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Una gárgola (del francés gargouille > gargouiller 'producir un ruido semejante al de un líquido en
un tubo', latín gurgulio y griego γαργαρίζω 'hacer gárgaras') es la parte sobresaliente de un caño
que sirve para evacuar el agua de lluvia de los tejados.
Al expulsar el agua en chorros finos por la boca, las gárgolas evitaban que el agua contactara con
los muros de piedra y provocara deterioros de los mismos.
En la arquitectura de la Edad Media, especialmente en el arte gótico, son muy usadas en iglesias y
catedrales y suelen estar adornadas mediante figuras intencionadamente grotescas que
representan hombres, animales, monstruos o demonios. Probablemente, tenían la función
simbólica de proteger el templo y asustar a los pecadores. Esto se mantuvo, aunque con menor
desarrollo, en la arquitectura renacentista española e incluso en algunas iglesias barrocas.
La palabra gárgola se emplea en muchas ocasiones para referirse a todo tipo de criaturas que
decoran los muros de los edificios y que, al representar el mismo tipo de figuras que las gárgolas,
se engloban dentro de la misma denominación. Estas representaciones que ornamentan los
edificios no son gárgolas para desagüe, sino imágenes decorativas, llamadas a veces quimeras,
como, por ejemplo, las de Viollet-le-Duc de Notre Dame de París.1
Índice
1 Historia
2 Características generales
2.1 Iconografía
3 Referencias
4 Enlaces externos
Historia
Las gárgolas fueron introducidas en la arquitectura cristiana por primera vez en las catedrales de
estilo gótico, pero ya eran empleadas en la arquitectura islámica y la budista anteriormente.
Además, se pueden encontrar antecedentes del uso de cabezas de animales como canalizaciones
de agua en el Antiguo Egipto, la Antigua Grecia y Pompeya. En 1220 aparecen en la catedral de
Laon y a partir de 1240, en París. Su época de mayor esplendor abarca el siglo XIII y la primera
mitad del siglo XIV. A partir del Renacimiento, poco a poco se empezaron a convertir en caños
simples de piedra o de metal, sin representación iconográfica, aunque también se encuentran
algunas con forma de Quimera. En el siglo XIX, la arquitectura neogótica recuperó el uso de las
gárgolas.2
Características generales
Las gárgolas más antiguas eran tallas toscas que representaban cabezas o bustos, principalmente
de animales. Posteriormente, algunas se apoyaban en ménsulas, para poder sobresalir de los
muros y expulsar el agua más lejos. Las figuras esculpidas adquirieron mayor esbeltez, detallismo y
dinamismo, representando animales o personas grotescas e irreales, a veces híbridas.
El material más empleado era la piedra, que se trabajaba con hachas, taladros, cinceles y buriles,
aunque se pueden encontrar algunas que fueron hechas de metal, de madera o de cerámica.3
Sobre su origen simbólico, hay diversas teorías: entre otras, se ha sugerido que podrían simbolizar
guardianes que protegen los edificios y provocan miedo, almas condenadas a las que se prohíbe la
entrada a la iglesia, o demonios que son obligados a participar en la construcción de los templos, o
que son vencidos por la iglesia. Además, le dan un toque estético al edificio.4
Iconografía