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Facultad de Letras
Escuela de Filosofía
Curso: Cosmología
Trabajo Final
La transformación cosmológica de Aristóteles a
Newton a partir de la dinámica
Para llevar a cabo una explicación completa del tema, he decidido plantear los puntos más
importantes de la física de Aristóteles en relación con el movimiento, pasando por el
Medioevo con la teoría del ímpetus, para llegar luego a la explicación del movimiento
inercial planteado por Galileo, Descartes y Newton.
Un punto clave en la comprensión de este proceso está en reconocer que en vieja física (la
griega y la medieval) se hace una distinción referente a las relaciones entre el movimiento
y el reposo junto con la preeminencia ontológica del primero sobre el segundo, y esto es
un aspecto de la filosofía natural que aparece incuestionado. Como veremos más
adelante, también en este periodo todo movimiento requiere una causa que lo explique.
El reposo sucede en ausencia de fuerzas motrices. La novedad introducida por la nueva
física consiste en la negación de una diferencia explícita entre el reposo y el movimiento
(Descartes), o entre el reposo y el movimiento rectilíneo uniforme (Newton). Hay más
bien una equivalencia entre reposo y movimiento. Cabe aclarar que no estamos afirmando
que movimiento y reposo sean lo mismo, sino que su nivel ontológico es el mismo. El
movimiento no es más un proceso de cambio, sino que el movimiento comparte, junto
con el reposo, la característica de estado.
Esta característica de estado que adquiere el movimiento es lo que le permite ser auto
explicativo, o sea no requerir de causa alguna que lo explique y de esta manera podemos
constituirlo un principio y no echar mano de la intervención de algún ente externo que lo
explique. Esto implica un cambio radical en la concepción cosmológica. Si no tenemos
necesidad de una causa primera que explique el movimiento, la hipótesis del motor
inmóvil es innecesaria. El universo puede explicarse por sí mismo, y esto implica no sólo
un distanciamiento de la física con respecto a la metafísica, sino también con respecto a la
teología.
Además otro punto importante que vamos a mencionar es el tema del vacío, el cual en
Aristóteles es imposible. Para esto analizaremos algunos de los argumentos de Galileo y
veremos cómo a través de sus experimentos esta concepción de la naturaleza queda
superada.
La Física Aristotélica
La Física de Aristóteles está dedicada fundamentalmente al estudio de las causas
eficientes y su relación con el movimiento. Se desarrolla sobre la base de cuatro
principios:
En primer lugar la negación del vacío. La existencia de espacios vacíos supondría velocidad
infinita, por ser ésta inversamente proporcional a la resistencia del medio. Y dentro del
esquema aristotélico no resulta admisible la existencia de un móvil con esa propiedad.
En Segundo lugar la existencia de una causa eficiente en todo cambio. La causa eficiente
se localiza en la tendencia generalizada al "propio lugar", que no es sino la inclinación que
todo cuerpo posee a ocupar el lugar que le corresponde por su propia naturaleza. Esta
propensión al "propio lugar" ha sido interpretada, a veces, como una energía potencial
introducida de forma rudimentaria; en otras, se ha visto como la primera insinuación de
un modelo de acción a distancia, que sería la ejercida por la Tierra sobre los demás
cuerpos.
Como tercer principio tenemos la acción por contacto. En todos los movimientos, excepto
en los naturales, debe existir como causa eficiente un agente en contacto con el objeto
móvil. Se tomaba como resultado experimental, aunque aparecían dificultades concretas a
la hora de explicar los movimientos de proyectiles, el magnetismo y las mareas. En los tres
casos, el agente parecía operar a través de la continuidad del medio.
Por otra parte, el cambio en Aristóteles puede ser definido como la actualización de lo
potencial como tal; la alteración es la actualización de aquello que puede ser alterado; el
crecimiento y la disminución de aquello que puede aumentar o disminuir; la generación y
la destrucción de aquello que puede ser generado o destruido, la locomoción de aquello
que puede ser movido en el espacio.
Creo importante, para comprender el segundo principio que hemos expuesto, explicar
que en Aristóteles se dan dos tipos de fuerzas que pueden provocar el movimiento de un
cuerpo. El movimiento o cambio natural y el movimiento que se da por violencia. El
primero consiste en la modificación que sufre una entidad como consecuencia de su afán
por la consecución de la forma a la que tiende, como consecuencia del afán por la
realización del fin al que aspira, es decir, su entelequia. El movimiento natural, como todo
tipo de movimiento, puede ser en función de la cualidad (como el cambio que sufre una
hoja en otoño), de la cantidad (como el crecimiento de un árbol), pero también local. Para
las cosas que están en reposo su lugar natural es el estar abajo en el caso de las cosas
pesadas, y el estar arriba en el caso de las ligeras como el humo, siendo cualquier otro
movimiento local algo que les ocurre a partir de un principio externo al propio objeto.
La teoría del ímpetus es un ejemplo de esta necesidad de fortalecer el corpus físico de Aristóteles
con respecto al movimiento de los proyectiles. Aristóteles creía que, a menos que se vea sometida
a una fuerza exterior, una piedra permanece en reposo o se desplaza en línea recta hacia el
centro de la Tierra. El problema que se ve en este argumento es que, en algunos casos, un
proyectil que es impulsado por medio de una fuerza, por ejemplo, una piedra lanzada desde una
honda, toma un rumbo distinto al del centro. La piedra va a seguir la dirección hacia donde fue
lanzada aunque haya roto el contacto con el elemento impulsor.
Aristóteles le atribuyó al aire perturbado por la piedra la fuente del impulso que le prolongaba el
movimiento. Sin embargo, no muy convencido de su teoría propuso dos alternativas incompatibles
entre sí y se mantuvo abierto a la discusión en este punto. Por esta razón, el astrónomo
helenístico Hiparco fue el primero en proponer una solución parcial al problema de los proyectiles
a través del ímpetus al igual que otros pensadores. Sin embargo, el planteamiento y resolución
medieval del problema de los proyectiles no se dan con claridad hasta Jean Buridan, maestro de
Nicolás de Oresme.
Debido a que el proyectil, una vez que abandona el elemento impulsor, sigue un trayecto hacia la
dirección a la que es impulsado, debe ser necesario que, la naturaleza, que no tolera vacío alguno,
envíe de inmediato el aire tras él para que llene el vacío creado. El aire desplazado de tal forma
entra en contacto con el proyectil y le empuja hacia adelante. Este proceso se repite
continuamente a lo largo de una cierta distancia.
Sin embargo, Buridan encuentra algunos ejemplos que desvalidan esta postura. Por ejemplo, una
lanza cuya parte trasera tuviera una forma cónica igual de afilada que su punta no podría ser
empujada por el aire de la misma forma que una sin dicha forma cónica en su parte trasera. Esto
por el hecho de que el aire se vería fácilmente hendida por la punta cónica. Pero en la experiencia
se da que estos dos tipos de lanzas tienen un mismo ímpetu. Por lo tanto, la fuerza con la que el
proyectil continúa debe estar impresa en el proyectil mismo y no en el aire. El elemento impulsor
imprime un cierto ímpetu o fuerza motriz al cuerpo en movimiento. Dicho ímpetu es mayor a la
velocidad actual del proyectil puesto que continúa aún después de ser lanzado. Sin embargo va
disminuyendo debido a la resistencia del aire y a la propia gravedad del proyectil. Finalmente, llega
a su estado natural por el movimiento hacia abajo.
Vemos aquí un distanciamiento con respecto a las tesis físicas de Aristóteles, y un acercamiento al
movimiento inercial. Sin embargo estos cambios en la explicación de los proyectiles no son aún
suficientes como para cambiar la concepción cosmológica de la época de forma radical, como
sucede ya en la revolución copernicana. No obstante, cabe mencionar que la teoría del ímpetus se
arraigó, pues era enseñada en Padua aproximadamente en la época en que Copérnico frecuentó
dicha universidad y parece haber sido un anticipo de la física moderna.
Galileo va a desmentir la teoría aristotélica, tanto desde los planteamientos lógicos, como
desde los empíricos. Realizó experimentos sobre un plano inclinado doble en el que una
bola descendía por un extremo y, después de alcanzar la base, ascendía por el otro. La
pregunta que quería responderse era hasta qué altura llegaría en su ascenso. Observó que
el resultado dependía de la fricción que oponía la rampa al movimiento y que la bola casi
alcanzaba la misma altura cuando la fricción era pequeña. Planteó entonces la hipótesis
de que en ausencia de fricción, la bola debía alcanzar la misma altura de la que partía. Al
disminuir la inclinación de la rampa de ascenso, la experiencia le mostró que la bola
siempre llegaba cerca de la altura de partida y recorría una distancia cada vez mayor.
¿Qué sucedería entonces si la rampa de ascenso fuera completamente horizontal? ¿Qué
distancia recorrería la bola? Galileo concluyó que, en ausencia de fricción, la bola
continuaría su movimiento uniforme y perpetuo.
Por otra parte va a demostrar que el movimiento en el vacío no necesariamente debe
concebirse como instantáneo. Esto lo hace tomando dos láminas estrechamente unidas
que, al ser separadas, dejan un vacío entre sí, el cual que debe ser llenado por aire, sin
embargo, este proceso no ocurre de forma instantánea, sino que en un proceso en el
tiempo. De esta manera se entiende que el vacío es posible.
Además Galileo encuentra grandes incongruencias con las leyes de Aristóteles y lo que
sucede en la realidad, por ejemplo, si se dejan caer dos piedras, una diez veces más
pesada que la otra, ésta no cae diez veces más rápido que aquella.
Por otra parte, Descartes desde sus primeros escritos ataca la definición aristotélica de
movimiento. Afirma que todos los esfuerzos previos realizados para intentar definir el
movimiento, no han producido más que oscuridad respecto de aquello que para él es
obvio y evidente. El movimiento por si mismo es tan evidente, pero en cambio las
definiciones que los filósofos le han dado son tan oscuras que por este motivo las rechaza
completamente, pues la simpleza de su naturaleza debe ser expuesta sin necesidad de
recurrir a argumentos complejos que la oscurezcan. Descartes concibe el movimiento
únicamente como movimiento local, y éste a su vez, como la transferencia de un cuerpo
de la proximidad de aquellos cuerpos que están en contacto con él, los cuales
consideramos en reposo. No concibe el movimiento como la fuerza o la acción que lo
produce.
También en Descartes vemos que hay un rechazo de la causalidad final y las cualidades
ocultas: las explicaciones aristotélicas del mundo natural consideraban imprescindible la
referencia a la causalidad eficiente para la explicación del mundo natural, pero también a
la causalidad final y a la causa formal. Las explicaciones mecanicistas rechazan la causa
final, y, de la causa formal, sólo aceptan las formas matemáticas, bien geométricas como
la figura, bien otras puramente cuantitativas, como el tamaño, la cantidad y el
movimiento. Además se hace una distinción entre cualidades primarias y cualidades
secundarias: las cualidades secundarias son los colores, sonidos y sabores, y son
subjetivos; no son rasgos de las cosas sino meros efectos de ciertas combinaciones de
materia sobre nuestras mentes. Las cualidades primarias son las cualidades objetivas, las
cualidades que realmente poseen las cosas: figura, número, tamaño y movimiento.
Con respecto a la visión cosmológica cartesiana, el Universo es concebido como una
máquina creada por un ser perfecto. En tanto creación perfecta de un ser perfecto, el
Universo, según Descartes, no puede deteriorarse. Ello supone, lógicamente hablando,
que la cantidad de materia y la cantidad de movimiento creados por Dios al principio
deben mantenerse siempre constantes (Descartes adelanta los principios de la
termodinámica, aunque él mismo rechazara los conceptos de fuerza y energía, por
considerarlos mágicos y misteriosos, y, por tanto, no matematizables). Las leyes
mecánicas propuestas Descartes como leyes esenciales del movimiento son tres, y, en su
conjunto, suponen una formulación completa del principio de inercia y del modelo físico
del Cosmos y son las siguientes:
Ley de la inercia: Un cuerpo no cambia su estado de movimiento o reposo a menos que
choque con otro.
Ley de la dirección del movimiento: Todos los cuerpos se mueven en línea recta, a menos
que choquen con otros.
La mecánica Newtoniana
Para términos de este trabajo es fundamental explicar, aunque de manera muy general y
básica, la mecánica newtoniana. Dentro de la mecánica clásica, la mecánica de Newton es
una formulación específica que estudia el movimiento de partículas y sólidos en un
espacio euclídeo tridimensional. Aunque la teoría es generalizable, la formulación básica
de la misma se hace en sistemas de referencia inerciales donde las ecuaciones básicas del
movimiento de Newton, a saber: que un objeto permanecerá en reposo o con movimiento
uniforme rectilíneo al menos que sobre él actúe una fuerza externa, puede verse como un
enunciado de la ley de inercia, en que los objetos permanecerán en su estado de
movimiento cuando no actúan fuerzas externas sobre el mismo para cambiar su
movimiento.
La tercera ley: “Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere
decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido
opuesto”, es completamente original (pues las dos primeras ya habían sido propuestas de
otras maneras por Galileo, Hooke y Huygens) y hace de las leyes de la mecánica un
conjunto lógico y completo. Expone que por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, este
realiza una fuerza de igual intensidad, pero de sentido contrario sobre el cuerpo que la
produjo. Dicho de otra forma, las fuerzas, situadas sobre la misma recta, siempre se
presentan en pares de igual magnitud y de dirección, pero con sentido opuesto. Es
importante observar que este principio relaciona dos fuerzas que no están aplicadas al
mismo cuerpo, produciendo en ellos aceleraciones diferentes, según sean sus masas. Por
lo demás, cada una de esas fuerzas obedece por separado a la segunda ley. Junto con las
anteriores leyes, ésta permite enunciar los principios de conservación del momento lineal
y del momento angular.
Así, estas leyes permiten explicar tanto el movimiento de los astros, como los
movimientos de los proyectiles artificiales creados por el ser humano, así como toda la
mecánica de funcionamiento de las máquinas.
Las leyes del movimiento de Newton constituyen los cimientos no sólo de la dinámica
clásica sino también de la física clásica en general. Aunque incluyen ciertas definiciones y
en cierto sentido pueden verse como axiomas, Newton afirmó que estaban basadas en
observaciones y experimentos cuantitativos; ciertamente no pueden derivarse a partir de
otras relaciones más básicas. La demostración de su validez radica en sus predicciones. La
validez de esas predicciones fue verificada en todos y cada uno de los casos durante más
de dos siglos.
Otro punto de gran importancia que revolucionó la concepción astronómica de la época
fue la introducción de la ley de la gravedad en Newton. El hecho de que la caída de los
graves no se deba explicar por un principio de movimiento de los cuerpos pesados hacia el
centro de la Tierra por la necesidad de ocupar su lugar natural, sino más bien, por la
atracción de los cuerpos hacia la Tierra debido a una fuerza asociada a sus masas, permite
pensar que la Tierra no es el centro del universo y que puede estar en movimiento, girar
alrededor del Sol, y girar sobre su propio eje. No es necesario dividir el mundo en dos,
pues los astros también están afectados por esta ley. Además, muchas observaciones,
como las manchas solares demostraron que los cuerpos celestes no escapan a la
generación y a la corrupción.
Bibliografía
Agazzi, Evandro (1978). Temas y problemas de filosofía de la física. Editorial Herder.