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Historia de una decepción: Sobre héroes y tumbas

¿Por qué nos decepciona un libro? Hay que comprender que la decepción de los libros es
grande debido a la clase de inversión. La gente que vio la última temporada de Game of
Thrones, por ejemplo, se sintió estafada porque había invertido tiempo y expectativas en un
espectáculo que ya antes el show les había dado. En 2017 se anunció que la temporada final
no se estrenaría hasta 2019. Durante 2018 inició una campaña de publicidad enorme. El
cierre de Game of Thrones pasará a la historia de la televisión como uno de los espectáculos
más vistos a nivel mundial; pero también más decepcionantes. En el caso de los libros, las
decepciones ocurren por esas dos palabras que subrayo en mi ejemplo: tiempo y
expectativa. El tiempo, porque podríamos aprovecharlo en otro libro. Las expectativas que
nos ha vendido la crítica (y otros lectores) de determinada obra. Puedo agregar otra palabra
clave: el precio del libro. Como consumidores, no nos gusta aceptar que hemos malgastado
el dinero en algo que no nos satisfizo.
Para estudiar mi decepción con Sobre héroes y tumbas quiero relatar una historia
personal, antes de explicar por qué me parece una novela fallida. Empecé a leer por gusto y
placer a los dieciséis años motivado por una lectura en particular: El túnel. En ese entonces,
esa escritura sencilla con ciertos giros filosóficos, la historia simple y sin giros bruscos, era
lo que un estudiante de preparatoria necesitaba. Naturalmente, me enteré de la existencia de
Sobre héroes y tumbas, siendo esta novela una de las primeras que compré. Debido a su
extensión, no la leí de inmediato. Me fui perdiendo en otras aventuras literarias. Hasta este
año, entusiasmado por una lectura crítica de Piglia, decidí leer esta “obra maestra” de la
literatura latinoamericana. En resumen, fueron casi ocho años de expectativas altas.
Quiero desarrollar en breve por qué Sobre héroes y tumbas es “mala”, en mi opinión.
Hablo primero de sus aciertos. Pienso que ha logrado, en su conclusión, un propósito, y de
los más ambiciosos: unir las “memorias” de la Argentina moderna y en formación. Algunos
experimentos que propone Sabato se antojan novedosos para ese momento; es una novela
de la modernidad, en efecto, y sus personajes erran y viven la ciudad de forma orgánica.
Me parece notable cómo Fernando en su informe debe aventurar las entrañas de la urbe
para completar su viaje de anti-héroe. La conclusión también me parece notable y me dio
una sensación de cierre, como suele ocurrir en esas relaciones tóxicas que han consumido
todo nuestro tiempo, mas al final nos otorgan un detalle íntimo y bello en una despedida.
Los problemas de la novela son magníficos. He afirmado en el pasado que no soy un
lector de novelas extensas. Para mí, esta obra se volvió un infierno por su tono filosófico y
sus digresiones sobre la existencia humana que bien pueden alimentar un tratado. pero no
son propios para una novela donde se explora, desde un aspecto no epistemológico sino
vivencial, la memoria, la historia y la identidad.
Sus peores momentos han envejecido en varias formas. Los personajes masculinos se
enorgullecen de su machismo (como esa escena infame de Fernando “humillando” a las
feministas). Y uno podría decir que, bueno, son solo personajes. Sin embargo, la forma en
que los construye Sabato es igual en todos los casos. La voz narrativa es siempre la misma,
a saber, escribe en un solo tono y estilo, que desemboca siempre en una reflexión filosófica
que imita a los existencialistas franceses donde la gran diferencia radica en los
“experimentos” que Sabato propone con las voces narrativas. Las novelas de Sartre y
Camus tiene algo de confesional. Aquí lo noto en el Informe sobre ciegos y en la
intervención de Bruno al final de la novela. El problema con ello es que, desde la voz
confesional, Camus y Sartre vierten sus ideas filosóficas de una manera más ágil. Sabato,
en cambio, quiere experimentar con tres voces que a fin de cuentas son idénticas: las
mismas impresiones de la voz anónima las tiene el personaje de Fernando en su informe y
después Bruno, quien se encarga de pintarnos el perfil sociópata del segundo. Esto, en las
quinientas páginas del libro, pesa y se convierte en tedio. Puede existir belleza en el
aburrimiento, pero la manera en que Sabato cuenta su historia es torpe. Su universo
narrativo ofrece inteligencia, hallazgos curiosos y algunos guiños a su primera novela; pero
nunca cobra vida.
Desde mi punto de vista, Sabato no sabe narrar su novela. Tiene una buena historia en
las manos, pero tristemente utiliza recursos contrarios para contarla: la simpleza y la
filosofía. Incluso desde el principio aboga por “conmover” al lector con una narrativa extra-
literaria: estuve a punto de destruir esta novela, porque conozco sus errores, pero ha sido
salvada. Lo cierto es que sus errores narrativos hunden toda su propuesta. Abusa de los “y
de pronto”, de los “de repente”. Protagonizan las “noches oscuras”, los “corazones tristes”.
Sus ideas sobre el amor son comunes y, en cierta forma, violentas (sin explorar esa
violencia). Me gusta que ahonde en la depresión de sus personajes, en la soledad poderosa
que los asfixia, que los lleva a una descomposición moral increíble. Sin embargo, por esa
ausencia de polifonías e independencias de voces, todos sus personajes masculinos tienen la
misma tristeza: el mismo fracaso. Alejandra es por esto el personaje más interesante,
porque escapa de las voces masculinas que están obsesionadas con “resolver el enigma”
cuando no hay nada qué resolver.
Un último problema que quiero desarrollar atañe a la estructura. Son cuatro partes las
que componen Sobre héroes y tumbas. El promedio de páginas por cada parte es de 120. El
propósito de esta descomposición me parece bien pensada. Sin embargo, los capítulos de
cada una de las partes no son uniformes. Esto no es, por supuesto, algo que arruine por
completo la lectura… hasta al final, donde los dos primeros capítulos son de cinco páginas
y el tercero, donde Bruno cuenta su historia con la familia de Fernando, ocupa cincuenta
páginas. Aquí se evidencia algo: que este capítulo pudo conformar una sexta parte después
del informe de ciegos, pero no fue lo suficientemente elaborada para cobrar independencia,
así que Sabato metió este capítulo en medio de la última parte. Se nota que el escritor no
sabía qué hacer con esa parte de Bruno (por demás fundamental) y al final no encuentra un
lugar en el universo propuesto.
En conclusión, Sobre héroes y tumbas me parece una novela que sufrí, que me
aburrió lo suficiente para no recomendarla. Comprendo sus virtudes, pero esos defectos
enumerados la arruinan. A veces necesitamos convencernos a nosotros mismos que el viaje
ha valido la pena por el final, que aquí, repito, es satisfactorio. De nada sirve haber
sobrevivido el núcleo mal contado y aburrido de esta novela solo para recibir treinta
páginas magistrales. Quizá a los dieciséis hubiese amado este libro. Pero uno crece. Uno se
amarga.
Del uno al diez: C u a t r o.

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