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REFLEXIÓN SOBRE EL PERIODO HISTÓRICO COMPRENDIDO DESDE LA

BRITANIA ROMANA HASTA ALFREDO EL GRANDE Y LAS INVASIONES


VIKINGAS

LAURA CRISTINA CASTAÑEDA HOYOS

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

FACULTAD DE COMUNICACIONES

FILOLOGÍA HISPÁNICA

HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS Y MEDIEVALES

MEDELLÍN, 2020
La historia de Inglaterra se ha caracterizado por un sólo objetivo compartido por

todos los pueblos que la han habitado: la unificación del territorio.

Este concepto inició con la llegada de los celtas desde la Galia en el 1000 a. de C. y

que para el 300 a. de C. dominaban casi todo el territorio. Esta cultura logró mantenerse

estable, aun cuando en el continente europeo los galos, como eran llamados, luchaban

contra los romanos y los germanos hasta que fueron derrotados por los primeros. La Galia

se romanizó, y la cultura celta fue reemplazada por la latina, dejando a Britania aislada del

continente tanto geográfica, como culturalmente.

Los problemas reales de Britania llegaron cuando los romanos decidieron invadir el

territorio con la intención de conquistarlo y anexarlo al Imperio. En este punto resulta

irónico que la idea inicial de los romanos fuera la unificación pero ésta no se diera. Britania

no se sometió del todo, los pictos y los escotos en el Norte resistieron la invasión romana y,

en efecto, nunca pudieron ser conquistados; las mismas tribus celtas ya romanizadas se

sublevaron en diversas ocasiones e incluso adoptaron una religión que era odiada por el

Imperio.

Roma se presentaba como un referente de unidad, pero la ambición de generales y

gobernantes hicieron que fuera un objetivo imposible de alcanzar y que no perdurara en el

tiempo, como sucedió una vez que se retiraron de Britania y sus habitantes volvieron a

abrazar su cultura, su lengua y su religión. Esos siglos de romanización pasaron por este

pueblo casi como si nunca hubieran sucedido.

Esta paz no duró mucho, en especial con la amenaza del Norte tocando su puerta.

Sin embargo, los intentos de derrotar a los pictos y a los escotos resultaron en una nueva
invasión que dejaría a la cultura celta casi en el olvido. Las tribus germánicas invasoras

convirtieron a Britania en “anglosajona” y dividieron el territorio incluso más. Siete reinos

salieron de esto, sin contar a Galés, Irlanda y el Norte, cada uno separado por costumbres,

religiones y hasta lenguas.

Las guerras subsiguientes tenían como objetivo la unificación de, al menos, la

Heptarquía, conformada por Anglia Oriental, Essex, Kent, Sussex, Northumbria, Mercia y

Wessex, pero esto nunca fue posible del todo. Mercia y Wessex fueron quienes más se

acercaron, e incluso el regreso y posterior arraigo del cristianismo en varios de los reinos,

pero todo el progreso que pudieron haber hecho comenzó a derrumbarse con las invasiones

vikingas, que destruyeron parte de la cultura irlandesa y amenazaron la estabilidad de la

Heptarquía.

Es interesante mencionar que la situación vikinga logró que el Reino de Escocia

fuera conformado y que éste gozara de siete siglos de unificación.

Wessex, quien prácticamente gobernaba todos los reinos de la Heptarquía para ese

momento, pudo repeler la amenaza vikinga en dos ocasiones, al menos en parte, y con ello

unificar aún más el territorio, pero eso no significaba que éstos volvieran a su lugar de

origen. Los vikingos habían salido de su hogar en busca de aventura y, posiblemente,

mejores oportunidades, habiéndolas encontrado en sus saqueos a todas las costas en las que

pudieran desembarcar. Fueron una constante molestia para toda Europa y una mayor para la

Heptarquía, que fue sometida por los daneses reino por reino. El sueño de unificación

anglosajón había prácticamente muerto.


Se necesitaría de la inteligencia de un gran hombre para lograr vencer a los daneses.

Alfredo el Grande se valió de su astucia para ganar tiempo y armar una estrategia que le

permitiría salir victorioso una y otra vez, y aun cuando parecía que la esperanza estaba

perdida—con la mitad de Inglaterra bajo manos danesas y el rey escondido y huyendo de

sus enemigos, logró sobreponerse y alcanzar la paz en el territorio.

Resulta interesante que teniendo a Inglaterra dividida nuevamente, ésta llegaría a

convertirse en un sólo reino. Los daneses compartían más cosas con los sajones de lo que se

creía, con ambos grupos habiendo emigrado del mismo lugar, hablando casi la misma

lengua y teniendo casi la misma herencia cultural. La única gran diferencia entre ambos era

la religión. Los vikingos se habían resistido a todos los intentos del cristianismo por

penetrar su cultura y se afianzaban a su paganismo con fuerza, y aun cuando Guthrum, el

líder de los daneses, aceptó convertirse, hubo resistencia. No obstante, Alfredo el Grande

reinó en paz y logró estabilizar Inglaterra de nuevo, tras años de caos.

Su trabajo pudo haberse ido a la basura después de su muerte, de no ser por sus

hijos que, al tratar de sofocar rebeliones danesas, unificaron a Inglaterra como nunca antes

alguien lo había hecho y los daneses, finalmente, se acoplaron a la vida sajona.

Sin embargo, la amenaza vikinga no estaba por completo acabada, y aquellos

asentados en el Continente, y ahora llamados normandos, se presentaban como un peligro

inminente.

Es seguro afirmar, hasta este punto en la historia, que fue posible para Inglaterra

lograr la estabilidad y unificación que buscaron por tantos siglos.

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