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LA0VADO DE DINERO.

(EL DELITO DE LEGITIMACIÓN DE ACTIVOS PROVENIENTES DE ILÍCITOS)


Francisco J. D’Albora (H.)

Sumario: 1. CONSIDERACIONES PRELIMINARES. 2. LAS GANANCIAS ILÍCITAS. EL LAVADO DE DINERO. 3. DEFINICIÓN Y


CONTENIDO. 4. EL MARCO NORMATIVO. 5. LA RESPUESTA INTERNACIONAL. 6. EL MARCO JURÍDICO.

1. Consideraciones preliminares

En los umbrales del siglo XX, el hombre debe enfrentar un fenómeno criminal sin precedentes en la historia de
la humanidad, denominado por la Organización de las Naciones Unidas “Delincuencia Transnacional
Organizada”.
Con semejante epígrafe se alude, sintéticamente, a buena parte de las consecuencias que en el marco del
delito produjo ese otro fenómeno contemporáneo conocido como “Globalización”. Organizaciones criminales
cada vez más poderosas potencian asombrosamente sus actividades ilícitas –en cantidad y calidad- merced a la
utilización de uno de los logros más destacables del siglo que concluye: la tecnología.
Los apabullantes avances científicos y técnicos de las últimas décadas están disponibles para todos los
interesados a través de la informática; la fluidez de las comunicaciones modernas, por su parte, eliminó las
distancias. El mundo entero, en definitiva, quedó al alcance de la mano.
Esta introducción, que pareciera más apropiada para un comentario de actualidad que para un escolio
jurídico, resulta, sin embargo, necesaria para comprender cabalmente la magnitud del desafío.
Delitos como narcotráfico y terrorismo, analizados en este contexto, adquieren una dimensión inquietante.

2. Las ganancias ilícitas. El lavado de dinero

Es precisamente el narcotráfico, en lo que aquí interesa, el que origina –claro está que en forma ilícita- una
impresionante cantidad de dinero para la que debe aparentarse un origen lícito. Pero el desarrollo
tecnológico –en permanente expansión- elaborado para satisfacer una demanda creciente, permite su
utilización –igualmente ilícita- por todos aquellos que pretendan “lavar” dinero.
Las más diversas actividades ilícitas, en la medida en que produzcan importantes ganancias, conllevan la
necesidad de legitimarlas. Por tal virtud, en lugar de la traducción al español de la expresión inglesa “lavado de
dinero”, que explicita el origen “sucio” de los fondos –de la que deriva también el término “blanqueo”, de
similar connotación-, creemos más preciso hablar de “legitimación”, y no sólo de dinero sino de “activos”,
puesto que la actividad financiera internacional moderna excede la utilización del dinero.
Anualmente se reciclan en la economía mundial miles de millones de dólares cuya detección, si no imposible,
resulta sumamente dificultosa. Ello se debe, genéricamente, a que las técnicas utilizadas para legitimar el
dinero obtenido ilícitamente se sustentan en los mismos principios básicos de las actividades financieras
lícitas: apertura de cuentas corrientes bancarias, intercambio comercial, transferencia electrónica de fondos y
operaciones con divisas.
Se estima que la masa de dinero producida por el crimen organizado alcanza anualmente a una cifra que
oscila entre quinientos mil y setecientos cincuenta mil millones de dólares, lo que equivale a casi el dos por
ciento del producto bruto mundial. Aproximadamente las dos terceras partes corresponden a actividades
vinculadas al narcotráfico y el tercio restante a las demás actividades delictivas comprendidas por el
denominador común: la transnacionalidad.
Las organizaciones criminales han incrementado sensiblemente sus beneficios con los avances tecnológicos
que facilitan el comercio internacional, afectando no sólo las economías de los países, sino también los
sistemas democráticos.
Para contrarrestar semejante flagelo deben tomarse firmes medidas a nivel interno, regional e internacional.

3. Definición y contenido
Se denomina “lavado de dinero” al proceso en virtud del cual los bienes de origen delictivo se integran en el
sistema económico legal con apariencia de haber sido obtenidos en forma lícita.
Tres etapas diferentes han sido reconocidas en el proceso de “lavado”: una inicial o de “colocación”, en la
cual la organización criminal dispone del producto de su actividad y obtiene su ingreso en el sistema
financiero. Luego tiene lugar la etapa de “estratificación”, durante la cual se llevan a cabo el mayor número
posible de transacciones, con la finalidad de impedir que pueda reconocerse, luego de todo el proceso, el
arbitrio utilizado para la “colocación”. Finalmente llega el momento de la “integración”, cuando puede
disponerse de los fondos dentro del marco económico legítimo porque provienen –en lo inmediato- de
actividades financieras que, en sí mismas, son lícitas.

4. El marco normativo

La ley 24.072 [EDLA, 1992-135] sancionó, el 9 de abril de 1992, la Convención de las Naciones Unidas contra el
Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas aprobada en Viena, el 19 de diciembre de 1988.
Suscripción mediante, los Estados miembros se comprometieron a castigar penalmente la organización,
gestión o financiamiento del tráfico ilícito y la conversión o transferencia de los bienes procedentes de dicha
actividad, además del ocultamiento o encubrimiento de su procedencia.
En consecuencia, la República Argentina sancionó la ley 23.737 [EDLA, 1989-272] (B.O. 11/X/89), modificatoria
de la Ley de Estupefacientes 20.771 [ED, 57-897] (B.O. 9/X/74, modificatoria a su vez del art. 204 del cód.
penal), cuyo art. 25 tipifica lo que hasta entonces se denominaba “lavado de dinero proveniente del
narcotráfico”.
Una modificación a los arts. 277, 278 y 279 del cód. penal, operada por la ley 23.468 [EDLA, 1987-A-233] (B.O.
26/I/87), completó el marco legal vigente –desde la perspectiva penal- añadiendo una nueva especie del
género encubrimiento.
En la esfera administrativa, el decreto 1849/90 [EDLA, 1990-609] creó la Comisión Mixta de Control de las
Operaciones Relacionadas con el Lavado de Dinero del Narcotráfico. La ley 24.450 [EDLA, 1995-A-132]
modificó su integración, que incluye al Banco Central, la Secretaría de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico –ambos órganos se alternan cada seis meses en la Presidencia-,
Dirección General Impositiva, Administración General de Aduanas, Secretaría de Hacienda, Corte Suprema,
Cámara de Senadores y Cámara de Diputados.
Su función es estudiar los distintos métodos que se emplean para llevar a cabo las operaciones de lavado y,
proponer a las autoridades competentes los cursos de acción a adoptar para detectar, impedir y sancionar
tales maniobras.
El Banco Central, por su parte, emite circulares fijando pautas al respecto.
Los procesos penales sustanciados por infracción al art. 25 de la ley 23.737 han sido escasos y de gran
complejidad. Hasta el día de la fecha no se ha dictado ninguna sentencia condenatoria.
Sin embargo, el incremento vertiginoso del mercado de capitales producido en nuestro país durante los
últimos años pareciera no tener relación directa con un crecimiento real de la economía
Semejante panorama impone una ineludible reflexión. Durante diez años de vigencia de la norma penal, no
obstante semejante crecimiento del mercado de capitales, los órganos jurisdiccionales encontraron
dificultades insalvables para aplicarla a cabalidad.
En primer término por la necesidad de conocimientos técnicos específicos acordes a los utilizados para
cometer el delito. Sin duda es este el gran desafío del que depende la posibilidad de enfrentarse al problema
con alguna perspectiva favorable.
Pero además, porque el “lavado de dinero proveniente del narcotráfico” es sólo una faceta del asunto,
desbordada –en la práctica y en las economías denominadas emergentes- por “la legitimación de activos
provenientes de ilícitos”, en un contexto donde la cooperación internacional juega un papel determinante.

5. La respuesta internacional
La conclusión precedente no tiene exclusivamente validez local. Buena prueba de ello es la permanente
preocupación evidenciada por distintos organismos internacionales, que procuran de sus miembros normas
más acordes con la dimensión actual del fenómeno.
La actividad desarrollada tanto por el Grupo de Expertos en Lavado de Dinero que funciona dentro del Marco
de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas –CICAD- de la Organización de Estados
Americanos –OEA-, por Cumbre de las Américas, por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas –
ECOSOC- y por el denominado Grupo Egmont, que nuclea a las treinta y ocho Unidades de Información
Financiera existentes (UIF –O FIU por la sigla en inglés-), presenta como punto de partida un común
denominador: la indiscutible necesidad de fijar pautas de validez internacional para lograr el objetivo común.
De allí a concluir que los instrumentos jurídicos eficaces para prevenir y evitar la legitimación de activos
provenientes de ilícitos pueden y deben ser adoptados por cada país sobre la base de la experiencia
internacional en la materia, hay un solo paso.
En efecto, existe consenso en punto a que, cualquiera sea el país de que se trate, debe contar con un
organismo –la denominada Unidad de Información Financiera (UIF)- en condiciones técnicas de analizar, con
la exhaustividad del caso, las operaciones lícitas que impliquen movilización de activos en condiciones que
resulten diferentes a las admitidas como habituales en cada actividad. Dicho en otros términos, separar la paja
del trigo. Demás está aclarar que la UIF deberá contar, por lo menos, con una asignación tecnológica y
presupuestaria equivalente a la que tienen las organizaciones criminales.
A su vez, la clave del sistema radica en establecer la obligación, por parte de los intermediarios en el sistema
económico financiero, de informar a la UIF las operaciones inusuales o sospechosas de las que tomen
conocimiento en su actividad.
Esta labor exclusivamente administrativa de análisis técnico deberá realizarse sobre los actos o actividades de
naturaleza civil, comercial o financiera que tengan una magnitud o velocidad de rotación inusual, o
condiciones de complejidad inusitadas o injustificadas, o no sean habituales, o se aparten significativamente
de los usos y costumbres, o que, por cualquier motivo, parezcan no tener justificación económica u objeto
lícito.

6. El marco jurídico

Ya anticipamos que la posibilidad de enfrentar con éxito tan singular fenómeno criminal depende de la
utilización de las herramientas adecuadas. También, que éstas no pueden consistir en intentos aislados por
parte de algunos países, sino que una actividad internacional coherente es la base de todo el sistema, tanto
represivo como preventivo.
Debemos ahora precisar los puntos de partida para su regulación jurídica y ello impone una aclaración previa.
La legitimación de activos provenientes de ilícitos se corresponde con lo que alguna doctrina denomina
“delitos de segunda generación”. Se entiende por tales aquellos que afectan, no ya bienes jurídicos
específicos con titulares concretos, sino a la comunidad entera Lo que está en juego es, prácticamente, la
subsistencia del estado moderno ante la amenaza de la delincuencia transnacional organizada.
En este sentido, ya no puede hablarse de la salud pública o la administración de justicia sino, en puridad, del
orden socioeconómico.
Enfocar el caso desde la perspectiva del derecho penal tradicional implica arribar a conclusiones equivocadas
y a reiterar propuestas ineficaces. Cuando la ineficacia se presenta en torno a un “negocio” que genera miles
de millones de dólares cada año, el efecto negativo sobre la sociedad es irreparable.
No es tarea sencilla persuadir a quienes realizan actividades financieras lícitas de que deben tolerar el
contralor estatal sobre ellas. Pero es la única manera eficaz de detectar las actividades ilícitas. Lo dicho impone
extender la injerencia del estado sobre la vida de los particulares hasta el límite último tolerado por la
Constitución Nacional, desarrollando un sistema de contralor difícilmente admisible en el marco de la
prevención de los delitos considerados tradicionales.
Tanto los organismos internacionales a través de sus reglamentos modelo como la experiencia de aquellos
países en los que se concentra la mayor parte de la actividad financiera del planeta, coinciden respecto al
contenido indispensable en todo marco regulatorio: la tipificación del delito, por una parte, y la creación de los
mecanismos de contralor, por el otro.

El Proyecto de Ley remitido por el Poder Ejecutivo al Congreso el 22 de julio de 1998 se adecua a dicho
esquema.

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