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Ejemplos de análisis estructural, de forma y contenido, de columnas de


opinión de actualidad:

Recordemos que en cada columna de opinión es importante y muy


notable la postura argumentativa de su autor:

Por ejemplo:
—Postura positiva: el columnista aporta argumentos que apoyan su tesis
(Argumentación positiva o de prueba).
—Postura negativa: el columnista ofrece razones que refutan o rechazan
argumentos contrarios a su propio punto de vista (Argumentación negativa o
de refutación)
—Postura ecléctica: El columnista acepta algunas razones ajenas
(concesiones) y aporta argumentos propios.
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—En defensa de una gran empresa pública (título, contiene la acción e


insinúa la tesis…)

Por: Héctor Abad Faciolince, en El Espectador, domingo 16 de agosto, 2020

Si algo ha hecho de Medellín una de las ciudades menos invivibles de


Colombia (la única que al mismo tiempo cuenta con metro, bicicletas
públicas, tranvía, metrocables, colegios y bibliotecas de calidad y, ojo, con la
empresa de servicios públicos más eficiente y próspera de Suramérica) es una
coexistencia responsable entre el sector público y la empresa privada
antioqueña. Si Medellín se levantó de sus peores años de violencia y
desolación fue gracias a que las grandes empresas privadas no se dejaron
comprar por la mafia del narcotráfico, ni tampoco se quisieron apoderar del
gran negocio que, para muchos, son los servicios públicos. Pero las grandes
empresas privadas decidieron apoyar nuestra gran empresa pública con un
compromiso: que esta tampoco fuera el botín (privado) del alcalde de turno.

Para esto se inventaron un mecanismo de control que, hasta ahora, había


funcionado: la Junta Directiva estaba integrada por personas de la academia y
de la empresa privada local con conocimientos técnicos y profesionales de los
servicios domiciliarios, de las finanzas, de la contratación transparente. Y el
alcalde de la ciudad (Medellín es la dueña de EPM) se comprometía a
nombrar también a un gerente que, por encima de todo, tuviera grandes
aptitudes empresariales y humanas. Que le interesara el bien público, y, al
mismo tiempo, la salud financiera de la gran empresa.

El secreto del éxito de EPM, entonces, era muy simple: la cooperación, la


convivencia pacífica y no parasitaria entre el sector público y la empresa
privada. Ni los empresarios fueron enemigos de la empresa de servicios —la
que nos suministra eficientemente nada menos que agua abundante y potable,
electricidad sin cortes, telefonía fija y móvil, televisión, internet—, ni esta
gran compañía propiedad del municipio la podía manejar el alcalde como si
fuera su finca.
Si el gran proyecto de Hidroituango, una megaobra de generación de energía
limpia, hubiera salido bien, este matrimonio estaría ahora en perfecta armonía.
Ya se estarían recogiendo los primeros dividendos de un esfuerzo
multimillonario en lo técnico, lo financiero, lo humano. Lo que menos quería
EPM, o los empresarios de Antioquia, o los alcaldes de turno, o los
ciudadanos, era que Hidroituango presentara las enormes fallas que presentó.
¿Y a qué se debieron esas fallas? No fue por ahorrar cemento o hierro, y
favorecer a algún cacao, como dicen los paranoicos. No fue porque calcularan
mal la resistencia de la roca. No fue porque asignaran a dedo el constructor, el
diseñador o el interventor. Fue porque a veces en la vida se conjugan factores
externos (una creciente enorme del río, por lluvias torrenciales) con un riesgo
que se corrió (a sabiendas y aprobado por EPM, su gerente, sus técnicos y su
junta) no para acelerar, sino para que no hubiera más retrasos en la entrega de
la obra, lo cual generaría multas multimillonarias. Sí, las cosas fallaron por
una conjugación de factores externos y ambición de terminar a tiempo.

Hidroituango no se hizo para sepultar a las víctimas de los paramilitares que


bajaban flotando por el río Cauca, como dicen los delirantes; tampoco se hizo
para violar al sagrado río Bredunco, como dicen los ecologistas místicos; ni
porque los capitalistas sin hígados querían arruinar a los campesinos. Se hizo
para lo más obvio: para generar energía barata y limpia. Y salió mal porque
desafortunadamente taponaron un túnel que pudo servir como válvula de
escape, y abrieron otro que se desmoronó, quizá por errores de algún
contratista, pero también por una presión súbita en la corriente del río.

Ya las empresas de seguros internacionales empezaban a pagar parte de lo


perdido por las fallas (fortuitas o humanas) de Hidroituango. Pero llegó el
nuevo alcalde, con bríos de Napoleoncito, a hacer, sin consultar con la Junta,
una demanda que se resolverá dentro de 20 años y no podrá ganar porque
EPM aprobó todo lo que los constructores hicieron. Y porque nadie —ni
entregando todo su capital— puede pagar lo que el miembro único de la Junta
les pide.
—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna
periodística clásica:
—Título (Contiene la acción propuesta y además insinúa la tesis… )
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis); defiende una
coexistencia responsable entre el sector público y la empresa privada
antioqueña.
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos);
unapostura argumentativa positiva; con todos sus argumentos propios; pero en
este caso también incluye una postura negativa; es decir de refutación a otras
posturas…
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción); y concluye con calificativos con el ánimo de
caricaturizar al Alcalde de Medellín; y con una fuerte sátira o puya…

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Manjares callejeros ( hace mención directa a la tesis…)

Por Diego Agudelo Gómez, en El Colombiano, 25 de julio de 2020

Street Food Latinoamérica despertó esta semana un debate sobre el ajiaco que
sirven en la Plaza de Mercado La Perseverancia, en Bogotá. ¿Se puede
considerar ese plato típico una comida callejera? ¿Alguien ha ordenado alguna
vez un ajiaco para ir saboreándolo mientras recorre las calles de Chapinero o
La Candelaria? Algunos orgullosos criticaron en redes la serie de Netflix por
atreverse a rebajar el ajiaco a comida callejera, yo pienso en cambio que le
hicieron uno de los mejores homenajes, no solo al plato sino a la cocinera
costeña que ha perfeccionado durante años su sazón para entregarles a los
bogotanos la mejor versión de su plato tradicional. Quizás tienen razón los que
señalaron que la serie se queda corta a la hora de explorar la comida callejera
colombiana. Les faltó más hondura en el recorrido. Con un poco más de calle
tal vez hubieran encontrado las obleas que sirven a un costado de la Catedral
Primada, les faltó acudir a las piqueterías de la periferia, no dejaron que en
pantalla hiciera su debut la morcilla, la mamona llanera o el buñuelo. Y
cuando hablaron de la arepa no mencionaron la diversidad tan amplia que
existe en la capital. Sin embargo, otro mérito de la serie y por el cual se le
puede perdonar el menú omitido, es que recordó esa época en la que se podía
salir a la calle a comer sin desconfianza cualquier plato de esquina.

En medio del confinamiento, es un alivio que una serie como Street Food
permita recorrer las calles alebrestadas y exquisitas de Latinoamérica. Cada
capítulo cuenta la historia de algún cocinero o cocinera que durante años ha
perfeccionado su arte, creando platos tradicionales que son el deleite de una
amplia clientela. El primer episodio viaja hasta Argentina donde Las Chicas
de la Tres no paran de vender su famosa tortilla de patatas, una versión de la
tortilla española rellena con toneladas de queso y sendas lonjas de jamón. Las
cámaras también vagabundean en busca de los choripanes que se sirven a la
salida del estadio y acompañan a los taxistas que esperan su turno a la salida
de una pizzería que prepara centenares de fugazzetas, una pizza estofada de
queso y cebolla que tiene todo el aspecto de ser el plato más delicioso de este
mundo.

En su paso por Lima, la serie explora los ceviches que le han dado fama global
a la gastronomía peruana y deja ver cómo el influjo de la cultura japonesa ha
enriquecido una mesa de raíces indígenas.

En México, la ciudad elegida para pavonear su bufet callejero es Oaxaca, en


cuyos mercados y avenidas abundan las tortillas de muchos tamaños y colores.
Este episodio sirve para reconocer que la comida mexicana no se compone
solo de tacos y burritos, y que hace falta pasar por el paladar mucho chile y
abundante mole para acercarse aunque sea un poco al verdadero sabor de ese
país.

Esta temporada de Street Food cuenta apenas con seis episodios en los que
sirven los platos más representativos de seis ciudades distintas. Por supuesto,
en sus 30 minutos de duración queda faltando una cantidad considerable de
platillos y quizás para una próxima temporada podamos ver a los grandes
ausentes, como la comida cubana o la inmensa diversidad de bocados que se
venden en las ciudades caribeñas. Sin embargo, el mérito más grande de la
serie es que además de despertar el apetito nos hace añorar el hecho de salir a
la calle con los sentidos aguzados para recibir el arsenal de olores y sabores
que llevamos varios meses extrañando.

En: https://www.elcolombiano.com/opinion/criticos/manjares-callejeros-
GH13368925

—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna


periodística clásica:
—Título ( Resume y menciona la tesis de manera directa…)
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); una
postura argumentativa negativa; de refutación a otras posturas; pero
complementada con su postura positiva en al cual defiende los méritos de la
serie Street Food Latinoamérica
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción)
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Una decisión estúpida (Contiene la tesis de manera directa…)
Decisión de la Corte es inútil en términos de justicia y dañina en su dimensión
política.
Por: María Isabel Rueda 09 de agosto 2020 , 12:54 a.m.
A no ser que, avanzando un poco más en lo que he alcanzado a leer de las
1.554 páginas que tiene la providencia que manda al expresidente Uribe a casa
por cárcel, me encuentre con una prueba convincente que justifique haberlo
privado de su derecho fundamental a la libertad, creo que la decisión de la
Sala de Instrucción de la Corte fue una decisión estúpida.

Lo es, primero, por inútil, en términos de justicia, pero lo es también por


dañina, en su dimensión política.
Inútil porque, si del poder de obstruir la justicia se trata, Uribe podría seguir
haciéndolo en libertad o confinado en su casa. Pero además, en el estado tan
avanzado de la investigación, cuando todos los que son protagonistas ya han
dado sus testimonios, que se reproducen completos en las 1.554 páginas de la
providencia, a estas alturas, su distorsión es muy difícil. Máxime cuando
prácticamente la mayoría de esos testimonios ya habían sido filtrados a los
medios. Y aunque obstruir la justicia es una de las causales de una medida
preventiva como esta, y es de lo que precisamente se acusa a Uribe en su
supuesta actividad de sobornar testigos vía su abogado Diego Cadena, no
parece que, por las razones expuestas, se esté invocando una causal. Más bien,
un pretexto para sacar a Uribe de circulación.

Y no deja de ser una decisión muy dañina. Parecería estar precedida de una
voluntad predeterminada de los magistrados para obtener un resultado que,
humillando al expresidente, le hace daño al Gobierno, por ende al país, y
suena totalmente inoportuna cuando existe la prioridad de salvar a la gente de
la pandemia. En lugar del cuidado personal, de vacunas, de respiradores, de
médicos, de supervivencia, nos pone a hablar de una palabra: Uribe. Y a pitar
en las calles por eso. ¡Qué desenfoque!
Muchos han recibido con rabia ese resultado. Y, aunque ese no puede ser un
determinante de la justicia, resulta muy atractivo afectar la libertad de un
procesado ilustre, como Uribe o el gobernador Aníbal Gaviria, pues esto los
llena de titulares y de condecoraciones de eficacia. Mientras más encumbrado
el acusado, más débil queda ante el poderío de sus jueces. Más infeliz a
merced de su todopoderosa voluntad.

No puedo asegurar que Álvaro Uribe sea inocente de lo que se lo acusa. Pero
si hay que escribir 1.554 páginas para justificar una detención preventiva, es
porque resulta muy débil la causa que la sustenta. Para probar que se da una de
tres causales en medio de semejante mamotreto, es porque la circunstancia
alegada requirió el montaje de un aparato pretextuoso, que lograra justificar la
evidencia mediana que existe para que el Estado pueda incurrir en ese acto
extremo de privar de la libertad a un ciudadano, medida que debe ser
absolutamente excepcional.

También es sospechosa la unanimidad de los cinco magistrados de la sala. Lo


normal y lo sano, porque enriquece la jurisprudencia, es que haya uno o unos
salvamentos de voto que indiquen que hubo confrontación teórica. Pero ¿que
de una sala dividida en tres hubieran salido cinco de cinco votos por el sí será
contundencia o hará recordar las épocas anteriores en que Uribe y la Corte
estuvieron confrontados, y por disposición interna no salía ninguna decisión
que no fuera unánime, para parecer monolíticamente unidos?

Y no puedo terminar sin decir que de lo que he tenido la oportunidad de leer,


me sorprende que entre las justificaciones para detener a Uribe figuren
referencias al temperamento del exmandatario, a sus formas desafiantes y su
proactividad. Y que en la prueba de que Uribe le daba órdenes de manipular
testigos a Cadena se cite el “vínculo contractual”, que ni es delito ni prueba
nada, y la “autoridad ascendiente” de Uribe sobre Cadena, que no implica
tampoco que todo lo que resolvía hacer el abogado para contrarrestar la
cuestionable actividad del senador Iván Cepeda (consiguiendo testimonios
contra Uribe a cambio de otros ofrecimientos que, para la Corte, no son
pecaminosos), necesariamente se lo hubiera ordenado Uribe. Otra prueba de la
Corte: que Uribe le decía por teléfono a Cadena: “Persista, siga en la pelea,
eche para adelante, proceda”. ¿Esa será prueba de que Uribe ordenó comprar
testigos?

Ahora el expresidente solicita que se levante la reserva sumarial de todo el


proceso. Capaz es la Corte de negárselo. Nada habría cambiado si a Uribe lo
hubieran dejado defenderse en libertad. Pero los magistrados... no tendrían
trofeo.

Entre tanto... Y alístense para el siguiente capítulo. Los hijos de Uribe ante el
Consejo de Estado.

—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna


periodística clásica:
—Título ( Resume y menciona la tesis de manera directa…)
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); una
postura positiva, totalmente a título personal como defensora de Uribe Vélez y
en contra frontera contra la decisión de la Corte Suprema de Justicia por la
orden de su tención dcomiciliaria…;pero también incluye una postura
negativa de refutación y de desautorización a algunas de las pruebas del
organismo jurídico contra Uribe Vélez…
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción); una conclusión sentenciosa; además de
especulativa y alarmante con un proceso de la Corte Suprema de Justicia en
contra de los hijos de Uribe Vélez…
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Las aves carroñeras…(Contiene la tesis de manera directa…)


Por: Felipe Zuleta Lleras
Como si se tratara de un cuerpo insepulto y pestilente, un grupo de
congresistas del Centro Democrático ha decidido, como aves carroñeras,
desmembrar a nuestra ya vulnerada Constitución proponiendo, sin ningún
pudor, una asamblea nacional constituyente con nombre propio: Álvaro Uribe
Vélez.

Esta irrazonable iniciativa fue explicada (entre lágrimas y sollozos) por la


senadora Paloma Valencia, quien ciertamente piensa más con el hígado que
con la cabeza. Por eso recordé a mi magnífico profesor de derecho
constitucional, Manuel Gaona Cruz (asesinado en el Palacio de Justicia), quien
sostenía que el peligro de las asambleas constituyentes es que uno sabe cómo
arrancan, pero nunca sabe cómo terminan.

No discuto que el país necesita una reforma a la justicia. Pero no para acabar
con las altas cortes, como quieren el expresidente Uribe y sus protervos
parlamentarios. Se trata de, fundamentalmente, hacer que el ciudadano pueda
encontrar una justicia oportuna y eficaz. Y eso, entre otros asuntos, se puede
hacer mediante leyes.

Meter al país a una asamblea constituyente es un acto irresponsable, populista


y desesperado. Por supuesto no me sorprende, porque el hoy detenido
expresidente ha demostrado su hostilidad hacia las cortes. Quieren estas
peligrosas aves carroñeras acabar con la Suprema, la JEP, el Consejo de
Estado y la Corte Constitucional. Les incomoda profundamente el Estado de
derecho salvo que ellos sean el Estado y tengan el derecho.
Ya el uribismo moldeó en 2006 la Carta Magna a la medida del patrón para
satisfacer las ambiciones del expresidente Uribe cuando se hizo reelegir. Y de
las desastrosas consecuencias mejor ni hablemos. Por fortuna el presidente
Duque se distanció de esta iniciativa. Si bien no descartó de plano la
asamblea, prefirió hablar de una reforma, pero hecha por los mecanismos
institucionales que tiene el Congreso.
El partido dijo que cualquier militante que promueva una recolecta de fondos
no está representando al senador Uribe.
Habría que pedirles a la H. senadora Paloma Valencia y a sus compañeros del
parlamento que se tranquilicen y entiendan que modificar la Constitución a las
patadas no le solucionará el tema jurídico al expresidente Uribe. La
Constitución, faltaba más, no puede estar sometida al vaivén de hechos
coyunturales ni a las ambiciones personales.

Las providencias y sentencias de los jueces no pueden pasar por la


polarización del país ni las ideologías políticas de absolutamente nadie. Uno
puede no estar de acuerdo con sentencias de las altas cortes, pero, como
corresponde, hay que respetarlas. Ahora bien, el uribismo tiene derecho a estar
inconforme con la decisión de la Corte Suprema, pero no puede pretender que
las providencias los dejen satisfechos siempre. ¿Acaso no fue la Corte
Constitucional la que le otorgó al exministro Andrés Felipe Arias la
posibilidad de la segunda instancia?

Que no se equivoquen los congresistas del Centro Democrático: Colombia ya


no traga entero ni es, como lo fue en otras épocas, la finca de absolutamente
nadie ¡El país no es El Ubérrimo!

—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna


periodística clásica:
—Título ( Resume y menciona la tesis de manera directa…)
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); una
postura argumentativa negativa; de refutación, de confrontación y de choque
con los políticos del Centro democrático su postura frente a la orden de
detención de Uribe Vélez..
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción); termina de manera sentenciosa…

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Los nadies (Contine la tesis de manera directa…)

Por: Mabel Lara, domingo 16 de agosto, en El País, Cali, Colombia.

Los mataron y los tenían listos para quemarlos en medio de un cañaduzal. Para
los asesinos nadie se iba enterar, nadie se iba a dar cuenta porque era sólo
cinco más. Negros todos de uno de esos barrios de donde emergen
‘delincuentes’, gente sin tierra, desplazados y acomodados en nuevos lugares,
sin dolientes. Lejitos del centro de la ciudad para que no los vean, para que no
los notemos, para que ni nos enteremos que existen y mueren porque son los
nadies.

La noticia digamos que estremeció a los medios locales y sonrojó a los


nacionales: “La inseguridad está terrible”; “Quién sabe qué estaban haciendo y
por qué los mataron”; “Mejor no hablemos mucho del tema porque fijo eran
unos malandros”.

Y así, sin más, empezaron a rodar audios diversos que justificaron los
asesinatos.
Audios todos muy raros, extraños, de diferentes voces que señalaban
fechorías, robos, ataques y el aplauso generalizado de la muerte de 5 niños,
jovencitos entre los 12 y 16 años que en la noche anterior habían sido
encontrados quemados, golpeados y hasta degollados.

Mientras tanto los padres, para los que no hay hijos malos, intentaban al
menos resarcir el nombre de sus muchachos y a toda voz instituciones como la
Comisión de la Verdad ayudaron a escalar las solicitudes: al menos dos de
ellos hacían parte de procesos pedagógicos promovidos por la Comisión.

Les salió el tiro por la culata a los asesinos, no sería tan fácil pasar por la
dignidad de los jóvenes negros metiéndolos como parte del montón, del
cliché. Esta vez tendría la Policía que buscar más, justificar más, explicar más.
Tampoco vino el fiscal general Francisco Barbosa a anunciar medidas y
soluciones inmediatas como lo hizo cuando visitó al desahuciado y muy
querido león júpiter: no valía la pena eran solo cinco masacrados niñitos
negros de un barrio pobre de Cali.

No conozco los motivos, las circunstancias exactas de los asesinatos de los


cinco de Llano Verde; pero no deja de causarme inquietud la ponderación
inmediata de la opinión pública sobre esos niños que podrían ser mis sobrinos
o mi hijo. No quiero romantizar la situación, pero al menos esta ciudad
debería exigir el esclarecimiento de todas las extrañas aristas de este doloroso
episodio.

En un país donde abunda la injusticia al menos deberíamos exigir que los


nombres de Álvaro José, Jair Andrés, Jean Paul, Juan Manuel y Leyder sean
resarcidos. Este no puede quedar como otro capítulo más de esos nadies que
cuestan menos que la bala que los mata, o como decía el maestro Eduardo
Galeano: “De esos hijos de nadie, dueños de nada, los ningunos, los
ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos”, negros
jóvenes olvidados y asesinados.
—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna
periodística clásica:
—Título ( Resume y menciona la tesis de manera directa…)

—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)

—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); Una


postura argumentativa negativa; de refutación, de choque y de
confrontación…a las versiones de los medios y los comentarios de calle…

—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante


de lo expuesto y la acción); se respalda en una voz de autoridad intelectual y
crítica; Eduardo Galeano; para insistir en su tesis y también en su postura
argumentativa negativa; de refutación, de choque y de
confrontación…;además de, al citar a Galeno, matizar con una postura
argumentativa eclética…
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Prohibido tocar (Un título exhortativo, contiene la tesis…)

Por: Piedad Bonnett, en El Espectador, 26 de julio de 2020,

En estos, los peores días de la pandemia, a veces tengo una horrible fantasía:
que nunca más podamos abrazar a nadie, ni a los amigos, ni a los niños, ni a
nuestros padres o abuelos. Esperemos que no. La historia nos dice que cuando
el cuerpo es susceptible de ser portador de cualquier enfermedad epidémica lo
primero que se reprime es el tacto y que hasta el deseo erótico sufre una
contracción, como sucedió con la sífilis y el sida. Tarde o temprano, sin
embargo, recuperamos la capacidad de acercarnos, aunque, como dice Franco
Berardi, los miedos que han generado estas experiencias “están aquí para
quedarse, transformados en ritual, moda y estilos de vida”.

Berardi, filósofo italiano, publicó Fenomenología del fin en 2015, pero su


libro ilumina de manera extraordinaria estos tiempos pandémicos. No es el
primero en hablar de estos temas, pero sí uno de los más brillantes. Allí
analiza cómo el paso del orden mecánico al digital ha cambiado nuestra forma
de percibir, modificando radicalmente la interacción social. Para ilustrarlo,
habla del sentido del tacto: “El mundo sólo se vuelve parte de nuestra
experiencia cuando nuestra piel entra en contacto con el cuerpo de otro (sea
humano o no humano) y el calor puede fluir de un organismo a otro”. Leo esto
con tristeza, ahora que tememos incluso tocar las superficies: el papel, los
pomos de las puertas, los botones del ascensor.

El autor explica cómo la relación entre contacto físico y culpa aparece con las
religiones monoteístas, que asocian cuerpo y pecado. Ejemplo de ese tabú es
la creencia de que María dio a luz a su hijo sin perder la virginidad, o sea sin
tener sexo. En los tiempos modernos la disuasión de tocar viene, además, de la
higiene y de la cultura, que regula estrictamente cuándo y cómo tocarnos.
“Noli me tangere (no me toques) parece ser la regla de la sociedad moderna”.
Algo que varía de unas culturas a otras. El miedo al cuerpo del otro, además,
incrementa el consumo de pornografía, como está sucediendo en la pandemia.
Simplificando un poco al autor, la actual proliferación de la pornografía
estaría “vinculada a una patología emocional, acentuada por la mediatización
del porno y especialmente por su expansión en internet”. La virtualidad y lo
digital habrían aumentado la disociación entre empatía y comprensión. La
hiperconexión, que sería una forma de huir del estrés de la competitividad, la
precariedad laboral y el vértigo moderno, anula el contacto físico. En Japón,
por ejemplo, “un laboratorio de psicopatologías relacionadas con la mutación
conectiva de la tecnología”, están los hikikomori, los miles de jovencitos que
viven en absoluto aislamiento, volcados sobre sus pantallas; y en países con
los más altos índices de conectividad, como Corea del Sur, el de mayor
conexión de banda ancha y “la tierra de Samsung y LG”, donde “las pequeñas
pantallas privadas de los teléfonos inteligentes ganan la atención de la
muchedumbre, que arrastra sus pies calmada y silenciosamente, y que apenas
mira a su alrededor”, existen los más altos índices de suicidio del mundo.

No es fácil traducir en pocos caracteres la complejidad del pensamiento de


Berardi, pero ahora que el mandato de No tocar se une con un apogeo de la
virtualidad, vale la pena pensar en estas cosas.

—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna


periodística clásica:
—Título ( Resume la tesis o la acción propuesta)
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); una
postura argumentativa eclética
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción)
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Lambonería
Por: Ricardo Silva Romero 23 de agosto 2019 , El Tiempo.

Hay que aceptar que la lambonería es patrimonio nacional. Si uno da con el


Diccionario abreviado de galicismos, provincialismos y correcciones de
lenguaje, el minucioso estudio de 1887 del general Uribe Uribe, tropieza con
esta definición de ‘lambón’: “Adulador, meloso, lisonjeador, soplón”. Si uno
escarba en la edición de 1907 de las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje
bogotano, el manual clínico de Cuervo, nota que aquella palabreja pronto hizo
parte de nuestra cultura: “Adulador bajo, soplón”, se dice ahí. Si uno abre las
páginas de Colombianismos, el glosario humorístico del padre Tobón, puede
leer este desahogo solemne: “Aquí sí cabe decir con Marroquín que uno nunca
queda tan satisfecho diciendo otra palabra equivalente como cuando pronuncia
con toda la boca la palabra ‘lambón’”.

Hay que ser muy lambón para endosarle a la Vicepresidenta los créditos por la
medalla de oro que la selección femenina de fútbol de Colombia se ganó a
pesar de Colombia. Hay que ser muy lambón para llamar al expresidente
Uribe “nuestro presidente eterno”, pero hay que ser todos los sinónimos que se
encuentre uno a la mano, un ‘cepillero’, un ‘alzafuelles’, un ‘zalamero’, un
‘chupamedias’ de siete suelas, un ‘halagador’ servil y con sevicia, para
mandarle a hacer una placa mal redactada e instalársela en una de las paredes
del Congreso. Hay que ser muy lambón para darle a un premio científico el
nombre de una primera dama que no ha pedido nada, pero hay que ser lacayo
y hay que reptar para inventarle al centro comercial Hacienda Santa Bárbara
una zona en honor a la tal economía naranja.
Dios santo: nadie en estos doscientos años tan raros, ni el general Uribe Uribe,
ni el lexicógrafo Cuervo ni el franciscano Tobón, habría podido imaginarse el
triste destino de aquellos potreros tan lejos de Bogotá.

Es cierto que también está cumpliendo dos siglos esta sociedad jerarquizada
hasta los tuétanos a la que tanto le ha costado comprender el concepto de
‘inclusión’. Es cierto que en esta tierra escriturada a unos cuantos –de
poquísimas oportunidades y de demasiados contratiempos– no ha sido fácil
para nadie abrirse paso por sus propios méritos. Y que de cierto modo la
lambonería ha sido una forma de supervivencia que ha engendrado cortesanos
y sapos y lagartos que cumplen órdenes que nadie les ha dado. ¿Pero sigue
siendo igual a estas alturas de Colombia? ¿Se ven obligados los colombianos
de hoy, que suelen levantarse en la madrugada, a lamer suelas con
premeditación para que les sea concedido lo que ya se han ganado a puro
pulso? ¿Todavía hay que fingir sumisión para no ser marginado, ninguneado?

¿Fue una cultura paternalista de halagos de vida o muerte la que se le salió por
la boca al exarquero Mondragón, semejante gloria curada en espantos, cuando
le dijo a la Vicepresidenta que “esa medalla que ganaron las niñas es suya”
enfrente de un auditorio francamente sorprendido?

¿De verdad gana uno puntos con el expresidente Uribe –uripuntos– cuando
crea un hashtag para el día de su cumpleaños o promete incendiar el país si la
Corte Suprema sigue molestándolo o cuelga un retrato kitsch de él en la sala
de la casa o le manda a hacer una placa con aires de lápida?

No existe, al cierre de esta edición, nada que reivindique tanto lo humano


como un elogio de verdad: un elogio de verdad no busca nada a cambio aparte
de dejar constancia de un pequeño milagro enfrente de su autor.

Hay que aceptar, mejor dicho, que la lambonería no solo es lo contrario de la


generosidad, sino un modo de resignarse a la doblez.
Y que seguirá dándose en un mundo en el que el trabajo serio no sea suficiente
propaganda, pero tiene su gracia eso de llegar a donde uno deba llegar sin
practicarla.
—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna
periodística clásica:
—Título ( Resume la tesis o la acción propuesta)
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); una
postura argumentativa eclética.
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción)
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Paradojas del dinero (contiene la tesis…)

Por :Medardo Arias Satizábal, en El País, de Cali, julio 30 de 2020,


La pandemia ha traído dificultades a todos, pero la del rapsoda es una de las
más románticas, por lo que tiene de aventura de la vida. Escribidores
aficionados salen hoy a venderse en las redes como expertos en ‘ensayo,
crónica, cuento, poesía’; una suerte de autoridades supremas de las letras,
dispuestas a resolver cualquier duda en ese mar proceloso y esquivo de la
literatura.

El dinero, esa quimera que Giovanni Papini llamó “estiércol del demonio” es
escaso en la casa del poeta, mientras vive, pero, así lo demuestra la tradición
en los billetes del mundo, abundante en su nombre y su memoria, cuando
muere.

Uno de los billetes colombianos de más alta denominación, tiene la imagen de


Jorge Isaacs. Si nos atenemos al valor del dinero, podríamos metaforizar y
pensar que en asuntos de valía literaria vamos ‘punteando’ con nuestro
escritor romántico. Veinte ‘Isaacs’ hacen un millón de pesos.
Circula más el poeta que el político, pues ‘los Lleras’, de cien mil no tienen
tráfico en las tiendas ni en los bares.

Paradoja de paradojas la de Isaacs, quien vivió endeudado y llegó a habilitarse


como minero en el sueño de conjurar con oro, algún día, los aprietos de la
vida.
Otras naciones del mundo no han sido ajenas a esta costumbre mercantil de
estampar poetas, músicos y escritores en sus billetes. Así, Francia, antes del
Euro, hizo circular en su billete de cincuenta francos a Saint-Exupéry, el autor
de El Principito; pero también homenajeó a Víctor Hugo. Hubo un tiempo en
París en que era posible pagar con la moneda de los miserables. México hizo
moneda con Diego Rivera y Frida, su mujer, esta última en billetes de 500
pesos.

Pero, quizá una de las mayores ironías del destino se cumplió en el dinero
peruano, cuando hicieron corriente la imagen del poeta César Vallejo, al que
le tiraban piedras sin que él les hiciera nada, el hombre que vivía en París con
los húmeros listos para morir debajo del aguacero, en un día del cual tenía ya
el recuerdo.

En España, durante mucho tiempo, el billete de cien pesetas estuvo


identificado por la sonrisa cínica de Francisco de Quevedo, que parecía decir a
quien gastara en su nombre: “Es tanta su majestad/ aunque son sus duelos
hartos/ que aún con estar hecho cuartos/ no pierde su calidad/ pero pues da
autoridad, al gañán y al jornalero/ poderoso caballero es Don Dinero…”.

Italia, en tiempos de la Lira, hizo circular en plata la ‘vera’ efigie de


Caravaggio, quien murió deprimido, perseguido por sus enemigos. Este pintor
vivía envuelto en múltiples peleas, algunas callejeras. De él, decían en los
mentideros de Roma: “Es una persona trabajadora, pero a la vez orgullosa,
terca, y siempre dispuesta a enfrascarse en una riña, por lo que es difícil
llevarse bien con él”. Los billetes italianos también tuvieron la imagen de
María Montessori, quien se inspiró en su famoso método pedagógico al visitar
una escuela de niños ‘ineducables’ que jugaban con migajas, por no tener
otros objetos al alcance.

Venezuela es quizá la única nación de América, distinta de Cuba, Brasil y


Haití, que tiene en su circulante la imagen de un afroamericano. Se trata de
Pedro Canejo, a quien llamaban ‘Negro Primero’, quien peleó en la Batalla de
Las Queseras del Medio. Estaba bajo el mando de José Antonio Páez, cuando
murió en Carabobo. Famoso porque en ese día, antes de caer, le dijo al León
de Apure: “General, vengo a decirle adiós, porque estoy muerto...”.

Guatemala puso en el Quetzal la cara de Sebastián Hurtado, un músico que a


inicios del Siglo XX, “revolucionó la escala cromática de la marimba…”.

El poeta José Asunción Silva, quien cometió suicidio después de enfrentarse a


una pavorosa bancarrota, respira aún en los billetes de cinco mil. Ahora,
hacemos transacciones monetarias con Gabo. Era de justicia inscribir en su
billete una de sus frases lapidarias: “El día en que la mierda tenga valor, los
pobres nacerán sin culo...”.

—Veamos, entonces, los elementos formales propios de una columna


periodística clásica:
—Título ( Resume la tesis o la acción propuesta)
—Presentación o introducción (Presenta el tema y la tesis)
—Desarrollo o cuerpo (contiene hechos, análisis, opinión y argumentos); una
postura argumentativa eclética
—Conclusión (reitera la tesis, de manera directa o indirecta; lo más relevante
de lo expuesto y la acción)

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