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Colonialismo, descolonización y antropología

Margarita Ondelj

En el transcurso de los siglos XVIII y XIX se incrementaron los contactos entre las potencias europeas y las otras culturas.
La expansión del sistema capitalista fue el principal motivo 1 y el éxito de una nueva acometida colonialista fue posible gracias a las
transformaciones ocurridas en este amplio período en que se buscó desarticular las viejas estructuras del orden feudal, tuvo lugar
la Revolución Industrial y se desarrollaron la ciencia y la tecnología. Por su parte, las doctrinas filosóficas, los movimientos
culturales y las nuevas teorías aportaron ideas para entender los grandes cambios que experimentaban los países europeos.
En el siglo XVIII, el movimiento Iluminista cuestionó la superstición y el dogma religioso que sustentaban las antiguas tradiciones
y la monarquía absolutista instalando en la escena a la razón como facultad humana universal. El liberalismo -tanto político como
económico- contribuyó con nuevas ideas a la creación de un sistema que reemplazaría al feudalismo y logró imponer la idea de
que la razón (esto es la racionalidad Occidental) de la mano de la ciencia y la tecnología guiaría a las sociedades al progreso y la
civilización ilimitados.
Hacia el siglo XIX tuvo lugar un tipo particular de expansión capitalista: “El acontecimiento más importante en el siglo XIX es la
creación de una economía global, que penetró de forma progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un tejido cada
vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones y movimiento de productos, dinero y seres humanos que vinculaba
a los países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado” (Hobsbawm 2009: 71).
El proceso colonizador del siglo XIX permitió a los países centrales reorientar las crisis producidas tras los dos ciclos de la Revolución
Industrial (de 1750 a 1840 en Inglaterra y de 1880 a 1914 en Inglaterra, Alemania, Francia, EEUU y Japón) y lograr la ubicación de
los excedentes demográficos, el abastecimiento regular de materias primas para las industrias, y la creación de nuevos mercados
para la colocación de productos en los territorios bajo su dominio. Esta preeminencia de lo económico, sin embargo, no descalifica
la importancia de los factores “políticos, emocionales, ideológicos, patrióticos e incluso raciales tan claramente asociados con la
expansión imperialista” (Hobsbawm 2009: 71).
Entre 1870 y la Primera Guerra Mundial (1914-1918) la distribución mundial de los territorios y poblaciones entre las principales
potencias occidentales presentaba el siguiente panorama:

En: https://elpasadodeltiempohmc.files.wordpress.com/2018/12/eaa72-posesiones252Bcoloniales252Ben252Bel252Ba2525C32525B1o252B1914.jpg
Consultado el 31/03/2020.

1 La búsqueda de materias primas, la consecuente intensificación del comercio, la exploración de nuevas tierras en el interior de los continentes y el interés
científico por la historia natural movilizaron desde mediados del siglo XVIII la presencia europea en los otros continentes (Pratt 2011) y generaron nuevas relaciones.
Las naciones europeas industriales se expandieron por todo el mundo alterando o suprimiendo las pautas tradicionales e
instituciones nativas, y reemplazándolas con otras nuevas que les asegurarían el control de los grupos y territorios incorporados
al imperio. El nuevo orden se estableció sobre las tensiones y conflictos provocados por la asimetría de poder. En ese contexto se
desarrollaron las ciencias antropológicas:
“Los contactos culturales parecen haber sido casi siempre un producto colateral de otros procesos, que predisponían la
configuración y la utilización de la categoría alteridad y que en dado caso trataban de aprovecharse de su uso. Cruzadas y
comercio con productos de lujo provenientes de lejos, emigración y prestigio nacional, búsqueda de materias primas y misión,
investigación en historia natural y aseguramiento militar de conquistas realizadas y planeadas, no deben ser vistas, pues,
como un “marco de condiciones” exterior a los contactos de Europa con el resto del mundo, sino como elementos de carácter
constitutivo de éstos. Como tales llegaron a formar parte integrante de las formulaciones concretas de la pregunta
antropológica y, de modo peculiar, de las ciencias antropológicas nacientes, al igual que los modelos de reflexión y las
estructuras comunicativas en cada caso existentes” (Krotz 1994: 10).
Los objetivos expansionistas de Occidente se cumplieron mediante el empleo de diferentes formas de violencia, entre ellas la
coacción y el uso de la fuerza (ocupación militar de territorios o asentamiento de colonos europeos que desplazaron a las
poblaciones nativas u originarias). Pero ninguna imposición hubiera sido posible si el proceso de dominación no hubiese producido
simultáneamente hegemonía.
La reproducción en el tiempo de un orden o sistema social basado en la desigualdad no puede sostenerse exclusivamente por
medio de la represión (vigilancia, intimidación o castigo) o la coacción económica: requiere que esa relación de explotación sea
legitimada por el conjunto, es decir aceptada. La dominación hegemónica es una construcción de carácter histórico mediante la
cual los sectores que detentan poder económico también se apropian de los medios para producir y atribuir significados culturales
(lo bueno, malo, justo, injusto, necesario, superfluo, sano, enfermo, peligroso, limpio, etc.) asegurando la reproducción de la
desigualdad.
La autoridad en el manejo de la representación creció al mismo tiempo que se fueron deslegitimando las culturas originarias de
las colonias y las formas de vida campesina2 en el interior del propio espacio europeo (Llobera 1980). Las potencias coloniales
instalaron -entre propixs y subordinadxs- la idea de que venían a cumplir una función civilizadora y en este contexto se exacerbaron
los comportamientos racistas y surgieron teorías que pretendiendo ser científicas lo fundamentaron.
El discurso hegemónico sumó a las valoraciones positivas sobre el lugar de Occidente en el sistema mundial, las imágenes de
inferioridad sobre los sistemas productivos, sociales y culturales de las poblaciones locales. Por su parte, la continuidad de las
relaciones de poder y los privilegios del sistema se aseguraron con la creación de nuevas instituciones 3 en los territorios
colonizados.
Europa y -más tarde- los EEUU, se representaron a sí mismos como promotores de la modernización económica y el orden social.
Por ejemplo, la literatura de viajes y exploración acompañó la expansión capitalista y aportó a lxs lectores europeos las
interpretaciones que les permitirían sentirse parte del nuevo orden imperial:
“Los libros de viaje ofrecieron al lector europeo un sentido de propiedad, derecho y familiaridad respecto de las remotas
partes del mundo en las que se invertía y estaban siendo exploradas, invadidas y colonizadas. (…) Generaban una sensación
de curiosidad, emoción, aventura y hasta fervor moral acerca del expansionismo europeo (…) fueron uno de los
instrumentos clave para hacer que las poblaciones “locales” de Europa se sintieran parte de un proyecto planetario o para
decirlo en otras palabras de la creación del sujeto doméstico del imperio” (Pratt 2010: 24).
Entre 1870 y 1914 las potencias europeas se involucraron en múltiples conflictos motivados por el interés de aumentar el número
de colonias bajo su dominio4 al mismo tiempo que Japón y los EEUU se incorporaron a la disputa territorial.
Luego de la Primera Guerra (1914-1918) la relación colonial comenzó a transformarse y Alemania fue obligada a desprenderse de
sus colonias en África.

2 Es preciso aclarar que no todas las investigaciones se desarrollaron con grupos nativos en lugares exóticos y lejanos. En 1890, la preocupación por instalar los
avances de la industria en todo el territorio llevó a los antropólogos a realizar estudios en las comunidades campesinas inglesas e irlandesas (Neufeld 2010).
3 La administración y control de grupos y territorios coloniales se desarrolló a través dos modalidades: gobierno directo, cuando las élites y burocracias de la

metrópolis son trasladadas y se asientan en las regiones bajo su dominio, y gobierno indirecto, cuando el poder es ejercido por instituciones y sectores nativos o
locales nombrados como representantes de la metrópolis e identificadas con esos intereses.
4
Principalmente en el continente africano, aunque también en el sudeste asiático y el Pacífico.
A fines de 1931, el Reino Unido reconoció a sus colonias algunos derechos de autodeterminación y conformó la Commonwealth
of Nations (Mancomunidad de Naciones), una institución que hasta el día de hoy actualiza el pasado de la relación colonial del
Reino Unido con 53 naciones justificando esa relación en el uso compartido del lenguaje, la historia y la cultura.5
En este marco, cabe recordar que Argentina mantiene un litigio con el Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas y su mar
adyacente.6
Cuando finalizó la Segunda Guerra (1945) se activaron procesos de descolonización que llevaron a la independencia de varios
países en África y Asia; y entre 1960 y 1970 se desarrollaron en América movimientos de liberación que compartieron ideas y
prácticas con los anteriores. Volviendo a la cuestión de la producción de hegemonía, debemos notar que la presencia simultánea
de grupos con desiguales cuotas de poder y culturas diferentes en un mismo espacio de interacción provoca que la relación
hegemónica deba “ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada [dado que] es continuamente resistida,
limitada, alterada, desafiada” (Williams 1997: 134).
En el nuevo contexto se produjo una revisión crítica del quehacer de las ciencias sociales, las teorizaciones, metodologías y del
lugar que debían ocupar lxs profesionales de estas disciplinas. Las ideas de Marx, Gramsci y otrxs autores fueron tomadas en
cuenta en los análisis e interpretaciones. El concepto de cultura que había sido utilizado para comprender las sociedades
estudiadas por los antropólogos era puesto en crisis con la incorporación de una mirada sobre el poder.
De acuerdo con Neufeld (2010): “Después de los 70, la Antropología se había vuelto muy sensible al hecho de la situación colonial
y esta se convirtió en sí misma en uno de sus objetos de estudio y trabajo centrales. Además, el peso del feminismo hizo visible la
actividad de las mujeres, hasta ese entonces pasadas por alto en las etnografías más reconocidas. Entre tanto, también habían ido
cambiando los ‘objetos’ de estudio de los antropólogos. En el nuevo contexto de descolonización y también de grandes
migraciones rural/urbanas que dieron lugar a la formación de enormes conglomerados urbanos (en América Latina: San Pablo y
Río de Janeiro en Brasil, Lima en Perú, Buenos Aires y Córdoba en la Argentina, etc.) los antropólogos siguieron trabajando con
poblaciones reconocidas ahora como parte de los nuevos Estados-nación, ya sea como ‘pueblos originarios’ o en calidad de
campesinos o de habitantes de las nuevas y extensas barriadas populares urbanas, hasta incluir el estudio de los grupos sociales
de los que formaba parte el mismo antropólogo” (Neufeld 2010:18).

Bibliografía
Hobsbawm, Eric. 2009. Capítulo 3: “La era del Imperio”. En: La era del imperio (1875-1914). Buenos Aires, Crítica - Grupo Editorial Planeta, pp.
65-93.
Krotz, Esteban. 1994. “Alteridad y pregunta antropológica” En ALTERIDADES 4 (8):5-11.
Llobera, Josep R. 1980. “Introducción. La historia de la Antropología como un problema epistemológico”. En Hacia una historia de las ciencias
sociales. Barcelona. Editorial Anagrama. (pp. 15-68).
Neufeld, María Rosa. 2010. “Procesos sociales contemporáneos y el desarrollo de la Antropología Social y Política” En Neufeld, M. R. y Novaro,
G. (compiladoras). Introducción a la Antropología Social y Política. Relaciones sociales. Desigualdad y poder. Buenos Aires. Editorial de la
Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. (pp. 7-45).
Pratt, Mary Louise. 2011. Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
Williams, Raymond. 1997. “La hegemonía”. En Marxismo y Literatura, Barcelona, Península, pp. 129-149.

5 La Commonwealth tiene su sede en Londres y si bien se presenta como una asociación “voluntaria” de estados “libres” reconoce en la reina de Inglaterra a su
autoridad y en la lengua inglesa su medio de comunicación oficial. Otros organismos internacionales que rememoran el pasado colonial son la Organización de
Estados Iberoamericanos o las instituciones internacionales vinculadas con la lengua (por ejemplo la Asociación de Academias de la Lengua Española o la
Organización Internacional de Francofonía). En http://thecommonwealth.org/commonwealthday y https://www.worldatlas.com/articles/what-is-the-
commonwealth.html Consultado el 04/03/2019.
6
Para más información consultar Resolución 2065 y Resolución 1514 (XV) del Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas.

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