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Salvador, 29-08-1942
Querido Lector:
Juana de Angelis
Salvador, 31 de octubre de 1992
Objetivos
En el capítulo XXIX, ítem 324 del Libro de los Médiums, Allan Kardec clasifica las
reuniones mediúmnicas, según la naturaleza, en frívolas, experimentales e instructivas.
Las reuniones frívolas están constituidas por personas que se interesan predominantemente
por el pasatiempo y de la diversión a través de las manifestaciones de Espíritus livianos que, en esas
circunstancias tienen la entera libertad para atraer la curiosidad y el interés de los participantes sobre
cosas banales, adivinando la edad de las personas, lo que traen en los bolsillos, haciendo previsiones
sobre el futuro, ofreciendo pseudo-soluciones para los «casos de amor» y otros secretillos de poca
importancia.
Las reuniones experimentales tienen por finalidad la producción de manifestaciones físicas,
de fenómenos objetivos. Kardec afirma que para muchas personas es un espectáculo más curioso
que instructivo, no siendo raro ver salir a los incrédulos más espantados que convencidos. Esas
reuniones están promovidas por los Espíritus superiores para que sean reveladas a los hombres las
leyes que rigen el mundo invisible y sus relaciones con el mundo físico, constituyéndose un poderoso
medio de convicción para muchos.
Es importante observar que los Espíritus, al promover tales experiencias, utilizan la forma
de expresión científica de cada época para llamar la atención de los hombres.
Mientras la percepción del mundo de la Ciencia no iba más allá del aspecto mecánico, los
fenómenos espíritas se evidenciaron a través de los «raps», «apports» y movimientos físicos de
variada orden. Yendo ella hacia el universo de los hombres, descubriendo las leyes de la genética y
profundizando el interés por la comprensión de la vida, ya los Espíritus se colocaron en esa direc-
ción, revistiendo formas ectoplásmicas, transitorias, compuestas a partir de material producido por
la célula humana, en condiciones especiales de manipulación. En la actualidad, al abandonar la
posición rígida del materialismo mecanicista para percibir los fenómenos cósmicos como las mani-
festaciones de ondas y vibraciones, creando la cibernética, las conquistas tecnológicas de la electró-
nica, de los ordenadores, y es que los Espíritus pasan a actuar en esa área, manipulando en los
circuitos, insertando sus fajas de pensamiento en la frecuencia de esos aparatos para revelar a los
hombres la indestructibilidad de la vida y la realidad espiritual.
Las reuniones instructivas, como el propio nombre indica, son las que ensayan orientacio-
nes y experiencias de crecimiento intelectomoral hacia las personas que de ellas participan. El
ascendente moral de la presencia de los Espíritus nobles debe asegurarse a través del interés de los
encarnados por las cuestiones serias, lo que denota aspiración sincera de instruirse y mejorarse.
Kardec refuerza la seriedad como condición primordial, esclareciendo que, sería, en la acepción
integral de la palabra, sólo lo es la reunión que reflexiona sobre asuntos útiles con exclusión de todo
lo demás. La base de raciocinio del Codificador para tal aseveración es el no poder aliarse lo sublime
a lo trivial, ni obtenerse el concurso de los buenos Espíritus sin crearse condiciones propicias para
que ellos vengan a las reuniones.
Son en esas reuniones instructivas y serias donde se pueden recibir las enseñanzas de la
Doctrina y profundizar a través del examen de las proposiciones morales dadas por los Espíritus, del
estudio de los hechos y de la búsqueda sobre la teoría y causa de las manifestaciones mediúmnicas.
Esas son las reuniones que hoy, denominamos, en el Movimiento Espírita, de mediúmnicas, y que
serán objeto de una serie de reflexiones para señalar algunos aspectos indispensables, a guisa de
modesta contribución, para cuantos de ellas participan, en el sentido de concienciarlos mejor sobre
las responsabilidades inherentes a esa participación.
Argumentado, en un seminario promovido por la USE, (abril/1980), Divaldo Franco decla-
ró que existen personas que afirman que les gustan las reuniones mediúmnicas porque en ellas van a
hacer la caridad. Ese pensamiento no es correcto, porque, en verdad, allí es el lugar donde vamos
a aprender y recibir la caridad, esclareció el médium y orador bahiano. Justificando su concepto,
Divaldo esclarece que el Espíritu en sufrimiento, a quien presuponemos estar socorriendo, es quien
nos está haciendo la caridad, porque está diciendo sin palabras: ¡Mira lo que ocurrió conmigo!. ¡O
cambias de comportamiento o ocurrirá contigo lo mismo!
Entonces, el primer objetivo de las reuniones mediúmnicas es la instrucción de los partici-
pantes encarnados. Que sea, por tanto, nuestro propósito constante el de aprovechar cada lección,
cada declaración, como una oportunidad de aprender, una instrucción práctica que los buenos Espí-
ritus nos están ofreciendo. Jamás nos pongamos delante del hecho espírita como si el mismo no
tuviese que ver con nosotros, como si, pretensiosamente, ya tuviésemos superado totalmente aquel
problema o lección que nos llega.
En el libro ¿Qué es el Espiritismo?, Capítulo II, ítem 50, Allan Kardec afirma: El fin
providencial de las comunicaciones es convencer a los incrédulos de que no termina todo para
el hombre con la vida terrenal, y dar a los creyentes ideas más justas sobe el futuro. Pero una
vez aparece claramente la importancia del aprendizaje para los participantes de las reuniones
mediúmnicas, los creyentes, en lo dicho por Kardec.
De ahí, surge un tema adicional: el convencimiento de los incrédulos propiciado como
resultado de las comunicaciones obtenidas en las reuniones mediúmnicas. Ese es el segundo objetivo
de esas reuniones. No debemos entenderlo como un proselitismo vulgar de arrojar informaciones
espíritas contra las creencias ajenas sin preocuparnos con el respeto debido a las libertades indivi-
duales. Ni se entienda que para convencer a los incrédulos debamos abrir nuestras reuniones
mediúmnicas a los que niegan por sistema, materialistas y a aquellos que les gusta el espectáculo, sin
el mínimo conocimiento de lo que allí ocurre y que estén totalmente desarmonizados para tan rele-
vante conocimiento, pues fue exactamente lo contrario lo que preconizó Kardec en el ítem 34 del
Libro de los Médiums, capítulo III, titulado Del Método y en todo el capítulo XXIX de la monu-
mental obra. A nuestro entender, lo que Kardec quiso decir es que las reuniones deben producir
comunicaciones convincentes, de calidad, verdaderas e instructivas con el fin de robustecer el cuer-
po de la Doctrina y hacerla avanzar para que permanezca como farol indicando la caminada evolu-
tiva del hombre.
Convencer a los incrédulos es más tarea de la Doctrina que del fenómeno, ya que ella
trasciende a este, confiriéndole bases interpretativas legítimas y sólidas. Si los fenómenos impresio-
nantes aparecen en la esfera de responsabilidad de algunos médiums (unos de prueba, otros en
misión) la Doctrina puede y debe brotar de cada grupo mediúmnico serio (y todos deben serlo)
como un pozo de agua cristalina.
En las reuniones mediúmnicas, los principios se revelan en los detalles, la ley se muestra en
los ejemplos, el substrato moral se hará el remedio y orientación, todo eso componiendo una masa
crítica de informaciones y transformaciones energéticas que inevitablemente irá irradiándose, pro-
moviendo el progreso propuesto por Kardec y por los Espíritus.
El espiritista adiestrado en los trabajos mediúmnicos sabrá enfrentar los hechos espíritas
con entusiasmo y criterio. Por otro lado, transformándose moralmente, mostrará la fuerza de equi-
librio de los postulados abrazados transformándose en un divulgador natural de la Doctrina: - la fe
restaurada bajo las bases del conocimiento inmortalista -.
Podríamos decir que los materialistas por sistema y los incrédulos de mala voluntad y de
mala fe, que Kardec situó claramente en la obre y capítulo anteriormente citados, estando inhabilitados
y bloqueados para la enseñanza directa de la Doctrina, reciben beneficios indirectos a través del
progreso que el conocimiento espírita inyecta en la Sociedad.
Pero, no solamente esos son incrédulos. También lo son la inmensa mayoría de desanima-
dos, de los que perderán momentáneamente la esperanza de encontrar un camino para la fe en medio
de tantas aflicciones que experimentan, y los ingenuos que, cansados del desprecio y de la vil explo-
ración a que fueron sometidos, golpean las puertas de la Casa Espírita buscando el abrigo del Con-
solador.
Esos incrédulos pueden y deben recibir los beneficios directos de la fe. Muchos de ellos
están desencarnados y pasan a ser nuestra clientela de trabajo en las labores mediúmnicas donde
reciben las terapias consoladoras que carecen. Otros tantos están encarnados e igualmente acuden a
nuestras Casas con las mimas motivaciones y necesidades. Recibidos y aclimatados, aliviados y
esclarecidos, pueden afrontar, si lo desearan, el trabajo mediúmnico donde se esclarecerán en pro-
fundidad mientras sirven.
No pasó desapercibido a Kardec otro aspecto de las reuniones mediúmnicas, como es la
finalidad complementaria de la instrucción y su consecuencia lógica, o sea: la acción benefactora, la
oportunidad de ser útiles a nuestros semejantes mientras nos instruimos. Fue por eso que él escribió
en el capítulo XXV del Libro de los Médiums, ítem 281: la evocación de los Espíritus tiene,
aparte de eso, la ventaja de ponernos en contacto con Espíritus sufrientes, que podemos ali-
viar y cuyo adelantamiento podemos facilitar por medio de buenos consejos...
Este es el tercer objetivo de las reuniones mediúmnicas, que es resultante de los demás.
Esta finalidad está perfectamente basada en posiciones religiosas, pues Jesús definió claramente la
importancia de las terapias socorristas a los Espíritus sufrientes de la Erraticidad al recomendarlas a
sus discípulos, conformé anotó Mateo en el capítulo 10, versículo 1: Entonces llamando a sus doce
discípulos, les dio potestad contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sana-
sen toda enfermedad y toda dolencia. Y también en el versículo 8: Sanad enfermos, limpiad
leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios: de gracia recibisteis, dad de gracia.
De ese modo, se asignó como tarea primordial del Cristianismo, hoy restaurado en su
esencia por el Espiritismo, por lo menos en esa fase histórica en que vivimos, de planeta de expiacio-
nes y pruebas, la cura de las heridas morales de los individuos y la desobsesión colectiva de la
Sociedad, sin lo que el progreso social y moral se tornará más difícil y lento.
En el mensaje titulado Enfermedad Espiritual Libertadora que consta en el libro Temas
de la Vida y de la Muerte, psicografiado por Divaldo Franco, dice el autor espiritual, Manoel P. De
Miranda, que las terapias de socorro a los Espíritus sufrientes ya eran practicadas en el plano espiri-
tual, como todavía hoy lo son, antes de la venida del Espiritismo. Con su llegada al universo de los
hombres, se crearon reglas y orientaciones seguras para el ejercicio mediúmnico, y las reuniones de
objetivos elevados pasaron a ser realizadas de modo vasto, en el plano físico, con el intento de
acelerar la marcha de regeneración de la Humanidad.
Esas anotaciones del Amigo Espiritual nos hacen recordar al Padre nuestro que nos lleva
siempre a repetir: sea hecha tu voluntad en la Tierra como en el cielo.
Ello significa una transferencia de calidad, una propuesta de trabajo para que seamos capa-
ces de implantar en nuestro plano lo que ya existe en las esferas de la Vida Mayor. Por tanto, hacer
reuniones mediúmnicas entre nosotros, multiplicarlas en cantidad y, sobretodo, en calidad, está en el
contexto de ese gran proyecto divino de hacer con que sea así en la Tierra como en el cielo.
Así, el trabajador de las tareas mediúmnicas debe tener siempre en mente los magnos obje-
tivos del intercambio espiritual: instruirse y perfeccionarse moralmente con vistas al futuro espiri-
tual; producir comunicaciones convincentes, para que la Doctrina pueda convencer a los incrédulos
y, por fin, colaborar con los Espíritus superiores en la tarea de aliviar y aconsejar a los Espíritus
sufrientes, dándoles el soporte moral a través de buenos consejos y ejemplos saludables.
Organización
Una reunión mediúmnica es un trabajo que se desarrolla entre los dos planos de la vida, el
espiritual y el físico, habiendo, por tanto, dos equipos en interacción para la obtención de buenos
resultados.
La naturaleza de los Espíritus que asesoran y participan de nuestras reuniones mediúmnicas
es la que hacemos justamente por el proceso de sintonía que seamos capaces de ofrecer. Si quere-
mos la presencia de buenos tenemos que atraerlos por la elevación de nuestros pensamientos y
propósitos de edificación, como tan bien enseñaba Kardec al escribir, en El Libro de los Médiums,
capítulo XXIX, ítem 327: No basta con que se evoquen buenos Espíritus; es preciso, como condi-
ción expresa, que los asistentes estén en condiciones propicias, para que ellos quieran venir.
Siendo así, todo el esfuerzo de organizar reuniones debe empezar por la selección adecua-
da de sus integrantes. Tener siempre en mente esta observación del Codificador, conforme se lee en
El Libro de los Médiums, capítulo XXIX ítem 331: Una reunión es un ser colectivo, cuyas cuali-
dades y propiedades son la resultante de sus miembros y forman una especie de mazo. Ahora, este
mazo tendrá más fuerza cuanto más homogéneo sea.
¿Cómo conseguiremos esa cohesión, esa unidad, con un grupo, ya desde el inicio, excesi-
vamente heterogéneo, si no tenemos criterios adecuados para agregar nuevos elementos?. Esperar
que el valor de la propia tarea rectifique características personales y psicológicas muy apartadas de
la media, sería desconocer los procesos de la naturaleza humana, que, momentáneamente, no da
saltos.
Aún en el capítulo XXIX, ítems 329,332,333,335 y 338 del primer tratado de paranormalidad
humana, al señalar el problema de la homogeneidad, Kardec se preocupó de innumerables cuestio-
nes prácticas, como el número de participantes, el cual no debería ser excesivo, la regularidad de las
reuniones, la inconveniencia de la presencia de médiums obsesados y la prudencia que debemos
tener en la admisión de nuevos elementos, llegando a decir: Las grandes asambleas excluyen la
intimidad, por la variedad de los elementos de que se componen... En los grupos poco numerosos,
todos se conocen mejor y hay más seguridad en la eficacia de los elementos en los que trabajan. El
silencio y el recogimiento son más fáciles y todo queda como en familia.
Concluyendo su excelente trabajo, hizo una lista en el ítem 341, del capítulo ya referido,
sobre los requisitos indispensables para el éxito de una reunión mediúmnica seria: Perfecta comu-
nión de miras y de sentimientos; benevolencia recíproca entre todos los miembros; Abnega-
ción de todo sentimiento contrario a la verdadera caridad cristiana; Deseo único de instruirse
y mejorarse a través de la enseñanza de los buenos espíritus y sacar provecho de sus consejos;
Recogimiento y respetuoso silencio durante la comunicación con los espíritus; Concurso de
los médiums de la reunión con abnegación de todo sentimiento de orgullo, de amor propio y
de supremacía, y con el exclusivo deseo de ser útiles.
A esta amplia gama de requisitos, nos atrevemos a añadir los siguientes: conciencia clara de
los objetivos de la práctica mediúmnica; compensación del papel a desempeñar de acuerdo con la
función de cada participante; esfuerzos continuados de todos para capacitarse; cooperación recípro-
ca y motivación permanente.
Toda y cualquier actividad humana, para tener éxito, exige del candidato, por encima de
todo, vocación para el trabajo. Enseguida vienen los esfuerzos del entrenamiento, de la adaptación
y valorización del trabajo, como formas de sustentar el interés y liberar las fuerzas creativas del
individuo, latentes en lo íntimo de sí mismo. Porque en el trabajo de la mediumnidad, donde lucha-
mos con fuerzas poderosas, desconcertantes y todavía no dominadas, ¿tenemos que improvisar y
dejar que las cosas se resuelvan por sí mismas?.
En los primeros contactos con el Centro Espírita, las personas, normalmente, están ansio-
sas, con heridas todavía sin cicatrizar que vienen de las relaciones sociales litigiosas, declaradas o
no, sufriendo de neurosis, conflictos íntimos e incomprensibles. Se tiene que permitir el serenar esas
tensiones, el amainar esas tormentas psíquicas, la estabilización de esas energías descontroladas bajo
pena de transformarse de tentativas de ayuda en mayores perturbaciones y dificultades, de ahí vienen
el desencanto y la apatía.
Un número razonable de personas están inutilizadas de sus posibilidades mediúmnicas, por
un largo periodo, al ser colocadas en reuniones prácticas antes de tiempo, sin preparación. No hay
nada más negativo que intentos precipitados de personas con disturbios psicológicos, aunque estén
con la eclosión de la mediumnidad. Si hay mediumnidad aflorando y voluntad por parte del portador
en educarla, se acoge al neófito, se le da asistencia fraterna, se le orienta el estudio, se le facilita la
integración en el trabajo de la Casa a fin de que él, en la ocasión oportuna, pueda canalizar sus
fuerzas medianímicas de una forma segura.
Hablando sobre la selección de los participantes para las reuniones mediúmnicas, diremos
lo mismo que Nilson de Souza Pereira, presidente del Centro Espírita Camino de la Redención, que
debemos seleccionarlos por su empeño, asiduidad, carácter, devoción e interés en querer participar
activa y responsablemente del grupo. Estas palabras de Nilson nos lleva a la idea de que el trabajo
mediúmnico es para personas integradas en la vida del Centro Espírita.
Debemos entender la integración como una realización permanente, un esfuerzo continua-
do de vivencia del ideal y de convivencia fraterna. Es preciso descubrir el placer de estar juntos, de
construir solidariamente la senda de amor que el Señor nos confió, a ese estar caminando juntos
significa, sobretodo, un compromiso de trabajo con alegría.
Recordaríamos algunos programas integrantes de gran valor para nuestros equipos
mediúmnicos:
Participación en las actividades del Centro - Esa es una gran responsabilidad de los
dirigentes de reuniones que, aparte de participar, deben estimular a todo el grupo para ese objetivo.
Es de relevancia, sobre ello, los trabajos asistenciales de la Casa, pues, como dice André Luiz, los
espíritus acompañan a los trabajadores de la mediumnidad examinándoles los ejemplos.
En la opinión de Suely C. Schubert, con la cual concordamos plenamente, el grupo
mediúmnico no debe constituir un cuerpo aparte dentro de la Institución.
Conversación Edificante - Bastan los siguientes consejos de André Luiz: Es normal que,
terminada la reunión, se sientan los integrantes del grupo inclinados a entrelazar pensamien-
tos y palabras en conversaciones constructivas... Hablemos cultivando la bondad y el optimis-
mo. Es importante que la palabra no se desvíe hacia cualquier expresión negativa...
Nunca está de más esclarecer que la conversación debe hacerse fuera de la sala donde se
desarrollan los trabajos, y la salida de los participantes se dará, necesariamente, en un clima de
absoluta armonía y silencio.
Estudio - Pocas cosas integran más que el estudio. La desmotivación, generalmente toma
cuerpo cuando las personas, no teniendo ánimo para el estudio metódico de los asuntos pertinentes
a la mediumnidad, dejan de aprender, cuanto podrían, las lecciones y los resultados obtenidos en las
reuniones. Hay un aprendizaje muy rico que se adquiere en la conversación sabia, en el cambio de
experiencias, el cual, muchas veces, se deja de absorber dada la prisa de regresar al hogar o de volver
mentalmente hacia las vibraciones comunes donde habitualmente nos movemos.
Ese aprendizaje práctico obtenido a través de la reflexión, por las preguntas que hagamos
a los más experimentados, y tan importante como el estudio metódico organizado que la Institución,
o el grupo, deberá promover, el cual formará parte del trabajo, por iniciativa personal, en un esfuer-
zo autodidacto de los más valiosos.
Estudio del Evangelio en el Hogar - Las directrices para su correcta ejecución pueden
encontrarse en el libro Mies de Amor, psicografiado por Divaldo Franco, del Espíritu Juana de
Angelis, capítulo 59.
André Luiz nos habla de su necesidad, teniendo en cuenta atender a los Espíritus que
habitualmente están en nuestros hogares y los que para allí son conducidos antes o después de las
tareas de la desobsesión. El trabajador de la mediumnidad necesita mantener, en el hogar, la lámpara
de la oración permanentemente encendida.
Es una buena práctica para el grupo mediúmnico, hacer el estudio del evangelio, periódica-
mente, en la residencia de cada uno de sus miembros, mediante el sistema rotativo entre los que lo
desean. Conviene mantener, en esas ocasiones, un compromiso de sencillez, sirviendo solamente
agua fluidificada, para evitar que el evento se transforme en un acontecimiento social, con merien-
das y otros manjares, lo que inhibe, naturalmente, a los que no pueden ofrecerlos al nivel de los
demás. Reforzar, sobretodo, en esos encuentros, la inconveniencia de las comunicaciones ostensivas.
Otra cuestión a tratar, aunque por encima, es la preparación de los participantes. Habilidad
y esfuerzos se hacen necesarios para superar el cansancio natural como producto de las luchas y
preocupaciones existenciales, para asegurar la condición de recogimiento íntimo preconizado por
Kardec.
João Cléofas, Espíritu, en la obra Suave Luz en las Sombras, psicografía de Divaldo P.
Franco, nos advierte contra las trampas continuas de la insensatez, del cansancio, de la falta de
motivación, de la rutina, aparte de otros inconvenientes imaginables, para evitar que la mente ador-
mecida e indispuesta, perturbe el flujo de la corriente vibratoria del mundo espiritual hacia la Tierra
y de esta para aquel, comprometiendo el resultado de la reunión.
Hay problemas comprensibles generados por la agitación de la vida moderna, principal-
mente en los grandes centros urbanos. Del mismo modo que son raras las personas que se pueden
salvar de esas dificultades, pagándose el tributo correspondiente. La solución para el problema pasa
por una decisión seria: economizar fuerzas, no gastar energías con el estudio inútil; jamás debe uno
fatigarse por cosas y valores dispensables; meditar, cuando sea posible, buscando mentalizarse en
temas superiores, así como edificantes.
Manoel P. De Miranda nos recomienda dormir un mayor número de horas el día que ante-
cede al compromiso mediúmnico, como un preoperatorio, usando la expresión de Divaldo Franco,
que también nos enseña que la frecuencia a las reuniones doctrinarias es uno de los recursos para
superar esos impedimentos, porque el trabajador ya se va ajustando al circuito de fuerzas de la labor
mediúmnica.
Otra condición importante a considerar sería el cuidado con el ambiente, que, según la
mayoría de los autores especializados en el asunto, debería ser lo más confortable (ventilado, am-
plio, aseado, etc.). Sobretodo considerar, con André Luiz, que los trabajos de la desobsesión - y
porqué no decir de las reuniones mediúmnicas en general - requieren el ambiente del templo
espírita para desarrollarse con seguridad. Reservarlo, por tanto, exclusivamente, para tal fin y
actividades afines. No sería preciso profundizar en lo perjudicial sobre la armonía del trabajo reali-
zado por los Espíritus, muchos de ellos anticipadamente, a la utilización de ese santuario para otras
actividades incompatibles con la labor mediúmnica, en que nuestra mente pudiera, distraídamente,
perjudicar las operaciones permanentes del Equipo Espiritual o impregnar aquel espacio dedicado a
la oración y a la enfermedad espiritual con vibraciones mentales de un tenor menos digno.
Finalizando, abordaremos la cuestión de la asiduidad, que merece una atención especial de
los participantes del grupo mediúmnico, una vez que los Benefactores Espirituales, como dice André
Luiz, esperan que estemos atentos a las obligaciones que depositan en nuestras manos y en las
que no debemos fallar. La ausencia de un compañero, entre otros perjuicios, causa sospecha en el
grupo, contribuyendo para la indisciplina mental.
Asumiendo el compromiso, situémoslo en la pauta de nuestras prioridades y, a no ser por
un motivo justificable de nuestra consciencia, jamás dejemos de asistir, en el horario previsto, a la
labor del intercambio espiritual.
Dirección
Una reunión mediúmnica seria, para alcanzar sus objetivos con resultados satisfactorios,
no puede prescindir de una dirección estructurada en el siguiente perfil moral: autoridad basada en
el ejemplo, hábito de estudio y oración, ternura sin privilegios, suavidad, firmeza, sinceridad y enten-
dimiento.
Con esos requisitos, la dirección será la encargada de la credibilidad del grupo, catalizando
la confianza y la buena voluntad de todos.
A su vez, se desincumbirá, de las responsabilidades que están por debajo de su custodia,
como pueden ser: integrar el equipo y estimularlo al estudio, escoger textos de la lectura preparato-
ria y promover la reflexión y la armonización de los pensamientos, cohibiendo los comentarios que
no vengan al caso como: los comentarios pesados o molestos y la polémica, que son siempre inopor-
tunos.
Procediendo de esta forma, la dirección del plano físico estará satisfactoriamente sintoniza-
da con la dirección espiritual para ejercer el mando de la palabra en las llamadas a la cooperación
mental y sobretodo en la adoctrinación, siendo entonces cuando rescatará vidas, retirándolas de las
charcas del sufrimiento y del desespero.
Solicitará, cuando sea oportuno, instrucciones a los Mentores Espirituales y se sentirá apta
para controlar las situaciones más difíciles, experiencia que poco a poco va siendo absorbida por los
compañeros escogidos por la dirección para auxiliarlos en la adoctrinación, los cuales, así, se van
capacitando ara asumirla cuando haga falta.
Es de capital importancia el esfuerzo de analizar con el grupo el paso de los hermanos y las
adoctrinaciones ocurridas en la practica mediúmnica, después de los trabajos o en reuniones perió-
dicas de evaluación, con la intención de desarrollar la autocrítica, estimular una mentalidad de eva-
luación y crear el gusto que se percibe en las ricas enseñanzas del trabajo mediúmnico, ansiando el
crecimiento de esa labor así como de las personas que en él se integran.
Sobre la educación mediúmnica, la dirección debe concienciar a cada participante con rela-
ción al papel que desempeña.
Situemos en primer lugar al médium, que es el intérprete de los Espíritus e instrumento
utilizado para las manifestaciones ostensivas. Independientemente de eso, es el individuo que asu-
mió un compromiso significativo con la propia consciencia para crecer gradualmente en el sentido
moral-espiritual, en un esfuerzo incesante. Es fundamental que eso le pase para que la facultad no se
estanque en las telarañas de los pensamientos disgregadores de los Espíritus perjudiciales y peligro-
sos.
Por ser función portadora de peculiaridades personales, la del médium merece una atención
cuidadosa y eficiente. Como es perfectamente comprensible, las diversas fases del afloramiento,
como son el desarrollo y perfeccionamiento de la facultad mediúmnica, las cuales requieren apoyo,
estímulo, comprensión y una orientación segura de la dirección de la reunión. No es poco el número
de médiums perjudicados por no contar con el apoyo de compañeros experimentados y realmente
investidos de autoridad espiritual para las tareas de dirección, teniendo que aprender a duras penas
con los propios intentos de conducir el proceso de la educación mediúmnica.
En ese interinato, dependiendo de la personalidad del médium, surgen las reacciones psico-
lógicas en la faceta de las dudas sobre la autenticidad de las comunicaciones dadas a través de él,
inhibición ocasionada por conflictos íntimos que impiden el desdoblamiento de la facultad y sobre-
todo el aumento de la sensibilidad nerviosa, provocando exacerbaciones exteriorización de las co-
municaciones, y, en la convivencia social, volviéndolo una persona retraída, desconfiada y llena de
ofensas. Cada uno de esos episodios que surgen en la vida del médium, le suscita esfuerzos para
superarlos, naturalmente con el auxilio eficiente de la dirección. La duda será vencida cuando el
médium conquiste el autoconocimiento, la comprensión de la faja de pensamiento que le es propicia
para distinguirla de la que le es proyectada por los comunicantes.
Naturalmente que la dificultad en dar las comunicaciones - producto de la superposición de
sus pensamientos con los de los Espíritus - va siendo substituida por una facilidad natural que
representa la conquista del propio automatismo mediúmnico y el desvanecimiento del animismo de
su personalidad en desaliño.
Sobre la inhibición, es atenuada y superada con rapidez cuando se trabaja con un grupo con
afinidad y con una dirección fraterna e interesada, y lo mismo acontece con los desajustes nerviosos
que se acaban rápidamente, no pasando de impedimentos iniciales, fruto de la inexperiencia.
Si el fantasma del animismo se demora en la presencia de contenidos emocionales traumáticos
del pasado, promoviendo la aparición de obstáculos a la educación de la mediumnidad, esos preci-
san ser aleccionados con explicaciones lúcidas por parte de la dirección, a fin de quitar el obstáculo
del camino a ser sembrado por el médium en su proceso de perfeccionamiento mediúmnico.
Por fin, una dirección equilibrada, sensata, experimentada y segura de los aspectos teóricos
y prácticos de la mediumnidad sabrá distinguir con claridad y orientar al médium en las situaciones
complicadas, evitando la crítica sin tacto psicológico, generadora de serios bloqueos en la
instrumentalidad mediúmnica.
Es de fundamental importancia la función del adoctrinador, el terapeuta del esclarecimien-
to y de la consolación, persona que atiende a los Espíritus que se comunican. El primer paso de la
dirección debe ser, esclarecer que esta función requiere la conquista de atributos directamente rela-
cionados con los valores espirituales de la paciencia, sensibilidad amorosa, tacto psicológico, ener-
gía moral, vigilancia, humildad, no tener temor y prudencia.
Instruirlo a practicar la adoctrinación dentro de la forma coloquial sin exceso de informa-
ciones, manteniendo, el trabajador que a ella se dedica, un compromiso de personal de perfecciona-
miento moral a través de la autoiluminación, desarrollando prioritariamente las cualidades afectivas,
a fin de sintonizar con facilidad, en el desempeño de la función, el campo de la inspiración e intuición
procedentes de los Instructores Espirituales.
El asistente participante es el auxiliar del trabajo, el suministrador de energías vitales y
pensamientos elevados, el que, mejor dicho, es obligación de todos los componentes del equipo
mediúmnico. No es raro, que entre los asistentes, se revelen preciosas mediumnidades a cultivar, sea
para el ejercicio de la psicofonía, psicografía, videncia o, entonces, para la tarea de la adoctrinación.
La dirección debe mantener una relación personal con ese tipo de participante, pasándole la
orientación necesaria, inclusive en la cuestión del comportamiento mental durante la reunión, para
que él sea siempre una pieza actuante y útil. Tratará de, en las ocasiones propicias, darle el estímulo
y la exhortación para que la indolencia de la rutina no lo envuelva en un proceso de saturación.
Con esas directrices se notará el reflejo práctico de la educación mediúmnica en los resul-
tados de las reuniones, cuando sean hechos con los siguientes registros: pasividad con buena filtra-
ción, un tono de voz moderado y con un contenido definido y correcto; adoctrinaciones conformes
con el móvil de la comunicación; las terapias de socorro a los desencarnados, siendo aplicadas con
conocimiento de causa, ayudando, a través de las técnicas específicas, a las entidades sufrientes a
salir de los abismos de la ignorancia y del desespero, muchas de ellas volviendo para agradecérnoslo;
y, finalmente, la sustentación del tono vibratorio de la reunión, hecho por el equipo auxiliar de forma
efectiva y saludable, para permitir una buena productividad en el número, en la calidad y en el ritmo
de las comunicaciones.
Evaluación
2ª PARTE
PATRONES DE CALIDAD
PARA LAS REUNIONES MEDIUMNICAS
Preámbulo explicativo
El material que insertamos en la Obra, a partir de esta edición, con el título Patrones de
Calidad, tuvo origen en el VIII Congreso Espírita de Bahía, en noviembre de 1993.
Cabiéndonos en aquel evento la coordinación de las actividades relacionadas con el Area
Mediúmnica, elaboramos un documento-base conteniendo veinte proposiciones que después de pre-
sentadas al público allí presente, se recomendó fuese ampliamente discutido y analizado en los
Centros Espíritas.
Nuestra intención era atraer ideas a fin de que la temática, una vez perfeccionada y conso-
lidada a través del esfuerzo colectivo, tuviese la fuerza de un compromiso. No esperamos, todavía,
la espontaneidad del Movimiento Espírita; salimos al campo realizando encuentros, seminarios,
escuchando a los compañeros, recogiendo opiniones y experiencias.
Transcurrida esa fase, juzgamos que había llegado el momento de poner en letra de impren-
ta los Patrones de Calidad, ahora enriquecidos por otras valiosas contribuciones. Aquellas veinte
proposiciones iniciales fueron ampliadas a veintidós, y para cada una de ellas hicimos un comenta-
rio, a guisa de fundamento doctrinario, evocando, naturalmente a las obras de la Codificación y
otras de subido valor, sin dejar de considerar tantas que no citamos para no hacer muy repetitivo el
trabajo.
No son novedades lo que se propone, sino una reflexión sintética y sistemática para ayudar
a los interesados y practicantes en la visualización de puntos esenciales.
Es nuestro objetivo (y creemos como tarea urgente) que nos empeñemos por aproximar al
máximo, la belleza y coherencia de la Doctrina Espírita, de su práctica, especialmente en lo concer-
niente a las experiencias mediúmnicas, para que sea un reflejo de la otra y viceversa, lo que, infeliz-
mente, no haya ocurrido en gran número de casos.
Son llegados los tiempos de la difusión más ampliada de la mediumnidad. Muchos son
llamados a su ejercicio, hacia los compromisos asumidos por la fuerza del proceso evolutivo huma-
no que avanza, quitando la venda a la criatura aturdida de los días actuales como inmensas posibili-
dades del espíritu inmortal. Nuevas generaciones golpean las puertas del Centro Espírita en busca de
educación para la mediumnidad de la que se sienten portadores. Tenemos que estar preparados.
Nuestras escuelas de fe necesitan adecuarse para que el pensamiento de Jesús a través de los Espí-
ritus Superiores, puedan continuar llegando hasta nosotros en condiciones adecuadas a la construc-
ción de una enseñanza de calidad superior.
Selección y privación
En el ítem 330 del Libro de los Médiums, Allan Kardec llama la atención en que no sólo
la calidad de los médiums determina la calidad de la reunión, aclarando que las influencias de todos
los asistentes repercuten en ella, conforme estudió anteriormente, cuando trató de la influencia del
medio.
No sería, por tanto, de extrañar su empeño, en la composición de los Estatutos de la Socie-
dad Parisiense de Estudios Espíritas, sobre dotarla de normas seguras y capaces de proteger sus
reuniones experimentales contra la infiltración de elementos desinformados, curiosos o antagónicos,
conforme se nota en los artículos 3º, 4º y 17º, éste último llegando a prohibir las sesiones mediúmnicas
públicas.
Al contemplar la posibilidad de oyentes, el referido Estatuto establece, en el artículo 22,
que esos serían aceptados solamente, cuando simpatizasen con los trabajos de la Sociedad y ya
estuviesen suficientemente iniciados en la ciencia espírita para comprenderlos.
Los criterios de Allan Kardec pueden ser percibidos mejor en la práctica, a través de los
diálogos que simula en Qué es el Espiritismo. En el primero, él enfrenta un crítico sistemático, de
mala voluntad, empeñado en más no poder en intentar obtener permiso para asistir a algunas reunio-
nes. Obviamente que el Codificador no se dobla, negando aquello que sería una concesión indebida,
para al final, exponer su tesis, resumida en la siguiente recomendación: - Instrúyase primero por la
teoría.
En el segundo dialogo, Allan Kardec se enfrenta con un escéptico, desinformado, aunque
portador de honestas dudas y objeciones para las cuales buscaba respuestas convincentes. De salida,
el Codificador le advierte de que no tenía pretensión de poder responder a todas las preguntas - lo
que además sería imposible en el espacio de una entrevista - poniéndose a disposición para los
esclarecimientos a su alcance.
Salta a los ojos la profunda diferencia de rasgos psicológicos entre los dos interlocutores
de Allan Kardec. El primero - el crítico- es lo que el Codificador llama de incrédulo por sistema,
materialista de mala voluntad y por intereses escondidos; no estando maduro para la enseñanza
espiritual. El segundo - el escéptico- es el incrédulo por ignorancia que sólo necesita que le quiten la
venda de los ojos. Su carácter lo habilita para la enseñanza. Tanto es así que Allan Kardec lo acoge
con interés de hermano y maestro. El diálogo empieza ameno y termina con una persona convencida
y entusiasmada aunque no convencida. Mantiene, igualmente, el profesor Rivail, su tesis sustentan-
do la necesidad de preparación. Señalándole, todavía, la posibilidad, como premio, de llegar a ser un
oyente (no necesariamente de inmediato) proponiéndole el estudio de la Doctrina que, en verdad,
allí mismo inicia con las 37 preguntas básicas de la Doctrina Espírita de que se compone la entrevis-
ta. Es en ese dialogo que está tan repetida la expresión del maestro lionés: Las comunicaciones de
ultratumba están rodeadas de muchas dificultades, al contrario de cómo generalmente se
cree: no están exentas de inconvenientes y peligros para los que no tienen la necesaria expe-
riencia. Ocurre lo mismo que aquel que se pone a manipular productos químicos, sin conocer
la química: corre el riesgo de quemarse los dedos...
El pensamiento de Allan Kardec en El Método (El Libro de los Médiums), 1ª Parte, cap.
III) encierra lo siguiente:
El mejor método de enseñanza espírita consiste en dirigirse antes a la razón que a los
ojos...
Los que creen antes de haber visto, tan solo porque leyeron y comprendieron, a parte
de tener conceptos superficiales, son, los que más reflexionan.
La inteligencia previa de los hechos no solo sitúa (a las personas) en condiciones de
percibir todas las anomalías, sino, también, de aprender un sinnúmero de particularidades,
de matices, a veces muy delicados, que escapan al observador ignorante. Tales son motivos
que nos fuerzan a no admitir, en nuestras sesiones experimentales, sino a quien posea suficien-
tes nociones preparatorias para comprender...
Comulgan con el pensamiento del Codificador, León Denis (En lo Invisible, Primera Par-
te, cap. IX), Manoel Philomeno de Miranda, (En las Fronteras de la Locura, cap. 16) y la totalidad
de los Espíritus nobles vinculados a la divulgación espírita en nuestra tierra, a parte de la mayoría de
los experimentadores encarnados comprometidos con el ideal de la Doctrina Espírita.
Esos criterios se aplican al ejercicio mediúmnico de responsabilidad de grupo y solidaria.
Naturalmente que, médiums los hay, y siempre los hubo, comprometidos por fuerza de un programa
reencarnatorio a trabajar la mediumnidad dentro de un enfoque de mayor libertad, para fines exclu-
sivos de probar la supervivencia, justificando, una actuación más de cara al público.
La base doctrinaria para este ítem, pasa por una argumentación semejante al del ítem ante-
rior, comenzando por la influencia del medio como ya fue dicho, pues la condición mental y el nivel
de los participantes encarnados, determinan la calidad del asesoramiento espiritual de la reunión, así
como las posibilidades de realización del grupo.
La exigencia de un conocimiento doctrinario básico, elimina una buena parte de los riesgos
de frustración resultante de una selección mal conducida, pues cuando se reúnen personas que se
disponen al aprendizaje para ponerse a la altura de la tarea, es señal de que esos candidatos ya
demuestran un cierto valor moral que, desde ese punto de vista, los acreditan.
Alineamos otros factores de orden intimo y comportamental - interés, devoción, etc. - que
se reflejan de otro modo en la base psicológica del candidato. No son intentos de medir el nivel
evolutivo de las personas, lo que sería del todo imposible y una pretensión vanidosa y descabellada,
sino un esfuerzo en el sentido de evitar que elementos inhabilitados por una postura excesivamente
teórica y descomprometida, tomen el lugar de aquellos que se esfuerzan por construirse en el traba-
jo, desarrollando la amistad y la convivencia, que son factores indispensables para un trabajo
mediúmnico de calidad.
Tratándose de un Centro Espírita donde las tareas de la solidaridad humana ya estén im-
plantadas y en funcionamiento, es del grupo que las desarrolla y del rol de las personas que trabajan
indirectamente para que las cosas acontezcan, que deben surgir los candidatos. En la hipótesis de un
grupo en formación, conviene no empezar por las experiencias mediúmnicas organizadas, sino con
ensayos de servicios fraternos, como oficinas de adiestramiento que definan la afinidad y que
seleccionadoras naturales de elementos útiles. Nuestra tesis es: trabajo mediúmnico es para perso-
nas integradas en las actividades del Centro Espírita.
Cuando un grupo surge en torno de la mediumnidad de alguien, formándose con las perso-
nas atraídas por aquel foco y con los elementos que se habilitan a dar apoyo a aquel médium, es
conveniente que el grupo no se aísle sino que procure apoyarse en la orientación de otros más
experimentados a través de pequeñas observaciones. Cuando un grupo posee valor moral, o lo
adquiere, y sus miembros se ligan por la fuerza de un compromiso serio, a través del propio canal
mediúmnico que le dio origen, vierten orientaciones valiosas, señalando caminos de trabajo, rutas de
estudio capaces de ir encaminando aquel experimento de mediumnidad natural hacia una tarea bien
organizada.
De la cuestión que estamos tratando - la conveniencia de requisitos previos etico-morales
para las reuniones mediúmnicas- puede surgir la siguiente pregunta, a parte de ser honesta: «¿No es
la reunión mediúmnica una fuente de instrucción, una actividad formadora, por qué exigir de sus
candidatos, previamente, aquello que ella se propone ofrecer?».
Esta delicada cuestión se resuelve con el pensamiento de Allan Kardec: Todos tienen dere-
cho a ser candidatos para la enseñanza espiritual sino constituyen oposición, consciente o incons-
cientemente, voluntaria o involuntariamente. El incrédulo sistemático, el materialista gozador, por
las emisiones perturbadoras que llevan, no pueden participar directamente de las reuniones
mediúmnicas pues si consideramos tales reuniones como el «útero» de nuestras experiencias reden-
toras, aquellos serían hijos enloquecidos a decretar la muerte de sus propias «madres». Es el otro
«útero» que necesitan educar: - el seno más amplio del planeta donde las humanidades chocan entre
sí, hasta despedirse de sus ilusiones, bajo los escudos de las decepciones y sufrimientos generados
por ellos mismos.
Aquel que es incrédulo por ignorancia y que tiene buena voluntad para aprender, puede y
debe ser candidato a la enseñanza espiritual desde que cumpla el programa preparatorio que se hace
necesario y conquiste sus espacios por la respetabilidad y dedicación, aguardando con paciencia, su
oportunidad.
Agrupamos todavía salud y equilibrio emocional como requisitos previos. Manoel Philomeno
de Miranda, hace referencia a esos ítems en la Cadenas Rotas, afirmando textualmente que sola-
mente aquellos que se encuentran con la salud equilibrada están capacitados para el trabajo
en equipo, añadiendo: personas nerviosas, versátiles, susceptibles, están carentes de auxilio y
no están habilitadas para más altas realizaciones, las cuales exigen recogimiento, paciencia,
afectividad, clima de oración en esfera de lucidez mental.
No se trata de una exigencia discriminatoria porque la enfermedad es transitoria, por cons-
tituir una verdadera síntesis resultante de todo lo que ya dijimos sobre amistad, confianza y otros
factores integrantes, adquiridos a través de la convivencia en el Centro Espírita y que, no es raro, se
remontaran a otras vidas o a compromisos adquiridos en el Plano Espiritual. Simpatía, afinidad,
cuando son profundas, no son adquisiciones rápidas.
Jamás podríamos decir que todas las personas que se agrupan alrededor de una mesa
mediúmnica estén cumpliendo compromisos asumidos conjuntamente antes de la actual encarna-
ción, pero en algunos casos, sí. Y decimos más: sería muy bueno que así fuera con relación al mayor
número posible de colaboradores, principalmente aquellos bajo cuyos hombros pesen mayores res-
ponsabilidades.
Un Centro Espírita es una gran sintonía. Es comprensible que otras sintonías menores se
construyan en ese ambiente consagrado al estudio, a la caridad y a la oración desde que todas las
personas se integren en el conjunto. Cuando existen diversos grupos mediúmnicos en un mismo
Centro, es comprensible se intente agrupar a personas con trazos psicológicos parecidos y con más
estrechos lazos de amistad desde que no se aíslen o abandonen la rivalidad por una integración cada
vez mayor en el sentido colectivo.
Herminio de Miranda hace algunas consideraciones muy oportunas (Diálogo con las Som-
bras, cap. El Grupo): Hablando de sintonía, él llega a afirmar que la discordancia acentuada - no
necesariamente en asuntos vinculados a la tarea espírita- puede confundir sensiblemente los resulta-
dos de los trabajos de intercambio espiritual. Es claro que no se pretende jamás juntar a personas
que piensen de forma idéntica, robotizada, sin opiniones propias, sino que, por lo menos, no se
coloquen en los extremos de apasionamientos irracionales.
Dice todavía, Herminio de Miranda, «es mejor rechazar al inicio a un participante so-
bre el cual tengamos algunas dudas más serias, que vernos obligados después a decirle que
infelizmente tiene que dejar el grupo por no estar adaptado a las condiciones exigidas por el
trabajo». Finalmente concluye diciendo: Es por eso que se recomienda una larga meditación antes
de decidir sobre la composición humana del grupo - él está refiriéndose a la formación de grupo
inicial- para no invitar sino a aquellos de entre los cuales podamos contar con un mínimo de com-
prensión y afinidad con los demás.
Tratándose de la formación de un grupo principiante, es natural que alguien, sintiendo lleno
de ideal, formule a otro la invitación para integrarlo. Sin embargo, tratándose de grupos ya forma-
dos, de Centros Espíritas ya estructurados, sugerimos que no hayan invitaciones, sino esperar soli-
citudes de aquellos que se sienten realmente interesados en participar de la tarea mediúmnica.
La harmonía está aquí colocada como conquista a ser alcanzada por el grupo, un proceso
donde la realización de cada individuo se intercambie con la de los demás, estableciendo un efecto
sinérgico en que el resultado es mayor que la suma de las dos partes. Manoel Philomeno de Miranda
afirma que harmonía de conjunto se consigue por el ejercicio de la cordialidad entre los diver-
sos miembros que se conocen y se ayudan cotidianamente (Cadenas Rotas). Una propuesta de
ese porte, donde la relación no se acaba en el contenido e interés de la propia reunión, avanzando
para otras áreas, como sugiere el Benefactor, necesita del soporte de la amistad fraternal desintere-
sada y una comprensión capaz de acoger a todos en cambios de calidad superior, que irán a estable-
cer las bases vibratorias para el propio trabajo mediúmnico, fomentando la confianza y la estima.
Por esta razón, Allan Kardec puso como base psicológica para la reunión mediúmnica la
idea de una familia por ser la familia una oficina donde se construye la amistad. Y la característica de
la amistad es el compartir, ser feliz con la felicidad del otro. En esa propuesta no hay lugar para la
competición, a no ser la saludable y natural emulación del Bien que se inspira en los buenos ejemplos
para apalancar el crecimiento del ser, porque esa es una de las finalidades de la vida social.
Siendo así, jamás se podría realizar trabajos mediúmnicos con calidad, cuando los miem-
bros del grupo se pierden en los laberintos de la envidia y de las desconfianzas.
Allan Kardec concibió las reuniones como permanentes fuentes de estudio, incitando a los
médiums a liberarse de toda presunción de infalibilidad (El Libro de los Médiums, ítem 329).
No hay, por tanto, fin para el perfeccionamiento mediúmnico, que avanzará hasta el infini-
to. Deberemos entender falibilidad e infalibilidad no necesariamente como mistificación, error, sino
como precisión-imprecisión, consumación-no consumación. ¿Quién de nosotros, en sana conscien-
cia, se considera completo?. La meta es huir del estancamiento, aceptar nuevos desafíos y avanzar.
Llegado a ese punto, cabe el siguiente comentario: El adiestramiento mediúmnico debe ser
permanentemente vivido bajo el tamiz de la observación rigurosa con vistas a ese tan anhelado
perfeccionamiento.
El Espíritu Manoel Vianna de Carvalho, a través de la psicografía de Divaldo Franco, en el
libro Médiums y Mediumnidades, capítulo 15, afirma: El médium debe ser servidor de la Vida,
a beneficio de todas las vidas. Debe cambiar su propia lucha en un autoperfeccionamiento,
observando las llagas y estudiando las deficiencias, a fin de crecer más en al escala de valores
morales, para poder sintonizar con las entidades veneradas, no de las que se harán famosas en
el mundo, sino que construirán como bases la felicidad para el cultivo de la tierra de los
corazones en la ejecución del bien.
Esta propuesta sólo se sustentará en el servicio por el próximo, lejos, por tanto, del interés
personalista.
El Evangelio en el hogar es, antes que nada, una medida profiláctica para el trabajador
mediúmnico. Por esa vía se establece un circuito de fuerzas entre el hogar y el Centro Espírita,
facilitando el socorro a las Entidades sufrientes y equivocadas, atraídas al psiquismo de cada uno
por compromisos de variada orden, y que permanecen en los hogares mientras se regularizan sus
vidas.
Independientemente de ese aspecto higiénico y práctico, tenemos que considerar el aspec-
to iluminativo y pacificador que el culto en el hogar proporciona, llevando esclarecimientos y con-
suelo a nuestras familias necesitadas de Jesús y de sus lecciones. Es como afirma la benefactora
espiritual, Juana de Angelis: Cuando la familia ora, Jesús se detiene en casa. Cuando los corazo-
nes se unen en los lazos de la fe, el equilibrio oferta bendiciones de consuelo y la salud derrama
vino de paz para todos. (Mies de Amor, cap. 59).
La Casa tiene sus bases en el tiempo; la Causa se proyecta en una dimensión fuera del
tiempo. La Casa tiene formas; la Causa es esencia. La primera es del hombre, la segunda es de Dios.
La Casa es fenómeno, la Causa es Doctrina.
La campo de la acción mediúmnica jamás dejará de atender a sus deberes relacionados a los
trabajos para los cuales se comprometió en la Casa que le abrigó, pero vivificará un ideal de unifica-
ción, aproximándose a otras Casas, participando de eventos, confraternizando, intercambiando ex-
periencias que contribuyen para la ciencia del Espíritu inmortal.
No hay peligro alguno para la Casa contar con trabajadores concienciados sobre la Causa,
pues cuanto más se percibe de la grandeza de la Causa, más se proyecta en el amor y en el trabajo de
la Casa para que ésta sea el reflejo de aquella.
Preparación y ambiente
En el ítem 333 del Libro de los Médiums, Allan Kardec afirma: Cuando las reuniones se
efectúan en días y horas ciertas, ellos (los Espíritus frecuentadores habituales) se preparan anti-
cipadamente a comparecer y es raro que falten.
Todavía, en ese mismo ítem, el Codificador aduce: Pero nada es más pernicioso para las
buenas comunicaciones, que llamarles a todas horas o cuando se apodera de nosotros la fan-
tasía, y sobre todo, sin motivo serio alguno. Como no están obligados a someterse a nuestros
caprichos, podría ocurrir muy posiblemente que no quisieran molestarse en venir, y entonces
es cuando, sobre todo, otros espíritus pueden tomar sus puestos y sus nombres.
Como que las leyes que rigen las relaciones entre los Espíritus y los hombres son flexibles,
el Codificador tuvo el cuidado de no dogmatizar, estableciendo la excepción y el criterio que la
determinaría al afirmar que los Espíritus comprometidos con las reuniones pueden a ellas compare-
cer en diferentes ocasiones a las habituales y presentarse de buena voluntad, si es útil la finalidad de
las mismas. Entonces, la justificación para la rotura del principio de la regularidad es la utilidad.
Pero, ¿cómo saber si un determinado fin idealizado por la lógica de nuestro pensamiento
humano, falible, corresponde al pensamiento de nuestros dirigentes espirituales para justificar una
reunión extra?. Guiémonos por la siguiente pregunta: ¿El fin anhelado por la reunión extra pretendi-
da, puede o no, ser alcanzado en las reuniones regulares del Centro?. Puede ser, los Espíritus no
atenderán convocatorias fuera de tiempo.
Sin establecer critica alguna al Movimiento Espírita, conviene que reflexionemos sobre la
validez de ciertos procedimientos que van tomando cuerpo y que demuestran el desconocimiento
del hecho de que los Espíritus no están a nuestra disposición para cualquier llamada. Hoy, se marcan
reuniones mediúmnicas para todo: se promueve un evento (simposium, semana espírita, encuentro
de trabajadores) y ya se marca una reunión desobsesiva para «recibir» a los obsesores destinados a
impedir las actividades programadas; se pone la piedra fundamental de la nueva sede de un Centro
y se procede del mismo modo; deseándose atender a alguien de un modo especial y exclusivo y
llamándose a los guías...
Son a esas reuniones las que llamamos de experimentos fuera de tiempo y de motivación
ocasional, porque son impropias y casi siempre motivadas por la superstición y por el miedo. Las
personas no se dan cuenta de que, al proceder así, están descalificando las reuniones regulares del
Centro, como si ellas no estuvieran a la altura de suplir sus necesidades.
Otro hábito que compromete más el resultado de esas reuniones es su realización con
personas de variadas procedencias, muchas veces desconocidas unas de las otras o de conocimiento
superficial, sin tenerse en consideración la selección de los participantes, con repercusión perjudicial
para la sintonía vibratoria y la afinidad.
No es que las reuniones extras, de carácter especial, no puedan o deban ser realizadas, pues
los propios Espíritus las aconsejan, cuando sean realmente necesarias. André Luiz, por ejemplo, las
recomienda y admite (Desobsesión, cap. 67) sin embargo en ambiente íntimo, como extensión del
propio trabajo regular, para atender necesidades específicas detectadas por el equipo encarnado o
por los Instructores Espirituales. La tendencia natural es realizarlas con un grupo más reducido que
el habitual y muy raramente.
Sin la intención de hacer paralelismos, recordamos la inestimable reunión mediúmnica del
Monte Tabor donde el Maestro Jesús se transfiguró en luz y conversó con Moisés y Elías,
desencarnados, en un momento grave para los destinos humanos de la Tierra, en ella sólo estaban
presentes Juan, Pedro y Santiago; los demás discípulos aguardaban en la llanura, abajo, para que el
Excelente Hijo de Dios, lleno, por el encuentro con el Pensamiento Divino, (acompañado de los
testimonios que eligió) hasta ellos descendiera para dar continuidad a la misión planificada entre los
hombres.
Lejos está el momento evolutivo en que nos identificaremos tan íntimamente con el espíritu
del Evangelio al punto de, cuando estamos juntos, formamos grandes familias aptas para las conver-
saciones directas con los Buenos Espíritus.
Es verdad que el Espiritismo vino a difundir ampliamente la mediumnidad noble y popula-
rizarla, liberándola del carácter esotérico con que era examinada en el pasado, para que nadie se
sienta huérfano de la enseñanza espiritual, también es verdadero que no podemos exponer a un
medio inadecuado, bajo pena de apagar su luz por culpa de la precipitación.
13 - Cantidad de participantes limitada, compatible con
la naturaleza específica de la reunión y capacidad de
armonización del equipo.
Allan Kardec no establece un límite absoluto para el número de personas, pero advierte
sobre los perjuicios causados por la cantidad excesiva de participantes (El Libro de los Médiums,
ítem 332). Naturalmente, cuanto mayor es el número, tanto más difícil la homogeneidad de pensa-
mientos.
Otros aspectos tienen que ser considerados al establecerse ese límite, entre los cuales resal-
tan el espacio físico disponible y la cantidad de médiums ostensivos. En grupos con muchos partici-
pantes, la posibilidad de surgir un número apreciable de médiums es mayor y como la buena orden
del trabajo impone un límite a las psicofonías simultáneas, algunos de esos medianeros quedarían en
silencio e impedidos de actuar.
André Luiz sugiere que antes de llegar a ese punto, el grupo se divida, dando origen a uno
nuevo (Desobsesión, cap. 73), el cual sería conducido, de inicio, bajo la orientación del grupo
original, heredando naturalmente las cualidades. Esta providencia dependerá obviamente de dispo-
ner de una dirección capaz para el nuevo equipo sin el que ese pecaría por falta de base y de
representatividad; en esos casos, es preferible no crearlos, porque el compromiso en mediumnidad
es con la calidad y no con la calidad pura y simplemente.
Algunos autores propusieron número para definir la cantidad de participantes de equipos
mediúmnicos. Debemos considerarlos como experiencias personales, jamás como normas absolu-
tas.
André Luiz, por ejemplo, propone el numero de 14 personas para un equipo patrón espe-
cializado en desobsesión (Desobsesión, cap. 20). Allan Kardec sugiere (naturalmente para las nece-
sidades de su época o equivalentes) grupos de 15 a 20 miembros (El Libro de los Médiums, ítem
335); León Denis propone equipos de 4 a 8 personas (En lo Invisible, 1ª Parte, cap. X); y Herminio
de Miranda afirma que el grupo puede ser constituido y funcionar bien hasta con dos personas, pues,
según la palabra de Cristo, bastará que dos o más se reúnan, en su nombre, para que Él ahí esté
(Diálogos con las Sombras, cap. I, El Grupo).
Nuestra propuesta va en el sentido que no se fijen números, sino que se formen equipos
adecuados y conscientes para el proyecto específico de la reunión para el cual el grupo sea convoca-
do. Que se tenga en cuenta, sobretodo, los compromisos asumidos, los cuales se irán delineando con
el tiempo.
André Luiz, propone como uno de los requisitos previos para el participante de una re-
unión mediúmnica de desobsesión: Estar en un solo grupo, evitándose las inconveniencias del
compromiso de desobsesión en varios equipos al mismo tiempo. (Desobsesión, cap. 25).
¿Cuáles serían esos inconvenientes imaginados por el Instructor Espiritual, de la persona
ejerciendo la mediumnidad en más de un equipo?. Nos permitimos poner algunos, ya que el Espíritu
no lo hizo, tal vez por juzgarlos obvios o fáciles de ser percibidos en un análisis.
Las primeras razones son de orden higiénico, del punto de vista de la salud, ya que el
médium debe preservarse de los excesos. Estamos de acuerdo que hay personas disponibles y salu-
dables, capaces de ejercer más de un compromiso mediúmnico regular por semana. Que lo haga, sin
embargo en el mismo Centro y, preferentemente, bajo la misma dirección, para que se eviten los
conflictos de orientación.
Este nos parece el punto fundamental que desaconseja el ejercicio mediúmnico en Centros
diferentes: las orientaciones particulares y los perjuicios resultantes de los mismos para el desarrollo
del médium y para la consolidación del Movimiento Espírita.
Pregunta: ¿La Doctrina Espírita no es única y sus postulados prácticos no son los mismos?
Respuesta: Lejos estamos todavía de esa concepción de entendimiento amplio, de cons-
trucción de una unidad mayor. Ya que todavía necesitamos de nuestras experiencias particulares en
el grupo afín, del corporativismo (porque no declararlo) de nuestras «escuelas», hasta que la fuerza
del progreso nos coloque en un escalón superior.
Los perjuicios para el médium, resultantes de esa doble vinculación - al igual que el parti-
cipante que ejerza otra función en el trabajo mediúmnico - son obvios, al recibir aquí una orientación
y allí otra, a veces, conflictiva.
Los perjuicios para el Movimiento Espírita también existen y son mucho más dañinos a
partir del momento en que esos participantes vengan a convertirse en blancos y vehículos para
disputas de competencias entre dirigentes mediúmnicos.
Nos explicamos: Imaginemos una de esas personas - médium, adoctrinador o asistente-
participante - interesado honestamente en su aprendizaje, informando a su dirigente en estos térmi-
nos: - «En la reunión de la que formo parte en el Centro tal, la propuesta es otra, diferente de aquí,
la postura mediúmnica recomendada es esa o aquella, las evaluaciones son de esa o de aquella
forma». Lo que, el dirigente abordado, también honestamente, podrá responder: -»Nuestro trabajo
se basa en ese o aquel fundamento teórico; nuestra práctica está orientada por los Instructores
Espirituales del Centro y naturalmente, usted debe optar, si es conducido aquí de la forma que le
estoy orientando». Es a base de la disensión lanzada por el rastrillo de pólvora de los comentarios
que puedan ser dirigidos con las deformidades oriundas de nuestra comunicación, tan deficiente
como frágil, por la inestabilidad de nuestra personalidad que viene siendo rectificada lentamente por
las enseñanzas evangélicas.
En los Congresos, Encuentros y Seminarios, las experiencias son intercambiadas, los resul-
tados obtenidos por los Centros Espíritas son analizados y el Movimiento avanza por que en la
medida del crecimiento de nuestra consciencia espírita, las cosas obsoletas e inconscientes van sien-
do descartadas.
Otro aspecto del problema que desaconseja ese ejercicio mediúmnico sin compromiso y
ambulante es la necesidad de que el trabajador de la mediumnidad es un elemento integrado en el
Centro, participante de sus actividades, y no solo un frecuentador de trabajos experimentales. Es
mucho más difícil para él cumplir con tal fin, cuando se divide en trabajos mediúmnicos de dos o más
Casas, porque por regla, le falta tiempo y motivación para dar de si en las tareas de otro Centro
aparte del suyo.
15 - Cada miembro del equipo, sabedor de su función y
de todas las demás inherentes a los trabajos mediúmnicos,
no aconsejando improvisaciones o duplicidad de funcio-
nes.
En Cadenas Rotas, Manoel Philomeno de Miranda, propone que los encargados de dialo-
gar con los Espíritus estén dotados de lucidez para ofrecer un campo mental armonizado a fin de
facilitar la comunicación con los Instructores desencarnados y de ese modo cooperar con la pauta
del programa, evitando la discusión infructífera, controversia irrelevante, debate dispensable
o información precipitada y maléfica al atormentado que ignora el trance grave de que es
víctima.
Ante ese camino trazado por el Benefactor, desdoblamos algunas observaciones, fruto de
la experiencia y de otras enseñanzas recibidas de los Amigos Espirituales, los cuales presentamos, a
seguir:
El diálogo con los Espíritus sufrientes debe estar conducido en un tono de voz natural, de
forma coloquial, sin la preocupación de hacerse oír por todos los componentes del grupo. Nunca
olvidar, el adoctrinador, que está conversando con un individuo que sin tener un cuerpo físico,
conserva reacciones psicológicas similares a las de aquellos que todavía están encarnados, necesi-
tando, en aquel instante, de atención especial. Es cuando se debe transmitirle comprensión y opti-
mismo para la superación de sus dificultades en la transición de la sepultura.
Se debe, por tanto, pronunciar las palabras con profunda delicadeza para el desarrollo
vibracional, no olvidándose de la austeridad, sin el autoritarismo radical, en las ocasiones de
atendimiento a los Espíritus malévolos e impertinentes de la Erraticidad. Evitar las adoctrinaciones
discursivas y, sobretodo, no hacer críticas ostensivas o veladas por el estado de sufrimiento presen-
tado por la Entidad comunicante que está siendo atendida.
Actuar más con el sentimiento de bondad que con palabras excesivas. Dejar al Espíritu
hablar para identificar la causa oculta del problema, antes de tomar el pulso de la comunicación para
ayudarlo correctamente. No preocuparse en identificar quien es la personalidad sufridora que se
comunica, pues el trabajo de intercambio espiritual tiene por base la caridad anónima. No es necesa-
rio explicar la razón del sufrimiento actual, antes de aminorar sus dolores, recordándole el compor-
tamiento incorrecto durante la existencia carnal, porque esto tiene el efecto semejante a un ácido
quemando las fibras íntimas del ser sufridor.
Cuantas menos informaciones sean dadas, mejor, inclusive sin utilizar sistemáticamente la
terminología espírita, ni tampoco insistiendo en la sugestión para que el comunicante adopte la
postura de oración, pues quien está viviendo sensaciones desesperadas no tiene la misma condición
de atender o asimilar conceptos y consejos en los que no está interesado.
El adoctrinador debe tener siempre en mente que la finalidad del fenómeno de la psicofonía,
prioritariamente, es el contacto del Espíritu sufriente con el fluido animalizado del médium para que
ocurra el llamado «choque anímico». Allan Kardec utilizó el término fluido animal, porque en la
unión periespiritual entre el comunicante y el médium, para que se procese la psicofonía, ocurre una
transferencia de elevada carga de energías animalizadas que son absorbidas por el desencarnado,
produciéndole un choque energético que promueve su despertar hacia una nueva realidad de la que
todavía no se dio cuenta.
Ello es necesario, porque, en la desencarnación, el ser inteligente lleva consigo innumera-
bles impresiones físicas y mentales que permanecen en su campo periespiritual después de la muerte
biológica. De ahí el concepto doctrinario de que morir definitivamente es tener conciencia y familia-
ridad con el mundo que pasa a habitar.
Por ello, el adoctrinador debe ser muy cauteloso en el momento de hacer la revelación, por
la condición en que se encuentra el Espíritu que está siendo atendido. Precipitar el conocimiento de
su muerte biológica puede causarle un trauma emocional, con consecuencias desagradables, tanto
para él como para el médium, que recibe las descargas psíquicas del sufriente.
Imaginemos a alguien que tuvo una muerte repentina por una crisis cardiaca, sin ningún
conocimiento de la vida espiritual, y estando en un ambulatorio médico y siendo atendido por una
persona que le dice de pronto: «Usted ya murió».
Naturalmente que la reacción inmediata es la de no creérselo; -¿Cómo puede haber ocurri-
do? ¡Yo estoy vivo y dicen que ya morí!. Si el adoctrinador persiste en la idea de convencer al
Espíritu, podrá desencadenar el miedo y luego el pánico patológico, no resultando de la revelación
nada positivo para el bienestar de la Entidad sufriente. En este particular, la función del adoctrinador
es de efecto preparatorio, dejando a cargo de los Benefactores Espirituales la elección del momento
adecuado para hacer que el desencarnado tenga conocimiento de su nueva realidad.
Con el dialogo con los Espíritus empedernidos en el mal, la técnica de la adoctrinación
también exige cuidados especiales en la forma con que debe ser practicada. Esas entidades saben el
estado en que se encuentran y actúan intencionadamente para perturbar el desarrollo de la progra-
mación previamente establecida por los Instructores Espirituales.
Una pregunta se impone inmediatamente: «¿Por qué razón permiten los Mentores Espiri-
tuales esta intromisión aparentemente inoportuna?». Simplemente, para que aprendamos las leccio-
nes sacadas de esa convivencia y, al mismo tiempo, neutralizar la influencia perjudicial de esas
Entidades sobre los encarnados. Cuando están ligados a los médiums pierden fuerza, descargando
una parte considerable de las energías que antes dirigían hacia sus víctimas.
El adoctrinador debe ser precavido, a fin de no dejarse envolver por la táctica usual de esos
Espíritus, como sea la de provocar discusión con la intención de robar el tiempo disponible para la
ayuda a los sufrientes y al mismo tiempo perturbar el ambiente mediúmnico por medio de irradiaciones
desagradables que a todos irritan, provocando un mal estar generalizado.
El trato ideal en relación con visitas de ese tipo es el de la amabilidad con austeridad,
manteniéndose la ascendencia moral, demostrando no estar atemorizado con las amenazas ostensivas
y no dejarse contaminar con la violencia del lenguaje vulgar y desafiador. Sobretodo, se debe man-
tener una confianza total en la acción de los Benefactores Espirituales. Acordarse siempre de que no
se deben utilizar argumentos falsos para hacerlos desistir de sus propósitos, sino llevarlos a una
reflexión a través de ponderaciones y advertencias honestas así como verdaderas.
En el trabajo de la adoctrinación, el encargado de esa tarea debe ser consciente de la grave
responsabilidad que asume, no tan sólo en lo que dice respecto a los desencarnados, sino también,
sobre los daños físicos, emocionales y espirituales que puede causar al médium cuando el
adoctrinamiento no es realizado de forma correcta.
Otro tipo de suceso que debe ser evitado, siempre, es que el adoctrinador toque al médium
en el transcurso de la comunicación. Este es un hábito inconveniente sobre cualquier aspecto consi-
derado, que promueve, en el médium, una irritación extremadamente desagradable, dañando, en
ciertos casos, su aparato mediúmnico y nervioso. Incluso acercarse demasiado, avalanzándose so-
bre el médium para oírlo mejor, puede provocar esas irritaciones, por invadir el campo del aura del
sensitivo en expansión en ese momento crítico de su trabajo de donación.
Bajo ningún pretexto, debe el médium estar sujetado por el adoctrinador, pues no es la
fuerza física, y sí la psíquica, que actúa efectivamente para controlar los impulsos de la entidad
comunicante, reflejado en el comportamiento del mediador.
Finalmente, el adoctrinador, después de atender al sufridor, debe transferir de inmediato su
atención hacia el médium que, para reajustarse en el vestido carnal después del estado de trance,
necesita de una transfusión de energías magnéticas a través de los pases.
Objetivos y evaluación
André Luiz, en el libro Desobsesión, capítulo 25, enumera algunos ítems considerados por
él importantes para el éxito y seguridad mediúmnica, iniciando una serie de recomendaciones con la
autocrítica.
Esa crítica de sí misma es la base para que el médium se capacite emocionalmente para
recibir la diferencia, que le es muy positiva cuando está hecha por personas desinteresadas, impar-
ciales y benevolentes.
Kardec aconseja en El Libro de los Médiums, ítem 329: Todo médium que desea since-
ramente no ser el juguete de la mentira, debe, pues, exteriorizarse en las reuniones serias y
solicitar el examen crítico de las comunicaciones como único medio de escapar al peligro de la
fascinación.
Algunas metodologías de evaluación son muy útiles y pueden ser adecuadas al sabor psico-
lógico de cada grupo, entre las cuales destacamos: los comentarios después de los trabajos, la con-
versación entre adoctrinadores y médiums, los grupos de estudio, etc., envolviendo no solo a los
médiums ostensivos, sino con todas las funciones inherentes al trabajo. Conviene recordar que,
independientemente de la evaluación técnica de nuestro desarrollo en el ámbito de la función que
ejercemos, hay una evaluación mayor que no puede ser descuidada, por ser la razón y la finalidad de
nuestro existir como espíritu eterno, cual sea la de que sabemos que estamos efectivamente realizan-
do el progreso intelecto-moral y si la reunión mediúmnica nos está ayudando en ese progreso.
Al clasificar a los buenos médiums (El Libro de los Médiums, ítem 197), Allan Kardec
caracteriza aquellos que son seguros como: Los que, aparte de la facilidad de ejecución, merecen
toda la confianza por el carácter, por la naturaleza elevada de los Espíritus que los asisten...
Es a través de la conquista del automatismo que la mediumnidad se revela después de
vencidas las etapas naturales de la inexperiencia y de la educación íntima proporcionando la pasivi-
dad equilibrada. Manoel Philomeno de Miranda, en su libro Temas de la Vida y de la Muerte,
capítulo Educación Íntima, propone que tal deseo se concretiza después de un largo periodo de
experimentación vivido con austeridad moral, disciplina, estudio y concentración.
En el capítulo XX del Libro de los Médiums se encuentra un vasto fundamento para ese
ítem.
Veamos la regla general: El Alma (del médium) ejerce sobre el Espíritu extraño, una
especie de atracción o de repulsión, según el grado de su semejanza o diferencia; así pues, los
buenos tienen afinidad con los buenos y los malos con los malos, de donde se deduce que las
cualidades morales del médium tienen una influencia capital sobre la naturaleza de los espíri-
tus que se comunican por su intermedio... (ítem 227).
Hemos de considerar también la reserva presentada por los Espíritus: Un médium imper-
fecto puede algunas veces obtener buenas cosas... si dispone de una bella facultad... a falta de
otro, en circunstancias especiales. Constituye un excelente ejercicio examinar qué circunstancias
son esas que hacen a los Espíritus utilizarse de médiums imperfectos, ello es para que no acojamos
evasivas y argumentos sin lugar para ocultar a personas desatinadas y médiums engañados que no
se perfeccionan hasta el punto de merecer la convivencia de los Buenos Espíritus, y aún así, son
puestos como portavoces de sus mensajes. Hay que tener cuidado con los médiums pretensiosos
que, pareciéndolo o no, son livianos y poco serios.
Reflexionamos con el Espíritu Erasto: Ciertamente, pueden decir y dicen algunas veces
cosas buenas; pero sobretodo en este caso hay que practicar un examen severo y escrupuloso,
porque entre estas cosas buenas, ciertos espíritus hipócritas insinúan con habilidad y con una
perfidia calculada, hechos de pura invención, si pues un médium cualquiera que sea, se vuelve
objeto de legitima sospecha, por su proceder, por sus costumbres, por su orgullo, por su falta
de amor y caridad, repele sus comunicaciones, quiere decir que allí estará una serpiente ocul-
ta entre las hiervas... (ítem 230).
Es en ese punto que la apreciación del lenguaje es importante. Acompañemos el raciocinio
de Allan Kardec: Si un espíritu se presenta bajo el nombre de Fenelón, por ejemplo, y dice
trivialidades o puerilidades, es muy cierto que no puede ser él; pero si solamente dice cosas
dignas del carácter de Fenelón y que éste no lo desmintiera, hay en este caso, si no una prueba
material, al menos toda la probabilidad moral de que pueda ser él... (ítem 225).
Aunque no se probara en esos casos la identidad, puede establecerse una presunción de que
no siendo quien es, es un Espíritu del mismo grado de elevación, o tal vez incluso un enviado
suyo (ítem 256).
La cosa cambia cuando un Espíritu de orden inferior se adorna con un nombre res-
petable, para que sus palabras merezcan crédito... Gracias a esos nombres prestados, y, sobre-
todo, con el auxilio de la fascinación, es que algunos Espíritus sistemáticos, más orgullosos
que sabios, procuran que se acepten las más ridículas ideas.
Fue por ello que Allan Kardec expresó su máxima preocupación con relación a la crítica al
recomendar: Someter todas las comunicaciones a un examen escrupuloso... rechazando todo lo
que peque contra la lógica y el buen sentido... los Espíritus acaban por retirarse... Repetimos.
Este medio es el único, pero es infalible, pues no hay mala comunicación que se resista a una
crítica rigurosa... (ítem 266).
La relevancia del asunto nos llevó a sintetizar el capítulo XXIV de la referida Obra, ítems
262 a 267, algunas de las principales características de los Espíritus buenos y superiores:
Atributos - Bondad, afabilidad, simplicidad y modestia.
Lenguaje - Ausencia de trivialidades, nobleza, elevación. Sólo dicen cosas buenas y jamás
se vanaglorian.
Consejos - Son muy escrupulosos. Cuando los dan, buscan un fin serio, eminentemente útil
y racional.
Estímulos - No lisonjean; aprueban el bien realizado, pero siempre con reserva.
Crítica - Lamentan las flaquezas, critican los errores, pero siempre, con moderación. Ja-
más se ofenden con la crítica hacia sus comunicaciones, ya que ellos mismos lo recomiendan. Son
reservados con todos los asuntos que puedan traer compromisos.
Les repugna desvendar lo malo; procuran atenuar los errores y practican la indulgencia.
Bromas - Cuando las hacen, proceden con finura y vivacidad.
Declaraciones - Solo dicen lo que saben; se callan o confiesan que lo desconocen.
Profecías - Cuando es conveniente, hacen que las cosas futuras sean presentidas; no deter-
minan fechas, normalmente.
El esfuerzo por superar nuestras imperfecciones morales y la práctica del bien de forma
continuada y abnegadamente, nos favorece para con la compañía vibratoria de esos Hermanos Tu-
telares, siendo nuestros experimentos mediúmnicos exitosos y más productivos.
No es mucho lo que se puede añadir con relación a lo que ya fue dicho en la 1ª Parte, con
relación a ese ítem.
Nuestro esfuerzo de crecimiento pasa por muchas fases: la primera de ellas, es la parada en
la trayectoria del mal cuando nos alcanza el arrepentimiento; la segunda, es cuando sufrimos el
impacto expiatorio que nos remite al pasado para regularizarlo; la tercera cuando tenemos la opor-
tunidad de pasar pruebas que construyen el futuro y la cuarta y última es la vivencia del bien perenne,
eterno, a través del servicio y autodonación. Es aquello de que fuera de la caridad... para el cual la
Doctrina nos señala como el vértice de llegada de todos los caminos.
El Grupo mediúmnico es una oportunidad santa de recorrer esas cuatro estaciones de nues-
tra jornada redentora. Evaluemos cada paso y crezcamos en la dirección de Dios.
NOTAS
(*)
Las páginas que constituyen el presente trabajo fueron, oportunamente, publicadas por la Revista Presencia Espírita,
del Centro Espírita Camino de la Redención, de Salvador, Bahía.
Nota de la Autora Espiritual.