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La Vuelta al Corazón en 80 Arritmias – I. Zerimar – N.

Ramírez

Capítulo V
Y cuando pasan esas cosas…

Después de internar a la joven con la fibrilación auricular y a la


señora con el síncope asociado a un síndrome agudo coronario había
quedado francamente exhausto. Y aún no había tenido tiempo para
pensar en lo de la citación por el juicio de mala praxis en nuestra
contra. No tenía fuerzas para más cosas. Muchas situaciones
extremas en poco tiempo. Demasiadas. Quiero compartir con alguien
esto. Pienso en llamarlo a Rogelio. En ese momento suena mi teléfono,
es Rogelio, quien me dice:

- ¿Manuel? Soy Rogelio. Te llamo por dos cosas: una, me


olvidé el regalo para mi hija, está sobre el escritorio.

- Hola Nano. Ya lo veo sobre la mesa, te lo llevaré esta noche-.


le respondí. Rogelio había salido, un poco más que a la carrera de
nuestra oficina. En ese afán había olvidado el regalo para su hija. Aún
estaba allí, envuelto en un papel de regalo. Evidentemente, me daban
ganas de imaginar qué era lo que tenía allí, para aprender qué es lo
que se le regala a una niña de 9 años.

-La otra, es que quiero comentarte otra cosa. Estaba viendo


los pacientes internados del Sanatorio, cuando me llaman de la
guardia para ayudarles a atender un paciente joven que fue
trasladado al sanatorio luego de haber presentado una arritmia que
fue revertida en su casa con una inyección endovenosa de verapamilo,
pero el médico de la ambulancia decide trasladarlo al sanatorio para
que se estudie mejor su taquicardia. El punto está en que cuando
llega a la guardia presentó un nuevo episodio de taquicardia
supraventricular, al cual intentaron de revertirlo nuevamente, para lo
cual usan verapamilo. El problema está en que luego de aplicársela,
hace depresión miocárdica severa que requiere que le apliquen
gluconato de calcio por vía EV y una buena carga con cristaloides. SI
bien, ahoya es está estable tuvimos trabajo con él. ¡Ah! No te dije,
tiene 19 años y es la primera serie de episodios que presentó. En fin,
el susto fue muy grande ¿Qué crees que fue lo que pasó?

- ¿Tienes los ECGs de esos cuadros? ¿Estás seguro de que los


dos episodios fueron taquicardias supraventriculares?

-Sí, yo creo que sí. Tengo ambos trazados. El primero a todas


luces es una reentrada nodal típica. El segundo es un poco más
rápido que el primero, 155 vs. 170 lpm. Además de que en las
derivaciones V4-V6 hace una leve depresión del segmento ST, no
mayor a 1 mm.

-Habría que ver descartar que tenga dos circuitos de re-


entrada. Uno que sea nodal y otro que esté asociado a una vía
accesoria.

-Todavía no le hicimos una placa de tórax, aunque sería mejor


que le haga ahora un ecocardiograma. Querría saber el tamaño de
corazón…

-Bueno, bueno, ahí está otro aspecto a considerar. No vaya a


ser que tenga episodios de taquicardia auricular de larga data ¡las
veces que nos habremos equivocado! ¿lo recuerdas?

- ¿Que si lo recuerdo? ¡Claro que sí! Perdóname Manuel, tengo


que cortar la llamada, me están llamando. Creo que el muchacho
repitió la arritmia. Te dejo. Chau-, Rogelio cortó la conversación. Me
quedé pensando en cómo es nuestra vida de cardiólogos…

Yo ya había decidido ir a comprar unos regalos para la esposa


y otro para la hija de Rogelio, pero me había encontrado con esa niña
embarazada a la salida del Hospital y todavía no habíamos decidido
sustancialmente qué hacer con ella y su embarazo. Luego llegaría la
señora que tuvo un síncope y que la trajo Santiago desde el parque,
era un infarto de miocardio de cara anterior. Las dos pacientes
estaban graves. Juan Carlos y los residentes podían manejar muy
bien todo eso solos, lo hacen muchas veces, desde hace muchos años,
lo hacen muy bien, diría que de un modo excelente. Entonces ¿para
qué quedarme, cuál la razón para seguir sutilmente unido a la vida de
caprichosa de nuestro servicio de cardiología o a nuestra especialidad?
Y Rogelio, en una zona coqueta de nuestra ciudad deja de atender a
“sus pacientes internados” para ayudar de todo corazón a otros
médicos más jóvenes que le piden su ayuda a sabiendas que él nunca
les dirá que no, que no tiene tiempo, o que le esperen, u otras escusas
perfectamente aceptables. El tica-tac del reloj con manecillas a
manera de arterias y centro a manera de corazón, marca que ya son
las 18:23 ¡cómo paso el tiempo!

-Manuel-, me dijo Juan Carlos, mientras entró a nuestra


oficina. Yo le acerco unas galletas dulces para acompañarlo. -Sabes
que no te preguntaría si no estuvieses acá pero… dime. ¿Qué crees
que debamos hacer con la niña embarazada?

-Los obstetras dijeron que vendrían a las 18:30. A esa hora


desocupaban el quirófano que prefieren para los embarazos de alto
riesgo ¿si?-, le respondí.

-Así es.

-La paciente ya recibió la dosis de corticoides para favorecer


en algo la maduración pulmonar fetal. A los residentes de ellos los vi
permanecer junto a la niña monitoreando el producto, me dijeron y yo
vi, que la fetocardia tenía buen ritmo y frecuencia. Con esa
tranquilidad nos permite darnos un tiempo para llevarla mejor a la
cesárea.

-¿Cuándo crees que debamos tratar el embolismo arterial? Los


cirujanos vasculares van a llegar como en unos 30 minutos. Están
terminando de operar un aneurisma disecante de aorta abdominal. Me
dijeron que no se les había complicado-. Se calla y se para junto a la
ventana. Sigue con la mirada cómo una ambulancia sale con la sirena
ululando. Va a atender quién sabe a quien. Luego pierde la mirada en
el cielo ya casi gris, oscuro, buscando alguna estrella, estira el cuello
como queriendo ver tal vez, la luna.

-Doctor Juan Carlos, doctor Juan Carlos-, ingresó diciéndole


la enfermera. –Los residentes lo llaman, la señora que ingreso con el
infarto se está descompensando ¡por favor, venga!

-Yo me ocupo de la niña embarazada. Vos anda a atenderla a


ella. Te avisaré, según cómo vayan las cosas.

-Y después de todo esto que hacemos, nos hacen un juicio-,


salió diciendo Juan Carlos. Evidentemente estaba tocado por eso. Yo
sabía en tuvo un juicio anterior, del cual salió declarado sin culpa y
hasta el juez tuvo palabras elogiosas y de respeto hacia él, pero quién
le quitaba como 2 años de pensar en qué hacer, qué decir en el
juzgado, etc.

-¿Doctor Peralta? Soy el obstetra de guardia. Me dijeron que


hable con Ud. por la joven embarazada. Queremos hacerle la cesárea
ahora ¿Está de acuerdo?. Terminó de decir eso cuando sonó mi
teléfono, era Rogelio, me dice:

-¿A que no sabes que encontramos? Lo escuché triste, como


sorprendido y conmovido.

-¡Tiene dos o tres vías accesorias y quieres que le hagamos la


ablación mañana por la mañana!-, le respondí como triunfante.

-¡No! Lejos, no.

-Ya sé. Es una taquicardia ventricular del tracto de salida del


ventrículo izquierdo. Por eso respondió al verapamilo la primera vez,
pero como tenía algo de depresión de la función ventricular por la
primera dosis, se agravó con la segunda, y esto lo predispuso para un
tercer episodio. ¡Ah! Y como lo atendiste vos, está perfecto-. Yo
hablaba tan rápido, que parecía un locutor de partido de fútbol. Me
imaginaba que al día siguiente introducíamos un catéter, luego otro,
después la ablación y el gusto de haber hecho bien el procedimiento.

-¡No Manuel, no! ¡Pará Manuel, pará!- Rogelio calló en seco. Yo


no sabía qué decir. Lo escuché triste, acongojado. Sentí que el tic-tac
del reloj eran campanadas. Rogelio continuó, escuché su voz, triste:

-Cuando le hicimos la placa de tórax, algo muy blanco vimos


en la cúpula gástrica. Le hicimos una abdomen, allí vimos una masa
blanca. Se le puso una sonda nasogástrica, tenía cocaína de alta
pureza. Hizo un paro cardiaco. Creo que se muere. Por favor, ven a mi
casa esta noche. Quiero estar cerca de mi familia y de mis amigos.

La Vuelta al Corazón en 80 Arritmias – I. Zerimar – N. Ramírez

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