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UNIVERSIDAD

INCA GARCILASO DE LA VEGA


FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

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LIBRO HOMENAJE
POR EL

Parte General de Derecho Penal


Política Criminal
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Derecho Penal Económico


UNIVERSIDAD INCA GARCILASO DE LA VEGA
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1

LOS LÍMITES DEL DOLO: CULPA CONSCIENTE,


DOLO DE PELIGRO Y ERROR

PATRICIA LAURENZO COPELLO(*)

SUMARIO:
1
l. Los puntos de partida. II. El dolo como conocimiento
del riesgo. Ill. Dolo y culpa consciente. 1. La esencia de
la culpa consciente: el criterio de la confianza en la evita-
ción del resultado. 2. El dolo y la culpa consciente en la
práctica de los tribunales. 3. La culpa consciente como
un supuesto de error de tipo. IV. Dolo de peligro, impru-
dencia y error.

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(*) · Catedrática de Derecho Penal, Universidad de Málaga

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l. LOS PUNTOS DE PARTIDA
El predominio de las concepciones normativas en la construcción
de la moderna teoría jurídica del delito ha dado lugar a que las distintas
posturas sobre el contenido y alcance del dolo dependan, en buena me-
dida, de consideraciones de orden teleológico!. De ahí que la discusión
sobre los límites del dolo se desarrolle en el contexto de los fines del
Derecho penal y el modo como éstos se concretan a través de sus nor-
mas, aspectos ambos que, en conjunto, ofrecen las bases adecuadas para
explicar las razones de la punición preferente de la conducta dolosa.
Siguiendo estas pautas, y a partir de la ya tradicional concepción del
Derecho penal como instrumento para la protección de bienes jurídicos2,

l. Sobre la evolución de la discusión sobre el contenido del dolo y el paso hacia las
concepciones normativizadas de este elemento del delito, véase, ampliamente,
LAURENZO COPELLO, Dolo y conocimiento, Valencia, 1999, pp. 27 y ss.
2. Pese a la resistencia que hoy muestran los partidarios de la teoría sistémica, hasta
el momento no se ha presentado ninguna alternativa lo suficientemente depurada
como para sustituir de modo convincente la tesis que sitúa la función del Derecho
penal en la tutela de bienes jurídicos, si bien ha de reconocerse a los críticos la
urgente necesidad de «modernizar» el criterio que aquí se admite como punto de
partida. Entre los partidarios de este punto de vista mayoritario, véanse, en la
doctrina española, COBO DEL ROSALNIVES ANTON, Derecho Penal, P.G. 4ª ed., Valen-
cia, 1996, p. 289; Mm PUIG, Derecho Penal, P.G, 6ª ed., Barcelona, 2002, p. 102;
MUÑOZ CoNDE/GARCIA ARAN, Derecho Penal, P.G., 5ª ed., Valencia, 2002, p. 59;
LuzoN PEÑA, <<Alcance y función del Derecho penal>>, en ADPCP, 1989, pp. 32
y 46; ÜCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, <<Función y límites del principio de exclusiva
protección de bienes jurídicos», en ADPCP, 1990, pp. 5 y ss. El punto de vista
crítico puede consultarse en MüssiG, <<Desmaterialización del bien jurídico y de la
política criminal>>, en Revista de Derecho Penal y Criminología, 2002, p. 171, quien

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el problema de los fundamentos del dolo depende, entonces, de la esas posturas personales son irrelevantes de cara a establecer su lesión5.
pregunta por las razones que hacen del comportamiento doloso el tipo Contra lo que a primera vista pudiera parecer, este punto de vista no es
de conducta que en mayor medida perturba esa misión tutelar del or- incompatible con el reconocimiento de la función de determinación
denamiento punitivo3. que es propia de la norma penal, sino que se trata de encauzar ese papel
orientador del imperativo exclusivamente al ámbito de expresión exter-
Dentro de las posturas teleológicas existe cierto consenso en res-
na de la conducta, es decir, a aquellos aspectos del comportamiento que,
ponder a este interrogante en los siguientes términos: el tipo de com-
por trascender al entorno social, constituyen un peligro para los bienes
portamiento más perturbador para los fines del Derecho penal es aquél
jurídicos que el Derecho penal se dirige a tutelar6. En síntesis: la norma
que pone de manifiesto que el autor no se guía por sus mismas pautas
se limita a ordenar la evitación de determinadas modificaciones de la
o, mejor aún, que dirige su conducta conforme a juicios contrapuestos
realidad social, sea mediante la omisión de acciones capaces de produ-
a los contenidos en las normas penales. Y esto es así porque esa situa- cirlas, sea mediante una actuación positiva. El juicio que al ciudadano le
ción subjetiva no sólo supone un peligro para el bien jurídico concre-
merezcan internamente esas alteraciones jurídicamente desvaloradas
tamente amenazado, sino también para el propio mantenimiento de la
pertenece, en cambio, a su esfera privada de libertad7.
vigencia de la norma, cuyo respeto por el conjunto de la comunidad
puede resultar debilitado 4 . De todo ello se sigue que el contacto subjetivo entre autor y resulta-
do relevante para el dolo no puede residir en las valoraciones individua-
Situada así la razón de la gravedad de la conducta dolosa en su ex-
les -internas- de aquél respecto del bien jurídico, sino en alguna forma
presión de un criterio opuesto al de la norma, es posible postular, a su de relación subjetiva con el hecho susceptible de ser interp-retada externa-
vez, que su contenido y alcance depende de los fines de la propia norma mente como una negación de la orden de evitar su perturbación S.
penal. Y como en el contexto del Estado democrático parece clara la
ilegitimidad de cualquier tesis que pretenda atribuir a la norma penal la
función de imponer a los ciudadanos la aceptación interna de sus crite- 5. Así, para rechazar la identificación de la voluntariedad del dolo eventual con
rios valorativos -aun cuando éstos expresen los valores imperantes en la cualquier clase de «actitud interna» o <<emocional», MIR PUIG, <<Conocimiento y
voluntad en el dolo», en Elementos subjetivos de los tipos penales, Madrid, 1994, p. 22.
sociedad-, cabe postular, también, que este dato no puede ser relevante
6. Corno bien sostiene JAKOBS, en un Estado democrático donde prima la libertad
para afirmar su contrariedad. En otros términos, si se admite que las
individual el papel del Derecho penal no puede consistir en «Un control de lo
normas penales no tienen la función de imponer determinadas valora- interno incluidos los motivos, sino en un control de lo externo. La indagación de
ciones internas a los ciudadanos, deberá convenirse, igualmente, en que lo interno sólo está permitida para la interpretación de un (hecho externo pertur-
bador por sí mismo» -JAKOBS, «Krirninalisierung irn Vorfeld einer Rechtsgutsver-
letzung», en ZStW Nº 97, 1985, p. 761, subrayado del original-.
7. Igual, en los resultados, PUPPE, Vorsatz und Zurechmmg, Heidelberg, 1992, pp. 39 y s.
sostiene que «la dimensión práctico-social de la concepción del Derecho penal
8. Téngase en cuenta que la «norrnativización» implícita en esta perspectiva social
corno protección de bienes jurídicos ha quebrado».
-frente a la visión puramente interna del agente- no se introduce en el plano de
3. Cfr. HASSEMER, <<Kennzeichen des Vorsatzes», en Gediichtnisschrift für Armin los elementos del dolo, sino en la fase previa de fundamentación, de donde se sigue
Kaufrminn, Colonia /Berlín /Bonn/ Munich, 1989, pp. 293 y s.; FRJSCH, Vorsatz und que no es de recibo aquí la clásica objeción de objetivación de un elemento sub-
Risiko, Colonia /Berlín /Bonn/ Munich, 1983, p. 31. jetivo. Por el momento se trata de saber por qué las conductas dolosas son las
4. Cfr. HASSEMER, Einfiihrung in die Gnmdlagen des Strafrechts, Munich, 1990, p. 223; que en mayor medida se oponen a los fines del Derecho penal y en este contexto
FRJSCH, Vorsatz und Risiko, cit., p. 101. En sentido similar, SCHROTH, Vorsatz und -€rninenternente normativo- está justificado el recurso a las valoraciones sociales
Aneigung der unrechtskonstituierenden Merkma/e, Frankfurt, 1994, pp. 10 y ss. y jurídicas de la conducta. Una perspectiva similar en PHILIPPS, <<Dolus eventualis

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- - - - - LOS LíMITES DEL DOLO: CULPA CONSCIENTE, DOLO DE PELIGRO Y ERROR - - - -


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La pregunta que nos hacíamos inicialmente podría reformularse, haberlo conocido. Bién es verdad que esto último permite afirmar la
entonces, preguntándose bajo qué condiciones subjetivas una conducta evitabilidad del resultado y, precisamente por eso, esta clase de conduc-
lesiva o peligrosa para un bien jurídico pone de manifiesto, desde la tas permanecen todavía dentro del ámbito posible de las normas pena-
perspectiva social, que el st~eto se guía por valoraciones contrapuestas a lesl3. Pero si el autor desconoce el riesgo de lesión del bien jurídico, no
las del Derecho penal9. La respuesta puede sintetizarse de la siguiente cabe interpretar su comportamiento corno una negación de los criterios
forma: sin duda cuando el autor obra con la intención de producir el valorativos que la norma impone en el actuar externo. Se podrá conside-
resultado típico. Pero no sólo en esos supuestos. También cuando, sin rar una <<ligereza>>, pero no la cristalización de unos criterios divergentes
mediar intención directa de lesionar el bien jurídico, emprende la ac- de los previstos por la normal4.
ción a pesar de ser consciente del riesgo que ella entraña lO. Esto último basta En esta diferencia reside la diversidad de respuesta penal ante los
porque también esa situación refleja unas pautas en la orientación del actuar comportamientos dolosos y culposos. Su punto en común y la razón de
externo que se contraponen a las del ordenamiento jurídicoll: quien en rela- que sean objeto de las normas destinadas a proteger bienes jurídicos se
ción a un resultado úpico actúa a pesar de decirse a sí mismo «es posible que encuentra en que ambos representan <<la causación individualmente evi-
mi acción produzca este efecto>> está manifestando así que los parámetros table de un resultado>>, evitabilidad que proviene de la cognoscibilidad
determinantes de su comportamiento son distintos a los del Derechol2. del desarrollo causal y, por consiguiente, de sus eventuales consecuen-
No cabe decir lo mismo, en cambio, cuando se causa la lesión del ciasl5. Esa posibilidad de control del suceso emanante de los conocimien-
bien jurídico sin conciencia del riesgo aunque con la posibilidad de tos, siquiera posiblesl6, de la magnitud del peligro representado por la
acción, ofrece la base mínima para dirigir a la conducta el juicio de des-
valoración penal porque coloca al bien jurídico en una situación de inse-
und Problem der Entscheidung unter Risiko>>, en ZStW 85, 1973, pp. 36 y ss.; guridad que se podía haber evitadol7. Sin embargo, el mayor dominio
RoxrN, Strafrecht, AT, 3ª edición, Munich, 1997, p. 360; PuPPE, Vorsatz und Zurechnung,
cit., PP· 39 y S.
9. También apela al <<significado social objetivo>> de las conductas dolosas como cri- 13. Sobre el requisito de la evitabi!idad y su relación con el concepto de acción cfr.,
terio determinante de su mayor gravedad, MIR Purc, El Derecho penal en el Estado JAKOBS, Strafrecht, AT, Berlín/ New York, 1991, pp. 139 y ss., BAC!GALUPO, Princi-
social y democrático de derecho, Barcelona, 1994, p. 236. pios, cit., pp. 167 y s.
10. Cfr. FRISCH, Vorsatz und Risiko, cit., pp. 90 y ss.; PUPPE, Vorsatz und Zurechnung, cit., 14. Así, en los resultados, RoxrN, Strafrecht, cit., pp. 349 y 358.
pp. 40 y s.; BAetGALUPO, Principios de Derecho Penal, 4ª ed., Madrid, 1997, p. 228.
15. Cfr. JAKOBS, Strafrecht, cit., p. 141. También SCHROEDER, F.Ch., en Leipziger
11. G!MBERNAT alega, además, que intención y conocimiento de la probabilidad del Kommentar, parág. 16, n° 2.
resultado son equivalentes desde el punto de vista del peligro implícito para el
16. En la distinción entre el control actual y potencial hace residir Kindhiiuser la
bien jurídico porque en ambos casos existen serias posibilidades de que ese riesgo
se concrete en lesión -cfr. GrMBERNAT, <<Algunos aspectos de la reciente doctrina diferencia entre lo doloso y lo culposo: <<Actúa dolosamente quien parte de
jurisprudencia! sobre los delitos contra la vida (dolo eventual, relación parricidio- que con su acción puede hacer realidad un 'tipo legal. Actúa imprudentemen-
asesinato)>>, en ADPCP, 1990, p. 430. En sentido similar, aunque con la inclusión te, en cambio, quien podría partir de que con su acción puede hacer realidad
en todo caso de algún modo de participación de la voluntad, MIR Purc, El Derecho un tipo legal». KrNDHAUSER, «Der Vorsatz als Zurechnungskriterium>>, en
penal en el Estado social y democrático de Derecho, cit., p. 236. ZStW 96, 1984, p. 25.
17. Sobre la fundamentación común de la punición de conductas dolosas y culposas a
12. Cfr. PUPPE, <<Der Vorstellungsinhalt des dolus eventuales>>, en ZStW 1991, pp. 14
y s. En contra, exigiendo un posicionamiento volitivo del autor como dato deter- partir de la idea de peligrosidad para el bien jurídico, cfr. FRISCH, Vorsatz und
minante del peligro para la vigencia de la norma, HASSEMER, <<Kennzeichen>>, cit., Risiko, cit., en especial, pp. 84 y ss. Desde otra perspectiva, también MARJNUCCI,
pp. 297 y s.; lo sigue, DrAZ PITA, El dolo eventual, Valencia, pp. 301 y ss. , <<Non c'e dolo senza colpa. Marte della «imputazione oggettiva dell'evento>> e

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- - - - - LOS LíMITES DEL DOLO:. CULPA CONSCIENTE, DOLO DE PELI GRO Y ERROR - - - -
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sobre el desarrollo del hecho que posee quien emprende la acción con Cierto es que líneas más arriba se ha reconocido -como no podía
plena conciencia del riesgo lBy, consecuentemente, su acceso directo a ser de otro modo- que también la intención de realizar el tipo implica
la posibilidad de evitarlol9 incrementan el desvalor de la conducta en un enfrentamiento frontal del autor con la norma. Pero, a diferencia de
tanto ésta no representa sólo un peligro para el bien concreto, sino lo que sostiene la teoría clásica, esa conclusión no autoriza a concluir
que expresa, además, unas pautas contrapuestas a las del Derecho20_ que la esencia del dolo requiera de modo necesario la participación de
Esta última circunstancia aumenta la dañosidad social del comporta- la voluntad. Y ello por la sencilla razón de que este elemento psicológico
miento al poner en entredicho las propias valoraciones de la norma, no capta todos los comportamientos abarcados por el fundamento nor-
creando así una situación de mayor inseguridad para el conjunto de los mativo que se ha atribuido al delito doloso22. Lo común a todos ellos no
bienes por ella tutelados. Eso explica la necesidad de una respuesta es la dirección de la voluntad a la realización del tipo sino el conocimiento
especialmente intensa por parte del Derecho penal2 1 cristalizada en la del peligro concreto implícito en la acción, es decir, la conciencia de
que el resultado puede ser una consecuencia inmediata de la conducta23_
mayor punición del hecho doloso.
Por lo tanto, aunque no hay razones para negar que en ciertos hechos
dolosos concurre también la intención de producir el resultado, su au-
11. EL DOLO COMO CONOCIMIENTO DEL RIESGO sencia en muchos otros igualmente desvalorados por el Derecho penal
permite descartar al elemento volitivo como el dato decisivo -y esencial-
Cuanto se ha dicho hasta aquí conduce de modo inexorable a situar
de tales conductas. Si la finalidad de lesionar el bien jurídico añadiera
el dato decisivo para lá determinación del dolo en el plano de los conoci-
algo sustancial-y autónomo- a la gravedad de lo ilícito de la conducta dolosa24
mientos del autor. las legislaciones deberían contener una sanción mayor para los supues-
tos de dolo directo, circunstancia que, por regla general, no se produce.
trasfigurazione nella colpavolezza?», en Studio in memoria di P. Nuvolone, Milán,
Tampoco parecen más convincentes aquellas tesis que intentan sal-
1991, pp. 356 y SS .
var este escollo apelando a que el resultado puede formar parte de la
18. Cfr. PUPPE, Vorsatz und Zurechnung, cit., p. 74.
voluntad sin constituir por ello el fin de la conducta25, como sucede
19. Cfr. JAKOBS, Strafrecht, cit., p. 270. cuando el autor <<acepta••, «consiente» o simplemente <<Se conforma» con
20. A mi modo de ver, la diferencia en la respuesta punitiva entre delitos dolosos y la realización del tipo. Desde luego, no hay motivo alguno para quitar
culposos no puede explicarse a partir de la mayor peligrosidad para el bien jurí-
dico específico puesto en peligro por la acción concreta, como sostienen, por ejem-
razón a estas afirmaciones, pero lo que aquí interesa es si esas actitudes
plo, G!MBERNAT, «Algunos aspectos», cit., p . 430 y, en parte, MIR PUIG -El Derecho
penal en el Estado social, cit., p. 236-. Los trágicos sucesos que diariamente se
producen como consecuencia de conductas imprudentes -basta con pensar en las
22. Cfr., en este sentido, GIMBERNAT, <<Acerca del dolo eventual>•, en Estudios de
muertes y lesiones ocurridas día a día en el tráfico viario- demuestran que tam-
bién éstas constituyen una fuente de peligro elevado para los bienes jurídicos Derecho Pen al, Madrid, 1990, p . 259, en especial, nota Nº 70.
-cfr. en este sentido, JAKOBS, Strafrecht, cit., p. 258-. El mayor contenido de da- 23. En este sentido, FRISCH, Vorsatz und Risiko, cit., p. 126; BACIGALUPO, Principios,
ñosidad social del hecho doloso no reside en la situación de inseguridad a la cit., pp. 225 y SS.
que se ven sometidos los bienes individualmente considerados, sino en su tras-
cendencia desde el punto de vista de la propia vigencia de la norma o, lo que es
24. Véase, en otro sentido, SILVA SANCHEZ, Aproximación al Derecho penal contem-
igual, la extensión del riesgo al conjunto de los objetos que ésta protege. poráneo, Barcelona, 1992, p. 402.

21. Cfr. BoiTKE, «Strafrechtliche Probleme vom AIDS und der AID5-Bekampfung••,
25. Cfr., por todos, CEREZO MIR, Curso de Derecho Penal español, II, 6' ed, Madrid,
en Rechtsprobleme van AIDS, Baden, p. 191. · 1998, PP· 144 y SS.

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internas pueden condicionar de algún modo la fundamentación de la interpretaciones que ha merecido con el paso del tiempo. Y ello porque,
punición preferente del delito doloso, cuestión a la que líneas más arri- en su versión original, aquel criterio sólo hacía referencia a una determi-
ba se ha contestado negativamente a la vista de la falta de legitimidad del nada intensidad del conocimiento sin aditamentos emocionales o posi-
Derecho penal para imponer a los ciudadanos alguna clase de obliga- cionamiento interno alguno por parte del autor28. Que a este dato psico-
ción en sus opciones valorativas internas. Si convenimos en que la posi- lógico -único- se le concediera, además, la función de integrar el efecto
ble rebeldía interna frente a los valores imperantes forma parte de la lesivo para el bien jurídico en el plano de la voluntad es una consecuencia
esfera de privacidad del sujeto no alcanzada por las normas penales, ha que en nada cambia la composición fáctica del comportamiento doloso29.
de aceptarse igualmente que esas actitudes interiores del autor frente a Éste sigue centrado, en los hechos, en el plano intelectuaJ3°.
la -posible-lesión del bien jurídico ningún papel pueden jugar a la hora de
En definitiva, la esencia del dolo radica en que el st~eto realiza la
establecer la contrariedad de la conducta con los dictados de aquellas normas.
acción pese a conocer el peligro concreto de lesión del bien jurídico, de
Distintas se presentan las cosas si ese vínculo volitivo que para mu- donde se sigue que desde el punto de vista de sus componentes internos
chos constituye la esencia del dolo no se identifica con alguna clase de basta con el conocimiento de esa dimensión de riesgOJl para afirmar la presen-
«actitud>> interna -emocional- del autor sino con el poder configurador cia de una conducta merecedora de la pena del delito doloso.
del suceso externo característico de la voluntad, es decir, con el dominio
Ciertamente, la ausencia de un segundo factor de contención del
pleno de la situación por quien emprende una acción peligrosa. Pero
hecho doloso -papel tradicionalmente atribuido a la voluntad- conduce
esta versión del componente volitivo del dolo -propuesta por el finalis-
mo- no se distancia en lo sustancial de los criterios aquí defendidos por-
que el concepto de «voluntad de realización», tal como lo desarrollaron
28. Cfr. WELZEL, Strafrecht, 11ª ed., Berlín 1969, p. 68.
WELZEL y posteriormente algunos de sus discípulos, también acaba por
29. También así, SANCINETTI, Teoría del delito y disvalor de acción, Buenos Aires, 1991,
centrar la atención en el alcance de los conocimientos del autor: son las pp. 209 y S.
representaciones del agente -y no el sentido de su voluntad- las que
30. Así lo reconoce, MIR PurG, Derecho penal, cit., pp. 241 y s., para quien la actuación
marcan el límite de lo «querido» por el sujeto y, con ello, la frontera de con conocimiento de los elementos del comportamiento típico determina directa-
la conducta dolosa26. Precisamente por eso las actuales teorías del cono- mente su atribución a la voluntad. En opinión de HRUSCHKA -Strafrecl1inach logis-
cimiento no se distancian demasiado, en sus resultados, de las más orto- ch-analytischer Methode, 2' ed., Berlin/ New York, 1988, p. 436- no se trata de
negar la presencia de la voluntad en el tipo subjetivo, sino de dejar claro que
doxas propuestas del finalismo27. De hecho, la fórmula de «contar con» <<Conocimiento y voluntad>> no son dos elementos equivalentes desde el punto de
el resultado, elaborada por WELZEL como elemento psicológico distinti- vista de su función sistemática. La voluntad, dice este autor, estará siempre ne-
cesariamente subordinada al conocimiento, porque es esté el que determina su
vo del dolo eventual frente a la culpa, bien podría servir de base a una
alcance: «Todo el que hace algo y sabe lo que hace, también quiere hacerlo».
moderna teoría cognitiva del dolo si no fuera por la amplia variedad de
31. Cfr. SCHMIDHÁUSER, «Die Grenze zwischen vorsatzlicher und fahrlassiger Straf-
tat («dolus eventualis» und <<bewusste Fahrlassigkeit>>)», en JUS 1980, pp. 245 y
248; HRUSCHKA, Strafrecht, cit., en particular, pp. 197 y 210; BACIGALUPO, Princi-
26. Al respecto véase, detenidamente, LAURENZO COPELLO, Dolo y conocimiento, cit., pios, cit., p. 228; SANCINETTI, Teoría de/ delito, cit., pp. 198 y s.; SILVA SANCHEZ,
pp. 74 y SS. Aproximación, cit., pp. 401 y s. También FRISCH, Vorsatz und Risiko, cit., pp. 119 y
s., 159 y ss., aunque este autor se distancia de las teorías puras del conocimien-
27. Lo que no significa que no existan múltiples divergencias en la forma y contenido to al exigir una toma de posición personal frente al peligro que, dada su exten-
del planteamiento. Véase al respecto, críticamente respecto a los postulados del sión, no es posible interpretar como una mera evaluación «racional» del riesgo
finalismo, FRISCH, Vorsatz und Risiko, cit., p. 85. (ídem, op. cit., pp. 192 y ss.).

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a extremar los esfuerzos para perfilar adecuadamente las condiciones En mi opinión, este planteamiento pierde de vista que la conciencia
que ha de reunir aquel único elemento fundamentador del juicio de de la dimensión peligrosa de la conducta necesariamente implica el co-
especial y preponderante desvaloración jurídico-penal. De ahí la exigen- nocimiento del punto de referencia hacia el que se dirige el riesgo, pun-
cia de la representación del peligro concreto de producción del resultado o, to de referencia que en el caso del dolo se sitúa en el bien jurídico tute-
lo que es igual, la conciencia del riesgo directo e inmediato que la ac- lado por lá norma. El conocimiento de la dimensión peligrosa de la con-
ción implica para la integridad del bien jurídico. Desde el punto de vista ducta en nada se diferencia, pues, de la conciencia de la posible e inme-
de la tipicidad, eso significa que el autor ha de conocer todos los ele- diata lesión del bien jurídico o, lo que es igual, de la posible realización
mentos del tipo objetivo, incluidas las condiciones relativas a la imputa- del peligro en el resultado típico. Así las cosas, parece difícil negar que el
ción objetiva del resultado32. conocimiento del riesgo abarca ya al resultado, aunque no por la vía
naturalística de percepción sensorial, sino en la forma comúnmente acep-
A una conclusión diferente llega, sin embargo, Frisch33, para quien
tada de pronóstico o previsión36.
ni el resultado ni las condiciones de la imputación objetiva pueden
constituir el objeto del dolo debido a su necesaria consideración ex-post,
circunstancia esta que resultaría incompatible con un elemento subje- III. DOLO Y CULPA CONSCIENTE
tivo del delito - el conocimiento propio del dolo- , cuya concurrencia
es requerida en el momento del comienzo de la acción y sólo compati- l. LA ESENCIA DE LA CULPA CONSCIENTE: EL CRITERIO DE LA CON-
ble, por ello, con una perspectiva ex-ante34. Esa inevitable vinculación FIANZA EN LA EVITACIÓN DEL RESULTADO
del resultado y la imputación objetiva con el suceso ya finalizado lleva-
Una de las principales objeciones dirigidas a las teorías puras del
ría, en opinión de Frisch, a situar tales elementos en el contexto de la
conocimiento se refiere a su aparente incapacidad para establecer la de-
norma de sanción y no en el de la norma de conducta, convirtiéndolos
limitación entre dolo eventual y culpa consciente. El problema surge,
así en objetos del conocimiento del aplicador del Derecho y no del
según los críticos, porque en este terreno dolo y culpa comparten la
autor del delito. De ahí su propuesta de restringir el objeto del dolo a
misma base cognoscitiva -la representación de la posible realización del
la conducta en su dimensión peligrosa35_
tipo-, de modo tal que sólo a través de un componente volitivo resultaría
posible distinguir los dos campos de imputación subjetiva sin incurrir en
ampliaciones axiológicas inaceptables. Por el contrario, la ausencia de
32. Cfr. ROXIN, Strafrecht, cit., p. 416, parág. 12, nºmarg. 138; GOMEZ BENITEZ, <<La toda base volitiva en el dolo - siempre en opinión de los críticos- haría
realización del peligro en el resultado y la imputación al dolo en las desviaciones inevitable la ampliación del campo del dolo en detrimento de la culpa37.
causales», p. 96, con ciertas distinciones vinculadas a los límites de una imputa-
ción «personalizada», también WOLTER, <<La imputación objetiva y el sistema mo-
derno del Derecho penah, en pp. 71 y ss., ambos en GIMBERNAT/ SCHÜNEMANN/
WOLTER, Omisión e imputación objeth>a en Derecho penal, Madrid, 1994; WOLTER, 36. Cfr. al respecto, KüPPER, «Vorsatz und Risiko. Zur Monographie von Wolfgang
Objektive 1111d persona/e Zurechmmg van Verhalten. Gefahr und Verletzung in einem Frisch», en GA 1987, p. 503.
funktionalen 5/raftatsystem, Berlín, 1981, pp. 68 y ss. 37. Cfr. CEREZO M IR, Curso, II, cit., p. 153; KüPPER, «Zum Verhaltnis von dolus even-
33. FRISCH, Vorsatz und Risiko, cit., pp. 55 y ss. tualis, Gefahrdungsvorsatz und bewusster Fahrlassigkeib>, en ZSIW 100, 1988, p. 58;
1
CRAMER, en Schonke/Schroder, parág. 15, n° marg, 75; RODRIGUEZ MONTAÑES, Deli-
1 34. Ibídem, p. 76; en parte también WOLTER, «La imputación objetiva», cit., p. 74. tos de peligro, dolo e imprudencia, Madrid, 1994, p . 58; DIAZ P ITA, El dolo eventual,
35. Frisch, op. cit., p. 82. De la misma opinión, MIR PVIG, Derecho Penal, cit., p . 250. · cit., pp. 107 y s.; MAQUEDA ABREV, «La relación «Dolo de peligro»- «Dolo

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Varios son los argumentos que pueden esgrimirse frente a esta im- ontológicos hacían imposible eludir ciertas argumentaciones reconduci-
portante objeción. bles, en última instancia, al auténtico alcance de la representación. Stra-
tenwerth, por ejemplo, elaboró su tesis de <<tomar en serio» la posibilidad
Ante todo, los críticos parecen perder de vista que la mayoría de las
del resultado, cuyo punto de arranque se encontraba en la presencia o
teorías cognitivas exigen importantes peculiaridades en el conocimiento
ausencia de un <<reconocimiento» del riesgo por el agente41. Y Armin Kau-
propio del dolo que permite distinguirlo de la culpa en el plano estricta-
fmann acudió a las medidas de evitación reveladoras de la ausencia de
mente intelectual, lo que lleva a negar, de entrada, la afirmación inicial
voluntad42, un criterio que hoy se acepta habitualmente como serio indicio
de las teorías volitivas que parten de la total identidad entre las represen-
de la presencia de un error en la evaluación de la auténtica magnitud del
taciones propias del dolo eventual y de la culpa consciente. Buen ejem-
riesgo43, es decir, como indicio de un defecto en la representación del peligro.
plo de ello lo ofrece la conocida teoría de la probabilidad, cuya aptitud
para mantener las fronteras entre las dos formas de imputación subjetiva Pero más allá de estas observaciones iniciales, lo cierto es que para
a partir de las representaciones del autor está fuera de toda duda38. abordar en profundidad el problema de las distinción entre dolo y cul-
pa, desde las bases de las teorías cognitivas, se hace necesario conocer
Por otra parte, es conveniente recordar que la objeción no alcanza
previamente las claves esgrimidas por las teorías clásicas de la voluntad
sólo a las teorías explícitamente partidarias de restar relevancia al ele-
para establecer esta frontera, pues sólo así es posible decidir si efectiva-
mento volitivo del dolo. No es casual que también la teoría finalista se
mente los componentes volitivos constituyen el único medio disponible
viera en otros tiempos expuesta a una crítica similar. Y no lo es porque,
para trazar un límite adecuado entre ambas formas de imputación subjetiva.
como ya se ha dicho, son muy marcados los puntos de encuentro del
finalismo, al menos en sus versiones iniciales, con los resultados de las De sobra conocidos son los múltiples criterios elaborados por la
modernas teorías del conocimiento. Así, teniendo en cuenta la relación doctrina para dotar de un contenido volitivo al dolo eventual. De hecho,
inescindible que el finalismo estableció entre lo previsto y lo controlado es en la evaluación teórica de su mayor o menor aptitud para captar
por la voluntad, era lógico que en su momento se le reprochara su incapa- aquella conexión interna entre el agente y la realización del tipo donde
cidad para mantener una clase de culpa -la consciente- caracterizada pre- suele centrarse la polémica. Sin embargo, después de tantos años a nadie
cisamente por la previsión del efecto antijurídico39. Bien es verdad que los se le ocultan las escasas posibilidades de llegar a un acuerdo por esta vía. Al
intentos por dar respuesta a esta cuestión se emprendieron desde la pers- revés, da la impresión de que cada intento por salir de esta encrucijada
pectiva de la voluntad y no del conocimiento, provocando así un paulatino termina por incorporar un nuevo matiz no contemplado previamente, con
alejamiento de las bases cognoscitivas iniciales40. Pero los presupuestos la consecuencia de ampliar aún más la ya extensa gama de alternativas 44 .

41. Cfr. STRATENWERTH, <<Dolus eventualis und bewusste Fahrlassigkeib>, ZStW 71,
(eventual) de lesiÓn». A propósito de la STS de 23 de abril de 1992 <<sobre el aceite 1959, p. 59.
de colza>>», en ADPCP 1995, p. 433. 42. Cfr. KAUFMANN, <<Der dolus eventualis irn Deliktsaufbau. Die Auswirkungen der
38. Cfr. GIMBERNAT, <<Acerca del dolo eventual», cit., pp. 259 y s. Handlungs- und Schuldlehre auf die Vostazgrenze», ZStW 70, 1958, pp. 73 y ss.

39. Cfr. GALLAS, «Zurn gegenwartigen Stand der Lehre vorn Verbrechen», ZStW 67, 43. Cfr. HILLENKAMP, «Dolus eventualis und Verrneidewille», en Gediichtnísschrift fiir
1955, p. 43; KAUFMANN, Arthur, <<Die finale Handlungslehre und die Fahrlassi- Armín Kaufinann, 1989, pp. 364 y s.
gkeib>, JUS 1967, p. 148. 44. Corno bien dice PRITTWITZ, «Die Ansteckungsgefahr bei AIDS. Ein Beitrag zur
40. Véase LAURENZO COPELLO, Dolo y conocimiento, cit., pp. 74 y ss. objektiven und subjektiven Zurechnung von Risiken», fA 1988, p. 496: «una ciencia

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Quizás por eso ha ganado terreno en los últimos tiempos la pro- en la exigencia de que' el autor tenga motivos para confiar en que el
puesta de buscar la solución a partir de la perspectiva contraria, es decir, resultado no se producirá, es decir, que su confianza sea «fundada» 47.
partiendo del contenido de la culpa consciente45. Esta forma renovada
El más genérico punto de referencia de esta restricción se encuen-
de abordar el problema ofrece, a primera vista, mayores expectativas de
tra en un postulado ya tradicional en la doctrina penal: la distinción
consenso a la vista de que en ese campo se desvanecen gran parte de las
entre mero deseo y voluntad. El primero no pasa de ser una actitud emo-
diferencias detectadas en el dolo eventual para concentrarse casi todas
tiva carente de toda eficacia en la configuración del mundo exterior. La
las tesis en un único criterio: la <<Confianza».
voluntad, por contra, constituye el motor de una actividad humana ca-
Ese acercamiento en la definición del elemento distintivo de la paz de dominar cursos causales48. Por eso, sólo esta última podría
culpa consciente permite un notable avance de cara a descubrir las erigirse -según los partidarios de las teorías de la voluntad- en un dato
claves de la voluntad propia del dolo. Porque si la confianza cumple, relevante para la imputación subjetiva de resultados. El simple deseo de
desde la perspectiva de la imprudencia, la función de deshacer la iden- que el tipo no se realice sería irrelevante, por el contrario, para excluir el
tidad entre ciertas conductas dolosas y culposas convergentes en lo cog- dolo. Hasta aquí la restricción es plenamente coherente con los presu-
noscitivo, su papel no puede ser diferente al desempeñado por el con- puestos de las teorías volitivas, porque no hace más que restar importan-
sentimiento, la aceptación, conformidad, asunción de la realización cia a la confianza -como fundamento de la exclusión del dolo- en los
del tipo o cualquier otro criterio similar en el campo del dolo ( even- mismos casos donde se quita -o debería quitarse- virtualidad incrimina-
tual). Ambos se desenvuelven en un ámbito superpuesto al de la repre- dora a la esperanza en la realización del tipo. En otros términos, ese límite
sentación, convirtiéndose así en un binomio a la vez complementario y viene a confirmar que la presencia del dolo nunca depende de la suerte:
excluyente46. Por consiguiente, da lo mismo observar el tema desde un ni éste se excluye cuando el autor es consciente del riesgo y sólo confía
lado o desde su contrario. En todo caso, siempre se estará buscando en que la fortuna lo acompañe y el resultado no se produzca; ni tampoco
una idea única capaz de trazar la frontera entre las dos formas de impu- se afirma cuando, al revés, el autor sabe que sus posibilidades de éxito son
tación subjetiva. Veamos entonces cómo se concreta esa idea en el con- mínimas pero realiza la acción con el ferviente deseo de conseguirJo49.
cepto de <<confianza».
Existe un punto de partida común a la inmensa mayoría de las mo-
47. Véanse KÜPPER, «Zum Verhaltnis>>, cit., pp. 774 y s.; LuzoN PEÑA, Curso de Derecho
dernas teorías volitivas consistente ~n rechazar la identificación de ese Penal, cit., p. 426; RODRÍGUEZ MONTAÑES, Delitos de peligro, cit., pp. 62 y ss.; MAQVEDA
elemento característico de la culpa consciente con la simple esperanza ABREU, «La relación «Dolo de peligro»- «Dolo (eventual) de lesión»», cit., p. 436.
en una buena salida. En sus más recientes versiones, ese rechazo se traduce 48. Ésta es una de las grandes ventajas del concepto de voluntad de realización desa-
rrollado por el finalismo. Cfr. WELZEL, Strafrecht, cit., pp. 68 y s.; CEREZO MIR,
Curso, II, pp. 145 y s.
49. Llama la atención sobre esta consecuencia de los límites de la confianza en el
jurídico-penal que incorpora requisitos de imputación subjetiva cada vez más ámbito del dolo, LUZON PEÑA, Curso, cit., p. 426. No parece reparar en este aspecto,
sutiles, sin reflexionar profundamente sobre sus consecuencias en el campo de la SCHROEDER, F. Ch. -en Leipziger Kommentar, parág. 16-, quien en caso de concurrir
prueba, pierde legitimidad o, cuando menos, capacidad de convicción>>. intención admite la presencia de dolo directo, incluso cuando el autor se representa
45. el resultado por debajo de lo posible (nQ marg. 76 y, en el otro extremo, el del dolo
Propone este método, CoRCOY BIDASOLO, <<En el límite entre dolo e imprudencia»,
eventual, sólo se muestra dispuesto a excluirlo si quien reconoce la realización
ADPCP, 1985, p. 970.
del tipo como meramente probable introduce factores objetivos que realmente
46. Véase WELZEL, Strafrecht, cit., p. 68. reducen el riesgo (n° marg. 92).

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Pero, llegados a este punto, y una vez descartada la actitud anímica La característica de 1a culpa consciente vendría determinada, por tanto,
del autor frente al suceso como elemento fundamentador de la confian- por una situación creadora de un peligro concreto de producción del re-
za propia de la culpa consciente, cabe preguntarse cuál es, entonces, el sultado que, sin embargo, no es abarcada por el dolo del autor debido a su
factor interno determinante de la ruptura de la relación volitiva entre el confianza -fundada- en eludir el efecto desvalioso.
agente y la realización del tipo. En el contexto de las teorías volitivas, esa posición subjetiva respec-
Si nos atenemos a la posición dominante, la respuesta parece ser to del resultado no se reconduce, además, a ningún defecto del conoci-
la siguiente: no habrá relación volitiva entre el agente y el resultado si miento, pues el punto de partida de estas tesis consiste precisamente en
aquél parte de un margen razonable de posibilidades de evitación del acudir a la confianza para excluir la punición a título de dolo en ciertos
tipo -sea por su propio control o por el de terceros50_ y actúe esperan- supuestos donde -en apariencia- los conocimientos del autor son sufi-
do que así suceda. Lo esencial, por tanto, es el contenido de racionali- cientes para esa clase de imputación. Ha de partirse, pues, de que el
dad de esa <<esperanza» 51 . Pero no desde el punto de vista objetivo sino agente se representa correctamente el nivel de riesgo real y que éste,
desde la perspectiva del autor. Este último matiz es importante porque como hemos visto, es adecuado -objetivamente- para producir de forma
si en la práctica es preciso acudir a un elemento interno para excluir la inmediata y directa el resultado. Pero si todo ello es así, no se entiende
punición a título de dolo, ello se deberá a que objetivamente y a partir dónde puede residir entonces el fundamento de la confianza. La situación
de un juicio ex-ante la conducta representa un peligro directo, inmediato objetiva desmiente -incluso ex-ante- que existieran motivos suficientes
y no permitido de producción del resultado, es decir, reúne todas las para esperar un buen fin y, según este punto de vista, el autor lo sabe. Su
condiciones que permitirían imputarle -expost-la lesión del bien jurídico52 confianza, en consecuencia, no puede considerarse fundada.
si ésta se produjera. En realidad, el único modo posible de salir de esta encrucijada sin
sucumbir a la identificación de la confianza con el mero deseo consiste
en admitir algún tipo de vínculo interno entre confianza y defectos del
50. En general, no ha recibido una buena acogida en la doctrina el intento de Armin
conocimiento. De hecho, si en lugar de partir de una situación en la que
KAUFMANN - «Dolus eventualis», cit., pp. 74 y ss.- de restringir el concepto de
confianza excluyente del dolo a los supuestos de control personal y activo del el agente conoce adecuadamente el riesgo objetivo de su acción, pensa-
suceso por el agente. Se afirma, con razón, que la convicción en la no realización mos en una discordancia entre sus apreciaciones sobre el alcance del
del tipo puede encontrar su origen también en las posibilidades de evitación dis-
peligro y lo realmente acontecido; inmediatamente surge la posibilidad
ponibles para la propia víctima o un tercero. Así, HILLENKAMP, <<Dolus evenh1alis
und Vermeidewille», cit., pp. 362 y ss. de encontrar una explicación coherente a la exigencia de racionalidad.
51. En contra, MIR PU!G, <<Conocimiento y voluntad>>, cit., p. 32, quien admite la con- Porque en este contexto el fundamento de la confianza no vendrá deter-
fianza puramente irracional como base suficiente para excluir el dolo. minado ya por la situación objetiva de peligro sino por la forma como el
52. Sobre la extensión de los criterios de la imputación objetiva del resultado a la fase autor evalúa esa situación, esto es, por sus representaciones. Visto así, en
previa de imputación del riesgo a través de la introducción de un juicio objetivo nada influirá que los hechos desmientan ese juicio. Mientras éste se asiente
ex-ante, cfr. WOLTER, Objektive und persona/e Zurechmmg zmd Verhalten, Gefahr und en datos que de haber existido hubieran permitido evitar el resultado,
Verletzung in einem funktionalen Straftatsystem, cit., pp. 31-37, 68 y ss. De este
modo, sostiene el autor, se llega a una <<personalización>> de la imputación del aunque defacto no se den, estaremos ante un posicionamiento suficiente
riesgo que juega como presupuesto de la imputación objetiva del resultado -cfr. para excluir el dolo. .
WOLTER, <<Imputación objetiva y personal a título de injusto. A la vez, una contri-
bución al estudio de la aben·atio ictus», en ScHÜNEMANN, El sistema moderno del Si esto es así, cabe postular entonces que el criterio de la «confianza»
derecho penal: Cuestiones fundamentales, Madrid, 1991, pp. 114 y ss. desarrollado desde las teorías volitivas acaba por centrar las diferencias

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entre dolo y culpa en el plano estricto del conocimiento. En realidad, casos donde está ausente aquella actitud psicológica de aceptación o, lo
una situación en la que existe discordancia -racionalmente admisible- que es igual, donde se admite la presencia de un posicionamiento interno
entre las representaciones del autor y la dimensión real del suceso no contrario a la realización del tipo -la confianza en sentido psicológico57__
es sino un caso más de error de tipo53 que en nada se relaciona con posi-
El fundamento de tan importante excepción se encontraría en <<con-
ciones emocionales o volitivas del agente. En los hechos, para excluir
sideraciones teleológico-valorativas y de política criminal» que harían
el dolo bastará la constatación de un error sobre la entidad y naturale-
imprescindible la intervención más severa del Derecho penal frente a la
za del riesgo que conduzca al autor a creer fundadamente en las posibi-
creación de determinados niveles de riesgo que, con independencia de
lidades de su evitación54.
la posición volitiva del agente, coloquen a los bienes jurídicos en una
Con el fin de no transigir con las teorías del conocimiento, algunos situación de total inseguridad58. Un fundamento estrictamente objetivo,
partidarios de las teorías volitivas optan por la <<normativización» de los entonces, que antepone las necesidades del Derecho a la auténtica orien-
elementos volitivos que estarían llamados a mantener la distinción entre tación subjetiva de la conducta. De ahí la selección de un criterio tam-
dolo y culpa en un plano distinto al del conocimiento. Así, se sostiene, bién objetivo para dotar de contenido a la confianza característica de la
por ejemplo, que <<el dolo eventual requiere el elemento volitivo en for- culpa consciente: el criterio del <<hombre medio ideal». La confianza
ma de aceptación o consentimiento (o fórmulas similares) de la even- sólo será relevante como elemento excluyente del dolo, se concluye, cuan-
tual producción del hecho, pero ... mediante una valoración objetivo-nor- do esté basada en un mínimo de racionalidad objetiva que hubiera lleva-
mativa se puede restringir lo que se entiende por aceptación/no acepta- do a cualquier persona en el lugar del autor a esperar una buena salida59.
ción>>55. De este modo, se pretende compatibilizar una teoría clásica-
El problema es que esta solución, sin duda imaginativa, no puede
que sitúa el fundamento del dolo en la voluntad del resultado56_ con
presentarse como una mera respuesta excepcional para solucionar situa-
una normativización de sus límites que expresamente reconoce legitimi-
ciones extremas, como pretenden sus promotores. Y ello porque si hay
dad al Derecho penal para mantener la pena del delito doloso aun en
un momento decisivo para descubrir la esencia de un elemento del deli-
to éste es, precisamente, el que se relaciona con el establecimiento de
los requisitos mínimos para afirmar la concurrencia de ese elemento.
53. Así, ]AKOBS, Strafrecht, cit., pp. 315 y s.; BACJGALUPO, Principios, cit., p. 243; KIND- Consecuentemente, si a la hora de trazar los límites entre una conducta
HAUSER, «Der Vorsatz als Zurechnungskriterium», cit., pp. 27 y s.; CORCOY BIDA- dolosa y otra que no lo es hay al menos algunos casos en los que se puede
SOLO, «En el límite», cit., pp. 970 y s.
prescindir totalmente del sentido de la voluntad, necesariamente habrá
54. Así lo reconoce MAQUEDA ABREU -«La relación <<Dolo de peligro»- <<Dolo (even-
tual) de lesión» », cit., p . 436- a pesar de partir de una teoría volitiva: <<El
de re_conocerse la insuficiencia del elemento volitivo para definir qué es
ámbito de la culpa quedaría reservado entonces para aquellos casos de repre- el dolo. A lo sumo podrá postularse que una parte de las conductas dolo-
sentaciÓI1 errónea de una posibilidad de evitación del resultado que sean 'creí- sas se fundan en un posicionamiento interno favorable a la realización
bles' o, si se prefiere, capaces de generar en el autor una confianza racional y
realista en su no producción, gracias al control que cree tener de la situaciÓn»
del tipo. Pero es evidente que si se admite la extensión de las conductas
-cursivas añadidas-.
55. LuZON PEÑA, Curso de Derecho penal, cit., p. 426, subrayado del original. De la
misma opinión, RODRJGUEZ MONTAÑES, Delitos de peligro, cit., pp. 63 y s. _57. . Ibídem, p. 63.

56. Una <<decisión a favor de la posible lesión de bienes jurídicos», como lo expresa 58. Ibídem, pp. 63 y s.
RODRJGUEZ MONTAÑES, Delitos de peligro, cit., p. 59. 59. Así, LUZON PEÑA, Curso, cit., p. 427.

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dolosas más allá de esos casos no queda otro camino que conceder a esa no coincidentes con la situación real. Que en estos casos debe excluirse
actitud volitiva un carácter meramente accidental y no esencial. el dolo por muy peligrosa que se presente la conducta en los hechos es
una consecuencia que ninguna teoría del conocimiento duda en acep-
La resistencia de los partidarios de las teorías volitivas a reconocer tar. Algunas teorías volitivas, en cambio, parecen dispuestas a admitir esa
esa realidad los obliga a dar un paso mucho más radical que el reprocha- tan temida <<objetivación>> del principal elemento subjetivo del delito.
do a las teorías del conocimiento, pues en última instancia deben acudir
a un criterio de naturaleza estrictamente objetiva para establecer la fron-
2. EL DOLO Y LA CULPA CONSCIENTE EN LA PRÁCTICA
tera última entre dolo eventual y la culpa consciente, abandonando así
DE LOS TRIBUNALES
el plano de los elementos psicológicos. Porque, como se ha visto, el con-
tenido de racionalidad de la confianza no se evalúa en función de las En los últimos años, la doctrina del Tribunal Supremo español en lo
representaciones del autor, sino del aséptico criterio del hombre medio. relativo a los límites entre dolo eventual y culpa consciente ha experi-
Así, lo esencial para eludir la punición a título de dolo acaba siendo el mentado una interesante evolución que permite situarla en una fase de
grado de peligrosidad objetiva del hecho y no la valoración que el autor transición caracterizada por la fuerte influencia de los postulados de las
haya realizado de esa situación. más modernas teorías cognitivas, pero sin renunciar, al menos en sus
Seguramente se alegará que el recurso a datos objetivos resulta im- planteamientos programáticos, a la tradicional teoría del consentimiento62.
prescindible por la naturaleza interna del elemento analizado. Pero, aun- Aunque en un principio ello pudiera parecer una flagrante contradic-
que existe una dosis de verdad en ese aserto, ello no justifica que unos ción -dada la aparente contrariedad irreconciliable entre ambos postu-
datos meramente indiciarios sustituyan al correspondiente elemento lados- basta una incursión algo más atenta en las bases de la más orto-
material60. Si se trata de constatar un fundamento racional en la con- doxa teoría del consentimiento para comprender el por qué de su posible
fianza, el grado de peligrosidad objetiva podrá utilizarse como indicio coexistencia en la práctica de los tribunales63.
en contra de esa representación 51, pero nunca como sustituto de ella. Bien En primera lugar, no se puede perder de vista que pese a haber
puede suceder que el autor evalúe mal ese peligro y precisamente por perdurado como paradigma de las más puras teorías de la voluntad, en
eso se conceda a sí mismo o a terceros unas posibilidades de evitación realidad la teoría del consentimiento fue formulada inicialmente como
una teoría de la representación -es decir, de raigambre cognitiva-. Y ello
porque, como en su momento indicó Frank, su fórmula hipotética no iba
60. Llama la atención sobre esta diferencia, GRAClA MARTIN, en DIEZ RIPOLLÉS/ dirigida a afirmar la voluntad del resultado sino únicamente la voluntad
GRACIA MARTIN/ LAURENZO COPELLO, Comentarios al Código Penal, Parle Especial,
Valencia, 1996, p. 71.
61. Desde unos puntos de partida muy semejantes a los de la postura en análisis,
llama la atención sobre la necesidad de distinguir la decisión contra el bien 62. Frecuentemente, afirma el Tribunal Supremo español que el dolo eventual se
jurídico como elemento interno -real- del dolo y los indicios que permiten inferir distingue de la culpa consciente por la presencia de <<Un proceso real de vo-
su presencia, HASSEMER, «Kennzeichen», cit., pp. 301 y s. Véase también }AKOBS, lición>> que se concreta en la asunción del resultado. Véanse, por ejemplo, SSTS
La imputación objetiva en derecho penal, Bogotá, p. 22, quien con razón reconoce 16/6/87 (R.J. 4955), 20/11/95 (R.J. 8779).
que el quebrantamiento extremo del rol social que se produce en los hechos
·63. Al respecto véase, ampliamente, LAURENZO COPELLO, «El concepto y la prueba del
dolosos conduce generalmente a que la interpretación objetiva de su peligrosidad
coincida con la individual del autor, pero sin que ello legitime una identificación . dolo en la jurispmdencia del Tribunal Supremo español>>, en Estudios en homenaje
entre ambas perspectivas. a E. Bacigalupo, Bogotá, 1999, pp. 129 y ss.

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de no evitarlo64. Se trataba, en suma, de un criterio ideado para funda- Además, ese enlace directo de la teoría del consentimiento con los
mentar una teoría de la motivabilidad65 en la que no era la relación aspectos cognoscitivos explica también el amplio uso jurisprudencia! de
volitiva con el resultado sino con la propia acción, captada -conocida- la teoría de la probabilidad en el dolo eventuaL Un análisis detenido de
en su auténtica dimensión de riesgo, lo que decidía sobre la naturaleza las sentencias españolas de los últimos años permite comprobar que,
dolosa del hecho66_ La fórmula de la llamada teoría del consentimiento incluso cuando se afirma la composición mixta del dolo eventual, el ele-
-en su versión original- no conduce, pues, a demostrar que el autor qui- mento volitivo se extrae directamente de las características de los cono-
so el resultado. Su pretensión es constatar que la representación del efecto cimientos del autor, sin acudir a ninguna prueba autónoma para consta-
antijurídico no jugó como obstáculo para la realización de sus fines, es tar su existencia58_ También por este camino puede comprobarse, pues,
decir, que no fue suficiente para motivarlo a omitir el comportamiento67. un claro predominio del elemento intelectual como dato distintivo, en
Lo decisivo, por lo que se refiere a los componentes del dolo sigue centrado, la práctica, del hecho doloso69_
entonces, en el conocimiento. Las mismas conclusiones sobre el protagonismo concedido por la ju-
De ahí la posibilidad de compatibilizar, como hace el alto tribunal risprudencia al conocimiento pueden constatarse desde el plano de la im-
español, ciertas formulaciones de las tesis cognitivas con la teoría del prudencia. El Tribunal Supremo español ha llegado a sostener, por ejem-
consentimiento en su versión más clásica. En realidad, dado que esta plo, que la diferencia entre ambas formas de imputación reside en la natu-
última no incorpora, en la práctica, ningún elemento psicológico añadi- raleza del peligro que el autor se representa, esto es, si el st~eto parte del
do a la representación, decantándose más bien por definir el dolo como peligro concreto se afirma el dolo eventual y, en cambio, si sólo se repre-
la voluntad de realizar la acción dentro de un específico contexto cognos- senta un peligro abstracto el hecho se califica como culpa conscienteíO_
citivo, no cabe hablar de una contradicción absoluta entre aquellas dos
orientaciones generales. Al contrario, visto desde el ámbito de la prue-
ba, se trataría de dos caminos que convergen en un mismo aspecto a 68. Son múltiples las sentencias que directamente deducen la voluntad de realiza-
constatar: el alcance y contenido del conocimiento. ción del tipo del grado de probabilidad representado por el autor. Así, por ejem-
plo, se afirma en la STS de 28 de noviembre de 1986 (R.J-7841 que es detectable
el dolo eventual << ... cuando el sujeto, representándose un resultado dañoso de
muy probable originación, aunque no fuera directamente perseguido, le presta su
64. Cfr. FRANK, «Vorstellung und Wille in der modernen Doluslehre>>, ZSIW 10, 1890; aprobación, contando con su posibilidad y asumiéndolo en sus efectos, sin re-
1930, p. 211. frenar sus impulsos criminales» (subrayado añadido). No deja de ser llamativa,
65. Cfr. ENGISCH, Untersuclwngen iiber Vorsatz und Fahrliissigkeit im Strafrecht, de todos modos, la concentración de teorías que se observa en el párrafo trascri-
Berlin, 1930, p. 99. to: están prácticamente todos los criterios desarrollados para distinguir entre
dolo eventual y culpa consciente, si bien es innegable el predominio de la teoría
66. Así también, ScHRODER, Horst, «Aufbau und Grenzen des Vorsatzesbegriffs,, en de la probabilidad.
Festschrift fiir Sauer, Berlin, 1949, p. 213.
69. Esta realidad es admitida expresamente en la conocida Sentencia de 23 de abril
67. En esta línea formula el Tribunal Supremo español la teoría del consentimien- de 1992, conocida como el caso del aceite de colza, donde el Tribunal sostiene
to cuando afirma, por ejemplo, que hay dolo eventual<< ... cuando se ha produ- que, «en la doctrina se ha demostrado convincentemente en los últimos tiempos
cido un resultado representado como probable y, sin embargo, consentido o que, a pesa r de declaraciones programáticas que parecen acentuar las exigen-
aceptado por el agente, aunque esta aceptación puede estar matizada por el cias de la teoría del consentimiento, el Tribunal Supremo desde hace tiempo se
posible deseo del autor de que el resultado admitido no se produzca. Esto es, acerca en sus pronunciamientos, de manera cada vez más notable, a las conse-
en el dolo eventual el autor preferiría que el resultado no se ocasionara pero, cuencias de la teoría de la probabilidad>>.
de ser inevitable su producción, lo acepta sin desistir de la acció11 que puede
70. STS 25/5/95 (R.J.4502) .
causarlo». STS 20/2/93 (R.J.1383).

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Del mismo modo, se observa ya una clara tendencia a restringir el efecto 3. LA CULPA CONSÓENTE COMO UN SUPUESTO DE ERROR DE TIPO
de la <<confianza>> como elemento exluyente del dolo a aquellos su-
Las conclusiones que se han alcanzado en los apartados anteriores
puestos en los que el autor ha tomado precauciones para evitar el re-
ponen de manifiesto la trascendental importancia que, incluso desde las
sultado, es decir, cuando ha tenido motivos racionales para esperar una
teorías de la voluntad, adquiere el elemento cognoscitivo a la hora de
buena salida71. Como hemos visto en el apartado anterior, esta última
establecer el campo del dolo eventual. Sin embargo, no basta con verifi-
tendencia sólo tiene sentido en el contexto de las teorías que, al mar-
car las inconsecuencias de otras tesis para justificar la postura contraria.
gen de actitudes o posicionamientos internos, centran la 111irada en el
Veamos, entonces, qué argumentos cabe exponer desde la perspectiva
contenido de la representación. Y ello sencillamente porque, al existir
de una teoría pura del conocimiento de cara a eludir la rechazable am-
motivos fundados para la confianza, quedan sentadas las bases para
pliación del dolo en detrimento de buena parte de la imprudencia.
admitir un error sobre la auténtica dimensión de riesgo72. En conse-
cuencia, la orientación jurisprudencia! hacia este tipo de restricciones, Ante todo, debe darse la razón a quienes afirman que una teoría
una vez más, indican el predominio del elemento intelectual como dato pura del conocimiento es incompatible con el reconocimiento de la ca-
diferenciador entre dolo e imprudencia. tegoría de la culpa consciente si por tal se entiende una situación subje-
tiva excluyente del dolo en la que, sin embargo, el sujeto capta íntegra y
Es interesante destacar que este claro protagonismo de los aspectos
correctamente en su conciencia la auténtica magnitud del riesgo creado
cognoscitivos en la práctica de los tribunales no ha desembocado en la tan
por la acción y ésta reúne en el plano objetivo las condiciones adecuadas
temida desaparición del campo habitualmente reservado a la culpa cons-
para la imputación objetiva del resultado. El motivo es sencillo: si las
ciente. Aunque no faltan voces críticas respecto a la indudable tendencia
condiciones objetivas nos dicen que la acción ha creado una situación -real-
del Tribunal Supremo español a concentrar la actividad probatoria en el
de total inseguridad para el bien jurídico y el sujeto lo sabe, la única
componente cognoscitivo73, ni tampoco satisface a todos -como es lógico-
posibilidad de negar aquí el dolo pasaría por admitir que este elemento
el giro conceptual de los últimos años encaminado a la aceptación de
del delito depende únicamente de la actitud anímica del agente, con
una teoría pura del conocimiento, lo cierto es que, hasta el momento,
independencia de sus conocimientos sobre las posibilidades racionales
nadie ha demostrado con resoluciones judiciales en la mano -ni nadie
de control sobre el suceso. En otros términos: habría que aceptar la ex-
parece pretenderlo- que esa práctica desemboque en un desplazamiento
clusión del dolo aun cuando el sujeto fuese consciente de su falta total
especialmente relevante de los límites habituales entre el dolo y la culpa74.
de control sobre el desarrollo del suceso y, pese a ello, siguiera adelante
En los hechos, entonces, no hay motivos para la alarma.
con la acción en la esperanza de que la suerte esté de su parte y el resul-
tado finalmente no se produzca. Pero, como hemos visto más arriba, una
tesis de este tipo chocaría frontalmente con una fundamento normativa
71. Así, STS 24/10/94 (R.J.8351). Esta idea se encuentra presente de modo especial-
mente intenso en la ya citada Sentencia del aceite de colza (STS 23/4/92). del delito doloso como el que aquí se ha sostenido75.
72. Así, con razón, CORCOY BIDASOLO, «En el límite>>, cit., p. 971.
73. Véase, por ejemplo, GRACIA MARTÍN, «El dolo de muerte>>, en Semana Jurídica, dolo eventual, MAQUEDA ABREU, «La relación 'Dolo de peligro', 'Dolo (even-
pp. 886 y SS. tual) de lesión'», cit., p. 435.
74. Lo reconoce expresamente, a partir de una correcta comprensión de los resul- 75. Algunos partidarios de las teorías del conocimiento reconocen, sin embargo, la
tados de las teorías del conocimiento como una modificación del concepto de identidad entre dolo eventual y culpa consciente en el plano cognoscitivo, lo que
culpa -que pasa a ser siempre inconsciente- sin trastocar las fronteras del les obliga a buscar otras salidas para evitar una desmedida ampliación de las

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Pero este reconocimiento no implica todavía modificación alguna en cuenta que no se trata de conocer la simple aptitud genérica de la
en las fronteras habitualmente admitidas entre dolo y culpa porque, como conducta para originar peligros indeterminados para los bienes jurídi-
hemos visto, tampoco las teorías volitivas -o, al m~nos, la mayoría de cos abarcados por la correspondiente norma penal77, sino de la repre-
ellas- se muestran dispuestas a traspasar aquellos límites. Por eso, preci- sentación de un riesgo concreto, inmediato, para un objeto de tutela
samente, se acude a la exigencia de una base racional en la «confianza», específico, cuya integridad se ve directamente amenazada por la acción78.
característica de la culpa, dirigida a deslindar el querer de la simple espe- En otros términos, el conocimiento requerido para el dolo exige que,
ranza, de modo tal que la conexión volitiva con la realización del tipo sólo conforme a las circunstancias del caso, el sujeto parta de que su conduc-
se considera excluida cuando el sujeto reconoce posibilidades de control ta lleva implícito el peligro directo de realización del tipo79.
del suceso -sea por sí mismo o a través de terceros- suficientes para que la Pues bien, conforme a las teorías del conocimiento eso es suficiente
producción del resultado no aparezca librada exclusivamente a la suerte. para admitir la presencia de un hecho doloso. Pero esta afirmación no
Así las cosas, la única diferencia entre esta postura y las conclusiones de significa que el dolo necesariamente concurra en todos los casos en los
las teorías puras del conocimiento reside en el modo de fundamentar que el autor ha pensado en la posibilidad de desencadenar la realización
ese alcance restringido del criterio delimitador de la culpa consciente. 'del riesgo. Puede suceder que mediante una evaluación racional-aunque
Sin embargo, el estudio efectuado en apartados anteriores ha equivocada-llegue a la conclusión contraria80 o, lo que es igual, deseche
demostrado que ni siquiera en este último aspecto existe una diferen-
cia sustancial. En todo caso, la peculiaridad de una teoría del conoci-
miento se encuentra en su decisión de hacer explícita una consecuen- FRISCH, «Vorsatz und Mitbewusstsein-Strukturen des Vorsatzes», en Gediichtniss-
chrift für Armin Kazifmmm, 1989, pp. 311 y ss.
cia que la posición mayoritaria ya reconoce implícitamente, esto es,
77. Como bien afirma FRISCH -Vorsatz und Risiko, cit., p. 121-, esa peligrosidad gené-
que la llamada culpa consciente encierra siempre un supuesto de error de tipo
rica no es suficiente porque las circunstancias concurrentes en el caso pueden
y es, por tanto, estructuralmente equivalente a la tradicional culpa excluir, ya desde el punto de vista objetivo, la realización de ese peligro en la
sin representación. Me explico. situación específica.
78. Cfr. CEREZO MIR, Curso, II, cit, p. 131, quien se refiere a que «el autor debe conocer
Nadie discute en el ámbito doctrinal que los componentes del dolo
... la peligrosidad de la acción desde un punto de vista ex ante».
-sean cuales fueren- deben concurrir en el momento de realización de
79. Véase FRISCH, Vorsatz zmd Risiko, cit., pp. 119 y s. Partiendo de las ideas desarro-
la acción, idea que, en lo relativo al conocimiento, se traduce en la exi-
lladas en el texto, puede convenirse con HERZBERG -«Das Wollen beim Vorsatzde-
gencia de la conciencia actual de la posible realización del tipo76. Téngase likt und dessen Unterscheidung von bewusst fahrlassigen Verhaltenn, JZ 1988,
p. 639- en que se dará el conocimiento propio del dolo <<cuando el autor, a través
de un juicio racional, no puede o no puede de forma fiable, partir de que durante
o después de su hecho creador del peligro, su propia actividad o la de terceros
fronteras de las conductas dolosas. Entre estas tesis es destacable aquélla que
domine hasta cierto punto el peligro».
encuentra la solución a través de la teoría de la doble posición del dolo, de modo
tal que <<el componente emocional eliminado de lo injusto se conserva como 80. No me parece convincente la extensión de la exclusión del dolo a todos los
presupuesto de una cualificada reprochabilidad individual en el ámbito de la casos en que el autor, aun sin fundamento alguno, realice la acción en la seguri-
culpabilidad». ScHÜNEMANN, <<Die deutschprachige Strafrechtswissenschaft nach dad de poder eludir el resultado, como propone SCHMIDHAUSER -«Die Grenze»,
der Strafrechtsreform im Spiegel des Leipziger Kommentars und des Wiener cit., p. 246-. Este autor se basa en que toda confianza, por irracional que sea,
Kommentars>>, CA 1985, pp. 361 y s. excluye el conocimiento de la realización del tipo si efectivamente concurre en
76. Sobre los problemas que originan los supuestos de la llamada <<Ca-conciencia», el momento de actuar. Sin embargo, da la impresión de que se produce aquí una
cfr. PLATZGUMMER, Die Bewusstseinsform des Vorsatzes, Viena, 1964, pp. 81 y ss.; ·confusión de planos: la simple esperanza en una buena salida, sin base alguna,

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trata de un supuesto en él que el sujeto supone erróneamente que el hecho


esa posibilidad basándose en un conocimiento experimental8l que le
está bajo control y el resultado se evitará85.
ofrece bases <<creíbles»82 para esperar una buena salida. Como bien afir-
ma Stratenwerth, en supuestos de esta clase, el st~eto conocerá el peligro La llamada culpa consciente sólo se diferencia, pues, de la incons-
genérico pero no lo <<reconocerá» como componente de su propia ac- ciente porque el error no descansa sobre el mero desconocimiento del
ción, dejando así de «contar con» él83_ peligro, sino sobre un juicio desacertado de las consecuencias concretas
de éste. Pero esa diferencia no impide que ambas confluyan en una úni-
En definitiva, la tradicional categoría de la culpa consciente se pre-
ca idea central: la peculiaridad de la culpa frente al dolo -incluso de la
senta entonces como un clásico supuesto de error84, aunque no en la
llamada culpa «consciente»- reside siempre en la ausencia del conoci-
vertiente de simple ignorancia de un elemento del tipo -en nuestro caso,
miento mínimo necesario para fundamentar el juicio de desvaloración
las condiciones y magnitud del riesgo-, sino en la forma de evaluación
preferente y más grave del Derecho penal, esto es, el juicio sobre el que
equivocada de ese dato objetivo. En suma, como sostiene Kindhauser, se
se asienta la punición del delito doloso.
Así vistas las cosas, los límites entre dolo e imprudencia permane-
cen inalterables. La única diferencia con la doctrina mayoritaria se en-
no parece idónea para modificar las previsiones en el plano intelectual. Nadie cuentra, en puridad, en lo poco que queda de consciente en la culpa con
deja de prever un hecho por la sola esperanza en que la suerte le sea favorable.
Esta última sólo representa una actitud emocional más propia del plano de la representación: su peculiaridad sólo consiste en que el sujeto no ha ig-
voluntad que del de las representaciones. norado por completo el peligro, sin que el conocimiento restante sea
81. Así, KARGL, Der strafrechtliche Vorsatz auf der Basis der kognitiven Handlungsthero- suficiente para una imputación a título de dolo. Y ello sencillamente
rie, 1993, pp. 27 y s. y 34, quien con razón recuerda que el conocimiento abstrac- porque al evaluar de forma equivocada las posibilidades de control del
to, independiente de las circunstancias concretas, puede contrarrestarse por un
suceso, no parte de la concurrencia de un riesgo directo e inmediato de
conocimiento experimental, fundado en la experiencia positiva de situaciones
anteriores semejantes. Por su parte, MIR PUIG expresa la misma idea apelando producción del resultado o, si se prefiere, no es consciente de crear con
a la insuficiencia del <<Conocimiento estadístico», aspecto cognoscitivo este últi- su acción una situación de total inseguridad para el bien jurídico.
mo que, por el contrario, caracterizaría a la imprudencia: <<En ella el peligro
estadístico es conocido pero descartado y, por tanto, no tornado en serio en el Estas ideas presentan además la ventaja de unificar bajo un único
caso concreto. Para el autor el peligro estadístico que reconoce no existe corno criterio el fundamento de la exclusión del dolo: ésta siempre se produ-
peligro concreto en su caso. Falta verdadera conciencia del peligro de la acción
concreta>> -MIR PUIG, <<Conocimiento y voluntad en el dolo», en Elementos sub-
cirá por la presencia de un error sobre algún elemento del tipo. En la
jetivos de los tipos penales, Madrid, 1994, p. 27-. culpa inconsciente ese error proviene de la ignorancia y, en la cons-
82. Así, en los resultados, MAQUEDA ABREU, <<La relación "Dolo de peligro" - "Dolo ciente, de la evaluación inadecuada de un riesgo que se podía haber
(eventual) de lesión"», cit., p. 436. captado en su auténtica dimensión. En eso reside precisamente la <<ligereza>>
83. Cfr. STRATENWERTH, «Dolus eventualis», cit., p. 59. La utilización de la fórmula característica de la culpa86.
indicada en el texto es totalmente deliberada y no supone ninguna introducción
subrepticia de componentes volitivos: «Contar con» sólo quiere decir saber que
algo puede ser y, por contra, no con contar con ello, únicamente significa no tener
85. Véase KINDHAUSER, <<Der Vorsatz», cit., pp. 26 y ss., quien sostiene que se trata de
conciencia de su efectiva realización.
situaciones donde «la representación y la realidad no son congruentes».
84. Ya lo habían reconocido así CARRARA, Programa de Derecho criminal, Vol. I, Bogotá, También, CORCOY BIDASOLO, <<En el límite entre dolo e imprudencia», cit., p. 971.
1983, parág. 70, p. 75; VON LISZT, Tratado de Derecho Penal, T. II, Madrid, s/f, p. 432;
86. Cfr. ROXIN, Strafrecht, cit., p. 358.
y más tarde, SCHRODER, Aufbau, cit., p. 244.

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En conclusión: la llamada culpa consciente constituye un caso de vacío de contenido - siémpre según los críticos- si se pudiera afirmar la
error de tipo vencible87 y, como tal, responde a la lógica propia del com- presencia del dolo de matar por la sola conciencia del peligro concreto
ponente cognoscitivo del dolo. Para distinguir dolo eventual de culpa para la vida representado por la acción agresiva. Porque, bajo estos pre-
consciente no es preciso añadir ningún elemento adicional. supuestos, todos los casos susceptibles de ser calificados conforme al art.
148.1 º constituirían, al mismo tiempo, supuestos de tentativa de homici-
dio, dando lugar así a la aplicación preferente de esta última figura.
IV. DOLO DE PELIGRO, IMPRUDENCIA Y ERROR
Para responder a tan importante planteamiento es conveniente pres-
Otra de las críticas habituales a las teorías puras del conocimiento tar atención, ante todo, a lo que hoy se sostiene sobre la naturaleza y
se refiere a su aparente incapacidad para diferenciar la estructura subje- sentido de los delitos de peligro, pues, como se verá, de sus mismas bases
tiva de los delitos de peligro y de lesión. Se afirma, en efecto, que si el cabe extraer la respuesta a estos planteamientos críticos.
dolo (de lesión) quedase reducido únicamente a la conciencia del ríes- En la actualidad, un amplio sector doctrinal afirma con argumentos
. go, ninguna posibilidad habría de distinguirlo dd dolo de los delitos de convincentes que los delitos de peligro no son sino supuestos de tentati-
peligro, con la consecuencia de dejar a estos últimos vacíos de contenido va de delitos imprudentes. Se trataría de casos donde el legislador, fun-
ya que todos los supuestos susceptibles de subsumirse en estas figuras dándose en la probada peligrosidad de determinadas conductas culpo-
representarían, al mismo tiempo, una tentativa del correspondiente tipo sas para ciertos bienes jurídicos de especial importancia, adelanta la tu-
de lesiónss. Así, por ejemplo, el delito de lesiones agravadas por la utili- tela y se conforma con la realización de la conducta imprudente sin exi-
zación de medios, métodos o formas concretamente peligrosos para la gir la lesión del bien jurídico tutelado9 1. En otros términos, se trataría de
vida, previsto en el art. 148.1 º 89 del Código Penal español90, quedaría la tipificación expresa de ciertos comportamientos imprudentes respec-
to de los cuales no se exige la correspondiente lesión.

87. Así, JAKOBS, Strafrecht, cit., pp. 315 y s.; BACIGALVPO, Principios, cit., p. 228;
5ANCINETTI, Teoría del delito, cit., p. 200. contenido de los bienes jurídicos colectivos y su grado de dependencia respecto
de los bienes individuales relacionados a aquéllos -sobre los problemas de la
88. Cfr. KüPPER, «Zum Verhaltnis>>, cit., pp. 758 y s.; RODRÍGUEZ MONTAÑES, Delitos de
categoría de delitos de peligro abstracto y las modernas corrientes relativas a
peligro, cit., p. 58; MAQUEDA ABREU, <<La relación <<Dolo de peligro»- <<Dolo (even- los bienes jurídicos colectivos pueden consultarse las excelentes monografías
tual) de lesión»», cit., pp . 433 y s. de MENDOZA BUERGO, Límites dogmáticos y político-criminales de los delitos de pe-
89. El nº I2 del art. 148 del Código penal español prevé una agravación del tipo básico ligro abstracto, Granada, 2001 y SOTO NAVARRO, La protección penal de los bienes
de lesiones <<Si en la agresión se hubieran utilizado armas, instrumentos, objetos, colectivos en la sociedad moderna, Granada, 2003-. Según cuál sea la decisión en
medios, métodos o formas concretamente peligrosas para la vida o salud, física o este plano, los delitos protectores de bienes jurídicos colectivos podrán adqui-
psíquica, del lesionado». Las mismas conclusiones pueden extraerse del aún mas rir la estructura de tipos de peli gro o, en su caso, de lesión. Y ello influirá de
claro art. 121.1. del Código penal peruano, que califica como lesiones graves aqué- modo decisivo, a su vez, sobre el contenido y alcance de sus correspondientes
llas que pongan <<en peligro inminente la vida de la víctima». componen tes subjetivos. Una amplia exposición de las distintas posiciones al
respecto puede consultarse en DOVAL PAIS, Delitos de fraude alimentario, Pam-
90. Deliberadamente he escogido un supuesto donde el peligro se refiere exclusiva-
plona, 1996, pp. 257 y ss.
mente a bienes jurídicos individuales, ya que la situación puede variar sustancial-
mente si el tipo introduce de modo prepoderante o exclusivo la tutela de bienes 91. Cfr., con abundan tes datos bibliográficos, RODRIGUEZ MONTAÑES, Delitos de peli-
colectivos. En estos casos, cualquier solución relativa al contenido subjetivo del gro, cit., pp. 134 y ss .; LUZON PEÑA, Curso, cit., p. 432. Véanse también, MAURA-
tipo dependerá de una cuestión previa que, por referirse a aspectos objetivos, CH/ZIPF, Strafrecht, A., T. l, cit., pp. 304 y s., Nº 13; KINDHAUSER, Gefiihrdung und
escapa a los fines del presente trabajo. Me refiero al tan debatido problema del Straftat, Frankfurt, 1989, p . 215.

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Pero a pesar de esa identificación inicial de los delitos de peligro con la produzca, en el dolo eventual de lesión y, consecuentemente, en la co-
estructura de la culpa, es generalizada la tendencia a entender que una vez rrespondiente tentativa94.
aislada una infracción específica del deber de cuidado en un delito autó- Resulta, entonces, que entre dolo de peligro y culpa consciente no
nomo (de peligro), éste necesariamente debe recibir el tratamiento de los hay diferencia material alguna o, si se prefiere, cabría postular que el dolo
tipos dolosos, circunstancia que explica los notables esfüerzos realizados por de peligro no es dolo, sino simple culpa con representación. La única peculiari-
la doctrina para elaborar un concepto de dolo de peligro no superpuesto dad de estos supuestos respecto a los habituales delitos imprudentes resi-
al dolo de lesión. Para conseguirlo se acude, generalmente, a un cambio de en el tipo objetivo95, en concreto, en la decisión del legislador de
del punto de referencia al que han de vincularse el conocimiento y, en su conformarse con un resultado de peligro, sin exigir la efectiva lesión del
caso, la voluntad, propios del dolo, que no se sitúa ya en la lesión del bien jurídico sometido a la acción peligrosa.
bien jurídico -como sucede en el dolo de lesión- sino en su puesta peli-
gro. En otros términos, según este punto de vista, habrá dolo de peligro Seguramente, quienes optan por transformar estas estructuras impru-
cuando el agente conoce y quiere -según la doctrina mayoritaria- el dentes en conductas dolosas, objetarán a la propuesta aquí esbozada su
riesgo para el bien jurídico, sin tener a su vez un posicionamiento favorable aparente falta de atención a aquel «recorte» en el tipo objetivo; siendo así
a la lesión del objeto de tutela, aspecto este que queda fuera del tipo penal. que, por el contrario, sería precisamente esa diversidad objetiva la que
permitiría fundamentar la ya mencionada distinción entre los respectivos
El problema de estos planteamientos es que no consiguen ocultar el
puntos de referencia del dolo de peligro y de lesión. Así, la diferencia
claro parentesco del llamado dolo de peligro con la estructura de la cul- subjetiva entre delitos de lesión y de peligro vendría marcada -siempre
pa consciente92, en tanto definen la esencia del primero como una com-
según la voz mayoritaria- por la distinción del objeto al que han de referir-
binación de la conciencia del riesgo con la confianza del autor en evitar se el conocimiento y la voluntad: mientras en los delitos de lesión ese nexo
la lesión del bien jurídico93. A partir de aquí, es difícil perder de vista la subjetivo debe abarcar la efectiva perturbación del bien jurídico, en los de
decisiva importancia que en esa combinación adquiere precisamente la peligro bastará con que la representación y el consentimiento se extiendan,
relación subjetiva con el resultado de lesión, aunque éste no forme parte
a lo sumo, al resultado de peligro, porque con éste se agota, en su caso, el
del tipo objetivo. Para afirmar el dolo de peligro se exige, en efecto, que contenido del tipo objetivo. En apariencia, este modo de proceder per-
el sujeto confíe (fundadamente, en opinión de muchos) en no producir mitiría justificar la coexistencia de delitos dolosos de peligro y de lesión
el resultado lesivo para el bien jurídico. Cuando no se da esa situación
protectores de idénticos bienes jurídicos. Sin embargo, basta con des-
subjetiva desaparece la posibilidad de distinguir el dolo de lesión del
cender desde los postulados teóricos al terreno de la práctica para poner
llamado dolo de peligro porque, al faltar aquella confianza, la combina-
al descubierto las insuficiencias de tales principios. Veamos un ejemplo.
ción de la conciencia del riesgo (concreto) con una actitud de asunción
del peligro desemboca inexcusablemente, aun cuando el resultado no se

94. También así, en los resultados, RAGUÉS Y V ALLÉS, El dolo y su prueba en el proceso
penal, Barcelona, 1999, pp. 509 y ss.
92. Reconoce expresamente la identidad de estructuras entre el «puro dolo de 95. En este sentido ya ENG!SCH, Untersuchwzgen iiber Vorsatz und Fahrliissígkeit ím Stra-
peligro>> y la imprudencia consciente, RODR!GUEZ MONTAÑES, Delitos de peligro,
frecht, cit., pp. 400 y ss, en particular p. 409, donde sostiene: <<La puesta en peligro
cit., p. 137. dolosa y la lesión con culpa consciente sólo se diferencian en que la puesta en
93. Así, RoDR!GUEZ MOTAÑES, Delitos de peligro, cit., pp. 69 y s., 137; MAQUEDA ABREU, peligro dolosa no requiere la producción del resultado lesivo. Se distinguen, pues,
«La relación "Dolo de peligro"- "Dolo (eventual) de lesión"», cit., p. 437. desde la perspectiva objetiva».

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Piénsese en el supuesto de quien hiere a otro en una región vital del en su caso, el defecto' en ese vínculo) -sea cognoscitivo o volitivo97_ el
cuerpo utilizando un cuchillo de grandes dimensiones. Siguiendo el cri- que decida sobre la presencia de un delito de peligro o del correspon-
terio arriba esbozado, bastaría con probar la conciencia del peligro con-
diente tipo de lesión en grado de tentativa. Una conclusión que, por lo
creto para la vida y la asunción de ese riesgo por parte del autor para dar demás, nada tiene de particular si no se olvida, como bien dijo hace ya
por concurrentes todos los elementos objetivos y subjetivos del tipo agrava-
mucho tiempo Schmidhauser, que <<la puesta en peligro de un objeto no
do de lesiones (art. 148.1 ºdel Código español y 121.1 de su par peruano). es otra cosa que la posibilidad de su lesión,98.
Sin embargo, es obvio que el análisis no puede finalizar aquí. Para dar
por bueno tal proceso de subsunción necesariamente tendrá que descar- Se confirma así nuestra hipótesis: si el único modo de configurar un
tarse la posible tentativa del delito de homicidio -o, lo que es igual, el dolo de peligro no seguido de dolo de lesión es a través de la introduc-
dolo de matar, de lesionar e! bien jurídico vida cuya puesta en peligro ción del criterio de la confianza en la evitación del resultado lesivo, es
exige el tipo penal-, una alternativa que no dependerá de los elementos evidente que la estructura subjetiva de los delitos de peligro resulta idén-
objetivos concurrentes sino únicamente del contenido subjetivo de la tica al contenido psicológico de la llamada culpa consciente. Y precisa-
conducta. El juez tendrá que decidir, pues, si aquellos datos subjetivos mente por eso es posible la coexistencia de delitos de peligro y de lesión
comprobados -que siguiendo la corriente en estudio fundamentarían protectores de un mismo bien jurídico. Estos últimos no absorben a los
íntegramente el llamado dolo de peligro- no forman parte, además (y de piimeros del mismo modo que no se excluyen entre sí los delitos dolosos
modo preferente), de un dolo de matar. Y para ello la única vía consiste e imprudentes de lesión protectores de un mismo bien jurídico. En am-
en indagar sobre el vínculo psicológico del autor con la lesión. Porque bos casos, la base de su coexistencia es idéntica y se sitúa en la diversidad
de contacto subjetivo con la lesión.
sólo a partir de esa constatación adicional surgirá alguna de las dos alter-
nativas que, según la teoría volitiva, permiten resolver la cuestión: o bien Llegados a este punto, se ve claro por qué las teorías puras del cono-
se comprobará que aquella asunción del riesgo implícito en la conducta cimiento no son incompatibles con la posición subjetiva característica
conllevaba además la aceptación del resultado posible o, por el contrario, de los delitos de peligro. Ello no sucede sencillamente porque las notas
quedará de manifiesto que el st~eto actuó en la confianza de evitar el efecto subjetivas de los delitos de peligro no responden a la naturaleza del dolo
lesivo. Únicamente en este último caso será de aplicación el delito de lesiones sino de la llamada culpa consciente. Así lo reconocen, en los resultados,
agravadas, porque de no confirmarse esa predisposición subjetiva contra- aquellos autores que, incluso desde las teorías de la voluntad, definen el
ria a la lesión -siempre conforme a los postulados de las teorías volitivas-, <<puro dolo de peligro» 99 como una situación donde el autor conoce el
este precepto quedaría desplazado por la tentativa de homicidio.
En consecuencia, aun cuando el resultado de lesión no forme parte
97.
del tipo (objetivo), parece ineludible su consideración como punto de La cuestión relativa a si ese vínculo ha de establecerse a través de datos volitivos
referencia de la estructura subjetiva de los delitos de peligro porque será o si basta con el conocimiento es una cuestión subordinada pero no idéntica a la
que ahora se trata. A ella dirigiré la atención de inmediato. Por ahora, se discute
precisamente el nexo psicológico96 entre la conducta y aquella lesión (o, la estructura subjetiva de los delitos de peligro en relación al tradicional binomio
delitos dolosos/delitos imprudentes.
98.
SHM!DHAUSER, <<Strafrechtlicher Vorsatzbegriff und Alltagssprachgebrauch», en
96. Renuncia, de modo general, a la constatación fáctica de este nexo psicológico y la Festschrift fiir D. Oehler, 1985, p. 155.
sustituye por la atribución del conocimiento a partir del <<Sentido social>• de la 99. La expresión es de RODRIGUEZ MoNTAÑES, Delitos de peligro, cit., en particular,
acción, RAGUÉS Y V ALLÉS, El dolo y su prueba, cit., p. 343, entre otras. p. 137 y nota Nº 445.

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riesgo y lo asume, pero actúa en la confianza de eludir la lesión lOO, es de seguridad para el objeto de protección. Surge así esa asimetría entre
decir, en la creencia errónea de poder evitar el resultado lesivo. lo subjetivo y lo objetivo anunciada en el párrafo anterior. Una situación,
en suma, caracterizada por la presencia efectiva de un riesgo no dominable
En definitiva, pese a los intentos de la opinión mayoritaria por en-
-exigencia ineludible del tipo objetivo en estos delitos- que, sin embargo,
contrar un espacio autónomo al llamado <<dolo de peligro>>, cabe con-
el autor no llega a <<reconocer» en esa dimensión especialmente crítica.
cluir que, en realidad, los delitos de peligro responden a la lógica de los
tipos imprudentes y no de los dolosos 101 , hasta el punto de que su estruc- Así las cosas, nos encontramos entonces ante una situación idéntica a
tura se caracteriza en buena medida por la falta de simetría entre los la resuelta al tratar sobre los límites entre el dolo eventual y la llamada
aspectos objetivos y subjetivos del tipo. En efecto, como se ha dicho más culpa consciente. En aquella ocasión se trazó la frontera a partir de la
arriba, es propio de la estructura subjetiva de los delitos de peligro la diversidad en el contenido de las representaciones del autor: mientras en
presencia en la mente del autor de alguna circunstancia fundamentado- el dolo eventual el sujeto parte del riesgo directo e inmediato de su acción
ra de una razonable previsión de eludir el resultado lesivo, es decir, el para el bien jurídico tutelado; en la culpa, por contra, ese conocimiento
agente se concede a sí mismo, de modo razonable, alguna posibilidad de alcanza, a lo sumo, a la peligrosidad general-o, si se prefiere, abstracta-
evitar la lesión, sea por su propia intervención o por la concurrencia de de esa clase de comportamientos, porque un error sobre la evaluación
ciertos hechos externos encaminados en esa línea. Aplicada esta posi- de la situación individual le lleva a descartar, en su caso, la posible con-
ción subjetiva al contexto de los delitos de peligro concreto, ello signifi- creción de aquel riesgo genérico en un resultado lesivo. Dada la identi-
ca que el autor parte de un panorama especialmente distinto al caracte- dad entre la estructura subjetiva de los delitos de peligro y la impruden-
rístico del juicio objetivo propio de aquella clase de peligro, porque sus cia (consciente), lo mismo cabe decir, por tanto, del contenido psicoló-
representaciones apuntan precisamente a lo contrario: en lugar de par- gico de los tipos de peligro. Se tratará de supuestos en los que el sujeto se
tir de una situación de falta de dominio e inseguridad plena del bien representa la peligrosidad de la conducta, pero debido a un error en su
jurídico, se representa un suceso aún dominable y con márgenes sensatos evaluación la descarta para su caso o, si se prefiere, no llega a <<reconocer»
en su situación concreta todos aquellos elementos que en conjunto per-
miten postular la posibilidad inmediata y directa de ocasionar la lesión.
100. Claramente se refleja este predominio de los aspectos cognoscitivos en los si-
guientes ejemplos propuestos por MAQUEDA ABREU, «La doctrina jurisprudencia! La deliberada aceptación de un grupo de delitos donde no se exige
sobre la imputación subjetiva en los delitos cualificados por el resultado», en simetría plena entre los elementos objetivos y subjetivos del tipo no pone
Elementos subjetivos de los tipos penales, CGPJ XXXIII, Madrid, 1994, p. 194: <<son en entredicho el principio de culpabilidad, como en ocasiones se ha
imaginables casos de confianza racional en la evitación de un peligro asumido de
lesión en relación a la vida o salud ... del menor en un abandono realizado en objetado. Bien es verdad que la propuesta aquí esbozada conduce a exi-
condiciones que permiten creer que se deja a salvo su integridad o también, ... v.g., gir un dato objetivo -la presencia de un peligro concreto de producción
quien vende droga de alta pureza creyendo fundadamente que el comprador cono- del resultado lesivo- que no debe ser abarcado en todas sus dimensiones
cía la alta concentración del producto» -subrayado añadido-.
por los conocimientos del autor, siendo imprescindible, por el contra-
101. Existe una amplia corriente doctrinal partidaria de fundamentar esa identi-
rio, que el styeto evalúe mal ese componente objetivo. Pero esta conse-
dad entre delitos de peligro y delitos imprudentes (con culpa consciente en la
irreleváncia valorativa del resultado desde el punto de vista de lo injusto. cuencia no es de extrañar en el contexto de una tesis que concede a los
Así, por ejemplo, ZIELINSKI, Handlungs- rmd Erfolgsrmwert im Unrechtsbegriff delitos de peligro la naturaleza de delitos imprudentes y, en esa medida,
Berlin, 1973, pp. 156 y s. En sentido crítico, SCHÜNEMANN, <<Neue Horizonte der
es obvio que tampoco desemboca en un supuesto de responsabilidad
Fahrlassigkeitsdogmatik?», en Festschrift fiir Friedrich Schaffstein, Gottingen,
1975, PP· 170 y SS. objetiva. Si así fuera, debería extenderse el mismo reproche a todos

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~'T

- -- -- - - - - - - PATRICIA lAURENZO COPELLO - - -- - - -- - - -

los delitos imprudentes, cuya peculiaridad reside precisamente en un


defecto subjetivo en relación al resultado que se imputa, esto es; en una
asimetría entre los elementos objetivos y subjetivos que lo componen.
Por lo demás, la propuesta que se presenta intenta evitar también
una multiplicación innecesaria de las formas de imputación subjetiva de
resultados reconocidas en Derecho penal, que, según las teorías aquí
analizadas, ya no serían dos sino tres: el dolo de lesión, el dolo de peligro
-un híbrido entre dolo y culpa- y la imprudencia. Con nuestra propuesta
se mantiene la posibilidad de imputación subjetiva dentro del binomio
tradicional, sin que ello impida encontrar una explicación coherente
para establecer un vínculo subjetivo suficiente para los delitos de peligro.

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