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Érase una vez un pastor que se encargaba de cuidar una manada de bueyes. Un
día se extravió un ternero y él desesperado salió en su búsqueda recorriendo
los alrededores, pero nada, no pudo hallarlo. Tanta era la angustia por la
pérdida de este ternerito que le prometió al dios Zeus que si le decía quién era
el responsable sacrificaría un cabrito en su nombre.
El pastor continuó buscando y encontró a un león comiéndose a su ternerito.
Cuando vio quien era el responsable de esto se asustó muchísimo y levantó las
manos exclamando:
– ¡Gran dios Zeus, sé que antes te he pedido que me muestres al ladrón a
cambio de un ternerito; pero ahora te pido que me ayudes a escapar de este león y te prometo sacrificar un toro!
Moraleja: Los problemas tienen soluciones pero siempre ten presente que al encontrarle una solución, puedes estar
encontrando el siguiente problema.
Érase una vez tres bueyes que pastaban juntos y que siempre permanecían muy
juntos. Durante varios días un león se mantuvo observándolos con el propósito
de devorarlo pero siempre sentía un poco de miedo porque al nunca separarse
los tres bueyes, lo ponía en desventaja si llegaba a luchar en contra de los tres.
Muy inteligente el león creo una estrategia basada en mentiras y patrañas con
el objetivo de lograr destruir esa unión entre los tres bueyes. Una vez que
logró su objetivo pudo separarlos y así comerse a cada uno de forma
independiente.
Moraleja: Nunca permitas que nadie destruya la unidad que tengas con tus amigos y familia porque solo de ese modo
serás más fácil de hacer daño.
EL LOBO HAMBRIENTO
Esta historia ocurrió una mañana cuando el labrador había terminado de trabajar en sus
campos y llevo a los bueyes a que se refrescaran en el estanque. Después de beber agua se
dispusieron a descansar un poco pues estaban muy agotados por el peso de los arados
cuando de repente apareció un hambriento lobo en busca de alimento.
Este se fue acercando poco a poco al arado, y una vez allí empezó a saborear los bordes del
yugo para sentir al menos el gusto del sudor de los bueyes y así engañar a su estómago.
Comenzó suavemente pero era tanta el hambre que tenía que no se percató que su iba metiendo su cabeza dentro
del yugo. El hambriento lobo al percatarse de que había quedado atrapado por el yugo comenzó a desesperarse
porque no podía salir así que empezó a correr en todas las direcciones. Mientras corría arrastraba el arado por todo
el surco que habían hecho los bueyes.
Un rato más tarde llego el labrador acompañado de sus bueyes y al ver lo que estaba ocurriendo le gritó al lobo:
– ¡bandido lobo! Que distinto sería todo si no tuvieses esas malas ideas de acosar a los animales que nos ayudan en el
campo a trabajar. Yo sería un hombre muy dichoso si araras mis campos con la misma fuerza y rapidez con la que
corres ahora desesperado para liberarte de ese yugo tan pesado.
Esta historia ocurrió hace mucho tiempo cuando el dios Júpiter envió un mensaje a todos
los animales del mundo a reunirse para que corrigieran sus defectos.
El primer animal citado fue el mono y a este le pregunto que si estaba de acuerdo con su
cuerpo
– ¿Tengo algún motivo para no estar de acuerdo con él? Mi cuerpo es igual que el de otro
animal, esto no lo puede decir el oso pues su cuerpo parece estar a medio hacer.
Después llegó el oso y todo el mundo pensó que empezaría a quejarse. En vez de quejarse
este comenzó a resaltar las cualidades de su figura y diciéndole después que el elefante
podría estar mejor si su cola fuera más larga y si sus orejas fueran más pequeñas su
cuerpo luciría mucho más bello.
Debido a como se estaba desarrollando la reunión era de esperar que el elefante se comenzara a quejar de alguien más; y así lo hizo
pues empezó hablar de la ballena, la hormiga y del resto de los presentes.
Entonces Júpiter al ver que todos lo que hacían era relevar los defectos de los demás suspendió la reunión y les dijo que se
marcharan. El gran dios se quedó pensando un rato y después de un gran análisis llegó a una gran conclusión, y es que de todos los
animales el hombre es el peor.
Moraleja: Primero trata de corregir tus propios defectos y después destaca las faltas de los demás.
Este era un hombre que ya estaba harto de no poder conseguir pescado para poder vivir un poco
más cómodo que antes, y es por esto que decidió poner en práctica un nuevo sistema que hace
solo algunos días había inventado.
Lo que pretendía era emplear redes que al ubicarlas en el rio se impidiera que el agua las
atravesara y de este modo el rio se quedaría sin corriente que les facilitaba el escape a los peces.
Además el toque final del invento consistía en una cuerda de cáñamo que estaba sujeta a uno de
los extremos y de la que colgaba una piedra con la que se iba golpeando el agua. Mientras esto
sucedía aquel hombre pensaba:
– Con esta idea lograré que los peces tengan tantas ganas de escapar que acudan directamente a
mi trampa.
Un pescador que pasaba por el lugar, al ver lo que estaba haciendo, muy molesto le dijo:
– ¿No te das cuenta que con esto el agua que recibimos en el pueblo está llena de fango porque no dejas de ensuciar el agua del río?
– Mil disculpas, me apena mucho saber que esto los molestara, pero es que esta es la única forma que tengo de alimentarme y salir
de una vez de esta pobreza – dijo el pescador desesperado.
Moraleja: Tus objetivos en la vida son importantes pero nunca lo hagas perjudicando a los demás.
Había una vez una joven, hija de un granjero que iba al pueblo a vender leche, y mientras
trasladaba la vasija llena de leche, planificaba su futuro.
– Cuando termine de vender toda la leche, invertiré el dinero en trescientos huevos. De estos
una parte no va a nacer, pero de seguro que al menos 200 pollos tendré. Cada pollo podrá ser
vendido a precios altos ya que para la época para la que estén listos los precios en el mercado
habrán subido. Si logro esto tendré el dinero necesario para comprarme un vestido de fiesta
muy bello con el que podré asistir causando sensación. Al asistir a los bailes tan hermosa lograré
que todos los jóvenes me pretendan, pudiendo yo valorar a cada uno de los presentes.
De repente tropezó con una piedra y cayó al suelo junto con el recipiente de leche el cual se
derramó completamente, destruyéndose también cada uno de los planes que había hecho.
Moraleja: No pienses en el futuro sin antes haber asegurado tu presente pues solo así tu futuro tendrá resultados .
Había una vez una joven, hija de un granjero que iba al pueblo a vender leche, y mientras
trasladaba la vasija llena de leche, planificaba su futuro.
– Cuando termine de vender toda la leche, invertiré el dinero en trescientos huevos. De estos
una parte no va a nacer, pero de seguro que al menos 200 pollos tendré. Cada pollo podrá ser
vendido a precios altos ya que para la época para la que estén listos los precios en el mercado
habrán subido. Si logro esto tendré el dinero necesario para comprarme un vestido de fiesta
muy bello con el que podré asistir causando sensación. Al asistir a los bailes tan hermosa lograré
que todos los jóvenes me pretendan, pudiendo yo valorar a cada uno de los presentes.
De repente tropezó con una piedra y cayó al suelo junto con el recipiente de leche el cual se
derramó completamente, destruyéndose también cada uno de los planes que había hecho.
Moraleja: No pienses en el futuro sin antes haber asegurado tu presente pues solo así tu futuro tendrá resultados .
Pedro no sabía de la avaricia o la ambición, ni de todo el daño que esto podía hacer a las personas.
Era un niño sano y juguetón como otro cualquiera, pero su glotonería y su afición por los dulces eran las
características por las que más se le conocía.
Un día descubrió un recipiente repleto de dulces y sin pensarlo ni averiguar de quién eran, metió su mano
y agarró tantas golosinas como pudo. Cuando trató de retirar su mano se dio cuenta que no podía y como
no quería dejar escapar ningún dulce de los que había cogido, lo cual le permitiría sacar la mano, empezó
a llorar desconsoladamente.
Su amigo Juan lo vio y le dijo:
-Pedro, si te conformas con la mitad o un poco menos de lo que has tomado podrás sacar tu mano de ahí y disfrutar algunos dulces.
La avaricia no te permitirá hacer ni lo uno ni lo otro.
Así, Pedro siguió el consejo y disfrutó de sabrosos dulces. Desde ese día comprendió que la ambición y la avaricia pueden ser
verdaderamente dañinas para el desarrollo y crecimiento de un ser humano.
Pedro no sabía de la avaricia o la ambición, ni de todo el daño que esto podía hacer a las personas.
Era un niño sano y juguetón como otro cualquiera, pero su glotonería y su afición por los dulces eran las
características por las que más se le conocía.
Un día descubrió un recipiente repleto de dulces y sin pensarlo ni averiguar de quién eran, metió su mano
y agarró tantas golosinas como pudo. Cuando trató de retirar su mano se dio cuenta que no podía y como
no quería dejar escapar ningún dulce de los que había cogido, lo cual le permitiría sacar la mano, empezó
a llorar desconsoladamente.
Su amigo Juan lo vio y le dijo:
-Pedro, si te conformas con la mitad o un poco menos de lo que has tomado podrás sacar tu mano de ahí y disfrutar algunos dulces.
La avaricia no te permitirá hacer ni lo uno ni lo otro.
Así, Pedro siguió el consejo y disfrutó de sabrosos dulces. Desde ese día comprendió que la ambición y la avaricia pueden ser
verdaderamente dañinas para el desarrollo y crecimiento de un ser humano.