Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Frente a este escenario, los partidarios de la ética kantiana de la autonomía
se han inclinado por rechazar la relación de merecimiento entre la moral y la
introducción 15
2
Como también explico en ese capítulo, la dimensión espacial cobra rele
vancia en La doctrina del derecho, pero no me ocupo de ello en este libro.
introducción 19
alma. Kant sostiene que estas ideas no pueden ser objeto de co
nocimiento, pero sí lo pueden ser de una fe racional. En la par
te final del capítulo discuto algunas objeciones a la doctrina del
bien supremo y explico los límites que la razón y la moral, en
particular, le imponen a la única fe religiosa que, según Kant, es
posible dentro de los límites de la razón pura.
I
malos. Por eso, Kant afirma que no pueden tener valor incondi
cionado o ser buenos sin restricción. Pueden ser buenos, asegu
ra, sólo con la condición de que la voluntad que hace uso de
ellos sea también buena. La buena voluntad o la voluntad mo
ralmente buena es, de acuerdo con él, lo único en el mundo y
fuera de él que se puede tener como bueno en sentido absoluto
o incondicionado, es decir, como bueno sin restricción. Esto sig
nifica que no puede haber condición alguna en la cual la volun
tad moral pueda ser mala.
Kant deja muy en claro a qué se refiere. Sabemos que la vo
luntad puede actuar moralmente bien y, sin embargo, producir
consecuencias indeseables. En tal caso, se podría pensar que esa
acción no fue buena, sino mala, y que, en consecuencia, la volun
tad misma, en ese caso particular, tampoco sería buena, sino mala.
De acuerdo con esto, las malas consecuencias harían que la ac
ción y la voluntad que la lleva a cabo fueran también malas o, por
lo menos, impedirían que ambas fueran buenas. Por ejemplo, si
una persona de buena voluntad se propone ayudar a un anciano
a bajar una escalera pero, sin advertirlo y sin proponérselo de
modo alguno, hace que se caiga y se muera, se podría pensar que
la acción de esa persona no es buena y, por consiguiente, que su
voluntad, en ese caso particular, tampoco lo es. Sin embargo,
Kant es contundente en contra de este tipo de postura al afirmar
que “la buena voluntad es buena no por lo que efectúe o reali
ce, no por su aptitud para alcanzar algún fin propuesto, sino
únicamente por el querer, esto es, es buena en sí” (F 4:394/118).
Las malas consecuencias de las acciones de una voluntad que
actúa moralmente bien no le restan nada de su bondad. Él señala
que “la utilidad o esterilidad no pueden añadir ni quitar nada a
este valor” (F 4:394/118). Cuando una voluntad actúa según
principios moralmente buenos, no importa que no logre lo que
se propone, ni tampoco importa que el resultado sea muy dife
rente del aspirado: aun así, afirma Kant, “brillaría entonces por
sí misma, igual que una joya, como algo que posee en sí mismo
su pleno valor” (F 4:394/118). Esto no significa, en modo algu
no, que la mera intención de hacer algo moralmente bueno sea
suficiente para que la voluntad lo sea también. Como él lo seña
la, la voluntad es buena en sí misma siempre y cuando haga aco
pio de todos los medios en su poder para lograr lo que se propo
ne. La mera intención no es suficiente.
el principio supremo de la moral 23
1
Discuto este punto en el capítulo V, sección 5.
el principio supremo de la moral 25
2
Sobre la estrategia de Kant en el primer capítulo de la Fundamentación,
véanse Ch. Korsgaard, “El análisis de Kant de la obligación”, y N. Potter, “The
Argument of Kant’s Groundwork, Chapter 1”.
26 virtud, felicidad y religión
3
D. Hume, Tratado de la naturaleza humana, libro I, parte III, sección 14:
“Sobre la idea de conexión necesaria”; Investigación sobre el entendimiento humano,
sección 7: “Sobre la idea de conexión necesaria”.
el principio supremo de la moral 27
5
En una nota al pie en el prefacio de la segunda Crítica, Kant observa: “Un
crítico, queriendo decir algo como censura de esta obra, ha acertado más de lo
que él mismo hubiera pensado al decir que en este escrito no se establece
ningún principio nuevo de la moralidad, sino sólo una nueva fórmula. ¿Pero
quien pretendería introducir un nuevo principio de toda moralidad y ser, por
decirlo así, el primero en descubrirla? Como si antes de él el mundo hubiese
ignorado en qué consiste el deber o hubiese estado en un error universal al
respecto” (C2 5:8/6).
el principio supremo de la moral 29
motivo práctico, para determinar con precisión las leyes del deber
moral y rescatar el sano entendimiento de sus perplejidades.
Si la corrupción de las costumbres no proviene de la manera
en que el saber moral ordinario concibe sus objetos, sino de la
tendencia a conceder prioridad a la aspiración a la felicidad so
bre la moral, en la reflexión filosófica sobre la moral se puede
confiar en tomar como punto de partida los conceptos morales
que se encuentran en el sano entendimiento natural. En este
nivel, la filosofía no puede reclamar mayor autoridad que el sa
ber moral ordinario. La labor de la primera se restringe a acla
rarlo, pero nunca a corregirlo. Como la dialéctica de la razón
práctica no se origina en la consideración de sus objetos a priori,
la filosofía no puede tener, respecto de la razón práctica pura,
una labor correctiva, pero sí puede tenerla respecto de la razón
práctica empíricamente condicionada, cuyo concepto central
es la felicidad. Kant observa en la introducción de la segunda
Crítica que “la crítica de la razón práctica en general tiene, pues,
la obligación de quitar a la razón empíricamente condicionada
su pretensión de querer dar ella sola exclusivamente el funda
mento determinante de la voluntad” (C 2 5:16/13). La labor co
rrectiva de la filosofía en cuestiones prácticas tiene lugar en la
manera en que concebimos la relación entre la moral y la felici
dad. Como veremos, la postura de Kant no es, como muchas
veces se ha supuesto, que la felicidad carezca de importancia.
Por el contrario, reconoce el lugar central que la aspiración a la
felicidad ocupa para los seres humanos y considera que tal aspi
ración es irrenunciable. La tarea de la filosofía consiste en mos
trar al sano entendimiento natural, en primer lugar, por qué
siempre se debe subordinar esta aspiración a las exigencias mo
rales y, en segundo lugar, cómo se puede conciliar la moral y la
aspiración a la felicidad.
6
Como veremos en el capítulo VII, Kant sostiene que el grado más elevado
de moral para los seres humanos es la “virtud”, a la cual se refiere como “la in
tención moral en lucha” (C 2 5:84/82). De acuerdo con esto, la presencia de
obstáculos subjetivos es inerradicable.
32 virtud, felicidad y religión
7
Sobre el análisis del concepto de deber, véanse Korsgaard, “El análisis de
Kant de la obligación”, y A. Wood, Kant’s Ethical Thought, capítulo 1.
el principio supremo de la moral 33
8
Sigo aquí a Korsgaard, Self-Constitution. Agency, Identity, and Integrity, sec
ción 1.2, en la distinción entre “el acto externo” y “la acción”, la cual incluye
tanto el acto externo como los fundamentos por los cuales se realiza.
9
Una de las interpretaciones más influyentes es la de B. Herman, “On the
Value of Acting from the Motive of Duty”.
34 virtud, felicidad y religión
11
Desarrollo este punto en el capítulo VII, sección 2.
12
En la siguiente sección me ocupo de los principios objetivos.
36 virtud, felicidad y religión
13
Herman destaca este punto en “On the Value of Acting from the Motive
of Duty”.
38 virtud, felicidad y religión
cibe. Es bien sabido que Kant sostiene que las intuiciones sin
conceptos son ciegas (C 1 A51/B75). De acuerdo con esto, los
sentimientos de agrado y de desagrado, así como las inclinacio
nes que se basan en ellos, no nos pueden decir nada sobre los
objetos que los causan, sino que sólo constituyen nuestras res
puestas subjetivas a estos últimos. Una inclinación, por lo tanto,
no puede ser nunca una respuesta moral hacia algo en el mundo.
Sólo la razón, mediante sus conceptos y principios, puede deter
minar cómo debemos responder moralmente a las situaciones en
que nos encontramos. Los sentimientos y las inclinaciones natu
rales nos pueden llevar a realizar acciones contrarias al deber.
Podemos reaccionar con simpatía en una situación donde no de
bemos ayudar, como cuando debemos dejar que otra persona
logre su objetivo y resuelva sus dificultades por sí misma, por más
deseos que tengamos de facilitarle las cosas.17 De allí el énfasis de
Kant en que es una coincidencia afortunada que las inclinacio
nes se conformen al deber. No hay nada en ellas que asegure
esta coincidencia en todos los casos. Sólo la razón puede deter
minar cómo debemos actuar en cada situación.
Kant pensaba también que es importante adquirir sentimien
tos morales favorables a la conducta moral. Como mencioné,
éste es un tema central en su teoría de la virtud. Sin embargo,
los sentimientos de amor y de respeto que, según él, se pueden
producir con la práctica exitosa de la virtud, no son inclinaciones
naturales, sino que los produce, en parte, la razón pura. Se trata
de sentimientos que se pueden presentar en nosotros al actuar de
manera consistente y exitosa según las máximas del deber. Estos
sentimientos sirven de apoyo a la acción moral de varias mane
ras; por ello, Kant afirma que es un deber cultivarlos: pueden
alertarnos de rasgos del mundo moralmente relevantes, pue
den contribuir a facilitar la acción moral y pueden ser señales de
progreso en la adopción de máximas morales.18 No obstante,
es preciso observar que aun tratándose de sentimientos propia
mente morales, Kant nunca afirma que puedan, por sí mismos,
guiarnos moralmente. Tampoco son fuentes de información con
17
Herman, “On the Value of Acting from the Motive of Duty”.
18
Desarrollo estos puntos en el capítulo VII, secciones 3 y 4.
42 virtud, felicidad y religión
19
H. Arendt, Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal.
44 virtud, felicidad y religión
20
Ésta es la interpretación que ofrece Korsgaard, “El análisis de Kant de la
obligación”. Sin embargo, más adelante en esta sección explico por qué esta
lectura es inadecuada.
el principio supremo de la moral 45
21
Se podría pensar que una tercera razón es que la segunda fórmula del
imperativo categórico, como veremos, especifica el fin que constituye el con
tenido de toda acción moral, lo cual sería indicativo, según esto, de que las
acciones morales se hacen con miras a algún fin o propósito. Sin embargo, esto
no es correcto porque el fin absoluto que, según Kant, contiene toda acción
moral no es un propósito que se deba realizar. Se trata de un fin en un sentido
diferente, un valor absoluto que establece un límite a todas nuestras acciones y
en contra del cual no se puede obrar nunca. Desarrollo estos puntos en el ca
pítulo IV.
46 virtud, felicidad y religión
de ayudar por inclinación y de ayudar por deber, a saber, ayudar. Como sólo
una de ellas tiene valor moral, se sigue que este último no puede residir en el
propósito. Como explico a continuación, considero que la postura de Kant es
más compleja.
24
Kant no presupone que exista tal principio formal. Al principio de la “Ana
lítica” considera cuál tendría que ser el principio moral para después proceder
a su “deducción” o fundamentación.
48 virtud, felicidad y religión
25
Retomo la discusión sobre cómo entender las dos máximas del filántropo
(cuando actúa por inclinación y cuándo lo hace por deber) en el capítulo II,
sección 6.
el principio supremo de la moral 49
26
Para discusiones sobre esta proposición, véanse Wood, Kant’s Ethical
Thought, capítulo 1, y Reath, “Kant’s Theory of Moral Sensibility: Respect for
the Moral Law and the Influence of Inclination”.
27
Explico el sentimiento de respeto en el capítulo VI, sección 6.
50 virtud, felicidad y religión
28
Sobre este punto, véase el capítulo VIII, sección 4.
29
Véase el capítulo VI, sección 6.
el principio supremo de la moral 51
30
Si bien Kant ofrece al final de esta primera sección una muy breve expli
cación de qué significa que una máxima pueda tener la forma de una ley uni
versal, en la siguiente sección plantea un tratamiento detenido del tema. Me
ocupo de ello en el capítulo III, sección 2.
II
EL PRINCIPIO DE LA FELICIDAD
7
Sobre los imperativos hipotéticos, véanse Korsgaard, “The Normativity of
Instrumental Reason”, y Wood, Kant’s Ethical Thought, capítulo 2.
60 virtud, felicidad y religión
8
En este sentido, el imperativo hipotético presupone al categórico. Korsgaard
defiende este punto en “The Normativity of Instrumental Reason”.
el principio de la felicidad 61
10
C 1, introducción (A6–14/B10–14).
el principio de la felicidad 67
11
Korsgaard enfatiza este punto en “The Normativity of Instrumental
Reason”. De acuerdo con ella, la normatividad del imperativo hipotético no
reside en su carácter analítico, sino en la autonomía de la voluntad.
el principio de la felicidad 69
13
Retomaré este punto cuando discuta su teoría de la virtud en el capítu-
lo VII.
74 virtud, felicidad y religión
14
Se trata de una interpretación que ha sido muy criticada. Véase A. Reath,
“Hedonism, Heteronomy, and Kant’s Principle of Happiness”.
80 virtud, felicidad y religión
nivel que el categórico, sino que siempre tiene que estar subor
dinado a él. Veamos estos puntos con más detalle.15
Este importante cambio en el modo de presentación del prin
cipio de la felicidad exige trazar una distinción clara entre los
imperativos hipotéticos de prudencia y el principio del amor
propio, el cual, como mencioné, no es un imperativo. Los pri
meros, aunque sean consejos, tienen la forma de imperativos en
los que la razón prescribe que se tomen los medios para un fin
dado, la felicidad. En la medida en que el fin está dado, puede
formularse el correspondiente imperativo hipotético con base
en el conocimiento de los medios necesarios para realizarlo. En
cambio, el principio del amor propio no aparece en la teoría de
los imperativos en la Fundamentación porque no puede ser un
imperativo. En la segunda Crítica Kant define la felicidad como
“la conciencia del agrado de la vida, que acompaña permanen
temente toda su existencia [de un ser racional]” (C 2 5:22/20).
Así concebida, la felicidad ya no es un fin que hay que realizar,
sino el nombre que le damos a esta conciencia del agrado de la
vida, la cual, a su vez, es el fundamento por el que elegimos fi
nes no morales. Kant escribe: “si bien el concepto de felicidad
se encuentra en todos los casos a la base de la relación práctica de
los objetos con la facultad de desear, es sólo el título general de los
fundamentos determinantes subjetivos y no determina nada en
específico” (C 2 5:25/23). Después de haberse presentado en la
Fundamentación como el fin o propósito común en todos los im
perativos de prudencia, la felicidad se presenta ahora como un
fundamento para la elección de objetos, cuyo contenido, además,
queda por determinar.
Como por naturaleza nos vemos inclinados a procurar lo que
nos agrada y evitar lo que nos desagrada, no puede haber un
imperativo de la razón que nos constriña a hacerlo. Kant obser
va que “un mandato que ordenara a cada uno que debe tratar
de hacerse feliz sería un disparate, pues no se manda nunca a
nadie lo que por sí mismo ya quiere espontánea e indefectible
15
Para una discusión del principio del amor propio, véanse Wood, “Self-
Love, Self-Benevolence, and Self-Conceit”, y Korsgaard, “Motivation, Metaphys
ics, and the Value of the Self: A Reply to Ginsborg, Guyer, and Schneewind”,
pp. 52–55.
82 virtud, felicidad y religión
16
Véase el capítulo I, sección 5.
84 virtud, felicidad y religión
17
Las cursivas son mías.
el principio de la felicidad 85
18
Discuto este problema en el capítulo VIII, sección 1.
19
Kant discute este problema en la primera parte de la Religión. Véase la dis
cusión en D. Sussman, “Perversity of the Heart”.
el principio de la felicidad 89
20
Discuto estos temas en el capítulo VIII, secciones 1 y 2.
III
1
La discusión sobre la primera fórmula del imperativo es inmensa. Ch.
Korsgaard (“La fórmula de la ley universal de Kant”) no distingue entre el con
cepto del imperativo y la primera fórmula que aquí caracterizo como “la fór
mula de la ley universal de la naturaleza”. Véase la discusión en A. Wood, Kant’s
Ethical Thought, capítulo 3, y “The Supreme Principle of Morality”; O. O’Neill,
“Consistency in Action”; J. Rawls, “Themes in Kant’s Moral Philosophy”, y
“Kant II. El imperativo categórico: la primera formulación”; y B. Herman, “Mo
ral Deliberation and the Derivation of Duties”.
el concepto del imperativo categórico 97
2
Tomo esta idea de K. Flikschuh, “Kant’s Kingdom of Ends: Metaphysical
Not Political”.
3
Un grave problema, sin embargo, es que no tenemos la capacidad para
garantizar que todas las consecuencias de nuestras acciones tendrán lugar se
gún las leyes universales con base en las cuales nos determinamos a actuar. La
razón de ello es que, en cuanto fenómenos, esas consecuencias también se ri
gen por las leyes de la naturaleza, de las cuales no somos autores. La solución
de Kant a este problema conduce a la idea de fe moral y a la religión, que dis
cuto en el capítulo VIII.
98 virtud, felicidad y religión
4
En este sentido, con frecuencia se traza la distinción entre el imperativo ca
tegórico (que exige actuar según máximas que podamos querer como leyes uni
versales) y la ley moral (que exige que tales leyes universalicen sobre los seres
racionales). Véase Korsgaard, Las fuentes de la normatividad, tercera conferencia,
2.4. Como se verá a continuación, no estoy de acuerdo con esta distinción.
5
O’Neill, “Consistency in Action”.
100 virtud, felicidad y religión
10
Discuto este tema en Rivera Castro, “Kant’s Formula of the Universal Law
of Nature Reconsidered: A Critique of the Practical Interpretation”.
110 virtud, felicidad y religión
11
Korsgaard, “La fórmula de la ley universal de Kant”.
12
Ibid., pp. 198–199.
el concepto del imperativo categórico 111
13
Ibid., pp. 185–187.
14
Ibid., pp. 206–211.
15
H.J. Paton, The Categorical Imperative. A Study in Kant’s Moral Philosophy,
capítulo XV.
16
Además, la versión de Paton se basa en supuestos muy controvertidos
sobre la naturaleza de la racionalidad práctica, los cuales han sido ampliamente
rechazados en los estudios sobre el tema. Para un panorama de esas objeciones,
véase P. Guyer (comp.), Kant’s Groundwork for the Metaphysics of Morals. A
Reader’s Guide, capítulo 5.
112 virtud, felicidad y religión
21
Ésta es una tesis central de Korsgaard, Las fuentes de la normatividad, con
ferencia 1–2.2.
114 virtud, felicidad y religión
22
Korsgaard, “La fórmula de la ley universal de Kant”, pp. 194–197.
23
Ibid., p. 197.
el concepto del imperativo categórico 115
24
Desarrollo esta interpretación en Rivera Castro, “Kant’s Formula of the Uni
versal Law of Nature Reconsidered: A Critique of the Practical Interpretation”.
116 virtud, felicidad y religión
25
Paton (The Categorical Imperative. A Study in Kant’s Moral Philosophy, p. 148)
hace esta lectura cuando afirma respecto de la fórmula de la ley universal de la
naturaleza que “es esencial para tal ley que no deba tener excepciones: la misma
causa debe producir los mismos efectos siempre” (la traducción es mía). Wood
(Kant’s Ethical Thought, pp. 84–85) parece afirmar la misma postura en su lec
tura del ejemplo del suicidio.
el concepto del imperativo categórico 117
29
J. Timmermann (Kant’s Groundwork of the Metaphysics of Morals. A Com
mentary, p. 83) también menciona esta dificultad, mientras que Wood (Kant’s
Ethical Thought, p. 88) la considera pero la desecha.
122 virtud, felicidad y religión
30
Korsgaard, “La fórmula de la ley universal de Kant”, pp. 204–205.
124 virtud, felicidad y religión
31
Ibid., pp. 199–202.
32
Ibid., p. 205.
el concepto del imperativo categórico 129
33
Ibid., p. 212.
34
Ibid., p. 205.
130 virtud, felicidad y religión
LA FÓRMULA DE LA HUMANIDAD
3
Segunda Crítica, primera parte, capítulo tercero: “De los incentivos de la
razón pura práctica”. Explico y discuto este sentimiento en el capítulo VI, sec
ción 6.
la fórmula de la humanidad 135
4
Véase la discusión de Wood, Kant’s Ethical Thought, capítulo 4 y “Humanity
as an End in Itself”; J. Rawls, “Kant III. El imperativo categórico: la segunda
formulación”; O. O’Neill, “Universal Laws and Ends-in-Themselves”, y Th. Hill,
Autonomy and Self-Respect.
138 virtud, felicidad y religión
5
Para una interpretación contemporánea de inspiración kantiana sobre la
distinción entre incentivos y razones, véase Korsgaard, Las fuentes de la normati
vidad, conferencia 3.
la fórmula de la humanidad 139
6
Desarrollo este punto en el capítulo VII, sección 3.
140 virtud, felicidad y religión
3 . Valorar algo como fin, valorarlo como medio o como mero medio
En varios pasajes de la Fundamentación Kant opone el valor abso-
luto a la posibilidad de tratar algo como mero medio, y sostiene
que si algo es fin en sí mismo no se puede tratar nunca de esa
manera. Este contraste entre el valor absoluto y valorar algo
como mero medio se corresponde con la distinción entre el
imperativo categórico y el hipotético, pero, al igual que ésta,
144 virtud, felicidad y religión
tar que la moral no sea más que una quimera. Como señalé an
tes, el establecimiento de la objetividad del principio es una ta-
rea que Kant reserva para la tercera sección de la Fundamentación,
así que retomaré este punto hasta el capítulo VI.
13
Ibid.
14
Korsgaard, “La fórmula de la humanidad de Kant”, pp. 249–250 y 257–262.
la fórmula de la humanidad 151
15
Sussman enfatiza este punto en “The Authority of Humanity”.
152 virtud, felicidad y religión
18
Para una discusión contemporánea de este tema, véase Hill, “Self-Regard
ing Suicide: A Modified Kantian View”.
156 virtud, felicidad y religión
cia”), las del alma (“se guían por el hilo conductor de la ex
periencia”: la memoria, la imaginación, etc.) y las del cuerpo
(PMDV 6:445/312–313).
Respecto de la “perfección moral” señala que es un deber
“progresar en el cultivo de su voluntad hasta llegar a la más pura
intención virtuosa, al momento en que la ley se convierta a la
vez en móvil de aquellas de sus acciones conformes al deber, y
obedecerla por deber, en lo cual consiste la perfección práctico-
moral interna” (PMDV 6:387/238–239). Enfatiza que la perfec-
ción moral consiste, subjetivamente, “en la pureza en la intención
de cumplir el deber”, es decir, cuando “las acciones no se reali-
zan sólo conforme al deber, sino también por deber” (PMDV
6:446/314).
El argumento en la Fundamentación tiene la gran debilidad de
que depende de la premisa según la cual la naturaleza tiene
ciertos fines respecto de nosotros, los cuales podemos determi-
nar al considerar las facultades con que nos ha dotado. En pri-
mer lugar, es muy controvertido atribuirle fines a la naturaleza
y, en segundo lugar, de ningún modo es obvio cómo podríamos
determinar cuáles son. Aunque en escritos posteriores no aban-
dona esas premisas teleológicas, en La doctrina de la virtud habla
del “fin de la propia existencia” sin atribuir fines a la naturaleza.
Ahí señala que el hombre “se debe a sí mismo”, en cuanto ser
racional, “no dejar desaprovechadas y –por así decirlo– oxida-
das la disposición natural y las facultades de las que su razón
puede hacer uso algún día” (PMDV 6:444/311–312).
En el cuarto ejemplo, como se recordará, Kant presenta a un
personaje:
a quien le va bien, pero sin embargo ve que otros (a quienes él
bien podría ayudar) tienen que luchar con grandes trabajos: ¿qué
me importa? ¡Sea cada cual tan feliz como el cielo quiera o él pue-
da hacerse a sí mismo, no le privaré de nada, e incluso ni siquiera
le envidiaré, sólo que no tengo ganas de contribuir con nada a su
bienestar o a su socorro en la necesidad! (F 4:423/177)
En este caso, tampoco formula la máxima explícitamente, la
cual podría expresarse como sigue: “cuando me vaya bien no
contribuiré con nada al bienestar ajeno si no tengo ganas de
hacerlo”, o “no ayudaré a los demás porque no me interesa”.
Kant afirma:
la fórmula de la humanidad 163
1
Las cursivas son del original.
166 virtud, felicidad y religión
Si hay un imperativo categórico (esto es, una ley para toda volun-
tad de un ser racional), sólo puede mandar hacer todo por la má
xima de la propia voluntad como una voluntad tal que a la vez se
pudiese tener por objeto a sí misma como universalmente legisla-
dora, pues sólo entonces el principio práctico y el imperativo al
que ella obedece es incondicionado, porque no puede tener inte-
rés alguno como fundamento. (F 4:432/195)
Como acabamos de ver, el concepto “interés” comprende la de-
pendencia de la voluntad respecto de principios de la razón.
Así, una voluntad “interesada” es “dependiente” de algún prin-
cipio por medio del cual surge su interés. Kant observa que si la
voluntad se vinculara con el imperativo categórico por medio
de un interés “necesitaría ella misma todavía otra ley que res-
tringiese el interés de su amor propio a la condición de una va-
lidez como ley universal” (F 4:432/195). Ya sabemos que este
imperativo exige actuar según máximas que podamos querer
como leyes universales. La pregunta que se plantea es cómo se
vincula la voluntad con este imperativo, es decir, en virtud de
qué este último tiene autoridad sobre la primera. Si el vínculo
se establece por la mediación de un interés en conformar la con
ducta al imperativo, se necesita otra ley para que tal interés se
presente. Se podría pensar, por ejemplo, que tomamos un inte-
rés en actuar según el imperativo porque Dios lo ordena o por-
que así lo establecen las leyes inscritas en el orden de las cosas.
Si ello fuera así, el imperativo no podría ser categórico o incon-
dicionado porque su autoridad sobre nosotros dependería de la
autoridad de los mandatos divinos o de las leyes inscritas en el
orden de las cosas.
Para que el imperativo sea categórico es necesario que su au-
toridad sobre la voluntad no dependa de la mediación de nin-
gún interés. De acuerdo con Kant, para que esto sea posible,
tiene que ser el caso que la voluntad sea ella misma la autora de
la ley. De este modo, su relación con el imperativo no está me-
diada por ninguna otra ley. Cualquier principio que provenga
de alguna fuente independiente de la voluntad no puede ser
categórico porque la voluntad podría quedar sometida a él sólo
en el supuesto de algún interés y, por lo tanto, de alguna otra
ley. Así, él afirma que “una voluntad que es ella misma la legis
ladora más alta no puede en tanto que lo es depender de interés
170 virtud, felicidad y religión
4
Véase el capítulo I, sección 5.
172 virtud, felicidad y religión
7
En este punto difiero de Barbara Herman (“A Cosmopolitan Kingdom of
Ends”, p. 193), quien identifica la autonomía con la voluntad racional.
8
En la primera Crítica, llama “mundo moral” al mundo “en la medida en
que sea conforme a todas las leyes morales […]. Así entendido, se lo piensa
solamente como un mundo inteligible, porque allí se hace abstracción de to
das las condiciones (fines) de la moralidad y aun de todos los obstáculos [que
se oponen] a la moralidad en él (debilidad o corrupción de la naturaleza hu
mana” (C 1 A808/B836).
174 virtud, felicidad y religión
9
Consideraré con más detalle estas dos dificultades en el capítulo VIII,
sección 4.
la fórmula del reino de los fines 177
10
En La religión dentro de los límites de la mera razón se señala que cada persona
debe actuar como si todo dependiera de ella sola (R 6:101/101).
178 virtud, felicidad y religión
ducta moral nos hace dignos de ser felices. Por ello, si en el rei
no de los fines cada quien hace la parte que le corresponde,
cabe abrigar la expectativa de felicidad.
Sin embargo, esa expectativa plantea un problema importan-
te, ya que la felicidad depende no sólo de las acciones propias y
de las ajenas, sino también, de las leyes de la naturaleza. Sabe-
mos que la conducta moral propia no conduce necesariamen-
te a la felicidad, pues la moralidad puede exigir el sacrificio del
interés personal, como cuando cumplimos una promesa a pe-
sar de que ello signifique renunciar a algún bien. También puede
ser que los demás nos fallen y no nos apoyen en la realización
de nuestros fines, con lo cual nuestra felicidad puede verse afec-
tada. Sin embargo, este tipo de dificultades no están presentes
en el reino de los fines, ya que como todos actúan moralmente,
la felicidad propia se concibe de manera consistente con la mo-
ralidad, además de que todos contribuyen en lo posible a la fe-
licidad ajena. Por un lado, la expectativa de felicidad en el reino
de los fines es congruente con la moral; por el otro, en el reino de
los fines todos los seres racionales han adoptado el fin moral
de promover la felicidad de los demás. No obstante, aun supo-
niendo la más perfecta conducta moral de todos, la expectativa
de felicidad no se cumpliría porque no depende sólo de las ac-
ciones humanas. Esta expectativa depende también de las leyes
de la naturaleza: a pesar de la más perfecta conducta moral de
la humanidad en su conjunto, la naturaleza sigue su curso cau-
sándonos los sufrimientos de los accidentes, las enfermedades y
la muerte. En cierto sentido, puede decirse que es “indiferente”
a nuestra aspiración de felicidad. Por ello, el imperativo moral
no puede prometer que la más perfecta conducta moral de to-
dos los seres racionales conducirá a la felicidad de cada uno.
La pregunta que se plantea, entonces, es ¿por qué el impera-
tivo tendría que poder prometer tal cosa?, es decir, la pregunta
es por qué Kant considera que la incongruencia entre la más
perfecta conducta moral de todos los seres racionales y el cum-
plimiento de la expectativa de felicidad de cada uno de ellos es
una dificultad para la realización del reino de los fines. La co
nexión entre la moralidad y la felicidad que subyace a estas ob-
servaciones y que Kant no hace explícita en estos pasajes de la
Fundamentación es que resulta legítimo esperar la felicidad como
la fórmula del reino de los fines 179
12
Discuto este punto en el capítulo VIII, sección 4.
182 virtud, felicidad y religión
13
De manera paralela, Kant ofrece una concepción finalista de la naturaleza
como “garantía” de la posibilidad de la paz perpetua en Sobre la paz perpetua,
sección segunda, suplemento primero.
la fórmula del reino de los fines 183
14
Retomo esta discusión en el capítulo VIII, sección 5.
15
A. Reath, “Legislating for a Realm of Ends: The Social Dimension of Auton
omy”. Para una crítica hacia este tipo de postura, véase Flikschuh, “Kant’s
Kingdom of Ends: Metaphysical Not Political”.
184 virtud, felicidad y religión
18
Ésta es una idea que Kant toma de J.-J. Rousseau, Discurso sobre el origen y
los fundamentos de la desigualdad entre los hombres.
la fórmula del reino de los fines 187
estar sujeto a una sola forma de vida como el resto de los anima-
les” (PIHH 8:112/61–62).
El segundo instinto que considera es el sexual, el cual tam-
bién se transforma gracias al influjo de la razón: mientras que
en los animales “depende únicamente de un estímulo fugaz y
por lo general periódico”, los humanos acrecientan el deseo
mediante la imaginación y la postergación de la satisfacción
(PIHH 8:112/62). Paulatinamente, nos dice, se pasó del mero
deseo animal al amor. El tercer ejemplo concierne a la influen-
cia de la razón en la pérdida de la capacidad de gozar el mo-
mento presente. La capacidad de anticipar el futuro constitu-
ye “una fuente inagotable de preocupaciones y aflicciones que
suscita el futuro incierto, cuitas de las que se hayan exentos
todos los animales”, y el temor a la muerte es la peor de todas
(PIHH 8:113/63–64). Kant presenta la influencia de la razón
en la transformación de los instintos naturales como un proble-
ma para el ser racional que va acompañado de angustia sobre
cómo ejercer su capacidad para elegir libremente:
Se encontró, por decirlo así, al borde de un abismo, pues entre los
objetos particulares de sus deseos –que hasta entonces le había
consignado el instinto– se abría ante él una nueva infinitud de
deseos cuya elección le sumía en la más absoluta perplejidad; sin
embargo, una vez que había saboreado el estado de la libertad, ya
le fue imposible regresar al de la servidumbre (bajo el dominio
del instinto). (PIHH 8:112/62)
Tras señalar estos rasgos que distinguen al ser humano del resto
de los animales y que se deben a la influencia de la razón, Kant
concluye que, por ellos, aquél se eleva “por encima de la so
ciedad con los animales”, descubre que constituye “el fin de la
naturaleza” y adquiere la pretensión de ser un fin en sí mismo
(PIHH 8:114/64). El punto que me interesa destacar con esta
digresión es que, cuando Kant habla de la capacidad de la natu-
raleza racional de elevarse por encima de la necesidad natural,
se refiere en específico a las necesidades naturales humanas y
no a las leyes de la naturaleza en general. El ser humano no está
atado a los dictados de sus instintos, sino que los transforma y
se aleja de ellos por la influencia de su razón. En ello se distin-
gue y se “eleva”, según Kant, sobre el resto de los animales. Lo
188 virtud, felicidad y religión
19
Como sostiene Thomas Hobbes en la cuarta ley de la naturaleza en Levia
tán (capítulo XV) y como también sugiere Rousseau en las primeras páginas
del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres.
la fórmula del reino de los fines 191
20
Véanse los capítulos I, sección 5, y III, sección 2.
21
Por ello, la propuesta de Allen Wood de otorgar primacía a la segunda
fórmula es insostenible. Véanse Wood, Kant’s Ethical Thought, capítulo 4, y “The
Final Form of Kant’s Practical Philosophy”.
la fórmula del reino de los fines 193
23
Véase la discusión en Korsgaard, “El derecho a mentir: Kant y el proble
ma del mal”.
la fórmula del reino de los fines 195
24
Para una variación neokantiana contemporánea sobre este tema, véase la
discusión en Korsgaard, “Dos argumentos en contra de la mentira”.
196 virtud, felicidad y religión
25
Véase el capítulo III, sección 5.
la fórmula del reino de los fines 197
28
Se puede leer Del contrato social de Rousseau desde esta perspectiva.
la fórmula del reino de los fines 199
29
Ésta es la postura de Hume en Investigación sobre los principios de la moral,
capítulo III: “De la justicia”.
VI
LA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL
1
D. Henrich, “Kant’s Notion of a Deduction and the Methodological Back
ground of the First Critique”.
204 virtud, felicidad y religión
tiene que ser el caso que la conexión entre ellos sea necesaria, lo
cual, de acuerdo con Kant, implica que existe una ley que así
lo establece. Como la voluntad es un tipo de causalidad, está
necesariamente conectada con los efectos que produce, a saber,
sus acciones; esa conexión, a su vez, tiene lugar con base en al
guna ley. La pregunta que se plantea es cuál puede ser aquella
ley que se origina en una voluntad libre y que establece una
conexión necesaria entre ésta y sus acciones.
Kant presenta la respuesta en forma de pregunta: “¿Qué po
dría ser entonces la libertad de la voluntad sino autonomía, esto
es, la propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma?”
(F 4:447/223). Como la voluntad es libre de modo negativo, cual
quiera que sea su determinación positiva tiene que originarse en
ella misma. Según esto, la voluntad tiene que darse la ley a sí
misma. Como la propiedad de la voluntad de ser una ley para
sí misma es lo mismo que la autonomía, resulta que una volun
tad libre de modo positivo es idéntica a una voluntad que se rige
según la ley moral, puesto que esta última exige a la voluntad
darse leyes a sí misma. Por ello afirma que “si se presupone la li
bertad de la voluntad, la moralidad, junto con su principio, se
sigue de la libertad por mero análisis de su concepto” (F 4:447
/225). De acuerdo con esto, el concepto positivo de libertad no
es otro que el imperativo categórico.7
Aunque se esperaría que la ley de la voluntad fuera un princi
pio con un contenido particular, el razonamiento de Kant in
dica que la ley más fundamental de la voluntad libre es formal.
Como vimos en el capítulo I, sección 6, la primera formulación
del principio moral tiene que ser formal, pues de otro modo no
podría ser incondicionado. En la “Analítica” de la segunda Crí-
tica Kant argumenta que o bien el fundamento de determinación
de la voluntad es un incentivo a posteriori, o bien es un principio
a priori. Si suponemos que el fundamento es un incentivo a pos-
teriori, entonces la voluntad se determina por el objeto de la ac
ción, el cual estaría determinado empíricamente. En cambio, si
suponemos que el fundamento es un principio a priori, enton
ces la voluntad se determina por un principio formal porque no
hay ningún objeto como fundamento de determinación; por
7
Véase la explicación de Korsgaard, “La moralidad como libertad”.
la fundamentación de la moral 209
8
Desarrollo este punto en la sección 5 de este capítulo.
9
Una pregunta importante es si la libertad que hay que atribuir a la voluntad
es la negativa o la positiva. Korsgaard (“La moralidad como libertad”) favorece
la primera opción, mientras que D. Sussman (“From Deduction to Deed: Kant’s
Grounding of the Moral Law”) favorece la segunda.
210 virtud, felicidad y religión
En una nota al pie Kant agrega: “las leyes que atarían a un ser
que fuese realmente libre valen, con todo, para un ser que no
puede obrar de otro modo que bajo la idea de su propia liber
tad” (F 4:448n/227n). La distinción central aquí es entre “ser
realmente libre” en general y “actuar bajo la idea de la libertad”,
lo cual es equivalente a “ser libre en sentido práctico”. Un ser
realmente libre “en sí mismo” o en general, sería aquel que no
está sujeto a la ley de la causalidad natural. Ésta es la concep
ción de la libertad “trascendental”, cuya realidad no se puede
demostrar por medio de la filosofía teórica. Un ser libre en sen
tido trascendental es una causalidad libre que produce efectos
sin estar determinado por ninguna causa precedente. En la segun
da Crítica se dice que la libertad trascendental “ha de ser conce
bida como independencia de todo elemento empírico, y por lo
tanto, de la naturaleza en general” (C 2 97/94). Una de las con
clusiones principales de la Crítica de la razón pura es la imposibi
lidad de demostrar la realidad de la libertad.10 La idea central es
que todo conocimiento posible sólo puede serlo de objetos que
puedan darse en el tiempo y en el espacio; como la libertad no
es un objeto que pueda darse de este modo, se sigue que su co
nocimiento es imposible. No obstante, otra conclusión igual de
importante es que tampoco puede demostrarse la imposibili
dad de la libertad, por lo cual, como sostiene Kant, queda abier
ta la posibilidad de que la razón especulativa pueda pensar la
idea de la libertad mediante conceptos y principios a priori aun
que sin determinarla.
Dada la imposibilidad de demostrar la realidad de la libertad
trascendental desde la filosofía teórica, si se ha de atribuir la li
bertad como una propiedad de la voluntad de un ser racional
en general es necesario hacerlo desde otra perspectiva, a saber,
el punto de vista práctico. Aunque no pueda demostrarse la rea
lidad de la libertad, se puede pensar su posibilidad como la pro
piedad de un ser racional que se determina a la acción por su
razón. Según el pasaje que acabo de citar, se puede hacer tal
atribución en la medida en que el ser racional no pueda sino
obrar bajo la idea de la libertad. Las preguntas que se plantean
son, en primer lugar, qué quiere decir “obrar bajo la idea de la
10
Véase Allison, Kant’s Theory of Freedom, parte I.
la fundamentación de la moral 211
11
Esta concepción de racionalidad corresponde a la que Hume defiende
cuando sostiene que la razón se ocupa de la verdad y de la falsedad, pero no
puede motivarnos a la acción (Tratado de la naturaleza humana, libro II, parte III,
sección 3: “De los motivos que influyen a la voluntad”; libro III, parte I, sección 1:
“Las distinciones morales no se derivan de la razón”).
212 virtud, felicidad y religión
16
Así como del origen a priori de los conceptos puros del entendimiento no
se sigue que, en efecto, se apliquen objetos (C 1, “De la deducción de los con
ceptos puros del entendimiento”, §13), del origen a priori de la ley moral tam
poco se sigue que, en efecto, puede motivar a una voluntad afectada por incen
tivos sensibles.
la fundamentación de la moral 217
20
C 1, “La antinomia de la razón pura”, en especial, las secciones dedicadas
a la “solución” del conflicto de la razón consigo misma.
21
Que sólo podamos conocer los objetos como se nos dan en la intuición
sensible no significa, de acuerdo con Kant, que todo nuestro conocimiento se
origine en la experiencia (C 1 B1). Otra tesis central es la defensa de la posibi
lidad del conocimiento sintético a priori, el cual tiene lugar gracias a la repre
sentación a priori de objetos en la intuición sensible (C 1, introducción).
220 virtud, felicidad y religión
25
C 1 A549–550/B577–578.
222 virtud, felicidad y religión
26
En la segunda Crítica observa que “si nos fuera posible tener en el modo
de pensar de un hombre, que se revela por sus acciones tanto internas como
externas, una comprensión tan profunda que todos los incentivos de estas ac
ciones, hasta el más pequeño, nos fuera conocido, y al mismo tiempo todas las
circunstancias externas que operan sobre estos incentivos, se podría calcu-
lar, con la misma seguridad que un eclipse solar o lunar, la conducta de un
hombre en el porvenir, y sin embargo afirmar, al mismo tiempo que el hombre
es libre” (C 2 5:99/96). Véase la discusión en A. Wood, “Kant’s Compatibilism”.
la fundamentación de la moral 223
bimos como seres autónomos, como seres que legislan leyes uni
versales con base en su razón. De este modo, el concepto de cosa
en sí recibe una determinación positiva en la filosofía práctica.
Según Kant, lo que se ha logrado es una “deducción” del prin
cipio moral porque el argumento establece la legitimidad del uso
de un principio a priori. Se muestra que el imperativo moral, que
se origina en la razón pura, no es un mero fantasma de la ima
ginación sino que tiene realidad objetiva, es decir, que tiene
autoridad sobre seres dotados de receptividad que son, por ello,
objetos de experiencia. La deducción tiene lugar a través de la
idea de la libertad porque “la idea de la libertad hace de mí un
miembro de un mundo inteligible” (F 4:454/239). La voluntad
afectada por incentivos sensibles está sujeta a la autoridad del
imperativo categórico en la medida en que, en cuanto voluntad
racional, se concibe como libre y, por ello, como miembro, al mis
mo tiempo, del mundo inteligible.
Nos dice que “el uso práctico de la razón humana ordinaria
confirma la corrección de esta deducción” (F 4:454/239):
No hay nadie, ni siquiera el peor malvado, que, con sólo que esté
por lo demás acostumbrado a usar la razón, no desee, si se le pre
sentan ejemplos de la honestidad en los propósitos, de la constan
cia en el seguimiento de buenas máximas, de la compasión y la
benevolencia universal […] ser también él así. Pero no puede lle
var a cabo eso en sí fácilmente, sólo a causa de sus inclinaciones y
apetitos, y, sin embargo, a la vez desea verse libre de esas inclina
ciones, enfadosas para él mismo. Demuestra de este modo que
con una voluntad libre de los impulsos de la sensibilidad se trasla
da con el pensamiento a un orden de cosas enteramente distinto
del de sus apetitos en el campo de la sensibilidad, dado que de
aquel deseo no puede esperar un placer de los apetitos […] sino
sólo un mayor valor interior de su persona. Esta persona mejor
cree él serla cuando se sitúa en el punto de vista de un miembro
del mundo del entendimiento, a lo que involuntariamente le cons
triñe la idea de la libertad. (F 4:454–455/239–241)
La deducción del principio moral queda confirmada en la me
dida en que la experiencia moral muestra que, de hecho, le
otorgamos prioridad normativa a la concepción de nosotros
mismos desde el punto de vista inteligible sobre la que adopta
mos desde el sensible. Según Kant, al vernos motivados a actuar
la fundamentación de la moral 225
Que algo se pueda dar a priori es algo con lo cual los lectores
de Kant están familiarizados. De acuerdo con él, nos podemos
representar objetos a priori en la intuición sensible: no los obte
nemos de la experiencia, sino que se trata de objetos de una
experiencia posible. Como la sensibilidad es una facultad pasi
va, tales objetos nos son dados. En el caso de la ley moral resulta
extraño decir que pueda ser “dada”, ya que es un principio de
la razón pura y, por ello, no puede darse en la intuición sensi
ble. Decir que la ley moral es “dada” por la razón pura a sí mis
ma es una expresión metafórica, ya que la razón es una facultad
activa por la cual nada nos es dado pasivamente. No obstante, si
esta ley es “dada” a priori, la conciencia que tenemos del hecho
de la razón no se deriva de ejemplos de la experiencia. Esto
significa que tal conciencia no consiste en la experiencia de sen
tirse motivado a actuar moralmente. En este caso, la autoridad
de la ley moral se establecería mediante el ejemplo del propio
caso de experiencia de motivación moral. La tesis de Kant, en
cambio, parece ser que podemos representarnos a priori la po
sibilidad de que la ley moral determine la voluntad; en la con
ciencia de ello consiste el hecho de la razón.
Hacia el final de la “Analítica” Kant observa que “podemos
tener conciencia de las leyes prácticas puras así como somos cons
cientes de los principios teóricos puros: prestando atención a
la necesidad con que la razón nos los prescribe y a la abstrac
ción de todas las condiciones empíricas que la razón nos indica”
(C 2 5:30/28). A continuación ilustra esta afirmación pregun
tando si un hombre podría vencer su amor a la vida si su prínci
pe, mediante amenazas de muerte, le exige que dé un falso tes
timonio contra una persona honesta. Kant responde: “quizá él
no se atreverá a asegurar si lo vencería o no; pero de que ello es
posible, lo tiene que admitir sin dificultad. Así pues, él juzga
que puede hacer algo porque es consciente de que debe hacer
lo” (C 2 5:30/29). La conciencia de la ley moral en el hecho de
la razón no consiste en que seamos conscientes de vernos moti
vados a actuar moralmente, sino de que podamos vernos motiva
dos por una exigencia incondicionada de la razón incluso a ven
cer nuestro amor a la vida. En este hecho, Kant afirma, “la razón
se manifiesta como originariamente legisladora” (C 2 5:31/30).
Como el uso práctico de la razón pura se autentifica a sí mis
mo, según Kant, se sigue que la autoridad de la ley moral no
232 virtud, felicidad y religión
31
Véase el capítulo I, sección 5.
234 virtud, felicidad y religión
no está sujeta a esta ley (C 2 5:28/27). Por ello, cuando se piensa
que el fundamento determinante de la voluntad es la forma de
la máxima que la hace apta para una legislación universal, la
voluntad debe concebirse independiente de la ley natural de los
fenómenos, es decir, libre.32 En conclusión, el ejemplo del falso
testimonio ilustra que nos atribuimos la propiedad de la libertad
cuando nos concebimos sujetos a la autoridad de la ley moral.
Esta última nos “revela” nuestra libertad, por lo cual resulta im
posible establecer la autoridad de la segunda a partir de la pri
mera. De acuerdo con Kant, esto significa que en lugar de la
“vanamente buscada” deducción del principio moral a partir
de la libertad, encontramos que el primero sirve de principio
para la deducción de la facultad de la libertad (C 2 5:47/46).
32
De ahí no se sigue, como ya vimos, que la determinación de la voluntad
en ese caso carezca de una materia o contenido (un fin). Sobre este asunto,
véase el capítulo IV, sección 2, de este volumen y también C 2 5:34/33.
33
Allison, Kant’s Theory of Freedom, parte I.
236 virtud, felicidad y religión
ÉTICA Y VIRTUD
3
M. Baron, Ph. Pettit y M. Slote, Three Methods of Ethics: A Debate. El supuesto
de que existe una oposición entre deber y virtud se encuentra también en O.
Guariglia, “¿Moral del deber o moral de la virtud?”
ética y virtud 243
10
Las primeras cursivas son mías.
248 virtud, felicidad y religión
11
Desarrollo el punto sobre la dimension espacial en F. Rivera Castro, “So
cial Equality and Peace as the Highest Political Good”.
250 virtud, felicidad y religión
12
Sobre el concepto de arbitrio, véase la discusión en H. Allison, Kant’s
Theory of Freedom, capítulo 7.
ética y virtud 251
13
El pasaje completo dice: [la razón pura práctica] “es una facultad de los
fines en general y, por lo tanto, ser indiferente con respecto a ellos, es decir, no
interesarse en ellos, es una contradicción: porque entonces ella tampoco
determinaría las máximas con respecto a las acciones (en cuanto que estas
últimas contienen siempre un fin) y, por tanto, no sería una razón práctica”
(PMDV 6:395/250). En la segunda Crítica, señala que “se podría definir la
voluntad como la facultad de los fines, puesto que los fines siempre son fun
damentos determinantes de la facultad de desear según principios” (C 2 5: 58–
59/57).
252 virtud, felicidad y religión
14
Véase también el capítulo II, sección 1.
ética y virtud 253
sino que está determinada a producir fuera de sí el bien supremo, incluso por
ser consciente de su total suficiencia” (TP 8:280/12). El bien supremo es el fin
último de la moralidad.
17
Las dos primeras cursivas son mías.
256 virtud, felicidad y religión
18
Véase el capítulo IV, sección 6.
ética y virtud 259
cidad ajena) sea un deber, tiene que ser el caso que la máxima
de acción pueda ser una ley universal en el sentido de que sea
imposible querer que la máxima opuesta se convierta en ley.
Kant explica que los deberes de virtud son de obligación
“amplia”, por oposición a la obligación “estricta” (PMDV 6:390
/242).19 Cuando un deber es de “obligación amplia” exige la
adopción de una máxima, mas no la realización de ciertas accio
nes específicas. Este tipo de deber “deja un margen (latitudo) al
arbitrio libre para el cumplimiento (la observancia), es decir, que
no puede indicar con precisión cómo y cuánto se debe obrar con
la acción con vistas al fin que es a la vez un deber” (PMDV 6:393
/247). Desde luego que el deber exige la realización de múlti
ples acciones; el punto es que se deja al agente decidir en qué
ocasiones ayudar a los demás, cuánto y de qué manera. Los de
beres estrictos, en cambio, no permiten tal margen, sino que exi
gen la realización u omisión de ciertas acciones sin excepción
(como “cumplir las promesas”). En el caso de la máxima de fo
mentar la propia perfección, la amplitud del deber significa que
éste no especifica qué talentos se deben cultivar ni en qué medi
da ni de qué manera. Kant aclara que ello no significa que haya
un permiso de introducir excepciones, sino que se trata de “li
mitar una máxima por otra” (PMDV 6:390/242). Que el deber
sea amplio no quiere decir que esté permitido dejar de cultivar
los talentos ocasionalmente en aras de la satisfacción de las in
clinaciones, sino que se deja al agente la libertad de determinar
cómo cumplirlo en relación con otros deberes y otras máximas
de acción. El fin de la propia perfección comprende, ante todo,
las máximas de promover la propia perfección natural y moral,
así como la autoconservación y el respeto hacia uno mismo. El
contenido específico de estas máximas dependerá de las carac
terísticas personales y de las circunstancias particulares en que
nos encontremos.
19
Kant también se refiere a los deberes amplios como “imperfectos” y a los
estrictos como “perfectos”. Si resulta que ambas distinciones son equivalen
tes, es ocioso emplear nombres diferentes para lo mismo, además de que pue
de causar confusión. Ofrezco una interpretación de ambas distinciones (am
plio/estricto y perfecto/imperfecto) y de la relación entre ellas en F. Rivera
Castro, “Kantian Ethical Duties”.
260 virtud, felicidad y religión
21
Considero que el fomento de la perfección natural y moral de los niños
es un asunto aparte, ya que no se trata de seres autónomos.
22
Esto no significa que debamos permanecer completamente vulnerables
frente a las acciones inmorales de los demás, por ejemplo, que no debamos in
tervenir para limitar la libertad de acción de una persona cuyas acciones cons
tituyen ataques a la integridad física de los demás. Sin embargo, este tipo de
intervención cae dentro de la esfera de la justicia: el establecimiento de límites
a la libertad de acción de las personas con el fin de hacer posible el ejercicio de
la libertad de acción de todos debe hacerse de acuerdo con leyes que procedan
de un poder coactivo con autoridad, esto es, del poder político. En la esfera de
la ética, el uso de la coacción es injustificable y, estrictamente, es imposible ya
que no es factible lograr mediante la coacción que alguien adopte máximas éti
cas. Este punto concuerda con la lectura de la ética kantiana que estoy propo
niendo, a saber, que vivir de acuerdo con las máximas éticas es una elección
personal acerca de cómo se debe vivir.
ética y virtud 263
23
Véase el capítulo II, sección 4. Desarrollo estos puntos en Rivera Castro,
Virtud y justicia en Kant, capítulo 2.
264 virtud, felicidad y religión
24
Ésta es una tesis central en N. Sherman, Making a Necessity of Virtue. Aristotle
and Kant on Virtue.
ética y virtud 265
33
Annas, The Morality of Happiness, capítulo II.
34
McDowell, “Virtue and Reason”.
272 virtud, felicidad y religión
35
El locus classicus de este diagnóstico se encuentra en el segundo Discurso
de Rousseau. Véase Wood, “Unsociable Sociability: The Anthropological Basis
of Kantian Ethics”.
274 virtud, felicidad y religión
DE LA MORAL A LA RELIGIÓN
5
Con frecuencia, los lectores de Kant rechazan esta concepción del bien
supremo en la cual la felicidad se combina con la moralidad y les parece que el
bien supremo debe limitarse a la virtud. Véanse L.W. Beck, A Commentary on
Kant’s Critique of Practical Reason, capítulo XIII, y J. Rawls, “Kant X. La unidad
de la razón”. Algunos teóricos señalan que la inclusión de la felicidad en el bien
supremo es un paso infundado que Kant da con el fin de sostener que la moral
conduce necesariamente a la religión. Véase O. O’Neill, “Kant on Reason and
Religion”.
de la moral a la religión 283
6
Véase el capítulo II, sección 5.
286 virtud, felicidad y religión
9
Discuto este punto en F. Rivera Castro, “Social Equality and Peace as the
Highest Political Good”.
288 virtud, felicidad y religión
13
Esta solución de la antinomia implica que en su planteamiento se había
supuesto el realismo trascendental, el cual toma a los fenómenos como cosas
en sí. Watkins (“The Antinomy of Practical Reason: Reason, the Unconditioned
and the Highest Good”) enfatiza este punto.
de la moral a la religión 293
15
En el “Canon” Kant dice que si bien la razón “posee causalidad respecto
de la libertad en general, no la posee en relación con la naturaleza entera”
(A807/B835). En la “Dialéctica” de la segunda Crítica expresa esta misma idea:
“el ser racional que obra en el mundo no es al mismo tiempo la causa del
mundo y de la naturaleza misma […] y, por lo que toca a su felicidad, no puede
con sus propias fuerzas hacerla coincidir totalmente con sus propios principios
prácticos” (C 2 5:124–125/121).
de la moral a la religión 295
16
“¿Qué es orientarse en el pensamiento?”, sección tercera del “Canon”, de
la primera Crítica, y sección 91 de la tercera Crítica. Véase Gómez Caffarena, El
teísmo moral de Kant, capítulo 3.
298 virtud, felicidad y religión
23
En la segunda Crítica se observa que la persuasión respecto de la propia
perfección moral es peligrosa (C 2 5:33/32). Más adelante, en el capítulo “De
los incentivos de la razón pura práctica” se nos previene del “fanatismo moral”,
el cual consiste en “vanagloriarse” de actuar virtuosamente por “una espontánea
bondad de espíritu que no necesita ni de espuela ni de freno”, que hace super
fluos el mandato y el respeto por la ley (C 2 5:84–85/82).
302 virtud, felicidad y religión
24
Más adelante insiste en que “el principio cristiano de la moral no es teoló
gico (por consiguiente, heteronomía), sino autonomía de la razón pura prác
tica por sí misma, porque no hace del conocimiento de Dios y de su voluntad
el fundamento de estas leyes sino sólo de alcanzar el bien supremo, bajo la con
dición de la observancia de estas mismas leyes” (C 2 5:129/125).
25
La idea de que el mal natural es un castigo por el mal moral está implícita
en la conmoción con que reaccionaron los intelectuales europeos ante el terre
moto de Lisboa en 1755, el cual parecía poner en evidencia la ausencia de
justicia divina pues, ¿qué habían hecho los habitantes de Lisboa para merecer
semejante castigo? Véase la discusión en S. Neiman, “Metaphysics, Philosophy:
Rousseau and the Problem of Evil”.
304 virtud, felicidad y religión
26
Este punto puede apreciarse más claramente en el ensayo de Kant “Sobre
el fracaso de todas las tentativas filosóficas en la teodicea”.
27
Wood (“Rational Theology, Moral Faith, and Religion”) enfatiza este
punto.
306 virtud, felicidad y religión
29
En una nota al pie se agrega que “es una de las limitaciones inevitables de
los seres humanos y de su facultad racional práctica […] buscar en todas las
acciones el resultado de ellas, para encontrar en éste algo que pudiera servirle
de fin y que pudiera también demostrar la pureza de su mira, fin que es cier
tamente lo último en la ejecución (nexu effectivo), pero lo primero en la repre
sentación y en la mira (nexu finali)” (R 6:7/200–201).
30
En la Religión Kant afirma que contribuir al bien supremo es un deber del
género humano para consigo mismo (R 6:97/98). D. Sussman (“Something to
Love: Kant and the Faith of Reason”) sostiene que la idea de correspondencia
de la moral a la religión 309
33
No puedo entrar aquí en los detalles de la teoría de Kant sobre el pecado
y el origen del mal que presenta en los dos primeros libros de la Religión.
314 virtud, felicidad y religión
34
J.-J. Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre
los hombres.
de la moral a la religión 315
35
La religión dentro de los límites de la mera razón, parte IV.
36
De acuerdo con Kant tales individuos “nunca ponen confianza en sí mis
mos, buscan en constante inquietud una asistencia sobrenatural y suponen
incluso poseer en ese desprecio de sí (que no es humildad) un medio de obte
ner favor, cuya expresión externa (en el pietismo o la gazmoñería) anuncia un
ánimo servil ” (R 6:184n/234).
37
Kant se refiere a la distinción entre laicos y clérigos como “degradante”
(R 6:122/124).
BIBLIOGRAFÍA
Henrich, Dieter, The Unity of Reason. Essays on Kant’s Philosophy, ed. Rich-
ard Velkeley, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1994.
Herman, Barbara, “A Cosmopolitan Kingdom of Ends”, en A. Reath, B.
Herman y Ch. Korsgaard (comps.), Reclaiming the History of Ethics.
Essays for John Rawls, pp. 187–213.
——, “Moral Deliberation and the Derivation of Duties”, The Practice of
Moral Judgment, pp. 132–158.
——, “On the Value of Acting from the Motive of Duty”, The Practice of
Moral Judgment, pp. 1–22.
——, The Practice of Moral Judgment, Harvard University Press, Cam-
bridge, Mass., 1993.
Hill, Thomas, Autonomy and Self-Respect, Cambridge University Press,
Nueva York, 1991.
——, “Kant’s Argument for the Rationality of Moral Conduct”, en P.
Guyer (comp.), Kant’s Groundwork of the Metaphysics of Morals.
Critical Essays, pp. 249–272.
——, “Self-Regarding Suicide: A Modified Kantian View”, Autonomy
and Self-Respect, pp. 85–103.
Hobbes, Thomas, Leviatán: o la materia, forma y poder de un Estado ecle
siástico y civil, trad. Carlos Mellizo, Alianza, Madrid, 2009.
Höffe, Otfried (comp.), Grundlegung der Metaphysik der Sitten: Ein
kooperativer Kommentar, Klostermann, Fráncfort del Meno, 1989.
Hume, David, Diálogos sobre la religión natural, trad. Carmen García-Tre-
vijano, Tecnos, Madrid, 2004.
——, Investigación sobre el conocimiento humano. Investigación sobre los prin
cipios de la moral, trad. Jaime Salas y Gerardo López Sastre, Tecnos,
Madrid, 2007.
——, Tratado de la naturaleza humana. Autobiografía, trad. Félix Duque,
Tecnos, Madrid, 1988.
Kersting, Wolfgang, “Politics, Freedom, and Order: Kant’s Political Phi-
losophy”, en P. Guyer (comp.), The Cambridge Companion to Kant,
pp. 342–366.
Korsgaard, Christine, “Dos argumentos en contra de la mentira”, La
creación del reino de los fines, pp. 603–650.
——, “Dos distinciones en la bondad”, La creación del reino de los fines,
pp. 549–601.
——, “El análisis de Kant de la obligación”, La creación del reino de los
fines, pp. 113–171.
——, “El derecho a mentir: Kant y el problema del mal”, La creación del
reino de los fines, pp. 267–308.
——, “From Duty and for the Sake of the Noble: Kant and Aristotle on
Morally Good Action”, The Constitution of Agency: Essays on Practical
Reason and Moral Psychology, pp. 174–206.
bibliografía 321
Korsgaard, Christine, La creación del reino de los fines, trad. Dulce María
Granja y Eduardo Charpenel, Fondo de Cultura Económica/Univer-
sidad Nacional Autónoma de México/Universidad Autónoma Me
tropolitana/Universidad Autónoma de Chihuahua, México, 2011.
——, “La fórmula de la humanidad de Kant”, La creación del reino de los
fines, pp. 221–265.
——, “La fórmula de la ley universal de Kant”, La creación del reino de los
fines, pp. 173–220.
——, “La moralidad como libertad”, La creación de los reinos de los fines,
pp. 309–358.
——, Las fuentes de la normatividad, trad. Laura Lecuona y Laura Man-
ríquez, Instituto de Investigaciones Filosóficas-unam, México, 2001.
——, “Motivation, Metaphysics, and the Value of the Self: A Reply to
Ginsborg, Guyer, and Schneewind”, Ethics, vol. 109, no. 1, 1998,
pp. 49–66.
——, “Religious Faith, Teleological History, and the Concept of Agency.
Comments on Onora O’Neill’s Tanner Lectures”, manuscrito, 1996.
——, Self-Constitution. Agency, Identity, and Integrity, Oxford University
Press, Oxford, 2009.
——, “Self-Constitution in the Ethics of Plato and Kant”, The Constitu
tion of Agency: Essays on Practical Reason and Moral Psychology, pp. 100–
126.
——, The Constitution of Agency: Essays on Practical Reason and Moral Psy
chology, Oxford University Press, Oxford, 2008.
——, “The Normativity of Instrumental Reason”, The Constitution of
Agency: Essays on Practical Reason and Moral Psychology, pp. 26–68.
Kymlicka, Will, Contemporary Political Philosophy. An Introduction, 2a. ed.,
Oxford University Press, Oxford, 2010.
McDowell, John, “Virtue and Reason”, The Monist, vol. 62, no. 3, 1979,
pp. 331–350.
Nagel, Thomas, “Solipsism, Dissociation, and the Impersonal Stand-
point”, The Possibility of Altruism, pp. 99–115.
——, The Possibility of Altruism, Princeton University Press, Princeton,
1970.
Neiman, Susan, “Metaphysics, Philosophy: Rousseau and the Problem
of Evil”, en A. Reath, B. Herman y Ch. Korsgaard (comps.), Reclaim
ing the History of Ethics. Essays for John Rawls, pp. 140–169.
O’Neill, Onora (Onora Nell), Acting on Principle. An Essay on Kantian
Ethics, Columbia University Press, Nueva York, 1975.
——, “Between Consenting Adults”, Constructions of Reason. Explora
tions of Kant’s Practical Philosophy, pp. 105–125.
——, “Consistency in Action”, Constructions of Reason. Explorations of
Kant’s Practical Philosophy, pp. 81–104.
322 bibliografía