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EL PSICODIAGNOSTICO SE VE ATRAVESADO POR LOS PARADIGMAS DE

NUESTRO TIEMPO
Junio 2013. Cristina Weigle

Toda evaluación psicológica consiste en su raíz un verdadero diagnóstico clínico; las


diferencias entre los distintos diagnósticos se encuentran en el informe final.
El Psicodiagnóstico puede conocer, ahondar, investigar, develando la complejidad y
riqueza inagotable cual es el sujeto psíquico. Implica una mirada focalizada en lo
psíquico, inmerso en la complejidad humana.

¿Quién es el examinado? Ese otro es una caja de sorpresas. Podrá ser empático o
rechazable, inteligente y original o vulgar y empobrecido; equilibrado o perturbado;
siempre difícil de captar; complicado y a veces impredecible.
Sabiendo que en todo momento el examinador está implicado en las mismas
vicisitudes que el examinado. El diagnóstico es la resultante de ese encuentro. Uno
examina y el otro es el objeto de examen. Pero el examinador también se examina a
sí mismo. La contratransferencia consiste en reconocer en sí mismo los sentimientos
que el otro despierta, requiere diferenciar cuáles son los propios y cuáles son
respuestas o resonancias del modo de ser del otro.

¿Qué ocurre con el examinador? Imposible no involucrarse, más aun, no hay


forma de conocer y comprender al otro si no se implica, si no camina en sus
zapatos, si no vivencia sus emociones. De ese compromiso existencial no sale ileso,
implica alegrías como angustias, carencias, impotencias. El examinador, ya sea por
contagio afectivo o por identificación, no sólo hace suyos los sufrimientos del
examinado sino que a su vez, sufre por las exigencias de quienes le demandan el
diagnóstico, los que también son los destinatarios: Juez, Empresa, Psiquiatra,
Docente, Padres.
La consecuencia del psicodiagnóstico puede cambiar el rumbo de una vida: un
medicamento, una internación, un alta, un juicio penal, la elección de una carrera, el
inicio de una psicoterapia, la obtención o no de un puesto de trabajo.
En cada uno de estos destinos, el examinador pone parte de sí, casi siempre de
manera involuntaria; a menudo tiende a confundirse con el rol del juez, de la
empresa, del psiquiatra; situación de la cual le resulta difícil desligarse. Entonces,
podemos afirmar que la subjetividad del examinador puede llegar a teñir y
condicionar las conclusiones diagnósticas.

Los paradigmas contemporáneos acompañan este acontecer.


 La incertidumbre y la ambigüedad
En la medida que se derrumba el neoliberalismo, encuadrado como ideología que
abarca toda la realidad, cae el modelo de las Ciencias exactas. A su vez cae el
concepto de objetividad. El Psicoanálisis nos preparó para soportar la espera en
ambigüedad, en esa tarea de ir develando el inconciente en cuanto obstáculo
desconocido. El psicodiagnóstico desde sus orígenes no buscó verdades ni
certezas, dado que sus resultados han sido probabilidades en espera en mayor o
menor constatación, que posteriormente los acontecimientos decidirán. Esto exige
una dosis de flexibilidad y adecuación mientras se camina con verdades provisorias,
dando lugar al azar.
 La complejidad creciente
Así como el holograma nos muestra que en la totalidad está presente en sus
mínimas partes, podemos decir que el todo está presente en cada parte. Lo mismo
se aplica a la subjetividad y a las técnicas diagnósticas. Esta postura se opone a la
lógica lineal que sostiene (por ejemplo) que la esquizofrenia sería efecto de una
madre esquizofrenizante; es decir, que existe una única causa y no una
policausalidad.
La complejidad no radica en las teorías psicológicas porque atañe al carácter mismo
de la subjetividad; el sujeto es el complejo en sus múltiples roles y cada sujeto
realiza los roles de un modo particular. Ya no es posible fundarse en leyes generales
ni en identidades simples y cerradas, dice Edgard Morín.
 La caída de las utopías supone una ruptura ética dado que ya no “todo vale”.
 La transdisciplina es un paso más allá de lo interdisciplinario. La transdisciplina
buscó un lenguaje común. Queda mucho todavía para pensar dónde se ubicaría
el psicodiagnóstico respecto a esto.
 El Zapping que se sustenta en las urgencias, en los tiempos cambiantes, en la
velocidad. Se vive para hoy; todo debe ser ya. Lo cual exige permanente
actualización. La contradicción ya no sorprende porque lo que ayer era válido hoy
dejó de serlo. Estamos así en plena disociación. Tampoco es posible visualizar
un proyecto de largo alcance. El psicodiagnóstico deberá atravesar estos difíciles
momentos de transición, adaptándose él y nosotros con él.

En síntesis:
 Velocidad y urgencia; todo es ya; todo es breve.
 Presencia del azar, la contingencia, la indeterminación.
 Se nos propone tolerar la incertidumbre y la ambigüedad junto a las mínimas
certezas existentes.
 La simplificación se opone a la complejidad consistiendo otra disociación.
 El pragmatismo se impone, lo que significa agotarse en los hechos concretos.
 La nueva concepción del tiempo se marca por el estilo zapping.

Concluyendo
No hay verdades literales. Una frase, una respuesta, un sentimiento son ambiguos,
equívocos, según el lugar donde estén ubicados. No hay claves certeras ni verdades
inmutables. Nunca la mera estadística podría dilucidar el sentido de una frase. Lo
psíquico no es mensurable. Medir sólo sirve para grupos grandes, no para lo
individual. Como clínicos consideramos al sujeto psíquico en su singularidad, como
único no como miembro de una clase ni etiquetado con el nombre de una patología.
El encuentro con el examinado es también único y especial; el objetivo del
diagnóstico no es unificar ni significar bajo un rótulo nosográfico. No creo en lo que
aporta un título: “licenciado, doctor, enfermo, sano”. No nos indica mucho ni nos
ayuda a comprender; muchas veces esta nominación oscurece lo que se busca. No
se sabe de quién se trata si no se diferencia; si en lugar de analizar parte por parte,
sintetizamos. Con frecuencia se llega a esto, buscando tranquilizar con un resultado
terminante y cerrado, quedando de lado lo significativo del proceso, que es lo
complejo en permanente readaptación.

Diagnosticar no es generalizar porque esto ocultaría lo diferente. En lugar de


obviar, renegando, la implicancia de la subjetividad del examinador, se
requiere tenerla en cuenta para de ese modo implementar los mecanismos
que concilien esta incidencia con el resultado del diagnóstico.
Diagnosticar será siempre un trabajo artesanal. Teniendo en cuenta los
paradigmas actuales, nos resulta imprescindible revisar nuestra postura ante
el diagnóstico en su continua evolución.

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