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Requisito fundamental: ser joven

Un hombre eternamente joven


Los jóvenes de la calle lo llamaban: “el Padre que está
siempre alegre”, nadie le encontraba nunca de mal humor,
nunca le llegaron a escuchar una palabra dura o humillante,
su sonrisa era permanente. Pero su sonrisa no era fingida.
Solía enseñarles a los jóvenes: “Muéstrate siempre alegre,
pero que tu sonrisa sea sincera”.
Todos los que se acercaban a él se contagiaban de
entusiasmo, de ganas de vivir. Los chicos desanimados y
aburridos, inmersos en los vicios y en las atracciones del
mundo, al entrar en contacto con Él, se revitalizaban, se
llenaban de vida, comenzaban a soñar grandes cosas,
grandes ideales. Descubrían nuevos motivos para vivir.
Uno de sus alumnos –que llegó a ser santo– se sintió fuertemente atraído a llevar su
mismo estilo de vida. Decía que lo que le atraía era ver a este hombre siempre “tan
alegre, tan amable, tan servicial”. Por eso se hizo también un propósito firme de: “estar
siempre alegre”.
Don Bosco, un sacerdote que dedicó toda su vida a Dios en el servicio a la juventud,
murió a los 72 años de edad. Con un cuerpo agotado, pero siempre joven, porque nunca
dejó envejecer su corazón.
Algunas frases suyas demostraban esta juventud:
- “Entre vosotros, jóvenes, es donde me encuentro bien”.
- “Cuando estoy lejos de vosotros me falta algo”.
- “Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.
- “Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía”.
- “Trabajo, trabajo, trabajo”.
- “Ahora hemos de trabajar, ya descansaremos en el paraíso”.
Ante la cantidad de obras que realizaba y el horario tan apretado que llevaba, decía:
“Yo voy adelante haciendo como la locomotora, puf *, puf, puf”. Los jóvenes, al verlo
como un auténtico trabajador incansable, se sentían tirados por esta “locomotora” que
arrastraba a todos hacia el deber y el trabajo, hacia el entusiasmo y la alegría. Así como
delante de Don Bosco no se podía estar triste, tampoco se podía “hacer el vago”. Daría
vergüenza quedarse “aparcado” mientras Don Bosco trabajaba con tanto entusiasmo y
alegría.
La juventud del corazón
Don Bosco nos enseña que ser joven no es cuestión de edad. Tampoco es cuestión de
forma de vestir, de peinados o de modos de aparentar. La juventud es una cuestión del
corazón.
Hoy en día es muy fácil encontrar cuerpos “jóvenes” con espíritu de “viejos”.
Muchos “jóvenes” han dejado envejecer su corazón. Su apariencia es juvenil, pero su

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“Puf” significa en piamontés “deudas”. Don Bosco se sentía siempre en deuda con el Señor
y en ello encontraba un gran motivo para darse intensa e incansablemente a los jóvenes.
corazón está casi marchito, como el de un “viejo”: viven sin ideales, hacen las cosas con
desgana, se quejan de todo, andan con caras largas; para todo lo que signifique esfuerzo,
voluntad encuentran un “pero”, se justifican con cualquier excusa; viven “atrapados” en
sus celulares o en el ordenador; huyen como de la peste del estudio y del trabajo; tienen
miedo a comprometerse,… ¡Qué pena! Hoy te pregunto a ti: ¿eres un joven? Un
requisito fundamental para ser verdaderos cristianos es ser auténticamente joven.
Si quieres saber en qué consiste ser joven, deja de mirar a los jóvenes que te rodean.
Mira más bien a aquellas personas que tienen un corazón joven. Y luego trata de ser
auténticamente joven. Por ejemplo, ¿recuerdas a Juan Pablo II? Cuando estuvo en Madrid
llegó a decir: “¿Cuántos años tiene el Papa?... Soy un joven de 83 años”. Todos los
jóvenes sintonizaban con él. Similarmente sucedió con Benedicto XVI. Cuando estaba a
punto de terminar su gran misión de ser Papa, los jóvenes llegaron a decirle: “Eres un
joven de 85 años”. Quizás tengas otros ejemplos más cercanos a ti. Es posible que
encuentres en tus abuelos o en tus parientes mayores, corazones jóvenes. Siempre hay
gente que ha cuidado mucho la juventud de su corazón y tú tienes que ser uno de ellos.
¿Qué significa ser joven?
Ser joven significa estar siempre alegre, aunque a veces las cosas no resulten
siempre como tú quieres. Una mala nota, un partido de fútbol “desastroso”, una pequeña
enfermedad, un cúmulo de exámenes o de deberes, ni siquiera un fallo personal podrán
sacarte de tu alegría si verdaderamente eres joven.
Un corazón joven es optimista, sabe sacar partido de todo. Es difícil que se desanime.
Y si el desánimo llega a asomar por su cabeza, es como un viento pasajero que pasa
rápido y no deja rastro. En el mismo sentido, un corazón joven es fuerte, no huye de las
dificultades, sino que sabe afrontarlas con ánimo y con valor. Es perseverante y sabe
luchar, para conseguir las metas que se propone.
Ser joven significa estar lleno de entusiasmo, especialmente para abrazar con todas
las energías el cumplimiento fiel del deber, aunque a veces cueste y pueda parecer
aburrido. Le entusiasman las grandes excursiones; busca diversiones que exijan esfuerzo
y evita aquellas que fomentan la pereza y la comodidad; pone todas las ganas que están
de su parte para tomarse en serio el deporte, los juegos, las actividades con los demás. Si
se trata de servir, lo hace siempre con el máximo interés. Sencillamente, ¡es un joven!
También un auténtico joven está dispuesto a sudar la última gota de sudor. Después
de un tiempo de exámenes, de una excursión, de un trabajo arduo y difícil, un joven
siempre está dispuesto a dar “un poquito
más”. Aunque se sienta cansado o haya
hecho todo lo que está de su parte, siempre
está disponible para dar más. Pero ¡cuántos
jóvenes envejecidos anticipan las vacaciones
o el descanso porque se rinden antes de que
termine “el partido”!
Ser joven implica aprender a amar el
trabajo y el estudio como medios
fundamentales para desarrollar las propias
capacidades. Un joven da mucha
importancia, tanto a las asignaturas más
sencillas, como a las más difíciles. Incluso,
un verdadero joven, lejos de la rutina,
aprende a descubrir la alegría en su trabajo,
aunque sea costoso. Pero un “joven” que no quiere estudiar ni trabajar ya se puede
considerar como un candidato para la “jubilación”.
Un corazón joven está siempre lleno de buenas iniciativas. Por eso a un joven no
hace falta que le manden las cosas, sino que está siempre atento para descubrir las
necesidades propias y ajenas para resolverlas. Es difícil que se aburra en el tiempo libre y
en vacaciones, porque siempre tiene buenas ocurrencias para aprovechar el tiempo, para
servir a los demás y divertirse.
Un joven sabe pedir ayuda. Está convencido de que está aprendiendo a vivir y que
necesita de otros que vayan por delante para poder vivir limpiamente su juventud.
Necesita de otros para no dejar envejecer su corazón.
Ser joven significa ser capaz de apreciar la sinceridad, sentirse atraído por la
verdad y por el bien, buscar con todas las fuerzas la libertad. Ser joven significa estar
lleno de ideales y esperanzas. En resumen, ser joven significa tener la misma vitalidad
de Jesucristo, que siempre fue joven.

¿Eres joven?
Es una pregunta que tienes que hacerte con sinceridad, porque puedes correr el
riesgo de dejar envejecer rápidamente tu corazón. Te propongo algunas preguntas que te
ayudarán a revisarte:
-¿Tienes ideales grandes? Revisa cuáles son tus grandes aspiraciones.
-¿De qué situaciones y circunstancias depende tu sonrisa?
-¿Con qué actitud trabajas y estudias?
-Revisa tu corazón: ¿se está envejeciendo? ¿Tiene mucha vitalidad juvenil? ¿Qué
cosas están haciendo que tu corazón envejezca? ¿Cómo rejuvenecerlo?
Piensa y comenta con tus amigos cómo se puede evitar que el corazón se envejezca
fácil y rápidamente.
EL SUEÑO DE LOS 9 AÑOS: el sueño que lo marcó para toda la vida.

Cuando estaba en la tierra, cierto día tuve un sueño donde


me enseñaron hacer magia: transformar lobos en ovejas. Eso lo
pueden hacer ustedes, y les digo que el mayor lobo es el que
llevamos por dentro, somos nosotros mismos. Si transformamos
ese lobo en un cordero manso, que obedezca a su pastor (Jesús),
podemos transformar a muchos otros niños y jóvenes en
corderos.
En el sueño estaba junto a mi casa, en un lugar bien
espacioso, donde estaban reunidos bastantes chiquillos en pleno
juego. Unos reían, otros jugaban, muchos decían palabrotas,
blasfemaban. Al oír aquellas palabras me metí en medio de ellos
para hacerlos callar a puñetazos y a insultos.
En aquel momento apareció un hombre muy respetable, y bien vestido. Un blanco
manto le cubría de arriba abajo y su rostro brillaba tanto, que no podía mirarlo. Me llamó
por mi nombre, me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos diciendo estas
palabras: “No con golpes, sino con amor deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte pues a
enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud”.
Asustado le dije que yo era un muchacho pobre e ignorante, incapaz de hablar de
religión a esos jovencitos. En aquel momento los muchachos dejaron las peleas, el
alboroto, las palabrotas, y rodearon al que hablaba. Sin saber casi lo que decía, le
pregunté: ¿Quién eres tú que me mandas hacer algo imposible?
Él me dijo: “Porque es imposible debes hacerlo posible con la obediencia y el estudio. Yo
te daré la maestra, bajo su disciplina vas a ser sabio y sin la cual toda sabiduría es
necedad”.
No entiendo. ¿Quién eres tú? - “Yo soy el hijo de Aquella a quien tu madre te mandó
saludar tres veces al día”-.
Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco sin su permiso. Por
favor decidme vuestro nombre.
“Pregúntaselo a mi madre”.
En aquel momento vi junto a Él una señora de aspecto majestuoso con un manto que
brillaba, la cual viéndome cada vez más desconcertado por las preguntas y respuestas, me
indicó que me acercase a ella, y tomándome con cariño de la mano me dijo: “Mira”. Al
mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado y se habían convertido
en lobos, osos, gatos, perros, y varios animales. Y me dijo: “He aquí tu campo, he aquí
donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto. Y lo que ocurre con estos animales
debes hacerlo tú con mis hijos”.
Volví de nuevo la mirada y vi en vez de animales feroces, mansos corderitos,
convertidos, así como por arte de magia. Los corderos iban haciendo fiesta al hombre y a
la señora, saltando y bailando alrededor de ellos. En el sueño empecé a llorar, porque no
entendía nada. Ella me puso la mano en el hombro dulcemente y me dijo: “A su debido
tiempo lo entenderás.”
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Así sucedió. Tiempo después me dedique al
cuidado de los jóvenes más pobres. Pero antes de todo,
era necesario que yo cambiara. Para eso me sirvió:
-Estudio al máximo. Yo al contrario de
ustedes, para estudiar tenía que caminar varios
kilómetros desde mi pueblito a una iglesia donde un
padre me daba clases. En tiempos difíciles tenía que
caminar bajo la lluvia, soportando frío, o a veces bajo
el calientísimo sol. Pero todo esto me ayudó para la
tarea que Dios tenía para mí.
Sin yo buscarlo, algunos niños se reunían junto a mí para que yo les contara la
historia de Jesús y de otros santos. Sin estudio y con el ejemplo no hubiera podido
hacerlo. Niños, yo trabajaba mientras estudiaba, y en las noches que no estaba ocupado,
aprovechaba para leer y estudiar. Ustedes lo tienen todo y pueden descansar y jugar.
¡Estudien de verdad!, que no tengan vuestras madres que regañarlos para que estudien o
por que perdieron el año. Estudien, aunque cueste. Piensen que otros estudian con más
dificultades.
-Obediencia: fue algo muy importante. Siempre con la cara sonriente y con los
pies ligeros. Me di cuenta de que en la voz de mis mayores está la voz de Dios. Con la
obediencia pude descubrir y vivir la misión del sueño.
-Virtud: el trabajo, los juegos, el estudio, todo lo que hacía me ayudaba a
cultivar virtudes. La virtud es como una plantita que necesita cuidado, necesita regarse
con obras buenas y abonarla con el sacrificio, con lo que nos cuesta (levantarnos en la
mañana, obedecer, prestar el juguete, hacer las tareas, apagar el televisor, comerse todo,
etc.…).
Niños, créanme que ustedes también pueden hacer magia. Yo les doy estos tres
consejos, cúmplanlos y verán que muchos lobos se transformarán en corderos. Tal vez
ustedes tengan compañeros que dicen palabrotas, que son desobedientes, caprichosos,
que ofenden a Dios. Ayúdenles con su ejemplo, con su oración, pidan por ellos todos
los días. Y aunque no cambien enseguida, la magia poco a poco hará efecto. ¡Ah!, y la
magia puede actuar sobre ustedes mismos.

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