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Espiritualidad Sacerdotal II

En repetidas ocasiones se dirigió Jesús a sus discípulos y les enseñó sobre


diversos temas; uno de ellos sin duda alguna fue la pobreza y el amor por el
prójimo. Ejemplo claro de ello lo encontramos en el capítulo 19 de San Mateo
donde se nos presenta el bello pasaje del joven rico: “Ahora vende todo lo que
tienes y dale el dinero a los pobres”. Jesús nos exige radicalidad y donación total
de toda nuestra vida, nuestra persona.

Ahora bien, uno de los pilares que debe sostener la vida sacerdotal además de la
oración es la caridad, y caridad significa reconocer en el otro (que sufre, que es
despreciado, que es necesitado) el rostro de Dios. El capítulo 1 de esta obra de
Chiara Lubich se titula “EL AMOR ES COMUNIÓN” y desarrolla un tema centra
que es la comunión de bienes, y con ello amplía 2 subtemas: el trabajo y la
pobreza. La espiritualidad sacerdotal debe y está impregnada de estos sabores.

Un sacerdote tiene la posibilidad de tener, y tener muchas cosas. Dios lo ha


dotado de abundancia de dones y carismas que debe colocar al servicio de la
comunidad; de modo que con su trabajo aporte al crecimiento espiritual y humano
del pueblo de Dios a él encomendado. Pero en esa misma posibilidad de tener
puede tener la tentación de tener y tener mucho. Por eso es necesario saber ser
buenos administradores, saber cuidar y saber conseguir las cosas materiales que
la providencia Divina nos otorgan y nos regalan para nuestro sostenimiento.

Según lo presentado por Chiara, la comunión es sociedad. Y es que yo como


sacerdote no puedo pensar de modo egoísta; es decir, predicar a la comunidad de
pobreza, de servicio, de caridad y en mi interior, en mi conciencia estar pensando
por todos los medios en el modo de ganar, de conseguir plata, de conseguir
casas, de hacerme a una riqueza para que cuando “llegue a viejo” tenga donde
descansar. Es una tentación grande y como ya lo había dicho; el Señor Jesús es
radical: “Nadie puede servir a dos señores” o “qué difícil le será a un rico entrar en
el Reino de los cielos”. Sin duda alguna somos sus ministros, pero ante todo
hacemos presente a Dios ante los hombres; por eso debemos ser y hacer
sociedad; comunión.

Y nos podríamos preguntar, ¿Dónde encuentro un modelo de comunión? Chiara


presenta dos ejemplos: La comunión presenta en la misma Trinidad que se
resume en las palabras de Jesús “Todo lo mío es tuyo” (Cfr. Jn 17, 10) y la
comunión de los Santos. Debemos vivir en comunidad, debemos pensar en el otro
y no encerrarnos. Para poder salir al encuentro de otro, debo vivir como sacerdote
la renuncia y renuncia a los bienes terrenos. El sacerdote debe ser hombre de
Dios y un hombre pobre.

Las primeras comunidades cristinas Vivian todo en común; si alguno tenía algo, lo
vendía y colocaba el dinero a los pies de los apóstoles para el servicio de todos.
Tenían todo en común. Pero para tener que poner en común, hay que producir. Y
viene aquí la corta reflexión sobre el trabajo. Sin duda alguna que al Sacerdote le
sobra el trabajo si en verdad quiere servir en la mies de Dios, pero si quiere su
propio bienestar solo le vasta celebrar y hacer lo mínimo para conseguir lo que

Herwin Danilo Almeida G. P. Danilo José Ariza


Espiritualidad Sacerdotal II

quiere. La providencia de Dios actúa, pero debemos responderle de corazón,


dándolo todo en el trabajo evangelizador. Chiara recuerda que el trabajo debe
hacerse con el fin de cumplir la Voluntad de Dios, orientándonos hacia el Padre y
nos recuerda que el trabajo es:
- Una oportunidad de realización,
- Es actuar como co- creadores,
- Es servir a Jesús en la comunidad y finalmente,
- Es compartir con quien no tiene.

Con nuestro trabajo damos un elevado sentido a nuestra vida, nuestro ministerio
sacerdotal y es un motivo de alegría. Si como sacerdote trabajo y trabajo dándolo
todo no puede haber espacio para la tristeza, siempre debe hacer alegría en
nuestra vida al saber que siendo siervos inútiles estamos haciendo lo que
debemos hacer.

Finalmente, en este mismo ambiente, cabe la pena resaltar la pobreza. Ya se ha


dicho que el sacerdote debe ser un hombre pobre, no apegado a las cosas
materiales. La pobreza exige al sacerdote la administración trasparente de los
bienes del pueblo de Dios a él encomendado y la transparencia en sus propios
bienes (si se tienen) de modo que no caigamos en el error de “robar para mí”.
Cuando uno es coherente con su vida, como lo indica Chiara; ama, se da y se
permanece pobre; de modo que se vive sólo con lo necesario.

Estos elementos deben vivirse necesariamente en la vida y la espiritualidad del


sacerdote, para ser coherentes con el llamado hecho por Dios y la respuesta
personal que le hemos dado.

Herwin Danilo Almeida G. P. Danilo José Ariza

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