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JAKOB VON GUNTEN DE ROBERT WALSER, FORMACIÓN PARA

FRACASADOS.

Laura Bernal
Filosofía y Letras
Universidad de Caldas

Jakob von Gunten de Robert Walser aparece en 1909. Este dato ya nos aporta un elemento
esencial para abordarla: es una novela de principio de siglo que se nos presenta como
sintomática. De ahí el cliché que usará la crítica una y otra vez: adelantada a su tiempo. Pero en
realidad Walser no habla de nada que ya no esté presente en su época. Si ha de ser “adelantada”
en algún sentido, es en virtud de haber captado de forma tan inmediata y afortunada los cambios
profundos que el nuevo siglo ya empezaba a perfilar, y crear unos mecanismos narrativos con los
cuales poder evaluarlos. El más importante es sin duda la construcción de un personaje, que
según Coetzee:

Como personaje literario, Jakob von Gunten no tiene precedente. En el placer que él tiene en
extraerse de sí mismo, tiene algo del Underground Man (Memorias del subsuelo) de
Dostoievski y, detrás de él, de Confessions (Confesiones) de Jean-Jacques Rosseau
(Coetzee:2000).

Hace parte pues de una tradición de novelas confesionales, introspectivas, que bajo la forma de
la primera persona crean un mundo altamente subjetivo donde predomina más la reflexión que la
narración. En este sentido, lo más valioso que posee la novela es el carácter del protagonista, el
cual es resultado de estos cambios sustanciales de la Europa de comienzos del siglo XX. Pero
principalmente las ideas que este carácter tan peculiar nos presenta. Es una “visión de mundo”
que para la época, incluso hoy en día, tendrá una novedad altamente subversiva, como lo habrían
de reconocer sus sucesores, como lo hizo el mismísimo Kafka. Habría entonces que mirar con
detalle qué es lo que logra Walser, cuáles son los mecanismos de su aparato narrativo, y qué
logra expresar con ellos.
En primera instancia tenemos a un narrador-protagonista que cuenta su permanencia en el
Instituto Benjamena. Jakob Von Gunten es un joven de linaje aristocrático que huye de su casa
para hacer su propia vida. Este cambio, esta transformación ‒en términos del personaje
novelesco como lo diría Lukacs‒, es lo que nos pretende contar Jakob. Estamos pues ante una
novela de formación, que parecerá discurrir con sus mecanismo, pero que como veremos no
terminará fielmente, ya que no es una formación que se cierra o deja como resultado un
aprendizaje claro, sino que por el contrario existe un final abierto, y además, la actitud del
personaje frente al mundo y sus opiniones, no dejan de ser ambivalentes, muchas veces
contradictorias. Se podría decir que Jakob no logra plenamente su objetivo. En todo caso lo que
pretende contarnos es esta experiencia casi iniciática en cierto sentido, pero sobretodo de
reafirmación.

La narración funciona de este modo: Jakob escribe una especie de diario mientras está en el
instituto, lo cual establece una cercanía entre las experiencias del personaje y la escritura. Es
importante hablar en estos términos de escritura, porque finalmente lo que vemos es que Jakob
intenta reafirmar unos valores exponiéndose ante el rigor de una Institución mediocre que intenta
formar hombres que servirán a otros, desprovistos casi de cualquier voluntad, pero más allá de
esta disciplina a la que se obliga, el ejercicio de escritura es también clave en esta formación. Es
también en el campo de la reflexión donde operan estos cambios. Existe una necesidad casi
compulsiva por las palabras, como muchas veces el narrador nos lo deja ver con sus
intervenciones acerca de la escritura que lleva a cabo. Frases como: “Ya es hora de que deje la
pluma”, o " Escribo estas líneas precipitadamente”, aparecen a lo largo de todo el libro.

En este tipo de escritura es muy importante el carácter del narrador-personaje, ya que este le
confiere un tono particular a la narración. Así como un narrador omnisciente tendería más a un
tono más neutro aunque podría funcionar al contrario, en este tipo de narrador no tenemos
ninguna pretensión de ser neutro. Todo lo contrario, es un tono tan sincero y directo que es lo
que más le confiere fuerza al relato, y más nos acerca como lectores a esta subjetividad. Y es
bajo este tono y este pacto de lectura, que sus reflexiones fluyen con entera facilidad, porque en
últimas, la gran pretensión de la novela de Walser, o el diario de Jakob, es la negación de unos
valores, y una crítica directa a la sociedad que observa a su alrededor.
Para entender el carácter de Jakob von Gunten, podemos recurrir a una gran síntesis que Coetzee
hace del personaje en su ensayo “El genio de Robert Walser”. Dice:

Jakob es un ser tan extraño y el aire que respira en el instituto Benjamenta es tan raro, tan
cerca de lo alegórico que es difícil pensar en él como representante de cualquier elemento de
la sociedad. Sin embargo, el cinismo sobre la civilización y sobre los valores en general, su
desprecio por la vida de la mente, sus creencias simplistas acerca de cómo el mundo
realmente funciona ‒que está dirigido por las grandes empresas que explotan a los hombres
pequeños‒, su elevada obediencia a la más altas de las virtudes, su predisposición a aguardar
el momento oportuno, esperando la llamada del destino, su pretensión de ser descendiente de
nobles antepasados guerreros ‒cuando la etimología del mismo insinúa por von Gunten -von
unten, "desde abajo"- sugiere lo contrario‒, así como su gusto por el ambiente masculino de
la escuela y su deleite por las bromas maliciosas, todas estas características, tomadas en
conjunto, apuntan proféticamente hacia el tipo pequeño burgués que, en tiempos de gran
confusión social, encontraría a las camisas pardas de Hitler muy atractivas (Coetzee:2000).

Con esta descripción es fácil hacerse a una idea de la personalidad de Jakob, así como encontrar
similitudes con otros personajes de la historia de la literatura. Es cierto que la categoría de
pequeño burgués es la adecuada, porque precisamente es el fenómeno socio histórico que marca
la novela. Retomemos entonces la anécdota: Jakob es de linaje aristocrático pero ha decidido
negarlo y hacer su propio destino. En otras palabras, quiere convertirse en un pequeño burgués.
Por eso una de los presupuestos que estructura toda la narración es la constante oposición que se
hace entre los valores aristocráticos y todo su mundo ya perdido, y los nuevos y predominantes
valores burgueses. Así pues, Walser crea un personaje que es una especie de bisagra de este
cambio de época. Su existencia individual es sintomática de estos cambios sociales. Por eso
tenemos de primera mano un personaje que conoce directamente ese mundo aristocrático, y que
a la vez está entrando en ese otro orden burgués, por lo tanto, su posición privilegiada le permite
establecer unos contrastes contundentes. Aquí Walser logra configurar una mirada bastante
lúcida y penetrante. Este testimonio es único, y hace memorable la novela.

Esto le permite a Jakob hacer observaciones directas como: “Hace ya tiempo que a nadie le
importan los modales aristocráticos”, o incluso recrear, aunque por medio de lo onírico, unos
ambientes aristocráticos idealizados, y más aún, remitirse a un pasado aún más distante e
idealizado de sus antepasados guerreros:

Un parque, por supuesto. Sin un parque no podría ni existir. También una capilla, pero,
aunque parezca raro, no una en ruinas según el gusto romántico, sino una pequeña iglesia
protestante pulcramente restaurada y con el pastor tomando el desayuno. Y muchas cosas
más. Cenas, partidas de caza. Bailes nocturnos en el salón de ceremonias, de cuyas altas
paredes, recubiertas de madera oscura, colgaban retratos de los ancestros familiares. ¿De qué
familia? Aquí empiezo a balbucear, pues la verdad es que no sabría decirlo. Y me arrepiento
de haber soñado y fantaseado tanto. También veía nevar en el patio del castillo
(Walser:1998).

Y al mismo tiempo está observando ese nuevo mundo que se abre ante él, que en términos de
paisaje, de una panorámica, encuentra su máxima expresión, por supuesto, en la ciudad. Existen
varios pasajes donde el personaje se encuentra enardecido por la experiencia urbana. La
multitud, el ruido, el tiempo que apremia. Jakob es un voyeur de la ciudad, a lo Baudelaire. Dice:

Salgo con cierta frecuencia, y una vez fuera, en la calle, tengo la impresión de vivir un
cuento de hadas donde todo es caótico y desenfrenado. ¡Cuántos empellones y apretujones!
¡Qué estrépito! ¡Qué barahúnda! ¡Cuántos gritos, pisotones, zurridos y traqueteos! ¡Y qué
estrechez y hacinamiento en todo! Casi rozando las ruedas de los carruajes pasan chiquillos,
muchachas, señores y señoras elegantes; entre la multitud se ven ancianos, lisiados y gente
con la cabeza vendada. Y siempre nuevas filas de transeúntes y vehículos. Los vagones del
tranvía eléctrico parecen cajas repletas de muñecos. Los autobuses van dando tumbos como
enormes escarabajos desmañados (Walser:1998).

Tenemos pues la panorámica absolutamente moderna que contrasta con sus sueños de paisajes
aristocráticos. Los pasajes sobre la ciudad son los de alguien que observa y reflexiona acerca de
su naturaleza y de la naturaleza de los hombres. Tenemos sin duda reflexiones agudas acerca de
la vida urbana y de lo que significa ser hombre en una ciudad, esto nos remite de inmediato a una
serie de reflexiones bastante existenciales:
Amo el bullicio y la agitación incesante de la gran ciudad. Lo que discurre perpetuamente
obliga a adoptar una moral. Viendo a toda aquella gente en acción, el ladrón, por ejemplo,
tendrá que darse cuenta involuntariamente de que es un granuja, y ese alegre y animado
espectáculo puede mejorar en algo su espíritu destartalado y ruinoso. Quizá el fanfarrón se
vuelva algo más modesto y reflexivo en presencia de todas esas fuerzas creadoras, y es
posible que el bravatero se diga, al observar la flexibilidad de la mayoría, que es en verdad
un sujeto repugnante por el hecho de complacerse tan necia y vanamente en su presunción y
jactancia. La gran ciudad nos educa, nos forma, y no con áridos principios aprendidos en los
libros, sino con ejemplos. Nada profesoral hay en ella, lo cual es halagüeño, pues la dignidad
del saber acumulado desalienta (Walser:1998).

Pero las reflexiones van más allá de ver las dinámicas urbanas, de una ciudad que se intuye es
Berlín, y trata de desentrañar sus valores predominantes, los cuales lleva al campo de la ironía y
la sátira. Estos valores modernos son la riqueza, el éxito, la felicidad, el progreso, todo aparece
allí explícito, analizado profundamente, con una tensión existencial muy latente. Todo esto nos
remite a la idea de las clases sociales y a la idea de explotación de unos hombres por otros. Por
eso el lugar donde acontece todo es un Instituto donde:

Nos inculcan que adaptarse a unas cuantas cosas firmes y seguras tiene un efecto benéfico, es
decir: acostumbrarse y amoldarse a las leyes y mandamientos impuestos por una estricta
autoridad exterior. Tal vez quiera estupidizarnos (Walser:1998).

Así otro de los grandes temas que atraviesa todo el libro es lo que respecta al éxito y al fracaso,
lo cual nos remite a un orden social de señores y sirvientes, de amos y esclavos. Hay una fuerte
indagación por lo económico, por las riquezas, por la posición social. Por eso las características
de Jakob permite indagar en estas dicotomías: él es de familia acomodada, hijo de señores, que
ha decidido convertirse en sirviente. Lo cual vendría a ser el gran objetivo de Jakob. Dice:

Estar excesivamente preparado supondría un descaro excesivo. ¿Para qué esperar cosas
importantes en la vida? ¿Es acaso inevitable? Y yo soy tan poca cosa... A esta certeza me
aferró firmemente, al hecho de ser poca cosa, muy poca cosa, indigno de todo
(Walser:1998).
Esto nos remite entonces al gran rasgo, o mejor, al gran valor que defiende Jakob a lo largo del
libro, y es el de ser un hombre sencillo, marginal, inferior, un cero a la izquierda. Si esto es una
novela de formación, esta se da para ser un fracasado. Es lo que busca desesperadamente Jakob,
a pesar de las contradicciones que le surgen, ya que por mucho que lo intenta, sigue teniendo
ciertas actitudes de su casta: es terco, impetuoso, impertinente. Más o menos en la mitad de la
novela vemos a Jakob por fin cada vez más convencido de estos valores que pretende tener. Pero
al final vuelven a aparecer estos indicios de que no puede despojarse por completo de cierta
superioridad con la que fue criado. Quiere ser un hombre del submundo, entendido casi como lo
entendería Dostoievski, pero algo lo jala hacia lo sublime, cuando quiere defender lo prosaico. Y
esta lucha interna se manifiesta en las descripciones oníricas. Si bien mientras escribe Jakob
intenta reafirmar sus valores, no por eso intenta mentir, siempre es completamente honesto, por
lo cual siempre se asoman estas otras actitudes, pero cuando cuenta sus sueños, estas se hacen
aún más evidentes. Hay cierta nostalgia por ese mundo que ya no existe.

Para entender esta actitud frente al mundo, cuáles son esos valores del mundo que chocan con
sus valores individuales, haciéndolo un héroe problemático de un mundo novelesco, como lo
afirma Lukács, nada mejor que ver lo que escribe en su currículo, ese pasaje memorable que
siempre se suele citar:

Curriculum.
El que suscribe, Jakob von Gunten, hijo de buena familia, nacido el día tal del año tal,
educado en tal y tal lugar, ha ingresado como alumno en el Instituto Benjamenta a fin de
adquirir los escasos conocimientos necesarios para entrar al servicio de alguien. El
infrascrito no espera absolutamente nada de la vida. Desea ser tratado con severidad para
saber qué significa tener que dominarse. Jakob von Gunten no hace grandes promesas, pero
se propone comportarse de manera honesta y encomiable. Los von Gunten son un antiguo
linaje. En otros tiempos fueron guerreros, pero al menguar su belicosidad se han convertido,
hoy día, en altos consejeros y comerciantes. Y el último retoño de la estirpe, objeto del
presente informe, ha decidido repudiar por completo cualquier tradición envirotada. Quiere
ser educado por la vida y no por principios hereditarios o aristocráticos. Sin duda es
orgulloso, ya que le es imposible renegar de su naturaleza innata, pero por orgullo entiende
algo totalmente nuevo, algo que corresponde, en cierto modo, a la época en que vive. Confía
en ser moderno y de alguna manera apto para prestar servicios, además de no demasiado
tonto e inútil; pero miente, pues no sólo confía, sino que lo afirma y sabe (...). La satisfacción
de quien lo emplee será su paraíso, y la triste reacción contraria, su infierno aniquilador; pero
está convencido de que no habrá quejas contra él ni contra sus servicios. Esta firme
certidumbre le da valor para ser lo que es.
JAKOB VON GUNTEN (Walser:1998).

Más claramente no puede estar enunciado: Jakob no quiere ser criado con principios
aristocráticos, quiere llegar a ser moderno. Y es en esta transición que encontramos estos análisis
y estos contrastes, los cuales nos llevaran a múltiples temas. Otra gran virtud que uno puede
encontrar es la capacidad de síntesis. En una novela tan corta podemos encontrar expuestos gran
parte de los grandes problemas de la época. Entonces, mientras Jakob nos cuenta acerca de la
Institución, del tipo de vida que se lleva allí, de los profesores, del tipo de educación que
imparten, de sus compañeros, de las anécdotas que allí vive, va reflexionando una y otra vez,
siempre volviendo a los mismos temas, a las mismas preocupaciones. Esto lo hace tomando
como punto de partida cualquier acontecimiento, el carácter de sus compañeros o profesores,
incluso la simple observación de algo.

Por eso en cuanto a la anécdota no hay mucho que decir. Si bien el tipo de narrador, su carácter,
su tono, nos trae resonancias de la picaresca de los siglos XVI y XVII, de aquellas producciones
literarias en las que se pintaba la vida de los pícaros, sus peripecias poco honorables, más por su
actitud burlona e irónica que por cualquier otra cosa. Si tomamos el ejemplo de la picaresca, para
compararlo con otro tipo de textos con los cuales aun así sigue manteniendo estrechas relaciones
en varios aspectos, en estos siempre hay mucha “acción”, es un género de “aventuras”. En cuanto
a su estructura estas aventuras son episódicas y están atravesadas por la idea de formación del
pícaro. En todo caso, hay un hilo narrativo mucho más fuerte, y la formación se da gracias a esta
aglomeración de experiencias.

En cambio en Jakob von Gunten tenemos un texto que es principalmente reflexivo. No pasa
mucho: el joven Jakob escapa de su casa y va a un Instituto donde lo formaran como sirviente,
esto porque quiere negar su legado aristocrático y formarse una vida propia bajo los preceptos de
una nueva época. Una vez allí en el instituto se encuentra con algunos jóvenes y a unos cuantos
profesores que solo menciona rápidamente. Los únicos personajes que tienen una aparición
recurrente es un compañero llamado Kraus, el director Benjamenta y su hermana, profesora del
instituto, los cuales se desarrollan con más extensión porque sus caracteres son arquetípicos,
ejemplares para los problemas en que indaga Jakob una y otra vez. Por ejemplo, Kraus aparece
como un joven que cumple a cabalidad los preceptos de un sirviente. Todas sus actitudes que nos
describe con gran profusión, se presentan como un modelo a seguir para Jakob.

Es cierto que existen una serie de anécdotas, muy cortas, que solo son tomadas como situaciones
desencadenantes para la reafirmación de estas ideas que el protagonista trata de evaluar en su
escritura. Y al final de la novela la acción por fin se desencadena: la señorita Banjamenta muere,
los alumnos ya se han ido del instituto porque les han conseguido amos, y solo queda Jakob y el
sr. Benjamenta. Y entonces este último le propone al joven que lo acompañe en busca de la
“vida”, de “aventuras”. El mismo Walser nos da la imagen del señor y su escudero. Así que este
final acaba en una aspiración de esas aventuras ausentes entre las paredes del instituto, evocando
un mundo exterior al cual se van a enfrentar. Uno podría pensar la continuación del relato en
términos de la picaresca, por qué no. Es arquetípico del género el pícaro que sirve a un señor, y
con el cual recorren varios lugares viviendo situaciones fuera de lo común. Pero como lo
observan varios críticos de esta novela, como Coetzee, los grandes ecos que se encuentran allí
son los del cuento tradicional alemán, aquellos que tenían en el centro de la narración a un joven,
casi niño, que vive una serie de aventuras fantásticas. Algo cercano es lo que sueña Jakob en el
último de sus delirios:

“¿Conque al final te animaste a venir, eh? Lo sabía”, me decía Herr Benjamenta, a quien los
hindúes habían elevado al rango de príncipe. ¡Increíble! Por extraño y siniestro que pueda
parecer, el hecho es que habíamos hecho la revolución en la India. Y en apariencia el golpe
había tenido éxito (Walser:1998).

El final es el cierre de ese ciclo de formación. Ahora lo que viene es la experiencia directa con la
vida, que es la gran aspiración de Jakob. Pero lo desconcertante en este punto, es que Jakob, por
medio del sueño, concreta una idea latente en todas sus reflexiones: una especie de hastío y de
necesidad de negación, de huida. Jakob es un desencantado que busca escapar. Dice a propósito
de su sueño:
Era como si los dos hubiésemos huido para siempre, o al menos por mucho, mucho tiempo,
de lo que suele llamarse cultura europea (Walser:1998).

Así, vemos que de alguna forma el desgarramiento que sufre Jakob va más allá de ese mundo
aristocrático, y hay un deseo de negación de la cultura europea en general. Cómo no pensar en
que pronto se avecinará la Gran Guerra, y con ella las vanguardias, principalmente los Dadaístas,
que convertirán en bastión esta idea que ya Walser nos lanza veladamente al final de su novela.
Pero más allá de que tan latente y evidente pueda llegar a ser este deseo a lo largo de la obra, que
sin embargo uno intuye por las fuertes críticas que se hace a la Europa de la época, la resolución
existencial que encuentra no es la que siempre había considerado, la de ser un hombre marginal
pero dentro del orden social, es decir, llegar a lo más bajo de la escala, como un sirviente o un
mendigo, sino que termina triunfando la idea de salirse de esa sociedad misma, e irse a un lugar
lejano, donde ésta ya no exista, el cual se concretará en la imagen del desierto. La novela finaliza
así:

Y si yo me estrellase y perdiese, ¿qué se rompería y perdería? Un cero. Yo, individuo


aislado, no soy más que un cero a la izquierda. Y ahora al traste con la pluma. ¡Al traste con
las ideas! Me voy al desierto con Herr Benjamenta. Quiero ver si en medio del páramo es
también posible vivir, respirar, ser, desear y hacer sinceramente el bien, y dormir por la
noche y soñar. ¡Bah! Ahora no quiero pensar en nada más. ¿Tampoco en Dios? ¡No! Dios
estará conmigo. ¿Qué necesidad tengo de pensar en Él? Dios está con los que no piensan.
Adiós, pues, Instituto Benjamenta (Walser:1998).

No podríamos saber si realmente cumplirá su sueño, como lectores sabemos que Jakob es
bastante dubitativo, y que en el fondo el aprendizaje no se ha concretado, su actitud no se ha
transformado completamente, otra cosa son las circunstancias que obligan a este cambio. Sin
embargo, lo que tenemos solo puede ser tomado como una proclamación, un anhelo, un deseo,
de un individuo que pretende llevar hasta las últimas consecuencias su ruptura. Para finalizar,
Benjamin Kunkel en su artículo The fiction of Robert Walser, aparecido en 2007 en The New
Yorker, sugiere que el mayor logro de Walser es la creación impresionista de un prototipo de
hombre auténticamente libre:
Es sólo una lástima que, a falta de tal traducción, Virginia Woolf nunca se enteró de que el
deseo que expresó en 1919 en su ensayo "La ficción moderna" para una novela moderna más
impresionista y menos estrictamente empírica, una novela de la sensibilidad que flota en
lugar de caracteres fijos, había sido, en un grado tan notable, anticipada una docena de años
antes por un escritor suizo que vive en Berlín. Algo más, lo que Woolf escribió en su ensayo
parece aplicarse a Walser: "Si un escritor fuera un hombre libre y no un esclavo, si pudiera
escribir lo que quisiera, no lo que debe, si pudiera basar su trabajo en su propio sentimiento y
no en convenciones, no habría ningún argumento, ninguna comedia, ninguna tragedia,
ningún interés romántico o una catástrofe en el estilo aceptado". A esto Walser añade una
cierta especificación de lo que significaría ser un hombre libre (Kunkel:2007).

BIBLIOGRAFÍA.

1. WALSER, Robert. Jakob von Gunten. Traducción de Juan José del Solar. Madrid: Ediciones
Siruela, 1998.
2. LUKACS, György. Teoría de la novela. Traducción de Juan José Sebreli. Barcelona: Edhasa,
1971.
3. COETZEE, J. M., “The Genius of Robert Walser”. The New Yorker Review of Books (2 de
noviembre, 2000).
4. KUNKEL, Benjamin. “The fiction of Robert Walser”. The New Yorker (6 de agosto, 2007).
5. LERNER, Ben. “Robert Walser’s disappearing acts”. The New Yorker (3 de septiembre,
2013)

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