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Gonzalo Prieto
eptiembre, 2016
Alexander Von Humboldt no se consideraba a sí mismo un geógráfo, sino más bien un físico, un
naturalista, un químico o un botánico. De hecho, él mismo definió el proyecto científico de su vida, el que
lo condujo a América, como una empresa ideada para contribuir al progreso de las ciencias físicas.
Sin duda, Humboldt fue un gran científico, pero sus logros en este campo no desmerecen a los geográficos.
Consideraba que la publicación de su trabajo podía ofrecer interés para la historia de los pueblos y el
conocimiento de la naturaleza.
Su contribución a la geografía es inmensa, hasta el punto de que sea considerado el padre de la geografía
moderna actual. Quizá por ello ni él era consciente de ello.
La vastedad de su formación, que incluía economía política, finanzas, matemáticas, ciencias naturales,
botánica, física y geología, le permitía analizar un paisaje o cuadro de la naturaleza, en cualquier aspecto.
Así, sin duda Humboldt fue uno de los representantes máximos del Siglo de las Luces. A partir de sus
trabajos y los de Karl Ritter, los estudios geográficos se convirtieron en una herramienta científica de
enorme utilidad en cuanto teoría y método.
Humboldt utilizaba un método empírico de observación sistemática que, por medio del raciocinio, debe
conducir a la explicación causal de los fenómenos y a su comparación con otros similares. Era un hombre
universal capacitado para ver continentes enteros como su campo de estudio.
Humboldt y su compañero de viaje, el botánico Aimé Bonpland, recogieron muestras de todo tipo y
tomaron centenares de miles de notas que luego sirvieron para que un ejército de intelectuales franceses
y alemanes las ordenara, catalogara y clasificara durante más de medio siglo.
Como resultado de su viaje por el río Magdalena, entre Cartagena y Honda, Humboldt realizó uno de sus
mejores trabajos cartográficos, apoyándose, además, en los mapas costeros del Caribe granadino
elaborados por el Expedición Fidalgo y por Vicente Tallado. Posteriormente, complementó la carta de todo
el río, cuando obtuvo una copia del mapa del alto Magdalena elaborada por Francisco José de Caldas.
Esta forma de trabajar, apoyando sus propias observaciones en mapas y estudios de calidad comprobada,
aumentó muchísimo su información obtenida. Su capacidad para obtener materiales de archivo, mapas,
informes y libros era asombrosa.
De hecho su obra ‘Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente’ continúa siendo uno de los
libros fundamentales para el estudio de la Orinoquia y la Amazonia y, en menor medida, de los Andes. La
parte geográfica se complementa con el ‘Atlas geográfico y físico’ y con el ‘Atlas pintoresco’.
Con dicha obra se inician los estudios sistemáticos de los trópicos cercanos a la línea del Ecuador
(equinocciales) que, por carecer de estaciones propiamente dichas, ofrecen características de una gran
complejidad en cuanto la distribución horizontal y vertical de las plantas, los animales y el hombre.
Esta obra monumental, originalmente de seis libros, cubre los aspectos físicos, morfológicos, de población,
estadísticos, agrícolas, mineros, comerciales y la defensa militar esta enorme colonia de España a
principios del siglo XX.
Perfil del Chimborazo.
Ya para 1822 había sido traducida del francés al español y acogida por el gobierno de la nueva República
de México como el libro fundamental para guiar la reorganización económica y política del país. El Atlas,
que se publicó por separado, contiene veinte mapas en folio muy detallados, constituyéndose en sí mismo
en otro trabajo básico para México y Guatemala.
Un papel similar al ensayo sobre México tuvo el libre ensayo político sobre la Isla de Cuba. Durante
muchos años fue la obra fundamental, tanto para el estudio de dicha isla, como para los estudios generales
de las Antillas.
En 1834, en una carta a Karl August Varnhagen von Ense, Humboldt declaraba: “Tengo la disparatada idea
de plasmar en una sola obra todo el universo material, todo lo que hoy en día sabemos de los fenómenos
de los espacios celestes y de la vida terrestre, desde las nebulosas estelares hasta la geografía de los
musgos en las rocas de granito, con un estilo vivo que causará deleite y cautivará la sensibilidad […] Ahora
mi título es Cosmos”.
Cosmos supone el gran intento del sabio prusiano de hacer una obra general de síntesis de los
conocimientos de su época. Su valor no radica sólo en su dimensión estrictamente científica, también en
su ideario filosófico. En su páginas se habla de valores, como la universalidad del conocimiento, el respeto
entre las diferentes culturas, la libertad del hombre, los derechos humanos y la democracia.