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Distribución gratuita
Colaboradores en la revisión
Ana de Jesús Ríos de González – Antonio Boscán Leal
Blanca Flor González Medina – Chelita Fontaina
Fernando Antonio Lora Gómez – Marina Navarro
Nelson Li Fo Sjoe – Neritza Alvarado Chacín
Ricardo Alberto Sandoval Barrios
Víctor Hugo Torres García – Vilma Piña Guzmán
Colaboradores
Blanca Flor González Medina – Carlos A. Baccelli
Carlos Roberto Campetti – Fabián Lazzaro
Germán Téllez Espinosa – Hércio Marcos Cintra Arantes
José Eurípedes García – Juan Félix Algarín
Juan Miguel Fernández Muñoz – Richard Simonetti
Víctor Hugo Torres García – Walter Barcelos
Washington Fernandes – Wilson Frungilo Jr.
Colaboradores mediúmnicos
Antonio Baduy Filho – Carlos A. Baccelli
Cirinea Yolanda Maffei – Divaldo Pereira Franco
Juan Antonio Durante – Raúl Teixeira
In memorian a Francisco Cândido Xavier
Portada
César França de Oliveira
Anuario
Espírita
Índice
Presentación 7
Estudios doctrinarios
El diálogo de Jesús, Carlos Roberto Campetti 9
Jesús era un hombre incomparable, José Eurípedes García 20
Jesús de Nazareth y la reencarnación, Juan Félix Algarín 29
Faltó el punto de referencia, Richard Simonetti 42
La visita de María a Isabel, Richard Simonetti 48
La educación moral de los sentimientos, Walter Barcelos 68
Cristianismo, Espiritismo y la Casa del Camino, Carlos A. Baccelli 122
Noticiario
Noticias que merecen ser destacadas 208
Divaldo en Europa , Washington Fernandes 231
Espiritismo en Marcha 233
Hechos mediúmnicos
Lo posible acontece 189
2013
Literatura y Espiritismo
Jesús está presente, Suely Caldas Schubert 120
El amigo escritor, Yvonne Amaral Pereira 128
La puerta estrecha, Wilson Frungilo Júnior 163
El poder terapéutico de la oración, Fabián Lazzaro 181
Y la vida brotó de nuevo..., Blanca Flor González Medina 206
Cine y video
Temas Espíritas en el cine y en DVD, Hércio Marcos Cintra Arantes 220
Apreciado lector:
Este año, la portada del Anuario Espírita 2013 muestra
la imagen de nuestro hermano mayor, Jesús, que nos dejó, con
su ejemplo y sus enseñanzas, la receta infalible para que con-
quistemos la plena felicidad que Dios, nuestro Padre, desea que
disfrutemos.
Es con esta motivación que, además de las secciones ya
conocidas por todos, te estamos obsequiando algunos impor-
tantes artículos sobre el Cristianismo, destacando en ellos la
semblanza de la vida y obra del Maestro Jesús como camino
ideal para la transformación moral de nuestras almas.
También queremos enfatizar, en esta presentación, que
el Instituto de Difusão Espírita – IDE, cumplirá 50 años
de actividades el 19 de septiembre de 2013, y que el Anuario
Espírita en Portugués, lanzado este año, es el número 50 de la
serie que se inició en 1964.
Respecto a esas muy felices efemérides, nos gustaría resal-
ANUARIO ESPÍRITA 7
tar que el IDE inició sus actividades editoriales con el lanzamien-
to del Anuario Espírita, gracias al incentivo del añorado médium
Chico Xavier que, inclusive, sugirió la denominación de esa obra, la
sigla IDE, y el nombre de la institución.
Durante cuatro décadas, el hermano Francisco Cândido Xa-
vier colaboró con el Anuario, no solo a través de abundantes pági-
nas de su autoría mediúmnica, sino también con sabias orientacio-
nes y sugestiones con referencia al material a ser divulgado en las
ediciones en idioma Portugués y Español.
Desde Mensaje Fraternal felicitamos jubilosamente al IDE
por sus inmensos logros alcanzados en el campo de la divulgación
del Libro Espírita. Nos sentimos agradecidos y privilegiados por
haber trabajado juntos, durante más de 32 años, sembrando las
buenas semillas del Cristianismo Espírita, en los corazones de mi-
llones de hispanohablantes, en los más apartados lugares de la
amplia extensión geográfica del mundo.
¡Que lo Alto nos bendiga a todos para que podamos continuar
esa bendita tarea de divulgación de la Doctrina Espírita y de las
enseñanzas de nuestro amado Maestro Jesús!
Los Editores.
8 ANUARIO ESPÍRITA
El diálogo de Jesús
Carlos Roberto Campetti
ANUARIO ESPÍRITA 9
rentes tipos de personas y dejó registrado: “Pues si no conozco la fuerza
del lenguaje, seré como un bárbaro para aquel que habla y aquel que habla
será un bárbaro para mí”.6 Destacó, así, la importancia del proceso de
comunicación en el cual es necesario utilizar el verbo que sea conocido
por las otras personas. No solo se trata de hablar la misma lengua de la
otra persona para que ella entienda intelectualmente lo que se pretende
comunicar, sino utilizar un lenguaje que llegue al corazón.
En caso contrario, el mensaje podrá llegar a los oídos, pero no
pasará de ahí. Podrá, de repente, ir hasta el cerebro, mover algunos pen-
samientos, pero, si no pasa de ahí, no podrá cumplir su función. Es en el
corazón donde la enseñanza produce la verdadera y definitiva revolución.
Una vez registrado allí, no se pierde jamás pues la boca habla de lo que
está lleno el corazón.7 Cuando el corazón alcanza la plenitud con la vi-
vencia del mensaje de Jesús, naturalmente la boca habla sobre ello, el
comportamiento la evidencia pues ahora, la vida se regula conforme al
entendimiento de la Ley ejemplificada por Él, con el indicativo de que
“quien cree en mí hará las obras que hago y las hará aun mayores”.8
10 ANUARIO ESPÍRITA
en la medida en que se procesa la madurez y se profundiza la vivencia de
las mencionadas Leyes Divinas.
De ese entendimiento devienen algunos aspectos que podemos
identificar en el mensaje de Jesús y que Él presentó de diferentes mane-
ras y en diversos tipos de construcción lingüística o en los más variados
ejemplos prácticos conocidos como parábolas.
Del conjunto de las enseñanzas del Cristo, algunas se destacan
como fundamentales para que el individuo, superando la etapa de la in-
fantilidad espiritual, alcance el vigor de la juventud, a veces inquieta, pero
que precisa estar siempre atenta al rumbo que imprime a sus energías de
conformidad con la propuesta de evolución que la Vida evidencia y que la
Ley de Dios regula, para la plena integración del individuo en el cumpli-
miento de su papel que es el de servir dentro del Universo. Nadie puede
servir plenamente en el Reino de Dios si no estuviese preparado para ello.
No se trata de preparación intelectual solamente, sino de la madurez del
sentido moral, conforme lo destaca Allan Kardec.10
Para esa preparación del individuo, en el mensaje de Jesús pueden
ser identificadas tres etapas, insertadas en el contexto del amor a sí mis-
mo, al prójimo y a Dios, que llevan a la búsqueda del auto conocimiento,
del conocimiento del semejante y de la plena entrega a la voluntad divina,
por la renuncia de sí mismo.
Auto conocimiento
ANUARIO ESPÍRITA 11
La personalidad nos dice quién soy yo y el cultivo de ella lleva al
Espíritu a perder la oportunidad de la encarnación, pues sus necesidades
están todas en el campo de la materia, de los intereses del egoísmo y del
orgullo, de la ignorancia deliberada en cuanto a los dolores y sufrimientos
del prójimo, de su alejamiento de la caridad y del bien colectivo. Quien
desee destacarse en este mundo, que busque el reconocimiento de los de-
más; esa popularidad vacía está presa al culto de la personalidad que es
antagónico a los intereses del Espíritu.
La individualidad es la esencia del ser, como criatura de Dios, el
Espíritu eterno, sujeto a la evolución que demanda esfuerzo para la adqui-
sición del mérito, por la integración en el campo del Señor, en la práctica
del bien, en el ejercicio constante de la caridad –amor en acción– para
sentirse digno de ser considerado y llamado “hijo de Dios”, cuando haya
superado los atractivos de la materia que es el campo de la personalidad.
Emmanuel11 destaca que “los Evangelios son el derrotero de las
almas, y es con la visión espiritual como deben ser leídos; pues, consti-
tuyendo la cátedra de Jesús, el discípulo que se aproxime a ellos con la
intención sincera de aprender encuentra, bajo todos los símbolos de la
letra, la palabra persuasiva y dulce, simple y enérgica, la inspiración de
su Maestro inmortal”. En esa visión, podemos considerar los textos evan-
gélicos de cada uno de los evangelistas como itinerarios de auto descubri-
miento, de liberación espiritual que, una vez seguidos, conducen al indi-
viduo al desarrollo espiritual, a la conquista de los peldaños superiores de
la evolución, que lo colocará en perfecta sintonía con el Reino de Dios.
Como Jesús dijo que ese Reino está dentro de nosotros12, ese no es un via-
je hacia afuera, sino necesariamente hacia adentro. Es un viaje de auto co-
nocimiento. A medida que el individuo realiza ese viaje, al escudriñar los
textos, aprendiendo a extraer de la letra el espíritu que vivifica, va a iden-
tificar en ellos una profundidad mucho mayor que lo que la interpretación
literal puede ofrecer. Se abre, entonces, hacia una realidad que trasciende
el mundo material y la condición limitante de la vida restringida a ese
círculo. Necesariamente buscará identificar las potencialidades que Dios
depositó en su ser interior, cuáles de esas potencialidades él ya desarrolló
y utiliza en su vida, cuáles son sus imperfecciones, sus limitaciones, lo
que aún le impide vivir en plenitud la propuesta de la Ley Divina.
Vamos a recurrir al registro de Mateo13 sobre la tentación de Jesús
12 ANUARIO ESPÍRITA
en el desierto para entender que el Maestro trató ese asunto, informán-
donos que todos estamos sujetos a la evolución espiritual que exigirá de
cada uno un esfuerzo y dedicación para poder entender de que todos fui-
mos creados para ser útiles dentro del Universo. Pero, para comprender
la enseñanza, necesitamos preguntarnos: ¿qué era Jesús cuando se mani-
festó junto a los hombres? Los Espíritus elevados son unánimes en afir-
mar que Él ya era un Espíritu superior, puro, y que ya tenía el cometido
de gobernar el Planeta Tierra.
Considerando el asunto de esa forma, parece incoherente que Jesús,
siendo un Espíritu sublime, consciente de su papel, ya fuera del alcance
de las limitaciones que caracterizan los eslabones primarios e interme-
diarios de la evolución, pudiese estar aún al alcance de cualquier tipo de
tentación. La tentación está relacionada con las repercusiones existentes
dentro de cada uno. Si no hay en la intimidad del ser el objeto de la tenta-
ción, por más perspicaz que sea el tentador, no habrá la tentación, pues el
ser está fuera del alcance de las artimañas y argumentos, pues superados
están los deseos subalternos y los atractivos de la materia parecen infanti-
les, comparados con las realidades espirituales ya conocidas.
De esa forma, nos sentimos animados a considerar el relato evan-
gélico sobre la tentación de Jesús como una enseñanza que el Maestro nos
trasmitió y que, con el tiempo, se fue transformando involuntariamente,
por el proceso de copiado y traducción o, intencionalmente, por algún es-
tudioso que consideró que la lección quedaría más comprensible si fuese
presentada como una tentación vivida por Jesús en el desierto, luego de
ayunar, por cuarenta días y cuarenta noches.
Consideremos, con Carlos Torres Pastorino14, que el pasaje hace
referencia al proceso evolutivo de cada individuo. Los números en el an-
tiguo y en el nuevo testamento son simbólicos. Los cuarenta días y cua-
renta noches referidos allí pueden simbolizar los períodos de evolución
del Espíritu en el campo de la materia, tiempo que variará para cada uno
de acuerdo con el aprovechamiento o no en cada una de sus etapas. El ser,
creado sencillo e ignorante, posee el potencial de desarrollar la concien-
cia y el libre albedrío y con él, la responsabilidad de sus actos. En algún
momento de ese proceso, él “tendrá hambre”, o sea, deseará algo más,
pues precisará buscar la evolución por voluntad propia, valiéndose del
contacto con la materia, ocupando diversas personalidades por la encar-
ANUARIO ESPÍRITA 13
nación. El problema surge cuando el individuo vive en función de la per-
sonalidad, de los intereses de la materia, en la búsqueda de la satisfacción
de los apetitos sensuales en el terreno de las sensaciones, en la búsqueda
del despunte social, de la adquisición y entretenimiento de la riqueza, del
poder, en fin, de la ambición, multiplicando indefinidamente la necesidad
de la reencarnación.
Eso podría ser lo que simboliza la tentación del desierto. Partiendo
de la adquisición del libre albedrío y de la responsabilidad, todo Espíritu
pasa por las “tentaciones” que precisa superar como forma de conquistar
la evolución espiritual a la que está destinado, pero que no recibirá sin
esfuerzo, pues, a no ser así, no habría mérito. El Espíritu que conocemos
como Jesús también pasó por eso, en las diversas etapas superadas por Él
antes de tener condiciones para ser el gobernador de nuestro Planeta. En
los tiempos de su manifestación junto a la Humanidad, ya había superado
todas aquellas etapas y venía a indicar que cada uno también necesita
hacerlo, evidenciando inclusive el camino para eso. Él también fue crea-
do sencillo e ignorante, también recibió la oportunidad de desarrollar la
conciencia, el libre albedrío y ejercitar la responsabilidad. Pero, Él supo
superar todas esas etapas siendo dócil a la orientación de sus hermanos
mayores, mentores espirituales, que lo guiaban en sus luchas iniciales.15
El libro de los Espíritus16 esclarece que los dóciles evolucionan más rá-
pido que los rebeldes. En vez de preocuparse por sí mismo, Jesús, desde
el inicio, confiando en Dios, se dedicaba a producir el bien del semejante,
obediente a las directrices de la evolución.
14 ANUARIO ESPÍRITA
egoísmo y el orgullo que nos alejan de la fe, de la confianza y fidelidad al
Padre y del cumplimiento de nuestro papel en relación al prójimo.
El ejemplo de Pablo de Tarso nos auxiliará a comprender lo que
estamos buscando evidenciar. Él ya era un Espíritu superior cuando vino
para apoyar a Jesús en la divulgación de su mensaje. Tanto es así, que Je-
sús anunció que él era “el instrumento escogido”.17 Él tenía una tarea, una
misión que cumplir. Si los discípulos habían recibido la recomendación
del Maestro de no ir aún a buscar a los gentiles, Pablo recibió justamente
la misión de llevar el mensaje más allá de las fronteras de Judea.
Después del encuentro con Jesús en el camino de Damasco y del
socorro recibido de Ananías que lo ayudó a recuperar la visión, Saulo,
motivado, pues era un excelente orador, decidió ir a hablar de la Buena
Nueva a sus pares de la religión de Moisés en aquella región. Algunos de
ellos eran también doctores de la ley y Saulo creía que tenía aún amigos
allí y que los conocía al punto de pensar que los convencería sobre la
nueva orientación que llegaba del mundo. Tuvo una gran decepción, pues
percibió que su conocimiento de la ley de Moisés ya no era suficiente
para sustentar argumentación al respecto de una propuesta sobre la cual
él no había reflexionado y meditado bien. Percibió, frustrado, que aún no
estaba preparado para aquella lucha, pues no se conocía a sí mismo –se
creía con mayor poder del que realmente tenía, pues hasta entonces toda
su autoridad estaba apoyada en la ley externa y no en la convicción in-
terna. Además, no conocía bien al prójimo –pensaba que los compañeros
que defendían los intereses de la religión judía eran sus amigos y no había
identificado aún sus necesidades reales y mucho menos como servir al
semejante dentro del concepto de la Buena Nueva con la que comenzaba
a tener contacto.
A duras penas Saulo aprendió que no podía ayudar a quien no de-
seaba ser ayudado y que necesitaba dedicarse, como lo hizo el Maestro, a
los de buena voluntad, sin perder las oportunidades de esclarecer a los ig-
norantes en los caminos del auto descubrimiento y de la auto superación.
Lo mismo precisamos realizar cada uno de nosotros. En las luchas
diarias de la convivencia, si ya estamos despiertos para la necesidad de
auto conocimiento y del conocimiento de los demás, descubriremos que
nos reflejamos en el prójimo y en ellos podremos encontrar la imagen de
lo que realmente fuimos y somos. En el semejante identificamos automá-
ANUARIO ESPÍRITA 15
ticamente nuestras propias imperfecciones y dificultades. Toda vez que
algo nos incomoda en la forma de ser o de actuar de alguien, ese algo
aun está presente en nosotros, exigiendo esfuerzo de entendimiento y de
superación. Así, aprenderemos la importancia de actuar con total ausencia
de juicios, sin dejar de cumplir la enseñanza del Maestro: “Sed mansos
como las palomas, pero astutos como las serpientes”,18 pues desgracia-
damente, el mal prepondera aún en los corazones de muchas personas,
carentes de la Luz del Evangelio que recupera e ilumina las conciencias.
Pero, incluso en esos corazones más empedernidos, existe siempre una
tendencia latente hacia el bien que nos corresponde identificar y auxiliar
a despertar si realmente pretendemos servir conforme a lo que Jesús nos
ejemplificó. Él conocía al prójimo, sabía de sus limitaciones e imperfec-
ciones, pero no lo juzgaba. Utilizando un diálogo adecuado a cada uno,
podía alertar, llamar la atención para las necesidades que se evidenciaban
ante su mirada esclarecida y lúcida, sin embargo, se abstenía de juzgar
y condenar. Invitaba a cada uno para iniciar su revolución en el rumbo
de la liberación de sí mismo hacia una integración plena con la Voluntad
Divina.
16 ANUARIO ESPÍRITA
No tuvo otro camino que seguir sino ir para el desierto para reme-
morar conocimientos y forjar, en la lucha, al nuevo Pablo, identificado
con la verdadera voluntad del Dios, que él había aprendido a temer y que
ahora estaba convidado a amar. Pero ese amor a Dios solamente podría
hacerse tangible en su retorno a la sociedad, en su reencuentro con los de-
safíos de la convivencia con aquellos que él había perseguido y el enfren-
tamiento con los antiguos pares que no lo comprenderían y, naturalmente,
lo perseguirían, como él mismo había hecho. Más allá de eso, toda acción
consciente en el bien, promovida por aquellos que se van identificando
con la Voluntad Divina, despierta la contrariedad de los acomodados en
las situaciones de privilegio o de la ganancia fácil, que no desean cambios
porque exigen esfuerzos de transformación. Finalmente, para atender a
los intereses reales del Espíritu, es necesario siempre renunciar a los su-
puestos privilegios de la personalidad en el campo material.
En resumen, al procesarse la evolución, el individuo conquistará el
despertar de la conciencia, la maduración del libre albedrío y, con él, de
la responsabilidad por la identificación, en la propia conciencia, de la Ley
de Dios y, entonces, sentirá la necesidad y la urgencia de vivir conforme
a esa Ley para sentirse justificado como hijo de Dios.
ANUARIO ESPÍRITA 17
pués de los embates interiores que lo llevaron, fortalecido, a superar la
necesidad de la aprobación de los hombres, después de haberse entregado
completamente al cumplimiento de la tarea como carta viva en el campo
del Señor, pudo, finalmente, afirmar: “Ya no soy yo quien vive, sino es el
Cristo que vive en mí”.22 La personalidad fue sometida a los intereses del
Espíritu eterno.
Alcanzada esa condición, el individuo siente la necesidad del apro-
vechamiento integral de su tiempo, colocándose en entera disponibilidad
para atender a la voluntad del Padre con la esperanza siempre de que la
Voluntad Divina se cumpla en él. Para corresponder a ese trabajo que se
amplía cada vez más, pues al que tiene, más le será dado (véase la pará-
bola de los talentos),23 el individuo luchará con ahínco para alcanzar la
superación constante de sus propios límites, atento al comando de Jesús:
“…y nada será imposible para vosotros”. 24
jjj
Por tanto, Jesús es, para el espírita, un hermano mayor, más evolu-
cionado, cuyo diálogo objetiva indicarnos el camino de nuestra evolución
espiritual, de la reparación de todos nuestros equívocos, de la superación
de nuestras limitaciones para llegar a la plena integración con la voluntad
de Dios, nuestro Padre. Todo eso tiene implicaciones, necesariamente,
en el ejercicio cotidiano del amor al prójimo, en la producción del bien
común, para que los demás sean felices y, así, la plenitud sea alcanzada
por todos los Espíritus de buena voluntad.
NOTA
1 MATEO, 17:1 al 8.
2 MATEO, 18:12 al 14 y Lucas, 15:3 al 7.
3 KARDEC, Allan. La vida futura. El Evangelio según el Espiri-
tismo. 44 Edición. Caracas, IDE-Mensaje Fraternal, 2009. Cap. II, ítems
2 y 3. p. 44 a la 46.
4 XAVIER, Francisco Cândido. No todos. Camino, verdad y vida.
Por el Espíritu Emmanuel. 2ª Edición. Caracas, IDE-Mensaje Fraternal,
2010. Cap. 105, p. 227-228.
5 LUCAS, 9:34
18 ANUARIO ESPÍRITA
6 PABLO, I Corintios, 14:11
7 LUCAS, 6:45
8 JUAN, 14:12
9 JUAN, 21:25
10 KARDEC, Allan. Sed perfectos. In: El Evangelio según el Es-
piritismo. 2ª Edición. Caracas. IDE-Mensaje Fraternal, 2010. Cap. XVII,
ítem 4. p. 231.
11 XAVIER, Francisco Cândido. Enseñanzas. In: El Consolador.
Por el Espíritu Emmanuel. 7ª Edición. Río de Janeiro, FEB, 1977. Cues-
tión 321, p. 184.
12 LUCAS, 17:21
13 MATEO, 4.
14 PASTORINO, Carlos Torres. Tentación de Jesús. In Sabiduría
del Evangelio. Río de Janeiro, Sabiduría, 1964. 1º Volumen, p. 135-146.
15 XAVIER, Francisco Cândido. Evolución. Dolor. In: El Conso-
lador. Por el Espíritu Emmanuel. 7ª Edición. Río de Janeiro. FEB, 1977.
Cuestión 243, p. 146.
16 KARDEC, Allan. Progresión de los espíritus. In: El libro de los
Espíritus. 22 Edición. Caracas, IDE-Mensaje Fraternal, 2009. Pregunta
115.a. p. 89 y 90.
17 HECHOS, 9:15
18 MATEO, 10:16.
19 KARDEC, Allan. Conocimiento de la ley natural. In: El libro
de los Espíritus. 22 Edición. Caracas, IDE-Mensaje Fraternal, 2009. Pre-
gunta 621. p. 258.
20 MATEO, 10:37
21 MARCOS, 8:34 y 35; MATEO 16:24 y 25
22 GÁLATAS, 2:20
23 MATEO, 25: 14:30
24 MATEO, 17:20
ANUARIO ESPÍRITA 19
Jesús era un hombre
incomparable
José Eurípedes García
20 ANUARIO ESPÍRITA
“Yo vengo en nombre de Aquél que me envió”.
“Yo voy con mi Padre”.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie va al Padre, si no
es por mí”. Algunos afirman que la traducción correcta sería: “Yo soy el
camino de la verdad y de la vida”, si fuere así quedaría más claro aún.
Muchas otras citas podrían ser agregadas, pero creemos que con
estas son suficientes.
En honor a la verdad debemos decir que Jesús dijo: “Mi Padre y yo
somos uno”. Esto no significa que sean la misma persona, sino que entre
ambos hay una identidad perfecta.
Tal vez la mayor afirmación de este concepto esté en su resurrec-
ción, cuando María de Magdalena va a abrazarlo y Él le dice: “No me
toques porque aún no estuve con mi Padre”.
Pero, si Jesús no es Dios, ¿quién es Él?
A lo largo de los años esta discusión fue intensa en el seno de va-
rias religiones, y como el Espiritismo, en palabras del añorado Herculano
Pires, “es la síntesis del conocimiento humano”, este asunto no podría
pasar desapercibido para Allan Kardec.
En la pregunta 625 de El libro de los Espíritus, el Codificador pre-
gunta y los Espíritus contestan:
“625 – ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al hom-
bre, para que le sirviese de guía y modelo?
“Jesús”.
La respuesta es sintética, sin permitir ningún margen de dudas ni
de discusiones, y a ella Kardec agrega el siguiente comentario:
“Jesús es para el hombre el prototipo de la perfección moral a que
puede aspirar la Humanidad en la Tierra. Dios nos lo ofrece como el mo-
delo más perfecto y la doctrina que enseñó es la más pura expresión de su
Ley, porque estaba animado del Espíritu Divino y es el ser más puro que
ha venido a la Tierra”.
Ampliando el entendimiento sobre la figura mayúscula de Jesús,
Emmanuel, en el libro A Camino de la luz, editado por IDE-Mensaje Fra-
ternal, 5ª edición, esclarece:
ANUARIO ESPÍRITA 21
“Rezan las tradiciones del mundo espiritual que en la dirección
de todos los fenómenos, de nuestro sistema, existe una Comunidad de
Espíritus Puros y Elegidos por el Señor Supremo del Universo, en cuyas
manos se conservan las riendas directoras de la vida de todas las colecti-
vidades planetarias.
Esa Comunidad de seres angélicos y perfectos, de la cual es Jesús
uno de sus miembros divinos, a lo que nos fue dado saber, ya se reunió, en
las proximidades de la Tierra, para la solución de problemas decisivos de
la organización y de la dirección de nuestro planeta, dos veces en el curso
de los milenios conocidos.
La primera, se verificó cuando el orbe terrestre se desprendía de la
nebulosa solar, a fin de que se lanzasen, en el Tiempo y en el Espacio, las
balizas de nuestro sistema cosmogónico y los pródromos de la vida en la
materia en ignición, del planeta y la segunda, cuando se decidía la venida
del Señor a la faz de la Tierra, trayendo a la familia humana la lección
inmortal de su Evangelio de amor y redención”.
Estas aseveraciones dejan claro la importancia de Jesús, que sin
ser Dios, asume el liderazgo y el papel supremo de gobernador y coordi-
nador de las actividades de nuestro planeta. Modelo de perfección y guía
de la Humanidad. Espíritu de intensa evolución, y luz divina que ilumina
nuestros pasos.
Con la aceptación del Cristianismo por el Imperio Romano, a par-
tir del siglo IV, y de los cambios que sufrió la Doctrina del Cristo por
imposición de los hombres, la figura de Jesucristo pasó a ser de difícil
entendimiento para las personas. Comenzaron entonces algunas discu-
siones en el seno de la Iglesia para tornar a Jesús más accesible al enten-
dimiento humano, y muchos esfuerzos fueron efectuados en ese sentido,
casi siempre terminando con la muerte de aquel que sugería cambios que
beneficiasen ese entendimiento.
Una de las figuras más notables de ese proceso, Juan Huss, reen-
carna en el siglo XIV en lo que conocemos hoy como la República Checa;
defiende la idea de que la enseñanza del Cristo debe ser facilitada a las
personas y en sus sermones en la Iglesia de Belén, en Praga, utiliza el
idioma nacional y no el latín para facilitar este entendimiento. Más tarde
se niega a hacer sus prédicas en la Catedral del Castillo de Praga, afirman-
22 ANUARIO ESPÍRITA
do que ella tiene muchas riquezas y que Dios no necesita de ostentaciones
para penetrar en los corazones más humildes.
Estas ideas eran muy revolucionarias para la época y Juan Huss,
condenado por la Iglesia, es quemado vivo en Constanza en el año 1415,
pagando con su propia vida el atrevimiento de insistir que Jesús debería
ser entendido y vivido conforme a lo que Él mismo nos había enseñado.
Un siglo después, Martín Lutero –luego de ser deslumbrado por el
Evangelio de Jesús– fue encantado y atraído irresistiblemente por el Rabí
de Galilea, y al legar a Alemania la noticia de las indulgencias, se rebeló
luchando contra ese absurdo, proclamando la necesidad del libre examen,
de la propagación de la doctrina en el idioma nacional, contestando el po-
der del Papa… Para él, el incesto, el adulterio, el aborto, el genocidio no
podían recibir el perdón divino, aunque el valor de la indulgencia alcan-
zase la más elevada suma ofrecida por quien cometiera la arbitrariedad.
Lutero protestó con vehemencia. No obstante, fue invitado a apo-
yar las reivindicaciones papales. Y como su alma rebelde y soñadora sin-
tiese necesidad de alargar los horizontes del Cristianismo en la Tierra, no
aceptó someterse y fue amenazado de excomunión.
La excomunión era tan terrible que los emperadores se curvaban
ante su simple amenaza. No olvidemos que en la Edad Media se permitía
que la ignorancia dominase la Tierra.
Debido a su valor, Martín Lutero, en 1515, señaló una Nueva Era:
el Evangelio de Jesús fue liberado de los teólogos y cualquier persona
podía leerlo.
Él fue excomulgado. Pero como tenía la misión de liberar el Evan-
gelio, sobrevivió a la saña de la Inquisición.
La palabra de Jesús comenzó a ser publicada en idioma nacional,
el alemán y, un poco más tarde, se esparciría por tierras europeas, en los
respectivos idiomas de los diferentes países.
Muchos espíritus reencarnaron trayendo el ideal de libertad de in-
terpretación de los escritos sagrados, en una secuencia extraordinaria de
cambios para el pensamiento humano.
En el siglo XIX, en Francia, donde las ideas revolucionarias aun
extasiaban las mentes soñadoras, Lamennais, Montalembert y Lacordaire
ANUARIO ESPÍRITA 23
fundan en 1830 un periódico con el nombre de L’Avenir. En él se encon-
traban las más lúcidas inteligencias de la aristocracia teológica de Francia
que proclamaban la necesidad de Dios y Libertad, no pudiéndose mante-
ner por más tiempo una doctrina esclavista, ni someter la inteligencia a
las imposiciones medievales. Por eso, se deseaba que la Iglesia permitiese
libertad de expresión. Claro, se mantenía la creencia en Dios como Cen-
tro del Universo, pero destituido de la maniota dogmática. Era necesario
que la religión abandonase el autoritarismo, la dictadura, y ofreciese a
sus profesantes un concepto de Dios semejante al de la libertad de pen-
samiento.
La Iglesia ancestral estaba en decadencia en aquella época y, en la
condición de intelectuales-teólogos, ellos deseaban que Jesús pasase a la
galería de los seres extraordinarios y no que permaneciese como un mito
inalcanzable o Dios en la figura humana, sino como Hombre en manifes-
tación divina, dioses que, de alguna forma, somos todos nosotros.
Estos jóvenes extraordinarios consiguieron entrevistarse con el
Papa en Roma, pero el Sumo Sacerdote entendió que aquello constituía
una amenaza a los principios establecidos por la autoridad romana y pro-
híbe circular L’Avenir. Lacordaire y Montalembert fueron excluidos de
los cuadros religiosos.
Fueron perseguidos por la Iglesia, y como en el siglo de las luces
no se permitía llevar a nadie a la hoguera, físicamente hablando, fueron
“quemados” en la hoguera moral que se instaló en torno a sus nombres.
Lacordaire, que era orador notable, promotor y principal titular de
las conferencias en la Catedral de Notre Dame, que había restablecido la
Orden de los Dominicos en Francia, Diputado, fundador de la Ere Nouve-
lle, desencarna en 1861, en el ostracismo.
Lamennais, que había creado el eslogan “Dios y Libertad”, para el
L’Avenir, siendo censurado por el Papa, tuvo que romper con la Iglesia,
muriendo aislado en 1854.
Casi siempre las personas piensan que matando y persiguiendo al
hombre, matan también sus ideas, pero las ideas crecen para florecer más
tarde.
Estos dos espíritus luminosos, cuando llega la hora de la Codifica-
24 ANUARIO ESPÍRITA
ción, dictan lindos mensajes que están insertos en El Evangelio según el
Espiritismo, donde continúan iluminando al ser humano.
Lacordaire, nos trae los mensajes: Sufrir bien y sufrir mal, dictado
en Havre en 1863; El orgullo y la humildad, dictado en Constantina en
1863 y Desprendimiento de los bienes terrestres, escrito en Cheverus,
Burdeos, en 1861.
Ya Lamennais responde a la pregunta nº 15 del capítulo XI, datada
en París en 1862.
Treinta años después de los acontecimientos narrados anterior-
mente, en 1862, en el College de France en París, uno de los mayores
intelectuales de la Academia Francesa de Letras en su tiempo, se levantó
para proferir un discurso y presentar su nueva obra, que no había sido
editada aún, pero que sería una de las más polémicas en su época, y sobre
la cual ya habían sido publicados varios comentarios en los periódicos de
aquella ciudad.
Este hombre era Ernesto Renan y el libro al que se refería era La
vida de Jesús.
Renan había escrito esta obra en circunstancias muy especiales.
De formación académica, su ironía en lo que atañía a Jesús y a la
religión vigente era por demás conocida.
Renan tenía una hermana a la que amaba mucho y que, al enfer-
marse de tuberculosis pulmonar, los médicos recomendaron que se fue-
se a vivir al Líbano, por entonces una posesión francesa. Viviendo en
aquella región, tuvo contacto con los evangelios originales y entonces le
escribió un día a su hermano: “Eres un intelectual que se dedica a criticar
y negar a Jesús sin conocerlo. El día en que leas los Evangelios originales,
sin los errores de las traducciones y de las modificaciones impuestas en
ellos por intereses de la Iglesia, cambiarás de opinión. Eres catedrático de
hebreo en la Sorbona, adquiere y lee los Evangelios en el original. Tú no
conoces a Jesús. Tú lo combates, pero nunca lo leíste. Lees aquello que
escriben los teólogos. El Jesús que te dieron es un hombre crucificado en
el dogma”.
Conmovido por la fuerza y entusiasmo de su hermana, él compró
ANUARIO ESPÍRITA 25
y leyó los Evangelios y entonces resolvió escribir una obra polémica, en
tres volúmenes.
Ese día comentaba su obra en uno de los auditorios más célebres de
Francia. Comenzó su discurso para impresionar a su auditorio, recibien-
do posteriormente de la intolerancia religiosa los más ásperos y ácidos
comentarios.
Dijo Renan –“Jesús es un hombre incomparable”.
Con esas cinco palabras, él intentaba demoler la vieja tradición
teológica de un Hombre-Dios, de un Dios hecho hombre, creando, así,
una controversia y un debate que se arrastrarían por mucho tiempo.
En ese momento, restauraba Renan el pensamiento de Lacordaire,
Lamennais y Montalembert y retira a Jesús de la galería de los mitos,
donde había sido colocado por la Iglesia.
Inmediatamente fue apartado de la cátedra que tenía en la Sorbona,
que él reasume en 1870; fue perseguido por mucho tiempo, simplemente
por decir que Jesús no era Dios, sino un hombre incomparable.
En 1863 (Obras póstumas, página 280, 11ª edición de la FEB) Kar-
dec preguntó a los espíritus:
¿Qué efecto producirá La vida de Jesús de Renan? Y recibe la si-
guiente respuesta:
“Un efecto enorme. Será grande la repercusión en el clero, porque
el libro mina los propios fundamentos del edificio bajo el cual se cobija
desde hace dieciocho siglos. No se trata de un libro irreprochable, lejos
de eso, porque refleja una opinión personal exclusiva, que circunscribe su
punto de vista al estrecho círculo de la vida material…”.
Kardec en La génesis, edición IDE-Mensaje Fraternal, cap. XV,
ítem 2, afirma: “Sin prejuzgar nada acerca de la naturaleza del Cristo, lo
cual no entra en el cuadro que esta obra debe examinar, no considerándo-
lo, por hipótesis, sino como un Espíritu superior, no puede dejarse de re-
conocer en Él uno de los de orden más elevado, que por sus virtudes está
muy por encima de la Humanidad terrestre. Por los inmensos resultados
que produjo su encarnación en este mundo, solo podría ser una de esas
26 ANUARIO ESPÍRITA
misiones que son confiadas a los mensajeros directos de la Divinidad para
el cumplimiento de sus designios. Suponiendo que no fuese Dios, sino
un enviado de Dios para trasmitir su palabra, sería más que un profeta,
porque sería un Mesías Divino”.
Pero si Jesús es un hombre, ¿qué hombre es ése?
¡Qué fuerza tan extraordinaria, que simplemente por la expresión
de su voz, pasa por la Aduana y le dice a Leví “sígueme” y él, sin cues-
tionar, abandona sus libros de contabilidad, se levanta de su silla y lo
acompaña!
Saliendo de allí, encuentra a los hermanos Pedro y Andrés que re-
miendan sus redes y convida “venid, que yo os haré pescadores de hom-
bres”; igual que Leví, abandonan sus redes sin ningún cuestionamiento
para seguirlo.
¿Qué poder tenían su mirada y sus palabras, que fueron capaces
de modificar completamente a María de Magdala con una entrevista,
transformándola de una vida de placer a una servidora de leprosos en las
cercanías de Jerusalén, sin hablar que fue la portadora de la noticia más
placentera de la Humanidad al afirmar que Jesús no murió y que la muerte
en verdad no existe?
O también proporcionar fuerza moral a Juana de Cusa, que en la
hora del martirio, escuchando los gritos de su hijo que pedía que ella ab-
jurase al Cristo, y frente al verdugo que le pregunta: –Mujer, ¿este Jesús
suyo solo la enseñó a morir? Y ella contesta –No Él también me enseñó
a amaros.
¿Qué gran autoridad ejercía, que por el paso del camino, un
sencillo encuentro es capaz de hacer que el orgulloso senador romano
Publio Lentulus se ponga de rodillas y más tarde ese mismo hombre
escribe a César que Jesús es el hombre más apuesto que él haya vis-
to?
¿O, a las puertas de Damasco, por la simple mirada, derrumba de
su cabalgadura al poderoso Doctor de la Ley, Saulo de Tarso, que caído,
solamente tiene fuerzas para preguntar?:
–¿Quién eres tú Señor?
ANUARIO ESPÍRITA 27
–Yo soy Jesús, a quien persigues sin pensar…
–¿Qué quieres que yo haga?
En este pequeño diálogo, tal vez el más importante de toda la Hu-
manidad, nace allí el inolvidable Pablo de Tarso.
¿Qué hombre incomparable es este que con el simple hecho de
tocar su túnica una mujer se cura de un sangrado constante?
¿Qué persona restituye a la salud, leprosos, ciegos, endemoniados,
paralíticos, que su simple llamado hace que la hija de Jairo, y Lázaro,
salgan de las tinieblas de la muerte para las luces de la vida?
¿Qué vibración poseía, pues simplemente enseñando el amor, es
capaz de llevar a los mártires al circo, y hacer que aproximadamente un
millón de personas se entreguen a la muerte con alegría en los ojos, du-
rante los tres primeros siglos de la doctrina cristiana?
Ebrios de amor, todos los apóstoles se entregaron al sacrificio, ex-
cepto Judas que se suicidó y Juan que, muy anciano, tuvo una muerte
natural, y llevando a Pedro a pedir que no fuese crucificado, pues no era
digno de morir como su Maestro.
Jesús es una personalidad tan importante que dividió la historia del
mundo, en un antes y un después de su paso por el planeta.
Realmente, Jesús no es Dios, y la Santísima Trinidad es un enga-
ño.
No obstante, Él es el Buen Pastor, responsable ante el Padre por
todos nosotros, encarnados y desencarnados que evolucionamos en la
Tierra.
Aprendamos con Él, que es “manso y humilde de corazón”, y en-
contraremos reposo para nuestras almas.
Procuremos encontrarlo, pues Él está en nuestro camino, todos los
días de nuestra vida.
28 ANUARIO ESPÍRITA
Jesús de Nazareth
y la reencarnación
Juan Félix Algarín
ANUARIO ESPÍRITA 29
profeta Elías regresase antes de la llegada del Mesías, era natural que los
contemporáneos de Jesús lo confrontaran con este hecho. “Si tú eres el
Mesías”, le preguntaban, “¿dónde está Elías?” A lo que Jesús respondió
sin rodeos refiriéndose a Juan el Bautista: “Y si queréis recibir, él es aquel
Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga.” 3
De otra parte, ¿quién fue este Juan el Bautista que tanto peso tiene
para autentificar la misión mesiánica de Jesús de Nazaret? Las primeras
noticias de este personaje nos las relata el evangelista Lucas, quien fue
médico y discípulo del apóstol Pablo. Al igual que su maestro, Lucas no
tuvo el privilegio de conocer a Jesús. Pero sí conoció muy bien y convivió
con los que estuvieron más cerca de él. Por eso nos asegura que su relato
lo escribiera y cito: “como nos lo enseñaron los que desde el principio lo
vieron por sus ojos.” 4 De hecho, nos da a entender que una de sus fuentes
principales fue la propia María, madre de Jesús, al decirnos que “María,
por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acer-
ca de ellas.” 5
Otro punto importante que Lucas aclara en su pequeño prefacio,
compuesto por los primeros cuatro versículos del primer capítulo de su
evangelio es la intención de escribir y narrar estos sucesos “por orden”.
6
Así es como conocemos que la historia de Jesús y su Evangelio no co-
mienza con el nacimiento de éste. Antes era preciso que naciera aquel,
que como decía la profecía, viniese a preparar el camino del Señor.
Sucedió que el que sería el padre del Bautista, Zacarías, era sa-
cerdote del templo. Estaba casado con una prima de María, madre de
Jesús, llamada Isabel. En ese momento, ambos eran personas mayores,
que nunca habían procreado hijos. En cierta ocasión, a la hora de presen-
tar el incienso en el lugar más sagrado del templo de Jerusalén, como era
costumbre, de acuerdo a Lucas, lo echaron a la suerte. El turno le tocó a
Zacarías. A este recinto conocido como el sancta sanctorum o el santo de
los santos se entraba una vez al año con el propósito exclusivo de realizar
esta ceremonia quemando incienso. El lugar estaba deshabitado. Nadie
podía entrar en él. El oficiante entraba solo.
Una vez adentro, mientras el pueblo esperaba afuera en oración,
Zacarías tuvo una experiencia de orden paranormal. Un espíritu de muy
elevada jerarquía, tomó forma ectoplasmática y se hizo visible ante él, a
la derecha del altar del incienso. Al notar el temor en el rostro del sacerdo-
30 ANUARIO ESPÍRITA
te, el espíritu le dijo: “Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída,
y tu mujer Isabel parirá un hijo, y le pondrás por nombre Juan.” 7
De inmediato le anunció la misión que traería aquel niño y lo que
para nuestro estudio es de fundamental importancia, le anunció que su
hijo sería nada más y nada menos que la reencarnación del profeta Elías:
“... irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los
corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los
justos, para aparejar al Señor un pueblo apercibido.” 8
Zacarías dudó: “¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi
mujer avanzada en edad.” 9 A lo que el ser espiritual le respondió: “Yo
soy Gabriel, el que tiene entrada al consejo de Dios, y he sido enviado
para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y
no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste
crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.” 10
Zacarías quedó mudo por haber dudado. Al salir del santuario, por
la impresión en el rostro y por la incapacidad de hablar, el pueblo com-
prendió que había tenido una visión en aquel recinto. Pasado el tiempo
requerido terminó sus días de servicio y regresó todavía mudo al hogar.
Cuenta el evangelista que días después su mujer quedó embarazada, tal
como le anunció el Ángel Gabriel.
Isabel tendría seis meses de embarazo cuando en un pueblito cer-
cano, Nazaret de Galilea, el mismo ser espiritual le anuncia a María, que
a la sazón era apenas una adolescente, su maternidad. María va a refu-
giarse unos días con su prima Isabel y al llegar y saludar ocurre un hecho
extraordinario. “Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María,
saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
y exclamando con gran voz, dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre! ” 11
De ahí viene la frase famosa que se recita en el Ave María: “Dios
te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto, de tu vientre Jesús.” 12 Este
hecho es importante porque ubica, sin lugar a dudas, al espíritu de Elías
en el vientre materno de Isabel. Es también el primer encuentro de estos
dos grandes misioneros durante esa encarnación, cuando ambos estaban
apenas en etapa de gestación.
ANUARIO ESPÍRITA 31
Completado el tiempo de preñez, a los nueve meses, nació el hijo
de Isabel y Zacarías. Al octavo día, como exigía la ley hebrea, fueron a
circuncidar al niño. Los oficiantes insistían que el niño se llamara como
su papá. Aunque Isabel les decía que se llamaría Juan, ellos se oponían,
argumentando que en su parentela nadie se llamaba así. Al preguntarle a
Zacarías, como éste seguía mudo, optó por tomar una tablilla y escribió
Juan es su nombre. 13 En aquel momento habiéndose cumplido las pala-
bras de Gabriel, Zacarías recobró el habla.
Así es como hemos visto el proceso por el cual el espíritu de Elías
se convierte en Juan, hijo de Zacarías, más tarde conocido como Juan
el Bautista. En primer lugar vimos cómo le fue anunciado a Zacarías en
el templo, por un espíritu de elevadísima jerarquía, que tendría un hijo.
Le dijo además que este hijo iría delante del Mesías “con el espíritu y el
poder de Elías”, siendo este el primer anuncio que Juan sería la reencar-
nación del profeta Elías. Desde los respectivos vientres maternos Juan
y Jesús se saludan en el encuentro de Isabel y María. A los nueve meses
nace el niño al que siguiendo las instrucciones del mundo espiritual le
ponen por nombre Juan.
Sin embargo, la historia no queda aquí. Para dar testimonio de su
antigua y famosa personalidad, Juan, al comenzar su misión, se vistió
como lo hacía Elías 800 años antes, según lo afirma el evangelista Mar-
cos: “Además de la piel que tenía colgada de la cintura, Juan no llevaba
más que un manto hecho de pelo de camello”. 14 Compare esta descripción
con la que se hace de Elías en el libro segundo de Reyes: “El hombre iba
vestido con un manto de pelo y con una faja de piel ceñida a su cintura.”
El rey dijo: “Es Elías, del pueblo de Tisbé.” 15 Esto no debe tomarse como
un hecho casual o como un acto inconsciente basado en un recuerdo o
tendencia reencarnatoria. Juan se vistió así en un acto premeditado para
llamar la atención de sus contemporáneos. Para atestiguar lo que le fue
revelado a su padre antes de su concepción y de lo que estaba convenci-
do, que él era Elías. Claro que causó gran conmoción. Es como si en San
Juan de Puerto Rico, en pleno siglo XXI, apareciera un personaje vestido
con armaduras del tiempo de la conquista española diciendo que es Juan
Ponce de León.
Tal fue la convulsión causada en el pueblo oprimido, que veía en
Juan el cumplimiento de la profecía más anhelada y esperada, que los de-
32 ANUARIO ESPÍRITA
tentores del poder político y religioso comenzaron a enviar comisiones a
entrevistarse con Juan y a reclamarle que definiera su rol como si en aquel
acto deliberado de vestirse como Elías no hubiese suficiente elocuencia
poética. Una de esas comisiones enviadas por los fariseos es reseñada
por el apóstol Juan: “¿Quién eres, entonces? Pues tenemos que llevar una
respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan con-
testó: “Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz que grita en el desierto:
Enderecen el camino del Señor.” 16 Como señalamos con anterioridad, esta
era la misión reservada para Elías en su advenimiento antes de la llegada
del Mesías, según la profecía de Isaías. Los fariseos, que eran expertos en
los textos proféticos deben de haberse llenado de ansiedad cuando oyeron
aquella respuesta, cuya interpretación sería: Soy Elías. Estoy haciendo mi
trabajo y el Mesías está ya entre nosotros.
Para que la lección fuese completa, Juan cumple su misión y muere
decapitado evocando un suceso ocurrido 800 años antes cuando, siendo
el profeta Elías, se enfrentó a los profetas de Baal. Ahora había regresado
a enderezar los caminos del Señor, a reunir al pueblo, a crear un mo-
vimiento en espera del Mesías. Pero también aprovechó la experiencia
para saldar una vieja deuda contraída ante la Justicia Divina, tal como
lo enseña El libro de los Espíritus publicado por Allan Kardec. En la
pregunta 167 Kardec interroga a los espíritus superiores: “¿Cuál es el
objetivo de la reencarnación?” A lo que los espíritus responden: “Expia-
ción, mejoramiento progresivo de la humanidad. Sin esto, ¿dónde estaría
la justicia?”17
El profeta Elías vivía escondido en cavernas temiendo por su vida
porque a los profetas de Yavé los habían perseguido, asesinado y elimina-
do casi en su totalidad. Transcurridos tres años viviendo en la clandestini-
dad, Elías se presenta ante las autoridades y lanza un reto. Ya que los al-
tares de Yavé habían sido sustituidos por los del dios Baal, y sus profetas
por los de aquél, propuso una competencia, un concurso, unas olimpiadas
de la fe. Ambos bandos, el de Yavé representado por él y el de Baal por
sus profetas, construirían dos altares, sacrificarían un novillo cada uno y
lo acomodarían sobre la leña. Luego pedirían a su respectivo dios que de
forma sobrenatural encendiese el fuego. El dios verdadero sería el que
respondiera a los ruegos de su gente. El evento comenzó. Se convocó a
todo el pueblo, quienes fueron testigos de lo ocurrido. Los profetas de
Baal oraron, danzaron y gimieron por su milagro durante horas, ante la
ANUARIO ESPÍRITA 33
mofa de Elías, sin tener éxito. Al cabo del día Elías pidió que el pueblo se
acercara. Puso el novillo sobre el altar. Hizo una zanja alrededor y pidió
que echaran cuatro cántaros de aguas tres veces corridas sobre el novillo
mojando la leña hasta que se llenó la zanja. Luego imploró a Yavé que
encendiera el fuego. El relato bíblico dice: “Entonces bajó el fuego de
Yavé, que devoró al novillo del sacrificio y la leña, y absorbió el agua
de la zanja.” 18 Embriagado de soberbia por aquella demostración de sus
facultades paranormales, Elías ordenó aprehender y decapitar a los 450
profetas de Baal que habían perdido la competencia.
Ahora revestido con otro cuerpo, 800 años después, y en un acto
de humildad que contrasta con la soberbia que lo hizo fallar, escoge ser
decapitado – al igual que él hiciera con los profetas de Baal- como puerta
de salida, después de haber cumplido con gran éxito, una importantísima
misión.
Como hemos visto, en el anuncio del Ángel Gabriel, en la forma
que escogió vestirse para realizar su misión, en la afirmación de que él era
el cumplimiento de las profecías de Isaías, y hasta la forma en que murió,
Juan el Bautista dio testimonio de ser la reencarnación del profeta Elías.
Pero, como ya hemos señalado, hubo una voz más autorizada que él que
también lo afirmó. Ese fue el propio Jesús de Nazaret cuando dijo: “Y si
queréis recibir, él es aquel Elías que había de venir.” 19 Como comenza-
mos razonando en este pequeño trabajo, para Jesús era indispensable que
el pueblo entendiera y supiera que Juan el Bautista era Elías, porque si no
aceptaban a Juan como la reencarnación de Elías tampoco lo aceptarían a
él como el Mesías. Así, no sólo quedó impartida la enseñanza de la reen-
carnación, sino que también quedó ejemplificada en sus detalles. El que
tiene oídos para oír, oiga.
La reencarnación aparece en otras instancias del Evangelio, pero
éstas siempre han sido objeto de diversas interpretaciones. Sin embargo,
después de estudiar el caso del Bautista, no queda duda de que Jesús y sus
contemporáneos entendían la reencarnación tal y como se la revelaron los
espíritus superiores a Allan Kardec en El libro de los Espíritus y en las
obras subsiguientes. Tomando el caso de Juan el Bautista como la vara de
medir, podemos descifrar las otras instancias sin temor a equivocarnos.
Así lo hizo el ilustre discípulo de Kardec, León Denis, en su magistral
obra Cristianismo y Espiritismo, cuando nos advertía que bajo el velo de
34 ANUARIO ESPÍRITA
parábolas y alegorías subyacía una doctrina secreta que se fundamentaba
en la preexistencia y supervivencia del alma:
“La doctrina secreta iba más lejos. Bajo el velo de las parábolas y
de las ficciones, ocultaba conocimientos profundos. Precisaba las formas
de la inmortalidad prometida a todos, afirmando la sucesión de las vidas
terrenas, en las cuales el alma, reencarnando en nuevos cuerpos, sufriría
las consecuencias de sus vidas anteriores y preparaba las condiciones de
su futuro destino. Enseñaba la pluralidad de los mundos habitados, las
alternativas de vida de cada ser en el mundo terrestre donde reaparece
al nacer, y en el mundo espiritual donde regresa al morir, recogiendo en
uno y en otro los frutos buenos o malos de su pasado. Enseñaba la unión
estrecha y solidaria de estos dos mundos, y, por consiguiente, la posible
comunicación del hombre con los espíritus de los muertos que pueblan el
espacio”. 20
“De ahí nace el amor activo, no solo para los que padecen en el
círculo de la vida terrena, sino también para las almas que vagan en torno
a nosotros perseguidas por dolorosos recuerdos. De ello también proviene
el sacrificio en favor de ambas humanidades –la visible y la invisible-,
la ley de fraternidad en la vida y en la muerte, y la celebración de lo que
llamaba «los misterios», la comunicación por el pensamiento y por el
corazón con aquellos Espíritus buenos o malos, inferiores o elevados que
componen el mundo invisible que nos rodea, en el que abren dos puertas
por las que pasan alternativamente todos los seres; la cuna y la tumba”.21
Denis procede a analizar dos de los pasajes del Evangelio donde
más evidente se hace lo que Jesús enseñó sobre la reencarnación:
“La ley de reencarnación está expresada en varios pasajes de los
Evangelios. Debe ser considerada bajo dos aspectos diferentes: la vuelta
a la carne de los Espíritus en vías de perfeccionamiento y la vuelta de los
Espíritus enviados a la Tierra con una misión. En su conversación con Ni-
codemo, Jesús se manifiesta así: “En verdad te digo que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Nicodemo le dijo: “¿Cómo
puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda
vez en el vientre de su madre, y nacer?” Respondió Jesús: De cierto, te
digo, que el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido
del espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: os es necesario
ANUARIO ESPÍRITA 35
nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni
sabes de donde viene, ni a donde va, así es todo aquel que es nacido del
espíritu.” (Juan, III, 3 a 8). 22
Y Jesús agrega estas significativas palabras: “Eres tú maestro de Is-
rael, ¿y no sabes esto?” Lo cual demuestra que no se trataba del bautismo,
que era conocido por los judíos y de Nicodemo, sino de la reencarnación,
enseñada por el Zohar, libro sagrado de los hebreos. Este viento, o este
espíritu que sopla donde quiere, es el alma que elige un nuevo cuerpo,
una nueva morada, sin que los hombres sepan de dónde viene, ni para
dónde va. Esta es la única explicación satisfactoria. En la Cábala hebrai-
ca, el agua era la materia prima, el elemento fructificante. En cuanto a la
expresión Espíritu Santo, que se encuentra en (algunos) textos y que lo
hace incomprensible, es preciso notar que la palabra santo no existe en el
texto original y que ha sido introducida mucho tiempo después, al igual
que en muchos otros casos. Por lo tanto debe leerse: el que no naciere de
agua y del espíritu. 22
36 ANUARIO ESPÍRITA
para la razón este pasaje de las Escrituras. Han caído en razonamientos
sumamente extraños. Es así como el sínodo de Amsterdarn no ha podido
salir del paso más que con esta declaración: «El ciego de nacimiento ha-
bía pecado en el vientre de su madre».23
Era una creencia común en esa época que espíritus eminentes re-
gresaban, en nuevas encarnaciones, a concluir misiones interrumpidas
por la muerte. Así lo vimos en el caso de Juan el Bautista y en el del pro-
pio Jesús, cuando los discípulos le decían que tanto él como el Bautista
eran alguno de esos grandes profetas de Israel que habían regresado. Es
muy significativo que Jesús, lejos de combatir esta opinión, perfecciona
el conocimiento que de ella tenían los discípulos.
La doctrina de la reencarnación fue comprendida por los discípu-
los de Jesús y sus seguidores como lo comprueba la forma espontánea y
sencilla con la que Lucas narró la visión que de Juan el Bautista tuvieron
sus padres, el propio Juan, Jesús y los que “desde el principio lo vieron
por sus ojos”, incluyendo a María. La Iglesia primitiva aceptó y enseñó
la reencarnación hasta el siglo III, donde nos encontramos con la figura
impar de Orígenes, reconocido como uno de los padres de la Iglesia. León
Denis nos ilustra que, entre los padres de la Iglesia, Orígenes es uno de
los que más elocuentemente se pronunciara a favor de la pluralidad de
las existencias. Respetable por su autoridad, San Jerónimo lo considera,
«después de los apóstoles, el gran maestro de la Iglesia, verdad, dice él,
que solo la ignorancia podría negar». S. Jerónimo tiene tal admiración por
Orígenes que asumiría, escribe, todas las calumnias de las que él fue blan-
co, ya que, por ese precio, él, Jerónimo, podía tener su profunda ciencia
de las Escrituras.
En su célebre libro, De los principios, Orígenes desarrolla los más
vigorosos argumentos que muestran la preexistencia y la supervivencia
de las almas en otros cuerpos, en una palabra, en la sucesión de las vidas,
el correctivo necesario para la aparente desigualdad de las condiciones
humanas, una compensación al mal físico, como al sufrimiento moral que
parece reinar en el mundo, si no se admite más que una única existencia
terrestre para cada alma. Orígenes yerra, todavía, en un punto. Es cuando
supone que la unión del espíritu al cuerpo es siempre un castigo. Él pierde
de vista la necesidad de la educación de las almas y la laboriosa realiza-
ción del progreso. 24
ANUARIO ESPÍRITA 37
La reencarnación fue una parte fundamental de la doctrina me-
siánica enseñada por Jesús de Nazaret. Fue suprimida, truncada, por razo-
nes mezquinas. Prohibida en el Segundo Concilio de Constantinopla, en
el año 553 después de Cristo, a instancias del Emperador Justiniano, ser
oscuro de poca o ninguna espiritualidad, en su afán por borrar del mapa
la figura y las enseñanzas de Orígenes como parte de su plan por conso-
lidar el poder político dentro de la iglesia. También existen noticias sobre
las excentricidades de Teodosia, la esposa del emperador, a quien se le
atribuye haber ordenado exterminar más de 500 mujeres, ex compañeras
meretrices, porque le incomodaba su presencia. El pavor de tener que
responder en futuras vidas por sus excesos le hizo exigirle a su esposo
que condenase la reencarnación como una doctrina herética. Por una de
estas razones o por ambas, la reencarnación quedó proscrita de los funda-
mentos de la iglesia, acabando con la doctrina de Orígenes y abrazando
los dogmas del Cielo y del Infierno así como el de las penas eternas. De
ahí en adelante la doctrina del dulce maestro de Galilea se tornó confusa
en muchas de sus partes. Le corresponde al Espiritismo en su carácter
del Consolador prometido por Jesús, restituirla en la magnánima belleza
que emerge de su sencillez. Por ello afirmó Kardec: “Sin el principio de
la preexistencia del alma y de la pluralidad de existencias, la mayor parte
de las máximas del Evangelio son ininteligibles; por esto dieron lugar a
interpretaciones tan contradictorias. Ese principio es la clave que debe
restituirles su verdadero sentido.” 25
NOTAS
1
Isaías 40:3
2
Malaquías 4:5
3
Mateo 11: 14 -15
4
Lucas 1:2
5
Lucas 1:19
6
Lucas 1:3
7
Lucas 1:13
8
Lucas 1:17
9
Lucas 1:18
10
Lucas 1:19-20
11
Lucas 1:41- 42
38 ANUARIO ESPÍRITA
12
Lucas 1:63
13
Marcos 1:6
14
2 Reyes 1:8
15
Juan 1:22-23
16
Allan Kardec. El libro de los Espíritus. Caracas: IDE - Mensaje
Fraternal, 2003:109
17
1 Reyes 18:38
18
Mateo 11:14
19
León Denis. Cristianismo y espiritismo. Buenos Aires: Editora Ar-
gentina 18 de abril, 1991: 44-48.
20
Ídem
21
Ídem
22
Ídem
23
Ídem
24
Ídem
25
Allan Kardec. El Evangelio según el Espiritismo. Caracas: IDE -
Mensaje Fraternal, 1986: ítem 17.
ANUARIO ESPÍRITA 39
En busca del Maestro
Meimei
40 ANUARIO ESPÍRITA
aun en los lugares y en las situaciones en que los demás hayan desistido
de auxiliar… ¡Ve! ¡Olvídate de ti y ayuda en silencio, así como en silen-
cio recoges de Él el aliento de cada instante! ¡No pretendas improvisar
la santidad, ni esperes compartir de inmediato la gloria sublime! ¡Oye!
¡Basta que seas parte con el Señor, donde quiera que estés!...
Ante los ojos del Alma que vivía el suplicio desapareció la figura
del excelso dispensador de los Talentos Eternos.
Se vio de nuevo religada al cuerpo, bajo un inexpresable desalien-
to…
No obstante, se irguió, enjugó los ojos adoloridos y, callándose,
procuró ser parte con el Señor cada día.
Amó, toleró, sufrió y se engrandeció…
El mundo la hirió de mil modos, los inviernos de la experiencia le
arrugaron el rostro y le platearon los cabellos, pero surgió un momento en
el que los rasgos del Maestro se grabaron en su interior…
Vio a Jesús, con todo el esplendor de su belleza, en el espejo de su
mente, no obstante, no disponía de palabras para trasmitir a otros cual-
quier noticia del divino milagro…
Tan solo sabía que transportaba en el corazón las estrellas de la
alegría y los tesoros del amor.
ANUARIO ESPÍRITA 41
Faltó el punto
de referencia
Richard Simonetti
richardsimonetti@uol.com.br
42 ANUARIO ESPÍRITA
se dedicó al trabajo de anotar por la noche, en un cuaderno secreto, los
acontecimientos más importantes. No funcionó. Continuaba tenso, ner-
vioso, con los problemas de siempre.
En el Centro Espírita, conversó con Juliano, experimentado miem-
bro del equipo de atención fraterna. Le explicó lo que estaba acontecien-
do y lo inefectivo de la orientación que había recibido de Aureliano.
El entrevistador ponderó:
–En principio, su amigo está en lo cierto. Nuestros males guardan
relación con debilidades y vicios. Anotando diariamente lo que hacemos,
podemos efectuar una provechosa evaluación de nuestro desempeño a
favor de una vida mejor. Pero no basta con ese registro. Es preciso esta-
blecer un punto de referencia, para comparar y ver si estamos haciendo
lo correcto. Si no lo hacemos, podemos juzgar como acertado lo que está
errado.
–¿Y cuál sería ese punto de referencia? –preguntó Jorge Luiz.
–En líneas generales, el Evangelio, el más perfecto manual de per-
feccionamiento moral. ¿Sabe dónde lo encontrará?
–En La Biblia.
–Sí. Considere que La Biblia tiene dos partes: el Antiguo y el Nue-
vo Testamento. El primero es la historia del pueblo judío. El segundo, que
nos interesa más, es la vida de Jesús, con sus enseñanzas y el inicio del
movimiento cristiano. ¿Ya lo conoce?
–Confieso que no.
Juliano sonrió.
–No es la excepción. La mayoría de los religiosos se preocupa por
el culto exterior, sin cuidar de la orientación moral. Para facilitar su com-
prensión, ya que usted es un principiante, estudie durante siete días los ca-
pítulos cinco al siete que componen El sermón de la montaña, escrito por
el Evangelista Mateo. En él está la síntesis de las enseñanzas de Jesús. Es
considerado por muchos el más bello poema de la Humanidad. En el octavo
día vuelva a las primeras anotaciones en el diario y haga una reevaluación
de sus acciones, teniendo como parámetro el discurso de Jesús.
Después de cumplir fielmente la orientación, Jorge Luiz tomó el
ANUARIO ESPÍRITA 43
diario y estableció las siguientes confrontaciones de lo que hizo, con la
orientación evangélica.
Diario: Tan pronto como desperté, mi esposa vino con la necedad
de que yo no la amo, que no le presto atención, cosas de mujer. Desconfía
de mí pensando que la estoy traicionando. Me hizo jurar que la amo. Es-
toy hastiado. Juré para calmarla, engañandola. Pues era imposible evitar
la mentira de conveniencia.
Jesús: Oísteis que fue recomendado a los antiguos: “No jurarás
en falso, sino, deberás cumplir tus juramentos”. Pero yo os digo que no
juréis de forma alguna; ni por el Cielo, que es trono de Dios; ni por la
Tierra, que es el descanso de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad
del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o
negro uno solo de tus cabellos. Limitaos a decir: sí, sí; no, no. Porque lo
que es más de esto del mal procede. (Mateo, 5:33 al 37).
Uno a cero a favor del Evangelio –pensó Jorge Luiz sonriendo.
Diario: Mientras conducía tuve que decir unas groserías. Dije po-
cas pero fuertes insolencias a un conductor imprudente que me hizo una
encerrona. Si él hubiese reaccionado hubiera sido capaz hasta de darle
una paliza.
Jesús: Oísteis que fue dicho a los antiguos: “No matarás, y quien
mate estará sujeto a juicio”. Pero yo os digo que quien quiera que se lle-
ne de cólera contra su hermano, estará sujeto a juicio; que aquel que dijere
a su hermano: necio, será condenado por el tribunal; y aquél que le dijere:
eres fatuo, quedará expuesto al fuego del infierno. (Mateo, 5:21 al 22).
Jorge Luiz esbozó una nueva sonrisa: dos a cero.
44 ANUARIO ESPÍRITA
ni minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón (Mateo: 6:19 al 21).
Jorge Luiz dejó de sonreír. ¡Tres a cero!
ANUARIO ESPÍRITA 45
recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? ¿Y si
saludáis a vuestros hermanos solamente?, ¿qué hacéis de más? ¿No ha-
cen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro
padre que está en los cielos es perfecto. (Mateo, 5: 43 al 48).
¡Cinco a cero! ¡Increíble mi distanciamiento del Evangelio!
jjj
46 ANUARIO ESPÍRITA
La civilización occidental está formada, básicamente, por cristia-
nos, personas que en sus diversas denominaciones religiosas –católicas,
evangélicas, espíritas– aceptan a Jesús como Maestro.
Los que se dicen ateos constituyen una minoría.
No obstante, el mal continúa haciendo estragos en nuestra socie-
dad.
Eso acontece porque las personas no toman como referencia el
Evangelio en sus rutinas diarias.
Espiritualistas de comportamiento materialista.
No basta decirse cristiano.
Es preciso comprender el Evangelio.
No basta estudiar.
Es preciso tener una vivencia plena de él.
Si queremos un futuro feliz, es necesario seguir el ejemplo de Pa-
blo de Tarso, el gran apóstol de los gentiles.
Perseguidor implacable de los cristianos, después de su conversión
eligió el Evangelio como código de su vida, y tanto se empeñó en superar
sus limitaciones y flaquezas que en los últimos tiempos de su existencia
proclamaba que ya no era él quien hablaba, sino el propio Cristo que vivía
en él.
Ya no era el hombre frágil, falible, cubierto de imperfecciones,
sino el verdadero cristiano, capaz de reflejar en su comportamiento la
propia luz del Maestro de los Maestros.
Imagine, lector amigo, cuán grandiosa será nuestra felicidad cuan-
do, por el esfuerzo perseverante de renovación, usando el Evangelio como
punto de referencia, podamos repetir con Pablo:
–¡Ya no soy yo quien habla, sino el Cristo que vive en mí!...
ANUARIO ESPÍRITA 47
La visita de
María a Isabel
Richard Simonetti
jjj
48 ANUARIO ESPÍRITA
Observe, amigo lector: Isabel expresó a viva voz la satisfacción
por la presencia de su prima.
¿No le parece extraño?
Imagine a un familiar que lo recibe con esa ruidosa euforia.
¡Perdió el sentido! –será la conclusión obvia.
María habría pensado lo mismo si Isabel no le hubiera explicado
que se trataba de una manifestación de la criatura que llevaba en su vien-
tre. Actuó, por lo tanto, como portavoz, digamos médium, del Espíritu
que reencarnaba por su intermedio.
jjj
ANUARIO ESPÍRITA 49
Identificando la presencia de María, se llenó de júbilo, originando
la agitación de la criatura en el vientre materno.
En aquel momento Isabel fue médium de su propio hijo.
Por su intermedio, él bendijo con efusión a la joven visitante, re-
velándose honrado con la presencia de aquella que sería la madre del
mensajero divino.
jjj
50 ANUARIO ESPÍRITA
–Nunca amé tanto a mi marido como durante la gestación de mi
hija. Experimentaba una inmensa ternura por él. Ella, ahora una adoles-
cente, está encantada con el padre.
Tenemos en estos dos casos, perfectamente caracterizada, la vincu-
lación del reencarnante con su padre.
En el primero, un enemigo recalcitrante, con propósitos de recon-
ciliación.
En el segundo, un amigo querido estrechando lazos de afectivi-
dad.
Semejantes experiencias envuelven a otros miembros de la familia,
particularmente a hermanos. Algunos se aman; otros se detestan, instin-
tivamente. Sin admitir que ya se conocían anteriormente, es difícil de
explicar esta situación.
La gestante, más que nadie, siente esas emociones.
Tendrá intenso cariño por el amigo que cobija en su vientre o inex-
plicable rechazo si es alguien que le causó sufrimientos en el pasado.
Pero aquí es preciso prudencia en esas evaluaciones, porque hay
que considerar cómo recibe ella la maternidad.
Si vibra con la perspectiva de ser madre, sentirá inmensa ternura
por el hijo, aunque se trate de un desafecto.
Si la encara como un trastorno, incluso podrá rechazar a alguien
muy querido.
jjj
ANUARIO ESPÍRITA 51
Eso podrá causar graves traumas en el reencarnante, que repercu-
tirán negativamente en su personalidad. Es, tal vez, lo peor que le puede
acontecer en ese período en el que se encuentra, tan frágil y dependiente.
Por otro lado, hay padres que conversan con el nene aún en el
vientre materno, que lo envuelven con vibraciones de amor, de cariño,
demostrando cuánto lo desean y aman, ofreciéndole inestimable apoyo
con ello.
Generalmente el Espíritu reencarna reacio, lleno de dudas.
No es fácil la inmersión en la carne, con la pérdida de la conciencia
y la subordinación a un vehículo de materia densa que reduce sus percep-
ciones, apaga su memoria y limita sus movimientos.
Es mucho más complicado nacer que morir.
Si los padres lo reciben con cariño y solicitud, demostrando su
amor, se hace más fácil la inmersión y es más tranquila, ayudándolo con
ello a superar sus temores.
jjj
52 ANUARIO ESPÍRITA
Pablo y Esteban
Emmanuel
Amigo lector:
Continuando con nuestro compromiso establecido en el Anuario
Espírita 2012, referente a la difusión por todos los medios posibles de
la extraordinaria Obra Pablo y Esteban, de Emmanuel, recibida por el
médium Francisco Cândido Xavier (1910 – 2002), y cuyo capítulo I de
la Primera Parte fue publicado el año pasado. Les presentamos en esta
edición el capítulo II titulado: Lágrimas y sacrificios.
Agradecemos como siempre, la valiosa y desinteresada labor que
viene prestando la Federación Espírita Brasileña, poseedora de los dere-
chos de Autor, a las instituciones IDE y Mensaje Fraternal en la Campaña
de Distribución, de ésta y otras, de las mejores obras recibidas por Fran-
cisco Cândido Xavier.
Los Editores.
Lágrimas y sacrificios
La prisión que recibió a nuestros personajes, en Corinto, era un
viejo caserón de corredores húmedos y oscuros, pero la sala destinada
a los tres, si bien estaba desprovista de cualquier confort, presentaba la
ventaja de tener una ventana enrejada, que comunicaba aquel ambiente
desolado con la naturaleza exterior.
Jochedeb estaba cansadísimo y Jeziel, sirviéndose del manto que
había tomado, por casualidad, al retirarse, le improvisó un lecho sobre
las losas frías del piso. El anciano, atormentado por un aluvión de pensa-
mientos, descansaba el cuerpo adolorido, entregado a penosas meditacio-
ANUARIO ESPÍRITA 53
nes, sobre los problemas del destino humano. Sin saber exteriorizar sus
dolores pungentes, se sumergió en un angustioso mutismo, evitando la
mirada de los hijos. Jeziel y Abigail se aproximaron a la ventana, asiéndo-
se a las rejas inflexibles y reprimiendo, con dificultad, la justa inquietud.
Ambos miraron, instintivamente, el firmamento, cuya inmensidad siem-
pre resumió la fuente de las más tiernas esperanzas para los que lloran y
sufren en la Tierra.
El joven abrazó a la hermana, con inmensa ternura y dijo conmo-
vido:
–Abigail, ¿te acuerdas de nuestra lectura de ayer?
–Sí, –respondió ella con la ingenua serenidad de sus ojos negros
y profundos–, ahora tengo la impresión de que los Escritos nos daban
un gran mensaje, pues nuestro tema de estudio fue justamente aquel en
el que Moisés contemplaba, de lejos, la tierra de Promisión, sin poder
alcanzarla.
El joven sonrió satisfecho por sentirse identificado en sus pensa-
mientos y confirmó:
–Veo que estamos de perfecto acuerdo. El cielo, esta noche, nos
ofrece la perspectiva de una patria luminosa y distante. Allá –continuaba
señalando el cimborio estrellado– organiza Dios los triunfos de la verda-
dera justicia; da paz para los tristes; consuelo para los abatidos de la suer-
te. Ciertamente, nuestra madre está con Dios, esperando por nosotros.
Abigail se mostró muy impresionada con las palabras del hermano
y afirmó:
–¿Estás triste? ¿Te has disgustado con el proceder de nuestro pa-
dre?
–De ningún modo –atajó el joven acariciando sus cabellos–, esta-
mos viviendo experiencias que deben tener la mejor finalidad para nuestra
redención, porque, de otro modo, Dios no nos las mandaría.
–No nos enfademos con papá –volvió a decir la joven–; estuve
pensando que, si mamá estuviese con nosotros, él no hubiera llegado a
realizar unas reclamaciones de tan tristes consecuencias. Nosotros no te-
nemos aquel poder de persuasión, con el que ella, cariñosa siempre, ilu-
minaba nuestra casa. ¿Recuerdas? Siempre nos enseñó que los hijos de
54 ANUARIO ESPÍRITA
Dios deben estar preparados para la ejecución de las divinas voluntades.
Los profetas, a su vez, nos esclarecen que los hombres son varas en el
campo de la creación. El Todopoderoso es el labriego y nosotros debemos
ser los gajos floridos o fructíferos, en su obra. La palabra de Dios nos
enseña a ser buenos y amables. El bien debe ser la flor y el fruto, que el
Cielo nos pide.
A esa altura, la bella joven hizo una significativa pausa. Sus gran-
des ojos estaban velados por un tenue velo de llanto, que no llegaba a
caer.
–Pero, –continuó ella, conmoviendo al cariñoso hermano– siempre
deseé hacer algún bien, sin conseguirlo jamás. Cuando nuestra vecina en-
viudó, quise ayudarla con dinero, mas no lo poseía; siempre que me surge
una oportunidad de abrir las manos, las tengo pobres y vacías. Entonces,
ahora, pienso que ha sido útil nuestra prisión. ¿No será una felicidad, en
este mundo, que podamos sufrir algo por amor a Dios? Quien nada tiene,
aún posee el corazón para darlo. Y estoy convencida de que el Cielo nos
bendecirá por nuestra resolución de servirlo con alegría.
El joven la apretó contra su pecho y exclamó:
–¡Dios te bendiga por el entendimiento de sus leyes, hermanita!
Se estableció una larga pausa entre ambos, mientras sumergían en
el infinito de la noche clara, los ojos tiernos y ansiosos.
En un momento dado, volvió a considerar la joven:
–¿Por qué será que los hijos de nuestra raza son perseguidos en
todas partes, experimentando injusticia y sufrimientos?
–Supongo –respondió el Jeziel– que Dios lo permite como ejem-
plo de un padre amoroso que, para educar a los hijos más jóvenes e ig-
norantes, toma como base a los hijos más experimentados. Mientras los
otros pueblos aplacan fuerzas con la dominación por la espada, o en los
placeres condenables, nuestro testimonio al Altísimo, por los dolores y
amarguras, multiplica en nuestro espíritu la capacidad de resistencia, al
mismo tiempo que los demás hombres aprenden a considerar, con nuestro
esfuerzo, las verdades religiosas.
Y, fijando su mirada serena en el firmamento, agregó:
–Pero yo creo en el Mesías Redentor, que vendrá a aclarar todas
ANUARIO ESPÍRITA 55
las cosas. Los profetas nos afirman que los hombres no lo comprenderán;
no obstante, él ha de venir enseñando el amor, la caridad, la justicia y el
perdón. Nacerá entre los humildes, ejemplificará entre los pobres, ilu-
minará al pueblo de Israel, erguirá a los tristes y oprimidos, tomará, con
amor, a todos los que padecen en el abandono del corazón. ¿Quién sabe,
Abigail, si no estará ya en el mundo, sin que lo sepamos? Dios opera en
silencio y no concurre con las vanidades de la criatura humana. Tenemos
fe y nuestra confianza en el Cielo es una fuente de fuerza inagotable. Los
hijos de nuestra raza han padecido mucho, pero Dios sabrá por qué, y no
nos enviaría problemas si no los necesitásemos.
La joven pareció meditar largamente y consideró, después de al-
gunos minutos:
–Y ya que hablamos de sufrimientos, ¿cómo debemos esperar el
día de mañana? Preveo grandes contrariedades en el interrogatorio y, al
final, ¿qué harán los jueces con nuestro padre y con nosotros mismos?
–No debemos aguardar sino disgustos y decepciones, pero no ol-
videmos la oportunidad de obedecer a Dios. Cuando sufrió la ironía de su
mujer en las desdichas extremas, Job tuvo el buen acierto de decir que si
el Creador nos da los bienes para nuestra alegría, puede enviarnos igual-
mente los sinsabores para nuestro provecho. Si papá es acusado, diré que
fui yo mismo el autor del delito.
–¿Y si te flagelan por eso? –Preguntó ella con la mirada ansiosa.
–Me entregaré al flagelo con la paz de la conciencia. Si estás junto
a mí, en ese instante, cantarás conmigo la plegaria de los que se encuen-
tran en aflicción.
–¿Y si te matan, Jeziel?
–Pediremos a Dios que nos proteja.
Abigail abrazó con mayor ternura al hermano, que, por su parte, le
costaba disimular la emoción que llevaba en el alma. La hermana querida
constituía siempre el tesoro afectivo de toda su vida. Desde que la muerte
arrebató a su progenitora, se dedicó a la hermana, con todo el impulso
de su corazón. Su vida pura se dividía entre el trabajo y la obediencia al
padre; entre el estudio de la Ley y el afecto a la dulce compañera de la
infancia. Abigail lo contemplaba tiernamente, mientras él la abrazaba con
el éxtasis de la amistad pura, que reúne a dos almas afines.
56 ANUARIO ESPÍRITA
Después de meditar largos minutos, Jeziel habló conmovido:
–Si yo muriese, Abigail, has de prometerme que seguirás al pie
de la letra aquellos consejos de mamá, para que tuviésemos una vida sin
mácula, en este mundo. Te acordarás de Dios y de nuestra vida de trabajo
santificador, y nunca oirás la voz de las tentaciones que arrastran a las
criaturas a la caída en los abismos del camino. ¿Recuerdas las últimas
observaciones de nuestra madre en su lecho de muerte?
–Sí recuerdo –respondió Abigail con una lágrima–. Tengo la im-
presión de oír aún sus últimas palabras: “y ustedes, hijos míos, amarán
a Dios por encima de todo, y con todo el corazón y con todo el entendi-
miento”.
Jeziel sintió los ojos nublados de lágrimas, con aquellos recuerdos,
y murmuró:
–Feliz de ti que no olvidaste.
Y como quien deseaba cambiar el rumbo de la conversación, agre-
gó sensibilizado:
–Ahora necesitas descansar.
Aunque ella se negaba al reposo, tomó su manto pobre, e improvi-
só un lecho bajo la luz macilenta de la luna que penetraba por las rejas y,
besando su frente con indecible ternura, le advirtió afectuosamente:
–Descansa, no te impresiones con la situación, pues nuestro desti-
no pertenece a Dios.
Abigail, para agradarle, se aquietó como pudo, mientras él se
aproximaba a la ventana para contemplar la belleza de la noche polvorea-
da de luz. Su corazón joven, se henchía de angustiosas reflexiones. Ahora
que el padre y la hermanita reposaban en la sombra, daba curso a las ideas
profundas que dominaban su espíritu generoso. Buscaba, ansiosamente,
una respuesta a las interrogaciones que mandaba a las estrellas distantes.
Esperaba con sinceridad y confianza, por su Dios de sabiduría y misericor-
dia, que sus padres le habían dado a conocer. A sus ojos, el Todopoderoso
siempre había sido infinitamente justo y bueno. Él, que había esclarecido
al progenitor y consolado a la hermanita, preguntaba también, a su vez,
dentro de sí, el por qué de sus pruebas dolorosas. ¿Cómo se justificaba
la prisión inesperada de un anciano honesto, de un hombre trabajador, y
ANUARIO ESPÍRITA 57
de una niña inocente, por una causa tan pequeña? ¿Qué delito irreparable
habían practicado para merecer una expiación tan penosa? El llanto le
corrió copioso al recordar la humillación de la hermana, pero tampoco
trató de enjugar las lágrimas que inundaban su rostro, para esconderlas
de Abigail, que tal vez lo observase en la sombra. Rememoraba, una a
una, todas las enseñanzas de los Escritos Sagrados. Las lecciones de los
profetas consolaban su alma ansiosa. No obstante, vagaba en su corazón
una melancolía infinita. Se acordaba del cariño materno que la muerte
le arrebató. Si estuviese presente en aquel trance, la madre sabría cómo
consolarlos. Cuando niño, en sus pequeñas contrariedades, ella le enseña-
ba que, en todo, Dios era bueno y misericordioso: que, en las enfermeda-
des, corregía el cuerpo, y en las angustias del alma, esclarecía e iluminaba
el corazón; en el desfile de las reminiscencias, consideraba igualmente
que ella siempre lo había incitado al valor y a la alegría, haciéndole sentir
que la persona convencida de la Paternidad Divina anda, en el mundo,
fortalecida y feliz.
Edificado en la fe, cobró ánimo y, después de largas reflexiones,
se acostó en las lajas frías del piso, procurando el reposo posible en el
silencio augusto de la noche.
El día amaneció henchido de lúgubres expectativas.
En pocas horas, Licinio Minucio, rodeado de numerosos guardias
y subordinados, recibió a los prisioneros en la sala destinada a los crimi-
nales comunes, donde se exponían algunos instrumentos de punición y
suplicio.
Jochedeb y los hijos traían en la palidez del semblante la profunda
emoción que los dominaba.
Las costumbres de la época eran excesivamente inhumanas para
que el juez implacable y la mayoría de los circundantes se inclinasen a la
conmiseración por el aspecto desdichado de ellos.
Algunos verdugos se perfilaban junto a los potros de castigo, don-
de pendían azotes y cadenas impiadosas.
No hubo interrogatorio, ni declaraciones de testigos, como sería de
esperar ante medidas tan odiosas, y, llamado con rudeza por la voz metá-
lica del legado, el anciano judío se aproximó, vacilante y trémulo:
–Jochedeb –exclamó el verdugo impasible y ceñudo–, los que
58 ANUARIO ESPÍRITA
desacatan las leyes del Imperio deben ser punidos a muerte, pero yo traté
de ser magnánimo, en consideración a tu vejez desamparada.
Una mirada de angustiosa expectación transfiguró el rostro del
acusado, mientras el patricio esbozaba una sonrisa irónica.
–Algunos operarios allá en la heredad –continuó Licinio– vieron
cuando con tus perversas manos, incendiaste los pastos secos, en la tarde
de ayer. Ese acto redundó en serios perjuicios para mis intereses, aparte
de ocasionar males, tal vez irreparables, a la salud de dos siervos muy
valiosos. Como no tienes nada tuyo para compensar el daño causado,
recibirás el correctivo justo en flagelaciones, para que nunca más vayas a
levantar tus garras de buitre contra los intereses romanos.
Bajo la mirada angustiada y llorosa de los hijos, el anciano israelita
se arrodilló y murmuró:
–¡Señor, por piedad!
–¿Piedad?, –vociferó Minucio con aspereza–. ¿Cometes un crimen
e imploras favores? Bien se dice que tu raza se compone de gusanos as-
querosos y despreciables.
Y, designando el tronco, ordenó fríamente a uno de sus secuaces:
–¡Pescenio, apresúrate! Dale veinte latigazos.
Ante la muda aflicción de los jóvenes, el respetable anciano fue
sólidamente encadenado.
El castigo iba a comenzar cuando Jeziel, rompiendo la expectativa
general, se aproximó a la mesa y habló con humildad:
–Ilustrísimo Cuestor, perdonad mi cobardía de haber callado hasta
ahora; pero, os aseguro que mi padre está siendo acusado injustamente.
Fui yo quien incendió los terrenos de vuestra propiedad, perturbado por la
sentencia de confiscación emitida contra nosotros. Dignaos, pues, liberar-
lo y darme a mí el merecido castigo. Lo aceptaré de buen grado.
El patricio tuvo un instante de sorpresa en los ojos fríos, que se
caracterizaban por una movilidad extrema, y afirmó:
–Pero, ¿no auxiliaste a mis hombres a salvar una parte de las ter-
mas? ¿No fuiste el primero en medicar a Rufilio?
–Lo hice así llevado por el remordimiento, Ilustrísimo –respondió
ANUARIO ESPÍRITA 59
el joven, ansioso por liberar al padre del suplicio inminente–; cuando vi la
prolongación del fuego extendiéndose a los árboles, temí las consecuen-
cias del acto practicado, pero, ahora, confieso haber sido su autor.
En ese ínterin, receloso por la suerte del hijo, Jochedeb, exclamó,
íntimamente atormentado:
–¡Jeziel, no te inculpes por una falta que no cometiste!...
Empero, marcando las palabras con extrema ironía, el legado repli-
có, dirigiéndose al joven hebreo:
–Está bien: te excluí hasta ahora, basado en las falsas informacio-
nes que me dieron sobre tu comportamiento; pero, tendrás también tu
indispensable ración de disciplina. Tu padre pagará por el crimen en el
que fue visto, de manera innegable; y tú pagarás por el que confesaste
espontáneamente.
Tomado de sorpresa por la decisión que no esperaba, Jeziel fue
conducido al poste de tortura, frente al angustiado padre. A su lado se
apostó el compañero de Pescenio, que lo ató sin piedad a las argollas de
bronce, y los primeros latigazos comenzaron a lamerle el dorso, crueles,
acompasados.
Una… dos… tres…
Jochedeb revelaba profunda debilidad, viéndosele jadear penosa-
mente, mientras que el hijo demostraba tolerar el suplicio con heroísmo y
noble serenidad; ambos con los ojos fijos en Abigail, que los contemplaba
excesivamente pálida, mostrando en las lágrimas ardientes que derrama-
ba el lacerante martirio de su espíritu afectuoso.
La terrible punición iba casi por la mitad, cuando un mensajero
entró en el recinto y, en voz alta, anunció al legado, en tono solemne:
–Ilustrísimo, portadores de noticias de vuestra casa participan que
el siervo Rufilio acaba de fallecer.
El cruel patricio frunció el ceño como acostumbraba hacer en los
momentos de explosión colérica. Sentimientos rencorosos le afloraron en
el rostro, que la perversidad del egoísmo exacerbado había marcado con
trazos indelebles.
–Era el mejor de mis hombres –gritó–. Estos judíos malditos paga-
rán muy caro esta afrenta.
60 ANUARIO ESPÍRITA
–Filorio, aplícale veinte latigazos más y enseguida, llévalo a la pri-
sión, de donde deberá seguir para el cautiverio a las galeras.
Entre las pobres víctimas y la joven afligida se intercambió una
mirada de intraducible significación. Aquel cautiverio era la ruina y la
muerte. Y aún no se habían recobrado de la cruel sorpresa, cuando el juez
inexorable prosiguió:
–En cuanto a ti, Pescenio, renueva la tarea. Ese viejo, criminal y
sin escrúpulos, pagará la muerte de mi fiel servidor. Golpéale las manos y
los pies hasta que quede imposibilitado de caminar y practicar el mal.
Ante la sentencia inicua, Abigail cayó de rodillas implorando en
plegarias ardientes. Del pecho del hermano escapaban profundos suspi-
ros, nublándosele los ojos de lágrimas dolorosas, al conjeturar la inexora-
ble desdicha de la hermanita, mientras el padre les buscaba ansiosamente
la mirada, receloso de la hora extrema.
Los latigazos continuaban sin tregua, cuando en un momento dado
Pescenio no consiguió equilibrarse y la aguzada punta de bronce del azote
penetró profundamente en la garganta del pobre israelita, chorreando la
sangre a borbotones. Los hijos comprendieron la gravedad de la situación
y se miraron ansiosos. En oraciones de sublimado fervor, Abigail se diri-
gía a Dios, aquel Dios tierno y amoroso que su madre le enseñó a adorar.
Filorio había concluido su tenebrosa tarea. La frente de Jeziel se erguía
con dificultad, exhibiendo un pastoso sudor tiznado de sangre, los ojos
se fijaban en la hermana muy amada, pero, en todo su aspecto, mostraba
una profunda debilidad, que anulaba sus últimas resistencias. Incapaz de
definir sus propios pensamientos, Abigail repartía su atención angustiosa
entre el padre y el hermano. Sin embargo, en pocos minutos, debido al
flujo incesante de la sangre que corría en abundancia, Jochedeb dejó pen-
der, para siempre, su encanecida cabeza. La sangre inundó el vestido y se
empastaba en sus pies. Bajo la mirada cruel del legado, nadie osó articular
palabra. Sólo el azote, cortando el ambiente triste de la sala, quebraba el
silencio con un silbido singular. Pero, notaron que del pecho de la víctima
aún se escapaban unas confusas palabras, de las cuales sobresalían las
cariñosas expresiones:
–¡Mis hijos, mis queridos hijos!...
Tal vez la joven no pudo comprender que llegó el momento deci-
ANUARIO ESPÍRITA 61
sivo, pero Jeziel, a pesar del terrible sufrimiento de aquella hora, lo com-
prendió todo y haciendo un profundo esfuerzo, gritó a su hermana:
–Abigail, papá está expirando; ten valor, confía… No puedo acom-
pañarte en la oración… pero haz por todos nosotros la oración de los
afligidos…
Dando muestras de envidiable fe en tan amargas circunstancias, la
joven, de rodillas, miró detenidamente a su anciano padre cuyo pecho ya
no jadeaba; después, irguiendo los ojos a lo alto, comenzó a cantar con
voz trémula, pero armoniosa y cristalina:
62 ANUARIO ESPÍRITA
cantando al suplicio de sus seres amados y la crueldad de sus verdugos?
Soldados y guardias presentes mal disimulaban la emoción. El propio
Cuestor parecía inmovilizado, como si estuviese sometido a un fastidioso
malestar. Abigail, extraña a la perversidad de aquellas criaturas, supli-
cando el amparo del Omnipotente, no sabía que el cántico era inútil para
la salvación de los suyos, pero que despertaría la conmiseración por su
inocencia, ganando así, la libertad.
Recobrando el aliento y percibiendo que la escena había herido la
sensibilidad general, Licinio se esforzó para no perder la dureza de espíri-
tu y recomendó a uno de los viejos servidores, en tono imperioso:
–Justino, lleva a esta mujer para la calle y suéltala, ¡pero que no
cante más, ni siquiera una nota!
Ante la orden retumbante, Abigail no terminó la oración, enmude-
ciendo instantáneamente, como si obedeciese a un extraño staccato.
Lanzó una mirada inolvidable al cadáver ensangrentado del padre
y luego contemplando al hermano herido y encadenado, con quien inter-
cambiaba las más íntimas impresiones en el lenguaje de los ojos adolori-
dos y ansiosos, se sintió tocada por la mano callosa de un viejo soldado
que le decía con voz casi áspera:
–¡Acompáñeme!
Ella se estremeció; sin embargo, dirigiendo a Jeziel la última y
significativa mirada, siguió al delegado de Minucio, sin resistencia. Des-
pués de atravesar innumerables corredores, húmedos y sombríos, Justino,
modificando sensiblemente la voz, le dio a percibir extrema simpatía por
su figura casi infantil, murmurando a su oído, conmovedoramente:
–Hija mía, también soy padre y comprendo tu martirio. Si quieres
atender a un amigo, escucha mi consejo. Huye de Corinto a toda pri-
sa. Válete de este instante de sensibilidad de tus verdugos y no vuelvas
aquí.
Abigail cobró algún ánimo y, sintiéndose animada por aquella sim-
patía imprevista, preguntó extremadamente turbada:
–¿Y mi padre?
–Tu padre descansó para siempre –murmuró el generoso soldado.
El llanto de la joven se hizo más copioso, manando de sus tris-
ANUARIO ESPÍRITA 63
tes ojos. Sin embargo, ansiosa por la perspectiva de la soledad, preguntó
aun:
–Pero… ¿y mi hermano?
–Nadie regresa del cautiverio de las galeras –respondió Justino con
una mirada significativa.
Abigail llevó sus pequeñas manos al pecho, deseando ahogar su
propio dolor. Los gonces de la vieja puerta rechinaron lentamente y su
inesperado protector exclamó, señalando la calle en pleno movimiento:
–Ve en paz y que los dioses te protejan.
La pobre criatura no tardó en sentir la soledad entre las filas de
transeúntes que cruzaban, apresurados, la vía pública. Habituada a los
cariños de la casa, en el hogar donde el idioma paterno sustituía al lengua-
je de las calles, se sintió extraña en medio de tantas personas inquietas,
absorbidas en intereses y preocupaciones materiales. Nadie notaba sus
lágrimas, ninguna voz amiga buscaba enterarse de sus íntimas angustias.
¡Estaba sola! Su madre había sido llamada por Dios, años antes;
su padre acababa de sucumbir cobardemente asesinado; el hermano, pri-
sionero y cautivo, sin esperanza de indulto. A pesar del sol de medio día,
tenía la sensación de intenso frío. ¿Debía regresar al nido hogareño? Pero,
¿con qué fin, si habían sido expulsados? ¿A quién confiar su enorme des-
dicha? Se acordó de una vieja amiga de la familia. La buscó. La viuda
Sostenia, muy querida por su madre, la recibió con la sonrisa generosa de
su bondadosa vejez.
Deshecha en llanto, la infortunada le contó todo lo sucedido.
La venerable anciana, acariciando su ondulada cabellera, habló
conmovida:
–En las persecuciones pasadas, nuestros sufrimientos fueron los
mismos.
Y dando a entender que no deseaba revivir antiguas y dolorosas
reminiscencias, Sostenia afirmó:
–Es indispensable el máximo de valor en situaciones penosas como
esta. No es fácil alzar el corazón en medio de tan terribles escombros;
pero es preciso confiar en Dios en las horas más amargas. ¿Qué esperas
64 ANUARIO ESPÍRITA
hacer ahora que todos los recursos desaparecieron? Por mi parte, nada
te puedo ofrecer, salvo mi corazón amigo, pues también estoy aquí por
limosna de la pobre familia que me albergó caritativamente, en la última
tempestad de mi vida.
–Sostenia –dijo Abigail suspirando–, mis padres me prepararon
para una existencia de valeroso esfuerzo propio. Estoy pensando en re-
currir al legado y suplicarle un lugar en nuestra granja, para vivir allí una
vida honesta, con la esperanza de volver a ver a Jeziel y a tener su fraterna
compañía. ¿Qué piensas al respecto?
Notando la indecisión de la venerada amiga, continuó:
–¿Quién sabe si el Cuestor Licinio se condolerá de mi suerte? Mi
resolución tal vez lo enternezca; volveré para la casa y te llevaré conmigo.
Serías mi segunda madre para el resto de la vida.
Sostenia la atrajo junto a su corazón y afirmó con los ojos nublados
de lágrimas:
–Querida mía, tú eres un ángel, pero el mundo aún es propiedad de
los malos. Viviría contigo eternamente, mi buena Abigail; sin embargo,
no conoces al legado ni a su camarilla. ¡Oye hija! Es necesario que huyas
de Corinto, para que no incidas en más duras humillaciones.
La joven tuvo una exclamación de abatimiento y, después de una
larga pausa, agregó:
–Aceptaré tus consejos, pero, antes de cualquier decisión, necesito
volver a casa.
–¿Para qué? –interrogó la amiga admirada–. Es imprescindible que
partas cuanto antes. No regreses al hogar. A esta hora, es posible que ya
esté ocupado por hombres sin escrúpulos, que no te respetarían. Con-
viene una actitud de sincera fortaleza moral, pues vivimos en una época
en la que necesitamos huir de la perdición, como Lot y sus familiares,
corriendo el riesgo de que seamos transformados en una estatua inútil, si
miramos hacia atrás.
La hermana de Jeziel bebía sus palabras con dolorosa extrañeza, en
vista de lo imprevisto de la situación.
Pasado un momento, Sostenia llevó la mano a la frente, como re-
cordando una providencia oportuna y habló con animación:
ANUARIO ESPÍRITA 65
–¿Te acuerdas de Zacarías, hijo de Hanan?
–¿Aquel amigo de la carretera de Cencréia?
–Él mismo. Fui informada de que, en compañía de su esposa, se
prepara para dejar definitivamente Acaya, por haber sido asesinado su
único hijo por romanos irresponsables, en estos últimos días.
Confortada por una ardiente esperanza, concluía con ansiedad:
–¡Corre a la casa de Zacarías! Si aún lo encuentras, háblale en mi
nombre. Pídele que te acoja. Ruth es un corazón bondadoso y no dejará
de extenderte las manos generosas y fraternas; ¡sé que ella te recibirá con
cariños maternales!...
Abigail lo oía todo, pero parecía indiferente a su propia suerte.
Pero Sostenia la hizo considerar la necesidad del recurso y, transcurridos
algunos minutos de consolaciones recíprocas, la joven, bajo el calor abra-
sador de las primeras horas de la tarde, se puso en camino para Cencréia,
dando la impresión de ser una autómata que vagase por el camino, al
que varios carruajes e innumerables pedestres imprimían un considerable
movimiento. El puerto de Cencréia quedaba a cierta distancia del centro
de Corinto. Situado de tal manera que servía a las comunicaciones con
Oriente, sus barrios populares estaban llenos de familias israelitas, resi-
denciadas desde mucho tiempo en las regiones de Acaya, o en tránsito
para la capital del Imperio y adyacencias. La hermana de Jeziel llegó
a la casa de Zacarías dominada por un terrible abatimiento. Aliado a la
vigilia de la última noche y a las angustias del día, un penoso cansancio
físico le agravaba los desalientos. Las piernas se le ponían temblorosas,
al recordar al padre muerto y a su propio hermano prisionero; no reparaba
en sí misma, en el mísero estado de su organismo enfermo y desnutrido.
Solamente, al acercarse a la modesta morada del amigo, verificó que la
fiebre comenzaba a devorar sus entrañas, obligándola a reflexionar sobre
sus dolorosas necesidades.
Zacarías y Ruth, su mujer, atendiendo al llamado, la recibieron
asombrados y afligidos.
–¡Abigail!
El grito de ambos revelaba una gran sorpresa, con el aspecto de la
joven despeinada, con el rostro enrojecido, los ojos profundos y el vestido
desaliñado.
66 ANUARIO ESPÍRITA
La hija de Jochedeb, perturbada por la debilidad y por la fiebre, se
arrojó a los pies de la pareja, exclamando en tono doloroso:
–¡Mis amigos, tengan piedad de mi infortunio!... Nuestra buena
Sostenia se acordó de vuestro afecto, en el trance doloroso por el que
paso. Yo, que ya no tenía madre, tuve que ver hoy a mi padre asesinado y
a Jeziel esclavizado sin indulgencia. ¡Si es verdad que partís de Corinto,
llevadme en vuestra compañía, por compasión!
Abigail ahora se abrazaba a Ruth, ansiosamente, mientras la amiga
la acariciaba entre lágrimas.
Sollozante, la joven relató los hechos de la víspera y los tristes
episodios de aquel día.
Zacarías, cuyo corazón paterno acababa de sufrir un tremendo gol-
pe, la abrazó con afecto y la amparó sensibilizado, exclamando solícito:
–Dentro de una semana regresaremos a Palestina. Aún no sé bien
donde vamos a establecer nuestra residencia, pero nosotros, que perdimos
a nuestro querido hijo, tendremos en ti a una hija amada. ¡Cálmate! Irás
con nosotros, serás nuestra hija para siempre.
Incapaz de traducir su jubiloso agradecimiento, atormentada por
la fiebre alta, la joven se arrodilló, en llanto, tratando de exteriorizar su
gratitud cariñosa y sincera. Ruth la tomó tiernamente en los brazos y cual
desvelado ángel maternal, la condujo a un lecho cómodo, donde Abigail,
asistida por los dos amigos generosos, deliró durante tres días, entre la
vida y la muerte.
ANUARIO ESPÍRITA 67
La educación moral
de los sentimientos
del espíritu reencarnado,
en el período infantil
Walter Barcelos
68 ANUARIO ESPÍRITA
a problemas morales y deficiencias psicológicas de los alumnos, que se
manifiestan en su comportamiento, desarticulando la disciplina escolar,
dañando la salud mental de profesores y trastornando la paz colectiva,
perjudicando todo el proceso educativo. Estos serios problemas, del sen-
timiento y de la conducta, están impeliendo la necesidad de afrontar el
asunto, buscando la mejor manera, mediante un trabajo profundamente
serio, aplicado en la educación moral y en la formación espiritual de ni-
ños y jóvenes, pues sus mentes y estructuras psicológicas están sufriendo
intromisiones altamente nocivas y constantes perturbaciones del mundo
excesivamente atribulado de hoy. Recordamos el siguiente pensamiento
del espíritu Humberto de Campos: “Niños sin disciplina y jóvenes sin
orientación sana, constituyen el germen de inmensos desastres humanos”.
(Reportajes del Más Allá, F. C. Xavier – Espíritu: Humberto de Campos
– Lección 6, FEB).
ANUARIO ESPÍRITA 69
de las pocas experiencias acumuladas en el período infantil de la actual
existencia corporal.
La personalidad completa del espíritu reencarnado se encuentra,
pues, alojada en el inconsciente y éste se manifiesta a través de sus deseos
y sentimientos, emociones y tendencias, impulsos y hábitos. Esos estados
del alma deben ser tomados en cuenta y trabajados en el período de la
infancia.
La verdadera educación del alma del niño exige cuidados coti-
dianos: orientación evangélica, apoyo espiritual, fortalecimiento de sanos
y nobles ideales, convivencia afectiva, corrección de defectos morales
con fortaleza moral, práctica de la disciplina, estímulo a las buenas accio-
nes, amparo fraterno constante, esclarecimientos espíritas y doctrinarios,
siempre indispensables. Requiere trabajar con seriedad y profundidad, no
solo en el ejercicio de la inteligencia y el raciocinio, la memoria y la ima-
ginación, sino primordialmente en el cultivo de las emociones, la buena
conducta, las mejores actitudes, la responsabilidad personal. El alma del
niño precisa, con urgencia, generar la más intensa luz espiritual gracias a
la enseñanza del amor fraternal, la fe racional y los buenos ejemplos, cosa
que la inteligencia sola no puede dispensar. Para mejorar el patrón moral
de la Humanidad se requiere de la Educación del Espíritu, a través del
ejercicio de la Moral Cristiana.
70 ANUARIO ESPÍRITA
Evangelizadores del niño y padres espíritas
El Movimiento Espírita Internacional tiene el sagrado y gran deber
de esclarecer mejor la misión educadora de los padres, que reconocen en
la Doctrina y el Evangelio de Cristo la Luz Espiritual necesaria para la
transformación de los espíritus reencarnados en el ambiente afectivo de
la familia. Emmanuel, en 1938, ya nos alertaba en cuanto a la misión
educacional del hogar, cuando propuso: “Urge, sobre todo, la creación de
núcleos verdaderamente evangélicos, de donde pueda nacer la orienta-
ción cristiana a ser mantenida en el Hogar, por la dedicación de sus jefes.
Las escuelas del Hogar son muy necesarias, en vuestros tiempos, para
la formación del espíritu que atravesará la noche de luchas que la Tierra
está viviendo, en busca de la gloriosa luz del porvenir”. (Emmanuel, F.
C. Xavier, Cap. XXXV, FEB).
ANUARIO ESPÍRITA 71
trasmitidas a los hijos por los padres. La buena conducta y los buenos
ejemplos de los dirigentes del Hogar producirán el desarrollo de los bue-
nos sentimientos, la formación de las buenas maneras y la práctica de
las buenas acciones por parte de los niños y adolescentes en el ambiente
familiar. La generación de buenos sentimientos, buenas ideas, buenas ac-
titudes y buenas tendencias deberá comenzar en los hijos, en el período
infantil, a fin de que se vaya formando de manera gradual la persona-
lidad cristiana en la mente y en el corazón de los individuos. Para
reforzar esta idea educadora, presentamos la explicación siguiente, dada
en la pregunta nº 385 de El libro de los Espíritus: “La infancia tiene aun
otra utilidad: los Espíritus solo entran en la vida corporal para perfeccio-
narse, para mejorarse; la debilidad de la primera edad les hace flexibles,
accesibles a los consejos de la experiencia y de los que deben hacerles
progresar. Entonces, es cuando puede reformarse su carácter y reprimir
sus malas inclinaciones; tal es el deber que Dios confió a los padres, mi-
sión sagrada por la que deberán responder”.
72 ANUARIO ESPÍRITA
imperfecciones morales, vicios, rebeldía a las reglas de la disciplina, y de
infelicidad en la intimidad del corazón, es, sin ninguna duda, la organiza-
ción divina, afectiva y espiritual del Hogar!
ANUARIO ESPÍRITA 73
no espiritual formativo ocurre con el alma de toda criatura, diariamente,
manifestándose en los primeros años del período infantil, en el ambiente
sagrado de la familia!
74 ANUARIO ESPÍRITA
de la educación puramente intelectual del espíritu encarnado. Ante Jesús
–nuestro Maestro y Señor–, trabajar únicamente la Educación Intelectual,
incluso la religiosa, será de poca eficacia espiritual en el alma repleta
de defectos morales, vicios, malos sentimientos y debilidad moral. Este
concepto de Kardec presenta una perfecta síntesis de la Filosofía Espírita
de la Educación.
Cuando proferimos principios y contenidos de la Doctrina y del
Evangelio a niños y jóvenes, estamos trabajando únicamente con la Pe-
dagogía de Instruir la inteligencia del niño. Permanecemos operando bá-
sicamente en el campo restringido de la inteligencia que, si bien es muy
importante en la adquisición de conocimiento y cultura, sin embargo, no
es todo en la educación de la personalidad, pues el Espíritu posee dos
fuerzas centrales de evolución: inteligencia y corazón. Desarrollar bien
la inteligencia eleva el ser al ápice de la Cultura, la Convicción y el Sa-
ber. Desarrollar el corazón eleva el espíritu a la práctica del Amor, de la
Virtud, de la Sabiduría, del Buen Carácter y de la Caridad Verdade-
ra. Estas dos áreas de la educación del alma tienen diferentes actuaciones
y resultados sobre la inteligencia y el corazón espiritual.
Cuando el Codificador Allan Kardec, nos dice con convicción que
la Educación es aquella “que crea hábitos pues la educación es el conjun-
to de los hábitos adquiridos”, entonces, está queriendo decir que no solo
crea hábitos, sino que también permite la consolidación del conjunto de
hábitos adquiridos. Si los hábitos son el elemento más importante para
evaluar la educación moral en el alma de un niño, entonces llegaremos
a la conclusión de que, en el campo de la Educación del niño, debemos
preocuparnos en eliminar los malos hábitos y mejorar o perfeccionar
los buenos hábitos en el espíritu del mismo.
Las cualidades del corazón, en el alma de un niño, se pueden co-
nocer e investigar, evaluar y corregir, ayudar y educar en el ambiente
afectivo y espiritual del hogar. Este es el lugar donde el niño y el joven
viven integralmente y presentan, sin evasión y sin falsedad, sus buenas o
malas cualidades internas, exigiendo el verdadero trabajo de educación
moral del corazón y del carácter. Según el Codificador, el termómetro
para medir la educación moral de un niño es “el conjunto de los hábitos
adquiridos”. Con esta definición, se deduce que Educación no es el “con-
junto de conocimientos adquiridos”. La verdadera educación de cualquier
ANUARIO ESPÍRITA 75
niño es lo que se logra trabajar con sus deseos, emociones, voluntad,
libre albedrío, libertad, e intereses, estimulando todas las fuerzas de su es-
píritu para la práctica del Bien, del Amor, de la Caridad, de la Fraternidad,
de todas las Virtudes. Solamente desarrollando la práctica de los Buenos
Hábitos en alguien, desde sus primeros años, conseguiremos promover
la felicidad en cualquier persona y, por la Ley Divina del Mérito, nos ha-
remos mucho más felices aun. Nuestros hijos necesitan creer, de corazón,
en la Gran Ley de Amor Universal.
76 ANUARIO ESPÍRITA
prender, corregirse y educarse, amar a Dios y al prójimo, para que, con
mejores condiciones espirituales, sepan trabajar, con sabiduría, amor
y fe sobre las manifestaciones psicológicas enfermizas y los sentimientos
problemáticos de cada hijo. Enseñar, amando, esclarecer, amando, dia-
logar, amando, fortalecer sus sentimientos, amando y esforzarse por en-
derezar el carácter de cada hijo, para que ande por el camino del Bien.
Deben supervisar, controlar y dirigir, con calma y paciencia, las fuerzas
mentales y psíquicas de su emotividad, deseos y voluntad, para cultivar
en sus hijos el amor hacia el prójimo, la caridad verdadera, el trabajo
constructivo, la fraternidad sentida, la honradez conquistada, la honesti-
dad real, el respeto aplicado, la disciplina vivida, la obediencia procurada,
el esfuerzo moral incesante. Si los padres no se preocupan en cuidar el
crecimiento de las virtudes morales en el alma de cada hijo, ellas jamás
brotarán o, cuanto más, crecerán con dificultad en el interior de cada uno.
Las virtudes surgirán naturalmente en la infancia, si el espíritu del hijo ya
nació con elevación moral. ¡En caso contrario, no! Esta misión sagrada y
delicada solo podrá ser ejecutada por los padres en el período infantil de
sus retoños. Si dejamos pasar esta fase preciosa por descuido, negligencia
y flaqueza, muy poco podrá ser realizado positivamente en el campo de
la Educación del Carácter y de los Sentimientos. A la orientación doctri-
naria y moral, incluso se la puede ejercer hasta que los hijos sean adultos.
¡Pero, si se espera hasta más tarde, la educación moral ya no podrá ser
realizada con el éxito deseable!
San Agustín, advierte: “Haced como un buen jardinero, que arran-
ca los malos vástagos a medida que los ve apuntar en el árbol. Si los dejáis
desarrollar, no os asombréis de ser pagados más tarde con la ingratitud”.
Busquemos que los padres usen con seguridad las herramientas enseña-
das por el Divino Educador en su Evangelio de Redención. (El Evangelio
según el Espiritismo, Allan Kardec, Cap. XIV).
ANUARIO ESPÍRITA 77
la bendita oportunidad de la evangelización moral y espiritual, junto a
nuestros niños en la sala de clases del Hogar!
La sagrada tarea evangelizadora que deben llevar a cabo los pa-
dres, en el ambiente del hogar, se encuentra bastante olvidada, muy des-
valorizada y grandemente desprestigiada por algunos. El espíritu Emma-
nuel, esclarece sobre la necesaria revalorización de la educación en el
hogar: “En la actualidad del mundo, se preconiza una educación por la
libertad plena de los instintos del hombre, olvidándose, poco a poco,
de las antiguas enseñanzas en cuanto a la formación del carácter en el
Hogar; pero, la Humanidad, más temprano que tarde, será compelida
a reajustar sus propósitos”. (Camino, Verdad y Vida, Emmanuel, F. C.
Xavier, Lección 12).
En el acelerado transcurso de los años, en el Tercer Milenio, tene-
mos la gran esperanza de que la evolución evangelizadora de los padres
conduzca al desarrollo de proyectos educativos referentes a la Mater-
nidad y Paternidad Responsables a la luz del Espiritismo, alcanzando
mejores y más fecundas labores de esclarecimientos, que enriquecerán la
inteligencia y el corazón de los progenitores.
78 ANUARIO ESPÍRITA
¡Ayudar con eficiencia moral a esos espíritus a rehabilitarse siem-
pre les corresponderá, en primer lugar, a los padres, por lo que han de
mostrarse, en todo momento, amorosos y esclarecidos, educados y sumi-
sos ante el Amor de Jesús!
Cada madre y cada padre acoge, según la Ley del Destino los hijos
que precisan para hacer efectiva su sagrada misión terrenal junto a ellos.
Ninguna pareja recibe de Dios un hijo por error de cálculo. ¡Todos vinie-
ron con el Amor de Dios y con la aceptación de ambos padres, manifesta-
da en el mundo espiritual, antes de recibirlos como hijos que aquellos se
comprometieron a amar! En El libro de los Espíritus, tenemos el siguiente
esclarecimiento con respecto a los hijos que causan acentuados disgustos
a los padres. La pregunta nº 892 lo señala así: -Cuando los padres tienen
hijos que les causan disgustos, ¿no son excusables si no sienten por ellos
la ternura que hubiesen sentido en caso contrario? –“No; porque es un
encargo que se les ha confiado y su misión consiste en esforzarse por
atraerlos al bien. Pero esos disgustos son con frecuencia resultado de las
malas costumbres que se les ha dejado adquirir desde la infancia: cose-
chan entonces lo que han sembrado”.
Los padres terrestres recibieron de Dios la sagrada misión de tra-
bajar con responsabilidad espiritual en la Educación Moral de los hijos,
en dirigirlos hacia el camino del Bien, de la Virtud, de la Honestidad,
de la Obediencia, de la Disciplina, de la Buena Conducta, de los buenos
sentimientos, del Amor al Prójimo, del Trabajo, de la Fraternidad, de la
Caridad. Sin duda alguna, ésta es una tarea bastante ardua, difícil y de-
safiante, pues se trata de darle la mejor formación moral a cada espíritu
reencarnado en la posición de hijo. Si los hijos nacen presentando un
grado superior de moralidad, virtud y buen carácter, determina la lógica
de la Justicia Divina que los padres tendrán poco que dar y mucho que
aprender, pues esos espíritus poco exigirán –y mucho darán– de dedica-
ción, esfuerzos y sacrificios para su progreso moral. El inconveniente real
proviene de las dificultades encontradas con los espíritus endurecidos,
rebeldes y delincuentes, que reencarnan en la condición de hijos.
Ante la Ley de Dios, no hay mérito en aquello que poco esfuer-
zo moral exigió. Mérito es premio, conquista y felicidad proveniente del
trabajo espiritual bien hecho y constituye escalar un peldaño en su eleva-
ción para el espíritu que cumple bien su misión en el hogar. Los padres
que agradan a Dios y a Jesús, son aquellos que se esfuerzan en dar amor
ANUARIO ESPÍRITA 79
evangelizado, para la formación de los valores morales en el alma de los
hijos, para la elevación de la vida mental, para el cultivo de los buenos
sentimientos, y para el fortalecimiento de la estructura psicológica de
cada hijo, a fin de que más tarde logre superar las dificultades de sus du-
ras luchas y pruebas, tentaciones y conflictos morales, para ser feliz en el
corazón y en la conciencia.
¿Y si un hijo se desvía del buen camino, aunque los padres hayan
cumplido bien sus deberes con ellos? El libro de los Espíritus lo aclara
en la respuesta dada a la pregunta nº 583: “-Si un niño es malo, a pesar de
los desvelos de sus padres, ¿son responsables estos?
-No; pero mientras más malas sean las disposiciones del niño y
más pesada la tarea, mayor será el mérito si consiguen desviarlo del mal
camino”.
Si los padres dieron amor, orientación, responsabilidad, cuidados
morales, religiosidad, ejemplificación cristiana y, a pesar de esto, el hijo
se desvió, lógicamente no serán culpados ante la Ley de Dios. El mérito
ante Dios es grande y maravilloso, cuando los padres se esfuerzan por
amar, corregir y educar un alma infeliz, sustrayéndola del mal camino, de
las malas tendencias, de los vicios y de los crímenes. La verdadera educa-
ción moral del espíritu reencarnado, en el período infantil, está justamente
en orientarlo, lo mejor posible, en el enriquecimiento de las buenas ideas,
en la vivencia de los buenos sentimientos y en la práctica de los buenos
hábitos. La lucha moral de los padres, cuanto más embarazosa, más meri-
toria será si alcanzan la victoria espiritual. La verdadera educación moral
busca desarrollar, estimular y acompañar con paciencia, perseverancia y
esperanza, para que brote en el corazón de cada hijo rebelde alguna acti-
tud positiva, algún buen sentimiento o alguna buena acción. La esperanza
de los padres de triunfar en el proceso educativo de las almas problemá-
ticas, es muy importante para el éxito educativo, en aquellos hogares con
mayores compromisos espirituales.
Virtudes en el corazón
Meditemos sobre el profundo significado de las palabras de Allan
Kardec, cuando complementa la respuesta de la pregunta nº 917 de El
libro de los Espíritus:
80 ANUARIO ESPÍRITA
“No esa educación que tiende a hacer hombres instruidos, sino la
que tiende a hacer hombres de bien. La educación, cuando se la entiende
bien, es la clave del progreso moral, cuando se conozca el arte de manejar
los caracteres como se conoce el de manejar las inteligencias, se podrán
enderezar como se enderezan las plantas jóvenes”.
ANUARIO ESPÍRITA 81
Para la concreta y segura mejoría moral de la humanidad, los edu-
cadores y todas las madres y padres, deben trabajar sobre el mejor medio,
y éste consiste en la población mundial de los niños, en quienes se depo-
sitan las esperanzas del futuro de la Humanidad. En el niño, se encuen-
tran poderosos fundamentos psíquicos inconscientes: psicológicos, senti-
mentales y espirituales, para ser trabajados con mayor facilidad que en la
adolescencia o en la edad adulta. El niño espera el mejor y más fecundo
trabajo evangelizador y moralizador, actuando sobre las estructuras de su
espíritu, para ayudarlo a crecer en las condiciones mentales y psíquicas
del corazón, del sentimiento y del carácter en el más propicio ambiente:
el afectivo de la familia humana.
82 ANUARIO ESPÍRITA
precepto libertador de Jesús con otras palabras: 1º “Educaos unos a los
otros”. 2º “Evangelizaos unos a los otros”. 3º “Espiritualizaos unos a los
otros”. 4º “Esclareceos unos a los otros”. 5º “Iluminaos unos a los otros”.
6º “Disciplinaos unos a los otros”.
La fuerza espiritual que debe sustentar la educación del alma del
niño, es tan intensa en el ambiente de la familia amorosa, que el espíritu
Emmanuel afirma: “Los establecimientos de enseñanza, en el mundo ma-
terial, pueden instruir, pero solo la familia puede educar. Es por esta razón
que la universidad podrá hacer al ciudadano, pero solamente el hogar
puede edificar al hombre”. (…) La mejor escuela aun es el hogar, donde
la criatura humana debe recibir las bases del sentimiento y del carácter”.
(El Consolador, Emmanuel – F. C. Xavier, Nº 110, FEB).
ANUARIO ESPÍRITA 83
La verdadera educación del alma del niño es mucho más el reflejo
del ambiente espiritual en el hogar, de la convivencia moral de los fami-
liares y del sano ejemplo de la madre, del padre y de otros adultos en el
núcleo familiar.
La relación de alma a alma es más intensa, más profunda y más
prolongada en el Hogar. La influencia moral y espiritual de los adultos
sobre la mente de los niños es una fuerza psíquica proveniente de las
acciones positivas de aquellos. Son mensajes mentales y psíquicos que
van a alojarse en la mente del niño. Constituyen influencias y energías
psíquicas diarias de los padres y otros familiares sobre la mente de cada
hijo pequeño.
84 ANUARIO ESPÍRITA
en circuitos conjugados, por los cuales intercambian entre sí los agentes
mentales de los que se nutren”. (Mecanismos de la Mediumnidad, F. C.
Xavier, Cap. XVI, FEB).
La dependencia mental del niño respecto a la mente de los padres
es tan grande, que el espíritu Emmanuel se vale de ella para explicar cómo
los moldes mentales de los padres son aplicados de forma consciente o
inconsciente sobre la mente de los hijos: “Los pequeños se hallan, de este
modo, a merced de los moldes espirituales de los que les tienden la cuna o
que les aseguran la escuela, así como la arcilla frágil y viva ante las ideas
del alfarero”. (Pensamiento y Vida, F. C. Xavier, Cap. 13, FEB).
Esta relación mental, cotidiana, determinada por la prevalencia de
las ideas y creencias, dudas y certezas, emociones y deseos, actitudes y
conducta de los padres sobre la tela sensible de la mente de los hijos pe-
queños, imprime marcas profundas en la psicología de cada hijo, deter-
minando sus pensamientos y conducta en la vida adulta. El espíritu André
Luiz muestra la repercusión psíquica de esta relación, en su monumental
obra Mecanismos de la Mediumnidad, (F. C. Xavier, Cap. XVI, FEB) “A
la manera de alguien que recibe este o aquel tipo de educación en estado
de somnolencia, el espíritu reencarnado, en el período infantil, recoge de
los padres los Mapas de Inclinación y Conducta que le enrumbarán la
existencia…”.
En conclusión, ¡la verdadera educación moral del niño deberá ser
construida en la convivencia responsable, evangelizadora y formadora,
del Hogar, contribuyendo, con la buena orientación espírita, la moral
evangélica y los buenos ejemplos de los adultos, en el desarrollo de la
personalidad infantil sana, mediante el cultivo de sentimientos, hábitos y
acciones de amor, fe, caridad y esperanza!
ANUARIO ESPÍRITA 85
Tesoros
León Tolstoi
86 ANUARIO ESPÍRITA
viajero se vio de súbito en medio de la oscuridad, que ni siquiera estaba
atenuada por la breve claridad lunar. En vano buscó en los cielos vestigios
de estrellas, solamente encontrando bultos de pesadas y cargadas nubes,
aflictivo pronóstico de tormenta. Una súbita ráfaga de viento, levantando
nubes de arena y seca vegetación, confirmaba sus temores. Desalentado,
con la angustia comprimiendo dolorosamente su pecho, trató de apresurar
los pasos, con la esperanza de alcanzar la hospedería que sabía se encon-
traba próxima. Mientras caminaba, procurando orientarse por los impre-
cisos contornos del camino, viéndose perdido en medio de la negrura que
lo rodeaba, tumultuosos pensamientos comenzaron a torturar su adolorida
cabeza, haciéndolo repasar innumerables veces los acontecimientos del
día, mientras hablaba consigo mismo, increpándose con inútiles repri-
mendas:
–¡Josué, Josué! ¡Descuidado! ¡Mil veces inconsecuente! ¡Aunque
estuvieses viajando por primera vez, aun así serías un idiota, un necio!
¡¿Y la experiencia?! ¡¿Dónde fue a parar?! ¡¿Cómo te dejaste envolver
de un modo tan infantil?!
Temprano aún, había dejado la casa lujosa y confortable, verdadero
palacete ubicado en la zona noble de una de las más importantes ciudades
de Palestina, dirigiéndose a una localidad próxima, distante tres o cuatro
días de viaje, provisto de una bolsa bien repleta y una surtida alforja.
En su destino, lucrativos negocios lo aguardaban; mercader des-
de hacía años, se dedicaba al mayoreo de mercancías finas, originarias
de exóticos y distantes países, así como de artículos inexistentes en la
producción regional, atendiendo principalmente a los comerciantes más
destacados, dueños de establecimientos altamente cotizados. Los objetos
bellos y valiosos abarrotaban sus amplios depósitos, de los cuales celaba
personalmente con el máximo rigor, consciente de que el rico patrimonio
requería constante atención.
En aquella madrugada, a ejemplo de muchas otras, después de la
llegada y el trato con otra bien abastecida caravana, suspiraba satisfe-
cho. ¡Un verdadero tesoro, aguardando inmediata y lucrativa transacción!
¡Estaba todo allí! Volvió al hogar, tejiendo planes para el viaje inmedia-
to. Los siervos, conocedores de sus gustos, habían preparado su montura
predilecta, llenando la alforja con las provisiones. Josué, con una breve
mirada, todo lo aprobaba, tratando de agregar una repleta y sonante bol-
ANUARIO ESPÍRITA 87
sa a su reducido equipaje. Satisfecho, empezando a clarear el día, ya se
encontraba en el camino. ¡Había mucho que hacer y las ganancias serían
excelentes!
Al contrario de otros que como él se dedicaban a tales meneste-
res, hacía mucho prescindía de la compañía de servidores y mercancías,
prefiriendo establecer personalmente los contactos iniciales para después,
consciente de las preferencias y necesidades, enviar los bienes a los com-
pradores, entonces bajo la guarda y responsabilidad de fieles represen-
tantes. Inteligente, astuto, finamente educado, percibía como constituía
él mismo la mayor y mejor garantía de excelencia, además de considerar
que nadie lo superaría en el arte de convencer y vender.
Los primeros rayos de sol lo alcanzaron al trote de la vigorosa
montura, un corcel negro de rara belleza. La figura joven y fuerte, de
bronceado rostro, la mirada ingeniosa, las manos firmes en el comando
de las riendas, todo denunciaba los rasgos enérgicos y controladores de
su carácter.
Rápidas paradas, bajo acogedores árboles, fueron las únicas inte-
rrupciones en el primer día de viaje. Abría entonces la alforja, alimen-
tándose frugalmente, mientras disfrutaba del silencio reinante, los ojos
puestos en el animal que saboreaba las frescas gramíneas alrededor de los
cristalinos manantiales de agua, o en las blancas nubes que paseaban en
los cielos increíblemente azules. La precisión en la elección de los lugares
de descanso demostraba previo conocimiento del derrotero del viaje, y el
caballo parecía compartir sus predilecciones, satisfecho con los hábitos
sencillos y objetivos del dueño.
En aquella jornada, había incluido en sus planes pasar la primera
noche en una simpática hospedería a la orilla del camino. Calculando
bien el paso de la montura, llegaría allá al anochecer, garantizándose alo-
jamiento y cena, sin hablar de la reposición de viandas en su casi vacía
alforja.
Perdido en sus pensamientos, y dividiendo sus ideas entre el des-
canso y las posibilidades de ventajosas negociaciones, se dejó conducir
automáticamente por el animal. Así fue sorprendido por un grupo de hom-
bres venidos del pequeño bosque, que le cerraron el paso, interceptando la
asustada cabalgadura, rápidamente dominada por manos experimentadas.
88 ANUARIO ESPÍRITA
Con idéntica agilidad y precisión, lo lanzaron al suelo, donde al caer, una
puntiaguda piedra, accidentalmente, se encargó de despertarlo de la mo-
dorra. Ni siquiera tuvo tiempo para verlos bien, restándole solamente la
fugitiva impresión de coloridas ropas, risas, bruscos y rudos gestos, con
desagradable olor de cuerpos sudados y sucios.
¡Cuando tomó cuenta de sí mismo, estaba solo, sobre la tierra del
camino! ¡El animal se había ido, al igual que el dinero! La cabeza seria-
mente herida y ensangrentada, le dolía de forma terrible, deteniendo su
inmediato ímpetu de levantarse.
A media voz se contentó con dirigir vanas amenazas a los ladrones
que, para aquel momento, ciertamente estarían lejos. El sol aún abrasador,
aunque la tarde siguiese adelantada, aumentaba los dolores; los mosqui-
tos, atraídos por el olor de la sangre, lo picaban sin piedad… Sorprendido,
percibió que los brazos y el rostro le ardían, evidenciando la prolongada
duración del desmayo, tiempo en el que había estado acostado inerte al
sol. Sus ojos cayeron sobre la piedra en la cual se había golpeado la ca-
beza, notando una extensa mancha de oscurecida sangre que empapaba la
tierra alrededor… Nada bueno…
La garganta le quemaba, el cuerpo febril pedía inmediato repo-
so… ¡Había sido una caída peligrosa! Como pudo se arrastró hasta llegar
hasta un frondoso y bendecido árbol, acomodándose a su sombra. Allí se
mantuvo, entorpecido y somnoliento… Un suave y reconfortante ruido
de agua lo encaminó, tambaleante, a una pequeñita y gélida fuente, entre
piedras y hojas, en la cual se pudo lavar el rostro y la herida, matando,
de paso, la sed. Reanimado, rasgó partes de su ropa, vendando su cabeza,
para resguardarla del polvo y de los insistentes insectos.
Por la posición del sol, aun disponía de algunas horas antes del
anochecer. Optó por evitar el calor excesivo, estirándose sobre la fresca
yerba, adormeciéndose inmediatamente, en un sueño agitado, intercalado
de gemidos y palabras inconexas.
Media hora después, vientos fuertes lo despertaron del sopor; el
bochorno del día fue sustituido por oscuras nubes, el cielo de límpido
añil, se había tornado ceniciento, la noche descendía con celeridad mu-
cho antes de lo esperado. Se levantó forzando la marcha, lamentando la
pérdida del precioso corcel negro, montura de su predilección. El instinto
ANUARIO ESPÍRITA 89
le indicaba la proximidad de la hospedería, donde encontraría abrigo y
medios de retornar a su ciudad. En cuanto a los malhechores, mejor ol-
vidarlos, pues eran comunes en aquellos parajes… Se había descuidado
ingenuamente, colocándose en las manos de los bandidos, haciendo parar
al caballo en vez de incitarlo a correr velozmente por el camino, lejos del
mal intencionado grupo de malhechores…
Desesperado, emprendió la penosa marcha, enfrentando el camino
que rápidamente se perdía en la oscuridad de la noche.
–¡Descuidado! ¿Cómo pude hacer esto? Encima, se llevaron el
arma con la que acostumbro a protegerme, el dinero, y mi fiel Ventanía…
¡Qué vergüenza! Jamás pensé que pasaría por una situación como esta, yo
que soy el rey del cuidado, de la precaución, de los detalles en cuanto a
la seguridad… ¡No sé cómo se lo contaré a los amigos! Si se lo cuento…
¡Qué vergüenza!
Tropezando, cayendo y levantándose, persistiendo entre gemidos y
dolores, finalmente vislumbró con jubiloso alivio, las tan esperadas luces
de la hospedería. Sustentando la herida de la cabeza con las manos tré-
mulas, traspuso el umbral de la puerta entreabierta, dejándose caer sobre
uno de los bancos.
Acostumbrados a los desmanes del camino, los propietarios no se
asombraron de su estado, apresurándose a traerle agua caliente, toallas,
ungüento y vendas de tela. La mujer bondadosamente lo socorrió, en-
volviéndole la cabeza con suaves paños embebidos en líquido de pro-
nunciado olor, mientras lamentaba lo ocurrido, entre relatos de hechos
semejantes.
–Los bandidos atacan a los viajeros con frecuencia, mi señor… ¡Y
las autoridades no hacen nada! La única salida es conformarnos y tener
mucho cuidado… Mejor viajar en grupo. ¡Solo, ni pensarlo!
Después le trajo un humeante caldo, de delicioso aroma. Viendo
la debilidad del joven, lo alimentó ella misma, cucharada a cucharada,
lentamente. Aliviado, Josué agradeció la atención y los cuidados, perma-
neciendo sentado a la mesa mientras le preparaban la habitación. ¡Ansia-
ba que llegara el momento en el que se acomodaría en el lecho y pudiera
dormir tranquilamente, recuperándose del horrible día!
90 ANUARIO ESPÍRITA
Sintiéndose mejor, volvió su atención hacia los que se hallaban
en la sala. Después del natural movimiento ocasionado por su entrada,
habían retornado a sus disposiciones iniciales, incentivados, sobre todo,
por la discreción del viajero, que sucintamente mencionó lo acontecido,
sin mayores detalles o comentarios.
Hacia un lado, un singular grupo despertó su interés, pues rodea-
ban a un Hombre cuya impresionante figura sobresalía entre las demás.
Se vestía como los de aquella tierra, pero el porte, de natural elegancia y
distinción, denunciaba su incontestable nobleza. Observador tenaz, hasta
por las exigencias de la profesión, Josué percibió que el Hombre poseía
algo diferente… Bello, sin duda, pero de una belleza especial, que excedía
los límites del cuerpo, irradiando, como si refulgiese en la sala iluminada
por candelas, ofuscándoles la luz… Ligeramente reclinado en el banco,
con la espalda apoyada en la pared, conversaba con los compañeros que
le oían con singular deferencia. Pero, notó que lo trataban con respeto y
amor, apresurándose a servirlo, con la solicitud de los afectos sinceros y
desinteresados.
¡Ahora, la cabeza le dolía horriblemente; los ojos latían y peque-
ños puntos oscuros explosionaban, dificultándole la visión! El estómago
rechazaba el alimento recién recibido… ¡Se controló para no vomitar!
¡Perturbado y afligido, se sintió desfallecer!
El organismo, debilitado por la pérdida de sangre y por los esfuer-
zos para llegar a la hospedería, registraba finalmente las consecuencias
de la brutal agresión. El dolor aumentaba y sentía como si rayos de luz
encarnada alcanzasen los lóbulos oculares, acompañados de abrasador
calor. Inútilmente intentó visualizar a los hospederos, ocupados aún en
el acomodo de la habitación. ¡Deseaba acostarse inmediatamente! ¡Cual-
quier lugar le serviría! ¡Había sobrestimado sus fuerzas!
Doblándose de dolor, permaneció sentado en el banco, inmóvil,
sintiéndose morir…
¡Estaba muriéndose!
Fue entonces cuando percibió que aquel Hombre singular se le
aproximó. Sonriendo confortadoramente, lo miró a los ojos, tocándole
levemente la frente, las vendas manchadas por la sangre que volvía a fluir,
generosamente, goteando en las ropas, en la mesa…
ANUARIO ESPÍRITA 91
Sus manos suaves transmitían el frescor de las aguas que se desli-
zaban en los bosques… En medio del sufrimiento atroz, sintió una sensa-
ción idéntica a la de sumergirse en cristalinas y puras aguas… Un bien-
estar infinito lo invadió y el dolor agudo dejó de atormentarlo, súbito y
milagrosamente alejado bien lejos de sí…
Los ojos compadecidos del Extraño continuaban mirándolo, com-
partiendo su padecer, entendiendo su aflicción, mientras las manos re-
tiraban las empapadas vendas, exponiendo la profunda y sanguinolenta
herida. Los dedos la comprimieron suavemente… Fueron pocos segun-
dos que le parecieron siglos, repletos de indescriptible emoción e infinita
tranquilidad… Quiso sonreír, agradecer, erguir una de las manos, asirle el
brazo, a semejanza de un niño agradecer el fraterno toque… Lentamente
sus ojos se cerraron y dulce somnolencia lo dominó… Ahora todo le pa-
recía distante y nebuloso…
Los asustados dueños de la hospedería llegaban y los compañe-
ros del Hombre ayudaron a cargar al huésped hacia la habitación, donde
lo acostaron en el lecho, protegiéndole el cuerpo, mojado por abundante
y álgido sudor, con mantas. Antes de sumergirse en la inconsciencia de
profundo sueño, Josué se acordó de buscarlo con la mirada, deseando
manifestar su gratitud… ¿Dónde estaría?
Él había permanecido en la sala, aguardando el retorno de los de-
más. Entonces, se despiden respetuosamente, y los posaderos se dirigie-
ron hacia una amplia construcción, mezcla de granero y pajar, donde se
instalaron sobre la paja, para dormir.
El nuevo día encontró al comerciante Josué bien dispuesto como
nunca. Durante las abluciones matinales, examinó con los dedos la heri-
da, verificándola cicatrizada y sin dolor al contacto. Apenas restaba una
pequeña y profunda cicatriz, herencia del infausto hecho. Entonces, se
acordó del Hombre que lo había socorrido la noche anterior, cuando juzgó
que la vida lo abandonaría. El simple recuerdo, atrajo agradables sensa-
ciones que volvieron a envolverlo… Instintivamente, le atribuyó la ma-
ravillosa curación, aunque tal raciocinio contrariase la lógica y la razón.
¡No obstante, solamente Él pudo haberla hecho!
¡Ciertamente, lo recompensaría!
Abandonó apresuradamente la habitación, dirigiéndose a la sala,
92 ANUARIO ESPÍRITA
donde un sorprendido matrimonio lo recibió, ¡pues ambos se preparaban
para enviar un mensajero a la aldea más próxima, solicitando un médi-
co para el sin duda importante huésped! ¡Ni siquiera habían espiado en
la habitación, temiendo encontrarlo muerto entre las mantas, hecho que
afectaría considerablemente el buen nombre de la casa!
No obstante, como si fuese un milagro, estaba de pie, evidente-
mente saludable, a juzgar por los buenos colores del rostro, por la firme-
za de sus pasos… Intrigada, la mujer solicitó permiso para observar su
herida, en la cual, en la víspera, había hecho curaciones. El caso le había
parecido grave, tal vez fatal, propiciando comentarios a media voz con el
marido, mientras preparaban la habitación para el distinguido señor, te-
merosos de una muerte en el local, imposibilitados de conseguir atención
médica a aquellas horas y lejos de la ciudad. Estaba obligada a reconocer
que se había equivocado, aunque pudiese jurar que el huésped no pasaría
de aquella noche…
Hambriento, el joven devoró el pan y la leche de cabra, sirviéndose
generosamente de gruesas rodajas de queso. El desayuno, si bien sencillo,
¡nunca le pareció tan sabroso! ¡Cómo era bueno estar vivo!
Les preguntó sobre los hombres que, en la víspera, estaban allí.
–Se fueron al amanecer… No los conocemos… Ellos llegaron un
poco antes que usted, comieron, pagaron el consumo, por lo demás, mo-
desto… Uno de ellos retiró las monedas de una gastada y prácticamente
vacía bolsa… Durmieron en el barracón de los fondos… Gente buena y
sencilla… Solamente podían cubrir los gastos de la comida y nos pareció
justo permitir que se acomodasen, evitando el frío cruento de la noche.
¡Por aquí, señor, aunque los días sean un horno, las noches, en esta época,
acostumbran enfriar! El Hombre de ojos claros, y ¡qué bellos ojos tenía!,
se adelantó para agradecernos, aceptando con placer el jarro de leche que
le ofrecí, compartiéndolo con los demás, mientras sus manos acariciaban
la cabeza del animal recién ordeñado, como si también le extendiese el
agradecimiento. ¡Una persona muy educada y gentil!
¡Habían partido! ¡Qué pena! Esperaba poder hablar con Él, inqui-
rirlo sobre el inexplicable acontecimiento, darle la dirección de la casa, de
los almacenes, para que pudiese dar con él. Quería recompensarlo…
Decepcionado, pidió al matrimonio una cabalgadura, aunque fuese
ANUARIO ESPÍRITA 93
sencilla. ¡Precisaba volver al hogar! Pagó por los servicios, retirando del
dedo un anillo de gran valor, felizmente olvidado por los ladrones. Que-
daron muy contentos, reverenciándolo por su generosidad, mientras se
alejaba de la hospedería, impulsado por el lento paso de una vieja mula.
Entrando a la sala de la posada, la mujer nerviosa, aunque anima-
da, comentaba con el marido:
–¡Pensé que hoy por la mañana tendríamos un cadáver en aquella
habitación! ¿Quién lo diría? ¡Ni parece el mismo!
Cautelosamente, Josué recorrió el mismo camino, receloso de nue-
vos enfrentamientos y desagradables sorpresas, lamentando la imposibi-
lidad de andar más de prisa, ¡gastando casi dos días en llegar! Los criados
de su lujosa casa lo recibieron sorprendidos, aprensivos con el estado
rasgado y sucio de sus ropas y con la no menos extraña montura. En pocas
palabras, relató lo que había acontecido, callando sobre la herida y el tal
Hombre…
–¡Qué bien que no os golpearon, señor! ¡No sabéis la suerte que
tenéis! ¡Generalmente la muerte constituye el destino seguro para las víc-
timas de esos bandidos! Nadie toma medidas contra esos malhechores…
¡Mientras un romano no sea muerto por uno de esos salteadores, podemos
olvidarnos! ¡Nada se hará, mi señor!... ¡Y tales bandidos son expertos...
Jamás cometerían la estupidez de asaltar a un romano! Ahora, a los de
esta tierra, ¿por qué no?
Coincidiendo íntimamente con los comentarios del siervo antiguo
y fiel, el mancebo prefirió guardar silencio sobre el delicado asunto. Si
fuese a reclamar ante las autoridades, tendría que relatar el insólito acon-
tecimiento… En caso contrario, ¿cómo probar la seriedad del ataque, si
nada en su apariencia denunciaba la brutalidad de la que había sido víc-
tima?
La pequeña y casi imperceptible cicatriz, quedó como único re-
cuerdo palpable de lo ocurrido, incitando a la curiosidad sobre el extraño
Hombre…
Pasaron los meses y la rutina se encargó de hacer olvidar los in-
trigantes hechos de aquella tarde… Otros viajes ocurrieron sin mayores
trastornos, los negocios continuaban prosperando… ¡Jamás había vendi-
94 ANUARIO ESPÍRITA
do tanto! Caravanas y más caravanas atravesaban lejanas tierras, retornan-
do repletas de mercancías, que se vendían rápidamente a excelente precio.
Rara sensibilidad para el comercio e innata honestidad le aseguraban im-
portantes y lucrativas transacciones. Aparte de eso, todo indicaba que había
entrado en una impresionante marea de suerte, lo que lo llevaba a dedicarse
cada vez más a los negocios, en continua y motivadora actividad.
¡Olvidó al Benefactor de la hospedería!
Un día, atendiendo a compromisos de trabajo en su propia ciudad,
se halló cerca de la plaza lindamente arbolada, guarnecida con preciosas
esculturas. ¡El Hombre estaba allí y Josué lo reconoció de inmediato! Los
mismos compañeros lo rodeaban, pero ahora Él hablaba a la multitud…
Detuvo la cabalgadura, prestando atención al singular discurso.
Extrañamente, sus palabras lo hicieron meditar. Le parecían especialmen-
te dirigidas a él, aunque Él no supiese de su presencia…
–No guardéis vuestros tesoros donde las polillas y el herrumbre
puedan corroerlos y los ladrones, robarlos…
¿De qué tesoros hablaba? Pues, de su parte, aquel Hombre nada
parecía tener…
–Donde esté vuestro tesoro, allá también estará vuestro corazón…
Proseguía hablando de tesoros pertenecientes al alma, obtenidos
a través de las acciones en pro de los semejantes, insistiendo en destacar
la caridad como medio de adquirir esa fortuna, que nadie podría robar o
destruir, acompañando a sus dueños después de la muerte, constituyendo
inalienable laurel del espíritu.
Pensativo, Josué retornó a la mansión. Entrando por los pesados
portones, se vio acogido por respetuosos siervos, observando por primera
vez sus facciones, pues hasta allí los había considerado oscuros y despro-
vistos de personalidad propia, como parte de la estructura de la casa.
Los salones decorados con esmero le causaron el deleite de siem-
pre. ¡Eran magníficos! Cada pieza, cada detalle, todo había sido seleccio-
nado por él, extasiándolo, admirador de lo bello como era. Tocó los obje-
tos con placer, sintiendo su textura, los matices de colores, admirándolos
una vez más. Recorrió cada aposento de la inmensa casa con renovada
satisfacción, casi con voluptuosidad… ¡Todo aquello le pertenecía! ¡Lo
ANUARIO ESPÍRITA 95
había conquistado con su trabajo, y con su esfuerzo! Después se encami-
nó hacia los jardines, maravillándose con la belleza de los perfumados
canteros, apreciando la blanca perfección de las preciosas estatuas que
adornaban las fuentes, los chorros de cristalinas aguas retenidas en re-
cipientes de mármol en primorosos lagos artificiales. Sin duda una bella
casa… ¡Su casa!
Hacía mucho que no disponía de tiempo o interés para recorrer la
propiedad de aquel modo. ¡Trabajaba tanto que mal reservaba un inter-
valo para las comidas y los rituales religiosamente practicados! Distan-
te de la convivencia social, restringido a las formalidades profesionales,
buscaba, en los raros momentos de ocio, solitario refugio en la vivienda
silenciosa y linda, recogiéndose en el lujoso aposento de dormir o en la
magnífica biblioteca.
Los pasos le condujeron al área designada a los servidores, inmen-
sos alojamientos destinados al albergue de los innumerables esclavos y
de las familias que los infelices insistían en formar y mantener. Vistos
de lejos, le parecían adecuados y satisfactorios, acordándose de haberlos
mandado a construir a significativa distancia del cuerpo principal de la
casa, teniendo en cuenta protegerla de sus presencias inoportunas. Jamás
se había interesado en llegar siquiera cerca de tales instalaciones, limitán-
dose a recibir los esclarecimientos de su intendente. Igualmente esclavo,
el fiel servidor ocupaba una de las habitaciones de la espaciosa casa, al
alcance inmediato de sus requerimientos.
Curioso, se aproximó, esperando encontrar en ellos el mismo equi-
librio estético constatado anteriormente. ¡La precariedad del edificio le
chocó, pues allí faltaba el mínimo confort!
El Extraño le vino a la mente y sus palabras le martillaban los
oídos, como si Él estuviese allí. Se esforzó en apartar el sentimiento de
culpa… A fin de cuentas, se trataba de simples esclavos…
Una pequeñita y flaca niña inocentemente se acercó a él. Viendo
su estado de desnutrición, una mezcla de repulsa, piedad y vergüenza se
apoderó de él. Un anciano trató de recogerla, entrando con ella al interior
de uno de los cubículos, asustado con la presencia de aquel extraño bien
vestido y de aires señoriales. Josué rodeó la construcción fea y triste…
Más pequeños… Naturalmente, los hijos de sus esclavos y todos escuáli-
96 ANUARIO ESPÍRITA
dos… El mismo anciano interfirió una vez más, intentando apartarlos del
noble señor, disculpándose servilmente por la curiosidad de los pobres
niños… Con el dedo, el joven rico las señaló, preguntando:
–¿Quiénes son?
–Los padres sirven en la casa y en los alrededores de la propie-
dad… Solamente yo, acabado e inútil para tales labores, soy dejado aquí
y hago lo que puedo para cuidar de ellos…
–¡Por lo que parece, no has hecho un buen trabajo, pues están de-
masiado flacos estos niños!
El anciano quiso decir algo, pero halló mejor callar… Titubeó por
unos instantes y, finalmente, llenándose de valor, se desahogó:
–¡El alimento es poco, señor! Además, ellos dan mucho trabajo
para alguien a las puertas de la muerte como yo. Muchos enferman y
mueren, sin que nadie los socorra… ¡El encargado dice que es así mismo,
que no hacen falta! Las comparó con animalitos del campo, que nacen
siempre y viven solamente el tiempo que las dificultades lo permiten…
¡Dice que nuestro amo y señor no los toma en cuenta, prefiriendo adquirir
esclavos adultos aptos de inmediato para el trabajo!
Mirando al hombre que lo miraba extrañamente, el anciano se atre-
vió a indagar:
–¿Acaso sois algún nuevo encargado, señor? Si me permitís la osa-
día, ¿sería posible aumentar un poco más la cuota de alimentos? ¡Tene-
mos hambre, señor!
Josué retornó a la bella vivienda, sentándose a la mesa repleta de
delicados manjares. Era la hora del almuerzo… Casi no tocó los alimen-
tos, sintiéndose súbitamente con nauseas. Llamó al intendente, pregun-
tando a quemarropa:
–¿Para dónde envías la comida que sobra?
El amedrentado criado, conociendo el rigor del inflexible amo, juz-
gando haberse equivocado en algo, se inclinó, gagueando:
–¡Señor, he cumplido vuestras órdenes! A menos que no las haya
comprendido bien, los siervos de la casa comen y el sobrante es destinado
a los animalitos silvestres que habitan en vuestros bosques y que tanto
ANUARIO ESPÍRITA 97
apreciáis… ¡Además, controlo todo muy bien para que sobre poco, señor!
Los esclavos, como me ordenasteis, tienen prohibido llevar sobras a los
alojamientos y, si insisten, pues algunos son muy tercos, son severamente
castigados…
–¿Yo te recomendé eso?
–¡Sí, mi señor! ¡Hace mucho tiempo, desde la muerte del señor
vuestro padre! Dijisteis que los gastos eran exorbitantes, siendo necesa-
rio restringir los egresos por los criados al mínimo. Desde entonces, he
controlado todo con mano firme… ¡Quiero continuar mereciendo vuestra
confianza y aprecio, noble señor!
Notando que la mesa estaba prácticamente sin tocar, asustado y
servil, preguntó:
–¿Acaso la comida no estaba a vuestro gusto?
Josué nada dijo. Abandonó la mesa, solicitando que le preparasen
una de las cabalgaduras y equipaje para algunos días, pues deseaba visi-
tar las propiedades más próximas. Sin mayores comentarios, delegando
atribuciones al aturdido administrador, partió inmediatamente, desapare-
ciendo en la curva del camino en una nube de polvo, bajo las miradas
interrogadoras de los siervos.
–Parece que el amo vio alguna cosa mal… ¿Qué estará pasando?
Durante la semana, el joven Josué recorrió los vastos y ricos domi-
nios y, aunque se esforzase, no conseguía evitar el recuerdo de Aquél que
lo había socorrido en la hospedería. ¿Qué diría Él en su lugar? Pobreza,
enfermedad, abandono en medio de la riqueza afrentosa de los cultiva-
dos campos, de los pastos repletos de animales… Pues, al mismo tiempo
los esclavos, tristes y desesperanzados, moviéndose como autómatas… Y
muchos niños desnutridos… Ciertamente, algo desentonaba, entrando en
conflicto con la belleza de las tierras fértiles y bien cuidadas, los cielos de
añil, la esmeraldina vegetación…
Una singular batalla se desencadenaba en su alma: por un lado, la
riqueza que tanto amaba, por la cual había sacrificado los mejores días
de su existencia; del otro, las enseñanzas del Hombre de la hospedería, de
Aquel que le había salvado la vida.
¡Sintió miedo! Hasta entonces jamás había cuestionado los tesoros
98 ANUARIO ESPÍRITA
acumulados, la forma como conducía su trabajo de mercader, mucho me-
nos el rigor con los esclavos, la severidad, la indiferencia con sus vidas…
¡Todo aquello, antes tan normal, pasó a ser motivo de inquietud!
Los administradores extrañaron su actitud. ¡El autoritario señor
conversando solo!
Realmente Josué conversaba con el Extraño de la hospedería en
persistente monólogo:
–¿Quién sois vos que me quitáis el sosiego? ¡Maldita sea la hora en
la que aquellos bandidos me atacaron! Me curasteis, no lo discuto, pero
confundisteis mis pensamientos… ¡A fin de cuentas, todos se comportan
así! Una minoría muy pequeña, realmente pequeña, no representativa, se
preocupa por el bienestar de los esclavos y sus familias, siendo blan-
co de las burlas de los que usufructúan sus derechos legales… ¡Somos
dueños de ellos! ¡Si les diéramos de lo bueno y de lo mejor, iríamos a la
quiebra!
De acuerdo con las palabras del Profeta en la predicación de la
plaza, yo estaba errado, desperdiciando la existencia en cosas de poca
importancia, olvidando el verdadero destino del ser sobre la Tierra. ¿Será,
realmente, de aquella forma? Hace poco tiempo, casi muero… Si eso hu-
biese pasado, ¿pasaría para el otro mundo en calidad de indigente de los
tesoros del espíritu? En una cosa el Extraño tenía razón: por más que lo
quisiese, nada podría llevar a la tumba… ¿Estaría aquel Hombre revelan-
do verdades? ¿O serían mentiras para influir en los más sencillos, hacién-
doles creer en una vida después de la muerte sin distinciones materiales?
A fin de cuentas, ¿quién sería Él?
Decidió retornar, encomendando a los auxiliares la misión de con-
seguir informaciones sobre el Benefactor de la hospedería.
Se llamaba Jesús. Decían que era Hijo de Dios, el Enviado pro-
metido por las Escrituras. En nombre del Padre, curaba cuerpos y almas.
Sin embargo, otros decían que era loco, embustero, revolucionario, una
amenaza al Imperio Romano y a las autoridades de la Tierra, minando
peligrosamente el orden de las cosas…
Pero, ¿cuál sería la verdad?
Pensativo, Josué recorría los depósitos abarrotados de riquezas que
ANUARIO ESPÍRITA 99
lo tornarían aún más adinerado y poderoso en la medida en que fuesen
negociadas. El oro entraba en sus cofres con rapidez y facilidad; las mer-
cancías eran transformadas en el áureo metal que se empleaba para hacer
nuevas compras, en una sucesión ininterrumpida y mágica que lo extasia-
ba, verdadero vicio que lo atrapaba, dominando su alma.
Inesperadamente, se sintió solo. No se había casado, pues le re-
pugnaba tener que dividir las atenciones entre su fascinante trabajo y una
mujer. Fatalmente, ella exigiría mimos y atenciones… ¡No! Le bastarían
ciertas relaciones fortuitas, fácilmente dispensadas con oro y costosos re-
galos. No obstante, ahora, tanto el metal como las preciosas gemas le
parecían fríos, inanimados, pues antes, al tocarlos, su corazón se sentía
jubiloso, dándole un inmenso deleite, se regocijaba en poseerlos, en te-
nerlos guardados, bien trancados en seguros cofres, bajo riguroso sigilo.
Las palabras del Profeta, dulces y contundentes en su esencia, le
volvían a la mente:
–“Allí estará vuestro corazón…”
Realmente, ¡allí había estado su corazón hasta aquel día! Hasta el
día en que Él lo tocó, restituyéndole la vida que huía de su pobre corazón
herido… ¡Jamás había sentido una emoción como aquella! Seguramente,
su corazón ya no deseaba estar junto al tesoro ahorrado celosamente du-
rante años, en trabajo persistente y honesto, oculto en seguros escondri-
jos, resguardado de ladrones.
El recuerdo de los infelices que ocupaban sus ricas y producti-
vas heredades lo obligó a bajar la cabeza. ¡Qué había hecho, a no ser
utilizarlos, chupándoles sus energías, matándolos precozmente con ex-
cesiva carga de trabajo y precarias condiciones de supervivencia! Los
había comprado… La ley de los hombres le permitía tal comercio… Pero,
realmente, ¿tendría sobre ellos unos derechos tan grandes, aunque los pri-
vilegiados con poder y dinero así lo decretasen? Ordenó que extrajesen
de ellos lo máximo, sin ofrecer casi nada en contrapartida. ¡Alimentaba a
los que trabajaban para que rindiesen en las labores, pero dejaba que sus
hijos muriesen de hambre! ¿Alegaría desconocer la dolorosa realidad?
¡Esto no lo tornaría inocente del crimen de egoísmo!
Decidió buscar a aquel Hombre…
El Maestro lo recibió sin extrañeza, como si desde hacía mucho
Testimonio
Josué, el mercader.
A veces parece que el mundo está al borde del caos y que ya no hay
manera de arreglarlo.
A veces se piensa que nada conseguirá revertir la confusión que
se instaló.
Miseria, guerras, terrorismo, corrupción, violencia, dolor.
Tal parece que no hay nada que esté bien.
Pero el bien existe. No hace alarde, apenas acontece y se explaya.
El amor existe e impulsa a los seres humanos al progreso, a la bús-
queda de su espiritualidad, a la caridad legítima y mantiene encendida la
llama de la esperanza.
Porque Jesús está presente.
No se ausentó del mundo. Permanece e inspira al ser humano para
que alcance su elevado destino.
Como Pedagogo sublime, enseña a través de las sabias y justas
Leyes del Padre del Cielo.
Sin embargo, muchísimas veces, el ser humano infringe las Leyes
y recibe la sanción correspondiente. Por ello, el dolor no tiene una fun-
ción punitiva, sino educativa.
El destino del ser humano es el amor, el bien, el progreso, la feli-
cidad.
(1) Poética alegoría evangélica, tan al gusto de la literatura oriental, dando noticias de
las probables insistencias de los admiradores del Nazareno para que aceptase el trono de Israel
y se convirtiese en su rey. Indica también las tentaciones con las que el mundo rodea a todos
aquellos que se dieren a las labores de los ideales divinos.
(2) El Cielo y el Infierno, de Allan Kardec, Capítulo X, Primera Parte, número 10.
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Muy joven aún, obteníamos del Más Allá muchos dictados de or-
den particular, para convertirnos en sufridores del cuerpo y del espíritu,
en un Puesto Mediúmnico de la Antigua Asistencia a los Necesitados, y
también los esbozos de las primeras obras destinadas al público, recibien-
do orden del Espacio para conservarlas esperando la oportunidad para
su posible publicación. Cierta noche, concluido el trabajo en el Puesto
Mediúmnico del Centro Espírita de Labras, servicio que, por ese tiempo,
era diario, se presentó a nuestra visión un Espíritu cuya configuración
periespiritual más se asemejaba a un hombre terrenal que a un habitante
del Mundo Invisible. Sin rodeos, nos dijo que había vivido en Río de
Janeiro y en San Pablo, habiendo desencarnado en el año 1911. No obs-
tante, se negó a darnos el nombre, aunque le solicitamos la delicadeza de
ofrecérnoslo, porque, aun hoy, no nos gusta tratar con Espíritus anóni-
mos. A pesar de ello, declaró haber sido un escritor, o dramaturgo, y que
entonces, a pesar de estar desencarnado, alimentaba ardientes deseos de
continuar escribiendo, pues, como Espíritu, había descubierto en la vida
de los hombres y en las remembranzas de otros Espíritus, desencarnados
como él, asuntos preciosos para novelas y estudios psicológicos, de gran
interés para el público. Después nos invitó a seguirlo en espíritu, para que
nos describiese el primer caso, o tesis, que deseaba dictar por nuestro
intermedio, puesto que simpatizaba extremadamente con nuestra persona
y sabía cómo accionar la mente mediúmnica para escribir un trabajo ex-
tenso. Pero, esperaba, poder narrarlo de “viva voz”, primeramente, antes
de comenzar el dictado psicográfico, pues, si pudiésemos penetrar con
nuestra propia visión, en lo que él ya había establecido en su mente como
trama de su historia, se tornaría fácil el dictado, la escritura, bien para él,
bien para nosotros, pues bastaría un pequeño impulso vibratorio de su
mente para que lo entendiésemos bien y acelerásemos la transcripción,
pues ya se encontrarían en nuestro pensamiento los elementos principa-
les, tornando, así, dispensable, crear en nuestro cerebro, a fuerza de irra-
diaciones y sugestiones, cualquier escena o panorama.
El discurso nos interesó, y no solo lo consideramos encantador
Mis amigos:
Rindamos gracias a Nuestro Padre Celestial, guardando buena vo-
luntad para con los hombres, nuestros hermanos.
Como otras veces, nos hallamos juntos en el santuario de la ora-
ción…
Con todo, nuestra visita no tiene otro objetivo sino colaborar en
la renovación íntima que nos es indispensable, a fin de que no estemos
malbaratando los recursos de la fe y los favores del tiempo.
Volviendo a vosotros, dirigimos igualmente nuestro mensaje a to-
dos los compañeros que nos escuchan fuera del cuerpo de carne, huérfa-
nos de luz, en busca de su propia transformación con el Divino Maestro,
porque solamente en Cristo es posible trazar el verdadero camino de la
redención.
Aprendamos a ceder, recogiendo con Jesús la lección de la renun-
cia, como ciencia divina de la paz.
Constantemente nuestra palabra se refiere a la caridad y admitimos
que la caridad no sea apenas desembarazarse de valores materiales super-
fluos de nuestra vida.
No obstante, la caridad mayor será siempre la de nuestra propia
renuncia, que sepa ceder de sí misma para que la libertad, la alegría, la
confianza, el optimismo y la fe en el prójimo no sufran perjuicio de cual-
quier procedencia.
Como ejercicio incesante de auto-perfeccionamiento, es imperioso
ceder diariamente de nuestras opiniones, de nuestros puntos de vista, de
–Creo que es una idea muy acertada que concluyas los estudios –
comenta Marcia, a su esposo Néstor.
–Además, obtuve una buena calificación en el examen de ingreso
a la Universidad.
–Estoy muy orgullosa de ti.
El hombre permanece un poco pensativo.
–¿Qué te pasa, querido? Estudiaste tanto para conseguirlo y ahora,
estás preocupado…
–Sabes, Marcia, ahora que lo conseguí, me cuestiono si ya no soy
un poco mayor para estudiar esa profesión.
–¿Viejo, por qué? Para aprender nunca es tarde y siempre tuviste
deseos de estudiar Derecho.
–Ya tengo cincuenta y siete años, y no estoy seguro de que estudiar
esa carrera sea tan importante, además de los gastos que supondría para
nosotros.
–Ya lo hemos hablado, Néstor, y llegamos a la conclusión de que
podemos costearlo porque tienes un buen sueldo. Además, nuestros hijos
están felices ante la perspectiva de ver a su padre estudiando también.
–Es verdad. Luis Roberto y Alicia se pusieron muy contentos,
incluso por coincidir conmigo en la misma universidad.
Néstor y Marcia están casados, desde hace exactamente veinticin-
co años y sus hijos, Luis Roberto, de veinte, y Alicia de diecinueve, ya
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Estos son días preocupantes para las rutas terrestres por las que
caminan los trabajadores de la evolución. Son días en los que, bajo los
cielos planetarios, ha reencarnado una verdadera multitud de almas
que estuvieron detenidas en experiencias de intensas perturbaciones,
en regiones espirituales de sufrimiento y purga, donde vivieron en
grandes silencios motivados por miedos intensos provocados por otros
desencarnados, perversos que se adjudicaron el derecho de ejercer la
justicia en esos lugares de sombras.
En esos estados del alma, esa multitud espiritual acabó por
desarrollar o reforzar condicionamientos de cobardía moral, habiendo
recrudecido el egoísmo que ya llevaba en su interior como consecuencia
de vivencias, a lo largo de actividades en pretéritas reencarnaciones,
distanciadas de las leyes de Dios.
Esos Espíritus, durante el último siglo fueron llegando nuevamente
al mundo terrestre, poco a poco, en grandes grupos, dispersándose en
diversas regiones del planeta, ocupando tanto posiciones de relevancia
en la sociedad como permaneciendo atados a las luchas subalternas, en el
seno de la vasta mediocridad social.
Son seres que aprendieron a desarrollar la frialdad y el cinismo,
fijando a sus rostros diferentes máscaras, y pasando así a tener dificultades
para identificar las dimensiones de la realidad en torno a sí mismos.
Sueñan con las posibilidades de la libertad de la mente, a pesar de tener
conciencia de que se inhiben por miedo o cobardía y, mientras tanto,
tienen pesadillas terribles que les aturden más, asumiendo cada vez más
(1) La frase laissez-faire, es una expresión francesa que significa “dejar hacer, dejar pasar”.
Bibliografía consultada
(*) Todo el libro Lealtad, de Chico Xavier, Mauricio G. Henrique (Espíritu) y Hercio
Marcos Cintra Arante, Editora IDE, documenta exhaustivamente el caso del joven Mauricio G.
Henrique. Nota de la Redacción del Anuario Espírita).
(**) “Las óperas inmortales no nacieron del lodo terrestre, sino de la profunda armo-
nía del Universo, cuyos cánticos sublimes fueron captados parcialmente por los compositores
del mundo, en momentos de santificada inspiración”. Emmanuel, Francisco Cândido Xavier, El
Consolador, Kier, pregunta 167.
El cielo es real
Introducción:
La famosa revista Newsweek sorprendió a muchos, en su edición
de octubre 2012, con una portada y un titular impactante: El Cielo es real
- La experiencia de un doctor en el Más Allá. La revista publica un artícu-
lo escrito por un prestigioso neurocirujano estadounidense que, después
de haber vivido una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM), asegura ha-
ber visto y viajado al más allá. Presentamos a continuación la traducción
completa de la nota de Newsweek.
“Como neurocirujano, yo no creía en el fenómeno de las experien-
Fuente original:
h t t p : / / w w w. t h e d a i l y b e a s t . c o m / n e w s w e e k / 2 0 1 2 / 1 0 / 0 7 /
proof-of-heaven-a-doctor-s-experience-with-the-afterlife.html
Traducción: Sebastián Alberoni
El aire se transforma
en sagrada fragancia
llenando de Paz
toda la estancia.
Los espíritas
Y la vida continúa...
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A Camino de la Luz
Espiritismo y estudio
Así, el Espiritismo no puede ser una doctrina estancada en las ma-
nifestaciones exteriores. Ni en costumbres automáticas, ni en actitudes
enquistadas en votos de confianza.
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Las asambleas en las que se expresa, como aquellas de los cristia-
nos primitivos, deben ser reuniones de intercambio cultural, en que las
letras consoladoras y educativas, interpretadas por la inteligencia madura,
se constituyan en sustancia nutriente de las almas. En su clima de libertad
santificadora, todos los temas de la vida pueden pasar por el filtro de la
razón, enriqueciendo el discernimiento.
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Proscripto por la imposición de la lógica, el absurdo dogmático
cede lugar a la experimentación digna en que la ciencia, aliada a la respe-
tabilidad de la conciencia, aclara la convicción, enseñándola, no solo a oír
y ver, sino también a comprender y servir.
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Del excelso Mentor que aplacaba los dolores físicos y curaba lla-
gas del cuerpo oímos, en cierta ocasión, la preciosa promesa: -“Conoce-
réis la verdad y la verdad os hará libres”.
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Argentina
Frente a al verdad
Brasil
El programa espírita Transición
sobrepasa las doscientas emisiones
Colombia
Noticias de Colombia sucedidas en 2012
Germán Téllez Espinosa
nació en Siquirres, Costa Rica, el 23 de julio de 1925, allí vivió sus pri-
meros años. Después con sus padres fijó residencia en la ciudad de Panamá, don-
de fue educada. En el año 1943 se radicó en Colombia y el 24 de marzo de 1944
en la ciudad de Bogotá, se casó con José Joaquín Martínez con quien convivió
felizmente 56 años, hasta que su señor esposo partió a la vida espiritual.
En el año 1951 asiste a las primeras reuniones espíritas. En el año 1953,
en el Centro Sócrates, de la ciudad de Ibagué, tiene la oportunidad de estudiar en
profundidad la Doctrina de los Espíritus.
El 14 de abril de 1956 con su esposo fundan la institución espírita Círcu-
lo Fuerzas Amigas, obteniendo la personería Jurídica en el año 1968. Desde su
amada Institución inicia, con el apoyo incondicional de su
esposo, la ardua, tenaz y noble tarea de visitar a las células
y centros espíritas existentes en las diferentes regiones de
Colombia, llevando y sembrando la semilla de la Doctrina
de los Espíritus en la inteligencia y en el sentimiento de sus
hermanos y a través de la siembra trabajó pacientemente la
unión y la estructuración doctrinaria de los mismos. En esa
forma se dan los primeros pasos firmes y seguros para que
el día 10 de abril de 1970, naciera el Consejo Espírita de Re-
laciones Colombiano, y después, esta entidad se transformó
Guatemala
Nueva gira de divulgación de la Doctrina Espírita
en el País del Quetzal
Equipo de redacción del Anuario Espírita en Guatemala
Con la invalorable ayuda de numerosos hermanos guatemaltecos, Alipio
México
Nueva gira de trabajo por tierras mexicanas
Venezuela
Regresa al Mundo Espiritual una gran
trabajadora de Jesús
Doña María Rodrigues, viuda de Vieira, nació en
el Arco da Calheta, Isla de Madeira, en Portugal, el 7 de
agosto de 1932. Su destino la llevó a emigrar a Venezue-
la en 1956, para reunirse con su esposo Manuel Vieira da
Luz, pues se habían casado por poder. De esa feliz unión
nacieron cuatro hijos: Manuel, Eligio, natividad y Marise-
la, que le dieron, a su vez, cuatro hermosos nietos.
Conoció el Espiritismo a través de un coterráneo
que la ayudó, llevándola a la Sociedad Espírita Jesús de
Nazaret, donde más tarde se destacó en el grupo Las Fran- María Rodríguez viuda
ciscanas que brindaba comida a los pobres que se encontra- de Vieira, trabajadora
ban durmiendo en la calle en situación de extrema penuria, incansable en la divulga-
compartiendo también otras actividades en esa Sociedad, ción del Libro Espírita en
hasta que su salud se lo permitió. Castellano.