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Diego Ramírez Gajardo (1982) es uno de los poetas actuales más vitales e

ineludibles en Chile. Su poesía está reunida en, hasta ahora, dos volúmenes. "El
baile de los niños" (2005) que fue un libro previsor de lo que vendría con el
movimiento estudiantil. Pudo sintetizar desde la diferencia y lo minoritario esa
lucha que es vida y obra a la vez que darle voz a una sensibilidad que emergía en
las zonas menos transitadas del campo cultural. Las nuevas estéticas,
comunidades y socializaciones son sus materiales, pero sobre todo los materiales
de un Chile que hasta hoy no se ha podido leer ni entender en su cabalidad salvo
por las fisuras que se obra propone. La fiesta es el espacio que se ofrece como el
fracaso de la luz, de lo iluminado, de la ilustración de clase. Por su parte, "Brian, el
nombre de mi país en llamas" (2015) profundiza y personaliza ese triunfo invertido,
pero a la vez le da un nombre a esa derrota que es ese país en llamas. Brian es
antes que todo una persona, un muchacho parte de una historia de amor, pero a la
vez es el signo de un presente. Su origen, sus gustos, su vida es la imagen de una
batalla entre el capital y el deseo. Probablemente este libro sea la mejor crónica
de un tiempo donde el fascismo arremete como nunca contra la diversidad sexual.
La poesía de Diego Ramírez en un momento le habló al futuro, a la utopía por un
presente, ese momento somos todos nosotros. Además su "Carnicería Punk" es el
centro cultural alternativo donde se forjan las más radicales y nuevas escrituras de
la actualidad mientras que "Moda y pueblo", el proyecto editorial que publica un
corpus negado por la historia oficial. Actualmente sus poemas están en varias
antologías fuera de Chile, hay tesis sobre su obra y de hecho, hasta se montó una
obra de teatro con su libro. Diego ha hecho tanto por el presente donde conviven
transexuales, travestis, chicos y chicas con VIH, personas excluidas de la
sociedad por la que lucha y es un ejemplo y referente para una parte del medio
literario que siempre ha quedado fuera. Su obra llega donde otras no llegan y
nombra lo que para muchos es mejor no decir. El riesgo literario y la profundidad
de su lectura del mundo lo hacen un poeta insoslayable en lo que estamos
construyendo como siglo XXI.

Héctor Hernández Montecinos

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