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TOLERANCIA SOCIAL

Para otros usos de este término, véase tolerancia (desambiguación).

Tolerancia se refiere al respeto hacia las ideas, preferencias, formas de pensamiento o


comportamientos de las demás personas. La palabra proviene del latín tolerantĭa, que significa
«cualidad de quien puede aceptar». El concepto surgió en Francia a finales del siglo XVI
durante las guerras de religión que enfrentaron a católicos y protestantes. Designaría
inicialmente la indulgencia hacia la opinión de los demás sobre los puntos del dogma que la
Iglesia no consideraba como esenciales. Así, nació con un sentido peyorativo pues se trataba
de soportar lo que no se podía erradicar. El sentido positivo del término se afirmó en el siglo
siguiente con John Locke y Pierre Bayle y la Ilustración del siglo XVIII lo convierte en uno de sus
valores fundamentales con el significado de aceptación de las otras creencias.

Por su parte, la tolerancia hacia quienes profesan de manera pública creencias o religiones
distintas a la nuestra. Es un concepto relacionado con la aceptación y con la consideración ante
las acciones u opiniones de otras personas cuando estas diferentes de las propias o se
contraponen al marco personal de creencias. La tolerancia se erige como un valor básico para
convivir armónica y pacíficamente. No solo se trata de permitir lo que los demás digan o
hagan, sino de reconocer y aceptar la individualidad y las diferencias de cada ser humano. Se
considera que la tolerancia constituye la base de la buena convivencia entre personas de
diferentes culturas, credos, razas, y modos de vida.

Generalidades

A nivel individual, la tolerancia es la capacidad de aceptación de una situación o de otra


persona o grupo considerados diferentes. Pero no todos los individuos están capacitados para
ser tolerantes. La tolerancia individual se manifestará en la actitud que una persona tiene ante
aquello que expresa valores diferentes a los suyos propios. También en la aceptación de una
situación injusta en contra de los intereses propios o en contra de los intereses de terceras
personas. Todo ello implica, evidentemente, capacidad para escuchar y aceptar a los demás

Este comportamiento social se ha dado en todas las épocas de la humanidad y en todos los
lugares del mundo como un medio para posibilitar la convivencia. Se admite que, en general,
los valores y las normas colectivos son establecidos por el grupo que ostenta el poder político y
el control social, y con ello establece, entre otras cosas, el grado de respeto o, por el contrario,
la intensidad de la persecución de la que se va a hacer objeto a la persona que exprese
actitudes y conceptos diferentes o problemáticos

Tolerancia e intolerancia

Se considera generalmente que no hay tolerancia sin acción previa y ajena de incitación. La
tolerancia es, así, un valor reactivo, impensable en condiciones previas a la convivencia e
incluso a la de la convivencia problemática. Su antónimo, la intolerancia, puede manifestarse
sin embargo con anterioridad a una incitación objetiva, a modo de programa defensivo
preventivo. La tolerancia se expresa por lo general mediante una corta variedad de conductas
muy similares, mientras que la intolerancia permite una mayor variedad de comportamientos,
que van desde la ignorancia pasiva hacia el diferente hasta la persecución o el exterminio.

El término persecución ha sido usado históricamente para denotar actos de violencia


indiscriminada, sean espontáneos o premeditados. La persecución entre seres humanos no se
limita a grupos religiosos, étnicos o políticos. Cualquier diferencia identificable en apariencia o
comportamiento puede servir de motor para una persecución. El fundamento tanto de la
tolerancia como de la intolerancia y la persecución es la percepción de un individuo o un grupo
como diferentes. Se considera que la persecución es la expresión de un rasgo general del
comportamiento social, relacionado con el tribalismo y el ejercicio del poder por un grupo, que
busca imponer o reforzar la sumisión a otros. A menudo la persecución no es reconocida como
tal por los perseguidores, sino solamente por sus víctimas o por observadores externos.

La tolerancia es generalmente una elección dictada por una convicción, a veces


condescendiente y a veces forzada penalmente. Pero también es fomentada persuasivamente
por los medios de comunicación al servicio de los intereses del grupo de control, sea este el
que posee las herramientas formales de gobierno o el que, en posición de debilidad relativa de
este, ejerce la oposición.

Helen Keller decía «La mejor consecuencia de la educación es la tolerancia».4 Es más difícil
comprender un comportamiento y acabar aceptándolo cuanto menos conoce uno los orígenes
del mismo. Si la educación, según ciertos conceptos de esta, consiste entre otras cosas en
informar y dar a conocer a los alumnos los mundos ajenos a su cotidianidad vital (a diferencia
de otras nociones pedagógicas partidarias de la experiencialidad vacía de contenidos, por
ejemplo), puede, en efecto, constituirse en vehículo de tolerancia, y probablemente lo viene
siendo históricamente de modo implícito.

El comienzo de la tolerancia fue la base del pensamiento liberal. Su aceptación no tuvo un


completo éxito en Europa, ya qué, hubo algunos países que no la pusieron a prueba.

Tolerancia civil

Puesto que las mentalidades individuales evolucionan por lo general más rápido que las leyes,
a menudo se da un desfase entre la moral social, convenida implícita y de forma colectiva y las
leyes civiles. Así, algunas disposiciones de la ley pueden, en un momento dado, ser
reconocidas como inadecuadas y por eso, no ser aplicadas más que parcialmente o no ser
aplicadas ni obedecidas en absoluto. Así Georges Clémenceau decía en Au soir de la pensée,
«Toda tolerancia se convierte a la larga en un derecho adquirido».

Históricamente, la primera noción en el sentido contemporáneo de tolerancia es la defendida


por John Locke en su Carta sobre la tolerancia, que es definida por la fórmula «dejad de
combatir lo que no se puede cambiar».
Desde un punto de vista social, permite aquello que es contrario a la moral o a la ética del
grupo que ostenta el control social. Permite también desigualdades y diferencias dentro de la
sociedad. Se trata principalmente de un comportamiento frente a una situación que se juzga
mala, pero que se acepta porque no se puede hacer otra cosa. Se pueden citar como ejemplos
las situaciones de esclavitud y tolerancia de la esclavitud a lo largo de la Historia, a pesar de las
condenas a la misma por algunos grupos que se saldaron con catastróficos enfrentamientos
sociales, y ello repetidamente; la sucesión a lo largo de la Historia entre el permiso y la
prohibición de abortar para las mujeres y los que las asisten; el procesamiento y posterior
encarcelamiento de familias inmigrantes por realizar prácticas tradicionales en sus hijas como
la ablación genital mientras la circuncisión de los hijos varones es tolerada (lo cual plantea de
modo muy intenso el no resuelto problema planteado por J. S. Mill de los límites de la
tolerancia: ¿se debe ser tolerante con costumbres intolerantes, por ejemplo hacia el placer
sexual femenino?); la denominada contemporáneamente violencia de género, el asesinato de
mujeres a manos de su pareja sentimental, que ha provocado en España por ejemplo, cambios
en el código penal y campañas institucionales denominadas tolerancia cero debido, según
algunos, a la falta de movilización social ante el problema y, según otros, precisamente al
hecho de tratarse España de uno de los países de la Unión Europea con cifras más bajas de
este tipo de violencia (según encuesta europea realizada en todos los países de la UE), lo cual
plantea la cuestión de si una legislación de este tipo puede implantarse con éxito en
sociedades cuyo sentir colectivo no sea previamente favorable a la misma.

Pero en todo caso, las modalidades y la eficacia de las leyes dependen de hecho de la
capacidad de las instituciones para hacer que se apliquen. Por ejemplo, los decretos Jean Zay
(1936) prevén la prohibición de llevar signos religiosos y políticos en las escuelas francesas; sin
embargo, la no aplicación de esos decretos ha conducido a promulgar una nueva ley sobre el
mismo tema en 2004.

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