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GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: DE LA REPUBLICA

A LA DICTADURA MILITAR FRANQUISTA

AVALOS, ANGEL – BRITEZ, MANUEL – BUSTOS MARTIN


CURSO: 4º AÑO “U”
AÑO: 2020
Índice
Introducción.................................................................................................................................2
Antecedentes...............................................................................................................................4
Sublevación de 1936....................................................................................................................5
La guerra civil...............................................................................................................................7
La Cruzada....................................................................................................................................7
Introducción

El régimen franquista (1936-1975) creó una tupida red represiva que tenía
como objetivo eliminar físicamente e ideológicamente al enemigo republicano y
aterrorizar al conjunto de la población. Por ello, la represión abarcó todos los
campos posibles y fue un instrumento de dominación, de humillación y de
consenso forzado. La represión fue consubstancial al régimen franquista y
convirtió el país en una inmensa prisión. En este artículo analizamos la
represión franquista, tanto desde el punto de vista cuantitativo, como
cualitativo, para fijar sus características.

Cualquier análisis de la represión franquista en España debe tomar en


consideración que la dictadura franquista, el Nuevo Estado, la España de
Franco, nació de un golpe de Estado militar contra el régimen democrático
republicano legalmente establecido (17-18 de julio de 1936), y se configuró y
articuló a lo largo de una cruenta guerra civil que finalizó con su victoria militar
(julio de 1936/ abril de 1939). Este es un aspecto clave para entender la
dinámica de la represión franquista, fundamentada en la "trampa ilegal" de
convertir a los defensores del legítimo régimen republicano, en rebeldes;
acusados de Adhesión a la Rebelión, Auxilio a la Rebelión o Rebelión Militar;
mientras que los golpistas se autodenominaban defensores del orden. El
mismo dictador, Francisco Franco, afirmaba que "el -Glorioso- Movimiento
Nacional -el golpe de estado-, no ha sido nunca una sublevación. Los
sublevados eran y son ellos, los rojos". Y en las sentencias de los consejos de
guerra vemos escrito, una y otra vez: "que contra los legítimos poderes del
Estado, asumidos por el Ejército a partir de 17 de Julio de 1936 en
cumplimiento de su función constitutiva, se desarrolló un alzamiento en armas y
una tenaz resistencia, cometiéndose a apoyo amparo toda suerte de violencias,
...".

Tal y como dijo el dirigente fascista Ramón Serrano Suñer, Ministro de la


Gobernación y cuñado de Franco, "sobre esta base de la justicia al revés
-sistema insólito de la historia de las convulsiones político-sociales-
comenzaron a funcionar los Consejos de Guerra". Una justicia que no buscaba
la verdad, sino que partía del hecho de que todos los acusados eran culpables
si no se demostraba lo contrario, lo cual era casi imposible en el marco del
truculento sistema judicial militar franquista, donde el derecho de defensa era
inexistente.

Todos aquellos que habían defendido a la República, de forma activa o pasiva,


y todos aquellos que no se habían mostrado favorables al Glorioso Movimiento
Nacional, eran susceptibles de sufrir este tipo de [in]justicia franquista. El
franquismo, tanto durante la guerra civil, como en la posguerra, se planteó
eliminar "al enemigo", de "extirpar" o de "aniquilar" los elementos republicanos
que podían poner en peligro la dictadura, y extender la miedo entre aquellos a
los que no llegaba la represión. Tan importante era eliminar físicamente al
enemigo, como atemorizar y humillar a la población vencida que sobrevivía
para que asumiera su lugar en el Nuevo Estado. El régimen franquista creó una
tupida red represiva que abarcó todos los campos posibles: el económico, el
social, el cultural, el ideológico, el político y fue un instrumento de dominación,
de humillación y de consenso forzado.

A partir de finales de 1937, el régimen franquista contó con la colaboración de


una comisión de la Gestapo alemana encabezada por Heinz Jost, que se
integró en el Ministerio de Orden Público en Valladolid, dirigido por el
sanguinario Martínez Anido. Uno de los legados de dicha colaboración fue la
creación de un enorme almacén de información política en Salamanca, a donde
iba a parar la documentación requisada a las asociaciones republicanas
(partidos, sindicatos, centros culturales, bibliotecas, ateneos, ...) a medida que
los franquistas iban ocupando el territorio. A finales de abril de 1938 se creó la
Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos (DERD) con el
objetivo de recabar, almacenar y clasificar toda la documentación de los
partidos políticos, las organizaciones y las personas hostiles y desafectas al
Movimiento Nacional, a fin de facilitar su localización y castigo5. Toda esta
documentación fue depositada en Salamanca y se convirtió en la base de
centenares de miles de fichas para la represión franquista.
Antecedentes
España, desde 1923, había estado bajo el poder de una dictadura
conservadora liderada por Miguel Primo de Rivera. Durante ese período, se
instituyó un fuerte autoritarismo que promovió una intensa persecución a los
grupos de izquierda presentes en ese país.
Aun en 1930 mientras que Europa occidental ya poseía instituciones políticas
modernas y donde se Veía la democracia, España era un oasis tradicionalista,
gobernado por la «trinidad» El Ejército, la iglesia católica y los grandes
propietarios rurales. España estaba sumergida en un sistema Político Obsoleto,
donde los beneficiados eran unos cuantos que hacían porte de esta forma de
gobierno.
La iglesia, por su parte, era heredera del oscurantismo y de la intolerancia de
los tribunales inquisitoriales del santo Oficio, era una institución que condenaba
la modernidad como obra del demonio. Y en el campo, finalmente, existían de 2
a 3 millones de campesinos pobres, los braceros, sometidos a las prácticas
feudales y dominados por unos 50 mil hidalgos, dueño de la mitad de las tierras
del país.
Como resultado de la grave crisis económica de 1930 (iniciada por la quiebra
de la bolsa de valores de N. York, en 1929), y el mal manejo económico en
España tanto que se invertía mas en las fuerzas militares que en el país, hasta
el punto de mantener un excesivo número de generales y oficiales (1 general
por cada 100 soldados, el mayor porcentaje del mundo), en relación a sus
necesidades reales.
A raíz de esto la dictadura de Primo de Rivera, apoyada por el caciquismo
(sistema electoral viciado que siempre daba sus votos al gobierno), fue
derribada y luego cayó también la monarquía. Sin embargo, fue depuesto en
1930 debido a la presión de organizaciones republicanas.
Con la deposición de la dictadura Rivera, se convocó a elecciones en el 1931,
lo que resultó en el inicio de la Segunda República, se proclamó la República
en 1931, llamada «República de trabajadores» y el fin de la monarquía
española. Estas elecciones eligieron a Niceto Alcála-Zamora como presidente,
cargo que ocupó hasta 1936. Ese período de la historia española fue marcado
por la fuerte polarización política.
El Rey Alfonso XIII fue obligado a exiliarse. La tensión existente entre las dos
vertientes ideológicas resultó en guerra civil cuando los grupos conservadores
se movilizaron para derrocar al segundo presidente electo, Manuel Azaña Díaz,
y al primer ministro socialista, llamado Largo Caballero. La movilización de la
derecha política española llevado a la aparición del Movimiento Nacional que
condujo por el general Francisco Franco, llevó a cabo un golpe de estado en
España.
Este golpe llevó al inicio de la Guerra Civil Española cuando las fuerzas de la
izquierda se movilizaron en defensa de la República.

Sublevación de 1936

El general Francisco Franco comenzó el asalto al poder con una sublevación


militar en julio de 1936 contra la Segunda República y lo culminó en abril de
1939, tras la victoria en una guerra civil de casi mil días.

En las elecciones generales del 16 de febrero de 1936 se manifestó la


polarización de la vida política, que comenzó con la fracasada Revolución de
1934 y la consiguiente represión. La izquierda se presentó unida en una
coalición denominada Frente Popular que abarcaba desde la Unión
Republicana de Diego Martínez Barrio hasta el PCE, pasando por el PSOE,
ERC y la IR de Manuel Azaña. Enfrente, la mayor parte de los partidos de
derecha se agruparon en el Frente Nacional Contrarrevolucionario (CEDA,
Renovación Española, Comunión Tradicionalista carlista, Lliga Catalana, etc.),
del cual, sin embargo, no formaron parte ni la Falange ni el PNV. El Frente
Popular se hizo con la mayoría absoluta de los escaños, si bien los partidos de
derechas protestaron por la manipulación del resultado de las elecciones
alegando la asignación de escaños de forma fraudulenta mediante coacción,
violencia y falsedad documental.1

A partir de ese momento se desató una oleada reivindicativa con numerosas


huelgas y algunos incendios y destrucciones. Pronto entraron en acción grupos
paramilitares falangistas a los que se enfrentaron los grupos paramilitares
organizados por la izquierda obrera. Se ha llegado a decir que solo en el mes
de febrero de 1936 se contabilizaron 441 asesinatos en todo el país,2 una cifra
no corroborada por ningún otro historiador y que, comparada con las que se
suelen manejar, es a todas luces exagerada. El estudio más completo sobre las
víctimas mortales, como resultado de la violencia política entre febrero y julio
de 1936, registra para febrero un total de 44 víctimas mortales, de las cuales 28
serían causadas por la intervención de las fuerzas de orden público (la inmensa
mayoría de ellas militantes de las organizaciones de izquierda), por lo que se
habrían producido 16 posibles asesinatos y no los 441 apuntados. Según ese
mismo estudio, entre febrero y julio de 1936, antes de iniciarse el golpe de
Estado, hubo un total de 189 incidentes y 262 muertos, de ellos 112 causados
por la intervención de las fuerzas de orden público. De las 262 víctimas, 148
1
serían militantes de la izquierda, 50 de la derecha, 19 de las fuerzas de orden
público y 45 sin identificar. Además ese estudio constata que el número de
víctimas mortales causadas por la violencia política fue disminuyendo en esos
cinco meses.

Los acontecimientos de los cinco meses de gobierno en paz del Frente


Popular, de febrero a julio de 1936, fueron utilizados después por los
vencedores en la guerra civil española como justificación de su alzamiento. Hoy
en día el debate sigue abierto, aunque la mayoría de los historiadores opinan
que en absoluto puede hablarse de una «primavera trágica» en la que el
gobierno del Frente Popular hubiera perdido el control de la situación, aunque
es cierto que la agitación social y laboral en el campo y la ciudad fueron
constantes y el aumento de la violencia explícita por causas políticas,
alimentada por acciones de la izquierda y la derecha, fue también innegable.
Pero la conclusión de la mayoría de los historiadores es clara: «La
desestabilización política real en la primavera de 1936 no explica en modo
alguno la sublevación militar [de julio de 1936] y menos aún la justifica» y «La
política y la sociedad españolas mostraban signos inequívocos de crisis, lo cual
no significa necesariamente que la única salida fuera una guerra civil».

1
La rebelión militar de Melilla fue el primer movimiento del golpe de Estado en España de julio de 1936,
que significó el inicio de la Guerra Civil Española. Como ya había previsto el general Mola en sus planes
golpistas, en Melilla empezaría la rebelión militar contra la II República Española pero empezaría el día
18, no el 17 como ocurrió
Según Julio Aróstegui, la otra justificación del golpe de Estado, impedir una
inminente «revolución bolchevique», se ha demostrado todavía más
inconsistente, ya que nunca se ha llegado a demostrar su existencia. Como ha
señalado Julio Aróstegui, entre otros muchos historiadores, «los sublevados
llevaron a cabo su acción pretendiendo que se alzaban contra una revolución
absolutamente inexistente en la época en que actúan, inventan documentos
falsos que compuso Tomás Borrás y que hablaban de un gobierno soviético
que se preparaba, y de hecho lo que representaban era la defensa de las
posiciones de las viejas clases dominantes, la lucha contra las reformas
sociales, más o menos profundas, que el Frente Popular pone de nuevo en
marcha».

La guerra civil

España, divida en dos zonas, roja y nacional. La sublevación no triunfó por la


división de las Fuerzas Armadas (Ejército y Orden Público) debido a los
mandos adictos al Gobierno y, en algunos lugares, por falta de decisión y mal
planteamiento de los alzados. Sucedió, así, que la sublevación triunfante lo fue
de una parte del Ejército (y de las Fuerzas de Orden Público), que contó con
algo más de la mitad de sus efectivos, con mayor proporción de mandos
superiores entre los “leales” y de mandos intermedios entre los nacionales.
España quedó divida en dos zonas, la de los sublevados o nacionales y la de
los gubernamentales, frente populistas o rojos. Ambas zonas, a su vez,
divididas, pues no tenían su territorio unido. Pe ro mientras que los nacionales,
con la toma de Badajoz el 14 de agosto, logran ampliar el pequeño territorio
inicial de Andalucía suroccidental y enlazar con el resto de su zona, los frentes
populistas ni siquiera intentaron unir el norte (Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y
Asturias) al resto de su territorio. Si en medios personales la balanza se
inclinaba ligeramente a favor de los nacionales, estos tuvieron que vencer el
grave inconveniente que suponía el que la fuerza más preparada (unos 45.000
hombres) se encontraba en África, y, por tanto, inoperante en la península. La
mayoría de la flota y de la aviación permaneció en manos gubernamentales,
así como los centros industriales más importantes, las reservas del Banco de
España, casi dos tercios del territorio peninsular y el 60% de la población total.
La Cruzada
La afluencia de voluntarios desde los primeros días en la zona nacional,
especialmente de los carlistas, ya organizados en Navarra, tuvo gran
importancia. Este entusiasmo popular tenía una fortísima motivación religiosa,
que contrastaba con la violentísima persecución religiosa que inmediatamente
se desató en la zona roja, mientras que se protegía a la Iglesia en la zona
nacional. Hubo un componente religioso espontáneo de extraordinaria
magnitud. Así, para gran parte de los combatientes nacionales se combatiría
por muchos motivos, pero el primordial era “por la religión”. Se enlazaba, así,
con la tradición española que el liberalismo había intentado destruir en el siglo
XIX y que ahora eran el radicalismo de la izquierda republicana, el marxismo y
el anarquismo quienes intentaban destruirla. Por eso para muchos se trataba
de una cruzada, aun antes de que la Iglesia, oficialmente, la apoyara y
calificara de tal por medio de algunos obispos. Conforme el tiempo fue pasando
y se fueron conociendo las atrocidades de la zona roja, al alzamiento se
convirtió para el común de las gentes del otro lado, en cruzada y guerra de
liberación.

El nacimiento del término y el origen popular de la guerra civil como cruzada,


muy poco después refrendado por los obispos se solapa con su uso por los
militares en sentido lato de buena causa. Con todo, en sentido estricto no fue
una cruzada, por que no fue convocada por el Papa ni el Vaticano empleó tal
expresión. Pero la negación del carácter de cruzada no se argumenta sobre
esa base, sino sobre la de rechazar el sentido religioso de la guerra. Pero este
sentido fue un hecho y el más común de los aglutinantes de sus combatientes y
de los habitantes de la retaguardia, que, a lo largo de la contienda, las
consecuencias de ese sentido religioso de la guerra terminan por imponerse a
las declaraciones de algunos de los mandos militares más decisivos que
hablaron de establecer un estado aconfesional.

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