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Historia, Mito y Poesía en los textos

coloniales chilenos

Profesora: Luz Martínez C.

Matías Cruz Moreno

La reinvención del mito americano


La primera modernidad está dada por el proceso de conquista de América, la cual fue una
conquista tanto territorial como una conquista de la cultura. Esos procesos coloniales no se
extinguieron, de modo que esta institucionalidad colonial sigue presente hasta nuestros días
y ha sido materia de estudio para numerosos críticos de la literatura y la filosofía en el
continente. Expondré en las siguientes páginas algunas de esas ideas sobre el asunto
colonial en América considerando su relevancia para literatura de nuestro continente.

Lo americano es explicado bajo el tutelaje de una cosmogonía europea, donde el sujeto se


constituye a partir de una invención y retorno de un origen impuesto. La modernidad
americana comienza con el traspaso de una decadencia o ruina de lo originario. De allí la
apariencia monstruosa de lo americano, como un sujeto esquizoide en el cual convergen un
origen olvidado y otro, como diría Roberto Schwartz, fuera de lugar.

Mircea Eliade en Mito y Realidad insiste en la visión del mito como un tiempo primordial
en el que lo sagrado retorna o actualiza a través del ritual, aquella ritualidad hace retornar
un conocimiento del mundo el cual debe ser aprehendido para poder ser en el mundo
presente. De manera análoga el proceso de conquista fue el momento en el que el sujeto
europeo se enfrenta con el otro, es decir, con su cosmogonía inaprehensible, ante la cual
debió ser necesario una reactualización del tiempo primordial judeocristiano. De esta
manera, lo americano se configuró como una invención o reactualización del mito para
poder entender el mundo “encontrado”.

El imaginario de América en vista del ojo del conquistador consiste en esas primeras
impresiones donde lo desconocido se intenta aclarar, a saber, un territorio donde prima la
abundancia exorbitante del paisaje; una otredad “salvaje”, donde el ojo conquistador ha
puesto el enfoque del progreso. La crónica, la bitácora de viaje, las misivas y documentos
legales de la conquista han hecho testimonio de aquella (si se me permite la metáfora)
antropofagia cultural del nuevo mundo.

Ahora bien, aquel escenario de conquista dejó una huella importante en la noción que
tenemos de lo americano, como así lo atestigua José Lezama Lima en su ensayo Mito y
cansancio clásico, donde comprende que en el sujeto americano se ha dado una suerte de
permeabilidad de esa colonialidad originaria, es decir, un deber ser europeo. Sin embargo,
la tesis de Lezama viene a desestimar aquel proyecto mítico que reconoce Eliade, ya que
aquel proceso del mito como reactualización del tiempo originario no hace más que
homologar aquel tiempo clásico, en otras palabras, socavar aquel recorrido del tiempo en
busca de un paraíso perdido. Lo americano constituye entonces, una aceptación de aquella
condición monstruosa de lo colonial, un mestizaje y la confluencia de torrentes opuestos,
contradictorios y disímiles. Por otro lado, la confluencia de culturas no deja de ser
tensionada y conflictiva, pues hay en ella ciertas contradicciones las cuales hacen del sujeto
americano un ser bifurcado.

En primer lugar debemos sondar la concomitancia de la historia y la ritualidad del mito, es


decir, la relación entre la memoria y la ficción. Se ha entendido la historia como una
empresa objetiva que intenta comprender los acontecimientos del pasado para poder
entender su curso itinerante hasta nuestros días. En palabras del mismo Lezama, la historia
es esa “fuerza ordenancista o apagado eco” (p. 213), la cual constituye una hermenéutica
que en cierto modo determina su eficacia. Por otro lado, el mito constituye un misterio o
una matriz originaria que no responde a un logos, sino a un tiempo pretérito e indefinido
que sustenta la existencia de los seres humanos. Ahora bien, en cuanto al mito me he
referido también a la ficción, no por querer imponer en este concepto la idea de la falsedad
frente al logos de la historia, sino la capacidad del mito de poner en acción lo simbólico, en
tanto que se pueda con ello crear. De esta manera, se entiende que la historia explica y
reconstruye una serie de sucesos y acontecimientos, pero no revive ese tiempo y esos
sucesos como lo hace el mito. No obstante, siguiendo la tesis de Freud es posible pensar
que esa primera modernidad es el receptáculo del trauma, es decir, la conquista y el proceso
colonizador son ese primer agravio a la psique americana. La historia dice Paul Ricoeur es
“una trasposición a otro presente (…) es ciertamente una especie de imaginación; una
imaginación temporal, si se quiere, puesto que hay otro presente re-presentado, re-ferido al
fondo de la <<distancia temporal>>” (p. 29) esta concepción de la historia como una re-
presentación del pasado, es al mismo tiempo un acercamiento a esos seres humanos, es
volver al origen para poder comprender y simpatizar con los valores pretéritos que han
devenido en los actuales. De cierta manera, la historia y el mito tienen similitudes y
discrepancias; sin embargo, hay en ellos una carencia de alcance sobre como los sujetos
entienden su identidad como latinoamericano. Para Lezama, no basta con recrear el origen
y aquel pasado sagrado que se encuentra en el mito, ni tampoco reconstruir los sucesos para
entender nuestro pasado como lo hace la historia; para Lezama el sujeto americano debe
cambiar el mito, a saber, recrear el génesis a través de la palabra, a través de lo simbólico y
metafórico a partir de la renovación de la lengua del conquistador; Idea en consonancia con
lo que Julia Kristeva plantea en sobre la abyección, es decir, traer a la conciencia lo
abyecto y ominoso del trauma para que pueda ser pensable, digerible. Siguiendo en esta
línea, las letras de la conquista, es decir, relatos como La Araucana, poetizan el acontecer
histórico de esa primera modernidad de una manera violenta, enarbolando así el evento
traumático de las letras americanas de la colonia, ya que hay en ella la emergencia de una
institucionalidad llamémosla imperialista, llamémosla europea, cristiana y capitalista.
Aquella emergencia de un discurso de lo colonial transcurre los siglos posteriores, la cual
ha sido materializada en la literatura de los coterráneos a lo largo de toda América Latina.
Hay incluso en la crítica una tendencia en apuntar la herencia de la pluma española como el
gongorismo y lo quevediano en la poesía americana, el hecho de que América se
considerase atrasada respecto de la producción literaria de Europa, notando incluso que la
emergencia del modernismo con Rubén Darío fuera el momento en que los movimientos
literarios fueran a un mismo compas respecto de lo europeo. Hay en esto un indicio de que
la alteridad americana cruzó los siglos desde la conquista como una especie de
inconformismo o autorreproche.

En segundo lugar, podemos ver que esta fundación de lo moderno en el proceso de


conquista dio pie a una serie de reflexiones sobre la identidad y lo propio; hecho que se
traduce en casos como el surgimiento del criollismo, el indigenismo, el costumbrismo y
aparatos literarios de ese estilo que intentaron explicar y caracterizar lo propiamente
Latinoamericano. Del mismo modo, Lezama Lima propuso la tarea de un salvataje poético
con la intensión de reinventar la cultura. Lo nuestro son las síntesis, pero no la síntesis para
ser homologías de otras culturas, sino para hacer analogías, y crear con esa confluencia del
mundo una nueva cultura, es decir, una invención de nuevos mitos. El método de aquella
invención es la ficción, a saber, ficcionalizar la historia, poetizar la abyección del trauma,
para no caer en aquel cansancio de lo clásico, en la aparición de una fantasmagoría del
pasado. Como resultado de este proyecto apareció ya a mediados del siglo XX lo que se
denomina como el neobarroco, movimiento integrado de manera pionera por el mismo
Lezama, Severo Sarduy y Alejo Carpentier. Sin embargo, lo barroco no quedo allí, sino que
esta idea de la reinvención del mito apareció de manera simultánea en diferentes lugares de
Latinoamérica. Un ejemplo de este nuevo barroco en nuestro país es la poética de Tomás
Harris. Tenemos el caso de Cipango donde encontramos aun vestigios de aquellas formas
de la escritura colonial como el testimonio y la temática del viaje, además de una visión de
la historia como un decaimiento, como es el caso del poema titulado “Baldío”:

“Son siempre cargados de imágenes repetidas


los crepúsculos sobre los baldíos. Sin forma humana,
en tierra pura modelados, en pura lluvia desmoronados,
extendidos en puro barro y en desechos vegetales
desprendiéndose de las laderas donde no baña esta
porción del mundo el sol, donde refracta la pura
agonía del sol, la pura falta de forma humana
en los lugares señalados
La historia termina en los baldíos. Nuestras pupilas
ensanchaban la agrimensura del espacio y la boca
balbucía un deseo entrecortado, a lo más el diente
sangraba la punta de la lengua, a lo más la mente
imaginaba un cuerpo imposible en la disociación
roja del sol y la tierra.
Son siempre cargados de imágenes repetidas
los crepúsculos sobre los baldíos. Nuestros cuerpos
se densificaban con la sombra advenida, se hacían
vegetal con los vegetales podridos, se mineralizaban
en el instante vacío de la noche, adherían a la
dispersión del humo en guedejas blancas hacia el
agujero de la noche; o aguardaban, como si de los
zócalos de la noche se derramaría esa agua final
de la que no hablaban las imágenes, esa agua final de los
mitos y de los sueños que restañaba con la limpidez
de una nueva forma humana los lamparones morados
de nuestros cuerpos.” (p.41)

El poema esta cruzado por la imagen del vacío, el decaimiento, un advenimiento de una
oscuridad puesta al servicio de un escenario crepuscular. En un terreno vacío que deja ver
la escasez de la luz; los cuerpos se degradan junto con la luz, así como también caen de una
categoría aristotélica, es decir, pasan de ser cuerpos animales a vegetativos para luego ser
minerales. Aquella ruina muestra al mismo tiempo una relación entre lo humano y la
naturaleza, una consonancia que pone a los cuerpos en relación con lo terrenal, a lo
originario. La teleología de la historia deviene en lo cóncavo del espacio, aquel vacío que
se traduce en una decadencia del espacio nocturno, lo nebuloso del humo. Sin embargo, ya
para el final del poema, hay un volcamiento de la noche en lo onírico, en la ensoñación de
lo mítico carente de una temporalidad lineal de la modernidad. Por otro lado, se plantea una
corporalidad fragmentada, solo hay partes que se asoman a dar un sentido de lo indefinido,
la boca balbucea, los dientes sangran, que en otras palabras, refieren a una incapacidad de
lo hablado, de lo que puede ser dicho con claridad. Esta imagen se inscribe muy bien con lo
que he mencionado anteriormente sobre la intención de poetizar el trauma, es decir, la
manera en que el sujeto americano se ve en la tensión de usar un lenguaje heredado por el
conquistador para referirse a lo abyecto.

Para concluir, el episodio de la conquista ha sido la emergencia de una concatenación de


pensamientos y reflexiones sobre lo que nos constituye como latinoamericanos. El
elemento mítico y la historicidad de los hechos ha sido parte de una identidad tensionada
desde el lenguaje y la cultura, que podemos evidenciar muy bien en la producción literaria
de nuestros coterráneos. La herencia colonial ha sido una constante que se ha promulgado
como un origen doloroso y traumático, pero que ha sido reescrito, reinterpretado, recreado
y resignificado a través de un lenguaje poético. Poetas como Harris, Diego Maquieira,
Lezama Lima, son algunas figuras que a través del lente de lo barroco hacen esa tarea de
cronista, de un demiurgo del génesis latinoamericano.

Bibliografía

Eliade, Mircea. Mito y Realidad. España: Editorial Labor, 1991.

Harris, Thomas. Cipango. Disponible en Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile


http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-9424.html. Accedido en 14/8/2020.

Kristeva, Julia. "sobre la abyección." Poderes de la perversión. Buenos Aires: Siglo


veintiuno, 2006. 7-45.

Lezama Lima, José. “Mito y cansancio clásico”. La expresión americana. México: Fondo
de Cultura Económica, 1993

Ricoeur, Paul. “Objetividad y subjetividad en historia” en Historia y Verdad] 1955].Buenos


Aires: Fondo de Cultura Económica, 2015.

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