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4.

Los dioses de la astrología: Zodíaco, Planetas, Decanos y Paranatéllonta

Podríamos imaginar los elementos de la astrología como un gran

teatro cuyo telón de fondo es el Zodíaco, los actores los planetas y las dos luminarias34

y el escenario la dodecátropos o carta astral. La única diferencia es

que, en la comedia o tragedia (según a cada cual le vaya en la vida) representada, esos tres
elementos interfieren entre sí, complicando la acción de unos

y otros y con ello las víctimas del drama que son todos los seres, actividades

y hechos que existen en el mundo sublunar. Veamos, pues, brevemente esos

elementos.

4.1 El Zodíaco

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Es una banda de cielo de aproximadamente 12º de anchura que se

distribuye a ambos lados de la eclíptica

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y que viene delimitada por la separación máxima en latitud de los planetas con respecto a aquella.
Los pueblos

de Mesopotamia la dividieron en sectores y asociaron las constelaciones que

los ocupaban a diferentes objetos o animales relacionados con la vida económica, social o religiosa
de sus ciudades; los doce signos, tal como aparecen

en la astronomía grecorromana, eran conocidos al menos por los caldeos

hacia el 600 a.C. Una tablilla de la biblioteca de Sippar indica en el recto las

constelaciones con sus nombres y en el verso las distancias entre ellos. Es

curioso que en ella aparece diferenciado el signo de Libra (MUL.GIS.ERÉN

= un tipo de balanza; Pettinato 1998: 97-99), siendo así que entre los griegos el signo se identifica
con las pinzas del escorpión y sólo a partir del s. I
a.C. se reinterpretarán éstas con los platillos de la balanza, lo cual será importante para sus
influencias astrológicas. Sin embargo, el nombre continuó

siendo χῆλαι(= “pinzas”) que recuerda su antigua vinculación con el signo

siguiente. Los griegos les dieron el nombre de ζῴδια(de donde Zodíaco),

manteniendo las identificaciones de la mayoría de ellos o asociándolos a personajes y objetos de


sus mitos, especialmente del de Heracles. Este proceso

de astralización, generalizado a otras constelaciones extrazodiacales, dio lugar a una literatura de


catasterismos, cuyos nombres más importantes son

Eratóstenes (III a.C.) y Arato (III a.C.) que los consagró en forma poética.

Como ya hemos indicado a propósito de Libra, las asociaciones naturales

y adscripciones mitológicas de los diferentes signos fueron esenciales para

la astrología, ya que muchas de sus influencias se deben a ellas. Su consideración como seres vivos
ha motivado no sólo la terminología de referencia

a ellos (el nombre griego significa “figurita de animal”), sino también la de

sus relaciones. En efecto, una de las doctrinas más importantes relativa a

esas relaciones es la de los aspectos, nombre que (del latín adspicio= mirar)

tiene que ver con la forma en que se miran (positiva o negativamente) unos

a otros (Bouché-Leclercq 1899: 157-177). Con ella se distribuyen en forma

de triángulo (trígono o triplicidad, cada cuatro signos) (fig. 1), de cuadrado

(cuadratura, cada tres) (fig. 2), de hexágono (sextil, doble triángulo, cada

dos) (fig. 3), y en diámetro (oposición) (fig. 4). A esas figuras geométricas el

pitagorismo les atribuía efectos positivos (triángulo y hexágono) o negativos

(cuadrado) que serán muy importantes para establecer configuraciones entre los planetas que se
encuentran en ellos

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. Por lo demás, a los triángulos se

aplica la doctrina de los elementos y así tenemos que el primero (el de Aries)
es de fuego, el segundo (el de Tauro) de tierra, el tercero (el de Géminis) de

aire y el cuarto (el de Cáncer) de agua (fig. 1), con todas las implicaciones

que la naturaleza de estos elementos conlleva. En cuanto a los cuadrados, los

signos se asocian a su posición estacional de modo que los equinocciales y

trópicos significan cambio, los siguientes (que fijan la estación) son sólidos y

los últimos (que comparten rasgos de la suya y de la estación siguiente) son

mixtos (fig.2). Hay otras clasificaciones relacionadas con la representación

de los signos (animales, humanos, con voz, sin voz, etc.), pero la más importante es la que, de
acuerdo con el principio pitagórico que considera lo impar

masculino y lo par femenino, se les atribuye sexo a los signos según su orden

empezando por Aries

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; esta alternancia, precisamente, nos da un hexágono

masculino y otro femenino (fig. 3).

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