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EXPEDIENTE: 2327-2008
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD: Guatemala, veinticuatro de octubre de dos mil
ocho.
En apelación y con sus antecedentes, se examina la sentencia de cinco de mayo de
dos mil ocho, dictada por la Corte Suprema de Justicia, Cámara de Amparo y Antejuicio,
en la acción constitucional de amparo promovida por el Almacén el Siete, Responsabilidad
Limitada, contra la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones del ramo Civil y Mercantil. El
postulante actuó con el patrocinio del abogado Eduardo Candelario Soto.
ANTECEDENTES
I. EL AMPARO
A) Interposición y autoridad: presentado el quince de febrero de dos mil siete, en la
Corte Suprema de Justicia, Cámara de Amparo y Antejuicio. B) Acto reclamado:
resolución de nueve de enero de dos mil siete, dictada por la Sala Tercera de la Corte de
Apelaciones del ramo Civil y Mercantil –autoridad impugnada–, por la que declaró sin lugar
el ocurso de hecho promovido por Almacén El Siete, Responsabilidad Limitada –ahora
postulante– contra el Juez Séptimo de Primera Instancia Civil del departamento de
Guatemala y, como consecuencia, confirmó la inadmisión de la apelación interpuesta
contra la desestimación de una nulidad planteada dentro del proceso de ejecución en vía
de apremio que El Crédito Hipotecario Nacional de Guatemala, promovió en su contra. C)
Violaciones que denuncia: al derecho de defensa y a los inherentes a la persona
humana, así como al principio jurídico del debido proceso. D) Hechos que motivan el
amparo: de lo expuesto por el postulante y del análisis de los antecedentes, se resume:
D.1) Producción del acto reclamado: a) en el Juzgado Séptimo de Primera Instancia
Civil del departamento de Guatemala, El Crédito Hipotecario Nacional de Guatemala,
promovió ejecución en vía de apremio contra Almacén El Siete, Responsabilidad Limitada –
ahora postulante–; b) durante la tramitación del proceso, la demandada interpuso nulidad
por infracción de ley y vicio de procedimiento, por considerar que el señalamiento para el
remate de la finca dada en garantía era anómalo, pues habían recursos pendientes de
resolver. Dicha nulidad fue rechazada de plano; c) contra tal rechazo, el solicitante
interpuso recurso de apelación, el cual no fue admitido a trámite con fundamento en que,
según el artículo 325 del Código Procesal Civil y Mercantil, en este tipo de procesos, sólo
se permite la apelación contra el auto que no admita la vía de apremio y contra el que
apruebe la liquidación; d) contra la inadmisión del recurso de alzada, interpuso ocurso de
hecho ante la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones del ramo Civil y Mercantil, que
también fue desestimado en resolución de nueve de enero de dos mil siete –acto
reclamado–, respaldando el criterio del Juez de primer grado. D.2) Agravios que se
reprochan al acto reclamado: el postulante afirma que la resolución que constituye el
acto reclamado le causa agravio, ya que la autoridad impugnada conculca su derecho de
defensa y los inherentes a la persona humana, así como al principio jurídico del debido
proceso. D.3) Pretensión: solicitó que se le otorgue amparo y, como consecuencia, se
decrete la suspensión de la resolución que constituye el acto reclamado. E) Uso de
procedimientos y recursos: ninguno. F) Casos de procedencia: no se invocaron. G)
Normas que se denuncian como violadas: se citaron los artículos 12 y 44 de la
Constitución Política de la República de Guatemala.
II. TRÁMITE DEL AMPARO
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En principio cabe afirmar que en los procesos de ejecución singular lo que el actor
pretende es que el órgano jurisdiccional verifique una determinada conducta física, un
acto real o material que corresponde realizar al ejecutado. Podría decirse que, de cierta
forma, la pretensión que subyace en los procesos de ejecución singular se encuentra
dirigida en sentido inverso en comparación a la ejercida en los procesos de conocimiento;
pues en tanto éstos últimos tienden a convertir los hechos en Derecho, aquellos más bien
parecieran conducir el Derecho hacia su efectividad.
De ello se origina el mayor influjo del principio de celeridad que se ha previsto en su
diseño procedimental, por cuanto revelan un margen limitado de materia susceptible de
ser discutida o cuestionada, al encontrarse la situación jurídica de las partes
predeterminada en un documento escrito al que la ley ha dotado de particular eficacia;
solamente se requiere del pronunciamiento judicial para que del reconocimiento de su
contenido se produzca la seguridad de su cumplimiento por parte del obligado.
El proceso de ejecución en la vía de apremio constituye, sin duda, el proceso de ejecución
singular en su forma más pura y típica; en él la intervención conferida al ejecutado es
reducida, pues se le permite manifestarse solamente en la medida en que lo amerita la
observancia a sus derechos constitucionales de defensa y al debido proceso.
A esta especial connotación que caracteriza a este tipo de procesos y a los títulos que dan
lugar a ellos obedece la restricción de apelabilidad establecida en el artículo 325 del
Código Procesal Civil y Mercantil, cuerpo legal en el que, por otro lado, también está
prevista la posibilidad de impugnar mediante dicho recurso el auto que resuelva una
nulidad, al tenor de lo preceptuado en el antecitado artículo 615. De esa cuenta, para
determinar cuál es la norma preeminente cuando tal incidencia se manifiesta dentro de
aquella clase de procesos, resulta necesario hacer acopio del principio de especialidad
plasmado en el artículo 13 de la Ley del Organismo Judicial, según el cual debe
interpretarse, en situaciones como la que se examina, que el legislador quiso estatuir,
además de la regla general, otra específica, un caso especial que se constituye en
excepción a la aplicación de la primera y que, por lo tanto, prevalece sobre ella.
Al estudiar el supuesto de mérito a la luz de dicho postulado, este Tribunal ha sostenido
reiteradamente que la disposición prevalente es la contenida en el artículo 325 ibídem, ya
que no obstante que una y otra se vislumbran a priori como especiales respecto al objeto
particular de su regulación –el proceso de ejecución en la vía de apremio y la nulidad,
respectivamente–, la naturaleza accesoria e incidental del referido remedio procesal
impone que su preceptiva deba entenderse sujeta a la atinente al procedimiento que le
sirve de contexto. Tal aseveración encuentra asidero, además, en lo dispuesto en el
artículo 140 de la propia Ley del Organismo Judicial, en el que, implícitamente, se hace
alusión a la misma circunstancia, al prever la reserva de apelabilidad de los autos en los
que se diluciden incidentes (vía en la que se tramita la nulidad), cuando las leyes que
regulan materias especiales excluyan este recurso.
Consecuentemente, de acuerdo a los razonamientos antes relacionados, la resolución que
se ha reprochado de agraviante ha sido emitida como resultado de la apropiada
interpretación y selección de las normas legales aplicables al caso concreto –cabe
puntualizar que dicho criterio pudo haberse válidamente reflejado, inclusive, en el rechazo
in limine del recurso intentado–, sin provocar menoscabo alguno en los derechos
fundamentales del postulante, por lo que el amparo incoado debe ser desestimado. Dado
que en la sentencia de primer grado se ha denegado la tutela constitucional pedida,
deberá confirmarse la decisión del a quo.
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En el mismo sentido se ha pronunciado esta Corte en los fallos de cinco y (dos) doce de
septiembre de dos mil ocho, emitidos dentro de los expedientes identificados con los
números dos mil quinientos noventa, mil novecientos sesenta y seis y dos mil quinientos
veinte, todos de dos mil ocho (2590-2008, 1966-2008 y 2520-2008), respectivamente.
-IV-
Por otro lado, el análisis desarrollado en el considerando precedente no solo se traduce en
la notoria improcedencia de la acción constitucional intentada sino, además, permite
suponer en su promoción el propósito de demorar y obstaculizar la prosecución del
proceso de ejecución en vía de apremio que constituye su antecedente.
Tal ponderación abre la posibilidad de una nueva instancia que elucide el supuesto
contenido en el artículo 1653 del Código Civil, según el cual, norma que: “El exceso y mala
fe en el ejercicio de un derecho, o la abstención del mismo, que cause daños y perjuicios a
las personas o propiedades, obliga al titular a indemnizarlos”. El exceso o mala fe que
describe la norma citada podría haber ocurrido en el caso que se analiza, en el uso que la
postulante hizo del derecho de instar el movimiento de órganos judiciales que integran el
estamento de la jurisdicción constitucional, con el posible despropósito, como se refirió
antes, de obstaculizar el normal desenvolvimiento de un juicio, con lo cual pudieron
producirse perjuicios.
En ese mismo orden de ideas, otra estimación derivada de ese tema es la relativa a la
actuación del abogado que patrocinó la acción constitucional, especialmente en cuanto a
la posibilidad de que con su intervención en el caso hubiere incurrido en alguna infracción
a normas que regulan su conducta ética.
Al respecto, el Código de Ética Profesional establece los postulados que rigen la actividad
del profesional del Derecho, siendo éstos: la probidad, la prudencia, la lealtad, la
veracidad, la juridicidad y la solidaridad; de los citados postulados que en ese Código se
prevé resalta que el abogado debe abstenerse del abuso de medios de impugnación y de
toda gestión puramente dilatoria, que entorpezca el normal desarrollo de los
procedimientos, vicio que el Código califica como afectación al prestigio de la profesión y
del concepto justicia. En concordancia con esos conceptos, en el artículo 22 de la Ley de
Colegiación Profesional Obligatoria, se imponen como obligaciones de los profesionales
colegiados las siguientes: “…b) Ajustar su conducta a las normas de ética profesional,
conforme al código respectivo; (…) d) Mantener el prestigio de la profesión; e) Observar
la leyes y exigir su cumplimiento, tanto en el ejercicio de la profesión, como en el
desempeño de cargos o empleos públicos…”.
Con apoyo en la regulación a la que se ha hecho mérito, este Tribunal establece que pudo
quedar afectada la responsabilidad ética del abogado Eduardo Candelario Soto, al haber
emitido consejo y haber patrocinado, mediante su dirección y auxilio, el amparo que,
según se advirtió, resultó, por las características que se implicaron en su promoción,
notoriamente improcedente con lo cual demoró el normal desarrollo del multicitado
proceso de ejecución en vía de apremio que constituye su antecedente.
De esa cuenta, con base en lo antes considerado, El Crédito Hipotecario Nacional de
Guatemala podrá, si lo estima ajustado a sus intereses, promover las gestiones judiciales –
demanda de reclamo de daños y perjuicios– y administrativas –denuncia en el Tribunal de
Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala– necesarias a efecto de obtener
los pronunciamientos resarcitorios y sancionatorios que correspondan, contra el postulante
y su abogado director.
LEYES APLICABLES
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