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Por su parte, la tolerancia hacia quienes profesan de manera pública creencias o religiones
distintas a la nuestra. Es un concepto relacionado con la aceptación y con la consideración ante
las acciones u opiniones de otras personas cuando estas diferentes de las propias o se
contraponen al marco personal de creencias. La tolerancia se erige como un valor básico para
convivir armónica y pacíficamente. No solo se trata de permitir lo que los demás digan o
hagan, sino de reconocer y aceptar la individualidad y las diferencias de cada ser humano. Se
considera que la tolerancia constituye la base de la buena convivencia entre personas de
diferentes culturas, credos, razas, y modos de vida.
Generalidades
Este comportamiento social se ha dado en todas las épocas de la humanidad y en todos los
lugares del mundo como un medio para posibilitar la convivencia. Se admite que, en general,
los valores y las normas colectivos son establecidos por el grupo que ostenta el poder político y
el control social, y con ello establece, entre otras cosas, el grado de respeto o, por el contrario,
la intensidad de la persecución de la que se va a hacer objeto a la persona que exprese
actitudes y conceptos diferentes o problemáticos
Tolerancia e intolerancia
Se considera generalmente que no hay tolerancia sin acción previa y ajena de incitación. La
tolerancia es, así, un valor reactivo, impensable en condiciones previas a la convivencia e
incluso a la de la convivencia problemática. Su antónimo, la intolerancia, puede manifestarse
sin embargo con anterioridad a una incitación objetiva, a modo de programa defensivo
preventivo. La tolerancia se expresa por lo general mediante una corta variedad de conductas
muy similares, mientras que la intolerancia permite una mayor variedad de comportamientos,
que van desde la ignorancia pasiva hacia el diferente hasta la persecución o el exterminio.
Helen Keller decía «La mejor consecuencia de la educación es la tolerancia».4 Es más difícil
comprender un comportamiento y acabar aceptándolo cuanto menos conoce uno los orígenes
del mismo. Si la educación, según ciertos conceptos de esta, consiste entre otras cosas en
informar y dar a conocer a los alumnos los mundos ajenos a su cotidianidad vital (a diferencia
de otras nociones pedagógicas partidarias de la experiencialidad vacía de contenidos, por
ejemplo), puede, en efecto, constituirse en vehículo de tolerancia, y probablemente lo viene
siendo históricamente de modo implícito.
Tolerancia civil
Puesto que las mentalidades individuales evolucionan por lo general más rápido que las leyes,
a menudo se da un desfase entre la moral social, convenida implícita y de forma colectiva y las
leyes civiles. Así, algunas disposiciones de la ley pueden, en un momento dado, ser
reconocidas como inadecuadas y por eso, no ser aplicadas más que parcialmente o no ser
aplicadas ni obedecidas en absoluto. Así Georges Clémenceau decía en Au soir de la pensée,
«Toda tolerancia se convierte a la larga en un derecho adquirido».
Pero en todo caso, las modalidades y la eficacia de las leyes dependen de hecho de la
capacidad de las instituciones para hacer que se apliquen. Por ejemplo, los decretos Jean Zay
(1936) prevén la prohibición de llevar signos religiosos y políticos en las escuelas francesas; sin
embargo, la no aplicación de esos decretos ha conducido a promulgar una nueva ley sobre el
mismo tema en 2004.