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segun da part e

D E C O N C E P C I Ó N...
¿AL MUNDO?
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El grupo que
no paró de tocar
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E l 2 de octubre de 1967, la banda santiaguina Los Jockers consiguió
un récord mundial: tocaron 53 horas seguidas. Así, superaron la marca
previa, de 52 horas, establecida por el grupo holandés The Astrenauts.
Los Jockers estaba integrado por Mario Pregnana, Alan Ferreira, Sergio
del Río, Gustavo Serrano y Peter Buksdorf, y su proeza musical se realizó en
el subterráneo de una casa de discos ubicada en calle Ahumada al llegar a
Huérfanos, en Santiago.
A la distancia, y con las dificultades propias de la época para saber lo
que ocurría en otras ciudades, un grupo penquista no solo se enteró del ré-
cord de los capitalinos, sino que se propuso superarlo. Se trata de So and
So, banda formada por Javier Hinojosa, director, creador y primera guita-
rra; Efraín Maldonado, vocalista; Miguel Guajardo, segunda guitarra y voz;
Sergio Muñoz, bajista; Albéniz Vargas, batería, y Fernando Leiva, teclado.
Además, había otros dos músicos que colaboraban con ellos y que también
fueron parte de esta loca idea: Omar Yáñez, quien era primo de Albéniz, y
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Óscar Aedo, amigo de la banda.


«Todo partió en una esquina conversando, después que todos nos ha-
bíamos enterado», señaló Hinojosa, quien era el mayor del grupo. Por eso,
pese al paso de los años recuerda como si fuera hoy los detalles no solo de
este récord, sino también de sus inicios como banda y el camino que reco-
rrieron el tiempo que estuvieron juntos.
«Algunos partimos en 1957, 1958 con el grupo The Teen Rockers, y
ahí éramos cuatro: piano, bajo, guitarra y batería. Fue la primera fase. Antes
del récord, llevábamos como dos, tres años tocando. Luego, seguimos los
mismos integrantes hasta que salimos de la universidad, pues ahí cada uno

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siguió su camino. Antes y tras hacer esa marca nosotros tocábamos princi-
palmente para financiar nuestros estudios, entonces a medida que alguno
egresaba iba yéndose, porque cada uno estaba con sus trabajos correspon-
dientes. En el año ‘85 volvimos a juntarnos pero con otra formación, aunque
era gente de la misma población de Pedro del Río Zañartu», dijo.
Óscar Aedo también recordó cómo fueron los orígenes del grupo y
describió a cada uno de sus integrantes. «Viví desde los 12 a los 17 años en
la población Pedro del Río Zañartu, y allí fui amigo de todos. Compartimos
fiestas juveniles, conversaciones en la esquina y más tarde la música. Mi
mejor amigo de la época era el segunda guitarra, Miguel Guajardo, y preci-
samente aprendimos juntos a tocar en el Centro Cultural que funcionaba
en la población, dirigido por el matrimonio Chicago. El director del conjun-
to musical, Javier Hinojosa, era un excelente músico y guitarrista, que toca-
ba jazz con los Cap Singers. Sergio Muñoz era el bajista, siempre muy serio
y circunspecto, y Albéniz Vargas, el baterista, estaba siempre riendo, era el
más tímido. Efraín Maldonado, cantante, era más pobre que una rata. Vivía
con su madre y hermana en una casa vieja. Le decíamos Salvatore Adamo,
ya que cantaba igual. Ah, casi todos sin la figura paterna en casa, menos Fer-
nando Leiva, el Catrutro chico, el tecladista. Su papá tenía una verdulería en
plena Costanera, barrio bravo por excelencia. Pasaba el Catrutro grande en
su carretón tirado por un caballo blanco, siempre silbando. Más tarde, los
acompañé a tocar junto con otro amigo, Omar, esos tres días en la radio».
Sergio Muñoz, hoy técnico universitario eléctrico que trabaja en la
Universidad de Concepción desde 1979, también estuvo desde el inicio, pri-
mero como guitarrista y luego como bajista. Contó una particular historia
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del origen del nombre de la banda. «Lo puso Javier, y después supimos que
significaba algo como tales por cuales, pues en un comienzo era The So and
So. Al principio no sabíamos y una vez leímos en el diario que era así. Enton-
ces le sacamos el The, y significa ‘así así’, más o menos esa es la traducción.
Después hubo un tiempo en que lo quisimos cambiar por Tío Juan y La So-
ciedad Secreta, pero no pasó porque ya todos nos conocían así», comentó.
Javier Hinojosa también menciona con especial énfasis el lugar del que
salió el grupo, que tenía un movimiento muy potente en esa época. «Pedro
del Río era muy musical, artístico. No estábamos solo nosotros, había varios
grupos conocidos: Los Danger, Los Santa Tumba, Los Guante Blanco, Hilos

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de Plata. De ahí también salió Hermógenes con H, que partió con nosotros
en un festival que se hizo en la Laguna de San Pedro, con un escenario flo-
tante», indicó.
Ser de ese lugar les ayudó en su desarrollo, pues entre todos se pasa-
ban datos y se apoyaban en las diferentes tocatas. «Nos presentamos harto
en la Plaza de Armas, en los festivales Pepsi. Nos llevaban en caravana a
tocar a distintas partes de la región con otros grupos de Pedro del Río, con
los que éramos amigos. Incluso nos prestábamos equipos, pues no era mu-
cho lo que llegaba y todo caro. Yo fabriqué dos equipos, el bajo y la guitarra,
y para el récord, los instrumentos que teníamos los hice yo, era el luthier
del grupo. El Lord Cochrane también era un lugar famoso, todos queríamos
tocar ahí, se juntaba la lolería. En los ´60 había mucha juventud que se unía
para hacer música, no solo rock. También una vez estuvimos en El Quijote y
tocábamos en escuelas», agregó Hinojosa.
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Grupo en el centro de eventos de la Central Abanico (año 1969 o 1970). Miguel Guajardo (iz-
quierda), Fernando Leiva (centro) y Javier Hinojosa (derecha).

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Pero además, agregó, ese movimiento y espíritu musical era algo que
inundaba los diferentes espacios de la ciudad. «Marcelo, de Cachureos, te-
nía un grupo que se llamaba Los Tigres, nació en la Universidad de Concep-
ción, donde él estudiaba. En Coronel estaban Los Murciélagos, Los Jockers,
Los Cero de Lorenzo Arenas con unas guitarras estrambóticas. También
había una banda que se llamaba Laberinto. Al Astoria también se le decía el
‘Lolódromo’, se juntaba toda la cabrería. También en el Café Haití, para con-
versar e intercambiar música. Se reunía toda la chusma musical», detalló.
El músico también recalcó que su espíritu solidario fue clave para ini-
ciar la banda, y aseguró que «comenzamos más que nada por la intención
de ayudar. Nos formamos para apoyar a un grupo de niños de la Ciudad del
Niño Ricardo Espinosa, para que iniciaran su orquesta. Hicimos un récord
previo antes de la marca mundial, y lo que se recaudó fue para ellos. Fue en
1966 en la misma Ciudad del Niño, duró 24 horas».
Por eso, cuando se enteraron del récord de Los Jockers, de inmediato
les surgió la idea de batirlo y apoyar otra causa solidaria, algo que reafir-
ma Sergio Muñoz. «Javier era amigo de un tío de ahí y él le comentó que
los chicos querían hacer un grupo, pero no tenían instrumentos. Nosotros
éramos cabros y dijimos ‘ya, toquemos hasta que llegue la batería’. Se hizo
la promoción y todo, y antes que partiéramos ya estaba la batería regalada
por Sala Strauss», dijo.
Una historia que reafirma Óscar Aedo. «El principal objetivo de batir el
récord, y que poco se ha hablado, fue la de reunir fondos para terminar un
par de salas de la Ciudad del Niño Ricardo Espinosa. Por eso el tío Juan, uno
de los encargados del hogar de niños, fue gestor de este acto. La Ciudad del
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Niño Ricardo Espinosa, ubicada en Mediocamino, fue fundada y dirigida


por mi tío y padrino (hermano de mi madre), monseñor René Inostroza,
además dean de la Catedral, quien falleció hace unos años».
Se fijó la fecha y el lugar: viernes 27 de octubre de 1967, en Radio Arau-
canía. Una aventura en la que también sería clave Luis Encina, músico con
quien frecuentemente el grupo conversaba de sus sueños y aspiraciones. Él
era dueño de la Sala Strauss –nombre en honor al compositor austriaco–,
una tienda de instrumentos que estuvo por varias décadas en Barros Arana
340, local 1, en Concepción.

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Luis falleció hace unos años, pero su hijo Francisco y su viuda Silvana
Vega Carvajal recuerdan detalles de esta proeza musical. Sobre todo Silva-
na, quien describió cómo era la relación de su marido –un eximio pianista–
con ese grupo de jóvenes, por entonces estudiantes de colegio.
«Los So and So iban casi todos los días al local, eran muy dedicados a
su música. Me acuerdo del más grande, el que fue su director (Javier Hinojo-
sa). Iban de repente a comprar cuerdas, algunas cosas para sus instrumen-
tos, y mi marido era muy conversador y le gustaba sobre todo hablar con la
juventud. Ellos le contaron de la posibilidad (sic) de tener otros instrumen-
tos, y como estaban recién estudiando de a poco se fueron allegando más y
más a la Sala Strauss», señaló.
Una relación muy cercana que es confirmada por el propio Hinojosa.
«Don Luis era prácticamente nuestro albacea. Nos daba cuerdas, parches
para la batería que a veces se rompía. Y antes no eran de plástico, eran de
cuero. Y nació de él darnos las cosas. Varias personas nos regalaron... Había
un artista de apellido Lavanchy, creo que es hermano del rector de la Uni-
versidad de Concepción, que nos dio unos cuadros. Al final no los vendi-
mos, yo tengo uno y el otro se lo quedó Miguel Guajardo, segunda guitarra,
que ahora vive en Asunción, Paraguay».
La viuda de Luis Encina agregó que «mi marido los ayudó harto, los
llevó a varias partes a tocar y a veces cuando a ellos les faltaban algunos ins-
trumentos les pasaba (…). Siempre quiso apoyar a los muchachos jóvenes,
como lo hizo también con esta niña, la de Tomé, la que todavía canta... la
Cecilia. A Marcelo, de Cachureos, también lo ayudó».
En esas conversaciones entre Luis y los muchachos del grupo, cada vez
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fue tomando más forma la intención de batir el récord de horas ininterrum-


pidas tocando. El dueño de la Sala Strauss puso el incentivo extra de regalar
una batería, un instrumento que también tiene una particular historia, se-
gún recordó Francisco Encina. «Yo tenía siete años en ese entonces, por lo
que me acuerdo de algunas cosas. La batería la hizo mi papá, porque tenía
una fábrica de instrumentos musicales y sé que sus operarios la fabricaron
junto a él. Fue como un patrocinador de esta banda, entonces recuerdo que
también les pasó colaciones. Cooperó con varias cosas».

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Sin dormir y a puro café

Previo a la marca, Sergio Muñoz aseguró que no hicieron ninguna prepa-


ración especial. «Fue una locura de cabros, ninguno dimensionó lo que
significaba estar dos noches sin dormir. Lo vimos como... no sabría decirte,
una choreza, pero como nos habíamos enterado de los grupos previos que
habían hecho un récord pensamos que no debía ser tan complicado y por
eso nos tiramos», señaló. De todas maneras, recalcó que «ensayábamos
casi todos los días. En mi caso fue una rayá (sic) más o menos. Nos jun-
tábamos en las casas, no me acuerdo si se enojaban los vecinos. Igual
en ese tiempo eran grandes, no como las pareadas de ahora donde se
escucha todo al lado».
Su vestimenta para la ocasión tampoco pasó desapercibida. El enton-
ces niño Francisco Encina describió su look como «muy similar a los Beat-
les, en el corte de pelo, además tocaban con terno y un beatle blanco». La
estética de la banda siempre fue un tema, y al respecto Javier Hinojosa agre-
gó que «usábamos unas camisetas bien estrambóticas, floreadas. Se estaba
promocionando Woodstock, y todos nos creíamos un poco Jimi Hendrix.
Algunos usaban pelo largo, otros se dejaban la barba».
Sin embargo, hubo un tiempo en que su vestuario les generó ser víc-
tima de diversas bromas, como recordó Sergio Muñoz. «Una vez, a Javier,
creo, se le ocurrió ponernos unos pantalones blancos y una camisa florea-
da. Ni te cuento como nos molestaron, en ese tiempo no es como ahora que
los hombres usan camisas moradas o rosadas y no pasa nada, es normal.
Después ya tocábamos más formales, pero sin un uniforme», señaló.
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Para el récord, el repertorio sería el habitual, con los temas que in-
cluían en todas sus presentaciones. Al respecto, Hinojosa comentó que «era
bien marcado con respecto a la música instrumental, de un grupo inglés
que aún toca, The Shadows. De acá de América, en ese tiempo estaban muy
de moda Los Iracundos. Esa vez igual incluimos temas de Los Beatles, de
Los Rolling Stones, de la mayoría de los grupos conocidos de la época». Ser-
gio Muñoz reafirmó ese sello, agregando que «también Salvatore Adamo,
música bailable. No teníamos un estilo definido».
Pasada la medianoche del viernes 27 de octubre de 1967 el grupo ini-
ció su tocata. Y a medida que pasaba el tiempo, más era la gente que llegaba

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no solo al estudio de Radio Araucanía, sino que a sus alrededores para alen-
tar a la banda y ser testigos de esta verdadera locura musical.
«La Radio Araucanía se puso con el estudio, y toda una parafernalia.
La radio transmitió y empezó a llegar gente, cosas. En ese tiempo estaba el
Colegio Médico, y fue un doctor a evaluarnos, nos tomaba los signos y nos
dijo que lo ideal era que no comiéramos mucho. Llegó un montón de cosas
que nosotros nunca vimos (risas). Sí me acuerdo que tomamos harto café,
con chocolate, con Coca-Cola», recordó Sergio Muñoz.
El bajista también detalló lo exigente que fue alcanzar la marca, sin
dormir absolutamente nada. «Me acuerdo que el único descanso que tenía-
mos era para ir al baño. Eso me llamó la atención porque después hubo mu-
chos grupos que hicieron lo mismo, pero se cambiaban. Es que para durar
tanto, hay que dormir... Nosotros terminamos, y sonamos como tarro (sic)
altiro. No dormí nada, solo cuando íbamos al baño y descansábamos los
dedos un poco. Javier se quedó dormido, no lo podíamos despertar, pero ya
el lunes en la mañana. Ahí paramos, eran como las 9 de la mañana. Esa fue
la señal para parar».
Óscar Aedo, uno de los músicos «suplentes» en esa ocasión, comentó
que «en esa tocata los So and So ingresaron al auditorio de la radio junto
con un par de amigos más: Omar Yáñez y yo. Y de ahí no nos movimos hasta
cuando se batió el récord. La prensa difundió el evento, la radio Araucanía
transmitió los tres días. El público penquista acudió en masa a la radio, se
subía al tercer piso por un lado, se miraba a los músicos tocar, se dejaba di-
nero o alimentos para la Ciudad del Niño, y se bajaba por otra escala. Tanto
fue la gente que acudió que el Grupo Móvil de Carabineros debió suspender
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el tránsito por Barros Arana, donde estaba la emisora».


Hinojosa agregó que «nos íbamos rotando, como éramos seis nos aco-
modábamos para que saliera uno durante un rato, para comer y hacer sus
necesidades. Nadie durmió, y tuvimos el apoyo de profesionales de un cen-
tro médico».
Del interés de la ciudadanía por su actuación, el director del grupo co-
mentó que «subía mucha gente, se iban rotando en el estudio. Cabían como
50 personas, pero la radio transmitió todo el récord, completo. Me acuerdo
que esa cuadra de Barros [Arana] entre Angol y Lincoyán –la radio se ubi-
caba donde hoy está el Hotel El Dorado– estaba lleno de gente... Había una

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En Radio Araucanía, Javier Hinojosa (teclado), Juan Vargas (maracas), Omar Yáñez (bajo) y
Sergio Muñoz (guitarra) en la jornada del récord.

fila para entrar a la radio y vernos tocar. Cuando iban más de 50 horas fue
complicado, estuvimos cerca de tirar la toalla... Improvisamos harto en el
repertorio, yo tocaba en Cap Swingers y eso me sirvió. Repetimos el reperto-
rio varias veces, pese a que teníamos como 300 canciones. Me acuerdo que
medios hasta de Santiago cubrieron la noticia, se supo a nivel nacional».
Francisco Encina también se acuerda de esa gran convocatoria, y se-
ñaló que «se llenó la cuadra completa, tuvieron que cortar hasta el tránsito...
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Imagínate, no había televisión, no había celular. La Galería Regina estaba


llena, estaba el cine igual. Después el grupo bajó al negocio, se tomaron fo-
tos, llamaron a la gente».
Silvana Vega, viuda de Luis Encina, igual recordó con gran claridad
lo vivido en esas jornadas. «Les llevábamos comida, tomaban turnos para
descansar. Salieron en los diarios, fue algo muy lindo y mi marido estaba
feliz, también los ayudó a lograr eso. Fue un acontecimiento grande. La ra-
dio no tenía mucha capacidad y había una tremenda expectación e interés.
Televisión y teléfono había, de esos viejos. Como era una galería, la gente se
apostó ahí y, en un momento, no pudo subir nadie más a la radio, al salón

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En radio Araucanía, Javier Hinojosa (izquierda), Efraín Maldonado (al centro, con gafas) y Mi-
guel Guajardo (derecha).

donde tocaron. Enrique Arjona Martínez fue el locutor del show, él ya falle-
ció... Uno de sus hijos (José Miguel Arjona) tiene una academia de flamenco
frente al Mall del Centro».
A las 9.30 horas del lunes 30 de octubre el grupo puso fin a su eterno
recital. Fueron 57 horas y 30 minutos, tiempo más que suficiente para ser
los nuevos dueños de la marca mundial. El objetivo estaba cumplido, y sus
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integrantes recién con el paso de los días fueron dimensionando lo que ha-
bían realizado.
«La otra anécdota que me acuerdo, yo era muy amigo del ‘Gato’, el
baterista (Albéniz Vargas). La radio estaba en un tercer piso, y al terminar
empezamos a bajar y nos agarran y nos dicen que no se puede salir. Esta-
ban esperando a los Carabineros para que nos sacaran, había mucha gente
afuera, estudiantes del liceo... Eso fue impactante, ahí nos dimos cuenta de
lo que hicimos. Cuando llegamos a la población la gente nos aplaudía... Yo
era cabro, tenía 17 años, entonces como que no dimensionaba lo que había-
mos hecho. Igual fue entretenido, el ego se sube un poco», señaló Muñoz.

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El grupo tras su primera tocata en el Liceo San Agustín (mayo o junio de 1967). De izquierda
a derecha: Miguel Guajardo, Juan Vargas, Javier Hinojosa, Sergio Muñoz y Efraín Maldonado.

El bajista también recordó que «a los días, fuimos a dar una vuelta al
centro, y no podíamos andar, todos nos reconocían. Había un local don-
de está El Quijote ahora, y nos regalaron una cena si mal no recuerdo, y la
gente se agolpó a mirarnos. Por eso igual yo entiendo a los artistas ahora
cuando se chorean por el acoso. Imagínate que para nosotros fue grande en
ese tiempo por un rato. Después pasó, pero son bonitos recuerdos».
Javier agregó detalles de cómo fue el recibimiento en su barrio. «En Pe-
dro del Río fue muy comentado lo que habíamos logrado. La calle Lastarria
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estaba llena de personas, y me acuerdo que varios llegaron en ambulancia,


totalmente muertos. Queríamos hacer 60 horas, pero optamos por parar y
así evitar un riesgo mayor».
Óscar Aedo comentó que «nos enviaron en ambulancia de IMECO a
casa. En lo personal, me pasaron de curso en el INSUCO donde estudiaba,
di la vuelta olímpica con ellos en el Estadio Regional y a la semana me in-
corporé a Los Escorpiones, grupo ya semiprofesional donde estuve cinco
años».

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¿Récord de estudio?

El diario Crónica dedicó una extensa cobertura y también su primera pá-


gina al récord logrado por el grupo en su edición del martes 31 de octubre,
donde vecinos mostraban su orgullo y también se planteaba la idea de rea-
lizar una marca similar... pero con libros. Bajo el título «Aplauden un Récor»,
el texto se reproduce íntegramente a continuación:

«Una hazaña», «Un orgullo para los penquistas», «Una proeza digna de
imitarse». Estos y muchos otros calificativos estaban en boca de los pen-
quistas al conocerse el récor mundial logrado por el conjunto «The So and
So» al permanecer tocando sus instrumentos durante 57 horas 30 minutos
de forma ininterrumpida.
Y que la gente adulta no mira con desagrado estas expresiones juveniles
lo demuestra que mientras ellos intentaban superar la marca no solo eran
jóvenes quienes los aplaudían y alentaban. Allí estaban también personas
mayores preocupadas de los 6 penquistas que intentaban batir una mar-
ca mundial lograda pocas semanas por los «Jockers» de Santiago, con 53
horas.
El conjunto integrado por Javier Hinojosa, director, Fernando Leiva, Ser-
gio Muñoz, Albéniz Vargas, Miguel Guajardo y Efraín Maldonado, cum-
plió su objetivo: una batería para la Ciudad del Niño Ricardo Espinosa
y… publicidad. Ya son conocidos en todo el país y las proposiciones para
actuar en diversas partes llueven. Ahora, ¿qué beneficio deja esta proeza
musical?
Helia Zarzosa de López, directora del Centro de Enseñanza Básica Nº 2
señaló: Es un honor para Concepción que la juventud penquista haga algo
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tan constructivo a través de la música. Será difícil imitarlos pero dejan un


buen ejemplo que se puede canalizar por otros caminos. Es la simiente que
puede hacer germinar otras ideas en la juventud.
La idea lanzada por algunos de iniciar una competencia por lograr un
«récor mundial» del estudio por ser «más provechosa y positiva» no cuenta
con el apoyo de Helia Zarzosa, ya que además de ser antipedagógica tiene
otros inconvenientes. Siempre será difícil lograr esto, que no es una idea
nueva. El estudio siempre se ha considerado como un deber y no se acoje
con igual entusiasmo pero el ejemplo de estos jóvenes puede imitarse en
muchos otros campos.

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El doctor Manuel Cabrera manifestó que no puede ser una cosa buena es-
tar tres días trabajando sin dormir. Pero –agregó– hacerlo una vez no tiene
mayor importancia. Estas pruebas tienen sus peligros.
«Por el fin que perseguían los sacrificios se justifican. Esto no es lo mismo
que iniciar una competencia de estudio. Puede ser mucho lo que se logre
leer pero poco lo que se aprende. Es necesario alternar las horas de estudio
con las horas de descanso».
Para José Rojas, un porteño de pura cepa, la hazaña de los jóvenes pen-
quistas es comparable al ingreso de Concepción al fútbol profesional y a
las casi absolutas posibilidades que tiene Naval de competir en el ascenso
el próximo año. «Es algo maravilloso desde todo punto de vista. Significa
un gran ejemplo el mostrar que la juventud también se dedica a estas cosas
y no solo a hacer destrozos. Con el récord logrado por el grupo The So and
So se ha ganado que Concepción se conozca afuera no solo por su fútbol,
sino también por su música».
«Es algo magnífico. Demuestra que la juventud actual tiene orden de su-
perarse en todo orden de cosas y que cuando se lo propone logra sus obje-
tivos», señaló Elena de Araneda. «El ejemplo que ellos han dado es motivo
de orgullo para todos los penquistas. Yo no vacilaría en darle permiso a
mis hijos para imitarlos en actuaciones tan constructivas que deberían
contar con el estímulo de los mayores para que estuvieran siempre bien
encaminadas».
Y mientras los penquistas siguen comentando esta hazaña musical los
autores se encuentran recuperados de los sacrificios hechos para lograr la
marca. Un buen y largo descanso, alimentación abundante y como nue-
vos, listos para darle firme a sus instrumentos cuando se presente la oca-
sión lo que a juzgar por los ofrecimientos hechos no demorará mucho.
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Reacción ante el récor


En muchos sectores de la ciudad ha sido considerado como admirable
el récord que estableció el conjunto «The So and So». En esta secuencia
gráfica se puede observar a uno de los integrantes mientras recibe aten-
ción médica. Dos entusiastas y envidiables admiradoras observan tocar a
los jóvenes del ritmo. Finalmente el director del conjunto Javier Hinojosa
muestra su satisfacción pese al cansancio.

Maratonistas del ritmo


Seis jóvenes estudiantes, que forman el conjunto The So and So, por con-
seguir una batería para la Ciudad del Niño (pequeña villa, en el camino

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a Talcahuano, que recibe a niños desamparados) batieron el «récor mun-
dial» tocando 57 horas y 30 minutos. Por salir al balcón de la emisora don-
de interpretaban y saludar al público, sufrieron mareo y desacuerdo mu-
sical, que les impidió seguir adelante. Sin embargo, el sábado ya habían
logrado la batería, donada por el propietario de un establecimiento, Luis
Encina, que está en la esquina de la emisora.
El conjunto nunca ha tocado en público. Tiene algunas presentaciones
en el campamento de la Ciudad del Niño y en la Escuela Alsacia. Lo for-
man Miguel Guajardo (18 años, quinto del INSUCO), Fernando Leiva (17,
séptimo de Alsacia), Albéniz Vargas (16, cuarto del Liceo 2), Efraín Mal-
donado (18, cuarto del Liceo 2), Javier Hinojosa (19, Universidad Técnica)
y Sergio Muñoz (17 años, cuarto año del Liceo 1). Centenares de curiosos
acudieron a la radio a prestarle su apoyo. Incluso llegaron los directores
de los colegios donde estudian, César Burotto, Romano Vallebuona y Do-
mingo Mora. Juan Reyes, de la Ciudad del Niño expresó al mediodía de
hoy: «Después de esta proeza, se han recibido numerosas ofertas para que
el conjunto actúe en radio y en otros lugares. Sin embargo, tenemos enten-
dido que estos ofrecimientos deben postergarse, porque lo más importante
es que los niños estudien...».
Se tiene entendido que los «Rockers» tenían antes el «récor mundial», y que
esta nueva marca significa una superación, aunque no hay club ni institu-
ción responsable que se dedique a registrar esta clase de marcas musicales.
El Centro Educacional de Concepción reaccionó en la mañana ante esta
situación. Un vocero del mismo dijo que se organizaría una competencia
para fijar un «récor mundial» del estudio, porque eso es más provechoso
y positivo. Sin confirmación, se señaló, además, que ya habían diez jóve-
nes inscritos para ponerse a estudiar en textos, libros y cuadernos durante
varios días.
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Hola, Don Francisco

Una duda que aparece al hablar de la marca es si fue reconocida internacio-


nalmente, si quedó finalmente registrada en el libro de Record Guinness.
«Según yo sé nunca hubo una certificación, no es como ahora que lo pue-
des escribir en el Guiness. Yo creo que nadie estaba tomando el tiempo que
duramos tocando. El único registro debe ser la grabación de la radio. Toca-
mos hasta que nos cansamos nomás, no había otra intención que esa para

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ganar la batería. ¿Qué pasaría si pasara en la época actual? No sé si habría
tenido más impacto, a lo mejor nos habrían tratado de locos (risas). No sé
en realidad», dijo Sergio Muñoz.
Javier Hinojosa cree que la época en que lo realizaron conspiró para
lograr una repercusión mayor. «No se hizo internacional porque no tenía-
mos conexiones afuera. En ese tiempo con suerte podías mandar una car-
ta», dijo.
Sin embargo, igual hubo varios reconocimientos, entre ellos uno que
se realizó en un partido de fútbol poco tiempo después de logrado el ré-
cord. «Eso lo tengo grabado a fuego en mi persona, recibir un homenaje en
el Estadio Regional de Concepción en el intermedio del encuentro entre
Deportes Concepción y Lota Schwager, con estadio lleno, cerca de 30 mil
personas, no es menor. Hubo otros homenajes que también fueron masi-
vos, claro que no tanto como el del estadio», recordó Muñoz.
A nivel nacional, también tuvo un llamativo impacto, que le valió al
grupo no solo aumentar de forma importante su número de presentacio-
nes, sino también ir a Santiago y tocar incluso en el programa Sábado Gi-
gante. «Tuvo repercusión en el resto del país, salió en varios medios. Reci-
bimos invitaciones de Santiago por ejemplo, estuvimos en Sábado Gigante
el verano de 1968, y ahí también fuimos a Radio Minería, a la Cooperativa
igual. Todas las emisoras en ese tiempo tenían auditorios y programas en
vivo», señaló Hinojosa.
Sergio Muñoz entregó mayores detalles de estas experiencias, y agregó
que «me hubiera gustado tener registro de esa tocata en el programa. Me
acuerdo que estábamos en el backstage y nos llamaron a salir al escenario.
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Y tocamos, no recuerdo qué... Estuvimos igual en Radio Minería, Portales...


De Don Francisco me quedó la imagen de un gallo pesado, prepotente, no
es el que ves en la tele, tan simpático. Nos dieron un minuto para instalar,
cómo haces eso con los instrumentos en un minuto... Al final, tocamos con
los de la orquesta de Horacio Saavedra, que trabajaba ahí de forma estable».
El bajista agregó que «fue harta la repercusión que tuvo el récord, nos
llegaba harta pega. Fue un gancho. En ese tiempo la Pepsi hacía tocatas
recorriendo las playas, y nos metían siempre. Viajábamos por todos lados.
Igual estuvimos estables harto tiempo en una hostería en Tomé, casi todos
los sábados. Eso cansaba igual».

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Hinojosa también recordó su intensa agenda tras la marca, e indicó
que «en los mechoneos estábamos siempre, sobre todo en la Universidad
de Concepción donde estudió la mayoría. También hacíamos tocatas pri-
vadas, y en eventos como los festivales Pepsi de los veranos éramos fijos.
Íbamos a las playas, se instalaban escenarios. Nos pagaban todo».
Para varios del grupo, las diferentes actividades que realizaban les
permitieron costear sus estudios. «Debo reconocer que gracias a lo que ga-
nábamos ahí pude terminar mi sexto humanidades. Se generaba, no como
ahora, mucho trabajo. En ese tiempo se hacía todo con conjunto, con banda:
bautizos, matrimonios. Estábamos ocupados casi todos los sábados. Nunca
tocamos en las ramadas sí, no nos gustaba. El golpe de Estado dañó todo,
sonaron las fiestas y no cualquiera podía pagar un grupo para un bautizo o
matrimonio», señaló Muñoz.

Bonus track: representante, nostalgia, Viña y Arrau

Con el paso de los años, esta formación de So and So fue perdiendo a sus
integrantes. Aunque Javier Hinojosa mantuvo al grupo bajo el mismo nom-
bre por varios años, poco a poco los protagonistas del histórico récord de
1967 fueron saliendo de la banda. Eso se produjo siempre cuando alguno
iba terminando su respectiva carrera en la educación superior y comenza-
ba su vida laboral.
«La convivencia en el grupo siempre fue muy buena, nos respetába-
mos. Había discusiones, pero nada grave. Yo dejé de tocar como dos años
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después de casarme, la última tocata debe haber sido el ’77, ’78. Luego me
fui a trabajar a Arauco, y era más complicado cumplir con los ensayos. Se-
guía el grupo, pero con nuevos integrantes. Javier los buscaba, él nunca qui-
so dejar de tocar», dijo Muñoz, quien agregó que «estudié en la Universidad
Técnica Federico Santa María tres años, técnico universitario eléctrico, de
ahí quedé trabajando y ya me complicaba ir a los ensayos».
Javier Hinojosa comentó al respecto que «algunos estudiábamos en la
UdeC, otros en la Universidad Técnica del Estado, ahora UBB, y otros en
la Federico Santa María. Nos paseábamos por todas, sobre todo para las
fiestas mechonas éramos número puesto. Así estuvimos hasta el ’73 más o

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menos. La parte bohemia juvenil se fue a cero, no había actividad musical y
cultural. Estaba prohibido que se juntaran más de tres personas, entonces
no se podía armar una banda».
Y como buen director del grupo, pese a no tener comunicación perma-
nente con todos, Hinojosa contó qué es de cada integrante de la banda que
estuvo presente en el récord en la actualidad, salvo Fernando Leiva, quien
era el único fallecido al momento de la realización de este libro. «Sigo en
contacto con dos. Con Sergio, que es ingeniero eléctrico e instructor en la
Universidad de Concepción, y Efraín Maldonado, que es médico y trabaja
en el Hospital Naval de Talcahuano. Albéniz Vargas es periodista y está en el
Diario Austral en Valdivia y un canal de TV. Miguel Guajardo es dueño de
un supermercado en Asunción».
Al respecto, Sergio Muñoz comentó que «no nos hemos juntado hace
mucho tiempo, siempre lo hemos pensado pero cada uno tiene su vida. El
otro día me contacté por Facebook con Javier, nos saludamos. Ahora me
enteré por ti que Efraín está en el Hospital Naval».
Mirando hacia atrás, el bajista también repasa la historia del grupo más
allá del inolvidable récord, y asegura que pudieron haber hecho mucho más
en la música, que tenían talento para lograr más cosas.
«A nosotros nos faltó un buen representante, alguien que nos pescara
y nos dijera hasta dónde podíamos llegar. De Santiago llegaban ofertas, pero
eran puros bluf. Una vez grabamos un tema, pero nosotros teníamos que fi-
nanciar la compra, y no podíamos asegurar vender 7 mil copias. No tuvimos
una oportunidad, y eso ahora me da rabia, nos faltó un poco de empeño. Por
ejemplo, Los Ángeles Negros... Había un show acá que se llamaba Festival
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Sur de la Canción, que se hacía en el Parque Ecuador. Fuimos a tocar una


vez, y vinieron Los Ángeles cuando no triunfaban todavía. El único que sa-
bía de música era Germaín de la Fuente... Con un buen representante, un
compadre que nos escribiera las canciones, teníamos un buen vocalista, ha-
bríamos tirado para arriba... Puede ser que la juventud nos jugara un poco
en contra, estábamos estudiando», dijo.
En su caso, aseguró que si bien el llegar a la música le pasó la cuenta
en ciertos momentos con los estudios, fue una actividad que cambió su vida
y le permitió crecer sobre todo en el plano personal. «Me ayudó mucho.
Como vivía en un barrio que era medio complicado, mi mamá no me de-

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Otra postal en Radio Araucanía. De izquierda a derecha: Miguel Guajardo (guitarra), Fernando
Leiva (acordeón), Sergio Muñoz (bajo), Juan Vargas (batería), Efraín Maldonado (pandero) y
Javier Hinojosa (guitarra).

jaba hacer muchas cosas, la amistad que hice con los chicos sí la valoró y la
apoyó. Conocí mundo. Podíamos salir, porque cuando mi mamá sabía que
era con ellos me daba permiso... Uno tenía 18 años y los papás todavía lo
atrincaban, no como ahora que a los 15 se mandan a cambiar donde quie-
ren. Soy un agradecido de eso. No éramos carreteros, no teníamos vicios.
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Pudimos haber caído en otras cosas, pero no fue así».


Además, Muñoz contó la llamativa historia que lo hizo terminar como
bajista de So and So, y que uno de sus compañeros en la banda tenía un ta-
lento especial que a su juicio no explotó de la mejor manera. «Yo aprendí a
tocar guitarra porque me enseñaron, con el tiempo aprendí algo de música.
Toqué bajo porque había muchos guitarristas, y Javier dijo que debía haber
un bajista. Para no quedar afuera, preferí cambiar. En la guitarra no tenía la
habilidad de Javier, que era extraordinario... Si hablara ahora con él, lo re-
taría porque era un gallo virtuoso, pero dejado para mi gusto. Ahora toco
guitarra, pero solo para mí».

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Y aunque ha pasado mucho tiempo, el entonces bajista dijo que hay
cosas que aún le dan vuelta en la cabeza. «Todavía me cuestiono si debí
haber seguido en la música. A mi señora le cuento, aparece un poco la nos-
talgia cuando llega el viernes, que antes era empezar a arreglar todo para ir a
tocar... Igual algo se mueve cuando paso por el Foro y hay tocatas. Algo pasa.
Pero lo recuerdo con cariño, no con lamentaciones. Y empieza la crítica,
siempre de afuera se ve re bien (ríe). Fue una etapa bonita, simpática, con
buenos amigos».
Uno de esos amigos importantes en la trayectoria, en el camino artís-
tico del grupo, y también al momento del récord, fue Luis Encina, el dueño
de Sala Strauss. Alguien para quien la música fue algo esencial, y que tuvo
una historia bastante interesante más allá de tener esta tienda por varias
décadas en el centro penquista.
«Sé que llegó el año ‘63, ‘64 con el local, y cerró cuando empezaron a
llegar las grandes tiendas, se lo comieron... Debe haber sido el 2002, 2003.
Tuvo que despedir a los maestros, ya no daba el negocio. Su fuerte siempre
fueron las iglesias evangélicas, les fabricaba las panderetas, mucha percu-
sión trabajaba y lo que es guitarra eléctrica. Era la única tienda de música
del sur de Chile, todos llegaban ahí y tuvo muy buenos tiempos, pero con las
grandes tiendas que traían equipos cambió todo», señaló su hijo Francisco.
Además, comentó su relación con uno de los músicos más importan-
tes en la historia del país: el pianista Claudio Arrau. «Cuando él venía a la
zona a hacer conciertos, en la única persona que confiaba para afinarle el
piano era en mi papá. Además, hacía ese mismo trabajo con los pianos de
la Universidad de Concepción. Tocaba el piano espectacular, de oído, nun-
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ca usó una partitura. Le gustaba mucho la música, y sacó el tercer lugar en


1962 en el Festival de Viña del Mar con Arturo Millán», dijo.
Sobre esto último, su viuda Silvana recordó algunos detalles. «La composi-
ción que presentaron se llamaba ‘Así tiernamente’, e iba dirigida a mí, es precio-
sa la canción. La música para él fue su vida, primero su familia y luego la música.
Como él trabajaba en todos los instrumentos musicales, sobre todo el piano...
Mi marido fue muy conocido en Concepción. Y hasta el último, dos o tres años
antes de fallecer, se sentaba en la noche a escribir. Tenía muchas composicio-
nes. Era feliz con la música, el piano, y todos sus hijos tocaron al menos un ins-
trumento, tuvieron un grupo, Los Retoños del Bío Bío».

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Baile internacional
(¡Y yo no lo sabía!)
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Nuestra música pretende alentar a la juventud para que
tome mayor conciencia y deje de lado la pereza. Es un
llamado de atención para que los jóvenes no pierdan su
tiempo en las shoperías o en los flippers. Tenemos cosas
importantes que hacer.
(Jorge Yogui Alvarado. Diario El Sur, sábado 21 de diciem-
bre de 1985).

«
E n este momento la juventud y el movimiento estudiantil se está ex-
presando. Estamos en el Café Colombia, son las 13.04 horas, de un
jueves 18 de octubre de 2012, una entrevista histórica, sin lugar a dudas».
Jorge Yogui Alvarado ríe. Quien ha redactado estas líneas también.
El líder e histórico compositor de Emociones Clandestinas acaba de inte-
rrumpir la entrevista, iniciada hace 26 minutos, para registrar el paso de
una masa de estudiantes universitarios que se encamina a la Plaza de la
Independencia, en el centro de Concepción. Los jóvenes marchan por la
Diagonal Pedro Aguirre Cerda y, tal como manifiesta el músico, estamos en
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el local ubicado en la intersección de las calles Orompello y San Martín. Su


ingreso, no obstante, es justamente por la Diagonal. ¿Confundido o confun-
dida? Es entendible. Algunas direcciones en la capital del Biobío generan
ese efecto.
Fumamos. Aún no se promulga la ley que impedirá hacerlo en lugares
cerrados. Estoy de espaldas a la ventana y solo me percato de lo manifes-
tado por el guitarrista, una vez que la dependienta del local baja la cortina
metálica. El ruido hace que volteé.
Por cierto, es la abrupta interrupción la que genera risas, no la movili-
zación de estudiantes. Yogui está de acuerdo con las peticiones de gratui-

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dad y fin al lucro en la educación. Apoya a los jóvenes. ¿Cómo no hacerlo?
Creció en medio de una sociedad en donde solo por expresarse o pensar
distinto te perseguían, detenían y, si no te mataban, «te desaparecían», lo
que, bueno, vendría siendo lo mismo.
Un día después de la manifestación, la prensa penquista informará es-
cuetamente sobre la marcha. Quizá porque no se produjeron incidentes o
desmanes; tal vez porque hubo otras informaciones que requirieron mayor
atención de los periodistas; o, definitivamente, porque el foco estaba en las
tomas de los recintos universitarios.
Obviamente, los medios nada dirán de nuestro diálogo con Yogui. No
tenían ninguna razón para hacerlo. Sin embargo, para quienes firman este
trabajo, se trató de un hecho histórico, «sin lugar a dudas». Fue la primera
entrevista realizada para esta obra. El inicio de un largo viaje.
Nos juntamos con el líder de Emociones el día antes citado, minutos
después del mediodía. Acordamos reunirnos a las 12 horas. El músico fue
puntual. Yo demoré un poco más. En mi defensa, debo decir que no es una
conducta habitual. Como sea, tras los saludos, tomamos ubicación en una
mesa al interior del local. Un año después charlaremos en el mismo lugar,
pero en uno de los espacios habilitados al aire libre, donde se podrá fumar.
Le entrego detalles del objetivo del relato que se desplegará en las pági-
nas siguientes. «No es tu biografía, tampoco la de Emociones Clandestinas,
me interesa la historia de ‘Un nuevo baile’, la canción», digo. «Verás, en mi
opinión, creo que la canción trascendió a la banda, y debe haber una muy
buena historia que contar», complemento. Yogui ya ha prendido su primer
cigarrillo, ha escuchado atento y reflexionado. Iniciamos la conversación y
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tendrán que pasar algunos minutos antes de que manifieste: «es muy curio-
so. Tú diste en el clavo con hacer la historia o la crónica de ‘Un nuevo baile’,
porque tiene una historia propia y paralela a la banda».
Me entero de algunos sabrosos detalles de cómo fue concebida la can-
ción; la opinión que tenían sus cercanos, a solo días o semanas de ser gra-
bada en un estudio profesional en Santiago; y de la cantidad de músicos
que la han versionado, incluidas, una bizarra versión para un comercial de
TV y una mezcla de un reputado DJ chileno avecindado en Europa. Pero,
quizás, lo primero sea hablar del músico, de la banda, de sus integrantes o
de algunos de ellos. En definitiva, de su historia, aunque sea en forma breve.

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«Seco» para los riffs

Revisando apuntes y material de archivo, recordé la primera vez que entre-


visté-dialogué con Jorge Yogui Alvarado. Fue a fines de mayo de 2005 en el
mítico Hotel Cecil, el mismo que aparece retratado en la portada del dis-
co recopilatorio de González y Los Asistentes (La Oreja / Bizarro Records,
2005), y que se emplaza en el bohemio barrio Estación.
Durante 2005, el líder de Emociones Clandestinas presentaba Electric
Voodoo, un proyecto de música electrónica que mezclaba sicodelia y jazz
(electro-sico-jazz, según denominación de Alvarado), donde lo acompañaban
el saxofonista Maxi Alarcón, quien era parte de la banda de Quique Neira, y el
virtuoso pianista César Ibacache, propietario de la Escuela Ángel Piana, en Te-
muco, y que formara parte de agrupaciones como La Descarga y Zero.
En medio de la entrevista en el Cecil se produjo el siguiente diálogo
con los músicos:

¿Qué pasa con sus proyectos paralelos?

Yogui Alvarado (YA): Funcionan. Esto es paralelo. Nosotros con Emociones


Clandestinas estamos ensayando. Partimos en una minigira el 24 de junio...
Maxi Alarcón (MA): Yo toco con Quique Neira...
YA: Y ahora se va de gira a México por dos meses con Quique Neira. Cé-
sar tiene su conservatorio y toca casi todos los días del año. Pero las ganas
de juntarnos... es como un vicio, por eso es un «embrujo sónico».

Yogui, ¿qué pasó con Emociones Clandestinas? Porque lo último que


escuché fue «De pepepé a papapá», un tema muy bueno y nunca más
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supe del grupo?

YA: Sí, la verdad es que el tema fue censurado. De hecho en la única parte
que lo han tocado fue en Concepción, pero los canales, y el resto... fue cen-
surado porque el texto no estaba en la línea editorial... pero igual se filtró.

Sí, de hecho yo lo vi en Vía X y lo encontré buenísimo...

YA: Sí poh, está power...


MA: Hueón, ¿qué dice?

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YA: Dice: «Soy de la calle / vivo a mi modo/ escribo canciones y mú-
sica de rock / y abro la boca / si hay algo que decir / le grito mi rabia a los
políticos canallas... y el coro dice más o menos así: «De pepepé a papapá /
no tengo tetas no culo que mostrar / solo tengo rabia y mucho que gritar».
MA: Está buena, pero no es fuerte.
YA: No, dice la verdad nomás.
En efecto, vi el video en el entonces canal alternativo musical Vía X.
Pero, además de la canción, me fue llamativa la formación de la banda.
Exceptuando el vocalista, poco y nada tenía que ver con quienes yo con-
sideraba eran sus integrantes originales: además de Yogui, Mauricio Melo
(bajista y futuro líder de Santos Dumont), Iván Molina (baterista de Santos
Dumont y Matorral) y Francisco Pollo Muñoz (guitarrista de Machuca).
«Fue entonces cuando recluté a otros músicos, también de Concep-
ción, con los cuales grabamos algunos temas. Estaba Boris Cea, en bajo;
Marlon Romero Jr., que en aquel entonces tenía 17 ó 18 años, pero era un
tremendo baterista; y al (Francisco) Ranita Espinoza, un monster de la gui-
tarra. Reformulé la banda y nos largamos a tocar. Eso duró dos o tres años
no más», relata Yogui en el documental de Pablo Berthelon, Emociones
Clandestinas: Mi nuevo estilo de baile (Carnada Films, 2013).
Claro, la historia es mucha más extensa. Los nombres, hasta ahora
mencionados, si bien han sido parte de la mítica banda, no tienen relación
con su período fundacional, el que se produce poco tiempo después de la
primera presentación de Los Prisioneros en Concepción, donde Yogui es-
tuvo presente como miembro de Los Ilegales, episodio relatado en páginas
anteriores.
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Antes debió correr mucha agua bajo el puente de la vida y formación


musical del creador de «Un nuevo baile».
«En mi casa siempre hubo guitarra y acordeón. El acordeón me gus-
taba, pero nunca lo aprendí a tocar. Cuando niño, además, me regalaron
todas estas armónicas (enumeró con los dedos), pero tampoco aprendí»,
relató durante nuestro segundo encuentro para este trabajo, en diciembre
de 2013, también en el Café Colombia. Fue momento de clarificar dudas,
consultar su opinión sobre otros temas abordados en la obra, y dialogar
sobre sus inicios, antes de Emociones, antes de Los Ilegales. En definitiva,
previo a su exposición pública.

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El riff de «Samba pa’ ti», la lacrimógena balada rock instrumental apa-
recida en Abraxas (1970), el segundo disco de estudio de Santana, fue lo
primero que Yogui aprendió en la guitarra. Un primo folclorista, Gerardo, lo
empujó a tomar el instrumento de seis cuerdas. Fue durante un verano en
el campo. Mucho tiempo antes de ese episodio, el interés musical ya había
despertado en él. Era cosa de tiempo, sobre todo, habitando una casa don-
de los discos de The Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Tom Jones, Elvis
Presley o Al Green («el gran maestro») eran pan de cada día.
Su padre fue el principal responsable de la gran colección de vinilos
existente en casa, y no todo era rock and roll o soul. Los grandes exponentes
de la música tropical, encabezados por el venezolano Luisín Landáez, tam-
bién formaban parte del grupo de 45 RPM. Su hermana mayor, Viviana, con-
taba con los trabajos de los nacionales Los Jaivas, Aguaturbia y Los Vidrios
Quebrados. La Nueva Ola chilena igual estaba presente. Su abuela materna
lo había llevado a ver al Pollo Fuentes. «Vi todas las películas de Raphael y
Palito Ortega», confesó.
Después de Santana vino «I’m going home», de Ten Years After, y todos
los riff que pudiera «sacar» de los ingleses Deep Purple y Black Sabath. «Esa
época de los ’70 me la escuché y viví toda, mientras estaba en el colegio. Por
eso soy bueno para hacer riffs. Eso es lo que lleva el punch, lo que te hace
mover del asiento. Para esa hueá yo soy seco. No soy bueno para hacer solos
de guitarra, pero mándame hacer riffs, te los hago todos», aseguró.
Otro momento cúlmine fue la visita de su primo, Jorge, quien llegó a
estudiar a la Universidad de Concepción procedente de Valdivia. Traía con-
sigo un envidiable número de discos bajo el brazo, entre ellos, Who’s Next
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de The Who. «Ahí es donde digo, ‘esto es lo que yo quiero hacer’. Con ese
disco abracé la religión del rock and roll. Ahí me puse a escribir canciones.
Creía que podía hacer lo mismo, pero en mi idioma», sostuvo.
La influencia del new wave, como a muchos músicos en Concepción,
llegará junto con Nueva Dimensión, cuando el espacio radial estuvo en ma-
nos de los hermanos Raurich y Marcos Vergara.
«Llega el domingo, el primer programa de Nueva Dimensión con el
retorno de los hermanos Raurich, y Felipe dice algo así como: ‘Amigos, el
rock ha muerto, nace el punk y la new wave, escuchemos Sex Pistols… escu-
chemos XTC’. Te estalla la cabeza. The Clash. Y toda esa música la teníamos

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aquí, a la mano, era real, estaba pasando. Ahí a todos se nos revienta el coco
y dejamos de escuchar a Black Sabath, a Led Zeppelin y todo el progresivo
que oíamos», relató Jorge Alvarado.
Tras la única presentación de Los Ilegales, y con un considerable nú-
mero de canciones como tarjeta de presentación, Yogui se lanzó en la idea
de formar su propia banda. Fuerzas Especiales, según su relato, sería el pri-
mer nombre de un proyecto que nunca vio la luz. El nombre, demasiado
fuerte para la época, fue desechado de inmediato. Aunque esta no es la úni-
ca versión.

Primera formación

Durante la calurosa mañana del 3 de diciembre de 2013, Carmen Gloria


Narváez, vocalista original de Emociones Clandestinas, nos recibió en su
oficina de la Universidad del Desarrollo (UDD), en Concepción. Fue un diá-
logo extenso, marcado no solo por las interrupciones telefónicas recibidas
al celular de quien escribe, sino también por las anécdotas y risas espontá-
neas de la histriónica cantante.
«Mi hermano Alejandro me dijo: ‘hay unos gallos de Pedro de Valdivia
que están armando una banda y necesitan alguien que cante y como te gus-
ta cantar, vamos para allá’. Fuimos un lunes y nos abrió la puerta el Yogui.
Y él dice: ‘ella es mi hermana, la que canta’ (risas). Eso fue todo, no es muy
grande el contexto (…). La base musical del grupo la conformaba Jorge, que
tocaba con un bajista llamado Rodrigo Figueroa; un guitarrista que era Juan
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Carlos Vera, y el baterista, Jean Pierre Larousse. Esa era la formación y no


tenían a nadie que cantara. Yogui tenía hartas melodías, hartas letras. Hi-
cimos una prueba ese mismo día con la guitarra de palo y quedamos de
seguir intentando con los instrumentos enchufados, fue un día lunes, me
acuerdo perfecto. No se llamaba Emociones Clandestinas, no tenía nombre,
era un proyecto», relató sobre los inicios de la banda.
Con Carmen Gloria hablamos de sus primeros acercamientos a la mú-
sica, de los integrantes de Emociones, de su salida de la banda y de proyec-
tos posteriores.

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Iniciamos el diálogo aludiendo a sus inicios en el canto. De inmedia-
to se transportó a su casa, «donde siempre hubo música». Fue su primera
reflexión. Sus hermanos, todos mayores, gustaban del rock y su padre, «un
carretero de aquellos», era guitarrista y cantante. Su abuela materna era lo
que en la tradición folclórica se conoce como «chinganera». Tocaba el arpa.
«Para mí no era desconocido este ambiente», contó.
Ya estando en el colegio, participó en distintos festivales y el resultado
siempre era el mismo. «Me iba pésimo», reconoció. ¿El motivo? En su opi-
nión, el timbre poco tradicional de su voz y el repertorio escogido: un «arre-
glo original» de una canción de Alberto Cortez, que muchos consideraron
una herejía («hicimos pedazos la canción», recordó entre risas), y otra de
Charly García, en tiempos en que imperaba el Canto Nuevo, fueron parte de
sus desafortunadas elecciones.
Todo cambió, ya siendo una adolescente, cuando su hermano Alejan-
dro le presentó a Yogui.
«Durante uno de los ensayos, veníamos de Chiguayante, nos bajamos
del auto de Rodrigo Figueroa, que era el único que tenía vehículo, y Yogui
dice: ‘estuve pensando en un nombre para este proyecto, se va a llamar
Emociones Clandestinas’. A todos nos pareció bien. Tenía que ver con esta
cosa de que no teníamos un lugar para ensayar, de andar itinerantes, era
todo muy a pulso», comentó Carmen Gloria Narváez.
Yogui recordó que el nombre de la banda vino a su mente en una de
tantas caminatas por el Parque Ecuador. Era un recorrido habitual cuando
acudía a la casa de los hermanos Donoso, ubicada en el Barrio Universita-
rio. «Nos juntábamos todos a tener tertulias, escuchar música y bailar. Si no
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era ahí, era en mi casa. O sea, o ellos viajaban a mi casa, o yo transitaba por el
parque», relató. En ese periplo a pie, agregó, surgieron ideas para muchas de
las canciones que luego formarían parte de Abajo en la Costanera.
El sábado 21 de diciembre de 1985, diario El Sur publica la primera
entrevista del grupo. En ella se manifiesta que el «conjunto se formó apenas
hace un mes, pero cada uno de sus componentes había participado en otros
conjuntos o como solistas». En el mismo escrito, se menciona una presenta-
ción en el Colegio Alborada como la primera.
«Nuestro debut oficial como Emociones Clandestinas fue en una es-
cuela, se llamaba Alborada, en San Pedro de la Paz. Ya no está en el lugar

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Primera aparición de Emociones Clandestinas en la prensa regional. Fue en diario El Sur, en
diciembre de 1985.

original, ahora existe camino a Coronel, con los mismos dueños. Donde
estaba originalmente ahora hay un monumento. Era todo un espectáculo
que armó el colegio y nos dijeron que si queríamos tocar había un espacio.
Y quedó la cagá. Imagínate que sale una mina con el pelo parado y todos
los viejos peinados pa’ tras. Fue muy bueno. Nos fue súper bien», contó la
vocalista.
La aparición de la banda en el diario penquista obedecía a su participa-
ción en el Festival Nuevo Pop Chileno, que se desarrollaría ese mismo día,
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en el Velódromo del Estadio Nacional, en Santiago. La oportunidad surgió


por la amistad que Yogui había consolidado con Carlos Fonseca, productor
del evento, donde además participarían Banda 69, Paraíso Perdido, Aparato
Raro y, obvio, Los Prisioneros. El concierto traería insospechados efectos en
la formación del grupo.
«Empezamos a tocar ‘Cajitas rectangulares’ y al quinto compás, al
baterista, Jean Pierre (Larousse), le dio pánico escénico, una taquicardia
y pum… sería toda nuestra presentación. Después de eso le prohibieron
tocar batería y llega Iván Molina. Luego, deserta Rodrigo Figueroa», contó
Alvarado.

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«(La presentación) fue un fiasco, porque se nos desmayó el baterista.
Tocamos dos segundos y cagó la cuestión (risas), pero hubo algo. Después
tuvimos otro (concierto) en el Estadio Chile, ahora Víctor Jara. Ese fue masi-
vo. Estaba lleno. Eso fue el 6 de julio, me acuerdo perfecto porque estaba de
cumpleaños mi hermano, el Jano ya tocaba con nosotros», aportó la prime-
ra voz de Emociones Clandestinas.
Benjamín Millán, parte de la organización de la primera tocata de Los
Prisioneros y amigo de Yogui Alvarado, fue una de las personas que audi-
cionó como vocalista de la banda antes de la llegada de Carmen Gloria. «Yo-
gui me escuchó y me dijo que cantaba mal. Fue el único intento. Pero había
buena onda», relató Millán, quien recordó haberle hablado a su amigo de
Juan Carlos Vera, el primer guitarrista rítmico del combo.
Pero eso no fue todo.
Millán ofició de manager de la banda. La presentación en el Velódro-
mo del Nacional marcó su debut, pero también su despedida.
«En esos días tenía un certamen en la universidad. Le dije a mi profe-
sor que tenía que viajar y me autorizó. Partimos en tren, pero antes fui a la
ropa usada y me compré unos pantalones rojos y un impermeable. Llega-
mos disfrazados de punk. Todos. De hecho, Cristián Galaz (futuro director
de cine) nos sacó una foto. Fue después de comernos un completo cerca
del estadio. Durante la tocata yo estaba al lado de (Carlos) Fonseca, inflan-
do pecho. ‘Este es mi grupo. Aquí está Concepción presente’, me decía. To-
caron el primer tema, ‘Cajitas rectangulares’, y de improviso no se escucha
la batería. De pronto, uno de los músicos de Aparato Raro pide al público
la presencia de un médico, porque el baterista se había desmayado. Le dio
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una crisis de pánico. Eso sería todo», relató Millán.


Tras la salida de Figueroa y Larousse, ingresaron Alejandro Narváez
(hermano de la vocalista) e Iván Molina. Esa fue la formación que se metió
por primera vez al estudio.

Fan de los Clash

Iván Molina, formado musicalmente bajo la tradicional influencia de los


Beatles, los Stones y Los Jaivas, era (y sigue siendo) fan de The Clash, tanto

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que uno de sus primeros recuerdos en torno a Yogui se relaciona justamen-
te, con el grupo británico. Fue el día en que le ofrecieron formar parte de
Emociones Clandestinas. «Me acuerdo que fuimos a su casa en Pedro de
Valdivia, abre la puerta, y yo digo ‘a este yo lo he visto en las tocatas’. Entra-
mos a una pieza chica donde estaban sus discos y equipos, y yo fascinado.
Yo tenía el Combat Rock (1982) y Alberto (Rojas, futuro bajista de Santos
Dumont) el Sandinista! (1980), pero ahí estaban ¡todos los discos de los
Clash!», rememoró.
La batería, el único instrumento al que puede sacarle «algún sonido
coherente», según su opinión, entró en su vida casi por accidente. «Tenía la
idea, tergiversada, que mi papá había sido batería profesional. Algo había
tocado, en todo caso, y en mi casa había una caja, y un par de baquetas que
fue lo primero con que empecé a tratar de llevar ritmos, muy pequeño. De
muy chico quise ser músico, baterista, tener eso claro es uno de mis prime-
ros recuerdos», confidenció.
En el liceo se cruzó con Alberto Rojas, uno de sus mejores amigos.
Juntos participaban de «una banda de covers», pero con el objetivo de for-
mar una agrupación que compusiera sus propias canciones. Pablo Lazca-
no, quien grabó bajo en las sesiones de Abajo en la Costanera, y Mauricio
Melo, otro futuro miembro del combo de Yogui, llegaron a formar parte de
ese proyecto que, de no mediar el llamado de Emociones Clandestinas,
pudo llamarse Bus Stop.
«Un día Pablo (Lazcano) me llama y me cuenta que hay una banda
de Conce que va a grabar en Santiago, que ha ido a tocar allá, que la está
‘haciendo’, como para darme ánimos que hay que seguir por este camino.
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Yo quedo embalado, por lo menos ahora es algo que ‘puede pasar’… y al par
de días me llama un tipo, Rodrigo Figueroa, el primer bajista de Emociones,
para invitarme a hacer una prueba con ellos, la misma banda que citaba
Pablo. ¡Yo no podía creerlo! Eso fue antes de Navidad», relató Molina.
Antes de su incorporación definitiva, y conocer a Jean Pierre Larousse,
quien le «dio el pase», tuvo que realizar una prueba, y para ello los integran-
tes del grupo le entregaron una grabación casera con «Te tengo atrapado»
y «Ponte a vivir».
«Me pasó a buscar Rodrigo, y nos fuimos a la sala de ensayo (…). Ahí
los conocí a todos, y les gustó como tocaba, y ahí me di cuenta que todo era

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mucho más simple, yo tocaba mucho mejor que Jean Pierre. Así que al ter-
minar el día, era un integrante nuevo, feliz y ansioso», contó.
El mismo día que se oficializó su ingreso, Molina conoció a Francisco
Pollo Muñoz, otro emblemático de la agrupación, quien había llegado hasta
el lugar de ensayo del grupo, una cabaña en construcción gestionada por
Carmen Gloria y ubicada en un empinado cerro, en San Pedro de la Paz,
acompañado de Patricio O’Ryan, primer manager de Emociones y colabo-
rador de Carlos Fonseca.
Muñoz vivía en la Remodelación Paicaví, cerca de la casa de los padres
de Molina, y había llamado su atención (y la de Alberto Rojas), pues lo veía
pasar con su guitarra al hombro. Los colores de la correa del instrumento
–los de la bandera alemana (negro, amarillo y rojo)– eran muy llamativos.
«Ahí nos hicimos un poco amigos, al toque», relató el baterista.
Mauricio Melo: «Tuve harto que ver con la génesis de Emociones, por-
que yo no toqué ahí, pero le presenté a la Carmen Gloria Narváez al Yogui.
El otro día nos estuvimos acordando cómo nos conocimos. Es una media
historia. Resulta que un hueón me trató de estafar con un instrumento, y yo
fui a cobrarle al hermano de Carmen Gloria, que al final no tenía nada que
ver. Así nos hicimos amigos. Yo le presenté a la Carmen Gloria, luego a Iván.
De hecho, llevé al Yogui a un festival donde tocábamos con Pánico en la Vía
Pública, y una banda que armó Iván con Pablo Lazcano y otros personajes.
Tenían un repertorio muy especial, tocaban temas de The Clash y Charly
García. Yogui lo encontró buenísimo. Bueno, a Lazcano también se lo pre-
senté yo. Con él somos grandes amigos hasta el día de hoy. Tenemos unas
historias, tipo Stand By Me (1986, de Rob Reiner). Salíamos a caminar y nos
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íbamos a mochilear, soñando mucho, aprendimos a tocar guitarra juntos,


todo ese tipo de experiencias. Bueno, Yogui grabó con ellos el disco».
Iván Molina: «Debo aclarar que Juan Carlos Vera, el guitarrista rítmico,
fue quien formó Emociones. Él quiso armar algo y aprender a tocar, cosa
que nunca hizo en realidad. Reclutó a recomendados de todas partes, nadie
se conocía de antes. Yogui era el único que sabía tocar algo, el más viejo, y
el que componía letras y música, pero él fue un invitado a participar de una
banda en ciernes. Parece que de ahí llegó Carmen Gloria, recomendada por
Melo, y él contaba que también les dio mi teléfono. Debe haber sido así».

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El primer quiebre

La grabación de Abajo en la Costanera no estuvo exenta de contratiempos.


«Al principio yo no cantaba. Estaba Carmen Gloria Narváez en la voz,
su hermano, Alejandro Narváez, Juan Carlos Vera e Iván Molina. Fueron los
que nos metimos por primera vez al estudio, y en el proceso de grabación
quedan fuera del proyecto Carmen Gloria y Alejandro. Cuando yo me hago
cargo de las voces, en el bajo llega un gran amigo, gran músico y gran per-
sona, Pablo Lazcano. El disco lo grabamos Lazcano, Vera, Molina y yo. Por
temas de estudio, Lazcano decide quedar fuera de la banda. Lo reemplaza
por un tiempo Rodrigo Basan, y luego llega, Mauricio Melo. Después deja la
banda Juan Carlos Vera, también por estudios. Lo reemplaza por un perío-
do Álvaro Henríquez, quedando finalmente Pollo Muñoz como guitarrista
de la banda. Esa es la formación clásica, la histórica, la que hizo famosa a la
banda», relató Alvarado en una de nuestras entrevistas.
Las razones por las cuales los hermanos Narváez quedan fueran del
proyecto no son del todo claras, y son expuestas por los protagonistas am-
pliamente en el documental de Pablo Berthelon. Ahí se refieren al hecho los
mismos afectados, además de Iván Molina y Yogui Alvarado.
Alejandro Narváez manifiesta, por ejemplo, que el líder de la banda no
era una persona de fácil trato y, en momentos que comenzaron aparecer
las ansias de figuración, con su hermana decidieron dar un paso al costado.
«Nosotros queríamos tener una banda, ser parte de una buena banda… lo
estábamos haciendo bien… y esta historia no es nueva. Lo egos matan los
buenos proyectos», sostiene en el registro audiovisual.
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Molina, en tanto, asegura que el exceso de protagonismo de la voca-


lista fue uno de los factores que motivó el primer quiebre significativo al
interior del conjunto. Luego relata el momento en que despidieron a los
Narváez: «Me acuerdo que nos juntamos con los dos hermanos. Y la idea
era que los dos… o no sé si el Jano quería quedarse, pero era como obvio
que los dos iban a tomar la misma posición. Y les dijimos: ‘saben que igual
ha habido puro atao y no queremos tocar con ustedes’. Y Carmen Gloria: ‘ah
sí, bueno (bien calmada), igual entiendo’. El Jano igual: ‘sí, buena onda’. Y se
fueron. Y nosotros: ‘uf, qué alivio, pero el Yogui tiene que empezar a cantar’.
De ahí nos juntamos en Conce, en la Plaza Perú, a cerrar algo o a vernos, no

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me acuerdo. En la fuente. Y ahí llegaron en mala: ‘ustedes se aprovecharon’.
Quedamos plop. Yo sentía que habíamos hablado las cosas bien abierta-
mente».
En su testimonio para este trabajo, el baterista contó que Yogui había
grabado la voz principal de «Un nuevo baile», como una guía para cuando el
resto de los integrantes tuviera que grabar su parte. El registro de Alvarado
fue impecable. Pese a que Carmen Gloria era la vocalista del grupo, el tema
quedaría plasmado con la voz del guitarrista.
«Fue tan obvio, que de ahí salió la afirmación para atrevernos a des-
pedirla, por otras cosas que estaban pasando, y que Yogui podía asumir la
voz cantante, priorizando su actitud interpretativa por sobre la afinación y
el registro. Y para que (Carlos) Fonseca nos apoyara en la decisión», escri-
bió el baterista, en un correo electrónico recibido el 21 de octubre de 2013,
aludiendo al manager de Los Prisioneros que también trabajaba con los
penquistas.
Carmen Gloria recordó el episodio de su salida de la banda y dio a co-
nocer su molestia por lo manifestado por Molina. Aunque reconoció que
había situaciones que le estaban resultando incómodas, como la oportuni-
dad en que, después de una tocata en Santiago, la banda continuó la juerga
en casa de Carlos Fonseca. Hubo pitos y alcohol a destajo. «Todo muy tóxi-
co», recordó. Pese a ello, no estaba entre sus planes abandonar la agrupa-
ción, al menos, no en el momento en que el resto de los integrantes decidie-
ron prescindir de sus servicios.
«Entre las variables que yo manejaba, nunca se me ocurrió pensar que
era mi persona la que molestaba, particularmente a Iván (Molina), porque
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es él quien tiene que hacerse responsable de sus dichos. Él manifiesta que


se me habían subido los humos a la cabeza. Eso me generó mucho ruido
porque yo grabé el disco completo y después tuvieron que regrabarlo en-
tero».

¿Tu salida tiene que ver con lo que comentabas antes?

«Se relaciona con qué tan proyectada me veía en este grupo de personas.
Eso (los excesos) pudo ser subsanable, porque tocaba con mi hermano, no
había mayor drama. No íbamos a ser amigos del alma, ni mucho menos,

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pero trabajaríamos en algo que a todos nos gustaba y creíamos. Creo que
más importante fueron esas pequeñas discusiones que se generaban. Ahí
estaba el tema de la personalidad de los sujetos y, en ese punto, no tienes
nada que hacer. Había un personalidad súper fuerte que es la de Jorge, mi
hermano también tiene lo suyo. Iván Molina nunca supe que tuviera una
personalidad fuerte, hasta ahora. Y, posiblemente, había algunos diálogos
que yo desconocía: ‘no me gusta lo que estamos haciendo, yo quiero que
seamos como los Clash’ (risas). Yo cacho que eso fue lo que pasó. Fue un
poco desagradable, porque tuve que volver a Concepción después de la
grabación, afirmando que el disco estaba listo, porque yo lo había grabado
completo. Y cuando volví a Santiago, nos dijeron ustedes no siguen».

Ah, entonces, no fueron ustedes los que se fueron...

«Claro. Y con mi hermano reaccionamos muy mal. Primero dijimos que si


eso era lo que querían, bueno. Pero, después nos volvimos a juntar y ahí
reaccionamos pésimo, porque estábamos muy molestos. Lo que dice Iván
en el documental, en cierta forma, es muy cierto. Yo sentía que se habían
aprovechado a toda raja, porque este grupo se había posicionado y hecho
conocido con una estructura, que era como estábamos. Tuvimos presenta-
ciones en la tele, incluso. Y cuando tuvimos que pasar a una segunda etapa,
nos dijeron que no les gustaba. Nos parecía sumamente extraño, porque a
la gente sí le gustaba. Jorge se molestó porque dijimos que se habían apro-
vechado de nosotros. Sí poh, si era nuestra pega, si uno le ponía enjundia
(risas). Pero, afortunadamente, el tiempo lo sanó».
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Carlos Fonseca: «Carmen Gloria era una chica que se subía arriba
de las mesas, que le cantaba a la gente en la cara, hacía performance. Era
súper histriónica y tenía una voz bien aguda, alta, muy especial. Además,
funcionaba muy bien con las canciones. Yo tengo las canciones grabadas
por ella y, en sí, Emociones Clandestinas tenía muchas más posibilidades
de ser un conjunto exitoso con Carmen Gloria. Con Yogui se puso oscuro,
si bien mantenía la calidad para que el disco (Abajo en la Costanera) fuera
especial. Y esa canción (‘Un nuevo baile’) funcionó muy bien. Pero el resto,
suenan como si intentara cantar canciones que ni siquiera habían sido es-
critas para él».

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En el mismo trabajo audiovisual de Berthelon, Yogui Alvarado se en-
carga de cerrar el círculo y terminar con las especulaciones del quiebre.
«Era bastante heavy, porque estaba la mitad del disco hecho. Había
que poner las voces… y por huevadas de pendejo, egos de pendejos y no sé
qué ego, si no le habíamos ganado a nadie. Recién estábamos haciendo un
disco. Hoy en día uno sabe que ante cualquier situación las cosas se con-
versan. Por pendejadas nos separamos de Carmen y Alejandro», enfatiza.
Durante la celebración de los 25 años de la publicación de Abajo en
la Costanera, Carmen Gloria volvió a cantar las canciones del grupo. En el
desaparecido local La Puerta Roja, la cantante coincidió con Yogui Alvara-
do y Mauricio Melo, además de músicos invitados para la ocasión.
Carmen Gloria Narváez: «Nos juntamos con unos cabros súper jóve-
nes que se consiguieron para la ocasión. Un baterista invitado, el Pollo viajó
del sur, Mauricio Melo y el Yogui. Fue súper buena onda, lo pasé súper bien.
Por lo que me comentaban, la gente quedó contenta, porque uno espera
que esté como más deteriorada, por lo menos en la voz, y me dijeron que
cantaba igual. Yo me la creí y después estuvimos en El Averno y un lugar
que se llama El Living, en Prat, en el Barrio Estación. También tocamos en
Santiago, en un bar de Santa Filomena. Estuvo buenísimo. Yo pensaba que
iban a ir solo parientes y amigos, gente conocida del grupo. No, para nada.
Había gente muy fanática de la banda y, particularmente, de la formación
original. Fue simpático».
Tras la salida de Emociones Clandestinas, los hermanos Narváez si-
guieron tocando juntos y fueron parte de, al menos, cuatro agrupaciones
diferentes, entre ellas, Veracruz y La Piel. La vocalista recordó que existe un
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registro casero de la última banda mencionada y, hasta hace un par de años,


participó en Vendetta, la banda de su hermano Alejandro. En la actualidad,
Carmen Gloria es vocalista del grupo Ropa Tendida.

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Carátula del emblemático LP Abajo en la Costanera.

La inspiración
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«Haciendo un poco de historia, sobre todo para uste-


des, sangre nueva, furiosa, roja, adolescente y latina.
Esta la escribí el ’82, le puse música el ’85, la grabé el
’86 y ustedes la conocen».
(Yogui durante el concierto de Los Tres del 12 de di-
ciembre de 1998 en Teatro Providencia, Santiago).

«Un nuevo baile» debe haber sido la quinta o sexta canción que Yogui es-
cribió en su vida, pero a diferencia de lo que le aconteció con otras de sus
creaciones, le costó dar con la música. La secuencia de acordes llegó a su
cabeza en una de sus caminatas por el Parque Ecuador, a los pies del cerro
Caracol, un lugar que llama «la extensión de mi patio».

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La letra de la canción surgió en Santiago cuando cursaba estudios de
técnico en Electrónica Industrial en Inacap, entre 1982 y 1984.
«Fue una etapa muy ‘brígida’, la peor del gobierno dictatorial. Había
toda una maquinaria con el objetivo de reprimir e instaurar el miedo en
la ciudadanía. No se podía hablar de ciertos temas, porque el soplón podía
ser cualquiera. Entonces, la gente aprendió muy bien, hasta el día de hoy,
a autorreprimirse, a no comentar, perdió la naturaleza de expresarse. En el
año ‘82, a raíz de toda esta observación que yo realizaba en mi medio estu-
diantil, en mi barrio o al interior del hogar, escribí la letra», relató.
No obstante lo anterior, Carmen Gloria Narváez recordó que Yogui le
contó una historia muy diferente sobre la canción. «Me dijo que estando en
el hospital, enfermo de alguna cosa, por mucho tiempo, escribió muchas
canciones y una de esas es ‘Un nuevo baile’. Estaba en esta situación de ais-
lamiento, afligido, muy mal de salud. No recuerdo lo que tenía. Mucha gente
lo hueviaba con que pasaban cosas y él no se enteraba de nada. El trató de
ironizar su situación, pero esa versión me la contó a mí», rememoró.
«Sí, hubo un tiempo que estuve re mal, casi un año, pero no. ‘Un nuevo
baile’ surge cuando yo me voy a estudiar a Santiago, a terminar mi carrera.
Ahí me fui a vivir a la casa de unos familiares muy cercanos, de amistad de
mi madre. Eso fue en Lo Barnechea, cuando era un pueblito muy rico, muy
campestre, muy agradable, no lo que es ahora. Ahí en el año ’82 la escribí.
Y como te comentaba hace un tiempo, a fines del ’84 o comienzos del ’85
le puse la música. Es el único tema que he escrito y compuesto con esa dis-
tancia, letra y música. Por lo general, sale todo junto», ratificó Alvarado, tras
las dudas.
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Antes del hit que marcaría un antes y un después en su carrera, Al-


varado había concluido otras obras como «Ponte a vivir», «Anímate», «No
me puedo acostumbrar», «Te tengo atrapada» y «Llamado de atención». De
hecho, las últimas dos fueron registradas, de forma independiente, antes de
Abajo en la Costanera, en el mismo estudio donde los emblemáticos Pino-
chet Boys grabaron «Botellas contra el pavimento» y «Música del general»,
los únicos audios que se conocen del cuarteto.
«Cuando íbamos llegando al estudio, muy temprano, tipo 8 de la ma-
ñana, venían saliendo los Pinochet Boys, porque habían grabado toda la no-
che. Fue curioso», contó Yogui.

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Otro dato, aunque obvio, alude a que «Un nuevo baile» surgió antes de
que Alvarado tuviera en mente formar una banda con el nombre Emocio-
nes Clandestinas, incluso, antes de Los Ilegales, el frustrado proyecto musi-
cal junto a Álvaro Henríquez y Titae Lindl.
«‘Un nuevo baile’ es ironía pura. Es un tema súper claustrofóbico. Nun-
ca le encontré la música como suele ocurrir. Yo, por lo general, hago el riff e
inmediatamente me va surgiendo la melodía o por dónde quiero que vaya
la línea vocal, porque yo soy amelódico. Si no me sale el texto junto con la
música, me sale la música junto con la línea vocal. En este caso fue muy
loco, porque escribí la letra y me demoré dos años en encontrar el riff, la
música, y toda esa secuencia de acordes que hoy se conoce».
Durante la grabación y mezcla del disco Abajo en la Costanera ocu-
rrieron ciertos «hitos» que, durante nuestras entrevistas, hicieron pensar a
Yogui en la particularidad de la canción. Lo anterior, por cierto, con poste-
rioridad a la salida de la vocalista original, quien antes de ser desvinculada
había grabado las voces de todas las canciones. «Después no sé si hubo mo-
dificaciones, porque, aunque tú no lo creas, nunca he escuchado Abajo en
la Costanera completo», aseguró Narváez.
«La grabación de ese disco se extendió por más de un año, en el Estu-
dio A, con (Alejandro) Caco Lyon produciendo: un amigo sabio, paciente y
muy positivo. Fue parcelado y bastante tortuoso. Empezamos con una tan-
da de temas y una formación, y acabamos con otra nada que ver, terminan-
do el disco a retazos, parchando todo lo mejor posible. En el proceso se fue
y entró gente, y se volvió a ir. Hay temas que grabamos completos como tres
veces, según mejorábamos en nuestras capacidades interpretativas. Cam-
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biamos de cantante principal. Grabamos con Los Prisioneros. Demoramos


un año en mezclar la mitad, y dos medias jornadas en terminar y mezclar
la otra mitad (risas). Debe de haber sido carísimo, no tengo idea», aportó el
baterista Iván Molina.
Así recordó Yogui el día que grabó la voz de «Un nuevo baile»:
«Teniendo toda la música grabada, me correspondía poner la voz. Lle-
gué al estudio A de Alejandro Lyon, tipo nueve o diez de la mañana, un día
X. Estábamos los dos. Él enciende las máquinas, en ese tiempo todas análo-
gas. Entro al estudio, empiezo a calentar la voz, ensayo un poco. Me pregun-
ta si estoy listo. Digo que sí. Interpreto el tema, termino y Alejandro me dice:

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‘Listo, está perfecto. No hay nada más que hacer. Yogui te felicito’. ‘¿En serio?’
Pregunté. ‘Está extraordinario. No hay nada que hacer’, respondió. Una sola
de toma de voz y nada más. Con otros temas como ‘Radio clandestina’ tuve
problemas. En ‘Te tengo atrapada’, que es muy sencilla, había una parte que
me mosqueaba. Además, siempre se hacen varias tomas para poder lograr
una buena intención, un buen temple en la voz, una buena impostación y
vocalización. Y aquí fue la primera toma, que se suponía era la de prueba».
Alejandro Caco Lyon: «El proceso (de grabación) fue muy positivo y
me acuerdo de haberlo pasado muy bien grabando este disco. El grupo era
entregado a lo que hacía y se logró una interacción con ellos que, hasta hoy,
la recuerdo como muy productiva. Incluso, toqué y canté en unas cancio-
nes (‘Un nuevo baile’ y ‘Te tengo atrapada’). Todos los que tocaban tenían
actitudes positivas y de frescura musical. Sin esos condimentos, el disco no
se recordaría hoy como se hace. Un agradecimiento a Emociones Clandes-
tinas, en especial, a Yogui. ¿Mi opinión de ‘Un nuevo baile’? La canción ha
pasado a ser de culto, el tiempo lo confirma. Es Yogui y sus camaradas quie-
nes tienen que hablar por ella, yo solo la grabé, el crédito es para ellos».
Los hitos suman y siguen.
Tras el proceso de mezcla, un día viernes, Emociones Clandestinas de-
bía concurrir al Estadio Chile. Tocarían junto a Nadie, Aterrizaje Forzoso,
Bandhada y Aparato Raro. Yogui Alvarado relató:
«Llevé una copia en casete para ir escuchando en el vehículo que nos
transportaba. Llegamos a un estacionamiento privado del estadio y en el
patio estaba Mauricio Guerrero, baterista de Aparato Raro, fumando un ci-
garro. Yo tenía muy buena química, buena relación con él. Lo llamé y le dije:
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‘Mauricio, aquí está el pan recién salido del horno, dame tu opinión’. En ese
tiempo, ya era muy capo, tenía muy buen oído como productor musical. Era
estudiante de Ingeniería en Sonido…»

Lo respetabas…

«Claro, yo consideraba y respetaba bastante su opinión. Coloqué play al ra-


diocasete del vehículo, cerramos la puerta y escuchamos el tema en silen-
cio, los dos. Termina la canción, me da la mano y me dice: ‘Yogui, te lo doy
firmado, has escrito un clásico. Este tema se va a transformar en un clásico

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Single de «Un nuevo baile», editado por EMI.

de la música chilena. Te pasaste. Vanguardia, sátira, producción, originali-


dad, acuérdate’. Me lo dijo en ese momento. Bueno, hoy Mauricio, no por
nada, trabaja en New York con Humberto Gatica, gran ingeniero en sonido,
junto a Phil Collins y otros grandes de la música. Ese fue otro hito en la his-
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toria de esta canción».

¿«Un nuevo baile» fue el single del disco?

«Mira, es muy curioso. Tú diste en el clavo con hacer la historia o la crónica


de «Un nuevo baile», porque tiene una historia propia y paralela a la ban-
da. Cuando decidimos lanzar el single, optamos por «Te tengo atrapada»,
porque ya estaba probada, porque fue la canción que nos abrió el camino
en Concepción y Santiago. Era nuestro hit. Sacamos en vinilo, 45 RPM, el
single que se repartía de forma promocional en las radios. La cara A era ‘Te

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tengo atrapada’, y la cara B, la despreciada, era ‘Un nuevo baile’. Muy típico
en la historia de la música. Es así como lo programadores radiales empiezan
a tocar ‘Te tengo atrapada’, pero un día lo dan vuelta y: ‘oh, esto está mucho
mejor’. Así empiezan a programar ‘Un nuevo baile’».

¿Y te sorprendió que, pensando en otro tema como single, haya empeza-


do a sonar «Un nuevo baile»?

«Por supuesto que sorprende, pero no es raro. Como te decía antes, en la


historia del rock mundial hay miles de ejemplos. Hay muchas megas estre-
llas del pop mundial que han gastado una brutalidad de dinero en la pro-
ducción de un single, en el video, en meter forzosamente una canción en el
mercado, y no funcionan».
Iván Molina: «Yo tengo el recuerdo completamente opuesto. A todos
nos sorprendió ese tema, era raro, pero muy atractivo, y nos recordaba
‘Radio Clash’, que también fue un single. Al menos yo quise hacer algo así
con la batería. Yogui siempre decía que todos los que lo escuchaban como
que quedaban sorprendidos, y eso recuerdo yo también. Me acuerdo que
le mostramos una premezcla a Mauricio Guerrero, que era el batero de los
Aparato Raro, y decía ‘¡huevón, ese tema la va a romper!’. Era un single muy
obvio, y así lo veíamos todos. Era raro, pegajoso, con una letra que era fácil
de recordar y que se repetía, y una progresión de acordes muy rebuscada,
pero interesante, sobre un ritmo muy repetitivo y simple».
Mauricio Melo: «‘Un nuevo baile’ es un emblema, para qué estamos
con cosas… ¿Si pensé que la canción envejecería tan bien? No, jamás. O sea,
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me gustaba mucho el tema. Me acuerdo que cuando lo escuché por prime-


ra vez como que no tenía nada que ver con el resto del disco, que era más
punketa. Claro, con el tiempo agarró mucha fuerza. Es interesante, porque
tiene tres notas, que se van alternando. Es rarísimo. De hecho, al comienzo
me costaba mucho tocarlo, a todos. Después me di cuenta que no tenía que
pensarlo, salía mejor así».
Claudio Narea: «Me gusta. Pero, más que la canción, me gusta los Emo-
ciones. La canción la encuentro curiosa, extraña, de verdad. Nunca he sabi-
do qué acordes toca. No sé mucho de la canción... (En el video) aparece el
Vicente Vargas, el pelirrojo. Él fue el que diseñó el primer casete de La voz

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de los ’80. ¿El disco? Bueno, no lo escucho hace mucho tiempo. Lo tengo,
pero cuando lo escuchaba me gustaba. Es que ellos me caían bien, súper
bien. Uno se encariña con los grupos de amigos, y la música que hacían
también me gustaba, aunque no los veo hace mucho tiempo».
Yogui aseguró que al terminar el proceso de mezcla del disco, conocie-
ron a María Paz Marambio, realizadora audiovisual que venía llegando de
Estados Unidos, quien al recopilar cierta información sobre lo que acontecía
con el fenómeno rock pop de los ’80 en Chile, mostró interés en dos agrupa-
ciones Electrodomésticos y Emociones Clandestinas. Con ella, tras las cáma-
ras, se rodó el video que, en la actualidad, es casi una pieza de culto.
El trabajo, que intentaba replicar el estilo glam que entonces populari-
zaban artistas como David Bowie, incluyó tres locaciones, entre ellas, la es-
quina de avenida Providencia con Salvador, lugar de la emblemática toma
donde el dependiente de un quiosco sostiene el periódico El Penquista con
el titular Emociones Clandestinas. En el video, tal como lo mencionó Clau-
dio Narea, aparece Vicente Bicho Vargas, amigo de Los Prisioneros, el mis-
mo que es mencionado en la canción «Rock on the Rocks» del trío (Ni por
la razón, ni por la fuerza. EMI, 1996).
«Tengo mala memoria para hechos puntuales. Creo que en ese mo-
mento no le daba importancia a lo que estaba sucediendo. En realidad, uno
es cabro, hace canciones y está preocupado de eso. Yo hago música porque
me gusta, no porque me estaba proyectando a ser un clásico para la historia
de la música chilena (…). A todos nos encantó el resultado (del video). Hay
gente que lo encontró horrible. Claro, si uno lo ve hoy y lo comparas con los
videos que se hacen en la actualidad, por supuesto, que te puede parecer
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horrible, pero estamos hablando de uno de los videos más revolucionarios


del momento. El más arriesgado y experimental de la época», relató Yogui.
Carlos Fonseca: «Fue el único video que hicieron. Después sacamos
otros singles. Tal vez, por un tema de promoción previa, tiramos otra can-
ción antes. Pero el single potente, así cuando sacamos el disco, fue ‘Un nue-
vo baile’. Puede que ‘Te tengo atrapada’ haya sonado antes en Radio Galaxia
(…). Me acuerdo cuando grabamos el video. Vicente Vargas, el actor colorín
que sale ahí, era mi mejor amigo en esa época, y la chica que hizo el video
venía de trabajar en Estados Unidos. Venía con todo un concepto estético
bien interesante. O sea, el video es bien básico en algunos aspectos, pero

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también tienen cosas que para la época eran fuera de serie, como el quios-
quero que sale con el diario. Hacer ese montaje no era habitual. Nadie se lo
imaginaba así. Era una fotocopia».

Versiones

Tras el arrollador éxito del disco Unplugged (1996) y la edición de los dis-
cos La Yein Fonda (1996), Fome (1997) y Peineta (1998), todos bajo eti-
queta Sony Music, Los Tres lanzaron un box set con los discos que, hasta
entonces, habían grabado en estudio.
El conjunto de CD’s remasterizados, que fueron comercializados en
una caja blanca e incluía un pequeño libro con comentarios de los traba-
jos, a cargo del periodista Iván Valenzuela, fue la excusa para que el cuar-
teto brindara, en diciembre de 1998, una serie de conciertos en el Teatro
Providencia bajo el título «Los Tres te dan como caja». Durante tres noches
consecutivas la banda liderada por Álvaro Henríquez no solo llenó el re-
cinto de público, sino también el escenario dispuesto para la ocasión, con
un considerable número de músicos invitados, entre ellos, el percusionista
Pedro Greene, el líder de Electrodomésticos, Carlos Cabezas, integrantes de
Los Jaivas, y, por cierto, Yogui.
«Y ahora, desde el corazón de la Octava Región, Concepción. Vamos
a invitar a este escenario a un gran amigo nuestro y también admirado
por nosotros desde muy pequeños, desde temprana edad, muy temprana
edad… Se llama Yogui, pero le dicen Jorge Alvarado», dijo esa noche, con
cierto grado de picardía e ironía, el cantante y principal compositor de Los
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Tres. La presentación de Yogui se produjo antes de interpretar ‘Cajitas rec-


tangulares’ y ‘Un nuevo baile’, incluidas en el disco Abajo en la Costanera.
Esa fue la primera vez que la banda más importante del rock pop chi-
leno de los ’90 interpretó en vivo el hit de Emociones Clandestinas. A partir
de ese momento, «Un nuevo baile» pasaría a formar parte del repertorio del
grupo, al menos por un tiempo, antes de «su receso indefinido». De hecho,
grabaron el tema en los estudios de Radio Rock & Pop, para el emblemático
segmento Raras Tocatas Nuevas, en la navidad de 1998.
«Tocábamos la canción porque la encontrábamos genial. ¿La reacción
de la gente? En general era buena. Desde mi punto de vista, la gente nunca

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Formación de Emociones Clandestinas en 1987, en Penco (Foto de Kiko Fierro).

se olvidó de ese tema. Creo que quienes estaban viendo a Los Tres sabían
exactamente lo que estábamos tocando, no recuerdo que alguien hubiera
preguntado qué canción era. Al contrario, nos decían: ‘Un nuevo baile’, que
buena onda, hace tiempo que no escuchaba ese tema. En especial, la gente
de la radio, porque estábamos bien conectados con la Rock & Pop. Sería
muy pretencioso arrogarse ese crédito, ya tengo suficiente con ‘Quién es la
que viene allí’ (risas). Bien por Yogui», comentó Francisco Pancho Molina,
exbaterista de Los Tres.
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Molina, quien en 2014 consolidó el proyecto M.A.L., junto a Yogui y al


guitarrista Sebastián Larrea, recordó que Álvaro Henríquez era uno de los
que más disfrutaba con la canción, la que, en su opinión, «tiene esa mezcla
exacta que le gusta a los santiaguinos, de rock and roll con el new wave».
Destacó, además, la figura de su colega Iván Molina en la ejecución. «Lo en-
cuentro un genio, independiente del riff de la guitarra. Me encantaría que se
me haya ocurrido a mí esa hueá. Eso es genialidad».
El periodista y conductor de televisión Sergio Lagos recordó el rescate
que Los Tres hicieron de la canción (a estas alturas, un himno generacio-
nal).

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«En general, la obra de Yogui ha quedado eclipsada por el baile. Eso,
por una parte, es fantástico, pues hasta el día de hoy tiene reconocimien-
to, participa de todos los eventos de los ’80 y se reversiona. Los Tres, por
ejemplo, lo incorporaron como parte de su repertorio por mucho tiempo,
aunque la canción hubiera seguido siendo lo que es con o sin (...) Los Tres.
Yo encuentro que la canción ya era un hit, por eso la tocaron, como tocan
alguna del Buddy (Richard). Son canciones gloriosas en sí mismas», relató
Lagos, quien en su faceta de músico también ha versionado el tema y, en
más de una oportunidad, con Yogui como invitado.
Lagos profesa una profunda admiración por el líder de Emociones
Clandestinas. «Creo que Yogui Alvarado y Abajo en la Costanera hablan
de un movimiento del que aún no se ha escrito ni profundizado. El espacio
nuevo que se instala en la agenda artística, cultural y política, a través de la
new wave, como concepto estético, que tuvo en Concepción a los exponen-
tes musicales más fuertes y en Santiago a los exponentes plásticos más po-
tentes. Y, tal vez, como fenómeno social, en términos de espacios, permitió
que la gente se reuniera en Matucana, por ejemplo. Pero en Concepción,
Yogui y Abajo en la Costanera, siento, es el mejor producto artístico ligado
a ese mundo. Ojo, Pinochet Boys nunca editaron un disco sólido, si bien
tienen algunas grabaciones que están dando vuelta. Los Dadá para qué ha-
blar, no alcanzaron siquiera a tener una grabación. Los Prisioneros es otro
mundo, otra dimensión», comentó Lagos.
Entre las versiones conocidas, la de Los Tres siempre fue fiel a la ori-
ginal. Distinta es la mezcla realizada por Jorge González, y el connotado DJ
chileno, radicado en Europa, Ricardo Villalobos, para el disco de Los Upda-
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tes (2007) el dúo electrónico compuesto por González y su ex pareja Loreto


Otero.
«Se convirtió en un hit impresionante en Europa. Incluso, en Japón
tuvo sus coletazos. No sé en qué nivel. Pero lo digo porque Jorge (Gonzá-
lez) me envió un video con japoneses cantando ‘Un nuevo baile’ en Tokio
y eso es impresionante (…). Hace unos meses, otro gran amigo, que vive
en Liverpool, Panchito (Francisco Tapia) de Adictos al Ruido estuvo con
Jorge González en Londres, donde fue a tocar con Los Updates. Replicó en
la página de Adictos al Ruido que había estado cantando ‘Un nuevo baile’,
con todos los londinenses», relató Yogui.

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Así como Los Tres se pasearon por México cantando el tema, otra ban-
da penquista, Kayros, hizo lo propio durante una minigira por Argentina.
La historia del tema, no obstante, da para más. Por ejemplo, inspiró
una composición conjunta entre el mencionado González y Álvaro Hen-
ríquez. En Mi destino: Confesiones de una estrella de rock (Alerce, 1999),
el tercer disco solista del sanmiguelino, aparece «El viejo que baila el nuevo
estilo de baile», una particular radiografía de Concepción y alrededores. La
canción incluyó a otro célebre músico: Carlos Cabezas, líder de Electrodo-
mésticos. «Me reí mucho. La verdad es que hasta el día de hoy no he habla-
do con ninguno de ellos respecto a cómo surgió eso, curiosamente (risas)»,
confidenció Alvarado.

Tú manifiestas que no tuviste ninguna otra intención que hacer una


buena canción. Pero a la luz de todo lo acontecido, ¿qué te pasa?, ¿qué
sensaciones te genera el logro de una canción que traspasó a la propia
banda?

«A mí en realidad me da risa. A raíz de toda esta sucesión de acontecimien-


tos, se transforma en un ente con vida propia, más allá de la banda y de su
compositor. Tomó un camino propio. Es como un hijo descarriado y mal
agradecido. Es raro que mucha gente que escucha ‘Un nuevo baile’ no diga:
‘ah, Emociones Clandestinas’. Cuando suena ‘El baile de los que sobran’, to-
dos saben que son Los Prisioneros. Hasta el día de hoy muchos piensan
que ‘Un nuevo baile’ es de un grupo español o argentino. Es muy curioso.
Tanto así que el tema ha salido a recorrer el mundo y no la banda ni su
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compositor».
De todas las versiones y homenajes que se han hecho de la canción,
quizás, la más extraña de todas, es la realizada para un comercial. «Ha salido
un nuevo estilo de compra» reza la frase de la publicidad que, durante 2003,
fue emitida por distintos canales de TV. El producto buscaba masificar Re-
dCompra, un sistema de pago, vía transacción, con una tarjeta de débito
bancaria.
RedCompra es de la empresa Transbank, fundada en 1989, bajo el
alero de siete bancos que formaron la Sociedad Interbancaria Administra-
dora de Tarjetas de Crédito S.A. En medio de la realización de este escrito,

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Carmen Gloria Narváez recordó el comercial y la utilización de la canción,
que no es de su completo agrado. En su opinión, la publicidad contribuyó a
perpetuar la canción en el inconsciente colectivo.
Carmen Gloria: «La canción se conoce hasta el día de hoy, porque se
masificó por un comercial. No tengo otra explicación. Tiene una letra inte-
resante, pero no te va a dejar marcada para toda la vida. Creo que su gracia
es que tiene un ritmo muy sencillo, llevado hasta el hartazgo. Y lo segundo,
la cajita rectangular, si la televisión penetra y tú lo metes en un comercial,
que lo ven millones y, además, es boom porque le cambió el estilo de vida
a muchas personas, que ya no necesitó plata, sino solo RedCompra… Fue
súper estratégico utilizarlo en el comercial».
Al ser consultado, Yogui recordó cómo fue que le solicitaron los dere-
chos de autor de la canción, no solo para RedCompra, sino también para
una conocida marca de automóviles. Este es el extracto de esa conversa-
ción:

Dialogando con Carmen Gloria, recordamos un comercial de RedCom-


pra musicalizado con «Un nuevo baile» que, me imagino, también con-
tribuyó a la masividad de la canción.

«Sí, claramente. Tú sabes, todo suma. Eso fue para RedCompra. Primero que
nada, para mí fue una tremenda sorpresa que me llamaran para pedirme los
derechos de ese tema, porque, además, va en contra de mis principios. El
tema es el siguiente: coloqué todo en la balanza, más allá de las lucas, porque
a todos nos sirven las lucas, sobre todo a los músicos chilenos y de provincia
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(risas). Pero siempre evalúo si está dentro de mis criterios. Desde ese punto
de vista, he rechazado muchas otras ofertas de solicitudes de ocupación de
mi música, para todo tipo de proyectos o situaciones.
«En este caso, lo principal era que la canción iba a volver al tapete, si
bien había estado sonando todos estos años. Y me llamó la atención, por-
que esta empresa publicitaria la selecciona porque considera que estaba
inmersa en el subconsciente de la ciudadanía. En eso se basaron. Me llama-
ron, me pagaron muy bien, y fue en el momento preciso, porque fue a fin de
año, mejor no me podía caer. Eran pétalos de rosa desde el cielo».

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¿No te arrepientes de eso? Te lo pregunto, a propósito de eso que men-
cionaste, los principios.

«No, no me arrepiento, porque se trata de un sistema para manejar tu dine-


ro, no para sacarle plata a la gente. Si bien tú pagas un mínimo de manten-
ción, no era para que el ciudadano se encalillara con un préstamo, por ejem-
plo. Era solo para que te manejaras con dinero plástico. Y si no lo hacía yo, lo
iba a hacer cualquiera. La tarjeta iba a salir al mercado igual. Simplemente
te estaban diciendo que había un nuevo sistema para manejar tu dinero.
Ahora, tú verás qué uso le das, porque en ese tiempo era solo para hacer
transacciones, hoy puedes pedir adelantos.
«Después me pidieron (los derechos de la canción), en enero de 2011,
cuando Peugeot lanzó su nueva camioneta utilitaria. Ahí, la idea era que cada
tiempo sale un nuevo tipo de modelo. Ellos también fueron muy decentes con
el pago, cosa que no ha sucedido con colegas artistas, como directores de cine,
que me han pedido distintos temas y los he rechazado porque ha sido una
falta de respeto la propuesta. Es ridículo. Muchas veces me han dicho si les
puedo prestar una canción para sus películas, sabiendo que mueven tonela-
das de millones. Tú sabes que el Consejo del Arte y la Cultura donde más lucas
ha puesto es en el cine, son los proyectos mejor financiados».
Pablo Berthelon, realizador del documental Mi nuevo estilo de bai-
le, difiere respecto del aporte de la publicidad. En su opinión, la canción
compuesta por Alvarado ya era conocida, «y esa es la razón por la que una
empresa de publicidad manifiesta su interés en ella».
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Cierre y homenaje

Tras la edición de Abajo en la Costanera, Emociones Clandestinas co-


menzó a trabajar en un segundo material discográfico que nunca vio la luz.
Incluso Yogui, junto a Francisco Pollo Muñoz (guitarra), Mauricio Melo
(bajo) e Iván Molina (batería) se tomaron fotografías, gentileza de Juan Sa-
avedra (sí, el mismo que diseñó el emblemático afiche de Los Prisioneros y
Los Ilegales, para la tocata de octubre de 1984), pensando en la edición del
trabajo, que se llamaría Beat.

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Junto con el retorno de la democracia, la realidad de los sellos comen-
zó a cambiar. Muchos de ellos, transnacionales, bajaron la cortina, según
reflexión de Yogui por la incertidumbre que generaba en el empresariado
de la industria musical el triunfo de la Concertación, tras el plebiscito de
1988. Ese fue el destino de EMI, casa disquera con la cual Emociones Clan-
destinas había firmado un contrato para la edición de tres discos.
«El disco quedó ciento por ciento compuesto. En el documental (de
Pablo Berthelon), aparecen muchos temas del segundo disco. Cuando se
están pasando los créditos, por ejemplo, suena uno de los grandes temas de
ese disco que es ‘Y no te veré’. ¿Por qué no se editó? Porque EMI cerró (…).
Varios alcanzamos a hacer un solo disco», recordó Yogui.
Mauricio Melo: «Cuando yo entré a Emociones era como la banda que
estaba pasada de moda, o sea, la habían hecho dos años antes y había pa-
sado la vieja. Perdimos muchas tocatas. Hubo muchas tocatas, además, por
la elección (presidencial), cuando salió (Patricio) Aylwin. Recuerdo haber
estado en una concentración en Los Carrera, habría como seis mil perso-
nas. De repente, Yogui se peleó con alguien y nos dijo: ‘¡Bájense!’. Ese tipo
de pérdida de tiempo no fue bien manejado. A nadie le interesaba mucho
Emociones. Veníamos con una propuesta nueva, con un look nuevo. Bueno,
me significó peleas en la casa (…). Creo que tocamos unas tres veces. Una
fue en la Universidad del Bío-Bío, otra en Mulchén, en una actividad que iba
a ser poco menos que Woodstock. De hecho, le pusieron al concierto ‘La
Última Emoción de la Década’, porque fue el 29 o 30 de diciembre del ’89
y llegaron cien personas al Estadio de Mulchén. Después de todo eso me
desilusioné».
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Emociones Clandestinas desaparece por un tiempo, período en el cual


el líder de la banda estuvo involucrado en proyectos mineros, específica-
mente, en el salar de Atacama.
El retorno de la agrupación demoraría un tiempo, y se produciría en
pleno apogeo de la música de Los Tres, quienes habían dado a conocer al
país «el sonido de Conce», y del local Cariño Malo, que «desde el principio
fue planteado como un lugar de muestra para todos los pintores, escultores
y músicos de la ciudad. Ellos le dieron un cuerpo estético y eso le dio al lugar
cierto espíritu, un alma nocturna. Lo hicimos sin ninguna pretensión y sin
imaginar que iba a llegar a ser un hito, no solo en la ciudad sino a nivel na-

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Parte de la sesión de fotos para el sucesor de Abajo en la Costanera, que nunca fue editado
(Foto Juan Saavedra).

cional», escribió su propietario, Germán Estrada, en un capítulo del libro de


Enrique Symns y Vera Land, Los Tres: La última canción (Aguilar, 2002).
En el Cariño Malo, que funcionó entre abril de 1996 y el verano de
1999, se realizó el concierto tributo u homenaje que, probablemente, haya
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desencadenado el retorno definitivo de Emociones Clandestinas. Fue el


viernes 24 y sábado 25 de abril de 1998, en medio de una fiesta «catártica
y nostálgica», como tituló el periodista Rodrigo Pincheira en la edición del
domingo 26 de diario El Sur.
«El regreso del grupo penquista resultó en una desordenada e histórica
conjunción de nueve de los nombres más importantes del rock nacional.
Integrantes de Los Prisioneros, Los Tres y Electrodomésticos acompañaron
a Emociones Clandestinas en el recuerdo de sus antiguos temas, ante cen-
tenares de enfervorizados asistentes», escribió, el domingo 26 de abril de
ese año, la periodista Marisol García para diario El Mercurio.

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La idea surgió de un grupo de bandas penquistas que, pese a tener es-
tilos musicales diferentes (desde el punk al progresivo), coincidían en su
gusto por el disco Abajo en la Costanera. Agrupados en Submundo Pro-
ducciones, Lovecraft, Anastazia, Chupilca y Pegotes, tras conseguir la venia
de Germán Estrada, contactaron a Yogui, quien, fascinado con la idea, hizo
lo propio con algunos de sus antiguos compañeros para revisitar las can-
ciones clásicas del disco: Rodrigo Bazán (bajo), Pollo Muñoz (guitarra líder,
entonces integrante de Machuca) e Iván Molina (batería).
Las agrupaciones gestoras de la iniciativa, en tanto, versionarían en su
estilo dos o tres canciones del combo homenajeado. Anastazia, por ejem-
plo, ejecutó una peculiar versión de «Maldolor», posible de encontrar en el
canal de videos Youtube.
Estando en Santiago, y en medio de informales conversaciones con Ál-
varo Henríquez, primero, y Jorge González, después, Yogui recordó cómo la
tocata poco a poco comenzó a crecer como una bola de nieve. «Le comento
a Álvaro del tributo y me dice, entusiasmado, que quiere participar. Yo, pen-
sé, ‘la raja’. Luego, le dije a Jorge González, y ocurrió lo mismo: ‘yo quiero
estar’. Todos mis colegas de aquella época querían venir. Yo les expliqué que
se trataba de un homenaje de bandas de Concepción y que tenía que pre-
guntarles, a ver qué pasaba. Lo primero que les dije, en todo caso, es que no
había dinero. ‘¿Y quién está cobrando?’, me dijeron. Recuerdo que González
me dijo: ‘consulta si podemos ir y, de mi parte, hay una sola condición’. Si
las bandas jóvenes aceptaban, la condición era almorzar en mi casa, con la
cazuela que mi vieja siempre les hizo cuando los recibió (risas)», aseguró.
«Fue medio suicida venir, todos hemos tenido días muy ocupados. Pero
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había que estar. El Yogui es un compositor excepcional, alguien que siempre


estuvo adelantado», manifestó Jorge González el día de la presentación.
Alvarado recuerda, además, dos situaciones, en su opinión, anecdóti-
cas. Primero, que el concierto homenaje se realizó un día después del debut,
en Santiago, de la afamada banda rock pop escocesa Primal Scream. «To-
dos los que llegaron de Santiago hablaban de ese concierto», rememoró.
Y, segundo, la gran difusión que los diarios nacionales dieron a la «Cumbre
Rockera», según la publicación de El Mercurio, el mismo día del evento.
En efecto, la presentación tuvo una muy buena cobertura mediática,
tanto que el medio antes citado no solo anunció el evento en un tercio de

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página, sino además envió a la periodista Marisol García, quien a su retorno
a Santiago tuvo un importante espacio para relatar lo reporteado.
«La primera de las que –se dijo– serían las dos únicas noches de re-
greso de Emociones Clandestinas al trabajo en vivo, terminó como debía,
con todos los invitados dando forma improvisada a ‘Un nuevo baile’, el tema
más difundido de su discografía. El abrazo final de los nueve participantes
en el show selló una noche de peso sobre todo simbólico y, quizá, introduc-
toria para nuevas alianzas futuras», escribió la profesional.
Además de los mencionados antes, estuvieron en el tributo Miguel Ta-
pia, exbaterista de Los Prisioneros; Roberto Titae Lindl, bajista y contraba-
jista de Los Tres; y Carlos Cabezas, de Electrodomésticos.
Tras el retorno de Emociones, que sigue «en ruta», los homenajes no
terminaron y, uno de ellos, el documental de Berthelon, incluso fue premia-
do en el Festival Internacional de Cine del Bío Bío, en 2013.
Pablo Berthelon: «En 2002, más o menos, conocí a Yogui. Estábamos
trabajando en una fonda rock y contratamos a Emociones Clandestinas. Hi-
cimos buenas migas, y hasta el día de hoy somos buenos amigos. La idea
de realizar el documental surgió en 2004 y pasó mucho tiempo para que se
concretara. De hecho, nos pusimos a trabajar en 2010. Fue después del te-
rremoto. Lo recuerdo, porque al menos en mi caso, me dejó parado en unas
pegas que estaba realizando y me dio la posibilidad de trabajar en otras co-
sas, como el documental. Fue el momento clave para ponernos a trabajar
en serio (…). En 1987, cuando salió el tema, yo tenía doce años. La banda es
un referente para mí. ‘Un nuevo baile’ es la canción que más sonaba en ese
momento, y nunca paró de sonar. Creo que la gracia del tema es que salió y
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siguió sonando siempre».


Si bien los nombres de sus integrantes han ido variando con el paso de
los años, Jorge Yogui Alvarado sigue, hasta el día hoy, liderando a Emocio-
nes Clandestinas. De hecho, al concluir la redacción de estas líneas, la ban-
da integrada, además, por Mauricio Melo (bajo), Sebastián Lara (guitarra)
y Joaquín Cárcamo (batería), se encontraba registrando su segundo trabajo
discográfico (que incluyó la participación de Ignacio Nacho Mora de Ka-
yros y Mauricio Durán de Los Bunkers), y ya había presentado cuatro can-
ciones nuevas: «El árbol», «Malpaso», «Extraña sensación» y «En la cima».

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Publicación de El Mercurio catalogando el homenaje a Emociones Clandestinas como una


Cumbre Rockera.

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Sonar bien:
El «desenchufado» en Miami
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«Vamos a dar qué hablar ene; el grupo es excelente,
estamos sonando bien, no tenemos reparos en decirlo.
Nos hemos preocupado porque esto funcione y ahora
nuestra única dedicación es trabajar, trabajar… Y yo
creo que nos van a pescar».
(Álvaro Henríquez, revista La Paja Nº 2, mayo, 1988).

«
H abíamos ensayado durante un mes y cuando salimos del escena-
rio, la gente de MTV nos dijo que había quedado la raja. Yo no quería
hacer un show ganador, no quería que fuéramos el grupo simpaticón de
Chile y además buenos músicos, quería que fuéramos primero buenos mú-
sicos».
La anterior es una declaración del guitarrista, compositor y líder de Los
Tres, Álvaro Henríquez que, según el libro Los Tres: La última canción (En-
rique Symns y Vera Land, Aguilar, 2002), la pronunció a diario La Tercera,
días después del show que el cuarteto grabó para la cadena de televisión
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MTV, en Miami.
Salvo por el hecho de retratar el efecto que generó en la audiencia, la
obra biográfica, no autorizada, no alude al concierto acústico en detalle. Lo
anterior, pese a que, si bien es cierto no fue el primero del grupo en ese for-
mato, fue clave para el éxito y masividad que logró la banda nacida en Con-
cepción, sobre todo en nuestro país.
Antes, en 1993, registraron una presentación para el suplemento Zona
de Contacto de El Mercurio. El espectáculo, montado en la Estación Ma-
pocho, fue transmitido por RTU Televisión (hoy Chilevisión), y entre las
canciones que formaron parte del repertorio destacaron «Be Bop a Lula»

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de Gene Vincent y la pieza acústico-sinfónica «El sueño de la hora más os-
cura», editada en el segundo trabajo discográfico de la banda, Se remata el
siglo (Sony Music, 1993).
En junio de 1994 grabaron, junto a Roberto Parra, una performance
en la sala SCD, en Santiago. Durante tres noches, la agrupación compar-
tió escena con el mayor exponente de las cuecas choras y mentor del jazz
huachaca. Con posterioridad, el material formaría parte de Peineta (Sony
Music), álbum considerado de culto y que fue editado en 1998.
Las presentaciones mencionadas se conocen pues existen registros de
ellas, pero es probable que la banda haya realizado muchas más tocatas con
la guitarra de palo como protagonista. «Ellos se habían preparado mucho
tiempo, porque en Chile ya estaban haciendo eso de tocar desenchufado»,
manifestó el comunicador especializado en música Alfredo Lewin, ex pro-
gramador musical (VJ) de MTV y uno de los pocos protagonistas de esta
historia que accedió a ser entrevistado.
Tras el show para la cadena de televisión norteamericana, vino el Festival
de Viña del Mar, en 1996; la aparición del disco Unplugged, que en menos de
tres de meses vendió 65 mil copias; la presentación en sociedad del trabajo, en
julio del mismo año, con cinco conciertos a tablero vuelto en el Teatro Califor-
nia (actual Municipal de Ñuñoa), con la presencia de once músicos invitados
y que se conoció con el particular nombre de «Los Tres, Unplugged: Pescado
Frito Bailable c/combinado $2.50»; la creación de la Yein Fonda, que no solo
instaló una marca para las festividades patrias, también permitió al grupo co-
dearse con figuras como Pepe Fuentes, María Ester Zamora, Lalo Parra, Rafael
Berríos, entre otros; y finalmente, la edición de Fome (Sony Music, 1997) bajo
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la supervisión del ingeniero norteamericano Joe Blayne, a quien conocieron,


justamente, durante la grabación del «desenchufado».
«Sentí que hicimos un gran disco de estudio con Fome. Lo grabamos
y mezclamos en 22 días. He recibido muchos elogios por este disco, inclu-
so, hasta el día de hoy. Fue una experiencia agridulce, ya que la mayoría
del público que compró el Unplugged, no hizo lo propio con Fome. Luego,
nos juntamos para el siguiente disco, La sangre en el cuerpo (Sony Music,
1999). Entonces, la química de la banda no era la misma. Aunque me gustan
algunas canciones que hicimos en cada álbum, creo que Fome es lejos el
mejor», comentó Blayne.

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Portada del disco grabado en septiembre de 1995 en Miami.

El trabajo de tapa roja es, para la mayoría de sus fanáticos y la prensa


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especializada, el disco más importante en la carrera de la banda. Y así lo


han manifestado, incluso, sus propios integrantes. «Creo que es el epítome,
el zumo de Los Tres. No es el jugo, es el extracto de nuestra música. Creo
que es un disco muy coherente y bien fuerte también en términos de letras
y contenidos. Es bastante más oscuro que los otros. Lo veo como que corrió
sangre, es un disco fuerte. Debe ser el favorito, no solamente mío, sino de
varios», dijo, por ejemplo, Álvaro Henríquez en una entrevista a la revista
Rolling Stone, Chile, en junio de 2008.
Todo lo anterior sustenta por sí solo la importancia del acústico en
Miami. Además, junto con las ventas y el hecho de lograr imponer en los

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medios de comunicación de masas la banda sonora de los burdeles, de las
cantinas; la historia del Unplugged de Los Tres tiene una serie de condi-
mentos que se relacionan también con su propia biografía, y la de otros in-
signes artistas populares en Chile como Roberto Parra (obvio) y el drama-
turgo Andrés Pérez, el hombre detrás de La Negra Ester.
Nota: El presente escrito, aunque contiene variadas opiniones, his-
torias (paralelas) e informaciones de prensa (diarios, revistas y documen-
tales), se basa, principalmente, en testimonios de dos músicos que fueron
parte de la presentación, el baterista y miembro original de la banda, Fran-
cisco Molina y el multiinstrumentista Guillermo Cuti Aste y dos testigos
privilegiados de la misma, el ex conductor de MTV Alfredo Lewin y el perio-
dista David Ponce.

Mitos y certezas

«La primera vez que vi a Los Tres fue en una tocata que organizó (Ricardo)
Mahnke en el Lord Cochrane, en el Gimnasio. Tocaron Los Cuatro Amigos
del Doctor, Emociones Clandestinas y Los Tres. Los Tres tocaban entre me-
dio. Los Cuatro… sonaban muy mal, era un período inicial. Estaba Claudio
Gallegos en teclados, y todavía estaba (Mauricio) Melo, pero sonaron como
el forro. Después tocaron Los Tres. Me acuerdo que se cortó la luz. Luego,
empezó a sonar una guitarra muy limpia, rockabilly. Era Álvaro (Henríquez)
que empezó a tocar desde la oscuridad del backstage. Subió tocando, de re-
pente, se suben las luces, y estaban todos vestidos como en los años ’50. No
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estaba Titae (Lindl), que estudiaba contrabajo en Austria. Estaba Andrés


Valdovinos. Todos de terno, humita y peinados a la gomina. Se veían muy
ordenaditos. Después tocaron los Emociones Clandestinas que sonaron
como las pelotas también (risas). Los Tres siempre sonaban bien. Tenían
más oficio. La tenían clarita».
La extensa cita anterior es del ex locutor radial y presentador de La
Nueva Oreja, Marco Valenzuela. La pronunció en medio de una conversa-
ción en uno de muchos locales instalados cerca de Plaza Perú, a cuadras
del centro de Concepción. Valenzuela, quien también ofició como manager
de la emblemática agrupación Los Cuatro Amigos del Doctor, se refirió a

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la banda de Henríquez de forma muy escueta. No era la razón por la cual
habíamos concordado reunirnos. No obstante, al igual que muchos otros
entrevistados, hizo mención a una de las grandes cualidades de Los Tres:
el sonido.
Héctor Da Costa: «Para mí Los Tres son geniales. Es música que escu-
cho y disfruto. Es un trabajo que no tiene época. Tú lo puedes escuchar hoy
y sigue sonando fresco. Me pasa con muchos grupos del rock latino de los
’80, que los escuchó ahora y me suenan infantiles, fuera de contexto. Los
Prisioneros los sacas del contexto y se desinflan. Pero escucho temas como
‘V&V’ u ‘Olor a gas’ y me emocionan. Para lograr eso tienes que tocar muy
bien. Yo los conocí cuando eran tres y ya tocaban muy bien».
Alfredo Lewin: «Siempre los vi sonar muy bien. Bueno, hubo muchas
oportunidades en que no los vi, porque no volví a Chile hasta que se disol-
vieron. Todo el período de La espada & la pared, Fome y La Yein Fonda
no lo vi. Sin embargo, algunas veces llegaba a Chile y coincidía con ellos. Me
di cuenta que estaban tocando con más volumen, en escenarios más gran-
des. Se había perdido un poco la sutileza, pero seguían sonando muy bien.
Recuerdo el período de los dos primeros discos, cuando no eran tan conoci-
dos y parecía un grupo que tenía muy claro cómo sonar. Eso es, finalmente,
un grupo que sabe los volúmenes sobre el escenario y le hace la tarea más
fácil a un sonidista. Yo los vi en festivales que eran muy precarios y Los Tres
se destacaban en eso».
«Sonar bien» es quizás el aspecto más importante en la biografía del
cuarteto (antes de su ‘receso indefinido’, claro está, hoy convertido en dúo).
Esa característica atraviesa toda su historia y, particularmente, del desenchu-
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fado grabado en Miami, un proyecto que fue posible gracias al gusto de quie-
nes entonces tomaban las decisiones en la cadena. En ese sentido, una vez
más, «sonar bien» fue clave para Henríquez, Lindl, Parra y Molina.
La presentación, registrada en los estudios de MTV en Miami, Florida,
se realizó el 14 de septiembre de 1995, pasadas las 20 horas, ante 200 perso-
nas aproximadamente, y un día antes que la banda mexicana Café Tacvba
hiciera lo propio.
Es probable que, sin siquiera pensarlo, el proyecto se haya comenzado
a gestar en la primavera de 1994, cuando algunas canciones de Se remata
el siglo aún tenían vida propia en las radios y la agrupación comenzaba a

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dar forma a La espada & la pared, su ambicioso tercer disco de estudio. El
producto, que fue lanzado al mercado en el verano de 1995, contenía entre
otras obras, la impecable «Déjate caer» (uno de los momentos composi-
tivos más altos de la dupla Henríquez-Lindl) y la hilarante, juguetona y a
la vez potente «La espada & la pared». Ambos temas, los singles elegidos,
fueron acompañados de notables realizaciones audiovisuales, gentileza de
Germán Bobe, las que abrieron las puertas del mercado internacional y, ob-
vio, los puso en las pantallas de MTV.
Antes destacó el cover «Tu cariño se me va» de Buddy Richard, con
el que llamaron la atención de una audiencia que, por entonces, no estaba
familiarizada con su música (incluida una parodia del popular programa
humorístico Jappening con Ja, que pudo haber motivado el final de la can-
ción «Restorán», aparecida en Fome).
Pero, como toda historia de éxito, el acústico en Miami está lleno de
mitos, y también, de muchas otras certezas. ¿Una de ellas? MTV creía que
el proyecto Los Tres, Unplugged debía madurar, es decir, esperar. ¿Esperar
qué? Que además de las canciones mencionadas, otros singles se sumaran
a la parrilla programática.
A fines de 2013, Carmen Romero, otrora manager de Los Tres, estuvo
en Concepción presentando Teatro a Mil Bío Bío. En esa ocasión, escueta y
temerosa de hablar tras escuchar la combinación de palabras «periodista» y
«libro» («tengo una buena relación con Los Tres y quiero que se mantenga
igual», reconoció), aportó algunos antecedentes. Contó, por ejemplo, que
las negociaciones que posibilitaron la presencia de Los Tres en Miami se
extendieron por cerca de seis meses y, aunque los ejecutivos de MTV tenían
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dudas sobre el potencial de los oriundos de Concepción, una presentación


en Rose, un pequeño bar de Washington Avenue, terminó por convencerlos
(luego manifestó que respondería con tranquilidad si enviábamos un cues-
tionario a su correo electrónico, y pese a las gestiones, las respuestas nunca
fueron recibidas. En todo caso, no fue la única).
«Preparamos toda una situación para que Alex Pels (ejecutivo argentino
de la estación) los pudiera ver y convencerse de que podían hacer un buen un-
plugged», rememoró Alfredo Lewin, el 22 de agosto de 2012 al sitio web Terra.
Fue días antes que el grupo celebrara 17 años de la edición del registro, con una
serie de conciertos en Santiago, Talca, Concepción y Punta Arenas.

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En el mismo artículo, el periodista Daniel Vega relata que Lewin, ade-
más de presentador y programador de videos, era productor asociado de
varios programas del canal, entre ellos, Hora Prima. De hecho, Romero y
Francisco Pancho Molina, reconocieron la importante labor del ex vocalis-
ta del grupo Diva, para que la presentación acústica se concretara.
Fueron intensas las gestiones para poder conversar con el comunica-
dor, que, curiosamente, una vez contactado mostró una disposición poco
habitual en personalidades con su nivel de exposición mediática y habló
de todo: de cómo conoció el repertorio de la banda y a sus integrantes, del
trabajo para convencer a los ejecutivos de la cadena televisiva, su estancia
en MTV, y por cierto, de música, mucha música.

Corazón y mercado

Lunes 21 de enero de 2013. Ex Café París, Concepción (primera parte). An-


tes de llegar al lugar acordado con Francisco Molina, desconocía de su exis-
tencia. El mítico baterista de Los Tres propuso que nos reuniéramos en él, a
las 10.30 horas. Lo vi llegar al local, en compañía de otra persona, que des-
pués me presentó como su primo. «Así que después vas a escribir un libro
con esto», fue una de sus primeras frases, quizá, como una forma de romper
el hielo. «Sí, pero no te preocupes, no será como el de Enrique Symns», le
dije inquieto, pensando en que, tal vez, no había sido del todo claro al mo-
mento de contactarlo vía Facebook.
Me explicó que no tiene, ni tampoco tuvo, problemas con la biografía
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no autorizada de la banda, que había advertido sobre los inconvenientes


que tendrían con la pluma del cronista argentino, que no fue escuchado y
que ahora asume con hidalguía los resultados de la obra, o mejor dicho, la
respuesta de los integrantes del cuarteto a la investigación de Symns y su
socia Vera Land.
Pancho Molina está de paso en Concepción. Radicado en New York,
se ha codeado con numerosos músicos del mundo del jazz, de las más va-
riadas nacionalidades, y ha grabado una serie de discos como solista. A la
fecha de esta entrevista, La continuación del sonido (2012) es el más re-
ciente. Días antes de nuestro encuentro presentó el trabajo en el Aula de la

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Magna de la Universidad de Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) y
en el Foro de la Universidad de Concepción (UdeC).
Nos atienden. Mientras seguimos conversando informalmente, pide
un café cortado y unos «selladitos» de jamón y queso; su primo, lo mismo.
Yo un té. Molina destaca las cualidades de los músicos que lo han acompa-
ñado: Agustín Moya (saxo tenor), Carmen Paz González (piano) y Rodrigo
Galarce (contrabajo).
Luego comentamos una de las tocatas mencionadas, la de la Ucsc,
donde estuve. De inmediato, advierto, «comenzaré a grabar».

Partamos por lo más básico. ¿Recuerdas cómo se gestó la idea de grabar


un show acústico para MTV?

«Se conjugaron muchas cosas. Quizás lo más importante haya sido el sig-
nificado de tener una señal de MTV en Latinoamérica. Bueno, MTV estaba
en Miami y todos los grandes sellos y multinacionales estaban ahí. Los vi-
deoclips comenzaban a ser una hueá súper importante. Creo que por ahí va
la génesis. Al final todos dependíamos de las filiales; en el caso de Los Tres,
de Sony. Cuando fuimos a Miami nos dimos cuenta que los productores
estaban muy relacionados con MTV, querían que Sudamérica fuera un mer-
cado viable. En Estados Unidos, la cadena tenía una relación muy fuerte con
México, que es como la esponja de todos nosotros. Ahí existe una cultura
musical bien amplia. Ahí puedes vender de todo. Hay que tener consciencia
de ese mapa».
Nuestro pedido ha llegado a la mesa. En medio de los agradecimientos
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por la atención, nuestro diálogo sigue. El baterista habla del mercado de la


música, hasta que menciona a Lewin. «Es bien importante en esta historia»,
asegura.
«Él fue el primer chileno que salió al extranjero e hizo algo por la músi-
ca, en estos términos, en MTV, para que las bandas chilenas tomaran vuelo
y existiera la posibilidad de mostrar su música, que en definitiva, significaba
México. Para la discográfica significaba poder entrar al mercado mexica-
no, porque en Chile un disco de oro son cinco mil copias; en México, 180
mil. Es la única forma de entenderlo. Esta hueá no es corazón. O sea, existe.
Hay mucha pasión en los ejecutivos de una discográfica y son gente que

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realmente ama la música y Lewin es un hueón versado y amante de la mú-
sica…».

Claro, pero lo que tratas de decir, supongo, es que hay mucho negocio
también…

«Lógico. MTV es la tele, los sellos son venta de discos. Los Tres tenían un
presupuesto increíble. Gastábamos muchos millones en dar vuelta por La-
tinoamérica y eso no venía del bolsillo de nosotros, era otra gente».

¿Cuándo pasaron a ser parte de Sony americano? Pregunto, porque me


imagino que hay un tema relacionado con las canciones, para que co-
miencen a funcionar de manera comercial. Me parece que fue con La
espada & la pared, con los videos…

«Sí, parece que fue con La espada & la pared, justamente, con el tema de
los videos, como dices tú. Había un tipo de apellido (Jorge) Meliboski, era
pura gente que estaba empezando. Meliboski era el gerente de Sony Mu-
sic. De hecho, nos llevó a ese sello, trabajó con nosotros en La espada &
la pared y contrató a Mario Breuer, quien fue productor de La Ley. Todo
esto viene también por el fenómeno de La Ley, que era EMI o Warner. Esta-
ban pegando fuerte. Eso motivó a Sony a buscar una banda que le hiciera el
peso. En este mundo uno trabaja para uno, pero no te puedes desconectar
de tu entorno».
«Siempre estaba la comparación de Los Tres con La Ley. Pero Los Tres
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estaban un poquito más abajo de La Ley, ellos eran más viejos. (Mauricio)
Clavería, por ejemplo. El Beto (Cuevas) era más guapo, y eran más viajados.
Luciano (Rojas) tenía una pará. Era buena banda La Ley».

Hubo un tiempo, además, en que revistas, como TV y Novelas, instala-


ron una discusión un tanto artificial, respecto a qué banda era mejor.
Pero parece que ustedes no «estaban ni ahí».

«No. Nosotros teníamos una sala de ensayo en Balmaceda y al lado estaba


La Ley, éramos vecinos. O sea, salías afuera y te encontrabas con Beto».

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Era una disputa artificial.

«Bueno, nuestros estilos no tenían nada que ver. Ni en la forma de vestir ni


en las amistades. Nosotros éramos como bichos raros. Pero yo siento que
La Ley abrió las puertas, en el sentido de que el rock podía ser comercial.
Me refiero a la época ’93 ó ’94. Con Los Tres éramos bien under y universi-
tarios, cuando se metió el Ángel (Parra) y nos fichó Alerce. Pero nunca se
hizo mucha difusión. Las radios eran bien tímidas. Hablo de los primeros
años. Cuando aparecimos con Se remata el siglo me acuerdo haber hecho
las primeras fotos para el Wikén, el primer video clip... ahí viene el cambio,
pero eso fue con Sony».

¿Te gusta ese disco?

«Sí. Lo que no me gusta es el sonido. Estábamos todos aprendiendo y Mario


Breuer es un buen tipo, un súper productor, pero no era el partner que ne-
cesitábamos. Nos ayudó y técnicamente sabe mucho, pero el sonido de él
es muy distinto al que nosotros teníamos en mente. Además, no teníamos
la capacidad para poder traducir en la mesa lo que teníamos en mente».

¿Cuál es el sonido que buscaban? ¿El de La espada & la pared?

«No, yo creo que el sonido que andábamos buscando es el que se escucha


en Fome. Cuando apareció Joe Blaney, justamente con el Unplugged, en-
contró el sonido de las guitarras y entendió de lo que estábamos hablando
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en bajo y batería. Igual teníamos más experiencia. Con Breuer éramos re-
pendejos, y era todo el rato no, no, no... Me acuerdo en un momento en La
espada & la pared, en Santiago, bajó todo los controles de la consola. Todos
nos quedamos mirando. Primera vez que veía a alguien tan enojado. El so-
nido de La espada & la pared tampoco es muy distinto al de Se remata el
siglo, lo que pasa es que las canciones son más suaves. Aparece la guitarra
acústica. Los instrumentos ocupados varían un poco para buscar un sonido
más cercano al blues de la música antigua de Chuck Berry, más stoniano,
más de los Beatles... como ‘Some Girls o Sticky Fingers’».

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VJ en MTV

Durante la ceremonia de premiación de los MTV Video Music Awards, en


1989, los integrantes de la banda Bon Jovi, Jon, el vocalista, y Richie Sambo-
ra, guitarrista líder, interpretaron dos de sus más famosas canciones: «Li-
vin’ on a prayer» y «Wanted dead or alive». No fue la típica presentación de
una banda de rock. No hubo batería ni guitarras distorsionadas. Tampoco
hubo un gran despliegue escénico. Ambos músicos estuvieron sentados y
armados con sendas guitarras electroacústicas (Sambora con una de doble
mango), como si estuvieran en el comedor de una casa o en una fogata en
la playa.
Fue a partir de este concierto que los productores de la cadena de la
televisión norteamericana, Bob Small y Jim Burns, idearon el concepto «un-
plugged». XTC, en mayo de 1989, fue la primera banda que utilizó el forma-
to, pero quienes definitivamente masificaron el producto fueron el ex beatle
Paul McCartney (1991), Eric Clapton (1992) y, quizá, por los efectos futuros
que tuvo su presentación, Nirvana (1993). De hecho, sobre la presentación
del trío oriundo de Seattle, se sigue tejiendo una serie de mitos y especula-
ciones, sobre todo, tras la muerte de su vocalista, Kurt Cobain. Se ha dicho,
por ejemplo, que el rubio guitarrista tuvo la idea de decorar el escenario
como si se tratara de una capilla ardiente.
El concepto se masificó junto con el apogeo del rock alternativo esta-
dounidense (o grunge) que, tras el éxito comercial de Nevermind (Geffen
Records, 1991), el segundo larga duración de Nirvana, había impuesto, en
los rankings y venta de discos, las guitarras distorsionadas y el look infor-
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mal por sobre el estilo «de laboratorio» que los grandes exponentes del pop
ochentero habían explotado hasta entonces (léase Michael Jackson y Ma-
donna, solo por nombrar a algunos de sus más significativos representan-
tes). Es por ello que muchas de las agrupaciones que eran parte de este su-
puesto movimiento registraron una presentación acústica. Además del trío
liderado por Cobain, existen presentaciones de bandas como Stone Temple
Pilots, Pearl Jam, Alice in Chains, Live e, incluso, para muchos, los padres del
rock alternativo, R.E.M.

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En Latinoamérica, el escenario no era igual de claro. El combo argen-
tino Los Fabulosos Cadillacs, en mayo de 1994, que golpeaban el mercado
musical con Vasos vacíos (Sony Music, 1993), fueron los primeros músicos
en «desenchufarse».
«La idea de los conciertos unplugged tenía que ver con generar con-
tenido. Partió con Los Fabulosos Cadillacs, que en ese momento era una
banda mundial. Bueno, en ese momento y siempre. En ese tiempo, Los
Cadillacs no querían hacer una cosa ciento por ciento unplugged, querían
que el concierto fuera semieléctrico. Esa fue la primera gran prueba, con
la banda del momento, independiente que para mí la banda del momento
era Divididos, aunque después me di cuenta que era para una realidad más
argentina. El experimento de Los Cadillacs resultó», relató Alfredo Lewin.
El comunicador se había instalado en Miami a fines de 1993, tras un
breve paso por la televisión chilena (fue conductor del programa juvenil
Zero Rollo del canal La Red) y una carrera musical que incluyó bandas como
Chronos y Diva. Fue con esta última, liderada por el exbajista de Cinema
Rodrigo Bari, y que habían logrado instalar, en algunos medios radiales, los
singles «Fantasmas» y «Sobreviviré», que descubrió la música de Los Tres.
Los estilos musicales de Diva y Los Tres no tenían nada en común,
pero ello no fue impedimento para que durante los primeros años de retor-
no a la democracia, ambas agrupaciones coincidieran en varios festivales
«de colegio». Eran tiempos en que La Ley comenzaba a imponerse como
una de las agrupaciones más importantes del rock pop nacional (había edi-
tado Doble opuesto con el sello Polygram, 1991) y Jorge González, con altos
y bajos, iniciaba su carrera solista, tras facturar una de sus mejores obras
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junto a Los Prisioneros: Corazones (EMI, 1990).


Lewin recordó que «alguien» le comentó sobre el disco debut de los
penquistas, y «cosa rara», le gustó de inmediato. «Fue raro, porque no era
para nada hardrockero. A mí, en general, lo que hacía La Ley tampoco me
llamaba la atención. Pero había algo en la fineza de Los Tres, esa cosa media
blusera y jazzera, que me gustaba. Y digo raro, porque en ese tiempo ese
tipo de música no me llamaba la atención. Eso fue con el tiempo, cuando
estaba en Estados Unidos», relató.
La otrora voz de Diva contó que, en esos primeros años, tenía la im-
presión que Álvaro Henríquez tenía como referente al vocalista de Faith No

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More, Mike Patton, o al menos, hacía uso de algunos particulares guiños
del frontman estadounidense. Recordó, además, una de las presentaciones
donde las dos bandas compartieron escenario.
«Cuando tocamos en el Festival del Estadio Palestino, lo más bizarro,
entre comillas, era que yo era el único del grupo que encontraba extraño
que tocáramos después de Los Tres. Ellos tocaban a la seis de la tarde y
nosotros a las 21 horas, porque éramos más populares. Nuestra banda te-
nía otro target, un público de colegio, gente light, pero Los Tres estaba por
verse. Yo me acuerdo que me acerqué a Álvaro y le dije que me gustaba la
banda, y me trató de colega, y no solo en esa oportunidad. Nos encontramos
en varias ocasiones más. Eso se daba. A diferencia de lo que pasaba con Los
Tres, nosotros el año ‘92 ó ‘93, salíamos en Sábado Taquilla, ellos no. Pero
yo me planteé siempre como fan. Yo fui de los que esperé que se lanzara Se
remata el siglo ese fin de semana de abril», aseguró.
Ya instalado en MTV, Lewin reconoció que hizo lo posible por demos-
trar que Chile era más que La Ley y el ex líder de Los Prisioneros, que tam-
bién existían buenas bandas como Lucybell, Bambú, EntreKlles y Machuca,
«pero Los Tres eran mis favoritos».
Lo anterior sería clave para la concreción del Unplugged.
Mucho antes del grupo nacional, y luego de Los Fabulosos Cadillacs,
en junio del mismo año, fue el turno del combo mexicano Caifanes. Aun-
que, quizá, fue la presentación del argentino Charly García, el 4 de mayo de
1995, la más trascendente, no solo para el éxito del formato en Latinoamé-
rica (junto al desenchufado de Luis Alberto Spinetta tuvo «repercusión re-
gional», sostuvo Lewin), sino también para el sonido que Los Tres estaban a
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punto de descubrir. El productor de ese trabajo fue Joe Blaney.


«Lo más gracioso de Los Tres Unplugged es que yo nunca había es-
cuchado su música antes. Se me acercaron representantes de Sony Music
para ofrecerme el trabajo en Miami, cerca de una semana antes de la gra-
bación. Ellos querían contratarme basado en el sonido y el éxito de MTV
Unplugged de Charly García en el que había trabajado un par de meses an-
tes. Les pedí que me enviaran algunos de sus CD’s y se me dijo que estaba
bien. El CD llegó a mi apartamento un día después de regresar de Miami.
Entonces, ya había grabado y mezclado el show. Mi impresión durante la
presentación previa, del ensayo y la grabación en vivo fue que eran músicos

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sofisticados y me gustó la voz de Álvaro. Las canciones también sonaban
bien y me empezaron a gustar», relató el productor norteamericano.

Breve tocata en Rose

Cuando Alfredo Lewin llega a MTV, en 1993, de inmediato comienza a tra-


bajar, ya sea en la conducción o producción, en los programas más variados
de la cadena, entre ellos, Conexión, Expo, Hora Prima y Headbangers Ball.
En ninguno de ellos pudo entrevistar a Los Tres antes que se concretara el
unplugged. «Los hice recién hasta el período del álbum Fome (…), por eso
digo que mi influencia no era tanta», sostuvo.
Era el tiempo de bandas como La Maldita Vecindad, Café Tacvba o
Aterciopelados. De hecho, el cuarteto chileno tampoco tocó en vivo en Hora
Prima. Algunos de sus videos, sobre todo de la etapa La espada & la pared,
sí fueron emitidos por Expo.
Por lo expuesto, la idea de concretar un desenchufado no era sencilla.
Lewin, sin embargo, tenía claro que debía convencer a Alex Pels, el ejecutivo
argentino que le había mostrado la música de Divididos y, para ello preparó,
junto a quienes trabajaban con la banda, un escenario propicio en un lugar
de Miami Beach, llamado Rose, «un bar pequeñito que está en Washington
Avenue con la Ocho», contó el ex VJ.
«Esa es la historia más bien pequeña, que no se conoce. Había un di-
rector artístico que era muy fan de la música en general, muy fanático de
los Rolling Stones. Era nuestro máximo jefe y vigilaba la parte artística del
canal, Alex Pels. Y esa es la razón por la cual entre los años ‘94 y ‘99, fue un
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canal tan respetado y, entre comillas, tan alternativo dentro de la música


(…). Pels tenía un cuidado especial para con cuestiones que tuvieran que
ver con la calidad musical que representara a cada país. Entonces, tal como
él me hablaba mucho de Divididos, que creo es mi banda favorita del rock
latinoamericano y de los grupos más increíbles que he visto en vivo, yo le
mostraba la única banda que tenía ese recurso y esa profundidad, que eran
Los Tres», comentó Lewin.
Según Lewin, el ejecutivo trasandino no «alucinaba» con la propuesta
de los chilenos, pero respetaba el trabajo con raíz blusera y folclórica de La
espada & la pared, así como la utilización de guitarras slide y la sutileza en

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la ejecución de instrumentos que se notaba, sobre todo, en el disco debut
(«que se lo había mostrado yo, porque creo que él nunca lo tuvo»).
Este trabajo «de hormiga» Lewin lo fue realizando desde el día uno en
MTV, por ello, cuando Pels tuvo que tomar una decisión respecto de la ban-
da nacional y levantar el pulgar, mucha agua había corrido bajo el puente.
Así, casi seis meses antes de la concreción del concierto «desenchufa-
do», Los Tres realizaban el correspondiente trabajo de promoción en uno
de tantos hoteles existentes en Miami, donde ejecutivos de Sony Music, de
los más variados países, iban a observar y escuchar qué le ofrecían sus so-
cios. «Eran shows pensados para que los hueones de los sellos se miraran el
ombligo», cuenta Lewin.
Fue en una de estas presentaciones que el conductor chileno se encon-
tró con la banda chilena y la manager que entonces trabajaba con ellos, Car-
men Romero. Tras los saludos correspondientes, surgió la idea de realizar
«algo» con MTV. Aunque al comienzo jamás se habló de un «unplugged».
«Con Carmen (Romero) y con ellos habíamos hablado de la idea de
que hicieran una performance para MTV, pero no era la intención venderles
un unplugged, aunque ya estaba dando vueltas. El canal quería producir
estos programas, pero con bandas reconocidas en la región y Los Tres no lo
era; solamente en Chile. Incluso, durante el lanzamiento y después del un-
plugged, con todo el fenómeno que causó en Chile, tampoco era una banda
reconocida en Argentina ni en México. Probablemente, en esos países se
preguntaban por qué tenían un unplugged. Fue lo mismo que causó en Ar-
gentina cuando Santa Sabina hizo un unplugged. De hecho, Alex Pels me
dijo: ‘si acepté que Los Tres lo hicieran, con la misma vara medí a México y
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acepté a Santa Sabina’».


Quienes tocaban instrumentos, y eran parte de la «familia MTV», entre
ellos el VJ chileno, solían concurrir a Rose. En el lugar estaba la posibilidad
para que músicos aficionados interpretaran piezas de su gusto, en un esce-
nario, especialmente habilitado, aunque nada muy grandilocuente. Apro-
vechando esta cercanía, Lewin y quienes lo apoyaban solicitaron el espacio
para que la banda chilena pudiera desplegar su potencial en un concierto
mitad eléctrico, mitad acústico.
«Era un lugar enano, de no más de 50 personas. En ese tiempo, la única
forma que tenía de ubicar a Alex era a través de un bíper. Y si no llegaba él no

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se iba a crear la magia. Y cuando lo hizo («ya bacho llegué a ver a tu banda»,
dijo), Los Tres ya habían empezado a tocar el primer tema. Nos pusimos al
lado de la barra a diez metros del grupo, esa era toda la diferencia. Alex los
mira, mientras partían con la cuestión eléctrica y dice: ‘está bueno’. Deben
haber tocado 20 ó 25 minutos, hacen un break, y tocan acústico. ‘¿Viste la
versatilidad de la banda?’, le dije. Ese era un gran punto a favor del grupo.
Los Tres sabían cómo sonar», relató Alfredo Lewin.
Luego, remató: «sonó muy bien. Alex se fue muy impresionado y me
acuerdo de eso. Yo sentí que mi labor estaba hecha, cuando Los Tres habían
terminado, Alex los saludó, y en algún momento se fue a conversar a un lado
de la barra con Carmen Romero».
Aunque la idea original de Pels, tras escuchar la performance de Los
Tres, era que la difusión del grupo se consolidara y esperar un año para la
concreción del desenchufado, el concierto se efectuó seis meses después
de esa tocata. Años más tarde, el ejecutivo argentino le confidenciaría al co-
municador chileno «que se había dado un gusto» con el cuarteto nacido en
Concepción.
Sobre el recital en sí, Lewin lo calificó de «magnífico» y recordó, ade-
más, que se repitió una toma de «Traje desastre». El resto del acústico fue
«bien real», pues además, estaba el interés de la banda de no perder natu-
ralidad.
«Jamás comparé ese unplugged con otros. Por ejemplo, Charly Gar-
cía o Spinetta tuvieron repercusiones latinas, regionales. Nosotros fuimos
a esos conciertos y fueron una pesadilla. Largos, tediosos. Pero no porque
estemos hablando de que Los Tres tocan mejor, o resultó a la primera. No.
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Había una urgencia y todo fluyó muy bien. En cambio, Charly y Spinetta son
viejos mañosos, viejos que en el fondo decían: ‘no, queremos hacer todo de
nuevo’. Los Tres no. Me acuerdo que terminaron y se quedaron a escuchar
durante unos diez a quince minutos. Estaban muy contentos y dijeron que
no había nada más que hacer, que estaba perfecto. Más que de la música,
con Joe Blaney cuidando la producción sonora, estaban más preocupados
de cómo se veía, y es probable que hayan quedado muy fascinados con la
edición en bruto que habían tomado las cámaras».

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Curiosidades y otros desenchufados

Lunes 21 de enero de 2013. Ex Café París, Concepción (segunda parte).


Pancho Molina no siempre fue baterista. Siendo muy pequeño, el piano se
convirtió en su primer instrumento y, aunque nunca se desarrolló ciento
por ciento en su ejecución, en ocasiones vuelve a retomar esa afición. «Mi
vieja me obligaba a tocar cuando tenía invitados», cuenta en medio de risas.
En un tiempo en que las fiestas en clubes sociales se desarrollaban con
agrupaciones en vivo, y los DJ’s aún no eran parte del paisaje sonoro, re-
cuerda Molina, no era extraño para los más pequeños sorprenderse con el
despliegue de los bateristas. También fue clave en su vocación la presenta-
ción de Los Jaivas en el gimnasio La Tortuga, en 1981. Después de su auto-
exilio en Argentina y un largo periplo en Europa, con residencia en Francia,
el quinteto retornaba a Chile, con un exquisito trabajo bajo el brazo: Alturas
de Macchu Picchu.
Molina sucumbió con el «rututun» que salía de los tambores de Ga-
briel Parra. «¿Mi primer ídolo? Sí. Absolutamente. Mi viejo me llevó. Ahí
sucumbí. Con ellos se acabó el colegio, no me importaba otra cosa. Gabriel
Parra fue el primer nombre que supe. Pero había canciones de Chuck Be-
rry, o ‘Satisfaction’ de los Rolling Stone, ‘A Hard Day’s Night’ de los Beatles
y ‘Good Golly Miss Molly’ de Little Richard. Escuchar esa hueá, era como
decir: ‘yo quiero una batería’. Pero el primero que descubrí, que podía saber
su nombre era Gabriel Parra», relató.

Volvamos al unplugged de Los Tres. ¿Recuerdas cómo se armó el reper-


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torio?

«Se basó, principalmente, en lo que estábamos haciendo. Era lo del momen-


to. Fue pensado como un show, como siempre ha sido con Los Tres».

Pero, supongo, que también fue pensando en que se editaría un disco ¿o no?

«No. Nosotros no trabajábamos así. Era un show más de muchos que está-
bamos haciendo. Es que éramos así. Teníamos confianza y nos importaba
hacer un buen show, musicalmente hablando. Empezaba de una manera,
subíamos un poco, luego bajábamos un poquito. Buscábamos conectar con

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el público. No es más que eso. Con la diferencia que Roberto Parra ya había
muerto. Fue la oportunidad para tocar cuecas. Eso fue, quizás, lo único que
pensamos. Pero sin imaginar el efecto que generaría en Chile. No creímos
que se iba transformar en algo tan importante, en términos de venta».

¿Y «Traje desastre»?

«Sí y ‘Te desheredo’. ¿Y las dos están en el unplugged? Ahora me entró la


duda. Me acuerdo haber estado en un estudio en Miami con el Álvaro, tra-
bajando un tema».
Un pequeño impasse del músico. Entonces, recordamos que «Te des-
heredo» apareció en La espada & la pared; «Traje desastre», en el disco
desenchufado. De hecho, Álvaro Henríquez presenta el tema como el más
reciente del grupo. Además, fue el single elegido para promocionar el disco,
otra vez con el apoyo del videasta Germán Bobe. El trabajo, nuevamente de
gran factura, fue grabado en los cerros de Valparaíso y los integrantes del
cuarteto, vestidos de marineros, estrenaron un look inspirado en la sicodéli-
ca época de Los Beatles, con bigotes y largas patillas.

Mencionaste que habías escuchado los discos desenchufados de Paul


McCartney y Eric Clapton. ¿Eso era para tener una visión de lo que podía
ser el show, o una forma de preparación personal?

«Preparación personal».

Hay cosas llamativas en tu interpretación, como cuando tocas con las


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manos.

«Claro. Escuché muchísimo esos discos. Bueno, primero el de Paul porque


el repertorio está buenísimo, es muy rocanrolero. Y el de Clapton es bluse-
ro, entero. Estaba pensando en canciones como ‘Hojas de té’ o ‘Gato por
liebre’. Buscaba una referencia, cómo lo hacían los bateristas, cómo se fusio-
naban los músicos, que no se tratara solo de un show de guitarras acústicas.
Cosas técnicas. Estábamos siempre tocando eléctrico y, de repente, igual
los nervios, mucho ruido».

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Entonces, ¿no hubo mucha preparación?

«No, sí. Lo tomamos muy en serio. Quince días antes de partir a Miami es-
tábamos todos preocupados. Cuti pensando en cómo iba a ser el arreglo
del acordeón. Toño Restucci, también. Preguntaba: ‘qué día salen, qué po-
demos hacer’. Y estaba la condición que tenía que ser acústico. La idea que
Los Tres querían hacer un unplugged real, generó, por ejemplo, la aparición
del productor musical Joe Blaney. Nos acordamos que él trabajó en el un-
plugged de Charly García, que sonaba bastante bien, y lo llamaron. Siempre
fuimos fanáticos de Charly (…). Fue un show, no había posibilidad de se-
gunda toma. Hicimos doblajes de voces y coros, que estaban un poco des-
templados, pero eso. Fue un toque. Hicimos una prueba de sonido que fue
bastante extensa, porque yo estaba chequeando micrófono por micrófono,
y el resto fue un show en vivo».

¿Ustedes no enchufaron las guitarras?

«No. Eso hace que el sonido sea más compacto. Suena bastante bien ese
unplugged la verdad, es de lo mejor que he escuchado. Creo que la primera
vez fue después del show. Llegó un tipo con un minidisc y me lo hace escu-
char, y no lo podía creer. Me acuerdo que todos lo oímos con audífonos. Me
acuerdo que me impresionó mucho. Pero Joe Blaney es un súper increíble
ingeniero, con mucha experiencia».

Después no lo soltaron más. ¿Los otros discos que hiciste con Los Tres
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son Fome y La sangre en el cuerpo?

«Sí, en los dos trabajamos con Joe. Es de muy pocas palabras. Primero, no
es un productor musical, entonces, no se metía en nada, lo que era bastante
agradable. Y después estaba la barrera del idioma. Ninguno de nosotros ma-
nejaba muy bien el inglés en esa época. Nuestra relación era bien musical».
«Para Fome teníamos una forma de trabajar tan intensa que los arre-
glos fluían bastante bien. Así que era bien sólido el engranaje. Él se preo-
cupaba más del sonido de la guitarra y la batería. Era un tipo muy sólido».

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Álvaro Henríquez y Ángel Parra durante la presentación para MTV (imagen captada del video).

Cuándo dices que no era un productor musical, ¿te refieres a que no es-
taba preocupado que el producto fuera oreja?

«Sí, pero por recomendación de Sony. Yo creo que en alguna oportunidad el


sello se dio cuenta que no tenía nada que hacer con nosotros en ese aspec-
to, que fue la mejor inversión que pudo hacer también, porque Fome no es
un disco comercial y, probablemente, fue en el que más plata han invertido
en Latinoamérica. Pero con el paso del tiempo, está comprobado que es
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un disco que sigue vendiendo, y es de culto en México y, seguramente, esa


inversión está más que recuperada».

Detrás del acordeón

«En este tema tocamos con Toño Restucci y Cuti Aste, que son nuestros in-
vitados», dice Álvaro Henríquez, en el registro editado por Sony Music. Fue
justo antes de que empezara a sonar la mandolina del primero en ‘Me rompió
el corazón’, una desgarradora balada publicada en La espada & la pared.

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«Fue una experiencia interesante, a Joe Blaney le gustaba ensayar mu-
cho y a Los Tres también. En el viaje me llamó la atención que entre ellos
no había mucha onda, Ángel pasaba todo el día con Titae, Álvaro andaba
por su cuenta y Pancho también. La rutina era ensayo y grabación. Yo la
pasé súper bien, era agradable el rollo con el Blaney», cuenta escuetamente
Restucci, en el libro Los Tres: La última canción.
En el mismo texto, los autores relatan que el encuentro de Restucci con
el líder de Los Tres se produjo en la obra Sabor a miel, donde Henríquez se
había ocupado de la producción y la música.
El ejecutante de mandolina, que también fue parte de las sesiones de
La espada & la pared, siguió tocando con el cuarteto tras el éxito del disco
desenchufado. En la obra no autorizada, comenta: «Fue un boom de Los
Tres, se agotaban las entradas, había que agregar funciones. Al tiempo nos
dejamos de ver. Yo no me dedico a la música pop ni al rock & roll. Fue una
experiencia bonita, no tengo malos recuerdos. Había situaciones de dema-
siado exceso y me alejé, ojalá que sigan haciendo cosas, que sigan compo-
niendo. Álvaro es muy talentoso».
Guillermo Cuti Aste, en tanto, no solo fue el hombre tras el acordeón.
En la presentación en Miami también estuvo a cargo de la cítara en «Te des-
heredo» y «Pájaros de fuego», un instrumento particularmente complejo de
ejecutar, como el mismo reconoció:
«Hay instrumentos que, cuando te equivocas en una nota, pasan piola,
porque en algún momento la mezcla la funde con todo. En cambio, en el
solo de acordeón es más notorio. Eso me ponía más nervioso. Recuerdo
que estuve practicando mucho rato en camarines. Tenía a todo el mundo
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hinchado, estaban los chicos de MTV, el Alfredo Lewin, y yo que me iba al


baño a practicar el solo de ‘He barrido el sol’. Pero había un instrumento
que es la cítara, que es muy notorio, por ejemplo, en ‘Pájaros de fuego’. Si yo
me equivocaba se iba a notar. No es como el piano, que tiene teclas blancas
y negras, los cromatismos son todas cuerdas iguales, es muy fácil equivo-
carse. Entonces, si yo me equivocaba, sabía que me iba a inmortalizar para
siempre. Como el error de Kurt Cobain en ‘The man who sold de world’,
cuando le cuesta encontrar una nota en el solo…».

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Bueno, pero en ese concierto Cobain se equivoca muchas veces.

«Sí, pero da lo mismo, el hueón era famoso, y yo era el músico invitado de


una banda que se estaba dando a conocer internacionalmente. Hubiera
sido un cagazo que nos hubiera dejado mal parados. Con mucho nervio,
creo que lo hicimos bastante bien. Salió bastante impecable».
Cuti Aste nos recibió en su departamento en la comuna de Providencia,
en la Región Metropolitana. Ahí se produjo uno de los diálogos más extensos
de este trabajo. El domingo 8 de septiembre de 2013, al mediodía, reveló al-
gunos detalles de la presentación, hasta ahora poco conocidos, pero también
sus primeros acercamientos a la música, los que se produjeron casi por acci-
dente, cuando encontró una melódica en medio de las ropas de su hermana
(«anda a saber tú qué estaba buscando»), lo que, poco a poco, lo fue llevando
al piano, instrumento que siempre estuvo presente en su casa, pero que le era
prohibido tocar por no tener formación musical.
«Mi abuela no me dejaba jugar, porque era mañosa y me decía que ‘ha-
bía que lavarse las manos para tocar el piano’ o ‘usted no sabe tocar, estudie
primero’ y todas esa mierdas que te dicen», relató.
Casi como si se tratara de un pequeño genio, Aste inventó su propio
sistema de partitura, con la cual aprendió «La pequeña serenata noctur-
na», de Mozart, música característica del programa de TV El Gran Jurado
Ahorromet, conducido por Patricio Bañados, muy popular durante los pri-
meros años de la década de 1970. Luego, vino la armónica, que sus padres
le compraron en una feria, en medio de un viaje a Iquique, y la decisión
de dedicarse ciento por ciento a la música, tras el emblemático concierto
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de Los Jaivas en el gimnasio La Tortuga, en Talcahuano, en 1981, el mismo


mencionado antes por el baterista Pancho Molina (el grupo emprendió una
gira por ocho ciudades del país entre agosto y septiembre).
«Vi a un montón de tipos vestidos de blanco que me llamaron mucho
la atención, porque yo estaba en el segundo piso, justo arriba de Eduardo
Parra, que hacía paraparapara… donde tocaba una tecla con dos dedos de
una mano distinta y llegé a la casa a practicar esa hueá. Se lo comenté a
Marlon Romero y me dijo: ‘¿No conoces a Herbie Hancok?’ No, y me lo hizo
escuchar. Tocaba el teclado como un bongó. Fue un descubrimiento. Pero
me asombró que las primeras canciones no las aplaudían tanto. Luego, Los

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Jaivas se fueron y tomaron un descanso como de 20 minutos. La gente se-
guía gritando como loca. Volvieron. Todos sabían que volverían, y yo no sa-
bía por qué. Regresaron vestidos de otra forma y tocaron una hora 45 más.
Ese fue el bis e incluyeron las canciones que yo había escuchado en mi casa:
‘Mira niñita’, ‘En la quebrá del ají’… Me quedé con esa sensación. Estaban
todos marihuaneados, así que no hice muchas más preguntas. Era una de
mis primeras experiencias sicodélicas a los 16 años. Hace tres años estando
en Argentina, me compré el vinilo de Alturas de Macchu Picchu, me pongo
a leer la hueá y leo el año del lanzamiento, 1981. Recién ahí me cayó la teja.
Lo que vi en La Tortuga fue el lanzamiento de Alturas de Macchu Picchu
(…). Gabriel (Parra) entró bailando, vestido de diablo, y a mí me tocó ver esa
hueá, y ni siquiera me había enterado. Yo creo que si se trata de historia de
rock penquista, esa presentación debe haber sido la más importante duran-
te los años ’80».
Entre 1982 y 1986, poco antes de emigrar e instalarse definitivamente
en Santiago, Cuti Aste fue parte de Los Presidiarios («si hubiera sabido que
existía una banda que se llamaba Los Prisioneros, no le hubiera puesto así»),
agrupación de corte progresivo y, por tanto, distante años luz de la propues-
ta de los Dick Stones, la banda primaria de Álvaro Henríquez, donde el rock
and roll de los ’50 era amo y señor. «Éramos amigos, pero al mismo tiempo
nos reíamos los unos de los otros. Yo sabía que ellos encontraban un poco
ridículas las canciones que yo hacía. Eran larguísimas, pues a mí me inspira-
ba el rock sinfónico, en ese tiempo, y ellos hacían rock and roll. Entonces, a
mí igual me parecía ridículo que tocaran ‘Popotitos’, porque ya en los ‘80 esa
canción estaba repasada de moda. En realidad los dos lo estábamos», contó.
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No obstante lo anterior, Aste, Henríquez y, en definitiva, el núcleo


penquista de Los Tres, afianzaron amistad estando en Santiago; y, particu-
larmente el acordeonista con el compositor, cuando ambos integraron La
Regia Orquesta, parte de la puesta en escena de La Negra Ester de Andrés
Pérez. La obra, basada en décimas de Roberto Parra, generó el acercamien-
to clave entre el líder de Los Tres y el hermano de Violeta Parra. Aunque
también influyó en la performance del desenchufado de la agrupación en
Miami. ¿Por qué? Cuti Aste contó algunos detalles.

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¿Cómo llegas a grabar y tocar con Los Tres? ¿Te lo pide alguna vez Álva-
ro Henríquez?

«Hicimos la primera gira de La Negra Ester juntos y ahí nos hicimos reque-
teamigos. Tocábamos cueca en Europa cuando nadie las conocía. El único
referente musical de Chile eran los exiliados que tocaban música boliviana.
Sí, porque hace apenas un siglo que le robamos al Perú y a Bolivia toda la
música del norte. Entonces, ellos conocían la quena, el charango y la zam-
poña. No conocían las cuecas. Tocábamos en festivales y en la calle. Nos
hicimos amigos y hacíamos improvisaciones en las pruebas de sonido de
la obra. Yo con el acordeón tratando de imitar lo que habíamos visto y es-
cuchado en Irlanda (tararea)… Y el Álvaro me acompañaba con la guitarra.
‘He barrido el sol’ salió un poco de ahí, del foxtrot, claro, pero con esta cosa
media irlandesa. Álvaro, cuando grabó el primer disco, se le ocurrió que hi-
ciera un solo de acordeón, creo, a raíz de estas improvisaciones que hacía-
mos. Luego, vino un segundo disco más rockero. Yo me alejé. Álvaro dejó de
trabajar en el Circo Teatro y nos encontramos de nuevo en La espada & la
pared, donde grabé como ocho canciones, distintos instrumentos. Todo eso
desembocó en el Unplugged y el Festival de Viña, donde ya era necesario
que estuviera con el acordeón, la marimba y otras hueás que grabé en el
disco. Se volvieron muy atractivos en el formato unplugged, sobre todo. Ahí
también nos acompañó Toño Restucci».

¿Te acuerdas cómo se gestó el viaje a Miami?


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«Los Tres ya estaban a cargo de Carmen Romero, me parece».

¿Tú estabas trabajando con Los Tres?

«Yo era músico invitado, pero en esos años estaba yendo a todas. Claro, en
algún minuto me llamaron para ofrecerme ir al unplugged. Y era increíble,
porque no existía esa hueá todavía. Creo que fuimos de las primeras ban-
das latinoamericanas. Pero no muchos grupos hicieron un unplugged tan
ortodoxo».

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¿Es cierto que lo de ustedes fue ciento por ciento acústico, que no enchu-
faron ni un solo instrumento?

«Claro, otros metían una guitarra eléctrica o electroacústica. Pero lo más


importante de ese unplugged fue haber tocado cueca fuera de Chile, porque
la juventud chilena, y me incluía, no estaba interesada en la cueca. O sea, yo
en ese momento sí, porque ya habíamos hecho La Negra Ester, habíamos
conocido al tío Roberto, ya nos habíamos impresionado con el jazz huacha-
ca y con las cuecas choras que tienen más fuerza, carácter, más pobre en
sus arreglos, quizá. Pero la juventud chilena todavía no le ponía atención,
porque veníamos de la dictadura donde estaban Los Huasos Quincheros,
Los Huasos de Algarrobal, esa cueca de salón, del patrón, que me aburría
mortalmente. Lo mismo que hacía Pedro Messone, lo encontraba terrible.
Incluso, cuando volvieron a pasar La Pérgola de la Flores yo me quería sui-
cidar. Terminé tocando La Pérgola de las Flores para una compañía de tea-
tro para los Mall Plaza (sonrió)…».

¿A quién se le ocurre cantarlas?

«Yo creo que a Álvaro. Él se enamoró del tío Roberto cuando hicimos La
Negra Ester. Yo también, pero a mí me tocaba el rol de director musical. Mu-
chas de las canciones las compuse yo. Después quedaron registradas, por
facilitar las cosas, como que fueron compuestas por los tres. Pero la mayoría
de las canciones del primer acto las compuse yo, y Álvaro trabajó en las del
segundo acto, salvo la canción que hicieron entre María Izquierdo, Andrés
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Pérez y Álvaro, un día que yo no estaba».

¿Nadie cuestionó lo de las cuecas? O sea, ¿Álvaro Henríquez dijo toque-


mos cuecas y todos dijeron que sí?

«La Negra Ester nos había causado gran impresión a todos, incluso a los
que participamos directamente, porque el resultado frente al público fue
inesperado. No tenía idea qué iba a pasar con una obra folclórica en los
años ’80, cuando teníamos a Soda Stereo o A-Ha. Pensaba: ‘qué van decir
mis amigos’, pero aperramos. Lo que vivíamos en los ensayos con Andrés
(Pérez) era emocionante. Creíamos que estaba pasando algo importante.

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De hecho, cuando llegamos a Concepción, antes de la primera gira, un pe-
riodista nos preguntó: ‘¿Qué esperan de esta obra que aparentemente no
causa mayor expectativa?’ o algo así. Yo dije que tenía todas las expectati-
vas y ninguna certeza. Sabíamos que estábamos haciendo algo importante.
Nos decían que la obra no podía durar tres horas, cuando duran una hora y
cuarto, que la gente no aguantaría. Muchas cosas apocalípticas. Y sobre la
cueca también».
«Pero creo que fue a Álvaro a quien se le ocurrió (tocar cuecas en el
Unplugged). Siempre convence a Titae, que es su partner, y logrando eso,
convencía a más de la mitad del grupo. Ellos eran como Lennon y McCart-
ney. Al Álvaro igual se le ocurrió salir con el casco y la chaqueta militar. La
ocurrencia (de las cuecas) fue genial, porque mucha gente se empezó a fijar
en la cueca de nuevo, y no solo en ella, sino que había una riqueza en la
música popular que debía, no rescatarse, sino valorarse en su justo mérito
(…). Lo que hicimos fue bastante espontáneo y no había ningún tipo de am-
bición como querer cambiar el mundo. Sabía que Álvaro quería que los chi-
lenos conocieran al tío Roberto. Tenía la firme convicción que debía darse a
conocer y con él este folclor perdido, todo lo que había quedado sepultado
con la dictadura, si le quieres ver el lado político, porque también lo tiene».

Tú decías que estabas muy nervioso en el Unplugged. Después de escu-


char el disco, ¿qué sensación te quedó?

«O sea, el mismo día, como dicen los futbolistas, notamos el trabajo que ha-
bíamos hecho en la semana».
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¿Ensayaron mucho?

«Sí, en Santiago y luego cinco días en Miami. Eso fue sensacional, porque es-
tuvimos una semana entera allí, lo que nos daba la posibilidad, por ejemplo,
de ir a conversar a la playa. Tuvimos conversaciones hasta el amanecer en
un banco en la playa, como no hace frío. Y ensayamos en un estudio a toda
raja. Hasta el día de hoy, en Chile las salas de ensayo son cuchitriles, donde
nos vemos las caras unos a otros. Allá ensayamos en el escenario, tal como
íbamos a grabar. Era primera vez que yo hacía ese ejercicio de ensayar en

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un escenario, aunque no fue el mismo donde grabamos. Ah, y después el
Álvaro hizo un homenaje a La Negra Ester porque puso esas ampolletitas
en el borde (del escenario), que son como las candilejas que colocamos los
músicos. No sé si todo el mundo sabe de aquello. Son cosas que si uno no lo
cuenta desde adentro, nadie las va a notar».
En nuestra extensa conversación, Cuti Aste valoró (con insistencia) el
aporte que Los Tres realizaron para promover la cueca en las generaciones
y la posta que luego tomaron Daniel Muñoz, Félix Llancafil y 3x7 Veintiuna,
Los Tricolores o Las Santiaguinas. Aunque también hizo hincapié en el res-
cate del acordeón, un instrumento que, al menos en Chile, y en su opinión,
solo era parte de tertulias familiares «cuando un tío se ponía a tocar valse-
citos peruanos».
«Empezaron a aparecer por todas partes también, a nivel nacional e
internacional. En Argentina apareció La Portuaria, después Julieta Venegas,
en México. MTV mostró ese instrumento perdido en Latinoamérica. Hay
uno a botón, colombiano, que lo revivió Carlos Vives con el ballenato. Todo
es coincidente, porque fue más o menos en la misma época. Mundo aparte
es Brasil. Incluso, en Argentina el bandoneón estaba circunscrito al tango
y la milonga, hasta que aparecen, mucho tiempo después, Gotan Project y
Bajofondo (antes conocido como Bajo Fondo Tango Club). Ahora en todas
las bandas hay un acordeón. Yo lo encuentro súper bien. Yo empecé a tocar
acordeón por La Negra Ester. Había que tener piano y como era muy difícil
andar con un piano, nos conseguimos un acordeón. Fui llevado al acordeón
por una obra de teatro que trajo de vuelta una cueca periférica, que no era
de salón, y era más parecida al rock, al blues, gritada y se tocaba fuerte. Los
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Tres dan el golpe final».

Testigo invitado

El sábado 16 de septiembre de 1995, diario El Mercurio titula en una de sus


páginas de espectáculos, «Cuecas choras tocaron Los Tres en recital acústi-
co para MTV». La nota la firma el periodista David Ponce, enviado especial,
quien en la bajada del texto, comenta: «En el programa, que será exhibido el
30 de septiembre, el grupo chileno privilegió su repertorio menos rockero y
rindió un tributo musical a Roberto Parra».

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Ponce fue uno de varios periodistas nacionales invitados por la cadena
de televisión a cubrir no solo la presentación del cuarteto liderado por Álva-
ro Henríquez, sino también para presenciar la performance de los aztecas
Café Tacvba, un día después de los chilenos.
Estuvo tres días en Miami, donde solo tuvo acceso a la tocata misma
y backstage, una vez concluida la presentación de los hombres de «Traje
desastre». Además del artículo mencionado al inicio de este apartado, que
escribió a mano y envió a Santiago vía fax (en tiempos en que el correo elec-
trónico aún no se masificaba), también redactó una nota más extensa para
el suplemento Wikén.
En la crónica, publicada el sábado 16, Ponce ya adelantaba la trascen-
dencia que tendría para la carrera del cuarteto la incorporación de cuecas
choras a su repertorio. Así, se desprende, al menos en los dos párrafos ini-
ciales:

«MIAMI, por David Ponce (enviado especial).- La primera cueca ingresada al


negocio del pop internacional fue registrada por Sting en 1987. Se llama ‘Ellas
bailan solas’ y es un acto fallido. Dedicada a las viudas de los desaparecidos
en Chile, es la canción más discreta del álbum … Nothing like the sun’ e in-
cluye un grueso error ortográfico, pues es catalogada como gueca.
Ocho años más tarde, la corrección ha quedado hecha. La segunda cueca
inscrita en catálogo pop internacional es auténtica. Se llama ‘La vida que
yo hey (sic) pasado’. Parte diciendo ‘Caramba la vida que yo hey pasado en
el puente del Mapocho, caramba haciendo fuego con huaipe y tapándome
con gangochos’. Y es una de las tres piezas de Roberto Parra, con que el gru-
po chileno Los Tres rubricó el show acústico (unplugged) que grabó aquí
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el jueves último y que será transmitido por la cadena MTV Latino el 30 de


septiembre».

¿Qué pudiste observar del proceso que culminó con el concierto de Los
Tres? ¿Pudiste acceder a los ensayos, por ejemplo?

«No. Lo que nosotros pudimos ver fue el concierto y después fuimos al ca-
marín a entrevistarlos. Recuerdo que conocí el estudio cuando empezó el
recital. Yo no hablé con Los Tres antes. Fue una sorpresa verlos. No fue tanto
un seguimiento, en realidad, fue como atestiguar el momento del concierto,
hacer una nota breve en el camarín y trabajar con eso».

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Crónica escrita por el periodista David Ponce para El Mercurio.

Unplugged, en definitiva, es un programa de televisión y, en ese contex-


to, ¿cómo fue la grabación? ¿Se hicieron cortes o el concierto se grabó
íntegro?

«En este caso era grabar un concierto y se notaba que era un programa de
televisión, porque después que concluyó la presentación, se hicieron varias
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tomas repetidas de algunas canciones. El tipo (el director) decía, por ejem-
plo, ‘vamos a probar de nuevo esta canción’, probablemente, por problemas
técnicos, porque Los Tres tocaron de manera impecable. Se dirigía mucho
al público, por ejemplo, para que aplaudiera. Las tomas adicionales pudie-
ron ser tres o cuatro, quizás menos. También se notaba lo que uno después
vio en televisión, incluso, lo que salió en el disco. No fue lo mismo que yo vi.
Eso fue bacán. Recuerdo, por ejemplo, las tallas que echaba Álvaro Henrí-
quez, como cuando entraba una maquilladora. El programa (transmitido)
era bien pobre, en realidad. Cuando lo vimos fue decepcionante. Le sacaron
la mitad, por lo menos, de lo que tocó el grupo. En el disco, las canciones

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probablemente estén todas, pero faltan diálogos, que igual hubiera sido
bueno rescatar en alguna medida. En materia de programa de televisión,
efectivamente, hubo harta edición».
Durante la transmisión del programa, que duró un poco más de 48 mi-
nutos, se omitieron tres canciones que aparecerían en el disco de la banda:
«Gato por liebre», «Pájaros de fuego» y «Te desheredo». Aunque, la primera
de todas formas sería emitida, con posterioridad, por la cadena de televi-
sión.
Algunas diferencias entre el disco editado y el programa transmitido
a fines de septiembre de 1995 se relacionan con el orden de algunas can-
ciones y la utilización de algunas frases de Henríquez, tal como lo destacó
Ponce. Así, por ejemplo, el discurso anticastrense y «la gente que ha llegado
al poder de manera censurable, en cuanto a moral se trata» pronunciado
por el vocalista antes de «La primera vez», no fue emitido por la estación; sí
la frase donde el líder del grupo define a Roberto Parra como «un folclorista
increíble» y explica que «murió hace unos meses».
El periodista también rescató algunos diálogos en el artículo publicado
por El Mercurio:

«Alfredo Lewin y cuatro más del público levantaron la mano cuando


el cantante preguntó quién tenía el primer disco de Los Tres, antes
de presentar ‘Amor violento’, una de sus viejas canciones. ‘Este tema
debe ser un perfecto desconocido aquí, pero igual, como hay chile-
nos…’, introdujo Henríquez, quien luego agregaría más chilenidad a
la olla entonando versos de ‘Gato por liebre’ como ‘las mismas diez
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lucas, la caña infernal’. ‘Es una canción que habla sobre drogas’, ex-
plicó. ‘No voy a decir cuáles, porque imagino que son las mismas en
Santiago y en Miami’».

¿Cuál fue tu primera impresión? ¿Recuerdas lo que pasó por tu cabeza


una vez que terminó el concierto? ¿O ya habías tenido la oportunidad de
ver acústico a Los Tres?

«A Los Tres acústicos, no. Los vi por primera vez el año ’91 y era un gru-
po eléctrico, tocaron en Plaza Almagro, en Santiago. Y estaba la formación

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titular, dos guitarras eléctricas, contrabajo y batería. Los empecé a ver en
varios conciertos en Santiago. Bueno, el segundo disco era mucho más
rockero, más grunge, como se sabe. El primero era un poco más orgánico,
pero igualmente eléctrico. Ahora, si me apuras, no recuerdo alguna canción
donde tocaran guitarra acústica, cuecas tampoco estaban tocando en ese
momento. De hecho, la primera vez que los escuché tocar cuecas fue ahí. Yo
conocía la parte eléctrica, así que fue asombroso ver ese concierto. Uno de
los mejores que he visto en mi vida. Impecable, una máquina, una cuestión
híper aplicada, súper meticulosa, porque además nada estaba enchufado:
había mandolina, dos guitarras acústicas, contrabajo, batería, un tarro así
como para tocar cueca… No fue como Charly García que tocó piano eléc-
trico, para qué decir Soda Stereo. Los Tres hicieron el ejercicio de hacer un
concierto acústico riguroso y con ese rigor sonó increíble. Además, me ima-
gino que el lugar era técnicamente perfecto».

¿Cómo era el lugar? ¿Un teatro?

«No, era un set de televisión. Un escenario al medio y muchas butacas alre-


dedor. Súper decorado estilo MTV, ondero. Se notaba que era un galpón».

¿Has escuchado el disco nuevamente?

«No, para qué, si ya vi el concierto. Además, es un disco de versiones ya co-


nocidas».
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Te preguntaba por si había o hay alguna canción que te llamó o te sigue


llamando la atención.

«‘Traje desastre’, que fue un estreno. Ahí la escuché por primera vez en vivo.
‘Esta canción no la conozco, ¿qué onda?’, pensé. Más encima debe ser una
de las cinco mejores canciones de Los Tres. La música, el arreglo, los acor-
des, el tono menor, todo. Esa canción, en mi opinión, es la indispensable del
disco. Las demás son todas buenas, pero conocidas (…). Pero dicho eso, el
disco entero es bueno».

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«Para mí el mérito de ese álbum es lo bien que tocaron, lo impecable
que suena el grupo. Hay un mérito, en un momento en que estaba de moda
el grunge, el rock alternativo, muchas guitarras eléctricas sonando, con mu-
cho efecto, mucha guitarra pesada y Los Tres renuncian a esa electricidad
que igual te da un contacto directo con el público. Incluso es más complejo
amplificar una guitarra acústica. Además, tocaron cuecas y eso fue increí-
ble. La verdad es que debí haber dicho eso antes de ‘Traje desastre’, pero da
lo mismo. Es al mismo nivel o más. Es un momento indispensable e irrepe-
tible en la música chilena. Ellos generaron ese puente para conocer a un
montón de otros músicos populares. Fue una proeza».

Quizás es difícil responder lo que te voy a preguntar pero ¿te imaginaste


el efecto que iba a generar?

«No. No soy muy bueno para adivinar estas cosas».

Y ahora, con el paso del tiempo, ¿te asombra?

«Sí, me asombra, porque era bien inverosímil que las cuecas se convirtieran
en algo llamativo para la juventud. No estaba en los planes de nadie. En ese
tiempo había mucha música pop o rock alternativo. De hecho, ni siquiera
había tanta música chilena en las radios. Tampoco se estaba grabando tan-
to. No había por dónde se produjera un redescubrimiento de una expresión
tan rica como las cuecas choras de Roberto Parra y, después, todo lo demás.
La cueca tradicional de Los Chileneros, bueno todo. Luego la cumbia, por-
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que, en mi opinión, son efectos que están encadenados: el folclor, la música


bailable, la cumbia, todo. Tampoco es el momento inicial, porque antes de
Los Tres estaban Los Afuerinos, que son un eslabón entre la cueca de Los
Chileneros de los años ’60 y la cueca de los ’90. Es un grupo de Valparaíso,
casi el único que mantuvo esa tradición. También Héctor ‘Gitano’ Pavez,
que es el hijo del ‘Indio’ Pavez que durante mucho tiempo, tocó, auspició y
produjo tocatas con Los Chileneros, en los años ‘80. Mario Rojas también.
Al final son grandes contribuciones que, en realidad, se van sumando».

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Sí, creo que el mérito de Los Tres es lograr la masividad.

«Sí, eso es verdad. Aunque nunca hay que olvidar un antecedente que es
La Negra Ester, que no tienen ninguna lejanía, porque está híper conecta-
da con Los Tres, Henríquez fue parte de La Regia Orquesta. Ese es un hito
fundacional. El verdadero impacto de devolverle a Chile una tradición que
estaba perdida por imposturas de música sin alma, que fue lo que vivimos
los años ’80, fue «La Negra Ester» el año ’88. Eso de verdad era increíble.
Para mí Los Tres tienen que ver con eso, porque todos sabemos que Álvaro
Henríquez estaba en esa orquesta y conoce a Roberto Parra ahí mismo».

¿Te acuerdas qué sensaciones o sentimientos había en camarines des-


pués del concierto?

«Sí, me acuerdo que era la satisfacción de un concierto bien hecho. Los Tres
siempre fueron súper conscientes de su talento y de sus capacidades. Cuan-
do hablé con ellos se notaban muy relajados, hablamos que cómo había
sido el concierto, me contaron por qué habían elegido ese tipo de escenario
que era una cita a Elvis Presley, tal cual como el escenario de Elvis Campell
del año ‘65 o ‘68. Había una cita oculta al rock and roll, y ese tipo de cosas
hacían ellos, más que una cosa media deportiva de camarín de futbolistas.
La satisfacción de haber hecho una gran tocata. Hablamos de la música y de
lo que venía. Para mí fue una experiencia bien impactante, así como estar
ahí con ellos, entrevistarlos, y aproximarse de una manera más personal a lo
que acababan de hacer. No sé si tenía noción de que se trataba de un hecho
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histórico, pero sí me quedó claro que fue buenísimo».

Ser influencia

Lunes 21 de enero de 2013. Ex Café París, Concepción (tercera parte y fi-


nal). Casi al final de la conversación consulto a Pancho Molina sobre otros
temas ligados a este trabajo y es el momento para intercambiar opiniones
sobre la música, no solo de Los Tres, sino también de algunos pares que,
reconoce, lo influenciaron. Y, aunque prefiere no ahondar, asiente cuando

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reflexionamos sobre el aporte que el cuarteto, nacido en Concepción, entre-
gó a las futuras generaciones de músicos populares.

¿Cuál crees que es la importancia que tiene el Unplugged para la histo-


ria de Los Tres?

«Nos puso en un nivel importante de popularidad chilena, porque le gustó


a todo el mundo. Generaciones más jóvenes me conocen. Creo que eso es».

Tengo una teoría, y aunque no tengo cómo probarla, quisiera comentar-


la. Creo que cada cierto tiempo surgen algunos artistas o iniciativas mu-
sicales que motivan a una generación a tomar una guitarra y tocar. Todo
este movimiento de trovadores acá en Chile, creo, tiene que ver con la
popularidad que alcanzó Manuel García con su disco Pánico (Alerce,
2005). Pero, antes, estuvo el Unplugged de Los Tres. Ahí le dijeron a todo
el mundo que se podía hacer canciones si se adquiría cierta disciplina y
profesionalismo. ¿Qué crees tú?

«Probablemente. A mí me daban ganas de irme a Santiago cuando escucha-


ba a Los Prisioneros o a Upa! A Los Electrodomésticos también. Creíamos
que se podía hacer. Upa! no era una mala banda. Tenían buenas canciones
y sonaban bien. Era una banda sólida. Y obviamente, Los Prisioneros. Yo, en
particular, quería entrar ahí. Esa era la intención, por lo menos, con Álvaro.
Hicimos la investigación, quién era el manager, dónde estaba la movida…
Era un movimiento bien chico, en plena dictadura, éramos pocos, pero
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por alguna razón el movimiento subterráneo funcionaba. Cuando llegué a


Santiago, de inmediato conecté con (Sebastián) Piga, Pablo Ugarte, Carlos
Cabezas… Los Prisioneros eran como inalcanzables, no estaban ahí, pero
el resto sí. Estaban todos en el estudio Kostantinopla, donde vivía el Carlos
con Piga. Ellos nos ayudaron de alguna manera, no a tocar, porque éramos
súper arrogantes cuando pendejos, nadie nos iba a enseñar a hacerlo… Íba-
mos a rockanrollear y los santiaguinos tienen otro plus, distinto al penquis-
ta, mucho más new wave, más electrónico, un poco más pretencioso, en
el sentido de querer ser más intelectuales. Nosotros veníamos de la cuna

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de Los Beatles, los Stray Cats… Entonces, en Santiago llamaba la atención,
porque no lo tenían».

¿Cómo se da eso?

«Por melómanos. Gente que escuchaba música. En el caso del Álvaro y


Titae tiene que ver con Gillies Marie, un francés que llegó con discos de
Chuck Berry y Gene Vincent. A mí alguien me pasó un casete de Chuck
Berry, Little Richard y los Rolling Stones. Me voló la cabeza. Cuando conocí
a Álvaro y a Titae, yo sabía lo que estaban tocando. Por eso yo llegué a tocar
y caminó de una. Pero melómanos, mi hermano y hermana me pasaban
discos y estaban estos referentes».

A propósito de lo que mencionaste en esta conversación, ¿terminaste


odiando «Quién es la que viene allí»?

«Sí. La verdad es que nunca le tuve mucho respeto a ese tema, porque tam-
poco era de Roberto Parra. O sea, era cool ver tocar al viejo esa canción, en-
tretenido. Pero, ese facilismo en el que caen los chilenos… Tengo pesadillas
con ‘Quién es la que viene allí’. Yo creo que la historia de Los Tres hubiera
sido mucho mejor sin esa canción».

A mí me gusta, aunque no es de mis favoritas. Está bien y la escucho,


pero Los Tres tienen tanto buen repertorio… Me pasaba en sus últimos
conciertos, sobre todo, que siempre esperaba que tocaran canciones
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que no solían hacer en vivo, y había una tendencia a tocar siempre lo


mismo. Por ejemplo, nunca escuché «Moizefala» o «Dos en uno». ¿Por
qué pasa eso?

«Eran etapas. Por ejemplo, la parte funky de Los Tres nunca nos sentimos
tan seguros de desarrollar. Nos identificábamos más con el rockabilly, por
eso la otra parte más pop la dejamos de tocar. Es más estética que nada».

Claro, pero ustedes recurrían mucho a los covers, y yo pensaba: ¿por


qué, teniendo tantas canciones buenas?

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«Bueno, los covers son un refresco que uno se toma. De repente, tocas com-
posiciones que te refrescan tus propios temas. Son necesarios después de
tantos años. Bueno, había temas de los cuales uno nunca se aburre, como
‘Hojas de té’. Eso son Los Tres, ‘La espada & la pared’, es la historia verdadera.
‘Bolsa de mareo’, también».

Bonus track: Albarrán y Los Tres

La Bodeguita de Nicanor se ubica en calle Argentina 470-A, Concepción.


No es un lugar céntrico pero goza de muy buena fama entre bohemios y
amantes de la buena música, sobre todo después del boom de solistas y
trovadores que salieron del anonimato mediático tras el reconocimiento al-
canzado por el ariqueño Manuel García. Tanto así que el dueño del recinto,
Daniel Gómez, ideó su instalación tras ser uno de los principales gestores
de la Cumbre del Folk, espectáculo musical que durante 2011 y 2012 lle-
nó el gimnasio La Tortuga, en Talcahuano. García, por cierto, fue número
destacado del cartel. También estuvieron Eduardo Gatti, Joe Vasconcellos,
Nano Stern, Camila Moreno y Fernando Ubiergo, entre otros.
¿La razón del nombre? Nació de dos grandes «referentes» para su pro-
pietario, La Bodeguita del Medio, un popular bar y restorán instalado en La
Habana, Cuba, y Nicanor Parra, el antipoeta. Gómez lo explicó así: «la mú-
sica latinoamericana, o la trova, tiene su gran líder que es Silvio Rodríguez.
Bueno, también está Pablo Milanés, y ambos son cubanos. Hay un lugar,
en Cuba, que se llama La Bodeguita del Medio, que si bien no tiene mucho
que ver con la música, ahí estuvieron todos, entre ellos, Salvador Allende.
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Es un lugar bello, con las paredes rayadas, lleno de significados. Y Nicanor


representa la irreverencia, lo que somos. Por ejemplo, para el Día de Los
Enamorados, nosotros celebramos el día Sin Valentín. Y la antimúsica tam-
bién. En una noche puedes escuchar Emmanuel, Los Fabulosos Cadillacs
y Silvio Rodríguez, y la gente disfruta de cada canción. La cueca brava, otro
ejemplo, se tomó el local, porque cualquiera la baila».
En este espacio Rubén Albarrán, vocalista y compositor de Café Tacv-
ba, presentó a melómanos penquistas su proyecto musical Hoppo!, integra-
do también por los músicos chilenos: Rodrigo Aros y Juan Pablo Villanueva.
Y, claro, fiel al estilo del local, el cuarteto, cuyo nombre significa vamos, en

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lengua dakota o siux, interpretó un repertorio muy latinoamericano, el mis-
mo que han registrado en sus discos de estudio y que va desde el homenaje
a la poeta trasandina Alfonsina Storni, con la delicada «Alfonsina y el mar»,
hasta los inmortales Víctor Jara («Te recuerdo Amanda») y Violeta Parra
(«Volver a los 17»).
La noche del 23 de enero de 2014 asistimos para obtener una opinión
del músico azteca sobre la música de Los Tres y su Unplugged. Dos fueron
las principales razones para ello: el disco tributo de la banda mexicana a
los chilenos (Vale callampa. Universal Music, 2002) y la presentación que
Café Tacvba realizó para la cadena de televisión norteamericana, un día
después de la banda penquista.
En La Bodeguita… se esperaba un momento mágico, tal como lo
prometía la organización, y así fue. Aunque, probablemente, este no sea
el mejor adjetivo para describir un particular momento para la bohemia
penquista, llena de significación y melancolía. Fue una noche intimista y,
también, elegante, ante cerca de la 200 personas cómodamente sentadas,
con Albarrán paseándose por los 400 metros cuadrados del local y la banda
en pleno ejecutando sus instrumentos sin ningún tipo de amplificación…
un concierto, cosa curiosa, ciento por ciento acústico. Nos sorprendimos
con una puesta en escena, que si bien fue como una bofetada a algunos de
los conceptos escritos en páginas anteriores, también fue la oportunidad
para hablar, en serio, de la nobleza del sonido de cada instrumento, y tocar
desenchufado. Bueno, también hablamos de Los Tres.

¿Cómo surge la idea de hacer algo como lo que vimos esta noche? Hay
mucho trabajo con la gente y algo que tú llamas acústico y, como te co-
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mentaba, poco tiene que ver con eso que popularizó o nos vendió MTV.

«Claro. Un poco la idea es que el público pueda recibir el sonido de los ins-
trumentos y de la música directamente de su fuente, antes de ser amplifi-
cado. Estamos muy acostumbrados a la música amplificada, aunque esté
tocada en vivo, de cualquier forma esa energía se modificó y está siendo
recreada por un sistema de audio, pero no es la música real, que proviene
de los instrumentos. Entonces, es una analogía, que tal vez no correspon-
da, pero lo veo como beber agua viva, directamente del manantial, a tomar
agua embotellada».

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«Entonces, esa es la intención, que el público reciba música y que
pueda vibrar con las frecuencias que genera cada uno de los instrumen-
tos. Creemos que es una experiencia muy bonita y que es muy agradable
de recibir. También pensamos que para un grupo como nosotros, que no
es emergente, porque llevamos cuatro años, pero no es conocido por las
personas, es una forma accesible, que está a la mano, para poder tener la
experiencia de la gira. Como grupo es importante para madurar, para crear
por las experiencias y eso enriquece tu trabajo. De esta forma, una banda
como nosotros, emergente, puede tener una gira, más o menos, con pocos
recursos, se puede autogestionar o contactar con gente que puede estar in-
teresada en tu música y se puede intercambiar, vender discos. Pueden su-
ceder muchas cosas para que los grupos puedan subsistir más allá de una
industria de la música, que sí es explotadora. Entonces, pensando en una
alternativa, ¿no?, para que el arte y la cultura den sus propios pasos y siga
creciendo».

Enganchemos con esto que te hablaba, al principio, del show business


internacional. Primero que nada, me gustaría saber si tuviste la oportu-
nidad de ver el unplugged de Los Tres.

«No. Me parece que nosotros estábamos llegando la noche en que Los Tres
estaban haciéndolo. No lo vimos. Bueno, sí, definitivamente es otra cosa lo
que nos vendieron, porque todo está conectado. Cientos de micrófonos.
Ahora, ciertamente que en esa época MTV, para nosotros, fue un gran puen-
te con el cual pudimos comunicarnos con todo Latinoamérica. Tal es así
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que en el ’94, bueno… Más bien, fue como una explosión y MTV era visto
en todo Latinoamérica. A nosotros nos ayudó mucho como para empezar a
girar y conocer otros países».

Ustedes en ese tiempo ya explotaban esos sonidos de la tierra, más liga-


do a lo folclórico, como ese reto de palabras entre Alejandro Flores (el
violinista) y tú, que, me imagino, es muy mexicano.

«Sí, claro. Para nosotros esa era un poco la intención, mezclar. Hacer música
mexicana contemporánea, más que rock. Es decir, todas las influencias que

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confluían en nuestra generación, jóvenes que vivían en cierta zona de la ciu-
dad, utilizarlas y hacer una música propia, más que copiar».

¿Y cuándo conocen la música de Los Tres?

«En nuestra primera visita a Chile…».

Perdón, ¿eso fue para el Festival de Viña de 1996, el mismo año que de-
butaron Los Tres en ese escenario?

«No, nosotros vinimos por primera vez el año 1992. Fue un intercambio
cultural de artistas plásticos entre Chile y México. Vinieron muchos artistas
mexicanos y como para inaugurar nos trajeron a nosotros a tocar. Nos orga-
nizaron un concierto. Tocamos con Lucybell y otra banda que no recuerdo».

¿Entonces, todavía no existía Re (Warner Music, 1994)?

«No, todavía no aparecía. Ni siquiera aparecía nuestro primer disco. No


teníamos trabajo publicado. Bueno, en esa oportunidad, salí una noche a
conocer. Me encontré con unos chavos y me dijeron: ‘vente a carretear con
nosotros’. Íbamos en el coche, bueno, casi todos los autos en Chile, en esa
época, eran autos compactos como un Renault o algo así [Lada]. Me dije-
ron: ‘te vamos a poner uno de los mejores grupos chilenos’. Y me pusieron
‘Amor violento’… y bueno, ahí nació el amor (risas)».

Es decir, cuando ustedes deciden hacer el EP Vale callampa, no era solo


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por amistad.

«Claro, por amistad y la admiración que le teníamos. Digamos que pasó el


tiempo y ellos siguieron trabajando tanto como nosotros en sus canciones,
y en sus discos, y cada vez los admirábamos y queríamos».

¿Escuchaste el Unplugged de Los Tres alguna vez? ¿Qué te pareció? Se


dice que es uno de los pocos shows de MTV donde los instrumentos no
se enchufaron y todo se amplificó con micrófonos.

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«Sí, lo he escuchado. Ellos (MTV) ya lo tenían muy preparado, siendo la
corporación que son, lo tienen todo muy calculado. Suena increíble. Ahora,
nuestra experiencia, pues fue un concierto algo frío, porque la gente que
estaba no nos conocía, y supongo que eso mismo pasó con Los Tres. Era un
público llevado para ocupar el espacio, y que aplaudía, y celebraba, porque
a eso iban. No era gente VIP, era gente que iba a trabajar, o que seguramente
le estaban pagando una lanita, para que ocuparan un espacio y aparecieran
como público. Entonces, hacían lo que tenían que hacer».

Bonus track: Una mirada social

Entrevistado para este trabajo el músico y sociólogo temuquense Sergio


Mauricio Lagos García comentó que el «Unplugged de Los Tres es deter-
minante para la cultura musical y popular de Chile de los últimos 20 años
por varios factores».
A fines de la década de 1990, Lagos García, un profundo admirador
de la obra de Los Beatles, formó en Temuco la banda Revolver, con la cual
editó cuatro trabajos discográficos. «Tanto en la etapa inicial, de búsqueda
creativa, como en la formación del repertorio de Revolver fue evidente la
influencia de Los Tres. La gente me decía que cantaba parecido a Álvaro
Henríquez, éramos dos guitarristas y aparte de eso también teníamos in-
fluencias de The Beatles, Chuck Berry, y el blues, entonces prácticamente
éramos una de muchas bandas parecidas a Los Tres. Era una cuestión ge-
neracional, los músicos de esa época o eran metaleros, o eran parecidos, a
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Los Tres», recordó.


Por cierto, los intereses de Lagos fueron derivando hacia otras expre-
siones como el funky, el jazz (formó parte del trío Chilensis Hot Jazz), la
cueca y el bolero. El cuarteto penquista, contó, fue importante para iniciarse
en la composición de canciones.

¿Cuál es la opinión que tienes del legado de Los Tres?

«Los Tres son un hito en la cultura popular en Chile. En lo personal pienso


que Los Tres eran realmente Los Tres hasta su primera separación. Lo que
vino después creo que fue, y sigue siendo, un revival de sus mejores años, e

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incluso tiene ribetes de música del recuerdo. Los discos que han salido en
esta etapa más contemporánea no contienen clásicos como ‘Amor violento’,
‘El aval’, ‘Déjate caer’, ‘Olor a gas’ o la ‘Feria verdadera’, temas de su primera
época que a mi juicio marcan un pilar fundamental en la música chilena.
Hay una calidad de composición única, un nivel de arreglos y ejecución ma-
gistral, sobre todo en su primera época, además de haber masificado la figu-
ra de Roberto Parra, lo cual fue un aporte extra, que enriqueció el panorama
musical de Chile notablemente para toda una generación».

¿Cuál es tu opinión musical del disco Unplugged?

«El Unplugged de Los Tres es determinante para la cultura musical y popu-


lar de Chile de los últimos 20 años, por varios factores. En lo que se refiere a
mi vivencia personal fue todo un suceso. Con un par de amigos en el liceo
fue una verdadera escuela, conocimos muchos acordes nuevos. Siempre
había algo que descubrir. En cada canción había muchas formas nuevas
de tocar la guitarra, y en ese sentido el legado de Ángel Parra es enorme.
Por otra parte, la sonoridad del disco hacía posible interpretar las canciones
prácticamente de forma fiel con dos guitarras de palo, lo cual para muchos
de nosotros era una posibilidad soñada de tocar la música que nos gustaba
en el living de la casa».
«En lo que se refiere al repertorio, hay una lógica muy clara de par-
te de ellos en cuanto a elegir los temas que más se ajustaban al formato.
Principalmente temas del primer disco, y de La espada & la pared. Aparte
de eso, es indudable que el disco se realizó en la mejor época de ellos: aún
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eran jóvenes, Álvaro Henríquez cantaba muy bien, estaban muy afiatados,
la ejecución de las canciones es impecable, toda esa veta jazzística de Titae,
Ángel Parra y Pancho Molina fue determinante en eso. Aparte las composi-
ciones y líricas de Álvaro Henríquez lucen en todo su esplendor».

¿Hay algo que te llame la atención de este disco más allá de lo musical?

«Creo que el broche de oro de ese disco son las cuecas y el tributo a Roberto
Parra, que tuvo una consecuencia cultural aplastante hasta el día de hoy. Se
rescató una veta cultural de Chile que estaba perdida hacía muchos años.

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Imagen del video «Traje desastre», de Germán Bobe, con el cual se promo-
cionó el disco Unplugged.

Creo que ni ellos mismos se imaginaron las repercusiones que eso iba a
tener con los años y para las nuevas generaciones».

¿Crees que este concierto influenció para que las nuevas generaciones
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se interesaran por la cueca?

«Completamente… El folclor chileno estuvo estereotipado, etiquetado y es-


tilizado en forma abrumadora durante todos los años de la dictadura. Las
cuecas de huaso con espuela y canto con la papa en la boca estaban es-
tablecidas como única forma de hacer folclore. Y de repente aparecieron
Los Tres tocando cuecas choras y canciones del roto chileno, en MTV para
toda Latinoamérica (…). Hoy en día existe toda una generación fuertemen-
te arraigada con la cueca chilena, gracias a ese hito en particular y otros he-
chos musicales posteriores que contribuyeron a esta feliz realidad».

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¿Y el desenchufado en Miami? El 17 de abril de 1996, tras su exitoso
paso por el Festival de Viña del Mar, el cuartero publicó el disco Los Tres:
Unplugged.
Quince canciones formaron parte del trabajo registrado en Miami jun-
to al ingeniero Joe Blaney: «Sudapara», «La espada & la pared», «Un amor
violento», «Gato por liebre», «Pájaros de fuego», «Me rompió el corazón»,
«Déjate caer», «Traje desastre», «Tírate», «Te desheredo», «He barrido el sol»,
«La primera vez», «El arrepentido», «La vida que yo he pasado» y «Quién es
la que viene allí».
La promoción apuntaba a posicionar la canción «Traje desastre», no
obstante, contra todo pronóstico «Quién es la que viene allí» se impuso en
los ránkings radiales, convirtiéndose así en uno de los hits más importantes
en la carrera del grupo.
«Queremos vender millones de discos, tener plata en el banco y todo
eso, además. Podís llegar a tener mucha plata y vender millones de discos,
pero no por eso vai a ser un idiota», se sinceraba el líder Álvaro Henríquez el
día del lanzamiento, y explicaba, además, su relación distante con algunos
medios de comunicación.
En efecto, el desenchufado fue el disco con el cual el grupo generó más
ganancias y logró la anhelada masividad, pero no como lo habían planeado.
Quizás fue el premio por años de trabajo y la insistente idea de, ante todo,
sonar bien.
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