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Universidad Tecnológica de El Salvador

ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA


Hugo Nelson González Ibarra

El abuso sexual (al igual que otras formas de abuso de los derechos humanos de niños
y niñas) continúa presentándose como un fenómeno de cifras pandémicas. El abuso sexual
infantil (que abreviaré utilizando las siglas ASI) está ampliamente definido por la literatura.
Encontramos dentro de las más completas el aporte de Arrendon citado en Quinteros:

“Aquel tipo de conducta sexual que se realiza con un niño o niña, tales como
tocamiento de los genitales u otras partes del cuerpo del niño por parte del agresor,
incitación del perpetrador a tocar sus propios genitales, penetración vaginal, anal u
oral, exposición de material pornográfico para el menor, utilización del infante para
realización de material pornográfico. Estas situaciones pueden darse de manera
conjunta o aislada, pueden ser efectuadas en una sola ocasión, varias veces o en abusos
que se extiendan durante varios años” (Quinteros Benitez, Canton Cortes, & Delgadillo
Guzman, 2014)

Para García citado en Rodríguez el abuso sexual se comprende como:

“Cualquier solicitud o ejercicio de contacto, caricias, juegos o


toqueteos, en los que al menos uno de los implicados no desea, conoce o carece
de conciencia de lo que está pasando y que se obtiene por la fuerza o la
ascendencia con la víctima”. (Rodriguez Lopez, 2012)

Ambas definiciones muy adecuadas en sus contextos iniciales de creación, establecen


como puntos centrales y comunes la relación que se tiene ya sea preestablecida (como en el
mayor de los casos) o no entre la niña o niño y el acosador o la acosadora. Este vínculo
constituye el entorno emocional definitorio para caracterizar la experiencia como

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devastadora en sus estructuras más profundas y solidas que significan la conformación de


este adulto en potencia como alguien con una muy singular autodefinición de la realidad.
Esto pues nos indica que la persona en que se transformara este menor constituye
alguien con secuelas ocasionadas por la experiencia en estas iniciales etapas de su
crecimiento. La capacidad de establecer una buena relación con los demás constituye el
primer momento de afección pues se puede observar aislamiento, menor cantidad de amigos
y de interacciones sociales así como la baja participación comunitaria (y en su entorno
general) además de un desajuste en la capacidad de establecer relaciones de pareja, mantener
relaciones estables y una marcada actitud negativa hacia sí misma. (Rodriguez Lopez, 2012)
La dificultad para encontrar momentos adecuados de socialización con el
establecimiento de vínculos que valgan la pena no es exclusivo de los “otros”. Llega a
estratos familiares afectando la crianza de hijos generalmente con estilos de parentalidad
permisiva, mayor frecuencia en el uso del castigo físico en la corrección y una depreciación
general del rol de madre (Rodriguez Lopez, 2012).
Autores como Kaufman y Widom citados en Rodríguez encontraron mayor
frecuencia la huida del hogar en el que se presentaron las condiciones de violencia
intrafamiliar. Los autores también señalan una serie de alteraciones a nivel orgánico sin
mayor signo de afección médica como dolores físicos sin razón o justificante, cefaleas,
fibromialgias y trastornos gastrointestinales.
Los efectos psicológicos enmarcan la presencia de trastornos alimenticios en especial
la bulimia nerviosa, mayor frecuencia de trastornos de conducta, trastornos conversivos,
crisis convulsivas no epilépticas, trastornos Disociativo, de somatización, desordenes
ginecológicos y abuso de sustancias. (Rodriguez Lopez, 2012)
De un corte más crónico encontramos frecuencias con trastornos depresivos y
bipolares, síntomas y trastornos de ansiedad, trastornos de estrés postraumático, baja
autoestima, alexitimia, trastorno límite de la personalidad, conductas autodestructivas,
ideación y conductas suicidas.
Actualmente en El Salvador tras contar con muchas herramientas administrativas y
jurídicas que buscan de alguna manera frenar este fenómeno tan devastador, no se ha logrado
hacer el efecto necesario.

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Y es que no solo constituye un daño a los menores. El abuso sexual infantil (ASI)
además de constituir un golpe contundente, traumatizante y devastador en todas la
dimensiones de una persona y más cuando el periodo evolutivo es alterado de manera tan
profunda, encierra consecuencias a mediano e incluso largo plazo para quien la sufre y
acarrea una génesis en comportamientos que tienen una expresión a nivel social, es decir
conforman una posible fuente de comportamientos desviados y que fácilmente pueden ser
propicios para la categorización de delito.
Tal situación se empeora cuando la persona victimaria constituye aquella que debía
desarrollar la función de protector y cuidador. El ASI por parte del progenitor es una realidad
y se potencia cuando el embarazo constituye la consecuencia del abuso. Tras los elementos
ya estudiados, encontramos una dinámica ahora más compleja pues conlleva la crianza de un
bebe producto de la relación entre padre e hija.
La madre aun niña se encuentra en una situación asincrónica de su desarrollo sobre
todo porque debe velar por un hijo. Diversos cambios se presentan dentro de las esferas
sociales, biológicas, psicológicas, familiares, etc. Sin embargo todas ellas conllevan a la
adaptación de la mejor manera para ambos menores.
En tal situación se requiere una adaptación a una nueva vida de la mejor manera
considerando los cambios y los elementos no desarrollados. Una menor de edad sigue siendo
una niña o adolescente que ha sufrido un encuentro violento con la vida y es así como se
sentirá sobre todo si su entorno es revictimizante.
Toda área en la que se evalúa requiere una readaptación por lo que lo es bien sabida
la cantidad de procesos psicológicos, médicos, sociales, etc. que necesitara además de un
entorno de apoyo y armonía. Fundamental es permitir que estas niñas vuelvan a lo más
parecido a su desarrollo normal sin descuidar al bebe.
Como criminólogos es importante:

1. Identificar el fenómeno no como un caso aislado sino como el destino


impuesto a muchas menores en nuestro país (y en el mundo entero)
2. Enfrentarnos con juicio crítico y neutralidad ante la problemática.
a. ¿Por qué está ocurriendo esto?
b. ¿Qué está ocurriendo con los padres que proceden de esta manera?

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c. ¿Qué papel juega la menor en esta situación?


d. ¿De qué manera la sociedad posibilita esta práctica?
e. Si continúa ocurriendo ¿Qué papel están desempeñando los
organismos jurídicos?
f. Si continúa ocurriendo ¿Qué papel están desarrollando las ramas
sociales no jurídicas?

Al conocer esta situación debemos:

g. Proponer soluciones que permitan anteponernos a las situaciones


bloqueando las líneas de conducción criminal y no criminal de tal
manera que el fenómeno social sea modificado o eliminado.

Como criminólogos debemos considerar tanto los hechos como la posibilidad de ocurrencia.
Al considerar los hechos hablamos de programas de reinserción tanto para las víctimas como para
los victimarios, es decir los padres violadores. Las víctimas y sus hijos e hijas necesitan continuar
con un proceso de desarrollo adecuado considerando todas las alteraciones mencionadas en párrafos
anteriores no como un señalamiento de algo que se arruino. Sino como una situación que plantea
retos y, de manera crítica, imparcial y científica deber ser enfrentados.

Importante es retomar las notas en las que observamos cómo somos partes del problema
estando en una sociedad enferma y como buenos embajadores hemos de ser parte de la situación
como profesionales que no aportan lo adecuado o como ciudadanos que callamos lo observado.

Todo ello implica la postura crítica de la criminología como practica ante dicho fenómeno

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