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PROBLEMAS DEL PODER JUDICIAL

En el “Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia” elaborado


por la Comisión Especial para la Reforma Integral de la Administración de Justicia –
CERIAJUS, se establecieron como rasgos del sistema de justicia peruano: miles de
expedientes a la espera de resolución; una Corte Suprema atiborrada de causas e
imposibilitada de cumplir con las funciones políticas que le corresponden a los órganos
supremos de justicia en toda sociedad contemporánea; una excesiva morosidad en el
trámite de los procesos; un elevado nivel de corrupción en todos los niveles del sistema;
la existencia de graves obstáculos para el acceso a la justicia de grandes sectores
sociales; un sistema penitenciario que no sólo incumple con el objetivo de resocializar
al interno sino que ni siquiera está apto para asegurar la tutela elemental de sus derechos
fundamentales; una precariedad cercana al abandono en materia de infraestructura
(insuficiencia de locales adecuados, obsolescencia de los equipos y sistemas
informáticos, o estado crítico y peligroso del servicio de archivo judicial); una
estructura napoleónica de la organización de gobierno, gestión y control disciplinario; la
inexistencia de una auténtica carrera judicial y también de una política de recursos
humanos para el trabajador del sistema; y una absoluta ausencia de instancias o espacios
de coordinación interinstitucional entre las instituciones que forman parte del sistema de
justicia (el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Consejo Nacional de la
Magistratura, el Tribunal Constitucional, la Academia de la Magistratura, el Ministerio
de Justicia y la Policía Nacional)1.

A ello, es importante añadir algunas consideraciones externas que dificultan la labor del
Sistema de Justica peruano, tales como la inestabilidad política, la interferencia política,
la presión negativa de los medios de comunicación social, los insuficientes recursos
económico-fiscales, la desconfianza de la población en los servicios de justicia, el
incremento de la criminalidad y aparición de nuevas modalidades delictivas, entre otros
aspectos que dificultan el cumplimiento del gran deber del Estado de brindar un servicio
de administración de justicia eficiente y confiable.

1
CERIAJUS. Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia. Lima, 23 de Abril de 2004. p. 23.
Si bien es cierto dicho Plan Nacional involucra a diversas instituciones vinculadas a lo
que tímidamente se denomina el Sistema de Justicia, bien podría ser un punto inicial
para abordar la compleja problemática del Poder Judicial como institución encargada de
la administración de justicia en nuestro país, según el mandato contemplado en nuestra
Carta Fundamental y en función del propósito que inspiró la Política de Estado
plasmada en el Acuerdo Nacional denominada “Plena vigencia de la Constitución y los
Derechos Humanos y Acceso a la Justicia e Independencia Judicial”.

Así, se podrían mencionar como debilidades del Poder Judicial peruano, entre otras; (La
mala imagen ante la ciudadanía, la insuficiencia de recursos económicos, las frecuentes
prácticas de corrupción, la ausencia de políticas adecuadas de recursos humanos, una
cultura organizacional débil, elevados niveles de provisionalidad y suplencia, ausencia
de una política de infraestructura, falta de predictibilidad y baja calidad de los fallos y
resoluciones, incapacidad para administrar la carga procesal y la ausencia de
coordinación entre entidades vinculadas a la labor judicial)2.

Sin embargo, atendiendo al propósito de este trabajo, de los muchos aspectos


problemáticos que pudieran existir, hemos considerado focalizar nuestra atención en los
siguientes aspectos, para –en el Capítulo siguiente- proponer algunas reformas
orientadas a la superación de estos problemas.

1. LA AUTONOMÍA DEL PODER JUDICIAL Y LA INDEPENDENCIA DE LOS


JUECES.

Uno de los principales problemas que ha enfrentado el Poder Judicial es la injerencia


política, presión de grupos de poder económico, cuestiones que conllevaba actos de
corrupción, por tanto, ello ha traído fracturas estructurales y funcionales, que no
garantizaron, ni garantizan una institución soberana, lo que trajo como consecuencia
que se halle débil frente a los otros poderes del Estado. Es necesario en este sentido, las
reformas legales que ella implique y configure un Poder Judicial con estructura idónea
que le permita afirmar su autonomía e independiente.

Estos aspectos se tornan graves por tanto su corrección es de primer orden, para dotar a
la sociedad de un instrumento de protección contra los abusos y la arbitrariedad de los

2
CERIAJUS. Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia. Lima, 23 de Abril de 2004. p. 82.
otros poderes. Y es que, cuando el poder político neutraliza al Poder Judicial, lo que
realmente se hace es crear las condiciones para someterlo a condiciones que no solo
violentan el principio de la separación de las funciones supremas del estado, sino que,
además, se incumple todos los principios y valores de Estado Social y democrático de
Derecho.

El doctor Montoya3, sostiene que de persistir tales injerencias, corremos el riesgo de que
en nuestra sociedad se instituya la corrupción en pandemia, entonces, lo que
corresponde para evitar ello es pertinente plantear un sistema de justicia con
mecanismos de control externo, claros y eficientes de prevención y sanción de la
corrupción, de donde es fácil colegir que el Poder Judicial, en el moderno Estado Social
y Democrático de Derecho, es una exigencia que dicho poder del Estado sea
institucionalmente independiente, en tal propósito es necesario ir dejando de lado
complejos ya superados en la moderna concepción de la cuestión judicial, como aquél
relacionado al tema de la legitimidad del Poder Judicial en un Estado democrático:
tradicionalmente se tiene la idea de que el Poder Judicial es un Poder menor en virtud de
un déficit de legitimación democrática al no tener sus componentes una vinculación
directa con el principio de mayorías. Se menciona que el Poder Judicial no es nombrado
por el pueblo ni responde ante los representantes del pueblo.

En este contexto Montoya4 se pregunta, si el Poder Judicial es un poder del Estado


¿Cuál es su legitimación democrática? y se responde citando al profesor Tomas y
Valiente quien planteaba la distinción entre legitimidad de origen, propia de los órganos
sometidos a consulta popular por sufragio universal, y una legitimidad de ejercicio. Esta
última es la que, preponderantemente, corresponde al Poder Judicial, porque es la
vigencia de la ley, de los derechos ciudadanos –raíz y eje del aludido Estado de
Derecho-, lo que garantizan los jueces al hacer justicia en un proceso.

Los Jueces administran justicia por mandado de la voluntad social expresada en la


Constitución vigente, mandato que no solo les otorga el poder necesario para poder
cumplir con las funciones del Poder Judicial, también, esa voluntad está legitimando
como el único titular de las funciones jurisdiccionales en el Perú. En tal razón, los
Jueces cumplen el mandato constitucional en el marco del estado social y democrático

3
Montoya, Yván. El Poder Judicial y Estado Democrático de Derecho en el Perú. Editorial Instituto de Defensa Legal
(Primer Concurso de Ensayo “Pensando y Haciendo Perú”). Lima, septiembre 1997. p. 11. 70.
4
Montoya, ivan Ob.Cit.
de derecho; es decir, que en toda actuación de sus funciones tienes que respetar y
garantizar los principios de libertad e igualdad, especialmente, los derechos
fundamentales, siempre en un marco axiológico.

De esta forma se legitima el Poder judicial, legitimación democrática lo llama


Montoya86, no es una simple formulación abstracta de un autor singular, sino que está
necesariamente vinculada al proceso histórico de autonomización e independencia de la
institución judicial en Europa occidental, en tal sentido, al ser nuestros modelos
judiciales latinoamericanos en gran parte consecuencia de modelos europeos
continentales, dicho proceso es una explicación válida de esta forma es una explicación
válida de esta forma de legitimación del Poder Judicial (Art. 138 Constitución).

Factor esencial de la independencia del Poder Judicial es respetar y defender la persona


humana y su dignidad tal como lo determina nuestra Norma fundamental del Estado que
en su artículo primero ordena: La defensa de la persona humana y el respeto a su
dignidad son el fin supremo de la sociedad y el Estado. Disposición en forma clara y
precisa, señala que el fin supremo es el hombre, y el Estado para cumplir los fines
dispuesto por la voluntad social.

El Principio de la separación de las función suprema del Estado, en cuanto al


tratamiento de la autonomía del Poder Judicial, implica también el desarrollos de sus
funciones de control entre los órganos políticos del Estado; en consecuencia, el Poder
Judicial debe coadyuvar al cumplimiento de este principio realizando con firmeza sus
funciones de control sobre la concentración del poder, insistiendo el fiel cumplimiento
de los principios de Supremacía Constitucional.

Esta problemática supone fortalecer al Poder Judicial a fin de que se constituya el


instrumento más importante que la sociedad puede tener, para la protección de los
derechos fundamentales y la arbitrariedad de los otros poderes, porque además, el poder
Judicial se constituye como garantía del desarrollo de la democracia nacional.

2. EL PODER JUDICIAL EN EL ORDEN ÉTICO.

Como señala Joaquín Gonzáles, la corrupción responde a una lógica perversa,


radicalmente opuesta a los principios y valores en que se fundamentan los Estados
democráticos de derecho5. Además, la debilidad institucional, que suele caracterizar a

5
Gonzáles, Joaquín. Corrupción y Justicia Democrática. Madrid, Clamores, 2000. 72.
las democracias en proceso de consolidación, constituye al sostenimiento de una sistema
paralelo de corrupción, que deteriora los patrones de confianza, convivencia y
gobernabilidad necesarios para su existencia. Rose Ackerman señala, en igual sentido,
que “La corrupción tiende a ser tanto injusta como ineficiente y puede socavar las
opciones democráticas. La investigación empírica sugiere la existencia de una
correlación negativa entre desarrollo y los altos niveles de corrupción, cuando se tiene
en consideración otros factores. Los casos estudiados a nivel mundial, indican que los
pagos ilegales pueden desincentivar la inversión privada e incrementar sustancialmente
los costos y disminuir la calidad de las obras públicas”6.

En este esquema, El poder Judicial tendría que estar altamente inmune en la cuestión de
ética, cuando es una institución llamado para el control de los actos de corrupción, más
aún si es una de las instituciones pilares de primer orden que debe garantizar el sistema
democrático; sin embargo la corrupción ha hecho colapsar el orden ético del Poder
Judicial, adquiriendo dimensiones sistémicas, convirtiéndose en un problema central y
primordial del Poder Judicial peruano. Dejando evidente su debilidad, ineficiencia y
falta ética para cumplir con cabalidad su rol de control y promoción de una adecuada
administración de justicia.

Es lógico pensar que frente a este flagelo, ha habido intentos de resguardar y procurar
recobrar la ética perdida del juez peruano, a ello abundando la actuación de los jueces
probos, podemos atrevernos y sostener que el panorama actual no trae buen augurio por
no se han registrado avances porque los resultados de control, si bien registran algunos
avances en la parte organizativa y descentralización, cuando desde el Poder Judicial se
han modificado el Reglamento de Organización de funciones de la Oficina de control de
la Magistratura. Con esta norma y sus modificatorias han establecido la
descentralización del sistema de control, llamándolas ODICMAS, hoy ODECMAS,
ubicados en cada uno de los Distritos Judiciales, entre otros esfuerzos.

Sin embargo, estos caminos recorridos no ha permitido erradicar el descontento y


desaprobación de la población del Poder Judicial y sigue siendo la ausencia de ética
sigue quebrantando su autonomía, por tanto sigue siendo un problema que en el
mediano plazo debe ser atendido por el Poder Judicial.

6
ROSE-ACKERMAN, Lima, Proética, 2001, p. 20. Citada por SILES, Abaham. Corrupción en el Poder Judicial Peruano:
marco conceptual. Lineamientos de una propuesta de participación ciudadana para el control y erradicación.
Documento de trabajo, Comisión Andina de Juristas, 2002.P.7.
3. EL PODER JUDICIAL Y SUS PROBLEMAS ECONÓMICOS (ESCASEZ DE
RECURSOS ECONÓMICOS).

La autonomía del Poder Judicial en la función de administrar justicia no puede ser tal si
no tiene a su vez una necesaria e indispensable autonomía económica. Ello en la medida
de que solo se puede ser eficaz y eficiente en el ejercicio de la función que la
Constitución encomienda al Poder Judicial, si éste cuenta con los recursos suficientes
para el cumplimiento de esa función.

Lo anterior significa que la aprobación y ejecución del presupuesto del Poder Judicial
no puede estar sometida a criterios distintos a los que determinan su propia necesidad
presupuestal, en función a los recursos públicos asignados dentro de la estructura
presupuestaria del Estado y a los recursos propios que pueda obtener el Poder Judicial
vía aranceles y otras tasas judiciales, y demás ingresos que se puedan crear a su favor.

En el presente trabajo de investigación pretendemos formular, sobre la base de una


evaluación de las necesidades y requerimientos del Poder Judicial y una interpretación
sistemática y comparada de los Arts. 77°, 145° y demás pertinentes de la Constitución
de 1993, una propuesta de modificación constitucional que permita reafirmar la
necesaria autonomía económica del Poder Judicial a fin de asegurar los recursos
necesarios para el cumplimiento de su función.

El Poder Judicial en un Estado Democrático y Social de Derecho requiere no sólo de


plena autonomía en el ejercicio de las funciones jurisdiccionales que la Constitución y
la ley le encomiendan, sino también de una necesaria autonomía económica que le
permita contar, administrar y gestionar los recursos financieros suficientes que requiera
para asegurar la eficiencia y eficacia en el desempeño de tales funciones. Entendida
como la independencia de los jueces en el ejercicio de la función jurisdiccional e
implícitamente la autonomía del Poder Judicial en el ejercicio de las funciones que la
Constitución y las leyes encomiendan a ese Poder del Estado (“Ninguna autoridad
puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional ni interferir en el
ejercicio de .sus funciones”).

Un Poder Judicial que no cuente con autonomía económica y que vea sometida la
aprobación de los recursos que requiere para el desempeño de sus funciones
jurisdiccionales, a la decisión que respectivamente adopte el poder político, entendiendo
como tales a los Poderes Legislativo y Ejecutivo, no sólo no será eficiente y eficaz sino
tampoco realmente autónomo en el ejercicio de su función jurisdiccional, en la medida
de que –en ese supuesto- se trataría de un Poder Judicial sometido y sojuzgado que haría
inviable la existencia de un Estado Democrático y Social de Derecho como el que
pregona la Constitución.

Si bien la Constitución vigente reconoce expresamente en el inciso 2 del Art. 139 la


independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional, e implícitamente en el Art.
145 la autonomía económica del Poder Judicial, al establecer que éste presenta su
proyecto de presupuesto al Poder Ejecutivo y lo sustenta ante el Congreso; no señala de
manera enfática y precisa de qué manera se materializa ésta autonomía económica, en la
medida de que –de acuerdo con los Arts. 77 y 78 de la misma Constitución, es el
Congreso quien aprueba el Presupuesto del Sector Público, dentro del cual se encuentra
comprendido el del Poder Judicial, y es el Ejecutivo quien presenta al Congreso el
proyecto de presupuesto para su revisión y aprobación por el Congreso.

En tal sentido, cuando el Poder Judicial presenta su “proyecto” y en realidad


anteproyecto de presupuesto al Poder Ejecutivo, conforme al Art. 145 de la
Constitución, a efecto de que éste lo consolide y presente como un cuerpo orgánico al
Congreso, generalmente el Ejecutivo, aduciendo que los recursos públicos deben ser
asignados equitativamente y que la programación y ejecución del presupuesto
responden a criterios de eficiencia de necesidades sociales básicas y de
descentralización , no sólo revisa sino también modifica el proyecto presentado por el
Poder Judicial quien de ésta forma termina sustentando ante el Congreso un proyecto
que en esencia no es suyo, lo que convierte en lírico el precepto contenido en el Art. 145
de la Constitución.

Por ello, considerando que la potestad de administrar justicia ejercida por el Poder
Judicial en representación del pueblo, constituye una necesidad social básica que debe
además ser descentralizada, resulta necesario incorporar en nuestro ordenamiento
constitucional y legal normas que hagan realmente efectiva la autonomía económica de
ese Poder del Estado, a fin de asegurar que éste cuente con los recursos financieros que
requiera para el ejercicio de su función jurisdiccional, como ha sugerido la Comisión
Especial para la Reforma de la Administración de Justicia –CERIAJUS- recogiendo lo
establecido al respecto en la legislación comparada y ha recomendado el Tribunal
Constitucional en la STC N° 0004-2004-CC/TC.
Esta modificación normativa debe comprender a nuestro juicio, tanto las etapas de
elaboración, aprobación y ejecución del presupuesto del Poder Judicial, estableciendo
un rango porcentual del presupuesto general de la República94 que será asignado al
Poder Judicial con cargo a fondos del Tesoro Público y al margen de los recursos
propios que obtenga por concepto de aranceles judiciales, cedulas judiciales, multas y
otros.

4. ALGUNOS FACTORES PROCESALES LIMITANTES DE LA LABOR DEL


PODER JUDICIAL.

A continuación algunos de los principales problemas vinculados a la dinámica procesal


del Poder Judicial:

a) Falta de uniformidad de la jurisprudencia, lo que motiva a su vez una falta de


predictibilidad en las decisiones judiciales, al punto que muchas veces nos encontramos
ante casos en donde causas sustentadas en los mismos hechos son resueltos en forma
diversa y hasta absolutamente distinta y contradictoria por los jueces y tribunales del
país.

b) Existencia de una cultura de conflicto en la ciudadanía que eleva de manera


considerable el número de casos que deben ser resueltos en los órganos jurisdiccionales,
aumentando cual si fuera un mal endémico la considerable carga procesal que arrastran
desde hace muchos años los órganos encargados de administrar justicia en nuestro país.
Tal hecho, pone además de manifiesto la inoperancia de la conciliación extrajudicial
como medio alternativo para la solución de conflictos y la necesidad de revisar y
reforzar éste mecanismo como requisito previo al inicio de determinados procesos
judiciales, que por efecto precisamente de ésta inoperancia se dilatan innecesariamente
cuando al interior de los mismos debe también tratar de lograrse la conciliación judicial
como parte del sistema procesal actualmente vigente en el proceso civil.

c) Excesiva escrituralidad en el desarrollo de los procesos judiciales que, además de


llenar a los despachos judiciales de ingente cantidad de papel y rumas de expedientes
que muchas veces por la falta de archivos se encuentran arrimados en los juzgados,
dificultan la revisión y análisis de los procesos, retardan la administración de justicia y
no permiten la inmediatez del Juez en el caso que debe resolver, mucho más aún cuando
se trata de procesos penales, laborales y de derecho de familia en los que la inmediación
del Juez con las partes en conflicto es fundamental para una justicia rápida, oportuna y
eficaz.

d) Finalmente podemos agregar, a lo antes señalado la tendencia de importar sistemas


procesales extranjeros que, en la mayoría de los casos, no son coincidentes, ni se
adecuan a la realidad pluricultural peruana.

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