron el Presidente y sus colaboradores, se había
descuidado el trabajo contrasubversivo y se había desperdiciado la oportunidad
de dar una solución definitiva al problema.
El gobierno de García Pérez dejó al país sumido en una profunda crisis económi-
ca y social, con una inflación anual superior a 2,775% en 1989 y, en lo relativo a la
violencia, con 65 provincias y un distrito en estado de emergencia. La campaña
electoral para suceder a García fue sumamente enconada y terminó con dos can-
didatos enfrentados en una segunda vuelta: Mario Vargas Llosa, por el Frente
Democrático, y Alberto Fujimori, por Cambio 90. Las propuestas eran aguda-
mente antagónicas, un antagonismo que reproducía el ánimo del electorado. Mien-
tras Vargas Llosa proponía un ajuste macroeconómico severo como preludio a la
instauración de un régimen económico liberal, Fujimori defendía las políticas de
ajuste gradual y tomaba distancias del liberalismo económico. En cuanto al com-
bate a la subversión —una verdadera prioridad nacional en ese momento—
Fujimori sostenía que su estrategia sería fundamentalmente atacar «el hambre
y la miseria» en tanto constituían, en su opinión, «caldo de cultivo» de la
subversión. No obstante, una vez en el gobierno, fueron otras las políticas que
puso en práctica el nuevo Presidente.
Como se ha señalado antes, durante los últimos años del gobierno de García
Pérez, las Fuerzas Armadas iniciaron por su cuenta una redefinición de su enfo-
que de la lucha contrasubversiva. Ese replanteamiento implicaba que las Fuerzas
Armadas definieran las políticas de Estado según las necesidades de la guerra: la
«contrasubversión» era un objetivo más alto que el régimen democrático en sí
mismo. Esa nueva estrategia enfatizaba las operaciones psicosociales y, sobre todo,
las de inteligencia, y consideraba también la perpetración de violaciones de los
derechos humanos, que aunque menos numerosas, serían más premeditadas. Todo
ello demandaba a su vez una readecuación de la institucionalidad estatal.
Así, durante 1989, un grupo de militares y civiles se dedicó a planificar un
golpe de Estado orientado a implantar en 1990 una «democracia dirigida». Este
plan —que tiempo después se hizo conocido, como ya se mencionó, como «Plan
Verde»— implicaba establecer un régimen militar secreto, de poder real o «do-
minio estratégico» no susceptible de desgaste político, que gobernara efectiva- 311
mente el país oculto tras el presidente electo.
El plan contemplaba políticas de ajuste para remediar la hiperinflación y recu-
LOS
hubiera tenido el signo de un golpe de Estado antipopular.
No obstante, los golpistas vieron pronto nuevas oportunidades en las cir-
cunstancias que rodeaban al presidente electo: indefinición política, carencia de
un partido político, ausencia de un verdadero programa de gobierno. Era un
vacío que podía ser llenado por el plan político-militar.
Ése fue el plan que, con ayuda de Vladimiro Montesinos, se buscó que adopta-
ra el presidente electo, quien desde antes de asumir el cargo había sido alojado en
una instalación militar con el pretexto de que su vida estaba en riesgo. Fujimori
accedió pronto a poner en práctica los puntos del plan, empezando por el ajuste
macroeconómico de «choque» que antes había prometido evitar. Se iniciaba así la
aplicación del «Plan Verde», aunque retocado en aspectos medulares por inter-
vención —y por interés— de Vladimiro Montesinos.
Al momento del relevo en el gobierno, la violencia había llegado a una situa-
ción extrema. En 1989, como se ha visto ya, Abimael Guzmán había impuesto en
su organización la tesis del «equilibrio estratégico», lo que tendría como efecto
más visible una intensificación de las acciones terroristas del PCP-SL. El plan
político-militar era, también, una reacción a ese contexto.
Una vez que Fujimori aceptó algunas ideas centrales del plan, quedó abierta la
posibilidad para un incremento del poder militar sin los controles que la Consti-
tución mandaba. Fujimori aceptó, en primer lugar, la continuación de la estrate-
gia contrasubversiva dirigida por las Fuerzas Armadas con amplio margen de
maniobra, lo que implicaba, entre otras cosas, impunidad para los militares res-
ponsables de violaciones de derechos humanos.
En ese esquema, la policía siguió dos trayectorias. De un lado, trabajó subordi-
nada a los comandos político-militares en las zonas de emergencia. De otro lado,
inició y desarrolló un trabajo especializado de inteligencia a través del Grupo
Especial de Inteligencia (GEIN), unidad de la DIRCOTE enfocada en la captura de
los más altos jefes de las organizaciones subversivas.
La negociación entre los militares y el presidente electo para la adopción del plan
político-militar no estuvo exenta de tensiones y rumores de complot contra el
nuevo gobierno. En vista de ello, la primera decisión del gobierno fue cambiar a
los altos mandos de la Marina y de la Fuerza Aérea, mas no al del Ejército. Neu-
312 tralizada la amenaza de un golpe de Estado y renovado el alto mando militar, se
presentaba la oportunidad de realizar cambios en las fuerzas del orden y modi-
ficar las relaciones de poder. Estos cambios se produjeron, pero sin conquistar
RESPONSABLES
LOS
buscaban, entonces, eliminar la fiscalización de las instituciones democráticas.
Aunque de manera incipiente, un sistema de impunidad estaba en marcha. El 23
de diciembre de 1990 el gobierno decretó que las acciones de las Fuerzas Arma-
das y de la policía en las zonas declaradas en estado de excepción eran materia de
los órganos de justicia militar. Una señal previa de esta tendencia fue la ratifica-
ción por parte del Senado de los ascensos otorgados a los generales de brigada
del Ejército Peruano Jorge Rabanal Portilla y José Rolando Valdivia Dueñas, vin-
culados con la matanza de reclusos en centros penitenciarios en 1986 y con el
asesinato colectivo en una comunidad andina en Cayara, respectivamente.
Armadas. Montesinos se convirtió pronto en el jefe real del SIN, a cuya cabeza
colocó al general Julio Salazar Monroe, militar dispuesto a aceptar sus condicio-
nes. Convertido en el único asesor del Presidente en asuntos militares y de inte-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LOS
no tuviera tiempo de analizar todos los decretos, que entrarían en vigencia
automáticamente a mediados de diciembre al vencerse el plazo de 30 días para la
revisión.
El Congreso no se arredró ante el desafío que significaban los decretos legisla-
tivos de Fujimori y Montesinos. Las cámaras de diputados y senadores organiza-
ron comisiones plurales y en los pocos días que quedaban antes del fin de la
legislatura ordinaria, el 15 de diciembre, como ya se señaló, se derogaron seis
decretos: el 731 y 764, que postergaban la entrada en vigencia del código procesal
penal; el 736, 747 y 762, que penalizaban el blanqueo de dinero, el encubrimiento
del narcotráfico y la revelación o difusión de informaciones que obtiene o proce-
sa el Sistema de Defensa Nacional. Por la imprecisión de sus términos, estos de-
cretos se prestaban a ser mal usados en desmedro de las libertades ciudadanas.
Sin embargo, la derogatoria del 746, la Ley del Sistema de Inteligencia Nacional,
fue lo que más exasperó al Ejecutivo, porque se trataba directamente de un ins-
trumento central de la lucha contrasubversiva y estaba en los planes para incre-
mentar unilateralmente su poder. El problema era que esta norma sustraía al SIN
a todo control de parte de las instituciones democráticas.
En respuesta, el Presidente observó estas derogatorias y no las promulgó.
Adicionalmente, el último día del año, Fujimori realizó numerosas observaciones
a la Ley General de Presupuesto para 1992 lo que impidió su promulgación ya
que el Congreso no podía reunirse para resolver el problema. Ante la situación,
el Congreso abrió una legislatura extraordinaria para examinar los proyectos
de ley observados por el presidente entre el 20 de enero y el 3 de febrero de 1992.
Aun así, el tiempo resultó corto para seguir revisando los decretos restantes —el
proceso se refería a los 120 y no sólo a los referidos a la pacificación—, modificados
o derogados. Sin embargo, logró modificar el 743, «Ley del Sistema de Defensa
Nacional», muy importante para el gobierno. En respuesta a estas acciones, a
pocos días de haber sido nombrado presidente del Comando Conjunto de las
Fuerzas Armadas, Nicolás de Bari Hermoza Ríos expresó públicamente su res-
1
La ley 24150 de junio de 1985 establecía entre las atribuciones del comando político-militar la de
«asumir el comando de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales que se encuentran en su jurisdicción
y/o las que le sean asignadas» (artículo 5, inciso a). El decreto legislativo 749, en cambio, precisaba
que sus atribuciones incluían la de «tener bajo su Comando a los miembros de la Policía Nacional del
Perú que presten servicios en las zonas de su respectiva jurisdicción, quienes cumplirán las instruc-
ciones y disposiciones que en materia de lucha contra el terrorismo y el narcotráfico emita el Coman-
do Político Militar».
316 paldo a la estrategia de pacificación plasmada en los decretos legislativos del
ejecutivo. Finalmente, Fujimori promulgó todos los decretos modificados ese
verano salvo éste. Los decretos sobre los que el Congreso no se pronunció queda-
RESPONSABLES
esquemas eran sólo una formalidad vacía con la que el gobierno ganaba tiempo
para madurar sus planes reales y ocultos.
LOS
cadena perpetua para algunos casos de terrorismo y ampliaba las penas para
otros casos, a la vez que instauraba el procedimiento de jueces sin rostro. El
decreto ley 25499 (16 de mayo de 1992) modificaba el decreto legislativo 748, a
través del cual se establecía la ley de arrepentimiento de subversivos rendidos. El
decreto ley 25564 (20 de junio de 1992) reducía la edad de los exentos de responsa-
bilidad penal de 18 a 15 años para los que cometían delitos de terrorismo. El
decreto ley 25659 (13 de agosto de 1992) estableció la figura penal de traición a la
patria para delitos antes tipificados como de terrorismo. Permitía además, en un
claro acto inconstitucional, que los tribunales militares juzgaran a civiles acusa-
dos de terrorismo. Asimismo, reducía los plazos del proceso y limitaba así la
capacidad de defensa de los inculpados. Con este mismo grupo de decretos se
confirmaron las altas prerrogativas militares, así como la extensión de su poder
en las zonas de emergencia y en la actividad contrasubversiva. El decreto ley
25626 estableció que todas las dependencias vinculadas a la lucha contra la sub-
versión y el narcotráfico debían adecuar sus normas y procedimientos a las di-
rectivas del Comando Operativo del Frente Interno (COFI), dirigido por el presi-
dente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. El decreto ley 25708 esta-
bleció los procedimientos para juzgar los delitos de traición a la patria y permitió
la aplicación del procedimiento sumario del Código de Justicia Militar en los
juicios en el teatro de operaciones. Finalmente, el decreto ley 25728 creó facultades
para condenar en ausencia a los responsables del delito de terrorismo.
La CVR considera que, si bien se requerían medidas concretas y una adecuación
del sistema al contexto de crisis, esto no justificaba hacerlo a costa de las garantías
ciudadanas básicas como ocurrió con los decretos mencionados. Como resultado,
mientras que algunos tipos de violaciones de los derechos humanos como las ejecu-
ciones y desapariciones se redujeron considerablemente desde 1993, se inauguró
una nueva etapa en las violaciones al debido proceso. Así el país cumplía mejor con
los estándares requeridos en las negociaciones con Estados Unidos para recibir
apoyo económico y militar —disminuir el número de muertos y desaparecidos,
mantener un registro de detenidos y permitir que la Cruz Roja ingresara a los
centros de reclusión—, pautas destinadas a garantizar la vida de los detenidos,
antes que a evaluar si se estaban siguiendo las normas básicas del debido proceso.
Mientras el proceso político seguía este curso, el PCP-SL incrementaba sus
acciones de violencia con cruentos asesinatos en la capital. Sin embargo, la cam-
paña urbana era, en realidad, la otra cara de la derrota del PCP-SL en las zonas
rurales debida a la estrategia que las Fuerzas Armadas aplicaban desde 1989,
318 apoyadas en la población rural organizada en comités de autodefensa. Paralela-
mente, el trabajo policial del GEIN y la BREDET estaba dando buenos resultados
en acumulación de información y capturas de importancia como se ha señalado
RESPONSABLES
LA CAPTURA DE GUZMÁN
2
CVR. Entrevista a un técnico de primera PNP, ex integrante del GEIN. 26 de febrero de 2003.
3
La revista Sí informó que éste se encontraba pescando cerca de Colombia. Otros medios refieren
que se encontraba en Iquitos cumpliendo actividades programadas de ayuda social a comunidades
nativas de la Amazonía (Desco. Resumen Semanal, 9-15 de septiembre de 1992, n.O 686).
de propalar la noticia del éxito policial sin esperar el aval o autorización del 319
gobierno.
La captura de Guzmán sin una coordinación política suscitó el encono del
LOS
de decretos para la «pacificación nacional». A través del decreto ley 25635, publica-
do el 23 de julio de 1992, se otorgó plenos poderes al SIN alegando la necesidad de
centralizar la inteligencia para combatir a la subversión. Dicho decreto creó formal-
mente el Sistema Nacional de Inteligencia (SINA) y colocó al SIN como su órgano
rector. Esta norma proporcionaba amplias atribuciones al SIN y lo ponía bajo la
responsabilidad directa del Presidente de la República, sin dar lugar a algún tipo
de control ministerial, judicial o parlamentario. Asimismo, le otorgaba facultades
para establecer su propio presupuesto y sus planes de operaciones, manteniendo
todo esto clasificado como secreto. Las nuevas atribuciones del SIN no excluían
claramente que, además de coordinar y controlar a los servicios de inteligencia
militares, efectuara sus propias operaciones encubiertas de seguridad contra agen-
tes encubiertos del enemigo; es decir, operaciones de contrainteligencia.
El poder de Montesinos —y, por tanto, del SIN— se consolidó luego del frustra-
do intento de golpe militar contra Fujimori encabezado por el general en situación
de retiro Salinas Sedó, llevado a cabo el 13 de noviembre —cuando faltaban nueve
días para los comicios del CCD—. Montesinos tuvo así una oportunidad ideal para
demostrar a Fujimori la eficacia del SIN y convencerlo de la necesidad de ampliar
su poder y sus recursos. Una consecuencia práctica de esto fue la decisión de cam-
biar a algunos de los mejores policías de la DINCOTE para asegurar la centraliza-
ción del trabajo, información y, por tanto, poder en el SIN. Otro elemento que
permitió a Montesinos apuntalar su primacía fue la relación que consolidó con
representantes de la CIA. Potenciado, el SIN se encargó también de la construcción
y difusión pública de una versión oficial4 de la «pacificación».
4
Algunos miembros de las Fuerzas Policiales afirman que el general de división EP Nicolás Hermoza
Ríos sostenía que recién cuando él se hizo cargo del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas a
fines de 1991 se empezó a trasladar la nueva estrategia a la policía.
320 como escuelas subversivas. Hacia inicios de los 90, esto era más que evidente: el
problema arrastrado por años requería una pronta solución.
El decreto legislativo 734 de noviembre de 1991 autorizó el ingreso militar en
RESPONSABLES
los penales con poderes discrecionales. El 7 de abril de 1992 tropas del Ejército y
personal de la Policía Nacional tomaron el mando en los dos presidios más gran-
des del país, Miguel Castro Castro y San Pedro, y comenzaron a ejecutar refor-
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
5
CVR. Evento 10151401.
La operación de La Cantuta fue realizada, en cambio, por un grupo de agentes 321
del SIE no destacados en zona y dirigidos desde el SIN. Pero ésta no había sido la
primera ni sería la única. Hasta entonces se venían sucediendo una serie de viola-
LOS
del mismo año 1992.
La CVR sostiene que, dada la estructura de mando y de toma de decisiones en
el régimen de facto, esos crímenes no pudieron ser cometidos sin el conocimiento
y la aprobación del presidente Fujimori y de Vladimiro Montesinos.
La disconformidad de un sector de las Fuerzas Armadas respecto del régimen,
que se evidenció en el intento de golpe del 13 de noviembre de 1992, no tardó en
tomar otras manifestaciones públicas. A inicios de 1993 empezó a filtrarse informa-
ción desde el Ejército con relación a lo sucedido en la Universidad La Cantuta. El 3
de abril, un grupo autodenominado León Dormido envió al congresista de oposi-
ción Henry Pease un documento en el que informaba que las diez personas desapa-
recidas habían sido secuestradas, asesinadas y enterradas en forma secreta por un
escuadrón de la muerte militar que operaba con la aprobación y el apoyo de los
más altos niveles del ejército y del SIN. A raíz de la denuncia presentada por Pease,
el Congreso nombró una comisión investigadora, aún cuando se cuestionaba la
credibilidad de un documento «por no tener ni sello, ni firma».
Las reacciones no se hicieron esperar, tanto de parte de los congresistas de
Cambio 90, que negaban los hechos, como del presidente del Comando Conjunto
de las Fuerzas Armadas, quien hizo desfilar tanques a manera de acto
intimidatorio. Finalmente, en mayo, la mayoría en el Congreso aprobó una mo-
ción que impedía la comparecencia ante las comisiones parlamentarias de inves-
tigación a los oficiales implicados en presuntas violaciones de los derechos hu-
manos una vez que se hubiera iniciado proceso en el fuero militar.
6
El mayor Martín Rivas se presentó ante el general Luis Pérez Documet y le notificó que se iba a realizar
una operación especial de detención de «delincuentes subversivos» en la residencia de la Universidad,
para la cual requería que fuera destacado un determinado teniente. A la pregunta del general sobre por
qué tenía que ser ese teniente y no otro, Rivas contestó que ese teniente había estado destacado hasta
hacía poco en la base militar que controlaba la Universidad y podía identificar a los delincuentes
subversivos que estaban buscando. El jefe operativo accedió, en el entendido de que se trataba de una
operación especial bajo responsabilidad directa del Comando Conjunto y del SIN. Destacó al teniente
y dispuso que se diera acceso al grupo especial a la Universidad en horas de la noche. El camión de
Martín Rivas ingresó al campus llevando al grupo especial y salió horas después sin que el jefe de la
base militar examinara su carga ni supiera a dónde se dirigía.
Por lo menos desde la masacre de Barrios Altos, si no antes, la camarilla 323
presidencial-militar del gobierno desarrolló una serie de actividades de violación
premeditada y sistemática de los derechos humanos con el propósito de radicalizar
LOS
LA IMPUNIDAD
LA «LEY CANTUTA»
En junio de 1993, la mayoría parlamentaria rechazó el dictamen de la comisión
investigadora que presumía la responsabilidad penal de los oficiales encargados
de la base militar y del propio general Hermoza Ríos, y aprobó un informe que se
abstuvo de señalar responsabilidades penales alegando que los tribunales milita-
res estaban investigando el caso. Sin embargo, el caso adquirió mayor repercu-
sión pública cuando el mes siguiente se encontraron cuatro fosas con restos hu-
manos calcinados en Cieneguilla, en las afueras de Lima, gracias a una denuncia
periodística. Al mismo tiempo, las Fuerzas Armadas anunciaron el inicio de una
investigación propia. Ello dio lugar a una contienda de competencia jurisdiccio-
nal que fue resuelta por el Congreso a favor de los militares mediante la ley 26291
—conocida como Ley Cantuta— que establecía que, de existir problemas de con-
tienda de competencia sobre la jurisdicción civil o militar en casos que no son de
narcotráfico, éstos se resolverían en la sala respectiva de la Corte Suprema por
mayoría simple, reduciendo el número de votos requeridos. Fue una de las pri-
meras leyes dirigidas desde el SIN y aprobadas por la mayoría oficialista del
Congreso que violaban la Constitución de 1993 recientemente aprobada. Los jue-
ces de la Corte Suprema adictos al gobierno trasladaron el caso a la justicia
militar. Días después, ésta emitió un veredicto que otorgaba diversas penas a
algunos de los militares implicados en el caso La Cantuta. Entre los sentenciados
se encontraban Santiago Martin Rivas y Carlos Eliseo Pichilingüe, ambos conde-
nados a 20 años de prisión.
EL OPERATIVO ARIES
Durante estos años, las bases militares contrasubversivas del Huallaga estaban
hundidas en la inacción y la falta de recursos. Las operaciones especiales para
reprimir a narcotraficantes aliados con el PCP-SL o para favorecer a algunas fir-
mas del narcotráfico, concentraban la acción y el dinero en manos de grupos de
comandos aerotransportados que respondían a órdenes directas del SIE, la DINTE,
324 el Comando Conjunto y, en último término, el SIN. Esto determinó un nuevo
estancamiento de la contrasubversión, pues las extensas zonas de producción de
hoja de coca controladas por el PCP-SL en Huánuco permanecían imbatibles y se
RESPONSABLES
consolidaban. Así se crearon las condiciones para una nueva ofensiva del Ejército
que dejó de lado la estrategia contrasubversiva de 1989 centrada en la restricción
del uso de la fuerza. Las operaciones de esta última campaña implicaron fuego
PRIMERA PARTE: LA TRAGEDIA Y SUS
LA LEY DE AMNISTÍA
LOS
encubrir lo anterior, a los involucrados en el intento de golpe del 13 de noviembre
de 1992, e incluía también a los que supuestamente habían cometido actos de
infidencia y ultraje a la nación y a las Fuerzas Armadas durante el reciente con-
flicto con Ecuador. Ese mismo día el presidente Fujimori refrendó la ley. Ensegui-
da, el presidente de la Corte Suprema, Moisés Pantoja, declaró que el Poder Judi-
cial acataría la ley de amnistía. La jueza Antonia Saquicuray, que investigaba el
Caso Barrios Altos, se pronunció en contra. Como respuesta, la Fiscal de la Na-
ción cerró el caso y advirtió que si la jueza Saquicuray intentaba reabrirlo incurri-
ría en «prevaricato». El Congreso aprobó una segunda ley según la cual el Poder
Judicial no tenía facultad para revisar la ley de amnistía. En julio el presidente
Fujimori promulgó esa segunda ley.
La CVR considera vergonzosa aquella ley de amnistía que defendieron y apro-
baron, entre otros, los congresistas Francisco Tudela, Julio Chu Meris, Martha
Chávez, Gilberto Siura y Rafael Rey.
LOS
más de trece años vive el país, petición que hacemos nuestra y reiteramos».
Fue Vladimiro Montesinos quien tuvo a su cargo la conducción de las conver-
saciones y tratos con Guzmán e Iparraguirre y demás dirigentes senderistas, en
tanto «interlocutor académico». Éstas estuvieron dominadas por intereses
circunstanciales del gobierno y se disiparon hacia 1995.
El gobierno no afrontó la posibilidad de acabar el problema de la subversión
tan seriamente como pregonaba. En términos estrictos, la política de pacificación
consistió en mantener en prisión a la mayor cantidad posible de subversivos
bajo condiciones extremas en penales de máxima seguridad y en reducir al aisla-
miento a los núcleos armados. La propuesta de acuerdo de paz hecha por Guzmán
y la dirigencia senderista brindó réditos políticos a Fujimori y rebajó la tensión
en los penales, pero no liquidó a la organización. En definitiva, aunque no lograra
la firma de un acuerdo con el gobierno, el PCP-SL sí logró dos objetivos importan-
tes: primero, que no se matara a Guzmán, su mayor preocupación, y, segundo,
reconstruir el «Partido» y difundir la nueva línea política y directivas gracias a
las reuniones de cúpula que Montesinos organizó. En efecto, Guzmán salvó una
estructura organizativa que tiene como base las prisiones. Adicionalmente,
Guzmán e Iparraguirre señalan como resultados de las negociaciones desarrolladas
durante esos meses que se introdujeron algunos cambios en el régimen carcelario de
los senderistas, «y cierto margen para que se reunieran en los demás penales». A
ellos, el «interlocutor», es decir Montesinos, les llevaba periódicos y revistas cuando
iba a verlos y los dejaba ver noticieros de la televisión. Asimismo, se les permitió
reunirse para «trabajar juntos unas horas durante el día» una historia del PCP-SL,
para lo que se les otorgó acceso al archivo de documentos partidarios que les había
incautado la DINCOTE y a textos de su biblioteca.
A pesar del evidente declive en las acciones subversivas, resaltado por la mis-
ma propaganda oficial,8 el régimen no disminuyó el número de zonas de emer-
gencia sino que mantuvo un esquema de contrasubversión sin subversión. En
efecto, hacia mediados de 1995 se contabilizaba un aproximado de 68 provincias
7
Fujimori dio a conocer a la opinión pública, previamente, dos cartas de Guzmán proponiendo un
acuerdo de paz, el1 y 8 de octubre, a pocos días del referéndum.
8
En agosto de 1994, por ejemplo, cuando Pérez de Cuellar iniciaba su campaña electoral al frente de
UPP, el Presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Nicolás Hermoza Ríos, asegura-
ba que el terrorismo estaba vencido en un 95% y que sólo faltaba capturar a algunos cabecillas sin
base de apoyo.
328 y 3 distritos del país que aún se encontraban bajo estado de excepción. La exten-
sión de los estados de emergencia —que en muchos casos se convirtió en garantía
de tranquilidad para los pobladores, temerosos de nuevas incursiones
RESPONSABLES
9
Ley 26623 del 15 de junio de 1996.
presidencial. La idea de un gobierno de más de una década estaba también en el 329
Plan Político-Militar mencionado páginas atrás. También era parte de ese esque-
ma el funcionamiento del SIN como un órgano de espionaje y amenazas, cuyo
LOS
Ley de Interpretación Auténtica. Ésta decía que, si bien la Constitución de 1993
permitía sólo una reelección, eso no se aplicaba a Fujimori, pues éste sólo había
sido elegido una vez con la nueva Carta Magna; es decir, estaba habilitado para
una tercera postulación, que sería solamente la segunda desde la aprobación de
la nueva Constitución.
En este contexto, sucedió el hecho sorpresivo ya mencionado en este volu-
men: el secuestro de más de 400 personas en la residencia del embajador de Ja-
pón por parte de un comando del MRTA. Ese número se redujo pronto hasta
quedar en una cifra de 72 rehenes, que vivirían cuatro meses de cautiverio hasta
el día de su liberación por medio de un operativo militar que recibió el nombre de
Chavín de Huántar.
El éxito de la operación provocó un notorio ascenso de la popularidad del régi-
men y, sobre todo, dejó en segundo plano graves denuncias que se venían acumu-
lando y que señalaban con insistencia cada vez mayor a Vladimiro Montesinos.
El gobierno no pudo mantener el rédito político obtenido a partir de la opera-
ción debido a varios factores. En primer lugar, las denuncias continuaron.10 El
gobierno aprovechó la popularidad obtenida del triunfo de la operación para
sostener su imagen mientras cometía diversos atropellos. Uno de los más graves
ocurrió en mayo de 1997 cuando la mayoría del Congreso destituyó a tres
magistrados del Tribunal Constitucional por haber fallado en contra de la ley de
interpretación auténtica, aunque el cargo formal fue haberse excedido en sus fun-
ciones al realizar una «aclaración» a su fallo.
10
Por ejemplo, en junio, Contrapunto reveló la existencia de 197 casos de intervención telefónica efec-
tuada por los servicios de inteligencia.
330 dir a los ciudadanos de participar de marchas de protesta circulando rumores
acerca de la presencia de senderistas infiltrados en ellas. Las movilizaciones de
protesta eran presentadas por la televisión adicta al régimen como hechos «terro-
RESPONSABLES
LOS
SOBRE EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
SEGUNDA PARTE: SOBRE EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
332
333
LOS
LOS FACTORES QUE HICIERON POSIBLE EL CONFLICTO
1
Decreto supremo, artículo 2, inciso a.
334 distintos países tendría que organizarse en partidos de cuadros, selectos y secretos,
en otras palabras, en vanguardias iluminadas capaces de interpretar las leyes de la
Historia. Demás está decir que el PCP-SL se consideraba el partido del proletariado
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
2
En ese sectarismo se inscriben desde el lema de las primeras décadas apristas: «sólo el APRA salvará
al Perú», hasta las tesis más recientes de la izquierda marxista sobre el proletariado como clase de
vanguardia o el partido único como régimen político.
3
Véase el documento del mismo nombre, fechado en 1975.
senderista implicaba en la práctica la restauración de un orden estrictamente 335
vertical, que se venía resquebrajando como consecuencia de los procesos de mo-
dernización. Si en la sociedad tradicional —terrateniente o «gamonalista»— la
LOS
físico, tanto en haciendas o puestos policiales, como en las propias comunidades
campesinas e, incluso, en las escuelas regidas todavía por el premonitorio pro-
verbio «la letra con sangre entra».
En algún momento durante la década de 1960, esos letrados descubrieron el
potencial del espacio educativo —universidades, institutos pedagógicos, institutos
superiores— como ámbito de reclutamiento primero, y luego como «correa de trans-
misión» entre el partido y el campesinado. El abandono de la educación pública
por parte del Estado y la persistencia allí de una transmisión vertical de conoci-
mientos donde el maestro sabe y el alumno aprende / obedece, creó un ambiente
propició para la propuesta senderista. Los intelectuales mencionados se vincularon
allí con pequeños núcleos de jóvenes, sensibles a propuestas de ruptura radical con
el orden establecido, pero inmersos dentro de una tradición autoritaria. De esa
forma, el PCP-SL pudo desplegar su dimensión de proyecto pedagógico tradicio-
nal y autoritario; y pudo reproducir también las viejas jerarquías verticales dentro
del propio partido, entre jefatura y militantes, pues era la jefatura (es decir, Abimael
Guzmán) la única capaz de interpretar las leyes de la Historia.
¿Cómo estos pequeños núcleos lograron configurar una voluntad tan fuerte a lo
largo de la década de 1970? En primer lugar, los partidos de cuadros altamente
ideologizados de la tradición leninista solían constituir voluntades muy poderosas.
El propio Guzmán recordaba el caso de la URSS: «¿Cuántos bolcheviques había cuando
triunfó la revolución de Octubre?: ¡Ochenta mil en un país de 150 millones de habi-
tantes!» (Guzmán 1988). Así, el PCP-SL decidió construir una organización pequeña
pero afiatada, que ellos mismos definieron como una «máquina de guerra».
El PCP-SL ofrecía para ello, antes que nada, un discurso con pretensiones de
absoluta coherencia; un «gran relato» totalizador. Éste, presentado como una ideo-
logía científica, «todopoderosa porque es verdadera» (PCP-SL 1988a: 11), pro-
porcionaba una comprensión aparentemente coherente no sólo del país sino del
universo todo; un universo moral simple, en blanco y negro, que daba sentido a
las vidas de quienes lo compartían. La culminación del gran relato totalizador era
una utopía, el comunismo:
La sociedad de la «gran armonía» [...] la radical y definitiva nueva sociedad
hacia la cual 15 mil millones de años de materia en movimiento, de esa parte
que conocemos de la materia eterna, se enrumba necesaria e
336 inconteniblemente... Única e insustituible nueva sociedad, sin explotados ni
explotadores, sin oprimidos ni opresores, sin clases, sin Estado, sin partidos,
sin democracia, sin armas, sin guerras. (PCP-SL 1986a: 20)
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
Para alcanzar esa sociedad sin movimiento, literalmente «el fin de la historia»,
era necesario provocar una ruptura de ribetes apocalípticos. El inicio de la lucha
armada (ILA) era el parteaguas que separaba los tiempos viejos de los nuevos.
Por eso cuando Guzmán decidió lanzar a su partido a la «lucha armada», cambió
el tono de sus discursos y el partido atravesó un período de luchas internas enten-
didas como purificación y renacimiento, personal y colectivo.4 Ellos serían la mano
que escribiría en la pared en medio del banquete; la guerra popular un prolonga-
do Armagedón, del cual sólo los comunistas saldrían salvos.
El PCP-SL ofrecía además una propuesta organizativa: el partido comunista,
SEGUNDA PARTE: SOBRE
que se militariza para llevar a cabo la «guerra popular prolongada». Iniciarla con lo
que el mismo Guzmán reconoce era sólo «un puñado de comunistas», requería que
el partido fuera una institución total, que organizaba y controlaba todos los aspec-
tos de la vida cotidiana proporcionando a sus militantes una identidad total.
Si bien es necesario recalcar estos aspectos para entender la condensación de
voluntad política que significó el PCP-SL, es importante rescatar también los la-
dos más prosaicos del proyecto. La otra cara del caudillismo es el clientelismo,
que el PCP-SL practicó con profusión en las universidades donde apuntó a copar
las direcciones de bienestar estudiantil, que manejan comedores y viviendas uni-
versitarias. Los militantes, especialmente los jóvenes, encontraban en el PCP-SL
no sólo orden sino organización de su tiempo libre, espacio para la aventura y
posibilidades de ascenso social «por la vía del partido», en un contexto en el cual
les era difícil lograrlo «por la vía del mercado».
Hasta aquí, podríamos decir que el PCP-SL era una versión exacerbada de
otros grupos vanguardistas de izquierda, que en el Perú y en otras partes del
mundo consideraban que la guerra popular era la estrategia para conquistar el
socialismo. Sin embargo, otros rasgos vuelven al PCP-SL un fenómeno muy espe-
cial. Ya hablamos del extremo caudillismo. Baste añadir que la construcción del
partido alrededor de una figura endiosada fue muy importante para cohesionarlo,
pero se convirtió en su talón de Aquiles cuando «la jefatura» cayó presa en 1992.
Paralelamente, el fanatismo se fue convirtiendo en uno de los aspectos
medulares de la identidad senderista. Comenzó con la exacerbación de la violen-
cia del discurso de Guzmán antes del inicio de su lucha armada. La ferocidad de
sus arengas entre 1978 y 1980 anunciaba el tipo de violencia que golpeó al país a
partir de 1980 y el tipo de militantes que conformaron el PCP-SL: dispuestos a
«llevar la vida en la punta de los dedos» y a «cruzar el río de sangre» necesario
para el triunfo de la revolución. Esta disposición a la muerte se acrecentó con las
cartas de sujeción al «presidente Gonzalo», que los militantes firmaban al ingre-
sar al PCPSL. La exaltación del caudillo contrastaba con la desaparición de la
4
La simbología de purificación, renacimiento y salvación es profusa en los discursos de Guzmán pre-
vios al inicio de la lucha armada. Véase: «La nueva bandera», «Sobre tres capítulos de nuestra histo-
ria» y «Somos los iniciadores».
individualidad de los militantes, alentados a pagar «la cuota» de sangre y a 337
«inducir genocidio», probando su disposición a morir, como en las cárceles.
La voluntad política es decisiva para explicar el inicio de cualquier subversión
LOS
De acuerdo con los testimonios recogidos por la CVR, la violencia golpeó princi-
palmente a los habitantes más pobres en las áreas más pobres del país. Sin em-
bargo, como esos mismos testimonios indican, la pobreza no explica por sí sola el
estallido del conflicto armado. Es más preciso verla como uno de los factores que
contribuyó a encenderlo y como el telón de fondo sobre el cual se desarrolló ese
drama.
Contra ese telón de fondo, adquieren un papel muy importante en la explica-
ción del conflicto las múltiples brechas que atraviesan el país. La más visible y
dramática es la que separa a ricos y pobres. Tanto o más que la pobreza misma,
importa la inequidad, las abismales diferencias entre los que más tienen y los que
sobreviven. Pero no se trata sólo de una distribución desigual de la riqueza, sino
también del poder político y simbólico, incluyendo aquí el uso de la palabra: quién
«tiene derecho a hablar», quién es escuchado y a quién se le prestan oídos sordos.
Esto es importante de destacar pues el PCP-SL ofreció a sus seguidores un discurso
que producía la ilusión de abarcar toda la realidad, así como la posibilidad de ha-
cerse escuchar y de silenciar. Por consiguiente, riqueza y poder se distribuyen des-
igualmente a lo largo de nuestro territorio, produciendo otras brechas:
pasado, conforme se aceleraron —muchas veces para quedar luego truncos— los
procesos de modernización en el país. De ellos, los más significativos fueron:
5
Nótese que, precisamente en Ayacucho, los principales movimientos sociales en las décadas
previas al estallido del conflicto armado no fueron conflictos por tierras, sino vinculados a
demandas educativas. El primer Frente de Defensa del Pueblo surgió en Ayacucho alrededor de
la defensa de las rentas de la Universidad de Huamanga y, durante sus primeros años, tuvo una
fuerte influencia de quienes después conformarían el PCP-SL. Luego, en 1969, cuando la gratuidad
de la enseñanza secundaria se vio amenazada por un decreto supremo del gobierno militar, se
produjeron masivas movilizaciones en Huamanga y en Huanta.
Todo lo anterior alude a un proceso de modernización desigual, hecho de in- 339
tentos desperdigados, intermitentes y muchas veces truncas, sea por la ausencia
de una visión de conjunto y de largo plazo entre las élites políticas, empresariales
LOS
dos: el tradicional andino de sus padres, que al menos parcialmente ya no
compartían; y el urbano-criollo, que los rechazaba por provincianos, mes-
tizos o cholos. Entre ellos, una minoría se sintió atraída por un proyecto
que debido a su coherencia absoluta los libraba de un presente que les
ofrecía escasas satisfacciones y demasiadas incertidumbres.
• Áreas geográficas donde emprender su tarea. Especialmente las áreas ubicadas
en una suerte de limbo entre la modernidad instalada más que nada en el
discurso político y en las expectativas, y el atraso y la pobreza ya desliga-
dos del orden tradicional dentro del cual habían sido soportables y habi-
tuales por largo tiempo. Estas fueron las áreas más golpeadas por el con-
flicto.
LOS
nes por quienes deberían haber sido sus beneficiarios. A partir de 1977, el
inicio de los operativos Verde Mar, impulsados por los Estados Unidos,
crisparon la situación en zonas importantes de la ceja de selva y empujaron
a la ilegalidad a sectores amplios de colonos llegados allí en las décadas
previas, que se habían dedicado crecientemente al cultivo de coca por au-
sencia de alternativas económicas.
• Debilidad de los partidos políticos. Se encontraban fuera de forma por la sus-
pensión de elecciones nacionales y municipales, con varios de sus principa-
les líderes exilados, desprestigiados por la propaganda oficial contra los
partidos políticos y la democracia representativa. La ausencia de organiza-
ciones partidarias o su repliegue de amplias zonas rurales, hizo que las
representaciones surgidas de las elecciones en la década de 1980 fueran
tenues y giraran crecientemente alrededor de personas, más que de orga-
nizaciones y propuestas. Esto fue favorecido por el voto preferencial.
ció sus acciones en alguna de las regiones donde la organización campesina esta-
ba en auge: Cusco o Cajamarca, por ejemplo. Por el contrario, en dichos lugares
enfrentó seria resistencia. El conflicto se inició en Ayacucho, zona de escasa den-
sidad de organizaciones y movilizaciones campesinas en los años previos a 1980,
donde el Estado, cuya presencia en las zonas rurales era de por sí muy tenue,
tenía la guardia especialmente baja. De esta forma, los pequeños puestos policiales
en el norte de Ayacucho fueron rápidamente obligados a replegarse, mientras el
gobierno de Belaunde se mostraba reticente a convocar a las Fuerzas Armadas,
como ya se explicó.
Además de la sorpresa general, contribuyó a la supervivencia del PCP- SL su
carácter radicalmente autárquico. Durante los primeros años, el gobierno trató
de encontrar vínculos entre la subversión y algún país socialista. El propio PCP-
SL se encargó de descartar esa hipótesis con acciones violentas contra la nueva
dirección del PC Chino7 y las embajadas de los países socialistas.
Sin embargo, todos los factores hasta ahora mencionados no hubieran sido
suficientes si el PCP-SL no lograba la aceptación o la neutralidad de sectores so-
ciales significativos, especialmente campesinos. ¿Cómo llegó a ellos y qué tipo de
campesinos eran?
Durante la década de 1970, la mayoría de partidos que luego conformarían IU
tendió a sacar de las universidades a sus mejores cuadros jóvenes para enviarlos
al campo e incorporarlos en distinto grado a un circuito de reproducción partida-
ria cuyo eslabón central era la construcción de gremios campesinos, y cuya efica-
cia se medía por la capacidad de control y movilización de dichos gremios.8 El
PCP-SL estableció un circuito diferente. Captó cuadros en ciertas universidades,
pero los mantuvo dentro del circuito educativo, enviándolos como maestros a
colegios rurales. Éstos, a su vez, captaban estudiantes secundarios a través de los
cuales el PCP-SL estableció cabeceras de playa en muchas comunidades. El epi-
6
Salvo la huelga del SUTEP de 1978 y la de estudiantes secundarios en 1979, el PCP-SL se había opues-
to a esas movilizaciones, incluyendo los paros nacionales de 1977 y 1978, pues consideraba que esta-
ban dirigidos por el «revisionismo» del PCP-Unidad.
7
Los famosos perros colgados de postes que aparecieron en algunas calles de Lima en 1980 con letre-
ros que decían: «Deng Xiaoping hijo de perra».
8
En la década de 1980, la medición de la eficacia se fue desplazando rápidamente del fortalecimiento
y movilización de gremios al éxito electoral.
centro de reproducción partidaria eran los denominados «organismos genera- 343
dos»,9 que lo alimentaban de cuadros a través de las «escuelas populares». El
criterio de eficacia fue el crecimiento del propio partido y, sobre todo, el del
LOS
justicia vertical y draconiana, que ponía coto a conductas consideradas antisociales
recurriendo a castigos físicos y a los denominados «ajusticiamientos».
La expansión del PCP-SL a otras zonas del país mostró que los «eslabones
sensibles» de intelectuales y jóvenes educados no constituían sólo un fenómeno
regional, sino que se extendían por una cadena de ciudades, incluyendo Lima;
asimismo, que la pobreza, la escasa organización rural y el ejercicio del poder
asociado al uso de la violencia física, no eran exclusividad de Ayacucho. Mostró,
además, que existían otras zonas rurales altamente conflictivas, como aquéllas
donde la Reforma Agraria había conformado SAIS; o como los valles cocaleros,
donde poblaciones enteras habían sido empujadas a la ilegalidad, y donde la
policía y la justicia llegaron a identificarse más que en ningún otro lugar del país
con el abuso y la corrupción.
Para explicar la duración y expansión del fenómeno subversivo es necesario
tener en cuenta, además, otros dos factores. Por un lado, el PCP-SL y en mucho
menor medida el MRTA se convirtieron en magnetos que atrajeron a pequeños
núcleos descontentos desgajados de los grupos de izquierda que a fines de la
década del 70 habían dado un viraje, en muchos casos no del todo coherente, del
discurso de la lucha armada a la participación electoral.10 Por otro lado, en ciertos
lugares se llegaron a crear ciertas identificaciones regionales con los proyectos
subversivos —el MRTA en San Martín, el PCP-SL en el norte de Ayacucho— que
trascendían el campo e incluían franjas urbanas. En el caso del MRTA, esta iden-
tificación estaba en cierto grado mediada por los gremios sobre los cuales tenía
influencia: la Federación Agraria Selva Maestra (FASMA) o el Frente de Defensa
de San Martín. En el caso del PCP-SL, la identificación no tenía otra instancia en
la cual depositarse que no fuera el partido y la violencia. Pero eso no fue obstácu-
lo y posiblemente favoreció más bien la construcción de una identidad muy fuer-
te entre la periferia del PCP-SL, que alimentaba sus «organismos generados».
Allí se configuraba un «nosotros» con fronteras muy rígidas y excluyentes, ba-
sado en una cercanía étnico-regional donde se entrelazaban el color de piel, la
9
Sobre la definición de «organismos generados», véase el apartado sobre el PCP-SL.
10
El PCP-SL exigía la disolución del grupo y la incorporación individual de aquellos miembros que
decidía absorber. En el otro extremo, el MRTA mismo fue producto de fusiones sucesivas de varios
grupos de izquierda que optaron por la violencia.
344 lengua y las costumbres, con una percepción de agravio provocada por la
inequidad y la discriminación. El PCP-SL llegó a proporcionar así una «estructura
de sentimientos» a estudiantes pobres, discriminados y «ubicados entre dos
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
LOS
Hemos señalado los límites de los proyectos de construcción nacional y moder-
nización emprendidos en esas décadas, pero es necesario recalcar también que
los graves conflictos sociales y políticos fueron encarados y eventualmente
resueltos por medios pacíficos. Así, entre 1958 y 1964 tuvo lugar en el Perú el
movimiento campesino más importante por esos años en América Latina. Cien-
tos de miles de campesinos y trabajadores agrícolas se organizaron y moviliza-
ron a lo largo del país, ocupando cientos de miles de hectáreas en manos de
grandes propietarios. Sin embargo, en todos esos años murieron sólo 166 perso-
nas (Guzmán 1981), menos que en los primeros diez días de agosto de 1991.
En la década de 1970, una segunda oleada de ocupaciones de tierras conmo-
vió al país en plena aplicación de la Reforma Agraria. La movilización no fue tan
amplia como en la década previa, pero la organización campesina alcanzó su
pico más alto luego de la reorganización de la CCP y la creación de la Confedera-
ción Nacional Agraria (CNA) en 1974. Sin embargo, otra vez, el costo en vidas
humanas fue bajísimo en comparación a las muertes de la década siguiente.
Mientras tanto, las ciudades vivían desde 1976 una efervescencia social sin
precedentes, que se traducía en movilizaciones y paros obreros, magisteriales y
regionales que desembocaron en los paros nacionales de julio de 1977 y mayo de
1978. El primero tuvo incidencia directa en la apertura democrática, pues pocos
días después el régimen militar convocó a una Asamblea Constituyente para el
año 1978. Nuevamente, en las movilizaciones de esos años, el número de vícti-
mas fatales fue mínimo.
Puede objetarse que hablamos de movimientos sociales, mientras que el PCP-SL
y el MRTA eran organizaciones políticas. Sin embargo, también en este plano un
recorrido por las décadas previas registra poca violencia. En 1955, masivas
movilizaciones políticas en Arequipa provocaron la renuncia del temido Ministro
de Gobierno y Policía, Esparza Zañartu, lo que marcó el inicio del fin de la dicta-
dura de Manuel A. Odría. Esas movilizaciones produjeron dos muertos. Desde
entonces, el país no volvió a sufrir situaciones de persecución política masiva.11
11
La excepción fue el encarcelamiento de dirigentes izquierdistas en la colonia penal del Sepa, en la
selva central, en 1962.
346 En 1956, después de más de dos décadas de «catacumbas», el APRA se incorpo-
ró a la legalidad, al tiempo que se consolidaban nuevos partidos como los de
Acción Popular, la Democracia Cristiana y el Partido Social Progresista. Incluso
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
do político y consagraba por fin la vigencia plena del sufragio universal, pues
otorgaba derecho a voto a varones y mujeres mayores de 18 años y a los analfabe-
tos. Para ese entonces, esta última categoría se superponía en lo fundamental con la
de peruanos y peruanas monolingües quechuas, aymaras y de lenguas amazónicas.
Luego de las profundas transformaciones demográficas, económicas, políti-
cas y socioculturales de las décadas previas, y del sismo político que significó el
reformismo militar, el país parecía encaminado a consolidar un Estado nacional,
moderno y democrático. No es de extrañar, entonces, que el inicio del conflicto
armado lo tomara por sorpresa. No es de extrañar tampoco que su extensión y
brutalidad nos sigan sorprendiendo.
Lo que estuvo ausente en esas décadas previas al estallido de la violencia fue la
voluntad de matar. Menos aún de matar masiva o sistemáticamente. Ni de parte
del Estado, ni de los campesinos u otros actores sociales, ni de los principales parti-
dos políticos. La dirección del PCP-SL tuvo que concentrar sus energías en inocular
esa voluntad, en primer lugar en sus militantes y, luego, en provocar al Estado y a
la sociedad para que la muerte se vuelva, por así decirlo, un modo de vida.
En las bases filosóficas, políticas e incluso psicológicas de la acción subversi-
va, especialmente del PCP-SL, se constata un decisivo punto ciego: el PCP-SL «ve
clases, no individuos». De allí se deduce la falta absoluta de respeto por la persona
y por el derecho a la vida, incluyendo la de sus propios militantes; pues para
mantener la cohesión del partido la dirección exacerbó en ellos una vena fanática
que se convirtió en un sello de identidad y tiñó el proyecto senderista de potencia-
lidades terroristas y genocidas. El potencial terrorista se desplegó desde los
«ajusticiamientos» con sevicia y prohibición de entierro, hasta los coches-bomba
en las ciudades. El potencial genocida, explícito cuando Guzmán anunció que «el
triunfo de la revolución costará un millón de muertos» o cuando llamó a sus
huestes a «inducir genocidio», se desplegó especialmente en zonas indígenas,
puesto que el PCP-SL reprodujo antiguas concepciones de superioridad sobre los
pueblos indígenas.
Por otro lado, «batir el campo» y construir el «nuevo poder» exigían un alto
costo en vidas humanas; ya que, a pesar de los vacíos de poder advertidos, el
campo estaba mucho más poblado de actores, instituciones, organizaciones y
más interconectado que la China de los años 30, que servía de inspiración al PCP-
SL. Por eso, luego de una primera etapa de aceptación, el PCP-SL tuvo que recu-
rrir crecientemente a la imposición por el terror. Sus asesinatos eran «castigos 347
ejemplificadores». Muchos testimonios ofrecidos a la CVR expresan no sólo el
dolor, sino la indignación que produjo ver morir a familiares «como animales»; a
LOS
sitado en realidad por un largo y difícil desfiladero, que el PCP-SL logró bloquear,
al menos temporalmente. A partir de 1983 se revelaron los abismos ya anotados:
no sólo la falta de una comunidad nacional de ciudadanos, sino el desprecio teñido
de racismo por los campesinos, que permeaba las instituciones del Estado
incluyendo a las Fuerzas Armadas. En los primeros años de su intervención, ellas
se comportaron a veces como un Ejército de ocupación.13
Pero la violencia desatada por el PCP-SL, confundido entre la población, tam-
bién hizo aflorar el miedo. Esos «otros» despreciados, muchas veces incompren-
sibles, comenzaron a ser vistos como peligrosos, sin distinguir si eran o no
senderistas. A su alrededor comenzó a (re)tejerse toda una mitología que los con-
vertía en seres resistentes a las torturas e imperturbables ante la muerte. Los
viejos imaginarios racistas sobre el «indio» terco, cruel y traicionero, reaparecieron
con fuerza. El miedo azuzó la crueldad de las fuerzas contrasubversivas.
A esto se añade, por un lado, la influencia de la doctrina de seguridad nacional,
exportada por los Estados Unidos a la región y, por otro, el poco enraizamiento de
las doctrinas de Derechos Humanos que recién comenzaban a transformase en
instrumentos legales y cuyas violaciones empezaban a ser sancionadas en trata-
dos internacionales incorporados en la legislación nacional.
Si la etapa anterior fue de moderación por parte de todos los actores, la irrup-
ción del PCP-SL abrió una «caja de Pandora» que los trastocó a todos. Así, en las
zonas rurales más pobres, el PCP-SL se involucró y en muchos casos acabó po-
tenciando y militarizando viejos conflictos sociales intra e intercomunales. En
zonas afectadas por el narcotráfico, el PCP-SL terminó agudizando la dinámica
de por sí violenta de una sociedad de frontera, dinámica en la que se involucraron
también y, con crueldad, las fuerzas del orden. En todas partes, el PCP-PSL exacerbó
el castigo físico, llevando a extremos una tradición en la que caben desde los
maltratos patronales o policiales, hasta las sanciones en comunidades campesi-
nas o barrios populares urbanos.
12
Sobre los «contrarrestablecimientos» véase el acápite sobre el PCP-SL.
13
Son más bien los campesinos los que parecen tener de cierta manera una mayor conciencia de
comunidad nacional, pues cuando relatan sus historias creen que quienes los están matando son
«extranjeros», «gringos», pishtacos. No conciben que sus connacionales los maten «como animales».
348 Las rebeliones contra el PCP-SL fueron también brutales. La violencia latente
en cualquier comunidad, especialmente pobre, se entremezcló con conflictos fa-
miliares, generacionales, de linderos, y se desbordó. Con frecuencia, los comités
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
14
Nos referimos a los llamados «remanentes» del PCP-SL en los valles del Ene y Apurímac.
tenían que haber sido la «fuerza principal» de la revolución, aliados fieles, se- 349
gunda voz, coro que acompañara al partido y a su jefatura concentrada en
alcanzar «el do de pecho» que transformaría el mundo. Pero en muchos lugares,
LOS
regulaba toda la vida cotidiana, pasando así de la necesidad de orden al
exceso de orden vertical, que llegaba a extremos como cuando el partido
prohibía estar triste.
Los asesinatos del PCP-SL no sólo chocaban contra el apego a la vida de cual-
quier comunidad humana, sino que resultaban contraproducentes en economías
pobres, que no podían darse el lujo de disponer de la vida de personas, en su
mayoría hombres jóvenes con familias e hijos menores de edad. Por eso, según
los testimonios recogidos por la CVR en diferentes partes del país, los afectados
pedían al partido: «castiga, pero no mates». En otros, las mujeres pedían que si
van a matar a alguno de los padres, maten mejor a toda la familia, pues: «quién se
va a hacer cargo de los hijos».
La propuesta totalitaria implicaba una actitud intolerante hacia la cultura lo-
cal, no sólo la celebración de fiestas o la elección de autoridades, sino elementos
tan básicos como enterrar a los muertos o el uso de los términos de parentesco,
reemplazados por el apelativo «compañero».
Pero, sobre todo, con el campesinado involucrado crecientemente en una eco-
nomía mercantil, las propuestas de SL chocaron contra la dinámica de las socie-
dades rurales. Para sorpresa del PCP-SL, la «guerra prolongada», chocó contra la
lógica de reproducción campesina, que se ordena alrededor del ciclo de vida fa-
miliar y se planifica en función del crecimiento y educación de los hijos. En ese
contexto, cuando el PCP-SL apuró el paso para lograr el «equilibrio estratégico»,
rompió el precario balance que todavía mantenía en muchas zonas rurales. El
PCP-SL comenzó a exigir más víveres para el partido, más reclutas jóvenes. Esto
incrementó el malestar campesino que, al empalmar con un cambio en la estra-
tegia de las Fuerzas Armadas, produjo la masificación de los comités de
autodefensa que propinaron al PCP-SL su primera derrota estratégica, en el
ámbito en el cual menos la esperaba.
Asimismo, conforme avanzaba el conflicto, la estrategia senderista revelaba
su errónea evaluación de las autoridades locales. Para el PCP-SL, ellas eran ex-
ternas a las comunidades, parte de un «viejo estado» ajeno al campesinado. Para
éstos, por el contrario, las autoridades comunales, jueces de paz, alcaldes y tam-
350 bién con frecuencia los licenciados, tendían a ser vistos más bien como recursos
en su necesaria vinculación con el Estado realmente existente.
A partir de sus propias experiencias y de las peculiaridades históricas de las
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
Fuerzas Armadas, éstas aprendieron a calibrar mejor al enemigo. Desde los pri-
meros años, hubo oficiales que buscaron ganarse la confianza de la población.
Ellos fueron los precursores del cambio de estrategia que, como ya se ha mencio-
nado, otorgaba más peso al trabajo de inteligencia, volvía la represión más selec-
tiva, buscaba ganar a la población rural y establecer alianzas con los ronderos o
presionar al campesinado para que se organice en comités de autodefensa allí
donde encontraba resistencia. En muchas áreas rurales, fue la Fuerza Armada la
que terminó moviéndose «como pez en el agua».
La ausencia de grandes propietarios rurales contribuyó, además, a que no se
SEGUNDA PARTE: SOBRE
formaran grupos paramilitares en las áreas rurales como los que existieron en
Guatemala, El Salvador o los que existen en Colombia.15
También el contexto internacional se fue volviendo cada vez más adverso
para los grupos subversivos. El fin de la «guerra fría» afectó directamente al
MRTA, especialmente porque favoreció el desarrollo de negociaciones y acuerdos
de paz en varios países de América Latina, incorporando a la vida política a
movimientos guerrilleros que eran inspiración y, a veces, lugar de entrenamiento
del MRTA. En lo que se refiere al PCP-SL, el viraje hacia el capitalismo en la China
post Mao convirtió a los seguidores de la Revolución Cultural en una
excentricidad. El PCP-SL se vinculó a un llamado Movimiento Revolucionario
Internacionalista (MRI) que agrupaba a docena y media de grupúsculos sin
incidencia en sus respectivos países. En los organismos de solidaridad con los
países del Tercer Mundo, el PCP-SL resultó cada vez más aislado e incluso
repudiado. Hacia fines de la década de 1980, sus «embajadores del terror» no
encontraban ante quien presentar sus credenciales. Si bien el PCP-SL fue siempre
radicalmente autárquico, este aislamiento no dejó de ser importante para un
partido que se consideraba «faro de la revolución mundial».
Si queremos singularizar el factor más importante para explicar la derrota
del PCP-SL, éste es su incapacidad de aprender. Ensimismado en el fortalecimiento
del partido y del denominado «ejército guerrillero popular», el PCP-SL terminó
construyéndose un exoesqueleto muy poderoso para evitar las tendencias centrí-
fugas y mantener cohesionado su pequeño organismo; pero que, al mismo tiem-
po, lo blindó contra la realidad. De esta forma, mientras el Estado y las Fuerzas
Armadas rectificaban los aspectos más indiscriminados y contraproducentes
de su estrategia, en diferentes partes del país y en diferentes momentos a lo largo
de la década de 1980 se constataba la repetición del ciclo senderista: conquistar
bases/establecimiento/ contrarrestablecimiento/repudio de la población. La di-
ferencia entre unas Fuerzas Armadas que aprenden y un PCP-SL que repite sus
errores demuestra cómo la cantidad de víctimas en general, y en especial las
rurales y quechuahablantes, provocadas por agentes del Estado disminuyen
notoriamente; mientras que el PCP-SL continúa, e incluso incrementa, su agresión
15
Las zonas de narcotráfico resultan en cierta medida una excepción.
contra aquéllos en cuyo nombre supuestamente actuaba. Así pues, la decisión de 351
Abimael Guzmán de «alcanzar el equilibrio estratégico» revela su cualidad de
«huida hacia delante». En términos prácticos, ella significó:
La CVR quiere destacar, finalmente, otro factor más allá del rechazo de la
opinión pública a los grupos subversivos: la terca voluntad de persistir de los
peruanos y peruanas en general, especialmente de aquellos que vivieron y sobre-
LOS
vivieron en las zonas más golpeadas por la violencia, donde continuaron exis-
tiendo autoridades, escuelas, iglesias, trabajadores y vida cotidiana en general. A
esa voluntad de despertar cada mañana, respirar hondo y continuar la vida en
medio del terror, todos los peruanos le debemos un homenaje.
SEGUNDA PARTE: SOBRE EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
352
353
LAS
LAS SECUELAS DEL CONFLICTO
Las dos décadas de violencia reseñadas en este texto han causado numerosos y
duraderos perjuicios a decenas de miles de personas y a sus respectivas comuni-
dades. La acción de las organizaciones subversivas y de las fuerzas de seguridad
del Estado dañó gravemente la integridad física de muchos peruanos y, al mismo
tiempo, debilitó e incluso destruyó importantes recursos y formas de organiza-
ción necesarios para la vida colectiva.
La CVR ha encontrado que las secuelas individuales y colectivas de la violen-
cia fueron principalmente de tres clases. Hubo daños en el ámbito psicológico
que afectaron la identidad de las personas y las formas de convivencia familiar y
comunal. También hubo secuelas de orden sociopolítico, expresadas en el debili-
tamiento de las comunidades y, a escala nacional, en una descomposición del
orden democrático que terminó por dar paso al regreso del autoritarismo en el
Perú. Finalmente, hubo secuelas económicas manifestadas en las grandes pérdi-
das de infraestructura y de oportunidades en todo el país, así como en la destruc-
ción de la capacidad y los recursos productivos de las comunidades, en especial
de aquéllas de carácter rural situadas en los territorios donde el conflicto armado
interno se desarrolló con mayor intensidad.
dos; también los que ya entonces eran adultos sobrellevan hoy las huellas psico-
lógicas de los atropellos cometidos contra ellos y sus familiares más cercanos, a
quienes vieron morir en circunstancias terribles sin que pudieran hacer nada para
evitarlo o, cuando menos, para honrarlos póstumamente de acuerdo con sus creen-
cias religiosas.
Además del miedo y del deterioro de las familias ya mencionadas, es impera-
tivo señalar como efecto dañino de la violencia los perjuicios a la identidad per-
sonal derivados de los abusos y actos de humillación de que fueron víctimas mi-
les de peruanos. «No somos los mismos», han dicho algunos de ellos a la CVR al
relatar su vida después de que la tragedia los hubo alcanzado. Esa frase lacónica
y rotunda habla suficientemente de la potencia destructiva de la violencia sobre
lo más íntimo de la existencia de un ser humano como es su noción de sí mismo
y su capacidad de desarrollar su vida con autonomía y posibilidades de
autorrealización.
MIEDO Y DESCONFIANZA
Para el PCP-SL, al igual que para las fuerzas de seguridad del Estado, el infundir
miedo a la población fue una táctica deliberada. La táctica fue exitosa, pues sus
repercusiones se hallan muy vivas todavía entre las víctimas directas e indirectas
de la violencia.
El más poderoso generador de miedo de parte del PCP-SL fue el recurso a los
asesinatos públicos de manifiesta intención aleccionadora. Los pobladores lo re-
cuerdan con terror:
Su cuello acá lo habían cortado, acá de su campanilla, su adentrito, señora, con
cuchillo, con cuchillo lo habían cortado. De igual forma, su mano atrás lo habían
amarrado con soguilla, su pie habían amarrado con soguilla, y así lo habían matado,
tapándolo con su poncho y lo habían dejado y hasta la sangre manaba, señora.
¿Acaso, señora, viendo eso seguro hasta te morirías? Así, de miedo, temblaba
mucho.l
1
CVR. BDI-SM-P295. Testimonio 2002799, Ayacucho, 18 de noviembre 2002. Mujer, testigo Tiquihua,
mayo de 1983.
Por su parte, las Fuerzas Armadas recurrían a amenazas y a la práctica de 355
desapariciones forzadas:
LAS
a manifestarse. 2
El miedo así suscitado dio lugar a una aguda sensación de vulnerabilidad.
Cualquiera podía ser víctima en las zonas afectadas por la violencia, o eso era, al
menos, lo que hacía creer la conducta de los actores armados. Ese temor, prolon-
gado en el tiempo, se transformó en angustia, esto es, en la percepción de un riesgo
impreciso, pero siempre inminente, que perturbaba la vida cotidiana.
La persistencia del miedo, incluso después de concluida la etapa de violencia más
aguda, es un rasgo habitual entre las personas que sufrieron pérdidas de familiares
o que fueron víctimas de tortura o de detención injusta. Estos últimos temen hoy que
un hipotético rebrote de la violencia los convierta en los primeros objetivos de
arrestos u otras formas de intervención de las fuerzas de seguridad del Estado.
El miedo al regreso de la violencia es frecuente también en ciertas colectivida-
des, en especial entre las comunidades asháninkas, asentadas en el valle del río
Ene. Sojuzgados de la manera más cruel por el PCP-SL entre fines de la década del
80 e inicios de la década del 90, los pobladores asháninkas todavía se sienten
desamparados por el Estado y temen el regreso de los subversivos: «Yo digo que
no está bien pacificado, que los enemigos están cerca. Como te digo, de otros
distritos cercanos se escucha que amanecen muertos, pero aquí todavía. Por eso
digo que no está bien pacificado, está al principio, pero va a regresar».3
El miedo generalizado es un efecto de la violencia; pero, a su vez, genera otros
perjuicios. Uno de los más visibles es la desconfianza entre vecinos e incluso entre
parientes, recelo que procede, en diversos casos, de una experiencia previa de
delación —fundada o arbitraria— por parte de personas que se consideraban
cercanas y leales. Esa desconfianza es, también, un obstáculo vivo para las posi-
bilidades de reconstrucción y recomposición de la vida comunal. En un plano
más general, la desconfianza afecta, también, la relación entre la población y las
instituciones del Estado que pocas veces mostraron celo en proteger a los ciuda-
danos afectados.
2
CVR. BDI-I-P281. Entrevista en Profundidad. Aucayacu, Huánuco, mayo de 2001. Hombre, autoridad
en los años 1993 y 1994; sobre la Ley del Arrepentimiento.
3
CVR. BDI-I. Estudios en Profundidad. Entrevista a una dirigente asháninka.
356 estabilidad como son la familia y la comunidad, así como los referentes cultura-
les y las organizaciones de la sociedad local.
En primer lugar, se encuentra el deterioro de la familia que, al perder a alguno
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
de sus miembros adultos —padre o madre—, se hizo más pobre y dejó de cum-
plir parcial o totalmente su función de formadora y protectora para los hijos me-
nores. Se debe señalar que el primer golpe sufrido por éstos y por los cónyuges
fue, de hecho, el presenciar el asesinato con crueldad de sus seres queridos. Al
dolor de la pérdida se unió un sentimiento almacenado de impotencia que a ve-
ces se tradujo en sensación de culpa. Para la identidad de los hijos menores obli-
gados a presenciar la muerte de sus padres, fue especialmente devastador el ver
que la figura que para ellos representaba la autoridad y la protección era sojuzga-
da, maltratada y humillada por subversivos o por militares.
SEGUNDA PARTE: SOBRE
La repentina orfandad significó para los niños y niñas un profundo daño mo-
ral. Los hijos menores se vieron privados de la figura que representa la autoridad
y el orden, y que brinda una vivencia de protección y orientación. Algunos testi-
monios recordaron ante la CVR la privación de todo aquello que el padre, de
estar vivo, hubiera provisto: alimentación, ropa, útiles para el estudio, pero tam-
bién consejos, orientación, cariño, estímulo y aliento. Así, el desarrollo emocional
de los hijos de las víctimas fue alterado por ausencia de las figuras de identifica-
ción necesarias para la construcción y afirmación de su identidad.
En la mayoría de casos, los hermanos o hermanas mayores tuvieron que asu-
mir el papel de alguno de los padres: trabajar en la chacra, cuidar a los animales,
cuidar de los hermanos menores o trabajar para mantenerlos. Esta responsabili-
dad, prematura en muchos casos, dio lugar a niños o jóvenes sobreadaptados, obli-
gados a madurar anticipadamente.
Al lado de la orfandad, se presentó el drama de la viudez. Ser viuda significó
perder derechos y estatus en la comunidad. Con el dolor a cuestas, las viudas
tuvieron que enfrentar solas la lucha por la sobrevivencia familiar y por labrar un
futuro para sus hijos. Se vieron obligadas a asumir nuevas tareas para las que no
estaban, o no se sentían, preparadas, al mismo tiempo que enfrentaban en ciertos
casos el rechazo de la comunidad.
Padezco pues, papá. Sola no puedo, ¿cómo hacer? Soy madre sola y cualquier cosa
hace falta. No, pues, lo que hace un varón no puedo hacer y de día y de noche
lloro, padezco, padezco de cualquier cosa. No encuentro peón, [...] yo misma hago,
volviéndome varón, volviéndome mujer. De ese modo o de otro paso mi vida. La
gente me odia, habla de mí, eso me duele; todo eso sufro no estoy en buena vida
[...]. Nuestros semejantes, papacito, me odian, cualquier cosa me dicen [...]. Me
ponen celos con sus esposos; me odian, papá [...].4
Del lado de los padres, la muerte de hijos e hijas, así como de los hermanos,
resulta tan dolorosa como desconcertante. Para los padres, es el fin de una espe-
ranza y el inicio de un nuevo temor sobre una futura vejez desamparada. Para los
hermanos, se trata de la pérdida definitiva de un compañero y eventual protector
que queda idealizado en el recuerdo y en la imaginación de lo que pudo llegar a
ser de no haber muerto.
4
CVR. BDI-SM-P11. Testimonio 203238.
La violencia ocasionó la dispersión de muchas familias obligadas a huir des- 357
ordenadamente para sobrevivir. La adaptación en los lugares de llegada fue
siempre penosa, pues a la precariedad y a los maltratos se sumaba la añoranza
LAS
perdieron a uno de sus padres, fue frecuente la demanda ansiosa de la presencia
del sobreviviente, quien, precisamente, no podía dedicar todo su tiempo a
acompañar a sus hijos.
Por otro lado, entre las familias que no quedaron dispersas, la convivencia se
hizo difícil por los rasgos de irritabilidad y depresión que afectaban a algunos de
sus miembros. En muchas ocasiones los adultos optaron por el silencio ante los
hechos traumáticos. En esos casos, las preguntas de los hijos pequeños subsistían
como recordatorios perturbadores de que había una desgracia por enfrentar y
asumir plenamente.
5
CVR. Testimonio 201066. Ayacucho.
358 La violencia también cambió el rostro a la calle y otros espacios públicos, que
dejaron de ser lugar acogedor y continuación de la comunidad para convertirse en
fuente de hallazgos horrorosos: cadáveres abandonados, cuerpos mutilados podían
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
hecho un tremendo daño. Ciento cuarenta planchas tenía [...] Yo traía madera de
allá para hacer mi casa, yo era cafetalero, tenía platanal, cacahuales. Yo soy socio
de la cooperativa [...] años y yo tengo tendal de cacao, de café y he cosechado
bastante maíz, [...] yo sacaba préstamos del banco [...]. He trabajado años, soy
agricultor antiguo [...] he trabajado desde el año 1955 con el banco. [...] Todito me
ha quemado el Ejército, ahora no tengo ni calamina, ni hoja, [...] soy viejito ya, no
tengo cómo hacer mi casa.7
Otros bienes, en este caso simbólicos, afectados por el clima de temor fueron
los rituales y las fiestas comunales, ocasiones escogidas muchas veces por los
agresores para atacar. El temor a sufrir nuevos ataques, que en ciertos casos tu-
vieron ribetes de sacrilegio, condujo a que en algunas zonas del país la población
abandonara esas costumbres. En otras ocasiones, el PCP-SL las proscribió.
Al cabo de los años, se puede constatar una pérdida cultural en ciertas zonas
hostigadas por los actores armados. En algunas localidades, según indican los
testimonios brindados a la CVR, los jóvenes ya no desean participar en las fiestas
y han perdido el interés en las tradiciones de su comunidad.
Ha sido impactante comprobar que la agresión a las comunidades fue practi-
cada con intensidad tanto por las organizaciones subversivas como por las fuer-
zas de seguridad del Estado. La circunstancia de encontrarse «entre dos fuegos»,
sin posibilidad de acogerse a la protección de alguno de los actores armados en
particular, agravó la zozobra de la vida cotidiana. «Los senderistas vienen dicien-
do «soplones», la misma cosa, asesinando, asesinaba a la gente sin asco. Se van
los senderistas, vienen los ronderos, los militares: la misma cosa».8
Para salvar la propia vida, los pobladores se veían obligados a colaborar, ha-
bitualmente con comida o alojamiento, con el PCP-SL y con las fuerzas del orden.
En muchos casos, estas colaboraciones forzadas fueron castigadas con la muerte
por la otra parte.
Toda la gente de esa zona ya no pudo vivir en paz nunca más, porque así como
ellos mataban a los soldados, empezaron también a matar pobladores de la zona
porque decían que «por qué no han avisado que venían los subversivos». Después,
6
CVR. BDI-SM-P294. Testimonio 202735.
7
CVR BDI-SM-P101. Testimonio 430194.
8
CVR. Testimonio 100704.
como llegaban así a diferentes lugares les decían que los atiendan, 359
prácticamente los obligaban y la población no podía hacer otra cosa más que
atenderlos. Después de un tiempo llegaban los subversivos y también hacían
LAS
resultaron enfrentados, como víctimas y como perpetradores, durante
aquellos años. Sentimientos de tristeza y resentimiento marcan la convivencia
entre quienes perdieron familiares o sufrieron despojos y quienes fueron
cómplices o autores materiales de los atropellos. Algunos de ellos se han
reintegrado a la vida comunal sin pagar sus culpas previamente e, incluso, con el
correr de los años, han asumido puestos de autoridad desde los cuales niegan sus
actos pasados y eluden su responsabilidad.
Por otro lado, independientemente de los conflictos persistentes entre miem-
bros de una misma localidad, en diversos casos, la localidad en conjunto ha resul-
tado perjudicada por la imposición de un estigma. El caso más claro y amplio es
el del departamento de Ayacucho, nombre que en las décadas de los 80 y 90 se
asociaba mecánicamente con terrorismo y violencia. Muchos ayacuchanos han
sufrido por esa abusiva asociación que hacía aun más dura la vida de los despla-
zados en sus lugares de destino.
Lo mismo ocurre con diversas localidades que se hicieron conocidas a escala
nacional por la revelación de algún episodio de violencia. Especialmente signifi-
cativo es el caso de la comunidad de Uchuraccay, que quedó asociada solamente
a la muerte de ocho periodistas ocurrida ahí en 1983, sin que se diera a conocer la
muerte de decenas de comuneros en los años siguientes ni se reconociera el es-
fuerzo de reconstrucción realizado por sus pobladores.
9
CVR Testimonio 100490.
360 Alteración del duelo
La falta de piedad y de respeto básico a los muertos constituyó uno de los rasgos
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
10
CVR. Testimonio 435036. Mujer, esposa de desaparecido, que fue detenido por efectivos militares en
Aucayacu, departamento de Huánuco, el 8 abril de 1990.
Muchas personas asumieron la penosa tarea de buscar, a veces durante varios 361
días o semanas, los restos de sus familiares. Con frecuencia, los cadáveres fueron
hallados en estado de descomposición, descuartizados o calcinados. En ocasio-
LAS
«Así amarrado, cuando amarrado lo encontré, señor, casi me volví loca, y eso
nada más está en mis ojos y en las noches también eso nada más está».12 En
ciertas ocasiones, los cuerpos irreconocibles eran identificados por sus ropas y
sus pertenencias.
Mi marido, al encontrar, tuve que llevar a enterrar, que ya estaba hasta comido
por el perro, sin sangre, ni lengua tenía [...] sin lengua, sin nariz, sin ojos, sus
cabellos y sus ropas estaban podridos, bien blanqueado estaba su carne, sin piel,
sus cabellos estaban a un lado podrido y los tuve que hacer juntar para enterrarlos.13
Con frecuencia, quienes recogieron a sus seres queridos de un simple botade-
ro de cuerpos tuvieron que añadir al dolor un agudo sentimiento de humillación:
sus padres habían sido tratados como animales. «Ahí lo mataron a mi papá, como
oveja le cortaban la cabeza con cuchillo, en pedacitos lo cortaron y lo quemaron,
por eso el cuerpo de mi padre se volvió carbón».14
La condición en que se hallaron los cuerpos —torturados, despedazados, des-
nudos— suscita dolorosas imaginaciones sobre los vejámenes sufridos.
Lo primero que a veces a uno se le viene la memoria es sus padres, en el sentido
qué fue de ellos, cómo murieron, quiénes fueron. ¿Te das cuenta? Es un trauma
muy grande, demasiado grande para eso. Yo me acuerdo, después de años leí la
autopsia que le hicieron, la forma tan criminal como lo mataron. A veces yo digo:
«Si lo hubiesen matado, lo hubiesen matado de un golpe certero y no hubiese
sufrido». Pero, lamentablemente, ellos lo mataron ha de cuenta que con un pico
araban la tierra, porque le dieron en la cabeza, malsanamente le cortaron la yugular
y una persona que se desangra yo creo que sufre mucho, mi padre vivió varias
horas porque no lo mataban.15
Los vejámenes sufridos en vida se prolongaron en muchos casos póstumamente,
para mayor sufrimiento de los deudos a quienes los perpetradores prohibían, bajo
amenaza de drásticos castigos, rendir honras fúnebres a sus familiares asesinados.
Se debe considerar que las ceremonias de entierro son cruciales en un proceso
de duelo. Ellas permiten la expresión oportuna del dolor y favorecen la acepta-
ción de la pérdida. Además, son ocasión de que los deudos sientan la solidaridad
de los miembros de la comunidad. Cada pueblo posee ceremonias fúnebres car-
11
CVR. Testimonio 201804.
12
CVR. Testimonio 203731.
13
CVR. Testimonio 500620.
14
CVR. Testimonio 203858.
15
CVR. Testimonio 100557.
362 gadas de significado, las que se deben realizar con respeto de los procedimientos
y los plazos. Siguiendo escrupulosamente la tradición, los deudos honran y ha-
cen honrar a la persona fallecida y así garantizan su descanso, que será, también,
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
16
CVR. Testimonio 487551.
17
CVR. Testimonio 200670.
18
CVR. Testimonio 500634.
Un elemento especialmente perturbador es el sentimiento de culpa. Muchos 363
familiares se sienten parcialmente responsables de los hechos o se reprochan su
impotencia para evitar la muerte o desaparición de un ser querido.
LAS
a personas desaparecidas. Privados de la certidumbre de su muerte, los familia-
res de una víctima de desaparición se mantienen esperanzados en su regreso.
«Cuando mi perro ladra pienso que mi hija va tocar la puerta así pienso, pienso
siempre».20 «Siento pena por su ausencia, llorando voy averiguando, «de repente
volverá, de repente volverá». «De repente cualquiera de estas noches vuelve», así
nomás paro pensando. Y no aparece».21
A la esperanza de un posible regreso se sumó con frecuencia una búsqueda de
varios años. En su recorrido, muy pocos encontraron respuesta; la mayoría sólo
obtuvo silencio, mentiras y maltratos. En algunos casos, la esperanza fue alimen-
tada por historias sobre la reclusión de desaparecidos en alguna prisión o alguna
isla en medio de un río.
La demanda más frecuente de los familiares de personas desaparecidas es la
información veraz sobre el destino o paradero del ausente. Sólo con esa informa-
ción podrán seguir adelante con sus vidas.
Yo quiero que me dan una respuesta. Capaz puede estar vivo o de verdad lo mataron
o lo han desaparecido; quiero saber la verdad para tranquilizarme, para no estar
esperanzada de él, eso quiero yo. [...] Quiero decirle a mis hijos «tu papá ha
muerto, ya no existe». Yo ya le puedo decir, le puedo informar a mis hijos, ya
para que no estén pensando en él. «Ya llegará, ya llegará, cuando está vivo»
dicen mis hijos también. Eso yo quiero, sí.22
Asociada con esa demanda se encuentra, naturalmente, el deseo de realizar
los rituales funerarios en honor del ser querido en caso de que se confirmase su
muerte. «Nos conformaríamos por lo menos de saber que lo enterramos y lo
recordaríamos».23
Solamente nos acercamos a la Comisión de la Verdad, quizás puedo recuperar por
los menos los huesos de mi hijo, quiero verlo enterrado y me olvidaré para
siempre de mi hijo, si lo veo enterrar me olvidaré para siempre.24
La tragedia de los desaparecidos y la demanda de verdad al respecto se en-
cuentra vinculada con otro legado terrible de la violencia: los miles de lugares de
entierro clandestino —fosas comunes, según la terminología difundida en las dé-
cadas pasadas— donde los deudos presumen que pueden encontrarse los restos
de sus seres queridos.
19
CVR. Testimonio 203903.
20
CVR. Testimonio 200337.
21
CVR. Testimonio 500627.
22
CVR. Testimonio 400039.
23
CVR. Testimonio 201256.
24
CVR. Testimonio 201205.
364 Una de las tareas cumplidas por la CVR fue el acopio de información certera
sobre tales sitios de entierro. Durante su trabajo, la CVR llegó a realizar conjunta-
mente con el Ministerio Público algunas diligencias de exhumación de restos hu-
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
factores climáticos.
Lo más saltante entre la reacción de los familiares fue la expectativa ansiosa,
cargada de dolor. ¿Qué se encontraría?, ¿cómo estaría el cuerpo de su familiar?,
¿podrían reconocerlo? Las personas son reconocidas por el recuerdo que tenemos
de su apariencia física. Pero ante restos, osamenta, pedazos de cuerpo mezclados
con retazos de tela, gastados todos por el tiempo, ¿cómo reconocer?, ¿a quién
reconocer en esos restos?
Quienes pudieron reconocer a su familiar asesinado, así como quienes tenían
la certeza de que allí se encontraba, tuvieron sosiego, mas no así quienes no su-
pieron, no pudieron o se resistieron a reconocerlos. Para alguno de ellos, desente-
rrar una fosa era oportunidad de reencuentro con su familiar muerto. Una señora
dolida sintió que fue fugaz el reencuentro y comentó: «Te fuiste por tanto tiempo
para ahora volver y pronto volverte a ir».
LAS
gínese que te saquen así a media noche desnudo [...] Y los policías que se reían de
vérnosla, de vernos desnudos, así se reían. O sea algo humillante fue».25 «No sé ni
cómo describir toda esa sensación que uno pasa, sólo les decía que me alcancen mi
ropa y que quería ir a un sitio a cambiarme, y ellos me decían que no podía mover-
me, que tenía que hacerlo ahí, me sentí muy humillada».26
LA VIOLENCIA SEXUAL
La violencia sexual, especialmente la violación, es de por sí un trauma, pues
rebasa la capacidad de respuesta de quien la sufre. Durante los años del proceso
de violencia ella fue utilizada como medio para someter o dominar a las perso-
nas. Las mujeres fueron las principales víctimas de este tipo de abusos, sin em-
bargo, no las únicas. También algunos hombres detenidos fueron objeto de vio-
lencia y de violación sexual. La violación sexual deja, en quien la sufre, huellas
dolorosas en su autoimagen y daña su autoestima personal. Afecta la sexualidad
de las personas, como también su capacidad de relacionarse con otros y con el
mundo al que entonces sienten amenazante. Muchos fenómenos psicológicos
concurren en la defensa de la integridad emocional de quien sufre una violación
sexual. Algunas de ellas comprometen la cohesión del «sí mismo», dividen la
unidad psicológica de la persona. Así, son frecuentes vivencias de «dejar de
sentir el cuerpo» o «verlo como ajeno», «desconectarse» o pensar «no me está
pasando esto a mí», o «esto es sólo una pesadilla». Después de haber sufrido
violación sexual, generalmente, la capacidad de intercambio afectivo se altera y
se instala gran temor y desconfianza en los nuevos vínculos. La soldadura, que
produce una violación sexual, entre sexualidad y tortura, es difícil de superar; la
vida sexual y la capacidad de intimidad quedan seriamente dañadas.
La CVR ha recogido testimonios de innumerables víctimas de violencia sexual;
sin embargo, estamos persuadidos de que las víctimas de este atropello son mu-
chas más de las que conocemos. Por la humillación y la vergüenza que acompa-
ñan estas heridas, por la enorme necesidad defensiva de negar y desconocer tales
hechos, las víctimas callan el abuso o prefieren decir que se trata de «violencia
sexual», sin precisar que sufrieron «violación sexual».
Con los años, el miedo, la rabia intensa y la profunda humillación se hicieron
indignación, dolor y reclamo de justicia. Para algunas de las víctimas, sin em-
25
CVR. BDI-P23. Testimonio 100444.
26
CVR. BDI-SM-P20. Testimonio 100188. Lima, mujer de 20 alias detenida por la policía.
366 bargo, estos hechos se mantienen en la penumbra de lo vivido que sólo quiere ser
olvidado. En el momento de narrar estos hechos, las víctimas mostraron su enor-
me dolor y su vergüenza, muchas de ellas no pudieron hablar de ello antes, ni
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
LA TORTURA
La tortura y el maltrato físico y psicológico constituyen otra forma de daño al
cuerpo y a la identidad, busca disminuir a la persona debilitando su cuerpo al
SEGUNDA PARTE: SOBRE
27
CVR. BDI-SM-P23. Testimonio 100444.
amanecer, pero yo estaba me dolía los brazos, como estaba cansado, había dormido. 367
Después de estar pensando qué voy hacer ahora, por qué me hacen esto, diciendo,
pensaba todo, hasta me he recordado de mi madre, todo ya pues, ¿no? 28
LAS
El torturador se presenta ante el torturado provisto de poder y capacidades
ilimitadas, afirma saber más de la víctima que él mismo y no acepta ninguna
crítica. Exige solamente sometimiento. Tiene en sus manos la vida de la víctima.
Esta afrenta a la dignidad que significa la tortura confiere al golpe o maltrato
físico un carácter más destructivo de la identidad personal. Las personas que nos
cuentan al respecto nos hablan de haber recibido un trato «peor que a animales»,
su condición de ser humano fue dejada de lado hasta la denigración.
Ahí me hicieron escuchar un radio transmisor con un casete que no percibía de
qué se trataba ¿no? y me daban de golpes en la cabeza, en las orejas, es decir,
me golpeaban en las partes vitales de la columna vertebral, en la parte cervical,
en la parte toráxico lumbar. Me daban de golpes y decían «a este sinvergüenza
hay que inutilizarlo». Me decían «éste es un desgraciado terrorista», «a éste
debemos de matarlo, desaparecerlo de la faz de la tierra». De tal forma de que
me he desmayado dos veces, de las golpizas que estos me iban imprimiendo,
y luego, usted sabe de que en esas circunstancias donde te golpean, te vejan,
te dicen mil barbaridades, ¿no? 31
28
CVR BDI-P124. Testimonio 200175.
29
CVR. BDI-SM-P238. Testimonio 301074.
30
CVR. Testimonio 10317, Lima, policía.
31
CVR. BDI-SM-P322. Testimonio 411276.
368 hecho hervir, me recuerdo cuando volví en sí dijeron, «este perro no ha muerto»,
porque habían estado queriendo enterrarme en [...], bótenlo a [...] con la
camioneta, porque ya murió este perro, bótenlo a [...].32
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
Créame hermano que desde que pisamos la cárcel de [..] nos trataron como
basura. 33
Huir asustados a los cerros y a las cuevas era una forma de «retroceder» a
situaciones de pobreza extrema, de desarraigo, porque sólo quien no tiene comu-
nidad vive en cuevas de modo que esa experiencia, aunque momentánea, lastimó
su dignidad, les hizo sentir como animales.
[...] en esos años yo tenía otro hijito, otro menorcito varón, en el 91, y ya escapábamos
SEGUNDA PARTE: SOBRE
a los cerros, ya vivíamos en los cerros, como perros éramos, de noche y de día,
vivíamos escapando como dijeron que los sinchis se habían entablado ya en la
tierrita, [...] cortes y cortes nos van a matar, nos van a arruinar, escapábamos
apurados, agarrar a mi hijita y al menorcito, lo ha soltado [...] entonces a mi hijito
le ha roto la cabeza, chancado hasta adentro, era como huevo, llorando, así
agarrando a mi bebé nos hemos ido para atrás del cerro a vivir, ahí hemos vivido
todos los [...] todo lo que tenía en la casa se han llevado.34
Nosotros oiga usted no hemos dormido ni siquiera en las noches en nuestra casa,
como venados, como zorros, teníamos que ir a buscar cuevas yo todas las noches
cargado de mi dos frazaditas, tenía que salir durante tres, cuatro años así he andado,
mi madre igual, mis hijos igual. Una vida completamente desorganizada,
atemorizada, ¿no? hasta ahora yo no puedo encontrar la calma.35
Otra forma en que se afectó la dignidad de las personas fue mediante el dominio
férreo y arbitrario sobre sus vidas. El PCP-SL anunciaba a la gente su poder absoluto
para hacer daño o eliminar a quien le pareciese pertinente. Los miembros de las
Fuerzas Armadas trataban con desprecio a quienes tenían que proteger. Abundantes
testimonios hablan de cómo quien tenía el arma actuaba como el dueño de las vidas
ajenas.
En general, el clima de terror tenía cara de muerte para los más afectados. Un
poblador de una comunidad lo dice: «[…] oprimidos éramos. Personas vivas, pero
muertas, sin valor a nada». Este mensaje destructivo de que la vida de las personas
no vale nada es la afrenta mayor a la dignidad y al amor propio.
32
CVR. BDI-SM-P376. Testimonio 100862.
33
CVR. BDI-SM-P23. Testimonio 100444.
34
CVR. BDI-SM-P221. Testimonio 301060.
35
CVR. BDI-SM-P232. Testimonio 510257.
ocasiones como la única manera de escapar de una muerte segura o de librarse 369
de una detención cuyo desenlace, según se sabía, sería igualmente fatal.
LAS
animales y dinero a cambio de salvar la vida. «Me están robando esa gentes;
diciendo: «Aunque sea yo te pagaría mis vacas, mis carneros, déjalo a mi esposo
vivo, estoy rogando, aquí está lo que tengo plata, eso todito te voy pagar». Más
bien se lleva, sin nada me ha dejado».37
Con frecuencia, los ruegos no fueron escuchados. Por el contrario, alimenta-
ron la sensación de absoluto poder de los victimarios quienes respondieron con
nuevos maltratos y humillaciones.
Cuando me estaba escapando me han rodado y me han capturado y yo les he
dicho, les he rogado para que no me maten. «Yo no tengo nada, no me maten». Así
he dicho. Había un alto que quería que me maten, era un varón. «Quieres vivir,
entonces baila en el suelo», así me dijo. 38
LA VIDA EN LA CÁRCEL
La violencia que se vivió en los centros penitenciarios, además de dar cuenta de
la dinámica que se estableció entre los representantes del Estado y los subversi-
vos, también permite comprender cómo el Estado intimidó, arrancó información
y aniquiló a quienes suponía subversivos o terroristas.
En muchos casos el régimen intimidante y cruel al que fueron sometidos los
detenidos, además de dañarlos, produjo efectos contrarios a los que se deseaba:
muchos inocentes se vincularon luego a los grupos de subversivos al encontrar en
ellos un refugio protector frente a los malos tratos y a las torturas de las que
fueron objeto por parte del personal del penal. Esta violencia brutal que se des-
plegó al interior de los penales es más fácil de reconocer en el cuerpo de los
36
CVR. Testimonio 415155.
37
CVR. Testimonio 202397.
38
CVR. Testimonio 201920.
39
CVR. Testimonio 203816.
370 presos, sin embargo la experiencia emocional de ella, la manera cómo ha
impactado en su subjetividad ha quedado guardada sin la posibilidad de ser nom-
brada. Este silenciamiento que se recoge en los testimonios obedece, tanto a
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
REPRODUCCIÓN DE LA VIOLENCIA
Como resultado de la violencia sufrida, muchos de los afectados albergan toda-
SEGUNDA PARTE: SOBRE
40
CVR. BDI-SM-P149. Testimonio 400093, pobladora de Uchiza 1980-1990.
veinticuatro años, pero hasta los 22 años hacía ronda y creo que, yo le puedo decir, no 371
es que esté enfermo, sino tengo un trauma porque lo que he visto a mi papá, lo que le
han volado la cabeza, he recogido su seso, del piso a su cabeza lo he envuelto con un
LAS
visto, he vivido en un barrio de violencia, o sea ¡de violencia! ¿no? ¡Yo me siento
violenta! tanto así que en cualquier momento me desespero. Me desespero; no
sé como solucionar una, un pequeño problema ¿no?, así un mundo. Yo sí, me
considero que necesito apoyo psicológico.42
Lo que es feo ha sido, yo decía: «Cuando pasa años, un año, dos años, se
olvidará todo». Pero es peor, no hay ni un día que estoy sin recordarme, en mi
mente se ha quedado grabado eso todo lo que ha pasado. A veces no tengo
ganas de hacer nada; cuando yo estaba en las clases también mi mente estaba,
vivía renegando. Decía: «Cómo yo no tengo arma para hacerle igual» cuando
veía a esa gente que le amenazaba a mi papá, veía en la calle, me encontraba.
[llanto]. Ese rato llegaba a mi casa [...] pero no le contaba a nadie, sólo llegaba,
lloraba a veces de noche también recordaba, lloraba; pero no sé, no era tranquila
mi vida. Y yo sé que a todos mis hermanos así les ha chocado; porque de mí mi
carácter es horrible; no sé, yo el día que a alguien le veo así [...] de mi papá soy
capaz de hacerle igual.43
La violencia sufrida ha dejado como huella intensos sentimientos de odio,
que en ocasiones da lugar a conductas agresivas en la interacción con los hijos,
con la pareja y, especialmente, ante situaciones de impotencia. Algunas personas
se percatan del incremento de agresividad en sí mismos y en sus relaciones con
los demás y manifiestan su preocupación y temor por no saber cómo manejarla
e incluso solicitan ayuda.
Además de la familia, otros espacios de la convivencia social registran el in-
cremento de conductas violentas. El amedrentamiento, el terror, como métodos
de protestar, de imponer ideas y suscitar respuestas sumisas, parece haberse ins-
talado en el sentido común de muchos peruanos. La violencia en distintos grados
se ha convertido en un recurso a la mano para enfrentar conflictos, para compen-
sar sentimientos de impotencia, tanto al interior de la familia y la escuela, como
el barrio y la comunidad. El que todos los actores de la violencia política recurrie-
ran a iguales acciones y métodos transmitió la idea la población de que eran «po-
sibles de ser usados por todos». La insuficiente condena de los mismos hizo que
el estilo terrorista y violento se reprodujera en la vida social. Así, vemos que las
amenazas se hicieron frecuentes en distintos espacios: el control, la vigilancia, la
desconfianza, la suspicacia extrema invadieron el tejido social.
41
CVR. BDI-SM-P122. Testimonio 302728.
42
CVR. BDI-SM-P336. Testimonio 100959.
43
CVR. BDI-SM-P86. Testimonio 417023.
372 LAS SECUELAS SOCIOPOLITICAS
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
44
CVR. Testimonio 301060.
45
CVR. Testimonio 200711.
ya no querían estudiar en la chacra, se iban a la ciudad».46 De este modo, los más 373
jóvenes, fundamentalmente varones, salieron de la comunidad dejando a muje-
res y niños a su suerte.
LAS
totalmente destruida, no había autoridad, no había varones, los que han quedado
también se fueron, se han desplazado a Lima, a Huamanga, unos cuantitos ya
nos hemos quedado».47
La decisión de desplazarse en búsqueda de protección y seguridad supone
habitualmente un sinnúmero de pérdidas, dentro de las cuales los bienes materia-
les adquieren una singular importancia. Estas pérdidas, quizás menos significati-
vas en otros contextos, deben ser entendidas en una situación económica y cultural
en la cual la tierra es la principal fuente de supervivencia y, junto a la vivienda, es
la más importante, cuando no la única, propiedad de los campesinos. Si bien en
algunos casos existía la posibilidad de vender las propiedades antes de desplazarse
—lo cual no deja de constituir una pérdida—, en la mayoría de ocasiones esto no
era posible por el carácter desesperado y necesariamente clandestino de la salida
de la comunidad. Por estas razones, son frecuentes las referencias a viviendas,
tierras y animales que en muchos casos fueron perdidos definitivamente, tomados
por otros comuneros o expropiados por alguno de los bandos en conflicto. «A Ica,
a Lima se iban de miedo dejando sus chacras botados, sus animales botados».48
Esas salidas abruptas suponían que los pobladores llegasen a sus puntos de
destino sin recursos y que debieran empezar allí, en la mayoría de ocasiones,
desde cero. No es difícil entender entonces que el grueso de la población despla-
zada hacia las ciudades constituyera el grupo más pobre entre los pobres. Asi-
mismo, haber perdido vivienda, tierras y animales, desalienta a los potenciales
retornantes: «[...] no tengo nada para volver».
Apenas llegados a los lugares de recepción y refugio, los desplazados se vieron
enfrentados a la necesidad de un nuevo comienzo en condiciones especialmente
difíciles. Conseguir un lugar dónde dormir o algo para calmar el hambre fueron las
primeras tareas que debían resolver. Enfrentados en ocasiones al caos de las gran-
des ciudades, desprovistos de sus comidas habituales, alejados de sus tierras y pri-
vados de la compañía de los que allí se quedaron, los desplazados experimentaron
intensos sentimientos de nostalgia y deseos de volver. «Me vine acá para Huancayo,
abajo en Chilca, por ahí estoy viviendo. Y de ahí mis hijitos no se pueden acostum-
brar, están sufriendo ahí. Se escapaban, se escapaban para Huamalí; pero yo no
tengo familia, nada. Ahí una vecina nomás que era buena, aunque es pobre, ahí
llegaban [...] no querían estar acá [...] no se acostumbraban».49
46
CVR. Testimonio 201347.
47
CVR. Testimonio 200499.
48
CVR. Testimonio 201642.
49
CVR. Testimonio 304023.
374 En sentido inverso, también se vivieron experiencias similares, aunque de
menor intensidad, en los procesos de retorno de algunas familias a sus comuni-
dades de origen. En estos casos habrían sido los niños y los jóvenes, acostumbra-
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
dos al ritmo de vida de las ciudades, quienes más dificultades tuvieron para adap-
tarse al campo.
Ante la escasez de recursos, los desplazados, acostumbrados a trabajar la tie-
rra para ganarse la vida, se vieron en la necesidad de obtener dinero para sobre-
vivir y el comercio ambulatorio fue una fuente de ingresos asequible.
Yo me dedicaba a vender algunos artículos de primera necesidad, que en esos
tiempos era todo. La vida era caro y solamente me daba para comer; porque las
cosas que uno se encontraba en la chacra en una parte nos ayudaba, o sea que se
echaba de menos las cosas que producía, los productos. O sea, todo era plata en la
SEGUNDA PARTE: SOBRE
50
CVR. Testimonio 453378.
51
CVR. Testimonio 100704.
52
CVR. Testimonio 205380.
53
Ibídem.
Desorden y generalización de la violencia 375
LAS
Las comunidades se vieron envueltas, cuando menos lo esperaban, en accio-
nes violentas provocadas por personas desconocidas y más tarde por sus mismos
paisanos, en muchas ocasiones sin ningún motivo comprensible. Estos aconteci-
mientos generaron suspicacias entre los pobladores y difundieron un clima de
desconfianza más o menos generalizado. De este modo, la desconfianza se suma-
ba a la impotencia de los pobladores, convirtiendo el espacio social relativamen-
te ordenado en un ámbito caótico y sin rumbo.
La destrucción del espacio social empezaba con la toma de pueblos y la ex-
propiación temporal de los locales considerados comunales. Se declaraban «zo-
nas liberadas», expropiando temporalmente los espacios, y se establecían bases
militares en medio de las poblaciones. En este clima, los abusos se incrementaron
tanto por parte de los grupos alzados en armas como por parte de los soldados o
policías. Ambas partes buscaban la sumisión inmediata de la población y deman-
daban servicios diversos, ya sea a cambio de una «libertad» basada en la instaura-
ción de un nuevo orden social o por el ofrecimiento de seguridad nacional. En
ambos casos, lo que ocurría en la práctica era una apropiación forzada de los
espacios culturalmente pautados y, a la postre, una invasión del espacio social y
la eliminación de la relativa tranquilidad de la población.
Para los grupos alzados en armas la posibilidad de expandirse territorialmente
era una meta y, desde esta perspectiva, las zonas «liberada» cumplían funciones
múltiples: eran ensayos de una «nueva democracia», un espacio donde habitaban
las «bases de apoyo», pero también uno de suministro alimentario y de medici-
nas. De ese modo, tales zonas, producto de las decisiones de los miembros del
PCP-SL, tenían un doble significado: de un lado, eliminar cualquier forma de
autoridad legítimamente establecida y, de otro lado, tener un espacio para des-
plegar una organización con pretensiones ideológicas totalitarias. La existencia
de estos espacios generó tal confusión en la población que las mismas autorida-
des legítimamente constituidas no sabían con quiénes estaban relacionándose y
sus roles terminaron por ser funcionales a los requerimientos de quienes manda-
ban apoyados en las armas.
Quienes vivían en las zonas «liberadas» o alrededor de las bases militares
perdían en cierto grado su libertad. Estaban a merced de quienes portaban un
arma y, con el paso del tiempo, se habían acostumbrado a vivir sometidos o
protegidos. Sin embargo, esta situación, aunque transitoria, dejó hondas huellas
de desconcierto y de insatisfacción entre las personas y los grupos locales. En
algunas ocasiones, el abuso, tanto por parte de los grupos alzados en armas
como de los militares, provocó en la población el intento de rebelarse, aunque no
siempre con éxito lo que se pagaba con la pérdida de vidas humanas. No se
376 puede dejar de mencionar que en otros casos la población logró organizarse
para deshacerse de los grupos subversivos y así recuperar sus costumbres y
volver a su vida habitual.
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
Las estrategias de los grupos armados terminaron por confundir a las perso-
nas y diluir la noción de autoridad. «Bueno, pues, así ellos se presentaban y de-
cían que yo soy autoridad [...] hacía una confusión. A ciencia cierta uno ya no
sabía quién era en realidad los militares, si de repente eran los militares o del
PCP-SL que venían camuflados».54 Esto contribuyó a crear estereotipos de gru-
pos y personas que al final terminaron estigmatizando a ciertos grupos sociales,
los que fueron excluidos, discriminados o eliminados, en la medida en que eran
considerados enemigos.
Para los pobladores, los visitantes, sobre todo armados, no proyectaban una
SEGUNDA PARTE: SOBRE
imagen definida: las fuerzas del orden podían presentarse como «terrucos» y los
grupos subversivos como «milicos». El mimetismo de los visitantes profundizó
los sentimientos de miedo y desconfianza entre los pobladores, pero también las
relaciones de sometimiento o sumisión, pese a los esfuerzos que se hacía por
practicar los procesos de democratización progresiva, por ejemplo, a través de
las elecciones de autoridades locales.
Las zonas en emergencia se vieron rápidamente inundadas de asaltos, robos
sistemáticos y pandillaje, lo que afectó en cierta medida y durante mucho tiempo
a comerciantes y pobladores. La violencia había ganado las calles y carreteras y
se había convertido incluso en un modus operandi a través del cual los jóvenes
reproducían los hábitos de conducta impuestos en su entorno social. El incre-
mento que se produjo de la violencia juvenil no tiene parangón. Los mecanismos
culturales formados durante mucho tiempo habían sucumbido en muchos casos
o simplemente no pudieron resistir una forma inusitada de violencia.
Muchos jóvenes no reconocían la autoridad ni la respetaban, «[...] cuando ellos
se encuentran borrachos, se pelean, se insultan, pues el respeto se ha perdido[...].
A los ancianos tampoco les respetan, cuando nosotros les contamos a modo de
ejemplo que anteriormente éramos más respetuosos y no sucedían cosas como
ahora, ellos no nos creen».55
[...] algunos llegan a cometer robos y ya no le temen a nadie; pues si antes
cuando los terrucos andaban, ellos la pasaban bien con las cosas ajenas,
entonces nosotros también vamos a ser así, eso es lo que dicen ellos, así pues
que sea. Así involucrándose en esas cosas ya no quieren trabajar. Eso es lo que
yo digo, seguramente está en su mente todo lo que han visto cometer tanto los
terrucos y militares, porque estos sacrificaban a sus animales y la carne se lo
llevaban. El otro venía de igual modo, nuestros animales se lo llevaban, así era
antes, entonces esa costumbre negativa siguen cultivando.56
54
CVR. BDI-I-P56. Entrevista a poblador de 50 años, docente, Accomarca (Ayacucho), junio de 2002.
55
CVR. BDI-I-P648. Entrevista en profundidad, Oronqoy, La Mar (Ayacucho), noviembre-diciembre de
2002. Mujer de 70 años, lideró la revuelta de mujeres contra uno de los Carrillo.
56
CVR. BDI-II-P505. Entrevista a joven mujer ex autoridad, realizada en Huamanga (Ayacucho) en
enero de 2003.
Exacerbación de los conflictos internos 377
LAS
Los conflictos por tierras o acceso a recursos naturales, las revanchas familiares y
los enconos personales de origen diverso sirvieron como motivación para enfren-
tar a los pobladores entre sí cuando lo consideraron necesario. Al llegar a las
comunidades y pueblos los grupos subversivos establecían contactos y nombra-
ban líderes, instauraban un «nuevo orden» basado en una disciplina rígida acom-
pañada de gestos concretos de moralización. De este modo, en un primer mo-
mento, dichos grupos encontraron un cierto grado de aceptación por parte de
algunas comunidades, pues su presencia coincidía con el anhelo de orden y justi-
cia en las poblaciones. Ese «nuevo orden» fue propicio para denunciar a las auto-
ridades por malversación de fondos públicos o para acusar a personas importan-
tes de la localidad.
El discurso del «nuevo orden» caló en muchos pobladores, sobre todo cuando
eran testigos de gestos concretos de imposición de disciplina y moral. «¡Carajo!
Esas gentes de plata: ¡a barrer las calles, bien ordenaditos, nada de sacavueltera!
A esos que eran waqras, no había eso, a esos al toque castigo [...], todo bien
limpiecito era pues esas veces»,57 decía un poblador de Saneas. El castigo a los
poderosos constituía una señal de justicia y la instauración de una nueva expe-
riencia igualitaria, la ausencia aparente de brechas entre pobres y ricos. Sin em-
bargo, no todos los miembros de una comunidad estaban de acuerdo con las
nuevas maneras de proceder, lo que provocó mayores tensiones entre los pobla-
dores.
Las envidias y los rencores entre los pobladores generaron mayor desconfian-
za e incertidumbre, sobre todo cuando sin ninguna razón algún miembro de una
familia, por ejemplo, no era castigado por los senderistas, cuando otros espera-
ban tal castigo. También la prosperidad de algunos era motivo de enemistades,
dudas y sospechas por parte de la comunidad. Los conflictos no siempre se hicie-
ron explícitos y, ante el temor y la incertidumbre, un grupo de personas decidió
abandonar sus comunidades, pero otros, los más pobres, al quedarse no tenían
otro destino que acatar las indicaciones de quienes estaban al mando.
La partida abrupta de las comunidades produjo el abandono de bienes y te-
rrenos, los que empezaron a ser utilizados por quienes permanecieron en la comuni-
dad con la expectativa de convertirse en propietarios, para lo que, en algunos casos,
contaban con la anuencia de las autoridades locales. Pasado un tiempo, muchos
comuneros o propietarios retornaban a sus lugares de origen, pero encontraban
57
CVR. BDI-I-P335. Entrevista a ex autoridad realizada entre marzo y mayo de 2002 en Sancos,
Huancasancos, Ayacucho.
378 que sus bienes habían sido tomados en posesión por otros, incluso de manera
formal. Ante esto, los nuevos dueños utilizaron una serie de amenazas y
artimañas para mantener la propiedad ilícitamente adquirida, incluso denun-
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
mas dictadas por los grupos subversivos era incuestionable; en caso de insumi-
sión, los pobladores eran sometidos a amonestaciones, ya sea un castigo físico o
bien hasta la ejecución después de un juicio sumario en presencia de la población.
En este contexto, «los juicios populares que desembocaron en ejecuciones no fue-
ron los únicos asesinatos que cometieron los Comités Populares, sin embargo
fueron los más importantes porque se desarrollaron de forma pública. Son los
que más impactaron y los que más recuerdan los comuneros».59
Al verse atacadas y violentadas, las comunidades buscaron defenderse usan-
do diversos medios, como la formación de rondas campesinas y nativas por ejem-
plo, o adoptando actitudes religiosas que en algunos lugares se constituyeron en
estrategias para la supervivencia. Las rondas campesinas y nativas eran medios
de protección y resguardo de las comunidades y, a la vez, signos de alianza con
las Fuerzas Armadas. A pesar de existir iniciativas propias de las comunidades
para formar rondas o comités de autodefensa en sus zonas, la mayor parte de las
experiencias recogidas dan cuenta de cierta presión por parte de las Fuerzas Ar-
madas y Policiales para que se constituyan grupos armados desde la sociedad
civil capaces de apoyar y hasta, en algunos casos, reemplazar a estas institucio-
nes en las diversas zonas de conflicto.
58
CVR. BDI-I-P68. Notas de campo de entrevista informal a una agricultora de 48 años, Accomarca
(Ayacucho), junio de 2002.
59
Informe Huancasancos.
también tuvieron que dejar sus comunidades, por razones ya comentadas. Había, 379
pues, que esperar algún tiempo hasta que los entonces niños o adolescentes cre-
cieran y estuvieran en la capacidad de tomar la conducción de sus comunidades.
LAS
ción, una profunda distorsión de sus normas y pautas de organización.
60
CVR. Testimonio 203701.
380 para buscar sospechosos —acusando indiscriminadamente a los pobladores en
muchos casos— y para recomponer o imponer un orden.
La imposición de alguna autoridad en una localidad producía desconcierto y
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
61
CVR. BDI-I-P284. Entrevista a autoridad del caserío Primavera (provincia de Leoncio Prado, Huánuco)
en mayo de 2002.
62
CVR. BDI-I-P321. Entrevista a pastora de 70 años, Sancos (Ayacucho), marzo de 2002.
y, en ocasiones, a los militares. En su defecto, debían realizar acciones para obligar 381
a la población a cumplir jornadas de trabajo u otras actividades.
LAS
venganzas, como un modo de resolver viejas contiendas con sus oponentes o sus
enemigos locales. Los grupos subversivos ejecutaban a las personas sin más trá-
mite que el consenso poblacional o, en algunos casos, sólo por su decisión autori-
taria e ideológica. A los enemigos se les prejuzgaba y sentenciaba de antemano y
a los amigos se los aceptaba bajo algún grado de sospecha. Los miembros del
MRTA, al parecer, no llegaron a practicar la «justicia popular» y, aunque en algu-
nos casos se llevaban, por ejemplo, a policías a una plaza para amedrentarlos y
ganar cierta confianza de la población, los resultados nunca les fueron beneficio-
sos. El hecho mismo de amedrentar y humillar a los representantes de la localidad
provocaba rechazo y miedo, y las acciones justicieras no garantizaban necesa-
riamente que la población diera su apoyo al grupo subversivo.
Con el «juicio popular», muchas instancias y procedimientos, naturalmente
de largo aliento, desaparecieron para dar paso a una guillotina política que servía
para descabezar no sólo a los representantes de la población, sino para infundir
miedo y terror entre la población. A tal punto que «en ese tiempo ya no existían
autoridades, el Sendero se apoderaba de hacer la justicia en toda forma, ellos
hacían la justicia a su manera, como les parecía mejor a ellos, por eso mataban sin
piedad».64
También el ingreso violento de los militares tuvo repercusiones sobre la es-
tructura legítima de poder de las comunidades. El abuso de los miembros de las
fuerzas del orden se expresaba en detenciones arbitrarias y en las torturas infligi-
das a los pobladores. La agresión atentaba contra la concepción cultural de las
poblaciones reduciéndolas a la calidad de inferiores. La «recuperación del orden»
no era diferente a la práctica de la conquista de zonas liberadas. En ambos casos,
el poder, en lugar de construir una institución que garantizara la continuidad,
deshacía las relaciones que generaba la organización social. Probablemente, los
acuerdos tácitos de «castigar a los familiares» de los grupos subversivos, habrían
llevado a los militares a realizar ejecuciones extrajudiciales.
El año de 89 me capturaron en la plaza San Martín y nuevamente me llevaron a
la DINCOTE, acusándome de terrorista, durante 14 días. Los dos primeros días
estuve colgado de pie para que confesara de actos que no cometí nunca. Pero después
de 14 días obtuve mi libertad y sufrí de una represión de violencia extrema del Estado
y es posiblemente en esas condiciones muchos de los que están hoy carcelados
63
CVR. Testimonio 202479. Ayacucho.
64
CVR. BDI-I-P415. Taller de género con varones realizado en Huamanga (Ayacucho), 23 de octubre de
2002.
382 posiblemente están sin culpa, pero también un buen contingente posiblemente
lo este con razón.65
Así pues, la violencia debilitó las organizaciones de base y las organizaciones
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
comunales; éstas no estaban preparadas para resistir ni para dar una respuesta
colectiva.
65
CVR. BDI-I-P512. Audiencia pública temática «Violencia Política y Comunidad Educativa». Lima, 28
de octubre de 2002. Testimonio número 2.
66
CVR. BDI-I-P403. Entrevista en profundidad a funcionario municipal y escritor. Uchiza, Tocache (San
Martín), 25 de agosto de 2002.
les electorales, asesinando a los candidatos y amenazando a las personas que 383
pretendían ejercer su derecho y deber primordial corno ciudadanos.
LAS
seguir con sus partidos si por otros medios estaban haciendo, yo no sé. 67
El sistema tradicional de rotación de cargos dentro de las comunidades fue
sistemáticamente destruido por los que usurpaban sus funciones. La «nueva» or-
ganización subversiva pretendía un estilo socialista que la población se veía obli-
gada a acatar, aun sin comprender por temor a ser sindicado corno yana uma o
traidor.
Por su parte, la presencia del Ejército en algunos lugares, en los que promovía
la ley de arrepentimiento, provocó no sólo confusión sino desconfianza entre la
gente. Muchas de sus acciones eran vistas con recelo, en razón de las malas expe-
riencias vividas a lo largo del conflicto.
Cuando apareció la ley de arrepentimiento, el Ejército no te investigaba de dónde
o cómo es. Ellos de frente venían y te arrancaban. Por eso que todo el pueblo se ha
ido a arrepentirse a Madre Mía y a causa de eso la gente ha muerto. Los han matado
los senderistas. Desde ese año aquí no había autoridades, recién hace dos, tres
años que hay autoridades.68
De otro lado, la marcha de la vida ciudadana se vio alterada por la lucha por el
control hegemónico del territorio. Los pobladores tenían que «pedir permiso» a las
autoridades de facto para poder movilizarse. De este modo, la libertad de libre
tránsito y otros aspectos de la vida ciudadana no sólo se vieron suspendidos, sino
que también se imposibilitaba seguir con el sistema de intercambio y el mercado,
creando un espacio reducido, controlado y sin salida. «El que salga de viaje deberá
dar cuenta a la base militar. Dijo que la misión de nosotros es de combatir con los
terroristas y que por tal motivo necesitaba la colaboración y cumplimiento de to-
dos los comuneros. La base militar se encuentra apto para servirles a todos».69
La ley y el orden secuestrados por la violencia del conflicto armado tienen
dificultades para rehacerse, incluso en la actualidad. El proyecto anhelado de
renovación dirigencial enfrenta un difícil punto de partida, pues la pérdida de
dirigentes, a causa de los asesinatos, las desapariciones y los desplazamientos
forzados, ha interrumpido la transmisión del aprendizaje social que significa asu-
mir el liderazgo y ha retraído, por el temor y la desconfianza, a quienes les corres-
pondería asumir el papel de las tareas directivas.
67
CVR. BDI-I-P256. Entrevista a religiosa dominica colombiana, Ayacucho (Ayacucho), mayo de 2002.
68
CVR. BDI-I-P302. Entrevista grupal con mujeres, Caserío de 7 de Octubre (provincia de Leoncio
Prado, Huánuco), mayo de 2002.
69
CVR. BDI-I-P43. Transcripción de las actas de Asambleas Comunales de Accomarca (Ayacucho).
Acta del año 1988.
384 LAS SECUELAS SOCIOECONÓMICAS
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
70
CVR. BDI-I-P343. Entrevista en profundidad, Lucanamarca, Huancasancos (Ayacucho), marzo de
2002. Varón y regidor de 50 años; en la época de la violencia era estudiante.
como consecuencia la disminución del ingreso indispensable para el sosteni- 385
miento de la vida familiar, así como la disminución de la calidad de vida del
grupo. Como se sabe, en la economía rural de las zonas afectadas por el conflicto
LAS
En dicha situación, la no presencia del varón (adulto o joven) significó la pér-
dida de la principal fuente de ingresos y, muchas veces, único sostén de la familia.
Esto implicó una completa recomposición y reorganización del núcleo familiar.
De acuerdo con los testimonios recogidos por la CVR, de un total de 22,507 vícti-
mas (muertas y desaparecidas), 73% desarrollaban alguna actividad económica
rentable para el sostenimiento de sus familias y, en su mayoría eran considerados
jefes de familia. Estas cifras dan cuenta del fuerte impacto que el conflicto arma-
do produjo en la economía familiar. La ausencia de estas personas, económica-
mente activas, trajo consigo la dispersión y fragmentación de la familia, lo que
significó para el resto de sus miembros tener que afrontar, en el corto plazo, la
subsistencia en condiciones sumamente desventajosas.
La ausencia «definitiva» —por muerte o desaparición— de los padres de fa-
milia o de los jóvenes en la edad de producir creó un vacío en la cadena produc-
tiva, así como en la de distribución y consumo. En efecto, según la información
recopilada por la CVR, la mayoría de las víctimas (muertos y desaparecidos) son
varones entre 18 y 34 años de edad, con educación deficiente (analfabetos, sólo
con primaria o secundaria incompleta), casado o conviviente, quechuahablante,
campesino y mayoritariamente perteneciente al departamento de Ayacucho.
La consecuencia más inmediata de esta ausencia forzada fue la viudez y la
orfandad. Al respecto, un testimoniante opinaba lo siguiente:
[...] la violencia que vivimos trajo un conjunto de consecuencias. Quedaron
muchos huérfanos, muchas viudas y mucha gente pobre que se ha quedado
sin estudiar. Particularmente, en nuestra comunidad, hay muchas mujeres que
quedaron viudas. En ese tiempo los terroristas mataron a sus esposos; hay
muchos jóvenes huérfanos. Esta es la historia de la comunidad de Huaychao.71
No ha sido posible, hasta el momento, determinar el número exacto de viudas
y viudos, ni de niños huérfanos. Según Revollar (2000), se calcula que el número
de viudas por el conflicto armado llegaría a unos 20 mil, y el de los huérfanos
(niños y niñas) a 40 mil, sin contar a los menores que habrían sufrido el estrés
postraumático, que superarían en la práctica los 500 mil.
Pero las secuelas de la ausencia del varón para las mujeres viudas no se han
restringido a mermar sus posibilidades de producción, sino que se expresan tam-
71
CVR. BDI-I-P416. Taller con ronderos, Huamanga (Ayacucho), 23 de octubre de 2002, participación
de campesino rondero.
386 bién en problemas de seguridad, y de estabilidad social y emocional. En el acápite
sobre Secuelas psicosociales se da cuenta en forma detallada de este tipo de conse-
cuencias sobre la vida y la integridad de las mujeres que fueron víctimas de la
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
violencia.
Por la ausencia definitiva de los responsables del hogar, los hijos menores de
edad quedaban abandonados. En algunos casos, los parientes más cercanos se
hacían cargo temporalmente de su subsistencia; pero, en otros, quedaban a la
deriva por lo que dependían exclusivamente de su capacidad para desenvolverse
por sí mismos. También en el caso de ausencia temporal de uno de los padres por
razones de encarcelamiento o desplazamiento forzado, se produjeron consecuen-
cias negativas sobre la capacidad productiva, la calidad de vida, y la estabilidad
social y emocional de las familias.
SEGUNDA PARTE: SOBRE
72
De acuerdo con el informe E/CN.4/1996/52 sobre desplazados en el Perú elaborado por Francis Deng,
Representante del Secretario General de las Naciones Unidas para el Desplazamiento (1996) el nú-
mero de desplazados en el país oscilaría entre 600 mil y un millón de personas.
Según la Encuesta de Caracterización de la Población Retornante, realizada en 1997 387
por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en 437 distritos de
los departamentos de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica, Junín, Huánuco y
LAS
desarrollo económico de quienes permanecieron en ellas. La ausencia de la mano
de obra generó, pues, un dramático desequilibro local, aunque en el plano nacio-
nal haya sido otro el ritmo de la vida económica.
La migración forzada, por las circunstancias violentas en que se produjo, arras-
tró consigo a la principal fuerza laboral local. Su ausencia fue interpretada por los
pobladores de aquellas regiones como un indicador de «atraso» en la vida del pue-
blo, como podemos apreciarlo en el siguiente testimonio. El mismo testimonio
señala que los más pobres tuvieron que quedarse porque era su única alternativa.
Las personas más preparadas del lugar se tuvieron que ir, es decir, hubo fuga de
profesionales y comerciantes exitosos, lo que además se refuerza por la situación
económica que entonces tenían. Los menos afortunados se tuvieron que quedar
en el lugar y se desperdiciaron oportunidades profesionales y laborales, con el
consecuente atraso. 73
El desplazamiento no sólo empobreció a la comunidad, sino también a los
mismos desplazados. Luego del apaciguamiento del conflicto armado y de la
estabilización económica del país, algunas familias desplazadas comenzaron a
retornar a sus comunidades de origen. Sin embargo, estos retornos sólo habrían
alcanzado cerca de la mitad de la población desplazada.74 Las condiciones
socioeconómicas que muchas de estas personas retornantes encontraron en sus
pueblos, y la poca ayuda estatal que recibieron, hizo insostenible su permanen-
cia, por lo que tuvieron que desplazarse nuevamente a sus zonas de refugio. En-
tre los retornantes que permanecieron en sus pueblos se encuentra un número
significativo de la población económicamente activa (PEA) desocupada, tal como
lo indica el INEI (1997): la población retornante económicamente activa (PEA) de
las comunidades encuestadas y que se encuentra ocupada llega al 62.1%, mien-
tras que la PEA desempleada alcanza el 37.9%.
La misma encuesta del INEI muestra que más de la mitad de los retornantes
tiende a volver principalmente a actividades del mundo rural ligadas a la produc-
ción agropecuaria. Esto se aprecia en las siguientes cifras: el 52.2% de los
retornantes encuestados se dedicaba (en el momento de la encuesta) a actividades
agrícolas y ganaderas, mientras que el resto se dedicaba a actividades de comer-
73
CVR. BDI-I-PI76. Testimonio recogido en Huertas, Huancayo (Junín), en mayo de 2002. Autoridades
narran acerca del enfrentamiento de Los Molinos.
74
Se calcula que los retornantes oscilan entre 320 mil (según el Programa Estatal de Apoyo al
Repoblamiento, PAR); el mismo informe del PAR menciona que según MENADES-CONDECOREP
alcanzaría a 200 mil retornantes (PAR 2001).
388 cio (14.6%), al sector construcción (13.4%), a actividades artesanales (6.4%) y a
otras actividades (9.3%). En esa misma línea, otra encuesta tomada en las zonas
más afectadas por el conflicto armado muestra que el 90% de las familias tiene
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
como actividad principal la agricultura, mientras que el 32% declara que desarro-
lla actividades pecuarias complementarias a ésta. Igualmente se señala que el
peonaje es practicado por el 15% de estas familias.
Ahora bien, teniendo en cuenta que el impacto del conflicto armado en la vida
agrícola y ganadera de las comunidades afectadas fue muy grande, debido al
abandono prolongado de muchas tierras agrícolas, podemos deducir que quie-
nes se dedican actualmente al trabajo de la tierra lo hacen en condiciones bastan-
te desventajosas y sin mayores logros económicos. Al respecto, la encuesta del
INEI (1997) muestra que más del 60% de los desplazados regresan a sus lugares
SEGUNDA PARTE: SOBRE
75
Consúltese, a modo de ejemplo, el siguiente testimonio: «[...] nuestra vida ha cambiado bastante porque
yo no podía trabajar, pues [...] Y mi señora se sacaba el ancho para mantener a uno y que yo por el
momento no podía ayudar a trabajar». CVR. BDI-I-P482. Entrevista en profundidad a campesino víctima
del PCP- SL, lisiado por una bomba. Ledoy, Bellavista (San Martín), 20 de agosto de 2002.
trabajar, ya no se podía trabajar, había un poco de temor, ya no se podía ni 389
andar».76 Afectó, asimismo, las actividades comerciales, tal como señala el si-
guiente testimonio: «[...] y así estábamos andando, pues [...] y regresamos a
LAS
do muy difícil mantener la amistad y la cooperación entre comunidades, vecinos
o, incluso, familiares. La falta de trabajo empujó a los desplazados a ubicarse en
actividades del sector informal o de poca rentabilidad, que no les permitió acce-
der a ingresos necesarios para su subsistencia. A su vez, la informalidad laboral
generó en estas familias condiciones de inseguridad e incertidumbre que no te-
nían cuando estaban ligadas a sus tierras y a sus animales.
A los problemas antes mencionados, se sumó el hecho de la discriminación
laboral que afectó a las mujeres en un contexto de pobreza, y que hizo que una
mujer pueda decir: «como no soy varón, no puedo trabajar [...] Yo que no soy
varón, ¿dónde podría ir como jornal, incluso yo?, no podía».78
En el caso de los desplazados, el drama de la ocupación se acrecentó además
por el paulatino deterioro de las relaciones con la familia receptora, debido a los
costos económicos que implicaba para ésta la manutención de sus familiares des-
plazados, aunque fuera temporalmente: «Este drama ha continuado, porque a
pesar de mis años, no podía encontrar trabajo en Lima, ni mi esposa tampoco,
hasta la familia en esos casos no lo ven bien, nos tenían relativamente confianza,
pero se cansaban a veces, notábamos».79
El desempleo y la pobreza agravaron la incertidumbre y la desesperanza de
mucha gente, incluso de aquéllos que, a pesar de haber salido relativamente de
una situación de entrampamiento con mucho esfuerzo e inversión familiar, no
dejaron de sentir sus efectos: «[...] si no hubiese pasado este caso, normalmente
mis hijos hubiesen terminado sus estudios [...]. Ahora, como sea han terminado,
que he sacado profesionales, ¿de qué sirve que son profesionales, que no hay
trabajo, ni contrata?».80 Esta misma situación generó sentimientos de frustración
al no poderse concluir el proceso educativo-laboral: «y aunque terminen de es-
tudiar, se ven en la calle, sin trabajo».81
76
CVR. BDI-I-P762. Entrevista a varón, colono de 49 años con 5.° de primaria. Cushiviani (Junín), 22 de
octubre de 2002.
77
CVR. BDI-I-PSI8. Audiencia pública en Lima. Primera sesión, 21 de junio de 2002, caso 2.
78
CVR. BDI-I-P704. Audiencia pública en Abancay (Apurímac). Segunda sesión, 27 de agosto de 2002,
caso 8. Violación alegada: tortura, violencia sexual y asesinato.
79
CVR. BDI-I-P438. Audiencia pública en Huamanga (Ayacucho). Tercera sesión, 11 de abril de 2002,
caso 12. Familiar de la víctima, el declarante es profesor.
80
CVR. BDI-I-P4S0. Audiencia pública en Huamanga (Ayacucho), 9 de abril de 2002, caso 17. Testimo-
nio de familiar de una de las víctimas.
81
CVR. BDI-I-P704. Audiencia pública en Abancay (Apurímac). Segunda sesión, 27 de agosto de 2002,
caso 8. Familiares de víctima de tortura, violencia sexual y asesinato.
390 DESTRUCCIÓN DE BIENES, DESCAPITALlZACIÓN AGRÍCOLA Y EMPOBRECIMIENTO
CUADRO 1
De acuerdo con otros estudios (Desco), entre 1980 y 1991 la subversión ocasio-
nó la pérdida de dos mil millones de dólares al destruir la estructura de las torres
de electricidad de alta tensión.82 Otro estudio sobre «Economía y Violencia», ela-
borado por la institución Constitución y Sociedad en el año 1993, llegó a estimar
82
Según ELECTRO-PERÚ el número de torres derribadas en 1989 se eleva a 335. La diferencia se expli-
ca porque se incluyen las torres derrumbadas que corresponden a la filial de ELECTRO-NORTE. Con
estas cifras las pérdidas se elevarían en US$ 600 millones, según estimados de ELECTROPERÚ.
en US$ 21.000.000 millones de dólares las pérdidas económicas para el país du- 391
rante el período 1980-1992 (Puicán 2003: 12).
Por otro lado, la violencia del PCP-SL también se ensañó contra las organiza-
LAS
ma Agraria en la región. Según Puican, una de las razones que el PCP-SL tenía
para lanzar continuos ataques a esta empresa era que ésta podía articular a las
comunidades campesinas dentro de una lógica de mercado; de ahí la decisión de
emprender su destrucción (Puicán 2003: 19). Su desactivación llegó a su fin en
enero de 1989, después de los continuos ataques perpetrados contra ella. Por
dificultades económicas la empresa no pudo afrontar los gastos en sistemas de
seguridad que le hubieran permitido más adelante evitar que fuera totalmente
destruida. A ello contribuyó también la falta de apoyo y demora en las acciones
tomadas por parte de las Fuerzas Policiales, situación que no ocurrió en otras
SAIS, como Túpac Amaru, Pachacútec y Ramón Castilla, las cuales contaban ade-
más con recursos para su seguridad y defensa.
En lo que se refiere a la sierra sur, las incursiones del PCP-SL se realizaron
especialmente en el departamento de Puno. Según el estudio de Rénique (1991),
los principales ataques estuvieron dirigidos a las empresas asociativas. Las incur-
siones del PCP-SL se incrementaron de 15, en 1983, a 22 en 1984 y a 33 en 1985. En
1986, efectuaron 83 ataques y el número de víctimas ascendió a 32. En 1987, las
acciones de violencia se redujeron después de que una columna senderista fue
diezmada en Cututuni. Sin embargo, durante ese año se registraron 35 ataques;
éstos, sin embargo, se incrementaron a 77 en 1988 y a 97 en 1989.
Respecto de los daños que se habrían ocasionado a las comunidades, un estu-
dio efectuado en Ayacucho83 señala que el monto que requeriría el Estado para la
reconstrucción de las comunidades afectadas sería más de un millón trescientos
mil soles. Otro estudio muestra que el 28% de viviendas de 99 comunidades de
seis provincias ayacuchanas fueron destruidas, al igual que el 35% de locales co-
munales.84
Aunque no es posible determinar el número de casas o bienes destruidos a
consecuencia de la violencia, muchos testimonios expresan la sensación de va-
ciedad y de impotencia ante estos hechos: «En Incarajay nuestras viviendas
fueron quemadas, a los varones les golpeaban los senderistas y los militares [...].
83
Son evaluaciones realizadas por CEPRODEP en 10 comunidades de los distritos de Vischongo y
Tambo, en las provincias de Vilcashuamán y La Mar, respectivamente, en el departamento de Ayacucho.
84
«Diagnóstico de desplazamiento en Ayacucho 1993-1997. Héroes sin nombre», realizado por
CEPRODEP en 1997, sobre la base de 167 encuestas familiares aplicadas a personas procedentes de
99 comunidades, 33 distritos y seis provincias del norte del Departamento de Ayacucho.
392 Esos miserables me han dejado en la pobreza, mi casa lo quemaron. Todos en mi
comunidad sufrimos mucho».85 Otro testimonio de un rondero señala lo siguien-
te: «[...] nos han destruido nuestra comunidad, nos han quemado nuestras casas,
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
nuestra escuela [...] y también Sendero había ingresado para que lleve a las
autoridades y a los niños que teníamos allí».86
El cuadro 2 ofrece un estimado acerca del monto de dinero que habrían perdi-
do las familias cuyas viviendas y áreas sembradas fueron arrasadas tanto por los
grupos senderistas como por miembros de las fuerzas del orden. Estas familias
tuvieron que enfrentar la pérdida total o parcial de su patrimonio, lo cual afectó
seriamente su capacidad de reproducción material.
CUADRO 2
SEGUNDA PARTE: SOBRE
85
CVR. BDI-I-P414. Taller de género, Ayacucho (Huamanga), 23 de octubre de 2002. Mujer pobladora.
86
CVR. BDI-I-P411. Taller con ronderos, Satipo (Junín), 4 de noviembre de 2002.
Abandono de tierras y descapitalización 393
LAS
tra el cuadro 3.
CUADRO 3
87
Se trata de familias pertenecientes a seis comunidades de retornantes del Departamento de Ayacucho:
Bellavista, Umaro y Pomatambo (provincia de Vilcashuamán) y Laupay, Cunya y Uchuraccay en el norte
(provincia de Huanta).
394 Ayacucho cerca de nueve mil hectáreas. Sin embargo, las unidades agrícolas
afectadas ascienden a 10,575.
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
CUADRO 4
SEGUNDA PARTE: SOBRE
Tanto los grupos alzados en armas como los miembros de las fuerzas del orden
LAS
ya estaban quemando sus viviendas, llevándose sus ganados, frazadas, sus ollas,
sus herramientas y otras cosas más que encuentran. Todo se llevan y después como
vengativos, si cuando uno no quiere participar en esa acción te matan o te queman
hasta dentro de tu casa junto a tus niños y todos que no pueden escapar y de ahí
sales como chicharrón. Las criaturas, las madres entonces ahora, hasta a las Iglesias
también lo destruyen y a los colegios también destruyen.88
Este testimonio ilustra las modalidades de los robos, saqueos, destrucción y
expoliación practicados en diversos lugares donde había enfrentamientos. El ga-
nado vacuno y ovino, que constituye una forma de ahorro para estas familias,
disminuyó notablemente debido a que fue robado y eliminado por el PCP-SL y
las fuerzas del orden, en algunos casos y, en otros, porque la propia población los
vendió a un precio menor de su valor para poder contar con recursos económicos
y emigrar. Esto significó que el 34% de estas familias vieron disminuir fuertemen-
te la cantidad de ganado de su propiedad, lo que ocasionó su descapitalización
(Del Pino y otros 2001).
En general, la población sufrió la apropiación ilícita y destrucción de su gana-
do y de todos los animales de los que disponían para su subsistencia:
[...] todo lo que estaba lo quemaron. La casa, todo se lo han llevado, lo que han
querido. Mi mamá tenía chancho. Lo mató al chancho, con lo que había ido a la
siembra, lo habían mandado para que pueda criar al chancho [...]. Pavo también
había, se lo comieron el pavo, se lo agarraron las gallinas [...]. Mi hermano se había
escapado del camino, más al burrito lo habían hecho cargar carne, lo que habían
matado en la casa; con eso se habían escapado. De noche se habían escapado.
Dónde habrán descansado, pero amanecieron en Parcco, y al día siguiente todo
vieron de todo lo que habían hecho, habían chanchos, habían cortado todo [...].89
Los grupos subversivos incursionaban en las comunidades y se apropiaban
de los bienes de los comerciantes pudientes de las zonas, pero también de las
pequeñas tiendas o negocios particulares de las poblaciones, tal como narra lar-
gamente una de las víctimas:
Acá así, saqueando las tiendas [...] un patadón a la puerta de las tienditas, abría,
sacaba sacos de arroz, azúcar, todo esto vaciado. ¿A dónde se podía quejar? [...]. Yo
trabajaba en la tienda, la tienda lo vacea, me ha desmoralizado, ni más trabajé [...].
Entonces, ricién las tienditas están apareciendo, porque más anterior, como vuelvo a
88
CVR. BDI-I-P415. Taller de género con la participación de varones, Huamanga (Ayacucho), 23 de
octubre de 2002.
89
CVR. BDI-I-P59. Entrevista en San Juan de Lurigancho (Lima), junio de 2002. La entrevistada es una
costurera de 43 años, natural de Parqo.
396 dicir, todas las casas, todas las casas también abriendo, sacaban maíz, trigo,
haba, lo que sea, eso comían ellos o ya comían gato, y ahí preparaban, la carne
traían acá cerca, se mataba [...] ¡Pal partido, señora, pal partido! Diario tenía que
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
proveirse [...]. En fin, estaba a sus cercanías ganaditos, gratis todo era comida,
pues, carne gratis, comida gratis, pues. Vistido también de los Huamanguitos
que vinieron los arrieros en Ayacucho, lo asaltaron, toda la ropa, lo quitaron ¡Pal
partido, señora! ¿Quiere vivir o no? ¡Acá nosotros estamos luchando pal pobre!,
diciendo. Los arrieros que traían las ropas mudas, doce mudas, ocho mudas,
asaltaron, ahora ya no vienen.90
Tanto el saqueo corno el incendio de casas y locales era una práctica común
por parte del PCP-SL. Así fue también declarado: «[...] vengo de la comunidad
nativa de Aguaytía. También hemos sufrido la violencia, empezando han entrado
SEGUNDA PARTE: SOBRE
90
CVR. BDI-I-P333. Entrevista en Sacsamarca, Huancasancos (Ayacucho), marzo de 2002 a poblador de
58 años, testigo de la masacre de Lucanamarca.
91
CVR. BDI-I-P410. Taller de género con la participación de varones, Satipo (Junín), 4 de noviembre de
2002.
92
CVR. BDI-I-P412. Taller de desplazados realizado en Satipo (Junín), 4 de noviembre de 2002.
ochenta alpacas, entre crías, preñadas. Después de matar, sacrificar esos 397
animales nos han hecho formar en fila. A cada hombre nos tocaba dos alpacas,
tres alpacas, las menudencias botaban, comían los cóndores. Las crías ya no
LAS
empresas:
[...] ha habido quema de Huacauta, ha habido muertos ahí, yo creo que tengo el
apunte, siete muertos, campesinos, trabajadores. Claro, en ese momento con
comuneros con campesinos estábamos confrontados, pero finalmente eran
campesinos pobres [...] el Fundo Charquismo fue de la SAIS Illary, fue quemado
por Sendero Luminoso, completamente, se han distribuido ganados pero sin
planificación, no ha habido una distribución de ganado planificada. Se distribuyó
así de llévense, se llevó uno, se llevó dos, se llevaron 50 otros se llevaron más, otros
no se llevaron nada. Después al día siguiente ha caído la represión o sea el Ejército
las Fuerzas Policiales esas han caído, a quien lo encontró con ganado le dijo
terrorista, tú eres senderista, terrorista. Al que no lo encontró nada tampoco no le
dijo nada claro se salvó habrá ganado en ese momento algo.94
Por otro lado, las fuerzas del orden también actuaron con violencia, abuso y
discriminación. Aunque el Ejército Peruano los «primeros días se portó bien, pero
después ya se acostumbra, hacen abusos el Ejército [...] entran a la chacra calladi-
to, agarran así sus productos, agarran gallinas, así, pero después ya lo llamas
atención, ya tienen miedo ya».95 Los militares de algunas bases cometían muchos
abusos: «se comían los animales, violaban a las mujeres y obligaban a la pobla-
ción a someterse [...] [se fueron] llevándose todo nuestras cosas, se llevaron 50
ovejas, herramientas, ropas, grabadora, máquina de escribir».96 «En Accomarca
empezaron a saquear las cosas y cereales, ahora es cumpleaños del chancho, di-
ciendo eso los soldados buscaron plata, cereales».97 Los pobladores tendían a
someterse ante la presencia de los soldados con el temor de que pudiera suceder-
les algo si no cumplían con lo que se les pedía: «colaboramos, así cuando pedía
buenamente damos papa, maíz; como somos cuatro barrios, para cada mes te-
níamos que dar un carnero, cada barrio damos cada mes».98 Mientras las bases
militares permanecieron en algunas comunidades, no perdieron la oportunidad
de saquear los pocos bienes de los campesinos: «Cuando llegaban los militares se
93
CVR. BDI-I-P708. Audiencia pública en Abancay (Apurímac). Segunda sesión, 27 de agosto de 2002,
caso 11. Mujer y varón pobladores de la comunidad de Cotahuarcay.
94
CVR. BDI-I-P247. Grupo focal. Puna (Puna), 14 de mayo de 2002. Participación de nuevos y antiguos
dirigentes Federación Departamental de Campesinos de Puno.
95
CVR. BDI-I-P299. Entrevista a pobladora del caserío 7 de octubre en la provincia de Leoncio Prado,
Huanuco. Efectuada en mayo de 2002.
96
CVR. BDI-I-P26. Accomarca (Ayacucho), agosto de 2002, comerciante de 38 años, presunto ex
senderista, uno de sus hermanos fue asesinado por el Ejército.
97
CVR. BDI-I-P30. Grupo focal mixto. Lloqllapampa (Ayacucho), junio 2002.
98
CVR. BDI-I-P33. Entrevista en Accomarca (Ayacucho) en junio de 2002. El entrevistado es un agricul-
tor de 54 años, fue autoridad de dicha comunidad.
398 llevaban todos los ganados, a veces se llevaban con su helicóptero, entonces nos
han dejado en fracaso hasta ahora, nos han afectado mucho».99
Frente a los abusos de uno y otro lado, la población no tenía cómo protegerse:
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
«¿qué puedes hacer si viene como cuatro con arma?, hasta cuando proteges, con
la culata del arma lo golpea, no lo respetaba ni a las señoras, a nadie lo respeta-
ba».100 Las fuerzas del orden también se apropiaron de los bienes que la pobla-
ción abandonó al huir de la violencia en sus pueblos:
[...] en algunos casos abusadas, maltratadas y así como las personas no se
salvaron también, los animales no se salvaron de esto. Porque los militares,
como las fuerzas del orden se aprovecharon de esto porque muchas personas
hemos salido dejando de nuestras cosas. Abandonando nuestra casa,
abandonando nuestros animales. Abandonando nuestras chacras. Y entonces,
SEGUNDA PARTE: SOBRE
99
CVR. BDI-I-P48. Grupo Focal de mujeres en Accomarca (Ayacucho), junio de 2002. Participaron cinco
mujeres.
100
CVR. BDI-I-P33. Entrevista en Accomarca (Ayacucho) en junio de 2002. Agricultor de 54 años, fue
autoridad de dicha comunidad.
101
CVR. BDI-I-P701. Audiencia pública en Abancay (Apurímac). Primera sesión, 27 de agosto de 2002,
caso 6. Varón poblador narra el asesinato de pobladores de Toraya, provincia de Aymaraes, Apurímac.
102
CVR. BDI-I-P39. Notas de campo de entrevista informal a una agricultora de 48 años. Accomarca
(Ayacucho), junio de 2002.
103
CVR. BDI-I-P48. Grupo Focal de mujeres en Accomarca (Ayacucho), junio de 2002, realizado con la
participación de cinco mujeres.
104
CVR. BDI-I-P53. Notas de campo de entrevista informal a un agricultor de 60 años y presunto ex
senderista en Accomarca (Ayacucho), junio de 2002.
nosotros no somos senderistas, ¡que senderistas, Uds. son terrucos, lo han matado 399
también y lo han votado!; y eso es mucho, mucho, hemos pasado una situación
triste, mucho; llego a mi casa, no, encontré casa... las botellas derretidas como
LAS
La violencia política ha traído más pobreza porque ya no se dedicaban a la chacra
más se dedicaban a cuidado la seguridad de la comunidad. Y ya se abandonó ya
algunos días que tenían libres se iban a compartir para sobrevivir ¿no? de esa
manera y yo, yo digo que sí trajo mucha pobreza la subversión porque, sino hubiera
sido así, la comunidad hubiera desarrollado en forma como tal ¿no? y ahora es, tú
mismo has visto la juventud ya cambia mucho, están resentidos, viven renegados,
aburridos de la vida porque han pasado las cosas ¿no? y saben los problemas que
hubo con tal fulano, ya ahora de decirnos tío, primo, pero en ese momento no
había, todo era enemigo, entonces el niño lo ha estado cuajando en su mente ¿no?
Entonces es una complicación terrible, desconfianza total, ahora que en la
comunidad casi no tenemos confianza, lo más hermano que sea no hay confianza.
Eso es lo que nos trajo, tanto en la agronomía, económicamente y también en el
estado de ser lo que éramos unidos, confiados. Ahora todo es por tu cuenta, el que
vive a su antojo, gana, vive, el que no, no; todo se rompió, todo eso ¿no? y para mí
es preocupante porque yo crecí en otra vida. Lo que yo crecí ahora veo mis sobrinos,
mi hermano menor cómo esta creciendo ¿no? con un resentimiento, con esa
desconfianza y quiero decir una cosa pero no lo puedo decir porque teme ese temor
y a nosotros nos preocupa. Antes no era así, teníamos un problema, íbamos,
contábamos, no nos mandaban al diablo sacaban la forma como resolver; pero
ahora ya a mí qué me importa, es tu problema, esas cosas tan complicadas ¿no? 106
De hecho, la magnitud de las secuelas económicas es mayor en las comunida-
des que han sido arrasadas y en las familias que han perdido todos sus bienes.
Pero, de una manera u otra, todas las comunidades y familias que vivieron, y aún
viven en medio de la violencia, han sido afectadas en esta dimensión. Por ello, no
ha sido difícil encontrar la constatación de este empobrecimiento en los miles de
testimonios tomados por la CVR:
Hemos quedado más pobres, con esta violencia política, en esos tiempos ya no
teníamos ni semillas para sembrar, nuestros cultivos disminuyeron, ya nada era
como antes, recién ahora nos estamos recuperando. En ese tiempo de la violencia
las semillas para sembrar subieron de precio y el dinero ya no nos alcanzaba para
comprar, no podíamos producir como antes, nuestros productos incluso bajaron de
precio, ya no llevábamos a las ferias los productos que sembrábamos. 107 Ha bajado
105
CVR. BDI-I-P298. Venenillo (provincia de Leoncio Prado, Huánuco), mayo de 2002. El entrevistado
fue autoridad de la comunidad.
106
CVR. BDI-I-P768. Entrevista a líder de la comunidad de Cushiviani (Junín), realizada en octubre de
2002.
107
CVR. BDI-I-P416. Taller de rondas campesinas realizado en Huamanga (Ayacucho) el 23 de octubre
de 2002.
400 la producción, las chacras han estado abandonadas, ya no trabajamos como
aquella vez, ya no hay esa misma fuerza, además ahora todo es faena, cada
uno trabajamos en nuestra chacra.108
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
108
CVR. BDI-I-P421. Taller de género, Pichari, La Convención (Cusco), 25 de octubre de 2002. Participa-
ción de varones.
109
CVR. BDI-I-P409. Taller de género realizado con mujeres en Satipo (Junín), el4 noviembre de 2002.
Las acciones de los grupos alzados en armas afectaron las formas sociales de 401
organización de la producción y distribución, pero también el sentido del desa-
rrollo de la familia y de la comunidad. La producción muchas veces ritualizada
LAS
en la población confusión, desconfianza y, en breve plazo, la desaparición de di-
chas formas.
Por ello, en este apartado veremos, a grandes rasgos, de qué manera la violencia
armada produjo alteraciones en la organización productiva de las familias y
comunidades, generó grandes problemas en la adecuada circulación de los produc-
tos y afectó las expectativas de desarrollo personal y local. La desorganización del
sistema productivo también trajo consigo la despreocupación en el mejoramiento
de las técnicas productivas, así como en el manejo apropiado de la administración y
de las maneras de resolver los conflictos intercomunales.
los individuos para lograr beneficios de manera colectiva y, de ese modo, fortale-
cer al grupo.
No, no, ya están regresando, de uno en uno están regresando. Sí, según como
ven que se tranquiliza el pueblo ya el otro dice mejor voy a regresar. Trabajan su
chacra, pero no hemos quedado bien ya de esos años que hemos sido unidos,
hemos trabajado por el pueblo. Ya no es unido ahora [...], ha cambiado bastante,
el pueblo está triste, todo el parque también monteado. Ya la gente parece que
ha perdido ese entusiasmo de trabajar por la comunidad. Sí, así hemos quedado,
¿por qué a las primeras cabezas que había, los dirigentes de la comunidad lo han
terminado matándolo? Si, así hemos quedado nosotros muy, muy abandonados.1l1
En algunos casos, comunidades enteras habían caído en el desánimo y no
tenían las fuerzas suficientes para empezar de nuevo sus actividades económicas;
los pobladores «casi ya no quieren participar así en las faenas», testimoniaba un
dirigente de una comunidad campesina de Accomarca.ll2
Esa situación prácticamente viene desapareciendo, esa voluntad de trabajar por
acción cívica [...] de hecho que va desaparecer y ahora ya quieren trabajar casi a la
fuerza sólo un día, más no quieren, de dénde vamos a comer [...]. Será la situación que
actualmente no se puede explicar, y ahora con lo que viene ayudas del gobierno es
peor, con esa situación ya nadie quiere ir a trabajar, inclusive las mamás también se
han convertido más ociosas, ya quieren recibir donaciones alimentarías ya si esperan
eso nada más ya, hasta los varones se someten a eso ya.1l3
Sin embargo, a pesar de los intensos y permanentes ataques a los que las
comunidades fueron sometidas, las prestaciones de reciprocidad no desaparecie-
ron totalmente y, más bien, resurgieron en los momentos difíciles. Así pues, aun
en las épocas más duras, los principales afectados por el conflicto armado pudie-
ron ocasionalmente recurrir a la colaboración y a la ayuda mutua para poder soste-
110
CVR. BDI-I-P3. Grupo focal, Vilcashuamán (Ayacucho), junio de 2002. Participación de cuatro varo-
nes.
111
CVR. BDI-I-P412. Taller de desplazados realizado en Satipo (Junín), 4 de noviembre de 2002. Partici-
paron pobladores desplazados.
112
CVR. BDI-I-P33. Entrevista a Agricultor de 54 años que fue autoridad de la comunidad de Accomarca
(Ayacucho) efectuada en junio de 2002.
113
CVR. BDI-I-P350. Entrevista realizada en Sancos, Huancasancos (Ayacucho) en marzo de 2002. El
entrevistado es un poblador de 65 años, sanitario de la posta.
nerse, para reconstruir sus bienes destrozados o recuperar la infraestructura 403
productiva.
De otro lado, la comunidad y la familia padecieron la dispersión de sus miem-
LAS
El problema más álgido sería, como mucho repito, con los ciudadanos, un poco
negligentes, no vienen a las faenas, son incumplidos, no vienen a las reuniones
[...]. Yo creo que no quieren a su pueblo, viven en su chacra cada uno y vuelta ya lo
dejan [...]. Mucha indiferencia, efectivamente con el capitán de la base hemos
hablado para ir de chacra en chacra y reunirlos para bien de la faena [...]. De la
faena limpieza general del pueblo, después ver nuestra Posta, pero el trabajo que
tenemos principalmente es de limpieza.l14
Para muchas autoridades y dirigentes de comunidades, la organización comu-
nal dejó de ser una instancia de sostenimiento y soporte de la vida colectiva. Ésta,
al sentir los efectos de la fragmentación, vio diluirse sus antiguas formas de
interrelación. Así, por ejemplo, en la opinión de un dirigente, una comunidad
como Huancasancos, «es una comunidad campesina que está organizada en cua-
tro ayllus, realizan minkas y ayni. Antes se sembraba en colectivo pero ahora se ha
perdido esa costumbre, según los entrevistados, la gente se ha vuelto muy hara-
gana. En la actualidad esas tierras las usa la comunidad como Cofradía».l15
Las experiencias de solidaridad y cooperación también fueron dañadas. Mu-
chas personas afectadas, como viudas y huérfanos, que habían perdido a sus fa-
miliares por la acción de la violencia, dejaron de tener un sustento material y
apoyo social, para convertirse en personas desvalidas, en muchos casos discrimi-
nadas, y en no pocos casos estigmatizadas, tal como se describe en el siguiente
testimonio:
Los niños pobres y huérfanos, las viudas son mal vistos en la comunidad por parte
de las autoridades, porque ellos no tienen dinero para poder pagar a los peones
para que les ayuden a trabajar la tierra. Ahora la gente no es buena, te cobran de
todo cuando te ayudan, se han acostumbrado a cobrar por cada trabajo que hacen.
Ya no hay el ayni. En otras comunidades se sigue manteniendo y en otras no. Por
ejemplo, cuando las viudas quieren trabajar la tierra nadie las ayudan porque no
tienen dinero para pagar a los peones, al respecto las autoridades no manifiestan
nada, al contrario, los miran mal por ser pobres. Los niños huérfanos no pueden
levantar sus casas, no los pueden arreglar, también nadie dice nada. Y eso que
las viudas perdieron a sus esposos en las acciones senderistas cuidándonos a
los demás, para que no nos pase nada.1l6
114
CVR. BDI-I-P298. Entrevista realizada en Venenillo (provincia de Leoncio Prado, Huánuco) en mayo
de 2002. El entrevistado fue autoridad de su comunidad.
115
CVR. BDI-I-P320. Notas de campo de entrevista informal con autoridad de la comunidad, realizada
en Sancos, Huancasancos (Ayacucho) en marzo de 2002.
116
CVR. BDI-I-P416. Taller sobre rondas campesinas, realizado en Huamanga (Ayacucho), 23 de octubre
de 2002. Los participantes son ronderos.
404 Suspensión de redes y espacios de comercialización
La alteración de los sistemas económicos trajo consigo también la disminución
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
117
CVR. BDI-I-P371. Entrevista a ganadero de 50 años, Lucanamarca (Ayacucho), marzo de 2002.
118
CVR. BDI-I-P450. Audiencia pública en Huamanga (Ayacucho), 9 de abril de 2002, caso 17. Familia-
res de víctimas de desaparecidos de la provincia de Víctor Fajardo.
bienes que la modernidad ofrecía. En muchos casos, los dueños de locales comer- 405
ciales no pudieron soportar que se esfumara de un momento a otro aquello que
había significado para ellos largos años de esfuerzo y sacrificio.
LAS
no era el mismo […]. El negocio iba cada día peor, nosotros teníamos miedo,
pero, pero Jorge no, Jorge no tenía miedo [...]. El no tenía miedo, y a mí me
extrañaba eso, él quería seguir viviendo acá. El negocio cada día fue peor [...]. A
los dos días del matrimonio llega acá a Ayacucho y encuentra a su tienda robada,
un nuevo atentado contra mi padre, esta vez un robo ... mi padre sentó la denuncia
policial, se hizo las pesquisas necesarias, jamás se halló al culpable; en esa época
nosotros teníamos mucho miedo no queríamos ni siquiera saber quién era porque
teníamos miedo que nos mate, pero ahora queremos saber [...] siguió trabajando,
tratando de reflotar la tienda; pero no podía, las letras lo agobiaban, el tiempo lo
vencía y poco a poco fue resquebrajándose [...] mi padre quebró.119
Las personas que perdieron sus bienes y sus tiendas comerciales tuvieron
que enfrentar nuevas formas de vida, lo que les provocó una gran inestabilidad
e inseguridad en sus familias. Pero también en muchos casos se vieron en la
imposibilidad de planificar y reorganizar su vida individual y familiar. Una
consecuencia de estas disfunciones es que las familias vieron muy limitadas sus
posibilidades para educar a sus hijos. Dado el valor que representa la educación
para las familias de las zonas afectadas por el conflicto armado, la imposibilidad
de ofrecérsela a sus hijos podría traer consigo también la eventualidad de una
muerte cultural.
Ahora hay más niños huérfanos que no comen bien. Los niños que se visten
bien son lo que tienen papá y mamá a su lado. Nosotras, como madre, al ver
eso sufrimos mucho pensando como se educarán esos niños. Nosotros tampoco
podemos ayudarles porque somos viudas, porque no tenemos dinero, pensando
con qué dinero educaremos a nuestros hijos. Así nos acabamos más, por que
lloramos de la tristeza de que nuestros hijos no puedan educarse.120
La destrucción de los medios de producción produjo perplejidad y desánimo
entre propietarios y comerciantes. Muchas organizaciones productivas, al no en-
contrar condiciones favorables, optaron por el abandono de sus empresas decla-
rándolas un fracaso. Este fracaso tiende a prolongarse por mucho tiempo sin
mayores expectativas de recuperación.
Ellos ya no quieren saber nada [los comuneros], prácticamente nos han llevado
a un fracaso [...] Pero hoy en día en ninguna comunidad hay más apoyo en cuanto
119
CVR. BDI-I-P443. Audiencia pública en Huamanga (Ayacucho), abril de 2002, caso 15. Testimonio de
familiares de la víctima.
120
CVR. BDI-I-P414. Taller de género realizado con la participación de mujeres. Huamanga (Ayacucho),
23 de octubre de 2002.
406 al manejo de ganado. En cuanto al manejo agrícola, al manejo de administración,
ya, no hoy eso no se ve el fruto. La recuperación de nosotros no se ve bien,
pero antes, si se llevaba bien esto.121
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
los individuos.
[...] porque hubo muerte y yo diría de que se originó el retroceso del desarrollo
comunal ¿por qué? Porque Sendero, especialmente, venía destrozando puentes,
canales, Iglesias, municipios y otras cosas mas, ya salvajemente en donde sus
motivos eran destrozar. Por ejemplo, ellos no querían que llegue una carretera a
una cierta comunidad, entonces, eso para mí es un retroceso comunal del desarrollo
donde ahora hay que reparar esas cosas que se han destrozado malogrado.l22
Muchas personas que, mediante la agricultura o la ganadería, habían contri-
buido al desarrollo local y regional tuvieron que abandonar intempestivamente
los terrenos y granjas que habían formado durante muchos años con gran esfuer-
zo y sacrificio. No sólo dejaron de cosechar sus productos cultivados, sino que
abandonaron los campos sin lograr sembrar nuevamente por varios años. En una
palabra, la ausencia de inversiones en las localidades no sólo empobreció a sus
propietarios sino que indujo a la población a no ver salidas a sus problemas de
producción y comercialización.
Al día siguiente, en la noche, nos caen y todo se fue al diablo hasta hoy, o sea entró
la subversión, se fueron los que estaban invirtiendo. O sea, el señor que estaban
invirtiendo, como él tenía ya recuperado su capital que había puesto en la carretera,
dijo que ya no se puede y todo se quedó así, a la final todos teníamos que trabajar,
este... encargarnos de nuestras mismas cosas.123
El corte abrupto del proceso de producción en el campo o en la ciudad por la
acción armada ha significado para muchos testimoniantes «un retroceso» en el
desarrollo de la localidad, además de la cancelación, en muchos casos, de sus
sueños y aspiraciones. A ello se suma el fenómeno, ya mencionado, de la desapa-
rición o ausencia de alguno de los miembros de la familia, que repercute igual-
mente en la disminución de posibilidades para un desarrollo adecuado. «Por eso
que en pueblo de Pomatambo no se puede hacer ningún desarrollo, porque hay
121
CVR. BDI-I-P246. Grupo Focal de dirigentes mujeres campesinas agrupadas en la Asociación Depar-
tamental de Mujeres Campesinas de Puno, 4 de junio de 2002.
122
CVR. BDI-I-P415. Taller de género realizado con la participación de varones. Huamanga (Ayacucho),
23 de octubre de 2002.
123
CVR. BDI-I-Pl84. Entrevista a dos hermanos, uno de ellos es rondero. Monobamba (Junín), 6 de junio
de 2002. Son pobladores que lograron expulsar al PCP-SL.
mayor cantidad de viudas que varones»,124 sostiene en tal sentido uno de los 407
testimonios recogido por la CVR.
Entre las personas afectadas por la violencia, también se dejaron sentir acti-
LAS
nes las familias afectadas por el accionar de los grupos armados consideraban
que el desarrollo familiar y comunal en el campo había sido «asesinado». La
violencia había dejado a las personas inermes y muchas veces sin capacidad de
recuperación.
En Tarma —señala una de las personas entrevistadas— la subversión mata el
desarrollo rural. Eso es uno de los primeros efectos que yo he podido detectar
porque en esos movimientos nadie construye ya... Y eran zonas rurales
promisorias... Tarma está lleno ahora totalmente, porque ya nadie quiere vivir en
Paica o el Tambo ni en Huasahuasi, y ahí la guerrilla ha sido fuerte.126
Por otro lado, el sentido del desarrollo de la comunidad se vio alterado por la
presencia de factores externos que trastocaron la escuela, espacio considerado
muy importante para la promoción de la movilidad social y el crecimiento. Las
acciones del PCP-SL no sólo habían corrompido la función de los colegios, sino
que los habían convertido además en un espacio peligroso para la comunidad. En
las aulas los pobladores eran aleccionados en la doctrina de la subversión o eran
incluso asesinados. Esa circunstancia produjo la huida de alumnos y profesores.
[...] no culminé mis estudios por culpa de la subversión, por culpa de las amenazas
de los ronderos mismos de la comunidad y de los militares [...]. A los jóvenes, el
retraso les dio por miedo, ya no queríamos estudiar, nos encontrará, nos llevará,
nos matará, no van a saber nuestros padres. Daba miedo ir al colegio, daba miedo
ir a la chacra, eran como unos tigres que si nos encontraban nos comían. Eso ha
dado mucho retraso a la economía, en la educación.127
En los lugares donde habían enfrentamiento violentos, la juventud fue con-
minada a realizar trabajos y desempeñar roles para los que no estaban
preparados ni obligados.
De esa manera hemos pasado ese momento más difícil y más crítico por los... por
manos de esos asesinos, de esos malditos terroristas que sin compasión nos ha
tenido a todos esos hijos que hemos quedado más de ciento veinte huérfanos,
todos menores de edad. Yo soy el hijo primogénito de mi padre y me han seguido
124
CVR. BDI-I-P431. Audiencia pública en Huamanga (Ayacucho). Segunda sesión, 8 de abril de 2002,
caso 6. Víctima de tortura a manos de las Fuerzas Armadas.
125
CVR. BDI-I-P350. Entrevista a poblador de 65 años. Sancos, Huancasancos (Ayacucho), marzo de
2002.
126
CVR. BDI-I -P182. Entrevista a poblador ex alcalde en La Merced (Junín), junio de 2002.
127
CVR. BDI-I-P776. Entrevista a mujer de 24 años profesora de educación inicial, Cushiviani (Junín), 17
octubre de 2002.
408 todos mis hermanos menores. Nosotros somos diez hermanos que hemos
quedado en orfandad y así muchos también han quedado con ocho, con nueve,
todos. Y nosotros hemos quedado desde ese momento sin educación, no hemos
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
128
CVR. BDI-II-P48. Audiencia Pública en Huancavelica (Huancavelica). Segunda sesión, 25 de mayo de
2002, caso 8. Testimonio de Rubén Chupayo Ramos.
129
CVR. BDI-I-P444. Audiencia pública en Huamanga (Ayacucho). Tercera sesión, 11 de abril de 2002,
caso 16. Testimonio de familiares de la víctimas.
dejado así, todos mis hermanos, mis hermanas, nos hemos quedado a causa 409
de eso, hemos dejado de estudiar. Ése es un gran dolor que yo siento ahora. Si
no hubiera sido la violencia uno de mis hermanos o de repente yo hubiéramos
LAS
anteriores respecto del capital humano y el saqueo y destrucción de los bienes de
las comunidades, resulta posible concluir que el proceso de la violencia dejó un
panorama económico desolador, con una inmensa cantidad de personas afecta-
das, con respecto a las cuales la sociedad y el Estado tienen una deuda de repara-
ción.
130
CVR. BDI-I-P233. Grupos focales, Huaycán, Ate (Lima), 24 de junio de 2002. Pobladores varones.
SEGUNDA PARTE: SOBRE EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
410
411
HACIA LA RECONCILIACIÓN
CAPÍTULO 8
CVR.
PROPUESTAS DE LA
LAS
PROPUESTAS DE LA CVR. HACIA LA RECONCILIACIÓN
del Estado, en primer lugar, y de la sociedad civil, en segundo lugar. Esas accio-
nes o iniciativas son las que se señalan en los puntos siguientes de este documento.
REFORMAS INSTITUCIONALES
HACIA LA RECONCILIACIÓN
institucionalidad o normativa vigente que tendrán un impacto en un determina-
do ámbito, actividad o sector de la acción del Estado. Se expresan como cambios
en la organización de instituciones o como lineamientos de política pública, a
través de reformas constitucionales, leyes, u otras normas o políticas de gobier-
no, dependiendo de su nivel y de su profundidad.
CVR.
RECOMENDACIONES PARA FORTALECER LA PRESENCIA DE LA AUTORIDAD DEMOCRÁTICA
PROPUESTAS DE LA
• Desarrollar políticas y normas para la colaboración indispensable entre la
Policía Nacional, los municipios y la ciudadanía.
• Fortalecer la institucionalidad de las rondas y comités de autodefensa, ade-
LAS
cuadamente reglamentada. Estudiar la posibilidad, en el mediano plazo,
de conformar una policía rural.
• Fortalecer la justicia de paz y otorgarle las competencias suficientes para
que pueda solucionar los conflictos de la vida cotidiana de las personas.
• Mejorar el acceso a la justicia aumentando el número de defensores de
oficio y número de dependencias judiciales, y dotando de mayores recur-
sos a Consultorios Jurídicos Populares.
• Establecer un sistema de defensa de los Derechos Humanos mediante la
creación de instancias especializadas a nivel policial judicial y del Ministerio
Público, especialmente en las zonas donde la violencia tuvo mayor impacto.
o Una ley que norme y regule las actividades de inteligencia, aún las se-
cretas. El presidente del Consejo Nacional de Inteligencia debe tener la
facultad de aprobar los planes operativos de obtención de inteligencia
a partir de fuentes no públicas y de contrainteligencia. Asimismo, cono-
cer y evaluar todas las operaciones realizadas por los organismos que
obtienen y elaboran inteligencia.
o Normar y fortalecer el papel del Consejo Nacional de Inteligencia como
organismo del más alto nivel.
o Fortalecer el sistema de inteligencia de la Policía Nacional y del Minis-
terio del Interior.
o Establecer una línea de carrera profesional para agentes de inteligen- 415
cia, para contar con profesionales calificados con formación
universitaria.
HACIA LA RECONCILIACIÓN
o Crear una oficina nacional de control de la probidad y la ética profesio-
nal de los funcionarios públicos, que incluya una administración central
del acceso a documentos clasificados.
CVR.
dad Ciudadana, por otro. Esto debe conducir a una política en la cual las
PROPUESTAS DE LA
Fuerzas Armadas no tengan participación en los asuntos de orden interno
y seguridad ciudadana, salvo graves circunstancias establecidas expresa-
mente por el Poder Ejecutivo dentro del régimen de excepción.
• Definir constitucional y legalmente a la Policía Nacional como una institu-
LAS
ción civil, no militarizada. Modernizar la carrera policial de acuerdo con la
definición de institucionalidad civil de la Policía Nacional.
• Reforzar, con mención explícita en la Constitución, la función del Ministro
del Interior como la autoridad política y administrativa que organiza y
conduce a la policía de acuerdo a ley y para garantizar el orden público, la
prevención del delito y la aplicación de la ley
• Cambios en educación y currículum militar para formar oficiales con fir-
mes valores democráticos, respeto a la vida e integridad personal, y leal-
tad al poder democrático.
• Nuevo código de ética que incorpore en un lugar prominente los princi-
pios de la democracia. En este nuevo código de ética se deberá incorporar
lo siguiente:
o Los oficiales jurarán no sólo defender la patria, sino también los princi-
pios sobre los que se sostiene la nacionalidad, contenidos en la Consti-
tución.
o Los soldados y oficiales se comprometerán a respetar los derechos hu-
manos.
o Los soldados y oficiales serán instruidos en la noción de que no pueden
cumplirse órdenes inconstitucionales o ilegales.
o Los soldados y oficiales serán instruidos en la noción de que la Fuerza
Armada pertenece a la nación y no al gobierno.
o Los soldados y oficiales serán instruidos en la noción de que ellos son
también ciudadanos y tienen derechos y deberes como tales.
o No constituye insulto al superior denunciado por cometer delitos.
HACIA LA RECONCILIACIÓN
• Definir una institución especializada en materia penitenciaria.
• Modernizar el Código de Ejecución Penal, adecuándolo a la realidad peni-
tenciaria.
• Poner en vigencia el Reglamento del Código de Ejecución Penal DS 023-
001-JUS.
CVR.
Una norma como el Código de Ejecución Penal, de carácter general, amerita
PROPUESTAS DE LA
un desarrollo reglamentario que precise sus alcances y contenidos, que pro-
porcionen a los operadores del sistema penitenciario lineamientos claros y
precisos de actuación. Asimismo, permite que los usuarios del sistema
(internos, familiares, organizaciones de derechos humanos, etcétera) cuenten
LAS
con un instrumento público que permita fiscalizar la actuación de los
funcionarios penitenciarios cuando se trata de defender derechos de los
privados de libertad.
HACIA LA RECONCILIACIÓN
individuales y colectivos. En el ámbito individual se reconoce el daño producido
directamente a la persona o a sus familiares más cercanos, y en lo colectivo se
reconoce el daño producido en el tejido social común. Estos ámbitos no son
excluyentes entre si. Los beneficiarios pueden ser sujetos tanto de reparación
individual como colectiva y viceversa, siempre que no se duplique el mismo
beneficio. El plan se compone de seis programas.
CVR.
PROPUESTAS DE LA
REPARACIONES SIMBÓLICAS
La CVR propone que se desarrollen ciertas acciones de contenido simbólico que
conformen un conjunto de rituales cívicos que, de un lado, apunten a la refundación
del pacto social y, del otro, busquen establecer hitos representativos de la volun-
LAS
tad del Estado y de la sociedad de que no se repitan hechos de violencia y viola-
ción de derechos humanos como los ocurridos entre 1980 y 2000.
El objetivo de las reparaciones simbólicas es contribuir a restaurar el lazo
social quebrado por la violencia entre el Estado y las personas, y entre las
personas mismas, a través del reconocimiento público del daño que les infligió
la acción de los grupos subversivos y la acción u omisión del Estado, en la
búsqueda de favorecer la reconciliación nacional y el fortalecimiento de un
sentimiento de solidaridad del conjunto de la sociedad peruana hacia las
víctimas.
Los componentes de este programa son: gestos públicos, actos de reco-
nocimiento, recordatorios o lugares de la memoria, actos que conduzcan hacia la
reconciliación.
REPARACIONES EN SALUD
El objetivo de este programa es contribuir a que la población afectada por el
conflicto armado interno recupere la salud mental y física, que se reconstituyan
las redes de soporte social y se fortalezcan las capacidades para el desarrollo
personal y social. Todo ello contribuirá a favorecer en las víctimas el desarrollo
de la autonomía necesaria para reconstruir su proyecto de vida, individual y co-
lectivo, truncado por el conflicto armado.
REPARACIONES EN EDUCACIÓN
El objetivo general del Programa de reparaciones en el ámbito educativo es
dar facilidades y brindar nuevas o mejores oportunidades de acceso a las
personas que como producto del conflicto armado interno perdieron la
posibilidad de recibir una adecuada educación o de culminar sus estudios.
Los componentes de acceso y restitución del derecho a la educación son:
exoneración de pagos de matrícula y pensiones para los beneficiarios,
programa de becas integrales, educación para adultos.
420 RESTITUCIÓN DE DERECHOS CIUDADANOS
HACIA LA RECONCILIACIÓN
consta de los siguientes componentes, explicados con detalle en el Informe Final
de la CVR:
CVR.
total; 3. Para las personas injustamente presas; 4. Para víctimas de viola-
ción sexual; 5. Para los hijos producto de violación sexual.
PROPUESTAS DE LA
• Reparación económica en forma de servicios, compuesta por servicios com-
plementarios orientados a otorgar un acceso preferente a los programas
del Estado relacionados con el tema de la vivienda y del empleo.
LAS
PROGRAMA DE REPARACIONES COLECTIVAS
El objetivo es contribuir a la reconstrucción y consolidación de la institucionalidad
colectiva de las comunidades, asentamientos humanos y otros centros poblados
que como consecuencia del período de violencia perdieron parcial o totalmente
su infraestructura social y física, y compensar la descapitalización sufrida por
poblaciones enteras, poniendo a su alcance recursos técnicos y de capital para su
reconstrucción integral.
Se consideran beneficiarios del Programa de reparaciones colectivas a las co-
munidades campesinas, comunidades nativas y otros centros poblados afectados
por el conflicto armado; y a los grupos organizados de desplazados no retornantes
provenientes de las comunidades afectadas en sus lugares de inserción.
Los componentes del programa son:
• Consolidación institucional.
• Recuperación y reconstrucción de la infraestructura productiva.
• Recuperación y ampliación de servicios básicos.
• Empleo y generación de ingresos.
miento de los beneficios para evitar cualquier tipo de estigma social o de discri-
minación de los beneficiarios.
Para el financiamiento del PIR la CVR recomienda la creación de un Fondo
Nacional de Reparaciones destinado a financiar los componentes y las acciones
del PIR, el cual sería manejado por el ente nacional encargado de la conducción
global del plan. Este fondo deberá ser alimentado principalmente con recursos
provenientes del presupuesto público ya que es la única manera de asegurar la
viabilidad financiera del PIR en el mediano plazo y demostrar que implementar
las reparaciones es de responsabilidad primaria del Estado. Por ello, la CVR reco-
SEGUNDA PARTE: SOBRE
HACIA LA RECONCILIACIÓN
La CVR ha elaborado un Registro Nacional de Sitios de Entierro sobre la base
de la información obtenida durante sus investigaciones. Al término de su manda-
to, la CVR ha registrado 4,644 sitios de entierro en todo el territorio nacional, y ha
realizado constataciones preliminares en 2,200 de ellos.
Las áreas de aplicación y ejecución del Registro Nacional de Sitios de Entierro
comprendieron los territorios de las siguientes sedes:
CVR.
PROPUESTAS DE LA
• Sede Nororiental (San Martín, Huánuco, Ucayali).
• Sede Centro (Cerro de Pasco, Junín, Huancavelica).
• Sede Sur Central (Ayacucho, Apurímac, Huancavelica).
• Sede Sur Andino (Apurímac, Cusco, Puno, Madre de Dios).
LAS
La información recopilada ha sido sistematizada en una Base de Datos espe-
cialmente diseñada para ese fin, que contempla los aspectos generales descripti-
vos correspondientes a cada uno de los sitios registrados, así como información
gráfica y fotográfica, además de una relación con base de datos geográfica que
requiere de un análisis adicional para obtener resultados concretos. Se ha consi-
derado también la Base de Datos Antemortem, que incluye la información de
1504 fichas de un total de 1884 fichas recogidas por la CVR durante su mandato.
LINEAMIENTOS GENERALES
Coordinación y supervisión
Etapas de la Investigación
La investigación fiscal
Es indispensable reforzar dicha Fiscalía en sus aspectos técnico-legales, infraes-
tructura, recursos materiales y humanos. Respecto de este último, el Fiscal Espe-
cializado debe contar con un equipo de fiscales para cubrir las distintas jurisdic-
ciones territoriales en donde se denuncien casos de violaciones de los derechos
humanos. Dichos fiscales deben presentar un perfil de profundo compromiso
ético y profesional con las investigaciones que se realicen y, por ende, un conoci-
miento amplio de sus alcances y limitaciones.
Acreditación de peritos
El perito designado para los casos debe ser idóneo en el campo de la Arqueología
y Antropología Forense (prospección y excavación arqueológica en el área forense,
cartografía, geografía, registro gráfico, así como en la estimación de edad, sexo,
estatura, lateralidad, patologías y otras características individualizantes, así
como en la observación de lesiones y causas de muerte en restos esqueletizados).
Se requiere igualmente que cuenten con una formación en Derecho Internacional
de los Derechos Humanos y en Derecho Internacional Humanitario.
Informe pericial 425
HACIA LA RECONCILIACIÓN
médico —legales y antropológico— forenses como resultados principales de los
trabajos conjuntos. Contendrá como anexo los análisis odontológicos y balísticos,
la descripción de prendas de vestir y efectos personales, y los documentos aso-
ciados a los cuerpos que proporcionen a la autoridad el sustento suficiente del
resultado del informe pericial.
CVR.
Disposición final de los restos y condición legal de los desaparecidos
PROPUESTAS DE LA
Se debe establecer un mecanismo técnico y legal que permita la inhumación de
los restos humanos en forma temporal cuando no haya sido posible su identifica-
ción.
Protección de la Información
LAS
Toda la información documental y testimonial que se genere a partir del Registro
Nacional de Sitios de Entierro, de los testimonios, incluyendo los datos de las
fichas antemortem, e incluso de los análisis postmortem e información genética,
debe ser protegida.
Aspectos técnicos
En cuanto a aspectos técnicos será necesario tener en consideración:
Fase de evaluación
Evaluación de los casos que se encuentran en proceso de investigación, aquellos
casos en los que los restos humanos se encuentran en riesgo de desaparecer o ser
gravemente alterados y los casos que se encuentren con mayor fundamento a
nivel de investigación preliminar. Abordar esta parte de la investigación permiti-
rá establecer las estrategias para comenzar con los procesos de exhumación y
análisis subsiguientes.
Fase Operativa
A partir de los resultados alcanzados durante la primera fase, se tendrá un
importante número de sitios y casos disponibles para ser trabajados. En este
estado se podrán adoptar y desarrollar las estrategias específicas de investigación
y su incorporación en los casos que conformarán los Planes Regionales de Inves-
tigaciones.
426 Cantidad de Investigaciones Anuales
HACIA LA RECONCILIACIÓN
trabajo creado mediante la resolución suprema 304-2000-JUS del 9 de diciembre
de 2000. De similar manera, la CVR sugiere al Poder Ejecutivo conformar un Gru-
po de Trabajo Interinstitucional que organice sus recomendaciones, contribuya a
la difusión del Informe Final y traslade propuestas específicas a los organismos
públicos correspondientes. Este Grupo podría ser creado mediante una norma
administrativa y podría tener un plazo no mayor de cinco meses para cumplir sus
CVR.
tareas. Su constitución podría ser inmediata, sin perjuicio de la labor técnica y
administrativa que corresponde hacer conforme al acápite anterior. Su composi-
PROPUESTAS DE LA
ción debería incluir a los sectores del Poder Ejecutivo incluidos en algunas de las
recomendaciones (Ministerios de la Mujer y Desarrollo Social, Justicia, Economía
y Finanzas, Interior, Defensa, entre otros), la Defensoría del Pueblo, así como
representantes de las iglesias (Concilio Nacional Evangélico y Conferencia
LAS
Episcopal Peruana) y la sociedad civil, especialmente las organizaciones de dere-
chos humanos. Debería estar presidido por una personalidad independiente de-
signada por el Poder Ejecutivo y contar con un equipo profesional mínimo bajo la
responsabilidad de la Defensoría del Pueblo.
Este Grupo de Trabajo podría presentar, al término de su período, los siguien-
tes resultados:
En enero de 2003, la CVR inició los estudios para elaborar un proyecto de ley que
permitiera un impulso sustancial a la ejecución de sus recomendaciones. El pro-
yecto fue materia de diversas consultas con organismos del Poder Ejecutivo, con-
gresistas y sociedad civil, y fue incluso adoptado parcialmente en dos iniciativas
legislativas que actualmente están en la agenda del Congreso de la República (pro-
yectos 7045 y 6857). Se reproduce a continuación dicha versión original:
SEGUNDA PARTE: SOBRE
TÍTULO I
DEL OBJETO DE LA PRESENTE LEY
Capítulo Único
TÍTULO II
DEL CONSEJO NACIONAL DE RECONCILIACION
Capítulo 1
Creación, objetivos y composición
HACIA LA RECONCILIACIÓN
Constituyen objetivos del Consejo:
CVR.
de reconciliación nacional.
c) Coordinar y ejecutar la política integral de reparaciones, con sujeción a lo
PROPUESTAS DE LA
establecido en la presente Ley y en el marco de los recursos financieros
disponibles.
d) Proponer las reformas institucionales derivadas de las recomendaciones
de la CVR, incluyendo la formulación de las iniciativas legislativas corres-
pondientes, las mismas que serán sometidas a consideración del Consejo
LAS
de Ministros.
Capítulo II
Comité Consultivo de Víctimas de la Violencia
HACIA LA RECONCILIACIÓN
Presidencia del Consejo de Ministros.
b) Los recursos asignados en el Presupuesto General de la República, al interior
del pliego de la Presidencia del Consejo de Ministros, para lo cual se conside-
rará al Consejo como un Organismo Público Descentralizado.
c) Los recursos transferidos por instituciones públicas, en el marco de conve-
nios específicos o de recursos extraordinarios existentes.
d) Los recursos obtenidos de organismos de cooperación internacional.
CVR.
e) Las donaciones y transferencias de personas naturales o jurídicas.
PROPUESTAS DE LA
Artículo 11: Reglamento Interno del Consejo
LAS
DISPOSICIONES FINALES Y TRANSITORIAS
El Presidente del Consejo y los representantes del Poder Ejecutivo serán designa-
dos dentro de los 30 días contados a partir de la fecha de entrada en vigencia de la
presente Ley.
El Consejo se instala inmediatamente después de la designación de sus inte-
grantes. Contará con un plazo de tres meses para su organización interna. Luego
de ello, el Consejo tiene 4 años para el desarrollo de sus objetivos. Dicho plazo es
improrrogable.
El Poder Ejecutivo, en el plazo de 120 días, dictará las demás normas reglamenta-
EL CONFLICTO Y LOS CAMINOS DE LA PAZ
TERCERA: Derogatoria
Deróguese la Ley No. 25237, el Decreto Legislativo No. 652 y todo dispositivo
legal o administrativo que se oponga a la presente Ley.1
1
Mediante la derogatoria de las leyes mencionadas, de aparece el Consejo por la Paz.
Del análisis de las referidas normas, no aparecen funciones relevantes que deban ser
asumidas por el Consejo Nacional de Reconciliación.
433
CONCLUSIONES GENERALES
CONCLUSIONES GENERALES
1
Debe señalarse que quienes hoy viven en esos departamentos son tan pobres que en conjunto concen-
tran tan sólo el 9% del ingreso de todas las familias peruanas. Además, Huancavelica, Ayacucho,
Apurímac y Huánuco son cuatro de los cinco departamentos más pobres del país.
11. La CVR, asimismo, ha encontrado una precaria vigencia del orden consti- 435
tucional y el estado de derecho, los que en esos tiempos de crisis fueron
vulnerados.
CONCLUSIONES GENERALES
LAS RESPONSABILIDADES DEL CONFLICTO
CONCLUSIONES GENERALES
27. La CVR señala que la concepción ideológica del PCP-SL implicaba la des-
trucción del «viejo estado» desde sus cimientos. Ello los llevó al asesinato
de autoridades locales —alcaldes, gobernadores, tenientes gobernadores,
jueces de paz— y de autoridades nacionales —ministros, parlamentarios y
otros representantes de los poderes del Estado—.2 Del total de reportes
recibidos por la CVR sobre víctimas fatales causadas por el PCP-SL, el 12%
eran autoridades. Además, el PCP-SL incurrió en el asesinato masivo de
dirigentes sociales, hombres y mujeres, dirigentes comunales, alcaldes va-
ras, dirigentes campesinos, sindicales, barriales, magisteriales y de organi-
zaciones de mujeres.
28. La CVR señala que, por la generalidad y sistematicidad de estas prácticas,
miembros del PCP-SL, y en especial su dirección nacional y su denomina-
da jefatura, tienen directa responsabilidad en la comisión de crímenes de
lesa humanidad en el marco de ataques armados contra la población civil,
cometidos a gran escala o bien como parte de una estrategia general o
planes específicos. Del mismo modo, estas conductas constituyen, a juicio
de la CVR, graves infracciones a los Convenios de Ginebra, cuyo respeto
era obligatorio para todos los participantes en las hostilidades.3 La perfi-
dia con la que actuó el PCP-SL en el terreno, escudándose en la población
civil, evitando el uso de distintivos y atacando a traición, entre otros méto-
dos similares como el recurso a acciones terroristas, constituyó un calcula-
do mecanismo que buscaba provocar reacciones brutales de las fuerzas del
orden contra la población civil, con lo que se incrementaron en una forma
extraordinaria los sufrimientos de las comunidades en cuyos territorios se
llevaban a cabo las hostilidades.
29/30. La CVR encuentra la más grave responsabilidad en los miembros del siste-
ma de dirección del PCP-SL por el conflicto que desangró a la sociedad
peruana, por los siguientes elementos:
• Por haber dado inicio a la violencia en contra del sentimiento
abrumadoramente mayoritario de la población;
• por haber planteado su lucha contra la democracia peruana con una
estrategia sanguinaria;
• por las prácticas violentas de ocupación y control de territorios rurales
y poblaciones campesinas con un alto costo en vidas y en sufrimiento
humano;
• por su política de genocidio mediante actos de provocación al Estado;
• por su decisión de proclamar el llamado «equilibrio estratégico» que
acentuó el carácter terrorista de sus acciones.
2
La CVR ha recibido reportes de 930 autoridades locales asesinadas por el PCP-SL; sin embargo, la
CVR estima que la cifra real es mucho mayor.
3
Se refiere a normas del Derecho Internacional Humanitario recogidas en el artículo 3 común a los
Convenios de Ginebra.
438 31. La CVR hace notar la profunda irresponsabilidad y menosprecio del PCP-
SL hacia sus propios militantes, a quienes se inducía a matar y a morir de
la manera más cruel y sanguinaria, mientras que sus dirigentes máximos,
HATUN WILLAKUY
4
El acto mismo de levantarse en armas contra un régimen legítimamente elegido es un acto criminal.
mática del secuestro, crímenes que violan no sólo la libertad de las personas 439
sino el derecho internacional humanitario que el MRTA afirmaba respetar.
Cabe resaltar también que el MRTA asesinó a disidentes de sus propias filas.
CONCLUSIONES GENERALES
35. En balance, durante la década de 1980 el discurso y las acciones del MRTA
contribuyeron a crear un clima en el cual el uso de la violencia pretendía
aparecer como un recurso político legítimo, favoreciendo en última instan-
cia la actividad y la expansión del PCP-SL. En la década de 1990, especial-
mente a partir de su frustrada toma del Congreso y de la toma de la resi-
dencia del embajador japonés en diciembre de 1996, el MRTA favoreció la
legitimación de la política contrasubversiva autoritaria y militarizada del
gobierno de Alberto Fujimori.
36. La CVR constata que Fernando Belaunde Terry y Alan García Pérez ganaron
la presidencia en elecciones libres y directas por los ciudadanos. También lo
hizo Alberto Fujimori en 1990. Sin embargo, a partir del golpe de Estado del
5 de abril de 1992, Fujimori se convirtió en un gobernante autoritario que
buscó permanecer en el poder consolidando una autocracia corrupta.
37. La CVR hace notar que, a pesar de la subversión armada del PCP-SL y del
MRTA, y de ser notoriamente deficitaria en muchos aspectos, la democracia
respetó la separación de poderes y la libertad de expresión, celebró tres
elecciones presidenciales y parlamentarias, cuatro elecciones municipales
nacionales y elecciones regionales en 1989. Ninguna de ellas fue cuestionada.
38. La CVR constata, no obstante, que quienes gobernaron el Estado en ese
período carecieron de la comprensión necesaria y del manejo adecuado del
conflicto armado planteado por el PCP-SL y el MRTA. Existió un interés
por poner en marcha la Constitución de 1979, por desarrollar el país y por
hacer que la relación entre gobernantes y gobernados fuese expresión del
Estado de Derecho. Sin embargo, tanto el gobierno del presidente Fernando
Belaunde como el del presidente Alan García erraron al no aplicar una
estrategia integral —social, política, económica, militar, psicosocial, de in-
teligencia y de movilización del conjunto de la población— para hacer
frente de un modo eficaz y dentro de sus propios marcos democráticos a la
subversión armada y al terrorismo.
casos, a grupos armados semejantes a los que por esos años actuaban en
otros países de América Latina. Esta fue la razón principal de su dificultad
para enfrentar a un enemigo vesánico, que se confundía entre la población
civil y era diferente de aquellos grupos subversivos.
41. La CVR señala que las fuerzas de la policía tuvieron que responder a la
agresión del PCP-SL y, después, del MRTA en condiciones logísticas preca-
rias, sin entrenamiento adecuado ni rotación suficiente de sus agentes.
Cuando recibieron la responsabilidad de conducir las acciones de lucha
contrasubversiva en Ayacucho, no contaron con un apoyo adecuado del
gobierno.
42. La CVR considera que las limitaciones de los servicios de inteligencia
policiales no permitieron tener una visión adecuada de lo que acontecía.
Esto, sumado al desconocimiento de la naturaleza del PCP-SL, provocó
que se menospreciara la magnitud del fenómeno en curso. Así, en lugar de
enviar a los agentes más preparados y eficientes de cada institución, se
mantuvo la práctica común en las organizaciones policiales de enviar a
agentes no idóneos a zonas alejadas como forma de castigo.
43. La CVR ha constatado que una vez declarado el estado de emergencia en
Ayacucho, en octubre de 1981, la intervención del destacamento policial
contrainsurgente denominado los sinchis5 hizo crecer las violaciones de los
derechos humanos, generó resentimientos y distanció a la policía de la
población.
44. La CVR señala que tanto las dificultades de coordinación para sumar es-
fuerzos entre los tres institutos policiales, cuanto la corrupción entre altos
oficiales y en unidades estratégicas, fueron factores externos al conflicto
mismo que impidieron un mejor desempeño policial en los años en que la
subversión aún era débil. Por ello, a pesar de los relativos logros obtenidos
durante el año 1982 con la captura de subversivos, especialmente en las
ciudades, hubo dos acontecimientos que mostraron que la subversión ha-
bía excedido las capacidades de las Fuerzas Policiales: el asalto al centro
penitenciario de Huamanga por el PCP-SL y el repliegue de los puestos
policiales en el campo a lo largo de 1982.
45. La CVR ha constatado que, con el ingreso de las Fuerzas Armadas a
Ayacucho y la posterior implantación de los comandos político-militares
(CPM) en las zonas declaradas en estado de emergencia, se impuso la sub-
ordinación de la policía a las Fuerzas Armadas. Aquélla quedó sujeta a las
funciones establecidas por los jefes militares, por encima de sus propios
comandos y de las autoridades civiles. En este contexto, y a medida que la
ofensiva militar avanzó, agentes de los tres institutos policiales que ac-
5
Unidad contrainsurgente de la antigua Guardia Civil.
tuaron en las zonas de emergencia incurrieron en graves violaciones de 441
los derechos Humanos.
CONCLUSIONES GENERALES
46. La CVR concluye que la lucha contra la subversión reforzó en miembros
de la policía prácticas autoritarias y represivas preexistentes. La tortura
en interrogatorios y las detenciones indebidas, que habían sido frecuentes
en el trato con la delincuencia común, adquirieron un carácter masivo
durante la acción contrasubversiva. Además, la CVR ha constatado que
las violaciones más graves de los derechos humanos por parte de agentes
de la policía fueron: ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada de
personas, torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes. La CVR
condena particularmente la práctica extendida de la violencia sexual
contra la mujer.
47. La CVR constata que, a partir de la segunda mitad de la década de 1980, la
unificación de las Fuerzas Policiales, el seguimiento de sus labores desde el
Ministerio del Interior y la fusión de distintas unidades operativas en la
Dirección de Operaciones Especiales (DOES), contribuyeron a una mejor
coordinación de acciones para la lucha contrasubversiva. Pese a ello, el sec-
tor no atendió ni reforzó lo suficiente a la DIRCOTE, unidad que había
adquirido experiencia a partir de su trabajo concentrado en Lima.
48. La CVR ha encontrado indicios que vinculan individualmente a agentes de
las Fuerzas Policiales con el mal llamado «Comando Rodrigo Franco», del
que no se ha podido determinar si era una organización centralizada o una
denominación empleada por actores diversos, no necesariamente articula-
dos entre ellos.
49. La CVR puede afirmar que el distanciamiento entre la policía y las pobla-
ciones tendió a agudizarse conforme se desenvolvía el conflicto armado
interno. Este hecho facilitó el arraigo de una mala imagen del policía como
perpetrador o, en el caso de las zonas cocaleras, como corrupto vinculado
al narcotráfico.
50. La CVR constata que a partir de 1985 las Fuerzas Policiales llegaron a tener
un conocimiento más acertado de la organización y formas de acción de
los grupos subversivos, hasta que el trabajo de inteligencia operativa de la
DINCOTE (antes DIRCOTE) logró las impecables capturas de los princi-
pales dirigentes subversivos. Destacan entre ellos las de Víctor Polay Cam-
pos, del MRTA, el 9 de junio de 1992, y la de Abimael Guzmán Reinoso, del
PCP-SL, el 12 de septiembre del mismo año. Estas capturas constituyeron
un factor fundamental para conseguir la derrota estratégica de la subver-
sión y el terrorismo.
51. La CVR constata que, a partir del golpe de Estado del 5 de abril de 1992, la
PNP fue sometida a los planes del Servicio de Inteligencia Nacional y su-
bordinada al poder militar, con un recorte significativo de sus facultades,
una distorsión de sus funciones institucionales y una cúpula involucrada
en la red de corrupción del régimen manejada por Vladimiro Montesinos.
442 LA ACTUACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS
52. La CVR señala que, por decisión del gobierno constitucional mediante
HATUN WILLAKUY
CONCLUSIONES GENERALES
PCP-SL se imponía por la coacción e incluso el terror.
59. Para la CVR, aunque la intervención militar inicial golpeó duramente la
organización y la capacidad operativa de PCP-SL,6 produjo también una
secuela de violaciones masivas de los derechos humanos y convirtió al bie-
nio 1983-1984 en el más letal del conflicto, fundamentalmente, en Ayacucho.
Peor aun, la estrategia resultó contraproducente, pues la represión
indiscriminada en las zonas rurales postergó la ruptura entre PCP-SL y los
sectores más pobres del campesinado, y no evitó la expansión de las accio-
nes armadas a otras zonas del país.
60. La CVR señala que, en agosto de 1989, las Fuerzas Armadas aprobaron la
sistematización de una estrategia contrasubversiva. La nueva estrategia dis-
tinguía en los teatros de operaciones poblaciones amigas, neutrales y ene-
migas, y no tenía como objetivo principal el control territorial sino la elimi-
nación de las Organizaciones Político-Administrativas (OPA) o «comités
populares» senderistas; ganar a la población y aislar a la fuerza militar del
PCP-SL. La estrategia produjo resultados decisivos, como alentar la reac-
ción del campesinado contra el poder senderista y la masificación de los
comités de autodefensa, que cambiaron las relaciones entre las Fuerzas
Armadas y el campesinado.
61. En esta etapa las violaciones de derechos humanos fueron menos numero-
sas, pero más deliberadas o planificadas que en la etapa anterior. Apare-
cieron, además, escuadrones de la muerte cuya actividad llevó a que el
Perú ocupara en esos años el primer lugar en el mundo en desapariciones
forzadas de personas.
62. La CVR señala que la nueva estrategia fue aprovechada por un grupo de
oficiales que, a su vez, diseñó planes para una posible interrupción castren-
se del proceso político. Parte de esos planes autoritarios serían retornados
posteriormente para el golpe de Estado de 1992. Dichos proyectos
antidemocráticos expusieron a las Fuerzas Armadas dos grandes trastor-
nos institucionales: a) el uso de un modelo de política contrasubversiva y
la imagen de unas Fuerzas Armadas victoriosas para justificar el golpe de
Estado de 1992, y b) una tregua con el narcotráfico al definir al PCP-SL
como enemigo principal, que debía ser aislado del campesinado cocalero.
En algunos casos, y sobre todo a partir del ascenso de Vladimiro
Montesinos, esa tregua se convirtió en alianza.
6
Los documentos del PCP-SL reconocen alrededor de 1,700 bajas entre militantes del partido, el ejér-
cito guerrillero popular y las denominadas «masas» que los apoyaron, para el período comprendido
entre mediados de 1983 y mediados de 1985. Aunque no hay convicción absoluta al respecto, la CVR
considera que parte de los militantes muertos del PCP-SL pueden corresponder al total de 2000 des-
aparecidos a manos del PCP-SL, sobre los que se puede razonablemente considerar que fueron jóve-
nes reclutados forzosamente que nunca más volvieron, posiblemente porque cayeron en
enfrentamientos.
444 63. La CVR concluye que la captura de Abimael Guzmán y la desarticulación
del PCP-SL y el MRTA no lograron evitar que la ética, el prestigio e incluso
el bienestar y la eficiencia de las Fuerzas Armadas7 quedaran seriamente
HATUN WILLAKUY
mellados por una cúpula que unió su suerte al gobierno dictatorial. Este
proceso de descomposición estuvo caracterizado por la actividad del Gru-
po Colina, la persecución de oficiales disidentes, así como por la organiza-
ción de un sistema de corrupción, chantaje y espionaje político dentro de
las propias Fuerzas Armadas bajo la dirección de Vladimiro Montesinos.
64. La CVR ha encontrado que las Fuerzas Armadas fueron capaces de extraer
lecciones durante el proceso de violencia, las que le permitieron afinar su
estrategia de manera que ésta fuera más eficaz y menos propensa a la viola-
ción masiva de los derechos humanos. Este aprendizaje se revela ostensible-
mente en el descenso de víctimas por acción de agentes del Estado precisa-
mente en los años más intensos del conflicto armado interno (1989-1993),
mientras que durante esos mismos años el PCP-SL desplegaba una desbor-
dante violencia terrorista contra los pueblos quechua y asháninka, y tam-
bién contra la población urbana. Ese aprendizaje, junto con la proliferación
de los comités de autodefensa, la inteligencia operativa policial y el respaldo
de la ciudadanía, permite explicar la derrota del PCP-SL.
65. La CVR estima que, desde muy temprano, sectores del campesinado más
pobre, aquéllos que según los cálculos del PCP-SL debían haber sido sus
aliados principales, se levantaron contra un proyecto que no compartían y
que se les imponía por la fuerza. En algunos casos de modo espontáneo, en
otros por iniciativa de las Fuerzas Armadas, se formaron comités de
autodefensa (CAD), que posteriormente se multiplicaron e infligieron en
las áreas rurales su primera derrota estratégica al PCP-SL.
66. La CVR reconoce el derecho de los campesinos a la autodefensa en el con-
texto excepcional planteado por la agresión senderista. Constata, al mis-
mo tiempo, que en un número significativo de casos la formación de CAD
se produjo por la presión y el amedrentamiento de las Fuerzas Armadas y/
o de otros CAD. En ocasiones, los CAD fueron más allá de tareas de
autodefensa y resultaron, de acuerdo con los hallazgos de la CVR, respon-
sables de crímenes que deben ser sancionados.
67. La CVR reconoce, sin embargo, que los CAD fueron un factor muy impor-
tante en el desenlace del conflicto armado interno y rinde homenaje a los
ronderos caídos en defensa de sus comunidades y del país. Resalta, asimis-
mo, que, una vez terminado el conflicto armado, no se convirtieron en
sicarios del narcotráfico, ni pusieron su experiencia militar al servicio de
7
El menoscabo de la eficiencia de las Fuerzas Armadas en su tarea fundamental de la defensa
nacional se reveló en el conflicto del Cenepa en 1995.
otros actores implicados en actividades ilícitas. La inmensa mayoría de 445
los miembros de los CAD se ha reintegrado a sus comunidades, y el país
sigue teniendo una deuda con ellos. El decreto legislativo 741 promulgado
CONCLUSIONES GENERALES
a fines de 1991, y su posterior reglamentación, sólo les reconoce
indemnizaciones a partir de la promulgación de la ley, y ha beneficiado a
un reducido número de deudos.
68. La CVR diferencia en primer lugar los años que van entre 1980 y 1992,
tramo que transcurrió bajo regímenes civiles electos democráticamente,
del tramo final de nuestro mandato, posterior al golpe de Estado del 5 de
abril de 1992. Ese cambio de régimen tiene una incidencia directa sobre las
responsabilidades de las máximas autoridades del Estado en torno a las
violaciones de los derechos humanos, pues la centralización del poder inci-
de en la relación más directa en principio entre el Presidente de la Repúbli-
ca y los grupos que operan encubiertos por el poder para perpetrar esas
violaciones.
69. La CVR considera que el Estado tenía derecho a utilizar sus Fuerzas Arma-
das y declarar estados de emergencia, considerados por la Constitución
vigente para afrontar situaciones de grave riesgo. La CVR deplora, sin
embargo, que los gobiernos que así lo decidieron, no tomasen las previsio-
nes para impedir los atropellos a los derechos fundamentales de la pobla-
ción, vigentes aun cuando se declaran estados de emergencia.
70. La CVR es consciente de que todo este actuar de los gobiernos estaba con-
dicionado, tanto en su debilidad como en su improvisación, por fallas pro-
fundas del Estado: i) su insuficiente cobertura territorial y densidad
institucional; ii) su falta de preparación para enfrentar un conflicto de esas
características; iii) la desconfianza que le provocaban significativos secto-
res de sus propios ciudadanos y; iv) una creciente incapacidad para some-
terse a los marcos constitucionales y legales de los que acababa de dotarse
el país a través de la Constitución de 1979.
71. La CVR rinde por eso su homenaje a los dirigentes y militantes de los par-
tidos políticos democráticos que ofrendaron su vida o sufrieron maltrato
por cumplir con honestidad con sus deberes públicos. Nos referimos tanto
a los militantes de los partidos que gobernaron, así como a los que tuvie-
ron responsabilidad parlamentaria en las regiones y municipios. Debe des-
tacarse especialmente a las autoridades locales de los lugares más afecta-
dos por la violencia, que mantuvieron la presencia del Estado peruano
muchas veces a costa del máximo sacrificio. Ellos deben ser un ejemplo
para todos en esta nueva etapa de búsqueda de democracia.
72. La CVR debe constatar, al mismo tiempo, una muy grave responsabilidad
de los gobiernos de esos años, así como de los partidos que tuvieron repre-
446 sentación en el Parlamento, los gobiernos locales y, entre 1989 y 1991, los
gobiernos regionales. En los primeros doce años del conflicto, las Fuerzas
Policiales y las Fuerzas Armadas se hicieron cargo del combate a la sub-
HATUN WILLAKUY
8
Esta última pudo haberse dejado en manos de la autoridad civil, o de un ministro o delegado presi-
dencial ad-hoc.
gales como terrorismo agravado y traición a la patria, tribunales y jueces 447
sin rostro, entre otros. Este nuevo marco legal fue uno de los pilares del
régimen surgido a partir del golpe de Estado de abril de 1992.
CONCLUSIONES GENERALES
INDIFERENCIA Y DEMANDA DE DUREZA
77. La CVR ha constatado, con pesar, que los gobiernos civiles no estuvieron
solos en esta concesión al uso indiscriminado de la fuerza como medio de
combate contra la subversión. Por el contrario, la proclividad de dichos
gobiernos a la solución militar sin control civil estuvo en consonancia con
un considerable sector de la sociedad peruana, principalmente el sector
urbano medianamente instruido, beneficiario de los servicios del Estado y
habitante de zonas alejadas del epicentro del conflicto. Este sector miró
mayoritariamente con indiferencia o reclamó una solución rápida, dispuesta
a afrontar el costo social que era pagado por los ciudadanos de las zonas
rurales y más empobrecidas.
9
Los principales actores políticos lanzaron acusaciones contradictorias entre sí en las que denunciaban,
simultánemente, como a los perpetradores de los actos terroristas al gobierno cubana y a la CIA, a la
izquierda legal y al gobierno, e, incluso, a los militares velasquistas o de ultraderecha.
se sustentaba en la intención y la expectativa de acabar con la subversión 449
en el corto plazo, sin considerar su costo en vidas humanas. Dicha política
fue ratificada por la ley 24150 promulgada en 1985.
CONCLUSIONES GENERALES
87. La CVR encuentra responsabilidad política en el gobierno de Acción Po-
pular por su tolerancia a las violaciones de derechos humanos cometidas
por parte del Estado, principalmente contra la población indígena, la más
desprotegida y marginada del país, y halla en ella una lamentable muestra
de esos hábitos de discriminación y racismo existentes en la sociedad pe-
ruana.
88. Las cifras de la CVR revelan que, según un análisis por año, entre 1983 y
1984 se produjo la mayor cantidad de muertes de todo el conflicto, causa-
das por las campañas de asesinatos del PCP-SL y la cruenta respuesta ofi-
cial, que según los cálculos de la CVR dejaron 19,468 víctimas fatales, es
decir, 28% del total estimado para todo el conflicto armado interno. Estas
cifras pasaron casi inadvertidas para el resto del país, debido a las graves
fracturas étnicas de nuestra sociedad.
CONCLUSIONES GENERALES
que, al producirse la crisis, el gobierno perdió el control de la política
contrasubversiva, salvo en algunas áreas del trabajo policial que fueron muy
exitosas como la del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) que, a la postre,
rendiría los mayores frutos en cuanto a capturas de líderes subversivos.
10
Cambio 90 fue desactivado después de las elecciones de 1990 y nunca tuvo vida orgánica. Nueva
Mayoría fue sólo una sigla para presentarse a las elecciones de 1995. El Frente Perú al 2000, que debió
respaldarlo en las elecciones de 2000, falsificó más de un millón de firmas para inscribirse en el
Jurado Nacional de Elecciones.
11
Un punto de inflexión fue la permanencia de Nicolás de Bari Herrnoza Ríos como Comandante Gene-
ral luego de su pase a retiro a fin de 1991 y hasta 1998.
452 funcionarios del SIN tienen responsabilidad penal por los asesinatos,
desapariciones forzadas y masacres perpetradas por el escuadrón de la
muerte denominado «Colina».
HATUN WILLAKUY
CONCLUSIONES GENERALES
cientes a los partidos que conformaron la alianza Izquierda Unida, muchas
de las cuales fueron autoridades locales que permanecieron en sus puestos
a pesar de la intensidad de la violencia. La CVR resalta, también, que IU
fue un canal de representación política de amplios sectores populares y
movimientos sociales hasta entonces no incluidos en la agenda nacional.
De esta forma, en muchas zonas del país, militantes de izquierda fueron un
freno para el avance del PCP-SL.
106. La CVR ha constatado que la alianza Izquierda Unida (IU) fue la segunda
fuerza electoral durante la mayor parte de la década de 1980, tuvo repre-
sentación en el Parlamento, responsabilidad en gobiernos locales y, entre
1989 y 1992, en los gobiernos regionales.
107. La CVR ha constatado que, durante la década de 1970, la mayor parte de
las organizaciones que luego conformarían IU compartieron con diversos
matices un discurso y una estrategia que privilegiaba la toma del poder
por la vía de la lucha armada. En el contexto de grandes movilizaciones
sociales y apertura democrática de fines de los años 70, algunas de estas
organizaciones iniciaron un viraje que las llevó a valorar positivamente la
vía electoral y la democracia representativa.
108. La CVR hace notar, sin embargo, que un deslinde ideológico insuficiente y
en muchos casos tardío colocó a la mayoría de los partidos miembros de
IU en una situación ambigua frente a las acciones del PCP-SL y más aún
del MRTA. Esta ambigüedad hizo difícil para sus líderes, y también para
las dirigencias sociales sobre las cuales IU tenía influencia, luchar contra la
ideología de violencia del PCP-SL y del MRTA.
109. La CVR constata que la izquierda formuló denuncias de las violaciones de
los derechos humanos cometidos por el Estado. Sin embargo, no dio el
mismo tratamiento a aquéllas cometidas por los grupos subversivos, espe-
cialmente por el MRTA. Hubo dos agrupaciones que mantuvieron hasta el
final la posibilidad del recurso a la violencia para tomar el poder. Esto fue,
en última instancia, lo que produjo la división de la izquierda entre supues-
tos reformistas y revolucionarios.
110. Para la CVR, sin que ello fuera una posición generalizada, sectores de la
izquierda entendieron su participación en el parlamento y en los munici-
pios como una tribuna de agitación y propaganda para demostrar las limi-
taciones de las instituciones demoburguesas.
111. La CVR señala que, en el plano político, el sectarismo y la ineficacia de los
partidos y de los independientes que conformaban IU, así como la dificul-
tad para poner los intereses del país por encima de los grupos o persona-
lidades que la integraban, impidió que ella fuera más allá de su carácter de
alianza electoral y terminó dividiéndola en 1989. La división desconcertó a
sus seguidores y resquebrajó el dique de contención que significaba IU en
454 amplios sectores populares; ello favoreció el avance de los grupos subver-
sivos y, posteriormente, del fujimorismo.
HATUN WILLAKUY
EL PODER LEGISLATIVO
114. La CVR ha constatado que los problemas del Estado para enfrentar el con-
flicto armado interno también se presentaron en el Poder Legislativo. Las
fuerzas políticas allí representadas no tuvieron ni presentaron iniciativas
sobre cómo enfrentar de una manera integral a los grupos subversivos
hasta bien avanzado el conflicto (1991).
115. La CVR deja constancia de que durante toda la década de 1980 el Congreso
funcionó con mayorías de los respectivos partidos de gobierno en cada
período. A través de ellas, los gobiernos inhibieron o debilitaron las capa-
cidades de fiscalización y de formulación legal. Así, el Parlamento 1980-
1985 no cumplió con su función constitucional de fiscalización, al renun-
ciar a ejercer control sobre lo que en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac
venía sucediendo a propósito del conflicto. Encontrándose en este período
la mayor cantidad de peruanos muertos o desaparecidos a causa de la
guerra, el Congreso no efectuó ninguna investigación sobre las violaciones
a los derechos humanos que tanto el PCP-SL como las fuerzas del orden
iban acumulando impunemente.
116. La CVR debe señalar que, frente a la militarización del conflicto, el Congre-
so no planteó ninguna alternativa o plan viable. La principal actividad
normativa estuvo a cargo del Ejecutivo. Y cuando, finalmente, el Congreso
retornó dicha función, no hizo sino reafirmar su escasa voluntad de com-
prometerse a encontrar una respuesta severa y eficaz frente al fenómeno
subversivo.
117. La CVR señala que la aprobación por el Congreso de la ley 24150 que estable-
cía las normas que debían cumplirse en los estado de excepción —normas
por las cuales las Fuerzas Armadas asumían el control del orden interno
en todo el territorio o en parte de él— legalizó lo que en los hechos venía
sucediendo, inhibiendo a la autoridad civil en beneficio de la militar. Así,
esta decisión condujo al debilitamiento del poder democrático civil y a la 455
reducción de la política contrasubversiva a un ámbito de represión y con-
trol militar.
CONCLUSIONES GENERALES
118. Sin embargo, la CVR debe anotar que a partir de 1985 funcionaron comi-
siones investigadoras sobre casos de gran impacto en la opinión pública.
Aunque ninguna logró quebrar el círculo de la impunidad, los debates par-
lamentarios y los dictámenes en minoría generaron corrientes importantes
de opinión pública en contra de las violaciones de los derechos humanos.
No obstante, si bien el Congreso llevó adelante la investigación de impor-
tantes casos de violaciones de los derechos humanos perpetradas por las
fuerzas del orden, no hizo un esfuerzo similar para investigar y demandar
sanción sobre terribles casos de violaciones perpetradas por el PCP-SL.
119. La CVR anota que, en el Congreso surgido a partir de las elecciones de
1990, el Ejecutivo careció por primera vez de mayoría propia. Aprovechan-
do el desgaste de los partidos políticos y el desprestigio del Poder Legisla-
tivo, el gobierno de Alberto Fujimori, y los promotores de una política
contrasubversiva autoritaria y militarizada, sobredimensionaron su in-
eficacia y sus problemas y no tuvieron reparos en disolverlo en 1992.
120. La CVR halla que, entre 1990 y 1992, el Congreso adquirió otra fisonomía.
El que no existiese una mayoría del partido de gobierno y el avance de la
subversión empujaban a una mayor concertación y a participar de manera
más activa en el diseño de una política contrasubversiva dentro de marcos
democráticos. Esa nueva actitud se hizo visible en el debate sobre legisla-
ción contrasubversiva de noviembre de 1991. De otro lado, en materia de
su función de control parlamentario, el Congreso de 1990-1992 intervino
en situaciones de violaciones de derechos humanos en el conflicto armado
interno. Sin embargo, el golpe de Estado de abril de 1992, que cerró el
Parlamento con la anuencia de un sector mayoritario de la opinión pública,
mostró que ése fue un esfuerzo tardío e insuficiente para controlar a los
poderes fácticos y corrientes autoritarias del país. Para entonces los parti-
dos políticos parlamentarios evidenciaban claros signos de agotamiento y
crisis.
121. La CVR considera que, después del golpe de Estado de 1992, el Congreso
careció de capacidad de fiscalización, tanto por el recorte constitucional de
sus atribuciones como por la mayoría parlamentaria absoluta que mantu-
vo la bancada del gobierno hasta el año 2000.
122. A la CVR le ha sido dado constatar que, en muchos casos, la mayoría
oficialista del Congreso después del golpe de Estado, a pesar de la actitud
valiente de congresistas de la oposición, no sólo abdicó su función consti-
tucional de fiscalización, sino que avaló y promovió el encubrimiento y la
impunidad. Un hito en ese proceso fue la aprobación, el 15 de junio de
1995, de la ley 26479 o ley general de amnistía. El Parlamento se convirtió
en la práctica en una caja de resonancia de los planteamientos del Poder
Ejecutivo y del SIN.
456 EL PODER JUDICIAL
123. La CVR debe indicar que la abdicación de la autoridad democrática inclu-
HATUN WILLAKUY
CONCLUSIONES GENERALES
corpus. El tribunal de garantías constitucionales —vigente hasta 1991— evitó
sistemáticamente llegar a sentencias fundadas. Esta situación contribuyó, en
no poca medida, a que las detenciones arbitrarias culminasen en torturas,
ejecuciones arbitrarias y desapariciones forzadas.
129. La CVR considera que la dictadura de Alberto Fujimori pretendió legalizar
de forma espuria la impunidad a las violaciones de los derechos humanos
realizadas por agentes del Estado, logrando que el Congreso Constituyen-
te Democrático aprobase por mayoría dos leyes de amnistía que vulnera-
ban disposiciones constitucionales y tratados internacionales soberanamente
ratificados por el Perú. Salvo una honrosa excepción,12 los jueces renuncia-
ron a su facultad de aplicar el control difuso de la constitucionalidad de las
leyes.
130. La CVR ha constatado que el resultado de la aplicación estricta y acrítica
de la legislación antiterrorista de 1992 permitió que en el procesamiento de
detenidos no se garantizara la imparcialidad de los juicios. Cientos de per-
sonas inocentes tuvieron que sufrir largas condenas; la violación de las
garantías al debido proceso arrojó una sombra de duda sobre los procesos
realizados. El descrédito sufrido por el sistema judicial durante el régimen
presidido por Alberto Fujimori favoreció a los verdaderos subversivos cuan-
do, años después, el Estado tuvo que realizar nuevos juicios a partir de
pruebas escasas. De otro lado, los sentenciados por terrorismo sufrieron
las condiciones vejatorias de la dignidad humana de las cárceles en las que
los recluyeron, que no conducían en absoluto a su rehabilitación. La situa-
ción carcelaria, en efecto, poco atendida por los jueces de ejecución penal,
dio lugar a motines y masacres en 1985, 1986 y 1992.
131. La CVR debe indicar que el Ministerio Público —salvo honrosas excepcio-
nes— abdicó su función de controlar el estricto respeto de los derechos
humanos que debía observarse en las detenciones y se mostró insensible a
los pedidos de los familiares de las víctimas. Por el contrario, se omitió el
deber de denunciar crímenes, se investigó sin energía y se realizaron muy
deficientes trabajos forenses; todo lo cual coadyuvó a la situación de
descontrol e impunidad. Bajo la dictadura de Fujimori, la obsecuencia del
Ministerio Público ante los imperativos del Poder Ejecutivo fue total.
12
Prueba de que era posible objetar esta impunidad la constituye la valiente actitud de la doctora Antonia
Saquicuray, que conoció el caso Barrios Altos, sustentando la inconstitucionalidad de la ley de
amnistía.
458 EL PAPEL DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES
HATUN WILLAKUY
CONCLUSIONES GENERALES
autonomía universitaria, accedió en algunos casos a las direcciones de Bien-
estar Universitario o, al menos, encontró un santuario en viviendas y co-
medores. Allí desarrolló un proselitismo sustentado en prácticas como el
clientelismo y la movilización de los sentimientos de discriminación y agra-
vio de los estudiantes pobres y provincianos, que utilizaban mayormente
esos servicios. A esa población universitaria, carente de redes sociales en sus
lugares de estudio, les ofrecía además identidad y sentido de pertenencia.
139. La CVR encuentra una grave responsabilidad del Estado: i) en el descuido de la
educación pública en medio de un conflicto que tenía al sistema educativo como
importante terreno de disputa ideológica y simbólica; ii) en el amedrentamiento
y/o la estigmatización de comunidades enteras de maestros y estudiantes de
universidades públicas, especialmente de provincias; 13 iii) en el deterioro
de la infraestructura de servicios de varias universidades públicas; iv) en
haber permitido graves violaciones de los derechos humanos de
estudiantes y profesores por el hecho de ser tales.14
140. La CVR repudia los crímenes cometidos contra estudiantes, profesores y trabaja-
dores, al margen de su filiación política. Condena especialmente la matanza de
más de cien estudiantes, profesores y trabajadores de la Universidad Nacional
del Centro (UNCP), por los diferentes actores de la guerra —incluyendo
escuadrones de la muerte— enfrentados en un fuego cruzado y confuso.
Condena, asimismo, la masacre de ocho estudiantes y un profesor de la
Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, en julio
de 1992 y la posterior amnistía de los perpetradores, miembros del escuadrón de
la muerte denominado «Colina» en 1995. Señala, a partir de sus investigaciones,
que además de las ya mencionadas, las universidades de San Cristóbal de
Huamanga, Hermilio Valdizán de Huánuco, Callao, Huacho y San Marcos,
entre otras, resultaron afectadas por la estrategia contrasubversiva de
detenciones-desapariciones y destrucción de infraestructura y, durante el régimen
autoritario de la década de 1990, por la instalación de bases militares en los
campus universitarios.
13
Aunque poco aplicada, en la década de 1990 la ley de «apología del terrorismo» legalizó el amedren-
tamiento al magisterio.
14
De acuerdo a testimonios recogidos por la CVR, del total de víctimas producidas por agentes del
Estado durante el conflicto, el 3% fueron maestros y el 2.4% estudiantes universitarios o de institutos
superiores.
460 iglesias Católica y evangélicas contribuyeron a proteger a la población de
crímenes y violaciones de los derechos humanos. Institucionalmente, la
Iglesia Católica condenó desde temprano la violencia de los grupos alza-
HATUN WILLAKUY
CONCLUSIONES GENERALES
aspectos más brutales del conflicto y a ganar para la lucha democrática
del pueblo peruano una amplia solidaridad internacional.
146. De acuerdo con la tradición del movimiento internacional de derechos
humanos, en los primeros años del conflicto los organismos peruanos de-
fensores de los derechos humanos centraron su crítica fundamentalmente
en el Estado, cuyas acciones se enmarcan dentro de un ordenamiento legal
que deben respetar, que es además signatario de tratados internacionales y
debe, sobre todo, responder por la seguridad de sus ciudadanos. Sin em-
bargo, a mediados de la década de 1980, los organismos que conformaron
la CNDDHH establecieron sus diferencias con las organizaciones de fa-
chada de los grupos subversivos.15 Posteriormente, se negaron a defender
legalmente a militantes o líderes de dichos grupos e influyeron activa y
exitosamente en el movimiento internacional de derechos humanos para
que sus organismos incluyan dentro de sus críticas y monitoreo a los gru-
pos subversivos, tanto peruanos como de todo el mundo.
147. La CVR ha constatado también que, a diferencia de otros países donde se
dieron conflictos armados internos, las organizaciones de víctimas existie-
ron en condiciones de debilidad. Ello porque en la mayoría de los casos las
víctimas eran campesinos pobres, con poca conciencia de sus derechos,
con un difícil acceso a la justicia, con débiles redes sociales y con escasos
contactos urbanos. Esta debilidad favoreció la impunidad de los
perpetradores de crímenes y violaciones de los derechos humanos.
148. En este contexto, la CVR destaca y reconoce la persistencia de la Asocia-
ción Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos
del Perú (ANFASEP), conformada en su abrumadora mayoría por mujeres
ayacuchanas quechuahablantes de escasos recursos. Aun en los peores
momentos, con tenacidad y valentía, dichas mujeres mantuvieron viva la
llama de la esperanza en la recuperación de sus seres queridos y en la
aplicación de justicia para los responsables de su desaparición.
15
Como los llamados «Abogados Democráticos».
462 nados durante el conflicto armado interno en cumplimiento de su deber.
Asimismo, reconoce de manera especial la contribución al esclarecimiento
de hechos y a las denuncias de crímenes y violaciones de los derechos hu-
HATUN WILLAKUY
153. La CVR halla que el conflicto armado interno ha dejado secuelas muy
profundas en todos los planos de la vida nacional. La amplitud e intensidad
del conflicto acentuaron los graves desequilibrios nacionales, destruyeron
el orden democrático, agudizaron la pobreza y profundizaron la desigual-
dad, agravaron formas de discriminación y exclusión, debilitaron las redes
sociales y emocionales, y propiciaron una cultura de temor y desconfianza.
Es necesario, sin embargo, resaltar que, pese a las duras condiciones, hubo
personas y poblaciones que resistieron y se esforzaron por la afirmación
de una sociedad constructora de la paz y del derecho.
154. La CVR hace notar que el conflicto tuvo como resultado la masiva des-
trucción de la infraestructura productiva, y pérdida de capital social y de
oportunidades económicas. Los departamentos que lo sufrieron con mayor
intensidad hoy en los últimos lugares en los índices de pobreza y desarrollo 463
humano.
CONCLUSIONES GENERALES
155. A la CVR le ha sido posible constatar que la violencia destruyó y desorga-
nizó la vida social local, especialmente por el asesinato de dirigentes y
autoridades tradicionales y estatales. Eso produjo un profundo debilita-
miento de la sociedad civil, de los partidos políticos y de las estructuras en
donde más necesario era el afianzamiento de un tejido social: los sectores
más marginados y necesitados de inclusión y expansión de la ciudadanía.
156. Para la CVR, el desplazamiento masivo desde las zonas de violencia cons-
tituyó un doloroso proceso de desarraigo y empobrecimiento de cientos
de miles de peruanos y peruanas. La población desplazada vio afectadas
sus redes sociales, que debieron adaptarse con distintos grados de éxito y
con gran sufrimiento a las nuevas circunstancias, lo cual constituyó un
enorme reto para la provisión de servicios en las ciudades. Asimismo, los
desplazados por el conflicto fueron en muchos casos estigmatizados y
discriminados en escuelas, barrios y centros de trabajo. Al retornar,
tuvieron que enfrentar a veces graves problemas de tierras y ausencia de
apoyo suficiente para reorganizarse y sostener a sus familias.
157. La CVR ha constatado que toda una generación de niños y jóvenes ha
visto truncada o empobrecida su formación escolar y universitaria como
resultado del conflicto; ellos merecen atención preferente del Estado.
158. La CVR es conciente de que el conflicto armado interno intensificó hasta
niveles insoportables el miedo y la desconfianza, que a su vez contribuye-
ron a fragmentar y atomizar la sociedad. En esas condiciones, el sufri-
miento extremo ha causado resentimiento y ha teñido de recelo y violencia
la convivencia social y las relaciones interpersonales.
159. La CVR ha constatado que amplios sectores de la población afectada por
la violencia sufren una u otras formas de secuelas psicosociales, lo que
debilita sus capacidades de desarrollarse y superar las heridas del pasado.
160. Para la CVR una secuela del conflicto armado interno en el terreno político
es la descomposición moral en la que se hundió el país durante los últimos
años de la dictadura de Alberto Fujimori. En efecto, la forma en que el
Estado, las fuerzas políticas y sectores importantes de la opinión pública
enfrentaron esos años, mostrando indiferencia, tolerancia hacia las viola-
ciones de los derechos humanos y disposición a trocar democracia a cam-
bio de seguridad como costo necesario para terminarlo, abrió paso a la
autocracia y a la impunidad.
161. Finalmente, la CVR señala que debe reconocerse que la violencia, con todo
su rigor, no fue capaz de destruir la capacidad de respuesta de la pobla-
ción. En numerosas ocasiones, ante la destrucción de redes sociales tradi-
cionales y el asesinato masivo de dirigentes, las mujeres asumieron nuevas
responsabilidades y lanzaron al país el reto moral de reconocer la pérdida
de miles de sus hijos en masacres y desapariciones. Dirigentes jóvenes
reconstruyeron muchas de las comunidades más afectadas y se pudo com-
464 probar que muchas comunidades habían sido capaces de resistir la vio-
lencia a través de la autodefensa y de alternativas de paz y procesos de
microrreconciliación.
HATUN WILLAKUY
162. La CVR llega a la convicción de que las secuelas del conflicto armado inter-
no pesan como una grave hipoteca sobre nuestro futuro y afectan decisiva-
mente nuestra construcción como comunidad nacional de ciudadanos li-
bres e iguales en un país democrático y plural, que avance por el camino
del desarrollo y la equidad. Considera, asimismo, que el primer paso para
superar esas secuelas es que el país conozca en toda su magnitud las di-
mensiones del horror vivido entre 1980 y 2000.
163. La CVR, a partir del Informe que entrega al país, estima que, si bien pudo
alegarse ignorancia o incomprensión frente al drama que se vivió en los
primeros años del conflicto, ello no es más posible. Enterados los pode-
res del Estado, y los ciudadanos y ciudadanas a quienes va dirigido nues-
tro Informe de las sobrecogedoras dimensiones de lo ocurrido, resulta
indispensable, si queremos vivir civilizadamente en paz y en democra-
cia, reparar, en la medida de lo posible, los gravísimos daños que se han
ocasionado.
164. La CVR considera que su misma existencia y el mandato que recibió de
proponer reparaciones constituye ya el inicio de un proceso de resarcimiento
y de dignificación de las víctimas.
165. Para la CVR la reparación tiene profundas implicaciones éticas y políticas,
y es un componente importante del proceso de reconciliación nacional. Al
ser las víctimas del conflicto en su abrumadora mayoría campesinos, po-
bres, indígenas, tradicionalmente discriminados y excluidos son ellos los
que deben recibir atención preferente por parte del Estado.
166. Para la CVR, la reparación implica revertir el clima de indiferencia con
actos de solidaridad que contribuyan a la superación de enfoques y hábitos
discriminatorios, no exentos de racismo. Aplicadas con equidad, las repa-
raciones deben, asimismo, generar confianza cívica, restableciendo las re-
laciones dañadas entre los ciudadanos y el Estado, de modo que se conso-
lide la transición y gobernabilidad democráticas y se prevengan nuevos
escenarios de violencia.
167. La CVR presenta al país un Plan Integral de Reparaciones donde se combi-
nan formas individuales y colectivas, simbólicas y materiales de resarcimiento.
El Plan debe ser financiado creativamente por el Estado, pero también por
la sociedad y la cooperación internacional; él pone énfasis en: i) las repara-
ciones simbólicas, el rescate de la memoria y la dignificación de las víctimas;
ii) la atención a la educación ya la salud mental; iii) las reparaciones econó-
micas individuales y colectivas (programas de reconstrucción institucional,
desarrollo comunal, servicios básicos y generación de ingresos).
168. La CVR considera que una parte esencial del proceso de reparación es la 465
justicia. Ningún camino hacia la reconciliación será transitable si no va acom-
pañado de un ejercicio efectivo de la justicia, tanto en lo que concierne a la
CONCLUSIONES GENERALES
reparación de los daños sufridos por las víctimas cuanto en lo relativo al
justo castigo a los perpetradores y el consiguiente fin de la impunidad. No
se puede construir un país éticamente sano y políticamente viable sobre
los cimientos de la impunidad. A través de los casos que entrega al Minis-
terio Público, de la identificación de alrededor de 24 mil víctimas del con-
flicto armado interno y de los hallazgos de sus investigaciones en general,
la CVR busca ampliar sustancialmente los argumentos para sustentar el
reclamo de justicia de las víctimas y de sus organizaciones, así como de los
organismos defensores de los derechos humanos y de los ciudadanos en
general.
169. Asimismo, la CVR ha elaborado un Registro Nacional de Sitios de Entierro
sobre la base de la información obtenida durante sus investigaciones. Al
término de su mandato, la CVR ha registrado 4,644 sitios de entierro a
nivel nacional y ha efectuado las constataciones preliminares en 2,200 de
ellos; además, la CVR durante su mandato realizó tres exhumaciones. Es-
tas cifras que superan ampliamente las estimaciones anteriores, confirman
la importancia que tiene impulsar y ejecutar el Plan Nacional de Interven-
ciones Antropológico-Forense que propone la CVR. Asimismo, la CVR se
ratifica en la importancia fundamental del trabajo antropológico-forense
para alcanzar justicia, identificar a las posibles víctimas y procesar el duelo
por nuestros compatriotas desaparecidos.
466
467
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HATUN WILLAKUY
AGRADECIMIENTOS
AGRADECIMIENTOS
AGRADECIMIENTOS
al Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (en especial, al Programa de Apoyo
al Repoblamiento), al Ministerio de Educación, al Ministerio de Salud, al Institu-
to Nacional Penitenciario, al Poder Judicial, el Consejo Supremo de Justicia Mili-
tar y al Ministerio Público (en particular, al Instituto de Medicina Legal). Dejamos
constancia de nuestro particular reconocimiento al Instituto Nacional de Radio
y Televisión, que permitió la transmisión de las audiencias públicas y las princi-
pales actividades de la CVR por medio de las estaciones de radio y de televisión
del Estado.
Deseamos dedicar un reconocimiento singular a la Defensoría del Pueblo que,
no sólo preparó el terreno para que una comisión de la verdad funcionara, sino
que nos acompañó en la difícil ruta que teníamos por delante. Gracias al doctor
Walter Albán y su equipo fue posible desarrollar nuestro trabajo. Les ofrecemos
disculpas por haber secuestrado temporalmente a algunos valiosos profesionales
de su personal.
Finalmente, pero con la misma intensidad, expresamos aquí nuestra gratitud
al generoso aporte y apoyo de gobiernos amigos y organizaciones interna-
cionales que ayudaron al cumplimiento de nuestra misión, no sólo con recursos finan-
cieros, sino también con una amistad tanto más apreciada por los tiempos difíciles
que a menudo nos tocó afrontar. Gracias a la Agencia de los Estados Unidos para
el Desarrollo Internacional, la Unión Europea, la Oficina del Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Agencia Canadiense de De-
sarrollo Internacional y el Ministerio de Relaciones Exteriores del Canadá, a los
gobiernos de Bélgica, Holanda, Noruega, Dinamarca, Suecia (ASDI), Alemania
(GTZ y DED) e Inglaterra (DFIF y el Foreign and Commonwealth Office). Tam-
bién debemos nuestro agradecimiento al Open Society Institute, la Fundación
Ford y la Fundación Sueca para los Derechos Humanos. Del mismo modo, damos
las gracias al International Center for Transitional Justice, al Instituto Cultural
Peruano Norteamericano, a IDEA-Transparencia y a la Fundación Telefónica por
su invalorable apoyo a diversas actividades de la CVR. Declaramos nuestro espe-
cial aprecio y reconocimiento al Programa de las Naciones Unidas para el Desa-
rrollo (PNUD) por haber administrado eficazmente y con gran paciencia un
proyecto complejo que sabemos que les demandó mucho esfuerzo y dedicación.
Expresamos nuestro especial agradecimiento a Kim Bolduc y a Martín Santiago
por el apoyo brindado como Representantes Residentes del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo, así como a José Manuel Hermida, Represen-
tante Residente Adjunto del Programa de las Naciones Unidad para el Desarro-
llo, y a Mario Solari, Oficial de Programas del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo.
Ofrecemos nuestras disculpas por las omisiones que se pudieran encontrar
en este apretado recuento de nuestras deudas de gratitud. El trabajo de la CVR
fue, en gran medida, un vasto esfuerzo colectivo y sería imposible enumerar aquí a
todas las personas e instituciones que nos hicieron beneficiarios de su generosi-
dad. A ellos, les manifestamos nuestro cálido reconocimiento por su apoyo y,
476 ahora, por su indulgencia. Y a todos los lectores de este Informe les expresamos
nuestro agradecimiento por habernos permitido servir al país y por convertirse
en mensajeros de una historia y de unas lecciones que los peruanos no debemos
HATUN WILLAKUY
ignorar.
AGRADECIMIENTOS
función de la protección de los derechos humanos.
Gracias a la unidad de Investigaciones Antropológico-Forenses por haber
desarrollado junto a expertos internacionales un trabajo serio y responsable de
hallazgos respecto de una de las facetas más sombrías de lo que nos correspondió
investigar.
Gracias a los integrantes del área de Audiencias Públicas. Su inagotable dedi-
cación permitió al país conocer la voz de los que nunca habían sido escuchados.
Gracias al área de Secuelas, al Programa Integral de Reparaciones, al área de
Reconciliación, al grupo de trabajo sobre Reformas Institucionales y al área de
Educación por plasmar propuestas concretas de corto, mediano y largo plazo a
partir de una comprensión de las necesidades de las víctimas, y por proponer un
nuevo entendimiento de la Nación.
Gracias al equipo de Salud Mental por su constante acompañamiento tanto a
las víctimas como a nuestros equipos de trabajo. Sin su entereza hubiera sido
imposible desarrollar tan vasta labor.
Gracias a los trabajadores del Centro de Documentación por su trabajo minu-
cioso y preciso, que permitió darle una lógica y un orden al mar de documentos
analizados.
Gracias a quienes formaron parte del Programa de Voluntariado (PROVER).
Su entusiasta y desinteresada labor estuvo presente en un sin número de acti-
vidades y fue de gran ayuda para los diversos grupos de trabajo de la CVR, tanto
en Lima como en todas nuestras sedes regionales.
478
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ANEXOS
ANEXOS
HATUN WILLAKUY
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481
ANEXOS
Crean Comisión de la Verdad
EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
VISTO:
CONSIDERANDO:
DECRETA:
a) Analizar las condiciones políticas, sociales y culturales, así como los com-
portamientos que, desde la sociedad y las instituciones del Estado, contri-
buyeron a la trágica situación de violencia por la que atravesó el Perú;
b) Contribuir al esclarecimiento por los órganos jurisdiccionales respectivos,
cuando corresponda, de los crímenes y violaciones de los derechos huma-
nos por obra de las organizaciones terroristas o de algunos agentes del
Estado, procurando determinar el paradero y situación de las víctimas, e
identificando, en la medida de lo posible, las presuntas responsabilidades;
c) Elaborar propuestas de reparación y dignificación de las víctimas y de sus
familiares;
d) Recomendar reformas institucionales, legales, educativas y otras, como
garantías de prevención, a fin de que sean procesadas y atendidas por medio
de iniciativas legislativas, políticas o administrativas; y,
e) Establecer mecanismos de seguimiento de sus recomendaciones.
Artículo 3.- La Comisión de la Verdad enfocará su trabajo sobre los siguientes 483
hechos, siempre y cuando sean imputables a las organizaciones terroristas, a los
agentes del Estado o a grupos paramilitares:
ANEXOS
a) Asesinatos y secuestros;
b) Desapariciones forzadas;
c) Torturas y otras lesiones graves;
d) Violaciones a los derechos colectivos de las comunidades andinas y nati-
vas del país;
e) Otros crímenes y graves violaciones contra los derechos de las personas.
Artículo 8.- El presente Decreto Supremo será refrendado por el Presidente del
Consejo de Ministros, el Ministro de Defensa, el Ministro del Interior y el Minis-
tro de Justicia.
DISPOSICIONES FINALES
a) Los que sean transferidos para tal efecto por el Ministerio de Economía y
Finanzas.
b) Los que se consignen en el Presupuesto General de la República para los
próximos ejercicios fiscales.
c) Los que obtenga directamente de la cooperación internacional.
d) Otros que se deriven de donaciones.
Tercera.- Los miembros de la Comisión de la Verdad serán designados dentro de 485
los 30 días contados a partir de la vigencia del presente Decreto Supremo. Insta-
lada la Comisión, tendrá un plazo de 90 días para organizar sus trabajos y elabo-
ANEXOS
rar los documentos reglamentarios pertinentes.
Dado en la Casa de Gobierno, en Lima, a los dos días del mes de junio del año
dos mil uno
CONSIDERANDO:
ANEXOS
Con el voto aprobatorio del Consejo de Ministros;
SE RESUELVE:
CONSIDERANDO:
ANEXOS
a doce, a fin de incluir en la misma a personalidades que cumplan los mismos
requisitos, a fin de contribuir al cumplimiento de los ambiciosos fines propuestos
para los próximos meses;
Que por esta situación, así como por la envergadura de los trabajos que la
Comisión debe enfrentar amerita una extensión del período de organización,
normado por el Artículo 7 del referido Decreto Supremo;
DECRETA:
Artículo 4.- El presente Decreto Supremo será refrendado por el Presidente del
Consejo de Ministros, el Ministro de Defensa, el Ministro del Interior, el Ministro
de Justicia y el Ministro de Relaciones Exteriores.
490 Dado en la Casa de Gobierno, en Lima, a los treintiún días del mes de agosto
del año dos mil uno.
HATUN WILLAKUY
ALEJANDRO TOLEDO
Presidente Constitucional de la República
FERNANDO ROSPIGLIOSI C.
Ministro del Interior
ANEXOS
Designan miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
CONSIDERANDO:
SE RESUELVE: