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El abordaje del fenómeno religioso por parte de Wittgenstein está directamente relacionado
con su manera de entender el lenguaje, y dado que en su filosofía podemos ver dos
aproximaciones distintas sobre la esencia del sentido en el lenguaje, es claro que su
concepción de la religión va a ser distinta dependiendo del periodo en el que nos situemos
con respecto a su obra.
En este artículo me sitúo en la concepción del sentido del segundo Wittgenstein a partir del
concepto de juegos de lenguaje que desarrolló en las Investigaciones Filosóficas. Para
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entender este concepto y para desarrollar las ideas principales de este artículo es
importante, en primer lugar, aclarar el tránsito de la filosofía del primer Wittgenstein a la
del segundo. Dicho cambio en su concepción del lenguaje se puede rastrear en el estudio
que el autor realizó sobre ciertas conductas humanas, sobre las cuales centró su teoría
acerca del sentido de las palabras. En efecto, fue de su interés poner su mirada en cierto
tipo de actitudes expresivas de los seres humanos, las cuales van a ser mostradas luego por
el lenguaje mismo. Por eso, la esencia del sentido no la encontramos en una representación
en el pensamiento de estados de cosas, sino más bien en una construcción de lenguajes que
van recogiendo las expresiones primarias, las acciones básicas y los estilos de vida, que son
el comienzo de cualquier sistema lingüístico.
El sentido de las proposiciones tampoco sería único y fijo, sino que estaría sometido a
dichas formas de vidas, y por tanto, sus reglas y sus usos pueden ser distintos según el
contexto en el que se empleen las expresiones. Dicho contexto recibe el nombre de juego
de lenguaje. Estos juegos de lenguaje no comparten una esencia común sino que
mantienen un parecido de familia. De esto se sigue que lo absurdo de una proposición
radicará en usarla fuera del juego de lenguaje que le es propio. La religión, en la medida en
que implica un estilo de vida, una práctica y un contexto determinado, recoge las
características necesarias para tener su propio juego de lenguaje. De esta forma, las
palabras en el lenguaje religioso tienen un uso particular que Wittgenstein va a denominar
gramática profunda.
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mismo Wittgenstein (Cf. 1996:129) cuando se refiere al ejemplo de un no creyente que dice
no creer en el Juicio final. Puede que el no creyente entienda perfectamente lo que
significan esas palabras según su gramática superficial; sin embargo, al diferir con el
creyente respecto a este punto, no estarían pensando ambos en lo mismo. Esto porque el no
creyente, que no practica la religión, no puede dar sentido a esas palabras de la misma
manera en que lo hace el creyente. Este tipo de creencia encierra un sentido distinto a las
expresiones y las creencias de la vida corriente. Según Wittgenstein, al creyente no se le
puede contradecir ni no contradecir, pues piensa de otro modo, las imágenes que emplea en
su mente cuando habla son distintas. No se sabe siquiera si se le entiende o no a pesar de
que emplea palabras conocidas.
Tomando en cuenta que el sentido profundo del lenguaje religioso no puede ser captado en
el lenguaje ordinario, podemos preguntarnos: ¿Es posible algún acercamiento filosófico a la
esencia de la religión? Siguiendo a Wittgenstein vemos que hablar un lenguaje consiste,
entre otras cosas, en seguir una serie de reglas y usos de las palabras en un contexto
específico. El acercamiento que podemos tener hacia el fenómeno religioso, en este caso y
desde esta perspectiva, parece consistir en la investigación del uso que tienen determinadas
palabras en el contexto de la fe y conocer cuáles son sus reglas.
En efecto, no puede existir práctica humana que no podamos comprender si tomamos como
base lo que se puede verificar en los actos de una comunidad de seres humanos. Cuando
queremos saber qué es un determinado objeto, no nos vamos a buscar su esencia como algo
que nos está dado en la naturaleza, sino que clarificamos el concepto de lo que queremos
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conocer. En este caso, para hacer esto, debemos irnos a las reglas de uso de las palabras en
el juego de lenguaje religioso y aclarar su sentido en la práctica religiosa, es decir, debemos
salirnos del lenguaje mismo e irnos a la práctica, porque nuestras palabras sólo tienen
sentido cuando las analizamos junto con nuestro actuar. Las acciones que sustentan
nuestras palaras son las que completan el sentido de lo que decimos y por eso la fe no
puede terminar de comprenderse sin la práctica que la acompaña.
Existen muchos casos en los que podríamos basarnos para saber que, por más que podamos
comprender la práctica de un grupo religioso por medio de la verificación de sus actos, la
riqueza del sentido no termina de ser comprendida si no se ha tenido una experiencia
religiosa. Por ejemplo, en un fragmento de la colección Zettel, Wittgenstein va a señalar lo
siguiente: "No puedes oír a Dios hablando a alguien, lo puedes oír sólo si eres tú al que se
dirige." (Zettel 717). Lo que Wittgenstein aclara en este punto es que, en las reglas del
juego de lenguaje religioso, la palabra oír, cuando es la voz de Dios lo que se escucha, tiene
un uso particular, al igual que hablar. Pero, ¿quién podría comprender cabalmente qué
significa oír la voz de Dios si nunca se ha experimentado tal experiencia? A lo sumo se
puede decir: “los creyentes actúan cómo si Dios les hablara” pero no puede saber lo que eso
signifique, aunque sea consciente de que en esa expresión esté implicada una gramática
profunda.
Cyril Barret (Cf. 1994: ?) señala que un no creyente sólo podrá captar el lenguaje religioso
mediante la conversión pues, de lo contrario, los términos religiosos trascenderían su
lenguaje. Por ejemplo, Dios mueve al creyente a utilizar el término padre, o amor paternal,
casi como palabras nuevas, y por eso, la verdad subjetiva religiosa no necesariamente
puede ser transmitida en el lenguaje ordinario. Podrían las palabras y el estilo de vida de
una persona que practica la religión mover a otras personas a que tengan la misma
experiencia de vida si quienes reciben el mensaje adoptan la actitud religiosa, es decir, la
disposición del corazón para aceptar la fe, pero ni la gramática, en el nivel verbal, ni el
estudio empírico de las prácticas religiosas van a mostrar completamente el sentido de las
palabras religiosas sino sólo la vivencia de la fe.
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Una aclaración importante, (retomar pag 178 Cyril B)
Bibliografía