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Este documento narra la historia de Alberto, un hombre solitario que vivía en el campo y se dedicaba a la agricultura. Su único compañero era su perro Max, a quien crio desde cachorro. Alberto y Max pasaron 15 años trabajando y viviendo juntos felizmente. Un día, mientras Alberto se sentía mal, Max buscó ayuda cuando Alberto murió. Max nunca se alejó de la tumba de Alberto y murió sobre su tumba, incapaz de soportar la pérdida de su único amigo.
Este documento narra la historia de Alberto, un hombre solitario que vivía en el campo y se dedicaba a la agricultura. Su único compañero era su perro Max, a quien crio desde cachorro. Alberto y Max pasaron 15 años trabajando y viviendo juntos felizmente. Un día, mientras Alberto se sentía mal, Max buscó ayuda cuando Alberto murió. Max nunca se alejó de la tumba de Alberto y murió sobre su tumba, incapaz de soportar la pérdida de su único amigo.
Este documento narra la historia de Alberto, un hombre solitario que vivía en el campo y se dedicaba a la agricultura. Su único compañero era su perro Max, a quien crio desde cachorro. Alberto y Max pasaron 15 años trabajando y viviendo juntos felizmente. Un día, mientras Alberto se sentía mal, Max buscó ayuda cuando Alberto murió. Max nunca se alejó de la tumba de Alberto y murió sobre su tumba, incapaz de soportar la pérdida de su único amigo.
vivía Alberto, un hombre sumamente trabajador que cultivaba hombre de campo era MI la tierra, como todo sano y vigoroso, disciplinado y recio en su trabajo. Alberto era un hombre de pocos amigos cuya familia más cercana se encontraba a muchísimos kilómetros de distancia y se conformaba solo por un hermano, su esposa y su sobrino, quienes habían decidido hace muchos años vivir en la capital y hacer su vida allí; Alberto nunca hizo su propia familia ya que se dedicó apasionadamente a las labores agrícolas, además de ser un líder activo social en su zona y era querido y admirado por muchos en el pueblo. Al ser un hombre solitario toda su vida, desde su juventud, ya sabía cómo lidiar con la soledad, aunque en ocasiones por las noches la nostalgia le daba golpes de dolor. Así fue como llegó a su vida Max, un nuevo integrante en su familia, que le devolvió la alegría y acompañó muchos de sus días llenos de felicidad. Alberto había criado a Max desde el primer día en que este llegó al mundo, ya que su madre, una perra de la calle, que contaba con bastante años encima, murió en el momento del parto, dejando una camada de seis cachorros, de los cuales fueron muriendo uno a uno progresivamente, quedando solo un cachorro vivo y totalmente sano, al que Alberto más adelante le daría por nombre Max, y quien lo acompañaría como su más fiel amigo y compañero de trabajo. Max también se hizo querer por la gente del pueblo, en especial por los niños, que siempre lo querían tocar y jugar con él, y los adultos hablaban de lo inteligente que era este perro y lo bien amaestrado que Alberto lo tenía, y claro él pasaba largas jornadas en su tiempo de descanso enseñando trucos a Max, desde que este era muy pequeño aprendió las labores del campo y desde que se ponía el sol y Alberto se levantaba de su cama, Max quien dormía al lado de su amo, lo acompañaba en una nueva jornada productiva en la finca, así pasaron muchos años de compañía y felicidad, siempre juntos, Max llegó a colmar esos vacíos infinitos de compañía con los que Alberto luchó durante toda su vida. Pasarían quince años ininterrumpidos trabajando y viviendo juntos, Alberto sabía que aunque Max era un perro fuerte y sano, aún con los años que tenía, que eran ya bastantes, por cierto, debía anualmente hacer revisar la salud de este por su gran amigo el veterinario del pueblo, ese año como todos los años anteriores, llevó a Max a su acostumbrado chequeo. Salió de allí muy tranquilo y satisfecho, como siempre, al saber que Max se encontraba en las mejores condiciones. Alberto se percataba de manera minuciosa de la salud de su amigo Max, pero jamás reparó en su propia salud, ya que él mismo se consideraba como un hombre que gozaba de buena salud y sanas costumbres. Esa misma tarde, rumbo a su casa, empezó a sentir una incomodidad en su cuerpo, algo que jamás había sentido, y ya que nunca se había sentido enfermo absolutamente de nada en su vida, no entendía esa sensación. Max también lo percibía, sabía que algo estaba mal con su dueño, así que lo acompañó más que nunca. Esa noche Alberto sirvió la cena a su amigo, con bastante dificultad, y cómo todas las noches se sentó en su silla mecedora, pero esta vez no se volvió a levantar. Max ladró, aulló y lloró toda la noche, entendía bien lo que estaba pasando con su amo y el dolor lo embargaba completamente. Amaneció y Max sabía que debía buscar ayuda, recorrió toda la casa tratando de buscar una salida, una puerta o ventana abierta, pero Alberto quien siempre fue tan previsivo y calculador con su seguridad, tenía la casa cerrada casi de manera hermética, esto llevó a Max a usar medidas desesperadas, y de un solo salto contra la ventana acristalada logró salir, pero no en el mejor estado, sangraban sus heridas ya que algunos de estos cortes eran muy profundos, sin embargo salió a correr con dirección a la finca vecina, donde sabía que le iban a ayudar, ya que sus vecinos siempre se comportaron de buena manera tanto con el como con su amo. Efectivamente, al llegar herido, sangrando y ladrando, sus vecinos reaccionaron al instante, sabían que algo estaba muy mal ya que conocían a Alberto desde la infancia y conocían totalmente su proceder, tuvieron miedo de lo que pudo haber sucedido y arrancaron a correr detrás de Max. Al llegar no hubo mucho por hacer; nada más que contemplar el rostro de tranquilidad con el que murió Alberto, en total paz y serenidad, tal como fue su actitud en vida. La noticia se propagó no solo en el pueblo, sino por toda la zona, ya que Alberto era considerado como una persona importante e influyente, sus familiares fueron avisados de lo que sucedía y llegaron tan rápido como pudieron, todos lo lloraban amargamente, todos sentían profundamente esa gran perdida, todos sabían que lo iban a extrañar inmensamente, todos podían expresar su dolor y buscar consuelo en otra persona, todos. Pero Max, su más fiel compañero y quien había convivido con Alberto los últimos quince años de su vida, era tal vez quien más sentía ese dolor, sabía que nada en su vida sería como antes y él también se encontraba en la vejez y sabía que probablemente nadie se encargaría de él, cada minuto que pasaba extrañaba más y más la presencia de su amo, tantos recuerdos juntos, Alberto era lo único que conocía y lo más preciado de Max. En medio del caos, de los lamentos y sollozos de tanta gente reunida, dejaron olvidado a Max, quien sufrió solo su perdida, el día en que enterraron a Alberto, Max sintió de repente que no lo iba a soportar y que quería seguir al lado de Alberto como hasta el último instante en que estuvo con vida. Así fue como Max nunca se volvió a ir del cementerio mientras estuvo vivo, durmió, comió y vivió dentro del cementerio el tiempo que le resto de vida y nunca nadie lo volvió a ver salir, desafortunadamente no fue mucho ese tiempo, rápida y progresivamente la salud de Max se fue decayendo, hasta que dio el ultimo respiro y cerró sus ojos, sobre el lecho en que yace el cuerpo de su amigo Alberto y se fue con él.