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Cognición e inteligencia
Siempre hemos oído decir que el Cociente intelectual (IQ) es un buen indicador para
saber si una persona será exitosa en la vida. La puntuación del test de inteligencia,
decían, podía establecer una relación fuerte con el desempeño académico y el éxito
profesional.
Este par de ejemplos llevados al extremo son poco habituales, pero sirven para
percatarse de que es necesario prestar más atención a esta clase de habilidades
emocionales, que pueden marcar nuestra vida y nuestra felicidad tanto o más que
nuestra capacidad para puntuar alto en un test de inteligencia convencional. Para eso
es importante profundizar en la Inteligencia Emocional.
3. Automotivación
Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener la motivación y
establecer nuestra atención en las metas en vez de en los obstáculos. En este factor
es imprescindible cierto grado de optimismo e iniciativa, de modo que tenemos que
valorar el ser proactivos y actuar con tesón y de forma positiva ante los imprevistos.
4. Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía)
Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra felicidad
personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral. Y esto pasa
por saber tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan simpáticas o
cercanas, pero también con personas que no nos sugieran muy buenas vibraciones;
una de las claves de la Inteligencia Emocional.
De ahí se desprende, según señala García-Allen, que los empleados con alta
Inteligencia Emocional resulten mucho más productivos para las corporaciones.
Me ha dado por pensar en los hábitos de las personas con alta inteligencia
emocional , ya que nuestro día a día está formado por hábitos. Si cuando incluyes
hábitos de deporte y buena alimentación en tu vida, te conviertes en una persona
más saludable, ¿qué pasaría si incluyéramos en nuestra rutina hábitos que nos
hicieran más inteligentes emocionalmente?
Como quiero ayudarte a que mejores tu inteligencia emocional de la forma
más fácil y asequible posible con mis técnicas take-away, hoy he querido ir más
allá y desmenuzar qué es lo que hacen las personas con alta inteligencia
emocional.
La inteligencia ya no se mide por CI (Cociente Intelectual) sino que ahora tiene
mucho protagonismo el CE (Cociente emocional) y cómo éste guía nuestro
comportamiento cotidiano. Saber relacionarnos, hablar y escuchar, comunicar y
gestionar emociones, ser asertivo, tomar decisiones, aceptar cumplidos… ¡Todo
eso nos convierte en personas más capaces y más dispuestas a afrontar los
problemas de la vida!
Te invito a que analices conmigo estos 16 hábitos que tienen las personas con
alta inteligencia emocional y que descubras si los posees y en qué cantidad.
Recuerda que todo se puede mejorar y todo se puede aprender. Nunca es tarde
para comenzar y cambiar no es cuestión de edad.
Nunca es tarde para empezar a desarrollar tu
inteligencia emocional
Vamos a desmenuzar las distintas habilidades que podemos desarrollar dentro de
la inteligencia emocional.
#5 No buscan la perfección
Saben que nadie es perfecto y que la perfección es una ilusión que lleva a
tener expectativas demasiado distorsionadas respecto de la realidad. No
persiguen hacerlo todo bien a la primera. Saben que todo forma parte del proceso
de aprendizaje y que errar es humano. La perfección es una trampa, una manera
de retenerte y mantenerte en la parálisis por el análisis.
#6 Se cuidan y saben lo importante que es la
salud
Duermen lo suficiente, hacen deporte, se alimentan bien, mantienen relaciones
sanas, se alejan de los problemas, buscan el bienestar… Saben qué conductas
les benefician y no dudan en hacerlas. Saben a dónde le conduce tener apatía en
sus vidas y son conscientes de que sólo tenemos un cuerpo y una vida. Como
decían los griegos, Mens sana in corpore sano (“una mente sana en un cuerpo
sano”). Toda persona con alta inteligencia emocional cuidará su cuerpo de la
misma manera.
"Hay dos legados perdurables que podemos trasmitir a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas".
Hodding Carter
Y más que trasmitir, permitir con tutela y orientación que descubran y vayan calibrando a partir de
su propia experiencia los recursos que poseen.
¿Cómo promover que sean sensibles a sus propias emociones, y acompañarles en superar las
pequeñas frustraciones?
¿Cómo ayudar a nuestros hijos/as para que tengan un control de la expresión emocional en
situaciones de dificultad?
¿Cómo aprender el beneficio de las emociones en la toma de decisiones sobre su futuro y sus
relaciones?
Los padres debemos ser conscientes de la influencia que ejercemos sobre nuestros hijos/as. A lo
largo de las diferentes etapas, nuestros hijos/as perciben todo lo que los adultos hacemos, en
especial el comportamiento de los padres. Acompañarles en la interiorización de reglas, valores y
juicios es parte importante del desarrollo social y moral. Encontrar el beneficio para que las reglas
convencionales, buenas costumbres, normas básicas de convivencia y el respeto por los demás
sean adquiridas con complacencia. Efectivamente, los padres somos el principal ejemplo de
imitación.
Nuestros hijos/as pueden hablar con mayor facilidad sobre sus experiencias y las emociones
ligadas a ellas cuando los padres escuchamos con atención y no manifestamos de inmediato
nuestra propia opinión ni ninguneamos la importancia que tienen para ellos. Es preferible hacerles
preguntas, sugerir,… promover que sean más reflexivos sobre las cosas que hacen y que sienten, y
sus consecuencias.
Debemos hablar también, abiertamente, de lo que sentimos nosotros, de las cosas del “día a día”,
sin ocultar nuestros sentimientos ni los errores. Cuando explicamos una situación y detallamos los
hechos, ellos aprenden que tenemos la fuerza emocional para examinar y enfrentarnos a las
situaciones, sean más o menos difíciles, aprendiendo que también ellos lo pueden hacer.
Ante una situación de ámbito familiar expresemos qué es lo que sentimos cada uno de los
miembros de la familia, cómo interpretamos lo que está pasando. Siempre con respeto y
sinceridad. Comprendamos que todos podemos tener puntos de vista distintos y que ello no lo
convierte en un problema. Aprendamos, unos y otros, a disculparnos y pedir perdón.
Debemos ayudarles a “reinterpretar” las situaciones que les angustian, a analizar sus experiencias
anteriores, a reconocer los posibles obstáculos. Cuando ampliamos el punto de vista encontramos
soluciones en las que antes ni tan siquiera habíamos podido reparar, dibujamos alternativas.
Lo mismo ocurre con la forma de resolver conflictos, que lejos de ser única e inequívoca, cuenta
con tantas posibilidades como modos de mirar el conflicto. La Inteligencia Emocional propone
abandonar antiguas creencias y estereotipos sobre cómo resolver los problemas. Cada situación es
distinta, podemos abordar el conflicto desde la observación renovada. La comprensión del otro
con una escucha atenta y paciente es incuestionable.
Hay que ayudarles a sobrellevar la decepción y el desencanto por no conseguir lo que quieren o
desean, enseñarles a tolerar la frustración. Es muy educativo que aprendan que cada error
conlleva una consecuencia y que no todo lo que se quiere se consigue. Animarles ante el fracaso y
la decepción, a conocer sus limitaciones y a superarlas en la medida de lo posible.
Es preciso enseñarles que, en ocasiones, la recompensa no llega de forma inmediata. Enseñarles a
plantearse objetivos, reconociendo el esfuerzo que implica. Animándoles a que tomen decisiones
y se puedan equivocar. Adoptar una actitud positiva y a tener expectativas de éxito.
Es muy importante propiciar momentos de distensión y de libre expresión de la alegría, así como
enseñarles y practicar con ellos alguna técnica que les ayude a equilibrar su estado emocional en
los momentos de tensión bloqueante y sobretodo aprender a reconocerlos.
Así empecé yo a utilizar la herramienta “Mover los Sentimientos” con mis hijas cuando estas
tenían 11 ó 12 años. Una herramienta que permite consolidar el vínculo familiar donde cada uno
tiene su papel: padre, madre, hijos/as. “Mover los Sentimientos” nos facilita momentos para
escucharnos en plena adolescencia. Finalmente podemos aconsejar con serenidad.
1. Percepción: una buena percepción implica saber leer nuestros sentimientos y emociones,
etiquetarlos y vivenciarlos. Con un buen dominio para reconocer cómo nos sentimos,
establecemos la base para posteriormente aprender a controlarnos, moderar nuestras
reacciones y no dejarnos llevar por impulsos o pasiones exaltadas.
1. IE y las relaciones interpersonales: una alta IE nos ayuda a ser capaces de ofrecer a los
que nos rodean una información adecuada acerca de nuestro estado psicológico. Para
poder controlar los estados emocionales de los demás hay que ser capaz, previamente, de
manejar bien los propios estados emocionales. Las personas emocionalmente inteligentes
no sólo son más hábiles para percibir, comprender y manejar sus propias emociones, sino
también para extrapolar estas habilidades a las emociones de los demás. En este sentido,
la IE desempeña un papel fundamental en el establecimiento, mantenimiento y calidad de
las relaciones interpersonales.
5. Al alumnado capaz de regular sus emociones negativas y mantener las positivas le será
más fácil desarrollar competencias más elaboradas relacionadas con la tolerancia a la
frustración o la asertividad (por ejemplo, aceptar las críticas, defender su postura de
forma no agresiva, etc. (Extremera y otros, 2004).
En este sentido, la competencia social y emocional del profesorado resulta imprescindible para
llevar a cabo procesos de enseñanza y aprendizaje efectivos en cuanto a la consecución de dichos
objetivos se refiere. Por tanto, se trata de promocionar la inclusión socio-emocional en nuestras
aulas, siendo conscientes de que el profesorado se consolida como el referente principal en
relación a actitudes, comportamientos, emociones y sentimientos, para sus alumnos y alumnas en
el aula.
Ello implicaría la inclusión de nuevos campos de trabajo relacionados con la inteligencia emocional
como son la percepción, comprensión, regulación de las emociones, relaciones interpersonales,
comunicación, etc. formando a docentes conscientes del papel que las emociones juegan en el
aula.
Esta nueva incorporación conlleva implicaciones positivas en los resultados del trabajo diario de
los docentes que afectan a los procesos de aprendizaje, a la salud mental y física, a la calidad de
las relaciones sociales y al rendimiento académico y laboral que puede contribuir a generar un
buen clima de aula, a disminuir el nivel de estrés propio de esta profesión, a la mejora de las
relaciones interpersonales con el alumnado, etc. Se trata de proyectar durante su labor diaria una
personalidad comprensiva que va más allá de la visualización de las conductas de los estudiantes,
pues se ha de profundizar en las emociones que llevan implícitas dichas conductas, a la
comprensión, a la creación de un clima de diálogo y entendimiento, escucha activa, etc.
Bibliografía: