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Fecha: 15-dic-2009
Producto: MJ
Doctrina:
2.- Es improcedente hacer uso de las facultades para intervenir de oficio, debiendo conocer el
recurso de queja deducido toda vez que, es competente el juez de policía local ante quien se
formalizó la controversia en el caso en el que el planteamiento promovido por un grupo de
consumidores afectados en un mismo interés, pero en número inferior a cincuenta, pues debe
reputarse como el ejercicio a título individual de acciones del mismo carácter, de suerte que su
conocimiento queda dentro de la esfera de la competencia del juez de policía local, con arreglo
a los artículos 2° bis , letra c), y 50 , inciso primero, de la Ley sobre protección de los
derechos de los consumidores. (Del voto en disidencia de los Ministros Sres. Rodríguez y
Dolmestch)
VISTOS:
En los autos Nº 6586-07, por infracción a la Ley N° 19.496, sobre Protección de los Derechos
de los Consumidores, que se ventilaron ante el Juzgado de Policía Local de San Fernando, de
fojas 59 a 98, recurre de queja el abogado Roberto Pereira León, por la querellada y
demandada Universidad Tecnológica Metropolitana, en contra de los Ministros de la Segunda
Sala de la Corte de Apelaciones de Rancagua, señores Raúl Mera Muñoz y Carlos Moreno
Vega y del abogado integrante don Juan Guillermo Briceño Urra, en razón de las faltas o
abusos en que incurrieron al modificar el veredicto apelado y acoger la pretensión deducida por
los denunciantes, en lo contravencional y civil, ordenan el pago de sesenta y tres millones
setecientos cuarenta y ocho mil novecientos veinte pesos ($ 63.748.920.-), como
resarcimiento del menoscabo material y trescientos cuarenta y cinco millones ($ 345.000.000.-
) por el daño moral provocado.
De fojas 121 a 124 los jueces recurridos informan que emitieron su decisión debidamente
fundamentada, cuyas conclusiones se sustentan en la prueba producida, valorada ajustándose
a las reglas de la sana crítica, como manda la ley. Manifiestan que no puede calificarse de
abusiva la divergencia de la Corte con la ponderación de la probanza efectuada por el a quo,
pues ello es de la esencia de la competencia del tribunal ad quem; el abuso sería, en realidad,
revisar nuevamente esa evaluación. Aducen que el pronunciamiento contiene elucubraciones
precisas, latamente desarrolladas, respecto de cada uno de los aspectos que se debatieron en
la litis, sin hacer alusión alguna a haber procedido en conciencia o con libertad en la
apreciación, toda vez que siempre se refirieron a la lógica y la experiencia, ninguna de las
cuales es objetada por el compareciente.Añaden que no parece razonable que el quejoso
pretenda que los documentos acompañados en copia carezcan de valor, con lo cual
automáticamente se coloca en la situación de la prueba tasada, contrariando toda la
jurisprudencia sobre la materia, desde que, en estos asuntos, no rigen sus limitaciones, y si se
los intenta impugnar por no constar su veracidad, ha de invocarse precisamente su falsedad,
cuestión que no ocasiona una inversión de la carga de la prueba, como se pretende.
Acerca del daño moral concedido, explican que lo reclamado nuevamente es un tema de
prueba, procura el oponente que los fundamentos de primera instancia que ellos desestimaron,
sirven para demostrar un abuso del edicto de alzada. Aseveran que la resolución del a quo de
estimar que los montos demandados no fueron acreditados, sólo a él concierne, dándolos
ahora por comprobados mediante presunciones cuyo contenido se expuso, ponderación que
únicamente dicen pertenecerle a ellos como tribunal de instancia y, en todo caso, argumentan
que no hay norma que excluya la prueba de presunciones respecto del daño moral.
A fojas 125 se concede orden de no innovar en esta causa y se trajeron los autos en relación.
PRIMERO: Que desde luego el recurrente denuncia que el fallo rebatido ha sido extendido en
forma abusiva por falta de fundamentación del razonamiento del tribunal.
Afirma que los magistrados recurridos, más que a la sana crítica, se han acercado al sistema
del libre arbitrio judicial, lo que conlleva una falta y abuso por interpretación errada de la ley.
Sostiene que la sana crítica, al descansar en las máximas de la experiencia y en las reglas de
la lógica, exige de la decisión un pronunciamiento fundado, que no deje lugar a dudas
razonables, pues oscila entre el régimen de prueba legalmente tasada y el de libre convicción,
sin configurar la rigidez de aquél ni la incertidumbre de éste, debe asilarse en una metodología
racional, vale decir, las reflexiones del juez deben ser susceptibles de confrontarse a las
normas de la razón, lo que en la especie no se logra, puesto que el laudo refutado sólo da
cuenta del resultado final del raciocinio lógico utilizado por los recurridos, sin justificar
mayormente cómo llegan a él, de manera que no es posible la correcta inteligencia de la
fundamentación, deja a su parte en la incertidumbre.En este mismo orden, indica que no basta
con que el tribunal asevere que el detrimento moral se encuentra suficientemente acreditado,
limitándose a la mera enunciación de un supuesto afirmativo a partir de la presunción judicial,
sin fundamentar ésta, pues la sola enumeración expositiva de la presunción como medio de
prueba no es valoración, ni apreciación ni ponderación alguna. Añade que la Corte alteró
diametralmente la estimación de los instrumentos aportados al proceso, en tanto que el a quo,
siguiendo las mismas normas de la sana crítica que usan los recurridos, desestimó toda la
documental porque no se acompañaron las piezas originales sino meras copias, resolución que
se condice perfectamente con las reglas que gobiernan la ponderación de la probanza, desde
que la sana crítica no permite incluir en el proceso papeles que no tienen valor probatorio
alguno; sin embargo, aduce que la Corte quebranta incluso pautas básicas de la carga
probatoria, justiprecia erróneamente la aparejada, lo que viene a comprobar el prejuicio que
tienen algunos tribunales en relación al caso en litigio. Representa que los jurisdicentes han
sostenido que es la quejosa quien debe desacreditar las probanzas allegadas por la contraria
en fotocopias, incorporando los originales que debiera tener en su poder, en circunstancias
que es obligación de la demandante acompañar los documentos idóneos para constatar la
existencia de un determinado hecho, como es el daño, por lo que es lógico que los
instrumentos aptos son los originales, que debe tenerlos la demandante, de lo contrario no es
posible que se haya hecho de los duplicados.
En otro segmento, reclama falta y abuso en la determinación del perjuicio moral.Expresa que el
tribunal de primer grado estimó que no fue justificado por parte de los actores, sobre los cuales
recaía la obligación de demostrarlo; en cambio, en la alzada los jueces han considerado que el
dolor alegado y solicitado como reparación de esa afectación se halla justificado por
presunciones, vale decir, que basándose en las reglas de la sana crítica, ha dado por
comprobado un hecho que no lo fue en ninguna de las instancias. Expone que su discurso
consistió en tomar de base un hecho conocido -haber cursado la carrera- para dar por probado
uno desconocido -el deterioro ocasionado-. El error que reprueba constitutivo de falta y abuso
consiste en que no se ha establecido fehacientemente la disminución, pues no se ha
justificado por medios empíricos suficientes. Simples copias de documentos no bastan para
dar por comprobado un hecho de tal magnitud como es el daño extra patrimonial;
indefectiblemente, asegura, se requiere de una prueba más sólida que al menos se acerque a
acreditar la existencia y cuantía del mismo.
El siguiente acápite del recurso critica la inversión del onus probandi, pues en su opinión
equivocan los jueces al decir que la querellada y demandada debe justificar que las copias
simples de ciertos documentos no son aptas o idóneas para atestiguar el menoscabo, pues es
a la demandante a quien incumbe rendir las pruebas que den sostén a sus pretensiones y no
se puede procurar que la demandada tenga que corroborar las de la contraria. Los
sentenciadores de segundo grado al reconocer implícitamente que es la demandada a quien
atañe desvirtuar lo discutido en el juicio (inexistencia del daño), desconocen el artículo 1.698
del Código Civil.
Arguye que los recurridos soslayaron en esta materia los artículos 19 y 20 del Código Civil,
intentando desentrañar el espíritu de la ley cuando su texto peca de obviedad por lo claro.
Lucubran los jueces que la prescripción se cuenta desde que el engaño cesa o desde que el
alumno se titula o desafilia de la universidad, sólo entonces deja de influir en él la información
falsa y, por ende, deja de cometerse la transgresión, pero no es publicidad, a la luz del artículo
1°, N° 4°, de la ley, la información acerca del producto o servicio posterior a la adquisición o
contratación proveniente del mism o proveedor o de terceros, resulte ella real, engañosa o
falsa, incluso podría darse el caso que tal relación no se perfeccione, pero ello no impediría
que el anunciante deba responder por su conducta infraccional al incurrir en publicidad
engañosa o falsa. La responsabilidad por incumplimiento de las obligaciones asumidas por el
proveedor de bienes y servicios está en un título y párrafo distinto al que contiene la normativa
relativa a la información y publicidad; entonces, para aceptar la versión extensiva de los
Ministros hay que situarse en la configuración de otro tipo de conducta contravencional, lo que
conduciría a resolver ultra petita. Por lo tanto, no corresponde sostener que el concepto de
publicidad considerado en el cuerpo legal en análisis se extiende a la fase de cumplimiento del
contrato.Manifiesta que al contrario de lo que razona el fallo, el objeto de la convención sobre
prestación de servicios educacionales lo constituye precisamente la entrega de ellos, sin
comprometer más resultado que el de otorgar el correspondiente título. Del edicto surge que
los reparos del tribunal se centran particularmente en la supuesta falta de correspondencia
entre la publicidad que precedió al convenio educacional y las posibilidades de ingresar a
empleos específicos, en particular, al Ministerio Público, Policía de Investigaciones,
Carabineros de Chile y al Servicio Médico Legal, todos del ámbito público, No obstante, los
requisitos de ingreso para todos estos cargos, están regulados en la ley, de manera que no
cabe aducir ignorancia o engaño por parte de los destinatarios, dado que tales exigencias no
sólo son susceptibles de comprobación, como lo estatuye el artículo 33 de la Ley N° 19.496,
sino que su desconocimiento es inexcusable. Existe una obligación legal que pesa sobre el
consumidor de informarse responsablemente sobre los bienes adquiridos.
Con este análisis previo, considera que la fecha de la publicidad es al mismo tiempo la de la
supuesta inobservancia, la que se habría producido a más tardar en enero de dos mil siete,
cuando se promocionó las carreras del área de criminalística, de modo que si las acciones
para perseguir la responsabilidad contravencional, conforme al artículo 26 de la ley del ramo,
prescriben en seis meses contados desde la vulneración respectiva, debió darse aplicación a
dicha norma.
Con tales argumentaciones, en la conclusión, impetra se deje sin efecto el dictamen que
resuelve el recurso de apelación; se establezca que no procede la satisfacción de las
compensaciones solicitadas o se acceda a la rebaja de los valores otorgados; y, en fin, se
apliquen las medidas disciplinarias correspondientes.
El artículo 50 de la Ley de Protección al Consumidor preceptúa que: "Las acciones que deriven
de esta ley, se ejercerán frente a actos o conductas que afecten el ejercicio de cualquiera de
los derechos de los consumidores.
El incumplimiento de las normas contenidas en la presente ley dará lugar a las acciones
destinadas a sancionar al proveedor que incurra en infracción, anular las cláusulas abusivas
incorporadas en los contratos de adhesión, obtener la prestación de la obligación incumplida,
hacer cesar el acto que afecte el ejercicio de los derechos de los consumidores, a obtener la
debida indemnización de perjuicios o la reparación que corresponda.
El ejercicio de las acciones puede realizarse a título individual o en beneficio del interés
colectivo o difuso de los consumidores.
Son de interés individual las acciones que se promueven exclusivamente en defensa de los
derechos del consumidor afectado.
Son de interés colectivo las acciones que se promueven en defensa de derechos comunes a
un conjunto determinado o determinable de consumidores, ligados con un proveedor por un
vínculo contractual.
En el caso de contratos celebrados por medios electrónicos, en que no sea posible determinar
lo señalado en el inciso anterior, será juez competente aquél de la comuna en que resida el
consumidor.
QUINTO: Que en la letra b) del artículo 2° bis citado en el precepto recién transcrito, se
previene que en general, las normas de la Ley N° 19.496 no se aplican a las actividades que
especifica porque están gobernadas por leyes especiales y dispone a continuación: "salvo: letra
b) En lo relativo al procedimiento en las causas en que esté comprometido el interés colectivo
o difuso de los consumidores o usuarios y el derecho a solicitar indemnización mediante dicho
procedimiento""
Por consiguiente, cuando el legislador extrae de la competencia del juez de policía local
algunas cuestiones que deja a la justicia civil, lo hace remitiéndose exclusivamente a las
acciones a que se refiere el artículo 2° bis, letra b), o sea, a aquellas acciones de interés
colectivo o difuso, se originen en esta misma ley o en otra diversa.
SÉPTIMO: Que ciertamente fluye de lo expuesto que el juez de policía local no es competente
para conocer denuncias ni demandas cuando las acciones que se ejercen son de interés
colectivo, sino únicamente cuando son de interés individual.
La doctrina corrobora lo anterior cuando enseña: "Es preciso poner de relieve que esta
competencia de los Juzgados de Policía Local para conocer de las acciones propias de la
normativa de protección del consumidor tiene una notable y justificada excepción, según lo
previsto en el inciso final del artículo 50 A, que estamos comentando.En efecto, de acuerdo
con la norma citada, no serán de la competencia de los jueces de policía local las acciones
mencionadas en la letra b) del artículo 2º bis, emanadas de la Ley Nº 19.496 o de leyes
especiales, incluidas las acciones de interés colectivo o difuso derivadas de los artículos 16, 16
A y 16 B de la ley de Protección de los Derechos de los Consumidores, respecto de las cuales
son competentes los tribunales ordinarios de justicia, de acuerdo a las reglas generales.
Atendida la naturaleza de las acciones indicadas, que sin duda creemos son de las más
importantes en el contexto de la normativa de protección de los derechos de los consumidores
o usuarios, el legislador ha decidido que ellas sean conocidas por los tribunales ordinarios de
justicia y de acuerdo a las reglas generales. Aceptamos plenamente este criterio seguido en la
reforma aprobada en el año 2004, aunque se trate tan sólo de una excepción, porque somos
partidarios de que todas las causas relativas a la normativa del consumidor sean de
competencia de la justicia ordinaria". (Ricardo Sandoval López: "Derecho del Consumidor",
Editorial Jurídica de Chile, páginas 160 y 161; y en el mismo sentido, Gonzalo Cortéz
Matcovich: "El nuevo procedimiento regulado en la Ley N° 19.496 sobre protección de los
derechos de los consumidores", Editorial Lexis Nexis Chile, primera edición, año dos mil
cuatro, página 89).
Por lo tanto, se trata de un derecho normado en esta ley para un servicio que tiene regulación
en leyes especiales, pero que en el evento de afectar el interés colectivo o difuso de los
consumidores y su derecho a solicitar resarcimiento, debe recibir aplicación el mismo
procedimiento que contempla la Ley N° 19.496, según lo manda el artículo 2° bis antes
aludido, pero no son de competencia del juez de poli cía local de acuerdo a lo que prescribe el
artículo 50 A, sino de la magistratura civil.
NOVENO: Que la normativa en comento guarda relación con la competencia absoluta del
tribunal llamado a conocer de un determinado asunto, que por esencia son de derecho público,
obligatorias y no disponibles para los litigantes, funcionarios y entes públicos, especialmente
para los jueces, por lo que, sin necesidad que se discuta tal condición, deberá darse a ellas su
genuina interpretación, sentido y alcance, y revisarse, por ende, por los sentenciadores a
quienes se solicita su intervención y en ejercicio de sus atribuciones, más aún cuando tal
materia se encuentra consagrada a nivel constitucional (artículo 19, N° 3°, inciso cuarto) y en
convenios internacionales vigentes en Chile (artículo 8° , N° 3°, del Pacto de San José de
Costa Rica).
En este orden de ideas, aparece indispensable para la adecuada resolución del asunto,
determinar si las acciones ejercidas en los antecedentes en que incide este arbitrio, son de
interés individual o colectivo.
DÉCIMO: Que las acciones de interés individual son aquellas cuyo ejercicio importa sólo a la
persona del consumidor, único interesado en que se desencadene el ejercicio de la jurisdicción
para la tutela de su propio provecho.Las de interés colectivo reconocen como titulares a un
grupo, categoría o clase de personas ligadas con la parte contraria por una relación
contractual. Si bien es cierto que en esta hipótesis cada consumidor cautela su propio interés,
que es similar al de otros, se diferencia de la individual en, precisamente, la circunstancia de
existir un interés jurídico a proteger que, aún cuando es particular, es común e interesa a un
grupo de consumidores. "Cuando se habla de intereses colectivos y difusos, no se alude a
intereses cuya individualización no sea posible, sino que, por su peculiar carácter, se les
reconoce un papel preeminente globalmente considerados, esto es, unificados en la figura del
interés colectivo o difuso". (Faustino Cordón Moreno: "Sobre la legitimación en el Derecho
Procesal", en Revista Chilena de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile,
volumen 25, N° 2°, año mil novecientos noventa y ocho, página 368).
UNDÉCIMO: Que en l a controversia sub judice y tal como se aprecia del expediente traído a la
vista, N° 6586-07, rol del Juzgado de Policía Local de San Fernando, caratulado Teresa Cerón
Romero y otros con Universidad Tecnológica, sede San Fernando, la causa se inició por
querella infraccional contra la indicada casa de estudios, por quebrantamiento del artículo 28,
letras b) y c), de la Ley N° 19.496; es decir, publicidad engañosa en la promoción de carreras
del área de criminalística consistente en la promesa laboral publicitada por la institución
universitaria, que no era efectiva ni estaba acorde con la realidad laboral.
No se trata entonces de un asunto que pueda ser conocido por el juez de policía local
respectivo, sino que de acuerdo a las pautas antes analizadas, es de competencia de un
tribunal civil, conforme a las reglas generales.
DÉCIMO CUARTO: Que, en razón de ello, resulta innecesario pronunciarse sobre los
fundamentos del recurso de queja interpuesto en lo principal de fojas 59 a 98.
Por estas consideraciones y de acuerdo, además, con lo prevenido en los artículos 545 y 549
del Código Orgánico de Tribunales, procediendo de oficio esta Corte, se invalida todo lo obrado
en la causa N° 6586-07, rol del Juzgado de Policía Local de San Fernando, y en su lugar se
decide que dicho tribunal es incompetente absolutamente para conocer las acciones
instauradas en autos.Acordada con el voto en contra de los Ministros señores Rodríguez y
Dolmestch, quienes consideran improcedente hacer uso de las facultades para intervenir de
oficio y, en cambio, estuvieron por entrar derechamente al conocimiento y decisión de cada
uno de los capítulos de queja opuestos en lo principal de la presentación de fojas 59 a 98, por
cuanto a su juicio, en la especie es competente el juez de policía local ante quien se formalizó
la controversia. Para ello tuvieron presente:
1°).- Que por lo pronto es preciso destacar que la incompetencia absoluta del juez de policía
local de San Fernando fue profusamente debatida por los contendientes a través del incidente
pertinente promovido por la Universidad querellada y demandada, según consta de fojas 61 a
66, y contestada por los querellantes y actores civiles de fojas 69 a 77, en base a los mismos
argumentos consignados en la invalidación de oficio, y fue desechado por resolución de veinte
de febrero de dos mil ocho, que corre a fojas 80. Empero, no obstante encontrarse afinada
esta incidencia, la misma Universidad renovó la polémica sobre idéntico punto y con similares
alegaciones, como aparece de fojas 120 a 165, la cual fue contestada otra vez por la contraria
de fojas 181 a 184, y que nuevamente fue desestimada por resolución ejecutoriada de uno de
abril del mismo año, que rola a fojas 185, de manera que ni siquiera quedó comprendida en
algún capítulo del recurso de queja en estudio, pues se trata de una cuestión latamente
discutida entre los litigantes y ya resuelta en la instancia respectiva.2°).- Que como lo insinúan
los querellantes y demandantes civiles en los incidentes recién mencionados, el artículo 50 A,
inciso primero, de la Ley sobre protección de los derechos de los consumidores, entrega a los
jueces de policía local el conocimiento de todas las acciones que emanan de dicha ley y en su
inciso tercero excluye de esta competencia, que es la regla general, las acciones enunciadas
en la letra b) del artículo 2° bis, nacidas de dicha ley o de leyes especiales, incluidas las
acciones de interés colectivo o difuso derivadas de las disposiciones que detalla y que, para los
efectos de esta disidencia, carecen de trascendencia, pues aquella de que se trata en autos,
que es la de las letras b) y c) del artículo 28, no aparecen en la enumeración excepcional.
Tales acciones singularizadas quedan sometidas a los tribunales ordinarios de justicia, de
acuerdo a las reglas generales.
3°).- Que desde ya es útil recordar que, dado su carácter de excepción, el conocimiento por los
tribunales ordinarios debe interpretarse restrictivamente frente a la regla general sobre esta
materia, que es la competencia por los jueces de policía local.
Si bien es cierto que el artículo 2° bis, letra b), se refiere al procedimiento en las causas en que
esté comprometido el interés colectivo o difuso de los consumidores o usuarios, y el derecho a
solicitar indemnización mediante dicho procedimiento, es el título IV de la ley, el que rige el
procedimiento a que da lugar su aplicación y el procedimiento para la defensa del interés
colectivo o difuso de los consumidores, cuyo párrafo 2° determina concretamente el
procedimiento especial a que queda sujeta la protección de esos intereses, cuya sustanciación
somete a las normas del procedimiento sumario del Código de Instrucción Civil, con las
modificaciones que explicita, lo que es natural, ya que su conocimiento corresponde a los
tribunales ordinarios de justicia.4°).- Que, sin embargo, el artículo 51 , N° 1°, exige que este
procedimiento extraordinario se iniciará por demanda presentada por los entes que señala,
entre los cuales especifica, en su letra c), a "un grupo de consumidores afectados en un
mismo interés, en número no inferior a 50 personas, debidamente individualizados", de donde
se infiere que las acciones interpuestas por un número de consumidores inferior a 50
personas, cuyo es el caso de autos pues no se insertan en las restantes hipótesis del precepto,
aun cuando puedan "realizarlas en beneficio del interés colectivo o difuso de los consumidores"
(artículo 50, inciso tercero), de todas maneras vuelven a la regla general de competencia del
artículo 50 A, inciso primero, y, por consiguiente, su conocimiento corresponde al juez de
policía local de San Fernando, en la actual situación.
En síntesis, parece plausible a los disidentes que el planteamiento promovido por un grupo de
consumidores afectados en un mismo interés, pero en número inferior a cincuenta, debe
reputarse como el ejercicio a título individual de acciones del mismo carácter, de suerte que su
conocimiento queda dentro de la esfera de la competencia del juez de policía local, con arreglo
a los artículos 2° bis, letra c), y 50, inciso primero, de la Ley sobre protección de los derechos
de los consumidores.No se remiten los antecedentes al Pleno de este Tribunal, por estimar
que no existe mérito suficiente para ello. Se previene que el Ministro señor Rodríguez fue de
parecer de enviar tales piezas al Tribunal Pleno, como lo ordena el artículo 545 del Código
Orgánico de Tribunales, por ser esta materia de su exclusiva competencia.
Rol N° 3564 - 09
Pronunciado por la Segunda Sala integrada por los Ministros Sres. Nibaldo Segura P., Jaime
Rodríguez E., Rubén Ballesteros C., Hugo Dolmestch U. y el abogado integrante Sr. Nelson
Pozo S. No firma el Ministro Sr. Segura, no obstante haber estado en la vista de la causa y
acuerdo del fallo, por estar con licencia médica.
Autorizada por la Secretaria Subrogante de esta Corte Suprema doña Carola Herrera
Brummer.