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El conejo grabado en la Luna

Cuenta la leyenda que el dios azteca Quetzalcóatl se encontraba


paseando por los cielos cuando decidió bajar a visitar la Tierra. Antes
de descender evaluó su aspecto y pensó que lo mejor sería tomar el
aspecto de un ser humano, ya que su apariencia de serpiente emplumada
podría asustar a los humanos y a otras especies.

Así que decidió convertirse en un simple mortal, en un ser humano y así


descendió a la Tierra.

Estuvo varios días conociendo, paseando y disfrutando de los paisajes,


admirando animales, ríos, mares, montañas, etc. hasta que, agotado se
sentó en una roca. Allí se dio cuenta que se encontraba verdaderamente
exhausto, hambriento y sediento. Pronto, se acercó al Dios un conejito
blanco:

− ¿Qué estás comiendo? – le preguntó el Dios


− Una zanahoria. Si quieres te convido un poco – respondió el
conejito
− ¡Oh no! Muchas gracias, pero no puedo quitarle la comida a
ningún ser vivo. Debo soportar el hambre y la sed – respondió
Quetzalcóatl
− Respeto tu parecer, pero no veo ningún impedimento ya que soy yo
quien te convida y tengo suficiente zanahoria para compartir
contigo ¿Por qué has de pasar hambre entonces?

El Dios se emocionó por la actitud del conejito y, con lágrimas de amor


y emoción en sus ojos alzó al conejito tan alto como sus brazos
pudieron hacerlo.
Así llegó a acariciar la luna y quedó en ella dibujada la silueta
del conejito. Luego bajó sus brazos cargando al conejito y lo dejó
donde antes se encontraba sin dejar de mirarlo con un profundo
amor por su actitud.
El colibrí como mensajero.
Los mayas más sabios cuentan que los Dioses crearon todas las cosas
en la Tierra y al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada
piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado,
notaron que no había nadie encargado de llevar sus deseos y
pensamientos de un lugar a otro.

Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una
piedra de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando
estuvo lista, soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya
no era más una simple flecha, ahora tenía vida, los dioses habían
creado al x ts’unu’um, es decir, el colibrí.

Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras, que el colibrí podía
acercarse a las flores más delicadas sin mover un solo pétalo, sus
plumas brillaban bajo el sol como gotas de lluvia y reflejaban todos los
colores.

Entonces los hombres trataron de atrapar a esa hermosa ave para


adornarse con sus plumas. Los Dioses al verlo, se enojaron y dijeron: 'si
alguien osa atrapar algún colibrí, será castigado'. Por eso es que nadie
ha visto alguna vez a un colibrí en una jaula, ni tampoco en la mano
de un hombre.

Los Dioses también le destinaron un trabajo: el colibrí tendría que llevar


de aquí para allá los pensamientos de los hombres. De esta forma, dice
la leyenda, que si ves un colibrí es que alguien te manda buenos deseos
y amor.
El lobo con piel de oveja
Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así
facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en
una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño,
despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo


el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne


para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un
cordero y lo sacrificó al instante.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.


Uga la tortuga.
- ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la
tortuga.

Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar


sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es
una dormilona.

- ¡Esto tiene que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus
compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus
tareas.

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan


sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o
quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los
calurosos días de verano.

- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban


haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente


cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es
acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la
recompensa de haberlo conseguido.

No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que


requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres
capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras
logrados alguna vez.

.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir
con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas
para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo
intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que


yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del
esfuerzo; te prometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus


quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que
se proponía porque era consciente de que había hecho todo lo posible
por lograrlo.

- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes


e imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que
contribuyen a lograr grandes fines.

FIN
Daniel y las palabras mágicas
Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo de
Daniel es muy aventurero y este año le ha enviado desde un país sin
nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena de
letras brillantes.

En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras


amables que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que las
personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de
alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás,
enseñarnos a escuchar sin hablar.

Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta


palabras sin cesar. Hay veces que las letras se unen solas para
formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es mágico,
es un mago de las palabras.

Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que
más quiere. Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por
la mañana un buenos días, preciosa debajo de la almohada; o cuando
papá encuentra en su coche un te quiero de color azul.

Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y
hacen sentir bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento,
me gustas.
Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar
con ellas y ver la cara de felicidad de la gente cuando las oye. Sabe
bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te
abren la puerta de los demás.

Porque si tú eres amable, todo es amable contigo. Y Daniel te


pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras
amables?

FIN

.
. El congreso de los ratones
Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de
una casa, pero temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los
ratones no querían salir. Ya fuera de día o de noche este terrible
enemigo los tenía vigilados.

Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una
asamblea a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de
todos.

El jefe de los ratones dijo a los presentes:

- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una


solución. ¡No podemos vivir así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento-Atemos un


cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda. El
sonido nos pondrá en alerta y podremos escapar a tiempo.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre
grandes aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque
su campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para
ponerse a salvo.
. - ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente
una cuestión importante: ¿Quién de todos le pondrá el cascabel al
gato?

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy


callados, porque no podían contestar a aquella pregunta. De pronto
todos comenzaron a sentir miedo. Y todos, absolutamente todos, corrieron
de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.

Moraleja: es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo


. El lobo con piel de oveja
Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la
obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se
fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño


a un encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día


siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al
instante.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

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