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VIOLA, Andreu (1999): "Crónica de un fracaso anunciado: coca y desarrollo alternativo en Bolivia", BRETÓN, V.; GARCÍA, F.

;
ROCA, A. (Eds.): Los límites del desarrollo. Modelos 'rotos' y modelos 'por construir' en América Latina y África. Icaria, Bar-
celona, pp. 161-203.
V. CRÓNICA DE UN FRACASO
ANUNCIADO: COCA Y DESARROLLO
ALTERNATIVO EN BOLIVIA 1
Andreu Viola Recasens*

El fulgurante aumento de los cultivos de coca registrado en los


países andinos desde la segunda mitad de la década de los setenta,
ha venido sugiriendo en los países del Norre estereotipos asociados
con una corrupción generalizada, organizaciones mafiosas de ca-
rácter ultraviolento y forrunas incalculables. Sin embargo, detrás
de todas es tas imágenes sensacionalistas y truculentas, se oculta una
realidad mucho más humilde, y a la vez compleja, la hisroria de
miles de familias campesinas que, ante unas condiciones socioeco-
nómicas especialmenre adversas, decidieron abandonar sus comu-
nidades para buscar fortuna en la única actividad que en aquel
momento podía ofrecerles unas expectativas razonables de seguri-
dad económica: el cultivo de la hoja de coca. 1 Aunque a priori

• Universidad de Barcelon:t.
l. Este artículo se b:1s:t enl:t investigación desarrollada en Bolivia entre 1991
y 1994, gracias a una Beca del Progr:1ma de Formación de Personal Investigador
del Ministerio de Educación y Ciencia. L:l información adicional ha sido recopi-
l:tda en 1997, durante un:l estancia como Profesor Visitante de la Universidad
Carólica Boliviana, Cochabamba (Bolivia).
2. El cultivo y consumo de coca en los Andes centrales se remonta, corno
mínimo, a unos 4.000 años de ancigiicdad. Enrrc sus rmilriples signiflC<Jdos para
las culturas andinas, podr(:unos mencionar su extraordiuario valor nutritivo (con
una elevada aportación de calcio, fósforo, hierro, viramina A y riboAavina); el

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podría suponerse que el boom de los cultivos de coca fue únicamen- 1 programas de colonización de dicha región emprendidos a partir de
te una reacción mecánica y coyuntural al aumento de la demanda .,; los años cincuenta. El gobierno del Movimiento Nacionalista Re-
de cocaína en el mercado estadounidense, en realidad, ironizando volucionario (MNR) surgido de la revolución de 1952, situó la co-
con la célebre sentencia levistraussiana, podríamos afirmar que la lonización de regiones selváticas como el Chapare en Cochabarnba,
coca también es bonnt apmstr, en la medida en que el análisis de el Alto Beni en La Paz, y el norte de Santa Cruz entre las prioridades
las condiciones que posibilitaron dicho boom nos pueden aportar de su programa de desarrollo nacional, que contemplaba objetivos
algunas conclusiones reveladoras sobre el desarrollo rural en Boli- como mejorar la débil articulación caminera y económica entre la
via, cuyas implicaciones se refieren tanto a las políticas agrarias sierra andina y los llanos tropicales, conseguir un reequilibrio de-
aplicadas en el país desde 1952, como a los efectos social y ecoló- mográfico entre ambas regiones: redistribuir los «excedentes» de
gicamente perversos de la actual estructura del comercio interna- mano de obra campesina de los valles y el altiplano, 5 y la ampliación
cional. Por último, este intento de contextualización del cultivo de de la frontera agrícola para alcanzar la ••substitución de importacio-
la ~oca también nos puede servir tanto para explicar el fracaso de los nes)), es decir, el saneamiento de la balanza de pagos mediante la
proyectos de desarrollo alternativo que no han tenido suficiente-
mente en cuenta el contexto socioeconómico y ecológico de las
poblaciones a las cuales iban dirigidos, como para ofrecer, final- selvát.íca de transición entre el piedemonte andino y la llanura amazónica, situada
mente, una imagen más realista de la dinámica de la deforestación al nordeste de Cochabamba. En parte de esta región también se habla cultivado
asociada a la ampliación de la frontera agrícola en los bosques coca desde época precolombina hasta principios del siglo XX, entrando dicha
tropicales. actividad en decadencia, hasta que en los alios cincuenta el gobierno del Movi-
miento Nacionalista Revolucionario comenzará a promover planes de coloniza-
ción de la región. A partir de los alios setenta, la producción de coca del Chapare
Los programas de colonizaci6n del Chapare ha llegado a ser muy superior en volúmen a la paceña, siendo destinada principal-
mente al mercado del narcotr:ifico.
La contextualización histórica de la producción de coca en una 4. En 1950, la Bolivia andina (comprendiendo la cordillera, el altiplano
región como el Chapare,3 necesariamente nos obliga a revisar los occidental y los valles interandinos) representaba el 37% del territorio nacional,
pero conccntr2ba, en cambio, al 80% de la población nacional, mientras que la
inmensa llanura chaquefio-amaz.ónica, que abarcaba el 63% de la superficie total,
tan solo albergaba al 20% restante de la población.
papel central que ocupa dentro de la medicina tr2dicional indígena; su imprescin- 5. En 1953 el gobierno del MNR habla iniciado una Reforma Agrari~que llegó
dible presencia en rituales andinos como la eh 'al/a, la q oao dttpacho, y la willancha. a distribuir hasta 1980 un total de 30 millones de hectáreas (de los cuales poco más
a la vez que constituye la base de los oráculos de adivinación practicados por los de 4 millones serian cultivables) entre 425.000 familias campesinas. Pero el repar-
paqos o yariris; su función en tanto que elemento habitual de sociabilidad y reci - to de la tierra no fue acompafiado de medidas como créditos, inversiones en
procidad entre los campesinos; y por último, ha llegado a convertirse en un signo infraestructuras de riego o de una polltica de precios agrícolas favorable a los
de identificación de las culturas quechua y aymara frente a' la población mestiza intereses del campesinado. Además, en unas pocas décadas los efectos de la presión
y criolla. V~ase una revisión general de estos aspectos en Allen (1988), Cartc:r demográfica y de la parcelación de la tierra desembocaron en una situación de
(1983), y Instituto Indigenista Interamericano (1986). minifundismo generalizado, de manera que actualmente, una tercera parte de las
3. En Bolivia, la producción de hoja de coca se ha concentrado históricamen- propiedades agropecuarias bolivianas disponen de menos de una hectarea de ex-
te en dos regiones con perfiles diferenciados. En los Yungas (casrellaniz:1ción de tensión, y se calcula que cada afio se crean unos 16.000 nuevos minifundios en la
la palabra indígena Yunqa, referida a los escarpados valles tropicales entre 2.000 sierra por subdivisión de los ya existentes. Los programas de colonización trataron
y 800 metros sobre el nivel del mar) de La Paz, la coca ha sido cultivada de forma de canalizar hacia el Chapare a los campesinos jóvenes sin tierra (o con parcelas
continuada desde época precolombina; dicha coca siempre ha sido la más valorada muy insuficientes), tratando de disminuir la explosiva presión demográfica en
para el akulliku o consumo tradicional. El Chapare, en cambio, es una región zonas como los valles de Cochabamba.

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autosuficiencia en productos como el arroz o el azúcar, y el desarro~ que instalaron a muchos colonos en terrenos totalmente inadecua~
llo de una incipiente agroindustria que permitiera generar exceden~ dos para un uso agrícola, ya sea por la pobreza de sus suelos, o por
tes para la exportación.6 estar situados en zonas inundables o ecológicamente muy frágiles.
Por todas estas razones, la Marcha hacia el Orimtt se convirtió Los colonos pronto fueron descubriendo los numerosos facto~
en el eje de la política económica del MNR, que decidió realizar res adversos que debía enfrentar la agricultura en una región que les
importantes inversiones en infraestructuras camineras que permi~ había sido descrita como el paraíso de la abundancia: un elevado
rieran canalizar los flujos migratorios hacia las zonas de coloniza~ riesgo de hongos, plagas, y malezas; 8 el escaso potencial agríc~la de
ción. Con este objetivo, en 1964 USAID concedió a Bolivia créditos unos suelos altamente saturados de aluminio y pobres en numentes
por más de 33 millones de dólares (y otro adicional de 18 millones (Ferrufino, Lenis & Vallejos 1992; Tosi 1983); los efectos de los
en 1967) para la construcción de una carretera pavimentada desde surazos, 9 que afectan muy negativamente a los cultivos tropicales
Cochabamba al Chapare. Sin embargo, hasta 1980, el número total perennes; los altísimos costes de transporte hasta los mercados
de colonizadores asentados en las zonas tropicales del país era de andinos (agravados por la insuficiencia y la pésima calidad. de
unos 260.000 (cifra muy inferior a la prevista por las autoridades los caminos del Chapare, muchos de los cuales quedaban J m~
bolivianas), y, curiosamente, la gran mayoría de ellos (el 85%, practicables durante la época de lluvias); los bajos precios de
según diversas estimaciones) se habían instalado en las colonias venta para muchos cultivos comerciales, y un mercado muy
espontáneas fundadas y organizadas por los propios campesinos, reducido debido a la competencia de otras regiones o países
pese a las inversiones oficiales efectuadas-en las colonias dirigidas, vecinos. En estas condiciones, no es difícil comprender por qué
en las cuales la Corporación Boliviana de Fomento o el Instituto los colonos adoptaron una estrategia de subsistencia orientada
Nacional de Colonización se comprometían a suministrar a los hacia el autoconsumo, con la hoja de coca como único cultivo
recién llegados alimentos, semillas, material de construcción y comercial rentable.
herramientas y, además, se les ofrecía -en teoría- asesoramiento
técnico, créditos, centros sanitarios, escuelas, y la construcción de
las infraestructuras necesarias (pozos, almacenes, viveros, y cami~
nos). Pero en la práctica, muchos de estos servicios no llegaron a sistemas de clasificación de suelos. En realidad, aunque algunos estudios oficiales
consideraban que el Chapare presentaba para la colonización agrícola, en la actua-
materializarse o lo hicieron de forma muy deficiente y, asimismo, lidad existe entre los especialistas un notable consenso en señalar que únicamenre
los técnicos oficiales comenzaron a asignar lotes de tierra sin la el30% de la región-presenta condiciones aptas para algún ripo de prácrica agrlco.la.
realización previa de estudios edafológicos sistemáticos/ de manera 8. La extraordinaria pluviosidad de la región (algunos de cuyos observa tonos
metercológicos llegan a registrar una precipitación media anual de hasta 7.500 mm
cúbicos), crea unas condiciones idóneas para la proliferación de hongos y plagas.
Otro gran problema para la agricultura intensiva es controlar la rápida invasión ~e
6. Ames de la llegada del MNR al poder, Bolivia presentaba una situación tan malezas en los cultivos: después de varias cosechas,la inversión en trabajo neccs~rta
anómala como que un pafs con un 81% de su población activa dedicada a la para deshierbar una parcela en el Chapare (entre 45 y 60 dfaslh.omb_re de t!aba¡?),
agricultura tuviera que dedicar un elevado porcentaje de sus divisas a la importa- supera a la que se necesita para chaquear otra de bosque pnmano de adl!nuca
ción de alimemos, que en 1952 ascendieron a un va1orde 26'8 millones de dólares, extensión (Henkel 1971 , p. 265).
esto es, el 36% del total de las importaciones. 9. En la Bolivia tropical, se conoce con el nombre de surazos a las rachas de
7. T osi (1983, p. 4) revisó los estudios edafológicossobre el Chapare, realizados viento muy frío procedente del sur del continente, que suelen producirse durante
entre 1964 (después de una década de asentamientos en la región) y 1980 por los meses de julio y agosto. Estas rachas, de varios dfas de duración, provocan
téc nicos del Ministerio de Asuntos Campesinos y el Instituto Nacional de espectaculares descensos de temperatura, registrándose mfnimasde hasta 6 grados
Colonización, y los evalúa muy negativamente, calificando de •disparatados• sus que pueden dañar a muchos cultivos tropicales.

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Con el tiempo, se generalizaría el fenómeno conocido en la Finalmente, no hay que olvidar que los sucesivos gobiernos del MNR
literatura sobre colonización agrícola de tierras tropicales corno la (y las juntas militares que le sucedieron desde 1964), imbuidos del
«crisis del barbecho)): los costos crecientes de cultivar una parcela espíritu rnoder.nizador y desarrollista de la época, habían presenta-
tras varias cosechas (proliferación de maleza, alta exposición a pla- do a los colonizadores corno la cabeza de puente del irnparable
gas), combinados con unos rendimientos agrícolas decrecientes (a avance del progreso y la civilizaCión sobre una selva percibida corno
causa del progresivo agotamiento de la fertilidad del suelo), moti- causa y símbolo del atraso económico del país. 12
van el abandono de !a parcela por el colonizador para chaquear otra
nueva en el bosque (Painter, 1987). Sin embargo, sería importante
La crisis econ6mica en Bolivia y el boom de la coca
recordar el modelo de explotación de los recursos naturales del
trópico que las autoridades bolivianas han estado fomentando Otro factor imprescindible para comprender el boom de la coca fue
durante décadas a través de los programas oficiales de colonización, el desastre económico experimentado por Bolivia durante la prime-
máxime si tenemos en cuenta que en la actualidad uno de los argu- ra mitad de los afios ochenta. Las razones fundamentales del hun-
mentos habituales del gobierno boliviano y de sus asesores estado- dimiento de la economía boliviana fueron, básicamente, el colapso
unidenses para justificar la criminalización de los cultivos de coca del precio internacional del estaño (la principal exportación del
y la expulsión de los colonos andinos es, precisamente, que supo- país hasta ese momento), que entre 1980 y 1984 disminuyó en un
nen una grave amenaza para la ecología tropical. Si bien es cierto 27%, y el crecimiento acelerado de la deuda externa, que había
que los colonizadores andinos no estaban suficientemente familia- aumentado de 670 millones de dólares en 1970 a más de 5.000
rizados con las características de la agricultura en el trópico, no hay millones en 1986, a causa de la demencial gestión económica prac-
que olvidar que las indicaciones recibidas del personal técnico fue-
ron, generalmente, contraproducentes desde el punto de vista de la
sostenibilidad ecológica de sus prácticas agrícolas. Por una parte,
11 los lotes de tierras asignados a los colonos eran claramente insufi- la escasez y mala calidad de los pastos y el potencial impacto erosivo que podría
·l cientes para poder practicar un ciclo de descansos que permitiera provocar el ganado (Tosí 1983, p. 1O). Pese a conocer dicho estudio, las autori-
1 dades bolivianas han continuado incentivando hasta el día de hoy la ganadería en
"1 asegurar la regeneración de la tierra; 10 pero además, el personal
1 la región dentro de las prioridades del desarrollo alternativo, como en los progra-
:1 técnico, cuyo desconocimiento de los sistemas indígenas de cultivo mas conocidos popularmente como vacas por coca o urdos por coca.
1:
o de la fragilidad de los suelos amazónicos era más que evidente, se 12. Este mensaje aparece de forma explícita en las cartillas divulgativas con
.'1~ dedicó a promover formas de agricultura intensiva o de ganadería las cuales la Corporación Boliviana de Fomento trataba de atraer campesinos para
)
totalmente desaconsejables para el tipo de suelos de la región. 11 los proyectos estatales de colonización, en las que se presentaba a la naturaleza
como a un enemigo al cual derrotar a través del trabajo: «Lo que tengas será el
resultado de tu lucha diaria contra la naturaleza a la que has vencido~; o bien: «Sólo
1O. Tanto los colonizadores del Chapare como los indígenas amazónicos as/ te untirás orgulloso y serás todo un hombre. Tu propiedad construida palmo a
cultivan una parcela durante dos o a lo sumo tres años seguidos, dejándola después palmo, tumbando árbol por árbol, luchandofirmemente contra la madre naturaleza».
en descanso; pero la duración de dicho descanso es muy distinta en uno y otro caso. Otro ejemplo sería una obra informativa sobre la colonización en el Alto Beni,
Mientras que en el caso de los colonos suelen durar de dos a cinco años, los publicada en 1965 por la Oficina de Proyectos Especiales del Ministerio de Eco-
indígenas de las tierras bajas practican descansos mucho más largos, de 15 a 20 no m fa, donde se recurría repetidamente a titulares tales como •La obra avanza y
años. Pero ciclos tan largos como estos, requieren de extensiones muy superiores la Naturaleza etde», o «El Monte (es decir,la selva) se repliega y el Progreso avanza»,
a las que poseen los colonos, que suelen oscilar entre 1Oy 20 hectáreas. añadiendo un aterrador comentario a la fotografía de un bulldoz.er arrasando la
JI. El estudio más riguroso sobre las características edafológicas del Chapare yegetación tropical: «Lafórmula mágica del Desarrollo es la combinación del esfuerZQ
desaconsejaba explfcitamente la actividad ganadera en toda la región, a causa de del hombre y la potencia de la máquina» (Salmón, 1965).

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ticada por los gobiernos militares entre 1971 y 1982. Los efectos de En el sector rural las cosas no fueron mucho mejor. La fatalidad
la crisis llevaron a amplios sectores de la población a situaciones quiso que en pleno colapso de la economía nacional, a causa del
dramáticas. El poder adquisitivo de los salarios comenzó una me- fenómeno climatológico conocido como El Niño, se produjera la
teórica caída en picado, de manera que a finales de 1985, a pesar de peor sequía del siglo en la sierra durante la temporada 1982-1983,
los constantes aumentos nominales (que eran absorbidos rápida- provocando pérdidas de hasta un 75% de la producción en buena
mente por la inflación), el valor real del salario mínimo en Bolivia parte del altiplano y los valles: las pérdidas representaron el33o/o de
era tan sólo el 44% del de finales de 1982. La inflación se disparó la producción nacional de oca, el 69% de la de papalisa, el 36%
a un ritmo exponencial, pasando de un 297% en 1982 a un de la de trigo, el 55% de la de cebada, y nada menos que el 66% de
terrorífico 25.000% en 1985. La cotización del dólar respecto la de papa. Además de devastar la producción agrícola, obligando
a la moneda nacional mantuvo un crecimienro igualmente fre- a las fami lias campesinas a comerse las semillas destinadas a la
nético, pasando de un tipo de cambio de 25 pesos/dólar en siguiente siembra, la sequía alcanzó ral intensidad que diezmó los
1982 a 2.057.000 de pesos en enero de 1986. El PIB cayó en un rebaños, provocando la muerte de miles de cabezas de ganado, de
17% entre 1980 y 1984, la producción minera descendía año manera que las familias campesinas se vieron privadas de su prin-
tras afio a un riuno no inferior al 5%; el índice de consumo per cipal solución de emergencia para solventar un desastre agrícola.
cápira disminuyó en un 30% desde 1980, yen este período. Bolivia Pero al iniciarse la década de los ochenta, mientras la economía
alcanzó la mayor tasa de mortalidad infamil de toda América La- boliviana permanecía sumida en el caos, en 1\E uu se produce un
tina, con 213 de cada 1.000 niños muertos antes del primer afio de aumenro sin precedenres del consumo de cocaína, u cuyo efecto
vida, y la menor esperanza de vida, de ran sólo 47 anos (Healy, inmediato fue disparar su precio de venta en las calles hasta los 120
1986, p. 107-110). dólares por gramo (Courrwright, 1995, p. 217), fenómeno que
Otra de las consecuencias de la crisis económica fue el rápi- rc:·percurió inmediatamente sobre la cotización local de la hoja de
do crecimiento del desempleo, cuya tasa oficial se duplicó entre coca en los países andinos. Los contrastes emre la bonanza de la eco-
1980 y 1982, a consecuencia del cierre masivo de empresas. nomía coca lera y la miseria de la agricultura andina (muy evidentes
Pero dicho fenómeno se agravó a partir dé 1985. c"uando el en el Departamento de Cochabamba, si comparamos los ingresos
nuevo gobierno de orientación neoliberal aplicó un programa de los chapareños con los de la población rural de Arque, Ayopaya
de aj uste estructural recomendado por el FM 1 (el famoso Decreto o Tapacarí, provincias que figuraban entre las más pobres de roda
21060), que si bien conseguida controlar la hiperinflación, se América Larina) llegaron a exrremos delirantes: una carga de 100
convirtió en una fuente de penalidades y sacrificios adicionales libras de coca en el Chapare se vendía a precios superiores a los 200
para amplios sectores de la población. Una de las medidas cen- dólares, mientras que el ingreso anual medio de una familia cam-
trales de dicho programa de ajuste fue el desmantelamiento de pesina en Bolivia era de apenas 160; en una noche de trabajo pisan-
la compafiía minera esraral COMIIIOI. (Corporación Minera Boli- do coca para la elaboración de pasta base, se obtenían 40 dólares,
viana), que desde su creación en 1952 había sido la mayor empresa mientras que un jornal agrícola en la sierra no superaba el medio
del país. Para 1987, más de 23.000 mineros, el 80% del personal
de la Corporación, (a los que habría que añadir otros 4~000 traba-
jadores de las minas privadas}, habían sido despedidos («relocaliza- U. Didm :HIII1l'IIIO ,.~ dil'ít-il ,k cuamific<lr, pero~ medi;Hio~ d.: la décHb.
dos», según las autoridades) con misérrimas indemnizaciones, y s,w·ll\ los l'SIIIdios dd .'V,IIinu.d lmtitult' nn Drug Allll.f<', m:ís de 22 millon,·~ d<:
algunos de ellos optarían por migrar al Chapare para dedicarse al l'SI:I<Iotnli,kn.w> hahí.u• ,·onsulnido <'O<':IÍIIa l'll al¡;una O<.::lsiün, ya s,·a de forma
cultivo de la coca. hahiwal o \'S IH>r:idicl ( lh·in:mnan & l.,·vinc. 19<>5. p. 164).

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dolar. Las consecuencias de esta situación eran fácilmente previsi- A medida que los operativos militares en el Chapare aumenta-
bles: una migración masiva hacia el Chapare, cuya población pasó ban en frecuencia e intensidad, el proceso de fabricación de la pasta
oficialmente de 33.000 habitantes en 1977 a 215.000 en 1987, y base comenzó a desplazarse a numerosas comunidades de los valles
un rápido aumento de la superficie de cultivos de coca; que pasó en Alto y Central de Cochabamba, aprovechando las ventajas que
el mismo período de 10.000 hectáreas a 51.000 (Painter 1994). ofrecía esta región, como una mayor disponibilidad de precursores
Si bien algunos analistas han calculado que la proporción entre químicos {a causa de la mayor proximidad de la ciudad y la menor
el precio de venta en las calles estadounidenses de la cocaína corta- presencia de controles de carretera), y la situación estratégica de
da y el precio pagado por su coca al campesino sería de aproxima- algunas de estas comunidades campesinas, a las que se accede por
damente 500: 1, sería erróneo tratar de.minimizar la incidencia del tortuosas y angostas pistas de tierra. Así, según estimaciones poli-
boom de los años ochenta sobre la economía de los colonizadores: ciales, en febrero de 1985, tan sólo en el cañadón ubicado entre La
tan sólo en el segundo semestre de 1980 (mientras el PIB per cápita Balada y Melga (en la zona más alta de la provincia Chapare, cerca
nacional caía un 4,51 o/o), 300 grandes camiones Ford de impor- de la carretera al trópico) ya existían en funcionamiento nada menos
tación fueron comprados por campesinos del Chapare, aprove:: que 170 «fábricas» de sulfato de cocaína, aprovechando la topogra-
chando la bonanza de los precios de la coca (Flores & Blanes, 1984, fía prácticamente inaccesible para los vehículos militares·(Los Tiem-
p. 190). Pero además de estimular la expansión de los cultivos de pos, 6de febrero de 1985). En algunos de los principales pueblos del
coca, el auge del mercado de la cocaína también motivó una pro- Valle Alto, corno Toco y Cliza., la elaboración de pasta base despla-
liferación de pequeñas «fábricas>> de elaboración de pasta base de zó al maíz, la chicha y la sombrerería corno principal fuente de
cocaína por toda la región de Cochabamba a partir de 1983. Di- ingresos. En Huasacalle {a 3 km de Cliza), por ejemplo, un opera-
chas «fábricas» minúsculas no requieren ni un gran capital previo tivo antin;ucóticos descubrió cocaína y precursores en el80o/o de las
ni personal calificado (a diferencia de lo que sucede con los labo- viviendas registradas, y según la versión oficial, los pobladores fa-
ratorios de cristalización de clorhidrato de cocaína), y su mínima bricaban coca/na cual sí se tratase del simple proceso de elaboración de
infraestructura permitía trasladarlas constantemente para desorien- chicha en los patios de sus casas, sin temor alguno (Los Tiempos, 6 de
tar a las tropas antinarcóticos. Según datos oficiales, entre 1982 y febrero de 1985).
1992 se destruyeron en la región más de 1.000 fábricas y pozas de En estas condiciones, la economía boliviana se convierte en una
maceración de coca, aunque según algunos autores, esta cifra sola- «economía adicta», caracterizada por su dependencia hacia los in-
meo te representaría un 1Oo/o de las realmente existentes. Después. gresos económicos ofrecidos por el narcotráfico, hasta el extremo
de los devastadores efectos de la sequía, la vorágine infl~cionista, y que, en 1986, los narcodólares representaran, según diversas esti-
las medidas de ajuste, el narcotráfico supuso un balón de oxígeno maciones, en torno al65o/o del PIB del país. La extrema dependencia
que permitió la supervivencia de muchas familias rurales, implica- del sistema monetario boliviano respecto al flujo de dinero negro
das en la fabricación .o transporte de pasta base o en el tráfico de
precursores quírnicos. 14
controles policiales, llegaban a pagarse entre 200.000 y 300.000 bolivianos por
litro (Los Tiempos, 9 de junio de 1985); el papel higiénico, (utilitado como filtro
14. El keroseno, por ejemplo, se adquiría en los surtidores de la empresa en el proceso de elaboración de la pasta base), a pesar de ser decomisado sistemá-
estatal YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) a un precio de 5.000 ticamente en los controles de las fuerzas antinarcóticos, llegaba al Chapare en
bolivianos el litro, pero en el mercado negro de la calle Pulacayo, donde se revendía enormes cantidades, de manera que una región en la cual no vivía ni el 5% de la
sin hacer preguntas y sin un cupo máximo, se pagaba ya a 100.000 bolivianos, y población total del país, absorvía el 60% del papel consumido a escala nacional,
en el Chapare, a donde llegaba camuflado en latas de alcohol para burlar los a través de una red de 2.000 transportistas y revendedores (Healy, 1986, p. 118).

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proveniente del Chapare queda reflejada en un dato concreto: cuando julio de 1987, por el cual el gobierno se comprometía a impul§ar,
en junio de 1985los campesinos bloquearon durante varios días la simultáneamente a la gradual reducción de cultivos de coca, pro-
carretera de~ Chapare en demanda de un pliego reivindicativo, . yectos de desa"ollo alternativo. En ese mismo espíritu, la Ley 1.008
impidiendo así la llegada a Cochabamba de los tan esperados nar- de .sustancias controladas de julio de 1988, a pesar de su carácter
codólares, se produjo una grave escasez de dicha divisa que disparó draconiano, reconocía la obligación por parte del Estado de com-
automáticamente su cotizaCión en el mercado paralelo, alcanzán- pensar con «p~anes de desarrollo socioeconómicos» y asistencia
dose precios de hasta 340.000 bolivianos por dólar, cuando la técnica a los productores de coca. Con la presidencia de Jaime Paz
cotización oficial era de 67.000 (Los Tiempos, 9 de junio de 1985). 15 Zamora (1989-1993) este nuevo enfoque adquiriría un mayor
protagonismo. Desde la Declaración de Cartagenil de 1990, Paz
Zamora lanzó una ofensiva diplomática conocida como «la di-
Del boom al desarrollO alternativo
plomacia de la coca», basada en la rehabilitación internacional
La estrategia de lucha contra el narcotráfico adoptada inicialmente de la hoja de coca (en tanto que elemento ritual y simbólico de la
por el nuevo gobierno de Paz Estenssoro (1985-1989) ante la pre- .tradición quechua-aymara), 16 y en la consigna «coca por desarro-
sión estadounidense, se caracterizó por una militarización de las llo», en base a la cual se establecía la co"esponsabilidad de los países
regiones productoras desde el ingreso al país de contingentes mili- consumidores del Norte, y se pretendía potenciar el desarrollo al-
tares norteamericanos en 1986, y por una lucha frontal contra los ternativo (respecto a la represión pura y dura del Plan Trienal de
cultivos de coca, llegando incluso a métodos tan expeditivos corno 1986) en los convenios bilaterales de lucha contra el narcotráfico
el bombardeo con defoliantes químicos. El Plan Trienal ·de 1986 firmados con los EE uu. Como resultado de estos acuerdos, se crea-
contemplaba .la erradicación forzosa de los cultivos de coca, acorn- ría en 1990 el Programa de Desarrollo Alternativo Regional (PDAR),
pafiada de una presión militar sobre las regiones productoras para dependiente de la Subsecretaría de Desarrollo Alternativo y del ·'
reducir la demanda y forzar la caída del precio de la coca. Pero dicho Ministerio de Asuntos Campesinos. Los objetivos que dicho
Plan, que traducía nítidamente las presiones económicas, militares
y diplomáticas ejercidas desde EE uu, criminalizaba la hoja de
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coca per se (llegando incluso a condenar el akulliku o consumo
tradicional), y no incluía ningún tipo de compensaciones econó-
micas o de inversiones sociales para mitigar los efectos de la
16. La •Diplomacia de la coca», bajo el slOgan •coca no es cocafna•, recogía
de hecho una de 1as principales reivindicaciones de las organizaciones campesinas
·'
pérdida de los ·ingresos generados por la coca. Sin embargo, la bolivianas: la exigencia de que la legislación internacional esrableu:a una nftida
distinción c:nrre la hoja de coca, en tamo que elemenro consuetudinario, ritual y
espiral de movilizaciones emprendidas por ·Jos sindicatos de
medicinal para las culturas quechua y aymara, y el carácter delictiyo de la fabrica-
productores de coca contra dicho Plan, dio lugar a un acuerdo en ción y comercio de cocaína. Lamentablemente, estas campañas no parecen haber
contribuido a mejorar significativamente el grado de información sobre esta cues-
tión en los paises del Norte, en los cuales todavía se siguen utilizando de forma
irreflexiva los conceptos de coca y cocaína como sinónimos: un ejemplo desolador
15. La directa relación entre el circuito económico del narcotráfico y el pro· de esta desinformación nos lo ofrece cierra ONG con sede en Barcelona que, pese
ceso de •dolarización• del sistema monetario boliviano ha sido demostrada por a es~ar aparentemente sensibilizada con la temática -puesto que financia algunos
investigaciones como la de Melvin y Ladman (1991 ); en su artfculo, ambos autores proyectos en zonas productoras de coca-, en sus lineas de acción prioritarias para
consiguen establecer una correlación estadísticamente significativa entre el ciclo Sudamérica previstas en 1997, incluye el desarrollo de alternativas productivas •al
agrfcola de la coca en el Chapare y las fluctuaciones del flujo de dólares en una cultivo tÚ coca(na• (sic), (Cf. el bolerln n° 12, 1997, del Fons Catala deCooperació
región rurallimftrofe, como es el caso del Valle Alto de Cochabamba. al Desenvolupament, p. 6).

172 173
·1

Pr~grama se planteaba, eran, en teoría, fomentar un uso más racio-


1 La multiplicación de organismos oficiales implicados (USAID, PDAR,
nal del ecosistema, incrementar la producción agropecuaria, la do- IBTA, CDF, DIRECO, PNUD, SNC), además de retardar y complicar el
tación de infraestructuras y servicios, mejorar el sistema de comer- proceso de toma de decisiones, ha producido una sobrecontrata-
cialización de los productos agrarios, y lograr una mayor ción de personal técnico, que, agravada por unos sueldos desmesu-
participación campesina en los planes de substitución de cultivos rados para el nivel de vida del país, 18 ha provocado que de los 88
de coca. millones de dólares entregados por USA DI entre 1983 y 1994, 31 ,8
Pero la realidad ha sido muy diferente. Aunque en el período (es decir, el 36o/o del presupuesto) hayan sido gastados en el man-
comprendido entre 1989 y 1997la inversión per cápita en proyec- tenimiento de esta enorme burocracia (La Razón, 4-VI-1995).
tos de desarrollo alternativo en ·~1 Chapare ha alcanzado la muy Aunque el Decreto Supremo 22.270 de julio de 1989, resnltado
respetable cifra de 2.000 dólares (Los Tiempos, Cochabamba, 24 de de un arduo proceso de movilizaciones campesinas y negociacio-
junio de 1997), 17 el balance de las actividades del PDAR arroja resul- nes, establecía claramente que el desarrollo alternativo sería desa-
tados claramente negativos, que en la esfera agropecuaria cabría rrollado •en coordinación» con. los sindicatos del Chapare, en la
,,l
calificar de nefastos. Si bien es cierto que el presupuesto global p.ráctica la participación campesina fue relegada a un papel anecdó-
manejado era sensiblemente inferior a los ingresos generados por tico. Si bien la constitución de los Consejos Locales y Regionales
los cultivos de coca que el gobierno boliviano se había compro-
metido a erradicar, no es menos cierto que los discutibles criterios
1 de Desarrollo Alternativo creó una instancia para que los campesi-
nos expresaran sus críticas y sus peticiones, USAJD siempre hizo
i 1
1¡.
·¡
de su personal técnico han contribuido a minimizar considera- prevalecer sus criterios. 19 Por otra parte, la permanente oposición
blemente el impacto social y económico de dichas inversiones. de las federaciones campesinas a la erradicación de la hoja de coca
Uno de los aspectos más criticados, y que más ha contribuido 1 y a la militarización del Chapare, ha llevado a los sucesivos gobier-
·¡
¡' a la ineficacia de los proyectos emprendidos, ha sido la enorme ¡ nos a tratar de dividir y desestabilizar las organizaciones campesinas
burocracia institucional creada en torno al desarrollo alternativo. creando otras paralelas. El caso más evidente ha sido el de la Central
Ibuelo, manejada por un cacique local que había desempeñado
cargos durante la dictadura de Garda Meza, y que desde 1985 se
17. Según cifras ofi ciales, entre 1 989 y 1997 los programas de desarroll o
destacó por su permanente acatamiento a los planes de erradicación
alternativo en Bolivia han representado una inversión total de más de 300 millones de la coca. Además de conseguir múltiples prebendas, dicha Cen-
de dólares, aportados por USAID,Ia ONU, la Unión Europea, y diversos gobiernos tral ha sido reconocida como federación e invitada oficialmente a
europeos (España, Alemania y Francia, entre ellos). A pesar del ingente esfueno participar en las negociaci<;>nes, a pesar de no ser reconocida por la
económico realizado en las regiones productoras de coca (Marion Ford, respon- Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de
sable de USAID en Bolivia, llegó a afirmar que en el Chapare se efectuó en aquellos
años la inversión per cápita más alta del mundo (SEAMOS, 1992, p. 141 ), los
Bolivia (CSUTCB), la Confederación de Colonizadores, o la Central
resultados obtenidos han sido sencillamente pésimos. Si el objetivo último de
d ichos programas era permitir la erradicación (o cuando menos, la reducción) de
los cultivos de coca, su estrepitoso fracaso queda reflejado en un dato: en junio de
1997, el ministro de Gobierno Víctor H ugo Canelas presentó su balance de la 18. Según las denuncias de los sindicatos campesinos, algunos •asesores• de
estrategia nacional de desarrollo alternativo, en el cual, después de hacer una los program~s de desarrollo alternativo habrían llegado a cobrar sueldos de 18.000
valoración triunfalista de la introducción de nuevos cultivos, se vió obligado a dólares mensuales.
admitir que la superficie de coca cultivada en el país, que en 1986 alcanzaba una 19. En un debate sobre el desarrollo alternativo, el minisrro de Asuntos
extensión de 37.800 ha, en 1996 no sólo no había descendido, sino que hab ía Campesinos del gobierno de Paz Zamora, reconocía abiertamente la o fuerte inje-
aumentado hasta las 48.100 ha (Lo¡ Timzpos, 24 de junio de 1997). rencia• de USA ID en las decisiones del PDAR (SEAMOS, 1992, p. 19).

174 175
O~reca Boliviana. Adicionalmente, desde 1990 el gobierno fomen- En este sentido, podríamos citar los innumerables carteles visi-
tó la creación de asociaciones de productores organizadas en torno bles por todo el Chapare (en los que se anuncian, con todo lujo de
a algún rubro específico (piña, goma, plátano, etc.), a atyos socios detalles, obras que en ocasiones ni siquiera llegaron a realizarse), la
se les ofrecían mejores condiciones de producción o de comercia- emisión de radionovelas para los campesinos (en las que se narraba
lización, y se les aleccionaba para que desoyeran las consignas de los el supuesto bienestar de las familias de colonizadores que aceptan
dirige~tes. sindicales. En el caso de los Yungas de La Paz, estas erradicar sus cultivos de coca), la inserción de suplementos infor-
orgamzac10nes paralelas llegaron a dividir comunidades enteras, mativos a todo color (Subdesal Informa) en todos los periódicos de
provocando escenas de violencia y una gran crispación social. circulación nacional, y la organización de artificiosas ferias agrope-
Independientemente de la declaración de intenciones conteni- cuarias, en las que se mostraban productos obtenidos en proyectos
da en el decreto de 1989, las autoridades bolivianas han desviado piloto de carácter experimental, sin citar información sobre sus
un importante volumen de recursos del Desarrollo Alternativo hacia costos de producción o sus posibilidades de comercialización. Un
acti~idad~ propagandísticas, tanto para difundir una imagen irreal caso extremo sería el de SEAMOS, institución creada con el propósito
y tnunfahsta de sus proyectos agropecuarios, como para presentar de difundir campañas contra el narcotráfico a través de los medios
una visión más amable de la política de interdicción o de las rel~­ de comunicación, pero que en la práctica se ha dedicado a ensalzar
ciones ~ilaterales con EE uu. Esta prioridad de los objetivos propa- la actuación del gobierno y a descalificar a los sindicatos campesi-
gandísttcos sobre los productivos, era reconocida explícitamente nos del Chapare. 20 •

por el presidente Sánchez de Lozada en un balance de su gestión Desde el punto de vista de la producción agropecuaria, los pro-
efectuado al término de su mandato presidencial: yectos de desarrollo alternativo se han caracterizado, por la intro-
~ucción sistemática de productos o variedades exóticas, sin expe-
,, 1
Como hemos tenido desaciertos, hemos tenido también acier- nmentar adecuadamente su posible adaptación a las condiciones
tos. Uno de los grandes aciertos fue sacar el desarrollo alterna- ecológicas locales y sin estudiar su posible aceptación en los mer-
tivo del Ministerio-de Asuntos Campesinos y Agropecuarios, cados-nacionales e internacionales. Un ejemplo revelador de esta
porque si no das al Ministerio de Gobierno (Interior) zanahoria, tendencia, ha sido la apuesta del PDAR por la producción masiva de
se vuelve puro palo. Si ustedes se acuerdan, a Sánchez Berzaín piña en el Chapare. De 245 ha de piña existentes en la región en
(el ministro de Interior de su gabinete) le iba bien porque iba 1986, se pasó a 2.600 en 1993, destinadas al mercado chileno y
allá (al Chapare), hada ·cosas, se metía, pero ¿cómo podría argentino. Pero la importación masiva de «hijuelos» de piña de
entrar si únicamente daría (sic) palo? ( ... ) El Ministerio de variedades exóticas (mayormente, de «Cayena Lisa», provenientes
Gobierno, para tener una política exitosa de lucha contra el de Colombia y Brasil, hasta un total de 1.232.000 unidades en
narcotráfico, tiene que tener palo, pero tiene que tener también 1992), anunciada a bombo y platillo en los medios de comunica-
zanahoria. Con mucho palo no va a andar; con mucha zanaho- ción, terminaría de forma desastrosa en apenas unos meses. Como
ria, tampoco. (...) Si van separados, vas a tener un ministerio
dando zanahoria y otro dando palo. Es como una pareja que
tiene sus hijos, y el papá les da plata, les lleva a tomar helados, 20. Un ejemplo del sectarismo de SEAMOS es el debate en torno al desarrollo
y la mamá todo el día les castiga, entonces pierde toda autori- alternativo publicado en 1992 (SEAMOS, 1992); se invitó a 13 ponentes, de los
dad, porque los chicos comienzan a jugar a uno contra el otro cuales 9 eran representantes de instituciones oficiales (distintos ministerios, USAID
(La Rllzón, La Paz, 3-VIII-1997). y SEAMOS), dos periodistas, dos representantes de ONG ... y ningún portavoz. de los
campesinos.

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en la inmensa mayoría de los proyectos de desarrollo alternativo, la 1 Dichos cultivos presentaban importantes problemas: en general, se
selección de la variedad importada se realizó sin experimentar de- t trata de cultivos perennes, que comienzan a producir después de
tenidamente su aclimatación al medio ecológico local y sin un varios afios de ser sembrados, 22 generando entretanto grandes deu-
debido conocimiento de sus plagas. Las condiciones óptimas para das para el agricultor que debe empezar a pagar los intereses de los
la •<Cayena Lisa» requieren una pluviosidad inferior a 1.800 mm, 1 créditos del PL-480 antes de obtener ingresos;23 además, muchos
cuando en todo el Chapare las precipitaciones son bastante más de ellos son muy sensibles a los surazos (véase nota n° 9), a conse-
elevadas (superando los 3.500 mm en Eterazama o los 5.000 en
Chipiriri): en estas condiciones, el hongo Fusarium Uxiporium,
1 cuencia de los cuales pueden arruinarse; y finalmente, desde el
punto de vista de su rentabilidad, han sido una estafa, puesto qtJe
importado del Brasil en un cargamento de chijuelosll, se expandió los exuberantes precios prometidos por los técnicos se han visto tan
rapidísimamente por el Chapare, provocando inmensas pérdidas
J reducidos, a causa de la nula demanda, que ni siquiera compensa-
1
en el sector (Los Tiempos, 28-V-1993). \! ron los costos de producción, como el jengibre asiático, vendido al
Pero no era esta plaga el único problema que presentaba la piña. irrisorio precio de 1,2 bolivianos (0,25 dólares) el kilo, cuando el
Al igual que los demás frutales, presentaba desventajas que la hacen
muy poco competitiva frente a la coca: su rápida perecibilidad, i kilo de semilla les costó a los productores 5,5 dólares, además de ser

agravada por la dificultad del transporte desde el interior del Chapare


y por la carencia de infraestructuras de almacenamiento, provoca
importantes· pérdidas o incluso su remate a precios de miseria,
ll tk posibi/i®dn ~conómicas• que el Alto Huallaga ofrecería como alternativa a los
cultivos de coca; pero de los 157 cultivos sugeridos por el autor, como ~1 mismo
como 4 pifias por un boliviano (0,21 dólares); el peso de la fruta
admite, sólamente 36 son conocidos en la región, y de ellos, tan sólo 20 tienen
tiende asimismo a disparar los costos de transporte hasta los mer- ca/guna significación tcondmíctt» en el área de estudio.
cados urbanos, mientras que transportar 100 libras de coca hasta 22. Este ha sido un problema recurrente en muchos de los productos alter-
Cochabamba solamente cuesta 5 bolivianos (1 dólar). En estas nativos. Los naranjos, por ejemplo, comienzan a producir a partir del cuarto año,
condiciones, los bajísimos precios de la fruta en los mercados ur- y alcanzan la plena producción a los 7; el ciclo del cacao supone entre 4 y 8 años
banos ni siquiera llegan a cubrir los costos de producción y trans- de espera; el de los palmitos, 4 o 5; c¿l de la macadamia, entre 7 y 1O; y el del caucho,
de 10 a 15 años, por contraste con la coca, cuya renrabil¡dad es casi inmediata
porte: una ch'ipa (en quechua, red .de mimbre para transportar (Painter, 1994, p. 138).
fruta) de 750 plátanos se vende a los mayoristas de Cochabamba 23. El funcionamiento del sistema de créditos concedidos en el marco del PL-
por tan sólo 6 o 7 bolivianos. 480 (o a través de instituciones específicas, como Agrocapital en el trópico de
Posteriormente, los planificadores del desarrollo alternativo Cochabamba) para aquellps campesinos integrados en convenios de erradicación
desplazaron su atención hacia una amplia gama de rubros descono- voluntaria de sus cultivos de coca, ha originado innumerables críticas, convirti~n­
dose en un factor habitual de crispación en la relación de los sindicatos campesinos
cidos en la región: macadamia, cúrcuma, achiote, guanabana,
con las autoridades. Por una parte, una de las quejas mis frecuentes ha sido la de
cardamono, menta japonesa, jengibre, maracuyá, carambolo, o su exasperante lentitud: un informe de las autoridades estadounidenses de octubre
vainilla. Lamentablemente, al desconcierto de los campesinos ante de 1991 admitfa que de los 15.000 campesinos que habfan aceptado erradicar sus
estos productos, habría que afiadir que el conocimiento de los téc- cultivos de coca entre 1987 y 1991, sólamente 2.398 (el16%) habfan recibido sus
nicos gubernamentales era en muchos casos meramente librescoY certificados, imprescindibles para pasar a formar parte del programa, y de éstos,
tan sólo 842 (el6%) habían recibido sus créditos (Painter, 1994, p. 124). Asimis-
mo, la tasa de inter~s de dichos créditos era, nominalmente, del 13o/o, pero en la
práctica, solía oscilar entre el 25 y el 30%, puesto que incluía la cláusula de
21. Un ejemplo de esta tendencia de los programas andinos de desarrollo mantenimiento de valor por la cual los campesinos debían asumir íntegramente
alternativo nos lo ofrece Watson Cisneros (1985), quien anuncia •la inm~magama la constante depreciación de la moneda boliviana frente al dólar.

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j
1
un cultivo que requiere una enorme cantidad de trabajo (Arrieta Í prefactibilidad sobre la comeréialización del café boliviano presen-
Abdalla, 1993, pp. 57-60; Olmos Ortíz, 1992, pp. 95-99). f taba unas rentabilidades muy desiguales entre ambos cultivos, con

Coca versus café


'A diferencia del Chapare, en los Yungas de La Paz el principal
objetivo de los proyectos de desarrollo alternativo ha consistido en
extender y potenciar la producción de café, cultivo que en dicha
l unos ingresos brutos por hectárea de coca de 27.000 bolivianos
frente a solamente 4.281 para el café; larazón de esta desigual
evolución, no se debió tanto a los inescrutables designios de la mano
a
invisible del mercado, sino otras manos mucho más visibles: -

u;s ingresos del caficultor habían sido artificialmente reduci-


región se remontaba a doscientos afios de antigüedad. De hecho, la dos, como consecuencia de los mecanismos de comercialización
idea de tratar de substituir los cultivos de coca por café ya había
comenzado a plantearse durante la década de los cincuenta, al verse 1
t
instrumentados por el organismo estatal Comité Boliviano del
Café (COBOLCA), puestos al servicio del ansia desmedida de ga-
presionadas las autoridades bolivianas por las campafias interna- i
nancias de la larga cadena de intermediarios, tanto locales como
cionales contra el consumo tradicional de hoja de coca («cocaísmo») t regionales y principalmente los exportadores (Canelas O rellana
promovidas por la Comisión para el Estudio de la Masticación de l & Canelas Zannier, 1983, p. 240). 24
la Hoja de Coca de la ONU, el Instituto Indigenista Interamericano
y la OMS. En vísperas de la Reforma Agraria de 1953, un represen- Por aquel entonces, algunos informes oficiales ya apuntaban la
tante de los terratenientes pacefios veía con infundado optimismo 1 necesidad de introducir en el país variedades de café de mayor
dicha substitución: 1 rentabilidad (particularmente, la caturra) que pudieran desplazar a
los cultivos de coca. A principios de la década de los ochenta,
N o encierra en sí dificultad alguna la sustitución de los cultivos de f
coca, por otros de mayor rendimiento económico (. ..). Organi- l
¡
i
zando las exportaciones de café de Yungas podríamos alcanzar
hoy mismo precios de 5.500 B~ por quintal de café, contra un 24. No es ninguna casualidad que este creciente control de los precios agrarios
precio de coca de sólo 3.000 Bs el quintal... (Solís, 1952, p. 18). por parte de los intermediarios se produjera precisamente durante los aííos de la
dictadura militar del General Hugo Banz.er (1971- 1978). Tradicionalmente, los
·sectores de ~ransportistas y c~merciantes rurales que detentan el poder económico
Ya en 195 5, en plena aplicación de la Reforma Agraria, el go- y político en las regiones rurales andinas de Bolivia desde el hundimiento de la
bierno revolucionario del MNR, trató de fomentar la erradicación de oligarquía latifundista provocado por la Reforma Agraria de 1953, han constitui-
los cultivos de coca incentivando la producción cafetalera y difun- do una de las principales bases de apoyo social para los golpes militares que han
diéndola· con actos tan pintorescos como la creación del Día del azotado el país hasta 1982. La dictadura banzerista, por ejemplo, favoreció a los
intermediarios con diversas medidas económicas, concediendoles facilidades para
Café (El Diario, La Paz, 13 de enero de 195~). . . . la importación, créditos estatales1 exenciones fiscales y subsidiando el precio de la
En 1972, un esrudio realizado por un eqmpo de mvesu_gadores gasolina; mientras que el campesinado recibió una inversión pública inferior al2o/o
de la Universidad Mayor de San Simón (Cochabamba), cakulaba del rotal durante dicho gobierno, el sector del transporte acaparaba el26o/o, dife-
una tasa de rentabilidad (por capital invertido) muy similar para los rencia todavía más abismal si comparamos el tamafio relativo de ambos sectores.
cultivos de café con relación a los de coca, si bien éste último cultivo Incluso se llegó a una situación tan insólita como que un gobierno que ilegal izó y
persiguió sistemáticamente a las organizaciones sindicales, creara por decreto su-
ofrecía un mayor rendímiento por hectárea (1.869 bolivianos, algo
premo una Confederación Sindical de transponistas (D. S. 10715,1 de febrero ·
menos de 100 dólares, frente a 1.207 bolivianos del café, unos 60 de 1973), caracterizada por su carácter marcadamente corporativo, clientelar y
dólares). En cambio, tan sólo seis afios después, un estudio de reaccionario (Lagos, 1988, p. 196-1 97).

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algunos asesores del Consejo Nacional de Lucha contra el Narco- cuotas de exportación. Pero el crecimiento internacional del con-
tráfico (Canelas Orellana & Canelas Zannier, 1983, p. 242) llega- sumo de café provocado por la incorporación de nuevos mercados
ron a anunciar, en base a unos cálculos totalmente irreales, que el emergentes que no estaban sujetos a las restricciones del AIC, esti-
café caturra podría ofrecer en los Yungas de La Paz un rendimiento muló una creciente compe-tición entre los países productores, que
por hectárea de 450.000 bolivianos (frente a 255.000 de la coca), comenzaron a transgredir las cuotas estipuladas. En 1989 se inicia-
y en caso de que las asociaciones de campesinos cafetaleros pudie- ron las negociaciones para establecer un nuevo AIC, pero no se llegó
ran acceder directamente al mercado internacional, esta rentabili- a ningún acuerdo, por lo cual se decidió suspender la política de
dad se dispararía hasta 1.125.000 bolivianos. Partiendo de estos cupos, abriendo el camino a una desregulación del mercado inter-
cálculos, finalmente se llegaría a constituir el controvertido Proyec- nacional. La primera consecuencia de la situación de «libre merca-
to 405 o Proyecto Agroyungas, financiado por el UNFDAC (Fondo do» creada a partir de julio de 1989, fue un colapso de los precios
de Naciones Unidas para el Control de la Droga), disefiado por en el mercado internacional. Para octubre de 1989, todas las varie-
técnicos italianos e implementado entre 1985 y 1990, con una dades habían caído entre un 41 y un 54% respecto al precio de abril
inversión total de unos 25 millones de dólares. El principal proble- del mismo afio, y desde entonces, las transnacionales han visto muy
ma de dicho proyecto era que no tenía en cuenta los costes realt~ de reforzado su papel, acumulando sus propios stocks que les permiten
producción en regiones como los Yungas, ni tampoco la escasa presionar los precios a la baja, y aumentando espectacularmente su
competitividad del sector cafetalero boliviano, que a causa de las margen de beneficios: en 1989, por ejemplo, pagaron un 50%
deficiencias técnicas en el proceso de prebeneficiado del grano, menos a los países productores, pero el precio de venta en los
ofrece un producto de inferior calidad, penalizado en los mercados mercados del Norte apenas descendió un 1%. En 1990 se produjo
internacionales; por último, partían de la ingenua premisa según la una ligera recuperación del precio pagado a los productores, pero
cual los precios de venta del café se mantendrían estables con el en 1991 volvió a descender, alcanzando mínimos históricos duran-
tiempo. La propia evolución del mercado internacional se encarga- te el verano de 1992 (por debajo de 50 centavoda libra): precios,
ría de disipar estos cálculos durante los siguientes afios. que en términos reales, eran inferiores a los de hace un siglo, mien-.
El mercado internacional del café está controlado por una serie tras que las transnacionales continuaban vendiéndolo a precios
de empresas transnácionales, que actúan como compradores anteriores a la crisis de 1989 (Talbot, 1996, p. 136). 25
oligopsónicos de grano de café a los países productores, y a la vez, Como consecuencia de esta situación, en 1991 Bolivia incre-
como vendedores oligopólicos de café procesado en los países con- mentó sus exportaciones de café en un 35% (pasando de 117.000
sumidores. Si bien esta estructura se remonta a varias décadas atrás, a 158.000 sacos), mientras que sus ingresos por dicho concepto
a partir de los afios ochenta (y en particular, del crack de 1989, que disminuyeron en 3.200.000 dólares (Prmncia, La Paz, 12-IX-1991 ).
desplazó a numerosas empresas del mercado) se aceleró la tendencia
a la concentración en el sector, de manera que tan sólo 5 transna-
cionales llegarían a concentrar el 60% de las ventas de café en los 25. Por ocra pane, el surgimiento de nuevos canales de distribución de café
principales mercados consumidores (Talbot, 1996, p. 120). Ya en a través de las redes del llamado comercio justo o solidario, hasta ahora está muy
los afios cincuenta, se habían producido los primeros intentos de lejos de poder ofrecer una alternativa económicamente significativa para la inmen-
sa mayorla de productores campesinos del Tercer Mundo: dichas redes de comer-
organización por parte de los países exportadores, con el propósito cio solidario tenían en 1995 en Europa occidental una participación media en el
de regular el mer;cado y asegurar cierta estabilidad de los precios; mercado de en torno al 1,4%; las tres grandes redes que cubren Europa, América
una de las consecuencias de esta política fue la firma en 1962 del del Norte y Japón, en 1995 comercializaron conjunt.amenre menos de 10.000
primer Acuerdo Internacional del Café, que fijaba un sistema de toneladas (SETEM, 1997, p. 73-74).

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Durante 1992 y 1993, el clamor de los países productores para cultivos; pero la situación alcanzó ribetes catastróficos a conse-
restaurar la regulación del mercado, se estrelló contra la actitud cuencia de la entrada en el país, junto a las variedades importadas,
intransigente de los consumidores, liderados por EE uu, que curio- de la plaga más temida, la broca del café, que también se extendió
samente, seguía exigiendo al mismo tiempo a los países andinos que a los cafetales arábigos, provocando pérdidas de hasta el 90% de la
reemplazaran las plantaciones de coca por cultivos como el café. producción en algunas zonas (Leons, 1997, p . .157). El resultado fue
Pero la evolución del mercado internacional del café tuvo una in- que los campesinos que habían aceptado erradicar sus cultivos de
cidencia muy directa sobre los proyectos de erradicación de la coca. coca y participar en el programa, se vieron severamente endeuda-
En los Yungas de La Paz, el precio de un quintal de café pasó de 50 dos, al no poder pagar los créditos del PL-480, y, al verse sujetos a
dólares en 1986 a 20 en 1990, precio que no llegaba a cubrir los mandamientos de apremio por parte de las autoridades, la mayoría
costos de producción, ni mucho menos permitía el pago de los de ellos tuvo que volver a cultivar coca como medio de subsistencia.
préstamos (L!!ons, 1997, p. 157): según algunos cálculos, a finales El Proyecto Agroyungas, elaborado por personal extranjero que
de 1992, una hectárea de café en Bolivia ofrecía un rendimiento desconocía las características de la región, y que nunca llegó a es-
anual de 240 dólares frente a 5.000 de una hectárea de coca (Pre- tablecer una adecuada comunicación con el campesinado aymara
sencia, La Paz, 9-X-1992). De esta manera, a partir de 1991, nume- (se dice que Giusepe Di Genaro, director del proyecto, poco antes
rosos campesinos de los Yungas comenzaron a arrancar sus cultivos de abandonar Bolivia en 1990, habría llamado «salvajes» a los cam-
de café para volver a plantar coca, fenómeno que también se pudo pesinos yungueños), partió de la ingenua premisa según la cual en
constatar en otros países andinos. 26 los valles tropicales de La Paz se podían reproducir las mismas
Por si el escenario creado por el hundimiento de los precios condiciones de producción que en los países punteros del sector,
internacionales del café no resultara suficientemente desalentador, como Colombia o Brasil. En los Yungas, no había grandes planta-
otros factores adicionales contribuyeron a magnificar el desastroso ciones que permitieran economías de escala, sino minifundios de
resultado final del Proyecto Agr-oyungas. Uno de los factores cru- una hectárea, escasamente capitalizados, con suelos muy degrada-
ciales fue la decisión de los técnicos del proyecto de introducir en dos, y .sin la menor posibilidad de ser mecanizados a causa de la
el país nuevas variedades de café de mayor productividad, proce- vertiginosa topografía de los valles yunguefios. En cambio, en aque-
dentes de Colombia y Brasil, como la catuai, la caturra, la catimor llos aspectos en los que el proyecto sí pudo haber contrib4ido a
o la mondo novo. Sin embargo, dichas variedades no estaban tan mejorar la economía cafetalera local, como el deficiente proceso de
bien adaptadas a las fluctuaciones de la pluviosidad local, como . prebeneficiado o el monopsónico sistema de comercialización, su
el notable descenso de las precipitaciones registrado entre 1989 incidencia fue nula. ·
y 1991, que afectó a un significativo porcentaje de los nuevos
El funci,mamiento de los mercados rurales
· 26. Según informes de la Comisión Andina de Juristas, a finales de 1992, Generalmente, los economistas que dirigen proyectos de desarrollo
como consecuencia de la desastrosa caída del precio del café, la coca estaba despla- rural en el Tercer Mundo suelen asumir un enfoque i:ecnocrático
zando a dicho cultivo incluso en las principales regiones cafetaleras del Perú, como de la comercialización de productos agrícolas. Dicho enfoque se
la zona de Chanchamayo-Satipo o el valle de la Convención (Narcotrdfico al día
caracteriza por su énfasis estadístico, centrado en variables como las
[Lima), no 30, 13 de ocrubre de 1992). En Colombia también se ?etectó la misma
tendencia, y la coca comenzó a desplazar al café en los departamentos del Putumayo fluctuaciones de precios, los flujos de mercancías y los diferenciales
y Caquetá, según datos del Observatorio Geopolltico de las Drogas (El Informativo de productividad, y por atribuir los problemas de comercialización
Internacional sobre las Drogas, n° 15, enero de 1993). a factores como el atraso tecnológico y la falta de información sobre

184 185
el funcionamiento del mercado por parte de los productores (Scott, Mientras que el mercado había realizado previamente esta
198 5). Dicha perspectiva se basa implícitamente en la entelequia de función a través del control oligopsónico de la tierra antes de
un mercado perfectamente competitivo, como mecanismo auto- la revolución (reduciendo las oportunidades de ingreso para
regulado que asigna precios a las mercancías en función de las los campesinos y manteniendo bajos sus costos de oportuni-
fluctuaciones de la oferta y la demanda. Pero dicha concepción dad, e incluso sus costos de producción), los mismos efectos
abstracta del mercado, propia de la teoría económica neoclásica, han sido conseguidos a través del control de los precios des-
difiere notablemente de las prácticas y las instituciones reales, dis- de la revolución. El campesinado boliviano ha pasado de.ser
crepancia que los economistas liberales explican recurriendo a explotado por una clase de grandes terratenientes a ser ·ex-
supuestas distorsionts provocadas por factores externos, aunque plotado por las autoridades regionalC!s y nacionales a través
algunos autores como Carrier (1997, p. 16), argumentan que en de las manipulaciones monetarias y mercantiles ... Qones,
realidad, dichas distorsiones no son más que una excusa para tratar 1980, p. 21).
de proteger el principio del mercado de las críticas basadas en su
fracaso para explicar o predecir la conducta de los mercados reales. El efecto más evidente de las pollticas agrarias aplicadas en el
La aplicación del principio del mercado a los sistemas de país a partir de 1952 ha sido el constante deterioro de los términos
comercialización rural vigentes en el Tercer Mundo, resulta toda- de intercambio entre el campo y la ciudad: entre 1973 y 1977, por
vía más problemática: ejemplo, el precio de los productos agrícolas aumentó (nominal-
mente) en un 300%, mientras que el de los productos de origen
Hablar del mercado en las zonas rurales del Tercer Mundo, industrial lo hada en un 500%; entre 1979 y 1984, el precio de la
como si se tratara de una única estructura integrada de inter- papa aumentó en un 186% por contraste con el incremento del
cambios, puede ser extremadamente engafioso. Lo que general- 431 o/o experimentado por el precio de los insumos agrícolas (Lagos
mente existe es, más bien, una red de micro mercados, (...)en los 1988: 107-108). Por otra parte, la liquidación del sistema de ha-
cuales las estructuras locales de poder definen los términos co- cienda como consecuencia de la Reforma Agraria de 1953, posibi-
merciales, así como los canales a través de los cuales circulan litó que los intermediarios o rescatistas, que hasta esé momento
los recursos desde los niveles inferiores hacia los superiores en habían sido una figura marginal den.tro del sistema de comerciali-
el contexto económico más amplio (Hewitt, 1992, p. 7). zación rural (debido a que la mayor parte de la p'roducción agrícola
era controlada y comercializada por los terratenientes o sus admi-
En Bolivia, está situación ·se ha visto agravada por las pollticas nistradores) cobraran un creciente protagonismo. Si bien prolife-
agrarias aplicadas desde la reforma agraria de 1953, cuya prioridad raron nuevas ferias provinciales por todo el país, los campesinos
ha sido continuar utilizando a los campesinos para subsidiar a las experimentaron serios problemas de transporte para acceder a dl-
poblaciones urbanas:27 chos mercados, situación que contribuyó a consolidar el fenómeno
del rescatismo. En primer lugar, este grupo emergente de interme-
diarios disponía tanto de camiones para recorrer la~ ferias rurales o
27. Bates ( 1995, p. 163) considera que esta polltica agrícola, generalizada en
los paises del Tercer Mundo, se basa en una alianza impHcita de intereses entre los
gobiernos, los representantes de los trabajadores asalariados (que aspiran a obtener propietarios de grandes plantaciones de culúvos comerciales actuan como aliados
alimentos a precios asequibles), y el sector industrial (que puede mantener salarios pasivos, neutralizados mediante una poHtica de subsidios; el sector excluido de esta
bajos en la medida en que lo sean los precios de los alimentos), mientras que los coalición, el campesinado, constituirla la víctima propiciatoria.

186 187
incluso desplazarse a las comunidades para hacer acopio de las personalizados y ritualizados. 30 De esta manera, el control oligo-
cosechas locales, como de una mínima infraestructura de almace- pólico de los rescatistas, refonado por la necesidad de ingresos de
namiento; pero también estaba eñ condiciones de crear relaciones los productores campesinos y la ausencia de estructuras de almace-
de dependencia económica con los campesinos, a través del crédi- namiento adecuadas para las cosechas, facilitan enormemente su
to, 28 o de la cesión de lotes de tierra p~ra establecer una relación en estrategia de ponerse de ~cuerdo para pagar unos precios artificial-
compañía. mente bajos, 31 actividad que a menudo es complementada con la
Dicho sector de intermediarios, generalmente pertenecientes al venta en las zonas rurales de productos de origen urbano y/o indus-
sector de población al cual se podría definir en términos socio- trial (a precios, por supuesto, sensiblemente incrementados) y con
culturales como mestizo, 29 estaba suficientemente familiarizado con el control deJas licitaciones de las feriasprovinciales (situación que
los resortes de la cultura campesina como para tratar de instrumen- les permite controlar y manipular las balanzas del mercado o los
talizarlos. Una de las estrategias más usuales ha sido la de establecer impuestos que se cobran a los campesinos que acuden a la feria a
una red de ahijados campesinos, con los cuales establecer una rela- vender directamente sus productos).
ción de clientelismo y dependencia presentada ~n. términos muy Una de las quejas más frecuentes de los campesinos contra .
los rescatistas es la referente a los abusivos márgenes de benefi-
cio que suelen manejar, tanto en la compra de productos agrícolas
como en la venta a los campesinos de insumos agrícolas o de pro-
28. Uno de los problemas más recurrentes del campesinado boliviano desde ductos manufacturados. Así, por ejemplo, Vargas Ríos (1981), en
1952 ha sido la necesidad de crédito, puesto que las condiciones de la banca
generalmente escapan a sus posibilidades: en 1994. por ejemplo, la abrumadora
mayoría de los créditos al sector agropecuario fueron concedidos a las grandes
propiedades capitalistas, mientras que aquellos de un montante inferior a 10.000 30. El recurso a una relación de parentesco ficticio o espiritual como el com-
dólares apenas represen.taban el 7o/o del total, y de hecho, de las 103 capitales padrazgo para construir una trama de relaciones de clientelismo y explotación
provinciales del país, tan sólo 23 contaban con alguna agencia bancaria (Birbuet económica, cuenta con una abundante literatura para la Bolivia andina: Lagos
& Cornacchia, 1996, p. 203). Por otra parte, el Banco Agrícola de Bolivia; creado (1988) ha analizado este fenómeno en Ti raque, un pueblo de Cochabamba (donde
supuestamente para cubrir esta carencia, en realidad se dedicó durante décadas. a un cacique local llegó a tener 11 Oahijados de JO comunidades diferentes), y Leons
financiar a la emergente agroindustria de Santa Cruz, en una gestión plagada de (1977) en los Yungasde La Paz, mientras que VargasRJos (1981) también constata
irregularidades y: con una tasa muy elevada de morosidad, que llevó a su clausura su existencia en el Chapare. Ciertamente, el compadrazgo es una institución su-
durante los años noventa. ficient~mente compleja y ambivalente como ·para no ser interpretada en términos
29. Generalmente, en la Bolivia rural la población definida como mmíza no tan unilineales, puesto que los rescatistas también tienen que cumplir una serie de
suele usar está denominación para referirse a si misma, sino la de vtcínos, con la obligaciones ceremoniales y conceder determinados favores a sus ahijados, pero el
cual se pr~tende destacar como rasgo identitario el hecho de vivir e.n los putbfos o lenguaje de reciprocidad que presenta esta relación no debe ocultarnos el carácter
capitales cantonales y provinciales, por contraste con los campesinos que viveil en radicalmente asimétrico de las prestaciones y contraprestaciones implicadas: una
comunidades. Tampoco es infrecuente que se autocalifiquen como gtntt dtuntt, práctica habitual, por ejemplo, consiste en que el intermediario Ófrezca adelantos
categoría racista de la cual excluyen al campesinado indígena. Si bien duranre las al campesino antes de la cosecha (la stñtt), con lo cual se asegura el derecho a
últimas décadas algunos campesinos con suficiente poder adquisitivo tomo para comprarla íntegramente a un precio arbitrario.
poder cc¡mprar vehículos han pasado a engrosar el sector de los rcscatistas, los 31. La literatura etnográfica reciente sobre Bolivia, ha documentado prácti-
conflictos entre productores campesinos e intermediarios rápidamente· se tradu- cas como que los principales grupos de rescatistas de una provincia o región se
cen en una polarización en términos del putblocontra las comunidades. T radicio- pongan de acuerdo para repartirse rutas de comercialización, en las cuales pueden
nalmente, los vtcínos han utilizado el control pol!tico de·Jas alcaldías de los pueblos ejercer un monopoliodtfttcto (Gray-Molina, 1993), o que incluso lleguen a definir
y de las subprefecturas provinciales como instrumento de discriminación econó- sanciones económicas contra aquellos intermediarios que paguen a los producto-
mica contra la población campesina. res campesinos precios superiores a los acordados (Spedding, 1994, pp. 1O1-1 02).

188 189
r.

· ~·

su estudio sobre la comercialización en un pueblo del Chapare, Esta perspectiva trata de explicar la toma de decisiones colecti-
constataba que los rescatistas pagaban 32 bolivianos a pie de carre- vas básicamente como la suma de diferentes decisiones indivi-
tera por la misma eh 'ipa.de plátanos que era revendida posterior- duales tomadas por separado. Ser racional en este modelo im-
mente en la ciudad a 180 (aun cuando los fletes calculados no plica la capacidad para contemplar cualquier circunstancia
debían superar los 25 bolivianos); al mismo tiempo, los precios de relevante como un problema que puede ser separado en partes,
venta en el Chapare de diversos alimentos de origen industrial, recompuesto, manipulado de forma práctica, y cuyos efectos
como la harina o los fideos, registraban incrementos superiores al pueden ser medidos. El hombre es el «Horno Economicus» en
100%. Por lo que se refiere a los Yungas de La Paz, en 1992, los la medida en que se deja guiar por gustos y prioridades tal como
intermediarios del café pagaron 60 bolivi¡mos por quintal, precio son expresados por el mercado. En su cálculo de eficiencia, tiene
que ni siquiera llegaba a cubrir los costos de producción (tan solo en cuenta aquellas variables que son esencialmente económicas,
el mantenimiento de las plantas): es decir, los factores tangibles y cuantificables de la sociedad. Al
resto, las reduce al esta tus de «externalidades». Inevitablemente,
Según los propios productores, los comerciantes interme- importantes valores sociales quedan excluidos en este tipo de
diarios no dejan ningún beneficio para la región, no invier- . cálculo: sencillamente, sería imposible otra forma de cálculo.
ten para mejorar las condiciones de transporte,. no apoyan la Las limitaciones de este enfoque pueden ser menos aparentes y
apertura de nuevos caminos, no traen nueva tecnología ni menos graves en una sociedad en la cual el mercado es la fuerza
mejoran la producción, más bien deterioran los caminos de predominante. En una sociedad no capitalista, sin embargo, el
acceso, arruinan el café ya que mezclan el café de buena individualismo metodológico es una perspectiva que puede
calidad con el de mala calidad para vender a precios más inducirnos a serias distorsiones. Nuestra «obsoleta mentalidad
elevados, imponen a los productores precios injustos de com- de mercado» realmente nos hace errar el tiro. Todo aquello a lo
pra del café y muchas veces otorgan créditos usureros que nos conduce a tratar como «externalidades», en realidad
(Prudencio Bohrt, 1994, pp. 38-39). forma parte del cálculo en sociedades no capitalistas.

El estudio de las estrategias de subsistencia del campesiifido


Coca y estrategias campesinas
tradicional del 1 ercer Mundo ha dado lugar a una extensa literatura
U na de las críticas más recurrentes que se han planteado durante las durante los últimos cuarenta afios. En pleno apogeo de la teoría de
últimas décadas contra las teorías del desarrollo de inspiración la modernización, y con la polémica entre los paradigmas formalista
neoclásica, es su pretensión etnocéntrica de elevar al rango de pa- y sustantivista de la antropología económica como telón de fondo,
rámetros universales de racionalidad una serie de estrategias, con- . algunos intentos de aplicar modelos microeconómicos de inspira-
ductas o preferencias implícitas en el modelo utilitarista de Horno ción neoclásica a la conducta del campesinado del Tercer Mundo
Economicus (Mehmet, 1995). Hyden (1980, p. 213), en su ya clá- ·generaron un intenso debate teórico. 32 Pero la literatura etnográfica
sico análisis sobre el fracaso de determinados proyectos de desarro-
llo rural en Tanzania, desarrolló esta crítica, cuestionando la
aplicabilidad en una sociedad rural del Tercer Mundo de esquemas 32. La polémica se remontarla hasta la publicación de la etnografía de Sol Tax
analíticos tan reduccionistas como los de 'la llamada teoría de la (1953) Pmny Capitalism. A Guauma/an lndian Economy, donde dicho autor
(<Elección Racional»: analizaba la conducta del campesinado indfgena de Panajachd (Guatemala)
como si se tratara de una sociedad capitalista a tsca/a microscópica, atomizada,

190 191
comenzó a aportar cada vez más información sobre los efectos reales comunicación es la de un fru rider egoísta y maximizador, dispues-
de los programas de modernización de la agricultura tradicional, así to a arrasar el último rincón de la selva, si cabe, con tal de poder
como sobre cierto tipo de conductas (inexplicables desde la pers- extender sus cultivos de coca y aumentar sus ingresos. 33 Pero las
pectiva del campesino racional) muy extendidas entre el sector más expectativas de las instituciones oficiales partían de premisas falsas,
)· pobre del campesinado. Dicha conducta, definida inicialmente según las cuales las estrategias económicas de los colonos estarían
1 '. como ((aversión al riesgo» y explicada en base al tradicionalismo y determin.adas básicamente por las fluctuaciones a corto plazo de los
los ((obstáculos culturales» a !a modernización, seria posteriormen- precios, o que existiría un umbral de ingresos a partir del cual los
te redefinida por Michael Lipton como el «algoritmo de subsisten- campesinos dejarían de cultivar coca; ambas premisas eran falsas,
cia» (Lipton; 1968) o como el principio de «la seguridad, primero» por estar basadas en visiones erróneas de la percepción campesina
por James C. Scott (Scou, 1976). Desde esta nueva perspectiva, la de los precios y de los costos de producción, y reflejaban un abso-
resistencia del sector más pobre del campesinado del Tercer Mun- luto desconocimiento de las estrategias campesinas de producción
do a abandonar los cultivos de autoconsumo y/o especializar su y superv~vencia (Sanabria, 1993, pp. 180-181). Sin embargo, esta
producción en un único cultivo comercial (aunque éste pueda ofre- concepctón de la conducta de los colonizadores ha constituido la
cer un rendimiento aparentemente más atractivo), o a adoptar tec- base sobre la cual se ha diseñado la estrategia de los programas de
nologías más productivas pero que requieren de una elevada inver- substitución de cultivos, consistente en la introducción de cultivos
sión inicial, constituiría una estrategia formalmente tan racional comerciales con una rentabilidad (teóricamente) comparable, y en
como la orientada a conseguir el máximo ingreso, aunque en este el pago de una indemnización económica para aquellos campesinos
caso el objetivo no seria maximizar beneficios, sino minimizar plr- q.ue aceptaran erradicar voluntariamente su coca. La caída del pre-
didas. Consciente de su falta de capital, de las condiciones adversas CIO de la coca provocada por la desestructuración del mercado
de su participació~ en los circuitos mercantiles, de la incertidum- sudamericano de la cocaína (como consecuencia de la sangrienta
bre y la escasez local de información sobre la evolución de los guerra entre el Cartel de Medellín y las autoridades colombianas),
precios, o de su vulnerabilidad ante los riesgos agrícolas, según esta c~eó unas co?diciones coyunturales que incentivaron la participa-
propuesta teórica el campesino pobre optaría por tratar de asegu- CIÓn campesma en los programas de erradicación voluntaria;34 de
rarse la obtención de un mínimo nivel de subsistencia, sacrificando
los beneficios hipotéticos al servicio de la seguridad.
Esta reflexión parece pertinente a propósito de la conducta 33. Por ejemplo, según Mansilla (1993, pp. 72-73), • ...la masa de colonos
económica de los colonizadores y de las estrategias adoptadas por dedicados en Bolivia a la producción de coca reproduce actitudes propias de
regiones mineras: d suelo tropical es percibido como una mina, a la que hay que
las instituciones oficiales para tratar de desincentivar la producción
explotar en el lapso de tiempo más breve posible, tratando de extraerle el máximo
de coca. La imagen oficial de los cocaleros contemplada por las provecho y sin cuidar mucho por su situación a mediano y largo plazo (...). Se
autoridades y divulgada habitualmente a través de los medios de advierte una marcada tendencia a la maximización de beneficios (estrictamente
monetarios) en un perfodo mínimo de tiempo ...•.
34. Como consecuencia de dicha crisis, el precio de la coca cayó en marzo de
competitiva y regida por estrategias maximizadoras. Inspirándose en dicha 1990 a mínimos históricos, de hasta 33 bolivianos (8 dólares) por un tambor de
etnografía, Theodore Schultz publicó en 1964 una controvertida obra teó- 100 libras. Pero dicha situación no fue muy duradera, y ya en los primeros meses
rica, Transforming Traditional Agricultur~. en la cual desarrolló la imagen de un de 1991 la coca volvió a cotizarse por encima de los 60 dólares. En realidad, la
campesinado racional y emprendedor, ajeno a riesgos o a condicionan tes socio- estrategia de: lucha contra el narcotráfico de las autoridades bolivianas y estadouni-
culturales, y disponiendo en todo momento de información perfecta sobre el denses desde hace una década, se ha concenuado en la realización periódica de
funcionamiento del mercado; véase una crítica en Adams (1986) . grandes operativos en el Chapare, con el propósito de hostigar y ahuyentar a los

.,.
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·:

192 193
esta manera, en 1990, 8.000 hectáreas fueron erradicadas de forma táreas, lo cual demostrada-que el objetivo fundamental de los cam-
voluntaria (frente a tan sólo 2.400 en 1989), aunque algunos datos pesinos no es obtener el máximo beneficio que permita el mercado,
obligan a cierto escepticismo ante las intenciones reales de muchos sino asegurar un ingreso mlnimo. 36 Después de todo, la preferencia
de los campesinos que aceptaron participar en dicho programa.35 por asegurar una base mínima de subsistencia ha sido ampliame~te
Pero los datos etnográficos no confirman la imagen del coloni- documentada por los· estudios etnográficos sobre las estrategtas
zador maximizador. Para empezar, el «monocultivo de coca» de- productivas de las comunidades campesinas de los Andes centra-
nunciado por las instituciones oficiales y algún que otro cocalogo de les,37 de las cuales, no hay que olvidarlo, procede la inmensa mayo-
salón (Mansilla, 1993) no es más que un mito: la proporción de los ría de los colonizadores del Chapare.38
chacos destinada a la producción de hoja de coca se muestra sor-
prendentemente estable durante los últimos cuarenta afios; todavía
más, la coca en los años sesenta representaba el 24,1% de·la super-
ficie cultivada en el Chapare (Henkel, 1971), mientras que en ple- 36. La investigación realizada por Bedoya & Klein (1996, p. 178) sobre la
no boom de los primeros años ochenta, su porcentaje había dismi- producción de coca en el Alto Huallaga (Perú), no solamente confirma la tenden-
nuido hasta un 18,4% (Franco & Godoy, 1992, pp. 396-397). cia de los colonos a no aumentar la proporción de sus parcelas destinadas al cultivo
de coca, sino que también documenta que la tasa anual de deforestación debida a
Estudios realizados en la región ya en la década de los noventa,
dicho cultivo es significativamente menor que la provocada por los cultivos legales,
siguen mostrando unas estrategias agrícolas notablemente diver- frente al estereotipo difundido por las autoridades o determinados colectivos
sificadas. En 1991, los colonizadores de la región di~ponían en ambientalistas.
promedio de 9 a 12 hectáreas, de las cuales entre 1,25 y 4.estaban 37. Aunque en plena cresta del boom de la coca se pueda haber vivido una
en cultivo, y de éstas, tan sólo entre 0,25 y 1,25 sedan de coca (es relativa opulencia en el Chapare, pensar que en la actualidad, cuando lafitbrt dtl
oro vtrdtya es un lejano recuerdo, todavía se puede mantener un alto estándar de
decir, entre el20 y el 30% de los cultivos), destinándose el resto a
vida gracias a una o media hectárea de coca es, sencillamente, un disparate. Aunque
plátanos, arroz, cítricos, y otros cultivos (Painter & Bedoya, 1991, la economía de los colonos del Chapare sea, evidentemente, más monetarizada que
pp. 57-58); por otra parte, dicho estudio detecta la tendencia a que la de la mayoría·de poblaciones campesinas del pafs, éste es un dato engafioso,
cuanta más. tierra tenga un colonizador, menor sea el porcentaje puesto que la carestía de la vida en dicha región sigue siendo hoy
relativo dedicado a la coca, puesto que ni siquiera en las propie- desproporcionadamente elevada: por mencionar algunos ejemplos, los precios de
cualquier mercanda traída del exterior suelen sufrir recargos muy elevados; en
dades más grandes la coca llega a superar una extensión de 1,5 hec-
1994, afio en que se inauguró el servicio de electricidad en las poblaciones del
Chapare, se podían pagar 50 bolivianos mensuales por el consumo de dos focos,
tarifa equivalente a la de un apartamento en Cochabamba equipado con todo tipo
potenciales compradores de hoja· de coca y provocar así una artificial caída de los
de electrodomésticos); los maestros destinados en las escuelas locales exigen cons-
precios que obligue a los campesinos a buscar otras fuentes de ingreso (Grunbaum, tantemente a la población sobresueldos para no desertar de sus puestos; y no hay
1993). Pero·los efectos de estas intervenciones son temporales, y el precio de la que olvidar que el gasto sanitario pueQe tener una especial incidencia en una región
coca tiende a recuperarse. ·· · como el Chapare, a causa de factores de riesgo como las enfermedades tropicales,
35. Así, por ejemplo, según Sanabria (1993. pp. 184- 185). las parcelas de infecciones, parasitosis y picaduras de insectos.
coca erradicada voluntariamente consistirían en coca les muy viejos o afectados por 38. En las comunidades andinas, tanto los efectos de los riesgos ecológicos
una plaga de •estalla•, siendo utilizada la correspondiente indemnización para (sequías, heladas ...) como de los riesgos comerciales han sido minimizados tradi-
financiar nuevos coca les sembrados en parcelas diferentes. En cualquier caso, una cionalmente mediante diversas estrategias: la preponderancia del autoconsumo
vez la coca se recuperó del crack de 1990,los convenios de erradicación voluntaria .sobre la comercialización; el acceso.simultáneo a un máximo de pisos ecológicos;
volvieron a disminuir (pasando en 1991 de 8.000 .hectáreas a 4.600); aunque en la dispersión de las parcelas dentro de un mismo piso ecológico; la siembra en una
dicho descenso también debió influir la activa campaña de boicoteo contra dichos misma parcela de diferentes cultivos y de diferentes variedades de un mismo
contratos emprendida por las federaciones campesinas del Chapare. cultivo, o el escalonamiento de las cosechas (Morlon, 1987).

i¡· 194 195


La hoja de coca, si dejamos de lado su controvertida penaliza- ecológicas, sociales y económicas como las del Chapare o los Y.un gas
ción internacional, podría ser algo así como «el suefio de un econo- de La Paz, no existe ninguna alternativa económicamente viable a
mista del desarrollo,. (Spedding, ·1 989, p. 4) :39 un cocal puede la coca. Por su parte, los proyectos de desarrollo alternativo se han
durar más de 30 años, ofreciendo cuatro cosechas anuales (lo cual basado en pequeñas experiencias piloto, carentes de estudios pre-
además de multiplicar la rentabilidad de la tierra, ofrece más segu- vios de mercado y sin un adecuado control fitosanitario. El recelo
ridad al campesino al reducir el impacto de la pérdida de una co- inicial de los campesinos ante estos productos generalmente desco-
secha); su rentabilidad es inmediata, a diferencia del dilatado ciclo nocidos, sin una demanda asegurada, y que por tardar varios años
de maduración de los frutales y cultivos perennes propuestos como en comenzar a dar rendimientos eran considerados de alto riesgo
alternativas; su escaso peso y su baja perecibilidad {que contrastan (Sturm & Smith, 1993), se ha visto confirmado por desastres eco-
notablemente con los problemas de los frutales) abaratan enorme- nómicos como el del café en los Yungas o el de la pifia en el Chapare.
mente los costos de transporte, y permiten incluso acarreada a pie Deslumbrados por precios hipotéticos {que en ningún caso se han
en las colonias peor comunicadas; es resistente a las sequías, y se cumplido), por los rendimientos producidos en otros países, y por
adapta bien a suelos pobres como los del Chapare y los Yungas; por paquetes tecnológicos social y ecológicamente inadecuados, los
último, aunque su precio ha tenido fuertes oscilaciones durante los técnicos del PDAR no han valorado debidamente las serias constric-
últimos afios, continua ofreciendo una media anual de ingresos ciones que debe enfrentar la agricultura en las regiones productoras
muy superior a la de cualquier otro producto agropecuario. de coca: por una parte, el limitadísimo potencial agrícola de suelos.
tan pobres como los del Chapare; por otra parte, el sistema de
'1
' c::omercialización (que en la Bolivia rural está sujeto a prácticas
• 1
Conclusiones monopsónicas y a abusivos márgenes de beneficio por parte de los
El balance de las diferentes experiencias emprendidas por el Plan de intermediarios), la escasa demanda de los nuevos cultivos y la de-
Desarrollo Alternativo, nos sugiere algunas conclusiones. La pri- ficiente infraestructura vial de la región han volatilizado los bene-
mera, y probablemente la más evidente, es que en unas condiciones ficios calculados por los planificadores del desarrollo alternativo.
Precisamente es en el terreno de la comercialización donde más
nítidamente se han evidenciado las limitaciones y las contradiccio-
39. Thicsenhusen (1987, p. 173), en su revisión crCtica de los debates sobre nes del desarrollo alternativo. Los precios internacionales de las
modelos de agricultura y desarrollo en Amt!rica Latina, propuso un conjumo de materias primas alimentarias han estado sometidos a un descenso
requisitos como condiciones necesarias para un verdadero desarrollo rural. Diver- poco menos que continuo desde 1990, y las condiciones en las que
sos analinas del boom·de la coca en Bolivia, como Sanabria (1 993, p. 55) y Leons concurren los pequeños productores de los Yungas y el Chapare no
( 1993, p. 127), consideran que dicho cuhivo cumple por lo menos 7 de los 1O
son precisamente ventajosas, frente a la competencia de las grandes
criterios sugeridos por Thicsenhusen, como, a) una producción adaptada a la
ecologCa local, b) una tecnología simple y accesible para el campesin.o, e) adecua- plantaciones brasileñas, colombianas o centroamericanas.
ción de las infraestructuras básicas y de las condiciones locales de comercialización Aunque muchos proyectos de desarrollo rural continúan su-
d/la existencia de una demanda y un margen de beneficios suficientemente ahos poniendo que la introducción de un nuevo paqu~t~ ttcnológico
y constantes como para incentivar la producción, e) una ampliación de la frontera puede ejercer per se un efecto demiúrgico sobre la economía
agrícola o una redistribución de tierra a travt!s de una reforma agraria, que incor-
local, el balance final de los proyectos anteriormente reseñados
poren a la producción tierras anteric;>rmente baldCas, f) la generación de una de-
manda de mano de obra en grado suficiente como para poder absorver o reducir más bien nos permite cuestionar dicho planteamiento: en primer
los niveles de desempleo y subempleo, y g) el esdmulo para la participación de base lugar, nos demuestra {una vez más) la necesidad de adaptar la tec-
de los campesinos en su propio desarrollo. nología al contexto económico, social y ecológico de la población

196 197
.
destinataria, y también evidencia la escasa viabilidad de todo
r
.
.

extensión total cultivada, convirtiendo a este cultivo, en términos


relativos, en «el menos depredador» de los recursos naturales de la
p~oyecto que contemple la tecnología como variable indepen-
dunu del desarrollo, en un contexto como el de la agricultura región (Rementería, 1995, pp. 30-31). Sería ingenuo pensar que
campesina en Bolivia, caracterizado según Jones (1980, p. 330), 50.000 familias campesinas pudieran subsistir en el Chapare cul-
por unos precios muy bajos, mercados «caóticos,. y una escasez tivando tan sólo 2 o 3 hectáreas de cualquier otro cultivo o combi-
estructural de capital. nación de cultivos, teniendo en cuenta los elevados costes de trans-
~inalmente, el caso del ~hapare también sugiere algunas re- porte y las desiguales condiciones de acceso al mercado que deben
flexiOnes sobre la «amenaza ecológica,. comúnmente asociada a la afrontar. La superior rentabilidad económica de una parcela de
producción de coca, que, partiendo de unas irreales expectativas coca frente a cualquier otra alternativa ensayada hasta el momento,
s~bre la~ estrategias de los colonizadores, ha dado lugar a una sobre-
antes que constituir un estímulo para una ampliación salvaje de la
frontera agrícola parece estar actuando, paradójicamente, como un
dimensiÓn del fenómeno, 40 y a una criminalización de los colonos
~n tanto que ((destructores de selvas», sin analizar el complejo con- I amortiguador que mitiga el potencial impacto ambiental de la co-
lonización. ·
¡un~o.~e facrore~ de l.a economía nacional e internacional que han
pos1bd1tado la s1tuac1ón actual. Las difíciles condiciones de acceso
a un?s.mercados i~ternacionales totalmente distorsionados por los Bibliografía
.subs1d10s a la agncultura en los países del Norte, obligan a los
pequeños productores del Tercer Mundo a hacer un uso extensivo ADAMS, J., «Peasant Rationality: lndividuals, Groups, Cultures»,
de los recursos naturales disponibles. Si desde el punto de vista en World Developmmt, 14(2), pp. 273-282, 1986.
económico ya ha sido señalada la cormponsabilidad de los países del ALLEN, C. J., The Hold Lift Has. Coca and Cultural Idmtity in an
Norte en la problemática del narcotráfico en los países andinos Andean Community, Washington, Smithsonian lnstitution,
(este era uno de los conceptos centrales de la llamada «diplomacia 1988.
de la coca» emprendida por el presidente Paz Zamora), también las ARIUETA ABDALLA, M. (comp.), Desarrollo alternativo: utoplas y rea-
desigualdades provocadas por la asimetría de las políticas económi- litúuús, La Paz, ILDJS, 1993. ·
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