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LA GUERRA Y LOS DERECHOS DE NEUTRALIDAD

El estallido de la guerra europea — en la que Alemania y Austria-Hungría se


enfrentaron a Gran Bretaña, Francia y Rusia — en 1914 causó gran conmoción
en el público estadounidense. Al principio la contienda les parecía muy remota,
pero sus efectos económicos y políticos fueron rápidos y profundos. En 1915 la
industria de EE.UU., que sufría una leve depresión, volvió a prosperar gracias a
los pedidos de pertrechos militares de los aliados de Occidente. Ambos bandos
usaron la propaganda para despertar las pasiones del público estadounidense,
un tercio del cual había nacido en el extranjero o tenía al menos un progenitor
nacido en otros países. Más aún, tanto Gran Bretaña como Alemania tomaron
medidas contra los barcos estadounidenses en alta mar, lo cual dio lugar a
enérgicas protestas del presidente Woodrow Wilson.

ROOSEVELT Y EL NUEVO TRATO


En 1933, el nuevo presidente, Franklin D. Roosevelt, trajo un clima de
confianza y optimismo que pronto convocó a la población en torno a la bandera
de su programa, conocido como el Nuevo Trato. “A lo único que debemos
temer es al temor mismo”, dijo el presidente en su discurso inaugural ante la
nación.

En cierto sentido, el Nuevo Trato sólo introdujo reformas sociales y económicas


que muchos europeos conocían desde hacía más de una generación. Más aún,
el Nuevo Trato representó la culminación de una tendencia de largo alcance
hacia el abandono del capitalismo de “laissez-faire”, la cual databa de la época
de la regulación de los ferrocarriles en la década de 1880 y el torrente de leyes
estatales y nacionales de reforma adoptadas en la era progresista de Theodore
Roosevelt y Woodrow Wilson.

Sin embargo lo que en verdad tuvo de novedoso el Nuevo Trato fue la


celeridad con que logró lo que antes se hacía en varias generaciones. Muchas
de sus reformas fueron planeadas con apresuramiento y se aplicaron mal;
algunas contradecían a otras. Además nunca lograron restablecer la
prosperidad.

CONSENSO Y CAMBIO
Estados Unidos dominó los asuntos internacionales en los primeros años
después de la Segunda Guerra

Mundial. Tras la victoria en la gran contienda y al ver que su patria se había


librado de la devastación de la guerra, los estadounidenses se sentían
confiados de su misión, tanto en el ámbito nacional como en el exterior. Los
líderes del país deseaban preservar la estructura democrática que habían
defendido a tan enorme costo y querían compartir los beneficios de la
prosperidad lo más ampliamente posible. Para ellos, igual que para el editor de
la revista Time, Henry Luce, aquel era “el siglo de Estados Unidos”.

Durante 20 años, la mayoría de los estadounidenses se sintieron seguros de


ese enfoque basado en la confianza; aceptaron la necesidad de asumir una
posición fuerte contra la Unión Soviética en la Guerra Fría que se desenvolvió a
partir de 1945. Apoyaron el crecimiento de la autoridad del gobierno y
aceptaron las líneas generales del rudimentario estado benefactor formuladas
por vez primera en el Nuevo Trato. Disfrutaban una prosperidad de posguerra
que creó nuevos niveles de riqueza.

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