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Leyendas Mayas 1

Versión escrita: Gloria Morales Veyra


Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Leyendas Mayas

Versión escrita:
Gloria Morales Veyra
Ilustración:
Isaac Hernández
Diseño:
Javier Caballero S.

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Leyendas Mayas 2
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Dentro de estas páginas vuela el cocay, muy divertido cada vez


que de su cuerpo sale una chispa de luz. Lo sigue de cerca el
tunkuluchú, quien atemoriza al hombre cuando canta, mientras que
por ahí aparece el pájaro dziú, dispuesto a arriesgarse con tal de
salvar la vida en El Mayab...

Esos son algunos de los personajes que viven en las leyendas


que los mayas cuentan desde hace mucho tiempo y que ahora tú
puedes conocer al leer este libro.

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Leyendas Mayas 3
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Índice
§ 01.-Hoja legal ….. Pág. 04
§ 02.-Presentación ….. Pág. 05
• 01.-El Mayab, la tierra del faisán y del ….. Pág. 06
venado
• 02.-El pájaro dziú ….. Pág. 09
• 03.-La xkokolché ….. Pág. 13
• 04.-La boda de la dzunuúm ….. Pág. 16
• 05.-El chom ….. Pág. 20
• 06.-El cocay ….. Pág. 24
• 07.-La piel del venado ….. Pág. 29
• 18.-Cuando el tunkuluchú canta... ….. Pág. 32
§ 11.-Colofón ….. Pág. 36

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Leyendas Mayas 4
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Hoja legal

Leyendas mayas

Reyes S. Tamez Guerra


Secretario de Educación Pública
Carlos Márquez Pérez
Director General del Consejo Nacional de Fomento Educativo
El Consejo Nacional de Fomento Educativo agradece el apoyo
brindado por las Delegaciones en los estados de Oaxaca y Sonora durante
la prueba de campo de este libro. Asimismo, agradece la participación y las
aportaciones de los niños e Instructores de las siguientes comunidades:
Cieneguilla, municipio San Jerónimo y Santa Cruz El Salto, municipio
Francisco Telixtlahuaca, en Oaxaca. Tierra y Libertad, Playas del Colorado y
Ejido San Juan, municipio Hermosillo, en Sonora.

CONSEJO NACIONAL DE FOMENTO EDUCATIVO

Este libro se elaboró en la Dirección de Medios y Publicaciones


Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández
Diseño: Javier Caballero S.
Las leyendas contenidas en este material están basadas en la
recopilación de Luis Rosado Vega El alma misteriosa del Mayab.
Primera edición: 1995
Cuarta reimpresión: 2000
D.R. © CONSEJO NACIONAL DE FOMENTO EDUCATIVO
Río Elba 20, col. Cuauhtémoc
C.P. 06500. México, D.F.
IMPRESO EN MÉXICO
ISBN 968-29-8129-8

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Leyendas Mayas 5
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Presentación

Nadie podría decir hace cuánto tiempo ocurrió, lo cierto es


que un día vivieron en El Mayab, hoy Yucatán, hombres que soñaron
una época en la cual el mundo fue muy distinto al suyo. Algunos
estaban intrigados por conocer el origen de la tierra; otros querían
saber cómo fueron los primeros hombres, y no faltó quien sintiera
curiosidad, por enterarse de la apariencia que una vez tuvieron los
animales.

Para descubrir esos secretos, hubo quien se acomodó a la


sombra de una ceiba y viajó con la imaginación al pasado; quizá
alguien más escuchó con toda atención al viento, hasta lograr
entender las voces que viajan en él... Tal vez un maya fue capaz de
comprender el lenguaje de las aves y el venado, cuando éstos
contaban sus historias.

Esos mayas de ayer mezclaron un poco de realidad con


mucha imaginación; así crearon numerosas leyendas, que se han
contado una y otra vez desde los tiempos antiguos. Algunas de ellas
las encontrarás en este libro; esperamos que con tu fantasía, viajes a
El Mayab y seas parte de él.

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Leyendas Mayas 6
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

1
El Mayab, la tierra del faisán y del
venado

ace mucho, pero mucho tiempo, el señor Itzamná


decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la
conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza. Entonces creó El
Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores
que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas
cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas

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Leyendas Mayas 7
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

de misterio. Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y


escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab y
quien pensara en ellos lo recordara de inmediato. Los elegidos por
Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel. Los
mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y
ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se
cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más
altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los
habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la
serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.

Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam, o sea
los adivinos mayas, vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza.
Entonces, llamaron a todos los habitantes, para anunciar lo siguiente:
—Tenemos que dar noticias que les causarán mucha pena. Pronto nos
invadirán hombres venidos de muy lejos; traerán armas y pelearán
contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos
defender El Mayab y lo perderemos.

Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a


la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar
para que los invasores no lo encontraran.

Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran


tristeza; entonces lloró tanto, que sus lágrimas formaron muchas
aguadas. A partir de ese momento, al venado le quedaron los ojos
muy húmedos, como si estuviera triste siempre.

Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la


serpiente de cascabel; ella decidió olvidar su música y luchar con los
enemigos; así que creó un nuevo sonido que produce al mover la
cola y que ahora usa antes de atacar.

Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El


Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres

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Leyendas Mayas 8
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su


tierra. Los mayas aún recuerdan las palabras que una vez dijo:

—Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab


sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos
nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir.
Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La
primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su
sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el
venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera
mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de
nuevo y ésta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los
animales avisarán a los mayas que es tiempo de recuperar la tierra
que les quitaron.

Ése fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega.


Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el
faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus
cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que
reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.

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Leyendas Mayas 9
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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2
El pájaro dziú

uentan por ahí, que una mañana, Chaac, el Señor


de la Lluvia, sintió deseos de pasear y quiso recorrer los campos de El
Mayab. Chaac salió muy contento, seguro de que encontraría los
cultivos fuertes y crecidos, pero apenas llegó a verlos, su sorpresa fue
muy grande, pues se encontró con que las plantas estaban débiles y
la tierra seca y gastada. Al darse cuenta de que las cosechas serían
muy pobres, Chaac se preocupó mucho. Luego de pensar un rato,

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Leyendas Mayas 10
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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encontró una solución: quemar todos los cultivos, así la tierra


recuperaría su riqueza y las nuevas siembras serían buenas.

Después de tomar esa decisión, Chaac le pidió a uno de sus


sirvientes que llamara a todos los pájaros de El Mayab. El primero en
llegar fue el dziú, un pájaro con plumas de colores y ojos cafés.
Apenas se acomodaba en una rama cuando llegó a toda prisa el
toh, un pájaro negro cuyo mayor atractivo era su larga cola llena de
hermosas plumas. El toh se puso al frente, donde todos pudieran verlo.

Poco a poco se reunieron las demás aves, entonces Chaac les


dijo:

—Las mandé llamar porque necesito hacerles un encargo tan


importante, que de él depende la existencia de la vida. Muy pronto
quemaré los campos y quiero que ustedes salven las semillas de todas
las plantas, ya que esa es la única manera de sembrarlas de nuevo
para que haya mejores cosechas en el futuro. Confío en ustedes;
váyanse pronto, porque el fuego está por comenzar.

En cuanto Chaac terminó de hablar el pájaro dziú pensó:

—Voy a buscar la semilla del maíz; yo creo que es una de las


más importantes para que haya vida.

Y mientras, el pájaro toh se dijo:

—Tengo que salvar la semilla del maíz, todos me van a tener


envidia si la encuentro yo primero.

Así, los dos pájaros iban a salir casi al mismo tiempo, pero el
toh vio al dziú y quiso adelantarse; entonces se atravesó en su camino
y lo empujó para irse él primero. Al dziú no le importó y se fue con
calma, pero muy decidido a lograr su objetivo.

El toh voló tan rápido, que en poco tiempo ya les llevaba


mucha ventaja a sus compañeros. Ya casi llegaba a los campos, pero
se sintió muy cansado y se dijo:

—Voy a descansar un rato. Al fin que ya voy a llegar y los


demás todavía han de venir lejos.

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Entonces, el toh se acostó en una vereda. Según él sólo iba a


descansar mas se durmió sin querer, así que ni cuenta se dio de que
ya empezaba a anochecer y menos de que su cola había quedado
atravesada en el camino. El toh ya estaba bien dormido, cuando
muchas aves que no podían volar pasaron por allí y como el pájaro
no se veía en la oscuridad, le pisaron la cola.

Al sentir los pisotones, el toh despertó, y cuál sería su sorpresa


al ver que en su cola sólo quedaba una pluma. Ni idea tenía de lo
que había pasado, pero pensó en ir por la semilla del maíz para que
las aves vieran su valor y no se fijaran en su cola pelona.

Mientras tanto, los demás pájaros ya habían llegado a los


cultivos. La mayoría tomó la semilla que le quedaba más cerca,
porque el incendio era muy intenso. Ya casi las habían salvado todas,
sólo faltaba la del maíz. El dziú volaba desesperado en busca de los
maizales, pero había tanto humo que no lograba verlos. En eso, llegó
el toh, mas cuando vio las enormes llamas, se olvidó del maíz y
decidió tomar una semilla que no ofreciera tanto peligro. Entonces,
voló hasta la planta del tomate verde, donde el fuego aún no era
muy intenso y salvó las semillas.

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Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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En cambio, al dziú no le importó que el fuego le quemara las


alas; por fin halló los maizales, y con gran valentía, fue hasta ellos y
tomó en su pico unos granos de maíz.

El toh no pudo menos que admirar la valentía del dziú y se


acercó a felicitarlo. Entonces, los dos pájaros se dieron cuenta que
habían cambiado: los ojos del toh ya no eran negros, sino verdes
como el tomate que salvó, y al dziú le quedaron las alas grises y los
ojos rojos, pues se acercó demasiado al fuego.

Chaac y las aves supieron reconocer la hazaña del dziú, por lo


que se reunieron para buscar la manera de premiarlo. Y fue
precisamente el toh, avergonzado por su conducta, quien propuso
que se le diera al dziú un derecho especial:

—Ya que el dziú hizo algo por nosotros, ahora debemos hacer
algo por él. Yo propongo que a partir de hoy, pueda poner sus huevos
en el nido de cualquier pájaro y que prometamos cuidarlos como si
fueran nuestros.

Las aves aceptaron y desde entonces, el dziú no se preocupa


de hacer su hogar ni de cuidar a sus crías. Sólo grita su nombre
cuando elige un nido y los pájaros miran si acaso fue el suyo el
escogido, dispuestos a cumplir su promesa.

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Leyendas Mayas 13
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3
La xkokolché

ra ya de noche en El Mayab, cuando la xkokolché


tocó a la puerta de una casa muy rica; ese día había volado de un
lugar a otro para pedir trabajo, pero nadie quería dárselo.

Uno de los criados principales salió a atender su llamado, y al


ver el plumaje opaco y cenizo de la xkokolché, estuvo a punto de

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decirle que se fuera, cuando recordó que necesitaba una sirvienta


para las tareasque nadie aceptaba hacer, así que la contrató.

A partir de entonces, la xkokolché trabajó escondida en la


cocina, porque le dijeron que si un día la hija de los dueños se
encontraba con ella, la correría por fea. Esa hija era la chacdzidzib, o
cardenal, una pájara muy consentida, quien estaba tan orgullosa de
su bello plumaje rojo y del copete que adornaba su frente, que se
creía merecedora de todas las atenciones.

La xkokolché vivía triste y solitaria, pues nadie se acercaba a


platicar con ella. Así pasó el tiempo, hasta que un día, la chacdzidzib
tuvo un capricho: se le ocurrió aprender a cantar. De inmediato, sus
padres contrataron al pájaro clarín, que era el mejor maestro de
canto.

El clarín empezó a dar sus clases; llegaba por la tarde y


pasaba horas tratando que su alumna aprendiera a cantar, pero era
inútil. La chacdzidzib era una estudiante muy floja, le aburría practicar
y se distraía en las clases.

Y aunque el clarín no lo sabía, tenía otra alumna dedicada y


estudiosa: la xkokolché, que escondida en la cocina, cada clase
estaba atenta a las explicaciones del maestro y después repetía la
lección, de esa forma olvidaba su soledad.

Muy pronto la xkokolché llegó a cantar aún más bonito que el


clarín, a diferencia de la presumida chacdzidzib, cuya voz era ronca y
desafinada. El maestro se cansó de tratar de enseñarle a una alumna
tan mala, así que renunció a darle clase.

A la chacdzidzib eso no le importó mucho, pues se entretuvo


con otro capricho, pero a la xkokolché se le acabó su único
entretenimiento. Para consolarse, inventaba una canción todas las
noches. Nadie sabía de dónde venía ese canto, pero al oírlo, todos los
animales se quedaban en silencio y escuchaban.

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Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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A quien más le gustaba esa canción era al cenzontle. Ya


había buscado por todas partes al ave de la bella voz, hasta que una
noche fue invitado a cenar a casa de la chacdzidzib. A la mitad de la
cena, oyó la voz que tan bien conocía, entonces se levantó de la
mesa y entró a las habitaciones, con la esperanza de encontrar a la
cantante.

Así, llegó a la cocina y vio a la xkokolché cantando. El


cenzontle no quiso interrumpirla y se fue sin hacer ruido, pero regresó
cada noche a escucharla.

El cenzontle se dio cuenta de la soledad en que vivía la


xkokolché y conmovido, una madrugada entró a la cocina y se la
robó. Al día siguiente la presentó con los animales y les dijo que ella
era el ave del hermoso canto que se oía en las noches; como la
recibieron con cariño, la xkokolché cantó aún mejor. Desde entonces,
su canto logra que los pájaros se sientan tristes y felices al mismo
tiempo, por eso todos la admiran. Bueno, casi todos, porque la
chacdzidzib no disfruta al escuchar a su antigua sirvienta, ya que le
recuerda que aunque ella es muy bonita, no puede cantar igual.

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4
La boda de la xdzunuúm

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na mañana llena de sol, la colibrí, o xdzunuúm que


es su nombre en lengua maya, estaba parada sobre la rama de una
ceiba y lloraba al contemplar su pequeño nido a medio hacer. Y es
que a pesar de que llevaba días buscando materiales para construir
su casa, sólo había encontrado unas cuantas ramas y hojas que no le
alcanzaban. La xdzunuúm quería acabar su nido pronto, pues ahí
viviría cuando se casara, pero era muy pobre y cada vez le parecía
más difícil terminar su hogar y poder organizar su boda.

La xdzunuúm era tan pequeña que su llanto apenas se


escuchaba; la única en oírlo fue la xkokolché, quien voló de rama en
rama hasta encontrar a la triste pajarita. Al verla, le preguntó:

—¿Qué te pasa, amiga xdzunuúm?

—¡Ay! Mi pena es muy grande —sollozó más fuerte la


xdzunuúm.

—Cuéntamela, tal vez yo pueda ayudarte —dijo la xkokolché.

—¡No! Nadie puede remediar mi dolor —chilló la xdzunuúm.

—Ándale, platícame qué tienes —insistió la xkokolché.

—Bueno —accedió la xdzunuúm—. Fíjate que me quiero


casar, pero mi novio y yo somos tan pobres que no tenemos nido ni
podemos hacer la fiesta.

—¡Uy! Eso sí que es un problema, porque yo soy pobre también


—respondió la xkokolché.

—¿Lo ves? Te lo dije, nadie me puede ayudar —gritó la


xdzunuúm.

—No llores, espérate, ahorita se me ocurre algo —aseguró la


xkokolché.

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Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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Las dos aves pensaron un rato; desesperada, la xdzunuúm ya


iba a llorar de nuevo, cuando la xkokolché tuvo una idea:

—Mira, tú y yo solas no vamos a poder con la boda. Tenemos


que llamar a otros animales para que nos ayuden.

Apenas acabó de hablar, la xkokolché entonó una canción


en maya, que decía así:

U tul chichan chiich, u kat socobel, ma tu patal xun, minaan y


nuucul.

De esta forma, la xkokolché contaba que una pajarita se


quería casar, pero no tenía recursos para hacerlo. Luego repitió la
canción; como su voz era tan dulce, algunos animales y hasta el agua
y los árboles se acercaron a escucharla. Cuando ella los vio muy
atentos a sus palabras, les pidió ayuda con este canto:

Minaan u xbakal, minaan u nokil, minaan u xanbil, minaan u


xacheil, minaan u neeneíl, minaan u chu-cí, minaan u necteíl.

Con esas palabras, la xkokolché les explicaba:

No tiene el collar, no tiene el vestido, no tiene los zapatos, no


tiene el peine, no tiene el espejo, no tiene los dulces, no tiene las
flores.

Mientras la xkokolché cantaba, la xdzunuúm derramaba


gruesos lagrimones. Así, entre las dos lograron que todos los presentes
quisieran ayudar. Por un momento, se quedaron callados, luego, se
escucharon varias voces:

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Leyendas Mayas 19
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

—Que se haga la boda, yo daré el collar —dijo el ave


xomxaníl, dispuesta a prestar el adorno amarillo que tenía en el
pecho.

—Que se haga la boda, yo daré el vestido —ofreció la araña y


empezó a tejer una tela muy fina para vestir a la novia.

—Que se haga la boda, yo daré los zapatos —aseguró el


venado.

—Que se haga la boda, yo daré el peine —prometió la iguana


y se quitó algunas púas de las que cubren su lomo.

—Que se haga la boda, yo daré el espejo —afirmó el cenote,


pues su agua era tan cristalina que en ella podría contemplarse la
novia.

—Que se haga la boda, yo daré los dulces —se comprometió


la abeja y se fue a traer la miel de su panal.

Con eso, ya estaba listo lo necesario para la boda. La


xdzunuúm lloró de nuevo, pero ahora de alegría. Luego, voló a buscar
al novio y le dijo que ya podían casarse. A los pocos días, se celebró
una gran boda, y por supuesto, la xkokolché fue la madrina. En la
fiesta hubo de todo, porque los invitados llevaron muchos regalos.
Desde entonces, la xdzunuúm dejó de lamentar su pobreza, pues
supo que contaba con grandes amigos en el mundo maya.

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Leyendas Mayas 20
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Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

5
El chom

uenta la leyenda que en Uxmal, una de las ciudades


más importantes de El Mayab, vivió un rey al que le gustaban mucho
las fiestas. Un día, se le ocurrió organizar un gran festejo en su palacio
para honrar al Señor de la Vida, llamado Hunab ku, y agradecerle por
todos los dones que había dado a su pueblo.

El rey de Uxmal ordenó con mucha anticipación los


preparativos para la fiesta. Además invitó a príncipes, sacerdotes y

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guerreros de los reinos vecinos, seguro de que su festejo sería mejor


que cualquier otro y que todos lo envidiarían después. Así, estuvo
pendiente de que su palacio se adornara con las más raras flores,
además de que se prepararan deliciosos platillos con carnes de
venado y pavo del monte. Y no podía faltar el balché, un licor
embriagante que le encantaría a los invitados.

Por fin llegó el día de la fiesta. El rey de Uxmal se vistió con su


traje de mayor lujo y se cubrió con finas joyas; luego, se asomó a la
terraza de su palacio y desde allí contempló con satisfacción su
ciudad, que se veía más bella que nunca. Entonces se le ocurrió que
ese era un buen lugar para que la comida fuera servida, pues desde
allí todos los invitados podrían contemplar su reino. El rey de Uxmal
ordenó a sus sirvientes que llevaran mesas hasta la terraza y las
adornaran con flores y palmas. Mientras tanto, fue a recibir a sus
invitados, que usaban sus mejores trajes para la ocasión.

Los sirvientes tuvieron listas las mesas rápidamente, pues sabían


que el rey estaba ansioso por ofrecer la comida a los presentes.
Cuando todo quedó acomodado de la manera más bonita, dejaron
sola la comida y entraron al palacio para llamar a los invitados.

Ese fue un gran error, porque no se dieron cuenta de que


sobre la terraza del palacio volaban unos zopilotes, o chom, como se
les llama en lengua maya. En ese entonces, estos pájaros tenían
plumaje de colores y elegantes rizos en la cabeza. Además, eran muy
tragones y al ver tanta comida se les antojó. Por eso estuvieron un rato
dando vueltas alrededor de la terraza y al ver que la comida se
quedó sola, los chom volaron hasta la terraza y en unos minutos se la
comieron toda.

Justo en ese momento, el rey de Uxmal salió a la terraza junto


con sus invitados. El monarca se puso pálido al ver a los pájaros
saborearse el banquete.

Enojadísimo, el rey gritó a sus flecheros:

—¡Maten a esos pájaros de inmediato!

Al oír las palabras del rey, los chom escaparon a toda prisa;
volaron tan alto que ni una sola flecha los alcanzó.

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Leyendas Mayas 22
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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—¡Esto no se puede quedar así! —gritó el rey de Uxmal— Los


chom deben ser castigados.

—No se preocupe, majestad; pronto hallaremos la forma de


cobrar esta ofensa —contestó muy serio uno de los sacerdotes,
mientras recogía algunas plumas de zopilote que habían caído al
suelo.

Los hombres más sabios se encerraron en el templo; luego de


discutir un rato, a uno de ellos se le ocurrió cómo castigarlos. Entonces,
tomó las plumas de chom y las puso en un bracero para quemarlas;
poco a poco, las plumas perdieron su color hasta volverse negras y
opacas.

Después, uno de los sacerdotes las molió hasta convertirlas en


un polvo negro muy fino, que echó en una vasija con agua. Pronto, el
agua se volvió un caldo negro y espeso. Una vez que estuvo listo, los
sacerdotes salieron del templo. Uno de ellos buscó a los sirvientes y les
dijo:

—Lleven comida a la terraza del palacio, la necesitamos para


atraer a los zopilotes.

La orden fue obedecida de inmediato y pronto hubo una


mesa llena de platillos y muchos chom que volaban alrededor de ella.
Como el día de la fiesta todo les había salido muy bien, no lo
pensaron dos veces y bajaron a la terraza para disfrutar de otro
banquete.

Pero no contaban con que esta vez los hombres se


escondieron en la terraza; apenas habían puesto las patas sobre la
mesa, cuando dos sacerdotes salieron de repente y lanzaron el caldo
negro sobre los chom, mientras repetían unas palabras extrañas. Uno
de ellos alzó la voz y dijo:

—No lograrán huir del castigo que merecen por ofender al rey
de Uxmal. Robaron la comida de la fiesta de Hunab ku, el Señor que
nos da la vida, y por eso jamás probarán de nuevo alimentos tan
exquisitos. A partir de hoy estarán condenados a comer basura y
animales muertos, sólo de eso se alimentarán.

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Leyendas Mayas 23
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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Al oír esas palabras y sentir sus plumas mojadas, los chom


quisieron escapar volando muy alto, con la esperanza de que el sol les
secara las plumas y acabara con la maldición, pero se le acercaron
tanto, que sus rayos les quemaron las plumas de la cabeza. Cuando
los chom sintieron la cabeza caliente, bajaron de uno en uno a la
tierra; pero al verse, su sorpresa fue muy grande. Sus plumas ya no
eran de colores, sino negras y resecas, porque así las había vuelto el
caldo que les aventaron los sacerdotes. Además, su cabeza quedó
pelona. Desde entonces, los chom vuelan lo más alto que pueden,
para que los demás no los vean y se burlen al verlos tan cambiados.
Sólo bajan cuando tienen hambre, a buscar su alimento entre la
basura, tal como dijeron los sacerdotes.

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6
El cocay

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Leyendas Mayas 25
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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uizá alguna noche en el campo hayas visto una


chispa de luz que brilla y se mueve de un lado a otro; esa luz la
produce el cocay, que es el nombre que le dan los mayas a la
luciérnaga. Ellos saben cómo fue que este insecto creó su luz, esta es
la historia que cuentan:

Había una vez un Señor muy querido por todos los habitantes
de El Mayab, porque era el único que podía curar todas las
enfermedades. Cuando los enfermos iban a rogarle que los aliviara, él
sacaba una piedra verde de su bolsillo; después, la tomaba entre sus
manos y susurraba algunas palabras. Eso era suficiente para sanar
cualquier mal.

Pero una mañana, el Señor salió a pasear a la selva; allí quiso


acostarse un rato y se entretuvo horas completas al escuchar el canto
de los pájaros. De pronto, unas nubes negras se apoderaron del cielo
y empezó a caer un gran aguacero. El Señor se levantó y corrió a
refugiarse de la lluvia, pero por la prisa, no se dio cuenta que su piedra
verde se le salió del bolsillo. Al llegar a su casa lo esperaba una mujer
para pedirle que sanara a su hijo, entonces el Señor buscó su piedra y
vio que no estaba. Muypreocupado, quiso salir a buscarla, pero creyó
que se tardaría demasiado en hallarla, así que mandó reunir a varios
animales.

Pronto llegaron el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Muy


serio, el Señor les dijo:

—Necesito su ayuda; perdí mi piedra verde en la selva y sin


ella no puedo curar. Ustedes conocen mejor que nadie los caminos,
las cavernas y los rincones de la selva; busquen ahí mi piedra, quien la
encuentre, será bien premiado.

Al oír esas últimas palabras, los animales corrieron en busca de


la piedra verde. Mientras, el cocay, que era un insecto muy
empeñado, volaba despacio y se preguntaba una y otra vez:

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Leyendas Mayas 26
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

—¿Dónde estará la piedra? Tengo que encontrarla, sólo así el


Señor podrá curar de nuevo.

Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupó de


la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan
bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.

—Aquí nadie la descubrirá —se dijo—. A partir de hoy, yo haré


las curaciones y los enfermos tendrán que pagarme por ellas.

Pero en cuanto pensó esas palabras, el venado se sintió


enfermo; le dio un dolor de panza tan fuerte que tuvo que devolver la
piedra; luego huyó asustado.

Entre tanto, el cocay daba vueltas por toda la selva. Se metía


en los huecos más pequeños, revisaba todos los rincones y las hojas de
las plantas. No hablaba con nadie, sólo pensaba en qué lugar estaría
la piedra verde.

Para ese entonces, los animales que iniciaron la búsqueda ya


se habían cansado. El zopilote volaba demasiado alto y no alcanzaba
a ver el suelo, la liebre corría muy aprisa sin ver a su alrededor y el
venado no quería saber nada de la piedra; así, hubo un momento en
que el único en buscar fue el cocay.

Un día, después de horas enteras de meditar sobre el


paradero de la piedra, el cocay sintió un chispazo de luz en su
cabeza:

—¡Ya sé dónde está! —gritó feliz, pues había visto en su mente


el lugar en que estaba la piedra. Voló de inmediato hacia allí y
aunque al principio no se dio cuenta, luego sintió cómo una luz salía
de su cuerpo e iluminaba su camino. Muy pronto halló la piedra y más
pronto se la llevó a su dueño.

—Señor, busqué en todos los rincones de la selva y por fin hoy


di con tu piedra —le dijo el cocay muy contento, al tiempo que su
cuerpo se encendía.

—Gracias, cocay —le contestó el Señor— veo que tú mismo


has logrado una recompensa. Esa luz que sale de ti representa la

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Leyendas Mayas 27
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia. Desde hoy


te acompañará siempre para guiar tu vida.

El cocay se despidió muy contento y fue a platicarle a los


animales lo que había pasado.

Todos lo felicitaron por su nuevo don, menos la liebre, que


sintió envidia de la luz del cocay y quiso robársela.

—Esa chispa me quedaría mejor a mí; ¿qué tal se me vería en


un collar? —pensó la liebre.

Así, para lograr su deseo, esperó a que el cocay se despidiera


y comenzó a seguirlo por el monte.

—¡Cocay! Ven, enséñame tu luz —le gritó al insecto cuando


estuvo seguro de que nadie los veía.

—Claro que sí —dijo el cocay y detuvo su vuelo. Entonces, la


liebre aprovechó y ¡zas! le saltó encima. El cocay quedó aplastado
bajo su panza y ya casi no podía respirar cuando la liebre empezó a

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Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

saltar de un lado a otro, porque creía que el cocay se le había


escapado.

El cocay empezó a volar despacio para esconderse de la


liebre. Ahora, fue él quien la persiguió un rato y en cuanto la vio
distraída, quiso desquitarse. Entonces, voló arriba de ella y se puso
encima de su frente, al mismo tiempo que se iluminaba. La liebre se
llevó un susto terrible, pues creyó que le había caído un rayo en la
cabeza y aunque brincaba, no podía apagar el fuego, pues el cocay
seguía volando sobre ella.

En eso, llegó hasta un cenote y en su desesperación, creyó


que lo mejor era echarse al agua, sólo así evitaría que se le quemara
la cabeza. Pero en cuanto saltó, el cocay voló lejos y desde lo alto se
rió mucho de la liebre, que trataba de salir del cenote toda
empapada.

Desde entonces, hasta los animales más grandes respetan al


cocay, no vaya a ser que un día los engañe con su luz.

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Leyendas Mayas 29
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Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

7
La piel del venado

os mayas cuentan que hubo una época en la cual


la piel del venado era distinta a como hoy la conocemos. En ese
tiempo, tenía un color muy claro, por eso el venado podía verse con
mucha facilidad desde cualquier parte del monte. Gracias a ello, era
presa fácil para los cazadores, quienes apreciaban mucho el sabor

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Leyendas Mayas 30
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

de su carne y la resistencia de su piel, que usaban en la construcción


de escudos para los guerreros. Por esas razones, el venado era muy
perseguido y estuvo a punto de desaparecer de El Mayab.

Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando


escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores
que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió
tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi
lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó
dentro de una cueva oculta por matorrales.

En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon


al venado quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer.
Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus
heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy
agradecido y no se cansaba de lamer las manos de sus protectores,
así que los genios le tomaron cariño.

En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se


despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le
dijo:

—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don,


pídenos lo que más desees.

El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad:

—Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos


de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme?

—Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo


acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un
poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo
que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al
animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó
de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el
suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo:

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Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

—A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de


nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán
de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo
más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará.

El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y


corrió a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del
venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las
manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía
hoy, los venados sienten gratitud hacia los genios, pues por el don que
les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y
todavía habitan la tierra de los mayas.

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Leyendas Mayas 32
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8
Cuando el tunkuluchú canta...

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Leyendas Mayas 33
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

n El Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda


sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote o tunkuluchú, quien hace
temblar al maya con su canto, pues todos saben que anuncia la
muerte.

Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el


tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches
oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que
hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el
tecolote.

También existe una leyenda, que habla de una época lejana,


cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las
aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y
todos admiraban su conducta seria y prudente.

Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le


invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de
las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión
decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a
la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho
al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión
como aquella.

De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y


le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el
licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y
apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los
demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas
escandalosas.

Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su


cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con
alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se
quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer,
el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio

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Leyendas Mayas 34
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus


patas, sin importarle caerse a cada rato.

En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por


ser de veras latoso. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió
a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo
oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se
emborrachó con el balché.

El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su


atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus
plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada
momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y
buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el
pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las
aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no
poder.

Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó


de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus
nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el
tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje
y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de
ese día.

Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo


días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que
pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él
había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le
permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las
noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la
muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza.

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Leyendas Mayas 35
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al


maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los
lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas
veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre
muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace
temblar de miedo a quien lo escucha.

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Leyendas Mayas 36
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
Ilustración: Isaac Hernández – Diseño: Javier Caballero S.

Colofón

Leyendas Mayas se terminó de imprimir en el mes de mayo de


2000, con un tiraje de 4 000 ejemplares, en los talleres de Impresora
Arte y cultura, S. A. de C.V., Ignacio M. Altamirano No. 200, Col. Hank
González, Iztapalapa, México, D. F., C. P. 09700.

El presente diseño y versión pdf para:

Biblioteca Digital Universal

B.D.U
Guernica - 2005

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Versión escrita: Gloria Morales Veyra
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Leyendas Mayas 38
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