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La carretera principal

Y EL SIGNIFICANTE “SER PADRE”


La carretera, ese si es un significante que merece ser tomado como tal.

La carretera principal no es algo que se extiende de un punto a otro, es una dimensión desarrollada
en el espacio, la presentificación de una realidad original. Es una vía de comunicación.

Una carretera principal no es para nada lo mismo que el sendero que traza el movimiento de los
elefantes a través de la selva ecuatorial. Esto no significa que no son nada, puesto que los sostiene
la realidad de las migraciones elefánticas. Además, el paso está orientado. Pero sin duda alguna, los
elefantes no se quedan en el camino. La diferencia que hay entre la carretera principal y el sendero
de los elefantes, es que nosotros si nos paramos, nos paramos hasta el punto de aglomerarnos, y de
volverlos tan viscosos a esos lugares de paso, que confinan con el impase.

Sucede que vayamos a pasear por la carretera principal, en forma expresa y deliberada, para hacer
luego el mismo camino en sentido contrario. Este camino de ida y vuelta es también del todo
esencial, y nos lleva por el camino de esta evidencia: que la carretera principal es un paraje, en torno
al cual no solo se aglomeran todo tipo de habitaciones, de lugares de residencia, sino que también
polariza, en tanto significante, las significaciones.

La carretera principal es un ejemplo particularmente sensible de lo que digo cuando hablo de la


función del significante en tanto que polariza, aferra, agrupa en un haz a las significaciones. Hay una
verdadera antinomia entre la función del significante y la inducción que ejerce sobre el agrupamiento
de las significaciones. El significante es polarizante. El significante crea el campo de las
significaciones.

Tomen un mapa de las grandes vías de comunicación, y vean como se trazó de sur a norte la vía
que atraviesa los países para enlazar una cuenca con otra, una planicie con otra planicie, cruzar una
serranía, pasar sobre puentes, organizarse. Verán que ese mapa es el que mejor expresa, en la
relación del hombre con la tierra, el papel del significante. No hagamos como aquella persona que se
maravillaba de que los ríos pasasen justamente por las ciudades. Sería igualmente necio no ver que
las ciudades se formaron en el nudo de las rutas. En su encrucijada, por cierto con una pequeña
oscilación, se produce históricamente lo que se torna centro de significaciones, aglomeración
humana, ciudad, con todo lo que esa dominancia del significante le impone.

¿Qué sucede cuando no la tenemos a ella, la carretera principal, y nos vemos obligados, para ir de
un punto a otro, a sumar senderos entre sí, modos mas o menos divididos de agrupamientos de
significación? Para ir de tal a cual punto, podremos elegir entre distintos elementos de la red, y
podemos hacer nuestra ruta así o asá, por razones diversas.

De esto se deducen varias cosas, que nos explican el delirio del presidente Schreber.

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¿Cuál es el significante que está en suspenso en su crisis inaugural? El significante procreación en
su forma más problemática. No es la forma de ser madre, sino la forma de ser padre.

Conviene meditar lo siguiente: que la función de ser padre no es pensable de ningún modo en la
experiencia humana sin la categoría del significante.

La sumatoria de hechos (copular con una mujer, que ella lleve luego algo en su vientre durante cierto
tiempo, que ese producto termine siendo eyectado) jamás lograran construir la noción de que es ser
padre.

Un efecto retroactivo es necesario para que el hecho de copular reciba para el hombre el sentido que
realmente tiene, pero para el cual no puede haber ningún acceso imaginario, que el niño sea tan de
él como de la madre. Y para que este efecto de retroacción se produzca, es necesario que la noción
ser padre, haya alcanzado el estado de significante primordial, y que ese significante tenga su
consistencia y estatuto. El sujeto puede saber muy bien que copular es el origen de procrear, pero la
función de procrear en cuanto significante es otra cosa.

Para que procrear tenga su sentido pleno, es aún necesario, en ambos sexos, que haya
aprehensión, relación con la experiencia de la muerte, que da al término procrear su sentido pleno.
La paternidad y la muerte son por cierto dos significantes que Freud reúne a propósito de los
obsesivos.

El significantes ser padre hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer. Si
la carretera principal no existe, no encontramos ante cierto número de caminitos elementales,
copular y luego la preñez de la mujer.

Según todas las apariencias, el presidente S carece de ese significante fundamental que se llama
ser padre. Por eso tuvo que cometer un error, que enredarse hasta pensar llevar él mismo su peso
como una mujer. Tuvo que imaginarse a sí mismo mujer, y efectuar a través de un embarazo la
segunda parte del camino necesaria para que, sumándose una a otra, la función ser padre quede
realizada.

La experiencia de la couvade, por problemática que nos parezca, puede situarse como una
asimilación insegura, incompleta de la función ser padre. Responde, en efecto, adecuadamente a la
necesidad de realizar imaginariamente la segunda parte del camino.

Para extremar un poquito más mi metáfora, les diré ¿Cómo hacen los así llamados usuarios de las
carreteras cuando no hay carretera principal, cuando es preciso pasar por carreteras secundarias
para ir de un punto a otro? Siguen los indicadores colocados a orillas de la carretera. Es decir que
cuando el significante no funciona, eso se pone a hablar a orillas de la carretera principal. Cuando no
está la carretera, aparecen carteles con palabras escritas. Acaso sea esa la función de las
alucinaciones auditivas verbales de nuestros alucinados: son los carteles a orillas de sus caminos.

En ese zumbido que tan a menudo nos pintan los alucinados, en el murmullo continuo de esas
frases, de esos comentarios, que no son más que la infinitud de los caminitos. Los significantes se
ponen a hablar, a cantar solos. El murmullo continuo de esas frases, de esos comentarios, no es
más que la infinitud de los caminitos.
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Por lo menos es una suerte que indiquen vagamente la dirección.

Todo lo que, en el delirio, se organiza y se orquesta según diferentes registros hablados revela, tanto
en su escalonamiento como en su textura, la polarización fundamental de la falta súbitamente
encontrada, súbitamente percibida de un significante.

LA FORCLUSIÓN DEL NOMBRE DEL PADRE.


La cuestión que se plantea a propósito de las psicosis es la de saber qué ocurre con el proceso de
comunicación cuando, precisamente, no llega a ser constituyente para el sujeto.

Nosotros aquí llamamos ley a lo que se articula propiamente en el nivel del significante, a saber, el
texto de la ley.

En efecto a lo que autoriza el texto de la ley le basta con estar, por su parte, en el nivel del
significante. Es lo que yo llamo el Nombre del Padre, es decir, el padre simbólico. Es un término que
subsiste en el nivel del significante, que en el Otro, en cuando sede de la ley, representa al Otro. Es
el significante que apoyo a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro. El padre como quien
promulga la ley es el padre muerto, es decir, el símbolo del padre. El padre muerto es el Nombre del
Padre, que se construye a partir del contenido.

En una cadena de los significantes, algo puede faltar. Han de comprender ustedes la importancia
de la falta de este significante particular del que acabo de hablarles, el Nombre del Padre, dado que
funda el hecho mismo de que haya ley, es decir, articulación en un cierto orden del significante-
complejo de Edipo, o la ley del Edipo, o ley de prohibición de la madre. Es el significante que
significa que en el interior de este significante, el significante existe.

Es esto, el Nombre del Padre. Como ustedes ven, es, en el interior del Otro, un significante
esencial, alrededor del cual traté de centrarles lo que ocurre en la psicosis. A saber, que el sujeto ha
de suplicar la falta de este significante que es el Nombre del Padre.

El deseo cruza la línea significante, y en su entrecruzamiento con la línea significante ¿Con qué se
encuentra? Se encuentra con el Otro. Se encuentra con el Otro, no les he dicho como persona, se lo
encuentra como tesoro del significante.

En el Nombre del Padre, a saber, que este significante está ausente, los dos vínculos enmarcados,
a saber, la ida y vuelta del mensaje al código y del código al mensaje, resultan de esta manera
destruidos e imposibles. Esto les permite trasladar a este esquema los dos tipos fundamentales de
fenómenos de voces que experimentan el Presidente Schreber en sustitución de este defecto, de
esta falta.

En Schreber ¿cuál es e resultado de la exclusión de los vínculos entre el mensaje y el Otro? El


resultado se presenta en forma de dos grandes categorías de voces y de alucinaciones.

La dimensión del Otro, al ser el lugar del depósito, el tesoro del significante, supone, para que
pueda ejercer plenamente su función del Otro, que también tenga el significante del Otro en cuanto
Otro. El Otro tiene, él también, más allá de él a este Otro capaz de dar fundamento a la ley. Es una

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dimensión que, por supuesto, pertenece igualmente al orden del significante y se encarna en
personas que soportarán esta autoridad. Que, dado el caso, esas personas falten, que haya por
ejemplo carencia paterna en el sentido de que el padre es demasiado tonto, eso no es lo esencial. Lo
esencial es que el sujeto, por el procedimiento que sea, haya adquirido la dimensión del Nombre del
Padre.

El Nombre de Padre y el padre real- el Nombre del Padre en tanto que llegado el caso puede faltar
y el padre que, según parece, no ha de estar tan presente para que no falte.

En otros términos, el Nombre del Padre hay que tenerlo, pero también hay que saber servirse de
él. De esto pueden depender mucho el destino y el resultado de todo este asunto.

LA METÁFORA PATERNA.
Pasamos a introducir más correctamente el papel del padre. Si su lugar es en el complejo es lo que
puede indicarnos en qué dirección debemos avanzar y plantear una formulación correcta,
examinemos ahora el complejo y empecemos por recordarles su a b c.

Al principio el padre terrible. De entrada, prohíbe la madre. Éste es el fundamento, el principio del
complejo de Edipo, ahí es donde el padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del
incesto. Es el padre, nos recuerdan, el encargado de representar esta interdicción. Ustedes esperan
que siga bajo la amenaza de castración. Es cierto, hay que decirlo, pro no es tan simple. De
acuerdo, la castración tiene aquí un papel manifiesto y cada vez mas confirmado, el vínculo de la
castración con la ley es esencial

Tomemos primero al niño. La relación entre el niño y el padre está gobernada, por supuesto, por el
temor de la castración. Lo abordamos como una represalia dentro de una relación agresiva. Esta
agresión parte del niño porque su objeto privilegiado, la madre, le está prohibido, y va dirigida al
padre.

AGENTE FALTA DE OBJETO OBJETO

Padre real Castración Imaginario

Padre Simbólico Frustración Real

Padre Imaginario Privación Simbólico

La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien real, el padre o la madre que le dice – te
lo vamos a cortar, y cuyo objeto es un objeto imaginario – si el niño se siente cortado, es que se lo
imagina.

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En cuanto a la frustración. El padre interviene como provisto de derecho, no como personaje real.
Aunque no esté ahí, aunque llame a la madre por teléfono, por ejemplo, el resultado es el mismo.
Aquí es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una frustración, acto imaginario que
concierne a un objeto real, la madre, en tanto que el niño tiene necesidad de ella.

Finalmente, viene el tercer nivel, el de la privación, que interviene en la articulación del complejo de
Edipo. SE trata entonces, del padre en tanto que hacer preferir a la madre. En la medida en que el
padre se convierte, de la forma que sea, por su fuerza o por debilidad, en un objeto preferible a la
madre, puede establecerse la identificación terminal. La cuestión del complejo de Edipo invertido y
de su función se establece en este nivel.

¿Qué es el padre? Toda la cuestión es saber lo que es en el complejo de Edipo. Pues bien, ahí el
padre no es un objeto real. No es tampoco únicamente un objeto ideal.

El padre es el padre simbólico. Es esto – una metáfora.

Una metáfora es un significante que viene en lugar de otro significante. Digo que esto es el padre en
el complejo de Edipo.

Aquí está el mecanismo, el mecanismo esencial, el único mecanismo de la intervención del padre en
el complejo de Edipo. Y si no es en este nivel donde buscan ustedes las carencias paternas, no las
encontraran en ninguna otra parte.

La función del padre en el complejo de Edipo es la de ser un significante que sustituye al primer
significante introducido en la simbolización, el significante materno.

Es la madre la que va y viene. Si puede decirse que va y que viene, es porque yo soy un pequeño
ser ya capturado en lo simbólico y he aprendido a simbolizar.

La cuestión es – ¿Cuál es el significado? ¿Qué es lo que quiere, ésa? Me encantaría ser yo lo que
quiere, pero está claro que no solo me quiere a mí. Le da vueltas a alguna otra cosa. A lo que le da
vueltas es a la x, el significado. Y el significado de las ideas y venidas de la madre es el falo.

El niño, con más o menos astucia o suerte, puede llegar a entrever muy pronto lo que es
la x imaginaria, y, una vez lo ha comprendido, hacerse falo. Pero la vía imaginaria no es la vía
normal. Por esta razón, por otra parte, supone lo que se llaman fijaciones

EDIPO.
LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO.
A penas hay sujeto hablante, la cuestión de sus relaciones en tanto que habla no podría reducirse
simplemente a otro, siempre hay un tercero, el Otro con mayúscula, constituyente de la posición del
sujeto como hablante, es decir, también, como analizante.

De que se trata la metáfora paterna? Propiamente, es en lo que se ha constituido de una


simbolización primordial entre el niño y la madre, poner al padre en cuanto símbolo o significante, en
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lugar de la madre. Veremos que quiere decir este en lugar de que constituye el punto central, el
nervio motor, lo esencial del progreso constituido por el complejo de Edipo.

El padre, para nosotros, es, es real.

La posición del Nombre del Padre, la calificación del padre como procreador, es un asunto que se
sitúa en el nivel simbólico. Puede realizarse de acuerdo con las diversas formas culturales, pero en si
no depende de la forma cultural, es una necesidad de la cadena significante.

El niño depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de la madre, y de ninguna otra
cosa. Mediante esta simbolización, el niño desprende su dependencia efectiva respecto del deseo de
la madre de la pura y simple vivencia de dicha dependencia, y se instituye algo que se subjetiva en
un nivel primordial o primitivo. Esta subjetivación consiste simplemente en establecer a la madre
como aquel ser primordial que puede estar o no estar. En el deseo del niño, el de él, este ser es
esencial. ¿Qué desea el sujeto? No se trata simplemente de la apetición de los cuidados, del
contacto, ni siquiera de la presencia de la madre, sino de la apetición de su deseo.

Desde esta primera simbolización en la que el deseo del niño se afirma, se esbozan todas las
complicaciones ulteriores de la simbolización, pues su deseo es deseo del deseo de la madre.

La relación del niño con el falo se establece porque el falo es el objeto del deseo de la madre.

Está muy claro que el padre no puede castrar a la madre de algo que ella no tiene. Para que se
establezca que no lo tiene, eso ya ha de estar proyectado en el plano simbólico como símbolo. Pero
es, de todas formas, una privación, porque toda privación real requiere la simbolización. Es, pues, en
el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la evolución del Edipo se plantea
para el sujeto la cuestión de aceptar, de registrar, de simbolizar él mismo, de convertir en
significante, esa privación de la que la madre es objeto, como se comprueba. Esta privación, el
sujeto infantil la asume o no la asume, la acepta o la rechaza.

Si el niño no franquea ese punto nodal, es decir, no acepta la privación del falo en la madre operada
por el padre, mantiene por regla general una determinada forma de identificación con el objeto de la
madre.

En este nivel, la cuestión que se plantea es – ser o no ser el falo. En el plano imaginario, para el
sujeto se trata de ser o de no ser el falo. La fase que se ha de atravesar pone al sujeto en la posición
de elegir.

Ustedes perciben perfectamente que se ha de franquear un paso considerable para comprender la


diferencia entre esta alternativa y la que está en juego en otro momento y que también hemos de
esperar encontrar, la de tener o no tener, por basarnos en otra cita literaria. Dicho de otra manera,
tener o no tener el pene, no es lo mismo. En medio está, no lo olvidemos, el complejo de castración.
De que se trata en el complejo de castración, es algo que nunca se articula y resulta casi
completamente misterioso. Sabemos, sin embargo, que de él dependen estos dos hechos – por una
parte, que el niño se convierta en un hombre, por otra parte, que la niña se convierta en una mujer.
En ambos casos, la cuestión de tener o no tener se soluciona por medio del complejo de castración.
Lo cual supone que, para tenerlo, ha de haber habido un momento en que no lo tenía. Para tenerlo,
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primero se ha de haber establecido que no se puede tener, y en consecuencia la posibilidad de estar
castrado es esencial en la asunción del hecho de tener el falo.

Este es un paso que se ha de franquear y en el que ha de intervenir en algún momento, eficazmente,


realmente, efectivamente, el padre.

Hasta ahora, como lo indicaba el propio hilo de mi discurso, he podido hablarles sólo a partir del
sujeto, diciéndoles – acepta o no acepta, y en la medida en que no acepta, eso lo lleva, hombre o
mujer, a ser el falo. Pero ahora, para el siguiente paso, es esencial hacer intervenir efectivamente al
padre..

Hace obstáculo entre el niño y la madre, es el portador de la ley, pero de derecho, mientras que de
hecho interviene de otra forma.

La ley de la madre es, por supuesto, el hecho de que la madre es un ser hablante, con eso basta
para legitimar que diga la ley de la madre. Sin embargo, este ley es, por así decirlo, una ley
incontrolada. Reside simplemente, al menos para el sujeto, en el hecho de que algo de su deseo es
completamente dependiente de otra cosa que, sin duda, se articula ya en cuanto tal, que pertenece
ciertamente al orden de la ley, pero esta ley esta toda entera en el sujeto que la soporta, a saber, en
el buen o el mal querer de la madre, la buena o la mala madre.

Pues bien, yo digo que el niño empieza como súbdito. Es un súbdito porque se experimenta y se
siente de entrada profundamente sometido al capricho de aquello de lo que depende, aunque este
capricho sea un capricho articulado.

Lo que cuenta es la función en la que intervienen, en primer lugar el Nombre del Padre, único
significante del padre, en segundo lugar la palabra articulada del padre, en tercer lugar la ley en tanto
que el padre está en una relación más o menos intima con ella. Lo esencial es que la madre
fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella, y de su capricho, a
saber, pura y simplemente, la ley propiamente dicha. Se trata, pues, del padre en cuanto Nombre del
Padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley, como nos lo anuncia y lo promueve
todo el desarrollo de la doctrina freudiana. Es a este respecto como es aceptado o no es aceptado
por el niño como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo.

(Los tres tiempo del Edipo del parcial pasado)


Así, la identificación que puede producirse con la instancia paterna se ha realizado en estos tres
tiempos.

En primer lugar, la instancia paterna se introduce bajo una forma velada, o todavía no se ha
manifestado. Ello no impide que el padre exista en la materialidad mundana, quiero decir en el

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mundo, debido a que en éste reina la ley del símbolo. Por eso la cuestión del falo ya está planteada
en algún lugar en la madre, donde el niño ha de encontrarla.

En segundo lugar, el padre se afirma en su presencia privadora, en tanto que es quien soporta la ley,
y esto ya no se produce de una forma velada sino de una forma mediada por la madre, que es quien
lo establece como quien le dicta la ley.

En tercer lugar, el padre se revela en tanto que él tiene. Es la salida del complejo de Edipo. Dicha
salida es favorable si la identificación con el padre se produce en este tercer tiempo, en el que
interviene como quien lo tiene. Esta identificación se llama ideal del yo.

En el tercer tiempo, pues, el padre interviene como real y potente. Este tiempo viene tras la
privación, o la castración, que afecta a la madre, a la madre imaginada, por el sujeto, en su posición
imaginaria, la de ella, de dependencia. Si el padre es interiorizado en el sujeto como Ideal del yo y,
entonces, no lo olvidemos, el complejo de Edipo declina, es en la medida en que el padre interviene
como quien, él sí, lo tiene.

El papel que desempeña aquí la metáfora paterna es ciertamente el que podíamos esperar de una
metáfora – conduce a la institución de algo perteneciente a la categoría del significante, está ahí en
reserva y su significación se desarrollará mas tarde. El niño tiene todos los títulos para ser un
hombre.

Esto significa, ténganlo en cuenta, que, en cuanto viril, un hombre es siempre más o menos su
propia metáfora.

El padre está en una posición metafórica si y sólo si la madre lo convierte en aquel que con su
presencia sanciona la existencia del lugar de la ley. Queda, pues, un inmenso margen para las
formas y los medios con los que esto se puede realizar, porque es compatible con diversas
configuraciones concretas.

Así es como puede ser franqueado el tercer tiempo del complejo de Edipo, o sea, la etapa de la
identificación en la que se trata para el niño de identificarse con el padre como poseedor del pene, y
para la niña de reconocer al hombre como quien lo posee.

Duelo
HAMLET UNA LECTURA (Norma, Barbagelata)
El duelo se puede hacer por la pérdida de muchas cosas: la pérdida de la patria, de la libertad, de un
amigo sin que “pérdida” sea sinónimo de muerte.

Allouch dice que toda la clínica psicoanalítica puede ser pensada como la clínica del duelo.

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Duelo y Melancolía.

Planteo de Freud en Duelo y Melancolía.


Primero Freud va a trabajar el duelo como lo conocido, como lo ya sabido, para tratar de explicar
la melancolía. Este camino de ir del duelo como “lo normal” a la melancolía que sería lo patológico,
invierte el sentido de todo los caminos que Freud se dado en todos los textos anteriores.

Lo normal va a permitir pensar lo patológico, lo que sucede en la melancolía.

Crítica 1. La cuestión de la inexistencia y la realidad. Freud dice, frente a la pérdida de ese ideal,
frente a la persona al anoticiarse de la pérdida, tiene que hacer un trabajo, que Freud va a llamar
trabajo de duelo. Freud dice así : la realidad le informa de la inexistencia del ser amado.

Este es un punto, que para nosotros, es fundamental porque la realidad nunca nos puede informar
de la inexistencia. La realidad solo da datos de existencia. La realidad no nos informa de la
inexistencia. Por eso, el que está de duelo en realidad se encuentra con la desaparición se
encuentra con que está frente a un desaparecido y que como desparecido, puede aparecer.

¿Por qué la realidad no nos puede informar? , Porque, visto desde lo que vamos a ver en Hamlet y
con Lacan, como construcción fantasmática, y la realidad como construcción fantasmática, está
sostenida con todos los objetos amorosos con los que yo sostengo mi realidad fantasmática. Cuando
el objeto amado desaparece, la realidad me va a decir que ha desaparecido precisamente, cuando la
realidad se rasga de un modo siniestro y yo veo al objeto amado, o escucho al objeto amado, y es
allí donde confirmo, es allí cuando algo de lo real de su desaparición toco, de un modo cuasi-
alucinatorio.

Otra crítica. Vamos a discutir: el concepto del trabajo del duelo. El trabajo de duelo va a ser el
trabajo del Inconsciente: es el trabajo de hipercatectizar al objeto que se ha perdido, es decir,
cargarlo libidinalmente, para ir quitándole las cargas libidinales que, lo que se ha ido depositando en
el objeto vuelva al yo.

Ahora el trabajo de duelo dejaría al duelo como un trabajo que es nada más que trabajo
inconsciente. Y por otro lado, en este punto quedaría sólo concernido al Yo . En el aparato
psíquico Freud va a situar fundamentalmente al Yo como el que hace este movimiento de
depositación libidinal y el que hace el movimiento de vuelta de la carga libidinal sobre el yo.

Lacan, en Hamlet va a ir desplegando la diferencia que hay entre lo que sucede a nivel del Yo y
lo que sucede al nivel del sujeto. Es decir, lo que la pérdida ocasiona al nivel del Yo y al nivel del
sujeto.

Freud plantea que, una vez que se ha completado e trabajo de duelo, el Yo ha recuperado la libido
y de esta manera la libido esta lista para volver a catectizar un nuevo objeto, para volver a amar
un nuevo objeto.

Tercera Crítica: la sustitución.

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Lo que Allouch va a decir es que para Freud la operación del duelo es una operación sin resto. Así, a
la pérdida se la sustrae el trabajo de dueño, es igual a cero, o sea, el aparato psíquico queda como
antes. Si la sustitución es sin resto nos encontramos con una sustitución al modo en que la hace el
fetichista, que puede cambiar la prenda con la que encuentra placer, porque el objeto con el que se
relaciona es un objeto que cubre siempre completamente la falta.

El Acto
Lacan va a oponer a la idea de trabajo de duelo la idea de acto. Para Lacan la relación entre la
pérdida y el acto es diferente de cero. Es decir, siempre va a dejar un resto. Para que se efectivice la
caída del objeto, debe producirse un acto.

La distancia que hay entre la idea de trabajo y la idea de acto pone en juego algo que no es sólo del
orden de los significantes, que no es solo del orden de las representaciones. El acto para Lacan está
concebido en el orden de la repetición. Y la repetición siempre es repetición de diferencia. Que
siempre va a haber algo que sea distinto en relación a lo que puede restituir de eso perdido. Es en
acto, es en el hacer donde se pone en juego algo de lo perdible.

Las identificaciones.
Freud nos recuerda que el duelo se termina produciendo en un cierto tiempo, que en cierto tiempo
se produce la elaboración. Lo que va a plantear Allouch, tomando a Lacan es que le tiempo puede
ser infinito. Hamlet, en su no poder llevar a cabo el acto de matar a Claudio tal como se lo
encomienda el fantasma de su padre, va a poder en manifiesto que en realidad en el dueño no se
trata sólo de tiempo, sino que se trata de ciertas operaciones que se tienen que realizar para que se
pueda perder el objeto.

Pero, al nivel del Yo, para Freud hay una modificación, porque el Yo, que hace es quedarse con
una identificación, toma el rasgo del objeto y lo pone como propio. Es decir, el Yo esta construido por
todas las marcas de todos los objetos que hemos amado.

Veamos los tipos de identificación. Para Freud, a diferencia del duelo normal, en la melancolía lo
que se produce es una introyección del objeto, no una identificación. Podríamos pensar que la
identificación va por la vía simbólica y la vida del rasgo. Y la introyección va producir esa famosa
frase que dice Freud “la sombra del objeto cae sobre el yo, es decir, que ese objeto amado,
idealizado se yergue dentro del Yo para decirle todo el tiempo lo poca cosa que es, lo culpable que
es por haber permitido la pérdida.

Para Freud en la melancolía habría una ambivalencia respecto del objeto y Allouch plantea que la
ambivalencia la podríamos encontrar también en el dueño normal, que no es una característica
propia de la melancolía.

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Duelo Para Lacan.
Para Lacan, como ya les decía, para que puede haber duelo tiene que estar constituido el objeto.

En Hamlet, vamos a hablar de un duelo primero que permite la construcción del objeto del
fantasma. Vamos a ver como Hamlet no puede realizar su acto porque de alguna manera, previo a la
realización de su acto tiene que poder construir el objeto.

Lectura edípica de Hamlet.


Hamlet no puede matar a Claudio porque en realidad es como matarse a sí mismo, porque Claudio
ha realizado lo que Hamlet hubiera deseado realizar.

De todos modos, lo que está claro es que, a partir de que el espectro le da la orden, Hamlet no
puede realizar su acto.

Es decir, inicia el texto con una orden de realizar un acto que Hamlet quiere realizar-porque el
acuerda con su padre que hay que matar al asesino de su padre- y aparece como enigma las
razones por las cuales Hamlet no puede realizar su acto.

El enigma es ¿por qué Hamlet no puede realizar su acto? Entonces Lacan va a desarrollar 4
escenas significativas desde la perspectiva del psicoanálisis, desde las cuales podemos leer la
tragedia: 1) Encuentro con el ghost 2) Encuentro con Ofelia 3) Encuentro con Gertrudis, su madre 4)
Encuentro con Laertes, escena del cementerio 5) Realización del acto, cuando Hamlet mata a
Claudio y mueren todos, y entra Fortimbras a ordenar un nuevo mundo, a traer el orden moderno.

Escena con el Fantasma del Padre

Escena del encuentro con el Ghost: el mandato superyoico. Lacan ubica en el Grafo al padre en el
lugar del Otro tachado. Y plantea un enigma respecto de lo que le sucede a Hamlet frente a esto que
sería del orden de la castración del Otro.

Escena con Ofelia.

Ofelia es el objeto de deseo, es la amada de Hamlet. Es decir que Hamlet, en la vía de su deseo, lo
que tiene como objeto es a Ofelia. Ella sería el encuentro con el objeto amado, con el objeto del
fantasma objeto (a). Esta es una escena terrible en la cual Hamlet rechaza a Ofelia y le dice cosas
insultantes, denigrantes, respecto de lo femenino, respecto de ese lugar como paridora de hijos.

Entonces, vemos que la intervención del ghost lo que ha producido es el rechazo de Ofelia como
paridora de hijos. Lacan señala que este rechazo de Ofelia tiene que ver con el rechazo del objeto,

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pero en realidad del objeto como ocupando el lugar del falo. Esto es muy importante porque toda la
obra va a girar alrededor del duelo respecto del falo. El duelo fundamental que hay que hacer es el
duelo respecto del falo. Como Hamlet no ha atravesado ese duelo por el falo , en el momento en que
se encuentra con el ghost , se produce este rechazo de Ofelia.

Lacan dice muchas cosas de Ofelia. Desde O-felia que es o-falo, Ofelia va a estar ubicada en ese
lugar de falo, en el momento en que Hamlet rechaza a Ofelia en tanto falófora en tanto engendradora
de hijos. Entonces Ofelia ocupa ese lugar de falo y es rechaza en ese lugar de falo.

Escena con Gertrudis, su madre.

Nos muestra la relación de Hamlet al de su madre. Es decir, como Hamlet vacila frente al deseo de
su madre, como no puede sostenerse. Él primero se encuentra con la madre y le dice de todo.

En todas esas escenas Hamlet se cruza con Claudio y teniendo la posibilidad de matarlo en una de
esas escenas lo ve a Claudio rezando, sin embargo no lo mata. Entonces, todo el texto va
planteando la procastinación, el retraso, el retardo, el no poder realizar el acto que el está decidido a
realizar que es matar al asesino de su padre. Permanece el enigma de porque él no puede realizar
se acto. Mientras tanto vamos viendo que es lo que le está ocurriendo a él en relación a su propia
posición con su objeto del deseo y a su propia posición respecto del Otro materno.

Escena del Cementerio.

Hamlet vuelve de viaje. Lo habían mandado a Londres con la idea de poder matarlo en el camino
pero él se escapa y vuelve. En el momento en que vuelve se encuentra que están enterrando a
Ofelia. Ella se ha suicidado y la están enterrando. En esa escena Hamlet ve a Lartes hermano de
Ofelia, que ha sido muy amigo de él- que se arroja n la timba de Ofelia, llorando y gritando por la
muerte de su hermana. En ese momento Hamlet se arroja detrás de Leartes, diciendo ¿Quién sos
vos para llorarla? Yo soy el que la ama y se nombra a sí mismo-Yo soy Hamlet, el danés.

Es una escena muy importante que Hamlet vuelve a poder poner a Ofelia como objeto de su deseo.
Es decir, a través de la identificación con Leartes con un pequeño otro-el puede volver a poner a
Ofelia en su fantasma como objeto perdido.

El objeto deseado emerge en tanto tal, en tanto deseado. Se rearma el fantasma para Hamlet, a
partir de la intervención de dos elementos: la imposibilidad de Ofelia, la identificación con i(a) con su
amigo Leartes.

Pero allí hay varias operaciones. Porque, por otro lado Ofelia, se ha transformado ya en un objeto
imposible. Es decir, Ofelia ha dejado de ser ese objeto que para Hamlet estaba asociado al objeto
fálico y pasa a ser ahora el objeto del fantasma al como lo teoriza Lacan en este seminario, que sería
el objeto en tanto objeto imposible, Ofelia es objeto imposible en primero porque está muerta. Y en
relación a eso, hay una cuestión que señala Lacan, que es que este objeto que se ha perdido es

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único, absolutamente irremplazable. Y que esa condición de imposible tiene que ver con su
singularidad. Ese objeto que es Ofelia en el momento del entierro es el objeto que tiene la existencia
más absoluta en tanto ya no corresponde a nadie que exista. Es decir, hay una cuestión paradójica.
Pero en realidad lo que marca allí es que ese objeto era ése, y no va a haber nunca ningún otro que
sea ese objeto. Señala el punto fundamental en el cual surge el objeto del fantasma.

En el dueño el agujero es en lo real. La pérdida que abre ese agujero en lo real afecta a lo
simbólico en su corazón es decir en el significante fálico, ya que el significante fálico en lo simbólico
se construye en tanto ausencia en lo presente. SE construye como no estando el objeto que tapa el
agujero. Por eso es el significante de la castración y requiere el duelo de su ausencia para que se
efectivice a castración.

Por eso el duelo va a poner en juego la estructura simbólica del sujeto. Por eso v a decir que el
agujero en lo real es un agujero que no se tapa con nada.

Muerte Sin Duelo ( Alejandro Ruiz).

Cómo convivir con ese objeto que no tenemos más, como convivir con ese objeto que no tenemos
más, como convivir con ese objeto que se perdió, cómo convivir con ese dolor.

NP. DM NP (A)

DM x

Ahí en el atravesamiento del Complejo de Edipo, el niño , por ejemplo tiene que elegir entre
conservar su pene o tener como objeto amoroso a su madre. Y el niño, sabiamente diría yo, elige
conservar el pene.

Entonces, ahí podemos decir, que se produce, que ocurre, que hay que hacer, un primero duelo.
Y que es e duelo del falo, podríamos decir. Eso es lo que hay que ceder. Esa fi minúscula que
tenemos ahí y que podemos traducir por “significación fálica” está diciendo que hay una significación
más acotada, por lo tanto hay un reconocimiento del Otro con mayúscula como castrado. Podríamos
decir, la madre está castrada, podríamos decir, la madre no tiene pene.

Este duelo por el falo, este duelo del falo, lo podemos nombrar como un duelo esencial, un duelo
que está implicado en el deseo mismo.

A diferencia de cómo lo pensaba Freud de tener que hacer un trabajo de duelo, vamos a tomar al
duelo como un acto. Y el acto, a diferencia del trabajo, el acto no tiene retorno. Esa es una primera y
gran diferencia.

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El acto, el acto por sí mismo, es susceptible de efectuar en el sujeto una pérdida sin ninguna
compensación.

El Duelo en la Época ( Alberto Uboldi)

La Época
En nuestra época vivimos el desvanecimiento de la función paterna.

En nuestra época la decadencia del padre como referente podría denonarse “ La Época del Otro
que no existe”.

Discurso Amo.

Agente S1-S2 OTRO

Verdad S // a producción

El sujeto queda representado por un significante para otro, ésta operación deja un producto, una
pérdida que Lacan escribe con la letra a. Entre el sujeto barrado y el objeto hay una doble barra
(S //a) que indica la imposibilidad encuentro o restitución, esta distancia posibilita el deseo.

Todo goce será un plus, un más respecto de la pérdida de goce que nos evoca la renuncia a
la satisfacción pulsional de la que Freud nos habla en El malestar en la cultura. El discurso del
amo es el que civiliza el goce humanizando al viviente dando lugar al lazo social.

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Discurso Capitalista.

El discurso capitalista es una modificación del discurso amo que resulta de una inversión de los
términos de la izquierda. Esta inversión es consecuencia de lo que el discurso de la ciencia le
impone al discurso del Amo.

Agente S- S2 OTRO

Verdad S1 a producción

Ya no es un sujeto sometido a la autoridad reguladora del S1, significante amo, dado que al no estar
articulado al S2 como discurso del amo es un significante cruel, un amo cruel que en capitalismo no
es otro que el dinero y el mercado.

Lo esencial de capitalismo se produce en la flecha oblicua que va del objeto al sujeto barrado,
flecha que revierte la doble barra que en el discurso del amo separaba al objeto del sujeto dando
lugar al deseo. En el Discurso Capitalista se trata de una incesante reunión del sujeto con el
objeto en un intento por taponar la falta atiborrándolo de objetos con los cuales satisfacer la
pulsión, haciendo evaporar al deseo.

La Tendencia al consumo produce la universalización de los modos de gozar, todos gozan de lo


mismo.

El capitalismo forcluye, rechaza el amor, la castración y el deseo. Al eclipsarse la doble barra entre
el sujeto barrado y a, el goce no queda segregado y “lo que resulta segregado es el sujeto mismo
quedando reducido a ser tan solo una boca consumo”

Entonces los efectos de esta modificación del Otro podemos situarlos de la siguiente manera:

-El amo se ha transformado en un amo cruel que en el capitalismo son el dinero y el mercado.

-La incesante reunión del sujeto con el objeto en un intento por obturar la falta colmándolo de objetos
con los cuales satisfacer la pulsión, haciendo desaprecer al deseo y propiciando el retorno del goce
al cuerpo.

-La universalidad de los modos de goce es también una forma de abolición de la singularidad de
cada sujeto.

-El capitalismo forcluye, rechaza, las cosas del amor.

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Lo sustituible del Objeto.

Allouch en el texto “Erótica del Duelo en el tiempo de la muerte seca” va a proponer un


paradigma diferente que ya no se trata de esa muerte “esperable” del padre, como propone
Freud, sino la muerte del hijo.

Las diferencias entre el paradigma de la muerte del padre y la muerte del hijo se sitúan respecto de
la primera en la posibilidad de quitarse de encima marcas que fueron escritas, en cambio la muerte
del hijo plantea un imposible ¿cómo hacer algo con marcas que nunca fueron escritas? ¿Sería el
duelo por una que no se vivió? Es una lectura del duelo en la que se juega una imposibilidad.

Con la muerte del hijo es más complicado realizar un duelo, y ahí hay que apelar a una escritura
que nunca fue realiza, a unas marcas que tiene que construir el enlutado.

Síntoma
El psicoanálisis no es un saber para ser aplicado, ese olvido es precisamente nuestro síntoma como
analista.

El síntoma en su sentido etimológico que viene del latín tardío symptoma, y este del griego
symptoma que quiere decir coincidencia. “Caer juntamente” “coincidir” derivados del verbo caer.

Un síntoma de nuestra época es la extensión del síntoma, que todo sea síntoma. Esta híper inflación
de “no frustrar”, de no “traumatizar”, de no cometer maltrato, de no acosar… tiene que ver con una
asimilación “sintomática” de algunas verdades que el psicoanálisis ha develado, y con los cambios
en la sensibilidad de la época. Con consecuencias paradojales.

Frente a esta extensión del síntoma, incluso dentro del psicoanálisis mismo, Lacan no va a hacer
una clasificación, sino que va a trabajar la intención del síntoma: afirmando que el síntoma se dirige
a Otro. Se dirige realizando una demanda. Los modos significantes de esa demanda son esenciales,
es decir, eso constituye la materialidad del síntoma; su materialidad significante, es decir, la
envoltura formal del síntoma.

El síntoma es para Freud, una formación más del inconsciente, al igual que lo son el chiste, el
lapsus, el sueño. Estas formaciones del inconsciente tienen cierta fugacidad, en cambio el síntoma al
lado de ellas tiene una mayor perdurabilidad, y es además un factor de sufrimiento para el sujeto.
Surge como un cuerpo extraño en su vida, y le aparece como un absurdo, como algo que carece de
sentido.

El síntoma sería un signo y un sustitutivo de una expectativa de satisfacción de la pulsión: un


resultado del proceso de la represión.

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Resumiendo: el síntoma será entonces, una transacción entre dos mociones contradictorias, la carga
y representación que viene del ello, y la represión o rechazo que viene del yo o del superyó. El
síntoma logra enmascarar y decir al mismo tiempo aquello que porta. Producir displacer y
satisfacción.

La angustia de la fobia es angustia de castración. Para Freud la angustia es siempre de castración.

En la segunda teorización Freud afirma que toda formación de síntoma es emprendida con el único
fin de evitar la angustia. Los síntomas ligan la energía psíquica que de otro modo se descargaría en
angustia.

Podemos decir, en lenguaje lacaniano, que frente al agujero, al vacío de la castración del Otro, el
síntoma nos protege, señalando que nosotros estamos deseando ser el objeto que la colma y de ese
modo olvidar la castración, nos ofrecemos, ofrecemos el síntoma como modo de tapar el agujero
primordial.

Lacan.

El síntoma como metáfora solo es pensable en el interior de la neurosis donde está instalada la
metáfora paterna, con lo que resta pensar qué decimos cuando decimos síntomas en las otras
estructuras.

La “envoltura formal del síntoma” será una expresión feliz, que permite entender que lo que importa
del síntoma es “más allá” de aquello que dice, es “cómo” lo dice. La clave está allí y no en el
supuesto contenido. Esta noción tiene que ver con la acentuación de lo simbólico, y el lugar de
determinación que tiene el significante respecto del significado.

Síntoma y saber.

1- Es necesario que el sujeto tenga una relación de exterioridad con esto que le pasa.

2- Pueda transformar este enigma en una pregunta dirigida al Otro, esto hace que estemos
frente a alas posibilidades de inicio de un análisis.

3- Que la pregunta a ese Otro, sea una demanda de saber acerca de eso que le ocurre y no solo
de anulación, o desaparición del sufrimiento.

Si se dan estas tres condiciones, tenemos el síntoma instalado en la transferencia.

Para Freud, teníamos que encontrar el sentido inconsciente y develarlo al paciente, para Lacan la
interpretación juega mejor con el enigma que permite que el propio paciente dé sentido. En resumen
hay interpretación porque hay transferencia, a la inversa no es posible.

Goce fálico y significación fálica.

Veamos ahora, al síntoma en el grafo de deseo, lo situamos en el nivel de s(A), es decir, del
significado del Otro. Esta es una de las respuestas que el sujeto da en su encuentro con el Otro, del
lado derecho tenemos las preguntas, del lado izquierdo las respuestas: las respuestas son el “moi”,
el “síntoma” y el “fantasma”.
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El fantasma se construye cuando la pulsión se encuentra con el lugar de castración del Otro, y cabe
la pregunta por el deseo del Otro.

El síntoma como recurso, como respuesta.

El síntoma es un “tratamiento respecto de algo”, es la construcción de una respuesta. Este hecho en


sí mismo ya significa una potencia, una posibilidad. Es el síntoma el que inscribe una letra en el lugar
del sufrimiento, dándole ya un sentido, haciendo ya un mensaje dirigido al Otro. Es el recurso de
separación del Otro, de hacer diferencia respecto de él, diferencia que se padece, es decir,
diferencia gozada, soportada en lo pulsional que allí se satisface. En este punto queda articulado el
síntoma al fantasma.

Puntuaciones del seminario de otro al Otro.

Síntoma y plus de gozar.

Desde el seminario “de un otro al Otro”, Lacan piensa del concepto “plus de gozar” como una de las
caras del objeto “a”. Lo que lleva a pensar al síntoma de un modo que va más allá de lo que había
formulado como metáfora.

La pulsión como recuperación de goce. Como plus de gozar, recuperación que emite a una pérdida
ya efectuada. No puede haber recuperación si no hubo pérdida. La castración produce un recorte de
goce, y el fantasma una recuperación.

El fantasma se articula con el “je” de la enunciación, “je” que queda en oscilación entre su lugar de $
y su lugar de “a”. es decir, entre el sujeto dividido y el objeto.

Esta conceptualización del fantasma y del je, nos permiten pensar síntomas y sujetos que llegan a
análisis en una posición de objeto y que no son perversos ni psicóticos, sino que en la oscilación
fantasmática están fijados al lado objeto, y será a partir de un trabajo particular que se podrá lograr
su instalación como sujetos capaces de hacer una demanda de análisis.

Síntomas y estructuras clínicas (Ruíz)

Vamos a llamar SÍNTOMA únicamente a aquello que concierne al sujeto.

Digamos, entonces, que el síntoma en un psicoanálisis no alcanza su forma plena hasta que el
sujeto no toma cierta consciencia de ese síntoma, hasta que no empieza a reconocerlo como una
especie de cuerpo extraño en su vida.

El síntoma es un ENIGMA. Un enigma para el sujeto que lo padece. Una verdad que habla más allá
del Saber del Sujeto. El saber cae, no puede dar cuenta de él. Se produce una crisis en el orden del
saber.

Decimos que hay una crisis en el orden del Saber en el sentido que se responde siempre hasta que
no se puede responder más. Para decirlo de otro modo, ese síntoma que aparece como pregunta, en
otro momento funcionó como respuesta.

¿Cómo se produce este pasaje?


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Debemos diferenciar esquemáticamente distintos momentos del síntoma.

1- El síntoma NO es reconocido como tal.

2- El síntoma ES reconocido como tal por el sujeto neurótico. Esta causa desconocida aparece
como una interrogante para el sujeto.

3- Es necesaria la instauración de esta pregunta para que sea posible la articulación de un


PEDIDO.

4- El conjunto de síntomas se encuentra bajo las redes de la transferencia.

¿Y cuál es la respuesta del analista?

El analista responde con su Deseo de Saber, saber que el analizante le supone y que el analizante
mismo debe producir. La interpretación, entonces, va a depender no del Saber del analista, sino del
Deseo del analista.

En “Más allá del principio del placer” Freud plantea que hay algo que excede el principio de placer en
la economía psíquica. Hay algo que es de orden traumático, que no se puede simbolizar, que no se
puede rememorar. Podemos definir al goce como este “más allá del principio del placer”, goce como
energía no ligada, como energía libre, como aquello que cuando aumente excesivamente hace que
el aparato psíquico entero se desequilibre, y que hace que haya entonces esfuerzos permanentes
por intentar simbolizar, cernir, circunscribir ese goce. Podemos decir que es un goce no ligado por
significantes. En este sentido afirmamos que lo real del psicoanálisis es el goce, es el goce en tanto
irrestricto. Lo real definido como este orden que subsiste fuera de toda simbolización.

“El goce es la actividad de una parte de la psiquis que está por fuera del lenguaje, no está sujeta al
orden social, y se empeña en pedir más, otra cosa.”

Varios años después también Lacan plantea: “El goce es lo que no sirve para nada. Nada obliga a
nadie a gozar. Justamente allí se encuentra el punto de viraje que el discurso analítico interroga.”

Lacan va a plantear que el síntoma no se reduce proponiéndole sentidos, si hay una posibilidad de
reducción del goce del síntoma es proponiéndonos del lado del sin-sentido. Es decir, la interpretación
no apunta a colmar de sentido al síntoma, sino a vaciarlo de sentido con el juego significante. La
interpretación apunta a hacer surgir el sin- sentido del significante. Por esta razón debemos prestar
atención no solo a lo que se dice, sino también a cómo se dice eso que se dice. Esto es lo que
algunos autores denominan “la envoltura formal del síntoma”.

El síntoma es efectivamente singular. Es la manera que tiene el sujeto de arreglárselas con la


perturbación de su goce, es decir, su castración.

El síntoma no es una creación del sujeto, es algo en lo cual el sujeto se reconoce. Podemos decir
que el sujeto no es el creador, pero sí es creado. El síntoma es la pregunta que el sujeto le hace al
Otro, en el lugar, justamente, en el que el Otro falla.

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El síntoma tiene para el sujeto el valor de verdad, de la verdad de su goce y de la verdad de la
manera en que se ha asumido su castración.

Pulsió n
Freud: “La pulsión es aprehendida en los términos más universales como un esfuerzo por repetir una
situación que había existido una vez y fue cancelada por una perturbación externa.”

Lo que Freud describe como Drang es un esfuerzo perentorio. Esfuerzo o perentoriedad por repetir.
La pulsión como tal es conservadora.

¿Cuál sería esa situación que habría existido una vez y fue cancelada por una perturbación exterior?

El rasgo característico de lo pulsional estría determinado por la pulsión de muerte, o sea, la


tendencia a reducir lo orgánico a lo inorgánico.

No hay un significante que pueda dar cuenta de la pulsión. No tiene representante.

Si hablamos de energía sexual, ¿de qué energía hablamos? De la energía pulsional.

La energía pulsional no es mensurable por la sencilla razón de que cuando la mido… mido otra cosa.
Hay un quantum libidinal en juego que es totalmente indeterminado, y no tiene la menor importancia
que se lo determine, porque además, como podría cuantificarlo sino a través de medidas propias de
la neurofisiología, es decir, de la medicina. Lo que quiero decir es que si hay algo que es condición
de la sexualidad humana, es un sistema nervioso central, pero fuera de esta condición general,
cualquier cosa que uno investigue va a terminar, no en la fisiología, sino en otra cosa.

Freud señala 3 cosas: que la satisfacción de la pulsión es solo cuando esta retorna sobre la fuente,
pero al mismo tiempo, dice que el objeto es extremadamente contingente y que en el comienzo todas
las pulsiones son autoeróticas.

Lo radical de las pulsiones es que no se unifican jamás, y este es el punto capital de la embestida
contra la psicología, porque la psicología desde la universidad no deja de postular un sujeto al
comienzo y al fin de todo, y no hay tal cosa.

La pulsión estructura al aparato psíquico, pero la noción del aparato psíquico y la de sujeto no se
superponen, son distintas. Un aparato significa que un cuerpo ha quedado tramitado, organizado por
un conjunto de trayectos, pero esto no supone en absoluto sujeto alguno, y curiosamente, no es que
haya un orden sino una zona que será recorrida de distintas maneras, por mil trayectos que en
principio no están ordenados.

Freud distingue tres tiempos… activo, pasivo y reflexivo.

¿Dónde captamos la pulsión?

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En el artificio del discurso de un analizante, allí donde aparecen ciertos verbos claves que remiten a
la actividad de la zona erógena. “Hacerse cagar” es un fantasma favorito del neurótico, hay toda una
actividad desplegada para ponerse en esa posición, disimulada por “me cagan”, no se trata de
cagarse a si mismo sino que uno se hace cagar por otro, a través del rodeo que el otro le ofrece.

El objeto es infinitamente sustituible, es lo más variable en la pulsión, no está enlazado


originariamente con ella, en términos clásicos, es contingente. No es contingente que haya objeto,
porque es necesario que lo haya, lo contingente es que sea tal o cual.

Que ningún objeto tenga privilegio ontológico hace que, los trayectos pulsionales no estén
predeterminados. No hay ningún objeto que sea específico, todo objeto pierde especificidad frente a
la realidad sexual de la pulsión.

Lo propio de la pulsión es repetir un circuito de trayectos no predeterminados, y ahí si interviene la


historicidad del sujeto.

El sujeto como tal no tiene ningún centro porque hay multiplicidad de derivas pulsionales puestas en
juego simultáneamente y de un modo anárquico.

Si hay un orden que se le impone a la sexualidad es a nivel del síntoma y del fantasma, y ese es el
nivel fálico, aunque ese orden no implique la cancelación de la anarquía pulsional. La noción de
repetición pulsional estás más allá tanto de lo que tradicionalmente se denomina fantasías como del
síntoma, y es un elemento esencial en el aparato teórico psicoanalítico.

Cuando Freud habla de lo esencial de la pulsión menciona el término Drang que indica que hay algo
perentorio en juego, este término les muestra muy claramente la proximidad con el término
compulsión.

Hay una estricta continuidad, como la hay entre lo normal y lo patológico, entre los rituales obsesivos
y la actividad estructural de la pulsión, que es de compulsión.

El aparato psíquico esta forzado a buscar la repetición de un estado inicial, del cual desconoce
absolutamente cual podría ser su contenido. Es una búsqueda vacía. Eso es la perentoriedad.

Ese apremio se liga a objetos y allí empieza el circuito del fantasma y del síntoma.

Quizás sea este el sentido más profundo del término autoerotismo, la pulsión intentando ligarse a sí
misma, pero no se imaginen que el juego autoerótico sea tranquilo.

¿Qué campo abona lo que malamente estamos tratando de transmitir? El de la angustia. Tal como
ella se articula en la clínica, en tanto momento privilegiado que revela el modo de articulación del
sujeto con el aparato pulsional. La angustia es el testimonio radical de una ausencia y allí no hay
ligazón, la hay después, a consecuencia de la represión.

La angustia es causa de represión y la represión instaura el síntoma, que tiene una función
fundamental de ligar lo desligado por la angustia.

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TEÓRICO.

3 momentos en la teoría pulsional desde Freud:

Un primer dualismo: pulsiones de conservación o pulsiones del yo y pulsiones sexuales (son


parciales, oral, anal, fálica)

Un segundo momento monista, con el narcisismo como unificación pulsional, y un tercer momento
con pulsión de vida y pulsión de muerte.

Algunas características que destaca Freud de la pulsión: un empuje constante que proviene del
interior del propio organismo que busca satisfacerse. Por lo que frente a ella no hay fuga posible. La
ubica como límite, frontera entre lo psíquico y lo somático.

“El síntoma sería el signo y el sustituto de una satisfacción pulsional que no tuvo lugar”

La pulsión será siempre parcial, y aparece como ineliminable su parcialidad, es decir que cuando
surge la libido como unificación pulsional, no desaparecen las pulsiones parciales, sino que son dos
niveles diferentes.

Tiene 4 elementos: empuje, fuente, objeto y meta.

Tiene 3 tiempos: activo, pasivo y reflexivo: chupar, ser chupado, hacerse chupar.

Los destinos de la pulsión son 4: la represión, la sublimación, la vuelta sobre la propia persona y la
transformación en lo contrario. El problema complejo en Freud es la cuestión de la satisfacción y en
particular el tema de la satisfacción en la sublimación que es uno de los destinos de la pulsión.

También trabajará los rasgos del carácter en relación a los modelos pulsionales, y hablará de
carácter oral, anal, fálico.

Lacan.
En los primeros seminarios distancia la pulsión del instinto trabajando el modo en que la Etología
descubrió los desencadenamientos instintivos a partir del encuentro con una imagen que está
inscripta en el animal y que opera automáticamente desencadenando conductas que permiten la
satisfacción del instinto. El instinto funciona como un ciclo fijo que reproduce comportamientos
idénticos e invariables.

En el hombre a diferencia del instinto animal. Subraya el engaño y ocultación del desorden que este
señuelo introduce. Las pulsiones estarán comandadas por imágenes.

Estas imágenes son llamadas “señuelos” en tanto ellas aparecen como el “objeto que se busca”,
velando la estructura radicalmente perdida que tiene el objeto.

22
En el esquema óptico pondrá a las pulsiones en las flores que el cuerpo-jarrón debe rodear. O a
partir de esos bordes o agujeros que constituirán el cuerpo.

En este momento será fundamental el lugar que esta “imagen” ocupa para el hombre, como una
imagen que aparece enmarcada en el espejo que permite ver el funcionamiento simbólico e
imaginario del aparato psíquico.

Cuando construya el grafo del deseo v a dar un matema de la pulsión. Nos encontramos con la
articulación de la pulsión ya no a la imagen, sino al significante, y al Otro en tanto “tesoro de los
significantes.

Es la Demanda del Otro lo que va a permitir transformar la necesidad en demanda, y de ese modo la
pulsión obtiene sus significantes.

El amor permite la articulación de la pulsión con la cadena significante. La otra cara de la demanda
apunta a la satisfacción pulsional. En este momento aparece el amor del Otro produciendo la
conexión de la pulsión con el significante. El encuentro con lo simbólico.

Demanda no es lo que el otro pide, la demanda es inconsciente y como tal hay que interpretarla.

Cuando la interpretamos aparecen las “resistencias” que muestran que la demanda está hecha de
significantes. Y fracasa la posibilidad de darle satisfacción completa. Aquello que está más acá y
más allá de la demanda son el objeto de deseo y el de amor. Más acá de la demanda está el deseo,
que siempre la desborda, si la demanda pudiera ser completamente satisfecha el deseo muere. Toda
demanda desemboca en la insatisfacción para dar lugar al deseo.

Los objetos “a” son los objetos de la pulsión, en tanto vacío que se abre en los orificios del cuerpo
que son las zonas erógenas.

La relación entre el sujeto y el objeto es de corte y división. En este corte caen los distintos objetos
pulsionales. La caída y la separación de cada uno de estos objetos produce angustia, todas formar
diferentes de la angustia de castración. Entendiendo que la castración produce como efecto una
pérdida de goce. La angustia de castración está en relación a la pérdida del falo, sin esta operación
primera y fundante no hay caída y desprendimiento de los objetos parciales.

(VER ESQUEMA)

El campo de las pulsiones parciales es entonces un campo donde sujeto y Otro se encuentran a
nivel de la Demanda. Las operaciones de este encuentro se ven más claramente con la alienación y
separación. Los objetos aparecen como objetos del Otro y del niño al mismo tiempo.

Cada momento de angustia significa separación y renuncia pulsional.

El objeto “a” permitirá una recuperación de goce, pero a condición de la existencia de una pérdida
anterior. A esta manera de recuperar el goce con el objeto “a” lo llamará el “a plus de goce”. Este
goce “pulsional” entra en transferencia. Lacan dirá: “la transferencia es la puesta en acto de la
realidad sexual del inconsciente.” La única realidad sexual en el inconsciente es la pulsional, no hay
otra realidad sexual.
23
Repetició n
Las ciencias modernas parten de la idea de que A es igual A (A=A) y que al repetirse confirma la
identidad consigo misma. Para el psicoanálisis A es diferente que A. El psicoanálisis trabaja con
una concepción de la repetición como diferencia.

La repetición ligada al significante.

El axioma principal desde el cual Lacan va a leer la primera tópica freudiana es “en inconsciente está
estructurado como un lenguaje.” Podemos afirmar que la condición del inconsciente es el lenguaje.
El lenguaje humano esta sujeto a deformidades, a desvíos que impone la imposibilidad de la
retransmisión del mismo, y el modo particular en que opera el significante en los sujetos.

La ley del significante es lo que engendra la repetición. Este será el punto que revisará en las
nuevas concepciones de la repetición, donde la causa y no la ley estarán en su origen.

La desintegración del objeto se produce por la entrada del lenguaje. Cuando decimos que la palabra
mata la cosa y cuando planteamos que existe una relación diferente entre el instinto y la pulsión;
cuando vemos la lógica de la primera experiencia de satisfacción en Freud entendemos que quiere
decir la desintegración del objeto. Ese objeto que produce la primera satisfacción desaparece por la
huella que después van a constituir la posibilidad misma del lenguaje, tenemos memoria huellas que
se integran y que organizan el psiquismo. (Desaparece la relación con el objeto pero queda la huella)

Si hablamos de pulsión es porque hay pérdida de objeto, ruptura con el objeto, desintegración del
objeto, a pesar de eso podemos encontrar destellos del objeto, pedazos del objeto que siguen
cumpliendo cierta función que siguen cumpliendo cierta función que permiten un determinado tipo de
comunicación.

Esta comunicación que tiene que ver con el objeto es aquella que se produce cuando dos yoes se
comunican por que se encuentran que tienen a un objeto que odian del mismo modo.

Es el objeto el que está cumpliendo una función determinante. Es él el que abre una cierta dimensión
de comunicación entre las personas. En realidad el que comunica es el objeto. En el sentido de
establecer una común-idad.

Está en el terreno de lo imaginario. El orden de lo imaginario es el orden donde las cosas cierran, en
el orden simbólico nos mantenemos en un orden de diferencias y oposiciones y donde las cosas no
cierran, no constituyen totalidades, sino lo que hay es una cierta inestabilidad que siempre conduce a
una nueva diferencia. Encontramos así un objeto externo que permite el cierre y que constituyamos
un “nosotros” del mismo modo en que hemos constituido un “yo”.

Es del orden simbólico lo que determina el orden de visibilidad de una escena, lo que se puede ver y
lo que no se puede ver allí. Aquí es donde va a articular la cuestión de la repetición significante.

24
“El automatismo de repetición tiene principio en lo que hemos llamado la insistencia en la cadena
significante”. “solo los efectos de conservación de la cadena puede dar cuenta de los fenómenos de
repetición y del retorno que se manifiesta en ellos.”

La otra cuestión es donde situar el significante. El lugar es el del Otro en tanto tesoro de los
significantes.

(LA CARTA ROBADA) La repetición es de los efectos que produce la carta en quien la posee, no se
repiten las acciones, sino la posición de los sujetos al tener la carta. Ver o no ver dependen de la
relación que tienen los personajes respecto de la carta.

Lacan no toma en cuenta lo no verbal, considera que lo que no es palabra también está estructurado
por el lenguaje, por el significante, que toda la comunicación gestual, motriz, corporal también está
sujeta a una codificación. Que no podemos confundir lo no verbal como lo que está fuera del
lenguaje, sólo porque no hay una emisión sonora. Y si hablamos de lo no verbal en la comunicación,
será para él, este lugar que ocupa el objeto en la comunicación de masas. Ese lugar que queda
obturado por el objeto permite un pasaje del mensaje que no distorsiona del mismo modo, si el lugar
queda vaciado del objeto.

En el seminario XI hace una elaboración que contradice lo que afirmó en la carta robada. También
introduce una ampliación del concepto de inconsciente. El inconsciente aparece como una banda de
moebius, que tiene una cara que por momentos son dos.

Junto con este modo de entender el inconsciente surge otro que es la pulsación de apertura y cierre,
un inconsciente discontinuo, que es ruptura, agujero. Dimensión que no es de la ley, sino de la
causa. Esta dimensión del inconsciente es la que se pondrá en juego en la repetición pensada en
conexión con la pulsión en su aspecto real. En el centro de la estructura inconsciente Lacan sitúa la
“hiancia causal”. Esta hiancia promueve un retorno, pero no de lo reprimido, sino de lo real como
aquello que “siempre vuelve al mismo lugar”.

La repetición se piensa en relación a lo real como un encuentro fallido con lo real. Este encuentro
fallido con lo real se da cuando “no hay cita” en tanto existencia programada. El trauma rompe el
programa y produce el encuentro con aquello para lo que el sujeto no tiene recursos.

El automaton es la repetición de los significantes, tiene que ver con el azar y no tiene intención ni
deseo, ni voluntad de parte del sujeto. Ocurre. Es un nivel más amplio que la tyche la incluye como
una particularidad en su interior. La tyche, la suerte, el accidente, el trauma.

ESQUEMA LAMBDA.
Llamado, también esquema “L”. En el Seminario II y en “La Carta Robada” Lacan reinterroga con
este esquema aquello que en ese momento llamada la “intersubjetividad”.

Toda relación con “otra persona” estará interferida por la relación con el Otro.
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Esta relación, propiamente hablando, no es una “relación”. No se trata de nadie en particular, sino
que precisamente hablando a cualquier otro, hablando también al Otro. La palabra en su despliegue
tiene estas dos dimensiones.

Cuatro elementos a, a’, A y S, serán los que están presentes en este esquema.

Tenemos, entonces, el yo y el otro, es decir el semejante. Este otro con el que nos identificamos en
espejo, ese otro que nos hace de espejo.

En la otra línea vemos que la palabra al dirigirse al otro, queda interceptada por la cadena que
viene del Otro, en tanto discurso del inconsciente que se dirige al sujeto, a ese que representará.

Tenemos dos ejes, entonces, el eje imaginario que va de a a a’ y tenemos el eje simbólico, el eje
inconsciente que intercepta la palabra, que la hace tropezar, que va del A al S.

Cuando el sujeto habla con sus semejantes lo hace en el lenguaje común, toma a los “yoes”
imaginarios por cosas no simplemente existentes sino reales.

El que habla no termina de saber lo que hay en el campo donde se sostiene diálogo concreto, se
las ve con ciertos número de personajes, a, a’, a’’… en la medida en que el sujeto los pone en
relación con su propia imagen, aquellos a quienes les habla, también son aquellos con los que se
identifica.

El Otro (en el Esquema Lambda) es el lugar desde donde se le puede plantear al sujeto la cuestión
de su existencia, en tanto no “es todavía un sujeto” sino aquel que va a constituirse, ése que es un
proyecto.

En el esquema L no se trata tanto de intersubjetividad y de una relación con otro, como del circuito
de la palabra entre el que habla y el lugar al que dirige al habla.

Neurosis y psicosis

Tiene relación con los vasallajes del yo, su posición intermedia entre el mundo exterior y el ello y su
empeño en acatar simultáneamente la voluntad de todos sus amos.
La diferenciación más importante de toda neurosis y psicosis es que la neurosis es un conflicto entre
el ello y el yo, mientras que en la psicosis existe un conflicto en los vínculos del yo con el mundo

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exterior. La neurosis de transferencia se generan porque el yo no quiere no quiere dar motor a las
mociones pulsionales del ello y el yo se defiende de ello mediante el mecanismo de represión, lo
reprimido se revuelve contra ese camino, siguiendo caminos donde el yo no tiene poder y sobreviene
una sustitución de compromiso, es el síntoma, el yo prosigue la lucha contra el síntoma y todo esto
da el resultado de la neurosis. El yo entro en conflicto con el ello, al servicio del súper yo y de la
realidad, descripción válida para todas las neurosis de transferencia (obsesiva, histeria).
En el mecanismo de la psicosis existe una perturbación del yo y el mundo exterior, el mundo exterior
no es percibido de ningún modo, o su percepción carece de eficacia. El yo se crea un nuevo mundo
interior y exterior en el sentido de las mociones del ello, y el motivo de ello es una gran frustración
que pareció insoportable.
El delirio aparece colocado como un parche en el lugar donde originalmente se produjo una
desgarradura.
El efecto patógeno depende de lo que haga el yo en semejante tensión, si se deja avasallar por el
ello o mantiene el yo fiel al mundo exterior

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