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Urbanismo y ciudadanía

TEXTO Jordi Borja Las ciudades actuales, incluida Barcelona, son una mezcla de cielo y de
Geógrafo urbanista infierno. Antes de culpar a los ciudadanos de las actitudes incívicas
y de tratarlos como a niños maleducados a los que hay que enseñar las reglas
de la urbanidad tradicional, conviene en primer lugar hablar del incivismo del
urbanismo real, del que muy a menudo son responsables o cómplices las
políticas públicas.

stamos viviendo una época curiosa: se exalta la ciudad pero, al

E mismo tiempo, con frecuencia se practica una arquitectura


“urbanicida”. O quizá fuese más exacto decir que esta arquitec-
tura es la expresión de unos procesos urbanos que niegan la ciudad; un
urbanismo del miedo, del miedo a la ciudad; una nueva versión del
rechazo que casi siempre ha mantenido el pensamiento conservador con
respecto a la ciudad; un urbanismo de mercado que, en lugar de enfren-
tarse con sus efectos desequilibradores, se adapta a sus dinámicas, vende
la ciudad al mejor postor y deja que se extienda una urbanización difu-
sa que multiplica las desigualdades sociales; un urbanismo que se expre-
sa en arquitecturas banales, en bloques aislados y aislantes y que, cuan-
do pretende ser monumental, suele convertirse en una afirmación pre-
suntuosa del poder político o económico 1.
Por tanto, si hay que hablar de urbanismo y de civismo, antes de culpar
a los ciudadanos y de tratarlos como a niños maleducados a los que hay
que enseñar las cuatro reglas de la urbanidad tradicional más o menos
aplazada, hablemos primero del incivismo del urbanismo real del que
muy a menudo las políticas públicas son responsables o cómplices.
“La ciudad, cielo e infierno” titulaba el periódico El País un excelente
extra dedicado al Foro Urbano Mundial2. El cielo es cuando la ciudad
construye lugares atractivos donde vivir (Richard Rogers); el infierno,
cuando domina la arquitectura “urbicida” (Luis F. Galiano).
En el texto que sigue expondremos esta mezcla de cielo e infierno que
hoy encontramos en nuestras ciudades, también en Barcelona 3.

DISTINCIÓN, SEGREGACIÓN Y PROTECCIÓN


El urbanismo actual es con mucha frecuencia un “urbanismo de pro-
ductos” que no responde tanto a una visión de ciudad, sino más bien a
una oportunidad de negocio; o, cuando el promotor es el sector públi-
co, el negocio puede consistir en realizar una actuación socialmente Carlos Bosch

necesaria al mínimo coste. El urbanismo de productos es la respuesta a


La atención al paisaje urbano es una
dos dinámicas propias de la economía urbana de mercado. Una es la condición necesaria del civismo.
En la imagen, la banalización arquitectónica
conversión de las áreas centrales en parques temáticos del consumo y del ejemplificada en una serie de bloques de la
ocio sometidos a un uso especializado y depredador. La otra es la dis- parte alta de Gràcia.

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En la imagen, publicidad comercial de un


puesto de venta de souvenirs, junto a la
Boqueria.
Página siguiente: las Rondas son un
ejemplo de cómo las grandes
infraestructuras de comunicación pueden
contribuir a crear ciudad.
Carlos Bosch

persión periférica por piezas segregadas, creando espacios banales, frag- gobernante de turno). Edificios de firma, de arquitectos divinos en
mentos fracturados por ejes viales y suelos expectantes. busca de una seguramente efímera inmortalidad y que, a diferencia de
En la Barcelona metropolitana, la región, el suelo urbanizado se ha mul- la arquitectura clásica, se caracterizan por la “no reproductibilidad”, es
tiplicado por dos en los últimos 25 años pero la población sigue siendo decir, renuncian a contribuir a la difusión de la calidad arquitectóni-
aproximadamente la misma: éste ha sido el gran momento de la “urba- ca 7. El círculo se cierra: la alianza impía entre el urbanismo de nego-
nalización” 4. En Madrid, la población de la región (es decir, la comuni- cio, la ostentación del poder y el divismo del artista se encuentran en
dad autónoma) se ha duplicado en los últimos 40 años, mientras que el la práctica (¿inconsciente?) del “urbanicidio”.
suelo urbanizado se ha multiplicado por cinco5. Se trata de unos mode- En las nuevas periferias el panorama es, sin duda, mucho más deso-
los de crecimiento difícilmente sostenibles que combinan la malversa- lador. Los espacios lacónicos de las viviendas estandarizadas y de
ción de suelo, de energía y de agua, además de aumentar la segregación parques de todo tipo (empresariales, universitarios, industriales,
social 6 . Hay que recordar que la distancia de los productos del urbanis- etc.), separados por autopistas, se ven solamente interrumpidos por
mo disperso (por ejemplo, los conjuntos, ya sean de bloques o de casas las catedrales del siglo XXI, es decir, por centros comerciales y gaso-
adosadas) respecto de los centros ciudadanos multiplica los efectos lineras (con discoteca y supermercado) abiertos las 24 horas 8. Y des-
negativos de la segregación social puesto que reduce la movilidad de las pués nos sorprenderemos de la violencia gratuita o desesperada de
personas con menos medios o más vulnerables. las tribus urbanas.
La reducción del espacio público es inherente a los productos urbanos
de la dispersión segregadora. El afán de protegerse y de distinguirse NUEVOS ESPACIOS Y COMPORTAMIENTOS
implica la privatización de los espacios de uso colectivo y la “motori- La ciudad actual ya no es ni la del ámbito municipal ni la llamada ciu-
zación” del espacio urbanizado no construido. Los barrios cerrados, dad metropolitana, sino que es una ciudad-región de geometría
tan frecuentes en Estados Unidos, empiezan a ser habituales en nues- variable, de límites imprecisos, de centralidades confusas y de refe-
tro país. ¿Dónde queda la civitas o la polis, representada por el ágora, rentes simbólicos escasos, es decir, muchos “no lugares” para pocos
expresión del civismo? lugares proveedores de sentido.
Tampoco la encontraremos en los centros que se han convertido en Los nuevos territorios urbanos son espacios diseñados más bien para
comercio y ocio para uso de una población mayoritariamente foraste- la movilidad que para la inserción, más bien para la vida en gueto que
ra, consumidora compulsiva de la ciudad, con tendencias depredado- para la integración ciudadana. Todo conduce a que el ciudadano se
ras propias de las masas turísticas que echan a perder el carácter ciu- comporte como un cliente, como un usuario de la ciudad, es decir,
dadano de plazas y avenidas. Y sobre estos espacios degenerados, se que se comporte y use la ciudad según su solvencia. Los bienes y ser-
imponen las arquitecturas ostentosas, singulares, emblemas arrogantes vicios urbanos tienden a la mercantilización y a la monetarización del
del poder económico o del capricho presuntuoso del príncipe (o el ejercicio de la ciudadanía.

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El individuo es un consumidor de ciudad, vive en un espacio, trabaja en ciados (por ejemplo, se utiliza la tasa de gays como indicador de moder-
otro, tiene relaciones sociales dispersas y movilidades variables. El ciu- nidad y de capacidad de la ciudad para integrar las poco definidas con-
dadano-usuario 9 de la ciudad metropolitana es atópico, no es de un ceptualmente “clases creativas” 11). En cualquier caso, sería muy discu-
lugar en concreto, y la conciencia cívica tiende a diluirse, a debilitarse. tible lamentar la autonomía individual que han adquirido hoy los jóve-
Evidentemente, estamos hablando de una tendencia que es más visible nes, las mujeres o las personas mayores en algunos ámbitos de las ciu-
en unas ciudades que en otras y, aunque es menos evidente en dades que han sido configuradas física y culturalmente por la imagen
Barcelona y en el sistema de ciudades catalanas que en otras regiones y dominadora del hombre adulto que trabaja. Y tampoco se debería con-
es más fuerte en América que en Europa, también se va manifestando siderar una regresión social la difusión social del coche o la moto, del
aquí, cada día con más fuerza. Además, los efectos negativos de esta ten- teléfono móvil, del congelador, de la comida rápida, del ordenador por-
dencia a la multiplicación de los “no lugares”10 no se contrarrestan con tátil, etc. Es cierto que el núcleo familiar no funciona de la misma
una moralina cívica. Se ha producido un debilitamiento de las estruc- forma, ya que en la actualidad lo hace con un mayor grado de libertad
turas tradicionales de integración ciudadana: la familia, el barrio, el individual. También son diferentes los espacios y los tiempos de uso de
lugar de trabajo o de estudio cerca de casa, las relaciones de amistad la ciudad de cada uno de los miembros de la familia, como también lo
vinculadas al territorio, las organizaciones sociales de vocación univer- son las movilidades, las relaciones sociales y, con frecuencia, los víncu-
sal –es decir, que pretenden englobar gran parte de las dimensiones de los identitarios. Estos hechos pueden dificultar la transferencia de valo-
la socialización (parroquia, partido político, etc.)–. Las relaciones socia- res cívicos pero también pueden facilitar la asunción de responsabili-
les también se van dispersando y volviéndose utilitarias y, si bien supo- dades individuales.
nen unas pautas básicas compartidas, no se basan en un sistema de Sin embargo, las tendencias que hemos descrito no son las únicas. El
valores como el que daba cohesión a la comunidad urbana tradicional. ciudadano metropolitano reacciona ante las incertidumbres presentes
Se ha producido un aumento considerable de la autonomía individual y futuras de su vida, frente a la débil inserción en un lugar y en una
o de grupo, incluso se ha caracterizado el potencial de progreso y de comunidad, frente a la falta de límites y de referentes de los territorios
innovación de la ciudad moderna en función de su nivel de tolerancia en los que vive y se mueve y frente a la multiplicación de identidades
con respecto a los comportamientos individuales y colectivos diferen- sin que ninguna sea la dominante; y en consecuencia aparecen com-

Dani Codina

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“El ciudadano-usuario de la ciudad metropolitana es atópico, no es de un
lugar concreto, y la conciencia cívica tiende a diluirse, a debilitarse. Aunque
esta tendencia es menos evidente en las ciudades catalanas que en otras
regiones, también se va manifestando aquí con más fuerza cada día”.

portamientos y demandas “comunitaristas”, movimientos revaloriza- frecuencia, rectificado las concepciones de las plazas como lugares de
dores de la familia y de la religión, una recuperación de las identidades distribución de la circulación. En muchos casos se ha superado la con-
culturales perdidas y manifestaciones de arraigo y defensa del territo- cepción del espacio público o espacio verde como espacios segregados
rio del que se quieren reapropiar. En conjunto se pueden considerar y especializados y se ha considerado que tanto las plazas como los jar-
unos “viejos-nuevos” valores de civismo que no siempre son la expre- dines y los parques urbanos deben ser referentes tanto físicos como
sión de valores universalistas. simbólicos que marquen límites y que establezcan continuidad, que
sean polivalentes y accesibles y sean lugares de paso y de reposo.
ESPACIO PÚBLICO: EL LUGAR DEL CIVISMO 12 . La relación con la circulación se va modificando poco a poco. Si en
Josep Pla decía: “[...] de las ciudades, lo que más me gusta son las los años sesenta se reducían las aceras y se suprimían los bulevares o
calles, las plazas, la gente que pasa ante mí y que probablemente no calles ajardinadas para facilitar la circulación motorizada, a partir de
veré nunca más” (Prólogo a Cartas de lejos, 1927). André Breton esta- los ochenta se inicia una tendencia de signo contrario. Se piensa más
ba fascinado por la magia de la ciudad, por la aventura posible que uno en la circulación a pie y se peatonalizan (o semipeatonalizan) calles y
puede encontrar al torcer la esquina de cualquier calle (Nadja). plazas. La consigna es “tranquilizar” el tráfico urbano, separar vías más
La buena fama de Barcelona, y en general de la ciudad europea, se que segregarlas, contabilizar todas las modalidades de circulación y
debe, principalmente, a su urbanismo ciudadano, a la calidad del espa- priorizar las modalidades más integrables en la vida urbana, como el
cio público y a la vida urbana que permite. También es posible hacer tranvía. En Barcelona y en otras ciudades europeas se tiende a que una
una lectura positiva de las recientes tendencias del urbanismo. parte importante de la movilidad diaria se realice a pie (actualmente,
. La calle y la plaza son el espacio colectivo por excelencia y una parte un tercio en Barcelona). Al igual que en el transporte público, el tra-
importante del urbanismo moderno lo ha revalorizado, tal vez más yecto a pie requiere calidad, en este caso del entorno. El camino más
bien desde el punto de vista cultura que del diseño. De todos modos, corto entre dos puntos es a menudo el más bonito.
se han mantenido y valorizado los ensanches, se ha renovado el con- . Las grandes infraestructuras de comunicación (puertos, estaciones
cepto de manzana para hacerlo menos rígido, se han criticado y, con ferroviarias y de autobuses, ejes viarios, etc.) han sido zonas histórica-
mente marginales o rupturas del tejido urbano. Hoy contamos con
ejemplos positivos de que estas áreas pueden convertirse en un factor
de calificación urbana y contribuir a crear ciudad, como la Stazione
Termini en Roma, las renovaciones urbanas de puertos, como el de
Baltimore o Cape Town, o las Rondas de Barcelona. Se puede hacer un
razonamiento similar en relación con los grandes equipamientos cul-
turales o universitarios, incluso hospitalarios o de empresas de servi-
cios, que pueden convertirse en elementos de centralidad o de ani-
mación urbanas, atraer nuevas actividades y ser compatibles con
viviendas y comercios. Los “no lugares”, como se ha puesto de moda
llamarlos, pueden convertirse en lugares.
. La reconversión de zonas industriales obsoletas y la regeneración de
barrios degradados o marginales pueden “crear ciudad” o contribuir a
deshacerla. Ya hemos hablado de las dinámicas segregadoras y especia-
lizadoras, de los barrios cerrados y de los parques temáticos. En
Barcelona es posible encontrar en la actualidad algunos ejemplos
negativos en el caso de Diagonal Mar y en la zona Forum, aunque aún
es posible llevar a cabo su reconversión ciudadana. En todo el mundo
podemos hallar ejemplos interesantes de reconversiones realizadas
mediante grandes proyectos urbanos o planes integrales que recons-
truyen unos ámbitos de vida ciudadana basados en la diversidad de
actividades y poblaciones, en el compromiso con la historia urbana del
Carlos Bosch

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La reconversión de zonas industriales
obsoletas y la regeneración de barrios
degradados o marginales pueden crear
ciudad o contribuir a deshacerla.
En la página anterior, la nueva área comercial
de Can Dragó, en Nou Barris. A la izquierda,
vista general del área de crecimiento urbano
del nordeste, con la torre Agbar y las torres de
Marina al fondo, y el parque de Diagonal Mar.

lugar, en el mantenimiento o la creación de una cuota importante de


viviendas (incluidas las sociales y las protegidas), y en la mejora de los
servicios y de la visibilidad o accesibilidad de la zona. Poble Nou y
Ciutat Vella podrían llegar a constituir ejemplos positivos de estas
reconversiones pero el gran reto actual es Sant Andreu-Sagrera.
. El diseño de los espacios públicos es siempre la prueba decisiva para
Carlos Bosch
medir la capacidad de “crear ciudad”, es decir, de favorecer el ejercicio
de la ciudadanía (o del civismo, si se prefiere un término más suave).
El lema “monumentalizar la periferia y hacer accesible el centro” fue
todo un programa, un buen programa de urbanismo ciudadano.
Conferir calidad a todos los barrios, a todas las periferias, hacerlas visi-
bles y atractivas y socializar el uso de los centros evitando tanto la
especialización temática como la degradación es construir una ciudad
democrática y crear las condiciones para el ejercicio del civismo.
. El espacio público debe ser polivalente, es decir, servir para usos,
poblaciones y temporalidades diferentes. El espacio público se debe
combinar con vivienda y comercio y debe ser entendido como un
ámbito de relaciones y de cohesión sociales, de referentes que den sen-
tido a la vida ciudadana, que marquen simbólicamente el territorio y
que proporcionen seguridad y elementos de identidad específica. El
espacio público es el lugar de la cultura y de la fiesta, pero también de
la manifestación política (o cívica), de la protesta y de la revuelta.
. Por tanto, la calidad formal del espacio público no es una cuestión
secundaria. El paisaje urbano es nuestra casa grande, si no es bonita y
funcional, cómoda y agradable, estimulará comportamientos poco
cívicos. La atención a los materiales y al mobiliario urbano, a la lim-
pieza y a las contaminaciones (acústica, atmosférica, etc.), a la publici-
dad excesiva y al aspecto de las fachadas, y, en definitiva, a todo aque-
llo que configura el paisaje urbano es una condición necesaria del
civismo. Proporcionar elementos de identidad o de diferenciación a
cada barrio o área de la ciudad, mantener y cuidar sus espacios de
forma patente y prestar atención a la convivencia, con frecuencia con-
flictiva, en los espacios colectivos es contribuir al comportamiento
cívico de la ciudadanía. Invertir en la calidad del espacio público, de su
diseño, de su enriquecimiento y de su mantenimiento nunca será un
lujo, sino justicia democrática.
. Las centralidades y la cohesión de la ciudad multidimensional es,
seguramente, el reto más novedoso. Los centros constituyen el lugar de
socialización ciudadana por excelencia, de identidad cultural y de rela-
ción multicultural, de integración social y de concienciación de que se
forma parte de una comunidad de convivencia. En la ciudad metro-
politana actual existe una pluralidad de centros y una diversidad de
pautas culturales de comportamiento colectivo y relacional. La multi-
plicación de centros en el ámbito de la ciudad-región, la articulación
Carlos Bosch

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En otras palabras, necesitamos muchos lugares de encuentro y de rela-
ción, ya que la relación con la ciudad y entre los ciudadanos es una rela-
ción de contacto, oral y sensorial, de hablarse y de verse, de escucharse
y de tocarse, de olerse y de observarse; y, como ya hemos comentado,
las arquitecturas urbanas pueden ser ciudadanas o urbanicidas.
Los grandes equipamientos, las infraestructuras de comunicaciones,
los nuevos proyectos urbanos, que todavía en la actualidad están regi-
dos por el mercantilismo, el miedo, la ostentación y las modas o se
realizan en nombre de la rentabilidad y los prejuicios sobre la deman-
da, fracturan el tejido urbano y segregan poblaciones y actividades,
imponen comportamientos de usuarios o clientes y favorecen el ano-
nimato y la anomia sociales.
Se promueven operaciones de vivienda que, en algunos casos en
nombre del mercado y de la maximización de los beneficios, y en
otros, en nombre del interés social por maximizar la producción a
bajo coste, generan espacios fragmentados, barrios cerrados y bloques
discontinuos, por lo que no existe un espacio público real, espacios de
socialización, de intercambio o de significación.
Un ejemplo de esto lo constituye el falso debate sobre los rascacielos.
La cuestión no es la altura, sino la calidad del espacio que generan a
su alrededor. Puede ser que una avenida o un barrio con muchos ras-
cacielos generen un ambiente urbano rico y variado (como el área
central de Manhattan). Todo depende de la disposición de los edifi-
Carlos Bosch
cios, de la relación con el espacio vacío, de la contención de la circu-
entre estos centros, conseguir que sean accesibles, dotarlos de calidad lación, de la diversidad de usos y de la animación de los locales de sus
y de diversidad en sus ofertas, es, en la actualidad, una condición del plantas bajas. Éste no es el caso de los bloques aislados que a menudo
civismo, como también lo es aceptar la diversidad de culturas (por nos proponen los promotores, que no crean espacio colectivos sino
ejemplo, las mezquitas), puesto que no hay civismo sin tolerancia y sin vacíos para aparcamientos o zonas privadas, que no construyen teji-
respetar al otro, al que es diferente. El reto del urbanismo es doble: do ciudadano, sino rupturas o discontinuidades, que no facilitan la
renovar y ampliar los centros ya existentes en el territorio de la ciudad- vida social, sino el anonimato, que no hacen que la ciudad sea más
región y generar nuevas centralidades aprovechando las oportunida- amable, sino que esté más congestionada.
des de los grandes proyectos urbanos o de las actuaciones integrales de Una prueba decisiva de la buena relación entre el espacio construido
renovación o reconversión. Por último, la calidad integradora de los y el espacio público es lo que podemos llamar “espacios de transición”.
centros definirá en gran parte la calidad del civismo colectivo. Nuestra cultura urbanística aún es heredera de viejas dicotomías:
No es difícil deducir de este panorama, expuesto desde un punto de construido-no construido, privado-público, equipamiento-vivienda,
vista optimista, que de lo que se trata es de responder al urbanismo del circulación-verde, etc. Pero la calidad de la vida urbana a menudo se
mercado, del miedo y de la ostentación con otro tipo de urbanismo, el decide, al menos en parte, en los espacios de transición. Podemos dar
de la iniciativa pública democrática, el de la integración social y de la algunos ejemplos, tanto positivos como negativos. Un buen ejemplo
participación ciudadana. sería el Centro Pompidou o el Parc de la Villette en París. Apenas hay
solución de continuidad entre el entorno, la explanada delante del
RETORNO A LA ARQUITECTURA Pompidou, las zonas verdes y la avenida y el canal alrededor de la
El director de urbanismo de la City de Londres decía que el equipa- Villette y los equipamientos culturales de alta calidad. Cualquier per-
miento más importante de una ciudad era el café o el bar, el lugar en sona puede transitar fácilmente por estos espacios de transición y
el que la gente se encuentra y charla, intercambia informaciones y acceder sin problemas a los bajos de los edificios. En la misma ciudad,
comenta cotilleos, el lugar en el que pueden convivir personas de sin embargo, encontramos el caso opuesto: la Grande Bibliothèque,
todo tipo. que crea un espacio a su alrededor totalmente inhóspito. En Barcelona

“Una prueba decisiva de la buena relación entre el espacio construido y el


espacio público es lo que podemos llamar ‘espacios de transición’. Un
ejemplo positivo lo encontramos en el Macba y el CCCB. Todo parece
indicar que, por ahora, el ejemplo negativo lo constituirá la zona Fórum”.

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encontramos un ejemplo positivo de espacios de transición que per- yectos Barça2000 o camelos como los “parques tecnológicos”, que ini-
miten acceder con cierta facilidad a los imponentes edificios de cialmente habían sido aprobados en Cataluña? ¿Por qué tenemos que
equipamientos, como los que rodean al Macba y al CCCB. Todo admitir que los complejos de oficinas o los grandes centros comercia-
parece indicar que, por ahora, el ejemplo negativo lo constituirá la les den la espalda al espacio público (véase el horrible centro Diagonal
zona Fórum. Mar o la catedral kitsch en el desierto que es el centro La Maquinista)
Los espacios de transición también se pueden generar en torno a los cuando existen experiencias en el mundo que muestran la viabilidad
complejos de edificios de servicios o de oficinas, a zonas industriales económica y la eficacia urbanística de centros integrados en el paisaje
reconvertidas, a equipamientos educativos u hospitalarios o a grandes y la vida ciudadana (sin ir más lejos, L’Illa)?
edificios públicos. ¿Por qué razón los equipamientos culturales deben Incluso en el caso de conjuntos de viviendas es posible y deseable
transmitir una imagen de fortaleza? ¿Por qué no pueden los edificios construir espacios de transición. Un ejemplo interesante de arquitec-
públicos, de gobiernos o administraciones, dar ejemplo y convertir tura urbana es la Villa Olímpica, donde es fácil percibir el esfuerzo
sus plantas bajas en espacios de cultura o de ocio, en galerías o en que se ha hecho por establecer una graduación entre espacios abier-
cafés? Si la Bicocca (Milán) o Lingotto (Turín) nos muestran la recon- tos públicos, semipúblicos, colectivos privados y privados particula-
versión de una zona industrial tradicional en una área urbana anima- res; y otro ejemplo está constituido por los barrios regenerados,
da, como también se ha hecho en viejas zonas portuarias, ¿por qué como el de Sant Cosme, en los que se ha conseguido aumentar la
razón la gestión urbanística pública no evita las operaciones especu- calidad y el mantenimiento de los espacios colectivos cuando han
lativas y la creación de zonas segregadas por doquier, como los pro- pasado a ser gestionados por la comunidad de propietarios.

Invertir en la calidad del espacio público no


habría de considerarse un lujo, sino justicia
democrática. En la página anterior, el nuevo
mercado de Santa Caterina. Junto a estas
líneas, el edificio Fòrum.
Página siguiente: línea de nuevos edificios en
Diagonal Mar. La cuestión a debatir relativa a
los rascacielos no debería ser la altura, sino la
calidad del espacio que generan a su alrededor.
Carlos Bosch

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Carlos Bosch

Actualmente, se han experimentado formas urbanas con éxito, como Notas


la manzana abierta, que facilitan la creación de los espacios de tran- 1 El autor se excusa: este artículo está escrito con una reprimida, aunque no del todo, irritación.
Me irrita el poder que pretende educar a los ciudadanos con buenos consejos, admoniciones
sición, unos espacios que pueden convertirse en escuela de civismo. o regaños. Lo que debe hacer el poder son las políticas públicas reales, es decir, determinar
cómo se ordena y se mantiene la ciudad, cómo se promueve la buena arquitectura y cómo se
NOTA FINAL: SOBRE LOS ESPACIOS DE ESPERANZA13 facilita el uso del espacio colectivo. Los manuales de “civismo” me recuerdan al “tratado de
Harvey, en su reciente libro, defiende los espacios de esperanza que se urbanidad” que, en los años cincuenta, cuando yo era adolescente fue la causa de que me
expulsaran de la escuela. Querían que me lo aprendiera de memoria para castigarme por el
pueden encontrar en las confrontaciones sociales, políticas y culturales
poco caso que hacía a una disciplina absurda, la otra cara de una enseñanza retrógrada. Se lo
en el ámbito del territorio o de la ciudad. El propio Harvey, al igual que tiré a la cabeza y todavía siento cierta rabia. No me gusta la palabra “civismo” pero sí me gusta
Neil Smith, Michael Cohen, Tom Angotti, Saskia Sassen y Michael Dear, el concepto de “ciudadanía”.
todos ellos intelectuales reputados, de orientaciones diversas y de proce- 2 Véase El País 10/09/04.
3 Véanse los mecanismos de gestión urbana para las ciudades de Barcelona, Bilbao, Madrid y
dencia norteamericana, se mostraron más bien pesimistas en el diálogo
Valencia en Borja, J.; Muxí, Z., eds. (2004). Urbanismo en el siglo XXI, Barcelona: Edicions UPC.
sobre “La ciudad del siglo XXI”, celebrado en el marco del Forum de las 4 Concepto engendrado por Francesc Muñoz que da nombre a su tesis doctoral presentada
Culturas 2004. Los diálogos que siguieron confirmaron las justificadas en junio de 2004: Urbanalització: la producció residencial de baixa densitat a la província de
preocupaciones del primer día: “Los urbanistas y el poder”, “Las arqui- Barcelona, 1985-2001.
5 Véase Borja, J.; Muxí, Z., eds. (op. cit.).
tecturas contra la ciudad”, “El miedo en la ciudad actual” y “Las ciuda-
6 Véase Borja, J. (2005). “La ciutat futura és avui” en Fira i ciutat, abril 2004 y “Barcelona
des frente a la globalización”. Los títulos son suficientemente significati- Ecologia” (2002) en Barcelona, ciutat mediterrània, compacta i complexa. Una visió de futur més
vos y a menudo las presentaciones problemáticas predominaron con sostenible. Barcelona: Agenda21-Ayuntamiento de Barcelona.
respecto a las propuestas optimistas. 7 Véase Bohigas, O. (2004). Contra la incontinència urbana. Reconsideració moral de l’arqui-
Pero la semana siguiente, los diálogos “De la marginación a la ciudada- tectura i la ciutat. Barcelona: Diputación de Barcelona.
8 Véase Ingersoll, R. (1996). Tres tesis sobre la ciudad. Madrid: Revista de Occidente nº 185.
nía”, protagonizados por dirigentes de movimientos populares urbanos 9 Véase Martinotti, G. (1993). Metrópoli. La nuova morfología sociale della città. Milán: II Mulino.
de todo el mundo, aportaron una respuesta más positiva: la afirmación 10 Véase Augé, M. (1994). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la
del “derecho a la ciudad” y de la necesaria confrontación de valores y de modernidad. Barcelona: Ed. Gedisa.
concepciones sobre la ciudad. Contra la ciudad del miedo, del mercan- 11 Véase Florida, R. (2002). The rise of the creative class, Nueva York: Basic Books.
12 Véase Borja, J.; Muxí, Z. (2001). L’espai públic: ciutat i ciutadania, Barcelona: Diputación de
tilismo y de la ostentación, la ciudad de la ciudadanía o del civismo, sin Barcelona.
moralina, con objetivos urbanos políticamente fuertes, culturalmente 13 Hacemos referencia al título del libro de David Harvey, Espacios de Esperanza. Ediciones
sofisticados y socialmente igualitarios. Akal, 2003.

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