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Estructura de la lengua española III LMA

Curso 4
La cortesía. La conversación

(segunda parte)

1) La cortesía positiva y la cortesía negativa

La cortesía positiva tiene tres métodos: el reclamo de territorio común, el resalto de la


cooperación entre los hablantes y el cumplimiento de las necesidades del interlocutor. Los outputs que
resultan desde los métodos definen 15 estrategias de cortesía positiva que forman un ranking desde la
menos cortés hasta la más cortés: 1. observar y atender los intereses, necesidades, deseos y bienes del
interlocutor; 2. exagerar el interés, la aprobación y la simpatía hacia el interlocutor; 3. intensificar el
interés hacia el interlocutor; 4. emplear marcadores de pertenencia al mismo grupo; 5. buscar el acuerdo;
6. evitar el desacuerdo; 7. suponer o afirmar un territorio común; 8. bromear; 9. afirmar o suponer la
preocupación / conocimiento del hablante con respecto a las necesidades del interlocutor; 10. las ofertas y
las promesas; 11. el optimismo; 12. la inclusión del hablante y del interlocutor en una actividad; 13. dar y
pedir razones; 14. suponer o afirmar la reciprocidad y 15. ofrecer regalos al interlocutor como bienes,
simpatía, comprensión, cooperación (Brown y Levinson, 1987: 103). Si la amenaza a la imagen pública es
seria entonces se acude a una estrategia de posicionamiento alto.

La cortesía negativa implica una conducta muy respetuosa y tiene la función de minimizar la
imposición. Las culturas del oeste emplean la cortesía negativa a través de realizaciones lingüísticas como
los hedges en la fuerza ilocutiva de los actos indirectos convencionalizados, el pesimismo cortés con
referencia al éxito de las peticiones o el énfasis en el poder relativo del interlocutor, etc. Las estrategias de
cortesía negativa son: 1. la indirección convencionalizada (compromiso entre la necesidad de ser directo e
indirecto a la vez, ya que la cortesía negativa supone una compensación de cara a la imagen); 2. las
preguntas y las evasivas para hacer suposiciones mínimas relacionadas con las necesidades del
interlocutor; 3. el pesimismo (para que el hablante no obligue al interlocutor a hacer un acto); 4. la
minimización del grado de imposición; 5. la deferencia al hacer explícitos los valores de poder, distancia
e imposición; 6. las disculpas; 7. el uso de formas impersonales referentes al hablante y al interlocutor,
evitando así el uso de yo y tú; 8. la afirmación del acto amenazador como regla general; 9. la
nominalización (se disocian el hablante y el interlocutor del acto amenazador); 10. el habla indirecta para
no incurrir en deudas y para no endeudar al interlocutor.

2) La conversación

Briz (1998: 25) describe la variación de la lengua especificando que «la lengua varía en el tiempo
(variedad diacrónica), en el espacio (variedad diatópica), en función de las características de los usuarios
(variedad diastrática) y en función de la situación de comunicación (variedad diafásica).

Antonio Briz dirige el grupo Val.Es.Co (Valencia Español Coloquial) que fue creado en 1990
dentro del Departamento de Filología de la Universidad de Valencia. El grupo se dedica al estudio del
español coloquial y analiza las unidades conversacionales.
Estructura de la lengua española III LMA

Para Briz (1998: 52), el turno de habla es «un hueco estructural rellenado con emisiones
informativos que son reconocidas por los interlocutores mediante su atención manifiesta y simultánea
[…]» o « la unidad que hace que la conversación progrese en orden». Las intervenciones son un conjunto
de enunciados o actos de habla «emitidos por un interlocutor de forma continua o discontinua», los cuales
representan emisiones informativas «que rellenan los turnos» (Briz, 1998: 53).

El intercambio es una unidad conversacional que representa «dos intervenciones sucesivas de


distintos hablantes, una de inicio y otra de reacción» (Briz, 1998: 54).

Hay dos tipos de intervenciones: de inicio (intervenciones que intentan provocar o provocan
habla posterior como las invitaciones, las preguntas, los reproches, las peticiones, los juicios, etc.) y de
reacción (es decir, las respuestas, las excusas, las conformidades, las concesiones, las valoraciones, las
aceptaciones, etc.). Briz subraya que el final de una intervención iniciativa es el límite de un turno y que
otro turno comienza, al guardarse la alternancia de turnos, tras la intervención reactiva del interlocutor.

«Cabe subrayar, por tanto, que un cambio de hablante no es suficiente para hablar de alternancia
de turnos. Ese cambio del hablante ha de ir acompañado de un reconocimiento y aceptación por parte del
interlocutor» (Briz, 1998: 53). Por lo tanto, la intervención de un hablante llega a ser turno solo cuando
hay una reacción por parte del interlocutor y esto lleva a una alternancia de turnos. « […] Todo supone
una intervención, pero no toda intervención constituye necesariamente un turno» (Briz, 1998: 54). Así, se
puede intervenir en una transacción sin obtener el turno.

Según Briz (1998: 56), la conversación tiene una estructura jerárquica porque está formada por
unidades dialogales o superiores como el diálogo y el intercambio y por unidades monologales o
inferiores como la intervención (o movimiento) y el acto de habla (o enunciado).

Briz postula que conversar no es hacer, sino interactuar.

«El acto de habla ha de entenderse en sí mismo o dentro de una intervención como iniciativo o
reactivo. Así, la unidad mínima dialógica es el intercambio y sus constituyentes inmediatos son las
intervenciones, ya sean actos de inicio o de reacción» (Briz, 1998: 56).

Bibliografía

Brown, Penelope y Stephen C. Levinson (1987): Politeness. Some universals in language usage.
Cambridge: Cambridge University Press.

Briz Gómez, Antonio (1998): El español coloquial en la conversación. Esbozo de pragmagramática.


Barcelona: Editorial Ariel

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