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CINE LITERARIO
1098820404
BUCARAMANGA/SANTANDER
2018
¿QUIEN INVENTO EL CINE?
La idea del cinematógrafo, que es el otro nombre que tiene el cine, es bastante
antigua. De hecho, el origen del cine lo encontramos en el año 1654. Cuando el
sacerdote alemán Atanasio Kircher experimentaba con imágenes en
movimiento gracias a su famosa linterna mágica. Más de un siglo después tenían
lugar las llamadas Fantasmagories del francés Gaspard Robert, llamado
“Robertson”. Un espectáculo muy llamativo basado en figuras pintadas sobre
placas de cristal, que en el año 1798 constituyen las primeras proyecciones
públicas de que se tiene noticia. Las posibilidades reales que podía tener el cine
fueron fueron adivinadas por el belga Joseph-Antoine Plateau, que en el 1828
mediante un artilugio de su invención mostraba imágenes en movimiento. Es el
antecedente más antiguo y más parecido al cine actual. Este físico belga se basó
en el principio de la persistencia de las imágenes luminosas en la retina del
ojo, y en el año 1832 inventó el fenakistiscopio, que permitió por primera vez
contemplar una imagen en movimiento. Un año después, en 1833, el matemático
austriaco Simon von Stampfer creaba un curioso artilugio que
llamó estroboscopio. Este invento permitía poder ver un objeto que estaba
girando sobre sí mismo como si estuviera quieto o dando giros muy despacio.
Por un tiempo, el cine fue considerado una atracción menor, incluso un número de
feria, pero el puntapié inicial para realizar historias y experimentar recursos
narrativos visuales fue cuando Alice Guy una ilusionista que en principio, usó el
cinematógrafo como un elemento más para sus espectáculos, pero luego los
desarrollaría en el cine, creando rudimentarios —pero eficaces— efectos
especiales. Los noveles realizadores captaron las grandes posibilidades que el
invento ofrecía y fue así como en la primera década del siglo XX surgieron
múltiples pequeños estudios fílmicos, tanto en Estados Unidos como en Europa.
En la época, los filmes eran de pocos minutos y metraje, trataban temas más o
menos simples, y tanto por decorados como por vestuario, eran de producción
relativamente barata. Además, la técnica no había resuelto el problema del sonido,
por lo que las funciones se acompañaban con un piano y un relator (ver cine
mudo). Pero en este tiempo surgieron la casi totalidad de los géneros
cinematográficos (ciencia ficción, históricas o de época); el género ausente fue,
por supuesto, la comedia musical, que debería esperar hasta la aparición del cine
sonoro. También en la época se produjeron los primeros juicios en torno a los
derechos de autor de las adaptaciones de novelas y obras teatrales al cine, lo que
llevaría con el tiempo a la creación de las franquicias cinematográficas basadas en
personajes o sagas.
EL CINEMATOGRAFO
Pronto, el particular invento fue distribuido por todo el mundo, bien a través de la
compra de la patente, o bien mediante la copia del artilugio. Diferentes inventores
alemanes, norteamericanos e ingleses copiaron y mejoraron el cinematógrafo, y
puede decirse que a finales del siglo XIX un amplio número de personas en
Europa y en Estados Unidos habían visto algún tipo de imágenes en movimiento.
Por ejemplo, en el caso de la India, el cinematógrafo llegó solamente un año
después de que lo inventaran los hermanos franceses.
Pronto se vio que la capacidad de conexión con el público que poseía el cine
implicaba excelentes expectativas económicas. Aunque hoy hablemos del cine
europeo como un cine de autor y de un cine norteamericano centrado en los
aspectos comerciales, lo cierto es que a ambos lados del Atlántico pronto se
enfocó el cine como un negocio. El cine nació con una pronta vocación industrial,
que se concretó rápidamente en la creación de diferentes empresas con la
intención de rentabilizarlo, es decir, las productoras. Esta visión del cine como un
producto rentable contribuyó a la realización de cada vez mejores películas,
haciendo avanzar el lenguaje cinematográfico, ya que el público demandaba
mejores historias. Todo ello animaba a las empresas a invertir en esta industria.
Algunas de las películas rodadas durante estas tres primeras décadas han pasado
a la historia del cine, convirtiéndose en clásicos y marcando inexorablemente la
evolución posterior del lenguaje cinematográfico. El nacimiento de una nación
(1915) o Intolerancia (1916), convierten a su autor, David W. Griffith (1915), en
uno de los padres del lenguaje cinematográfico, quién concreto en estas dos
películas todas las aportaciones hechas en el cine hasta entonces. De la misma
manera pasarían a la historia Frizt Lang, Sergei M. Eisenstein, Cecil B. DeMille,
Charles Chaplin, Friedrich W. Murnau, Vertov, Jean Epstein, etc.
El final de la década de los veinte está marcado por la revolución que supuso la
llegada del cine sonoro. La primera película que se considera sonora es El Cantor
de Jazz, de Alan Crossland. Warner Bros. hizo esta película cuando estaba casi
en la ruina, en un desesperado intento de salir a flote, y gracias al éxito del filme
logró resurgir e impuso el sonido al resto de las productoras.
Los estudios, que por entonces aglutinaban en sí mismos todas las actividades
cinematográficas de forma vertical (producción, distribución y exhibición), se vieron
obligados a realizar grandes inversiones para adaptarse a la nueva tecnología del
registro del sonido. Las cámaras de cine, para asegurar una buena sintonización
entre la banda sonora y la de imagen, pasaron a rodar a 24 fotogramas por
segundo, lo cual implicó también la reforma de las salas de exhibición.
Un género típico de los Estados Unidos que se desarrolló en aquellos años fue el
Western, en particular gracias al trabajo de cineastas como John Ford. El gran
actor de westerns de la época fue John Wayne. El género fue muy exitoso en
Estados Unidos, por construir una mitología fílmica de carácter nacionalista.
En cuanto a la comedia, su edad de oro comenzó con los Keystone Cops, los
alocados cortos con policías de Mack Sennett, que inventaron el concepto de gag,
incluyendo uno clásico: lanzarle pasteles de crema a la cara de la gente. Pero el
primer gran personaje cómico fue el vagabundo sin nombre que Charles Chaplin
interpretara en numerosos cortos, y más tarde en largometrajes como The Kid
(1921) o en Luces de la ciudad (1927). Otro cómico importante fue Buster Keaton.
Más tarde llegaron El gordo y el flaco, Los Tres Chiflados y Jerry Lewis.
El cine de animación fue experimentado desde los comienzos del cine mismo.
Desde 1889 Émile Reynaud trabajó en este campo, y presentó en 1892 su serie
de cortos Pantomimes Lumineuses; Stuart Blackton creó en 1906 Humorous
Phases of Funny Faces, una animación realizada en un pizarrón; el Stop Motion
fue descubierto por Segundo de Chomón (La casa encantada, de 1906 o 1907) y
por Émile Cohl (La carrera de las calabazas, de 1908), quien además trabajaba
mezclando actores y dibujos.
EL CINE Y LA LITERATURA
Libros como Las mil y una noches y Gargantúa y Pantagruel habían apelado a la
esencia de los sentidos. Shakespeare y Cervantes habían escrito sus importantes
obras Romeo y Julieta y Don Quijote de la Mancha. Moría el simbolismo como
corriente literaria y en su lugar, se daba paso al realismo. Comenzaban así, a
avecinarse, los acelerados cambios que traería el fin de siglo. Mientras, el cine
surgido como arte y más tarde como industria, supo ponerse a tono en breve
tiempo con la literatura, nutriéndose en cierta medida para lograrlo, de esta.
De ahí que se presenten entre un enorme listado, cinco obras literarias cuyos
autores están validados como clásicos. Las mismas respaldan esta proposición
que tienen como interés central el acercamiento desde lo intertextual a sus
respectivas versiones cinematográficas. Elemento teórico que fundamenta la
importancia y riqueza fílmica, a pesar de la existencia y teniendo en cuenta
también, las críticas negativas de las películas presentadas.