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TEMA 5. LA POESÍA DE 1939 A 1975.

CLAUDIO RODRÍGUEZ

INTRODUCCIÓN: La poesía de estos años estará marcada por los efectos de la Guerra Civil. La falta
de libertades, la miseria y el hambre derivaron en dos caminos: bien la aprobación de la nueva situación
derivada de la dictadura (literatura arraigada), bien la desesperanza y el pesimismo (literatura desarraigada).
Esta última da paso a la poesía social, que evolucionará a una poesía del conocimiento. Los años 70 retoman,
con los Novísimos, el espíritu de las vanguardias.

AÑOS 40: POESÍA ARRAIGADA Y DESARRAIGADA; P. VANGUARDISTA; EL


EXILIO
-La poesía arraigada engloba a los autores de la llamada Generación del 36, formada por poetas
complacientes con el régimen franquista, que se alejan de toda innovación formal y ofrecen una visión
amable y conformista del mundo, sin tener en cuenta la penosa situación del país. Se caracteriza por la vuelta
al intimismo, el empleo de una métrica clásica y un lenguaje sencillo que canta al amor, a la belleza de la
tierra y al sentimiento religioso. Se agrupan en torno a la revista Garcilaso. Entre ellos se sitúan Luis Rosales,
Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, etc.
-La poesía desarraigada está presidida por Dámaso Alonso, con Hijos de la Ira y Vicente Aleixandre con
Sombra del Paraíso. Es una poesía existencial que expresa la angustia ante un mundo caótico y la búsqueda
angustiosa de Dios. Su estilo es más directo y menos preocupado por el esteticismo que el de los garcilasistas.
Esta tendencia desembocará en la poesía social de los 50. Los autores principales son: Victoriano Crémer,
Gabriel Celaya y Blas de Otero.
-Surgen dos tendencias de poesía vanguardista: el postismo, que reivindicaba una poesía imaginativa
basada en la ruptura de la lógica, el humor y las imágenes surrealistas irracionales; el grupo Cántico, que
adoptó una postura esteticista: barroquismo, culturalismo, refinamiento formal y tema amoroso.
-En cuanto a la poesía en el exilio, aunque los poetas exiliados siguieron caminos diversos, en sus obras
sobresale el tema de España, cargado de angustia, dolor y añoranza. Entre ellos destacan algunos del grupo
del 27, así como Juan Ramón Jiménez y León Felipe (Español del éxodo y del llanto).

AÑOS 50. POESÍA SOCIAL


- A mediados del siglo XX, los poetas existencialistas evolucionan hacia un realismo social. La poesía
pretende convertirse en un instrumento para cambiar la realidad social injusta: se potencia la idea de
solidaridad y se denuncian las desigualdades y las injusticias, a la vez que se expresa el ansia por la paz.
-El estilo es sencillo: se rechaza el formalismo anterior; predomina el tono narrativo, un lenguaje cotidiano
y cierta tendencia al prosaísmo. Abundan los recursos para lograr expresividad (exclamaciones,
interrogaciones retóricas...) y cercanía con el lector. Lo principal es la comunicación con un público amplio.
Se busca una poesía para “la inmensa mayoría”, expresión acuñada por Blas de Otero en Pido la paz y la
palabra. Junto a él, destacan en esta corriente Gabriel Celaya y las primeras obras de José Hierro.

AÑOS 60: EL GRUPO POÉTICO DE LOS 50


- La poesía en esta década mantiene una actitud crítica; sin embargo, ahora se valora de nuevo la forma.
Se busca un lenguaje natural y cotidiano, pero matizado con una expresión irónica que falta en el realismo
social. El tema central no es ahora la sociedad, sino el yo del poeta. El poema parte de sus experiencias
cotidianas y reflexiona sobre ellas; se vuelve a temas personales como el amor, relegado por la poesía social,
la amistad, la soledad, la infancia, el paso del tiempo, la memoria personal y la experiencia individual e
histórica. El poema ya no es sólo una vía de comunicación; es ya también una vía de conocimiento del mundo
y de uno mismo.
- Practicaron esta poesía Ángel González, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma,
José Agustín Goytisolo... Se les conoce como Grupo de los 50, pero la mayor parte de su producción
pertenece a los 60.

AÑOS 70: POESÍA VANGUARDISTA. LOS NOVÍSIMOS (Tema 8): Son los poetas más
conocidos en estos años, llamados así porque figuraron en la antología Nueve novísimos poetas españoles,
de 1970. Su lírica, heredera de las vanguardias, se caracteriza por el esteticismo y la mezcla de referencias
culturales (cultura clásica, cine, cómic, etc). Entre sus rasgos formales destaca la experimentación
lingüística.

CLAUDIO RODRÍGUEZ (1934-1999)


Está considerado una de las voces poéticas más originales de la posguerra española. Zamorano, de vocación
y madurez poética precoces, publica Don de la ebriedad a los diecinueve años. En su poesía se mezclan con
armonía el surrealismo, las formas clásicas y el deseo de compartir su experiencia.
Entre sus influencias se encuentra Rimbaud, máximo representante del simbolismo francés, así como
autores clásicos españoles, como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León.
Claudio Rodríguez concibe la poesía como una forma de conocimiento, como el intento de acercarse a la
realidad y a la experiencia que se tiene a través de la palabra. Además de Don de la ebriedad, escribió
Conjuros, Alianza y condena, El vuelo de la celebración y Casi una leyenda.
En Don de la ebriedad, se muestra convencido de que la poesía es un don que le ha sido regalado al hombre
(como su vida, como la juventud). El mismo don ante el que no cabe sino gratitud y embriaguez, y también
una cierta sensación de irrealidad, como corresponde a este estado. La otra palabra clave es “claridad”, una
claridad que viene del cielo, ilumina las cosas y saca lo mejor de ellas. El poeta, que contempla esta
iluminación, necesita expresarla: se siente parte del mundo, unido a los otros, a salvo del dolor y del tiempo.
Esta plenitud solo se puede prolongar en la escritura.
Esta es aún la visión de Conjuros, en el que los poemas son sortilegios (o conjuros) para permanecer en la
plenitud que ha sentido, fruto del esfuerzo creador, contra la amenaza de lo que desaparece.
En Alianza y condena, se plantea una concepción dual de la existencia: de un lado, pertenencia a un mundo,
participación en la colectividad y en la historia, pacto, alianza: todo lo que da certidumbre. De otro, fatalidad,
limitación, encierro, condena.
El vuelo de la celebración. Agrupa poemas heterogéneos (resonancias autobiográficas, poemas de amor)
que evocan toda una vida en la que el amor y el dolor se confunden.
Casi una leyenda, es su última obra. Hay en ella una aceptación del pasado. Aparecen citas de su primer
libro y se pregunta qué queda ahora de la ebriedad, algo que sucedió hace tiempo, tan remoto, que quizá se
asemeje a las leyendas, una mezcla de la vida vivida y de la soñada.
Su lírica, marcada por la meditación en torno a la naturaleza y el paisaje castellanos, aúna toda una serie
de emociones en las que paisaje, sentimientos, conceptos y sensaciones se funden en un todo simbólico y
trascendente, pero sin perder de vista el plano de lo real. Es lo que se denomina realismo metafórico o
alegoría disémica, técnica que adquiere una gran relevancia en su obra. Así, en Conjuros hallamos aspectos
tan cotidianas y costumbristas como la ropa tendida, el fuego del hogar, una viga de mesón, una pared de
adobe, la contrata de mozos, la labranza o el baile de las águedas, entre otras muchas imágenes. Un análisis
profundo revela que ese realismo (que lo entronca con su generación poética) es solo aparente, es un medio
para hablarnos de otra cosa que está detrás. Se trasciende así el realismo y el costumbrismo. Al hablar de
ropa tendida, el poeta piensa sobre todo en su alma; al referirse a la viga del mesón alude, sobre todo, a la
instalación del hombre en un acogedor mundo de hombres que hay que merecer con nuestra solidaridad. El
baile de las águedas se nos muestra no como una mera descripción costumbrista sino como un modo de
expresar la incorporación del hombre solidario en la colectividad. Ese baile es el vivir en la fraterna compañía
y no solo una fiesta local. Estos aspectos le unen a su generación, en la concepción del yo unido a la sociedad.
La prueba de ese ánimo de trascender con que se acerca a las realidades concretas de las que nos habla es
la aparición repentina, en tales poemas, de ciertos adjetivos o expresiones que imposibilitan al lector una
interpretación literal: y a tu corazón baja el baile eterno de águedas del mundo. Si se menciona un oficio y
un jornal es para llamarlo alto jornal; si se describe la contrata de mozos, se dice nuestra uva no se ablanda;
al hablar de la ropa tendida, vemos que se ha lavado con una lejía inmortal. Por tanto, la novedad consiste
en juntar dos conceptos que, por separado no pueden ser familiares.
Asimismo, no desaparece el objeto real, como en la metáfora tradicional (los cabellos de oro: el oro pierde
su sentido real y pasa a señalar un matiz de color), sino que permanece, aunque sea visto como portador de
un significado universal. Así, la interpretación universalista, por ejemplo, del baile local de las águedas no
le quita a este baile su concreción real. En definitiva, las dos significaciones, la universal y la concreta,
aparecen o deben aparecer en la mente del lector.

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